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2. ORIENTACIÓN FILOSÓFICA DEL CURRICULUM
El pensamiento filosófico occidental, durante sus XXV siglos de historia, se ha
desarrollado en 4 etapas fundamentales: la griega clásica, la patrística medieval, la
moderna y, la contemporánea. En estas grandes etapas se han dado numerosas corrientes
del pensamiento, privilegiando ciertos aspectos y formas del saber marcando así un tipo
de época.
En el pensamiento filosófico clásico de la Grecia antigua, en su más alta expresión por
parte de los filósofos socráticos, se privilegió un estudio de las cosas basado en la
búsqueda de las causas últimas y de los primeros principios de la realidad; lo lograron
gracias a un método inductivo que parte de la pregunta metafísica y del asombro por las
cosas hasta llegar a un principio en el cual pende la realidad existente.
En el pensamiento patrístico medieval, gracias a la Escolástica, se profundizó una
filosofía de tipo metafísico realista con sustento en dos líneas fundamentales: se retomó
lo mejor de la herencia de la especulación filosófica griega y la veritas salutaris (verdad
de la salvación) del cristianismo, llegando a una síntesis que la historia posterior la
reconoció como la filosofía de perenne validez ya que resuelve el mayor número de
problemas filosóficos y humanísticos con clara referencia a un fundamento último de la
realidad en el Absoluto. La filosofía aquí se hizo de tinte estrictamente metafísicarealista.
En el pensamiento filosófico moderno, en la era de la máquina y mediante un cambio de
método de la filosofía se dio un giro, del método realista analítico al método subjetivista
del yo cartesiano. Más por influencia del iluminismo, a través del giro copernicano de
Kant se transitó hacia el racionalismo e idealismo con su correspondiente contra parte:
el empirismo y el ateísmo humanista. Así la posición filosófica clásica-medieval queda
visto como algo del pasado y se pasó de la filosofía del ser a la filosofía del conocer. En
efecto, la corriente filosófica moderna es una filosofía gnoseológica-crítica y no más ya
metafísica-realista. Y por modernidad entendemos el intento de una explicación
racional, coherente y sistemática de toda la realidad: el mundo, el hombre y Dios, y de
su historia. En fin, la modernidad se caracteriza por el optimismo racionalista, fruto del
iluminismo.
El pensamiento filosófico contemporáneo, es decir, la filosofía de nuestro tiempo, se
caracteriza por la desilusión del optimismo racionalista de la modernidad, y se da el
paso de la crítica gnoseológica al nihilismo filosófico llevando a la tentación de la
desesperación y del sin sentido, que se nutre del relativismo gnoseológico y la
correspondiente exigencia de la muerte de la metafísica y de toda referencia al absoluto
y lo trascendente. Aquí el único ser cognoscible es el lenguaje, ni siquiera el
conocimiento como en la modernidad, y estamos ante las ciencias hermenéuticas y los
diversos análisis del lenguaje1.
Los filósofos de este tiempo, como Husserl, Heidegger, Max Weber, Nietzsche, Escuela de Frankfurt,
han acusado a la Modernidad de haber hecho de la razón un instrumento de la subjetividad con olvido de
la realidad, y de haber identificado la razón verdadera con la racionalidad científico-técnica para el
dominio o voluntad de poder. Tal racionalidad ha fracasado estrepitosamente ya que ha desembocado en
las grandes dictaduras, guerras destructivas y depredación del medio ambiente. Nadie espera ya que la
ciencia resuelva los problemas humanos. El marxismo que algún tiempo fue la esperanza de la
Humanidad, ha muerto. El capitalismo es un inhumanismo. La multiplicación de teorías ha generado la
desconfianza y el escepticismo.
1
Fruto de lo anterior, en la filosofía contemporánea se difunden corrientes, tales como:
el eclecticismo, el historicismo, el cientificismo, el pragmatismo, el nihilismo, el
análisis lingüístico, que han llevado a la calificación, por ciertos pensadores, como la
época de la postmodernidad, que ha favorecido una filosofía inmanentista e intimista
que niega la naturaleza humana, la capacidad humana de alcanzar la verdad, la apertura
al absoluto y toda realidad trascendente2.
Ahora bien, se distinguen dos tipos de postmodernidad. La postmodernidad negativa
suprime todo valor del ser, de la verdad, del fundamento. La persona es una realidad
residual. No quedan más que colores cambiantes, un error incierto, inciertos
vagabundeos. «La Metafísica es algo que permanece en nosotros como los restos de una
enfermedad, o como un dolor al que uno se resigna». «El ser que puede comprenderse
es lenguaje y ninguna otra cosa». Los relatos son fábulas, mitos, leyendas, buenas para
las mujeres y los niños». Los que pertenecen a esta corriente, niegan la posibilidad de
legitimar o fundar racionalmente una interpretación y un sentido de la vida, una
sociedad humana, una moral. No quedan sino fragmentos, diferencias, palabras y la
melancolía de un fracaso. Vivir el presente sin preocuparse del pasado ni del futuro. Lo
anterior funda el nominalismo, anomía, caos, inhumanismo, pragmatismo,
permisivismo, relativismo, escepticismo y desorientación. Así ha terminado la ilusión
modernista iniciado el siglo XIV y, hoy, la Filosofía realista tiene la tarea de devolver a
los hombres la seguridad, el sentido de la vida y el gusto por ella.
Por su parte, la postmodernidad positiva propone el análisis del proyecto modernista
con la intención de rescatar las tesis que quedaron inconclusas y sobre todo encontrar el
momento preciso, en que la humanidad perdió la ruta de la trascendencia. De este modo,
la filosofía curricular dialoga con la visión positiva de la postmodernidad a partir de las
principales tesis de la filosofía de inspiración cristiana. En efecto, en la postmodernidad
no todo es oscuro. A la par de le negativo, muchos pensadores, entre ellos Grabriel
Marcel y Xavier Zubiri, han sido fecundos en superar la visión pesimista de la realidad
y han hecho una síntesis temática del realismo filosófico clásico en claro diálogo con lo
moderno, estableciendo así las bases de una filosofía de tinte trascendental, humanista,
fenomenológico y metafísico.
Por lo anterior, el IESTA se pregunta ¿Qué filosofía o corriente conviene proponer
ahora que sea, a su vez, el gran eje temático de la formación de los futuros líderes de la
sociedad y en el campo del saber? Nuestro Instituto, teniendo los pies sobre la tierra,
quiere volver la mirada:
1º Al realismo filosófico clásico que se basa en un análisis inductivo de la realidad, con
un sano realismo gnoseológico, no a partir de las ideas de la razón, sino en la realidad
del ente hasta llegar a sus causas últimas y principios más universales. Una vuelta a la
filosofía del ser, sobre el conocer y la lingüística, es decir, de carácter metafísico.
2º En clara coherencia con el legado de la filosofía clásica de perenne validez, realizada
por filósofos cristianos, y lejos de las filosofías intimista-cósmico-panteístas, quiere,
privilegiar y profundizar en la filosofía aristotélico-tomista, que nos permita un realismo
Partiendo de estas críticas fundadas se ha dado un salto infundado que ha terminado en la negación de
toda verdad y de toda posibilidad de explicar racional y coherentemente la realidad y, sobre todo, el
hombre y, por supuesto, Dios. Una desconfianza completa con respecto a lo que Jean-Francois Lyotard
llama «los grandes relatos», y a las grandes palabras: Dios, persona, Ley natural, valores, verdades,
compromisos, fidelidad, sentido de la vida, sentido de la Historia, etc.
2
filosófico, el acceso a lo trascendente, a la totalidad del ser y de lo absoluto, sin
descuidar las grandes tesis aportadas por la filosofía moderna y contemporánea.
3º A la exhortación de quienes representan el Magisterio de la Iglesia que nos llaman a
«una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos
empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo absoluto, último y
fundamental […]. Esto es una exigencia propia del bien moral, cuyo fundamento último
es el sumo Bien, Dios mismo». De esta forma queremos «reivindicar la capacidad que
el hombre tiene de conocer esta dimensión trascendente y metafísica de manera
verdadera y cierta, aunque imperfecta y analógica, de la razón última de la cosas y de su
propia naturaleza en cuanto tal». Por eso, un gran reto que nuestro Instituto quiere
asumir hoy «es el de saber realizar el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al
fundamento»; pues no es posible detenerse en la sola experiencia, y llevar la reflexión
especulativa hasta su naturaleza espiritual y el fundamento en que se apoya. Por lo
tanto, el IESTA asume un pensamiento filosófico con clara apertura a la trascendencia
que desempeñe un papel, incluso, de mediación en la comprensión de la Revelación»
(FR, 83).
4º Una filosofía que, a través de las tesis del realismo, dialogue con las ciencias
humanas y, pasando del fenómeno al fundamento, trascienda la realidad y se abra al
reconocimiento de un Dios personal, que justifica la dimensión religiosa del hombre, la
dignidad humana y el carácter relativo de las cosas respecto a su fundamento,
cognoscible por la razón. Es decir una filosofía que enseñe a pensar y a criticar en orden
a buscar la verdad última de las cosas, en clara apertura con todo tipo de corrientes
filosóficas.
5º Una filosofía que, basada en la metafísica del ente y en el sano realismo
gnoseológico, responda a las grandes preguntas antropológicas de nuestro tiempo, que
indique la base del valor absoluto de la persona y, a la vez, los fundamentos
antropológicos de la ética: dignidad humana, defensa de la vida, derechos humanos, etc.
De este modo, instaure el sentido horizontal y vertical de la vida humana en general.
En esencia, el INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES TOMAS DE AQUINO
ofrece la Licenciatura en Filosofía que se resume en tres características fundamentales:
filosofía realista, metafísico-cristiana y antropológico-relacional, en diálogo atento con
la ciencia, la filosofía de la ciencia y en general toda producción intelectual que busca
con sinceridad los valores de la trascendencia.