Download LA CRISIS DEL DEFAULT, NOS HACE ENTER QUE PASA ALGO
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Argentina: la deuda eterna Reflexiones sobre la agenda económica post-default El próximo 25 de Febrero, si el gobierno argentino no otorga una prórroga que hoy parece improbable, finaliza el plazo establecido para que los tenedores de bonos en default opten por ingresar al procedimiento denominado “Canje de Deuda Pública en Cesación de Pagos”. Cuando hace algo mas de tres años en el Parlamento Nacional se aplaudió de pié el anuncio de Rodríguez Saa sobre la decisión de suspender el pago de la deuda, seguramente fueron pocos los que advirtieron que el proceso de “normalizar” la relación de Argentina con sus acreedores iba a demandar tanto tiempo y a tener tanto costo. Desde 2001 hemos sufrido, al igual que otras economías latinoamericanas (Brasil y Venezuela particularmente) un agudo drenaje de recursos al exterior cuya magnitud ha sido estimada en una cifra realmente impresionante por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), en su “Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe. 2003-2004”. Como puede apreciarse en el cuadro, los datos de CEPAL indican que desde el año 2001 al 2004 incluido, la transferencia neta de recursos al exterior de Argentina fue de 56.718 millones de dólares. ¡Y ello a pesar de tener parte de la deuda en default! Argentina. (En Transferencias millones Fuente: CEPAL. (*): transferencias de recursos al exterior Netas Las de de cifras Recursos negativas (*) dólares) indican El crecimiento de los niveles de pobreza y marginalidad social, el deterioro de todos los indicadores de desarrollo humano y una crisis política sin precedentes, han sido los rasgos mas salientes de la decadencia de un país que a principios del siglo pasado parecía estar camino a convertirse en uno de los mas prósperos del mundo y a comienzos de la presente centuria es un caso de estudio de fracaso social colectivo. Esa sociedad, con su orgullo herido por las frustraciones de su propia incapacidad, parece hoy encaminarse a saludar con júbilo el final del tortuoso camino de la renegociación de la deuda. Aunque en realidad deberíamos advertir que fue una irresponsabilidad festejar el default y sería una ingenuidad hacerlo con el “canje”. El “éxito” del canje Todo parece indicar que el proceso conducido por el Ministro Lavagna concluirá con un resultado “exitoso”. ¿Exitoso? ¿En que sentido? En que, en las condiciones de Argentina, equivalentes a las de una empresa en concurso de acreedores, lograr que un porcentaje importante de los tenedores de títulos ingresen al canje, aceptando las condiciones definidas por el país, permitirá dejar atrás la situación de default. Siguiendo con la analogía, pareciera que si se logra que la mayoría apruebe la propuesta de pago estará asegurada la continuidad de la empresa ¿estará asegurada? ¿Bajo que condiciones? Este proceso de reestructuración que se está llevando a cabo, está matizado de abundantes cuestiones técnicas que al ciudadano común le resultan in-inteligibles. La necesidad de renegociar más de 150 títulos de deuda distintos (exactamente 152), nominados en seis diferentes monedas (Dólar, Yen, Euro, Franco Suizo, Libra y Pesos) y por un monto total cercano a los 100 mil millones de dólares no podía ser sencillo. Y de hecho no lo ha sido. “Bonos Par” (sin quita y con vencimiento en Diciembre de 2038), “Bonos Discount” (con quita del 66.3% y con vencimiento en Diciembre de 2033) y “Bonos Cuasipar” (con quita del 30,1 %, y con vencimiento en Diciembre de 2045), son los títulos ofrecidos Con variantes en distintas monedas, tasas de interés y periodos de gracia, y a días del cierre del plazo para optar, parece que será un menú que logrará que un porcentaje elevado de la deuda en default ingrese al canje (las estimaciones del porcentaje se ubican ya por arriba del 60%). Con el dólar tan calmo que inquieta, y que está siendo “sostenido” por compras del Banco Central por mas de 15 millones de dólares diarios, y con clima de fiesta en la Bolsa (el indicador Merval llegó a record histórico medido en pesos) todo parece indicar que aquellos que auguraban un fracaso del proceso de reestructuración se han equivocado. Si finalmente el gobierno logra cerrar satisfactoriamente esta etapa, Lavagna quizás esté tentado a actuar como aquellos técnicos de fútbol que, con falsa modestia, les dedican una mirada comprensiva a los comentaristas que no confiaron en que serían capaces de llevar a su equipo a conquistar el campeonato. Con el dulce sabor del logro obtenido podrá decir “no comprendían la estrategia”. La analogía con el fútbol no es exagerada en un país que festejó con pasión deportiva el anuncio del default. Pero no sería bueno que nuevamente la autocomplacencia nublara una visión objetiva de la realidad. El proceso de reestructuración es un puente entre un pais en cesación de pagos, con una deuda técnicamente impagable, hacia uno que intentará pagar una deuda que seguirá siendo tan elevada que le condicionará su destino durante décadas. Sería un gesto de gran racionalidad política que el fin de este proceso no fuera visto por el gobierno, ni por la sociedad, como el final del viaje; sino como una estación intermedia a partir de la cual se abre un complejo camino de recuperación económica cuyo transito será difícil y exigirá mucha inteligencia y decisión. Lo que se impone es una serena reflexión sobre los errores del pasado para diseñar una agenda post-default que permita a Argentina insertarse de la mejor manera posible en la economía mundial y lograr un crecimiento económico con equidad distributiva. Los temas de la agenda post-default Para pensar los requerimientos de política económica post-default, la primera consideración que debe tenerse presente es que aun despues del canje, y a pesar de la reducción que en el mismo se aplica sobre el valor de los títulos, la deuda argentina seguirá siendo de una magnitud gigantesca. Según el trabajo ya citado de la CEPAL, al 31 de Diciembre de 2004, la deuda externa bruta de nuestro país ascendía a 147.319 millones de dólares, y representaba más de la quinta parte del total adeudado por el conjunto de países de América Latina y el Caribe. Concluida la reestructuración, dicho monto seguramente oscilará en torno a los 130.000 millones de dólares o sea que el esfuerzo que demandará su atención será formidable. Debe comprenderse entonces, que el proceso de reestructuración que lleva a cabo Argentina implicará que las obligaciones a afrontar seguirán siendo elevadísimas. Por tal razón el futuro que se abre despues de superada la instancia de cesación de pagos tiene, junto a la posibilidad de recuperación y reinserción internacional de la economía argentina, la necesidad de mantener los esfuerzos realizados hasta el presente. El desafío será hacerlo introduciendo equidad y justicia distributiva en una sociedad desgarrada por las desigualdades sociales y la exclusión. Otro aspecto importante es que, de acuerdo con la información oficial disponible, se puede suponer que una porción significativa de la “nueva deuda” ya no estará nominada en dólares sino que los tenedores de títulos han optado por bonos en pesos. Esta decisión, se justificaría en la expectativa de que la inflación (los bonos en pesos se ajustan por el CER) superará la evolución del dólar. Si ello fuera así, la deuda pasará a tener, en términos relativos al presente, mas importancia desde el punto de vista fiscal que del mercado de cambios. Ello que puede ser visto como algo positivo entraña también sus riesgos. Sin control sobre la entrada y salida de capitales, existirá siempre la posibilidad de que quienes hoy optan por títulos en pesos transformen sus ganancias a dólares y salgan rápidamente del país con las consecuentes perturbaciones sobre el conjunto de la economía. Aunque existan resistencias, Argentina deberá estudiar y establecer un mecanismo de control riguroso sobre las entradas y salidas de fondos del exterior. Algo similar a lo realizado por otros países, Chile por ejemplo, que le otorgue al Estado mas instrumentos para morigerar probables efectos negativos que pueda provocar el movimiento especulativo de capitales. De cualquier modo debe quedar claro que hacia futuro, y durante muchos años, el esfuerzo fiscal seguirá presente en la agenda, pero ademas surgirá la necesidad de abordar otras cuestiones que, hasta ahora, la preocupación por el default han mantenido en segundo plano. De esos temas, que son numerosos, vale la pena citar al menos algunos de ellos: La reanudación de la negociación con el FMI: la idea de cancelar la totalidad de la deuda con ese organismo para terminar con los condicionamientos, ademas de resultar económicamente inconveniente, es políticamente poco viable. En la rediscusión con el Fondo volverán a aparecer los temas pendientes de la Ley de Coparticipación Federal de Impuestos, la Responsabilidad Fiscal de las Provincias y las presiones sobre la transformación de la Banca Pública. Aunque a algunos sectores del gobierno les moleste, si el objetivo es integrarse a la economía mundial, las relaciones con el organismo no pueden obviarse y se deberá seguir negociando. Discusión con las empresas de servicios públicos privatizados: El análisis del grado de cumplimiento de las obligaciones asumidas por las empresas, el tema de tarifas y la creación de instancias de regulación y control realmente efectivas que no abandonen al consumidor a la intemperie, formarán también parte de las discusiones necesarias de la economía post-default. La reforma tributaria: para un país cuya única chance de recuperación es un crecimiento sustentable, el sistema tributario debe contribuir a ese objetivo. Lograr que los impuestos recaigan lo menos posible sobre la producción y el empleo, que minimicen sus efectos distorsivos sobre el sistema de precios y que alienten el proceso de inversión productiva deberá ser un ingrediente del debate para diseñar el sistema tributario del futuro. Si, como estiman muchos, el tipo de cambio real bajará al salir del default, la discusión sobre las retenciones a las exportaciones será inevitable. La cuestión social: No puede haber crecimiento sostenido (y nadie debería desearlo) si no se asienta en la equidad y la justicia social. Los aumentos de la desigualdad social, que ha llegado a extremos crueles en Argentina, son moral y fácticamente insostenibles. El Estado, semidestruido y torpemente administrado en el pasado, deberá asumir roles de arbitraje en las pujas distributivas a fin de garantizar que la racionalidad económica se acompañe de recuperación de ingresos de los sectores mas castigados y logre la gradual inclusión de los expulsados del sistema. Eso no se conseguirá con el asistencialismo de planes sociales que aportan mas a la construcción de proyectos políticos demagógicos, que a resolver la situación de los carecientes. Un proyecto que aliente una cultura del esfuerzo y del trabajo, que gradualmente reduzca el número de planes, no solo sacará de la indignidad a aquellos que hoy viven de la limosna del Estado sino que será mas compatible con la forma de organización social del país. La racionalidad capitalista permite la acumulación y el crecimiento, pero requiere del esfuerzo y el trabajo. El espacio de la autonomía nacional: el proceso de globalización condiciona en mucho los márgenes de decisión de los estados nacionales. Pero deberíamos advertir que una mejor performance de la economía requiere, y a la vez refuerza, la autonomía de las decisiones. Ser menos “antiimperialistas” en los discursos y mas firmes en la defensa de los intereses nacionales es también una condición para lograr integrarse al mundo globalizado en forma mas efectiva y conveniente. El fortalecimiento de las instituciones: no puede pensarse en un país capitalista moderno, si sus instituciones son frágiles y permeables a conductas arbitrarias o poco transparentes. La seguridad jurídica es una condición imprescindible en una sociedad que respeta a sus ciudadanos, y es también un requisito indispensable del sistema económico. Las transformaciones políticas, económicas y culturales son ya para nuestro país un imperativo histórico. El condicionamiento de la deuda seguirá pesando sobre nuestro devenir. Pero de lo extremo de la situación quizás surjan las fuerzas y la decisión para acometer la tarea. La deuda externa nos ha agobiado y aun lo seguirá haciendo. Resolver el problema inteligentemente exigirá grandes esfuerzos, no solo de quienes gobiernan, sino del conjunto de los ciudadanos. Que Argentina pueda lograrlo dependerá principalmente de si misma, de su capacidad para afrontar con seriedad el desafío de convertirse en una sociedad moderna abandonando resabios que la han anclado muchas veces en el pasado. Finalmente, vale la pena recordar que las sociedades progresistas tienen otra obligación muy profunda: que sus hombres y mujeres sientan que vale la pena vivir, que un futuro mejor es un escenario posible, que pueden sentirse personas y no un número de un listado de subsidios. Esa deuda, la deuda con el progreso social hasta ahora en Argentina no es externa es… Eterna.