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Sociología reflexiva: campos, capitales y violencias
Angela Urrea
19 de Diciembre de 2011
¿Luchas de reconocimiento en la academia?
A propósito de nuevos discursos en las ciencias sociales
“Los sistemas de clasificación constituyen un asunto en juego en las luchas que oponen a individuos o
grupos en las interacciones rutinarias de la vida diaria así como en las contiendas solitarias y colectivas
que tienen lugar en los campos de la política y de la producción cultural” (Wacquant 2005[1992]:15)
“Contar con el conocimiento y el reconocimiento significa también tener el poder de reconocer,
consagrar, decir, con éxito, lo que merece ser conocido y reconocido, y, más generalmente, de decir lo
que es, o mejor aún, en qué consiste lo que es, qué hay que pensar de lo que es, mediante un decir (o un
predecir) performativo capaz de hacer que lo dicho sea conforme al decir” (Bourdieu 1999[1997]:319)
[It is] “hardly ever any discourse about Africa for itself. In the very principle of its constitution, in its
language, and in its finalities, narrative about Africa is always pretext for a comment about something
else, some other place, some other people. More precisely, Africa is the mediation that enables the West
to accede to its own subconscious and give a public account of its subjectivity” (Mbembe 2001:3)
“The possibility of social science is based upon taking certain historical experiences of the West as the
template for a universal knowledge” (Mitchell 2002:7)
Introducción
Partiendo y retomando dos problemáticas fundamentales en la obra de Bourdieu como son
1) el capital simbólico, la violencia simbólica y las luchas por el reconocimiento y 2) la
práctica científica en sí, la reflexión sobre la etnografía y sobre el campo científico e
intelectual; el presente ensayo tiene como objetivo reflexionar sobre la emergencia de nuevos
discursos, perspectivas y conocimientos en las ciencias sociales a partir de Mbembe y la
cuestión postcolonial, Sousa Santos y la sociología de las ausencias y las emergencias,
Mitchell y el cuestionamiento a las ciencias modernas.
El argumento que se quiere esbozar aquí consiste en pensar si estas nuevas posturas dentro
de las ciencias sociales pueden entenderse como una lucha simbólica de reconocimiento que
se inserta en el campo académico, una lucha por el acceso a un ser social socialmente
reconocido. ¿Podría decirse que se trata de una re-significación de un ‘capital simbólico
negativo’? Lo anterior adquiere relevancia si tenemos en cuenta dos aspectos: en primer lugar
la manera como se han constituido las ciencias sociales, las relaciones de poder que subyacen,
las visiones, divisiones y clasificaciones del mundo social, la relación entre el colonialismo y
las ciencias sociales. En segundo lugar, que se trata de personas de carne y hueso, lo que está
en juego es la importancia social y las razones para vivir (una cuestión existencial), y en este
sentido asume un carácter político y existencial.
1
Para dar cabida a los objetivos propuestos se proseguirá de la siguiente manera. En primer
lugar traeré a colación el argumento de Bourdieu con respecto a los problemáticas enunciadas.
Con esto quiero relacionar la noción de ‘violencia simbólica’ con la academia y las ciencias
sociales. En un segundo momento me propongo pensar la emergencia de posturas críticas
dentro de las ciencias sociales y la apuesta política y existencial que subyace, para lo cual me
basaré en los textos de Mbembe, Soussa Santos y Mitchell vistos en clase. Lo anterior servirá
como fundamento para el argumento propuesto y nos llevará nuevamente a interrogarnos
sobre la posibilidad de un cambio y transformaciones al interior del campo académico
(apropiación de la palabra, otras voces, otras problemáticas, otros objetos de estudios, otras
formas de narrar), así como de un orden simbólico (visión/división del mundo).
I Ciencias Sociales y Violencia Simbólica
Podemos partir por rescatar la centralidad de la reflexión sobre la práctica científica para
Bourdieu y la propuesta de una sociología reflexiva1: un retorno de la ciencia sobre sí misma,
una teoría de la práctica teórica, una teoría de la práctica intelectual, una teoría de los
intelectuales como ejecutores de una forma dominada de dominación. Como dice Wacquant:
“Para Bourdieu, por tanto, la reflexividad no involucra la reflexión del sujeto sobre el sujeto
[…] El ‘retorno’ por el que se propugna se extiende más allá del asunto de la experiencia para
abarcar la estructura organizacional y cognitiva de la disciplina […] Se sigue que el asunto de
la reflexividad debe ser, en última instancia, el campo científico social en su totalidad”
(2005:29)
En este sentido, es el inconsciente epistemológico, social e intelectual de la disciplina lo que
debe ser examinado: objetivación de la distancia objetivante, las condiciones sociales que la
hacen posible y lo social en el corazón del individuo (por ejemplo, categorías de pensamiento,
herramientas y operaciones analíticas).
“Lejos de alentar el narcisismo y el solipsismo, la reflexividad epistémica invita a los
intelectuales a reconocer y a trabajar para neutralizar los determinismos específicos a los cuales
están sometidos sus pensamientos más íntimos, y conforma una concepción del oficio de la
investigación destinada a fortificar su asidero epistemológico” (Wacquant 2005:32)
Dentro de este marco, Bourdieu (2008[1984]) nos dice que “uno no escapa al trabajo de
construcción del objeto y a la responsabilidad que él implica. No hay objeto que no conlleve
un punto de vista, por más que se trate del objeto producido con la intención de abolir el
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“Si hay alguna característica que hace sobresalir a Bourdieu en el paisaje de la teoría social contemporánea,
es su obsesión por la reflexividad” (Wacquant 2005:27)
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punto de vista […] No se ha realizado con una transparencia epistemológica perfecta ni con
una lucidez teórica completa” (17). Con esto en consideración vale la pena volver sobre el
señalamiento de Achille Mbembe sobre África.
Si África constituye uno de los significantes frente a los cuales se define y se constituye
Occidente, por lo que la narrativa sobre África responde a algo distinto a sí mismo, sustentada
además por la construcción por parte de la teoría social de categorías que dividen al mundo:
¿estaríamos frente a la construcción de África como objeto dentro de la práctica científica?,
¿qué implica y contiene esta construcción? Autores como Santiago Castro-Gómez, Edward
Said, Enrique Dussel, Walter Mignolo, Aníbal Qujano –a pesar de sus distintas posiciones–
han planteado una relación entre las ciencias sociales y el colonialismo: bien sea para señalar
una legitimación científica del dominio europeo sobre el mundo, la naturalización del
imaginario cultural europeo y el proyecto colonial, la subalternización de otras voces, el
eurocentrismo, entre otros.
Sobre esto volveré en la segunda parte. Lo que quiero hacer a continuación es traer a
colación el concepto de violencia simbólica desarrollado por Bourdieu y relacionarlo con lo
anterior, si es posible plantear una relación entre la violencia simbólica y las ciencias sociales
a propósito de lo que he venido desarrollando. Esto adquiere relevancia dentro del
pensamiento de Bourdieu no sólo por la centralidad del concepto de reflexividad, su
elaboración de una sociología de la academia, sino también su propuesta de una sociología
pública y de una sociología como un deporte de combate.
¿Qué quiere decir Bourdieu cuando nos habla de violencia simbólica?
La violencia simbólica nos ubica al margen de la coerción física, se fundamenta en la
formación del habitus (incorporación de una estructura social en forma de disposición casi
natural), en la adquisición y aprendizaje de disposiciones específicas exigidas por un campo,
en el marco de una teoría de la relación entre habitus y campo. La violencia simbólica nos
refiere a un principio de visión y división comunes del mundo, a un punto de vista particular
constituido como universal que se ha ido imponiendo paulatinamente, a una ‹‹actitud natural››
y esquemas perceptivos socialmente elaborados.
Supone la incorporación de la estructura de la relación de dominación, ejercida “en la
oscuridad de las disposiciones del habitus, donde están inscritos los esquemas de percepción,
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evaluación y acción que fundamentan, más acá de las decisiones del conocimiento y los
controles de la voluntad, una relación de conocimiento y reconocimiento prácticos
profundamente oscura para sí misma” (Bourdieu 1999[1997]:225). En este sentido, “no son
formas de conciencia, sino disposiciones del cuerpo, esquemas prácticos” (Bourdieu
1999[1997]: 232), ajustadas prerreflexiva y tácitamente a estructuras objetivas. Por esta razón,
“el poder simbólico sólo se ejerce con la colaboración de quienes lo padecen porque
contribuyen a establecerlo como tal” (Bourdieu 1999[1997]:225), implicando “la dependencia
respecto a aquellos que permite dominar” (Bourdieu 1999[1997]:220) y explicando “la
facilidad, en definitiva asombrosa, con la que, a lo largo de la historia, y exceptuando
contadas situaciones de crisis, los dominantes imponen su dominación” (Bourdieu
1999[1997]:234).
Para producir las disposiciones ha sido necesaria la acción prolongada de innumerables
poderes que todavía siguen gobernando a través de las mismas disposiciones, la acción de
agentes especializados de producción y el ajuste con estructuras objetivas. En este sentido
Bourdieu plantea una lucha simbólica, “una lucha cognitiva (práctica y teórica) por el poder
de imponer la visión legítima del mundo social, o, más precisamente, por el reconocimiento
[…] [Por] el poder de conocimiento, es decir, el poder sobre los instrumentos incorporados de
conocimiento, los esquemas de percepción y evaluación del mundo social, los principios de
división que… determinan la visión del mundo… y el poder de hacer ver y hacer creer que
este poder implica” (1999[1997]:244).
Así, se persigue una representación y posición
ventajosa de sí mismo y el poder imponer como legítimos los principios de división,
conocimiento, reconocimiento y elaboración de la realidad social más favorables2.
Para las sociedades diferenciadas, Bourdieu resalta la importancia del Estado en la
elaboración de los principios de elaboración sobre el mundo social. El estado como instancia
reguladora de las prácticas, ejerce una acción formadora de disposiciones duraderas, impone
principios de clasificación y divisiones en categorías sociales, y es el fundamento de la
eficacia simbólica de todos los ritos de institución. En tanto el estado es el detentador del
monopolio de la violencia simbólica legítima, pone un límite a la lucha simbólica y se
convierte en una de las mayores apuestas en la lucha por el poder simbólico.
“¿Existe juego más vital, más total, que la lucha simbólica de todos contra todos cuya apuesta es el poder de
nominación o, si se prefiere, de categorización, donde cada cual pone su ser en juego, su valor, la idea que tiene
de sí mismo?” (Bourdieu 1999[1997]:314)
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Pero, ¿es posible enfrentarse a la violencia simbólica? No basta con afirmar una ‘toma
de conciencia’ porque la sumisión no es un acto de conciencia sino la inscripción de las
estructuras sociales en los cuerpos. En este sentido, “la acción simbólica no puede, por sí
sola, y al margen de cualquier transformación de las condiciones de producción y
fortalecimiento de las disposiciones, extirpar las creencias corporales, pasiones y
pulsiones” (Bourdieu 1999[1997]:237). De una parte, “sólo una auténtica labor de
contraadiestramiento, que implique la repetición de los ejercicios, puede, como el
entrenamiento
del
atleta,
transformar
duraderamente
los
habitus”
(Bourdieu
1999[1997]:227). De la otra, “es necesario que las estructuras cuestionadas de ese modo
estén a su vez en un estado de incertidumbre y de crisis que favorezca la incertidumbre
respecto a ellas y la toma de conciencia crítica de su arbitrariedad y su fragilidad”
(Bourdieu 1999[1997]:312) y pueda “permitir cierto margen de libertad a una acción
política que se proponga reabrir el espacio de los posibles” (Bourdieu 1999[1997]:309) y
“un desenmascaramiento crítico de la violencia fundadora ocultada por el ajuste entre el
orden de las cosas y el orden de los cuerpos” (Bourdieu 1999[1997]:247).
El punto central estará en darse cuenta que la doble naturalización –entendida como la
inscripción de lo social en las cosas y en los cuerpos, tanto de los dominantes como de los
dominados– también se ejerce sobre el propio pensamiento pensante: “la incorporación del
orden escolástico en forma de disposiciones puede, como hemos visto, imponer al
pensamiento presupuestos y limitaciones que, por haberse hecho cuerpo, están enterrados y
ocultos al margen de las tomas de conciencia” (Bourdieu 1999[1997]:239-240). De
acuerdo con lo elaborado en el texto podría proponerse la formación de un habitus
científico, de disposiciones y esquemas de percepción, marcados por el eurocentrismo de
las ciencias sociales y la relación entre éstas y el colonialismo. Desde esta perspectiva,
posturas críticas que cuestionan los principios de las ciencias sociedades en Occidente
podrían posicionarse como lucha simbólica, en tanto proponen reabrir el espacio de los
posibles (otras formas de narrar, problemáticas, objetos de estudio, por ejemplo). Lo más
interesante de esta ruptura es que ‘están en juego’ la existencia e importancia social de
personas de carne y hueso.
A continuación procederé a asentar brevemente este planteamiento en los textos de
Achille Mbembe, Boaventura de Sousa Santos y Timothy Mitchell.
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II ¿Luchas de reconocimiento?
Mbembe nos señala que la experiencia del otro ha significado un problema para la
conciencia occidental y una dificultad en la tradición política y filosófica en Occidente. Es
en relación con África que la ‘otredad absoluta’ ha alcanzado su pico más alto, en tanto
África es vista como incompleta, como meta-texto de lo animal y se constituye como uno
de los significantes frente a los cuales se define y se construye Occidente. No se trata de
que la experiencia africana sea intraducible, sino que la narrativa sobre África se emite
desde otros lugares, es soportada por una teoría social subyugada [thrall] y no tiene interés
en considerar al sujeto africano como cualquier otro ser humano. En este sentido podría
plantearse una visión y división del mundo, Occidente vs. África (aunque podría
extenderse al resto del mundo) en donde subyacen relaciones de poder y las ciencias
sociales. Lo que ha faltado (y lo que propone Mbembe) es un cuestionamiento radical que
evidencie el fracaso de las ciencias sociales para entender el encuentro de mundos y las
diferentes experiencias y tiempos vividos. Para evitar una repetición y perpetuación sobre
esto, es necesario erradicar esta subyugación y mostrar los efectos teóricos y prácticos que
considerar África como la ‘otredad absoluta’ conlleva.
Sousa Santos realiza una crítica epistemológica, indagando por qué la razón occidental
se tornó universal, cómo se globalizó un localismo y por qué se redujo la experiencia y la
comprensión del mundo. En este sentido nos habla de la primacía de las polaridades
binarias, de la visión totalizante y de la destrucción de formas diversas de conocimiento
(epistemicidio). Frente a esto es necesaria una transición paradigmática, una forma alterna
a la racionalidad occidental, una ruptura. Por tal razón propone una sociología de las
ausencias capaz de identificar racionalidades que el paradigma occidental desprecia y una
sociología de las emergencias orientada hacia la ampliación de las experiencias del
presente, que abarque espacios anteriormente reducidos y que en vez contraer el pasado y
el futuro amplíe a través del reconocimiento de la amplitud de las experiencias y del
conocimiento.
En la introducción a Rule of Experts, Timothy Mitchell indaga sobre los orígenes del
concepto de economía; indagación que lleva a una reflexión más profunda sobre la lógica
de las ciencias sociales modernas. La idea de economía en su sentido contemporáneo no
emergió sino hasta mediados del siglo XX: parte de la abstracción y totalización de la
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noción de ‘mercado de intercambio’, se fundamenta en la distinción entre cosas/valores,
acciones/intenciones, objetos/ideas, mundo real/representación, y se consolida por el
desconocimiento de los procesos de conformación. En su reflexión sobre la propiedad
privada en Egipto podemos rastrear una línea similar: la propiedad privada se sustenta en la
abstracción que supone la Ley (con mayúscula), y esta abstracción supone una
invisibilización de la particularidad, en tanto la particularidad le quita toda la fuerza a la
universalidad.
Para contrarrestar esto, nos propone examinar los mecanismos que posibilitan y los
procesos históricos que subyacen en estas abstracciones, y cuestionar el territorio y la
lógica en la que se construyen las ciencias sociales. De ahí la centralidad de la
historicización y la posibilidad de una ruptura: “sólo la crítica histórica, arma capital de la
introspección, puede liberar el pensamiento de las imposiciones que se ejercen sobre él
cuando, dejándose llevar por las rutinas del autómata, trata como si fueran cosas unas
construcciones históricas cosificadas” (Bourdieu 1999[1997]:240).
A modo de conclusión
Un debate sobre el que se vuelve una y otra vez es la utilidad de la teoría social en la
investigación. Lo que he intentado realizar en estas páginas ha sido usar herramientas
conceptuales elaboradas por Bourdieu para entender la emergencia de nuevas preguntas y
posturas en las ciencias sociales. Claramente es una manera de abordar el problema, lo que
lleva a preguntarse qué otras maneras habría de hacerlo, qué otras preguntas surgirían si
partimos de otras posturas y cómo utilizamos la teoría.
La pregunta que ha orientado estas páginas se enfocó, partiendo de Bourdieu, en la
relación entre violencia simbólica y ciencias sociales por un lado, y el surgimiento de
luchas por el reconocimiento dentro de la academia por el otro. De la discusión
desarrollada quisiera resaltar los siguientes puntos, a modo de conclusión.
Es posible establecer una relación entre violencia simbólica y ciencias sociales,
partiendo de una relación entre ciencias sociales y colonialismo que impone una categorías
de pensamientos y metodologías de investigación, y se fundamentan en determinada visión
del mundo.
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Podría caracterizarse las escuelas críticas como luchas por el reconocimiento, en tanto
intentan abrir el espacio de los posibles en el campo académico. Estos nuevos discursos
disputan una posición dentro del campo, una lucha por el reconocimiento de verdades
alternativas a las dominantes, un desafío a reglas y normas imperantes, un rechazo de un
‘capital simbólico negativo’. Lo central es que estos nuevos discursos involucran personas
de carne y hueso; así, lo que está en juego es la importancia social y razones para vivir –en
palabras de Bourdieu– , una cuestión que además de política es existencial.
Dentro del marco desarrollado en el texto, sería interesante plantear el debate sobre la
inter, multi o pluriculturalidad como propuesta teórica para desmantelar el colonialismo,
los universalismos abstractos, las relaciones de poder y visibilizar la alteridad o existencia
de otras voces. En otras palabras, un reconocimiento del que ha sido construido como
‘otro’ y superación de su construcción como ‘otro’.
Bibliografía
Bourdieu, P. (2008[1984]) Homo Academicus. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Bourdieu, P. (1999[1997]) Meditaciones Pascalianas. Barcelona: Anagrama.
Mbembe, A. (2001) On the Postcolony. Berkeley: University of California Press.
Mitchell, T. (2002) Rule of Experts: Egypt, techno-politics, modernity. Berkeley: University
of California Press.
Sousa Santos, B. (2009) Hacia una epistemología del Sur. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Wacquant, L. (2005) “Hacia una praxeología social: la estructura y la lógica de la sociología
de Bourdieu”. En: P. Bourdieu & L. Wacquant, Una invitación a la sociología reflexiva.
Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
[Nota: la versión citada en el ensayo corresponde a la paginación virtual de acuerdo con el documento encontrado en
http://es.scribd.com/doc/35568353/Una-invitacion-a-la-sociologia-reflexiva-Bourdieu-y-Wacqant]
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