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El Imperialismo: reparto y organización.
1)
2)
3)
4)
El reparto de África
El reparto de Asia
Formas de administración colonial
Impacto del imperialismo
1) El reparto de África.
Al comenzar el siglo XIX, el continente africano era prácticamente desconocido para los europeos, que
solo habían instalado algunas factorías en el litoral, sin aventurarse apenas por el interior. Por aquel
entonces se distinguían en África tres zonas claramente definidas:
Norte del continente: desde el siglo VII el Islam se había ido extendiendo por el tercio septentrional a
través de las rutas comerciales. A comienzos del siglo XIX había en la zona distintos regímenes
musulmanes; además, la cuenca mediterránea y Egipto estaban en manos del Imperio Otomano.
Zona central: en el África subsahariana se desarrollaron otros reinos. Diversos grupos tribales
dominaban extensas zonas, como los masáis en torno al lago vitoria o los oromos en el golfo de Somalia.
Zona sur: en la zona meridional de África se habían establecido diversas factorías europeas, que habían
entrado en contacto con los pobladores de la zona (batsuanas y zulúes).
A mediados de siglo, exploradores, misioneros y médicos se adentraron en el territorio en expediciones
que despertaron un creciente interés por el continente africano y sus recursos. El desarrollo de los sistemas
de comunicaciones, junto con las innovaciones en medicina (como el descubrimiento de la quinina, para
combatir la malaria), hizo posible ese avance había el interior.
El camino de la expansión colonial fue emprendido en la década de 1830 por Francia, que inició la
ocupación de Argelia, a la que sigue sobre el control sobre Túnez. En 1869 se inauguró el canal de Suez,
lo que propició la colaboración entre Francia y Reino Unido para hacerse con el control de Egipto, que en
el año 1882 quedará definitivamente bajo la administración británica.
El impulso colonizador decisivo lo dio Leopoldo II de Bélgica, que logró el control de buena parte de
África central a partir de 1879. Las rivalidades se vieron incrementadas debido al creciente interés de
Alemania por expandir su dominio hacia el África central. Guillermo I quería un imperio acorde a la
potencia industrial y militar en que se estaba convirtiendo ese país.
Estas rivalidades provocaron la convocatoria de la Conferencia de Berlín. Se celebró entre 1884 y
1885 y a ella acudieron quince países para repartirse el continente africano.
Se acordó la libertad de navegación y comercio por los ríos Níger y Congo, el reconocimiento del
Congo como dominio personal del rey belga, el control francés sobre el territorio al norte del rio Congo y
la aceptación de las reivindicaciones coloniales alemanas.
Asimismo, se declaró la abolición del tráfico de esclavos y se proclamó el principio de que ninguna
potencia podría reclamar territorio alguno si no lo había ocupado de manera efectiva. Esto provocó que las
diferentes potencias iniciasen una dura carrera de expansión territorial:
África occidental: Francia logró el control de una extensa área que comprendía Marruecos, Argelia,
Túnez, el desierto del Sáhara, Senegal, Costa de Marfil, la cuenca del Níger y parte del África ecuatorial.
África oriental: la potencia más beneficiada fue Reino Unido, que controló, en un continuo territorial
de norte a sur, Egipto y el valle del Nilo hasta el lago Victoria. En esta área, Italia y Francia tuvieron que
conformarse con pequeños enclaves en la costa del océano Índico.
África del sur: la expansión británica se orientó hacia el norte. Tratarán de conectar estos territorios
con el Valle del Nilo para evitar que Alemania y Portugal uniesen las colonias que ambas poseían en las
costas atlántica e índica.
Las pretensiones francesas de unir Somalia con sus dominios centroafricanos desencadenaron un
incidente en Fashoda en el año 1898 que dio a los británicos el control del valle del Nilo en su totalidad.
Hacia 1900 África estaba prácticamente repartida entre las potencias europeas, y tan solo existían dos
Estados independientes: Abisinia (actual Etiopía) que resistió lis intentos italianos de invasión, y Liberia,
fundada en 1847 por antiguos esclavos procedentes de los Estados Unidos.
2) El reparto de Asia.
A diferencia der lo ocurrido en el continente africano, Asia había sido zona de expansión para los
europeos desde el siglo XVI, de modo que la presencia colonial en el continente era ya intensa.
Asia central: Hasta el siglo XVIII, la región del Indostán había estado dominado por el Imperio
Mongol y la decadencia de este había permitido el establecimiento de un poderoso Estado de religión
Hindú, conocido como Imperio Mahrata que consiguió someter parte de la zona.
Los europeos se habían establecido desde el siglo XVI en distintos enclaves costeros. Desde su
fundación en el año 1600, la Compañía Británica de las Indias Orientales venía desempeñando un papel
protagonista gracias al control que ejercía sobre Bombay, Madrás y Bengala.
Sureste asiático: la presencia europea en esta región también tiene su origen en enclaves comerciales
fundados en el siglo XVII. La zona de Indonesia había sido explotada por la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales. A comienzos del siglo XIX la corona holandesa se hizo con el control del territorio. La
presencia holandesa chocó con los intereses del Reino Unido, que desde 1824 se había establecido en la
península de Malaca y en algunas zonas de Birmania.
En Indochina, por su parte, el reino más importante a comienzos del siglo XIX era el de Vietnam, que
mantenía relaciones con los emperadores chinos. Otro Estado relevante era Siam, gobernado por la
dinastía Chakri y que durante el siglo XIX entabló relaciones comerciales con los europeos.
Asia oriental: en el caso del Imperio Chino, desde el siglo XVII estaba gobernado por la dinastía
Qing, que había mantenido un férreo control sobre el acceso de extranjeros. Los europeos iniciaron una
campaña de penetración comercial que desató enfrentamientos. Por otro lado, China se expandió hacia
distintas regiones, lo que provocó el levantamiento de los pueblos que las habitaban.
Por su parte, Corea mantenía una situación de aislamiento gobernada por la dinastía Ri y sumida en
profundos conflictos internos. Lo mismo ocurría en Japón, donde los europeos apenas habían establecido
contacto y donde el emperador estaba en la cúspide del sistema feudal
Pacífico: la colonización occidental no planteó excesivos problemas. Reino Unido y Francia habían sido
las únicas potencias presentes hasta que Estados Unidos y Alemania irrumpieron y obligaron a establecer
acuerdos para delimitar las zonas de influencia en la región.
A lo largo del siglo XIX, los europeos intensificaron su presencia en el continente asiático y en las islas
del Pacífico.
Asia central: en el año 1857 tuvo lugar la revuelta de los cipayos, que cuestionaba la autoridad de la
Compañía Británica de las Indias Orientales en el Indostán. Además, los rusos avanzaban desde Siberia
hacia el sur, amenazando así la presencia británica en la región, Por ello, el Gobierno británico asumió el
control de la zona y en 1877 la reina Victoria fue nombrada emperatriz. Para garantizar la integridad
territorial, ocuparon el noroeste de la región y acordaron con Rusia mantener la independencia de
Afganistán como “estado tapón” entre ambas.
Asia sudoriental. En 1869, Francia culminó su conquista de Indochina y el reino de Siam permaneció
independiente como zona de separación con el Imperio británico. Por su parte, Holanda consolidó el
control de Indonesia tras la cesión británica de las islas de Java, Sumatra y Borneo.
Asia oriental: la debilidad de China despertó una dura pugna por el control de su territorio entre
Rusia, Japón, Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Para controlar el comercio en la región, los
británicos libraron las guerras del Opio. La primera se saldó con la cesión de Hong Kong y sus puertos a
los británicos. La segunda supuso la apertura de nuevos enclaves y la libertad para los extranjeros de viajar
al interior de China.
Rusia también se expandió por el extremo oriental del continente. En 1859 controló la orilla izquierda
del rio Amur y otros enclaves. Por su parte, Japón derrotó a China en la Guerra chino-japonesa
(1894/1895) y recibió Taiwán.
La resistencia china a la penetración extranjera se manifestó en la revuelta de los bóxeres*, que se
zanjó con una nueva derrota china.
La tensión en la región provoco la Guerra ruso-japonesa (1904/1905) que se libró por el control de
Corea y Manchuria y se saldó con la firma del Tratado de Portsmouth, que contemplaba la creación de un
protectorado japonés en Corea y la pérdida de algunas posesiones rusas en la región.
3) Formas de administración local.
El imperialismo buscaba el aprovechamiento de los recursos y mercados que ofrecían las colonias. La
explotación de minas, la inversión de capitales, el cultivo de tierras y la construcción de puertos y
ferrocarriles habían necesario mantener en las colonias una administración del país dominante. Se pueden
distinguir varios tipos de administración local:
Colonias: territorios dominados por una potencia en los que no había gobierno autóctono. Las más
frecuentes eran de explotación y en ellas la autoridad recaía en el gobernador. El segundo tipo son las
colonias de poblamiento, con una población que emigraba desde la metrópoli y que gozaba de los mismos
privilegios y derechos.
Protectorados: el gobierno indígena subsiste de manera formal y se encarga de la política interior,
aunque en la práctica está sometido al control de la metrópoli. La Administración europea dirigía la política
exterior y el ejército.
Concesiones: la metrópoli forzaba un país a establecer acuerdos para el asentamiento de población
extranjera, llevar a cabo negocios y facilitar el gobierno.
Mandatos: Al finalizar la Primera Guerra Mundial, las metrópolis vencedoras recibieron
temporalmente los territorios de los países perdedores. El planteamiento era que los preparasen para
administrar su independencia.
4) Impacto del imperialismo.
La presencia de los europeos en los territorios conquistados supuso un gran impacto económico,
demográfico, social y cultural.
Impacto económico: las tierras se expropiaron uy entregaron a los colonos blancos mientras que los
antiguos pobladores eran desplazados a zonas menos productivas. En las regiones ocupadas se sustituyeron
los modos de producción tradicionales. Además imponían sus sistemas monetarios. Algunas minorías
indígenas colaboraron con la metrópoli y forzaron de posiciones económicas desahogadas, pero la mayoría
de la población vio cómo su situación se deterioraba drásticamente.
Impacto demográfico: La población se vio reducida debido a las políticas de persecución de los
indígenas, fueron los casos de Australia o Nueva Zelanda, donde los aborígenes fueron prácticamente
exterminados. La población blanca incrementó de forma notable el número de habitantes en alginas zonas
lo que dificultó el abastecimiento y causó serios problemas de subsistencia a los indígenas.
Impacto social: las redes tribales no fueron respetadas, sino que el reparto territorial diseñó fronteras
artificiales que forzaron la unión o división de grupos étnicos y la convivencia de pueblos enfrentados entre
sí. Este hecho provocó conflictos étnicos y religiosos, que en muchas ocasiones perduran hasta hoy.
Impacto cultural: La llegada de los europeos aceleró el proceso de urbanización, tanto porque las
ciudades se convirtieron en centro económicos como porque la miseria del campo forzó el éxodo rural. Las
costumbres autóctonas fueron sustituidas. La difusión de la enseñanza y religión occidentales precipitó la
erosión de las lenguas y creencias indígenas, así como una pérdida de la identidad como pueblos, lo que se
conoce como aculturación,
Fuente: Historia del mundo contemporáneo. Coord: L.E. Otero. Madrid. 2015.
Bóxer: termino aplicado por los occidentales a los miembros de la sociedad secreta china Yihetuan, opuesta a la
influencia occidental en china.