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TEMA 5
LA DOMINACIÓN EUROPEA DEL MUNDO (1870-1914)
1.- LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.- (nr)
2.- LAS CAUSAS DEL IMPERIALISMO.3.- El REPARTO DEL MUNDO.4.- LAS NUEVAS POTENCIAS IMPERIALISTAS.
5.- LA ORGANIZACIÓN DE LOS IMPERIOS COLONIALES.- (nr)
1.- LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.Tras un período de crisis (1873-1890), Europa conoció una nueva fase de crecimiento
industrial, consecuencia de la aplicación de nuevas tecnologías y de nuevos métodos de
trabajo.
1.1.- CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y MIGRACIONES.La mejora de la dieta y los progresos médicos y sanitarios hicieron posible una nueva fase de
crecimiento de la población europea, que pasó de 190 millones en el año 1800, 400 millones
en 1900, y a casi 450 millones en vísperas de la I GM.
Los descubrimientos en medicina de Pasteur, Koch y otros científicos consiguieron frenar las
grandes epidemias (tifus, cólera, difteria, etc.) en Europa. Así, el descenso de la mortalidad
provocado por las enfermedades infecciosas junto a la disminución de la mortalidad infantil
permitieron el aumento de la esperanza de vida. Esta caída de la mortalidad, en una época
en que la natalidad se mantenía elevada, provocó una explosión demográfica europea: en
1914, Europa concentraba la cuarta parte de la población mundial y su densidad era el
doble de la asiática y diez veces mayor que la africana o la americana.
Este crecimiento demográfico no estuvo acompañado de un aumento paralelo de la renta
por habitante, hecho que incrementó los desequilibrios en la distribución de la riqueza, y
provocó numerosos desplazamientos de población. En consecuencia, entre 1800 y 1914
abandonaron Europa 60 millones de personas, y la mayoría se instaló en los nuevos países
americanos. En esos mismos años, unos seis millones de rusos atravesaron los Urales para
establecerse en Siberia.
En la primera mitad del siglo XIX, la emigración a ultramar se componía fundamentalmente
de británicos e irlandeses que se dirigieron básicamente a América Latina. La
superpoblación rural, los bajos salarios industriales y el paro fueron las principales causas
de estos movimientos migratorios, pero también hay que tener en cuenta la atracción que
ejercían estos nuevos países, donde había más oportunidades de prosperar y de enriquecerse
que en Europa.
1.2.- LAS NUEVAS FUENTES DE ENERGÍA.-
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Entre 1884 y 1914, dos nuevas fuentes de energía consiguieron destronar al carbón: el
petróleo y la electricidad. Esta última presentaba numerosas ventajas: su limpieza y
flexibilidad para adaptarse a las necesidades de la producción; su fácil y eficiente
conversión en luz, calor o movimiento; su adaptación individual a la máquina y, con la
invención del transformador, la posibilidad de trasladarla a puntos distantes.
El uso de la electricidad cambió la ubicación de las empresas y su organización interna, a
la vez que comportó el descenso del precio de la energía, propiciando un aumento de la
productividad. Además de su uso industrial, la electricidad tuvo numerosas aplicaciones: en
las comunicaciones (teléfono, telégrafo y radio), en el transporte (ferrocarril eléctrico, tranvía,
metro...), en la iluminación (bombilla de Edison) y en el ocio (fonógrafo, cinematógrafo...).
La explotación comercial del petróleo comenzó en 1859 en Estados Unidos. Inicialmente fue
utilizado para la iluminación, pero los avances en su destilación hicieron posible ampliar su
uso (lámparas, lubricantes y calefacción doméstica e industrial). Pero la aplicación más
importante fue en los medios de transporte gracias a su uso como combustible en los
automóviles, barcos y aviones.
1.3.- LOS NUEVOS MEDIOS DE TRANSPORTE.Las nuevas fuentes de energía impulsaron una nueva revolución de los transportes, que fue
un elemento esencial del crecimiento económico. En los decenios centrales del siglo se
construyeron las principales redes ferroviarias en Europa, y la electricidad permitió innovar
en el transporte urbano, gracias a los tranvías y a los ferrocarriles metropolitanos. A partir de
los años setenta, se difundieron las mejoras técnicas en la construcción de buques (uso de
acero y mayor potencia de los motores), y la navegación acortó la duración de los viajes
transoceánicos, favoreciendo las grandes migraciones europeas. Además, la apertura de
nuevos canales, como el de Suez (1869) y el de Panamá (1914), acortó distancias y estimuló
el comercio marítimo.
La invención del pedal (1865) y del neumático (1888) hicieron posible la aparición de uno de
los medios de transporte más populares, la bicicleta. Pero lo que realmente revolucionó el
transporte fue el automóvil, resultado de combinar el motor de explosión, el neumático y la
utilización del petróleo como combustible. El ingeniero alemán Karl Benz desarrolló el primer
automóvil con gasolina en 1885, y a partir de 1900 se inició su producción masiva en
Francia (Armand Peugeot) y en Estados Unidos (Henry Ford).
Las primeras décadas del siglo XX conocieron también el desarrollo de la aviación. El primer
vuelo de avión lo realizaron los hermanos Wright en 1903, aunque fue a partir de 1909, después
de que Blériot atravesase el canal de la Mancha, cuando la aviación se convirtió en un
fenómeno industrial y militar.
1.4.- NUEVOS INVENTOS, NUEVAS INDUSTRIAS.El empuje industrial de finales del siglo XIX estuvo directamente ligado a la innovación
tecnológica, que se desarrolló gracias a unas relaciones más estrechas entre la empresa y la
investigación. A diferencia de la primera fase de la industrialización en que los inventos fueron
el fruto de iniciativas individuales, a finales del siglo XIX, el avance tecnológico pasó a ser
del resultado de la cooperación de un número elevado de especialistas, agrupados en
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laboratorios de investigación y coordinados por ejecutivos que buscaban nuevas aplicaciones
prácticas de los descubrimientos científicos.
Como resultado de estas investigaciones se descubrieron nuevos productos o aplicaciones
de otros poco utilizados hasta entonces, como el vidrio, las fibras artificiales, el caucho, los
tintes químicos y el aluminio. El desarrollo de estos productos, junto al de las nuevas fuentes
de energía promovieron el surgimiento de otros sectores productivos.
La industria siderúrgica conoció juna gran expansión gracias a la producción masiva de
acero y aluminio, del mismo modo que la industria metalúrgica ampliaba su horizonte con la
nueva industria del automóvil y de los aparatos eléctricos. La industria eléctrica encontró
infinitas aplicaciones en el alumbrado, en los modernos medios de transporte y en las
telecomunicaciones. Asimismo, el sector químico tuvo un gran impulso con la creación de
nuevos productos (abonos, tintes, fibras sintéticas, explosivos…) y el desarrollo de la industria
farmacéutica.
1.5.- LA NUEVA ORGANIZACIÓN DEL CAPITAL Y DEL TRABAJO.Durante la Primera Revolución Industrial, la mayor parte de la producción se realizaba en
empresas familiares, pero la aceleración del crecimiento y la implantación de los recientes
inventos provocaron el desarrollo de nuevos modelos empresariales y de novedosos
sistemas de producción.
La concentración empresarial.Las grandes inversiones necesarias para financiar las innovaciones tecnológicas no estaban
al alcance de las empresas pequeñas o familiares y dieron lugar a un rápido proceso de
concentración empresarial. Sólo las grandes empresas eran capaces de hacer frente a la
guerra de precios, a la competencia y a la renovación constante, imprescindibles para conquistar
nuevos mercados. De este modo, mediante fusiones de pequeñas empresas, absorciones o
acuerdos entre bancos e industrias, fueron apareciendo verdaderos gigantes empresariales
que acabaron controlando el mercado e imponiendo los precios. Esta concentración
empresarial adquirió diferentes formas:
- Concentración horizontal, organizada por empresas que trabajan en un mismo ramo
productivo, por ejemplo, el siderúrgico.
- Concentración vertical, agrupando a sociedades que ejercen actividades
complementarias, por ejemplo, carbón, mineral de hierro y siderurgia. Desde el punto
de vista financiero, entre las formas más habituales encontramos el cartel, asociación
de empresas para restringir o eliminar la competencia; el trust, fusión de diversas
empresas en una nueva; y el holding, sociedad financiera que posee capital en
diversas y variadas empresas para controlar sus actividades.
- El monopolio, que consiste en que un fabricante o distribuidor tiene la exclusiva
sobre un producto e impone sin ningún control los precios.
La producción en serie.La mayor competencia entre los países industrializados dio paso a nuevas formas de
organización del trabajo para mejorar la productividad y mantener las posiciones conquistadas.
El fenómeno fue especialmente intenso en Estados Unidos, donde el taylorismo y el fordismo
contribuyeron a aumentar la productividad y a reducir costes, aunque sus efectos se
difundieron a todos los países.
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El taylorismo es un método de organización industrial, cuyo fin es aumentar la productividad,
a base de eliminar los movimientos inútiles del obrero y optimizar el tiempo empleado,
para así reducir costes. Para ello, la producción se organiza en serie a través de una cadena
de montaje, es decir, una cinta continua por la que se desplazan los productos en fase de
fabricación. El movimiento continuo de la cinta marca el ritmo de la producción, evita la
pérdida de tiempo y sistematiza las acciones que deben realizar los obreros.
La aplicación más innovadora del taylorismo vino de la mano de Henry Ford, que en su fábrica
de Detroit adaptó la cadena de montaje a la producción de automóviles. Su pretensión era
la fabricación de un gran número de automóviles a bajo coste. Para ello utilizó una maquinaria
innovadora y numerosos trabajadores especializados, a los que pagaba unos salarios
elevados con la idea de convertirlos en consumidores. Ford fue el primero en conseguir la
fabricación de automóviles sencillos y baratos, destinados al consumo masivo de la
familia media americana. Así, con el modelo Ford T, el automóvil se puso al alcance de las
clases medias, introduciendo la era del consumo en masa.
1.6. EL AUMENTO DE LA COMPETENCIA.Las transformaciones producidas en la economía europea durante el último tercio del siglo
XIX son inseparables de la industrialización de nuevos países, de un gran aumento del
comercio internacional y de la renovación de los sistemas de venta.
Las nuevas potencias industriales.Mientras en 1870 la producción industrial británica representaba un tercio del total
mundial, en 1914 esta proporción había descendido hasta el 14 %. De esta forma, la economía
británica dejó de ser la única industrializada y muchos otros competidores aparecieron en el
mercado mundial. Aunque la libra esterlina continuó siendo, junto con el oro, la moneda
mayoritariamente utilizada en el comercio internacional, los productos británicos perdieron
posiciones en muchos mercados.
En Europa, el principal competidor fue Alemania. A finales de siglo se convirtió en una
potencia, tanto en sectores de base (carbón, siderurgia), como en industrias
tecnológicamente avanzadas. Rasgos relevantes de su industria fueron el mayor tamaño
medio de las empresas y las nuevas formas de organización y concentración
empresariales
La expansión del comercio.El aumento de la competencia hizo necesario generar más consumidores, y para ello se
innovó en los sistemas de venta al detalle. Así aparecieron los grandes almacenes que, con el
tiempo, acabarían conquistando el mercado. Se trataba de grandes superficies comerciales
polivalentes que ofrecían una gran variedad de productos, a precios más bajos que las tiendas
tradicionales.
Además, el aumento de los salarios obreros y la difusión de nuevos sistemas de venta (a
plazos y con préstamos bancarios) abrieron el camino a la era del consumo de masas.
Asimismo, se introdujo la publicidad y, sobre todo, las rebajas y las oportunidades.
El comercio internacional también conoció un gran crecimiento y su volumen se multiplicó por
siete entre 1850 y 1914, gracias a los progresos del transporte, la expansión del librecambio
y la producción masiva de bienes, que permitió una reducción de su precio.
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2.- LAS CAUSAS DEL IMPERIALISMO.En el último cuarto del siglo XIX, los países del mundo occidental se lanzaron a la
conquista de amplias zonas del mundo, dando comienzo a lo que los historiadores llaman la
época del imperialismo.
2.1. LA EUROPA DOMINANTE.El avance de la industrialización a lo largo del siglo XIX, y muy especialmente el enorme
desarrollo tecnológico de Europa, propiciado por la Segunda Revolución Industrial, significó
la fragmentación del mundo en dos grandes polos: los países industrializados y los no
industrializados. En los inicios del siglo XX, los primeros se impusieron sobre los segundos,
que quedaron bajo la dependencia directa o indirecta de Europa. Gracias a su vitalidad
demográfica, su superioridad comercial y técnica y su pujanza financiera, Europa impuso
su modelo económico, sus ideales y su cultura a buena parte del planeta.
Entre 1873 y 1890 se desarrolló en la Europa industrializada una crisis económica, que tuvo su
origen en una crisis agrícola. En los años setenta se produjo la llegada a Europa de trigo
procedente, sobre todo, de Estados Unidos y Rusia, que redujo los precios interiores del
cereal y desencadenó un descenso general de los precios (materias primas y productos
agrícolas e industriales). Ahora bien, este descenso no estuvo acompañado, al principio, de
una disminución de la producción. En poco tiempo se inició una crisis de sobreproducción
en todos los sectores. Las reservas de productos se acumularon, los precios bajaron aún
más, disminuyeron los beneficios, aumentó la competencia y muchas industrias cerraron.
El mundo industrial salió de la crisis renovando sus estructuras productivas, mediante la
innovación técnica y la remodelación empresarial, y ampliando enormemente sus
mercados. La imposición de políticas proteccionistas en numerosos países del continente
europeo hizo indispensable disponer de mercados y de recursos en otras zonas del
mundo, y los países industrializados tuvieron que dirigirse hacia otros territorios todavía sin
explotar, en Asia, África o América Latina.
2.2. LAS CAUSAS ECONÓMICAS.Las explicaciones económicas vinculan la expansión del imperialismo contemporáneo a las
necesidades de la industria de los países desarrollados. Así, en el último tercio del siglo
XIX, los europeos buscaron nuevos espacios económicos con los siguientes objetivos:
- Establecer mercados donde exportar su producción industrial, muchas veces en
régimen de monopolio.
- Conseguir materias primas y energéticas en abundancia y a bajo coste.
- Utilizar mano de obra no cualificada y con bajos salarios, para reducir los costes de
extracción de las materias primas.
En los territorios donde se instalaron los colonos europeos, se construyeron infraestructuras
(ferrocarril, puertos) con la finalidad de favorecer la entrada y salida de productos.
También se ha puesto énfasis en la idea de que la expansión del capitalismo necesitaba
buscar nuevos territorios donde invertir capital. De este modo, el capitalismo financiero de
finales del siglo XIX se encontraba con unas limitadas expectativas de beneficios en sus
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propios países, porque el control del mercado y de los precios por parte de un número
reducido de empresas hacía que no fuera rentable la reinversión de las ganancias en los
mismos sectores y en los mismos mercados. Por ello, los capitalistas buscaron otros lugares
donde sus inversiones fueran más rentables, encontrándolos donde había materias primas
abundantes, mano de obra barata y una escasa competencia porque la leyes coloniales
establecían un régimen de monopolio.
Posteriormente se comprobó que, con la excepción parcial de Gran Bretaña, las inversiones
exteriores de capital de los países industrializados no se habían dirigido hacia estas
nuevas áreas, lo que condujo a ampliar las explicaciones del fenómeno imperialista. Así, las
inversiones exteriores de las economías desarrolladas se orientaron hacia otros países
industrializados o en proceso de rápida industrialización, como Estados Unidos. Por otro
lado, la mayoría del comercio exterior, tanto de productos industriales como agrarios, siguió
realizándose entre los propios países industrializados. Así, las investigaciones más recientes
no otorgan una especial preeminencia de la expansión imperialista a las causas
económicas.
Además, también se pone en duda la rentabilidad económica del mayor de los imperios
existentes a finales del siglo XIX, el Imperio británico. Así, se ha comprobado que los costes
para mantener la administración y el ejército colonial no justificaban los beneficios
obtenidos. Por otro lado se destaca que el imperialismo no benefició por igual al conjunto
de la población británica. Los principales beneficiarios fueron los sectores económicos que
invirtieron en empresas coloniales mientras su contribución a sufragar los costes de la
administración colonial fue muy reducida. Por el contrario, las clases medias contribuyeron
decisivamente, a través de los impuestos, a sufragar estos costes, aunque obtuvieron unos
beneficios muy modestos, o incluso nulos.
2.3. LOS FACTORES POLÍTICOS Y DEMOGRÁFICOS.La expansión de las potencias industriales estuvo también provocada por el deseo de
aumentar su poder político a escala internacional mediante la hegemonía colonial. De este
modo, se apresuraron a controlar comercial y militarmente las rutas marítimas y terrestres,
a obstaculizar la expansión de sus competidoras y a aumentar su influencia en el contexto
diplomático internacional. Asimismo, los dirigentes políticos europeos consideraron las
colonias como un factor estratégico para incrementar su poder militar en todos los rincones
del mundo.
Por último, el enorme crecimiento natural que conoció la población de Europa en ese
período, la llamada explosión blanca, generó un importante flujo migratorio, y la posibilidad
de contar con territorios coloniales donde establecer a esa población contribuyó a
desarrollar las políticas de expansión imperialista. Aunque el grueso de la emigración
acabó dirigiéndose hacia América, buena parte de la opinión pública de las metrópolis era
favorable a la expansión exterior como una forma de conquistar nuevos territorios como lugar de
asentamiento de la población.
2.4. LAS CAUSAS IDEOLÓGICAS.A lo largo del siglo XIX, se extendió el interés científico por explorar zonas del mundo hasta
entonces desconocidas por los europeos. Así, se constituyeron sociedades científicas que
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organizaron expediciones geográficas y antropológicas para adentrarse en África y Asia,
como las llevadas a cabo por periodistas (Stanley), misioneros (Livingstone) o aventureros
(De Brazza). Estas exploraciones abrieron las nuevas rutas que, posteriormente, serían
utilizadas por los colonizadores con fines militares o económicos.
Las causas profundas del imperialismo son incomprensibles sin buscar su razón de ser en las
concepciones racistas que defendían la superioridad de la raza blanca. Esta concepción
racista vino acompañada de la exaltación nacionalista de los grandes Estados coloniales
(chovinismo y jingoísmo), que afirmaban su superioridad y proclamaban su deber de
difundir la cultura, la religión y la civilización europea por todo el mundo.
El colonialismo se disfrazó de un paternalismo que sostenía, según Rudyard Kipling, que la
"responsabilidad del hombre blanco" era civilizar a los pueblos considerados inferiores
mediante la instrucción y la educación. En esa labor destacó la actividad misionera de las
iglesias cristianas anglicana, católica y protestante, que justificaban su intervención por la
necesidad de evangelizar a los pueblos considerados como primitivos.
3.- EL REPARTO DEL MUNDO.A finales del siglo XIX, todas las grandes potencias se lanzaron a la lucha por el reparto del
mundo y llegaron a controlar zonas de América, la mayor parte de las islas del Pacífico, casi
todas Asia y África y, finalmente, a partir de 1919, la totalidad de Oriente Próximo.
3.1. DEL COLONIALISMO AL IMPERIALISMO.El imperialismo es la culminación del colonialismo iniciado en el siglo XVI, pero ambas
formas de dominación colonial difieren sustancialmente. En primer lugar, los viejos imperios
estaban ubicados principalmente en el continente americano; en cambio, en la nueva
etapa, la ocupación se realiza sobre todo en África, en Asia y en el Pacífico.
En segundo lugar, mientras las antiguas colonias habían sido fundamentalmente de
asentamiento y los emigrantes habían creado sociedades similares a las europeas, las
nuevas serán, sobre todo, territorios de ocupación, donde una pequeña minoría de europeos
ejercerá el control político y económico. Además, el ritmo de ocupación, que había sido
lento y limitado en el espacio en la etapa anterior, fue muy rápido en el siglo XIX. La superficie
terrestre ocupada por los europeos era, en 1800, del 35 %, en 1878, del 67 %, y en 1914, del
84,4 %. La media del expansionismo imperialista fue de 560000 km² al año (aproximadamente
la superficie de España).
Por último, las posesiones coloniales de la etapa precedente dieron lugar a escasos
conflictos, mientras que el imperialismo del siglo XIX presentó un carácter belicoso, con
frecuentes guerras, ya que la expansión colonial se había convertido en un objetivo
fundamental de la economía y la política de los países industrializados.
3.2. EL DESMEMBRAMIENTO DE ÁFRICA.Fue en el continente africano, escasamente poblado (unos diez millones de habitantes) antes
del siglo XIX, donde de una forma más evidente se llevó a cabo este nuevo tipo de
ocupación colonial. A principios del siglo XIX, los europeos sólo disponían en África de
factorías costeras o de pequeñas colonias. Así, en la segunda mitad del siglo,
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exploradores y misioneros recorrieron África y se internaron por las cuencas de los ríos
Níger y Nilo, y por las tierras de África central: Sahara, Sudán y los ríos Congo y Zambeze.
A partir de 1870, las expediciones aumentaron y las potencias europeas, sobre todo Gran
Bretaña y Francia, se lanzaron a conquistar y colonizar el continente. El proyecto británico
trató de conectar el norte con el sur de África mediante el ferrocarril El Cairo-El Cabo, con el
objetivo de dominar la fachada oriental del continente y controlar el océano Índico. Gran
Bretaña obtuvo en esta carrera algunos de los mejores territorios, ricos en productos
minerales (diamantes, oro...) o de gran valor estratégico (territorio de Suez, donde se
construyó el canal).
El proyecto francés pretendía ejercer el dominio de una franja que se extendía en sentido
este-oeste. Desde sus posesiones en Argelia, dominó el norte de África (Marruecos y
Túnez) y se extendió hacia Sudán, donde acabaría enfrentándose con los británicos. A la
rivalidad entre Francia y Gran Bretaña se añadió la acción del rey de Bélgica, Leopoldo Il,
que encargó la exploración de la zona del Congo. Por último, los comerciantes alemanes se
instalaron en África central y esa área se convirtió en una zona de conflicto entre las
potencias europeas.
Ante esta situación, en 1885, el canciller alemán Bismarck convocó una Conferencia
Internacional en Berlín, a la que asistieron 14 países europeos. Como resultado, se elaboró un
acta que estipulaba algunas condiciones para la expansión colonial en África: garantizaba
la libre navegación por los ríos Níger y Congo, y establecía los principios para ocupar los
territorios africanos por parte de la metrópoli: el dominio efectivo de todo el territorio y la
notificación diplomática al resto de potencias del establecimiento de una nueva colonia.
En los años posteriores, otros Estados europeos penetraron en África. A los imperios
francés e inglés se añadieron los intereses alemanes establecidos en el África negra (Togo,
Camerún, África suroccidental y Tanganica), y los portugueses, que se consolidaron en
Angola, Mozambique y Guinea-Bissau. Finalmente, países como Italia y España también
pugnaron por conseguir pequeños territorios. A partir de ese momento, el choque entre
intereses imperialistas se hizo inevitable y los enfrentamientos se sucedieron.
El primer conflicto fue la guerra de los bóers que se desarrolló en dos fases (1880-1881 y 18991902). Ambas enfrentaron al Reino Unido con los colonos holandeses, llamados bóers
(granjeros) de Sudáfrica, a raíz de la pretensión de Cecil Rhodes, por entonces primer ministro
de la colonia de El Cabo, de imponer el dominio británico en toda la zona. Los bóers
habitaban las repúblicas vecinas de Transvaal y Orange, donde se habían instalado a
mediados del siglo XIX, huyendo de la ocupación británica. La noticia de que se habían
encontrado importantes minas en el Transvaal fue el motivo que impulsó a los británicos a
invadir esas pequeñas repúblicas. Al cabo de varios años de guerra, los territorios bóers
fueron anexionados al Imperio británico.
Un segundo conflicto enfrentó a Francia y Gran Bretaña y se desarrolló en 1898 en un territorio
al este del lago Chad, en el alto Nilo, llamado Fachoda. Ambos ejércitos coincidieron allí para
ocupar la zona y la guerra estuvo a punto de estallar. Finalmente, los franceses cedieron y se
retiraron del territorio.
3.3. LA OCUPACIÓN DE ASIA.-
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En el siglo XIX se produjo también la penetración europea en Asia y, a diferencia de lo que
ocurrió en África, intervinieron no sólo las grandes potencias coloniales tradicionales
(Francia, Gran Bretaña, Países Bajos, etc.) sino también otras nuevas, como Rusia, Estados
Unidos y Japón.
La colonización británica se concentró, sobre todo, en la zona de la India, donde desde el
siglo XVIII la Compañía Inglesa de las Indias poseía los puertos de Madrás, Calcuta y
Bombay. Tras las revueltas de los cipayos (soldados indígenas del ejército británico), en 1857,
el gobierno británico asumió directamente el control de la India y estableció un virrey. Las
reformas administrativas, económicas, sociales y militares hicieron de esa colonia la más
clara muestra del esplendor del poder británico, y la reina Victoria fue proclamada
emperatriz de la India (1877). Para poder garantizar una zona de seguridad alrededor de su
colonia, los ingleses tuvieron que rivalizar con Francia para anexionarse Birmania (1886).
La expansión francesa tuvo su centro en Indochina, lo que dio origen a una serie de
conflictos en Asia suroriental. Francia, presente en la Cochinchina desde los años 18581860, fue anexionándose, entre 1860 y 1880, toda la región del Mekong y estableció un
protectorado sobre Camboya. Asimismo, después de una guerra con China, implantó
protectorados en Annam y Tonkín. Con todos esos territorios, en el año 1887, Francia creó la
Unión Indochina, a la que, en 1893, se unió el reino de Laos.
Gran Bretaña también estaba presente en la zona, y después de ocupar Birmania, impuso su
dominio sobre los Estados Malayos y Singapur. Franceses e ingleses se pusieron de
acuerdo para mantener libre y neutral el Estado de Siam, que servía de frontera entre los
dos imperios (1895-1896).
En el siglo XIX, el Imperio ruso continuó su expansión hacia Siberia, iniciada ya en el siglo
XVII, y hacia el sur. En esta zona llegó hasta los límites del Imperio británico en la India, con
el que mantuvo un importante litigio por el control de Persia y Aganistán (1880) y del Tibet
(1904). También surgieron rivalidades territoriales con China y en 1904-1905 se produjo la
guerra ruso-japonesa, que enfrentó a las dos grandes potencias imperialistas asiáticas. La
colonización de las nuevas tierras ocupadas tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX,
cuando más de cinco millones de rusos emigraron a Siberia.
Caso aparte es el control de China, que no fue ocupada por ningún país, aunque los
europeos consiguieron, a principio del siglo XIX, establecer algunos enclaves comerciales.
Los ingleses equilibraban las compras de té y seda chinos con la venta de opio que traían
de la India. En 1839, el gobierno chino prohibió la entrada del opio, pero los ingleses
continuaron vendiéndolo. El conflicto desembocó en las guerras del opio (1839-1842 y 18561860) gracias a las cuales el gobierno británico consiguió el enclave de Hong Kong y la
apertura de doce puertos al comercio internacional, lo que evidenció la debilidad del
Imperio chino ante Occidente. Así, entre 1885 y 1911, se produjo un verdadero asalto a China
por parte de los países europeos y de Japón. Francia se situó al sudoeste; Gran Bretaña, en
el sur y en el río Yangtsé; Rusia y Japón, en el nordeste, alrededor de Manchuria; y
Alemania y Gran Bretaña en la península de Shandong.
A partir de ese momento se intensificó la injerencia económica británica, especialmente en la
explotación de las minas, los ferrocarriles y el control del comercio. Este expolio originó
reacciones nacionalistas, como la de los reformadores radicales del levantamiento de los Cien
Días (1898) y la revuelta popular de los bóxers (1900-1901), que fracasaron. Sin embargo, en
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1911, una revolución puso fin al imperio y proclamó la república, en un intento de liberar a
China de la dependencia colonial y de conseguir la reconstrucción nacional.
Los europeos también controlaron otras zonas del mundo. Así, en Oceanía, los británicos
poseían los dos territorios más importantes, Australia y Nueva Zelanda, colonias de
poblamiento que se constituyeron como Estados soberanos dentro del Imperio británico.
Por su lado, los holandeses habían establecido una importante colonia en Indonesia.
4.- LAS NUEVAS POTENCIAS IMPERIALISTAS.En la expansión imperialista participaron también dos Estados extraeuropeos: Estados Unidos
y Japón, que pretendieron ampliar su influencia económica y política mediante la dominación
de otros países.
4.1. EL IMPERIALISMO DE ESTADOS UNIDOS.Las causas económicas del expansionismo americano se explican a partir del gran
crecimiento económico de Estados Unidos a finales del siglo XIX y son consecuencia
directa del intenso proteccionismo europeo. En efecto, las crecientes dificultades
arancelarias impuestas a la exportación de los productos americanos difundieron el
convencimiento de que era necesario establecer relaciones privilegiadas con áreas que
pudieran asegurar sus futuros mercados y desde donde practicar una política de
expansión.
En Estados Unidos, al igual que en Europa, el imperialismo se sustentó sobre unas bases
ideológicas que lo justificaban. La aplicación de la teoría de la supervivencia de las especies de
Charles Darwin a las sociedades, el denominado darwinismo social, alcanzó una notable
difusión, extendiendo la idea de que Estados Unidos debía competir encarnizadamente con
otras naciones para sobrevivir en el contexto internacional. La opinión mayoritaria defendió
que el continente americano era su espacio natural de expansión y que Estados Unidos
podía, y debía, intervenir en cualquier lugar para defender sus intereses (Doctrina Monroe).
De este modo, la política expansionista de Estados Unidos se orientó hacia el Caribe y el
centro y el sur del continente americano. También inició su penetración en el océano
Pacífico, con el objetivo de situar en sus islas unas bases navales que protegieran la ruta
hacia los mercados potenciales en Asia. Para asegurarse el control del estrecho de Bering,
paso entre América y Asia, compró Alaska a Rusia en 1867.
El colonialismo americano, a diferencia del europeo y del japonés, no se caracterizó por la
conquista territorial y la imposición de una administración metropolitana, sino por la
injerencia en los asuntos internos de los países y la sumisión económica de los gobiernos
autóctonos a sus intereses (neocolonialismo). Esta política encontró su mejor exponente en
las pequeñas repúblicas del Caribe:
Cuba, República Dominicana, Haití, Panamá y Nicaragua. En todas ellas, los intereses de
las grandes compañías estadounidenses fueron protegidos por una intervención directa,
incluyendo la militar, en la formación de gobiernos o en la gestión de los asuntos
económicos, dando lugar a la denominada "diplomacia del dólar".
La guerra contra España, en 1898, a propósito de Cuba y Filipinas, ejemplifica esta política.
Tras la declaración de independencia de Cuba, Estados Unidos aprobó, en 1903, su derecho
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a establecer una base naval en la isla y a intervenir de cualquier forma para "preservar la
independencia de Cuba, la protección de la vida, la propiedad y la libertad individual". Ello
permitió la presencia de su ejército durante prolongados períodos y el control de los gobiernos
autóctonos.
4.2 EL EXPANSIONISMO JAPONÉS.-.
Como consecuencia de la revolución Meiji (1868), Japón puso fin a 256 años de feudalismo
(época del shogunato) e inició un proceso de modernización económica asociado a la
aproximación a Occidente.
El Estado fue el principal impulsor del desarrollo económico con el objetivo de convertir a
Japón en una potencia industrial similar a los países más desarrollados de Europa. El
crecimiento económico y la modernización social comportaron su conversión en una
potencia imperialista, que rivalizó con las europeas por el dominio de Asia.
Los sucesivos gobiernos orientaron el expansionismo exterior hacia la ribera asiática del
Pacífico, con el fin de abastecerse de alimentos para su creciente población y de las materias
primas para su industria textil, pero también, con el propósito de defenderse del poder de
China y Rusia, las dos potencias tradicionales en la zona. Corea y Manchuria se convirtieron
en los principales objetivos del expansionismo japonés, al que inicialmente prestaron apoyo
las potencias occidentales para frenar el poder de China y Rusia.
En 1876, Japón intervino en la península de Corea. La intromisión en un reino formalmente
independiente, pero en realidad vasallo de China, provocaría finalmente una guerra con ésta
(1894-1895). La victoria de Japón se tradujo en su control de Formosa, Port Arthur y la
península de Liaotung, en el extremo sur de Manchuria, a la que fue obligado a renunciar por
las presiones occidentales.
El expansionismo nipón se enfrentó con los rusos en Manchuria. En 1905 declaró la guerra
a la Rusia zarista y derrotó a su ejército. Esto, junto a la mediación de Estados Unidos en el
conflicto, le permitió consolidar el dominio sobre Corea y el sur de Manchuria. Con ello,
Japón se consolidó como una potencia imperialista, igualada a las occidentales, en la zona
asiática del Pacífico.
5.- LA ORGANIZACIÓN DE LOS IMPERIOS COLONIALES.Los territorios coloniales, una vez explorados, eran conquistados militarmente para pasar a
estar administrados directamente por la metrópoli. Todo ello significaba el control político,
económico, social y cultural de los pueblos colonizados.
5.1. LA ADMINISTRACIÓN COLONIAL.La extensión de los imperios, su lejanía de la metrópoli y la diversidad social de su población
empujaron a las metrópolis a crear sistemas específicos de gobierno y administración para
los territorios coloniales. Dependiendo del tipo de poblamiento, podemos distinguir dos tipos
diferentes de colonias:
- Las colonias de explotación tenían escasa población emigrada de la metrópoli, y se
centraban en la explotación sistemática de sus recursos.
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- Las colonias de poblamiento contaban con un fuerte contingente de población europea
emigrada que gozaba de los mismos derechos y privilegios que los metropolitanos y se
imponía a la población indígena.
El Imperio británico fue el que implantó un modelo de organización administrativa que, con
modalidades y formas diversas, se generalizó al resto de los imperios coloniales. Así pues, las
colonias, según el tipo de gobierno impuesto por la metrópoli, se dividieron en:
- Las colonias propiamente dichas, que no tenían gobierno propio y dependían directamente
de la administración metropolitana, que ejercía una verdadera política de ocupación. La
autoridad solía estar en manos de un gobernador, que actuaba ayudado por un numeroso
grupo de funcionarios, que constituían una auténtica élite dirigente. Estos territorios eran
también los que estaban sometidos de una forma más absoluta a los intereses económicos
de la metrópoli.
- Los protectorados, en los que teóricamente subsistía y actuaba un gobierno indígena que
era respetado formalmente por la administración metropolitana. En la práctica, sin embargo,
la metrópoli creaba e imponía un gobierno paralelo y dominante que ejercía
unilateralmente las funciones de defensa y representación exterior. Esta fórmula se
implantó en aquellas colonias que con anterioridad habían sido Estados estructurados y con
relaciones internacionales, como era el caso de Egipto.
- Los dominios, territorios con escasa población indígena, en los que la minoría blanca
dispuso de un gobierno y de un sistema parlamentario propio, aunque mantenían relaciones
de dependencia con la metrópoli. Así, Nueva Zelanda alcanzó su autogobierno en 1854,
Canadá en 1867, Sudáfrica en 1872 y Australia en 1890.
- Los mandatos nacieron después de la Primera Guerra Mundial para administrar los
territorios dependientes de las potencias perdedoras en la contienda. Según esta nueva
fórmula de organización, una potencia colonial (por ejemplo, Gran Bretaña o Francia) ejercía la
tutela sobre un determinado territorio en representación de la Sociedad de Naciones.
5.2. EL DOMINIO DE LOS PUEBLOS COLONIZADOS.Los territorios colonizados sufrieron un profundo impacto que trastocó el modo de vida de
los pueblos indígenas. Desde el punto de vista económico, salvo para los grupos
privilegiados que colaboraban con los colonizadores, la situación empeoró para la mayoría
de la población. Se produjo un proceso de expropiación de tierras indígenas, que pasaron a
manos de los colonizadores. En esas tierras, se abandonaron los cultivos tradicionales,
que aseguraban la subsistencia familiar, y se potenciaron las plantaciones, implantando un
monocultivo extensivo, que respondían a las necesidades de las metrópolis.
En el orden demográfico, la introducción de nuevas vacunas, de medidas higiénicas y la
construcción de hospitales permitieron reducir la mortalidad y aumentar la población. En
Argelia, por ejemplo, el número de habitantes pasó de 2,2 millones en 1871 a 4,8 en 1914.
Pero en otros lugares, como en el Congo, el sometimiento de los indígenas a trabajos
forzados provocó una disminución de la población. Además, el aumento de habitantes
rompió el equilibrio población-recursos y empezaron a producirse problemas de
abastecimiento de alimentos que dieron lugar a una situación de subalimentación crónica.
La estructura social también cambió. Los nuevos ritmos de trabajo desorganizaron la vida
tribal y el antiguo sistema de jerarquías sociales (papel de los ancianos, tipo de familia...).
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Igualmente, unidades étnicas fueron divididas o unidas de manera artificial y, de esta forma,
se rompieron etnias y se forzó la convivencia de grupos enfrentados. Por último, los
europeos utilizaron a determinados grupos indígenas para reclutar a su ejército y a sus
funcionarios, y favorecieron a determinadas élites a cambio de su fidelidad.
En el ámbito cultural, las costumbres autóctonas, de tradición oral y sin elaboraciones
teóricas, no ofrecieron resistencia al impacto de la cultura occidental, que les hizo perder
una buena parte de su identidad y perturbó sus creencias y tradiciones. La difusión de la
enseñanza contribuyó a la extensión de las lenguas, las creencias y los modos de vida
europeos, mientras que las misiones se encargaron de difundir el cristianismo. Esto ocurrió,
sobre todo, en el continente africano, mientras que algunas civilizaciones asiáticas de
tradición milenaria, como ocurrió en la India, resistieron mejor el asalto cultural europeo.
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