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La vida en los bosques Tropicales
La selva tropical comparte junto a los corales marinos el estatus de ser de los biomas más antiguos
del planeta, esto es, con mayor permanencia dinámica, sobrevivientes de glaciaciones y
"oscurecimientos". El resto de biomas, los lagos, las llanuras e incluso las montañas terminan por
cambiar en relativamente poco tiempo, comparado con la edad de la selva. Reinan desde siempre
las condiciones más favorables para la existencia de muy variadas especies vegetales y animales;
en tierra, no hay sitio más rico en especies que la selva; en una sola hectárea se pueden
encontrar cientos de especies de árboles (a penas diferenciados a simple vista por sus flores), más
de seiscientas especies de aves en promedio, y miles de especies de insectos. Esto se debe a las
condiciones muy especiales de la selva: siempre húmeda y calurosa, mucha lluvia, poblada
permanentemente por árboles que dan fruto
comestible.
En la verde bóveda de las selvas siempre se
distinguen árboles aislados mucho más altos que
el promedio (diez metros o más): los kapok
sudamericanos por ejemplo; estos han debido
adaptar sus hojas a las nuevas condiciones,
mucho más iluminadas y ventiladas que el resto,
por eso propagan sus semillas usando el viento,
algo más bien raro en el interior de la selva,
donde lo común es la propagación animal de
semillas (por las fecas) o mediante insectos.
Estos árboles altos albergan en todas las selvas
algún tipo de águila come monos; en sudamérica
es la harpía, el águila monera en Asia y el águila
coronada en África, todas muy semejantes, con
“copetes grandes, alas cortas y colas
relativamente anchas y largas, forma corporal
que les confiere gran movilidad en vuelo”.
Suelen nidificar en el mismo árbol año tras año, solo crían un polluelo que deben alimentar
durante casi un año; al cazar un mono, tienen alimento para varios días.
Las hojas de los árboles de la selva son móviles y siguen al sol, con tal de aprovechar la mayor
cantidad posible de luz solar. Hay muchas algas y musgo, con toda la humedad ambiental, y por
eso muchas hojas son enceradas, para impedir que las raicillas parásitas “arraiguen”. Así mismo, la
mayoría de las hojas están acanaladas en la mitad, de manera a que el agua escurra y queden
secas y lavadas tras la tormenta. Como no hay estaciones claramente marcadas, las especies
siguen su propio calendario de floración y renovación de hojas (algunas cada seis meses, otras
por intervalos, otras más por ramas); para la floración los ciclos son más “azarosos” aún, aunque
los ciclos de 12 y 14 meses son bastante comunes; algunas excepciones florecen nada más cada
diez año. Se sabe que no es al azar, puesto que los árboles pertenecientes a una misma especie, en
un área muy amplia de selva, florecen al mismo tiempo (necesidad de fecundación cruzada). En
todo caso, esta floración tan desigual entre especies permite la existencia de abundante alimento
durante todo el año, puesto que tras las flores llegan los frutos. El polen es generalmente
transportado por alguna vía fáunica: mariposas, escarabajos, avispas,... las flores rojas atraen aves
(los insectos no ven el color rojo), y las flores pálidas y fétidas atraen murciélagos. Las semillas
también son transportadas por animales, algunas consumidas en las mismas ramas por monos,
tucanes, murciélagos frugívoros, y otras a ras de suelo, como las del aguacate, los durios o los
artocarpos; todas tienen una corteza resistente a la digestión y la mayoría busca ser transportada
lo más lejos posible.
Muchos animales viven
exclusivamente en las alturas; una de
las mejores maneras de estudiarlos es
localizando un árbol que esté a punto
de dar fruto. Los monos se apoderan
de los frutos localizados en las ramas
más gruesas, capaces de soportarlos,
las aves comen en las aves más
delgadas, los loros colgándose hacia
abajo con una pata y sosteniendo el
fruto con la otra, los cálaos y los
tucanes lanzando el fruto al aire. Luego llega el turno nocturno, cuando aparece el loris, mono
primitivo, diminuto y nocturno, o los grandes murciélagos frugívoros. También hay algunos
animales comedores de hoja, de tamaño considerable, pero muy pocas aves, porque deben
mantenerse siempre ligeras. Entre los comedores de hojas, están los aulladores de sudamérica,
los langures de Asia y los colobos de África, con intestinos grandes, y que han hecho de las hojas
su principal alimento. Otro más, el perezoso, “vive suspendido cabeza abajo” entre las ramas, sus
garras se han vuelto garfios, su pelo está también al revés, pende desde los tobillos hacia las
piernas, y del vientre al espinazo, con el fin evidente de escurrir eficientemente el agua de lluvia.
Una de sus especies, el tridáctilo, se alimenta casi solamente de hojas de cecropia, mientras que el
bidáctilo se pasea por muchos árboles y come además muchos frutos. Ambas especies son
sudamericanas.
Entre los depredadores contamos,
además de las águilas cazadoras, a los
felinos margay de sudamérica, el
jaguar o la pantera nebulosa africana,
entre otros felinos capaces de capturar
monos, ardillas y aves, tan hábiles en
el aire que son capaces de detener o
frenar su caída desde lo alto
interponiendo una de sus garras.
También hay serpientes, de todo tipo y
tamaño, que comen desde monos
hasta sapos.
En la selva, las señales sonoras
predominan por sobre las visuales y
olfativas, por lo menos a la altura de
las ramas donde es difícil mirar muy
lejos o dejar marcas olorosas en tal
maraña de ramas; los sonidos marcan
territorios o atraen hembras, llegan
más lejos que cualquier señal visual u
olorosa. Los monos aulladores “cantan
a coro mañana y tarde”, “elevando y
bajando el tono continuamente”. Los gibones de ambos sexos cantan a dúo, tan bien que parece
un solo grito. El procnios, ave totalmente blanca, emite desde lo alto de los árboles sonidos
fortísimos, como dos metales golpeándose. Los árboles no solo acogen animales sino que también
a numerosas plantas: helechos, musgos, orquídeas y bromeliáceas que se vuelven más
abundantes y grandes según la edad del árbol. Las bromeliáceas forman un cáliz capaz de retener
agua; allí llegan las ranas con sus renacuajos a sus espaldas, pues encuentran insectos y huevos
suficientes para su supervivencia. Hay una especie de rana, que dos veces por semana llega a
alimentar a sus renacuajos nadando en el agua de la bromeliácea con un huevo suyo sin fertilizar;
los renacuajos ingieren la yema, cada vez que mamá llega, durante unas ocho semanas. Las
bormeliáceas son epífitas, pero a penas y molestan a un gran árbol; lo mismo ocurre con las lianas,
que solamente piden apoyo y un poco de luz. Las lianas nacen en el suelo; buscan cuando jóvenes,
mediante zarcillos, algún arbusto joven que esté en crecimiento, y crecen toda su vida junto a él!
Hay otra planta mucho más nociva: el ficus; sus semillas germinan en las ramas, pero sus raíces no
quedan simplemente colgando, como las de los musgos o de las bromeliáceas, sino que buscan
siempre el suelo; cuando lo encuentran son capaces de alimentarse de los nutrientes del suelo, sus
hojas se vuelven mucho más grandes, la raíz se vuelve más gruesa, hasta que después de un siglo,
el ficus no solo ha “eclipsado” permanentemente al árbol con sus propias hojas sino que también
lo ha estrangulado con su raíz que ha tomado una forma espiral; el ficus es entonces un árbol, tan
alto como su antiguo hospedador que ahora ha desaparecido, un árbol hueco pero con las raíces
suficientemente gruesas como para mantenerlo erguido.
A media altura, donde se ven
troncos, lianas, ficus y raíces
colgantes, pareciera no haber
otra cosa; lo cierto es que hay
mucho movimiento:
numerosas aves prefieren
esta zona para volar antes
que volar sobre las copas,
pues así están menos
expuestas a las aves
cazadoras; varios
orangutanes son tan grandes
y pesados que prefieren
utilizar las lianas para subir y bajar; el perezoso siempre baja hasta el suelo para defecar (y
siempre en el mismo lugar!), y también utiliza raíces y lianas; es frecuente ver animales
planeadores, como la ardilla voladora, que tiene una capa de muñecas a tobillos, de color canela
(las ardillas voladoras son especialmente numerosas en Borneo) y que siempre vive en pareja;
unos pocos lagartos y ranas también han desarrollado extensiones para planear de un árbol a otro,
incluso una especie de culebra ha sabido saltar de un árbol a otro, aplanando su cuerpo cilíndrico y
ondulándolo y dirigiéndolo en el aire, como si fuera la cola de un animal. Muchas aves nidifican en
estas alturas, unas aprovechando los agujeros de las hormigas arborícolas, otras construyendo sus
nidos en los ángulos de las ramas nacientes del tronco. Un poco más abajo hay un sotobosque,
compuesto de palmeras adaptadas a la poca luz y de arbustos crecidos a partir de semillas caídas.
Y finalmente, el suelo, que a pesar de contener tanta materia orgánica superficial, es bastante
pobre hacia lo profundo; por eso muchos árboles desarrollan redes de raicillas casi a ras de suelo
para aprovechar rápidamente la materia utilizable, que de lo contrario se perdería con las lluvias
hacia los ríos. Como no necesitan penetrar muy profundamente, su estabilidad peligra, y por ello
han formado sostenes triangulares muy anchos y altos, en dirección radial. Menos del 5% de la luz
solar llega hasta el suelo, y esto junto a su relativa pobreza en nutrientes hace que no se vea
vegetación en el suelo, ni flores, ni plantas. Los colores que pueden verse en el suelo son de flores
caídas; en la base de los troncos a veces se ven flores que han nacido allí gracias a la abundancia
nutricional de sus semillas. Hay una flor enorme que aparece ocasionalmente en los bosques del
sudeste asiático: la rafflesia, enorme y hedionda, atrae a centenares de moscas para que la
polinizen; pero es una flor parásita, pues siempre crece entre las raíces de las enredaderas.
El suelo de la selva, sin
vegetación, es incapaz de
alimentar a ningún animal
grande, menos aún a manadas.
Hay algunos pocos animales de
tamaño medio, aislados entre sí,
que aprovechan brotes y hojas
del sotobosque, tubérculos y
frutos caídos, o que hallan
alimento verde en los bordes de
los ríos: el okapi africano,
ancestro de la jirafa, el tapir
sudamericano, y unos pocos elefantes pequeños en Asia; el ciervo ratón de Asia, el antílope
enano, africano, y el agutí sudamericano, los tres muy nerviosos, alimentándose de frutos secos y
carnosos, hongos, hojas y yemas. También hay varias aves capaces de contentarse con lo que hay
en el suelo, como el gallo bankiva, ancestro del gallo común, que canta más o menos parecido al
amanecer; hay unas dos aves de suelo que se han hecho tan gordas y pesadas que ya no pueden
volar, como el argo gigante. Es frecuente en varias especies de aves que los cortejos se hagan
desde el suelo, en una zona previamente despejada por el macho; desde el suelo cantan y bailan,
atrayendo a la hembra.
Pero toda una multitud de insectos sabe aprovechar muy bien el suelo, escarabajos, pero
sobretodo las termitas, capaces de aprovechar indirectamente la celulosa (poco aprovechable por
la mayoría de los seres vivos); mantienen en sus estómagos colonias de flagelados capaces de
convertir la celulosa en azúcar, con lo que obtienen energía pero además alimento, al digerir
diariamente parte de la colonia; la termitas recién nacidas obtienen su alimento chupando del ano
de los adultos. Pero además, las termitas construyen termiteros donde mantienen colonias de
hongos capaces de descomponer la celulosa; las termitas no comen hongos sino lo que ellos
fabrican a partir de la materia orgánica en descomposición. Las hembras fértiles llevan consigo
cuando vuelan a formar una nueva colonia, un buen número de hongos, como una “dote”. Todas
ellas constituyen un eslabón muy importante de la cadena alimenticia, pues muchos animales se
nutren de ellas, algunos incluso, exclusivamente de ellas; muchas hormigas se dedican a saquear
termiteros, aves y ranas comen de las filas de termitas, pangolines asiáticos y tamandúes
sudamericanos viven casi solo de termitas, que extraen de los termiteros con su lengua larga.
El hombre es el animal más común en las selvas, está muy bien adaptado; el hombre de la selva es
siempre bajo, 1,5m en promedio para los hombres, delgado y sin pelos en el cuerpo: no conviene
sudar donde hay tanta humedad y tan poca brisa. No hay animal que se le compare a la hora de
tomar alimento de la selva: saben encontrar tubérculos y frutos secos en el suelo, escogen
escarabajos de los árboles caídos, trepan árboles para obtener fruta fresca, roban la miel de las
abejas salvajes, cortan lianas escogidas para saciar su sed con el agua que cae de ellas a chorro;
son además muy hábiles cazadores: antílopes, okapis, elefantes, imitan sus sonidos y los atraen;
en sudamérica han inventado cerbatanas de saetas envenenadas (con exudación de ranas asadas)
que alcanzan sin problema los treinta metros; muchos hombres de la selva fabrican redes para
pescar usando ramas de enredadera, usan la resina de los árboles como combustible, hojas para
los techos de sus cabañas, se pintan el cuerpo con semillas machacadas, se adornan con plumas.
La búsqueda de alimento es constante; el contacto con otros hombres los ha hecho optar por
tener huertos: hacen con mucho trabajo claros de bosque que les duran nada más unas cuatro
temporadas, el suelo de la selva es muy pobre, y luego deben hacer otro.
Hay también claros de bosque naturales, que se forman cuando cae un árbol viejo; por una parte
la edad ya no hace subir la savia con tanto vigor, por otra, el sinnúmero de insectos que fabrican
galerías en él, los musgos, los hongos, las lianas y las plantas epífitas lo debilitan aún más por su
peso o su parasitismo hasta que una de sus grandes ramas cae; cuando esto sucede el final del
árbol está muy próximo, bastan algunas tormentas para que el peso del agua acumulada en un
lado del árbol lo desequilibre definitivamente. Cae con estruendo y a veces arrastra consigo
algunos otros árboles. Formado el claro, llega por fin la luz para plantas que han esperado diez
años o más pero sin sobrepasar hasta entonces los 30 cm. Nacen jenjibres y plátanos, aparece
toda la vegetación que se puede apreciar en los márgenes de los ríos. Pero siempre, con el tiempo,
sobresalen uno o dos árboles que poco a poco van eclipsando al resto hasta cerrar nuevamente la
bóveda selvática.
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