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El P. LUIS QUERBES:
MODELO DE EDUCADOR
HUMILDE,
PACIENTE
El P. Luis no ha pretendido crecer en cargos. Se ha quedado en Vourles, fiel a su proyecto. Renuncia a
toda promoción en el ministerio consagrado. A pesar de su carácter, marcado por cierta petulancia y
socarronería, tiene un gran corazón. En algunas ocasiones su carácter pronto y determinante, genera
heridas, si bien sabe pedir perdón. Aconseja a sus hermanos: “No tengáis más que un mismo espíritu
de humildad, de amabilidad y caridad. Desconfiad del espíritu particular, casi siempre hijo del
orgullo, y que engendra a su vez murmuraciones y divisiones. Luis Querbes circular a los hermanos
de Canadá 1853,
En el proceso convulsivo de dar respuesta a tantas peticiones de escuelas, aparecen deslices, debilidades
de algunos de sus colaboradores. Luis los mantiene pacientemente y por ello es criticado internamente.
Cuenta el Hº Étienne Gonnet, coetáneo suyo, lo siguiente: ”Preguntaba yo un día al P. Querbes por
qué no despedía de la comunidad a ciertos sujetos que merecían la expulsión pues su conducta
dejaba mucho que desear; me respondió: “Si los expulso son almas perdidas, si continúan aquí
quizá se conviertan. No debe romperse la caña a medio quebrar, ni apagar la mecha que aún
humea”
Además, Luis era austero, sencillo en el vestir y en el comer, no librándose en algunos casos de ser
criticado de cierto aire de despreocupación en estos aspectos.
LA PALABRA NOS ILUMINA
(Lc 1, 46-53)
Entonces dijo María: Proclama mi alma la grandeza del
Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha
mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha
hecho obras grandes por mí. Su Nombre es Santo, El hace
proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes.
ORACIÓN Salmo 70 (varios versículos)
Y tú, Señor, no te niegues
a tener compasión de mí;
que tu amor y tu fidelidad
me protejan sin cesar.
Porque estoy rodeado de tantos males,
que es imposible contarlos.
Las culpas me tienen atrapado
y ya no alcanzo a ver:
son más que los cabellos de mi cabeza,
y me faltan las fuerzas.
Líbrame, Señor, por favor;
Señor, ven pronto a socorrerme.
Que se avergüencen y sean humillados
los que quieren acabar con mi vida.
Que retrocedan confundidos
los que desean mi ruina;
Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan,
y digan siempre los que desean tu victoria:
"¡Qué grande es el Señor!"
Yo soy pobre y miserable,
pero el Señor piensa en mí;
tú eres mi ayuda y mi libertador,
¡no tardes, Dios mío!