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Discurso de contestación del Académico Numerario Ilmo Sr. D. Vicente Vicente García Exmo. Sr. Presidente Exmos. e Ilmos Srs. Académicos Señoras y Señores, Querido Francisco, Sin duda es una gran distinción, honor y responsabilidad ser elegido por un nuevo académico para impartir la contestación a su discurso, en este caso brillante, clarividente, profundo, y producto, en buena medida, de su experiencia profesional, como acaba de mostrarnos. Discurso al que solamente pondría una “objeción”, que es la de haber dirigido excesivos elogios a mi persona. El nuevo académico, como ya ha comentado, asume una responsabilidad adicional pues es consciente de que el sillón que va a ocupar ha correspondido durante muchos años a una persona de alta talla intelectual, científico de vanguardia, enamorado de su tierra murciana y que ha trabajado por ella desde cargos de alta responsabilidad e implicación social: José Antonio Lozano Teruel. Y estoy convencido de que el doctor Ayala es la persona adecuada para llevar adelante tan alta responsabilidad. Igualmente, quiero resaltar el honor que la RAMRM le concede, por ser el primer sillón que ocupará una persona dedicada a la Oncología Médica. La Oncología, pese a ser una especialidad que la podríamos considerar reciente – no digo joven para evitar conflictos subjetivos- ha experimentado un crecimiento y una transformación espectaculares en pocos años para convertirse en un área clave de la medicina de nuestros días, y por supuesto de nuestro futuro, siendo un claro ejemplo de medicina traslacional, como Francisco Ayala ha subrayado en su magnífico discurso. La elección de un nuevo académico supone entreverar una serie de ingredientes, como la competencia profesional obtenida con una rigurosa formación y la mentalidad científica, pero todo ello tiene que estar aderezado por una notable calidad humana, que en definitiva es lo que termina cimentando el prestigio profesional. EN ESTE DISCURSO ABORDARÉ TRES ASPECTOS RELACIONADOS: EL PERFIL HUMANO DEL DR AYALA, SU TRAYECTORIA PROFESIONAL Y COMENTARIOS A SU BRILLANTE DISCURSO. Nuestro académico, que como nos ha recordado tiene muchas, importantes y profundas raíces familiares que han estado íntimamente ligadas a esta institución, reúne todas estas condiciones. Seguramente consultar los datos de su formación y trayectoria profesional es más sencillo que conocer los rasgos de su personalidad y “forma de ser”. Por ello dedicaré unos minutos a este cometido, y estoy convencido de que quienes no le conocían comprenderán la acertada elección de la Academia. Comentarios al perfil humano del doctor Ayala Al doctor Ayala lo conozco prácticamente desde que era estudiante de 6º curso de Medicina, pues pertenece a la primera promoción a la que tuve la suerte de impartir clase al incorporarme a la Universidad de Murcia en 1991. Desde 1997, por tanto durante casi veinte años, he tenido también la fortuna de tenerlo muy cerca como miembro del Servicio de Hematología y Oncología Médica, donde él fue y es pieza clave del nacimiento y desarrollo de la rama Oncológica. A su vez, está casado con una insigne hematóloga también de nuestro Servicio, la doctora Francisca Ferrer. Decía Albert Einstein “Si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre”, y siguiendo este consejo me he permitido recoger opiniones de personas que han sido testigos inmediatos de sus avatares humanos, para limitarme a transcribirlas y que mis palabras no sean fruto del subjetivismo ni de mi relación profesional con el nuevo académico. POR MOTIVO DE TIEMPO ME REFERIRE SOLAMENTE A ALGUNOS ASPECTOS, PERO EN EL MANUSCRITO SE PUEDEN ENCONTRA LAS REFERENCIAS MÁS COMPLETAS Francisco nació en esta ciudad el 12 de julio de 1967. Creció en una familia numerosa donde se respiraba amor por el desarrollo intelectual, el orden y los valores cristianos. Su madre, Amalia, catedrática de Filosofía en diferentes institutos, y su padre José Antonio, catedrático de Historia y profundo conocedor de la historia de nuestra región. Ambos, con una trayectoria profesional impecable, han sido ejemplo para sus seis hijos. Francisco, que es el hermano mayor, supo abrir camino y contribuir en buena medida al estímulo para la formación de sus hermanos. Ignacio es Profesor Titular de la Facultad de Veterinaria; María, religiosa franciscana; Amalia, Profesora Titular, y actualmente Vicedecana de la Facultad de Pedagogía; Eva, enfermera del Servicio Balear de Salud y Raquel, abogada. La impronta de las trayectorias profesionales que les acabo de comentar no deja de ser estimulante para una familia numerosa, pero mucho más si recordamos una anécdota que tiene que ver con tres hermanos, Francisco, Ignacio y Amalia, pues finalizaron el mismo año sus carreras, en junio de 1991, y todos con Premio Extraordinario. Tal acontecimiento llamó la atención de la prensa, y con ese motivo apareció una entrevista en el diario La Verdad, donde el artículo finaliza con una pregunta del periodista: “¿qué daban de comer en esa casa?”. Desconozco la respuesta, pero sí puedo asegurar que Francisco aprendió muy bien la receta, ya que sus tres hijos María, Alberto y Carmen siguen el mismo camino. Y hay que decir que su mujer, Paqui, también participa añadiendo condimentos especiales. Ahora, siguiendo la recomendación ya referida de Einstein, transcribiré lo que opinan los testigos directos de su trayectoria. Comenzaremos con su infancia y adolescencia, donde se forja la personalidad, y para ello leeré lo que nos cuentan algunos amigos. Dice uno de ellos: “Como yo soy bastante vanidoso, pienso que no coincidí con Ayala por casualidad sino por mérito mío, porque siempre me las he sabido ingeniar para intimar con los mejores. En la escuela era un alumno brillante, metódico y disciplinado. Su capacidad era absoluta en todas las asignaturas, aunque tal vez flojeara algo en Educación Física. Recuerdo que se organizó en Murcia una “Olimpiada Cultural” en la que los alumnos de los diferentes colegios medían su capacidad para memorizar datos de una enciclopedia enorme “Las maravillas del saber”. Competíamos en un pabellón deportivo, con nuestros compañeros animando desde las gradas. No tengo que decir que, con Ayala en el equipo, nuestro colegio ganó… y él saboreó el triunfo de las glorias pseudodeportivas. Es una persona polifacética e inquieta, capaz de comprender cualquier concepto y de destacar en cualquier disciplina”. Y prosigue su amigo: “Si hoy es un oncólogo de prestigio, es el resultado de una serie de decisiones casuales que lo llevaron por la senda de la Medicina, pues dudaba entre Filosofía o Ciencias Exactas, pero si se hubiera decantado por el Derecho, estaría presidiendo los juicios de la Audiencia Nacional, y si le hubiese dado por la moda, sería el triunfador de la pasarela Cibeles”. Otro compañero de bachiller, carrera y hospital nos comenta: “Francisco fue un estudiante de ciencias que amaba las letras, a quien el conocimiento humanístico nunca le fue ajeno y siempre le ha acompañado, le acompaña y le acompañará. Cuando preparábamos el MIR me sorprendió ver sus apuntes de medicina interna con los que preparó el examen en un tiempo record: eran una combinación perfecta del contenido del Harrison, los apuntes de clase y, según qué temas, de algún libro o revista más. Los había ido confeccionando año a año, durante la carrera, un trabajo precioso que, más que facilitar el estudio en ese poco tiempo que restaba para el examen, describía una forma de ser y de hacer las cosas, metódico y ordenado. Los frutos no se hicieron esperar: premio extraordinario de licenciatura y meses después número 9 en el examen MIR. Creo recordar que sus compañeros lo llamaban "number nine" en el hospital Clínico de Madrid, en alusión a este hecho”. Sobre gustos y aficiones añade este compañero: “Hay dos cosas que le encantan a Francisco aparte de su trabajo y profesión, y que son los libros y la música. En ambas su bagaje y nivel de conocimiento es sobresaliente. Es un lector empedernido, de ensayo fundamentalmente (filosofía y matemáticas); la novela no es su predilección, a no ser que venga firmada por Arturo Pérez Reverte, y es una auténtica enciclopedia sobre las dos guerras mundiales. La ironía, como manifestación de su inteligencia, es otro punto fuerte en Francisco. Si alguien quiere buscar alguna debilidad en nuestro amigo, desde su más tierna infancia creo que hay fundamentalmente una: su gusto por los dulces, porque su no afición por los deportes, no lo considero una debilidad. Como compañero médico en el hospital, Francisco despierta admiración y afectos sinceros en todos cuantos lo han ido tratando y conociendo con el paso del tiempo, sin excepción. Es sin lugar a dudas una de las personas más queridas y apreciadas en el hospital. A continuación les leeré lo que piensan del nuevo académico sus compañeros oncólogos del Servicio, que mantienen una estrecha relación día a día. La primera oncóloga que se sumó al equipo en el año 2000 nos dice “Su recibimiento fue entusiasta (“hoy es el día más feliz de mi vida”, me dijo, con expresión claramente exagerada pero que indica muy bien la presión asistencial a la que estaba sometido). Presión que, como comprobé inmediatamente, no le impedía (a costa de muchas horas extras) trabajar de forma ordenada y protocolizada, siempre buscando la evidencia científica con gran exigencia personal, unida a un trato profundamente humano y a una enorme humildad. Estas cualidades desde el principio se me quedaron grabadas y son para mí motivo de admiración, que no ha hecho más que crecer con los años. No tengo ninguna duda de que Francisco Ayala es una persona excepcional. No es frecuente encontrar reunidas en un mismo compañero tal brillantez intelectual junto a una capacidad de trabajo extraordinaria, y todo eso vivido con una naturalidad y una humanidad admirables, tanto en relación a los pacientes como en el trato con los compañeros, y con un fino –y a veces ácido- sentido del humor. Considerarle “Jefe” fue algo que cayó por su peso: Francisco Ayala tiene autoridad moral sobre todos los demás oncólogos y hematólogos del Servicio y creo que sobre el resto de profesionales del Hospital” . Esta compañera recalca: “Por su inteligencia y sus amplísimos conocimientos oncológicos, siempre es el primero en acometer el trabajo, en vislumbrar los retos y adelantarse a las dificultades; tuvo la valentía para marcharse y empezar casi de cero en Estados Unidos, con la idea de mejorar la calidad científica y asistencial del Servicio. Además, es un médico humanista, que aprecia la buena literatura y la música. Si le veo algún defecto es su excesiva autocrítica, que por otra parte le honra, y el estar volviéndose algo “gruñón” con los años, cosa que para los demás es a veces motivo de “regocijo”, junto con su proverbial alergia al ejercicio físico”. Desde luego, en una referencia personal al doctor Ayala no puede faltar la de sus pacientes. Una de ellas nos dice “El pasado mes de mayo conocí al doctor Ayala al ser diagnosticada de un cáncer de mama. Me gustaría destacar, desde mi condición de enferma, su categoría profesional, la seguridad de conocimiento que transmite y la manera en que lo comunica. Pero lo que me gustaría especialmente subrayar es su humanidad en el trato, pues ya fuese una explicación de la evolución de la enfermedad, o un comentario sobre las analíticas, o incluso cuando me auscultaba, su trato es exquisito. Todo era de una extraordinaria dimensión humana y cada minuto de su consulta era informado y enriquecido por esa dimensión. …les puedo asegurar que, de no ser por la humanidad con la que fui tratada por el doctor Ayala, hubiera sido más difícil poner lo necesario de mi parte para soportar la dureza del tratamiento de mi enfermedad. Dicho de otra manera, la manera en que recibía noticias sobre mi enfermedad y mi tratamiento, por la forma serena en que me eran expuestas, hacía que me sintiera enferma pero evitaban que me sintiera mal”. Prosiguiendo con los testimonios de pacientes, hay algunas que lo llaman su “Ángel de la Guarda”, pero hubo una que me desveló una carencia del doctor Ayala, pues tras coincidir en una boda me comentó: “Pobrecico, tan buen médico y no sabe bailar”. No puedo finalizar este apartado sin hacer referencia a su mujer e hijos. Paqui ha trabajado con una gran ilusión, facilitando parte de este material, que no puedo incluir completo en el discurso por motivos obvios, pero ha dejado de manifiesto el enorme amor y admiración por su marido. Solamente referiré unas letras de sus hijos: “…… Nuestro padre es el mejor padre del mundo. A él le debemos los viajes que disfrutamos en familia, y que hacemos tanto dentro como fuera de España. Le agradecemos como nos ha introducido en artes como la música y la literatura. Cuando éramos pequeños él nos enseñó cómics como “Mortadelo y Filemón” con los que nos reíamos a carcajadas y, conforme nos hemos hecho más mayores, ha intentado cultivar ese amor por los grandes clásicos a veces lográndolo como con ‘El Cantar del Mío Cid’ y otras veces sin mucho éxito como con el Quijote. Gracias a él tuvimos la oportunidad de vivir dos años en Boston (EEUU). Eso es algo que nunca le agradeceremos lo suficiente. Pero no por el inglés, que lo hubiéramos aprendido igualmente, sino por la experiencia de convivir con gente de muy diferentes países, lo que nos abrió la mente y nos ha permitido comprender mejor valores como el respeto y la tolerancia, que a veces se echan en falta. Y por ese afán de superación que siempre nos demuestra con esas frases tan típicas suyas: ‘Está bien pero se puede mejorar’ o “Más Enciclopedia del saber y menos Master Chefs”. Creo que la excepcionalidad de la personalidad y semblanza humana del doctor Ayala queda más que reflejada en lo que acabamos de oír, y como jefe suyo durante estos casi 20 años solamente diré una cosa: conocer y trabajar con el doctor Francisco Ayala es una de las mejores cosas que me han podido suceder en mi vida profesional. Trayectoria profesional En 1985 finalizó el bachillerato con Premio Extraordinario e inició la Licenciatura de Medicina y Cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia, alcanzando el título en 1991, con la calificación de Premio Extraordinario. En el examen de médicos Internos y Residentes consiguió el puesto número 9 entre varios miles de solicitantes. Francisco, al acabar la carrera y unos meses antes del examen MIR vino a verme, lo recuerdo como si fuera ayer, preguntando por la posibilidad de hacer Hematología. Al estar yo recién llegado a Murcia, la acreditación de la docencia, ya solicitada y concedida, entraría en vigor al siguiente año, y entonces experimenté una amarga sensación, que recuerdo con gran claridad, de que se “escapaba” una persona especial. Afortunadamente, pocos años después las aguas volvieron a su cauce y pude también experimentar la alegría que superaba a aquel recuerdo. Francisco hizo la especialidad de Oncología Médica (1992-1995) en el Servicio del Hospital Universitario San Carlos de Madrid, bajo la dirección del profesor Eduardo Díaz Rubio. Al finalizar la residencia, durante seis meses fue contratado en el Servicio de Oncología del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca. Al finalizar su contrato, hablé con él para plantearle la aventura de dar nacimiento e impulsar el área de Oncología en el Servicio de Hematología, que pasaría a denominarse Servicio de Hematología y Oncología Médica, ubicado en el antiguo Hospital General Universitario. Francisco aceptó el reto, y con la ayuda de todos sus nuevos compañeros del Servicio, todos hematólogos, y en especial con la del doctor Felipe de Arriba, se abrieron las consultas y hospitalización del área de Oncología, y una pequeña sala que sería el primer Hospital de Día de Oncohematología. En el año 2000, con el cierre del Hospital General Universitario, el Servicio se trasladó al Hospital Universitario Morales Meseguer, abriéndose una nueva etapa con retos aún más exigentes, pues había que atender una población que sobrepasa el medio millón de habitantes, correspondientes a las áreas de los hospitales universitarios Reina Sofía, Morales Meseguer y también del hospital Lorenzo Guirao de Cieza (actuales Áreas Sanitarias VI, VII y IX). En 2006 alcanzó la jefatura de sección del área de Oncología en el Servicio de Hematología y Oncología Médica. Una función relevante que hubo que realizar fue la incorporación de oncólogos a la unidad, donde Francisco veló especialmente para que fueran muy bien seleccionados. Ello ha dado lugar a que se formara un grupo de jóvenes profesionales ilusionados, trabajadores, comprometidos con los pacientes, con el Servicio y el Hospital, y les aseguro que son solamente algunas de las virtudes que tiene el grupo de Oncología Médica coordinado por el doctor Ayala en el Servicio que dirijo. Se abrió un laborioso hospital de día médico de Oncología-Hematología, con la ayuda fundamental de enfermería, se organizaron consultas de patología específica, e igualmente en 2006 se abrió la consulta de Consejo Genético y Cáncer Familiar pionera en la Región. Se consiguió que la integración y compenetración de las áreas de Hematología y Oncología fuese total. La realidad hoy en día es que de las 47.004 consultas atendidas en 2015 por el Servicio de Hematología y Oncología Médica, 26.757 fueron del área de Oncología, con 700 ingresos. Todo ello, sin el empuje y liderazgo del nuevo académico hubiese sido mucho más difícil de conseguir. Fruto de su competencia y prestigio profesional, es invitado a participar en diferentes proyectos del Servicio Murciano de Salud (SMS), dirigidos a la planificación y mejora del paciente oncológico. Igualmente buscó tiempo para ocuparse de formación en gestión realizando el Programa Healthcare Leadership y el Programa Avanzado en Gestión de Unidades Clínicas. Con estos datos es fácil de imaginar el esfuerzo y trabajo desplegado por el doctor Francisco Ayala durante estos casi veinte años. También me gustaría destacar que él siempre tuvo presente poder contar con dos herramientas que son de gran eficacia para mejorar la actividad asistencial, y que son las aportadas por la vida académica: la docencia y la investigación. Por ello, emprendió el camino de la carrera universitaria en 1998, con el nombramiento de Profesor Asociado de la Universidad de Murcia, y alcanzó el grado de Doctor en 2001. Trabajó intensamente para que la Comisión Nacional de la especialidad de Oncología Médica concediese al Servicio la acreditación docente MIR para la formación de médicos especialistas en Oncología Médica, que fue concedida en 2006. El nuevo académico forma parte del Comité Académico del Máster Universitario de Hematología y Oncología Clínico Experimental de la Universidad de Murcia. Ha dirigido cuatro tesis Doctorales y cinco tesis de Máster, y participa con asiduidad en cursos de formación continuada nacionales. Si bien la tarea docente estaba bien encauzada, el doctor Ayala puso los medios para adquirir una sólida formación investigadora. El intenso empeño asistencial y docente que hemos comentado no fue obstáculo para que en 2008 emprendiera con valentía y decisión, y con el total apoyo de su mujer, un decisivo periodo de formación en investigación. Ambos solicitaron al Instituto Carlos III becas en el Programa Becas de Ampliación de Estudios para realizar una estancia de dos años en un centro de excelencia americano. Les fueron concedidas, y puedo afirmar que los doctores Ayala y Ferrer fueron los pioneros en la Región de Murcia en solicitar y conseguir el permiso del SMS para realizar la estancia en un centro extranjero durante dos años sin generarles problemas en la estabilidad de sus plazas asistenciales. Abrieron camino para que otros pudieran seguir sus pasos. Francisco fue admitido en un centro de excelencia, en la Unidad de investigación dirigida por el prestigiado Profesor Raghu Kalluri del Beth Israel Deaconess Medical Center, de la Havard Medical School, en Boston. Su experiencia y contacto con la investigación más básica, que es uno de los talones de Aquiles tradicionales de nuestra medicina, ha servido para conseguir que el doctor Ayala consiguiera una sólida base para ser un magnífico oncólogo, con una importante formación profesional en las vertientes asistencial, docente e investigadora. De su dedicación en la época americana, quisiera solamente mencionar un hecho que viene a completar el retrato humano/profesional realizado hasta ahora. Recién llegado a Boston, en una de sus primeras conversaciones con el doctor Kalluri, éste le propuso que trabajase en un proyecto ya iniciado, del que se vislumbraba una publicación en una de las revistas más importantes del mundo, pero el doctor Ayala, pese al gran inconveniente de estar recién llegado, y de tener dos años de trabajo por delante en aquella unidad, no aceptó la oferta. El motivo era uno importante y muy sencillo: tendría que trabajar con células madres embrionarias humanas, y el nuevo académico, con un gesto que habla de sus principios éticos y morales, rehusó aquel proyecto. No hubo problema, pues llevó adelante otro proyecto con el que alcanzó también magníficas publicaciones. Ha publicado cuarenta y cinco trabajos de investigación, la gran mayoría en revistas de gran impacto, Journal of Clinical Oncology, Lancet Oncology, Breast Cancer Research, Leukaemia, FASEB Journal, British Journal of Cancer, Journal Biological Chemistry, European Journal of Cancer, y un largo etcétera. Hasta ahora, son 75 sus aportaciones a congresos nacionales e internacionales. De igual forma, el doctor Ayala ha impulsado y coordinado numerosos ensayos clínicos dirigidos a establecer nuevas pautas de tratamiento de quimio/hormonoterapia, tanto en estadios iniciales como en cáncer avanzado, así como el desarrollo de nuevas moléculas biológicas, y en estudios epidemiológicos y de quimioprevención. Es el impulsor, junto a la Dra Asunción Chaves, del biobanco del Hospital Universitario Morales Meseguer, y ha sido pieza clave en la puesta en marcha del laboratorio de investigación ubicado en nuestro Hospital. Francisco es investigador principal de varios proyectos obtenidos en convocatorias nacionales públicas competitivas - como las del Instituto de Salud Carlos III-, ha realizado diferentes contratos de investigación con la industria farmacéutica y forma parte como director de una línea de investigación, en el Grupo de Hematología y Oncología ClínicoExperimental considerado como “Grupo de Excelencia de Investigación de la Región de Murcia” por la Fundación SENECA. Como requiere la actividad investigadora, el doctor Ayala ha generado su grupo de investigación, y favorece la formación de sus compañeros facilitando sus estancias en centros de excelencia americanos, concretamente dos de ellos han realizado estancias de dos años en el Beth Israel Deaconess Medical Center de Harvard y en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York. Con los méritos indicados, en 2014, solicitó y ANECA le otorgó, la acreditación para la Plaza de Profesor Titular de Universidad, y esperemos que la Universidad de Murcia entienda la importancia de dotar una plaza docente en un área tan relevante como la Oncología Médica en la Facultad de Medicina, donde no existe profesorado numerario en esa materia. A este respecto la RAMCM ha sido mucho más sensible y diligente que la Universidad dando cabida como académico al doctor Ayala. Comentarios al discurso del doctor Ayala Inicié mi intervención con unas palabras que vuelvo a repetir. Ha sido una lección magistral, brillante, clarividente y por tanto de futuro, de la situación que vive la Oncología Médica. Buena parte de lo que nos ha presentado el nuevo académico viene con el refrendo de haber sido él mismo testigo directo de los avances y cambios en los procedimientos diagnósticos y terapéuticos experimentados en la Oncología Médica en los últimos veinte años, y con especial atención otorgada al cáncer de mama y al de pulmón. Tal vez la primera reflexión que se desprende de su discurso es que, para hablar con mayor propiedad y de manera más adecuada, deberíamos referirnos a los diferentes y distintos cánceres de mama y pulmón, ya que la región anatómica no va a regir el pronóstico y tratamiento de ese cáncer, sino que vendrá dirigido por otros múltiples y complicados aspectos. El doctor Ayala nos ha subrayado que el conocimiento exclusivo de la sintomatología y de los procedimientos diagnósticos habituales son cada vez más insuficientes en el marco de una Oncología moderna, y deben ir acompañados de un aprendizaje y buen conocimiento de otros “idiomas más básicos”. Me refiero al de las herramientas que forman parte de la denominada “Medicina Ómica”, a la que nos referiremos enseguida. La presentación del doctor Ayala me ha traído a la mente de forma inmediata la historia vivida por la Hematología, y ahí he sido yo testigo, en especial la relacionada con el diagnóstico y tratamiento de las hemopatías malignas. Esas enfermedades, leucemias, linfomas y síndromes linfoproliferativos, son neoplasias conocidas como “cánceres líquidos”, y han aportado experiencia y conocimiento que propicia la predicción del desarrollo de la Oncología Médica. Centraré mis palabras en la consideración de algunos aspectos que une a las dos especialidades médicas, pues las relaciones de la Hematología y Oncología han sido y siguen siendo muy intensas, y como he indicado, considerar el camino andado por la Hematología puede facilitar el entender lo que está sucediendo y va a suceder en la Oncología Médica. LA HEMATOLOGÍA Y ONCOLOGÍA FORMAN PARTE DE UNA MISMA ESPECIALIDAD EN PAISES TAN DE VANGUARDIA COMO ESTADOS UNIDOS Y ALEMANIA. Mi pensamiento viene sustentado por una historia previa, acontecida en países considerados locomotoras del avance médico en todas sus facetas, incluyendo la investigación, como son Alemania y Estados Unidos, donde la especialidad médica es la de Hematología y Oncología Médica. Los congresos de las sociedades americanas de Oncología (ASCO) y de Hematología (ASH) tienen actividades científicas conjuntas. Hay un número muy importante de departamentos hospitalarios y académicos que aúnan los intereses de la Hematología y de la Oncología también en nuestro país, donde por desgracia y con frecuencia priman más los intereses cortos de miras que la visión de futuro. Además del Servicio donde trabaja el doctor Ayala, que es de Hematología y Oncología Médica, hay departamentos similares con la misma denominación en hospitales prestigiosos como el Clínico y La Fe de Valencia, o el Clinic y el Valle de Hebrón de Barcelona. La coordinación de esas dos especialidades, que tienen personalidad propia, facilita la organización y utilización de recursos asistenciales, como enfermería, hospital de día médico, hospitalización, farmacia, etcétera. Si bien todas esas razones son relevantes y con sentido eminentemente organizativo, me van a permitir que a partir de ahora haga referencia a la que considero que es la razón más poderosa e importante de esa interacción, y que el doctor Ayala ha puesto de manifiesto a lo largo de todo su discurso, y es que la Oncología Médica es una especialidad con exigencias “traslacionales”. Yo iría un poco más allá, afirmando sin duda que la Oncología Médica y la Hematología son las “especialidades traslacionales” por excelencia dentro de la Medicina Clínica. Ambas especialidades han tenido bastantes similitudes en su nacimiento y desarrollo, y su futuro continuará muy ligado. VER LO DEL OTRO MANUSCRITO Los motivos de esa cercanía no son razones oportunistas humanas, sino algo mucho más profundo, y es que las acerca la biología de un área común que no entiende de denominaciones o parcelaciones arbitrarias, sino de mecanismos similares que dan lugar a modificaciones del ciclo celular, con anomalías manifiestas en la proliferación y diferenciación celular, cambio de sensibilidad a fármacos, entre otros. Mecanismos todos ellos compartidos por los cánceres líquidos (hemopatías malignas) y por los sólidos. Me ha parecido adecuado, espero que a ustedes también les parezca, hacer algunas reflexiones a este respecto en mis palabras de contestación al magnífico discurso pronunciado por el nuevo académico. He indicado que la Hematología y la Oncología Médica tienen similitudes en su nacimiento y desarrollo. ¿Cuáles son? Ambas especialidades han nacido de la Medicina Interna, tienen una inequívoca vocación clínica, y también las dos son “bilingües”, si bien el aprendizaje de la nueva lengua se ha realizado por motivos diferentes. La Hematología–Hemoterapia nace en España a finales de los años cincuenta, de forma similar a lo que acontece en los países más avanzados. De hecho, la sociedad científica que aglutina a los hematólogos españoles, conocida entonces como Asociación Española de Hematología y Hemoterapia (AEHH), nace en el mismo año que la American Society of Hematology (ASH). Nace por la necesidad de solucionar unos problemas clínicos de pacientes para cuyo estudio y tratamiento era imprescindible utilizar herramientas específicas de laboratorio. En definitiva surge una especialidad médica que debe interaccionar datos clínicos y hechos biológicos de forma habitual Esa visión “bilingüe” de la medicina, constituye un hecho excepcional dentro de las especialidades médicas. La situación, a mi modo de ver privilegiada, propicia que dos eminentes hematólogos norteamericanos, los doctores Kenneth Kaushansky y Stanford J. Shattil, con motivo del cincuenta aniversario de la Sociedad Americana de Hematología resalten la enorme ventaja de disponer de esa clara mentalidad “bilingüe”, que requiere aunar una sólida formación clínica y al mismo tiempo ser capaces de “hablar y entender” el lenguaje moderno que nos requiere ya la biomedicina de nuestros días. La Hematología, desde su nacimiento, se ha visto impulsada por la autoexigencia de establecer el diagnóstico de sus propios enfermos y establecer los factores pronósticos de la enfermedad, ya que ellos son decisivos en numerosas ocasiones para indicar una terapia concreta. Esa necesidad, sin duda, ha sido uno de los motores responsables del crecimiento e incorporación tecnológica continua buscando facilitar el diagnóstico, contar con factores pronósticos y el tratamiento de las hemopatías malignas. La Oncología Médica nace de la Medicina Interna con vocación eminentemente clínica, y de hecho su inicio es factible gracias a que se produce un importante trasvase de médicos internistas al estudio de los problemas oncológicos. En su inicio la especialidad no era “bilingüe”, pues el conocimiento de la biología del cáncer era muy limitado. También por estrictas razones biológicas, es decir de edad, he sido testigo directo de los avances científicos que han cambiado la mentalidad y forma de ver la enfermedad en la propia Hematología, y esos mismos acontecimientos impulsan la forma de hacer de la Oncología. Mencionemos algunos de ellos: el desarrollo y disponibilidad de los anticuerpos monoclonales hace cuarenta años, que cambiaron el procedimiento diagnóstico y más tarde abrieron la perspectiva de terapias más específicas y con dianas concretas; el desarrollo en los años 80 de la química proteica, biología celular y los inicios de la biología molecular, determinantes para empezar a entender los nuevos mecanismos de enfermedad y a vislumbrar otras aproximaciones de gran interés para establecer un diagnóstico más afinado, contar con marcadores biológicos y aplicarlos como marcadores pronósticos y criterios de respuesta terapéutica; los productos terapéuticos conseguidos por biotecnología, y la aplicación clínica de la farmacogenética que nos aportó la década de los 90; y, ya en la primera década del siglo XXI, vino una auténtica explosión de la conocida como Medicina Ómica (genómica, trascriptómica, proteómica, glicómica, metabolómica), con potencial aplicación a nuestros enfermos. La incorporación de las herramientas proporcionadas por la Medicina Ómica, tanto a la Hematología como a la Oncología, conlleva un elevado grado de complejidad, requiere la interacción multidisciplinar y el conocimiento e integración de diferentes “idiomas”. Más adelante haremos alguna referencia a ello. Como nos ha indicado el doctor Ayala, todo lo que venimos comentando incide de forma muy notable en cómo entender y abordar el estudio y tratamiento del cáncer. El nombre propio de un tumor, como cáncer de mama, nos dice poco, pues su definición diagnóstica y elección terapéutica requiere diferentes apellidos que son los que nos van a indicar, el pronóstico y la pauta terapéutica concreta que necesita ese paciente. En definitiva, estamos entrando de lleno en la era que ha sido denominada de varias formas -Medicina Personalizada, Medicina de Precisión, Medicina Panómica…- que, en definitiva, requiere que el oncólogo necesite aprender otro lenguaje, convirtiéndose en un profesional “bilingüe”, y donde la integración de la clínica con la biología es fundamental. El “bilingüismo” de la Hematología, que es congénito, ha sido un magnífico espejo donde se miró rápidamente la Oncología, y ha sabido adaptarse de forma rápida e inteligente, entendiendo la importancia y necesidad de acercarse a la biología a través del laboratorio para solucionar un problema clínico. El motivo de la diferencia de tiempo en entender la importancia de ser “bilingües” entre la Hematología y Oncología, no es un mérito especial de la especialidad de las enfermedades de la sangre, sino en cierta medida ha estado justificado por la mayor facilidad y accesibilidad del estudio de las hemopatías malignas, aspecto que dista bastante de la dificultad que conlleva el estudio de algunos problemas oncológicos. El estudio de las enfermedades de la sangre se puede realizar de forma sencilla y repetirlo cuantas veces queramos, pues una simple y fácil punción venosa se convierte en una auténtica “biopsia” del tejido que queremos estudiar. Por otra parte, estudiar la cuna o foco del nacimiento de muchas de las hemopatías malignas lo tenemos igualmente accesible, pues en la médula ósea es donde reside la “célula stem pluripotencial hematopoyética”, y con un aspirado medular en el esternón, o una biopsia ósea obtenida en la cresta ilíaca, se obtiene información de gran valor para realizar un seguimiento estrecho de la enfermedad. El estudio de los cánceres sólidos puede ser bastante más complicado, pues la dificultad en la accesibilidad de la muestra, por ejemplo, en el cáncer de páncreas, pulmón o sistema nervioso central, dificulta su detección precoz y seguimiento. Como nos ha mostrado el doctor Ayala, el avance de las pruebas de imagen en el estudio de los tumores está ayudando mucho en esta parcela, y es indudable que será de gran ayuda en los próximos años. Pero si esos logros son importantes, más lo será el contar con la impronta o “huella molecular” de cada tumor. Aquí, igualmente, haré una breve referencia a lo aportado por la Hematología, que en definitiva, por su bilingüismo y accesibilidad a las muestras, nos aporta información objetiva y trasladable de inmediato a la Oncología. La innovación que aportó la generación de los anticuerpos monoclonales fue espectacular para la identificación de proteínas específicas, como son los antígenos específicos de membrana de las hemopatías malignas. En los años 80 el estudio del inmunofenotipo celular sirvió para poder tipificar las células circulantes en sangre de las leucemias y síndromes linfoproliferativos. Gracias a ello se pudo establecer una división más adecuada de las hemopatías malignas, aclarando la estirpe celular de las leucemias, encuadrándolas con precisión si eran de estirpe linfoide o mieloide. También nos ayudó a entender lo que conlleva la diversidad biológica celular, al observar leucemias que tienen expresión bifenotípica (mieloide/linfoide), o que mostraban infidelidad de línea celular, o expresión aberrante de marcadores celulares. Toda esa información es crucial para indicar el tratamiento adecuado y establecer criterios pronósticos ajustados. Adicionalmente la aplicación de la citometría de flujo en sangre periférica y de médula ósea propició que surgiera el concepto de enfermedad mínima residual, que es un hecho elemental para evaluar la respuesta terapéutica y estado real de la enfermedad. El estudio de alteraciones cromosómicas con estudios de citogenética, más adelante con la aplicación de técnicas de “hibridación in situ” en células circulantes, y aún más adelante con la detección de marcadores moleculares plasmáticos o celulares, son herramientas de gran utilidad en el diagnóstico, pronóstico y seguimiento de las hemopatías malignas. Ejemplos son las múltiples traslocaciones que acompañan las leucemias agudas y que definen un tipo concreto de enfermedad, y por tanto su tratamiento. Así la traslocación 15,17 define la leucemia promielocítica o M3; la traslocación entre los cromosomas 9,22 son indicativos de leucemia mieloide crónica o presencia de clones mieloides Ph (+) que acompañan algunas leucemias agudas; la traslocación 14,18, es característica de los linfomas de bajo grado de malignidad, etc. Por otra parte, la persistencia o desaparición de las anomalías moleculares (respuesta molecular) es muy buena guía para evaluar la respuesta terapéutica, y es un parámetro de mucha mayor sensibilidad que la evaluación de respuesta clínica o citogenética. A estos datos, debemos sumar los patrones de expresión génica, conseguidos recientemente, que plantean realizar subgrupos de pacientes dentro de un mismo tumor, y a su vez también sugieren aplicar procedimientos terapéuticos diferentes. El avance en todos estos aspectos en Oncología Médica ya comenzó. En este sentido el doctor Ayala nos ha explicado cómo en los últimos 15 años hemos sido testigos del desarrollo de diferentes pruebas moleculares detectando alteraciones genéticas en el cáncer de mama, y más recientemente en el cáncer de pulmón, que nos muestran la heterogeneidad entre pacientes, predicen la evolución de la enfermedad, y nos lleva a plantear diferentes conductas terapéuticas. Los estudios de expresión génica se verán muy reforzados con la aplicación en breve de la secuenciación masiva (Next Generation Sequencing, NGS), ya que propician estudiar un amplio grupo de genes seleccionados a la carta dependiendo del tumor a estudiar, y nos aportarán su “huella” o “firma molecular” específica. Toda esa información, digerida y armonizada por el oncólogo, se presenta como fundamental para complementar la estrategia de estudio del cáncer, y su adecuación y generalización supondrá un paso adelante y determinante para la Oncología. Es el objetivo que pretende alcanzar la denominada “biopsia líquida”. La “biopsia líquida” está llamada a ser un procedimiento de alta resolución diagnóstica, capaz de identificar y cuantificar las células tumorales circulantes, facilitar su obtención específica, y estudiar la “firma o huella molecular” de ellas. La “huella molecular” definirá el tratamiento y podrá avisar de un posible cambio molecular del cáncer, aviso generalmente relacionado con un incremento de agresividad clínica. Para alcanzar esta meta se está investigando con intensidad en la tipificación del fenotipo de las células tumorales, y en la definición de paneles de genes que tengan carácter informativo en cada situación. La “biopsia líquida”, facilitará la accesibilidad a las muestra de células tumorales, independientemente de donde se encuentre el tumor, y vaticina un avance espectacular en la Oncología. A su vez, la proteómica, glicómica y metabolómica, son herramientas sensibles que abren la posibilidad de contar con nuevos marcadores plasmáticos, provenientes directamente de células neoplásicas. La adecuada integración de todos los datos será de gran utilidad en la orientación clínica y terapéutica de los pacientes con cáncer. EN EL ÁREA TERAPÉUTICA LA HEMATOLOGÍA HA PROPORCIONADO UNAS IMPORTANTES ENSEÑANZAS. Podríamos detenernos en hacer otras consideraciones de enorme interés en este campo, pero no quisiera extenderme en demasía, ni finalizar las interacciones de la Hematología y la Oncología sin referirme, aunque sea muy rápidamente, a algunas experiencias terapéuticas aportadas en el tratamiento de las hemopatías malignas. Una de las enseñanzas obtenidas hace más de treinta años es que la poliquimioterapia puede curar ciertas enfermedades neoplásicas. Ejemplos son la enfermedad de Hodgkin o la leucemia linfoblástica infantil. Por el contrario, también hemos aprendido que en determinados tumores, el incremento de la quimioterapia no se acompaña de una mejor respuesta terapéutica. Es decir “más no es mejor”. En este sentido tenemos muy presente la experiencia vivida a finales de los años noventa, donde la terapia intensiva que recibieron pacientes con carcinoma de mama rescatados con trasplante de progenitores hematopoyéticos, no se acompañó de mejores resultados. El conocimiento de la biología celular y maquinaria molecular de la célula neoplásica, en cuanto a su proliferación, diferenciación, su relación con las células de su entorno y mecanismo de metástasis, vendrá acompañado de nuevas posibilidades terapéuticas. Así lo hemos podido experimentar en algunas hemopatías malignas, donde la incorporación terapéutica de inhibidores de tirosin-quinasa, inhibidores de proteasoma, antiangiogénicos, o inhibidores de la metilación del ADN, entre otros, han cambiado la historia natural de la enfermedad. Con la aplicación de nuevos fármacos y de nuevas combinaciones justificadas por enseñanzas de la biología celular de la célula neoplásica, se ha conseguido cambiar el curso de la leucemia mieloide crónica, mejorar notablemente la supervivencia en el mieloma múltiple, o recientemente intervenir muy favorablemente en las perspectivas de pacientes con mal pronóstico de leucemia linfática crónica, linfoma del manto, etc. Para el paciente con cáncer ya se ha comenzado a andar un camino similar. Por otra parte, la terapia inmune constituye una realidad, y así mismo también es una esperanza de la nueva terapia oncológica. Hay una realidad conocida desde hace tiempo, y es la efectividad de anticuerpos monoclonales que tienen un diana específica celular, como los anticuerpos anti-CD 20 en el tratamiento de síndromes linfoproliferativos B. Otra modalidad son aquellos anticuerpos que vehiculizan terapia a la diana específica, como brentuximab, un anti CD-30 efectivo en el linfoma de Hodgkin. En la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, el francés Georges Mathè trabajó intensamente en lo que él denominó “inmunidad adaptativa”, para describir cómo el sistema inmune de una persona podía ser usado para combatir el cáncer y otras enfermedades. Georges Mathè, estudiando a pacientes con leucemia aguda a los que infundía tejido hematopoyético, contribuyó a establecer las bases de la sofisticada inmunoterapia moderna aplicada al cáncer. La experiencia, ampliamente observada y utilizada por hematólogos en pacientes sometidos a trasplante alogénico de progenitores hematopoyéticos, ratifica la acción antitumoral consecuencia de los cambios inmunológicos que ocasiona el rechazo del injerto, lo que ha aportado conocimiento relevante para otras estrategias terapéuticas. Recientemente, y como nos ha comentado el doctor Ayala, se ha desarrollado un novedoso anticuerpo que se dirige contra el receptor de linfocitos PD1 y activa a estas células del sistema inmune en el propio lecho tumoral, ejerciendo una acción antineoplásica efectiva. Indudablemente estos datos abren una nueva vía de enorme interés y con un amplio campo por explorar. Todo ello, junto a las iniciativas abiertas hace ya años para la elaboración personalizada de vacunas utilizando células modificadas o neoplásicas como factor inmunogénico, así como el esbozo inicial de la terapia celular, incrementa el interés del área, y deja de manifiesto que la inmunología continuará aportando una importante contribución en el tratamiento del cáncer. No puedo finalizar este apartado con una hipótesis que cada vez tiene más cuerpo y que genera una gran atracción, me refiero a la existencia de las “células stem neoplásicas”. Como referencia y ejemplo, vuelve a cruzarse la Hematología, donde la “célula stem pluripotencial hematopoyética” es considerado el elemento celular inicial de una buena parte de hemopatías malignas. Desde hace unos años ha surgido el concepto de “célula stem neoplásica” con propiedades de autorenovación y la habilidad de diferenciarse en múltiples tipos de células. Comienzan a existir evidencias de que dichas células están presentes en los tumores y pueden persistir como una población distinta, y serán las causantes de las recaídas y propagación de las metástasis. Conseguir la identificación y tipificación de las “células stem tumorales” conlleva la inmediata búsqueda de terapias específicas que tendrán como diana esa célula stem, y con ello se intentará erradicar el problema desde el inicio. Esta es una historia vivida desde hace años por la Hematología, pues en definitiva la erradicación de la célula stem pluripotencial hematopoyética neoplásica es la estrategia básica del trasplante de progenitores hematopoyéticos, y sus resultados han sido sobresalientes. Contar con terapias específicas para las “células madre cancerosas” posibilitarán una mejor identificación de la enfermedad y de las características de la proliferación y diferenciación celular, mejorará la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes con cáncer y será una herramienta útil para la prevención de metástasis. El doctor Ayala, en su brillante discurso, ha abordado todos estos aspectos en dos tipos de cáncer de alta prevalencia en nuestro medio, cáncer de mama y pulmón, donde los progresos han sido muy relevantes en los últimos veinte años. EL DISCURSO DEL DR AYALA NOS Sus palabras dejan de manifiesto la enorme vitalidad presente y futura de la Oncología Médica. Es una especialidad médica con la que una de cada tres personas entraremos en contacto a lo largo de nuestra vida. Sin embargo resulta descorazonador la poca atención que determinadas instituciones le dedican, en concreto en la docencia del pregrado y en la dotación de profesorado universitario. La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) insiste en la necesidad de modificar la enseñanza de la Oncología durante el pregrado de Medicina. Indican que la formación actual es claramente insuficiente y no guarda proporción con la presencia e implicación social de la enfermedad. Los alumnos MIR desconocen casi por completo el contenido del Programa de Oncología Médica cuando llega el momento de decidir su futuro profesional. Diremos que gracias en gran parte al nuevo académico, eso no sucede desde hace veinte años en nuestra Universidad, donde se imparte la asignatura de Hematología y Oncología Médica de forma conjunta. Tampoco sucederá a partir de hoy en nuestra Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, pues ya contamos con un académico que cubrirá con gran suficiencia esta área de la Medicina. La esperanzadora visión de las enfermedades neoplásicas a tenor de todos estos aspectos que hemos comentado, y muchos más que no hemos podido ni mencionar en este discurso, se basa en gran medida en el buen aprendizaje de las lenguas “clínica” y “biológica”, y su aplicación directa en la genuina “investigación traslacional”. Eso, hoy en día, constituye casi una obligación para el buen oncólogo o hematólogo que deba afrontar estos problemas. No me cabe la menor duda de que ese “bilingüismo” facilita entender mejor la manera de enfermar, la interacción de sistemas biológicos en la expresión de enfermedades, y también el abrir caminos para contar con nuevas pruebas diagnósticas y posibilidades terapéuticas. Para un buen aprendizaje, no hay nada como una buena formación, y creo que el ejemplo de la trayectoria del doctor Ayala es autoexplicativa. El campo de trabajo abierto en Oncología es apasionante y lo podemos resumir en tres aspectos: el primero relacionado con la Medicina de Precisión, que busca desvelar la genómica del tumor y los genes que están alterados, en definitiva su “firma molecular”, datos que serán muy útiles para la búsqueda y desarrollo de tratamientos más eficaces. En segundo lugar, un área fascinante de trabajo es el estudio de algunas de las diferentes facetas de la inmunología del cáncer, por ejemplo, la relación de la célula neoplásica con el medio ambiente celular, las “células stem” o células madre tumorales, así como las reglas que rigen la formación de metástasis. Finalmente, descubrir marcadores biológicos altamente sensibles y específicos, donde la “biopsia líquida” parece un camino prometedor, para contar con parámetros que avisen precozmente de la existencia del tumor, y que sean fiables para realizar un seguimiento y establezcan el momento adecuado para iniciar y parar el tratamiento. Ha llegado el momento de cerrar nuestra respuesta al magnífico discurso del Francisco Ayala. Soy consciente de que me dejo en el tintero muchos temas de enorme importancia, pero se necesitaría bastante tiempo para su desarrollo, por ejemplo, el requerimiento de la multi e interdisciplinariedad; la relevancia y papel de los ensayos clínicos y la investigación traslacional en Oncología; aspectos de farmacoeconomía; la necesaria colaboración, cada vez más importante, con nuestros compañeros de atención primaria; la oncogeriatría; los cuidados paliativos; aspectos de ética médica que afectan específicamente al paciente neoplásico; aplicación de la tecnología de la información al seguimiento del enfermo con cáncer, y un amplio etcétera. Seguro que el nuevo académico, con más conocimiento que yo, podrá abordar algunas de estas cuestiones en futuras sesiones de la Academia. Creo que en estos momentos somos ya plenamente conscientes de los méritos y conocimiento del nuevo académico y de la ayuda que puede aportar a esta Corporación. Durante este acto espero que todos hayamos percibido que no hablamos exclusivamente de una persona con competencia y prestigio profesional, sino que le acompañan múltiples virtudes humanas. Sin duda su presencia en nuestra Academia será de gran valor para todos. Gracias a todos ustedes por su atención