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INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA
Fundado por san Juan Bosco y
por santa María Dominica Mazzarello
N.944
El viento del Espíritu nos abre nuevos horizontes
Es para mí una gran alegría, queridísimas hermanas, entrar en vuestras comunidades y compartir la
riqueza de este tiempo de gracia que vivimos en la brisa del Espíritu. El eslogan para la fiesta de la
Gratitud mundial 2014, El viento del Espíritu nos hace fecundos, elegido por la Inspectoría Argentina
“San Francisco Javier” (Argentina, Bahía Blanca), tiene una dimensión dinámica, creativa, como
dinámico y creativo es el Espíritu de Dios.
Agradezco a las hermanas de la Inspectoría esta propuesta que ha implicado a todo el Instituto y
nos ha puesto en plena sintonía con el camino de la Iglesia. La exhortación apostólica del Papa
Francisco, Evangelii Gaudium (EG), es todo un himno a la alegría que nace del Espíritu. Es el
Espíritu, de hecho, quien anima a llevar el Evangelio de la alegría a la comunidad, a las jóvenes
generaciones, a todas las personas con las cuales hacemos un trecho de camino juntas. Es el
Espíritu quien empuja a la Iglesia - por eso también a todas nosotras - a salir para cruzar el umbral
de las seguridades, caminando hacia el futuro de Dios y hacer fecundo el anuncio de la Buena
Noticia.
El tema de la fiesta está también en línea con el próximo CG XXIII, que queremos vivir como un
tiempo carismático donde el Espíritu Santo es el gran y principal protagonista. Él nos da la esperanza
de creer en las promesas de Dios; de acoger con disponibilidad las llamadas que nos abren al futuro
y a las exigencias de las nuevas generaciones en el actual momento histórico.
En esta circular pretendo compartir con vosotras, con las comunidades educativas y en particular con
las jóvenes y los jóvenes, mis sentimientos de gratitud y de sorpresa por las grandes cosas que la
acción del Espíritu Santo obra hoy en la Iglesia y en el Instituto.
Es un gracias misionero porque, como ya he dicho, queremos ser Iglesia “en salida”, Instituto que
reconoce sus orígenes conectados directamente con Mornese, tierra humilde y fecunda de donde
salieron, con ánimo y audacia, las primeras misioneras arraigadas en una fe profunda.
Antes de introducirme en el corazón de la circular agradezco a la Vicaria general sor Emilia Musatti
por haber trazado en su carta, con finura de ánimo y delicadeza de afecto, los puntos esenciales para
vivir el evento de la fiesta de la Gratitud en la novedad del Espíritu y en gozosa fraternidad.
Agradezco de corazón a las hermanas del Consejo general con las que he compartido un trecho de
camino juntas en este sexenio y a cada una de vosotras, queridas hermanas, por el don de vuestra
fidelidad expresada en una respuesta vocacional cada día nueva, por la entrega de la vida en el amor
y por la total y apasionada dedicación a la misión apostólica.
El viento del Espíritu
Con los cálculos simplemente humanos, quizás ninguno de nosotros hubiera imaginado la nueva
primavera del Espíritu Santo que como Iglesia estamos viviendo. Esta primavera empezó con el
Concilio Vaticano II, hace cerca de 50 años. Desde entonces la comunidad eclesial ha vivido
momentos en los que se han alternado tiempos de desierto y tiempos de floración con frutos
abundantes. El camino hacia la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II, la humilde y valiente
decisión de Benedicto XVI de dimitir del ministerio Petrino por amor a la Iglesia, pasando así el
testigo al Papa Francisco, nos guían a entrar cada vez más en esta nueva primavera. El actual
Pontífice no está diciendo cosas nuevas o del todo inéditas. Simplemente está aportando gestos que
hablan claramente al pueblo de Dios. Hombre libre y franco, va adelante sin temores, infundiendo
valor y audacia en un tiempo en que el mundo - sobre todo las generaciones jóvenes - tiene extrema
necesidad de esperanza. El contexto actual de situaciones difíciles hace que esta esperanza sea
precaria y toda la humanidad esté buscando una luz para ver un horizonte abierto al futuro.
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Una de sus primeras consideraciones, como todas recordaremos, fue la de que la Iglesia, cuando no
sale de sí ni de sus recintos, enferma.
La enfermedad es la de replegarse en sí misma; de vivir en la comodidad, en la mundanalidad. La
Iglesia pierde entonces el frescor del Evangelio, el vínculo con Aquel que envía a la misión, y se
encuentra pobre con sus pecados, cerrada en sí misma, desilusionada y sin alegría.
Para dar un nuevo impulso a la Iglesia de Cristo, el Papa Francisco introduce la Exhortación
apostólica Evangelii Gaudium hablando de la alegría de evangelizar. La alegría hace de fondo a todo
el Documento, cuyo primer capítulo se refiere a la transformación misionera de la Iglesia: una Iglesia
en salida misionera que recibe de este mandato dinamismo y vitalidad.
Esta salida se inició el día de Pentecostés y en realidad nunca se ha detenido, porque el fuego del
Espíritu anima a la Iglesia y la hace lo que debe ser: una Iglesia que evangeliza, que anuncia la
esperanza y la vida plena, desde las periferias.
No se trata por ello de una Iglesia centrada en sí misma, sino de una comunidad eclesial atenta a los
pobres, consciente de que, si se empieza por los últimos, se llega a todo el Pueblo de Dios.
Como Instituto nos insertamos plenamente y con gratitud en el camino de la Iglesia, en este
renovado Pentecostés que queremos vivir atentas a lo que el Espíritu Santo nos dice hoy para el
futuro.
El CG XXII concluyó con una invitación a ser un cenáculo abierto y a ir por los caminos del mundo
con el mismo impulso de los apóstoles acompañantes de María, la Madre de Jesús.
También el CG XXIII, al que cada Inspectoría ha hecho una significativa aportación de reflexión y de
propuestas, quiere ser una casa abierta que evangeliza junto a los jóvenes con el testimonio, el
anuncio y el servicio.
El Papa Francisco, a propósito de esto, afirma que sólo un joven puede evangelizar a otro joven.
Palabras valientes pero verdaderas y que renuevan nuestra confianza en las potencialidades de las
nuevas generaciones. La Iglesia rejuvenece a partir de los jóvenes, implicados por la comunidad
educativa en el dinamismo de amor del Espíritu.
Desde los inicios, nuestro Instituto ha vivido el impulso misionero, expresado en el lema de don
Bosco: da mihi animas cetera tolle, y es significativo que a los 100 años de la muerte de sor Ángela
Vallese, al frente de las pioneras enviadas al Uruguay y después a la Patagonia, la Inspectoría
Argentina de Bahía Blanca haya propuesto un tema tan apropiado para el tiempo que estamos
viviendo. No ocultamos las dificultades que experimentamos en algunas partes del mundo motivadas
por los desafíos que surgen de contextos afectados por la violencia y por la guerra, por la merma de
vocaciones y el aumento de nivel medio de la edad de las hermanas.
Pero estas dificultades no apagan la esperanza, porque no está fundada en razones humanas sino
en la fecundidad del Espíritu, y muchos signos de fecundidad y de vitalidad carismática son una luz
en nuestro camino.
No puedo dejar de compartir con vosotras mi profundo deseo de que el Instituto siga siendo
misionero con el mismo soplo de los orígenes: en Mornese todas las hermanas querían ser
misioneras y la primera era la madre Mazzarello, que hubiera querido ir a América. Hoy, estoy segura
de que el Señor sigue llamando a muchas Hijas de María Auxiliadora a estar disponibles para un
envío misionero a muchas partes del mundo que están esperando el carisma salesiano.
¿Por qué las peticiones para ser misioneras ad gentes son tan pocas? Yo las estoy esperando cada
día. La celebración del Bicentenario del nacimiento de don Bosco nos recuerda que hay que
¡“reavivar el fuego”! Os invito a estar atentas a la voz de Jesús que llama a poneros en
discernimiento con la Inspectora y a ser generosas: “La dimensión misionera – elemento esencial de
la identidad del Instituto y expresión de su universalidad – está presente en nuestra historia desde los
orígenes.” (C 75)
…nos hace fecundas
La auténtica fecundidad de nuestra vida y de la misión que se nos ha confiado encuentra la fuente en
la disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu Santo que cada día nos habla, nos transforma, nos
empuja a volver a las raíces del carisma para ser profecía, para dar nuevo impulso a nuestra
interioridad, a nuestro actuar cotidiano. Una vida que cae en el inmovilismo, en el “siempre se ha
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hecho así”, una preocupación exagerada por los espacios personales de autonomía y de distensión
puede llevar a una acentuación del individualismo, a una crisis de identidad y a una mengua de
fervor, como afirma el Papa Francisco, no sólo para los agentes de pastoral sino también para las
personas consagradas (cf EG n. 78).
Estoy segura de que el Espíritu Santo está disponible para ayudarnos, para apoyarnos, como
personas individuales y como comunidad, a dar luminosidad a nuestra vida para ser hoy con los
jóvenes casa que evangeliza.
En los numerosos encuentros con muchas de vosotras me he dado cuenta del empeño de construir
esta casa según el proyecto del amor de Dios, disponibles a un cambio de mentalidad, conscientes
de que la casa que evangeliza es la que está repleta de la presencia del Espíritu Santo. Es una
morada donde el corazón habla al corazón, donde cada día florece la vida, donde la dimensión
esponsal se expresa con amor cada vez más maduro. Una casa donde es posible encontrar a Dios
entre los jóvenes y donde la maternidad encuentra en la comunidad el lugar privilegiado para
expresarse.
Idealmente estamos todas de acuerdo en que éste es el camino que hay que recorrer, pero hay una
condición que lo hace posible: la relación con Dios en el Espíritu, entre nosotras, con los jóvenes, con
la gente, como ocurría en la comunidad mornesina y en Valdocco. Se nos invita a ir adelante con
ánimo reconociendo que todas vamos por el mismo camino, mirando hacia la misma meta, y es
maravilloso hacer la experiencia de que nunca hemos llegado del todo. Siempre queda un nuevo
tramo de camino para recorrer. Apoyémonos unas en otras con amor y alegría.
En un contexto social en que, como remarca el papa Francisco, predomina la cultura de la exclusión,
en la que el ser humano muchas veces se considera un bien de consumo, donde se ha desarrollado
la “globalización de la indiferencia”, estamos llamadas a reconocer con gran sentido de
responsabilidad la “mística” de vivir juntas. Es un clima donde nos encontramos, nos apoyamos
recíprocamente y donde cada gesto de ternura se transforma en una verdadera experiencia de
fraternidad, en un santo peregrinaje.
Si pudiéramos seguir este camino, sería una cosa muy buena, sanadora, liberadora, generadora de
esperanza (cf EG n.87). Estas expresiones me encuentran en plena sintonía porque las percibo
adherentes a nuestras realidades, donde muchas veces se desea respirar “aire de casa”, donde nos
encontramos a nuestras anchas.
La casa, para nosotros, no es simplemente un edificio donde vivimos, sino un espacio de identidad
donde vibra el dinamismo de relaciones sinceras, abiertas, donde se da el paso de la desilusión a la
esperanza, donde los sencillos gestos cotidianos de humanidad transforman el corazón de quien da
gratuitamente y de quien acepta con humildad.
Sabemos por experiencia que cada una de nosotras crece como persona a través de la relación.
Ésta es siempre un encuentro entre personas, entre misterios que nos interpelan, hacia un amor
recíproco sin condiciones. El amor es una fuerza espiritual que favorece el encuentro en plenitud con
Dios, hasta tal punto que forma un corazón y un alma sola (C 49).
Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás con la intención de buscar su bien
ensanchamos nuestra interioridad para recibir los mejores regalos del Señor, descubrimos algo
nuevo referente a Dios, se ilumina mucho más la fe para conocerlo, toma nuevo vigor nuestro
compromiso de ser misioneras de la Palabra con los jóvenes (cf EG n. 272). Esta experiencia se
irradia eficazmente en la comunidad educativa, en todas nuestras relaciones, estando en medio de
los jóvenes con estilo salesiano y con ellos y junto a ellos para construir la casa.
… y renueva la alegría del anuncio
Valdocco y Mornese son el emblema de una casa con la puerta siempre abierta que permite salir
para ir hacia las periferias, lugar teológico donde podemos discernir los signos del Espíritu, reconocer
las esperas, a veces tácitas, de las jóvenes y de los jóvenes. La puerta abierta acoge también a
aquellos que quieren cruzar el umbral, en busca de escucha y de acompañamiento y de encontrar un
sentido a la vida.
En este tiempo en que intercambiamos sentimientos de sincera gratitud entre FMA, comunidades
educativas y jóvenes, experimentamos inmensa alegría al renovar nuestra opción de ser hoy
“Mornese in uscita”, en la línea de la Evangelii gaudium, con la pasión del da mihi animas cetera tolle.
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Ir a las periferias es para nosotras creer que éstas son espacios privilegiados de evangelización
donde poder anunciar con alegría a Jesús. Con la fuerza de Espíritu, verdadero protagonista de la
misión, podemos interponer una cultura alternativa, ir a los jóvenes más pobres no sólo como desafío
sino como portadores de valores. La cultura juvenil es una periferia muy interesante que nos espera
siempre. ¿Creemos que nosotras también podemos ser evangelizadas por ellos?
Quisiera compartir con vosotras lo siguiente. Con frecuencia hemos hablado de conversión al amor.
La Evangelii gaudium nos orienta a la conversión pastoral, de la cual la Iglesia y el Instituto tienen
necesidad en este tiempo de cambio de época.
“Hay que salir de las propias comodidades y tener el valor de llegar a todas las periferias que
necesitan la luz del Evangelio”: “todos estamos llamados a esta nueva “salida misionera”. (EG n. 20).
Se trata “de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” y que
empuja a ponernos en un “permanente estado de misión.” (EG n. 25)
Hay implicaciones inevitables para que esto ocurra y que nos inquietan: comprometernos con mayor
decisión y convicción en una formación sólida, sintiéndonos responsables del sí dicho a Jesús con
plena libertad y con corazón enamorado; dar calidad evangélica a las relaciones, sintonizando con el
amor del Padre que ayuda a construir casa donde Él se manifiesta a través de personas y
situaciones; crear comunidad donde vibra la comunión entre quien educa anunciando a Cristo a los
jóvenes, entre consagradas y laicos, entre adultos y jóvenes, y los jóvenes entre sí.
Es importante trabajar mucho porque el Reino de Dios está sufriendo los dolores del parto, pero es
también necesario mirar cómo, con quién y para quién trabajamos. No estamos llamadas a una
pastoral de conservación manteniendo en vida estructuras y obras, sino a una conversión pastoral
que es otra cosa. Urge, en efecto, un testimonio, personal y comunitario, apasionado por el Reino de
Dios que sea visible, profético. Recordemos de qué manera don Bosco insistía para que los jóvenes
no sólo fueran amados, sino que sintieran que lo eran.
Preguntémonos: ¿qué lugar ocupan las jóvenes y los jóvenes más necesitados en nuestro corazón y
en nuestras realidades educativas?
Un aspecto importante para nosotras FMA es emprender con ánimo esta conversión con el estilo de
María. Mirándola a ella, explicita la Exhortación apostólica, creemos de nuevo en la fuerza
revolucionaria de la ternura y del afecto (cf EG n. 288). Nosotras podemos añadir: de la
amorevolezza salesiana. Este aspecto nos caracteriza y nos hace conscientes de que deberemos
vivir con alegría la dimensión materna y generadora de la que María es el modelo. Os invito a
agradecerle su presencia en nuestra vida, en cada acción nuestra, y a hacerlo con un corazón lleno
de amor. El amor nos hace agradecer los dones recibidos, y son muchos. «La alegría del Evangelio
brota de un corazón pobre, que sabe exultar y maravillarse de las obras de Dios, como el corazón de
la Virgen, a la que todas las generaciones llaman “bienaventurada” (cfr Lc 1, 48)» (Mensaje del Papa
para la XXIX JMJ).
Concluyo esta circular expresando el agradecimiento a cada FMA, a las hermanas mayores y
enfermas que representan la puerta del futuro mediante la entrega del carisma a las jóvenes
generaciones. Es ésta una cadena formada por muchos eslabones que durará en el tiempo. El futuro
nace siempre de las raíces. Cuanto más profundas son, más consistente será el dinamismo de
crecimiento en cualquier estación de la vida. Ayudémonos a vivir la alegría y a expresarla en la fiesta
de la vida, también cuando está envuelta en el misterio pascual, en su dimensión de sufrimiento y de
apertura a la nueva vida que siempre está germinando en cada persona y en cada una de nosotras.
Es una manera de prepararnos al Bicentenario del nacimiento de don Bosco, el santo que hacía
consistir la santidad en “estar siempre alegres”.
Se trata de una alegría profunda porque, como deja intuir la Madre Mazzarello en sus cartas a las
primeras comunidades de misioneras de América Latina, es una alegría que nace de una relación
profunda con Jesús, de una vida heroica en la normalidad de lo cotidiano, animada por sencillez y
benevolencia fraternas, por el ardor de anunciar la buena noticia del Evangelio. Es el terreno fértil
que ha dado ricos frutos de santidad: la Beata Laura Vicuña, el Beato Ceferino Namuncurá y el Beato
Artémides Zatti.
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Envío un gracias a las comunidades educativas, en particular a los jóvenes, por la aportación que
pueden dar a fin de que alegría y fiesta formen el clima de familia, de casa que evangeliza, que se
hace lugar de anuncio y propuesta vocacional.
Deseo expresar en nombre de todas vosotras, queridas hermanas, un gracias profundo al Rector
Mayor don Pascual Chávez Villanueva y a los Consejeros generales, con los que he compartido la
responsabilidad y la alegría de animar la Congregación y la Familia Salesiana en estos doce años. A
los Hermanos participantes en el CG 27 aseguro la oración de todas las FMA y auguro una feliz y
fecunda experiencia de Espíritu Santo por la vitalidad del carisma en cada parte del mundo.
En este tiempo privilegiado en el que nos intercambiamos recíprocamente el gracias, me atrevo a
pediros con corazón de madre un regalo: estar abiertas a la novedad del Espíritu, para que en
nuestro corazón y en nuestras comunidades pueda brotar el agua viva del carisma, la alegría de
pertenecer a nuestra Familia religiosa y la fecundidad misionera del anuncio a las jóvenes y a los
jóvenes en mayor dificultad. ¿No es quizás ésta la puerta que en el futuro introducirá a las nuevas
generaciones y suscitará también nuevas vocaciones para la Iglesia, para nuestro Instituto, para la
Familia Salesiana?
Queridas hermanas, os agradezco los generosos gestos de solidaridad que nos han llegado y que
permitirán reestructurar los ambientes dedicados a Laura Vicuña, tanto en Junín de los Andes como
en Bahía Blanca, y responder a las necesidades más urgentes de la misión del Instituto con particular
atención a los jóvenes más pobres.
Que María, Mujer de la alegría y de la fiesta, Mujer del primer paso en salida misionera hacia su
prima Isabel y hacia cada hijo suyo e hija que Jesús le confía, sea para nosotras modelo de apertura
misionera. Siempre, también nosotras, tenemos “Isabeles” que esperan nuestra llegada, nuestra
ayuda para compartir alegría y fiesta con un corazón lleno del espíritu del Magníficat.
Que la bendición del Señor llegue a vosotras y os dé la profunda alegría de quien se siente amada y
envuelta con Su ternura.
Os deseo una feliz y santa Pascua a todas vosotras, a vuestras familias, a la Familia salesiana y a
los jóvenes. Que el gozo de Jesús resucitado llene vuestra vida.
Roma, 24 marzo 2014
Afma Madre
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