Problema del mal
Dentro de la filosofía de la religión, el problema del mal es el problema de conciliar la existencia del mal y del sufrimiento en el mundo con la existencia de una deidad que sea omnisciente, omnipresente, omnipotente y omnibenevolente (véase teísmo). Un argumento del mal intenta demostrar que la coexistencia del mal y tal deidad es imposible o improbable. Los intentos por afirmar lo contrario han sido discutidos tradicionalmente con el nombre de teodicea. Hay además muchas discusiones sobre el mal y problemas relacionados en otros campos filosóficos, tales como la ética secular o la ética evolucionista, pero en el sentido ordinario se trata dentro del contexto teológico.¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?Se ha dado un gran rango de respuestas para el problema del mal. Estos incluyen la explicación de que los actos de creación de Dios expresados en el Pentateuco y sus actos de juicios son los mismos. Algunos cristianos creen que la condenación del mal por Dios fue ejecutada y expresada en la creación del mundo; un juicio que es inexorable debido a la omnipotencia de Dios, voluntad increada; un constante y eterno juicio que será anunciado y comunicado a las personas en el Juicio Final. En esta explicación (predestinación), Dios se le estima benévolo debido a que su ajusticiamiento del mal es un buen juicio. Otras explicaciones incluyen considerar al mal como el resultado de un abuso del libre albedrío de las criaturas de Dios, la postura de que se requiere sufrimiento para el crecimiento espiritual, y escepticismo respecto a la habilidad de los humanos para entender las razones de Dios para permitir la existencia del mal. La idea de que el mal provenga de un mal uso de la libre voluntad podría también ser incompatible con una deidad que conoce todos los eventos futuros, ya que eliminaría nuestra capacidad de ""hacer otra cosa"" en cualquier situación y por tanto el libre albedrío (véase el argumento del libre albedrío).