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HOMILÍA E EL 50 A IVERSARIO HERMA DAD DE LA SOLEDAD Y SAGRADO DESCE DIMIE TO S. Iglesia Catedral, 7 de noviembre de 2009 Sr. Párroco de Santiago y sacerdotes concelebrantes; Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Pontificia y Venerable Hermandad de tra. Madre y Señora de la Soledad y Sagrado Descendimiento de tro. Señor Jesucristo; queridos cofrades y hermanos/as todos: Después de la muerte de Jesús en la cruz, “José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, .. discípulo de Jesús aunque en secreto, por miedo a los judíos, que también esperaba el Reino de Dios, tuvo la valentía de entrar donde Pilatos y pedirle autorización para retirar el cuerpo de Jesús; comprando una sábana” preparó el descendimiento y posterior sepelio de Jesús “Fue también icodemo con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Después de descolgarle tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. Y lo pusieron en un sepulcro nuevo excavado en la roca”. Estaban presentes María Magdalena, María la madre de Santiago y José, María la madre de los hijos de Zebedeo, su Madre”, el discípulo amado y “ a distancia .. otras mujeres y muchos conocidos”. (Cf Mt 27,55-60; Mc 15, 40-46; Lc 23, 49-53; Jn 19, 38-42) Ésa es la escena del Evangelio que recoge vuestra Hermandad. Vamos a centrarnos en ella en esta celebración Pontifical para conmemorar el 50º aniversario de su fundación. Y me váis a permitir pedirle a Nicodemo que nos ayude a reflexionar juntos sobre este misterio grande del descendimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Ante esta sagrada imagen de Nuestro Señor, pendiendo de la Cruz, lo primero que viene a nuestra mente son las palabras que la tarde antes, respondiendo a Tomás, dijo a los Apóstoles en el solemne sermón después de la Cena: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. (Jn 14, 6) LA VERDAD 1 “Yo soy la verdad”. Y “¿qué es la verdad? -dirá Pilatos-. Nuestro Señor calla y se entristece al ver la ceguera de aquél que tiene delante. ¿Qué verdad nos muestras, Tú, Señor, descendiendo de la Cruz?. Profundizando en el por qué de su muerte descubrimos que han sido nuestros pecados lo que le han llevado hasta ahí. Él, siendo Dios, se ha hecho esclavo por amor. Un hombre -Adán- se elevó sobre un árbol para desafiar a Dios y hoy vemos al mismo Dios -Jesús- que ha bajado de otro árbol en busca del hombre. Ha descendido a lo más bajo. Por eso lo primero que vemos en Él es al hombre caído, descendido desde la inocencia primera a la degradación del pecado, desde la amistad con Dios a ser separado de Él. Por tanto lo primero que nos muestra -a la luz nosotros mismos. Es esa luz la que nos lleva a realidad pecadora. Sólo esta luz puede hacernos nosotros y, de este modo, ver todo lo que debe Sólo bajo esta luz podemos ver nuestras culpas relación con Dios. de Dios- es la verdad sobre conocer la verdad de nuestra entender cuánto mal hay en ser renovado, transformado… y la insuficiencia de nuestra Por eso la primera reacción ante esta verdad no es lavarnos las manos, sino confesar nuestros pecados, mostrando ante el Señor la realidad de nuestra debilidad y desnudez, propia del hombre caído. Pero, a su vez, sabemos que para nuestro Dios no hay verdad sin amor. Pues esa verdad del descendimiento es fruto del máximo amor de nuestro Dios por nosotros. Por eso la gran verdad del descendimiento es que nuestro Dios no nos ha dejado solos con nuestros pecados; Él no se retira ni siquiera cuando nuestra relación con Él está obstaculizada, sino que viene y nos toma de la mano. De esta forma, cada vez que sacamos nuestros pasos a la calle lo primero que hacemos es testimoniar la bondad de Dios, es dar gracias a Dios, glorificar a Dios. Y eso es evangelización: anunciar al mundo la buena noticia del perdón. Que este Dios al que tantas veces le robamos su gloria no nos paga como merecen nuestros pecados, sino que nos da lo más divino que existe en este mundo: el perdón. Lo escuchamos el día de Pentecostés, cuando San Pedro, en su discurso, si por una parte acusa la culpa de las personas —“renegasteis del Santo y del justo .. matasteis al Jefe que lleva a la Vida” (Hec 3, 14-15), al mismo tiempo les dice: “pero Dios lo ha resucitado” .. “convertíos para que se os perdonen vuestros pecados .. a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación..” (Hec 3, 19-20). “Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.» (Hec 3, 26) 2 Es decir, Jesús ha resucitado y os ama... os llama a ser suyos mediante el arrepentimiento -la conversión- y el bautismo, e insertaros así en la comunión de su Cuerpo. A la luz, pues, -como nos dice San Pablo- del “evangelio de la gloria de Dios” (cf 1 Tim 1,11), la confesión de la fe es un anuncio de Dios, “confesar” se convierte necesariamente en “anunciar” a Dios; y anunciar a Dios es “evangelizar” y, de este modo, renovar el mundo. Ahora se entiende lo que Jesús afirmó a Nicodemo: que “tanto amó Dios al mundo que ha enviado a su Hijo no para condenar al mundo sino para salvarlo por Él”. (cf Jn 3, 16-17) El CAMINO Pero ¿cómo se realiza la salvación?. ¿Cuál es el “camino”?. “Yo soy el camino” recordamos que nos ha dicho el Señor. Por tanto, el descendimiento ilumina el camino que el hombre debe recorrer para recuperar su altura -su grandeza-, que no está precisamente en desobedecer a Dios comiendo del árbol de la soberbia, sino que se encuentra en el árbol de la cruz. Y es del árbol de la cruz de donde desciende la sabiduría para el hombre. Es ese árbol el que nos da el fruto precioso de la humildad. Es ese árbol el que nos ilumina y nos grita que el hombre para encontrase a sí mismo debe bajar, reconocer que él no es Dios. Que él es criatura. Que el universo no es suyo, ni la creación, ni la vida es del hombre: es de Dios; somos de Dios, en nuestro origen, en nuestra persona, en nuestro destino. Ahora, como Nicodemo, podemos entender eso de “nacer de nuevo”. Sin nada vino Jesús al mundo, y sin nada marcha de él; hasta el sepulcro es de otro ... cavado en la roca, sin ser usado de nadie, .. como un nuevo “seno virginal”. Ahora, a las puertas del sepulcro, podemos entender, Señor, lo que querías decir cuando nos hablabas de un nuevo nacimiento. Ya sé, Señor, lo que nos pides: morir a nuestro yo para poder nacer del Espíritu ... El mismo camino que le indicaste a Zaqueo cuando lo invitaste a “bajar pronto del árbol pues querías alojarte en su casa”. (cf Lc 19, 5) Eso es lo que quieres, Señor, en tu descendimiento: encontrarte conmigo, decirme de nuevo, ¡ánimo, no tengas miedo!. Dios no está lejos, no está al otro lado del océano o en estos espacios inmensos del universo. Está en tu corazón y en tus labios. Dios está cerca; no son necesarias complicadas expediciones espirituales para llegar a Él, ni arriesgadas aventuras. “No digas en tu corazón: ¿quién subirá al cielo .. para hacer bajar a Cristo?.. O bien: ¿quién bajará al abismo .. para hacer subir a Cristo de entre los muertos?. La fe nos dice: Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón .. Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, te salvarás. Pues con el corazón se cree para conseguir 3 la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación”. (Rm 10, 6-10) Dios está cerca por la fe; está en ti y contigo; está en tu corazón, y por la confesión, en tus labios: ése es el Camino que tienes que recorrer. LA VIDA ¡Qué paradoja, Señor, contemplar tu descendimiento, tu verdad y tu camino y a su vez recordar esas palabras de “Yo soy la Vida”!. Pero es precisamente en su descendimiento donde el Señor muerto nos habla de la Vida. Mira a Nicodemo y a José de Arimatea cómo han perdido el miedo y la vergüenza de que lo identifiquen como discípulos de Jesús. Mira, cómo tienen preparados los paños para limpiar su cuerpo y la sábana con ungüentos y perfumes para envolverlo. Si a Cristo descendido hay que envolverlo en una sábana limpia y ungirlo con óleos, bálsamos y aromas, también al hombre caído hay que “ungirlo” para ser curado y para recuperar la vida. Los sacramentos nos ungen y nos dan la vida. Son signos de santificación dejados por Cristo. A través de ellos participamos en ese misterio de amor que nos muestra el descendimiento. El mismo Señor nos unge en el Sacramento de la Penitencia con el perdón y la alegría y nos devuelve la túnica blanca que nos puso en nuestro Bautismo. Él mismo nos unge con la gracia y el amor que recibimos en la Eucaristía. Él mismo nos unge con el Espíritu de fortaleza por la Confirmación. Él nos unge con el bálsamo de la Unción de los enfermos y sella el amor con el vínculo del Matrimonio. Él nos unge con el Espíritu Santo y se hace presente en y a través del Sacramento del Orden. Madre de la Soledad Él mismo nos ha dado a esa bendita Madre de la Soledad, imagen de la Iglesia, para que Ella nos lleve de la mano al médico que da la Vida Eterna. Porque “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3) Que nosotros hoy, como San Juan, Nicodemo y José de Arimatea nos pongamos bajo su protección para que Ella nos consuele en la soledad que tantas veces experimentamos en nuestra vida. En definitiva, vivamos hoy nuestro aniversario con el espíritu de María ante el descendimiento de su Hijo; con veneración, respeto y recogimiento. Que el traslado procesional sea un acto de humildad agradecida de reconocer que de ese Cadáver descendido de la Cruz, donde Dios en Jesús ha muerto de forma ignominiosa, nosotros reconocemos que nos ha venido la salvación. Contemplando el descendimiento nosotros descubrimos que Dios se da gratuitamente. Las cosas más grandes de la vida —Dios, amor, verdad— son gratuitas. Dios 4 se da en nuestro corazón. No hacen falta grandes dones materiales ni intelectuales para estar cerca de Dios. Dios se da gratuitamente en su amor: esto es lo que queremos manifestar esta tarde cuando sacamos por las calles de Jerez esta maravilloso misterio del descendimiento. Que así sea. + José Mazuelos Pérez Obispo de Asidonia-Jerez 5