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VIA CRUCIS 2014.
EL CAMINO DE LA VIDA Y DE LA
ESPERANZA.
Introducción:
Lectura del santo evangelio según san Juan (14, 1-6)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed
también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a
prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré
y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis
también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice: -«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo
podemos saber el camino? » Jesús le responde: -«Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por
mí.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Meditación introductoria:
Amadísimos hermanos:
Juan XXIII dijo en el Ángelus del 25 de diciembre de 1962:
El que ha nacido en Belén es humilde y manso de
corazón; pobre e inocente; es el promotor de la paz y
por ella se dispone ya al sacrificio supremo. Este es el
camino trazado por Cristo; y esta es la ruta de todo
2
hombre que acoge el mensaje divino con pronta
adhesión, con derroche de esfuerzos y generosidad
personal.
Vamos a seguir con fe el Camino trazado por Cristo, este
camino que emprendemos precedidos por la Cruz gloriosa
del Señor, es el camino de la humanidad que avanza
recorriendo su historia dramática en la que es preciso
anunciar el gozo del Evangelio.
Nuestra(o) Via Crucis es contemplación agradecida del dolor
que salva pero es también anuncio del gozo de Jesús que no
sucumbe bajo el peso de la Cruz sino que la hace bandera de
vida.
Jesús que no se queda en las caídas, sino que se levanta con
toda la humanidad, que no se queda en el rostro que guarda
la verónica, sino que se une al rostro doliente de todos, que
no se limita a consolar a las mujeres de Jerusalén, sino que
les propone la misión de llevar a todos la esperanza y la
fortaleza.
Comenzar un camino como este es decidirse a hacer de la
Ruta de la Cruz una suma de oportunidades que nos
muestran que la muerte es vencida por la vida, que el odio es
superado por el amor, que la humanidad entera está
destinada a encontrar tras las espinas del camino, la aurora
de la Pascua del Cordero inmolado que ha sido glorificado.
Al borde de este camino nos aguarda el rostro de nuestros
hermanos. Jesús en su camino hacia la cruz encontró a
muchos que salieron a verle pasar. Para todos hubo una
mirada de misericordia, para todos una palabra de aliento,
para todos una voz de esperanza.
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Que también en nuestro camino encontremos estas voces de
esperanza y de consuelo, para que lleguemos, al final al
corazón mismo del Redentor que nos espera, abierto y
luminoso, para acoger en su único amor a toda la
humanidad. La Madre del Señor nos ayude a seguir las
huellas del Amado como lo hizo ella.
Marchemos en paz.
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Primera estación:
LA JUSTICIA.
(Jesús es condenado a muerte)
Lectura del Evangelio según san Marcos (15, 12-13.15)
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué
hago con el que llamáis rey de los judíos?» Ellos gritaron
de nuevo: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la
gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo,
lo entregó para que lo crucificaran.
Meditación:
En un mundo lleno de injusticias, el proceso contra Jesús se
rige por las leyes humanas, pero está colmado de falsedades,
de acusaciones, de amargas actitudes de quienes no resisten
la palabra misericordiosa del Divino Maestro, de quienes no
fueron capaces de aceptar que la bondad de Dios se hiciera
también perdón y compasión para con el que cae en el
abismo del pecado. Quiera el Señor ayudarnos a construir
un mundo justo, que ame la verdad como principio, que
busque la justicia como la capacidad de mirarlo todo con los
ojos misericordiosos de Jesús.
Plegaria:
Mira, Señor de la Sentencia, el dolor profundo de quienes
claman justicia, de quienes esperan misericordia. Que no nos
lavemos las manos ante el dolor del mundo, sino que
emprendamos el camino que nos recuerda que al final de
nuestros días seremos juzgados en el amor.
Pedimos perdón: por tantas veces que hemos actuado sin
misericordia.
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Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
quienes han querido sepultar la obra que en nombre de Dios
quieren realizar los discípulos de la verdad.
Por mí, Señor inclinas
el cuello a la sentencia,
Que a tanto la clemencia
pudo llegar de Dios.
Oye el pregón, oh Madre,
llevado por el viento
Y al doloroso acento,
ven del amado en pos.1
OH PRINCIPE ABSOLUTO DE LOS SIGLOS2
Oh Príncipe absoluto de los siglos,
oh Jesucristo, Rey de las naciones:
te confesamos árbitro supremo de las mentes y de los corazones.
Oh Jesucristo, Príncipe pacífico,
somete a los espíritus rebeldes,
y haz que encuentren
rumbo los perdidos,
y que en un solo aprisco
se congreguen.
Para eso pendes
de una cruz sangrienta
y abres en ella tus divinos brazos;
para eso muestras
en tu pecho herido
tu ardiente corazón atravesado.
Glorificado seas, Jesucristo,
que repartes los cetros de la tierra;
y que contigo y con tu eterno Padre
glorificado el Espíritu sea. Amén.
Vidal. Vía Crucis, enraizado definitivamente en la tradición colombiana.
La totalidad de los Himnos que acompañan esta Via Crucis han sido tomados del
Himnario de la Liturgia de las Horas de España.
1
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Segunda estación:
LA ALEGRÍA.
(Jesús con la cruz a cuestas)
Lectura del Evangelio según san Juan (19, 16-17)
Entonces [Pilato] se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al
sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota).
Meditación:
Nos hemos acostumbrado a mirar la cruz con terror, a pensar
que hay que llevarla como un peso dramático que cae sobre
nuestra vida y nos abruma. Cuánto ganaría el mundo si
asimilara esta bandera de esperanza a la tabla de salvación a la
que el náufrago se aferra con un gozo infinito, o con la alegría
de saber que sobre el arroyo turbulento de la vida se ha tendido
un sólido madero que nos permite alcanzar la orilla en la que
reina la paz. Esa es la cruz a la que se abraza Jesús, ese es el
madero que él mismo lleva para que en él encuentren salvación
y esperanza todos los que sigan sus pasos.
Plegaria:
Danos, Señor, la alegría de abrazar la cruz con esperanza, haz
que podamos tender gozosos sobre los abismos del mundo el
mismo leño santo que llevaste con amor, que abrazaste con la
plena convicción de que era el trono de la misericordia y que
sería en adelante la bandera con la que tú mismo anuncias la
derrota del pecado y del dolor.
Pedimos perdón: por no haber comprendido que la cruz se ha
vuelto bandera de esperanza, puente entre Dios y los hombres,
escala por la que se llega a la vida verdadera.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
cuantos han despreciado el madero santo en el que se nos
regaló la vida y a cuantos al despreciarla han colmado de
dolores a los que la siguen como bandera de paz y de alegría.
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Esconde, Justo Padre,
la espada de tu ira
y al monte humilde mira
subir el Dulce Bien.
Y tú, Señora gime,
cual tórtola inocente
que tu gemir clemente
le amansará también.
En la cruz está la vida y el consuelo
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor
de cielo y tierra,
y el gozar de mucha paz,
aunque haya guerra;
todos los males destierra en este suelo,
y ella sola es el camino para el cielo.
Hermano, toma la cruz,
con gran consuelo,
que ella sola es
el camino para el cielo.
El alma que a Dios está toda rendida,
y muy de veras del mundo desasida,
la cruz le es árbol de vida
y de consuelo, y un camino deleitoso para el cielo.
Después que se puso en cruz
el Salvador, en la cruz está la gloria y el amor,
y en el padecer dolor vida y consuelo,
y el camino más seguro para el cielo.
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Tercera estación:
LA MISERICORDIA.
(Jesús cae por primera vez)
Lectura del Evangelio según san Mateo (11, 28-30)
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo
os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y
mi carga ligera».
Meditación:
En el corazón de nuestro pueblo hay un amor entrañable por
Jesús Caído e inspira tanto amor su figura doliente que yace
postrada sobre la Vía Dolorosa. Más el primero que tuvo
compasión fue el mismo Jesús, el que llevando sobre sí el yugo
de nuestras penas, ha querido asumir el cansancio de todos, las
penas que agobian la vida de tantos hermanos, el dolor de
tantos que han perdido el horizonte de sus vidas. Manso y
humilde de corazón, ha sabido vencer la soberbia de tantos con
su misericordia, con su amor. Esa misericordia es la que
necesitamos hoy, la que se hace amor entregado y la que cura y
sana de verdad.
Plegaria:
Jesús misericordioso, caído por nosotros, ayúdanos a
comprender que cuando te imitamos a ti, manso, humilde,
compasivo, estamos colmando de esperanza a los cansados y
agobiados que sólo en tu amor encontrarán la paz y la alegría
verdadera.
Pedimos perdón: por no acercarnos con amor a quienes caen
bajo el peso del dolor.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
quienes a lo largo de los siglos han querido impedir la llegada
de la misericordia iluminada con la fe a los que sufren.
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Oh pecador ingrato,
ves a tu Dios caído,
ven a llorar herido
de contrición aquí.
Levántame a tus brazos,
oh bondadoso Padre,
ve de la tierna Madre,
llanto correr por mí.
MI CRISTO
Mi Cristo, tú no tienes
la lóbrega mirada de la muerte.
Tus ojos no se cierran:
son agua limpia donde puedo verme.
Mi Cristo, tú no puedes
cicatrizar la llaga del costado:
un corazón tras ella
noches y días me estará esperando.
Mi Cristo, tú conoces
la intimidad oculta de mi vida.
Tú sabes mis secretos:
te los voy confesando día a día.
Mi Cristo, tú aleteas
con los brazos unidos al madero.
¡Oh valor que convida
a levantarse puro sobre el suelo!
Mi Cristo, tú sonríes
cuando te hieren, sordas, las espinas.
Si mi cabeza hierve,
haz, Señor, que te mire y te sonría.
Mi Cristo, tú que esperas
mi último beso darte ante la tumba.
También mi joven beso
descansa en ti de la incesante lucha. Amén.
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Cuarta estación:
LA TERNURA.
(Jesús encuentra a su Madre)
Lectura del Evangelio según San Juan (2, 1-5)
Había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba
allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la
boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo: «No les queda
vino». Jesús le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha
llegado mi hora». Su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo
que él diga».
Meditación:
No nos parezca extraño que en la cuarta estación, en el
“encuentro” de Jesús con María, recordemos este pasaje de las
Bodas de Caná. Aquí también hay mucho de ese día, pues “La
Madre de Jesús está allí, en el camino doloroso del Hijo que
marcha hacia sus Bodas con la Iglesia, hacia su sacrificio que es
alianza. La Madre llena de ternura esta escena. Sin Madre es
imposible la vida, sin esa dulzura oculta tras el velo de lágrimas
de la Virgen Dolorosa, este camino de Jesús hubiera sido más
duro, más doloroso. Ella llena de esperanza este día, ella nos
recuerda que ha llegado la hora de su Hijo y que solo nos queda
hacer como Ella “lo que él diga”.
Plegaria:
Señor Jesús, por el amor con el que tu Madre Santísima se hace
solidaria no solo en tu camino doloroso, sino en todos los
momentos de la vida, te pedimos que nos ayudes a sentir como
Ella, a amar como Ella, a dejar que tu amor cambie el agua sin
sabor del cántaro de nuestro corazón, en vino de esperanza que
nos colma de ternura y de paz.
Pedimos perdón: por haber olvidado que las Madre son las
primeras y las mejores maestras de las virtudes cristianas.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
cuantos, por ignorancia, han desconocido el justo papel con el
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que María, Madre y Maestra, ha participado en la historia de la
salvación.
Cercadla, Serafines,
no caiga en desaliento,
no muera en el tormento
la rosa virginal.
Oh acero riguroso,
deja su pecho amante,
vuélvete a mi cortante
que soy el criminal.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore yo con ansias tantas
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo vaya mi alma
a su eterna gloria.
Amén.
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Quinta estación:
LA CARIDAD.
(El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz)
Lectura del Evangelio según san Lucas (23, 26)
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de
Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que
la llevase detrás de Jesús.
Meditación:
Qué difícil es definir la verdadera caridad. La confundimos con
actos
benéficos,
con
acciones
que
buscan
sanar
momentáneamente las situaciones de dolor que se viven en la
humanidad. La verdadera caridad toma la cruz y la lleva detrás
de Jesús para que las manos del Maestro Divino sigan
socorriendo a quienes sufren, sigan sanando el corazón doliente
de tantos, sigan prodigando amor y esperanza. Él es el primero,
nosotros simplemente lo seguimos, queriendo encontrar en cada
hermano una oportunidad para hacer concreto el amor. Sólo
imitaremos a Simón de Cirene cuando dejemos que sea Jesús el
modelo de un amor vivo, de una caridad que es más lo que
recibe que las cosas pasajeras que puede dar.
Plegaria:
Señor Jesús: danos un corazón que sepa encontrarte a la vera
del camino y que sepa llevar la cruz de nuestros hermanos sin
ostentación, sin orgullo, con la generosidad simple de aquel
hombre que te ayudó a llevar la cruz para que tú siguieras
bendiciendo a la humanidad con tu amor providente.
Pedimos perdón: por ignorar tantas veces al que sufre y olvidar
a la vera del camino a quienes nos reclaman amor verdadero.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
quienes han impedido que llegue a tantos al amor desinteresado
de los discípulos de Jesús que quieren llevar la cruz del mundo.
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Toma la cruz preciosa
me está el deber clamando
Tan generoso cuando
delante va el Señor,
Voy a seguir constante
las huellas de mi Dueño,
Manténgame el empeño,
Señora, tu favor.
PASTOR, QUE CON TUS SILBOS AMOROSOS
Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño:
tú que hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero ¿Cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados? Amén.
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Sexta estación:
LA COMPASIÓN.
(La Verónica enjuga el rostro de Jesús)
Lectura del profeta Isaías (53, 2-3)
Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los
hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a
sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y
desestimado.
Meditación:
El Rostro, el Divino Rostro viene ahora a nuestro encuentro en
este camino de esperanza y de fe. Lo extraño es que el creyente
no se fije en la hermosura pasajera que tantos buscan, sino en
aquella faz colmada de oprobios, en aquella mirada hundida en
el silencio, en aquellas espinas que forman trenzadas una
extraña corona. Esta es la Santa Faz que nos ilumina el camino.
La veremos gloriosa en Pascua, pero por ahora es el rostro de
todos los que sufren, es la mirada doliente de todos los que nos
piden ser mirados con una compasión que se comprometa a
seguir luchando para que aparezca una sonrisa de esperanza en
tantos que se parecen tanto a Jesús en su hora de dolor.
Plegaria:
Jesús amado: quién pudiera ser aquella persona que la tradición
piadosa puso en tu camino. Qué bueno fuera que tu imagen
doliente, la que sigue grabada en el rostro de tantos hermanos,
con nuestra ayuda, así sea la más pequeña, se transforme en el
rostro del gozo y de la esperanza para todos.
Pedimos perdón: por no haber acogido con amor verdadero el
sufrimiento de tantos que reflejan el dolor de Cristo en sus
vidas.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
cuántos han querido manchar con el odio el rostro amoroso de
la gran familia de los discípulos de Jesús.
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Tu imagen, Padre mío,
ensangrentada y viva
mi corazón reciba,
sellada con la fe.
Oh, reina de tu mano,
imprímela en mi alma
y a la gloriosa palma
contigo subiré.
QUÉ TENGO YO, QUE MI AMISTAD PROCURAS.
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno a oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuantas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuanto amor llamar porfía»!
Y ¡cuántas, hermosura soberana:
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana! Amén.
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Séptima estación:
LA FRATERNIDAD.
(Jesús cae por segunda vez)
De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2, 6-8)
«El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando
condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí
mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz».
Meditación:
La fraternidad incluye la participación en la vida, en las luchas,
en los esfuerzos de aquellos a los que llamamos hermanos, no
solo por los lazos de la sangre sino por la misma condición de
ser humanos. Jesús Caído otra vez en el camino entiende que su
misión debe llegar hasta la más profunda realidad de sus
hermanos y que esta humillación sufrida con amor se hace
solidaria con las innumerables sufridas por los que él mismo ha
de llamar hermanos. La fraternidad exige que aprendamos a
unirnos para valorar la vida, para respetar la creación, para
reconocer en los otros a los que Jesús con su abajamiento elevó
a la condición de hermanos.
Plegaria:
Jesús Caído, que levantas a los caídos, te rogamos que nos
enseñes a encontrar en cada ser humano la huella de tu
presencia y a ver en cada persona tu misma mirada, tú mismo
amor. Que podamos construir una humanidad más fraterna,
más llena de amor, más llena de ti.
Pedimos perdón: por cuantas veces hayamos hecho tropezar y
caer a nuestros hermanos con nuestras actitudes.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
cuantos han puesto obstáculos a la acción evangelizadora de la
Iglesia que busca construir una humanidad más fraterna.
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Yace el divino dueño,
segunda vez postrado
Deteste yo el pecado
herido en contrición.
Oh, Virgen pide amante,
que borre tanta ofensa
Misericordia inmensa,
pródiga de perdón.
HEME, SEÑOR
Heme, Señor, a tus divinas plantas,
baja la frente y de rubor cubierta,
porque mis culpas son tales y tantas,
que tengo miedo a tus miradas santas,
y el pecho mío a respirar no acierta.
Mas ¡ay!, que renunciar la lumbre hermosa
de esos divinos regalados ojos
es condenarme a noche tenebrosa;
y esa noche es horrible, es espantosa
para el que gime ante tus pies de hinojos.
Dame licencia ya, Padre adorado,
para mirarte y moderar mi miedo;
mas no te muestres de esplendor cercado;
muéstrate, Padre mío, en cruz clavado,
porque solo en la cruz mirarte puedo. Amén.
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Octava estación:
LA FIDELIDAD.
(Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él)
Del Cantar de los Cantares (3, 2-3)
Pensé: «Me levantaré e iré por la ciudad, por las calles y las
plazas, buscando al que ama mi alma». Lo busqué, pero no lo
hallé. Me encontré con los guardias que rondan la ciudad, y
les pregunté: «¿Habéis visto al que ama mi alma?»
Meditación:
Las Mujeres en la Sagrada Escritura son extraordinarias. Como
heroínas del Antiguo Testamento, edificaron y sostuvieron la
esperanza de Israel, animaron y acompañaron los pasos de
aquella porción de la humanidad que había recibido la
Revelación. Eva, Sara, Raquel, Rut, Judit, Esther…nombres dulces
que anticipan la nobilísima acción de las que ahora salen al
encuentro de Jesús, de las que, como dice el Evangelio, le
ofrecieron el tributo piadoso de sus lágrimas y la compasiva
expresión de su solidaridad. Así son ellas, así son todas: Madres,
esposas, hijas, hermanas, sabias, humildes, consagradas,
misioneras, trabajadoras. Ellas saben de amor y Jesús lo sabe.
Plegaria:
Jesús bondadoso, que aprendamos la lección de respeto y
dignidad que tú nos propones. Que se nos conceda aprender a
tratar a las mujeres con aquel amor tuyo que, lleno de dulzura,
supo consolar a las que querían consolarte. Amén.
Pedimos perdón: por las ofensas inhumanas con las que el
mundo de ayer y de hoy ha herido el corazón bondadoso de las
mujeres.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
quienes han profanado el Santuario de la vida de tantas madres,
esposas, hijas, hermanas con los crímenes del aborto y de la
violencia.
19
Al suelo derribado
tercera vez el fuerte
Nos alza de la muerte
a la inmortal salud.
Mortales que otro exceso
pedimos de clemencia
No más indiferencia,
no más ingratitud.
YA NO TEMO, SEÑOR, LA TRISTEZA
Ya no temo, Señor, la tristeza,
ya no temo, Señor, la soledad;
porque eres, Señor, mi alegría,
tengo siempre tu amistad.
Ya no temo, Señor, a la noche,
ya no temo, Señor, la oscuridad;
porque brilla tu luz en las sombras,
ya no hay noche, tú eres luz.
Ya no temo, Señor, los fracasos,
ya no temo, Señor, la ingratitud;
porque el triunfo, Señor, en la vida
tú lo tienes, tú lo das.
Ya no temo, Señor, los abismos,
ya no temo, Señor, la inmensidad;
porque eres, Señor, el camino
y la vida, la verdad.
20
Novena estación:
LA CONSTANCIA.
(Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz)
Lectura del la segunda carta del apóstol san Pablo a los
Corintios (5, 19-21)
Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha
confiado el mensaje de la reconciliación (…) En nombre de
Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no
había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que
nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios.
Meditación:
El Amor es eterno y nunca cesa, del mismo modo que nunca
cesará la misericordia Divina, del mismo modo que el amor de
Dios se seguirá inclinando ante las caídas del hombre para darle
a cada ser humano una razón para vivir y para esperar. Esta
tercera caída nos hace pensar en la Constancia con la que la
Iglesia acude a rescatar de las tinieblas de la Ignorancia a
quienes yacen en sombras de muerte, a quienes no conocen la
fuerza del amor verdadero. Por eso ahora pensamos en los
grandes misioneros y en quienes, sin perder la confianza, siguen
insistiendo en la tarea de llevar el Evangelio con gozo y
esperanza.
Plegaria:
Danos, Señor, un corazón dócil a todo dolor humano, danos la
dicha de poder acudir al corazón de la humanidad para sembrar
en la vida de todos la luz de la esperanza. Amén.
Pedimos perdón: por las veces que hemos olvidado tu
presencia, Señor, en los últimos a los ojos del mundo.
Ofrecemos perdón y encomendamos a la misericordia: a
cuantos siguen caminando en la violencia y se cierran a la acción
reconciliadora de la Iglesia.
21
Al suelo derribado
tercera vez el fuerte
Nos alza de la muerte
a la inmortal salud.
Mortales que otro exceso
pedimos de clemencia
No más indiferencia,
no más ingratitud.
AMO, SEÑOR
Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga
(la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste,
que el agua del camino es amarga..., es amarga,
que se enfría este ardiente corazón que me diste;
y una sombría y honda desolación me embarga,
y siento el alma triste hasta la muerte triste...
El espíritu débil y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego, por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar...
Mas entonces me miras..., y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste, me es dulce caminar.
22
Decima estación:
LA PUREZA.
(Jesús es despojado de sus vestiduras)
Lectura del Evangelio según san Juan (19, 23-24)
Los soldados (...) cogieron su ropa, haciendo cuatro partes,
una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica
sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se
dijeron: «No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a
quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis
ropas y echaron a suerte mi túnica».
Meditación:
En medio de un mundo que ha generalizado la idolatría por el
placer, por lo que llena el gusto y no el corazón, la
contemplación del Despojo de Cristo será siempre una
invitación a buscar la verdad, a anunciar la grandeza de la
pureza de intención y de acción que debe distinguir la vida del
creyente. El Discípulo-misionero de Jesús no puede manchar su
camino con cosas pasajeras, debe llenar de luz sus acciones,
mostrando en todo cuál es la meta a la que aspira, cuál es la
fuerza que lo impulsa, cuál es el amor sincero y limpio que le
mueve a ser anuncio viviente de honestidad, de rectitud, de
alegría.
Plegaria:
Te rogamos, Señor, que aprendamos a valorar todo lo bueno,
todo lo puro, todo lo sincero. Que nuestra vida, motivada por
los mejores deseos, sea un camino hacia la verdad, hacia la
rectitud, hacia la alegría más sincera. Amén.
Pedimos perdón: por las ofensas a la inocencia, a la santidad, a
la dignidad de tantos seres humanos.
Ofrecemos perdón e imploramos la misericordia: a cuantos
han querido manchar el rostro de la humanidad con las injurias
a la virtud de la pureza y a la grandeza de la castidad cristiana.
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Tú bañas, Rey de gloria,
los cielos en dulzura
¿Quién te afligió, hermosura,
dándote amarga hiel?
Retorno a tal fineza
la ingratitud pedía,
Cese, ya, Madre mía,
de ser mi pecho infiel.
JESÚS DE MARÍA, CORDERO SANTO
Jesús de María, Cordero Santo,
pues miro vuestra sangre,
mirad mi llanto.
¿Cómo estáis de esta suerte,
decid, Cordero casto,
pues, naciendo tan limpio,
de sangre estáis manchado?
La piel divina os quitan
las sacrílegas manos,
no digo de los hombres,
pues fueron mis pecados.
Bien sé, Pastor divino,
que estáis subido en lo alto,
para llamar con silbos
tan perdido ganado.
24
Decimoprimera estación:
LA PAZ.
(Jesús es clavado en la cruz)
Lectura del Evangelio según san Marcos (15, 25-27)
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la
acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron
con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
Meditación:
La crucifixión ofrece, como en la promesa del anciano Simeón en
la infancia de Cristo, la anunciada bandera discutida. Jesús
Crucificado es levantado sobre el dolor del mundo, sobre las
violencias y las guerras, sobre el terrible espectáculo de una
humanidad dividida y destrozada por las rencillas, por los
rencores, por la memoria constante de viejas ofensas. El
Crucificado es la paz, quiere proclamarla con su inmolación
libre y voluntaria, quiere proponerla como camino y abrir Él
mismo el sendero por el cual se llega a la deseada concordia: El
Perdón. Que podamos ser los discípulos de Jesús los constantes
constructores de la paz, llevando como bandera la cruz en la
que Jesús nos enseñó a ser puentes de reconciliación y de
esperanza.
Plegaria:
Con Francisco de Asís, hoy te rogamos, Dios de la concordia,
que podamos ser instrumentos de tu paz, que donde haya odio,
sembremos amor, que donde haya injuria, sembremos perdón.
Amén.
Pedimos perdón: por no haber facilitado los caminos que llevan
a la paz, por haber cerrado el corazón a las búsquedas de la
reconciliación.
Ofrecemos perdón e imploramos misericordia: para cuantos se
obstinan en los caminos del odio y cierran su vida al don de la
paz.
25
El manantial divino
de sangre está corriendo
Ven pecador gimiendo,
ven a lavarte aquí
Misericordia imploro
al pie del leño Santo,
Virgen ,mi ruego y llanto,
acepte Dios por mí,
BRAZOS RÍGIDOS Y YERTOS
Brazos rígidos y yertos
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.
Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.
Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz:
de sangre los pies cubiertos,
llagados de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos. Amén.
26
Decimosegunda estación:
LA VIDA.
(Jesús muere en la cruz)
Lectura del Evangelio según san Juan (19, 28-30)
Sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que
se cumpliera la Escritura dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro
lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en
vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús,
cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la
cabeza, entregó el espíritu.
Meditación:
Sobre el Gólgota se levanta ahora el nuevo árbol de la vida. Jesús
extiende sus brazos y hace la suprema donación de su vida
misma, acompañando este momento con frases de perdón y de
misericordia, con el regalo de su Madre Santísima, con la
inauguración del nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, que brota de
su costado abierto bañada con el agua y la sangre que son
signos de los sacramentos. Cuánta vida necesita el mundo y con
cuánto amor se nos ofrece desde el mismo Jesús, desde el
corazón del que dijo que no sólo era camino y verdad, sino
también vida verdadera. Los que proclamamos la alegría del
Evangelio somos, desde esta hora, servidores, defensores,
anunciadores y custodios de toda vida humana, de toda la vida,
desde su inicio hasta su plenitud.
Plegaria:
Dios de la vida, te rogamos que por los méritos de la muerte
salvadora, de la entrega generosa de la vida de Jesús, nuestro
Señor, seamos todos servidores y custodios de toda la vida
humana. Amén.
Pedimos perdón: por la negligencias en el deber de custodiar la
vida humana y de defenderla con valor y generosidad.
Ofrecemos perdón e implorando misericordia: para todas las
formas de destrucción de la vida humana, esperando que la luz
del Evangelio ayude a tantos a ser custodios de la vida.
27
Muere la vida nuestra,
Pendiente de un madero
Y yo cómo no muero
De angustia y de dolor,
Ay, casi no respira,
La triste Madre yerta,
Del cielo abrir la puerta,
Bien puedes ya, Señor.
EN ESTA TARDE, CRISTO DEL CALVARIO
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor
es sólo la llave santa
de tu santa puerta. Amén.
28
Decimotercera estación:
LA IGLESIA.
(Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre)
Lectura del Evangelio según san Juan (19, 25-27)
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su
madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al
ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a
su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al
discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el
discípulo la recibió como algo propio.
Meditación:
Cómo nos representan José de Arimatea y Nicodemo. Cómo
estamos unidos a ellos quienes somos discípulos del Maestro y
queremos, como esos varones del tiempo de Jesús, seguirlo
buscando, ir por Él hasta la cruz, recogerlo y recibirlo en el
corazón, ir a llevarlo al mundo. Es esta la misión de la Iglesia, es
esta la tarea de esta familia nacida de la Pascua de Jesús. Esta es
la tarea que tenemos con el Rebaño de Cristo: reunirlo en la
Iglesia, congregarlo en la comunión del mismo amor, dejar que
se nutra con el Pan de los hermanos y se lance al mundo con la
misión de llenarlo todo con el amor de Dios.
Plegaria:
Cristo, en brazos de María, reúne tu Iglesia, tráela desde los
extremos del mundo, danos el gozo de ser misioneros de tu
amor y de mostrar cómo en los brazos de la Iglesia, a quien
María representa, hay lugar para todos, hay amor para todos,
hay Evangelio para alegrar el corazón de todos.
Pedimos perdón: por no haber mostrado con gozo el rostro
luminoso de la Iglesia Madre, Maestra, Misionera, testigo y
defensora de la vida.
Ofrecemos perdón y pedimos misericordia: a cuantos se
empeñan en ignorar el admirable camino de humanismo que ha
recorrido la Iglesia Santa fundada en la Pascua de Jesús.
29
Dispón, Señora, el pecho,
Para mayor tormento,
La victima sangrienta
Viene a tus brazos ya.
Con su preciosa sangre,
juntas materno llanto,
¿Quien, Madre tu quebranto,
sin lágrimas verá?
LA SOLEDAD DE MARÍA
He aquí helados, cristalinos,
sobre el virginal regazo,
muertos ya para el abrazo,
aquellos miembros divinos.
Huyeron los asesinos.
Qué soledad sin colores.
Oh, Madre mía, no llores.
Cómo lloraba María.
La llaman desde aquel día
la Virgen de los Dolores.
¿Quién fue el escultor que pudo
dar morbidez al marfil?
¿Quién apuró su buril
en el prodigio desnudo?
Yo, Madre mía, fui el rudo
artífice, fui el profano
que modelé con mi mano
ese triunfo de la muerte
sobre el cual tu piedad vierte
cálidas perlas en vano.3
3
Gerardo Diego. Via Crucis.
30
Decimocuarta estación:
LA ESPERANZA.
(Jesús es colocado en el sepulcro)
Lectura del Evangelio según san Mateo (27, 57-60)
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José,
que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a
pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo
entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en
una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había
excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del
sepulcro y se marchó.
Meditación:
El Sepulcro no es sólo un monumento en el que se guarda un
cuerpo destrozado. Es la cuna de la nueva vida, es el espacio que
se hace testigo de la victoria de Jesús sobre la muerte, es la
puerta que se abre para que todos vengan y vean como la
muerte ya no tiene poder, como el dolor ha sido vencido por una
fuerza más grande, para dar paso a una vida nueva, llena de luz
y de esperanza. Jesús es puesto con amor en un sepulcro nuevo,
para que de allí, de ese nuevo Jardín del Edén restaurado y
renovado, salga el nuevo Adán a renovar eternamente la vida de
quienes lo quieran acoger como Dios y como hermano, a quienes
entienden que desde ahora, los discípulos de Jesús caminamos
en la Esperanza.
Plegaria:
Que venga sobre el mundo el misterio de tu silencio, que
encontremos en ti la paz que buscamos, que puedas ser tú la
vida de quienes serán tus discípulos en el curso de la historia,
que llenes tú, Señor, la esperanza de la humanidad. Amén.
Pedimos perdón: por nuestras faltas de confianza y de
esperanza.
Ofrecemos perdón y pedimos misericordia: para cuantos han
sembrado en el corazón de la humanidad la desesperanza y el
dolor.
31
Al Rey de las virtudes,
Pesada losa encierra,
Pero feliz la tierra
Ya canta salvación.
Sufre un momento, Madre,
La ausencia del Amado,
Presto de ti abrazado,
Tendrásle al corazón.
EN TUS MANOS
En tus manos, Señor, pongo mi vida
con todas sus angustias y dolores;
que en ti florezcan frescos mis amores
y que halle, apoyo en ti mi fe caída.
Quiero ser como cera derretida
que modelen tus dedos creadores;
y morar para siempre sin temores
de tu costado en la sangrienta herida.
Vivir tu muerte y tus dolores grandes,
disfrutar tus delicias verdaderas
y seguir el camino por donde andes.
Dame, Señor, huir de mis quimeras,
dame, Señor, que quiera lo que mandes
para poder querer lo que tú quieras. Amén.
32
Conclusión:
Decía Juan XXIII en la Bendición del día de Pascua de 1960:
Oh Jesús, vencedor de la muerte y del pecado, tuyos somos
y tuyos queremos ser: nosotros y nuestras familias y
cuanto tenemos de más querido y precioso, en los ardores
de la juventud, en la prudencia de la edad madura, en los
inevitables desconsuelos y renuncias de la vejez incipiente
y ya avanzada: siempre tuyos.
Y danos tu bendición, y derrama en todo el mundo tu paz,
oh Jesús, como lo hiciste al reaparecer por vez primera en
la mañana de Pascua a tus más íntimos, y como seguiste
haciéndolo en las sucesivas apariciones en el Cenáculo,
junto al lago, en el camino:
No temáis: yo soy vuestra paz, paz y bendición, para cada
día, para la eternidad.
Al final de este camino es esta también nuestra plegaria, es esta
nuestra esperanzada súplica, para que los frutos de esta marcha
de vida y de fe, nos ayuden a seguir construyendo una
comunidad de hermanos fortalecida en el amor.
Y desde esta hora, anunciemos que el Señor, al que hemos
seguido en su dolor, nos aguarda, en la alborada de la Pascua
para que sembremos en el mundo la ALEGRÍA DEL EVANGELIO.
Bendigamos al Señor.
Amén.
Padre Diego Alberto Uribe Castrillón.
Medellín, marzo de 2014.