Download «Por qué un embrión es más que un cúmulo de células»

Document related concepts

Desarrollo prenatal wikipedia , lookup

Embrión wikipedia , lookup

Embriogénesis humana wikipedia , lookup

Implantación del embrión humano wikipedia , lookup

Blastómero wikipedia , lookup

Transcript
II Jornadas Ciencia y Fe - Pilares del Laicismo: Análisis crítico desde la
Ciencia
Jueves, 12 de Junio, 17:30 tarde:
«Por qué un embrión es más que un cúmulo de células»
Nicolás Jouve de la Barreda, Catedrático de Genética de la Universidad de
Alcalá – Presidente de CíViCa1
Presenta: Elena Postigo Solana
__________________________
Como todos saben el concepto de embrión y todo lo que concierne al ente biológico
humano durante la primera etapa de la vida son temas cruciales en los debates sobre
bioética. Quizás si deseamos poner las cosas en su sitio tenemos que reconocer que la
ciencia, y en particular la biología no tiene nada que decir sobre el concepto de
“persona” aplicado a un embrión humano, dado que las ciencias naturales ni incluyen
ni pueden incluir el concepto antropológico ni filosófico de “persona” entre los objetos
formales de sus líneas de investigación.
Pero dicho eso, lo inmediato es reconocer que la Biología, a través de diversas áreas
de conocimiento como la Genética, la Biología Celular, la Embriología, etc., pueden
aportar los datos necesarios para conocer con precisión el “cómo” y el “cuando” se
origina un ser humano, y sobre cómo se desarrolla y evoluciona, que es a lo que nos
vamos a referir en esta ponencia.
La verdad es que casi causa sonrojo a estas alturas decir que un embrión humano es
un ser humano y no un conglomerado de células. Pero para los que aun andan dándole
vueltas a este asunto y buscando argumentos que justifiquen la utilización y
manipulación de los embriones, vamos a señalar los principales datos que los avances
modernos de la Biología más actual han puesto a nuestra disposición para afirmar, sin
ningún género de dudas que un embrión humano desde la concepción es un ser vivo
miembro de nuestra especie.
Negar esto es tan absurdo como volver a la prehistoria de la ciencia, como cuando
Aristóteles sostenía que el espermatozoide era el único ingrediente participe en la
generación de un nuevo ser humano, y que la madre lo único que aportaba era el
alimento por medio de la sangre. Es tan absurdo como volver al siglo XVII, con la
pintoresca idea del “homúnculo”, fruto de las observaciones de las células gaméticas
con los primitivos microscopios del holandés Van Leehuwenhoek, que creyó ver un
hombre diminuto preformado en el espermatozoide, al que solo le bastaría crecer en
tamaño a medida que transcurría el tiempo durante su incubación en el claustro
1
CíViCa es una Asociación de investigadores y profesionales a favor de la Vida y la dignidad humana. Se fundó el
30 de Mayo de 2009 en Madrid como resultado de la adhesión de los firmantes del Manifiesto de Madrid.
1
materno.
Estas grotescas ideas debieron quedar borradas o mantenidas como falsas
concepciones a medida que transcurría el tiempo, y especialmente cuando a mediados
del siglo XIX se descubrió la fecundación, fruto de la unión de dos gametos uno paterno
y otro materno, y poco después los citólogos alemanes descubrieron los mecanismos de
división de las células y de la formación de los gametos, por medio de la mitosis y la
meiosis. Negar hoy el significado del embrión equivale a ignorar el significado de la
“molécula de la vida”, el ADN, descubierta en 1953 y que representa la explicación de
cómo la información que aportan las células gaméticas, el óvulo y el espermatozoide,
constituye un programa del que depende el desarrollo del nuevo individuo.
Para explicar el tema trataremos los siguientes cinco puntos:
1.
2.
3.
4.
5.
¿Qué es un «embrión»?
La “diversidad” y la “identidad genética” se gesta antes de la fecundación: los gametos.
La fecundación: el “big-bang” de la vida
La embriogénesis. Un desarrollo coordinado, continuo y gradual
Durante el desarrollo, una parte no equivale al todo
1. ¿Qué es un «embrión»?
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da estas definiciones del
embrión: «Ser vivo en las primeras etapas de su desarrollo, desde la fecundación hasta que el
organismo adquiere las características morfológicas de la especie»; «en la especie humana,
producto de la concepción hasta fines del tercer mes del embarazo» y «principio no desarrollado
de algo». En síntesis, lo que nos está diciendo el diccionario de la RAE es que un embrión
constituye la etapa inicial de una vida humana.
Si nos vamos a los diccionarios científicos especializados, encontramos en todos
ellos definiciones parecidas. Así, Abercrombie y otros autores definen el embrión en su
«Diccionario de Biología» como «el animal en proceso de desarrollo a partir del huevo
fecundado»2, mientras que Solomon y otros autores señalan en su tratado de Biología que
el embrión «es el organismo multicelular en la fase inicial de la vida, antes de que salga del
huevo, semilla o cuerpo materno, definición que aplicada a la especie humana se extiende hasta el
término del segundo mes del desarrollo, después de lo cual se denomina feto»3. Finalmente,
Rieger y otros autores, en el «Glosario de Genética y Citogenética» definen el embrión de
los animales como «el organismo joven que surge de la célula huevo fecundada»4.
Me parece significativo señalar que todas estas definiciones son anteriores a la
tecnología de la reproducción humana asistida, que al proveer un método de
producción de embriones en el laboratorio, es el factor que ha contaminado el
panorama al convertir a los embriones en objetos manipulables.
2
Abercrombie, M. Hickman, C.J. Johnson, M.L. Diccionario de Biología. Edit. Labor, Barcelona 1970
Solomon, P.E. Berg, L.R. Martin, D.W. Villee, C. Biology (3ª Edic.). Saunders College Pub 1985.
4
Rieger, R. Michaelis, A. Green, M.M. Glossary of Genetics and Cytogenetics. Springer-Verlag, Berlin 1976.
3
2
2. La “diversidad” y la “identidad genética” se gesta antes de la
fecundación: los gametos.
De acuerdo con lo dicho hasta aquí, el inicio de la vida humana tiene lugar al terminar
el proceso de la fecundación, con la formación del cigoto. Antes del cigoto no podemos
hablar de vida pues para que de inicio la vida se necesita una información genética, que
es solo parcialmente aportada por cada gameto.
Las dos células necesarias para completar dicha información son el gameto
femenino, el “óvulo”, y el gameto masculino el “espermatozoide”, que proceden cada
uno de un parental y poseen 23 cromosomas y una dotación génica simple. Tras la
fusión de estas células, al cabo de unas horas, se habrán fundido también sus núcleos,
dando lugar al cigoto, que ya posee 46 cromosomas y dos dotaciones génicas. El cigoto
posee entonces una “identidad genética” propia por la combinación aditiva de genes
paternos y maternos. Este ente celular así constituido es por tanto genéticamente
diferente a cada uno de sus parentales. Pese a quien le pese, el inicio de la vida no es
una cuestión opinable, sino una verdad conocida producto de una demostración
empírica, y lo que la ciencia demuestra es que el embrión desde el estado unicelular, es
ya “uno de nosotros”.
La diversidad genética humana se debe a que cada gameto aporta una combinación
de genes distinta a la de cualquier otro gameto del mismo parental, debido a los
fenómenos de la recombinación genética que se produce durante la gametogénesis, y
particularmente durante el mecanismo de la “meiosis”. La denominación meiosis
corresponde a un proceso que ocurre en las células madre de los gametos en los tejidos
germinales, mediante el cual se producen dos divisiones celulares sin que medie más
que una replicación del ADN. De este modo, el número de cromosomas y la dotación
génica se reducen a la mitad, previo a lo cual se combinan genes de los cromosomas
maternos y paternos debido a mecanismos de apareamiento seguido de roturas y
reuniones de los cromosomas homólogos. Al final de la meiosis de cada célula madre
habrán surgido cuatro células hijas con informaciones genéticas distintas. En la
gametogénesis femenina solo uno de los cuatro productos meióticos madurará hasta
dar lugar al óvulo, mientras que en la masculina los cuatro productos darán lugar a
espermatozoides funcionales.
La diversidad genética de los gametos es básica para entender la “identidad
genética” y esta es fundamental para entender y valorar lo que es propio y singular de
cada ser humano, ya que, en lo biológico, cada individuo es el producto de lo que
codifican sus genes: el sexo (varón o mujer), cualquier rasgo físico (color de ojos, color
del pelo, color de la piel, etc.), el grupo sanguíneo, una enfermedad del metabolismo,
etc., todo lo que corresponde a la información genética con sede en el ADN, contribuye
a determinar nuestra identidad genética. Es importante saber que esta identidad queda
establecida en el cigoto y no variará a lo largo de la vida. Una vez constituido el cigoto,
3
los aproximadamente 21.000 pares de genes con sede en los 23 pares de cromosomas
reunidos en él, ya no cambiarán –salvo alguna mutación somática ocasional-. El ADN es
el responsable de nuestra identidad biológica como el DNI lo es de nuestra identidad
civil. No habrá dos seres humanos con la misma identidad genética salvo en el caso de
los gemelos monocigóticos. De ahí que se recurra al ADN cuando se tiene que hacer la
identificación de unos restos orgánicos humanos en medicina forense o medicina legal.
3. La fecundación: el “big-bang” de la vida
La información reunida en el ADN es el único factor que determina de forma objetiva
cuando tiene lugar el inicio de la vida, que no es otro momento que el final del proceso
de la fecundación.
La fecundación natural tiene lugar en la parte alta de las trompas de Falopio, donde
se desprende un óvulo y a donde ascienden los espermatozoides tras una relación
sexual. A los efectos de entender el significado de la fecundación hay que saber que una
vez que un espermatozoide contacta con la cubierta membranosa del óvulo, se produce
la llamada “reacción acrosómica” y la pared del óvulo se trasforma para hacerse
impermeable a otros espermatozoides. Al unirse el espermatozoide con el ligando ZP3,
una glicoporoteína de la zona pelúcida que rodea y protege al óvulo, se produce la
citada reacción acrosómica, mediante la que se liberan enzimas hidrolíticas como la
hialuronidasa, acrosina y tripsina,. Las enzimas liberadas ayudan al espermatozoide a
atravesar esta zona. Al mismo tiempo, se altera la permeabilidad de la capa externa a la
membrana del óvulo y se inactivan los receptores específicos de especie para los
espermatozoides en la superficie de la zona pelúcida. Esta reacción se lleva a cabo para
impedir que otro espermatozoide llegue a contactar con la membrana plasmática del
óvulo.
El espermatozoide también interviene en esta fase, alterando su metabolismo y su
actividad a través de diversos canales iónicos de su superficie relacionados con
modificaciones en el pH y en la entrada de ión calcio a partir de la interacción con las
moléculas de la zona pelúcida.
La fecundación realmente es un proceso largo que requiera varias horas. Tras la
entrada del núcleo del espermatozoide tenemos un ente que posee dos pronúcleos
gaméticos de 23 cromosomas, el femenino, que aun no se ha terminado de aislar de los
núcleos de las divisiones celulares meióticas que van a dar el óvulo y el masculino,
aportado por el espermatozoide. Lo siguiente es que la célula gamética femenina se
desprende de la información genética no necesaria, de modo que los cromosomas de
tres de las células hijas producidas en la gametogénesis son expulsados en los
corpúsculos polares y lo que quedan son los 23 cromosomas necesarios en el pronúcleo
femenino restante. Lo inmediato es la activación metabólica del cigoto que sucede de
forma secundaria a la liberación de iones calcio desde el punto de entrada del
espermatozoide hacia el extremo opuesto de la célula, lo que traza el eje dorso-ventral
del embrión y marcará las divisiones del mismo.
4
A continuación se funden los pronúcleos masculino y femenino. El ente así
formado, el cigoto, es cromosómica y genéticamente humano, por contener una
información completamente humana, constituida por 46 cromosomas, mitad paternos y
mitad maternos. Queda conformado un embrión unicelular, el cigoto, que es de este
modo la primera realidad corporal del ser humano. El cigoto es el punto exacto en el
espacio y en el tiempo en que un ‘individuo humano’ inicia su propio ciclo vital.
Recordemos que, según el diccionario de la RAE, ser y existir son equivalentes, por
lo que con toda propiedad podemos decir que en el momento en que existe una
realidad nueva, viva y humana, queda constituido un “ser humano”.
Para el genetista y embriólogo C.H. Waddington, la vida humana se define como
“la forma emergente que se desarrolla de forma continua desde sus estadios más tempranos”5. Es
evidente que el embrión unicelular es el ente más temprano que marca el inicio de la
vida.
La asimetría del cigoto crea el plano de división celular que organiza el embrión
bicelular, según los ejes corporales. De la primera división resultan dos células
desiguales, y diferentes al cigoto, que constituyen el embrión en estado bicelular y que
seguirán caminos distintos en el desarrollo
Las dos células en las que se divide el embrión unicelular tienen distintas
concentraciones de calcio y, por tanto, distinta polaridad y diferente potencialidad. La
que más calcio tiene se divide antes, originando un embrión tricelular. Las células ricas
en calcio mantienen la pluripotencialidad, mientras que la célula no dividida y su
descendencia, con menos calcio, comienzan a madurar para formar el tejido
trofoblástico. El embrión es desde su estado inicial y durante toda la etapa
preimplantatoria un ser individual formado por distintos componentes asimétricos y
heterogéneos, cada uno de ellos determinados para seguir una línea de desarrollo y
originar un tejido determinado.
Desde hace cerca de cuarenta años es también posible inducir la fecundación
extracorpórea o in vitro6. La creación de embriones en el laboratorio por fecundación in
vitro, no condiciona el carácter humano de los embriones producidos. Estos, sean o no
implantados tras su producción, son a todos los efectos seres vivos humanos en la etapa
inicial de su existencia, pues la artificialidad de su obtención no oculta su verdadera
naturaleza biológica, en todo lo demás equivalente a los embriones procedentes de una
fecundación natural.
Constituido el cigoto se pone en marcha el reloj de la vida, merced a la expresión
secuencial y sucesiva de los genes en él reunidos. El transcurso de las primeras etapas
se conoce con toda precisión, sobre todo diez años después de la culminación del
Proyecto Genoma Humano y las evidencias de la Genética del Desarrollo, que se unen a
los datos y observaciones de la Biología Celular y la Embriología.
5
Waddington, C.H. “Principles of Embryology”. New York, 1956, pg. 10.
La fecundación in vitro tuvo su primer logro el 25 de julio de 1978, con la intervención de Robert Edwards y
Patrick Steptoe en el Reino Unido, que lograron el nacimiento de la niña Louise Joy Brown.
5
6
4. La embriogénesis. Un desarrollo coordinado, continuo y gradual
Tras la fecundación, transcurridas no menos de 72 horas el embrión ha descendido
desde las trompas y va a fijarse a la pared del endometrio para su anidación. Durante
este tiempo el embrión va creciendo en número de células, por sucesivas replicaciones y
divisiones celulares.
Una vez constituido el cigoto, todo el proceso embrionario es dinámico y continuo.
Se produce un crecimiento a base de divisiones celulares precedidas de una replicación
de la información genética del núcleo celular, conservándose en todas las células, ya
desde el inicio de la vida hasta muerte del individuo, la identidad genética originada en
el cigoto.
Las tres propiedades que caracterizan el desarrollo desde la primera división de
segmentación son: “coordinación”, “continuidad” y “gradualidad”. Estas tres
propiedades en su conjunto determinan que el embrión que va creciendo en número de
células y en complejidad se deba considerar un todo integrado, y no un cúmulo o un
amasijo de células como algunos pretenden considerar. El desarrollo del embrión tiene
lugar de forma coordinada, debido a la existencia del programa de actividades
genéticas propio del embrión establecido en la fecundación, un programa
perfectamente regulado en espacio y tiempo. El desarrollo es continuo, ya que de una
etapa se pasa a la siguiente sin solución de continuidad. El desarrollo es gradual, ya que
transcurre paso a paso y a medida que va creciendo el número de células, se van
estableciendo las diferentes rutas de especialización para dar lugar a un crecimiento en
paulatino en complejidad.
Aproximadamente a los tres días de la fecundación el embrión tiene el aspecto de
una esfera compacta que se denomina «mórula», que en su evolución pasa por 8, 16, 32
y 64 células, llamadas «blastómeros». Muy al principio de estas fases, probablemente al
finalizar el proceso de la fecundación y originarse las dos primeras células, tras la
primera división de segmentación del cigoto, los blastómeros conservan su
totipotencialidad, de modo que si se separasen accidentalmente una estas células, cada
una podría dar lugar a un embrión, que por proceder del mismo cigoto serían
genéticamente idénticas, originándose gemelos monocigóticos.
Transcurridos unos cinco días después de la fecundación comienza a introducirse
líquido en el interior de la mórula para formar una cavidad, denominada «blastocele».
Alcanzado este momento, el embrión se denomina «blastocisto» y posee en uno de los
polos de la oquedad interna una agrupación celular que recibe el nombre de masa
celular interna o más apropiadamente «embrioblasto». Las células que integran el
embrioblasto constituyen las llamadas células madre embrionarias y darán origen a
todos los tipos celulares de los diferentes tejidos, órganos y sistemas del individuo en
formación. El blastocisto posee además una capa celular externa y aplanada que lo
recubre y que se denomina «trofoblasto», de donde deriva la placenta.
6
Las sucesivas morfologías que se van sucediendo: cigoto, mórula temprana, mórula
tardía, blastocisto y gástrula, no representan un cambio cualitativo en el embrión, se
trata del mismo organismo que va creciendo de forma coordinada, continua y gradual
en número de células y organizándose siguiendo sus propias instrucciones. Utilizando
una terminología genética, a lo largo de la embriogénesis va cambiando el “fenotipo”,
conservándose de forma invariable el “genotipo”. Las diferentes partes y tipos de
células que se van produciendo son el producto de los genes que de forma diferencial se
van expresando o silenciando durante el desarrollo. Esto significa que el desarrollo del
ser humano obedece a un programa de regulación genética en espacio y tiempo.
Hacia el final de la primera semana del desarrollo, el blastocisto humano ha
comenzado su anidación en la mucosa uterina mediante la introducción en esta de las
células trofoblásticas próximas al polo en el que se encuentra el embrioblasto. Hacia el
décimo cuarto día tras la fecundación se completa la formación de tres estratos
celulares: ectodermo, mesodermo y endodermo y se inicia la morfogénesis. Tras quince
días queda definido el plan general del cuerpo y da comienzo la organogénesis y la
histogénesis.
Si bien la identidad del nuevo ser está codificada al completo en el núcleo de la
célula huevo fecundada, el proceso del desarrollo se realiza en mosaico, con células y
tejidos diferenciados. Durante el proceso de desarrollo se van produciendo
modificaciones epigenéticas, que son responsables de la expresión de los genes
contenidos en el genoma individual en cada momento y zona del embrión.
La Genética del Desarrollo, es una rama joven derivada de la Genética que explica
los determinantes genéticos de la transformación morfológica observada a lo largo del
desarrollo embrionario y fetal de los seres vivos. Los avances en esta especialidad y el
análisis de los genomas han puesto en evidencia que, en lo que afecta a las decisiones de
organización corporal, todas las especies pluricelulares poseen dos tipos de genes: los
“genes estructurales” que son los responsables directos de las estructuras morfológicas,
dado que cuando se activan dan lugar a los tipos de proteínas que determinan la
función específica de cada célula, y los “genes reguladores”, que son los que dan las
instrucciones de expresión de los genes estructurales tanto en tiempo como en lugar. La
expresión de los genes estructurales se debe a las señales de activación o silenciamiento
procedentes de los genes reguladores. Se trata de proteínas de señalización, factores de
transcripción u otro tipo de factores que van a parar a las regiones reguladoras,
activadoras, represoras ó promotoras próximas a los genes que se han de transcribir
bajo su estímulo. La regulación implica un conjunto de modificaciones epigenéticas que
alteran el ADN sin alterar su secuencia, afectando a la expresión de los genes.
Pero es muy importante recalcar que el embrión es un todo integrado en cada
momento y que el programa de desarrollo se plasma en una perfecta coordinación e
interdependencia de unas partes y otras a los niveles celular y molecular, debido al
programa de actividades genéticas a lo largo del desarrollo. Repárese que desde la
primera división celular el embrión tiene una organización polarizada, hererogénea y
7
estructuralmente ordenada. No se trata de un mero conglomerado o acúmulo de
células, término que según el diccionario de la RAE se aplica a la acción y efecto de unir
cosas sin orden. Aunque todas las células tienen la misma información, en cada célula y
en cada momento del desarrollo, de acuerdo con el lugar y el momento, se expresan
solo los genes necesarios para esa célula y ese momento.
Durante el desarrollo se está produciendo una cascada de señales continuas y de
mensajes de célula a célula y desde el entorno externo e interno de cada célula en el
lugar del embrión que ocupa. De este modo, el embrión no es una suma de células sino
un todo integrado. La palabra que mejor define este todo integrado es “organismo”. Lo
que se desarrolla de forma coordinada, continua y gradual es un organismo, un ser
humano en sus primeras etapas de desarrollo.
El embrión en su integridad es una realidad individual cuyas células están
íntimamente integradas en un proceso dinámico de desarrollo continuo, por el cual,
momento a momento y de forma gradual van aflorando las diferentes suborganizaciones de una morfología cambiante. Poco a poco, de forma continua, el
embrión crece y se transforma.
Es importante resaltar que, aunque la complejidad estructural aumenta, la
identidad genética se mantiene invariable. De este modo, desde la fecundación estamos
ante la misma realidad biológica única e irrepetible. El embrión es siempre el mismo
ente biológico que se desarrolla. No se trata de un individuo en potencia, sino de un
individuo humano que ha comenzado su existencia y en el que se cumplen todas las
condiciones necesarias y suficientes para alcanzar de forma autónoma y continua todo
el potencial para el que está genéticamente equipado.
Por tanto, podemos decir que: «cada vida humana es una vida única, que transcurre sin
saltos cualitativos desde la fecundación hasta la muerte, por lo que el embrión y el feto, las
primeras etapas de la vida, son biológicamente equiparables al recién nacido y al adulto. Se trata
del mismo ser, la misma persona, de la que lo único que los diferencia es un factor temporal, que
no debe convertirse en determinante para establecer diferentes categorías en un mismo
individuo»7.
Desde la perspectiva biológica cada individuo humano, primero embrión, luego
feto y tras el nacimiento bebé, niño, adulto o anciano, es el mismo ser y por ello, desde
las perspectivas antropológica y filosófica debería ser éticamente valorado siempre
conforme a su condición y dignidad humana, y desde la perspectiva jurídica deberían
habilitarse las normas necesarias para su protección.
Esto es algo que no se ha tenido en cuenta en varias de las leyes españolas
actualmente vigentes, como la Ley 14/2006 de “Reproducción humana asistida”, la
14/2007 de “Investigaciones biomédicas” y la 2/2010 de “Educación sexual y
reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo”, más conocida como “Ley
Aido”. En todas ellas el embrión se considera un producto manipulable y queda
7
N. Jouve El manantial de la vida. Genes y bioética. Ediciones Encuentro, Madrid, 2012, pg. 119-120
8
desprotegida la vida del nasciturus hasta la 14ª semana. A esto responde la reforma de la
ley del aborto propuesta en Diciembre de 2013 por el ministro de justicia, Alberto Ruíz
Gallardón. En la exposición de motivos del anteproyecto de reforma se recuerdan las
claras directrices del Tribunal Constitucional en su sentencia 53/19858: «…el Tribunal
Constitucional ha afirmado con rotundidad que la vida del concebido y no nacido- “nasciturus”-,
en cuanto que encarna un valor fundamental garantizado en el artículo 15 de la Constitución
Española- la vida humana-, constituye un bien jurídico protegido por la Constitución, que
conlleva para el Estado dos obligaciones: la de abstenerse de interrumpir u obstaculizar el proceso
natural de gestación, y la de establecer un sistema legal para la defensa de la vida que suponga
una protección efectiva de la misma y que, dado su carácter de valor fundamental, incluya
también, como última garantía, normas penales».
5. Durante el desarrollo, una parte no equivale al todo
La síntesis de todo lo dicho hasta aquí es que el embrión y el feto son organismos
humanos en sus primeras fases de desarrollo y constituyen las primeras fases de la vida
del ser humano. Siendo cierto que la forma de vida inicial está constituida por una
célula o unas cuantas células, las morfologías embrionarias crecientes y cambiantes
constituyen un todo en todo momento. Y ¿qué es ese todo? El todo es un ente que
compendia en un conjunto estructural, funcional, único e individual, al ser que vive su
vida en un momento dado. Recurriendo una vez más a la RAE, este diccionario describe
acertadamente a este ente como «organismo», al que define como un «ser viviente».
Desde la perspectiva espacial y temporal, tan incorrecto es considerar la vida
humana solo en relación a una de sus etapas, minimizando o negando la realidad de la
existencia en las demás, como pretender diluir el todo, como si de un amasijo de
elementos más simples se tratara. La vida, cada vida, debe considerarse en su
integridad existencial, como el ser que vive en un momento dado, pero también en su
integridad estructural, constituida por partes que componen un organismo completo,
por muy complejo que este sea. En el caso humano, como en general en los seres
superiores, la complejidad va en aumento ya que se parte de una célula totipotente –el
cigoto-, para ir creciendo a lo largo del desarrollo hasta llegar a un organismo con
billones de células especializadas y repartidas en los cerca de 220 tipos de
especialidades pertenecientes a diferentes tejidos, órganos y sistemas, pero todo este
proceso es dinámico y continuo.
El cuerpo humano alcanza una complejidad extraordinaria en la que los billones de
células que lo constituyen repartidos en los tejidos, órganos y sistemas que lo integran
están funcionalmente coordinados de tal modo que, cada célula en cada momento del
desarrollo y en cada etapa de la vida, tiene una función específica que es necesaria y útil
para el resto del organismo. Cada parte es necesaria para el buen funcionamiento del
conjunto. Algunas funciones son temporales y se pierden o se sustituyen tras haber sido
útiles. Otras aparecen nuevas más o menos tarde a lo largo de la vida, pero la vida es un
8
Sentencia de recurso de inconstitucionalidad de la Ley del aborto del Tribunal Constitucional nº 53/1985 de 11 de
abril de 1985.
9
continuum que transcurre desde la fecundación hasta la muerte sin pérdida de
continuidad. Algunos ejemplos nos pueden ilustrar los cambios de algunas estructuras
o de su función a lo largo del tiempo, como las distintas globinas de las células de la
sangre (embrionaria, fetal o de adulto), o los órganos que tras cumplir un papel
trascendental en la etapa fetal se eliminan tras el nacimiento, como la placenta o el
cordón umbilical, o la modificación de la dentición, que no aparece en el recién naido,
pasa a la dentición de leche tras el nacimiento para finalmente, en la etapa infantil, ser
sustituida por la dentición definitiva. ¿Diríamos que el individuo que aun no tiene las
globinas  o  en sus hematíes, o la dentición definitiva, o que aun está envuelto en la
placenta no es un ser humano? De este modo, señalar que el embrión o el feto son un
conglomerado de células es perder la perspectiva temporal inherente a la vida.
Tras todo lo dicho solo nos resta invocar al sentido común y exigir que se tengan en
cuenta los datos de la ciencia… no los del siglo XIX o XX, sino los más actuales que han
dado a conocer todo el maravilloso proceso de la vida humana, en sus etapas más
ocultas a la vista y por ello desconocidas hasta hace unas décadas. Pero hoy conocemos
con un gran detalle a los niveles genético, molecular, celular, fisiológico y morfológico
todos los acontecimientos que transcurren durante el ciclo biológico del ser humano en
sus primeras etapas, desde la fecundación y durante la embriogénesis y morfogénesis.
Extendamos y apliquemos por tanto las mismas normas de respeto a la dignidad de la
persona a estas etapas de la vida, ya que la vida humana debe ser respetada siempre y
considerada un fin en sí mismo y no tratada como un objeto o un medio para otros
fines.
10