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BIOÉTICA
PARAELEL
INICIO
VIDA
BIOÉTICA PARA
INICIO
DEDE
LA LA
VIDA
HUMANA
ACTAS DE LA I JORNADA DE BIOÉTICA
Edita Orden de Malta (2011)
ISBN: 978-84-9983-746-8
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Embriones y células madre. Conceptos
y reflexiones
D. Pablo Gil-Loyzaga
Catedrático. Facultad de Medicina. Universidad Complutense de Madrid
Académico (c) Real Academia Nacional de Medicina
RESUMEN
La conjugación de los gametos, espermatozoide y óvulo, inicia el proceso de fertilización que genera un nuevo ADN (ácido desoxirribonucleico). La existencia de un ADN
diferente es lo que, desde el punto de vista biológico, bioquímico y también medico-forense,
permite identificar individuos distintos. Por tanto, para la Bioética la síntesis de ese ADN
nuevo y personal, que se genera con la fusión de los gametos y la formación del huevo fecundado, debe considerarse como el primer momento para el reconocimiento de un individuo
humano. Todas las maniobras, químicas, farmacológicas, quirúrgicas etc. que se realicen
para evitar que ese nuevo individuo se desarrolle deben ser consideradas como abortivas.
Durante la primera semana de gestación el huevo fecundado viaja por la trompa
de Falopio hasta llegar a implantarse en la mucosa uterina, lo que sucede entorno al 7º
día de gestación. La segunda semana ya se identifica el embrioblasto o embrión precoz.
Hacia la tercera semana, momento en que la embarazada comienza a notar el retraso
de la menstruación, comienza la formación del embrión trilaminar. Poco después se
genera un sistema nervioso incipiente, que tendrá un gran desarrollo entre la cuarta y la
sexta. La primera una actividad cardiaca se observa entre los 26 y 30 días de gestación
(segunda o tercera semana sin menstruación) con el inicio de los primeros latidos. A
partir del segundo mes comienza una pequeña actividad eléctrica, aún muy primitiva,
en el sistema nervioso. Entre la octava y décima semana ya no se denomina al nuevo
individuo como embrión sino con el nombre de feto; esto se debe a que su apariencia
externa, cabeza, miembros, tronco etc. son de aspecto similar a los del recién nacido
aunque, lógicamente, todo en conjunto es de tamaño mucho más pequeño.
En este artículo también se definen los diferentes tipos y orígenes de las denominadas
“células madre” o troncales. Las células madre se encuentran en los embriones, en los
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anejos embrionarios (cordón umbilical y placenta) y en numerosos tejidos del individuo
adulto. Las células madre de los embriones tienen una mayor tasa de multiplicación
pero parecen ser de genética menos seguras y además, para su obtención se requiere
la eliminación del embrión. Sin embargo, las células madre del cordón umbilical y de
la sangre que contiene, tras la separación del recién nacido, son muy estables, como
también lo son las del individuo adulto. En el momento actual muchos laboratorios de
investigación trabajan en la posibilidad de reorientar genéticamente a las células madre
adultas, consiguiendo que se diferencien en otros tipos celulares (células IPS).
Todos estos temas, y los estudios científicos correspondientes, plantean numerosas
controversias desde el punto de vista bioético que solo pueden aclararse con un mayor
conocimiento científico.
ABSTRACT
Embryos and Stem Cells. Concepts and Reflections
This presentation summarizes the main aspects of embryo development and the human foetus. The conjugation of gametes (sperm and ovule) start the fertilization process
that generates a new DNA (deoxyribonucleic acid) and, therefore, a new individual. The
existence of a different DNA is what, from a biological, biochemical and medical-forensic standpoint, enables us to identify different individuals. Other significant aspects
of maternal heredity such as mitochondrial heredity are also commented.
During the first week of pregnancy, the fertilized ovule travels along the Fallopian
tube to implant itself in the uterine lining, which happens between the 8th and 10th day of
gestation. Around the third week, the nervous system starts to form and will experience
a great development between the fourth and sixth weeks.
Some milestones are, for example: detecting the first heartbeats, which are observed
between the 26th and 30th day of pregnancy; identifying the electrical activity in the nervous system at the end of the second month, etc. Between the ninth and eleventh week,
the new individual is no longer referred to as an embryo but as a foetus; this is because
its external appearance, i.e. the head, limbs, trunk etc. are similar to those of a newborn
baby, although with different proportions.
This conference also defines the different types and origins of “stem cells”. Firstly,
the tissues and vital moments are identified where stem cells can be found. The stem
cells are found in embryos, in embryonic annexes (umbilical cord and placenta) and in
many tissues of adult individuals. Although the embryonic stem cells have a higher rate
of multiplication than the others, they are also less safe from an embryo standpoint. Nevertheless, stem cells from the umbilical cord and the blood it contains, after separation
from the newborn, are very stable, as are those of the adult individual. At present, many
research laboratories are working on the possibility of redirecting genetically adult stem
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cells, getting them to differentiate themselves into other cell types. All this means that
that this type of therapy that is now being implemented has a great future and may be
very useful in the regeneration processes of tissues for ageing, degenerative lesions, in
order to replace damaged tissues after oncology treatment, etc.
As a result of those studies, there are many controversies from a bioethical viewpoint
that must be considered with clarity. When selecting a technique or a scientific development, the bioethical factors must be taken into account.
INTRODUCCIÓN
De los numerosos avances científicos de la Biomedicina, acaecidos en
la segunda mitad del siglo XX, han tenido especial interés los relativos a
la Biología de la Reproducción. Se han desarrollado numerosas técnicas
que han permitido un mejor conocimiento de los procesos de fertilidad, y
su problemática, del desarrollo embrionario y fetal y, también, de la mejor
adaptación y terapia de los niños recién nacidos con diversos problemas
(congénitos o no). Mientras que todo lo que se pueda hacer en beneficio
de los seres humanos, de su vida y su bienestar debe ser acogido como una
buena noticia, aquello que vaya en contra de su derecho a la vida debe ser
rechazado.
Este artículo pretende aclarar algunos conceptos sobre estas materias
comenzando por el momento de la fecundación (unión de espermatozoide
y óvulo), en el que se adquiere el ADN y por tanto la identidad humana, el
desarrollo embrionario, las células madre, la clonación y el derecho a la vida
de los embriones y fetos, con independencia de su momento de gestación.
Estos asuntos son de tan candente actualidad que han constituido el tema
elegido por el Prof. Juan Jiménez Collado para el Discurso de la Solemne
Sesión Inaugural del Curso Académico 2011, presentado hace pocos días
ante la Real Academia Nacional de Medicina y cuya lectura, que recomiendo
vivamente, me ha resultado de especial interés para mi trabajo.
LA FECUNDACIÓN: UNIÓN DEL ÓVULO Y EL ESPERMATOZOIDE.
EL SER HUMANO ES ÚNICO E IRREPETIBLE
El análisis del desarrollo embrionario humano debe comenzar en el
momento de la fecundación. Si consideramos el ciclo completo de la mujer
debemos tener en cuenta que el momento de fertilidad, o la ovulación, se
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sitúa en el entorno de la mitad (día 14) de dicho ciclo (siendo un dato muy
variable y que depende de cada mujer); es decir, alrededor de dos semanas
después de la última regla y otras dos antes de la siguiente menstruación. De
forma que cuando una embarazada comienza a ser consciente de su estado
lleva, al menos, entre dos y tres semanas de gestación. Hay que considerar
que no hay una correlación directa entre “la sensación de embarazo” que
tiene la mujer con el estado del desarrollo del nuevo individuo que lleva en
su seno. Desde el punto de vista biológico este hecho carece de importancia
pero sin embargo es muy relevante desde el punto de vista bioético, sobre
todo cuando se plantean situaciones como el aborto. Por ello se debe aportar
el máximo de información para que la sociedad (en especial las embarazadas)
tenga conocimiento real de este tema tan crucial.
Biológicamente todo comienza con la conjugación de los gametos (espermatozoide y óvulo). Este es un proceso muy complejo sobre el que se
han realizado numerosos trabajos científicos (ver en esta monografía: LópezMoratalla y Santiago). A continuación se comentan algunos aspectos encaminados a aportar una opinión documentada sobre varios temas Bioéticos
relevantes.
A partir del momento en que se eyacula el semen en la vagina, los espermatozoides (entre 200 a 500 millones) van a iniciar un notable proceso de
maduración por el que sólo unos pocos (10.000 a 15.000) alcanzan la trompa
del Falopio. Finalmente sólo uno de ellos tendrá la capacidad de fertilizar al
óvulo, como se amplia en los siguientes párrafos.
Una parte importante de la maduración final del espermatozoide se
produce por acción de las secreciones de la vagina. Esta interacción parece
imprescindible, ya que sin ella el gameto masculino no realizará adecuadamente su paso por la mucosa del útero. Pero lo que más interesa de esta
fase es comprender que el proceso de maduración de los espermatozoides
es muy selectivo y destinado a conseguir que sólo el más adecuado pueda
alcanzar el óvulo. De hecho sólo unas pocas docenas de espermatozoides,
de tantos millones eyaculados, llegarán a la proximidad del óvulo siguiendo la atracción activa que éste ejerce. Una vez en la superficie de gameto
femenino no todos los espermatozoides pueden realizar la fecundación y,
de hecho, sólo uno será capaz de atravesar la membrana pelúcida que envuelve al óvulo.
Durante mucho tiempo se ha considerado que la fecundación estaría
mediada por factores físicos muy simples. Así, se postulaba que la realizaría el primer espermatozoide que llegase a la superficie del óvulo o por
aspectos inespecíficos de tipo físico-químico. En la actualidad se conoce
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mejor la conjugación de gametos que produce la fecundación. Se trata de un
proceso de reconocimiento celular muy complejo y, sobre todo, altamente
selectivo. De hecho, depende de la interacción molecular de receptores que
se encuentran en la superficie del óvulo y del espermatozoide. Entre ambos
gametos se establece una atracción específica por quimiotaxis que utiliza
varias moléculas. Destaca un sistema de reconocimiento muy similar al que
emplea el receptor olfativo para reconocer las sustancias químicas (Spher y
cols. 2003). Casi se podría decir, utilizando una analogía de tipo didáctico,
que ambas células “se identifican por un sistema de olfato”.
Es decir, el espermatozoide y el óvulo no interaccionan siempre, al
contrario se trata de un proceso tan selectivo que no es obligatorio que se
produzca aunque haya tenido lugar el coito, e incluso aunque la mujer haya
ovulado. Además, hay que considerar la posibilidad de que, aún habiéndose
eyaculado entre 200 y 500 millones de espermatozoides, tal vez ninguno
de ellos posea las características requeridas para poder interaccionar con el
óvulo maduro.
De aquí procede un primer comentario Bioético, en un momento crucial
para la generación de un nuevo individuo. Y es que el hecho de que se generen
y depositen varios cientos de millones de espermatozoides durante el coito
se debe entender como algo imprescindible para poder disponer del máximo
de combinaciones moleculares posibles (una por cada espermatozoide). De
esta forma, tal vez alguna de ellas pueda ser complementaria con el óvulo
que ha madurado en ese ciclo de la mujer. Este comentario biológico tiene un
enorme peso humanístico: no debe haber ninguna duda de que el proceso de
generación de un nuevo ser humano, además de muy específico y selectivo,
no es aleatorio en absoluto. Es un proceso muy peculiar que, para un óvulo
determinado, solo puede dar lugar a un individuo concreto.
De aquí se derivan al menos dos conclusiones relevantes. La primera
es totalmente humanística. Un mejor conocimiento biológico permite poder afirmar que cada individuo es único e irrepetible. De ahí que su pérdida
vaya a suponer un gravísimo quebranto para el desarrollo de la Sociedad
Humana. Porque todos los individuos son necesarios. No solo aquellos que
han despuntado por un motivo u otro, o que puedan hacerlo en el futuro, sino
todos aquellos que “simplemente” nacemos para formar parte de la Sociedad, para interaccionar con los demás, para contribuir con trabajo, ilusiones
y esfuerzos, aunque estas vidas queden aparentemente en el anonimato. La
gran pregunta sería si los ciudadanos o ciudadanas, cuando deciden sobre la
vida de los no nacidos, son conscientes de que esto tiene unas consecuencias
mucho más relevantes de lo que cabría pensar.
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La segunda es de orientación biomédica. Hay que postular que no todos los espermatozoides pueden, ni deben, fecundar a cualquier óvulo. Este
comentario tiene una gran trascendencia para las técnicas de fecundación
in vitro (ver los capítulos de Brasa y de Jouve, en esta monografía). Como
se ha comentado antes, no resulta positivo el hecho de obviar el proceso
natural de reconocimiento específico entre el espermatozoide y el óvulo. Si
la fecundación in vitro se lleva a cabo con la elección “al azar” de un espermatozoide “introducido” artificialmente en el óvulo, esto podría provocar
diversos problemas para el futuro embrión en desarrollo.
A modo de corolario parece necesario comentar algunos aspectos sobre
los denominados anticonceptivos de emergencia ("píldora del día después”).
El primero es que son tantos los obstáculos que, en condiciones naturales y
normales, establece la Naturaleza para impedir una fecundación (ausencia de
óvulo maduro en la cópula, que el óvulo y los espermatozoides no interaccionen, etc.) que en muchos casos la administración de estos fármacos podría ser
innecesaria. En principio se dispensa como un medicamento anovulatorio,
por lo que sería muy importante disponer de una técnica diagnóstica sensible
que identificase si se está produciendo una ovulación, o si va a tener lugar
de forma inminente. Ya que si no es así se está administrando un tratamiento
innecesario y que tal vez no sea totalmente inocuo
También hay que considerar que aún se mantiene la discusión sobre la
posibilidad de que estos fármacos puedan actuar sobre el endometrio, y por
tanto sobre la implantación del embrión. De estudios experimentales parece
deducirse que algunas de estas moléculas podrían tener efectos endometriales tanto en humanos (Moggia y cols., 1974; Ugocsai y cols, 2002) como
en modelos en animales (Ugocsai y cols. 1984) impidiendo la nidación del
embrión. Es necesario que estas alternativas sean clarificadas lo antes posible.
De hecho, algunos médicos y farmacéuticos basan su actitud de objeción de
conciencia, a prescribir o dispensar estos productos, precisamente en que
consideran que no esta suficientemente probado que este tratamiento no sea
abortivo. El caso probable de que estos fármacos puedan bloquear de esta
forma el desarrollo embrionario, ello conllevaría una profunda restricción
bioética. Hay que comprender que no existe diferencia entre la eliminación
de un embrión precoz (de una célula, de dos o más) o la de un feto más desarrollado. La Bioética no atiende a diferencias de tamaño o desarrollo del
individuo, sino a lo que pueda afectar a su supervivencia o su integridad. El
siguiente apartado se consagra a establecer el momento y los motivos por
los que un nuevo embrión humano debe ser considerado como un individuo
y, por tanto, sujeto de derechos.
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EL CIGOTO O HUEVO FECUNDADO: ¿PUEDE SER
CONSIDERADO COMO UN NUEVO INDIVIDUO HUMANO?
La fusión del espermatozoide y del óvulo produce una célula que se denomina cigoto o huevo fecundado a partir del cual se va a desarrollar un nuevo
individuo, para lo cual el cigoto ya tiene la potencialidad total y completa.
El cigoto es una célula cuyo citoplasma procede del óvulo inicial (por tanto
de la madre) y su núcleo tiene: una parte llamada pronúcleo femenino (del
óvulo) y otra que es el pronúcleo masculino (de la cabeza del espermatozoide). Ambos pronúcleos tienden rápidamente a aproximarse y a constituir
el material genético (ADN) del nuevo individuo, a partir del cual se dará la
primera división celular (ver en esta monografía, el capítulo de López-Moratalla y Santiago). Por tanto la mitad del ADN del cigoto procede del padre
y la otra mitad de la madre. El problema es que se plantea con frecuencia, si
desde el momento de la fusión de los gametos se ha producido ya un “nuevo
ser humano” o si hay que esperar a que se lleve a cabo algún otro evento.
Para aclarar esta importante cuestión, de profundo sentido bioético, se
pueden aportar diversos hechos complementarios. En primer lugar, se analizarán algunos de los aspectos biológicos que permiten definir que un tejido o
un individuo completo es un ser humano y, en segundo término, se presentan
datos sobre el momento desde el que un embrión debe ser considerado un
ser humano.
Actualmente se dispone de abundante bibliografía, a partir de estudios
biomédicos y de ciencias forenses, sobre las características propias de los
tejidos humanos mediante las que se les reconoce y se les identifica.
Algo aparentemente alejado de este tema, pero que podría aportar mucha luz procede de los conocimientos médicos actuales sobre el transplante
de tejidos y órganos. Estas técnicas han avanzado tanto que hoy se utiliza
ampliamente, el intercambio de tejidos y órganos entre individuos diferentes.
Pero hay que recordar que ese transplante no puede realizarse de cualquier
forma. Muy al contrario requiere que se tengan en cuenta unas características
altamente específicas que hoy se conocen con bastante profundidad.
Un ejemplo claro surge de algo tan conocido, y aparentemente tan simple
y asumido por la Sociedad actual, como una transfusión de sangre que sólo es
factible entre humanos y no lo es entre especies diferentes (por ejemplo, de
primates a humanos a pesar de la llamada “proximidad genética”). Lo importante en este punto es recordar que tampoco es posible realizarla entre todos
los seres humanos entre sí. Los requerimientos ineludibles para poder realizar
una transfusión se basan en las características de los propios individuos, que
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les definen y también les diferencian. Los hematíes tienen en su superficie unas
pequeñas moléculas glucídicas que los hacen muy diferentes, constituyen los
antígenos de los grupos sanguíneos, sistema A B 0. Esta característica individual depende sólo de una mínima diferencia en la secuencia de estos glúcidos
de la superficie del hematíe, que es distinta para cada grupo (Laine and Rush
1988, Oriol 1995). Esta mínima modificación hace que los individuos sean tan
sumamente distintos que no pueden intercambiar su sangre sin riesgo de su vida.
Esto no es más que una ínfima parte del amplísimo y complejo sistema conocido
como histocompatibilidad entre individuos, que requiere ser estudiado por los
especialistas a la hora de plantear un trasplante de órganos o tejidos.
Es evidente que este sistema está basado en características propias de
cada individuo humano, albergadas en los genes de los 46 cromosomas que
constituyen su código genético. Mínimas diferencias entre individuos permiten afirmar que existiendo en el mundo más de 6.000 millones de personas,
que conviven en la actualidad, no se encuentre una posibilidad de identidad
genética total y absoluta entre dos seres humanos. De hecho, los individuos
son muy diferentes entre sí. La Ciencia permite afirmar que los seres humanos “somos únicos, irrepetibles e independientes”. La denominación de
“individuos” adquiere así su máximo sentido.
Todo esto se basa en la estructura del ADN (ácido desoxirribonucléico
que constituye los cromosomas), que es el responsable de esa individualidad
biológica total de cada uno de los individuos humanos. También lo es de la
separación total que existe entre los seres humanos y las especies consideradas más próximas como los primates superiores. Pero es que incluso esa molécula, el ADN, tiene aún la posibilidad de generar muchos miles de millones
de individuos distintos sin que haya posibilidad de homología genética. De
todo ello, se puede deducir fácilmente que el ADN es propio y personal de
cada individuo, por tanto la identificación de un ADN determinado sirve para
identificar a un individuo concreto. Esto tiene una gran repercusión Bioética.
Solo hay una excepción y es la que se da en los gemelos monocigóticos (llamados “gemelos idénticos”). Pero, en realidad, también éstos van a presentar
diferencias no en la estructura básica ADN, pero si en su expresión (lo que
se llaman diferencias fenotípicas), como veremos más adelante.
Las Ciencias Forenses aportan otro aspecto fundamental a la hora de
la identificación médico-legal de los individuos. Hoy en día la Ciencia y el
Derecho se aúnan ante la necesidad de reconocer individuos diferentes. La
situación es especialmente compleja cuando se trata de identificar cadáveres,
restos cadavéricos, descendencia (paternidades) etc. en las que muchas veces
solo se cuenta con pequeñas muestras o restos mínimos. Aún así los fragmentos
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deben ser evaluados y diferenciados adecuadamente a efectos legales y sociales.
Ejemplos de situaciones en las que se requieren estas técnicas son las catástrofes naturales, los accidentes de aviación, los atentados terroristas, etc.
Según han ido progresando los métodos científicos se ha podido recurrir
a métodos cada vez más complejos de identificación de los seres humanos.
Entre ellos cabe destacar lo vinculado a las medidas antropométricas o funcionales, como los rasgos faciales, la marcha, la estructura del iris y la de
la retina, la voz, etc. Un gran hallazgo, de mediados del siglo XIX, fue la
observación de las marcas específicas de las yemas de los dedos de los seres
humanos y que se denominaron huellas dactilares. Se trata de un elemento
propio e identificador de cada individuo. Este método sirve, incluso, para
reconocer a los gemelos idénticos que, entre otros aspectos diferenciales,
tienen huellas dactilares distintas, entre otros parámetros antropométricos
diferentes, como se comenta más adelante. Todas estas técnicas, y otras
similares, tienen sus ámbitos de aplicación, pero tienen que ser descartadas
en situaciones en las que el elemento en estudio sea un fragmento de un individuo, una pequeña muestra o unos restos cadavéricos. Por tanto, no serían
aplicables a las células de los embriones en desarrollo, que no disponen de
las estructuras u órganos necesarios. Si se desea evaluar si esas células o
embriones corresponden a la especie humana se deberá recurrir a algo que
sea un hecho absolutamente propio de la especie humana y diferencial entre
individuos. Algo que permita identificar a uno de ellos y a cada una de sus
partes o fragmentos, y con independencia de que estén vivos o muertos.
El ADN es el único elemento altamente fiable para reconocer a cada
individuo vivo, o incluso muerto. Cuando se requiere averiguar legalmente
la identidad de un individuo, de un órgano, de un fragmento, etc. se recurre
al estudio del ADN (ácido desoxirribonucleico). Adicionalmente se puede
utilizar también para conocer la proximidad familiar entre individuos, las
paternidades, etc.
Solo el estudio del ADN permite asegurar es algo que diferencia a los
seres humanos de los animales y de todos los seres humanos vivientes, de
los que han existido y, seguramente, de todos los que vayan a existir. Y es
más, ante la situación (teóricamente imposible) de que el ADN de dos individuos distintos fuera absolutamente idéntico, siempre podrían identificarse
diferencias en sus células (por ejemplo, el ADN de las mitocondrias), en
sus tejidos y en sus órganos, debidas a la interacción celular con el entorno
(comenzando por el útero materno), denominadas como epigenéticas. Estas
son las que llevan a que los gemelos idénticos, que comparten tanto el ADN
nuclear como el mitocondrial, presenten notables diferencias entre ellos como
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las huellas dactilares, los vasos de la retina, el iris, etc. Dichas desigualdades
son suficientes para que cada uno de ellos pueda ser reconocido a simple vista,
por sus padres, hermanos etc. o identificados de manera legal.
En conclusión: ¿Nos sirve nuestro conocimiento del ADN para aclarar
si un cigoto es un ser humano? La respuesta, sin ninguna duda, es positiva.
Lo cierto es que el nuevo ADN, elemento básico diferenciador de los individuos, se origina ya en el momento de la fusión de los gametos, masculino
y femenino, cuando la célula se prepara para la primera división mitótica.
Momento en el que, además, se producen procesos complejos como el denominado sobrecruzamiento cromosómico, que es propio y caracteriza a cada
individuo o la presencia del ADN mitocondrial que es herencia exclusiva del
óvulo materno. Esto es cierto, incluso, para aquellos individuos de la especie
humana que presentan cambios notables en su ADN, como en el caso de
ausencia (monosomías) o duplicación de algún cromosoma (por ejemplo la
trisomía 21 o síndrome Down o mongolismo). En ellos se sigue conservando,
como es natural, la estructura básica lo cual es más que suficiente.
La conclusión final de este apartado es que se debe tener muy presente que
si a un nuevo cigoto o huevo fecundado humano se le permite que continúe
su desarrollo normal y natural, sin interrumpir su evolución, dará lugar a un
nuevo embrión humano, luego a un feto que tendrá la oportunidad de nacer
y desarrollarse hasta alcanzar el estado de adulto normal.
¿SE PUEDE ACEPTAR LA EXISTENCIA DE VARIAS FASES
EN EL DESARROLLO EMBRIONARIO HUMANO?
¿EL EMBRIÓN PRECOZ, O MÓRULA, TIENE IDENTIDAD
PROPIA O ES UN ELEMENTO INDEFINIDO? ¿EXISTE UN
PERIODO PREEMBRIONARIO?
En las últimas décadas, se ha planteado la posibilidad de que los dos
primeros meses del desarrollo embrionario humano se puedan dividir en dos
fases conceptual y bioéticamente distintas. Algunos científicos aceptan la existencia del “pre-embrión”, que sería la fase de desarrollo comprendida desde
la fecundación hasta el día 14 de gestación, y el embrión desde ese momento
hasta los dos meses de gestación (a partir de entonces, hasta el parto, se denominará como feto). Para los que defienden esta hipótesis del “pre-embrión”
el hecho fundamental es que se acepte que durante las 2 primeras semanas
de gestación no se puede hablar de embrión, en sentido estricto. Uno de los
fundamentos científicos, entre otros, en que se basan los que defienden este
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planteamiento es el hecho de que las primeras células del embrión precoz
(los primeros blastómeros de la mórula) conservan su potencia completa
para formar cada una un nuevo ser humano. Por tanto, en estos primeros momentos no podría hablarse de embrión sino de grupo de células que podrían
generar (al menos en determinadas condiciones) varios embriones y no solo
uno. Como es evidente, aceptar esta opción conlleva “la pérdida conceptual
de la identidad del embrión precoz” en tanto que individuo, ya que no podría
asegurarse que en ese momento se estuviera ante uno o ante varios.
Los argumentos que se presentan a continuación ponen de relieve que,
cuando se ha elaborado esa hipótesis, no se han tenido en cuenta otros hechos biológicos bastante relevantes. En primer lugar, hay que afirmar que
en Biología está muy claro que el desarrollo embrionario es un proceso
continuo; sólo se interrumpe de forma natural por patologías muy graves
(aborto natural o espontáneo) o de forma artificial por el aborto provocado.
De hecho, en el desarrollo de un embrión lo más importante es el momento o concatenación espacio-temporal con la que ocurren los intercambios
de información entre las células y los tejidos en formación. Se afirma que
“todos los eventos ocurren, en forma de cascada (no hay mejor ejemplo de
algo continuo), en un momento preciso y en un lugar concreto”. La simple
interrupción momentánea de las complejísimas interacciones que conlleva el
desarrollo embrionario implicarían la malformación o, incluso, a la inviabilidad del embrión. Luego no cabe duda de que en el desarrollo embrionario
no existen fases diferenciales. Lo único que ha sido aceptado por todos los
investigadores es que, para poder analizar en profundidad algo tan complejo,
ha sido necesario proponer algunos “periodos de formación”, exclusivamente
con efectos didácticos o de investigación.
Un rápido repaso de la evolución del “embrión precoz”, como se denomina con frecuencia en este periodo, puede aportar datos adicionales. Si se
analiza la evolución inicial del cigoto que se ha obtenido por la fusión de los
gametos (ver apartado anterior) se observa que, a las 30 horas de la fecundación, ya se ha producido la primera división celular. Ahora se han formado
dos células (o blastómeros) con las que se inicia el periodo de mórula, que
se llama así porque recuerda al fruto de la morera. Un hecho muy interesante
es que esta primera división da lugar, en casi todas las especies incluida la
humana, a dos células con grandes capacidades para el desarrollo del embrión (ver en esta monografía, el capítulo de López-Moratalla y Santiago).
Estos dos blastómeros son muy indiferenciados y permanecen juntos, pero
no unidos, gracias a que les envuelve la membrana pelúcida, que ya envolvía
al óvulo antes de ser fecundado.
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El cigoto y estos primeros blastómeros son las “células madre” del nuevo
individuo y tienen capacidad de generar todos los tejidos que requerirá este
individuo. De ellas procederán no solo los tejidos y órganos del embrión
sino también las estructuras (llamadas anejos embrionarios: placenta, cordón
umbilical, etc.) que le servirán para su nutrición durante la gestación.
A continuación, estos blastómeros se van a dividir muchas veces. El
segundo día, entre las 40 y las 50 horas de la fecundación, ya hay 4 células
que pasarán a ser 8 el tercer día (hacia las 60 horas). Al final de la primera
semana de gestación la mórula contiene unas 32 (o 64) células que forman
una esfera, cuyas células exteriores se van aplanando inevitablemente, mientras las células internas continúan redondeadas y con altas capacidades de
generación de tejidos y órganos del embrión.
La mórula, ahora en la cavidad uterina, pierde rápidamente la membrana
pelúcida y empieza a formar en su interior una cavidad llena de líquido. Por
ese motivo el embrión se denomina como blastocisto (cisto = quiste + blasto =
inmaduro) y sus células se están especializando en dos tipos distintos. Así, parte
de ellas se encargarán de la formación del embrión (son el embrioblasto) y las
otras van a desarrollar las estructuras nutricias (placenta etc.) y, en conjunto,
constituyen el “trofoblasto”. Todo esto se analiza con más detalle en el siguiente
apartado, cuando se comente el paso de “mórula” a “blástula” o blastocisto.
Pero, antes de seguir avanzando es necesario aclarar una serie de preguntas frecuentes, sobre estas primeras fases del desarrollo embrionario humano,
que han sido objeto de frecuentes discusiones por su importante contenido
bioético.
Como ya se ha comentado, durante el periodo de mórula, al menos en
las primeras divisiones, sus células mantienen la capacidad de generar un
individuo completo. De hecho es bien conocido que una de estas primeras
células puede separarse del resto del embrión dando lugar a otro individuo.
En la Naturaleza puede producirse esta situación, en alguna ocasión absolutamente excepcional (menos de 2 casos por mil embarazos), dando lugar a los
denominados gemelos monocigóticos, llamados también “idénticos”. Esta
capacidad regenerativa de estas primeras células de la mórula, que se pierde
pronto, es la que también permite, en los procesos de fecundación in vitro,
la posibilidad de separar una célula ("biopsia embrionaria”) para analizar
alteraciones genéticas del cariotipo del nuevo embrión Los que realizan esta
“biopsia” indican que no supone riesgo para el desarrollo del futuro embrión
debido a la capacidad de regeneración de las células restantes. Son muchos
los problemas bioéticos que plantea la llamada fecundación in vitro, pero no
se abordan en este manuscrito ya que ya han sido tratados convenientemente,
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en esta misma monografía, por el Prof. Nicolás Jouve y la Profa. Carmen
Brasa. Y a ellos remito al lector interesado.
Lo que sí compete a este artículo es que el hecho de que las células de la
mórula conserven una alta capacidad regenerativa no por ello se debe cuestionar “la identidad del conjunto”, es decir del embrión precoz. De forma
que se indique que estas primeras células “constituyen una masa aleatoria
que, en realidad, no es un embrión”. De todo ello surge la definición de
“pre-embrión”, acuñada por Penélope Leach, psicóloga y autora de cuentos
infantiles (Herranz, 2006), y por la Comisión Warnock (ver también en:
Jiménez Collado 2011). Desde el punto de vista de la Bioética, aceptar esta
hipótesis supone que “lo que se ha generado en la fecundación” no es más
que una masa de células (terminología al uso para estos investigadores) que
carece de identidad individual. De esta forma este “pre-embrión”, que carece
de identidad individual, no puede ser objeto de derechos individuales, en
concreto el derecho a la vida o a la integridad.
Además del profundo problema bioético que todo esto plantea es que esta
interpretación es incorrecta desde un punto de vista biológico, tal y como
se explica a continuación. Por tanto, las consideraciones bioéticas que se
deriven de una afirmación que se aparta de la realidad no pueden ser tenidas
como válidas.
Lo que sí es cierto es que tanto el cigoto como la mórula, en la especie
humana, y en las demás, son la representación precoz de un único individuo de dicha especie. La interpretación correcta de las capacidades de las
células de la mórula, antes expuestas, es que el embrión humano precoz es
un sistema armónico en el que sus células, potencialmente independientes,
cooperan para el desarrollo de un único individuo. La mórula es uno de los
muchos sistemas redundantes de los que dispone un organismo vivo, durante
su desarrollo y a lo largo de su vida. La redundancia sirve para garantizar
el “éxito biológico”, que no es otro que la supervivencia del individuo, y a
través de él la de la especie. El fenómeno de la redundancia supone que, para
cualquier actividad, los seres vivos disponen de sistemas que funcionan en
paralelo y que repiten la misma acción garantizando siempre que la función
que tengan encomendada se pueda llevar a cabo.
Los seres vivos están formados inevitablemente por una inmensa cantidad
de sistemas redundantes. Un ejemplo muy simple para comprender este concepto es el del nervio periférico, o el de un circuito nervioso. Cualquiera de
estas estructuras, como explicó D. Santiago Ramón y Cajal, está compuesta
por muchas fibras nerviosas paralelas que sirven para realizar la misma función, y cooperan para ello. Gracias a esto se puede enviar, con seguridad, la
102
ASAMBLEA ESPAÑOLA DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA
misma información de un punto a otro. La existencia de tantas fibras nerviosas
“repitiendo la misma actividad” (redundancia) permite que si se alteran parte
de ellas (enfermedad, degeneración, sección del nervio, malformación, etc.)
las restantes serán suficientes para mantener la función. Solo si la alteración
mencionada afecta a la mayoría de las fibras es cuando realmente se pone en
peligro la actividad de ese nervio. En el caso de un nervio que estimula un
músculo si éste no recibiera más que una única fibra nerviosa, o unas pocas,
una mínima lesión o alteración de las mismas (hecho probable en una vida
longeva), llevaría a la parálisis y al riesgo para la supervivencia del individuo.
Biológicamente el fenómeno de la redundancia garantiza otras muchas cosas,
por ejemplo la modulación de la intensidad de una acción, el control de una actividad, y muchas más, aunque la principal es “garantizar la supervivencia”.
Procesos “redundantes” totalmente similares se pueden encontrar en las
células de la mórula. Normalmente, las células embrionarias que la componen
van a colaborar entre sí para generar un individuo único completo. En el embrión
precoz para lo primero que sirve la redundancia es para aportar una garantía de
supervivencia ante la aparición de células anómalas. En efecto, si durante las
numerosas divisiones mitóticas de la mórula se forma alguna célula anómala y
se pierde, eso no afectará a la supervivencia del individuo. Las células restantes
reemplazarán a la ausente. Este es un aspecto básico para entender el significado
que tiene la enorme capacidad de generación celular que tienen las células de la
mórula. Así en condiciones naturales, constituye un sistema único y armónico
destinado a formar un único embrión con una única identidad. Se debe considerar, sin ninguna duda, que la mórula humana es un embrión en desarrollo,
aunque aún muy precoz, al que si se le permite su evolución natural podrá formar
un feto de la especie humana, luego un niño y después un adulto.
En este nivel de discusión no se debe rehuir la referencia a los gemelos
monocigóticos. Cuando se divide una mórula (lo que puede suceder cuando
tiene pocas células) puede dar lugar a 2 individuos, ambos procedentes de un
huevo fecundado común y único. Se discute de nuevo que si esto es así es que
la mórula carece de identidad de individuo. Como ya se ha comentado en el
párrafo previo una mórula sólo dará lugar a un individuo. No obstante sus células, como mecanismo de seguridad, guardan la potencialidad de generar un
individuo completo y si se separan podrán generar más de uno. Pero eso no debe
desviar la atención de que si se produce esa separación “las mórulas resultantes”
adquirirán, de inmediato, su propia identidad de embriones diferentes.
Esto es tan claro que, en realidad, su independencia se verá reforzada
rápidamente. En cuanto contacten con la superficie de la mucosa uterina,
inevitablemente, lo realizarán en lugares diferentes y en posiciones distintas
BIOÉTICA PARA EL INICIO DE LA VIDA HUMANA
103
(factor posicional del embrión). Estos aspectos “epigenéticos”, entre otros
muchos, aún actuando sobre una genética básica común van a ser responsables de la aparición de diferencias en los embriones dando lugar a un “fenotipo individual” para cada uno. El fenotipo es la expresión del genotipo
(ADN básico). El fenotipo contribuye a la aparición de diferencias notables
entre individuos con genotipos muy similares e incluso en los gemelos monocigóticos. Dichas peculiaridades personales les van a conferir su propia
identidad a cada uno de ellos; identidad que se mantendrá el resto de sus
vidas y será suficiente para identificarlos como individuos independientes
y únicos. Valgan algunos breves ejemplos, muy simples, para ilustrar estos
comentarios. Los gemelos tienen muchas características distintas, entre las
que se observan “a simple vista” están: la altura, el peso, el timbre de la voz,
muchos datos cutáneos como las huellas dactilares o la distribución de lunares, etc. Pero si se hacen estudios mediante alguna técnica de exploración se
constata que los gemelos, teóricamente idénticos, tienen distinto patrón del
iris o en la organización vascular en la retina (la famosa “huella” de la retina),
también tienen un patrón termográfico (calor cutáneo debido a la distribución
de vasos sanguíneos) de la cara completamente diferente. Incluso, aspectos
tan complejos como las enfermedades mentales les afectan de forma muy
distinta, si uno de los dos padece una de estas enfermedades el otro no tiene
más que un 50% de probabilidades de llegar a padecerla.
En conclusión, una mórula humana debe ser considerada, como lo que
es, un estado precoz del desarrollo de un embrión humano. La mórula es un
sistema armónico y redundante y que nunca debe ser interpretada como “una
masa celular carente de identidad individual”. La redundancia en los sistemas
biológicos es una característica básica de los seres vivos que garantiza la
supervivencia de los individuos, y a través de ellos la de la especie.
EL EMBRIÓN HUMANO PASA DE MÓRULA A BLÁSTULA AL
FINAL DE LA PRIMERA SEMANA DE GESTACIÓN. ¿ES EL
EMBRIOBLASTO UNA “MASA CELULAR INTERNA” O UN
EMBRIÓN?
Hasta el final de la primera semana de desarrollo embrionario la mórula,
que ya se ha comentado con amplitud en los apartados previos, va a continuar
dividiéndose hasta alcanzar las 32 o 64 células. Este momento coincide con
la presencia de la mórula en la cavidad uterina. Será entonces cuando, por
diversos motivos, comience la fragmentación de la membrana pelúcida que
104
ASAMBLEA ESPAÑOLA DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA
mantenía unidas a las células desde la primera división. Se empieza entonces
a acumular líquido en el interior de la mórula y se forma una esfera cubierta
por una capa de células casi planas. Esta estructura se ha denominado siempre
como blastocisto, que sólo pretende indicar que es un elemento embrionario
o inmaduro (blasto) que tiene forma de quiste (cisto).
Como ya se ha comentado antes, en el blastocisto se observan dos partes
muy diferentes: el embrioblasto (= embrión inmaduro), formado por las células organizadas en forma de disco en un extremo de la esfera y de las que
se formará el embrión, y el trofoblasto, que son células planas que envuelven
el quiste y que están en contacto con la mucosa uterina. El trofoblasto va a
constituir las estructuras tróficas o nutricias del embrión (placenta, etc.).
Las células del blastocisto (o blástula) tienen una capacidad de generación
celular más limitada, por eso se llaman células madre pluripotenciales. De
hecho las células del embrioblasto solo podrán generar los propios órganos
del embrión pero no tendrán capacidad de generar la placenta. En la actualidad existe la tendencia a denominar al embrioblasto como “masa celular
interna”. Esta terminología es muy confusa y lleva a una imagen mental de
“total desorganización” y, de nuevo, a una carencia total de identidad del
embrión como individuo de la especie humana. Lo cierto es que esa “masa
celular interna” va a comenzar, de inmediato, un proceso de laminación
(embrión bilaminar) y, poco después la polarización (polo cefálico y polo
caudal) con la formación de la placa neural primitiva.
El sentido que tiene la sustitución del término embrioblasto por el de
“masa celular interna” desde luego no parece proceder del conocimiento
biológico. Y para apoyar esta afirmación se pueden mencionar dos hechos: en
primer lugar que el embrión precoz ya había sido denominado con claridad y
atendiendo a su entidad (embrio) y su inmadurez (blasto) y, en segundo lugar,
porque “la nueva denominación” no aporta nada nuevo ni sobre su estructura,
ni sobre su función, ni sobre su significación. Más bien parece que “la nueva
denominación” trata de paliar la fuerte controversia bioética que se plantea
ante la utilización y manipulación de las células madre embrionarias.
LAS CÉLULAS MADRE Y LA IMPORTANCIA, PRESENTE
Y FUTURA, DE LA TERAPIA CELULAR
La utilización de células madre para la regeneración de tejidos es uno
de los más importantes avances en terapéutica de la Historia de la Medicina. Tal vez acabe convirtiéndose en “casi” el más relevante y, desde luego,
BIOÉTICA PARA EL INICIO DE LA VIDA HUMANA
105
ya constituye la nueva frontera del tratamiento médico. De hecho, solo es
comparable a “los otros grandes avances de la Medicina y la Terapéutica”
acaecidos desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad como: la introducción de la asepsia, las vacunas, los antibióticos, los antiinflamatorios, las
técnicas de anestesia y de cirugía mayor, las prótesis, el trasplante de órganos
y tejidos, los citostáticos y la radioterapia, etc. Es tan grande su importancia
y su futuro que todas sus características, no solo Biológicas sino también
Bioéticas, deberían ser analizadas con el máximo cuidado evitando efectos
colaterales negativos, tal vez de notable con trascendencia futura.
En un futuro no muy lejano, la terapia celular deberá ser la mejor aliada
del tratamiento del cáncer. Servirá para reemplazar las células perdidas, tanto
por el avance del tumor como por los tratamientos necesarios en Oncología.
Se le augura un papel muy importante en el tratamiento de las enfermedades
del sistema endocrino (diabetes, etc.), en la reparación del infarto de miocardio, o en patologías neurodegenerativas como el Parkinson, el Alzheimer, las
disquinesias, los traumatismos medulares que conducen a la paraplejia o a
la tetraplejia, entre otras muchas. Y no debemos olvidar aquí que una de sus
aplicaciones terapéuticas más importantes será, sin duda, la de paliar los efectos del envejecimiento natural. La terapia celular podría modificar, de forma
real y efectiva, las perspectivas de calidad vital de los individuos mayores,
en una sociedad que no cesa de incrementar su expectativa de vida.
Son muchos los laboratorios de investigación, de los países más avanzados, que han comenzado a explorar todas estas posibilidades en muy diversas
líneas de investigación. El fin último de los estudios es el de reemplazar las
células anómalas, lesionadas, muertas o degeneradas por otras células sanas,
consiguiendo algo tan importante como la recuperación de las funciones
perdidas.
¿No resulta, por tanto, sorprendente que ante tales expectativas se puedan
plantear objeciones de ningún tipo? ¿Cómo es posible que numerosos científicos rechacemos la utilización y manipulación de células madre embrionarias,
sobre todo con las expectativas terapéuticas creadas?
Lo cierto es que, aunque el futuro de la terapia celular es muy prometedor, muchos científicos y tecnólogos y otras muchas personas afirmamos
que: “no todo lo que se que se puede hacer se debe hacer” o, dicho de otra
forma, “el fin no justifica los medios”. No todo lo que es posible, científica
y/o tecnológicamente, debe ser aceptado moralmente, aunque, incluso, jurídicamente se considere legal.
Por encima de cualquier avance científico y tecnológico siempre deben
tenerse en cuenta las pautas de comportamiento ético y bioético, a fin de evi-
106
ASAMBLEA ESPAÑOLA DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA
tar que la propia técnica se vuelva contra el Hombre que la ha desarrollado.
Muchos ejemplos como la energía atómica, la polución, el cambio climático,
etc. etc. pueden servir para ilustrar esta última frase.
LAS CÉLULAS MADRE EMBRIONARIAS: CONCEPTOS
BIOLÓGICOS Y DEFINICIONES. ¿ES ACEPTABLE LA
UTILIZACIÓN DE LAS CÉLULAS MADRE EMBRIONARIAS
PARA LA TERAPÉUTICA O CON CUALQUIER OTRA
ORIENTACIÓN?
Parece necesario dar alguna información que permita comprender lo que
son las denominadas células madre o troncales, de donde provienen, en donde
se encuentran, qué se va a derivar de ellas y, desde luego, si alguno de sus
tipos presenta alguna restricción bioética y en qué se basa esta actitud.
El concepto de célula madre o troncal es particularmente confuso, tal vez
porque los principales descubrimientos han sido comentados o divulgados
por personas sin conocimientos profundos sobre este tema. Con el término
de células madre se denominan, por ejemplo, células de la grasa o de otros
tejidos, inocuas de obtener y bioéticamente indiferentes, pero también se
incluyen auténticos embriones en desarrollo. Claro que para evitar plantearse problemas bioéticos, a estos últimos y durante los primeros 14 días de
desarrollo, les suelen denominar “pre-embriones”. Es así como los definió
Penélope Leach (Herranz, 2006) y otros científicos (Informe Warnock, citado
también por Jiménez Collado 2011) que habían propuesto esta terminología.
Admitir esta terminología supondría aceptar que esos embriones humanos,
en fase precoz de desarrollo, no pueden ser considerados como tales; que
carecen de identidad individual y, por tanto, de derechos. Pero ya se ha comentado antes, y también lo afirma Jiménez Collado (2011) que el desarrollo
embrionario es un proceso continuo e ininterrumpido que se inicia con la
formación del cigoto; por tanto no existen fases.
Profundizar en el conocimiento de las células madre, sus variedades y los
tipos de tejidos en los que se encuentran permite entender mucho mejor si
existen o no problemas bioéticos. Las células madre, con independencia del
tipo a que pertenezcan (ver más adelante), se caracterizan por dos aspectos
básicos: una capacidad de multiplicación casi indefinida, que permite formar
grandes colonias a partir de pocas células, y unas amplias posibilidades de
diferenciación. El conocimiento actual sobre las características de diferenciación de estas células todavía son muy limitadas (Carricondo y cols., 2010);
BIOÉTICA PARA EL INICIO DE LA VIDA HUMANA
107
no obstante, parece que podrían formar casi cualquier tipo celular a partir del
estímulo químico apropiado.
Es fácil comprender que la “célula madre por excelencia” es el propio cigoto o huevo fecundado, ya que de él derivan todas las estructuras del embrión,
y por tanto del nuevo individuo, y los anejos embrionarios (placenta, etc.). Por
eso al cigoto se le denomina como célula madre de tipo totipotente, es decir
con todas las capacidades de diferenciación celular que son posibles para una
especie. Es muy probable que esta capacidad la mantengan las células de la
mórula, al menos las que provienen de las primeras divisiones del cigoto.
El segundo tipo de células madre son las denominadas como pluripotentes, es decir con muchas potencialidades, pero no con todas. Las células
que componen la “mórula tardía” (tras bastantes divisiones celulares) o la
blástula o blastocisto (con sus dos partes: embrioblasto y trofoblasto) son
pluripotentes. Las del embrioblasto o embrión precoz (denominado también
como “masa celular interna”) pueden generar todos los tejidos del propio
embrión, pero han perdido la capacidad de formar los anejos embrionarios.
Las células del trofoblasto son muy indiferenciadas y van a dar lugar a la
formación de anejos, aunque parece que mantienen la capacidad de generar
tejidos también del embrión.
Finalmente, en los individuos humanos más desarrollados existen otros
tipos de células madre: las multipotentes, que son escasas salvo en la médula
ósea, con capacidad de generar varios tipos de líneas celulares, y las “células madre progenitoras” (presentes en todos los tejidos del niño, adulto y
anciano), que son las verdaderas células de recambio de los tejidos adultos
(ejemplos: las capas profundas de la epidermis de la piel, la grasa, la mucosa
de la boca y tubo digestivo, etc.).
Aunque, en principio, todas estas células pueden aportar nuevos horizontes a la terapia celular lo cierto es que la utilización de algunas como las
embrionarias suscita fuertes controversias tanto biológicas como bioéticas.
Desde el punto de vista Biomédico se ha comentado en diversos trabajos
científicos que las células procedentes de embriones pueden ser inseguras y,
al menos en ocasiones, generar tejidos anárquicos no deseados. Al parecer las
células madre embrionarias podrían ser mucho más inestables con tendencia a
la formación de teratomas (comentarios divulgativos en el resumen de Baker,
2009). Un teratoma es “una proliferación benigna encapsulada” que contiene
identifican tejidos (pelos, dientes, uñas, huesos, etc.) que pueden proceder de
todas las líneas germinales del embrión”. Los tejidos del teratoma, aunque son
normales en si mismos, pueden ser muy distintos de los que los del huésped
provocando problemas de integración con ellos.
108
ASAMBLEA ESPAÑOLA DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA
Pero, además, se plantean restricciones Bioéticas, como el que el uso
experimental o terapéutico de células madre procedentes de embriones humanos implican la destrucción de los mismos. Este hecho, en si mismo, debería
inhabilitar la utilización de este tipo de células.
Sin embargo, el uso de células madre de anejos embrionarios (en especial cordón umbilical y su sangre) y las de los tejidos adultos tienen un
gran futuro en terapia de numerosas enfermedades. Por un lado, parecen
ser bastante más seguras que las embrionarias en cuanto a la generación de
tejidos anómalos y, por otro, su uso no presenta ninguna restricción bioética.
En cuanto a las células adultas o de anejos en las que se ha realizado una
modificación genética (células iPS o iPSCs) todavía se encuentran en fase
muy preliminar de experimentación. Es necesario esperar nuevos avances
científicos para conocerlas con más detalle, pero lo que es cierto es que se
trata de células madre adultas que sufren una transformación directa de sus
genes sin restricción bioética alguna.
¿QUÉ ES LA LLAMADA “CLONACIÓN TERAPÉUTICA"?
¿ES ACEPTABLE LA CLONACIÓN DE SERES HUMANOS?
Uno de los requerimientos de la terapia celular es que, como cualquier
técnica de transplante de tejidos u órganos, necesita que las células que se
van a implantar sean histocompatibles con el individuo receptor. Pero un
embrión posee su identidad individual que le confiere su propio ADN, como
tanto se ha insistido en este artículo, y por tanto sus células no tienen porque
ser histocompatibles con las de otro individuo. Es evidente que esta característica condiciona mucho la terapia celular con células madre embrionarias
ya que las células del embrión (el donante) no deberían ser rechazadas por el
futuro receptor. Para evitar este posible rechazo los defensores de esta técnica
han desarrollado la denominada “clonación terapéutica” que según ellos no
acarrea ningún tipo de restricción Bioética, aunque esto es muy discutible
como se comenta a continuación.
Siguiendo la sistemática que preside este trabajo comienzo exponiendo
a continuación, someramente, el proceso de “generación de un clónico”. En
estas primeras líneas se podrá entender por qué implica un claro rechazo Bioético. Para realizar la clonación se requiere, en primer lugar, la obtención de
células del individuo (niño, adulto o anciano) que será el futuro receptor de
la terapia celular que se haya planteado. Para ello basta con un pequeño raspado de la mucosa oral o de cualquier otro tipo celular fácilmente accesible.
BIOÉTICA PARA EL INICIO DE LA VIDA HUMANA
109
De esas células se extrae el núcleo celular que se implanta de inmediato en
un huevo fecundado o cigoto, por supuesto humano, en el que, previamente,
se ha eliminado el núcleo celular (lo que se realiza mediante técnicas bien
conocidas). A continuación se provoca el inicio de la primera división celular
actuando sobre el núcleo ("del donante”) que ha sido implantado en el cigoto.
La mórula obtenida, in vitro, comienza a multiplicarse (como en las técnicas
de fecundación in vitro) y se permite que el embrión alcance el periodo de
blastocisto previo a la implantación. En este momento se “disocian” las células del embrioblasto y se cultivan aisladas en una placa, hasta obtener las que
se necesiten. Cuando se cuenta con suficiente número de células se procede a
orientar su diferenciación (mediante el método bioquímico correspondiente)
hacia el nuevo tejido que se quiere generar.
Desde el punto de vista Bioético se pueden observar varios hechos claramente reprobables. El primero es que la clonación de seres humanos, sin
distinción de sus posibles aplicaciones, debe ser totalmente rechazada. Las
críticas a la clonación humana con fines reproductivos (generar nuevos seres
humanos) son muchas. Aunque no es el fin de este artículo, baste recordar
aquí, brevemente, que no respeta la identidad única y propia de todos los
individuos que define a la Sociedad Humana. Va contra en Derecho Natural
y contra la Declaración de los Derechos Humanos. Además, está muy claro que estas técnicas utilizadas con “fines reproductivos” causarían daños
irreparables en los individuos y, por ende, en nuestra especie, acarrearía
alteraciones psicológicas muy graves en todos, los clonados y los clónicos.
Todo ello debe conducir a un rechazo frontal al desarrollo de esta posible
técnica y su aplicación.
Por tanto, dediquemos los siguientes párrafos a la denominada “clonación con fines terapéuticos”. El primer rechazo surge del hecho de que
para la obtención del clónico lo primero que se requiere es la fecundación
de un embrión a partir de un espermatozoide y un óvulo. Se utiliza la misma técnica de obtención de embriones que la que se usa en las terapias de
la infertilidad, luego el embrión obtenido podría ser viable. Este primer
desarrollo embrionario se interrumpe para suprimir el núcleo celular, pero
esto constituye la eliminación de un ser humano (aunque sea un cigoto).
Por los comentarios realizados a lo largo de este artículo, ya ha debido
quedar suficientemente aclarado que el tamaño (o estado de desarrollo)
del embrión no modifica el rechazo bioético. Cuando se genera un nuevo
individuo, lo que queda claro por su ADN, y luego es eliminado, aunque
sea en sus primeras fases de desarrollo, esta acción debe ser considerada
como un aborto.
110
ASAMBLEA ESPAÑOLA DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA
El segundo problema bioético que conlleva esta técnica es que cuando
se obtiene “el clónico”, tras implantar el núcleo de la célula donante en ese
cigoto activado (al que se suprimió el núcleo celular), se ha generado un
segundo ser humano. Aquí la polémica también es compleja. Algunos investigadores indican que este “clónico” no es más que “un tejido prolongación
del individuo adulto que donó el núcleo”. Esto no es correcto porque están
olvidando algo tan importante en las células como la relación entre su núcleo
y su citoplasma. No hay que olvidar que las células no solo contienen un núcleo celular sino también un citoplasma, y que en él se encuentran organelas
muy importantes (por ejemplo las mitocondrias que también contienen ADN,
de gran interés biomédico, genético, etc.). El asunto es que el citoplasma, en
todos los cigotos (obtenidos de forma natural o artificial), procede íntegramente del óvulo y, por tanto, de la mujer (de la madre en caso de gestación
natural y de la donante de óvulos en caso de fecundación in vitro).
Por tanto, resulta muy evidente que las células del nuevo embrión, “clónico”, solo tienen del donante el núcleo celular, el citoplasma procede de la
mujer que haya donado los óvulos para realizar esta técnica. Por tanto, normalmente la composición citoplasmática del clónico será distinta a la del futuro
receptor de la terapia (donante del núcleo celular). Sólo si la mujer que aportó
los óvulos es la madre, hermana o hija del donante del núcleo se podrá considerar que las células del “clónico” y del futuro receptor de la terapia tienen
una composición básica similar. Pero en ese caso siempre se darán pequeñas
diferencias que conllevarán a que el “clónico” debiera recibir el mismo trato
que un gemelo monocigótico del donante. En conclusión, este nuevo individuo que ha sido generado mediante clonación, aunque no haya sido realizada
con fines reproductivos sino terapéuticos, es un sujeto que detenta todos los
derechos que pueda tener cualquier otro de la especie humana.
LAS CÉLULAS MADRE SIN PROBLEMAS BIOÉTICOS: EL
CORDÓN UMBILICAL, LAS CÉLULAS MADRE ADULTAS
Y LAS CÉLULAS MODIFICADAS GENÉTICAMENTE. UN
AVANCE CIENTÍFICO QUE NO CESA
Las células madre embrionarias no son, ni con mucho, la única posibilidad para desarrollar técnicas de terapia celular. De hecho células madre
se encuentran también en otros muchos tejidos en concreto en los anejos
embrionarios (cordón umbilical y su sangre, placenta, etc.) y en los tejidos
adultos. En estos últimos cabe destacar la existencia de células madre en la
BIOÉTICA PARA EL INICIO DE LA VIDA HUMANA
111
médula ósea, el tejido graso (tanto adipocitos como fibroblastos), los fibroblastos de otros muchos territorios y en otros muchos órganos incluido el
cerebro. Actualmente, la experimentación con las células madre de sangre de
cordón umbilical y de tejidos adultos ha despertado un gran interés y existen
numerosos protocolos de estudio en fase de desarrollo.
Uno de los grandes avances de los últimos años ha sido la posibilidad de
la transformación genética de células madre del adulto en células pluripotentes con notables posibilidades de diferenciarse en diversos tipos de tejidos
(Takahashi 2006, Scuteri y cols. 2010). Se trata de una nueva posibilidad que
abre nuevos cauces a la investigación y la futura terapia celular.
EL DESARROLLO EMBRIONARIO CONTINÚA. ¿QUÉ
DEFINE EL PASO DE EMBRIÓN HUMANO A FETO A PARTIR
DE LA OCTAVA SEMANA DE GESTACIÓN. ¿CÓMO ES UN
FETO HUMANO DE 12 SEMANAS?
Aunque aquí se realiza un brevísimo resumen del desarrollo embrionario humano (para mayor información ver Moore, 2004, Sadler y Langman
2007, Jiménez Collado 2011) este no debe quedar restringido a las primeras
fases de desarrollo, sino que debe abarcar los estadios más avanzados. Una
información algo más amplia sobre el desarrollo del embrión y del feto humano puede contribuir a valorar mejor, con mayor conocimiento, todas las
decisiones que le afecten.
En los apartados previos se han comentado las dos primeras semanas de
desarrollo embrionario: en la primera se ha formado la mórula, que ha llegado
al útero y ha comenzado la nidación en su mucosa (empieza a formarse una
placenta primitiva), y en la segunda la blástula (o blastocisto). Al inicio de
la tercera semana (suele coincidir con la “primera falta” de menstruación)
se va a formar la gástrula.
La gastrulación es una invaginación que se produce en la zona del embrioblasto (ver apartados anteriores) y que da lugar a una nueva cavidad
(la amniótica) que, poco a poco, va a estar delimitada por el “embrión trilaminar”. Se le llama así por tener ya 3 capas: ectodermo (del que deriva el
sistema nervioso y la piel), el endodermo (da lugar al aparato digestivo y al
respiratorio) y el mesodermo (del que se forman los tejidos conjuntivos, los
músculos, los huesos, etc.).
Los cambios van a ser muy rápidos porque en solo cinco o seis semanas,
a partir de este momento, el feto va a estar ya constituido con una apariencia
112
ASAMBLEA ESPAÑOLA DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA
externa (y de estructura de órganos) que es muy similar a un recién nacido,
salvo por su pequeño tamaño y peso.
Durante la tercera semana el ectodermo engruesa con el inicio de la formación del sistema nervioso. Su rápido desarrollo provoca que el embrión
comience a incurvarse dando lugar a los dos “polos”, cefálico y caudal, que
permanecerán el resto de la vida del individuo. Mientras tanto también evolucionan las otras dos capas (endodermo y mesodermo) antes mencionadas. No
se trata aquí de presentar un estudio pormenorizado de embriología humana,
sino de comentar someramente los momentos y períodos embrionarios más
importantes para el futuro feto.
Durante la cuarta semana ya se puede identificar un corazón muy primitivo, originado por fusión de las dos arterias aorta dorsales en un tubo
único. En esta fase el corazón ya tiene una mínima capacidad contráctil y
empieza a bombear la sangre primitiva, formada al mismo tiempo que los
vasos sanguíneos. No se debe olvidar que este corazón embrionario ya está
en contacto con la placenta primitiva (con pequeña actividad desde el 13 o 14
día de gestación) que, a su vez, interacciona con los vasos maternos. Sobre la
interacción materno fetal ha escrito un magnífico trabajo para esta monografía
los Profs. Natalia López Moratalla y Esteban Santiago Calvo.
Al final de esta cuarta semana ya se observan los esbozos del ojo y del
futuro oído interno. Hacia la quinta semana ya se aprecia bien el ojo, también
el estomodeo (la boca primitiva), las placas nasales, como primer esbozo
muy primitivo de la cara, los esbozos de los miembros superiores, etc.. En
este momento el embrión humano, pese a todos esos avances, apenas si mide
unos 4 o 5 milímetros, con un peso de alrededor de un gramo.
Entre la sexta y séptima semana se empieza a identificar un mayor desarrollo de la cara, incluso los esbozos de las orejas, y de los miembros (tanto
los brazos como las piernas). También va ganando talla y peso de forma entre
la octava y la novena semana ya mide unos 3 cm. Hacia el final del segundo
mes (entre la octava y la décima semana) ya se puede considerar que el embrión ha alcanzado las características propias de un individuo humano. Es por
ello que, todos los investigadores, coinciden en llamarle desde ahora como
“un feto humano”. Poco a poco, todos los órganos se irán desarrollando y, al
tiempo, comenzará su actividad fisiológica que madurará progresivamente.
Los latidos empiezan en torno al día 18 de desarrollo embrionario, pero es
probable que falten algunos días para que puedan ser detectados. Los movimientos del embrión hacia los 35 días, poco antes de que finalice la quinta
semana, siendo muy evidentes entre los días 42 y 48 de gestación. Poco
después, entre el día 48 y el 54 se puede identificar una actividad eléctrica
BIOÉTICA PARA EL INICIO DE LA VIDA HUMANA
113
cardiaca, aún muy primaria, y poco después el inicio de la primera actividad
eléctrica cerebral. Hacia el 84 día de gestación (es decir en 12 semana de
gestación) comienza el primer esbozo de ritmo sueño-vigilia. Cuando llega
a los dos meses de gestación el embrión (mide 7 a 9 centímetros y pesa unos
60-65 gramos) está prácticamente formado y se le llama feto. A partir de este
momento crece en talla y peso y sus órganos maduran poco a poco.
Uno de los aspectos que se consideran para evaluar si un individuo humano es sujeto de derechos, sobre todo el fundamental: el derecho a la vida,
es si “es capaz de mantener una vida independiente”. Afortunadamente, el
desarrollo de técnicas que mejoran la viabilidad de los neonatos (sobre todo
de los pre-término o inmaduros), que les permite la vida autónoma, es un
campo que ha experimentado los mayores avances científicos. La viabilidad
del embrión hoy en día ha llegado a extremos verdaderamente notables,
siendo la maduración pulmonar la “última barrera” para la supervivencia
precoz. Actualmente es posible recuperar fetos que, por distintos motivos, han
sido expulsados del útero materno antes de lo previsto. Tal vez el caso más
espectacular de los últimos tiempos sea el acaecido en el Hospital Universitario de la Universidad de Gotinga en Alemania. En este centro el 25 junio
del año 2009 se consiguió la supervivencia de un bebé de 275 gramos (peso
equivalente a un feto de unos cuatro meses y medio a cinco de gestación).
Este es el niño más pequeño del mundo que ha logrado sobrevivir fuera del
útero materno. El desarrollo postparto se llevó a cabo en una incubadora,
con cuidados muy especiales, lo que permitió que fuera dado de alta para
incorporarse a su hogar en diciembre de 2009, con un peso de 3 kilos y 700
gramos. Se trata de un auténtico avance científico encaminado a la defensa
y protección de la vida humana.
CONCLUSIÓN FINAL
Las conclusiones de este trabajo se han ido presentando a lo largo del
mismo. Por ello no resta más que decir que el ser humano, que ha sido capaz
de desarrollar la sociedad actual con todos sus numerosos avances científicos,
debe conseguir que dichos avances se utilicen a favor del propio ser humano,
a favor de la vida humana. El ser humano debe orientar sus esfuerzos a conseguir que la sociedad sea más justa, con un mayor apoyo a los más débiles
(y los embriones y fetos humanos lo son especialmente) y los necesitados,
incluidos los enfermos y los ancianos. Si la humanidad, tras un larguísimo
proceso, ha sido capaz de alcanzar unos extraordinarios avances científico-
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ASAMBLEA ESPAÑOLA DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA
tecnológicos, ahora debería utilizarlos en la defensa de la vida con amor con
inteligencia y con ética. Con todo ello se alcanzará un nuevo escenario de
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