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Arch. Med. Int. 2004; XXVI; 1-2: 35-46 © Prensa Médica Latinoamericana. 2004 ISSN 0250-3816 - Printed in Uruguay - All rights reserved. 35 Actualización Patogenia de las infecciones urinarias Pathogenesis of Urinary Tract Infection Dra. Emma Schwedt Profesora Agregada Cátedra de Nefrología. Facultad de Medicina. Montevideo. RESUMEN: Arch Med Int (Montevideo) 2004 - XXVI; 1-2: 35-46 Los factores determinantes de una infección urinaria (IU) dependen del huésped y del agente antimicrobiano. El individuo posee defensas naturales contra la IU pero si tiene alteraciones anatómicas o funcionales o enfermedades asociadas que determinan alteraciones de los mecanismos de defensa, tendrá mayor propensión a desarrollar IU. Las propiedades de virulencia del microorganismo y la magnitud del inóculo bacteriano son los principales factores dependientes del germen. Frente a la invasión microbiana por determinadas clonas se produce una respuesta inflamatoria e inmune mediada por citoquinas, opsoninas, inmunoglobulinas, activación de diferentes células, sustancias antimicrobianas como lisozimas, lactoferrina, peroxidasas, defensinas. Los sistemas adhesina-receptor son los factores de virulencia más importantes. La expresión de fimbrias para E. Coli, se hace bajo un mecanismo de control de variación de fase en que algunas bacterias alternan entre ser fenotípicamente pilus positiva o negativa. Hoy día existe mayor conocimiento respecto al conflicto huésped-microorganismo invasor. Si bien la fagocitosis se puede producir todo a lo largo del aparato urinario, la E. Coli no sería estrictamente un patógeno extracelular. No todas las bacterias que penetran en vejiga serían eliminadas por exfoliación/apoptosis, sino que muchas persisten dentro del epitelio vesical donde encuentran un microambiente menos hostil (internalización y reservorio) pudiendo emerger a posteriori. Algunas formas de IU recurrente en la mujer podrían ser por reemergencia de bacterias intracelulares y el epitelio vesical podría ser un reservorio de ellas a pesar de tener una orina estéril. Esto abre el camino a la investigación de otras posibilidades diagnósticas y terapéuticas. Se ha establecido que el sitio de la infección y la severidad de la enfermedad dependen de la virulencia bacteriana, pero los individuos difieren en su capacidad de responder a la IU: habría altos y bajos respondedores dependiendo de factores genéticos. Se analizan en forma general los diferentes factores conocidos de susceptibilidad a la IU, cuál es la evolución posible de la lesión renal luego de una pielonefritis aguda y los mecanismos por los que se puede producir una pielonefritis crónica. Palabras clave: Infección urinaria; Patogenia; Virulencia; Adherencia; pielonefritis. summary: Arch Med Int (Montevideo) 2004 - XXVI; 1-2: 35-46 Urinary tract infection (UTI) can be viewed as an interaction between the pathogen and the host defense mechanisms. The normal individual has innate defense mechanisms against the UTI. Nevertheless, transient or permanent anatomic, functional or metabolic abnormalities that disable the natural defenses allow bacterial access and infection (UTI-prone individual). The virulence factors and the magnitude of bacterial inoculum play a pivotal role. Infection is initiated when a uropathogenic E. Coli enter from the fecal reservoir and spread in the urinary tract in which they elicit an inflammatory and immune response. This response is mediated by cytokines production and proinflammatory factors, influx of inflammatory cells, immunoglobulins and secreted antimicrobial substances from the epithelial cells (lysozyme, lactoferrin, peroxidases, NO, defensines). The adhesin-receptor systems are the most important virulence factors. The expression of type 1 pili during the invasion of bladder epithelial cells is termed phase variation and is under the control of a promoter (invertible element). When the promoter is in “on” orientation allows for transcription of type 1 fimbriae structural and assembly genes and when it’s in “off” orientation prevents the fimbriae expression. Cystitis strains more readily turn “on” in experimental UTI than do pyelonephritis strains. The dynamic interaction between host and pathogen during the acute phase of UTI is currently under investigation. Although the phagocitosis take place at any level of the urinary tract, at the present time, E.coli is not strictly considered an extracellular Recibido: 24.11.03 - Aceptado: 29.03.04 Correspondencia: Dra. E. Schwedt. E-mail: [email protected] 36 Arch. Med. Int. Vol. XXVI;1-2:marzo-junio 2004 pathogen. Most bacteria entered the bladder are cleared by an exfoliation/apoptosis mechanism but some of them are able to blunt the cytokine/chemokine response of the epithelial cells and persist within the bladder epithelium (internalization and quiescent bacterial reservoir). The reemergence of these intracellular strains is a potential etiology for some cases of recurrent UTI and will eventually lead to new and better approaches for treating UTIs. It has established that the site of infection and the disease severity are influenced by bacterial virulence but individuals differ in the ability to respond to UTI due to genetic factors: pyelonephritis occurs more readily in “high responders” than in “low responders”. The different susceptibility factors according to age and sex, the outcome of the renal lesions after acute pyelonephritis and the different causes of chronic pyelonephritis are also analyzed. Key words: Urinary tract infection; Pathogenesis; Virulence; Adherence; Pyelonephritis. Introducción Las infecciones urinarias se producen como consecuencia de la invasión y proliferación de bacterias en el aparato urinario, que desencadenan una respuesta inflamatoria del huésped. Tienen un perfil diferente según edad, sexo y localización de la infección, por lo que clínicamente se manifiestan por diferentes síndromes clínicos (1-3). Constituyen la infección bacteriana más frecuente que afecta al ser humano. En una revisión reciente analizamos los síndromes clínicos más importantes (4), por lo que en este trabajo profundizaremos en los aspectos patogénicos. Como en toda infección, sus factores determinantes dependen del huésped y del agente. En lo que respecta al huésped, el individuo posee defensas naturales contra la infección urinaria pero pueden existir factores locales anatómicos y/o funcionales y factores generales como enfermedades asociadas, o alteraciones de la inmunidad, que pueden predisponer a la aparición de una infección urinaria. Por ejemplo, la uretra corta en la mujer aparentemente sana, y la menor distancia ano-vagina recientemente señalada por Hooton, son algunas de las causas que pueden explicar que la mujer joven sexualmente activa tenga mayor propensión a infección urinaria y recurrencia de la misma respecto al hombre. (5-6) El hombre, además, tiene como factores protectores el ambiente seco alrededor de la uretra y la actividad antibacteriana de las secreciones prostáticas. Para el hombre sano, según algunos autores, los factores de riesgo de infección urinaria son diferentes a los señalados para la mujer y se piensa que son la relación sexual con mujer infectada, la relación homosexual y la falta de circuncisión. En lo que respecta al agente, la magnitud del inóculo bacteriano, su estructura y las propiedades de virulencia son los principales factores. Históricamente, la susceptibilidad del huésped ha sido, sobre todo, estudiada en pacientes con anomalías funcionales o anatómicas, si bien en muchos pacientes con IU no se han encontrado tales anomalías. La infección del aparato urinario es determinada principalmente por la virulencia de la bacteria, el tamaño del inóculo y por la falla de los mecanismos de defensa, factores que además determinan el nivel anatómico de infección (7). Mecanismos de defensa Las defensas naturales del aparato urinario son los factores inhibitorios de la orina y los mecanismos de defensa de uretra, periuretra, región perineal, vesical y renal. Existen diferentes mecanismos de defensa y diferentes factores de riesgo de infección según la altura del aparato urinario. La orina Las características físicoquímicas de la orina normal le confieren propiedades antimicrobianas. La osmolaridad muy baja (orina muy diluida) o la muy alta pero asociada a pH muy ácido tiene propiedades inhibitorias de la proliferación bacteriana. La concentración alta de urea le confiere su mayor actividad antibacteriana. Los ácidos orgánicos también tienen propiedades antibacterianas. Por la presencia de sales de zinc y componentes estables al calor, las secreciones prostáticas tienen propiedades antibacterianas, protegiendo al hombre del desarrollo de IU. Es posible que existan sustancias desconocidas con propiedades antibacterianas (7). La orina contiene inhibidores de la adherencia bacteriana. La presencia de proteína de Tamm-Horsfall es importante para impedir la adherencia bacteriana al urotelio. Esta proteína es producida por las células tubulares del asa ascendente de Henle y el tubo contorneado distal. Está presente en la orina en forma soluble, como la proteína más abundante, o en forma de grandes agregados visibles al microscopio óptico como uromucoide. A través de residuos manosa, y de ácido siálico, actúa como receptor para E. Coli con fimbrias tipo 1 y con fimbrias S respectivamente. La proteína de Tamm-Horsfall tiene un efecto diferencial sobre la adherencia bacteriana: si la concentración es > 30 µg/ml inhibe la adherencia bacteriana y, si es menor, la estimula. Si bien hay importantes variaciones en la excreción de la glicoproteina durante 24 horas, las concentraciones antes señaladas aún están dentro del rango fisiológico. No se han identificado barreras o mecanismos de defensa contra la adherencia bacteriana a nivel del riñón. A pesar de evidencias de que la orina es inhibitoria para el crecimiento bacteriano, Chambers y Kunin (8) señalaron que podía tener un efecto osmoprotector sobre E. Coli. La glucosa en orina constituye un medio favorecedor para la multiplicación bacteriana. La orina de la mujer embarazada también tiene un pH más apropiado para el crecimiento bacteriano. La importancia de los mecanismos de defensa vesical se puso en evidencia en un trabajo de Mabeck y colaboradores (9), que encontraron que, en un grupo de mujeres suecas, con IU baja, no tratadas, 70% de ellas había curado la infección en un mes. Kaye (10), en 1968 señalaba que las E. Coli aisladas de pacientes con IU crecían bien en la orina, pero la mayoría de las cepas fecales eran fácilmente eliminadas. La parte distal de la uretra está habitualmente colonizada y estas bacterias generalmente no se multiplican en la orina y raramente determinan IU. Uretra, periuretra, vagina y región perineal Tradicionalmente se señala que la conservación de la flora normal (lactobacillus, estafilococo coagulasa negativo, estreptococo, corinebacterias y anaerobios) es importante, porque compiten con E. Coli para colonizar. También contribuyen: el pH vaginal bajo, el efecto mecánico de arrastre del flujo urinario normal, las propiedades antibacterianas de la orina y la presencia de IgA secretoria en las secreciones vaginales. Son factores favorecedores en la mujer: la uretra corta y la distancia ano-vagina más corta. Existiría una mezcla de los subtipos IgA, IgA1 e IgA2 en el fluido vaginal, pero su papel no es claro. Es conocido que las mujeres posmenopáusicas con menores niveles de estrógenos representan un grupo de mayor riesgo de adquirir IU, comparado con las mujeres premenopáusicas sin carencias de ellos (11-12). Sin embargo el fluido vaginal de la mujer posmenopáusica tiene un pH más elevado y una mayor secreción de IgA secretoria y en ellas coloniza E. Coli. La mujer premenopáusica tiene un pH vaginal entre 4 y 6 y menores niveles de IgA secretoria; el Lactobacillus es la flora prodominante. Schoor y colaboradores del Departamento de Urología y Bioquímica de la North-Western University Medical School de Chicago, Illinois (13) encontraron en un estudio in vitro, en una línea celular de célula vaginal inmortalizada, que la adherencia de E. Coli a la mucosa vaginal en mujeres posmenopáusicas es mayor, a mayores niveles de IgA en el fluido vaginal. En este subgrupo de pacientes la Patogenia de las infecciones urinarias concentración de IgA secretoria en el fluido vaginal aumentada no tendría un efecto beneficioso. Vejiga Está demostrado que la vejiga tiene mecanismos de defensa que impiden, en ciertas circunstancias, que la penetración de gérmenes como, por ejemplo, durante el acto sexual, el masaje uretral y el cateterismo uretral determinen una IU. Los principales mecanismos de defensa son su buen vaciado, para evitar el estancamiento de orina, y la presencia de una capa intacta de mucopolisacáridos revistiendo el epitelio para evitar adherencia. Contribuyen también la diuresis adecuada en volumen para diluir y eliminar gérmenes, la composición de la orina, y los mecanismos antiinflamatorios e inmunológicos de defensa a nivel local. Flujo urinario y diuresis El vaciado eficiente de la vejiga y una buena diuresis son importantes mecanismos de defensa. Si hay defectos en la micción hay mayor predisposición a desarrollar IU. El vaciado adecuado de la vejiga depura la orina de bacterias que pudieron haber penetrado en ella. Riñón El sector medular y la papila renal son susceptibles a la infección. El pH bajo, el bajo flujo, la osmolaridad alta y la alta concentración de amoníaco, inactivan el complemento y alteran la quimiotaxis leucocitaria. Se desconoce si a este nivel la proteína de Tamm-Horsfall juega algún papel para evitar la adherencia bacteriana. Por el contrario, está demostrado que en situaciones de presión canalicular aumentada, el reflujo intrarrenal y la presencia de ella en el intersticio renal, como sucede en la nefropatía por reflujo, puede determinar daño intersticial. Es probable que el flujo sanguíneo reducido de la medular también intervenga. La corteza es más resistente a la infección. Respuesta inflamatoria e inmune Frente a infección renal se produce respuesta inflamatoria e inmune. Las bacterias estimulan las células epiteliales y otras células para producir citoquinas y factores proinflamatorios (14). Cuándo y dónde los polimorfonucleares fagocitan la bacteria en el tracto urinario, no se sabe bien, pero podría ser tanto a nivel renal, como vesical, pues, Fukushi y Orikawa (15), inoculando E. Coli en vejiga de ratas, encontraron formación de rosetas de polimorfonucleares alrededor de células epiteliales infectadas. La infección urinaria baja (vesical o prostática) puede determinar también respuesta inflamatoria. En la respuesta inflamatoria intervienen opsoninas, que son componentes del complemento e inmunoglobulinas y citoquinas, como interleuquinas que han sido demostradas en la orina de pacientes con IU. La diseminación sistémica de citoquinas, como interleuquina 6 (IL-6) puede dar fiebre y activación de proteínas de fase aguda (16-17). La producción de citoquinas fue primariamente demostrada en ratones con IU experimental y luego fue demostrada en niños y adultos con diferentes formas de IU (18-19). Agace y colaboradores (20) también demostraron, en pacientes colonizados deliberadamente con E. Coli, que, a las pocas horas de colonizados, existía IL-8 en orina y no en la sangre. En pacientes con pielonefritis aguda o bacteriuria asintomática que tenían piuria, había niveles elevados de IL-8 cualquiera fuere su germen determinante (21). Las células epiteliales del tracto urinario, cuando son estimuladas, son capaces de secretar diferentes citoquinas y se considera que son una fuente de citoquinas durante las primeras etapas de la infección. Esta respuesta depende de las propiedades uropatogénicas de las bacterias que activan las células: la adherencia a través de fimbrias y el lipopolisacárido de la membrana bacteriana. Posteriormente se produce el influjo de polimorfonucleares, células T y otras células inflamatorias, las que pueden ser atraídas por las citoquinas o activadas por las bacterias. La llegada de los neutrófilos al aparato urinario es favorecida por la secreción de IL-8 por las células epiteliales y por la expresión de moléculas de adhesión en ellas (ICAM-1), involucradas en la 37 transmigración de los neutrófilos, adhiriéndose primero a la pared endotelial de los vasos, atravesando posteriormente todas las capas de la pared vascular y el epitelio para llegar a la luz urinaria (20)(22). Su alteración explica la piuria, que es un signo evidente de la respuesta del organismo a la infección. Frendeus y colaboradores (23), experimentalmente, en un modelo murino y en humanos, encontraron que una deficiencia de expresión en el receptor de IL-8 confería susceptibilidad a pielonefritis aguda. La reacción inflamatoria a nivel del parénquima renal, si bien tiene como objetivo eliminar los microorganismos, puede dar síntomas generalizados de inflamación, como fiebre, hiperleucocitosis y Proteína C Reactiva aumentada y puede determinar daño tisular y cicatriz o scarring, sobre todo en niños pequeños. La infección a nivel del parénquima renal produce síntesis de inmunoglobulinas locales y sistémicas y formación de anticuerpos. Durante pielonefritis aguda se ha demostrado alta concentración de anticuerpos circulantes de tipo IgA e IgG y menos de IgM y, en la orina, se han encontrado anticuerpos rodeando a bacterias mediante técnica de inmunofluorescencia. Los antígenos bacterianos, que principalmente inducen respuesta anticuerpo, son los antígenos O, las fimbrias y, en menor grado, el antígeno K. No es claro si estos anticuerpos tienen un efecto protector en humanos; en modelos experimentales, sí. El papel de la inmunidad mediada por células en la patogenia de la pielonefritis es especulativo. Existe la posibilidad de que la infección renal pueda estimular una reacción autoinmune contra antígenos renales, perpetuando el daño renal, en ausencia de proliferación bacteriana. Varios estudios han fallado en encontrar anticuerpos antirriñón experimentalmente y en humanos. En contra de una reacción autoinmune mediada por anticuerpos está el hecho de la pielonefritis unilateral, sin afectación del otro riñón. Se ha sugerido que el infiltrado mononuclear de la pielonefritis crónica puede reflejar, en parte, una reacción de hipersensibilidad retardada a antígenos bacterianos particulados. Estuvo de moda la hipótesis de las “formas L” como variantes bacterianas, osmóticamente frágiles, que podían inducir respuesta anticuerpo y persistir como una fuente de antígenos bacterianos. De hecho, estas formas se han aislado de sitios de pielonefritis crónica y no han sido totalmente descartadas. Por otro lado, experimentalmente se ha visto, mediante irradiación total o timectomía, que no se altera el curso bacterilógico o patogénico de la pielonefritis. La proteína de Tamm-Horsfall, como determinante de injuria renal por reacciones inmunes a nivel intersticial, continúa en etapa de hipótesis no totalmente probada. Las células epiteliales secretan varias sustancias antimicrobianas: lisozimas, lactoferrina, inhibidor de la leucoproteasa secretoria, peroxidasas y defensinas. Muchas de ellas también están contenidas en los gránulos microbicidas de los polimorfonucleares. Las defensinas tienen actividad antimicrobiana contra un gran número de microbios y, además, actúan como reguladoras de la inflamación y de la respuesta inmune adaptativa (24). Las defensinas de los neutrófilos permeabilizan las membranas de las bacterias. La beta defensina HBD-1 actúa junto a otros componentes de la capa mucosa que reviste nefrón distal, uréter, vejiga y uretra para formar una barrera para la penetración tisular. Las defensinas de los neutrófilos contribuyen a la depuración de bacterias fagocitadas y la defensina HBD-2 inducible, podría fortificar la barrera epitelial. La difusión de defensinas desde el sitio de infección puede contribuir a la señal quimiotáctica que atrae las células necesarias para el inicio de una respuesta inmune. Los microorganismos La mayoría de las infecciones urinarias son producidas por bacterias, si bien la frecuencia de IU por otros agentes no es bien conocida. Los gérmenes Gram negativos son los más frecuentes y, dentro de ellos, E. Coli es el germen más frecuente, con diferencias en su frecuencia según que la infección sea adquirida en la comunidad (80-95%) o en el hospital (50-85%). Los otros gérmenes son Klebsiella, Enterobacter, Proteus y Pseudomonas. En infecciones urinarias adquiridas en el hospital, son más frecuentes Citrobacter, Serratia, Pseudomona aeruginosa y bacilos Gram negativos no fermentadores (Acinetobacter y Pseudomonas sp). Dentro de los gérmenes Gram positivos, en la comunidad 38 predominan S. saprophyticus (IU baja en la mujer) o epidermidis y Streptococcus D o Enterococo (Enterococcus fecalis). Pueden verse IU a S. aureus generalmente en diabéticos y por vía hematógena e infecciones a S. epidermidis, sobre todo en pacientes con sonda vesical. El S. Saprophyticus se ve frecuentemente en IU sintomática en mujeres jóvenes sexualmente activas, y es poco común en el hombre (25-27). Es frecuente que IU a Proteus se vea en niños varones entre 1 y 12 años y S. Fecalis en hombres añosos con prostatismo. Es conocido que las IU crónicas a Proteus species producen orinas alcalinas y favorecen la aparición de cálculos de estruvita. Otros patógenos Hongos. Los agentes más comunes son Cándida species y generalmente infectan a pacientes con cateterismo vesical que han recibido antibióticos de amplio espectro, sobre todo si son diabéticos, o han sido tratados con corticoides. Muchas veces la infección es limitada y desaparece al retirar el catéter o controlar la diabetes, pero la IU a cándida puede ser el foco de partida de una candidemia, si el aparato urinario está obstruido o ha sido sometido a instrumentación (28)(29). Se ha visto IU ascendente a cándida, sin cateterización de la vía urinaria. Es muy poco común, pero puede ser causa de necrosis papilar, invasión calicial y obstrucción. Esta uropatía obstructiva por cándida ha sido descripta en niños con anomalías congénitas del aparato urinario y en pacientes trasplantados de riñón (30). Es frecuente que la cándida, a punto de partida renal, tenga una diseminación hematógena. Es común la siembra renal en la coccidioidomicosis. En la bastomicosis se afecta más el aparato genitourinario bajo. El cryptococcus neoformans siembra principalmente la próstata, pero puede causar necrosis papilar y pielonefritis. Micoplasmas. Chlamydia tracomatis invade el tracto urinario y es causa frecuente de síndrome uretral agudo (31). Que sea agente de IU no ha sido bien demostrado. Otros micoplasmas como U. Urealyticum y U. Hominis causan uretritis y se han relacionado a pielonefritis (32) y cálculos renales (33). Los virus han sido poco estudiados. Se ha demostrado cistitis hemorrágica a adenovirus tanto en niñas en edad escolar, como en adultos (34). En inmunodeprimidos se ha visto nefritis túbulointersticial debida a papovirosis y citomegalovirus (35). Rutas de penetración de los Gérmenes al Aparato Urinario y Reservorios Vía ascendente. Es, de lejos, la más frecuente. El reservorio de los gérmenes Gram negativos se encuentra a nivel intestinal y lo constituye la flora rectal. A partir de la margen anal contaminada, los gérmenes invaden el espacio periuretral y la uretra, ascendiendo luego a la vejiga y desde allí pueden alcanzar el riñón. Es altamente frecuente que exista colonización por uropatógenos del introito vaginal en la mujer y de la uretra y región periuretral en ambos sexos, previo al desarrollo de infección urinaria ascendente. En la mujer con IU recurrente, esto se asocia muchas veces a pérdida de la flora habitual del introito vaginal, principalmente del Lactobacillus, que competiría con E. Coli uropatógena. En el hombre, la colonización de uropatógenos puede hacerse a partir de la vagina o del recto de la pareja. Los microorganismos que colonizan habitualmente la uretra distal y la piel, tanto en el hombre como en la mujer, y los de la vagina de la mujer, raramente producen IU. Ellos son: Staphylococcus epidermidis, Corynebacteria, Lactobacilli, Gardnerella vaginalis y anaeroides. La flora anaeroide fecal se ha asociado a IU verdadera en el caso de obstrucción del aparato urinario por neoplasia (sepsis a Bacteroides). Los mecanismos por los que los Lactobacillus protegen contra el inicio de la IU son: 1) que mantienen un pH ácido en vagina, que disminuye la colonización de E. Coli; 2) que interfieren con la adherencia por obstáculo; 3) que producen peróxido de hidrógeno que interacciona con peroxidasa matando a E. Coli y quizás; y 4) por elaboración de otras sustancias antimicrobianas no definidas. Se ha demostrado que los mismos ligandos bacterianos de superficie que median la adherencia al uroepitelio y los mismos receptores de la mucosa que interaccionan con estos ligandos en el Arch. Med. Int. Vol. XXVI;1-2:marzo-junio 2004 aparato urinario, existen en el tubo gastrointestinal y tienen el papel de mantener la colonización de los microorganismos (7). La IU es monomicrobiana en más de 95% de los casos. Se puede ver IU verdadera polimicrobiana en algunos pacientes con cateterismo vesical prolongado o en pacientes con cálculos o tumores necróticos infectados y/o fistulizados a tubo digestivo o aparato genital. Según Rubin (36), el hallazgo de una flora polimicrobiana generalmente significa contaminación. El pasaje gérmenes de la uretra a la vejiga se conoce en forma incompleta. O’Grady y colaboradores (37) plantearon que el pasaje se podría producir durante la micción por flujo turbulento o reflujo luego del vaciado completo. Está bien demostrada la introducción de bacterias durante la instrumentación de uretra y vejiga (cistoscopía, cirugía, cateterismo vesical). El acto sexual favorece la penetración de bacterias. Kunin (38) encontró una frecuencia de bacteriuria 12,8 veces mayor en mujeres con actividad sexual comparada con monjas de la misma edad sin actividad sexual. Nicolle (39) encontró que 75% de los episodios de IU en mujeres con historia de IU recurrente ocurrió durante las 24 horas de la relación sexual. En 1975, Vosti, publicó la prevención de IU recurrente por medio de antibióticos profilácticos luego de la relación sexual (40). La relación sexual sola no establece la bacteriuria, pues ella puede aparecer sin relación sexual. El masaje manual de la uretra también introduce bacterias en la vejiga. Vía hematógena. Representa menos de 3% y se ve para E. Aureus, Salmonella, Cándida, Ps. Aeruginosa, Schistosoma Haematobium, Nocardia, Actinomyces species y Brucella. El riñón es la localización extrapulmonar más frecuente de la tuberculosis y el bacilo llega por vía hematógena. El reservorio para el Estafilococo puede ser las fosas nasales y esto se ve principalmente en diabéticos. En situaciones de obstrucción de la vía urinaria se puede producir diseminación hematógena de Gram negativos con formación de microabscesos renales y focos extrarrenales. Como el riñón es un órgano muy vascularizado, en teoría, cualquier microorganismo que alcance el torrente sanguíneo puede llegar al riñón. Ello no significa que determine infección, porque los mecanismos de defensa lo pueden eliminar y, experimentalmente, se ha demostrado para E. Coli, que produce infección si hay obstrucción. Los otros microorganismos antes señalados, tal vez por ser cepas más virulentas, infectan al riñón por esta vía. Se han señalado diferentes causas que vuelven al riñón susceptible a infección hematógena por gérmenes usualmente no virulentos por esta ruta: obstrucción intrarrenal por cicatrices o precipitación intrarrenal de drogas como sulfas, factores vasculares, hipotensión hemorrágica, hipertensión aguda o crónica, depleción de K, abuso de analgésicos, poliquistosis renal, diabetes inducida experimentalmente y administración de estrógenos. En situaciones de obstrucción, se plantea que la presión tisular aumentada en el riñón, interfiera con la microcirculación. La vía linfática se plantea como una posibilidad, pero tendría un papel muy secundario. Virulencia. Es una de las propiedades del germen que le permite ser uropatógeno; es decir, invadir y producir enfermedad en el aparato urinario (14). Los mecanismos de virulencia bacteriana son fundamentales para sobreponerse a las defensas normales del huésped (41). No todas las cepas de E. Coli que se encuentran en la flora fecal son capaces de alcanzar e infectar al aparato urinario. Serotipos del grupo O son los más frecuentes: constituyen 28% de las cepas aisladas de la flora fecal normal y, según Hanson, son responsables de 80% de las pielonefritis, de 60% de las cistitis y de 30% de las bacteriurias asintomáticas (42). Estas clonas poseen diferentes factores de virulencia que contribuyen en la patogenia: factores de adherencia como fimbrias (P, tipo 1, S, Dr, etc) toxinas (hemolisinas, lipopolisacáridos), aerobactina, factores de invasión, resistencia al suero (14). Adherencia bacteriana. Para que se produzca infección es imprescindible que las bacterias se adhieran al urotelio; es considerado el primer paso en la patogenia de la IU (41). La infección del aparato Patogenia de las infecciones urinarias urinario es consecuencia de la capacidad de las bacterias de adherir y colonizar primero el intestino y luego el periné, uretra, vejiga, sistema calicial e intersticio renal. Los factores responsables de la adherencia bacteriana son complejos, ya que las enterobacteriaceas son muy pequeñas y electronegativas como para vencer la repulsión generada por la carga negativa de las células epiteliales y, además, no tienen la fuerza cinética suficiente para contrarrestar las interacciones celulares repulsivas de los iones que las células absorben en su superficie (43). La adherencia es la capacidad de ciertos gérmenes de ligarse al epitelio urinario, y lo pueden hacer a receptores específicos o inespecíficos existentes en él a través de adhesinas fimbriadas o no fimbriadas, o sea, que hay adherencia bacteriana por esta propiedad de ellas. Esta adherencia es regulada por interacciones específicas entre los componentes de la superficie bacteriana y los receptores de las células del huésped (14). Adhesinas. Son los componentes de las bacterias que les permiten unirse a los receptores, ya que son menos repelidas por las microvellosidades de las células epiteliales que los cuerpos bacterianos sin ellas, en parte, porque son hidrofóbicas como las membranas. Las propiedades de virulencia, especialmente las adhesinas, han sido estudiadas sobre todo en la E. Coli y en el Proteus. Los factores de virulencia para E. Coli son principales determinantes de si la bacteria asciende sólo hasta la vejiga o hasta el riñón, dando una IU baja o alta. Las fimbrias o pilosidades, o pili, que son codificadas por DNA, son pequeñas prolongaciones en forma de flagelo, cuyas adhesinas son lectinas expresadas en la punta de ellos (proteínas unidas a carbohidratos), constituyendo el mayor factor de virulencia. Ellas reconocen sitios de unión que contienen secuencias de oligosacáridos en las células epiteliales del huésped. Hay tres sistemas principales de adherencia identificados para E. Coli uropatógenas: PAP, SFA y AFA, asociados a fimbrias o no. Existen varios tipos de fimbrias, pero las más frecuentes e importantes son las fimbrias tipo 1 o manosa sensibles (MS) y las fimbrias P o manosa resistentes (MR). Las fimbrias MS reciben este nombre en virtud de que la aglutinación de eritrocitos que ellas producen es inhibida en presencia de manosa. Se adhieren débilmente el urotelio y lo hacen principalmente al uromucoide que tapiza la vejiga, a la porción carbohidrato de la IgA secretoria y a células fagocíticas, determinando fundamentalmente IU baja. Pero experimentalmente se ha visto que la unión aumentada a células fagocíticas por estas fimbrias puede aumentar la destrucción tisular y conducir a cicatrización/retracción, debido a la liberación de radicales de O2 libre y otras enzimas que destruyen tejidos, producto de la respuesta inflamatoria aumentada. Hoy día se sabe que las fimbrias tipo 1 son estructuras filamentosas de superficie que miden entre fracciones de micrón a 3 micrones de longitud, son verdaderas organelas compuestas de subunidades de FimA unidas a una punta fibrilar distal que tiene dos adaptadores de proteínas (FimG y FimF) y la adhesina FimH, y requieren de al menos 8 genes para su armado y expresión, que están presentes en la estructura de la fimbria (44). Hasta hace poco, se creía que la única función identificada de las fimbrias 1 era mediar la adherencia a las células del huésped, pero estudios recientes han demostrado que favorecen la invasión de las células epiteliales de la vejiga, que es capaz de mediar lo que se ha denominado internalización, o sea que la invasión bacteriana mediada por fimbrias 1 no es simplemente el resultado de fagocitosis no específica de partículas adheridas. También se vio que la adhesina FimH reacciona ávidamente con el receptor del urotelio y anticuerpos. Dirigidos contra este dominio, le dieron protección contra IU experimental, estando en la base de la creación de vacunas contra E.coli (45). La proteína FimH es el elemento reconocedor de la fimbria tipo 1. Los componentes FimF y FimG son requeridos para la integración de la adhesina FimH en la fimbria. Los componentes de la organela fimbrial son codificados por el gen agregador fim localizado en el cromosoma (46). Se ha visto que la expresión de fimbrias 1 está bajo el control de un promotor contenido en el llamado elemento invertible: si está en posición “ON”, el promotor está en la posición correcta para permitir la transcripción de los genes de la fimbria y determina fundamentalmente 39 IU baja, vesical y, si es invertido a la posición “OFF”, no es posible la transcripción del gen estructural y se bloquea la expresión de fimbrias 1, pudiendo invadir el riñón y dar pielonefritis (47). El hallazgo de esta propiedad, en algunas cepas de E.Coli, llamada variación de fase, permite responder a la interrogante de si las cepas que determinan cistitis son diferentes a las que determinan pielonefritis. Parecería que la expresión de fimbrias 1 es regulada en diferentes maneras por diferentes cepas. Mientras todas las cepas pueden contener genes que codifiquen fimbrias tipo 1, las cepas de cistitis se pueden colocar en posición “ON” más rápidamente y más completamente como población. Las cepas que no expresan completamente los genes fimbriados (sólo un bajo porcentaje están en posición “ON”) pueden ascender fácilmente al riñón y dar pielonefritis. Se requieren más estudios para probar esta hipótesis. De todos modos, Schaeffer sugiere que el grado de susceptibilidad y la altura de la infección urinaria son gobernados por factores de virulencia bacteriana y por la magnitud de las alteraciones de los mecanismos de defensa (48). Las fimbrias MR son llamadas así porque la aglutinación de glóbulos rojos que ellas producen no es revertida por la manosa. También son llamadas fimbrias P, porque se unen a antígenos específicos en los eritrocitos del grupo sanguíneo P, fimbrias P pili o Pap (pyelonephritis associated), o Gal-Gal-pili, y además se unen a receptores específicos, denominados globoseries de glicolípidos, que se encuentran principalmente en el urotelio del aparato urinario alto y por tal motivo determinan IU alta o pielonefritis en hasta 90% de ellas. Wullt y colaboradores (49), de Suecia, encontraron que las fimbrias P aumentan la colonización del aparato urinario por E. Coli, “gatillan” la respuesta local del huésped (mayor respuesta de neutrófilos y citoquinas) y disminuyen el umbral para bacteriuria significativa. Las fimbrias P y las fimbrias tipo 1 comparten la capacidad de activar las células epiteliales pero difieren en la especificidad de receptor (glicoesfingolídidos-GSLs y glicoproteinas manosiladas, respectivamente). Las fimbrias P gatillan la liberación de ceramide en las células epiteliales, y la vía ceramide está involucrada en la respuesta a citoquinas de las bacterias P fimbriadas (50). Estos sistemas adhesinorreceptores son los factores de virulencia uropatogénica más importantes. La expresión de los pili se hace bajo un mecanismo de control de variación de fase, en el que algunas células bacterianas alternan entre ser fenotípicamente pilus positivas o negativas, a través de un proceso que involucra metilación de DNA por desoxiadenosin-metilasa. La mejor forma de identificar el sistema pap, afa y spa en el DNA cromosómico bacteriano es por métodos genéticos y moleculares. En mujeres jóvenes con pielonefritis y sin anomalías del aparato urinario, Meyrier y col. (51-52) encontraron que 100% de ellas estaban infectadas con E. Coli con fimbrias P. Por tal motivo se ha sugerido que los pacientes con IU infectados con bacterias sin fimbrias P deben ser estudiados para descartar anomalías anatómicas que predispongan a la infección, como una disfunción neuromuscular de la vejiga o una obstrucción del cuello vesical. Stapleton y colaboradores (53) encuentran que las mujeres que no son secretoras de los antígenos de este grupo sanguíneo tienen in vitro una mayor unión de E. Coli a células endoteliales, y tienen mayor frecuencia de IU recurrente. Receptores. Las fimbrias se adhieren a receptores específicos o inespecíficos en el urotelio. Los receptores de las fimbrias P son de tipo glicolipídico a Gal (1-4) b Gal); son idénticos a los glicoesfingolípidos del sistema del grupo sanguíneo P, y se ha visto que también se encuentran en el epitelio del intestino grueso, que es el reservorio de las cepas nefritógenas de E. Coli. No se encuentran sobre las células fagocíticas. Las fimbrias P se pueden unir a fibronectina, lo que sugiere un mecanismo de adherencia a matriz extracelular. Solamente la punta de los pili expresa la adhesina que interactúa con el receptor específico y otros polipéptidos forman el resto del pili. Vacunas experimentales hechas de las fimbrias P aisladas parecen ser promisorias para proteger contra pielonefritis. Como las fimbrias P no se unen a los leucocitos polimorfonucleares, porque no tienen receptores del tipo globoserie de glicolípidos, esto puede influir si ocurre bacteriemia en situación de pielonefritis. Todas las cepas de E. Coli aisladas de la sangre de individuos normales con pielonefritis expresan fimbrias P y, las aisladas de individuos con pielonefritis, pero con las defensas comprometidas, son cepas sin fimbrias P. Los antígenos del grupo P (P, P1 y Pk) se encuentran en los gló- 40 bulos rojos de la gente con grupo sanguíneo P1 (75% de la población), y las células P2 (25% de la población) carecen del antígeno P1 y tienen menos antígeno Pk. La densidad o disponibilidad de receptores es un determinante principal en la susceptibilidad del huésped a la infección urinaria y explica la frecuencia aumentada de pielonefritis en niños del grupo sanguíneo P1. Hay receptores oligosacáridos que contienen D manosa para las fimbrias tipo 1 que predominan en vejiga y a los que adhieren débilmente, porque se adhieren principalmente al uromucoide. Además hay receptores no específicos dependientes de las cargas de superficie, hidrofobicidad y presencia de fibronectina. Se plantea que algunas mujeres jóvenes con IU recurrente, podrían tener mayor densidad de receptores determinados genéticamente, por lo que tendrían mayor propensión a IU. Esto se relacionaría con el grado de maduración de las células epiteliales dependiente de la estimulación estrogénica. Experimentalmente, la depleción de los receptores glicolipídicos mediante un bloqueador redujo la susceptibilidad a IU con E. Coli P fimbriadas. En el futuro, existe la posibilidad de utilizar un tratamiento alternativo al tratamiento antibiótico (54). Existen otros tipos de fimbrias, menos frecuentes: las fimbrias X, que se encuentran en el aparato urinario alto; las fimbrias Dr, que pueden asociarse con cistitis en niños y en mujeres embarazadas; las fimbrias S, que se unen a residuos terminales de ácido siálico sobre células epiteliales y fagocitos, y las adhesinas que se unen a antígenos del grupo sanguíneo M. La familia de las adhesinas Dr es el tercer grupo más frecuente luego, de fimbrias tipo 1 y fimbrias P. La heterogeneidad de los miembros de esta superfamilia explica el espectro amplio de virulencia, con cepas que determinan IU en embarazadas o niños. Algunas pueden causar diarrea, o diarrea e IU en niños, y algunas determinan IU crónica o recurrente (55). Otros factores de virulencia de E. Coli: Los clásicos conocidos son (1): • Antígeno de superficie K o capsular o antígeno ácido de tipo polisacárido, que inhibe la fagocitosis y la actividad bactericida del complemento. Los cultivos de E. Coli aislados de pacientes con pielonefritis tienen mayor proporción de antígeno K que aquellos aislados de pacientes con cistitis. • Antígeno O contenido en la capa lipopolisacárida capsular (antígeno somático o de pared celular superficial), que sirve para tipificar algunos serotipos responsables de las IU sintomáticas, sería el principal responsable de la reacción inflamatoria y confiere resistencia al poder bactericida del suero mediado por complemento. Cuando hay un cuerpo extraño presente en vejiga, como puede ser un catéter a permanencia, un polisacárido capsular extendido, llamado glicocalix puede jugar un papel importante en la adherencia. • Hemolisinas, que son proteínas citotóxicas que destruyen PMN, monocitos y células epiteliales. Otras características se asocian con virulencia: presencia de urobactina de unión al hierro, producción de colicinas, capacidad de fermentar sialicina y otros substractos, capacidad de la bacteria de resistir al efecto bactericida del suero, capacidad de inducir respuesta inflamatoria, que es inducida por endotoxina presente en la superficie mucosa de la fimbria P. Los síntomas agudos de IU son debidos a la respuesta inflamatoria a endotoxinas presentadas por la bacteria que se adhiere a la superficie mucosa. La hemolisina parece no determinar inflamación, pero está presente en muchas cepas con fimbrias P. In vitro, se ha visto que mata células epiteliales renales cultivadas y una vacuna específica protege contra injuria renal en el modelo murino de pielonefritis. La aerobactina podría facilitar la captación de hierro por la bacteria. Las cepas aisladas de pacientes con sepsis o IU tienen producción aumentada de aerobactina. Es evidente, que operan varios factores de virulencia, pero no se sabe bien si actúan en forma aislada o relacionada. La IU invasiva es causada por pocas clonas de E. Coli con muchas características en común, estrechamente ligadas al cromosoma bacteriano. En el DNA se han encontrado segmentos particulares llamados áreas asociadas de patogenicidad (PAIs = pathogenicity associated islands) que codifican la información genética que determina la uropatogenicidad. Además hay plasmidos, como colicina V, que transportan genes similares. Arch. Med. Int. Vol. XXVI;1-2:marzo-junio 2004 Los PAIs son elementos genéticos que codifican factores de virulencia que están en el genoma de cepas patogénicas, adquirido del genoma de otras especies por tranferencia genética horizontal: hemolisina, adhesinas (fimbrias P), sistema de captación de hierro, toxinas. No están presentes en el genoma de cepas fecales de E. Coli (47). Otro mecanismo de uropatogenicidad de E. Coli es el gatillamiento de proteínas de regiones extracitoplásmicas por sistemas de secreción. Se han identificado determinantes de virulencia que son secretados a través de sistemas de autotransporte: se producen translocaciones a través de la membrana interna por la vía sec-dependiente, y de la membrana externa, por estructuras porosas formadas por un dominio carboxi-terminal de autotransporte. Guyer y colaboradores (47) identificaron una proteína secretada, denominada Sat, que se encontraba más frecuentemente en cepas de E. Coli asociadas con síndromes clínicos de pielonefritis aguda (86%) que con cepas fecales (14%). Es un factor de virulencia posiblemente codificado por PAI. La virulencia característica de E. Coli determina fiebre alta, aumento de VES, respuesta aguda de citoquinas (IL-1, IL-6 e IL-8), factor de necrosis tumoral y aumento de Proteína C Reactiva (como reactante de fase aguda, particularmente en niños). Las infecciones asociadas con una respuesta inflamatoria aguda raramente se asocian con cicatriz crónica o progresiva. En varones y niñas, se ha visto que las cepas de E. Coli que no producen respuesta inflamatoria aguda y no tienen fenotipo uropatogénico, son las responsables de la cicatrización/retracción renal asociadas con reflujo. La generación intrarrenal de especies de oxígeno reactivo y/u óxido nítrico jugaría un papel importante. La mayoría de los estudios de virulencia se hicieron en niñas y mujeres, pero la E. Coli aislada de hombres con prostatitis y de pacientes con injuria de la médula espinal con manifestaciones inflamatorias de IU, tienen el mismo perfil de virulencia que las mujeres. Factores de virulencia en otras especies bacterianas: 1. 2. 3. 4. En Proteus como factores de virulencia y adherencia se han descripto flagelos y fimbrias (Proteus like fimbriae) y enzimas (ureasa, hemolisina y proteasa) (56). La ureasa es una enzima citoplásmica de alto peso molecular que hidroliza urea a amoníaco y dióxido de carbono. El amoníaco se une a hidrógeno para formar radical amonio y la reducción del H+ libre conduce a alcalinización de la orina cuyo pH llega a ser mayor de 7.0 y a/v hasta 9.0. Esto determina precipitación de fosfatos, carbonatos y magnesio llevando a la formación de cálculos de estruvita, que a menudo son de tipo coraliforme. Estos cálculos infectados tienen material proteináceo, glóbulos blancos, estruvita y bacterias, que son muy difíciles de erradicar con los antibióticos, autoperpetuándose el proceso de formación de cálculos. Se conocen varios tipos de fimbrias producidas por Proteus, pero sólo algunas contribuyen a favorecer la infección: el sistema MRP (Mannose-Resistant Proteus-like fimbriae), que contribuye a la colonización de vejiga y riñón, y el sistema PMF (Proteus Mirabilis Fimbriae), que favorece la infección vesical. En un modelo experimental de IU ascendente, y en otro hematógeno, Pellegrino y col. plantean la posibilidad del desarrollo de vacunas contra Proteus mirabilis a partir de estimulación antigénica con estas proteínas fimbriadas (57) . Cepas de Klebsiella aisladas de pacientes con pielonefritis eran resistentes al suero, aerobactina positivas, y poseían fimbrias tipo 1 en comparación con cepas aisladas en pacientes con cistitis o BA. La presencia de antígeno O se correlaciona con uropatogenicidad (con capacidad de invasión del urotelio). Las cepas de E. Faecalis aisladas del aparato urinario tienen notable capacidad de adherir al urotelio, pero, si pasan a sangre, el suero humano las vuelve muy adherentes al endocardio y producen endocarditis. El Staphylococcus saprophyticus determina, sobre todo, cistitis en la mujer joven en edad genital activa. Adhiere firmemente al urotelio, al parecer a través de residuos lactosamina (25, 58). Patogenia de las infecciones urinarias Interacciones dinámicas entre el huésped y los agentes patógenos Hemos visto factores dependientes del huésped que nos defienden contra la infección o que nos hacen más vulnerables, y hemos vistos las propiedades de virulencia de los microorganismos invasores. Veremos seguidamente los conocimientos actuales respecto al conflicto huésped-microorganismo invasor a nivel del aparato urinario. Schilling y colaboradores (44, 59) del Departamento de Microbiología Molecular de Washington University School of Medicine, de St Louis, Missouri, han desarrollado una interesante hipótesis patogénica de las infecciones urinarias. Postulan que frente a la invasión de gérmenes, se produce apoptosis/exfoliación y producción de citoquinas/quimioquinas que conducen al desprendimiento de las células epiteliales infectadas hacia la orina y al reclutamiento de células inflamatorias. A pesar de ello, algunas bacterias pueden replicar antes de que finalice este proceso de muerte celular y se ha visto que algunas cepas de E. Coli son capaces de bloquear la producción de citoquinas/quimioquinas y pueden permanecer como reservorio intracelular en forma quiescente durante un tiempo. Este mecanismo podría explicar la recurrencia de IU en algunas mujeres, por la misma cepa y no ser una reinfección. Es la llamada hipótesis de la reemergencia de Schilling. El proceso de invasión de las bacterias con fimbrias tipo 1 ocurre a través de un mecamismo de membrana de cierre de cremallera, que involucra un reordenamiento del citoesqueleto actínico celular del huésped (60). Requiere fosforilación tirosín-proteica del huésped y la activación de fosfoinositidin-3-kinasa (PI-3-kinase) y también involucra la formación transitoria de complejos entre adhesin-kinase focal y PI-3-kinase y entre a-actina y vinculina. Estas interacciones probablemente modulan y facilitan la reestructuración citoesquelética que determina el atrapamiento y posible internalización de las bacterias con fimbrias 1. Con la inoculación de E. Coli uropatógenas en vejiga de ratones y ratas se ha visto las bacterias entrando a las células epiteliales o dentro de las células epiteliales superficiales (15). Células epiteliales cargadas de bacterias también se han visto en las células desprendidas y liberadas a la orina durante la infección. Esto llevó al concepto de que las células superficiales del epitelio vesical eran capaces de fagocitar las E. Coli uropatogénicas. La exfoliación sería, pues, un mecanismo de defensa del huésped. También se ha visto, que la instilación intravesical de lipopolisacárido (LPS) induce la liberación de células epiteliales vesicales en un modelo de ratón (61-62). Por otra parte, la instilación de cepas sin FimH no produce exfoliación en un modelo de ratón (60). Previo al comienzo de la exfoliación se ha podido identificar fragmentación del DNA en las células epiteliales infectadas, lo que es característico de la apoptosis. Mulvey y colaboradores también han visto que el tratamiento previo de la vejiga del ratón infectado con un inhibidor de las caspasas impide la exfoliación vesical y el clearance de bacterias (63). Se supone que la adherencia y la invasión mediadas por fimbrias tipo 1 facilita la interacción entre LPS bacteriano y célula epitelial vesical, y se activan vías que conducen a la exfoliación/apoptosis. Las células epiteliales vesicales atrapan y contienen las bacterias invasoras, por lo que pueden ser vistas como un estanque colector y almacenador de bacterias para ser eliminadas por exfoliación durante la micción. Las bacterias que invaden las células epiteliales vesicales se pensó que estimulan la inducción de citoquinas y producción de quimioquinas como mecanismos de defensa del huésped para eliminar dichas bacterias, pero los hechos pueden tener otra interpretación. Algunas bacterias son eliminadas por exfoliación/apoptosis pero muchas persisten en forma intracelular en la vejiga, como ha sido demostrado experimentalmente, por lo que la internalización de la bacteria en el epitelio vesical podría ser un medio más favorable para su supervivencia que la luz del aparato urinario (63). Antes de la exfoliación, las bacterias podrían replicarse dentro de la célula epitelial y podrían colonizar otras células, aunque los antibióticos esterilicen la orina. De modo que las E. Coli uropatógenas no serían estrictamente un patógeno extracelular y esto podría abrir otras posibilidades de detección y tratamiento de la infección urinaria. La IU recurrente en la mujer podría ser consecuencia de la reemergencia de bacterias 41 intracelulares y el epitelio vesical podría ser considerado un reservorio de ellas, a pesar de tener una orina estéril. El pH bajo y la alta concentración de sales hacen que la orina sea un mal medio de crecimiento, y las bacterias en el sector luminal son más accesibles a la presencia de anticuerpos y antibióticos, lo que no sucedería en el ambiente intracelular. La persistencia de bacterias intracelulares implicaría una tasa de exfoliación inadecuada para la carga bacteriana, o que las bacterias poseen mecanismos que le permiten contrarrestar los mecanismos de defensa del huésped. Antes que la exfoliación se produzca, las bacterias comienzan a proliferar formando inclusiones intracelulares denominadas factorías bacterianas. Ellas pueden salir de las células epiteliales muertas antes de la exfoliación y cuando reemergen del epitelio vesical tienen, generalmente, una morfología filamentosa, lo que les permitiría diseminarse, tanto en el episodio agudo de infección, como a posteriori. Parece que las fimbrias tipo 1 no estimulan directamente la respuesta de citoquinas por las células epiteliales, sino indirectamente por la invasión bacteriana, a través de un mecanismo lipopolisacárido dependiente (receptores LPS localizados endosómicamente o receptores LPS citoplásmicos). Haziot y colaboradores (64) reconocieron como importante receptor para la respuesta del huésped a glicosilfosfatidilinositol (GPI) unido a la proteína de membrana CD14, pero estudios recientes le dan mayor importancia para reconocer LPS al receptor toll-like (TLR) 4, que directamente interactúa con la molécula lipídica A de LPS, activa la cascada de traducción de la señal que conduce a la activación del factor nuclear kB y la producción de citoquinas y quimioquinas. Abraham y colaboradores (65) estudiaron las interacciones entre E. Coli con fimbrias 1 y mastocitos en la cistitis y encontraron hechos similares al grupo de Schilling. Los mastocitos son una de las primeras células inflamatorias que se encuentran en la infección vesical por bacterias con fimbrias 1. Ellos encontraron que estas bacterias se unen a los mastocitos desencadenando fuertes respuestas exocíticas y endocíticas e identificaron un receptor específico sobre los mastocitos que se une a la FimH de la fimbria 1 de la bacteria. Se sabe que casi todas las cepas que causan cistitis expresan fimbrias 1 y la propiedad adhesiva es importante para establecer la colonización del aparato urinario, pero también facilita los pasos subsiguientes del proceso infeccioso permitiendo que la bacteria penetre en el epitelio y se ponga en contacto con las células inmunes del huésped. Por un lado, la activación de células inmunes determina la eliminación de las bacterias, pero si la respuesta es inapropiada, o mal regulada, resulta en severas consecuencias para el huésped. Los mastocitos están presentes en la mucosa vesical en número importante, así como en la lámina propia y en la capa muscular de la vejiga. Los autores estudiaron la activación de los mastocitos in vivo, evaluando la generación de histamina y encontrando que, además de histamina, se liberaban otros mediadores proinflamatorios como factor de necrosis tumoral a (TNF a) y leucotrieno B4. Indudablemente histamina y estos mediadores juegan un papel en la respuesta inflamatoria para eliminar la bacteria. Los síntomas y signos de la cistitis (polaquiuria, nocturia, urgencia y dolor al llenado de la vejiga y al final de la micción) pueden ser explicados por la liberación de estos productos por los mastocitos. Se sabe que varios productos de los mastocitos inducen fibrosis impidiendo la distensión de la vejiga y determinando urgencia y polaquiuria. El dolor sería producido por la liberación de histamina, bradiquinina y prostaglandinas que actúan sobre las terminaciones nerviosas y disminuyen el umbral al dolor. La histamina causa irritabilidad del detrusor y contracción vesical y TNF a y leucotrieno B4 que inician el influjo de células inflamatorias serían los responsables de la piuria. Los mastocitos tienen un receptor para la fimbrias 1 que es mediado por moléculas CD48 glicosiladas, teniendo específicamente residuos manosa y uniéndose a receptores GPI que se encuentran en microdominios específicos, como “balsas enriquecidas en glicolípidos”, llamados caveolae, en la membrana plasmática celular. Los caveolae son estructuras pleomórficas de membrana, caracterizadas por su densidad fluctuante, su resistencia a detergentes no aniónicos y su enriquecimiento en colesterol, glicolípidos y una proteína específica llamada caveolin. La bacteria con fimbrias 1, al ser tomada por los mastocitos a través de este receptor, puede ser desviada a cámaras intracelulares conteniendo bacterias. Encerradas en dichas cámaras, las bacterias evitarían la actividad bactericida intrínseca de los mastocitos y podrían permenecer viables. Los autores se hacen la pregunta de qué podría suceder con esas bacterias vivas contenidas en caveolae 42 y cuál es la relevancia de este fenómeno durante la infección vesical. Una explicación a este hecho podría ser que allí encuentran un medio menos hostil para sobrevivir y podrían emerger a posteriori. Svanborg y colaboradores (66) consideran que, si bien en las últimas décadas los investigadores han establecido que el sitio de infección y la severidad de la enfermedad dependen de la virulencia bacteriana, los individuos difieren en su capacidad de responder a la IU. La pielonefritis ocurre más rápidamente en los “altos respondedores” y sus anomalías exageran el daño más que los aspectos protectores de la inflamación y los “bajos respondedores”, que tienen suprimidas las señales inflamatorias, permiten que las bacterias se establezcan sin dañar al huésped. Estas diferencias se deberían a factores genéticos. Los individuos “altos respondedores” tienen receptores que permiten a las fimbrias unirse a la superficie mucosa y reclutar correceptores, como el TLR4 para la señal de transmembrana y activación celular. Los neutrófilos migran a los tejidos luego de la secreción de quimioquinas y la expresión de receptores de quimioquinas. Si este proceso es entermanete funcional, los pacientes presentan síntomas y enfermedad transitoria y la infección desaparece con poco daño tisular. Pero si hay una función deficiente del receptor de quimioquinas habrá acumulación de neutrófilos, seguida de bacteriemia y daño renal. Este fenotipo alto respondedor se encontró en una cepa de ratones y en pacientes con IU recurrente y baja expresión de CXCR1 (IL-8RA). El modelo de ratón sin receptor TLR4 muestra lo que sucede en los bajos respondedores: hay poca respuesta o respuesta ausente de quimioquinas y no se reclutan neutrófilos, la infección no cura pero no desarrolla síntomas, desarrollan un estado de portador crónico semejante a una bacteriuria asintomática. Por lo tanto, el grupo de Svanborg propone que la bacteriuria asintomática puede tener una deficiencia de receptores TLR4 o pueden subrregular los mecanismos de señal que controlan interacciones con LPS y otras moléculas proinflamatorias en los altos respondedores. Proponen que la tendencia a desarrollar bacteriuria asintomática o pielonefritis es regulada también por las defensas del huésped, además de la virulencia bacteriana. Factores de susceptibilidad a la infección Factores anatómicos y funcionales y condiciones/ enfermedades subyacentes: En el huésped pueden existir anomalías a nivel del aparato urinario intrínsecas o extrínsecas, o condiciones generales que favorecen el desarrollo de IU (48). La obstrucción del aparato urinario, a cualquier nivel, es el factor favorecedor más importante. Si hay obstrucción de la uretra (estenosis o válvulas), del cuello vesical (próstata), prolapso uterino o cistopatía diabética, que determinen aumento del residuo vesical, favorecen la adherencia y proliferación bacteriana y alteran los mecanismos de defensa antes señalados. La distensión vesical altera los postulados factores bactericidas de la mucosa y disminuye el flujo sanguíneo a la mucosa y, por lo tanto, el flujo de leucocitos y factores antibacterianos. Cepas “no uropatogénicas” determinan infección ascendente y pielonefritis bacteriémica. La litiasis actúa produciendo obstrucción parcial o completa de la vía excretora o actúa como irritante de la mucosa que facilita la adherencia y colonización bacteriana. El cálculo sirve de reservorio a los gérmenes, siendo causa de infección persistente o de recaídas frecuentes. El reflujo vesicoureteral e intrarrenal facilita el pasaje de gérmenes al riñón, si se asocia a infección. El embarazo produce modificaciones anatómicas y funcionales de la vía urinaria por obstrucción mecánica y efectos hormonales que merecen ser consideradas en detalle, así como la diabetes, la inmunodepresión y la instrumentación de la vía urinaria (61). Según Lindsay Nicolle (67), las anomalías subyacentes asociadas con IU complicada son: 1. Obstrucción: hipertrofia prostática, estrechés uretérica, tumores, cálculos, obstrucción de la unión pelvicalicial, divertículos, quistes renales. 2. Cuerpos extraños: catéteres vesicales, tubos de nefrostomía, stent ureteral. 3. Metabólicas: diabetes mellitus, insuficiencia renal, transplante renal, riñón en esponja. 4. Funcionales: vejiga neurogénica, reflujo vésicoureteral. 5. Otras: instrumentación, conducto ileal. Según Nicolle, “la frecuencia y el impacto de la IU complicada están determinados por la anomalía genitourinaria funcional o estruc- Arch. Med. Int. Vol. XXVI;1-2:marzo-junio 2004 tural y son independientes de la edad y sexo” (68). Hay dificultad en eliminar el microorganismo porque los antimicrobianos no penetran en el sitio de la bacteria o porque la obstrucción impide su eliminación fácil. Por este motivo hay, además, una alta tasa de recurrencia: 50 a 60% de los individuos recurrirán si no se corrigió la anomalía existente. En un paciente con vejiga neurógena, el hecho de iniciar un cateterismo intermitente disminuye la tasa de recurrencia. La mayor edad se asocia con susceptibilidad aumentada a IU. Mc Cue (69), con fines prácticos, propone que se considere al paciente añoso con IU, como presentando una IU complicada, pues generalmente presentan una predisposición funcional o anatómica subyacente para el desarrolllo de bacteriuria En la mujer, los estrógenos favorecen la colonización de la vagina por el Lactobacillus, el cual produce ácido láctico y disminuye el pH vaginal dificultando el desarrollo de muchos uropatógenos. En la menopausia se pierde este efecto estrogénico que repercute sobre la flora vaginal, con menos Lactobacillus, elevación del pH facilitando la colonización del área periuretral con E. Coli (12), como ya fue señalado. El tratamiento con estrógenos vaginales o vía oral restituye la flora vaginal y disminuye el número de IU (12). Pero la falta de estrógenos también repercute sobre la mucosa de la uretra que se origina del seno urogenital, y tiene una concentración de receptores de estrógeno similar a la de la mucosa vaginal. Frente a la falta de estrógenos aparece uretritis atrófica, sequedad vulvovaginal, dispareumia y, a veces, incontinencia urinaria (70). La infección es, casi siempre, ascendente y hay falla en tener una micción completa quedando persistencia de microorganismos. Las bacterias persisten por incompleto drenaje de la orina, porque son secuestradas en cálculos o porque persisten en el biofilm formado en un cuerpo extraño. Si hay anomalías del huésped no se necesitan tantos factores de virulencia para promover infección. Johnson y colaboradores (71) encontraron que las bacteriemias de cepas de E. Coli de pacientes con anomalías o instrumentación del aparato urinario o enfermedad médica (diabetes, inmunosupresión, cáncer, uremia) era significativamente menos probable que expresaran fimbrias P. Posteriormente (72) encontraron menor frecuencia de genes para fimbrias P en las cepas asiladas de IU complicadas. IU recurrente en la mujer no embarazada Las mujeres no tienen todas ellas igual riesgo de adquirir una IU recurrente. Se han identificado algunos factores más probables que otros como determinantes de esta recurrencia (7). a. Factores genéticos: se presume su existencia porque hay mujeres que tienen una susceptibilidad aumentada a colonización vaginal de uropatógenos, y se piensa que podría haber una mayor adhesividad de las células epiteliales. La IU predomina en mujeres no secretoras de antígenos del grupo sanguíneo ABH, pues la unión del uropatógeno al epitelio se lleva a cabo por interacción entre el ligando bacteriano específico y el receptor epitelial, lo que se encuentra bloqueado en presencia de los antígenos del grupo sanguíneo ABH en la orina y secreciones vaginales de individuos secretores (dos tercios de la población general). Los no secretores carecen de este mecanismo protector y tienen más riesgo de IU. Por otra parte, el gen secretor codifica glicosiltransferasas que actúan sobre las glicoproteínas y glicoesfingolípidos de las superficies celulares con la liberación de los antígenos ABH a las secreciones corporales. El epitelio vaginal de los no secretores expresa glicoesfingolípidos que no expresa el epitelio de los secretores, y allí se adhiere E. Coli (7). La pertenencia del grupo sanguíneo P1 se asocia con pielonefritis recurrente en niños sanos y mujeres. Se ha visto que niñas y mujeres con cistitis recurrente no complicada tienen antecedentes familiares femeninos de primera línea con IU. b. IU no relacionada a factores genéticos. A la uretra corta, se asocia, según Hooton, una distancia ano-vagina menor de 4,2 cm (6). Otros opinan que habría pequeñas alteraciones anatómicas o funcionales no bien detectadas que alterarían los mecanismos de defensa. El pH vaginal aumentado relacionado con la disminución de la población de Lactobacillus por efecto de otros antibióticos y falta de estrógenos es admitido, como ya fue señalado. Los Lactobacillus interfieren en la adherencia al epitelio vaginal y periuretral de los microorganismos y produce peróxido de hidrógeno, ácido láctico y otras bacteriocinas que Patogenia de las infecciones urinarias inhiben crecimiento de otros uropatógenos. Son factores de riesgo reconocidos la actividad sexual y el uso de diafragma/espermicida (73-74). La actividad sexual confiere un riesgo 40 veces mayor comparado a mujeres sin actividad sexual de la misma edad. Generalmente los síntomas aparecen a las 12 horas de la relación sexual. El espermicida cambiaría la flora vaginal; el monoxynol-9 tiene efectos antilactobacillus (75). Son factores probables la masturbación, el tipo de ropa, los líquidos ingeridos y las medidas higiénicas. Se necesitan estudios prospectivos para mejor evaluación. Los factores asociados con cistitis aguda difieren en la mujer menopáusica. El papel de los estrógenos, la flora normal y la IgA fue analizado por Raz y colaboradores (76) . Influye también como predictor, la historia previa de IU, pero el papel de la relación sexual no ha sido bien evaluado a esta edad. Si la paciente ha sido sometida a cirugía genital la IU debe ser considerada como una IU complicada, lo mismo si se demuestra una vejiga con aumento del volumen residual, pues tendría una alteración anatómica o funcional de su aparato urinario. Infección urinaria en la mujer embarazada La mujer embarazada comprende uno de los grupos de mayor riesgo de presentar IU (77-90). La BA tiene una frecuencia entre 4 y 10%, o sea que es el doble que la de la mujer no embarazada de igual edad. La infección sintomática aparece en hasta 60% de las mujeres embarazadas con BA si no son tratadas, 1/2 a 1/3 desarrollan pielonefritis. Condicionan esta mayor frecuencia, el hidrouréter del embarazo, que ya comienza hacia fines del primer trimestre, por la hipotonía del músculo liso ureteral, por efecto hormonal más que por agrandamiento uterino. Además, hay un éstasis relativo en el flujo urinario, una capacidad de concentración disminuida en el riñón y, a veces, una diabetes gestacional, todo lo cual puede contribuir a un mayor riesgo de IU, especialmente de pielonefritis. Entre 25 y 33% de las mujeres con bacteriuria en el embarazo, presentan infección en el posparto, aun alejado, contra 5% de las mujeres sin IU en el embarazo. La frecuencia de bacteriuria es significativamente mayor en mujeres con antecedentes de IU en la infancia. La pielonefritis es determinada por cepas de E. Coli que tienen fimbrias P. La pielonefritis en el embarazo puede ser un cuadro grave. Se puede asociar a distress respiratorio y a coagulación vascular diseminada. También se asocia a anemia, hipertensión arterial, caída del filtrado glomerular y disminución de la capacidad de concentración urinaria. Las primíparas embarazadas que hacen una IU sintomática tienen un riesgo de preeclampsia cinco veces mayor. Más controvertido es el riesgo aumentado de toxemia materna y prematuridad neonatal, bajo peso al nacer y mortalidad perinatal en embarazos complicados con bacteriuria. Infección urinaria en el hombre La IU en el hombre ¿es siempre complicada? La cistitis y la bacteriuria son muy raras en el hombre joven, pero son frecuentes en la edad avanzada, cuando se asocia a alteraciones funcionales (91). La bacteriuria tiende a ser intermitente y episódica, por lo que se piensa que el agrandamiento prostático y la disfunción vesical son favorecedores. La probabilidad de penetración y proliferación de cepas virulentas es menor en el hombre que en la mujer, porque la zona periuretral está más lejos del ano y la uretra tiene una longitud mayor que la femenina. El ascenso de gérmenes uropatógenos es más difícil. La relación sexual es un factor predisponente, posible pero raro, de cistitis en el hombre sano (92-95). La relación anal aumenta el riesgo de IU en el hombre. El hombre sintomático con piuria puede tener uretritis por los clásicos patógenos trasmitidos sexualmente (2). La gran mayoría de los hombres añosos con bacteriuria recurrente tenían una anomalía del aparato urinario cuando fueron estudiados por urografía I/V (96-99). Infección urinaria en el niño En el período neonatal, la prevalencia de bacteriuria es de 1% y cuando hay IU, ésta puede conducir a bacteriemia. Sólo en este extremo de la vida, la IU es más común en el sexo masculino y se asocia con anomalías congénitas (100). En la infancia precoz ya es más frecuente en la niña, aunque la falta de circuncisión aumenta el riesgo de bacteriuria en el varón (101). La mayoría de las niñas tienen BA y no se asocia a insuficiencia 43 renal. Luego del episodio inicial de bacteriuria, 80% de las niñas tienen una o más recurrencias y 80% de estas recurrencias son debidas a reinfecciones, más que recaídas de infección tisular profunda secuestrada. Se ha estimado que entre 5 a 6% de las niñas en edad escolar tienen, al menos, un episodio de IU entre los 5 y 18 años. En 20% de las niñas con bacteriuria se demuestra la existencia de reflujo vesicoureteral. Estas niñas seguidas durante mucho tiempo han evidenciado que, si bien la bacteriuria puede desaparecer durante mucho tiempo, reaparece luego del matrimonio o durante el primer embarazo. Hay 63,8% de frecuencia de bacteriuria asociada en el embarazo en mujeres que fueron bacteriúricas en edad escolar, opuesto a 26,7% de frecuencia para las que no fueron bacterúricas. También se observó que 10,8% de los hijos de estas madres que fueron bacteriúricas en edad escolar, eran ellos bacteriúricos, opuesto a 0% de los niños de controles no bacteriuricas en la infancia. La persistencia de la bacteriuria es más común en niños con reflujo VU. En las niñas/niños con reflujo vesicoureteral complicados con IU y en los que hacen pielonefritis antes de los 5 años de edad, puede quedar cicatriz renal. Evolución de la lesión renal luego de pielonefritis aguda En humanos y en animales experimentales, la pielonefritis aguda no complicada por E. Coli evoluciona generalmente a la curación. Sin embargo, hay factores dependientes de la bacteria y del huésped que pueden conducir a daño progresivo luego de un episodio agudo de infección. La infección a Staphylococcus si bien puede curar, permanece activa por más tiempo y puede determinar daño parenquimatoso renal. La infección a Klebsiella, también puede ser más dificil de erradicar. La infecciones a Proteus, no curan si hay obstrucción por depósito de fosfato amónico magnésico. De modo que la persistencia del microorganismo infectante es más probable que suceda con los microorganismos no usuales, y generalmente se asocian con uropatía obstructiva, litiasis o prostatitis. Está descripto el desarrollo de cicatrización renal o scarring luego de pielonefritis aguda no obstructiva y sin reflujo vésicoureteral demostrable. Si bien no es común, se ha visto sobre todo en niños y, en 1974, Winberg y colaboradores (102) señalaban que 4,5% de los niños desarrollaban scarring luego de su primer episodio de IU. En 1980, el estudio sueco de insuficiencia renal crónica en niños deja el concepto de que, si no hay anomalía anatómica, la IU no deja scarring (103). Opiniones semejantes tenían Leuman y Habib. Este concepto ha cambiado en los últimos años. En 1994 Jakobsson y colaboradores (104) señalan que hasta 19% de los niños desarrollarán scarring luego de pielonefritis aguda no complicada y, en 1998, Shortliffe (105) utilizando 99mTc DMSA en niños con pielonefritis aguda, señala que hasta casi 50% desarrollarán scarring renal. Parecería que el riñón inmaduro sería más sensible a la injuria infecciosa pues el DMSA ha demostrado la existencia de lesión cortical renal sobretodo en niños menores de 2 años. Para otros, esta mayor susceptibilidad se podría ver hasta la pubertad. Filly (106), en 1974, estableció el concepto que podía llevar hasta 2 años para que se pusiera en evidencia la cicatriz renal, luego del episodio agudo. No se conoce bien la patogenia del scarring renal. Se sabe que la pielonefritis en ratas determina un aumento de la presión en la pelvis renal, aun en ausencia de reflujo. Habría una obstrucción principalmente funcional como consecuencia de los cambios urodinámicos inducidos por la infección. Es hallazgo ecográfico común que el uréter esté dilatado durante una pielonefritis (107). Por otra parte, la respuesta celular e inmune puede ser dañina. Experimentalmente, Roberts encontró que los neutrófilos que fagocitan bacterias liberaban enzimas proteolíticas y radicales superóxido (108). También, la agregación granulocítica determina oclusión vascular. Incluso se ha demostrado isquemia renal con elevación de la secreción de renina en la vena renal (109). Recientemente, Hansen y Shortliffe (110), informan que la pielonefritis severa puede llevar a disminución del flujo plasmático renal con posterior pérdida del parénquima renal en un lactante de 8 meses seguido durante 3 años, señalando la importancia que tiene monitorizar clínica y radiológicamente la IU severa en niños pequeños. Matsumoto y colaboradores (111), en modelo de ratas que desarrollan scarring luego de inoculación de cepas de E.Coli, encontraron que la mayor producción de scarring se veía con cepas fimbriadas 44 de E. Coli manosa sensibles o tipo 1, aisladas de individuos con IU complicada, y asociaron este hecho a la mayor propiedad de estimular la producción de superóxido de estas cepas; propusieron que la concentración urinaria de interleukina-8 podría ser un marcador de retracción renal. Pielonefritis crónica La pielonefritis crónica es una entidad bien definida desde el punto de vista de la anatomía patológica: fibrosis túbulointersticial y atrofia glomerular en un pattern llamado geográfico. Generalmente hay una inflamación túbulointersticial desproporcionada, con algunos focos de polimorfonucleares dentro de los túbulos. La PNC puede clasificarse en tres formas principales (1): a. PNC con reflujo vesicoureteral (RVU) o nefropatía por reflujo: el reflujo es responsable del ascenso de las bacterias a la pelvis renal. La diseminación de la infección de la pelvis a la cortical es consecuencia del reflujo intrarrenal. b. PNC con obstrucción o PNC obstructiva. c. PNC idiopática La cistitis y la pielonefritis aguda no complicada recurrente de la mujer joven no embarazada, no conducen a daño renal y no son sinónimo de pielonefritis crónica. El daño tubular, la inflamación intersticial y la cicatrización varían de acuerdo a la etapa evolutiva de la lesión. Las viejas cicatrices extensas están compuestas principalmente de túbulos atróficos o dilatados separados por tejido fibroso, y las cicatrices más recientes, tienen inflamación intersticial monocelular, atrofia tubular y necrosis, fibrosis intersticial aumentada y fibrosis periglomerular. En la PNC asociada a RVU, y en la asociada a obstrucción, pueden verse depósitos intersticiales de proteína de Tamm-Horsfall precipitada. Su presencia se sospecha ante el hallazgo de material fibrilar o amorfo PAS (+), pero se certifica por inmunofluorescencia. Los depósitos se producen por ruptura tubular con pasaje del contenido urinario al intersticio. La proteína de Tamm-Horsfall produciría daño tisular y fibrosis por efecto tóxico directo o por inducir reacción inmunológica en el intersticio. Al examen macroscópico, lo más común es la cicatriz renal gruesa o focal. Los riñones son más chicos que lo normal, ya sea uni o bilateral. Si es bilateral, generalmente son asimétricos. La cicatriz retráctil habitualmente es ancha, involucrando un lóbulo total, predomina sobre todo en los polos superior e inferior por el mayor reflujo intrarrenal en estas áreas, y el área entre las retracciones es lisa o finamente granular. La médula está distorsionada. Si hay obstrucción, hay dilatación de pelvis y cálices y la mucosa de ellos está engrosada y granular, sobre todo si hubo reflujo crónico. Si la pared del uréter está engrosada, con o sin dilatación ureteral, nos sugiere reflujo preexistente. Existe una segunda variedad morfológica que es la nefropatía por reflujo generalizada o difusa, que se ve en pacientes con reflujo severo asociado a obstrucción (niños con valvas posteriores). La retracción es tan generalizada que la superficie cortical parece estar lisa o finamente granular; la pelvis y los cálices están dilatados y hay atrofia parenquimatosa renal. Hodson describió una tercera variedad morfológica, que llamó daño mixto, caracterizada por dos o más áreas de cicatrización gruesa con dilatación generalizada de cálices y reducción global del tamaño renal. En muchos pacientes con lesiones morfológicas típicas de pielonefritis crónica, no hay evidencia de infección bacteriana y la progresión de la lesión renal puede ser por diferentes mecanismos: • mecanismos de autoinmunidad de los que no hay evidencias concluyentes; • daño vascular por la inflamación, determinante de isquemia y progresión de la lesión. • daño renal por reflujo esteril, como ya fue considerado; • capacidad de la bacteria de sobrevivir en el riñón como variantes bacterianas: esferoplastos, protoplastos, formas L; • la magnitud de la supuración en la fase aguda de pielonefritis, que fue el factor más importante en predecir riñón crónico atrófico, según los estudios de Glauser y colaboradores (112) y los de Ransley y Risdon (113). Por ello, se enfatiza la necesidad de un tratamiento precoz y efectivo de la infección urinaria, sobre todo en niños con reflujo vesicoureteral. Cascio y colaboradores (114), recientemente publicaron que casi 50% de los niños varones que presentaban el primer episodio de IU Arch. Med. Int. Vol. XXVI;1-2:marzo-junio 2004 tenían daño renal debido a que eran del sexo masculino, tenían IU y, además, tenían alto grado de reflujo. Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. Tolkoff-Rubin NE, Cotran R, Rubin RH. Urinary tract infection, pyelonephritis, and reflux nephropaty. Chapter 31. Brenner & Rector’s: The Kidney. Philadelphya Saunders 2000. Stamm WE, Hooton TM. Management of urinary tract infections in adults. N Engl J Med 1993; 329: 1238-1232 Hooton T. Urinary tract infection. Section 10 – Chapter 56 in Comprehensive Clinical Nephrology. Richard J Johnson and John Feehally, Harcourt Limited 2000. Schwedt, E. Actualización en Infecciones Urinarias. Arch Med Int 2002;XXIV(2-3):63-87. Hooton TM, Stamm WE: upToDate version 9.3, August 16, 2001. 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