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Transcript
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PALABRAS DEL
DR. FRANK MOYA PONS
EN LA PUESTRA EN CIRCULACION DEL LIBRO
CINCUENTA ANOS DE DEMOCRACIA Y DESARROLLO DOMINICANO 1961-2011
DEL DR. EDUARDO J. TEJERA
26 DE ABRIL DEL 2012
Señoras y señores:
Me complace mucho que nuestro querido amigo Eduardo Tejera me
haya escogido para pronunciar estas palabras de presentación de
su libro titulado Cincuenta años de democracia y desarrollo
dominicano 1961-2011: Logros y fracasos.
Conozco a Eduardo desde hace muchos años y he observado siempre
con mucha simpatía su amplia trayectoria profesional e
intelectual que lo ha llevado a ocupar importantes posiciones en
la vida pública dominicana después de haber concluido sus
estudios superiores en economía en la American University, en la
ciudad de Washington.
Todos ustedes saben, pero deseo recordarlo ahora que Eduardo
trabajó cinco años como asesor del gobernador del Banco Central
de la República Dominicana; luego fue director ejecutivo del
Centro Dominicano de Promoción de Exportaciones (durante cuatro
años); más tarde asesor bancario del presidente de la República;
y más recientemente embajador de la República Dominicana en
Canadá.
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Menciono estas funciones oficiales para que tengamos en cuenta
que el autor de la obra que ponemos en circulación esta noche
conoce la economía dominicana desde dentro: como funcionario
público y como empresario en las áreas financieras, turísticas y
de la construcción pues Eduardo ha sabido combinar durante su
vida adulta una incesante actividad intelectual y política con
sus variadas ocupaciones empresariales.
Esto que quiere decir que sus apreciaciones y juicios acerca del
desarrollo dominicano no son ejercicios meramente librescos,
sino todo lo contrario:son el resultado de muchos años de
experiencia lidiando con problemas concretos que afectan la
banca, la industria, el turismo, la agricultura, las
importaciones y exportaciones, la política monetaria, y la
industriadominicanas.
Eduardo Tejera ha escrito numerosos libros. Comenzó, como muchos
jóvenes, componiendo poesías y ha continuado haciéndolo hasta
muy recientemente, actividad ésta que no parece propia de
economistas, pero que revela su íntima sensibilidad que requiere
un vehículo de expresión propia, independiente de sus
ocupaciones empresariales.
Creo haber leído buena parte de sus obras, y en todas he
encontrado importantes enseñanzas. Pienso que en ellas están los
gérmenes del libro que nos reúne aquí esta noche pues si leemos
con cuidado y recordamos sus publicaciones anteriores
descubriremos que Eduardo Tejera ha venido construyendo, bloque
a bloque y durante casi cuarenta años, su visión general del
desarrollo económico y de la evolución política dominicana.
Con sólo leer el título de sus obras podemos darnos cuenta de
que la obra que Eduardo nos presenta hoy es una síntesis
superior de sus obras anteriores:Una década de desarrollo
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económico dominicano, 1963-1973 (1973),Diagnóstico de la
economía dominicana (1981), Las reformas estructurales
dominicanas: La nueva agenda (1993), Una economía en transición:
política monetaria, fiscal y del sector externo y otros temas
económicos (1996), Crónica de la crisis económica dominicana
(2001-2004), y Comentarios sobre la economía dominicana, 20072010 (2010), entre otras que no menciono ahora para no alargar
la lista.
Además de lo anterior, algo que resulta interesante observar en
la evolución intelectual de Eduardo Tejera es su tránsito de la
economía a la historia. Interesante, repito, pero para mí no es
sorprendente porque si ustedes analizan las obras que he citado
anteriormente podrán darse cuenta inmediatamente que casi todas
fueron escritas desde una perspectiva evolutiva. Una perspectiva
en la cual el autor ha estado buscando causas de acontecimientos
y coyunturas históricas que han marcado grandes torceduras en la
historia dominicana contemporánea.
Gran parte de la tarea de los historiadores consiste en ir a los
documentos y otras fuentes del pasado para encontrar
explicaciones a la ocurrencia del presente. Ese es, creo yo, un
rasgo permanente de la obra total de Eduardo Tejera quien, tal
vez sin proponérselo al principio, esto es, en sus obras de
juventud, estaba ya practicando el género que llamamos historia
económica.
Buscando grandes causas a grandes acontecimientos mundiales que
son relevantes para entender la formación de América Latina y,
en particular, de las Antillas españolas, Tejera escribió hace
algunos años un monumental ensayo titulado Causas de dos
Américas: Modelo de conquista y colonización hispano e inglés en
el Nuevo Mundo, en el que intentaexplicar las estructuras y
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mentalidades que, a través de la larga duración, han operado
durante siglos para diferenciar socioeconómica, política y
culturalmente la América del Norte (Estados Unidos y Canadá) de
la América Latina.
Esta obra vino a unirse a una serie de obras históricas que
Tejera ha venido produciendo para acallar inquietudes interiores
(como la biografía de su abuelo Diego Vicente Tejera, poeta y
pensador cubano, publicada en 1980) o resolver problemas
historiográficos relevantes como puede verse en sus libros
acerca de la ayuda cubana y española a la independencia de los
Estados Unidos, que llevan ya varias ediciones.
He mencionado todo lo anterior para señalar y enfatizar que
estamos en presencia de un autor maduro que nos presenta hoy una
obra de madurez intelectual. Este libro, que paso a comentar a
continuación, es el resultado de muchos años de estudio y
reflexión, así como de muchos años de experiencia directa
tratando con los más importantes líderes del país y
relacionándose con los principales agentes de toma de decisión
en el Estado dominicano y en la empresa privada.
Esto significa que la obra que ustedes van a leer refleja no
sólo el manejo de fuentes documentales, sino también el
testimonio de numerosos actores y testigos a los cuales Eduardo
Tejera ha entrevistado o con quienes compartió momentos
importantes en la vida de la República.
Varios de esos momentos fueron grandes crisis nacionales como,
por ejemplo, la primera crisis inflacionaria producida por el
choque petrolero de 1973, la crisis electoral de 1978, la crisis
monetaria y cambiaria de los años 1982 al 1986 y el consecuente
plan de ajuste impuesto por el Fondo Monetario Internacional, la
profunda crisis económica de los años 1989, 90 y 91, la más
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grave de toda la historia contemporánea, la crisis electoral de
1994, y la crisis bancaria y económica de los años 2003-2004.
Otros pasajes de la obra tratan más de los procesos que de las
coyunturas, y en este aspecto el autor despliega un claro
dominio de la historia contemporánea al mostrar cómo la sociedad
dominicana ha experimentado una revolución capitalista en los
últimos cincuenta años que la ha transformado de una sociedad
mayoritariamente campesina en una sociedad urbanizada, que sin
perder población rural se ha modernizado rápidamente al tiempo
que ha pasado también por una intensa revolución demográfica que
catapultó la población nacional de 3 millones de personas en
1960 a 10 millones en este año 2012.
También muestra Tejera cómo se ha democratizado el sistema
político dominicano desde una dictadura totalitaria con
inamovible transición política hasta llegar a constituir un
sistema de partidos que han venido alternándose en el poder
mediante elecciones más o menos libres y más o menos
representativas. No en balde la mitad el título de la obra es
“cincuenta años de democracia”.
Y por ello mismo no es casual que la otra mitad del título sea
“cincuenta años de desarrollo”, ya que Tejera también emplea una
considerable cantidad de páginas para mostrarnos cómo se ha
transformado y modernizado la economía dominicana que cuando
murió Trujillo se sostenía en apenas unos cuantos producto
primarios (azúcar, café, cacao, tabaco y bauxita), y que tenía
una incipiente base industrial sustentada en planas ligeras que
abastecían un escaso mercado interno y que pugnaban por
convertirse en industrias de sustitución de importaciones.
Al reconstruir el proceso de desarrollo económico, Tejera se la
luce como historiador económico al lograr una impresionante
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síntesis que recoge lo esencial de la gran transformación de la
dominicana en una economía de servicios que se sustenta en las
comunicaciones, el comercio, las zonas francas, las finanzas,
las remesas y el turismo, sin haber dejado de expandir la
producción agropecuaria y lasexportacionesde minerales.
Entre las cosas que quedan claras de la lectura de este libro es
que la economía dominicana hace tiempo que dejó de ser una
economía exportadora de productos primarios para ser una
economía muy diversificada en la que ya ningún producto es tan
dominante como lo fue el azúcar que en 1961 era responsable del
60 por ciento de los ingresos en divisas del país. Hoy el azúcar
representa apenas el 4.5 por ciento de las exportaciones
nacionales.
Eduardo Tejera también retrata muy claramente el explosivo
crecimiento de la economía nacional cuyas cifras son tan
sorprendentes que aun deflactándolas muestran un agigantamiento
de la base productiva nacional que nadie podía imaginar cuarenta
años atrás. Entre los muchos indicadores que podríamos utilizar
para mostrar ese desmesurado crecimiento mencionemos solamente
el presupuesto nacional que en 1961 fue de RD$184.7 millones
(que era lo mismo que decir 184 millones de dólares), en tanto
que el presupuesto nacional de este año 2012 es de
RD$430,814,579, equivalentes a casi 12,000 millones de dólares.
Cifras como éstas son un reflejo decrecimiento económico
dominicano descrito por Eduardo en esta obra cuyos datos ha sido
organizados cronológicamente mediante una periodización que
estoy seguro marcará un camino seguro para que futuros
historiadores elaboren obras más detallas, que todavía están
haciendo mucha falta para entender las interioridades de algunos
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regímenes políticos así como los procesos de toma de decisión de
los actores económicos.
Además de las informaciones que Tejera ha allegado para
sustentar su narración, otro de sus aportes, desde el punto de
vista historiográfico, es proponer, como lo ha hecho, una
periodización funcional para el estudio de este último medio
siglo.
Tejera comienza su obra con el gobierno transitorio de Joaquín
Balaguer que queda en el poder al morir Trujillo en 1961, y a
continuación explica la transición política de la dictadura
trujillista al Consejo de Estado y al gobierno de Juan Bosch.
Derrocado el gobierno de Bosch, pasa de inmediato a estudiar la
nueva dictadura del Triunvirato, su derrocamiento y la guerra
civil de 1965 con la intervención militar estadounidense, hechos
éstos que desembocaron en el gobierno de transición presidido
por Héctor García Godoy.
Siguiendo siempre la cronología, Tejera estudia a continuación
los llamados doce años de Balaguer, los gobiernos sucesivos de
Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, el retorno por diez años
de Balaguer, la primera administración de Leonel Fernández, el
primer gobierno de Hipólito Mejía, y el nuevo gobierno de Leonel
Fernández.
Como método de análisis y técnica narrativa, Tejera penetra en
cada uno de estos gobiernos poniéndole atención al contrapunto
marcado por la dinámica económica y las coyunturas políticas,
evaluando y describiendo cómo ambas dimensiones de
retroalimentan continuamente, de manera que la acumulación de
contradicciones económicas llevan a la intensificación de las
tensiones políticas, y cómo éstas se resuelven por la vía de
crisis de confrontación o de negociación.
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Me parece que para producir la síntesis de medio siglo de
historia nacional, y empaquetarla en un libro de 500 páginas,
este método seguido por Eduardo Tejera es muy adecuado porque
permite al lector captar las dos líneas fundamentales del
cambio, de las cuales se derivan, en el corto plazo, muchas de
las consecuencias que afecta la población en su vida cotidiana.
Metodológicamente, pues, este es un libro que debería servir de
modelo en los cursos de economía, historia y ciencias sociales
en nuestras universidades. Y es también un libro que estoy
seguro servirá de modelo para analizar otros períodos históricos
más lejanos. Esta obra es también la más completa introducción
general al período.
Nadie hasta hoy ha producido una síntesis como ésta que sirve
para actualizar nuestra memoria de numerosos acontecimientos
que, como muy bien dice el autor, forman parte de nuestras
biografías, individuales y colectivas, y son acontecimientos a
los que no hemos sido ajenos ni cuando ocurrieron ni,
posteriormente, cuando hemos cosechado las consecuencias de los
mismos.
Por eso es tan útil la distribución interna de los capítulos en
los que el autor presenta los acontecimientos en perfecta
secuencia fáctica (recordemos que la Historia no es lógica; la
Historia es fáctica). Aunque el libro es una totalidad
indivisible, habrá lectores que querrán acercarse a algunos
episodios en particular y estoy seguro que a la mayoría les
llamarán la atención los siguientes subcapítulos:
La tragedia de Palma Sola; la crisis con Haití durante el
gobierno de Juan Bosch; la política de construcción de los doce
años de Balaguer y el tema de las empresas del Estado durante el
mismo período; las elecciones de 1978; el deterioro económico
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durante el gobierno de Antonio Guzmán; las crisis financiera y
las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional durante
el gobierno e Jorge Blanco; la persecución judicial de Jorge
Blanco por Balaguer y sus paniaguados; la perniciosa crisis
económica de 1989-1991 y las reformas estructurales de los años
siguientes que llevaron a la apertura de la economía; la crisis
electoral de 1994 y la subsiguiente reforma constitucional; la
elección de Leonel Fernández como heredero de Bosch y Balaguer;
la crisis bancaria durante el primer gobierno de Hipólito Mejía;
la recuperación económica durante el segundo y tercer mandato de
Fernández y la campaña electoral del 2010, entre otros muchos
episodios.
Uno de los capítulos más valiosos del libro es el último en
donde Eduardo Tejera realiza una evaluación de los últimos
cincuenta años poniendo su ojo crítico (y las que siguen son sus
palabras) en las preocupaciones del país, en la inseguridad
ciudadana, la corrupción pública, la falta de institucionalidad
del país, la desigualdad y la pobreza, los problemas de la
educación, la escasa cobertura de salud, el debate de la deuda
pública, el déficit cuasi fiscal del Banco Central y el
estancamiento de las exportaciones. Estos son los temas
centrales de este último capítulo que por su actualidad algunos
querrán tal vez leer a modo de resumen ejecutivo antes de
emprender la lectura completa de la obra.
Antes de terminar estas palabras quiero también señalar uno de
los aspectos más relevantes de este libro. Me refiero a su
dimensión moral.
A muchos de nosotros nos dijeron en la escuela y en la
universidad que los historiadores deben poner su atención en los
hechos ya pasados hace muchos años y dejar que el tiempo decante
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los acontecimientos hasta que las pasiones dejen de nublar el
entendimiento de la gente.
Esa teoría de que lo histórico era lo muy viejo hoy está en
completo descrédito. La Historia, la verdadera historia que
puede ser contada, comienza está comenzando ahora mismo, en
estos mimos momentos, y es susceptible de ser contada en este
mismo instante como lo hacen los periodistas, esos microhistoriadores del presente que, con todas las limitaciones que
impone la cercanía de su perspectiva, van registrando los
acontecimientos públicamente percibidos y trabajan marcando la
cronología de los mismos.
Eduardo Tejera no se ha dejado amedrentar por la noción de la
que Historia deba ser la narración de las cosas antiguas, y ha
escrito un libro de historia actual, no sólo de historia
contemporánea (lo contemporáneo puede ser entendido de muchas
maneras, incluyendo aquello que ocurrió hace cincuenta años).
Repito: de historia actual, esto es, de una historia que está
ocurriendo ante nuestros ojos y que ha ocurrido frente a
nuestras vidas, arrastrándonos muchas veces a tomar partido como
ciudadanos, como observadores, como historiadores naturales que
son casi todos los seres humanos.
Eduardo Tejera no ha eludido enfrentar el desafío de narrar el
presente y su pasado inmediato y por ello su narración termina,
precisamente en este mismo mes de abril del 2012, veinte días
antes de las próximas elecciones presidenciales.
Observador cercano de muchos de los acontecimientos que narra,
Tejera tampoco huye a la responsabilidad de evaluarlos
moralmente y por eso cuando tiene que decir que Balaguer y sus
secuaces hicieron fraude en varias elecciones, lo dice y
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menciona los nombres de los responsables; cuando tiene que decir
que a José Francisco Peña Gómez le hicieron la campaña más sucia
de toda la historia nacional, también lo dice y menciona los
nombres de los autores y directores de esa campaña de difamación
y no ahorra decir los nombres de los difamadores; cuando tiene
que contar por quéderrocaron a Juan Bosch, también lo dice y
menciona quiénes lo derrocaron tampoco sin ahorrar nombres; y
cuando tiene que defender la honradez del vilipendiado
presidente Salvador Jorge
Blanco, la defiende y demuestra la
maldad de los que lo persiguieron hasta la tumba.
Lo mismo hace con otros muchos episodios traumáticos de la
historia contemporánea dominicana cuyos responsables se esconden
hoy en la desmemoria colectiva y en la complicidad de los
narradores que, por mil y una razones y sin razones, escriben
acerca del pasado reciente como si los hechos hubieran ocurrido
en laboratorio sin gentes, como si no hubiera agentes del bien y
del mal en la historia, como si la historia fuera un ejercicio
de simples cifras estadísticas y no el palpitar de millones de
vidas humanas.
Como Eduardo Tejera no rehúye a señalar causas y causantes de
hechos que hoy conforman nuestra existencia colectiva, por eso
quiero cerrar estas palabras llamando la atención a la dimensión
moral de esta obra que, aun cuando está dotada de una sólida
objetividad, no es una obra imparcial. No puede serlo y creo,
por lo que he leído, que el autor no quiere ser un historiador
imparcial. No hay historia imparcial. Lo que sí puede haber, y
existe y se produce constantemente, es historia objetiva. Creo
que este libro cumple cabalmente con esa condición o expresa
claramente esa cualidad.
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Señoras y señores:
Queridos amigos:
Como ustedes comprenderán, no puedo agotar todo el contenido de
esta impresionante obra en esta corta presentación. Apenas he
arañado en su superficie para mostrarles a ustedes algunos
aspectos resaltantes de esta nueva historia que viene a poner al
día la historia dominicana. Por su contenido, por su riqueza
informativa ypor su estructura didáctica estoy seguro de que
este libro va a ser muy leído y terminará convertido en libro de
texto necesario en los cursos de Historia Dominicana en nuestras
universidades. No hay otro texto que lo iguale, ni hay otro
autor con las credenciales académicas que pueda producir hoy un
texto similar.
Eduardo, te felicito muy sinceramente.
Muchas gracias.