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VI Congreso Latinoamericano de Investigación Turística
Neuquén, 25, 26 y 27 de Septiembre de 2014
TURISMO COMUNITARIO: SU ENFOQUE DESDE LA ECONOMÍA SOLIDARIA
Mg. Piedad María LOSANO
[email protected]
Facultad de Ciencias Económicas - UNPSJB – Sede Trelew
1.
Introducción
Las experiencias de turismo comunitario, también denominado turismo de base
comunitaria, están en creciente expansión en los países de América Latina, involucrando,
principalmente, a pequeñas comunidades de etnias originarias y campesinas (o rurales)
aunque no necesariamente, encontrándose algunos ejemplos de características urbanas.
El Ministerio de Turismo de la República Argentina define al Turismo Rural Comunitario
como “la actividad turística autogestionada y organizada por comunidades de pueblos
originarios y campesinas, en respeto a su organización tradicional, saber y cosmovisión,
generando ingresos complementarios y de distribución equitativa. Esta modalidad turística
es motivada por el intercambio cultural y una relación responsable entre lugareños y
viajeros”. (RATURC, MINTUR)
Otros autores se refieren al turismo comunitario como el que “….debe asumir una nueva
concepción de territorio en el que se ejerza una gestión socio-productiva a nivel de una o
varias comunidades, en la que además del aspecto productivo, se fortalezcan las redes y
las relaciones sociales de ese espacio. Es decir, no una visión meramente productivista y
mercantil, sino también una visión que considere un manejo razonable de los recursos,
que sea respetuosa del medio ambiente y responsable con el entorno social” (Kay,
C.2007, en Inostroza, G.,2008, p. 80).
La Organización Internacional del Trabajo lo define como:
Se entiende por turismo comunitario toda forma de organización empresarial sustentada
en la propiedad y la autogestión de los recursos patrimoniales comunitarios, con arreglo a
prácticas democráticas y solidarias en el trabajo y en la distribución de los beneficios
generados por la prestación de servicios turísticos, con miras a fomentar encuentros
interculturales de calidad con los visitantes (Maldonado, C., 2005, p.13)
Por lo tanto, se desprende de estos conceptos que el turismo comunitario debe tener la
facultad de propender a un desarrollo integral de las comunidades, aliviando situaciones
de escasez y exclusión a través de la generación de empleo e ingresos económicos
complementarios, evitando la migración de su población, fomentando una distribución
más justa de sus ingresos y contribuyendo a la conservación del medio ambiente. Debe
ser apto para proporcionar una experiencia turística diferente, menos masiva, enfocada
hacia destinos emergentes. El turista debe tener una oportunidad hacia una mayor
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comprensión e integración, involucrándose en un contacto genuino con el poblador local,
imbuyéndose de su cultura y de su modo de vida.
Es fundamental, en ese proceso, que la comunidad establezca y mantenga iniciativas
participativas en el control y gestión de las operaciones turísticas, propendiendo al manejo
sustentable de los recursos y adoptando las decisiones que mejor convengan a la
comunidad como un todo, sin perder en ningún momento su propia autoridad en el
manejo del “negocio turístico”.
Desde este punto de vista el turismo comunitario cumple con los requisitos para ser
conceptualizada como empresa alternativa y solidaria.
2.
Objetivo
El presente trabajo tuvo por objetivo demostrar que los emprendimientos de turismo
comunitario pueden ser conceptualizados dentro de la tipología de las empresas de la
Economía Solidaria.
3.
Metodología
A los efectos de arribar a esta demostración se partió de los tres criterios básicos que
deben cumplir los diferentes tipos de emprendimientos para ser incluidos dentro de la
denominada Economía Solidaria.
La investigación consistió en un análisis bibliográfico de las diferentes realidades
existentes, tratando de interpretar las modalidades del turismo comunitario, a nivel teórico,
bajo los criterios que definen las características de una organización de la economía
solidaria.
La unidad de investigación fueron los grupos comunitarios organizados en una
explotación conjunta del turismo, en algunas de sus varias modalidades: ecoturismo,
turismo activo, turismo cultural, turismo rural o campesino, etc.
La metodología utilizada fue de tipo cualitativa, observándose el desarrollo del turismo
comunitario en referencia a los postulados de racionalidad económica de la economía
solidaria.
Las fuentes de información fueron estudios de casos presentados en diversos congresos
internacionales de turismo, publicaciones en revistas especializadas o disponibles en
Internet, boletines publicados por organizaciones vinculadas a la actividad: Boletín de
Turismo Rural, Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, Universidad de
Buenos Aires (UBA); Red de Investigadores Latinoamericanos de Economía Social y
Solidaria (RILESS); Fundación CIESO (Centro de Investigaciones de la Economía Social),
entre otros; las actividades planteadas desde el Ministerio de Turismo de Nación a través
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de RATuRC, publicaciones periodísticas varias, páginas web de los mismos centros
comunitarios u organizaciones afines, etc.
Se aplicaron herramientas de análisis cualitativo, las que consistieron en procesos de
selección de información, con el objetivo de hacerla más manejable y adaptada a los
objetivos del desarrollo teórico.
La información bibliográfica y documental se complementó mediante un cuestionario que
se recabó en forma online. El mismo tuvo por objetivo obtener información más específica
relativa a los emprendimientos, actividades que realizan (productivas y de diferentes
modalidades de turismo), forma de la operación turística y sus aportes a la economía
solidaria. Fue dirigido a los referentes de los grupos comunitarios y consistió casi
exclusivamente en preguntas cerradas de opciones múltiples.
4.
La Economía Solidaria
La Economía Solidaria es una expresión auténtica (fue gestada desde las bases de la
sociedad) que tuvo lugar, fundamentalmente, como respuesta a los graves problemas de
pobreza, marginación y exclusión de grandes sectores de población, que fueron las
consecuencias sociales y económicas de las políticas liberales impuestas a nivel global y,
más específicamente, en los países latinoamericanos, aproximadamente entre los años
1974 y 2000. Estos grupos debieron desarrollar verdaderas estrategias de supervivencia,
a través de la realización de actividades enmarcadas en lo que se denomina economía
informal, a los efectos de poder satisfacer algunas de sus necesidades mínimas.
En estas circunstancias, se pusieron en práctica ciertas formas asociativas económicas
de interés común. Así surgieron las redes del trueque, las huertas familiares y
comunitarias, las ferias solidarias, grupos de compras comunitarias, las organizaciones no
gubernamentales (ONG) de microcréditos, comedores autogestionados, etc.
Estos microemprendimientos se los comenzó a denominar de economía solidaria o
popular, no sólo por proceder de la base de la pirámide social, sino, además, por
compartir esfuerzos y distribuir los frutos de ese trabajo en forma igualitaria o
proporcionalmente al aporte de cada uno.
Este tipo de economía informal y popular contiene una gran variedad de formas y
apropiación de oportunidades que le proporciona el ambiente general en el que se
insertan y, con frecuencia, se compone de importantes ingredientes de solidaridad,
reciprocidad y cooperación.
Ello es así puesto que surge una cierta sinergia y potenciación de resultados cuando
actividades económicas de menor envergadura y pequeña escala se asocian y cooperan
entre sí. A través de esta asociación libre y solidaria se comparten experiencias, espacios
de comercialización, técnicas de producción y de gestión, etc.
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No obstante, es preciso destacar que no todo lo que se entiende por Economía Informal o
Economía Popular puede ser conceptualizado como parte de la Economía Solidaria y, a la
inversa, existen experiencias de economía solidaria que se pueden englobar dentro de la
llamada “economía formal”. Sin embargo, en algún espacio, estos dos universos se
entrelazan, conformado la “economía popular solidaria”.
Gráfico N° 1
Economía
Popular
Economía
Popular
Solidaria
Economía
Solidaria
Fuente: Curso Economía Alternativa. Maestría en Economía Solidaria y Desarrollo Sustentable. Universidad
Bolivariana. Santiago de Chile
La expresión Economía Solidaria o Economía de la Solidaridad -como una simbiosis entre
dos términos aparentemente contrapuestos-, se acuñó para dar denominación a este
nuevo fenómeno social que se estaba gestando en amplios sectores de la sociedad civil,
particularmente aquéllos más afectados por la crisis de globalización.
La economía es una disciplina científica; hace referencia a realidades concretas.
La solidaridad es un valor, en una relación humana intersubjetiva que hace referencia a
un comportamiento ético.
Cuando se construye la expresión “Economía Solidaria”, se integran las dos
dimensiones: la realidad y lo ético. Se integra la solidaridad dentro de la economía.
Es economía hecha con solidaridad, la que se manifiesta en los procesos, en las
actividades y en los bienes y servicios producidos.
Esta denominación engloba a un gran número de organizaciones de los más diversos
tipos: cooperativas, empresas autogestionadas, empresas mutuales, organizaciones
económicas populares, organizaciones comunitarias, micro-emprendimientos familiares,
etc. También incluye instituciones sin fines de lucro, corporaciones, fundaciones y, en
general, entidades que prestan servicios en beneficio de terceros. Muchas veces, entre
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ellas se establecen ciertos tipos de vínculos o redes, conformado Redes de Economía
Solidaria. Todas tienen en común que llevan adelante iniciativas de desarrollo local,
buscando generar empleos y resolviendo problemas de desocupación y pobreza, en
beneficio de la comunidad.
Un concepto de Economía Solidaria es el desarrollado por Mario Elgue, quien expresa:
es aquella que agrupa a las actividades asociativas y a los movimientos sociales que
coinciden en los siguientes principios y características: la organización o empresa tiene por
finalidad servir a sus asociados o a su entorno más que generar beneficios u orientarse al
rendimiento financiero; tiene autonomía de gestión; integra en sus estatutos y en sus formas
de hacer un proceso de decisión democrático; defiende la primacía de las personas y del
trabajo sobre el capital en el reparto de sus excedentes; funda sus actividades en los
principios de participación, del hacerse cargo y de la responsabilidad social y colectiva
(Elgue, M., 2007, p.2).
De acuerdo al análisis teórico1, los criterios en base a los cuales es posible reconocer los
diferentes tipos de empresas de la economía solidaria son:
i.
Primer criterio: se refiere a la identidad (como factor productivo) de los sujetos
organizadores de las empresas2. La categoría organizadora determina el modo
como se conciben los objetivos económicos de la empresa y tiene relevancia en
todo lo relativo a la estructura, forma de funcionamiento y lógica operacional de los
distintos tipos de empresas.
ii.
Segundo criterio: se refiere al tipo de relaciones que se entablan entre los
participantes de la actividad económica. Éstos son de dos tipos: relaciones al
interior de la unidad económica o las que se establecen con los agentes externos
a la misma. Estas relaciones surgen a partir del intercambio de bienes y servicios
económicos, y determinan los grados de integración y conflictos, los sistemas de
asignación y distribución de los beneficios, los modos de articulación de los
procesos de producción, distribución y consumo en el interior de la empresa.
iii.
Tercer criterio: trata de las relaciones de propiedad sobre los medios de
producción. En virtud de ello se definen los sistemas de gestión, la modalidad
institucional y otros aspectos relevantes correspondientes a su estructura interna y
forma de comportamiento.
1
Curso: Economía Alternativa, Prof. Luis Razeto Migliaro, Maestría en Economía Solidaria y Desarrollo Sustentable,
Universidad Bolivariana, Santiago de chile, año 2010.
2
Cada individuo que sea poseedor de un factor productivo está en condiciones de participar en carácter de organizador de
la actividad económica en una unidad de producción determinada. Esto recibe la denominación de categoría económica,
correspondiéndole una a cada factor productivo y, de acuerdo a ella, varían los objetivos y la racionalidad económica de la
empresa.
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Cada uno de estos criterios constituye una aproximación a la comprensión de las mismas,
pero sólo del análisis conjunto se pueden identificar más nítidamente las características
distintivas de cada una.
En función de estos criterios, se analizan las principales modalidades y el tipo de
racionalidad económica, que asumen las empresas turísticas de base comunitaria.
5. El Turismo Comunitario
Neide (2006, p.1) en su artículo O turismo solidário e o desenvolvimento na escala
humana, hace una excelente relación entre la economía solidaria y el turismo comunitario
diciendo que se trata de un turismo alternativo organizado por las comunidades y
centrado en la valoración de la cultura local, el respeto por la dignidad humana y la
preservación del patrimonio natural.
Dice la autora que el único desarrollo que debe ser entendido como tal es aquel que
privilegia al ser humano, posibilitando aflorar sus potencialidades al asegurarles la
satisfacción de sus necesidades: el trabajo, la educación, el ocio o las condiciones para
alcanzar una vida digna.
En consecuencia, tanto el desarrollo a escala humana como este tipo de turismo
alternativo tienen el hombre en el centro de sus acciones, lo que lo diferencia del
crecimiento económico que sólo privilegia el lucro, y del turismo formal promovido por las
grandes cadenas hoteleras y operadores turísticos que concentran los beneficios
generados por el turismo en manos de unos pocos, y no integran la actividad a la vida
económica de los lugares que se visitan.
Propender al desarrollo a escala humana y al turismo en beneficio local significa poner al
hombre en el centro de las decisiones, de forma tal que pueda promover su realización
plena.
El turismo comunitario enfatiza la capacidad de la comunidad para brindar los servicios
turísticos directamente, volviéndose sujeto protagonista de su propio desarrollo.
En América Latina es un fenómeno relativamente reciente, data desde hace unas dos
décadas, y surgió en un contexto de profundos cambios no sólo a nivel continental sino
también global, entre los que se destacan los cambios de paradigma en lo que hace a los
conceptos de desarrollo sustentable y la Responsabilidad Social Empresaria, además de
una mayor conciencia en relación al cuidado ambiental y de la relación del hombre con su
entorno.
Si bien la actividad constituye una importante fuente complementaria de empleos e
ingresos, se debe tener muy en cuenta que por sí sola no puede compensar ciertas
insuficiencias estructurales propias vigentes en algunos de los entornos geográficos en
que tiene lugar.
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La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha realizado una serie de reuniones
técnicas para suministrar a los miembros de las comunidades indígenas de América
Latina las capacidades necesarias para promover el turismo en sus tierras y, de esta
forma, proteger su cultura y patrimonio.
En el año 2001 se crea la REDTURS (Secretaria Técnica de la Red de Turismo
Sostenible Comunitario) a instancias de la Organización Internacional del Trabajo e
integrada por pueblos originarios de distintos países de América Latina. La red facilita el
intercambio de información, difunde experiencia promocional y de mercado, y ofrece
acceso a servicios de desarrollo de empresas, por ejemplo, ofreciendo formación
(Maldonado, 2006, p. 42).
En el año 2003, en Costa Rica, se reúnen los representantes de pueblos originarios que
conformaban la REDTURS, en aquel entonces. Se aprobó la Declaración de San José
donde se promovió la ampliación de la red a otros países del continente, se planteó que
los Estados deben mejorar las políticas y estrategias nacionales de turismo y que las
comunidades deben fortalecer aspectos vinculados a la organización y la gestión de los
servicios. También se establecieron principios específicos vinculados a la prevención de
procesos de desculturación y se promovió el desarrollo de Códigos de Ética en cada
comunidad involucrada.
Los principios del Turismo Comunitario Sostenible que surgieron de la Declaración de San
José, son:
•
Económicamente viable:
Incorpora instrumentos de gestión eficiente en el uso y valoración de los recursos que se
movilizan, buscando beneficios que permitan remunerar adecuadamente el trabajo y las
inversiones.
•
Socialmente solidario:
Cooperación entre los miembros de la comunidad y entre comunidades, en un marco de
distribución equitativa de las oportunidades y los beneficios que genera la actividad
turística. Propicia experiencias satisfactorias y encuentros de calidad, tanto para los
visitantes como para la comunidad anfitriona, respetando las expresiones de su identidad
cultural.
•
Ambientalmente responsable:
Fomenta una conciencia respetuosa y formas de gestión sostenible de los recursos
naturales y de la biodiversidad, vinculándolas a la defensa de los derechos a la tierra y a
los territorios ancestrales.
•
Culturalmente enriquecedor:
Potencia experiencias satisfactorias y encuentros de calidad, tanto para los visitantes
como para la comunidad anfitriona, respetando las expresiones de su identidad cultural
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Según la Declaración de San José, el turismo rural comunitario es aquél que promueve un
adecuado equilibrio de valores éticos, sociales y culturales, complementa y potencia la
economía comunitaria y familiar, mejora las condiciones de vida y de trabajo de sus
miembros y revitaliza las expresiones de la cultura.
En síntesis, el turismo comunitario relaciona en forma sinérgica, los principios de la
perennidad de los ecosistemas; el equilibrio entre la viabilidad económica y la
responsabilidad social y ambiental; y el concepto de calidad que trasciende la capacidad
de satisfacción del huésped-consumidor, englobando el carácter sostenible del destino
turístico en su totalidad: la naturaleza y sus recursos, las personas y sus derechos, la
comunidad y su cohesión social (Maldonado, 2006, p. 29).
6.
Características del Turismo Comunitario
El gráfico Nº 2 expresa, en apretada síntesis, la mayoría de los elementos constitutivos
del turismo de base comunitaria.
En él se observa la interacción existente entre comunidad y turismo. La primera, en sus
dos grandes acepciones: urbana y rural y dueña de un patrimonio natural y cultural puesto
al servicio de la actividad turística.
Gráfico Nº 2: Elementos del Turismo Comunitario
Fuente: Dillón Gallegos, R. (2011). II Seminario Internacional “El rol del Desarrollo del Turismo en la
Reducción de la Pobreza”
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El segundo, compuesto por los viajeros (turistas) y el destino. Y, entre ambos, como nexo,
las diversas motivaciones que impulsan a los turistas a querer viajar a determinado
destino: la existencia de servicios y facilidades, la posibilidad de acceder a ciertas
actividades, el deseo de conocer nuevos escenarios y experiencias, el “efecto
demostración”, etc.
Las motivaciones sólo habrán de ser satisfechas ante la presencia del patrimonio
disponible por las comunidades y, principalmente, por la forma de uso que se haga del
mismo, su estado de conservación, la gestión y el conocimiento que se pongan al servicio
de los atractivos y del turista. Es necesario mencionar, en esta instancia, que los
conceptos del desarrollo sustentable y de la conservación y protección de los recursos
naturales y culturales deben actuar como un “paraguas” que comprenda, abarque y
sostenga los vínculos “huésped – anfitrión” en el tiempo.
La relación comunidad – turismo debe conducir a una generación y distribución equitativa
de la riqueza, mediante la cual los miembros comunitarios puedan acceder a mejoras en
sus condiciones de vida, a alcanzar un “bien vivir”. Y para ello, entre ambas partes deben
existir ciertos códigos de conductas o un compendio de derechos y obligaciones (tácitas o
escritas).
El turismo constituye un reto para muchas comunidades de América Latina, dado que
deben adoptar decisiones que inciden sobre sus condiciones de vida y su bienestar. A su
vez, deben fortalecer su poder de negociación frente a los operadores turísticos
nacionales e internaciones y frente al poder político a fin de obtener determinadas
facilidades y apoyo institucional.
Para ello, deben afrontar dos imperativos: 1) fomentar procesos asociativos a fin de
articular eficientemente la oferta de servicios turísticos y asegurar un uso adecuado de los
recursos comunitarios, y 2) mejorar la capacidad de gestión, formando recursos humanos
en técnicas de organización (Maldonado, 2007, p. 9).
Por lo tanto, uno de los temas centrales del turismo comunitario es la consolidación de las
estructuras asociativas, es decir, la capacidad de autogestión, prestación eficiente y
acrecentada de servicios y sustentabilidad económica, social, cultural y ambiental.
Es fundamental que el negocio turístico responda a los intereses de la comunidad, la que
debe tener participación directa en:
•
El proceso de formulación y diseño del proyecto (concepción),
•
La prestación de los servicios turísticos (operación),
•
La conducción de la empresa (autogestión y capacidad de decisión), y
•
La percepción de beneficios económicos y no económicos (ingresos, empleo,
valoración de la cultura, preservación de territorios, fortalecimiento de la cohesión
social, etc.) (REDTURS a)
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El negocio puede adoptar una de las siguientes modalidades de propiedad: comunitaria,
cooperativa o asociación de proveedores de servicios al turista. Puede también ser
familiar, en cuyo caso debe gozar del respaldo de la comunidad y ésta se ha de beneficiar
de alguna manera convenida. O puede ser mixto o en sociedad: los activos de la empresa
son de copropiedad de la comunidad y un agente externo (privado, institución pública, por
ejemplo, un Municipio).
En segundo lugar, la información que se proporcione debe ser veraz, objetiva, clara y
suficiente, de tal suerte que el turista pueda formarse una idea cabal de los atractivos que
va a visitar, la gente con la que va a interactuar, los servicios que podrá solicitar, las
actividades en las que va a participar, el tiempo que podrá destinar a las mismas y los
costos en los que va a incurrir.
A continuación se efectuará una caracterización de los aspectos fundamentales de la
empresa de turismo de base comunitaria bajo el análisis de los tres criterios descriptos en
el punto 4., para la identificación de las formas y modalidades de las empresas de la
economía solidaria.
6.1. Primer criterio
Dice la Declaración de San José sobre Turismo Rural Comunitario, en su art. 3:
Somos conscientes de que el turismo puede ser una fuente de oportunidades pero también
una amenaza para la cohesión social de nuestros pueblos, su cultura y su hábitat natural.
Por ello, propiciamos la autogestión del turismo, de modo que nuestras comunidades
asuman el protagonismo que les corresponde en su planificación, operación, supervisión y
desarrollo (Maldonado, 2006, p. 30)
Por lo tanto, se asume que es la comunidad la unidad básica de este tipo de desarrollo u
operación turística. Y, al respecto, siguiendo esta línea metodológica, el trabajo de Ruiz,
E., et al. (2008), se enfoca particularmente en la conceptualización de este término,
haciendo hincapié en las diferentes y difusas interpretaciones del mismo según la óptica
del análisis. Estos autores definen la comunidad tradicional como que “constituye
principalmente un contexto organizativo, de control y gestión social, en el que los
individuos se encuentran integrados y desde el cual se gobierna gran parte de sus vidas”.
(Ruiz E, Hernández M, Coca A, Cantero P, del Campo A., 2008, p. 3)
Entre otras afirmaciones, expresan que es un contexto de vida social, con sus propias
lógicas, y que no significa que en el proceso de toma de decisiones y de resolución de
conflictos participen todos, sino quiénes tienen capacidad de decisión. Es una trama de
relaciones sociales en las que el parentesco juega un papel destacado, y en el que las
relaciones cara a cara marcan la pauta general conformándose una densa red social.
Suelen surgir conflictos internos propios de esa compleja trama, derivados del
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afloramiento de intereses particulares y parentales, como también de la existencia de
ciertas desigualdades en torno a cuestiones de género, edad y status.
Juega en la cohesión de la comunidad un sentido territorial muy arraigado, producto, a
veces, de largas luchas por su posesión y el de los recursos asociados.
Es este tipo de interacción entre aspectos sociales e intereses económicos lo que les
permite insertarse en el mercado desde una particular lógica comunitaria.
Maldonado (2005, p. 11) expone otro concepto de comunitario:
Designa un sujeto colectivo, con derechos y obligaciones, constituido en base a la adhesión
voluntaria de sus miembros (individuos o familias), con o sin sustento institucional en el
derecho consuetudinario o en una territorialidad común. La identidad puede nutrirse de un
conjunto de objetivos, valores y normas de participación codificados por sus miembros.
Luego, lo define en términos empresariales, afirmando que es una forma diferenciada de
propiedad, organización productiva y fines perseguidos – en relación a la empresa privada
o pública – que se rige por el control social de los recursos y el reparto equitativo de los
beneficios.
En una palabra, establecer la naturaleza y características de “lo comunitario” implica
ante todo definir los principios, valores y normas que rigen las formas de convivencia y
organización que han adoptado ciertos grupos sociales, y estos son los elementos que los
diferencian de los demás.
Al llevar adelante la experiencia de brindar servicios turísticos, las comunidades esperan
que, a través de esta actividad, se logren fuentes autónomas de beneficios, mejores
condiciones de vida, bienestar social, revalorización de las expresiones culturales y
tradicionales, mayor control sobre sus propios recursos y fortalecimiento de los lazos
comunitarios.
6.2. Segundo criterio
Se refiere a las relaciones existentes entre los actores de la actividad. Es este sentido, es
muy importante distinguir entre los nexos al interior de la comunidad y hacia afuera. La
actividad turística exige, como tal, una compleja trama de relaciones en la que se ven
involucrados una gran cantidad de actores, no solo al momento de la organización y
prestación de los servicios en el seno de la misma comunidad o en su relación con el
entorno social, cultural y natural o en la misma conformación de la oferta turística.
También es fundamental observar las relaciones que se entablan con la operadoras
turísticas u otras empresas relacionadas, quienes prácticamente tienen en sus manos la
comercialización del producto turístico, la injerencia (colaboración, supervisión) de los
gobiernos locales o de mayor nivel, las entidades de apoyo (o instituciones de donación),
las relaciones con otras comunidades, etc. Y, por sobre todo, como un actor novedoso, en
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relación a otros tipos de empresas comunitarias o de economía familiar, la presencia del
turista como nexo entre la comunidad en sí y los agentes externos de comercialización.
En el interior de las comunidades, teniendo en cuenta la gran variedad de formas que
pueden tomar las organizaciones, ya sea desde una comunidad tradicional de pueblos
originarios a agrupaciones campesinas o familiares, o asociaciones de microempresas,
también encontramos una amplia diversidad de relaciones. Estas suelen estar signadas
por modelos tradicionales de economías de subsistencia a economías de corte más
capitalistas o precapitalistas.
Es así, que nos encontramos ante la presencia de relaciones de comensalidad cuando la
oferta turística se articula entre miembros de una misma familia, o de reciprocidad entre
varias familias o pequeños grupos económicos. En este sentido, adquiere relevancia el
nivel de cohesión social existente, la capacidad de autoorganización y la forma colectiva
de accionar, fundamentalmente sobre los recursos objeto de atracción turística.
Es importante que en estos procesos de toma de decisiones y de incorporación de nuevas
actividades y formas de relacionamiento con el otro (turista), se revitalice y se revalide el
rol de la mujer, de los ancianos y de los jóvenes en todas las instancias involucradas. De
este modo, la participación de la comunidad en los espacios de coordinación será mucho
más integral y representativa.
Las particularidades de la oferta turística comunitaria radica en unas formas
socioculturales, unas maneras de relacionarse (con el Estado, con el mercado, con los
turistas, con los otros, así como entre ellos mismos) que resultan interesantes analizar y
comprender.
En la Declaración de San José se deja expresa constancia de que el turismo debe
complementar adecuadamente la economía comunitaria y familiar, y potenciar el
desarrollo de la agricultura, la pesca, la artesanía, la pequeña agroindustria, el transporte
y otros servicios. Debe contribuir al desarrollo económico local y generar empleo nuevo y
trabajo adecuado. En otras palabras, es importante dejar claramente establecido que el
turismo no debe desplazar, en absoluto, las actividades típicas o tradicionales de
producción y supervivencia con que cuentan las familias o comunidades; ambas
actividades se deben complementar, coexistir, proyectarse y desarrollarse
coordinadamente del mejor modo posible. Debe convertirse en una fuente adicional de
ingresos y potencialidad de mejora en la calidad de vida de todos los miembros de la
comunidad.
En cuanto a las relaciones externas, éstas son múltiples, diversas y conforman una
intricada red de intereses empresariales y de organizaciones de asistencia varias, desde
los poderes públicos a las entidades sin fines de lucro y a las agencias internacionales de
desarrollo.
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En el Gráfico Nº 4, se muestra un esquema citado por Iglesias C., et al. (2011, p. 18), en
el que se realiza una muy completa descripción de los diferentes actores externos que
interactúan en el turismo
o comunitario, organizados en tres niveles: sector público, sector
privado y entidades de la sociedad civil.
Que todos estos actores se comprometan en una visión compartida del desarrollo
comunitario exige la existencia de una acción coordinada y articu
articulada
lada entre las diferentes
instituciones (sector público, privado, comunitario y la sociedad civil en general) que
tienen que ver con el desarrollo turístico de un territorio, en donde cada actor tiene un rol
que cumplir y un cierto bagaje de conocimientos y saberes que deben ser aprovechados
adecuadamente. Por ejemplo, una empresa operadora de turismo tiene por función atraer
turistas y lograr que ésta sea una operación rentable, y una ONG deberá estar orientada
hacia la formulación de proyectos o a la obtención
obtención de recursos financieros (donaciones)
para el desarrollo integral de la comunidad.
Gráfico Nº 3:: Actores externos que intervienen en el desarrollo del
Turismo de Base Comunitaria
Fuente: Häusler&Strasdas Training Manual for Community-based
Community
Tourism. Citado por Iglesias
Iglesias, C, et
al. (2011)
Los actores vinculados al sector privado, indudablemente, componen uno de los roles
más significativos para el desarrollo del turismo comunitario, puesto que ellos
complementan el circuito producción – comercialización, siendo uno de los más
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destacados el de los operadores mayoristas de turismo y, también, la agencias de viajes
locales.
Ellas tienen por función establecer el nexo entre los prestadores de servicios comunitarios
y los turistas o, en otras palabras, intermediar entre la oferta y demanda de servicios
turísticos. A tal fin, llevan adelante campañas de promoción de los productos,
interviniendo en las ferias internacionales de comercialización, congresos y workshops,
entre otras actividades (solos o en acompañamiento de los responsables comunitarios);
organizan los paquetes turísticos, los enlaces o conexiones de transportes; asesoran y
capacitan a los prestadores acerca de cómo presentar u ofrecer sus productos o servicios;
determinan y coordinan con los responsables de las comunidades los cuadros tarifarios.
La relación que se establece entre ambos actores es una relación de intercambio, es
decir, que se entabla, entre los sujetos de la relación, un flujo de bienes y servicios que
corre en forma bi-direccional. Se supone que en esta relación se produce una transacción
justa o equitativa entre el valor de los bienes y servicios provistos por la comunidad y el
que reciben a cambio (flujo monetario) por parte de los operadores turísticos como pago
por la atención a sus clientes (turistas).
Otra modalidad es la conformación de empresas mixtas, mediante la suscripción de
alianzas con el sector privado en términos de participación en las inversiones, la gestión y
el reparto de utilidades de la empresa.
Muchas veces las comunidades deciden comercializar directamente sus productos, sin la
intermediación mayorista/minorista de las agencias de viaje; en este caso, la relación de
intercambio se da con el turista.
Si la comunidad decide prescindir de los servicios del operador turístico, entonces
aparecen en escena otros tipos de actores (los que, además, pueden intervenir en
simultáneo con aquél), como por ejemplo: agencias de promoción y comercialización (o
de desarrollo) o instituciones del sector público local y/o nacional que los ayude a hacer la
adecuada inserción del producto en el mercado.
Los proyectos de desarrollo turístico requieren, por lo general, de alguna forma de ayuda
financiera para hacer frente a requerimientos propios del sector. Estas ayudas financieras
deberían ser de tal manera que no comprometan el objetivo del negocio ni generen
conflictos adicionales en las comunidades. Si la misma se obtiene a través del mercado,
generando relaciones de intercambio, lo ideal es que se implemente en forma de
préstamos blandos de largo plazo, dirigidos específicamente a esas necesidades.
Los fondos, además, pueden ser obtenidos mediante agencias de cooperación u ONGs.
especializadas al efecto. En este caso, las relaciones que se establecen son de donación,
mediante las cuales las entidades sin fines de lucro canalizan fondos financieros donados
por particulares u otras organizaciones de bien común, en forma directa o a través el
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apoyo de técnicos y profesionales, ya sea en capacitación, en conservación de los
recursos, en dirección de obras, en manejo del negocio turístico, etc.
Las instituciones gubernamentales, ya sea de nivel local como nacional, deben prestar un
efectivo aporte en apoyo de esta actividad, ya sea “instaurando un entorno favorable a los
pequeños negocios, dotándoles de servicios básicos, estimulando redes de integración
productiva y eliminando las barreras administrativas y legales que frenan su desarrollo”
(Maldonado C, 2007, p. 3).
Dado que se trata de un fenómeno relativamente reciente, no es frecuente encontrar un
marco legal y políticas adecuadas para propiciar y expandir su desarrollo. Sus principales
roles se concentran en: proveer los servicios básicos y la dotación de infraestructura
necesarios a fin de asegurar calidad en la prestación de los servicios turísticos como así
también la seguridad y salubridad de los individuos involucrados (turistas y población
residente); asignar recursos presupuestarios para la promoción y difusión de los
emprendimientos turísticos y de la oferta local, para estimular nuevos desarrollos
comunitarios, para la puesta en valor y protección de los recursos naturales y culturales,
para brindar capacitación técnica, etc.; evaluar los impactos producido por la actividad
turística en sus dimensiones económica, social, ambiental y cultural, como así también su
repercusión sobre el ámbito político institucional de las comunidades, previendo,
rectificando y corrigiendo los potenciales efectos negativos y tratando de potenciar los
positivos; facilitar el acceso a los recursos financieros, mediante líneas promocionales de
créditos o microcréditos, con tasas relativamente bajas, período de gracia y amortización
a largo plazo; promover el reconocimiento de la identidad cultural, del patrimonio local y
de los valores y prácticas sociales.
Entre el poder público local y estatal y las comunidades se generan relaciones de
asignación jerárquica y tributación. En los casos que correspondan, éstas deberán
afrontar los pagos de impuestos o tasas por la prestación de ciertos servicios y
habilitación de instalaciones, como también obtener los permisos de caza o pesca,
acceder al ingreso a ciertos sitios de protección natural o cultural específicos, obtener
concesiones especiales para desarrollar determinadas actividades, librar matriculaciones
para actuar en carácter de guía, coordinador, baqueano, experto en montañismo, guía
cultural, etc. en Parques Nacionales y Áreas Protegidas, etc. Hay una relación jerárquica
en el sentido que se deben respetar normas de interés general, las restricciones a los
sitios de protección especial, los resguardos de protección de la naturaleza y del
patrimonio natural, de restos arqueológicos, paleontológicos y antropológicos, de ciertas
especies de flora y fauna, etc. El Estado, a su vez, como relación de asignación deberá
garantizar la prestación de los servicios básicos y el efectivo control y resguardo del
patrimonio y de la seguridad y la integridad física y moral de las personas que intervienen
en la actividad.
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En cuanto a las relaciones con los turistas, aparece un elemento diferencial que es la
hospitalidad, es decir la interrelación entre personas de diferentes lugares, donde
adquiere importancia distintiva el vínculo y la conexión intercultural: la presencia de uno
en el entorno habitual del otro y el deseo de éste por ofrecer y mostrar su cotidianidad.
Este rasgo distintivo prácticamente no aparece en el turismo tradicional.
La comunidad receptora debe tener la percepción suficiente para saber captar las
motivaciones y resolver oportunamente las necesidades de los diversos sectores que
componen el conjunto de sus visitantes. El turismo exige tener consciencia del “otro”, de
sus necesidades, de sus expectativas y anhelos. Un buen prestador de servicio sabe “ver”
al “otro” y atender en el momento preciso sus requerimientos (Inostroza, G., 2008, p. 84).
Esta forma de relación con los turistas se convierte en una “personalización” de la oferta.
También la participación de la población local es una parte esencial en el desarrollo del
Turismo Comunitario, puesto que éste no sólo implica la generación de beneficios, sino
también, la autogestión y el control local directo de las iniciativas turísticas. La propuesta
inicial bien puede originarse en la propia comunidad, o bien puede ser iniciativa de
organismos externos; lo importante es que la idea sea una sugerencia y no una
imposición, y que ésta sea apropiada por la comunidad.
Entre las personas involucradas en la preparación y ejecución del proyecto de turismo
comunitario, no sólo deben estar los representantes de la comunidad local, sino también
los operadores de turismo, empresarios locales, ONGs. pertinentes, instituciones de
conservación, incluidos los administradores de áreas protegidas, y autoridades locales,
además de mantener los correspondientes enlaces con los ámbitos regionales y
nacionales de gobierno.
Una manera muy valiosa de intercambiar apoyo técnico y capacidades es mediante la
organización de redes entre distintos proyectos de turismo comunitario. Esta asociatividad
es necesaria, no sólo para trabajar conjuntamente aspectos de comercialización turística,
formalización de los emprendimientos, capacitación o asistencia técnica, disminución de
los costos de transacción - los que generalmente son relativamente altos en el sector rural
campesino -, sino que también para ejercer una sana presión sobre los organismos
públicos locales, provinciales y nacionales, para que éstos faciliten de manera
responsable los procesos de desarrollo local (Inostroza, G.,2008, p. 85). En todos estos
mecanismos encontramos relaciones de cooperación.
6.3. Tercer criterio
Este criterio tiene que ver con la forma de propiedad de los recursos, relación con los
factores de producción, formas de gestión de la empresa, distribución de los beneficios y
otros aspectos relativos a la modalidad institucional y estructura de funcionamiento de la
empresa comunitaria.
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Es importante iniciar este espacio haciendo la distinción entre recurso turístico, patrimonio
y producto. “Entenderemos como recursos económicos todos aquellos elementos y
fuerzas, materiales e inmateriales, que tengan la potencialidad de ser aprovechados en
algún proceso o actividad económica de cualquier tipo. Los recursos los reconoceremos
entonces por doquier en la naturaleza, en los hombres, en la sociedad, en sus más
variadas y múltiples manifestaciones3”
Por lo tanto, su importancia está dada en su aptitud de transformación para satisfacer las
necesidades de la demanda. En consecuencia, el patrimonio desde el punto de vista del
turismo, es el conjunto de bienes materiales e inmateriales que constituyen la materia
prima que hace posible el desarrollo de la actividad.
Dadas las características del turismo comunitario, se considera importante analizar cómo
es la concepción del territorio dentro de esa especie de cosmovisión. En este sentido,
siguiendo lo expresado por Inostroza, G. (2008, p. 80), esta actividad puede aportar una
nueva mirada sobre el mismo, siendo que los recursos pueden ser manejados en forma
colectiva, y por lo tanto, eso genera un mayor control social sobre su uso.
El desarrollo de las actividades turísticas debe crear una cultura de protección y uso
razonable de los recursos naturales y culturales. Sólo la identificación y valoración de los
mismos harán que el turismo tenga posibilidades de perpetuarse en el futuro, puesto que
uno de los principales atributos que el visitante quiere conocer es un medio natural bien
conservado en un contexto cultural único y diferente. Sin embargo, tanto la naturaleza
como la cultura, que son el soporte de la actividad turística, se encuentran en una
situación de extrema fragilidad (Inostroza, G., 2008, p. 83).
Por su parte, Ruiz, E, et al. (2008, p. 408) pone énfasis en dos términos:
“empoderamiento” y apropiación”. Con el primero, expresa que el éxito de estas iniciativas
depende, mayormente, “del control efectivo del grupo sobre el turismo, lo cual genera un
efectivo empoderamiento colectivo sobre recursos y territorios”.
Y por “apropiación” menciona que es la noción que mejor se ajusta a la forma particular
de relación de las comunidades con su producto turístico. Dice que comprende tanto una
dimensión simbólica (cultura) como material (medio natural).
Maldonado (2005, p. 12) define el patrimonio comunitario como aquél que:
está conformado por el conjunto de valores y creencias, conocimientos y prácticas, técnicas
y habilidades, instrumentos y artefactos, representaciones y lugares, tierras y territorios, al
igual que todo género de manifestaciones tangibles e intangibles compartidas por un pueblo,
a través de las cuales se expresan sus modos de vida y organización social, su identidad
cultural y sus relaciones con el entorno natural.
3
Razeto Migliaro, L. Curso Economía Alternativa. Unidad 3. MESyDS. Universidad Bolivariana (Chile)
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El turismo ha permitido que muchas comunidades tomen conciencia de gran activo
patrimonial que poseen. Sin embargo, cada comunidad evoluciona con una dinámica
institucional diferente y tienen distintas estructuras económicas y sociales; todo ello
implica que la gestión de sus recursos y su patrimonio entrañe múltiples formas de
abordaje. De allí la existencia de derechos colectivos o comunitarios sobre los recursos,
especialmente en los pueblos originarios, en convivencia con derechos privados (turismo
rural) y formas de propiedad fiscal o estatal como en parques nacionales o sitios de
protección especial. Por consiguiente, la propiedad puede ser comunitaria, cooperativa o
asociada, familiar o mixta (copropiedad de la comunidad y un agente externo: privado,
asociación civil, Estado).
El turismo comunitario requiere un fortalecimiento de los derechos y las responsabilidades
legales de las comunidades sobre la tierra y los recursos. Esto se refiere, en particular, a
las formas de tenencias del territorio y a los derechos sobre el turismo, la conservación y
otros usos en esas tierras, de manera tal que la comunidad pueda influir en esta actividad
y extraer ingresos de ella.
El capital económico o los medios materiales de producción son fundamentales a la hora
de implementar físicamente una oferta de turismo de calidad.
El factor humano es esencial en este tipo de actividad, por eso es importante pensar en la
capacitación y en la asistencia técnica. El turismo se caracteriza por ser altamente
personalizado, es una actividad en que la buena atención, conocimientos, la hospitalidad,
se valoran profundamente. Los guías o acompañantes deben tener buena información
acerca del entorno natural y cultural que representan, deben saber afrontar con idoneidad
y solvencia situaciones imprevistas en las actividades realizadas, la gastronomía y
artesanías deben respetar las prácticas tradicionales y ancestrales, etc. Deben, además,
adquirir conocimientos de gestión, comercialización y promoción y de técnicas turísticas,
en general, para poder conducir con éxito el negocio iniciado.
El capital social (o el factor “C”, mencionado en la economía solidaria) se manifiesta a
través de la asociatividad, el trabajo en equipo y el funcionamiento en red. Este factor es
fundamental para el desarrollo del turismo comunitario, y el grado de cohesión social y
sentido de pertenencia y solidaridad es relativamente abundante en los sectores rurales e
indígenas.
Consiste en el conjunto de conocimientos colectivos, prácticas, técnicas productivas y
formas de cooperación que generan eficiencia económica y que aseguran la
supervivencia del grupo social.
Este conjunto de factores se asocia y complementa a las otras formas de patrimonio
tangibles e intangibles, como los denominados capital cultural, capital natural, capital
cognitivo, capital político (esto es la posibilidad de adquirir cada vez mayor influencia en
las decisiones que adoptan los actores políticos sobre el territorio) para el desarrollo de la
estrategia del turismo comunitario.
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Es importante considerar la necesidad de la autogestión del turismo, es decir que sean las
mismas comunidades las que asuman el protagonismo en cuanto a su planificación,
operación, supervisión y desarrollo.
Es preciso destacar que el turismo viene a complementar, no a sustituir, la base
económica tradicional de la comunidad. Su desarrollo debe generar, directa o
indirectamente, beneficios para todo el conjunto de la comunidad; o sea, de alguna
manera debe producir aportes para los fondos comunitarios. Esto se concreta bajo formas
de trabajo colectivo, ya sea en la organización o en la generación y mantenimiento de las
infraestructuras turísticas (que, por lo general, la disfruta también la misma población), o
en la rotación y acceso (individual o por familiar) a las oportunidades del negocio turístico.
Esto no significa que toda la comunidad participe directamente en las actividades
turísticas, sino que la participación en las mismas esté regida y distribuida
comunitariamente y los beneficios alcancen a todos sus integrantes (Ruiz, E,et al., 2008,
p. 11).
La autogestión comunitaria se debe llevar adelante mediante la organización de
asambleas comunitarias para la toma de decisiones. A tal efecto, las mismas deben
adquirir una cierta formalidad.
Las asambleas deben fomentar la participación y representar claras oportunidades para
fortalecer estructuras democráticas y prácticas solidarias, como, por ejemplo, los procesos
de consulta e intervención internas en la toma de decisiones.
Por lo tanto, una de las características más significativas del turismo comunitario es la
gestión, control y articulación del producto turístico por parte de la comunidad, lo cual se
efectúa a través de las decisiones adoptadas por la misma, en sus asambleas.
En cuanto a la distribución de los ingresos generados por los turistas, no sólo debe ser
equitativa entre los que participan directamente de la actividad sino también, parte de
ellos, deben ser utilizados, invertidos y reinvertidos en salvaguardia de los recursos
naturales y culturales a través de programas de preservación y recuperación; en mejoras
en calidad de vida de todos los miembros de la comunidad–en términos de información,
conocimiento, conciencia de su propio patrimonio, acceso a mejores servicios de salud,
educación, seguridad, etc.–; en el crecimiento del mercado de productos locales como
alimentos, pero sobre todo, artesanía y arte, etc.
7.
Conclusiones
En consecuencia y de acuerdoa lo expresado en los párrafos anteriores, se concluye que
los emprendimientos de Turismo Comunitario pueden ser conceptualizados dentro de la
tipología que caracteriza a las empresas de la Economía Solidaria.
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La racionalidad económica implícita en estos tipos de empresas se puede evaluar a través
del cumplimiento de tres criterios o principios básicos. Los mismos, en el caso del turismo
comunitario, se manifiestan de la siguiente forma:
Primer criterio, identidad del factor organizador de la empresa: la comunidad.
Segundo criterio, relaciones entabladas hacia adentro y hacia afuera del emprendimiento.
Hacia adentro: relaciones de comensalidad, de reciprocidad, de cooperación. Hacia
afuera: relaciones de intercambio, de asignación distributiva y jerárquica, de donación, de
asociación.
Tercer criterio, propiedad de los medios de producción y formas de gestión. Propiedad
comunitaria y cooperativa, gestión asociativa y redistribución social de los beneficios.
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