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 Dirección de Medios de Comunicación
Boletín N° 39
13 de febrero de 2017
Analizan relación de deidad mexica con la agricultura
*** Los tenochcas elegían las mejores mazorcas y guerreros para el sacrificio en honor
al dios Xipe Tótec, y con ello asegurar la regeneración de la vida
*** Comenzó el ciclo de conferencias de la exposición Xipe Tótec y la regeneración de
la vida, que se presenta en el Museo del Templo Mayor
Para los mexicas había una equivalencia simbólica entre las mejores mazorcas que se
seleccionaban para sembrar y ofrendarlas a Xipe Tótec, y la elección de los guerreros
que serían sacrificados en honor a esta deidad. Se trataba de los ejemplares de semilla
más fuertes, sanos, aptos, al igual que las víctimas escogidas, con ellos se buscaba la
regeneración de la vida y, en este caso, también del maíz, explicó el arqueólogo Carlos
Javier González González.
Al dictar la conferencia inaugural del ciclo dedicado a la exposición Xipe Tótec y
la regeneración de la vida, que se presenta actualmente en el Museo del Templo
Mayor, el arqueólogo expuso que la fiesta de Tlacaxipehualiztli, dedicada a esta deidad,
tenía lugar del 5 al 24 de marzo, siendo los últimos dos días los más intensos en cuanto
a la realización de los sacrificios humanos y una serie de rituales, que casi coincidían
con el equinoccio de primavera.
En su ponencia, Xipe Tótec y el maíz, el curador de la muestra organizada por el
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), puntualizó que en el
Tlacaxipehualiztli, que significa “desollamiento de personas”, los mexicas celebraban
sus victorias militares recientes con el sacrificio, fundamentalmente, de cautivos de
guerra. En ésta se reactualizaban mitos, entre ellos el de la creación del Quinto Sol, en
la cual tanto Quetzalcóatl como Xipe Tótec estaban estrechamente vinculados.
“En la cosmovisión mesoamericana, la guerra lejos de ser una actividad
destructora o destructiva, contribuía a la renovación de la vida, por paradójico que
pueda parecer a la mentalidad occidental. A través de la dotación de sangre se
contribuía a alimentar al sol y a la tierra”, afirmó.
Insurgentes Sur 421, piso 8, Col. Hipódromo, Del. Cuauhtémoc,
Ciudad de México, 06100 Tel. (55) 4040 4690
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Así, la fiesta dedicada a Xipe Tótec se ubicaba entre el momento de la cosecha
del maíz de temporal (octubre-noviembre) y la siguiente siembra, cuyas actividades
iniciaban en marzo-abril, cuando se preparaban los campos para esta actividad.
“Era precisamente la época en la que había un mayor número de hombres
disponibles para la guerra y en la que ya se había levantado la cosecha; era el
momento de mayor actividad militar”, manifestó.
De las 18 veintenas (periodos de 20 días) en los que estaba divido del calendario
ritual mexica, la fiesta Tlacaxipehualiztli estaba colocada en segundo lugar en la
secuencia, le antecedía Atlcahualo, cuyo nombre significa “el agua es dejada”, que se
celebraba en febrero y marzo en honor a Tláloc y las deidades de la lluvia.
“Atlcahualo era probablemente la más importante que se dedicaba a dicha
deidad y a los tlaloques, quienes le ayudaban a esparcir la lluvia sobre la tierra. Y algo
común en estas veintenas, o en casi todas, es que se reactualizaban acontecimientos
míticos”, comentó.
En la veintena de Atlcahualo, se conmemoraba cómo los mexicas obtuvieron y
heredaron el maíz de los toltecas. Se sacrificaban varios niños en cerros o montes de la
Cuenca de México, que rodeaban la zona lacustre y, precisamente, en el Peñón de
Tepetzingo, cerca de Pantitlán, se ofrendaban niñas con el nombre de Quetzalxochitl,
aludiendo a la hija de Tozcuecuex, que fue inmolada para obtener la llegada del maíz
de los toltecas, acontecimiento que tenía lugar antes de la celebración del
Tlacaxipehualiztli.
González González, presidente del Consejo de Arqueología del INAH, mencionó
que su investigación se basa en textos de Diego Durán, quien en su libro Calendario
antiguo, dedicó un capítulo a la Tlacaxipehualiztli. Describe que al realizarse la cosecha
algunas mazorcas levantadas en el techo eran ofrendadas a Xipe Tótec, y sus semillas
sembradas.
En la ceremonia del sacrificio gladiatorio en honor a dicho dios, las víctimas —
que personificaban a los 400 mimixcoa, quienes recibieron la encomienda de alimentar
al sol y a la tierra, obligación que incumplieron y por la que fueron condenados a
morir—, eran atadas de un pie al temalacatl (plataforma redonda), y se les
proporcionaba un macuahuitl (garrote) sin navajillas, con el que tenían que enfrentar a
guerreros armados.
Los vencedores custodiaban la piel del sacrificado, la cual prestaban a hombres
(xipeme) que vestían las pieles de la víctimas y visitaban casas donde la gente les
ofrecía los manojos de mazorcas seleccionados para la siembra.
Posteriormente, detalló el arqueólogo, una vez sacrificados y desollados los
gladiadores, los cuerpos eran desmembrados y cocinados con maíz. “Con esta comida
ritual llamada tlacatlaolli (maíz cocido de los hombres), se consumía el cuerpo y la
fuerza divina de Xipe Tótec”.
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En documentos escritos por Motolinía o Durán, se hace referencia al pozole, un
platillo ritual que se ofrecía con tal fin exclusivamente, para el cual los granos de maíz
se cocían en agua con cal para poder retirarle la piel a la semilla y ‘desollarla’; antes y
durante la festividad estaba prohibido cocer el maíz de esta forma.
“Desde esa perspectiva, el desollamiento de las víctimas sacrificadas tenía una
relación con el deshoje de las mazorcas de maíz; el verbo que se usaba para esta
actividad era xipehua, que significa desollar”.
Carlos Javier González también refirió la relación de la fiesta de Tlacaxipehualiztli
con la de Ochpaniztli, otra igualmente importante dentro del calendario ritual mexica,
que estaba dedicada a la diosa madre y que se relacionaba con la de Xipe Tótec, pero
en este caso las víctimas desolladas eran mujeres que representaban advocaciones de
tal deidad femenina.
El ciclo de conferencias Xipe Tótec y la regeneración de la vida continuará el
próximo 18 de febrero con la ponencia La práctica ritual del desollamiento humano en
honor a Xipe Tótec, a cargo de Juan Carlos Román Berrelleza, a las 10:00 horas en el
Auditorio Eduardo Matos del Museo del Templo Mayor. Entrada libre.
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