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Resumen
La era de los grandes descubrimientos europeos fue iniciada a mediados del
siglo XV por los portugueses. Castilla, con amplia vocación comercial atlántica
con el norte de Europa y de Africa tuvo la posibilidad de extender sus rutas
comerciales hacia Asia gracias a las teorías de Colón. La corona apoyó las
acciones y viajes de Colón que supusieron realmente el descubrimiento de un
nuevo continente y de posibilidades de expansión y enriquecimiento
inimaginables. Pronto la estela de Colón fue seguida por numerosos
aventureros: Yáñez Pinzón, Alonso de Ojeda, Núñez de Balboa, Orellana,
Cortés, Pizarro, Almagro... que extendieron el dominio español sobre las
vastas extensiones de América, convirtiendo a la Monarquía española en la
más poderosa del mundo en su época.
Esquema
1.
2.
3.
4.
Vocación atlántica castellana
Colón y su relación con la corona española
Los viajes de Colón
Otros viajes y expediciones
Tema
Desde la conquista de la Baja Andalucía, Castilla había añadido a su
tradicional frontera atlántica orientada hacia el comercio con los países
nórdicos, otra que miraba hacia el trópico y las costas africanas y las
islas.
La ocupación de las islas Canarias y la esporádica actividad de los
castellanos en las costas marroquíes inquietaban a los reyes portugueses, que
aspiraban a un monopolio no sólo en la periferia africana sino en todo el
espacio atlántico, en el que ya habían ocupado los archipiélagos de Azores,
Madera y Cabo Verde-.
Fueron estas perspectivas las que atrajeron a Cristóbal Colón, un marino
nacido en la república genovesa en 1465. Colón llegó a Portugal
accidentalmente, a consecuencia del naufragio del barco en que navegaba
frente al cabo de San Vicente, en cuyas proximidades el infante don Enrique el
Navegante había instalado su base científica y naval de Sagres, centro
impulsor de los descubrimientos africanos. Portugal entero vivía la fiebre de
estos acontecimientos que transformaron el pequeño reino peninsular en la
cabeza de un gran imperio. El matrimonio de Colón con Felipa Moniz de
Perestrello, miembro de una familia relacionada con las actividades
descubridoras, le permitió completar su formación, más bien en el aspecto
práctico que en el teórico; fue un marino de extraordinaria competencia pero
no realizó estudios sistemáticos.
Su idea de alcanzar las Indias, las tierras productoras de especias,
navegando hacia el occidente, no tenía nada de original; tenia que surgir
desde que, en la Antigüedad, se afirmó la esfericidad de la Tierra. Lo que
puso de su parte Colón fue una voluntad inquebrantable en la que se
mezclaban en extraña simbiosis las visiones proféticas del soñador con el
sentido práctico del ligur. El proyecto que sometió a Juan II de Portugal, en
1484, fue rechazado como carente de base científica, porque el camino que
proponía Colón era más largo que el que, siguiendo la ruta del este, debía
llevar finalmente a Vasco de Gama hasta la India.
Entonces Colón, viudo ya, se encaminó a España en busca de apoyo. El
momento no era propicio porque la guerra de Granada acaparaba todos
los recursos, pero Colón encontró muchos y valiosos apoyos: entre los
cortesanos, en miembros de la aristocracia -el duque de Medinaceli
pensó realizar la empresa por su cuenta-y en clérigos influyentes; sobre
todo le fue utilísima la ayuda de los franciscanos de La Rábida.
A pesar del dictamen desfavorable de las ¡untas de Salamanca y Córdoba,
a pesar de las exorbitantes exigencias de Colón, los reyes decidieron
intentar la aventura. Además, había que reaccionar contra la pretensión
de los portugueses de dominar el Océano, arrinconando a los castellanos
en las Canarias.
Los gastos de apresto fueron modestos, como lo era la expedición misma;
se aprovechó la circunstancia de que los vecinos de Palos tenían obligación
de proporcionar a la Corona dos carabelas, a las que Colón agregó una
tercera algo mayor; entre las tres no desplazaban trescientas toneladas, las
tripulaban noventa hombres, la mayoría audaces marinos de la costa
onubense que confiaban más en sus paisanos Martín Alonso y Vicente Yáñez
Pinzón que en Colón, un extranjero desconocido.
La minúscula flotilla salió del puerro de Palos, hoy cegado por las arenas, el
3 de agosto de 1492, pero la verdadera aventura comenzó el 9 de
septiembre cuando, después de repostar en Canarias, iniciaron la
travesía del Atlántico. Treinta y tres días después avistaron un islote del
archipiélago de las Bahamas- Colón no sólo abrió una ruta sino que
estableció un récord que después pocas veces fue superado, lo que dio lugar
a sospechar que ya conocía el camino, por experiencia propia o por relación
de otra persona. La teoría del predescubrimiento no es inverosímil, pero
tampoco es necesaria; Colón conocía perfectamente las corrientes marinas y
aéreas del Atlántico central, y ello le permitió hallar el camino de ida siguiendo
el alisios y encontrar el de vuelta navegando más al norte para encontrar el
contraalisio. Pero si en la práctica marinera no ha sido superado por nadie, sus
conocimientos teóricos eran insuficientes y por eso se aferró hasta el fin de su
vida a la idea de que había llegado a las cosías orientales de Asía, mientras
los contemporáneos tardaron poco en apercibirse de que se estaba a las
puertas de un Mundus Novas, como demostrarían pronto el descubrimiento de!
Pacífico por Balboa y el primer viaje de circunnavegación.
Colón, acogido por los reyes en Barcelona, recibió enseguida los
medios necesarios para realizar una nueva expedición de mucha mayor
envergadura, más bien de colonización que de exploración. Diecisiete
buques con mil doscientas personas provistas de semillas, aperos de labranza
y todo lo necesario para una instalación definitiva llegaron a la isla Española
(Santo Domingo-Haití) en 1493.
Tropezaron enseguida con graves dificultades; el clima no era apto
para la producción de los alimentos a que estaban habituados, y la
organización de la colonia por Colón demostró que el gran navegante era
un mediocre administrador. En una cosa se pusieron de acuerdo Colón y los
colonos: puesto que el trabajo agrícola era duro y rendía poco, lo mejor sería
explotar a los indígenas, ya haciéndoles trabajar en los yacimientos de oro, ya
vendiéndolos como esclavos. Esta segunda opción fue anulada por los Reyes
Católicos que, como en el caso de los indígenas canarios, se negaron a
sancionar la esclavitud, no sólo por motivos humanitarios sino más bien
políticos, aquéllos eran sus vasallos y ningún particular tenía derecho a
apropiárselos.
No por eso fue mejor la situación de los indígenas: presa de
enfermedades para las que no tenían defensas orgánicas, obligados a
trabajar en los placeres auríferos, destruidas las raíces de su cultura,
murieron o se dejaron morir; desaparecieron casi totalmente en pocos
decenios.
Entre tanto, aunque aún no se calibraban las auténticas dimensiones
de las tierras descubiertas, Europa entera se conmovió con sentimientos
diversos; no sólo de admiración y entusiasmo; también de emulación en
otras naciones (Inglaterra, Francia) que quisieron participar en el
grandioso acontecimiento.
Especialmente viva fue la reacción de la corre portuguesa, que en cierro modo
se sentía engañada; tenia bulas pontificias y tratados con Castilla que le
aseguraban una posición preponderante en el Atlántico y las tierras ribereñas;
por eso, la bula ínter caetera de Alejandro VI que Otorgaba a Castilla
todas las tierras descubiertas o por descubrir fue considerada como una
usurpación. Los Reyes Católicos deseaban mantener buenas relaciones
con la Corte portuguesa, y en el tratado de Tordesillas (1494)
consintieron que la línea divisoria fuese trasladada 270 leguas más al
oeste, con lo que un trozo de Brasil -luego abusivamente ampliado- entraba dentro del dominio lusitano.
Todavía realizó Colón otros dos viajes, con e! doble objeto de ampliar la
zona descubierta y de ejercer las amplísimas funciones gubernativas que se le
otorgaron en las capitulaciones de Santa Fe; en su virtud, Colón era almirante,
virrey de las tierras descubiertas y partícipe del producto de su exploración.
El desastroso gobierno de Colón motivó que un enviado real lo
condujera con muy pocas consideraciones a España. Los reyes lo
rehabilitaron y le facilitaron los medios para realizar el cuarto y último
viaje; pero desde entonces las tierras americanas estuvieron bajo la
administración directa de la Corona.
En el cuatro y último viaje. Colón, luchando contra pésimas condiciones
materiales y climáticas, vagó por las Antillas y las tierras fronteras de
Centroamérica.
A estos viajes se les llama menores con bástame impropiedad, porque su
amplitud fue enorme, y sus resultados, extraordinarios. En 1499 Alonso de
Ojeda, Juan de la Cosa y Américo Vespucio -un andaluz, un cántabro y
un italiano- recorrieron las costas de Venezuela, Guayana y el nordeste
del Brasil. Con los daros conocidos hasta entonces, Juan de la Cosa delineó
el primer mapa de América (1500).
Vicente Yáñez Pinzón salió del puerto de Palos y descubrió las tierras
comprendidas entre la desembocadura del Orinoco y la del Amazonas.
Diego de Lepe. saliendo también de Palos, arribó igualmente a tierras brasileñas, que costeó bastante más hacia el sur que los anteriores.
Al mismo tiempo que Americo Vespucio, al servicio del rey de Portugal, llegaban a Rio de Janeiro, Juan y Sebastián Caboto, por encargo de Enrique
VII de Inglaterra, visitaron las costas septentrionales de América, en
busca del paso del noroeste que también buscaron sin éxito los
hermanos Corterreal, y otros después que ellos. Cuando murió Colón ya se
habían efectuado una multitud de expediciones trasatlánticas y se habían
Interesado por las nuevas tierras varios soberanos europeos.
Durante el reinado de Carlos I se multiplicaron las expediciones y las
capitulaciones y adelantamientos a descubridores y conquistadores que,
inicialmente para beneficio personal y más tarde, para la Corona extendieron
el conocimiento de esas tierras y el dominio castellano.
Los ejemplos más llamativos son las expediciones de Vasco Nuñez de Balboa
en 1513, que consigue atravesar el Istmo de Panamá y descubrir el Océano
Pacífico; Hernán Cortés entre 1518 y 1522, con el fin de dominar el Imperio
Azteca y sus pueblos aliados en la península del Yucatán; la magna
expedición de Magallanes y Elcano, que pretendía circunnavegar América y
demostrar que era posible el viaje a Asia por el oeste. Esta expedición
realizada entre 1519 y 1522 supuso también reforzar la idea de continentalidad
de América y permitió con el descubrimiento de las Malucas y Filipinas
asentarse a la Corona española en Asia.
La última de las grandes expediciones fue la de Pizarro, Diego de Almagro y
Hernando Luque entre 1524 y 1535 para la conquista del Perú y del Imperio
Inca. Las guerras civiles que enfrentaron a estos conquistadores tras la caída
Inca hizo que el emperador Carlos decidiera acabar con el tradicional sistema
de conquista y sustituirlo por el dominio y la acción directa de la Corona.