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la siega entrega número 1
EL DHARMA DE MATSUO BASHOO
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“Nadie emprende
este camino salvo
el crepúsculo de otoño.”
Bashoo
Quizá la situación del camino, en tanto que alegoría o
símbolo de trascendencia, haya sido siempre una fascinación para el hombre. Pareciera ser que la trashumancia y la peregrinación fueran casi elementos constitutivos en sociedades como la taoísta china o la budista por
ejemplo. Sin embargo, esa búsqueda de movimiento y
traslado, en la que el hombre se enlaza con parte de su
naturaleza propia, el cambio, no es exclusiva del extremo oriente. La peregrinación a la Meca, por ejemplo, es
obligatoria en el muslim. Del mismo modo, encontramos
una clara motivación religiosa en las multitudinarias peregrinaciones provenientes de todo Europa a Santiago
de Compostela durante la España del medioevo (peregrinación que hasta la fecha continúa, aunque no con
los mismos visos religiosos). Los ejemplos en este sentido podrían ser enumerados casi hasta el infinito... En
el plano literario, Mario Vargas Llosa en “El Hablador”,
recrea el valor que para el pueblo Machiguenga tiene la
trashumancia, “caminar permite que todo siga su curso”; y la extraordinaria novela beat “On the road”, de
Jack Kerouac, más allá de ser parangón de la
contracultura norteamericana, y poseedora de un innegable y delicioso lirismo, constituye una particular alegoría contemporánea de la búsqueda trascendental a
través de los caminos de asfalto, las carreteras.
Aquello había ocurrido durante la primavera de 1689.
Matsuo Bashoo, maestro de poesía, partía con su discípulo Sora hacia las tierras del norte del Japón. Discípulos y amigos los despidieron en Edo, esa vieja Tokio,
entre un delicado y cálido regocijo. Antes de que las espaldas de los viajeros desaparezcan en el horizonte,
Bashoo, algo apenado por la separación de su comparsa, les regalaba un haiku:
Se va la primavera.
Lloran las aves, son lágrimas
los ojos de los peces.
EL BUDISMO Y LA CULTURA JAPONESA
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Si bien es cierto, la primera intromisión budista en Japón es coreana, ella se debe a la previa irradiación china del budismo chan, de grandes influjos taoístas, a
través del este asiático. Los japoneses adoptaron de la
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Para los japoneses no fue difícil incluir los contenidos
de aquellos sutras dentro de su acervo cultural religioso, al igual que la forma ideográfica de la escritura china (los japoneses desarrollaron posteriormente un alfabeto silábico que remodeló su escritura). El budismo
logra un espacio en el archipiélago, entonces, que sumado al delicado amor hacia la naturaleza del sentir
shinto, al igual que las influencias del taoísmo chino,
lograría configurar un particular matiz budista, la forma
japonesa conocida como zen.
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Japón es uno de los países cuya cultura debe bastante
a los chinos, tal es el caso de su religión budista, su
inicial escritura y su arte literario, por ejemplo, ligadas
ellas en gran medida. En efecto, antes del siglo V, el
país del sol naciente tenía como casi única expresión
religiosa al shinto, “camino de los ilustres”, cuyo culto a
los muertos estaba muy vinculado con las fuerzas atmosféricas y geológicas, al igual que con el de héroes
legendarios, familiares o comunales, fenecidos. Pues
bien, es en el año 538 cuando el emperador de Kudara
(Corea) obsequia a su homólogo japonés algunos ejemplares de sutras (“textos” con las enseñanzas búdicas,
las cuales a su vez habían llegado desde China), al mismo tiempo que una pequeña estatua búdica; la lengua
en la que aquellos sutras estaban escritos era el chino
de la época, compartido por los coreanos de entonces
como forma de comunicación escrita.
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tradición chan, por ejemplo, la singular forma de meditación conocida como koan, por la que los discípulos
budistas son expuestos a la resolución de una “pregunta-encrucijada”, que suele ser de corte elíptico e, incluso, ilógico. Es, pues, el budismo chan de China predecesor directo del budismo zen japonés.
Teitaro Suzuki, renombrado propalador del zen en occidente, comenta las posibilidades de aprendizaje inherentes en los koan: “La intelección, la moralización o la
conceptualización son necesarias [en el koan] solamente para comprender sus propias limitaciones. El ejercicio del koan pretende hacernos comprender esto íntimamente.” Un koan traído por los budistas desde China
versa: “El Buda predicó durante cuarenta y nueve años
y, sin embargo, su lengua jamás se movió”. La tarea del
discípulo o aprendiz zen frente a este o cualquier koan,
generalmente propuestos por los maestros, consiste en
hallarle un sentido, un significado, una posible interpretación relevante para la formación de su espíritu budista, más allá de los signos aparecidos a primera vista. En
las sesiones de resolución de los koan, en palabras de
Samuel Wolpin, “(...) no rezan la jerarquía ni los reglamentos, la educación ni norma alguna (...)”. De lo anterior, una “sesión” de resolución de koan puede sostenerse a partir de las actitudes más convencionalmente
absurdas en sus participantes, maestro y discípulo.
La resolución de los koan resulta, pues, parte importante del camino figurado por el budismo japonés; a partir
de ellos el estado de “iluminación y lucidez”, conocido
como satori, puede aparecer ante el discípulo. Sin embargo, el zen no contempla métodos únicos para lograr
la lucidez mencionada, no habría, pues, un único dharma.
Así, cada momento de la vida, grande o pequeño, se
torna importante y rico para el budista. La lucidez habita, así, potencialmente en la realidad vital de cada instante.
EL HAIKU
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Durante la época Heian (s. VIII-XII), y como influjo de la
literatura china, la poesía adquiere mayor estilización y
se hacen muy populares las competencias poéticas, por
lo general festivas, uta-awase. En este contexto, aparece el otro antecesor importante del haiku, el renga
(conjunto de tankas encadenados con destreza retórica y compuestos por varios poetas a un mismo tiempo). En ambos estilos, tanto en tanka como en renga,
aparecía ya el tópico de la «estación del año», algo característico del naciente haiku en su plano temático, que
ya en el s. XV se podía considerar como elemento distintivo del mismo. Nótese el tópico de la estación consolidado en el siguiente haiku de Sogi (s. XV), antecesor poético de Bashoo:
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Que ya es verano
no les digas, tormenta,
a los cerezos.
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es decir, una estrofa de tres versos de cinco, siete y
cinco sílabas respectivamente, y una segunda estrofa
de dos versos de siete sílabas cada uno. El tanka aparece en Japón durante el periodo Nara.(s. VIII) y es de
su primera estrofa, llamada “hokku”, de donde proviene
el posterior haiku, el cual copia su estilo de silabificación.
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El haiku es un estilo poético japonés y, al mismo tiempo, es más que eso (aunque a primera impresión sólo
se caracterice por su brevedad y un carácter de apariencia inexpresiva). Para explicar su origen histórico
habría que considerar en principio el tanka (o waka),
su progenitor más antiguo, cuya silabificación tenía la
forma:
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EL HAIKU, SATORI DE BASHOO
Matsuo Bashoo nació en 1644, en pleno
shogunado de la familia Tokugawa (ocupada, entre otras
cosas, en deportar a los extranjeros). Su formación inicial fue samurai, y por ello muy cercana a las moralidades y enseñanzas confucianas.
Un ruiseñor llora
en el bambudal
su senectud.
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Durante su adolescencia y juventud se dedicó al estudio
de la literatura china (la que lo acercó al taoísmo y al
budismo chan), y japonesa (la que lo acercó al shinto de
su patria y a la comprensión de la evolución histórica de
la poesía japonesa. En 1681 conoce a Bucchoo, maestro zen, y se convierte en su discípulo). Este último hecho es crucial, pues es con el elemento zen que el haiku
logra constituirse plenamente, más que en un estilo literario solamente, en estilo de asumir la existencia. Así,
Francisco Rodríguez-Izquierdo reproduce la famosa
escena en la que Bashoo crea el haiku de «la rana del
estanque», momento en que los discípulos de su escuela poética, “Los diez filósofos”, y Bucchoo creen que
el poeta ha alcanzado el nirvana, la iluminación, el estado en el que se comprenden las cosas:
“(...)-¿Cuál es la ley del Buda antes de que el musgo
verde brotara?- preguntó Bucchoo a Bashoo.
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Oyendo el sonido de una rana que saltaba hacia el agua,
Bashoo exclamó:
-Al zambullirse una rana, ruido de agua. (...)”
Fue pleno el regocijo de los discípulos de Bashoo, al
mismo tiempo fundador de una escuela poética
configuradora del haiku como equivalencia de un estado de lucidez instantánea, de un satori, al mismo tiempo
A diferencia de la gran parte del arte de inspiración europea, sobre todo en sus manifestaciones más modernas, en el haiku no sólo es importante el producto final,
importa también el camino implicado en el poeta para la
constitución de éste. Con la escuela de Bashoo, el haiku
ve en el proceso de creación el importante elemento
que requiere el producto final, la capacidad intuitiva de
comunión del poeta con el cosmos, con la verdad
ontológica, similar al samadhi hindú pero en un instante cualquiera, y libre de entramados retóricos como en
el satori del budismo zen.
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Era la primavera de 1689 cuando Bashoo y Sora, uno
de sus discípulos poetas, emprendieron un viaje de
peregrinación que duraría seis meses hacia el templo
de Amateratsu (diosa solar shinto), en Ise. El diario de
aquel viaje, “Oku no hosomichi” (“Sendas de Oku” o
“Las sendas hacia tierras hondas”), es un manifiesto
delicioso de la naturaleza poética instaurada por Bashoo
y del arte zen, al mismo tiempo que metonimia de ese
vital vicio que encuentra en la trashumancia y el cambio una motivación trascendental, una manera de encontrar las verdades. La obra está compuesta por haiku
y prosa poética, haibum, y cada línea está plagada de
delicadeza y delicia... Luego de que Kaemón, eventual
amigo de los viajeros en el recorrido hacia templo de
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Un viejo estanque;
al zambullirse una rana,
ruido del agua.
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heredera de las doctrinas Danrin, la “poética libre de
entramados retóricos”, y de las viejas ideas taoístas.
Fue pleno, también, el regocijo del maestro Bucchoo,
quien encontró en aquélla respuesta, además de su belleza, el instantáneo nirvana de su discípulo. La tradición cuenta cómo los embelesados discípulos intentaron completar la frase dicha por Bashoo con un verso
más, para tener así un haiku, siendo el propio Bashoo
quien lo concluyera:
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Ise, los guiara por el bosque de pinos, y por templos y
santuarios, llega el momento de la separación; cuenta
Bashoo: “(...) Como despedida nos dio dos pares de
sandalias con cordones teñidos en azul marino (...) y le
correspondí con este poema:
Flores de lirio
pondré en mis pies, cordones
de mis sandalias.”
El viaje hacia Oku,»tierras hondas”, fue el penúltimo de
los cinco grandes viajes de Bashoo. Leslie Dawner, estudiosa de la literatura japonesa, recorrió el mismo camino hace algunos años y cuenta que, curiosamente,
“ha cambiado muy poco”. La tradición del haiku, asimismo, fue continuada entre otros por los grandes Buson,
Issa y Shiki... El camino ya había sido trazado, Bashoo
había sido el inicio de aquella práctica religiosa y literaria, de aquella estética.
Matsuo Bashoo murió en 1694, durante su quinto viaje,
en el camino. Antes de morir, y en golpeado estado de
salud, decía:
Habiendo enfermado en el camino,
mis sueños
merodean por páramos yermos.
Referencias bibliográficas:
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BASHO, Matsuo. Sendas de Oku. Texto caligrafiado e
ilustrado por Yosa Buson. Versión castellana de Octavio
Paz y Eikichi Hayashiya. Kioto: Benrido, 1992.
BASHOO, Matsuo. Senda hacia tierras hondas. Traducción de Antonio Cabezas. Madrid: Hiperión, 1994.
CAMPBELL, George. Compendium of the World’s
Languages. London: Routledge, 1991.
DHAMMAPADA, EL CAMINO DEL BUDA. Madrid: Edaf,
1996.
RAWSON, Philip. Pinturas búdicas japonesas. Milán:
Hermes y Unesco, 1963.
RODRÍGUEZ-IZQUIERDO. Fernando. El haiku japonés.
Historia y traducción. Madrid: Hiperión, 1999 (3era edición).
WOLPIN, Samuel. Textos y meditaciones sobre el zen.
Buenos Aires: Kier, 1984.
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Dante Oliva León (Lima, Perú, 1978)
Lingüista, narrador y poeta. Especialista en lenguas andinas
y español colonial. Como narrador ha ganado numerosos
concursos literarios. Como ensayista ha publicado en diversas revistas limeñas.
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SUZUKI, Teitaro y Eric FROMM. Budismo zen y psicoanálisis. México: Fondo de Cultura Económica, 1992
(10ma reimpresión).
ensayo
REPOLLÉS, José. Las mejores leyendas mitológicas.
Barcelona: Bruguera, 1979.