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Transcript
Universidad del Valle de Guatemala
Curso: Ética Profesional
Alumnos: María Mercedes Miranda Chávez
Juan Modesto Sicay Tóc
Walter Guillermo Castro Toval
Nelson Flavio Saavedra Andino
Daniel Martin Alvarez Meza
Ética de los primeros siglos del Cristianismo
Principales representantes:
San Clemente de Alejandría
San Agustín
(Padres de la Iglesia)
I.
Introducción a la ética cristiana desde mentalidad occidental
El cristianismo aparece como una religión revelada que aporta las claves necesarias y
suficientes para que el hombre alcance su salvación. Sin embargo, poco a poco van a ir
surgiendo algunos pensadores cristianos que, a partir del mensaje evangélico, van a aportar
nuevos conceptos e ideas sobre temas que ya habían preocupado a numerosos filósofos.
Así, el cristianismo aportó una nueva visión del mundo o cosmología, una nueva visión de la
divinidad o teología, una visión del ser humano o antropología, una nueva moral o ética…
Veamos algunos rasgos distintivos:
COSMOS. Los griegos concebían el cosmos, como un todo ordenado que había surgido a
partir de algo ya preexistente y eterno: el arché, unos elementos o una materia caótica que
por la acción de un dios (el Demiurgo) o siguiendo ciertas leyes naturales, había dado lugar
al mundo que ya conocemos. Siguiendo el axioma de Parménides, “de la nada, nada sale”.
Por el contrario, el cristianismo introduce la idea de la creación “ex nihilo”: Dios ha creado el
mundo a partir de la nada.
DIVINIDAD. Monoteísmo contra politeísmo. La filosofía griega había admitido una
diversidad de dioses, jerarquizados de distinta manera. Platón y Aristóteles, habían
considerado como divinos a los astros, aunque luego sitúen en lo alto de la jerarquía al
Demiurgo, en el caso de Platón, o al Motor inmóvil, en el caso de Aristóteles. Sin embargo
los cristianos, al igual que los judíos, defienden el monoteísmo: un dios único, con un poder
infinito y trascendente, es decir, radicalmente distinto de todo lo demás.
LEYES NATURALES. Según los filósofos griegos, la naturaleza, el universo está sometido
a unas leyes necesarias que hacen que siempre se comporte de la misma manera,
precisamente por eso es Cosmos, porque es algo bello, algo que tiene orden, armonía.
Hasta los dioses están sometidos a estas leyes. Con el cristianismo se destaca la idea de
que Dios es quien ha establecido las leyes de la naturaleza, y debido a su omnipotencia
puede transgredir y saltarse esas leyes, como ocurre en los milagros.
HISTORIA. Los griegos tuvieron una concepción circular o cíclica de la historia. Así, por
ejemplo, los estoicos pensaban que el cosmos se destruye cíclicamente, y posteriormente
se reproduce tal como había sido el anterior, hasta en sus más insignificantes detalles. El
cristianismo, sin embargo, tomando como herencia la mentalidad judía defiende una
concepción lineal de la historia: la historia del mundo y del hombre tiene un comienzo y un
fin, desde la creación hasta el final de los tiempos. Además en este devenir histórico Dios
juega un papel relevante, ya que dirige en la sombra los acontecimientos para llegar a la
meta deseada. Dios es un dios providente.
CONOCIMIENTO. La mentalidad griega sólo admite como fuentes de conocimiento las
facultades naturales del hombre: los sentidos y la razón. Con la aparición del cristianismo
aparece una nueva fuente de conocimiento: la fe en la revelación. Dios ha hablado a los
hombres y esa palabra también forma parte de nuestro conocimiento. Mientras que el
filósofo griego poseía una verdad que había obtenido con el esfuerzo de su inteligencia, el
hombre cristiano se presentaba en posesión de la verdad definitiva y absoluta, a la que
consideraba una gracia de Dios y a la que se adhería por la fe.
ANTROPOLOGÍA. Hombre y mujer son considerados hijos de Dios, dotados de un alma
inmortal, y con un valor absoluto. De ahí que se opusieron a la esclavitud, defendieron la
dignidad de la mujer, criticaran el infanticidio y el aborto… Aunque el mensaje evangélico
promete una resurrección completa de cuerpo y alma, la influencia platónica llevó a algunos
pensadores cristianos a defender el dualismo platónico y a hacer hincapié en la inmortalidad
del alma, la parte más noble y elevada del ser humano.
MORAL. la filosofía griega es básicamente intelectualista respecto de la moral. En cambio,
la moral cristiana no es intelectualista. En el intelectualismo, el mal moral no es sino
ignorancia; en el cristianismo el mal moral no es ignorancia, sino pecado, y el pecado es el
resultado de dos factores: la maldad humana que inclina al mismo, y la libertad humana,
que cede a tal inclinación.
II. Perspectiva ética desde San Clemente de Alejandría.
San Clemente de Alejandría representa, en la historia del pensamiento filosófico, un
esfuerzo mayúsculo por cristianizar al helenismo a partir de sí mismo, a saber, utilizando a
la propia filosofía. Nacido probablemente en Atenas (ca. 150 d. C.), hijo de paganos, pero
convertido al cristianismo, intenta, mediante un discurso coherente y racional, acercar dos
tradiciones que, en principio, parecerían contrapuestas: la filosofía, griega en su origen, y el
cristianismo, una religión naciente en aquellos días.
Clemente acepta que puede utilizarse la filosofía para ponerla en “armonía” con el
cristianismo, especialmente la filosofía de Platón. Para él, el fundador de la Academia es
amigo de la verdad y pareciera inspirado por Dios mismo; Platón es “el filósofo” por
antonomasia (ό filόsofo V) y de él retoma la definición de filosofía, que es la ciencia del bien
mismo y de la verdad. “Llegó a amarla tanto que levantó el edificio cristiano sobre una doble
base: la Biblia y esa filosofía pagana, pero insistiendo en todo momento en que su religión
era la verdadera filosofía”.
Lo que prepara Platón con su filosofía es que el hombre apunta al Bien, que es la Idea
Suprema de toda su cosmovisión, y lo que el cristianismo asegura es que el hombre se
dirige, efectivamente, a Dios, que es el Bien Supremo, y es el camino de la fe el que
conduce definitivamente a Él.
La fundamentación moral emprendida por la obra clementina, y para ello El Pedagogo es el
texto principal a seguir, mas no el único. El “Pedagogo es un libro de moral, enfocado al
bautizado que ha de ser iniciado en la nueva vida”.
El Pedagogo está divido en tres libros. El primero es una fundamentación y justificación del
papel de una pedagogía cristiana; de igual forma, destaca las características principales de
tal pedagogía. Los libros II y III son, en realidad, una sola parte, y tratan la moral práctica
que debería seguir un joven cristiano alejandrino.
Esta segunda parte es destacable por varios aspectos, pero en especial por uno: son un
crisol del mundo alejandrino del siglo II d. C. Tiene preceptos muy específicos, por ejemplo,
el tipo de corte de cabello que debe usarse, la muestra de barba que debe dejarse, la
conducción que ha de adoptarse al momento de tomar los alimentos, el calzado más
conveniente, etcétera. Hay quienes han tomado los libros II y III de El Pedagogo como un
documento de moral en el sentido de “costumbre”, es decir, para conocer lo que se
practicaba en aquella época.
La primera parte de El Pedagogo, que corresponde al libro I, resulta ser más interesante
desde una perspectiva filosófica, debido a la fundamentación filosófico (platónico)-teológica
que hace del Pedagogo y su pedagogía. De ahí que, en este momento, se tome como
vértebra del trabajo.
Al hombre corresponden tres cosas, de acuerdo con Clemente: las costumbres, las
acciones y las pasiones, que se relacionan estrechamente Con respecto a las costumbres,
son motivadas a cambiar gracias al Logos- Protréptico, es decir, al Logos que exhorta. Las
acciones son aconsejadas, por su parte, por el Logos-Consejero. Finalmente, el LogosConsolador, que es análogo al médico, realiza una labor terapéutica con respecto a las
pasiones con el fin de purificarlas. Ahora bien, estos tres Logos son, en realidad, el mismo
Logos, sólo que visto desde perspectivas distintas. El Logos conduce, en su totalidad, a la
salvación de la persona, y por ello es llamado por Clemente “Pedagogo”. La salvación es el
fin de la teología, entendida como soteriología, y a ella puede dirigirse la filosofía que busca
el fin último del hombre en el Bien, como la considera Platón.
El Logos-Protréptico, como se dijo, exhorta Es el primer paso para alcanzar la salvación. Lo
que motiva o exhorta es precisamente la apetencia del bien que representa ser salvado. De
ahí que, al exhortar, se motive el tránsito o transformación de las costumbres del individuo.
El Logos-Protréptico presenta un bien tan alto a la persona que ésta no puede dejar de
apetecer, pues ofrece el bien más elevado al que puede aspirar: “Apetencia de vida eterna.
que se alcanza por obediencia racional y que ha sido fundamentada en el terreno de la
inteligencia.
El Logos-Consejero preside las acciones humanas, o al menos intenta dirigirlas, en cuanto
que estas últimas propiamente pertenecen al libre arbitrio del hombre. El consejo sólo tiene
sentido si el agente es libre, pues de no serlo sería absurdo. Por eso es que el consejo se
encamina a la persona, al individuo que puede determinarse a sí mismo. Y puede tomar el
camino óptimo si elige seguir el consejo que le brinda el Logos mediante su pedagogía.
El Logos-Consolador cura las pasiones humanas (mediante ejemplos, cómo se acentuará a
continuación), fortalece el alma y conduce al conocimiento de la verdad. Hay una íntima
relación entre el Consejero y el Consolador, pues quien logra apaciguar las pasiones puede
realizar acciones más virtuosas, aunque tal asunto no es condición necesaria. Pero lo que sí
es intención del Logos es la vida virtuosa de la persona.
“El pedagogo es educador, no experto, no teórico; su objetivo es la mejora del alma, no la
enseñanza, como guía que es de una vida virtuosa, no erudita”11. Pero la vida virtuosa a la
que invita, muestra y enseña el Pedagogo no es el fin, sino la salvación de la persona (por
eso el Logos es llamado “Salvador”12). A diferencia del estoicismo, el fin no es la virtud, sino
la salvación. Tal es el horizonte sobre el cual se enmarca la enseñanza moral, pues El
Pedagogo [...] en tanto que práctico, nos ha exhortado primero a llevar una vida moral, y
nos invita ya a poner en práctica nuestros deberes dictando los preceptos que deben
guardarse intactos y mostrando a los hombres del mañana el ejemplo de quienes antes han
errado en el camino.
Como se aprecia a partir de la cita, hay dos momentos clave en la enseñanza del
Pedagogo, a los cuales Clemente considera “métodos”. El primer momento es de
exhortación; el segundo es de ejemplificación. El primer momento es llamado, por
Clemente, parenético, en cuanto significa “capaz de exhortar”; el segundo momento tiene
por base el principio de la moral, pues provoca la imitación del bien y promueve el
alejamiento del mal. En apariencia esta doble metodología es labor del Pedagogo, o del
Logos en cuanto Pedagogo, puesto que el Logos en cuanto Maestro suministra los
conocimientos mediante la Revelación y la enseñanza. En síntesis, parece que el LogosPedagogo es, pues, práctico, mientras que el Logos-Maestro es teórico.
¿Quién es específicamente el Logos? El Logos no es otro que Dios personificado en el Hijo;
es decir, es el Verbo, Jesucristo. Cristo es el modelo sin defecto, al cual, el cristiano, debe
intentar imitar en todo momento.
El Pedagogo puede recibir diversas denominaciones de acuerdo con aquello que se
relacionen; son denominaciones analógicas y relacionales. Los ejemplos que maneja
Clemente son: pedagogo-niños, pastor-ovejas, general-soldados, piloto-navegantes y
entrenador-gimnastas. En efecto, la función del primer término en todas las relaciones
anteriores es la de guía; el segundo término, que aparece en plural, hace referencia a toda
la humanidad, que está llamada a la perfección naturalmente. Ciertamente la perfección
última es la salvación que proporciona la vida eterna, y el Pedagogo es quien indica el
sendero a seguir. La pedagogía que emplea Cristo es, según lo sugiere el alejandrino,
doble:
“La pedagogía de Dios es la que indica el camino recto de la verdad, con vistas a la
contemplación de Dios; es también modelo de la conducta santa propia de la ciudad
eterna”.
Clemente reconoce que las acciones humanas están inspiradas por la rectitud y el orden,
mas no están determinadas necesariamente. Esto quiere decir que el hombre, en cuanto
individuo, debe buscar que sus acciones estén guiadas por tales principios, pero es
evidente que no lo están siempre, lo cual acontece cuando peca.
El principio del libre albedrío se vuelve evidente porque, de no ser así, el hombre no podría
pecar y, por lo tanto, el perdón de Dios sería innecesario, pues en cuanto Divinidad perdona
los pecados del hombre, mientras que, en cuanto Hombre, educa para no caer en ellos.
Hacer el bien y evitar el mal.
III. Perspectiva ética de San Agustín.
El pensamiento ético de San Agustín es una armoniosa síntesis de platonismo, estoicismo y,
naturalmente, cristianismo:
a) El fin último de la conducta humana es la consecución de la felicidad.
b) Esta felicidad, inasequible en esta existencia terrena, sólo puede alcanzarse con la
posesión, en la otra vida, del Sumo Bien, de Dios (influencia platónica y cristiana).
c) Tal posesión se realiza mediante la llamada visión beatífica de Dios, que sólo en el cielo
tienen los bienaventurados (tesis estrictamente cristiana).
d) El camino de la salvación es la práctica de la virtud (con base en el platonismo y
estoicismo).
e) Las virtudes en San Agustín no son sólo las cardinales ya conocidas por los paganos,
sino también las teologales. Además tendrá un alto papel la gracia. Pero esto ya no es
Filosofía, sino Teología.
f) El problema del mal; es éste un problema capital en San Agustín. No sólo por influencia
del maniqueísmo, sino también del pelagianismo (herejía defendida por Pelagio, relativa a la
cuestión del pecado original y a la capacidad del hombre y de la libertad humana para
salvarse). Para San Agustín todo el universo, y cada una de las cosas que lo integran, es
bueno, es un bien, dado que es una imitación, imperfecta por supuesto, de las Ideas divinas
(ejemplarismo).
El ser es bueno, todo lo que es, es bueno; “ens et bonum convertuntur” (“el ser y el bien se
identifican”). El mal no es ser, sino carencia de ser; cualquier ser creado no es malo por lo
que es, sino por lo que no es. El mal no es algo positivo (ser), sino negativo (carencia de
ser, no-ser). Y San Agustín pone un bello ejemplo para aclarar esto; si algo fuese malo
positivamente, lo sería para todos los seres creados; en consecuencia, si el veneno del
escorpión fuese malo positivamente, entonces también sería veneno para el propio
escorpión, y ya sabemos que no es así.
En consecuencia, dado que el mal es carencia de ser, (no-ser), no podemos acusar a Dios
de su existencia, ya que Dios es responsable del ser, que es lo que ha creado, pero no del
no-ser, que no lo creó, porque el no-ser no es. Claro es que se podría argumentar diciendo
que por qué Dios no creó a las criaturas sin carencia de ser; pero tal supuesto es absurdo,
ya que entonces tendría que haber creado a las criaturas en la plenitud del ser, es decir,
infinitamente perfectas, o sea, tendría que haber creado tantos dioses como criaturas, y
esto, evidentemente, es un total absurdo.
3.1. La Felicidad y Dios:
La ética de san Agustín tiene en común con lo que podríamos llamar ética griega típica su
carácter eudemonista, es decir, el que se propone un fin para la conducta humana, a saber,
la felicidad; pero esa felicidad ha de encontrarse únicamente en Dios.
El ser humano es mutable e insuficiente para sí mismo, solamente puede encontrar su
felicidad en la posesión de lo que es más que él mismo, en la posesión de un objeto
inmutable: "El anhelo de Dios es, pues, el deseo de beatitud, el logro de Dios es la beatitud
misma", es decir, la felicidad.
Pero cuando san Agustín decía que la felicidad se encuentra en el logro y posesión del
objeto inmutable y eterno, Dios, en lo que pensaba no era en una contemplación puramente
teorética y filosófica de Dios, sino en una unión y posesión amorosa de Dios, y, más
exactamente, en la unión sobrenatural con Dios ofrecida a los cristianos como término de su
esfuerzo ayudado por la gracia; no es posible separar bien en el pensamiento de san
Agustín una ética natural y una ética sobrenatural, puesto que el santo se interesa por el
hombre en concreto, y el hombre en concreto tiene una vocación sobrenatural.
La ética de san Agustín es, pues, primordialmente una ética del amor; es la voluntad lo que
lleva al hombre hacia Dios, y por ella toma el hombre finalmente posesión de Dios y goza de
Él.
La ética de san Agustín se centra, alrededor del dinamismo de la voluntad, que es un
dinamismo de amor, aunque el logro de la beatitud, "participación en el bien inmutable", no
es posible para el hombre a menos de que sea ayudado por la gracia, a menos que reciba
"la merced gratuita del Creador".
3.2. Libertad y Obligación:
La voluntad, sin embargo, es libre, y la voluntad libre es sujeto de obligación moral.
La base necesaria de la obligación es la libertad. La voluntad es libre. La voluntad busca
necesariamente la felicidad, la satisfacción y de facto esa felicidad únicamente puede ser
encontrada en Dios, el Bien inmutable, pero el hombre no tiene la visión de Dios en esta
vida, y puede volver su atención hacia los bienes mutables y adherirse a ellos en vez de a
Dios, y "ese apartamiento y ese giro no son acciones forzadas, sino voluntarias".
La voluntad humana es, pues, libre de volverse a Dios o apartarse de Dios, pero al mismo
tiempo la mente humana debe reconocer la verdad: no solamente que lo que busca, la
felicidad, únicamente puede encontrarse en la posesión del Bien inmutable, Dios, sino
también que la dirección de la voluntad a ese Dios está implanta por Dios mismo, y querida
por Él, que es el Creador. Las leyes ternas están impresas en el corazón del hombre. Así, lo
mismo que la mente humana percibe verdades teoréticas eternas a la luz de Dios, percibe
también, a la misma luz, verdades prácticas, o principios que deben dirigir la voluntad libre.
El hombre está por naturaleza, por su naturaleza considerada en concreto, dispuesto hacia
Dios; pero debe satisfacer el dinamismo de esa naturaleza observando las leyes morales
que reflejan la ley eterna de Dios y de la relación del hombre a Dios. Las leyes no son
caprichos arbitrarios de Dios, sino que su observancia es querida por Dios porque Él no
habría creado al hombre sin querer que el hombre fuese lo que Él quería que fuese. La
voluntad es libre, pero está al mismo tiempo sujeta a obligaciones morales, y amar a Dios
es un deber.
3.3. Necesidad de la Gracia:
La relación del hombre a Dios es la relación de una criatura finita al Ser infinito, y de ahí
resulta que el abismo no puede ser franqueado sin la ayuda divina, sin la gracia: la gracia es
necesaria incluso para empezar a querer amar a Dios.
Cuando san Agustín hace del amor de Dios la esencia de la ley moral, se refiere a esa
unión de la voluntad con Dios que requiere la elevación efectuada por la gracia.
3.4. El Mal:
Si la perfección moral consiste en amar a Dios, en dirigir la voluntad a Dios y en poner
todas las demás potencias en armonía con aquella dirección, el mal consistirá en alejar la
voluntad de Dios.
Pero ¿qué es el mal en sí mismo, el mal moral? ¿Es algo positivo? En primer lugar, no
puede ser algo positivo en el sentido de algo creado por Dios: la causa del mal moral no es
el Creador, sino la voluntad creada. La causa de las cosas buenas es la bondad divina,
mientras que la causa del mal es la voluntad creada, que se aparta del Bien inmutable; el
mal es un alejamiento de Dios por parte de la voluntad creada, un alejamiento del Bien
inmutable e infinito. Pero el mal no puede ser llamado en sentido estricto una "cosa", ya que
esa palabra implica una realidad positiva, y si el mal moral fuese fuese una realidad positiva
tendría que ser atribuido al Creador, a menos que se quisiera atribuir a la criatura el poder
de una creación positiva a partir de la nada. El mal, pues, es "aquello que renuncia a la
esencia y tiende al no-ser (...)".
Todo aquello en lo que hay orden y medida a de atribuirse a Dios, pero en la voluntad que
se aparta de Dios hay desorden. La voluntad en sí misma es buena, pero la ausencia del
recto orden, o, mejor, la privación del recto orden, de la que es responsable el agente
humano, es mala. El mal moral es, pues, una privación del recto orden en la voluntad
creada.
Esa doctrina del mal como privación era una doctrina de Plotino, en la que Agustín
encontró una respuesta a los maniqueos. Porque si el mal es una privación y no una cosa
positiva, ya no nos encontramos en el dilema de atribuir el mal moral al Creador bueno e
intentar o inventar un primer principio malo que sea responsable del mal. Los escolásticos
tomaron en general esa doctrina de san Agustín, y a ella se adhirieron varios notables
filósofos modernos, como Leibniz.
3.5. Las dos Ciudades:
Si el principio de la moralidad es el amor de Dios, y si la esencia del mal es un alejamiento
de Dios, se sigue que la especie humana puede ser dividida en dos grandes campos, el de
los que aman a Dios y ponen a Dios por encima de sí mismos, y el de los que se prefieren a
Dios; es el carácter de sus voluntades, el carácter de su amor dominante, lo que señala
decisivamente a los hombres. San Agustín ve la historia de la especie humana como la
historia de la dialéctica de esos dos principios, el que forma la Ciudad de Jerusalén y el que
forma la Ciudad de Babilonia.
"Hay dos especies de amor (...) esas dos especies de amor distinguen a las dos ciudades
establecidas por la especie humana (...) en cuya mezcla, por decirlo así, han pasado las
épocas".
Bibliografía:
1. Buganza, Jacob. “Exposición y crítica de la ética de Clemente de
Alejandría”[en
línea].
Sapientia.
65.227-228
(2010).
Disponible
en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/exposicion-critica-eticaclemente-alejandria.pdf [Fecha de consulta: 20 de agosto de 2015]
2. http://www.emiliomartinez.net/pdf/cristianismo_etica_relacion_compleja.pdf
3. http://www.philosysofia.com/-/6-la-etica-san-agustin4. http://dianoia.filosoficas.unam.mx/files/7913/7021/0918/DIA55_Gomez_Roble
do_Etica_San_Agustin.pdf