Download El árbol que no sonaba al caer
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Muy seguramente habrás oído alguna vez esa pregunta que dice: Si cae un árbol en medio de un bosque y no hay nadie en kilómetros, ¿el árbol hace ruido? Y es más que probable que hayas oído algo como “pues claro que sí, esto no es el espacio. El sonido se transmite estés tú para escucharlo o no”. Y listo, problema resuelto. Hasta que llega el psicólogo de turno (o sea, yo) y dice que la respuesta es no, que si no hay nadie para oírlo el árbol no produce sonido alguno. Es aquí donde entra la neuropsicología de la percepción, o lo que viene a ser lo mismo, esa rama neurocientífica que estudia el funcionamiento de nuestros cinco sentidos. Resulta que percibir no es solo que un receptor reciba el estímulo e informe al cerebro, sino que el proceso es más largo, complejo y sobre todo constructivista. Para detallarlo mejor y acabar dando una mejor respuesta a la pregunta primera que nos ha traído hasta aquí vamos a centrarnos en el sentido más estudiado de todos los que poseemos: la vista. Pero no tiene gracia que demos respuestas si antes no lo complicamos más, así que si dijimos que el árbol no suena si no hay nadie para escucharlo, ahora vamos a decir que la luz tampoco existe si no hay nadie para verla. Vale, no me linchéis aún, que ya sé que nos estamos metiendo en terreno de la física y alejándonos de nuestro objetivo original, así que matizaremos la frase anterior diciendo: “la luz no existe si no hay nadie para verla, al menos lo que cada uno entendemos por luz desde nuestra propia capacidad perceptiva”. Cuando se produce un estímulo visual y este alcanza nuestros ojos, atraviesa la retina, el cristalino y demás partes que conforman el globo ocular, llegando a una serie de neuronas que captan ese estímulo y que se encuentran al final del ojo. Estas neuronas se unen formando un nervio (llamado nervio óptico) que abandona el ojo llevándose consigo la información hasta el cerebro. Lo importante aquí es que no vemos una imagen y este nervio óptico la lleva al cerebro, sino que captamos detalles como color, tamaño o distancia, enviamos la información al cerebro y él la reconstruye de nuevo formándola lo más similar posible al estímulo original. Es a esto a lo que nos referíamos antes cuando decíamos que el proceso es sobre todo constructivista, se trata de una construcción de lo que hemos percibido y no una imagen directa que viaja al cerebro. En la siguiente imagen podéis ver el proceso visual completo: La Separata. Julio de 2014. ISSN: 2444-7668 La imagen sale de la retina por el nervio óptico, luego la mitad de cada nervio se cruza en el quiasma óptico formando el tracto óptico. El tracto llega al tálamo y empieza a tramitar información, después irá hasta el córtex visual, en la parte de atrás del cerebro, donde se dará la forma definitiva a la imagen que se está observando. Y puede que ahora estés pensando “si los estímulos no se transmiten tal cuál sino que se construyen, ¿significa eso que no puedo fiarme de lo que veo?” Y la respuesta es “sí”, “no” y “con cuidado”. Como parte del ser humano que es, el cerebro no es perfecto, así que técnicamente “no” podrías fiarte porque en la construcción entran más componentes, como los personales o emocionales (esos que hacen que oigas que alguien te llama cuando en realidad solo era un sonido, tal vez similar a tu nombre, que tú has interpretado erróneamente), pero también diremos que “sí” puedes fiarte pues, por suerte, el cerebro es una máquina tan precisa que su capacidad de trabajo es impresionante y el resultado final será una reproducción milimétrica del estímulo original. Y por último diremos que “con cuidado” depende de qué situaciones, como en los juicios, pues una situación de estrés puede llevarnos a haber oído o visto lo que no ocurrió realmente y que declaremos que ocurrió con toda seguridad. Pero por supuesto el viaje al cerebro no es directo ni sencillo aunque ocurra a velocidades de vértigo. Una vez que el nervio óptico ha abandonado el ojo se dirige hacia el núcleo geniculado lateral del tálamo (o NGL) cuya imagen se pudo ver más arriba. Se trata de una primera estación de paso, un primer relevo de información, que aprovecha para empezar el proceso de transformar la información que ahora mismo no son más que impulsos nerviosos. Después el viaje continuará hasta la corteza cerebral, concretamente hasta la corteza visual primaria o V1 (ver imagen más abajo), que actuará como el despacho principal de nuestra oficina. Desde aquí la información se transmitirá a otras partes de la corteza visual y del cerebro en general hasta que la imagen original sea recreada y seamos conscientes de que estamos viendo lo que tenemos delante. Este proceso, que escrito y explicado con detalle da para un libro entero, ocurre en realidad en menos de un segundo, demostrando la enorme capacidad de nuestro sistema nervioso y nuestro cerebro para mantenernos al día de lo que ocurre a nuestro alrededor. La Separata. Julio de 2014. ISSN: 2444-7668 Pero como ya hemos dicho, ni nosotros ni nuestro cerebro somos perfectos, por lo que un fallo en cada parte del camino provocará resultados muy diferentes. Vamos a dar algunos ejemplos aprovechando para incluir de paso al resto de nuestros sentidos. - En el caso de la visión puede surgir lo que se llama visión ciega. El ojo, el nervio que después transmite la información y el NGL donde se hace el relevo funcionan perfectamente, así que podemos decir que el ojo ve, pero el área V1 no funciona bien, así que no es capaz de darle forma a la información que recibe, y así nos encontramos personas que afirman completamente que no ven (porque su cerebro no es consciente de la información que le llega) pero que a la misma vez pueden interactuar con las cosas, como coger una manzana igual que una persona con la vista perfecta lo haría. Otros problemas similares son prosopagnosia (incapacidad para percibir caras), acromatopsia (incapacidad para percibir colores) o acinetopsia (incapacidad para percibir el movimiento). - Con el oído ocurre otro tanto. Teniendo un oído perfecto y unos nervios que transmiten la información adecuadamente pero algún problema en el área del cerebro que traduce la información podremos encontrarnos problemas como la agnosia musical (incapacidad para reconocer sonidos solo cuando son musicales) o la agnosia auditiva para sonidos ambientales (incapacidad de distinguir sonidos ambientales pero sí otros como el lenguaje). - Con respecto al tacto, suponiendo también algún daño cerebral encontramos problemas como la agnosia táctil, es decir, la incapacidad para reconocer objetos con el tacto aunque nuestra capacidad esté intacta. - Gusto y olfato están muy relacionados, de manera que si tenemos un problema en el procesamiento del olfato perderemos gran capacidad de percibir el gusto. Algunos de los problemas de olfato existentes son fantosmia (oler cosas que no están) o agnosia olfativa (imposibilidad de contrastar olores aunque nuestra capacidad esté intacta). Así pues, y resumiendo, como hemos dicho, nuestros sistemas sensitivos no reciben información sin más, sino que reciben detalles y reconstruyen el estímulo original. Por La Separata. Julio de 2014. ISSN: 2444-7668 tanto, si un árbol cae nosotros no recibimos sonidos, sino que recibimos señales físicas, cambios en el ambiente que nuestro cerebro convierte en un sonido. Entonces, al final, ¿sonará ese árbol solitario al caer? Javier Guerrero es licenciado en Psicología por la universidad de Granada con Máster en neuropsicología y en Dirección de Recursos Humanos. La Separata. Julio de 2014. ISSN: 2444-7668