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SI NO LO VEO, NO LO CREO: EL SISTEMA VISUAL (y II) Al final de la primera parte del presente artículo, el estímulo visual ya se había convertido en señal nerviosa (fenómeno que se conoce como ‘transducción de la señal’) gracias a las células fotosensibles de la retina, y dicha información ya se encontraba viajando mediante el nervio óptico hacia el cerebro. Pese a que ya hemos contemplado un viaje espectacular (¡y lo que nos queda!), técnicamente no hemos hablado de visión todavía, ya que no han ocurrido los eventos cerebrales necesarios para hablar de percepción consciente y, por ende, de visión propiamente dicha: será en los ultimísimos pasos de todo el procesamiento neural de la sensación visual cuando ello ocurra. Nos moveremos dentro de lo que se conoce como vía retino-genículo-estriada, debido a los ‘lugares’ donde esta vía se origina, hace relevo y finaliza, respectivamente. Recordemos: los axones de las células ganglionares que recogen la información en la retina salen de la misma por el punto ciego y abandonan el globo ocular formando el nervio óptico. Los nervios ópticos de cada ojo acaban por cruzarse, formando lo que se conoce como ‘quiasma óptico’, y se produce una interesante lateralización de la información. Antes del quiasma (esto es, del cruce), el nervio óptico izquierdo lleva información de la hemirretinatemporal del ojo izquierdo (es decir, de la parte derecha del campo visual, que se refleja en la mitad más pegada a la oreja izquierda de la retina izquierda debido a la concavidad de las mismas) y de la hemirretina nasal del ojo izquierdo (es decir, de la parte izquierda del campo visual, reflejada en la mitad de la retina izquierda más pegada a la nariz debido también a su forma cóncava), mientras que el derecho hace lo propio. No obstante, al cerebro le interesa agrupar la información visual basándose no en qué ojo la lanza, sino en la mitad del campo visual donde aparece, así que en el quiasma óptico las fibras nerviosas procedentes de las hemirretinas nasales se cruzan (la del ojo izquierdo pasa al lado derecho y la del ojo derecho al lado izquierdo), mientras que las procedentes de las hemirretinas temporales continúan rectas, lo que consigue el propósito del que hablábamos. En el siguiente dibujo esquemático se aprecia con más claridad: El quiasma óptico y el cruce de la información visual. Fuente: http://mva.me/edu/brain_geography/optic_chiasm.pdf La Separata. Febrero de 2016. ISSN: 2444-7668 Las fibras nerviosas, que tras el quiasma pasan a llamarse tractos ópticos en lugar de nervios ópticos, llegan entonces a la que es la estación de relevo sensorial en el cerebro por antonomasia, el tálamo, concretamente a los núcleos geniculados laterales. Aquí los axones que conforman el tracto óptico hacen sinapsis para transmitir su información a las neuronas de estos núcleos, que se reparten en dos grandes canales. Las cuatro capas más superficiales se llaman parvocelulares o ‘P’ y están pobladas por neuronas con un cuerpo celular pequeño que responden especialmente bien al color y los detalles de objetos inmóviles o que se mueven muy lentamente. ¿Adivina el lector de dónde reciben este input? ¡Efectivamente! Lo reciben, fundamentalmente, de los conos, que ya vimos en la primera parte del artículo que median la visión fotópica (en buenas condiciones lumínicas). El otro canal de información se denomina magnocelular o ‘M’, se compone de neuronas con un soma de gran tamaño sitas en las dos capas más internas y procesa información centrada sobre todo en el movimiento, por lo cual recibe su input de los bastones. Desde aquí, la información se transmite hacia estructuras más posteriores del cerebro, llegando por último a la corteza visual primaria (también conocida como corteza estriada), que, recordemos, es el último tramo de la vía retino-genículo-estriada. Es aquí donde merece la pena hacer un alto para hablar de un concepto: el de campo receptor. A lo largo de toda la vía visual, las neuronas que componen este sistema responden sólo ante una porción del campo visual, en la cual la aparición de un estímulo puede desencadenar bien un disparo de la neurona, bien una hiperpolarización (es decir, inhibición) de la misma: esa porción es su campo receptor. La organización del sistema visual a todos los niveles es retinotópica, esto es: regiones adyacentes en el campo visual son procesadas por grupos de neuronas también adyacentes en el cerebro. Dobelle, Mladejovsky y Mirvin (1974) dieron una evidencia espectacular de dicho fenómeno: estimulando mediante electrodos que formaban una cruz la corteza visual primaria de pacientes ciegos debido a lesión ocular, éstos decían “ver” una cruz luminosa en medio de la oscuridad de su mundo visual. Este mapeo tan exhaustivo alcanza su máxima expresión en la corteza estriada, cuya organización resulta fascinante. En ella, los grupos de neuronas que responden a una porción similar del campo visual (es decir, que tienen campos receptivos similares) se agrupan en columnas perpendiculares a la superficie, y responden preferentemente de forma monocular a estímulos idénticos y con la misma orientación (por ejemplo: una línea recta con una inclinación de 30° a la derecha). Así, si insertamos un electrodo de forma vertical y lo movemos de arriba abajo observaremos que hay una gran constancia a distintas profundidades, mientras que, si el electrodo se mueve de forma paralela a la superficie, veremos cómo los campos receptores y los estímulos a los que se responde cambian sistemáticamente, y cómo se alterna entre ojo izquierdo y derecho. De hecho, esta alternancia está a la base del propio nombre de corteza estriada: LeVay, Hubel y Wiesel (1975) inyectaron un aminoácido marcado radiactivamente en el globo ocular de macacos anestesiados y permitieron que éste se distribuyese a lo largo de la vía visual. Cuando observaron el cerebro, comprobaron que la zona inferior de la capa IV de la corteza visual primaria (la que, quizá, más profusamente se ha estudiado) mostraba alternativamente unas columnas ‘iluminadas’ radioactivamente y otras no; esto le daba un aspecto estriado, por lo que los estudiosos comenzaron a usar el término para referirse a la corteza visual primaria. La Separata. Febrero de 2016. ISSN: 2444-7668 La organización columnar de la corteza visual. Fuente: http://thebrain.mcgill.ca/flash/a/a_02/a_02_cl/a_02_cl_vis/a_02_cl_vis_3c.jpg Como vemos, la corteza estriada lleva a cabo un procesamiento perceptivo muy preliminar en características aisladas e individuales de los estímulos. De hecho, funcionalmente se puede subdividir la corteza occipital en V1 (que corresponde con el área visual primaria que ya hemos visto), V2, V3, V3A, V4, V5…cada una de ellas con labores distintas pero relacionadas. En cualquier caso, tras el cómputo llevado a cabo en la corteza estriada, el fruto de dicho trabajo se traslada a las cortezas visuales secundarias, que son la corteza preestriada y la corteza inferotemporal. Aquí se lleva a cabo un procesamiento algo más sofisticado, poniendo en relación las características aisladas con las que ya contábamos, pero es en el siguiente paso de todo este procesamiento donde nos encontramos con el acontecimiento quizá más ‘mágico’: en la región visual asociativa, que se encuentra en la corteza parietal posterior, se computan de forma conjunta todos los elementos para elaborar una representación unitaria de la realidad visual. Esta organización de menor a mayor complejidad con procesamiento paralelo que muestran la mayoría de sistemas perceptivos supone una ventaja en economía de recursos y, además, una fascinante oportunidad de estudio cuando, desafortunadamente, se dan casos de pacientes con daño: mientras que lesiones en el globo ocular, el tálamo o la corteza visual primaria suelen acarrear déficits gruesos (como la pérdida total o parcial de visión), lesiones en las cortezas secundarias o en la corteza asociativa ocasionan alteraciones extravagantes y complejas como la prosopagnosia (de la que ya hemos hablado en La Separata), la akinetopsia (pérdida de percepción del movimiento, por lo que la realidad se percibe como una sucesión de fotografías que permanecen estáticas) o la acromatopsia (incapacidad para percibir el color). Estas últimas etapas de procesamiento sirven para conjugar todos los detalles aislados que asimilamos y para relacionar este percepto con conocimientos previos, de tal manera que, por ejemplo, podamos reconocer un bolígrafo como tal. Mención especial merece el fenómeno de la visión ciega, donde, pese a que el paciente no es capaz de ver de forma consciente debido a una lesión en V1, el cerebro parece haberse reorganizado funcionalmente y/o conservar alguna vía intacta, ya que se sigue pudiendo llevar a cabo de alguna manera un procesamiento perceptivo, de forma que, por ejemplo, puede esquivar cualquier objeto que le lancemos…sin que nos esté tomando el pelo. La Separata. Febrero de 2016. ISSN: 2444-7668 Esquema de la vía retino-genículo-estriada y la diferenciación funcional de la corteza visual. Fuente: http://bethycotter.wdfiles.com/local-files/introducingtheeye/Screen%20Shot%202012-08-24%20at%2011.36.20%20PM.png Como vemos, el prodigio de la visión tiene a su base un proceso extraordinariamente complejo. De hecho, aspectos específicos que no hemos tocado en este artículo como la percepción del color o el cómo el contraste afecta a la detección de estímulos complejos son aún objeto de estudio. No obstante, cada día avanzamos en la comprensión de esta maravilla evolutiva y, consecuentemente, en las posibilidades terapéuticas de cara a paliar problemas visuales, ya sean de inicio insidioso o abrupto. Quizá aquí más que en nunca vemos la importancia de que la Ciencia sirva no sólo para entender mejor el mundo que nos rodea, sino también para adaptarnos a él y mejorar nuestra calidad de vida. Por el momento, sirva este artículo como humilde apunte y para que el lector pueda apreciar más aún este sentido. ¡Ver para creer! Para saber más: · Pinel, J.P.J. (2007). Biopsicología. Pearson educación, Madrid, España ·Dobelle, W.H., Mladejovsky, M.G. &Girvin, J.P. (1974). Artificial visión for the blind: electrical stimulation of visual cortex offers hope for a functional prosthesis. Science, 183. 440-444 · LeVay, S., Hubel, D.H. & Wiesel, T.N. (1975), The pattern of ocular dominance columns in macaque visual cortex revealed by a reduced silver stain. Journal of comparative neurology, 159. 559-576 · http://thebrain.mcgill.ca/flash/a/a_02/a_02_cl/a_02_cl_vis/a_02_cl_vis.html : página web donde se habla del Sistema visual de forma muy completa e intuitiva La Separata. Febrero de 2016. ISSN: 2444-7668 Santi Mora es licenciado en Psicología con master en Neurociencia cognitiva y del comportamiento. Actualmente es FPI en el laboratorio de Psicobiología de la Universidad de Almería, donde lleva a cabo sus trabajos de doctorado. La Separata. Febrero de 2016. ISSN: 2444-7668