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András Schiff 6 PIANO 19:30 HORAS Martes, 3 de junio de 2014 AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA SALA SINFÓNICA Obras de HAYDN, BEETHOVEN, MOZART Y SCHUBERT Pedimos el máximo silencio posible en la sala, en especial en las pausas entre los movimientos, y no aplaudir hasta el final de cada bloque de obras. 1 PM14.SCHIFF.indd 1 29/05/14 12:17 FOTO: RAFA MARTÍN 2 PM14.SCHIFF.indd 2 29/05/14 12:17 Programa I FRANZ JOSEF HAYDN (1732-1809) Sonata nº 62 en mi bemol mayor, Hob. XVI: 52 (1794) Allegro Adagio Presto LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770-1827) Sonata nº 32 en do menor, op. 111 (1822) Maestoso: Allegro con brio ed appassionato Arietta: Adagio molto, semplice e cantabile II WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791) Sonata nº 18 en re mayor, K. 576 (1789) Allegro Adagio Allegretto FRANZ SCHUBERT (1797-1828) Sonata Nº 21 en si bemol mayor, D. 960 (1828) FOTO: RAFA MARTÍN Molto moderato Andante sostenutto Scherzo: Allegro vivace con delicatezza Allegro ma non troppo PM14.SCHIFF.indd 3 3 29/05/14 12:17 Últimos legados de madurez ARTURO REVERTER Un concierto clásico-romántico el de hoy, que nos ofrece abundantes pistas para trazar una pequeña historia del teclado en el tránsito del siglo XVIII al siglo XIX. Ahí, en esos pocos años que van de 1789, en el que se escribe el K. 576 de Mozart, a 1828, que acoge la composición de la D. 960 de Schubert, están todas las claves del piano moderno, que muy pronto, sobre ese pie, sería impulsado por Chopin. Por otro lado, nos encontramos con que las cuatro sonatas programadas son las últimas compuestas por sus respectivos autores, lo que concede a la sesión un interés añadido, que se amplía por venir servida por uno de los pianistas que, partiendo de la obra de Bach, mejor entiende este período. Haydn Sonata nº 62 en mi bemol mayor, Hob. XVI: 52 Se sabe hoy con bastante certeza que son 62 las sonatas para teclado que cabe adjudicar a Haydn. De acuerdo con el nuevo orden de Christa Landon, la Sonata en mi bemol mayor, a la que Hoboken, siguiendo a Pässler, había dado el número 52, es en realidad la nº 62. Sonata en mi bemol mayor, Hob. XVI.52. Se trata de la última pieza de la colección, de los años 1794-95, lo mismo que sus otras dos compañeras de cuaderno. Son las llamadas tres Sonatas de Londres, números 60, 61 y 62, cuya fecha es imposible marcar con precisión. La primera y la última fueron redactadas, según parece, para la virtuosa Therese Jansen Bartolozzi. La segunda quizá lo fuera para Rebecca Schroeter, viuda de un profesor de música de la reina. La que escuchamos hoy es, como sus hermanas, de generosas proporciones y tiene, en su Allegro inicial, algo de sinfónico, de anticipo de ciertas páginas beethovenianas. No posee una estructura tradicional, porque, por ejemplo, señala Julius Wender, el desarrollo reposa casi exclusivamente sobre el segundo tema de apertura, lo que no era precisamente típico. Ese segundo motivo, que aparece tras un inicio en arpegios y un estupendo trabajo evolutivo, que incluye vertiginosas escalas descendentes, marca una nueva atmósfera, más relajada, en su diseño saltarín, que evoca el de la segunda idea del primer movimiento de la Sinfonía “La Gallina”. La labor que sobre él se realiza en el desarrollo es muy fantasiosa y llena de energía, con modulaciones muy expresivas. La reexposición ofrece de forma ligeramente variada el material. El Adagio mantiene la altura expresiva en su canto fuertemente acentuado, que sigue la inesperada tonalidad de mi mayor, con una sección central en mi menor. El discurso tiene algo de crispado, con sus puntillos y sus silencios y sus repeticiones en distintas regiones del teclado. La música busca reposo sin conseguirlo y al final deriva en una suerte de aparente resolución. La tranquilidad surge en el Presto final, en forma sonata, que propone un tema único y móvil, de notas iguales, que acaba por lanzarse, tras unos breves intentos, a una desencadenada y desaforada carrera, llena de brío, animada por rápidas escalas. Hay cortos descansos, pero la música vuelve enseguida a su incesante correteo. Beethoven Sonata nº 32 en do menor, op. 111 El piano fue para Beethoven un elemento casi de supervivencia. Estuvo en su vida desde la niñez hasta la muerte. Como en otros terrenos, el músico fue un adelantado, un creador original, un rompedor. La partitura que hoy se ofrece es una buena 4 PM14.SCHIFF.indd 4 29/05/14 12:17 prueba de ello. Mira ya, como los últimos cuartetos, al futuro y ostenta uno de los rasgos más auténticamente personales del artista dentro de la parcela: el empleo del timbre, ligado durante toda su vida al tipo de instrumento utilizado, fuera éste un fortepiano o un piano propiamente dicho, viniera fabricado por Érard, Stein o Broadwood. Boucourechliev, en su biografía, abundaba en relación con este asunto: “El clima dramático de la obra está elaborado hasta en el aspecto físico de los sonidos; el timbre deviene una verdadera función musical, una línea de fuerza tan importante como las otras.” Naturalmente, entre esas “otras” figuran la rítmica, la armonía o la melodía, que tuvieron asimismo un tratamiento en paralelo. La unión de todo ello desembocaría en treinta y dos obras maestras, cuyas virtudes se resumen en la postrera, de la que Romain Rolland se hacía lenguas. Sobre ella escribió cosas muy bellas, imágenes elocuentes: “Ese sueño inmenso”, con referencia al segundo movimiento, la fascinante Arietta, una de las páginas de más elevada espiritualidad, más transparentes del compositor. Pero antes toda la tensión del mundo se acumula y se libera en el prodigioso Allegro con brio ed appassionato, precedido de una introducción demoledora de dieciséis compases. Aquí se dan cita dos temas que, a juicio de Kempff, caracterizan al músico: el uno es lapidario, casi despiadado, el otro consolador, heredero de las esferas luminosas. Las dos almas de Fausto. Montagnier estima que el fragmento es producto de los acuciantes problemas de salud de Beethoven. Parecía lógico que tras esa hecatombe, tras esas vehementes semicorcheas, de esos grandes intervalos, esos choques armónicos, sobreviniera un pasaje seráfico, de concentrada poesía. Así surge esa Arietta, Adagio molto semplice e cantabile, constituida por un tema y cinco variaciones, que van apuntando paulatinamente el tránsito de este mundo al de más allá en un discurso musical que se hace más desnudo, más etéreo, más puro a cada compás. Beethoven, sordo ya como una tapia, nos hace escuchar lo inescuchable, después de identificar milagrosamente forma y contenido. Una conclusión –que es también la del ciclo completo- que viene a ser, como dice Brendel, una especie de preludio del silencio. El ritmo base –sobre compás de 9/16- es de corchea-semicorchea y aparece ya ligeramente modificado –desaparecen los puntillos- en la primera variación. Los cambios en las siguientes son suaves y paulatinos, tanto en este aspecto rítmico como en el dinámico y acentual. La tercera es la más virtuosa, con su 12/32 en forte. El manejo del timbre se aparece aquí de nuevo como fundamental para la exploración. Así lo reconocía Brendel, que hablaba de la utilización “casi geográfica” del piano de la época. Al final encontramos la paz luminosa, subraya Montagnier, que falta en el Agnus de la Missa Solemnis. Compases de una hermosura ultraterrena. Pentagramas dedicados al Archiduque Rodolfo y editados en 1823 en Berlín por Schlesinger. Mozart Sonata nº 18 en re mayor, K. 576 Volvemos atrás para escuchar ahora esta obra, la número 18 de la serie mozartiana; es decir, la última. Pese a las calidades de este corpus sonatístico, no hay duda de que en él este apartado tiene menos importancia que en otros compositores. Pero en Mozart, la falta de novedad no supone falta de ideas y de capacidad para desarrollarlas de manera impecable, El salzburgués, según todas las noticias, era un gran virtuoso del clave, poseía una fabulosa agilidad y un toque mágico, una claridad y limpieza en la digitación y una capacidad de improvisación que le valieron desde su infancia el reconocimiento del público. En una visita a Augsburgo en 1777 conoció el fortepiano, fabricado y perfeccionado por Johann Andreas Stein y ya no quiso otro teclado. Sobre él sentó las bases del piano moderno. La senda de Mozart a este respecto fue la hollada por antecesores como Johann Sebastian Bach y sus hijos, Haydn. Eckard, Schobert y, por supuesto, 5 PM14.SCHIFF.indd 5 29/05/14 12:17 Clementi y el propio padre del compositor, Leopold. Con esta base, hay que anotar la relativa unidad y moderación tonal de las sonatas mozartianas, siempre menos experimentales que las de Haydn. En el piano de nuestro autor todo se orienta a la lógica de la forma y de la estructura. No deja de haber sorpresas, sin embargo. La obra hoy programada se inscribe en el último tramo de la colección, que se extiende de finales de 1784 al verano de 1789, tras seis años en los que el músico había estado dedicado a otros géneros. Las sonatas de la Nº 14 a la Nº 18 van surgiendo de manera progresiva, sin formar grupo homogéneo. La K. 576 fue escrita por el salzburgués a su regreso de Prusia, en el verano del 89, como primera de una serie de sonatas fáciles encargadas por el emperador Federico Guillermo para su hija. Pero tal calificativo es engañoso, pues aquí, como en sonatas inmediatamente precedentes, nos encontramos con una escritura densa y compleja, muy contrastadas y habilidosas líneas de contrapunto y numerosos pasajes canónicos reunidos como en un imaginario homenaje a Bach y a Haendel. Se ha destacado siempre este aspecto en el Allegro inicial, que se abre con un tema afirmativo en unísono y que posee un sorprendente abigarramiento en el desarrollo. El ornamentado Adagio está construido sobre cuatro exposiciones del mismo tema. El Allegretto final recurre igualmente a las exposiciones repetidas de una idea, en este caso animada por la móvil base de tresillos de semicorcheas. Schubert Sonata en si bemol mayor, D. 960 En esta su última Sonata, la nº 23 de la colección del autor si incluimos también las inacabadas, Schubert lleva a sus postreras consecuencias aquello de la genialidad de lo informal. De la mano de su vena melódica, verdaderamente única, hace que la música crezca, evolucione, varíe sobre sí misma, se repita e imite, se transforme hasta el infinito a través de continuas y geniales modulaciones. La armonía schubertiana explora los más alejados límites del territorio de una tonalidad ya bastante ampliada, rozando episódicamente el de la atonalidad. Esta armonía sorprendente es, como decía Harry Halbreich, “a la vez audazmente funcional, sutilmente impresionista y profundamente psicológica.” La composición es algo así como el testamento de su autor sobre la materia pianística; una joya de enorme calibre, propia de un compositor en sazón que posee ya todas las claves de la forma –de “su forma”- y que utiliza el piano con una libertad extraordinaria, escrita dos meses antes de la muerte de músico. El pórtico, ese impresionante y extenso Molto moderato, es el mejor ejemplo. Se trata de un movimiento descomunal –que, si se hace la repetición, puede durar más de veinte minutos-, embargado de una serenidad resignada, la de quien está de vuelta de tantas cosas; una especie de sublime, en ciertos aspectos dolorosa, resignación. El primer y fundamental tema, bellísimo, contemplativo, no se olvida fácilmente, tanto por su propia configuración y porque está presente en toda la página, cuanto porque es repetido hasta cuatro veces en la exposición. Es una melodía larga, legato, pianísimo, en la que abundan los valores iguales y que viene cerrada, en su primera aparición, por un singular trino disonante (sol bemol) en los bajos. Se expone sin solución de continuidad de manera idéntica para, enseguida, partiendo del siniestro embellecimiento, explayarse en una repetición fantástica ligeramente variada, que conduce, desde una batería de tresillos de corchea, a su definitiva afirmación (f) en la tónica. Ya puede, por fin, aparecer el segundo tema, más un complemento que una antítesis, que se desarrolla en un sorprendente fa sostenido menor, en el registro inferior del instrumento. Hay luego un largo y prodigioso trabajo modulatorio a cuyo fin, tras un brusco salto a do sostenido menor, se alcanza la doble barra y con ello, se realice o no la repetición prescrita, el desarrollo. En él se comienza por variar el tema central, aunque más tarde se llegue a comentar también el segundo. Toda esta 6 PM14.SCHIFF.indd 6 29/05/14 12:17 sección, dotada de un deslumbrante juego armónico, va a parar a un fortísimo y dramático re menor del que emerge, desde las profundidades, el fatídico trino. Uno de los momentos cruciales del romanticismo musical rodeado de toda su aura de misterio. Así se da paso a la reexposición, que brinda de nuevo, en el mismo orden, la temática ya conocida, sólo que enriquecida y variada armónicamente. El segundo motivo, por ejemplo, se presenta ahora en si menor. En la coda, donde abundan los silencios, vuelve a surgir por tres veces la idea base, que, en una atmósfera rarificada con la postrer aparición del trino, se pierde en el infinito del que había nacido. Después de este Molto moderato –cuya estructura y método se emparejan en buena medida con las de la Sinfonía en do y el Quinteto para dos violonchelos-, Schubert, sin que su inspiración decaiga, plantea en el Andante sostenuto en do sostenido menor (3/4), un esquema tripartito, un típico y sencillo da capo variado. La melodía, calma y recogida, se expone sobre un fondo ostinato de lejanas campanas extendido en un intervalo de tres octavas que se hace prácticamente inmutable durante toda la pieza. Esta suerte de balanceo, de barcarola o, si se quiere, de habanera, crea un efecto alucinatorio e hipnótico, que trae a la memoria ciertas canciones de Viaje de invierno (Tres soles, por ejemplo) o de Canto del cisne (La ciudad). Y, de súbito, en la mayor, se eleva un tema nuevo, largo, “un himno sublime de transfiguración y de éxtasis místico” (Halbreich), con distinto acompañamiento lógicamente. Pero la belleza no decrece en el da capo en virtud de una escritura aún más transida y delicada que promueve una imprevista modulación de sol sostenido menor a do mayor, que llena de una luz espiritual a la página, todavía más estilizada en su conclusión al cambiar a do sostenido mayor. Al hablar de parentescos de nuevo debe mencionarse, como lo hace Walter Riezler, por el clima y la estructura general, el tiempo lento del Quinteto, citado más arriba. Irrealidad, ligereza, vivacidad, exquisitez, frescura, refinamiento… Son cosas que nos sugiere el Scherzo, Allegro vivace con delicatezza, en 3/4. El tema, saltarín, provisto de delicadas apoyaturas y, en su segunda mitad, proyectado hacia tonalidades lejanas que lo hacen aún más irreal, contrasta con el si bemol menor del trío, curiosamente rudo y severo, de acentos irregulares. Como fin de la partitura Schubert elige la forma de rondó-sonata y desarrolla tres temas. El movimiento, marcado Allegro ma non troppo, lógicamente en la tonalidad principal de si bemol, está en 2/4, el compás de las grandes marchas, del viaje, exterior o interior, o de las grandes cabalgadas irrefrenables. El primer tema, que será también el principal en todo el trabajo temático-armónico y del que en cierto modo emanan los otros dos, aparece precedido de una señal –como lo era el trino del primer movimiento-, un sol, con el valor de una blanca, que estará ahí siempre, quizá como símbolo de mal agüero. El motivo en sí, que se presenta rápidamente hasta alcanzar la tonalidad principal, es más bien ligero, travieso, alegre y se expone en ágiles corcheas y semicorcheas punteadas. El segundo tema, de índole hímnica, se desarrolla en negras hacia abajo y encuentra, en sentido contrario, la vocación ascendente de los graves, mientras que el acompañamiento en los medios viene en semicorcheas continuadas, lo que forma una textura y propicia un clima semejante al de muchos de los lieder del compositor. Tras dos violentos acordes en fa menor, sobreviene el tercer elemento temático, de ritmos fuertemente punteados. El refrán, precedido del fatídico sol, es entonces nuevamente repetido. Lo que podemos considerar desarrollo es, como nos tiene acostumbrados Schubert, fogoso y modulante. La reexposición se realiza en el orden preestablecido una vez escuchada la señal, que aún ha de aparecer en tres ocasiones. Un presto constituye la stretta, de carácter beethoveniano, con baterías de acordes en los bajos y dramáticos contrastes forte-piano. Rienzler, siempre preocupado en buscar referencias y paralelismos, aprecia una semejanza notable entre este movimiento y el finale del Cuarteto en si bemol mayor, op. 130 de Beethoven. 7 PM14.SCHIFF.indd 7 29/05/14 12:17 Biografía András Schiff nació en Budapest, Hungría, en 1953 y empezó a estudiar el piano con Elisabeth Vadász cuando tenía cinco años. Siguió con sus estudios de música en la Academia Ferenc Liszt con los profesores Pál Kadosa, György Kurtág y Ferenc Rados, y en Londres con George Malcom. Recitales y ciclos especiales de las más importantes obras para teclado de J. S. Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin, Schumann y Bartók forman una parte fundamental de sus actividades. Desde 2004 ha interpretado el ciclo completo de las sonatas para piano de Beethoven en veinte ciudades, grabándose en vivo en la Tonhalle de Zurich. Su disco Geistervariationen con obras de Robert Schumann (EMC), recibió uno de los International Classical Music Awards 2012 como grabación instrumental del año. Ha colaborado con la mayoría de las principales orquestas y directores pero actualmente trabaja como director musical y como solista. En 1999 creó su propia orquesta de camera, la Cappella Andrea Barca, que está formada por solistas internacionales, músicos de cámara y amigos. Además de trabajar todos los años con su propia orquesta, también lo hace con la Orquesta de Cámara de Europa. Interesado desde niño en la música de cámara, Schiff ha sido, entre 1989 y 1998, director artístico del prestigioso festival Musiktage Mondsee, que se celebra cerca de Salzburgo. En 1995, junto con Heinz Holliger, fundó el Ittinger Pfingskonzerte en Kartause Ittingen, Suiza. En 1998, comenzó una serie similar llamada Hommage a Palladio en el Teatro Olimpico de Vicenza. Ha recibido numerosos galardones internacionales. En 2006 se convirtió en Miembro Honorario de la Casa de Beethoven en Bonn en reconocimiento a sus interpretaciones del compositor. En 2008 recibió la Wigmore Hall Medal en consideración a sus treinta años haciendo música en la prestigiosa sala londinense. En 2011 la ciudad de Zwickau le distinguió con el Premio Schumann y en 2012 recibió la Golden Mozart-Medaille del International Stiftung Mozarteum, la Ordre pour le Mérite dans les Sciences et les Arts, la Grosse Verdienstkreuz mit Stern der Bundesrepublik Deutschland y fue designado Miembro de Honor de la Konzerthaus de Viena. Es Special Supernumerary Fellow de Balliol College (Oxford, Reino Unido). En la primavera de 2011 András Schiff atrajo mucha atención debido a su oposición al alarmante desarrollo de la situación política en Hungría, y en vista de los ataques de que fue objeto por parte de algunas nacionalistas húngaros, decidió no volver a tocar en su país de origen. www.fundacionscherzo.es www.scherzo.es PRÓXIMO CONCIERTO Alexander Melnikov Andreas Staier 7 PIANOS 19:30 horas Martes, 23 de septiembre de 2014 8 PM14.SCHIFF.indd 8 SCHUBERT: Marcha, D819/3; Cuatro Landler, D814; Polonesa, D824/1; Marcha característica, D886/1; Andantino Varié, D 823; Rondo, D951; Variations, D813; Fantasía, D940 29/05/14 12:17