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Transcript
Ya Nuestra Señora de Fátima nos avisó sobre esto:
Peligros para la Fe y a
la vida del cristiano
por el Padre Nicholas Gruner, B. Comm., S.T.L., S.T.D. (Cand.)
Nota: Este artículo es un extracto de un discurso hecho en Cleveland en Sábado, el 8 de junio
de 2009. Era el 65º Aniversario del Día D – día de la sangrienta batalla del desembarque de las
tropas aliadas en Francia, y en la cual decenas de miles de soldados fueron muertos, heridos o
lisiados para el resto de la vida. Todo esto fue terrible y, además de eso, tan desnecesario. Aun
así, lo que va a llegar en un futuro próximo es mucho peor – si no aceptamos finalmente y
abrazamos el único Plan de Paz que resultará: el Mensaje de Nuestra Señora de Fátima. Pero
sobre todo, hoy, los peligros a la Fe son todavía mayores y, para salvar su alma, Usted debe leer
este artículo y ser consciente de aquello que el enemigo ya ha hecho para atacar su Fe y su
salvación.
Nuestra Señora dijo a los videntes en Fátima que la Primera Guerra Mundial
terminaría pronto, pero que, si el hombre no cambiase, Dios castigaría el mundo con
más guerra, hambre, y persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para evitar eses
castigos, dijo Nuestra Señora que Ella Misma vendría a pedir la Consagración de Rusia
y la Comunión reparadora en los primeros Sábados.
La Segunda Guerra Mundial
podría haberse evitado
La mayoría de las personas no sabía, en aquella época, que era pedida tal
consagración; pero lo sabían los Papas a partir de 1930-31. La Consagración, sin
embargo, no se hizo y vimos las consecuencias: 55 millones de muertos, en su mayor
parte católicos o protestantes. Nuestra Señora dice que la guerra es un castigo por el
pecado.
¿Pero cómo sucedió la Segunda Guerra Mundial? El libro de Deirdre Manifold,
Towards World Government – New World Order [“Hacia un Gobierno mundial – La
Nueva Orden Mundia”] describe una conversación en que tomó parte un representante
de los banqueros internacionales y que se realizó el 25 de enero de 1938. Puede
deducirse de esta conversación que fue en ese día que la Segunda Guerra Mundial
comenzó. El Papa era Pio XI. Y ese representante de los banqueros internacionales
estaba a jugar la vida en un juicio. Todos los que fueron juzgados en aquel día – en esa
farsa judicial – fueron ejecutados por Estalín, excepto ese solo hombre.
Y fue ese hombre que explicó al representante de Estalín quienes son que,
verdaderamente, gobiernan el mundo, y que, si Estalín quiera continuar en el poder,
tendría que tomar sus ordenes de estos financieros internacionales. La conversación fue
registrada por el traductor y publicada en España después de la guerra – de la Guerra
Mundial, no de la Guerra Civil Española. Deirdre resume la conversación, y es bastante
asustador leer lo que esas personas piensan, y como raciocinan. Pero Usted puede ver
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que la astucia diabólica de ese hombre fue seguida, y ha sido seguida hasta el día de
hoy.
Hubo decenas de miles de hombres que murieron en las playas de Normandía
hace 65 años, y ese ataque fue pedido por Joseph Estalín. Los Rusos querían conquistar
Europa Oriental, y no podrían conseguirlo si los Aliados se hubieran avanzado de Italia
a Alemania y de allí al Oriente. Estalín quería la segunda frente, y Roosevelt la dio.
Considere cuantas personas, de ambos los lados, murieron por nada.
Dicho sea de paso, la Segunda Guerra Mundial aún no ha sido oficialmente
terminada. Se combinó que Alemania quedaría dividida durante 40 años y, en 1989, fue
reunificada según lo que estaba acordado. Pero mientras estuvimos mirando a la guerra
en la frente de batalla, nos distraemos de la guerra en la frente doméstica y en la Iglesia,
que estaba siendo perdida.
Nuestra Señora dijo, en Fátima:
“Sólo Yo os puedo ayudar”
He sido acusado de tomar las cosas muy a la letra. Pero Santo Agustín nos dice
que, cuando se interpreta la Sagrada Escritura, la primera regla es interpretarla
literalmente, a menos que haya cualquier cosa que sea contraria a la Fe o a la razón, lo
que indica que su significado no es literal. Pero, cada día que pasa, la razón y el
conocimiento que tengo de aquello que sucede sólo confirman mi convicción de que el
Mensaje de Nuestra Señora de Fátima debe ser comprendido literalmente. Pero a pesar
de esto, aun está vivo uno de los que aconsejaron el Papa anterior a no tomar Nuestra
Señora muy a la letra. Fue un consejo desastroso. Vimos un desastre significativo con la
Segunda Guerra Mundial, pero eso no es nada más que una pequeña parte comparada
con lo que está viniendo, si no oímos la Señora a tiempo y si no La oímos literalmente.
Mi alocución será sobre los peligros que amenazan la Fe y la vida del
cristiano. Tal título viene de aquello que nuestro actual Santo Padre dijo que está
contenido en el Tercer Secreto. Cuando el Papa Benedicto XVI era todavía el Cardenal
Ratzinger, le fue preguntado directa y explícitamente. ¿“Leyó el Tercer Secreto”? Y él
contestó. “Sí”. – y continuó explicando, en las preguntas siguientes, que:
“Es un llamamiento radical a la conversión; (sobre) los peligros
amenazando la fe y la vida del Cristiano, y por tanto la del mundo”.
Esa parte del Secreto aún no ha sido revelada a nosotros.
La ejecución del Papa a los pies de una cruz de madera en una colina fuera de
una ciudad medio en ruinas es parte del Secreto, pero no es la parte más dramática. Y ni
podrá ser suficientemente comprendida a menos que el resto sea conocido. Yo creo que
aquello que ya se reveló es, efectivamente, una predicción de la muerte del actual Santo
Padre.
La parte que aún no está revelada es aquella que nos permitiría evitar que tal
sucediese. Desafortunadamente, la mayoría de las personas no lo sabe. Pero en 1984, el
entonces Cardenal Ratzinger nos dijo que la parte que aún no está revelada es sobre,
entre otras cosas, “los peligros amenazando la fe y la vida del cristiano”.
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“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo Os adoro profundamente
y Os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes,
sacrilegios, e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos
de Su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, Os pido la
conversión de los pobres pecadores”.
…Oración que el Ángel enseñó a los tres pastorcitos – Fátima, Otoño de 1916
Es muy fácil comprender los peligros para nuestra vida, pero mi tiempo ni
siquiera será suficiente para describir los peligros para la Fe. La solución del problema
está en escuchar la llamada radical a la conversión. Pero concentrémonos ahora en los
peligros amenazando la Fe.
Por qué es tan importante
estar consciente de los peligros
amenazando la Fe?
Para salvar nuestra alma, tenemos la obligación de conservar nuestra Fe. La Fe
no es sólo un concepto vago o indeterminado; la Fe está muy bien definida. La Fe es
una virtud sobrenatural infundida que cada uno de nosotros recibió al momento de
nuestro Bautismo. Pero esta virtud infundida no se conserva siempre en cada alma
bautizada. Vemos que en muchos casos se perdió. Algunas personas no tienen
consciencia de su obligación de conservarla.
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Cada uno de nosotros tiene la obligación de conservar su Fe desde el momento
del Bautismo hasta la hora de la muerte. No necesitamos tener Fe en el Cielo, porque
allí veremos Dios cara a cara. Pero, hasta ese momento, debemos conservar la Fe.
El Papa Juan Pablo II aludió a este peligro a la Fe en 1982, cuando dijo:
¿Puede la Madre, la cual con toda la potencia de su amor, que nutre
en el Espíritu Santo, desea la salvación de cada hombre, callar sobre lo que
mina las bases mismas de esta salvación?
E inmediatamente contesta la pregunta, diciendo:
¡No, no puede!
Pero el Papa no explicó cuales son las bases de nuestra salvación. La primera es
nuestra Fe. Es imposible ser agradable a Dios sin Fe. La Fe sola no basta, pero la Fe es
absolutamente necesaria para nuestra salvación. Y si la Fe nos es quitada, no podemos
ser salvados a menos que nosotros recuperemos la Fe.
Existe una profecia sobre el peligro actual
Debemos estar bien conscientes de que existe una profecia del Mensaje de
Fátima que nos dice que hoy (o sea, en este momento en 2009) estamos en peligro de
perder nuestra Fe; que hay peligros amenazando la Fe de todos los católicos en la faz de
la tierra.
Quien no sea católico no posee lo que la Iglesia define que es la Fe, porque la Fe
es una virtud sobrenatural que nos da el poder de creer en todas las cosas que Dios
enseña. Un hereje cree en muchas cosas que un católico cree. Un hereje, al contrario de
un apóstata, niega uno o algunos de los artículos de la Fe. Un apóstata rechaza todo.
San Tomás de Aquino pone en destaque que, verdaderamente, un hereje no tiene
la Fe; si la tuviese, creería todo lo que Dios enseña. Pero, porque él elige no aceptar este
o aquel dogma, lo que él tiene es apenas una especie de opinión que, de muchos modos,
concuerda con los artículos de la Fe. Pero, porque el hereje rechaza algunos dogmas, su
creencia no es basada en la Fe por la cual un hombre cree que todo lo que Dios enseña
es verdad, porque todas las almas fieles saben que Dios, que es Todo Santo, no puede
mentir, y también sabe que Dios, que sabe todas las cosas, no puede engañarSe.
También hay católicos, tal vez muchos de nosotros, que creen en cosas que son
contrarias a la Fe. Pero eses están en ignorancia; no saben que ciertas cosas son contra
la Fe. Si ellos supiesen lo que la Fe enseña, inmediatamente aceptarían su doctrina.
La necesidad de Gracia
Me encontré en esta situación una vez, cuando estaba a estudiar Teología.
Cuando leí lo que el Concilio de Trento dijo sobre la necesidad de Gracia, me dé cuenta
de que la opinión que yo tenía acerca de la gracia estaba incorrecta. Era aquello que los
teólogos llamarían semi-Pelagiano. Pero el hecho es que, como Tanquerey señaló en su
libro de 1920 sobre Teología, casi todos los católicos de los tiempos presentes tienen
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ideas semi-Pelagianas. Piensan que, de alguna manera, pueden ser buenos por su cuenta,
o que cualquier cosa de bueno que poseen no proviene de la Gracia de Dios. Es
necesario que sepan que es más fácil vivir sin respirar oxigeno que ser bueno sin la
Gracia.
Muchos católicos no comprenden nuestra total dependencia de la Gracia para
cualquier cosa de bueno que tengamos, y que dependemos de ella a cada instante. Pero
cuando leí Tanquerey, tuve el consuelo de dar cuenta que yo no era el único a cometer
mi error. Tenemos, sin embargo, la obligación de señalar que debemos creer en la Fe
católica total y enteramente.
De hecho, es eso que el Credo Atanasio dice:
“Quien desea ser salvado debe, antes de todo más, adherir a la Fe
católica. Debe conservar esta Fé integra e inviolada; de otro modo,
ciertamente perecerá para siempre”. (“Quicúmque vult salvus esse, ante
ómnia opus est, ut téneat cathólicam fidem: Quam nisi quisque íntegram
inviolatámque serváverit, absque dúbio in aetérnum períbit.”)
Como se trata de un Credo de la Iglesia católica, es una doctrina en que una
persona debe creer para ser católica.
La Fe está en peligro
En realidad, el Secreto nos dice de donde vienen algunos peligros. Claro que ya
sabemos, a partir de las enseñanzas de los Santos y de los Doctores de la Iglesia, de
donde viene el peligro a la Fe. Viene, en parte, de nuestro orgullo. Viene también de
nuestra pereza.
Creo que es San Tomás de Aquino que nos dice que el pueblo de la edad anterior
al Anticristo caerá debido a su pereza. La pereza es uno de los siete pecados capitales; y
que es muy poco comprendido actualmente. Pero yo quiero, en primer lugar, señalar
algunos de los peligros a la Fe en nuestro tiempo. Sabemos que el Tercer Secreto dice
respecto al período de la historia de la Iglesia que viene después de 1960 y antes del
triunfo del Inmaculado Corazón de María. Sabemos, por lo tanto, que estamos en este
período; sabemos que enfrentamos eses peligros.
Nuestro Señor hace una pregunta, seguida por una declaración. Pregunta:
“Cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra”? Parece
está refiriéndose a nuestro tiempo. Y hace la declaración siguiente: “Aun los escogidos
(en ese tiempo), si posible fuera, caerían en error”.
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El Centro de Fátima puso El Secreto todavía ocultado en traducción
italiana (Il Secreto ancora nascosto) en quioscos en frente del Vaticano,
así como en varios sitios de Roma y por toda Italia, como parte del
Objetivo: Campaña Roma.
Ninguno de nosotros sabe
si estamos entre los Escogidos
Los peligros para la Fe son tan insidiosos que hasta los escogidos caerían en
error, si posible fuera. Los truques y estratagemas del demonio harían con que todos
perdiesen la Fe, si por casualidad Dios lo permitiese.
Así, cuando Nuestra Señora nos dice, una vez más: “Sólo Nuestra Señora del
Rosario os puede ayudar”, estaremos seguros a aceptarlo literalmente, porque Ella lo
dice literalmente. Una de Sus promesas a San Domingo es que el Rosario triunfará
sobre el vicio, disminuirá el pecado y vencerá la herejía. Así, si rezamos el Rosario con
sinceridad y perseverancia, y si caemos en la herejía, Nuestra Señora nos asegura que
Ella nos retirará de ella.
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La primera cosa con que debemos preocuparnos es con nuestra salvación
personal. Pero no es sólo nuestra salvación que está en peligro: es la de nuestros
hermanos y hermanas, y de los parientes y amigos; y de todos a nuestro alrededor.
Debemos resistir al demonio
Parte de la razón para la pereza ser el pecado de estos tiempos es que hoy no
comprendemos la necesidad de resistir el mal. Tal vez conozcan la historia del Santo
Cura de Ars: Un día un hombre fue a confesarle y, cuando volvió el día siguiente para
asistir a la Misa, el Cura le dijo: “Tiene que ir a la Confesión”. Contestó él: “Pero Padre,
yo me confesé ayer”. “Tiene que ir a la Confesión”. Era él un hombre piadoso, un
hombre que iba a Misa todos los días y que se esforzaba mucho para salvar el alma. Y el
Santo Cura de Ars le estaba diciendo que tenía que volver a la Confesión.
¿Entonces qué hizo? Había sido invitado a una reunión social – una especie de
fiesta – en su barrio, y allí hicieron una sesión espiritista. El no sabía que eso fuese a
suceder. No participó en ella, por saber que estaba mal participar en esas sesiones.
¿Entonces cual fue su pecado? El Santo Cura de Ars le explicó: “Usted no resistió”.
Había sido ese su pecado.
Yo mismo me encontré una vez en circunstancias semejantes, hace unos treinta o
cuarenta años. Fui a una reunión social y descendí al sótano por un momento, y me dé
cuenta que yo era más viejo de que todos los jóvenes allí presentes. Eran mis primos, y
estaban en una parte baja de la casa, mientras todos los miembros más viejos de la
familia estaban en la planta encima. Y comenzaron a jugar un juego en que una persona
se sentaba en una silla y los otros andaban a vuelta de él, con las manos en la cabeza de
él, y todos debían pensar en la muerte.
En un determinado momento, el jefe decía ¡“Ahora”! y cuatro de ellos, los que
estaban más próximos, pusieron un dedo en la axila y otro atrás del rodillo de esta
persona y intentaban levantarlo como una pluma. Yo fingí que estaba a ver televisión
mientras aquello se pasaba en mi presencia, y me recordé de la historia del Cura de Ars,
pero no dije nada porque pensé que tal vez aquello dijese respecto a cualquier cosa que
no subiese sobre las fuerzas naturales, pero parecía que aquello estaba más allá de las
fuerzas naturales.
San Alfonso María de Ligorio nos da la siguiente regla:
“Todas las cosas suceden por intervención directa de Dios, o por
causas naturales, o por causas diabólicas”.
Dios podría mandar un ángel bueno hacer cualquier cosa, pero Dios actúa con
una cierta finalidad. No organiza un espectáculo de magia.
Como no se trataba de un contexto religioso y lo que estaban a intentar hacer,
me parecía ultrapasar el poder de la naturaleza, pensé que debía ser diabólico, pero
reservé mi opinión. Recé Avemarías y pedí a Nuestra Señora: “Si esto no es de Dios, no
dejes que dé resultado”. Y así, intentaron hacer aquello durante 45 minutos. El jefe, me
dijeron después, había tenido éxito en todas las otras ocasiones, pero no esta vez.
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Este género de juegos puede llevar a una posesión diabólica. Pero como yo
estaba allí y recé las Avemarías, pidiendo a Nuestra Señora que lo impidiese, pienso que
no puedo ser acusado de no resistir. Pero lo importante es saber que debemos hacer más
que ser participantes o no participantes; debemos estar positivamente del lado de Dios,
o entonces acabaremos por ser culpados de pecado. Y si estuviésemos allí y veíamos
algo de esto a suceder, debemos por lo menos resistir internamente, si más no
hiciésemos.
Los peligros vienen de donde no se sospecha
Hay peligros para la Fe. Están sucediendo a nuestra vuelta. Algunos peligros son
evidentes y están descritos como autoridad en varios libros, que espero hacer referencia.
Pero quiero enfocarme en los peligros para la Fe que vienen de donde no sospechamos.
La edición anterior de The Fatima Crusader (Nº 92) contiene una entrevista con
el Padre Kramer, en que él nos habla de los peligros para la Fe descritos en el Tercer
Secreto de Fátima.
Algunas de estas cosas son chocantes, porque todos nosotros, en cualquier
tiempo, fuimos engañados. Y es doloroso saber que fuimos engañados. Debemos
examinar la evidencia con serenidad.
Cualquiera de nosotros a veces puede ser engañado, cuando se trata de asuntos
intelectuales. Un pintor o un escritor ponen parte de sí mismo en sus obras. Hacemos lo
mismo en nuestros procesos de pensamiento. A veces estamos tan conectados a nuestros
procesos de pensamiento que no admitimos haber cometido un error. El Secreto nos
dice que hay tres fuentes que están presentes en los días de hoy.
Hoy la apostasía comienza a partir del vértice
¿Qué dice el Padre Kramer? Se refiere al Cardenal Ciappi, que nos dijo que “en
el Tercer Secreto está predicho, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia
comenzará a partir de su vértice”. El Cardenal Ciappi se murió en 1996 y escribió esto
en 1995, un año antes de su fallecimiento. El Padre Kramer estuvo con el Cardenal
Ciappi apenas dos semanas antes de su muerte. El Cardenal Ciappi fue Teólogo Papal
de Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I, y durante parte del pontificado del
Juan Pablo II.
Fue Teólogo Papal de cinco Papas sucesivos, y habla como teólogo. Así, cuando
habla de la “gran apostasía”, se refiere a la gran apostasía predicha en las Sagradas
Escrituras. Es la que San Pablo profetizó en la segunda Epístola a los Tesalonicenses.
En el segundo capítulo, San Pablo dice a los Tesalonicenses que no teman que el
Anticristo esté presente en aquel tiempo, porque el Anticristo no podrá venir antes de
que tome lugar la gran apostasía. Así, el Cardenal Ciappi estaba a decirnos que el
Tercer Secreto nos informa de que la gran apostasía está sucediendo en nuestro tiempo.
El Tercer Secreto es una profecía; sabemos de esto por el Cardenal Ottaviani, que nos
dijo que había leído el Secreto y que es una profecía. Tenemos las palabras de Sor
Lucía, diciéndonos que “será más claro” en 1960. La profecía se hace más clara cuando
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comienza a realizarse. Y aquí tenemos una profecía que comienza a realizarse en 1960:
que la gran apostasía en la Iglesia católica comienza a partir de su vértice.
El Tercer Secreto y la Nueva Misa
El Padre Kramer nos cuenta que un Cardenal que leyó el Secreto habló al Padre
Döllinger, que es un sacerdote amigo del Padre Kramer. Por esa conversación, sabemos
que el Tercer Secreto nos avisa explícitamente sobre un cambio en la liturgia.
¿Hay otras pruebas de esto? Cuando el Papa Pio XII aun era el Cardenal Pacelli,
dijo: “Estoy preocupado por los mensajes de la Santísima Virgen a la pequeña Lucía de
Fátima. Esa persistencia de María acerca de los peligros que amenazan a la Iglesia es
una advertencia divina contra el suicidio de alterar la Fe en la Liturgia”.
Aquí, Pio XII, antes de ser Papa, nos dice que la Santísima Virgen (Nuestra
Señora de Fátima) nos avisó a no alterar la Fe en la liturgia, y que tal cosa sería un acto
de suicidio para la Iglesia.
Ahora, el Papa Benedicto XVI ha sido preocupado con la parte no divulgado del
Tercer Secreto de Fátima e intenta corregir detalles sin divulgar el texto auténtico del
Secreto. Escribió el Motu Proprio sobre la Misa Latina Tradicional, dado el séptimo día
del séptimo mes del séptimo año de este milenio, pero, desafortunadamente, a pesar de
toda la buena voluntad de Su Santidad, aun no hizo lo suficiente. Muchos Obispos
siguen rechazando dar libertad a la Misa Tridentina.
Por qué es importante el Rito de la Misa?
Mi conversión a la Misa Latina tuvo lugar en Roma, porque yo estaba en Santa
María Mayor y había acabado de asistir una Misa del Novus Ordo. Había sido celebrada
muy bien para el Novus Ordo: con respecto, reverencia y así en adelante. Y entonces
tocó la campana para otra Misa. Como mis clases sólo comenzarían una hora después,
pensé: “Puedo asistir a otra Misa”.
Entonces apareció el sacerdote, y podría verse que la Misa Latina Tradicional
que estaba celebrando era mucho superior a la Misa del Novus Ordo en su belleza y
reverencia. En aquel tiempo, yo no tenía idea de que el Secreto o el Mensaje de Fátima
hablasen de la Misa.
El libro del Padre Kramer, El suicidio de alterar la Fe en la Liturgia, señala al
hecho que el Concilio de Florencia, que tuvo lugar de 1438 a 1445, insiste en que la Fe
requiere que la Iglesia conserve los ritos recibidos y aprobados. En otros términos, no
basta que un rito sea aprobado para sustituir la liturgia de la Iglesia católica. Tiene que
ser el rito recibido (es decir, de las generaciones anteriores). Por lo tanto, tiene que ser
el rito recibido y aprobado.
Una de las definiciones de la Fe (en el Concílio de Trento) dice, (“Si quis
dixerit, receptos et approbatos Ecclesiae catholicae ritus in sollemni sacramentorum
administratatione adhiberi consuetos aut contemni, aut sine peccato a ministris pro
libito ommitti, aut in novos alios per quemcumque ecclesiarum pastorme mutari posse:
anathema sit.” (Cf. Dz. 856 o D.S. 1613) “Si alguien dice que los ritos recibidos y
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aprobados de la Iglesia católica, que se acostumbran usar en la administración solemne
de los Sacramentos, pueden ser desdeñados u omitidos por el ministro sin pecar y al su
criterio, o que pueden ser cambiados por otros nuevos por cualquier pastor de la Iglesia,
sea él quien sea: sea anatema”. Es un hereje; no tiene la Fe. Encontrarán esto en la
Sesión 7, Canon 13. (Cf. Dz. 856 o D.S. 1613)
Desde 1969, hemos tenido un rito nuevo que sustituyó el anterior, con el
argumento de que un Papa del pasado no puede imponer su voluntad a un Papa en el
futuro. ¿Y entonces la Quo Primum? Es el documento que el Papa San Pio V firmó
cuando publicó el Misal de 1571. Allá dice que “nadie (ni un Cardenal, un superior
religioso, un Obispo – nadie) tiene autoridad para impedir que un sacerdote católico
(evidentemente en buena situación) celebre esta Misa”.
No estaba a decir esto por ser más importante que sus antecesores. Lo que él
estaba diciendo era que el rito de la Misa, que identifico como el “rito recibido y
aprobado”, es el rito que, por la Fe Divina, nadie, ni un Papa, puede cambiar por un
rito nuevo.
Para citar directamente el Papa San Pio V:
“Además de esto, por estas (leyes) presentes, por Autoridad Apostólica,
Nosotros otorgamos y concedemos en perpetuidad que, para cantar o leer la Misa, en
cualquier iglesia, este Misal será usado absolutamente a partir de ahora, sin cualquier
escrúpulo de conciencia o temor de incurrir en alguna penalidad, juzgamiento o
censura, y puede ser usado libre y legalmente (énfasis añadido)… De la misma manera
[por Autoridad Apostólica], estatuimos y declaramos que nadie sea forzado o obligado
a alterar este Misal y que el documento presente no podrá nunca ser revocado o
modificado en cualquier tiempo, pero se mantiene siempre válido y con toda su
fuerza”. (El Papa hablaba aquí con el carisma de la infalibilidad).
El Tercer Secreto de Fátima
confirma el Dogma católico en la Misa
Ahora, además de la Fe dogmática que podemos estudiar, tenemos también la
voz de la profecía. Como dice San Pablo en la Primera Epístola a los Tesalonicenses.
“No despreciéis la profecía. No extingáis el espíritu”.
Al tratarnos del Mensaje de Nuestra Señora de Fátima como si pudiésemos
aceptarla o ignorarla, esto corresponde a despreciarnos de facto la profecía. Tenemos
tanto el Dogma de la Fe, como la profecía de Nuestra Señora diciendo: “No cambie
la Misa”. Podemos tener en la Vaticano hombres muy sabios o, por lo menos, muy
inteligentes; pero véase lo que ellos hicieron a la Iglesia en estos últimos 40 años.
Cuando Nuestra Señora dijo que es un suicidio alterar la Fe en la liturgia, Ella no
debería ser hecha caso omiso.
Me dicen que, en esta ciudad de Cleveland, tal como en Buffalo, en Boston, en
toda parte, la diócesis está cerrando Iglesias una tras otra y vendiéndolas. ¿Para qué?
Para obtener un papel inútil llamado dinero, que se hará de deshacer en humo, si es que
tal ya no sucedió. ¡Y nuestros abuelos y abuelas que trabajaron y dieron su sudor, que se
sacrificaron y pasaron privaciones durante generaciones para que esta Iglesia pasase a
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nosotros! El fruto de haber cambiado la Misa es que, en vez de 70% de católicos yendo
a Misa los Domingos, ahora tenemos sólo 20%.
Aquí vemos estos bellos edificios, vacios, que no están siendo usados y que el
Gobierno está apretando cada vez más, por lo menos en la Provincia de Quebec, de
donde vengo. Hace algunos años, pude ver que estaban vendiendo las Iglesias para el
pagamiento de alegadas deudas al Estado.
Nuestro Señor dijo: “Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”.
Esas Iglesias pertenecen a Dios; no deberían ser dadas a César por dinero inmundo o
por lo que quiere que sea. ¿Pero qué está sucediendo? Hemos alterado la Misa; y así
cometemos el acto de suicidio.
Malos sacerdotes:
un castigo de Dios
Yo sé muy bien que no lo hicimos personalmente, pero somos en cierto modo
responsables; ya San Juan Eudes explica que Dios envía un clero mal como castigo. Es
el peor castigo de Dios. San Juan Eudes, en su libro El Sacerdote: Su dignidad y
obligaciones, cita un pasaje de Jeremías 3:15.
San Juan Eudes explica que Jeremías, hablando en lugar de Dios, dice “Si
vosotros, Mi pueblo, os volvéis de nuevo a Mí, Dios, entonces os enviaré pastores de Mi
propio corazón”. Es decir, si os volvéis de nuevo a Dios por vuestra emenda de vida,
por vuestra penitencia, entonces Dios enviará buenos sacerdotes para tomar cuenta de
vuestras almas.
San Juan Eudes explica ese pasaje diciendo: “Por otra parte, si vosotros no os
volvéis otra vez a Dios, entonces lo que sucederá es que Dios os enviará malos pastores;
pastores que no conducirán vuestras almas, antes las llevarán al Infierno. Ese es el peor
castigo que Dios tiene y, cuando Él está enfadado con Su pueblo, es ese castigo que
Dios da”.
Ustedes podrán leer esto en el libro mismo de San Juan Eudes, páginas 9 y 10.
Cuando leemos la entrevista que el Padre Fuentes hizo a Sor Lucía en 1957,
vemos que ella alude al Tercer Secreto cuando dice que no se conocerá su texto hasta
1960. Ella también alude a un pasaje del Secreto que habla de la existencia de malos
pastores.
El primer modo de hacer parar ese robo y esa venta de nuestras Iglesias es rezar
y hacer sacrificios por nuestros pastores, para que Dios nos envíe buenos pastores. Dios
puede remover un pastor que es malo quitándole la vida o la salud, o aun
convirtiéndolo. Pero la elección es siempre de Dios.
Y si el pastor se convierte, es óptimo. Si no, Dios lo removerá y os enviará
pastores según Su corazón. Así, en ese sentido los pastores que tenemos y las decisiones
que ellos tomaron en los últimos 40 años son en parte, si no en todo, un reflexión de los
fieles católicos.
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“Un Concilio del mal”
El Cardenal Ciappi nos cuenta el contenido esencial del Secreto, pero el Padre
Kramer revela cómo es que los peligros a la Fe se concretizaron. Primero, hay los
cambios en la Misa; pero el Concilio Vaticano II es también mencionado en el Secreto.
No sé si allí viene mencionado por nombre, pero dice que “vendrá un Concilio malo”.
Muchos católicos piensan duro decir que un Concilio puede ser malo. Pueden
decir que hasta hay una contradicción en los términos, pero no hay. Un Concilio es una
cosa que existe, y otra cosa que también existe es un Concilio malo. Y yo creo que ya
hubo un Concilio malo en la historia de la Iglesia católica.
Pero antes de más, definamos lo que significa ‘malo’, y en seguida cómo es que
este Concilio puede clasificarse como un Concilio malo. Lo malo es la falta de alguna
cosa de debería allá estar.
Algunos de los más simples conceptos son los más difíciles de comprender.
Usemos un ejemplo para explicar el concepto y la definición de la palabra ‘malo’. Una
piedra no puede ver, pero no decimos que la piedra es ciega. Pero llamamos ‘ciego’ a un
hombre que no puede ver. ¿Cuál es la diferencia entre una piedra que no puede ver y un
hombre que no puede ver? Es que el Criador estableció que un hombre, por su
naturaleza, puede ver. Por eso, llamamos ciego a un hombre que no puede ver. Le falta
cualquier cosa que debería allá estar. Este hombre sufre de un mal físico. En un mal
moral, falta también cualquier cosa que debería allá estar. Es esto que constituye un
pecado: la falta de cualquier cosa que debería existir. Eso es malo.
¿Entonces como podemos decir que un Concilio católico puede ser malo?
Nuestro Señor nos dijo: “Por sus frutos los conoceréis”. Tenemos la explicación del
Papa Pio VI, en 1794, cuando condenó el Sínodo de Pistoia. El Sínodo de Pistoia fue
una reunión de obispos en el norte de Italia. No había sido sancionado por el Papa, pero
no fue malo por esa sola razón, porque hubo Papas que sancionaron y concordaron con
otros Sínodos después que ellos se habían realizado. Por lo tanto, la falta de una
iniciativa pontificia para reunirlo no era, en sí mismo, suficiente para llamarle malo.
¿Por qué fue malo? Porque el Sínodo de Pistoia enseñó cosas de forma tan
ambigua que introdujo la confusión donde anteriormente había clareza. Y el fruto del
Sínodo de Pistoia fue confundir las mentes de los Fieles. Y así, el Papa declaró que este
Sínodo era malo, porque su fruto era malo, porque faltaba algo en sus documentos que
debería estar allá.
Si un abogado compone un contracto entre dos personas y usa un lenguaje
ambiguo o, peor aún, equívoco (ambiguo significa que no es claro, pero equivoco
significa que las mismas palabras pueden ser interpretadas en sentidos opuestos) y
quiere ser pago, las partes podrán decir: “No merece recibir un centavo, porque hizo un
documento que no es claro, y que, efectivamente, va a hacer con que se declare una
guerra entre las partes contractadas, porque no lo hizo claro. La finalidad del documento
es ser claro y sin ambigüedades, porque es eso que las partes del contracto están
comprometiéndose a aceptar y cumplir”.
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“Sea, pues, vuestro modo de hablar, sí, sí; o no, no; que lo que
pasa de esto, de mal principio proviene”. – Mt. 5:37
Si esto es verdad cuando un abogado compone un contracto entre dos partes,
también es verdad para un documento proveniente de un Concilio general de la Iglesia
católica, como el Vaticano II. Si el documento permite falsas interpretaciones, aun
hechas por hombres de la mejor voluntad y lo más hábil, entonces el documento mismo
es malo. Le falta cualquier cosa que debería estar allá – o sea, la clareza – y es esto que
encontramos en el Concilio Vaticano II. Y es de eso que Nuestra Señora habla, en las
palabras del Secreto que conocemos, en Sus propias palabras:
“En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe…”
Por lo tanto, está implícito que en otros lugares, tal vez aun en todos los otros
lugares, pero con certeza en otras partes de la Iglesia, el dogma de la Fe no será
conservado.
¿Y por qué? Porque vemos el Concilio haciendo pronunciamientos ambiguos. Y
estos pronunciamientos ambiguos serían condenados por Pio VI, tal como él condenó el
Sínodo de Pistoia.
El Mensaje de Fátima habla
de un Concilio malo
El Padre Kramer señala que el Cardenal Ratzinger dijo a un amigo suyo (el
Padre Döllinger) que el Secreto de Fátima habla de un Concilio malo que tendrá lugar
en la Iglesia. Aquí tenemos dos peligros para nuestra Fe. ¿Entonces cuál es nuestra
defensa? Una es ir a la Misa Latina. Y la segunda es hacer caso omiso a las enseñanzas
del Concilio Vaticano II. No lo ignoramos cuando enseña lo que la Iglesia siempre
enseñó, pero debemos recurrir a las fuentes primarias donde es enseñado en un lenguaje
mejor y con mayor autoridad.
¿Sería posible que los escogidos caigan en error? Nuestro Señor dijo: “Si tal
fuese posible”. Aquí tenemos un Concilio muy conocido, que asistieron casi todos los
Obispos de la Iglesia católica, pero el resultado ha sido confusión, pérdida de la Fe y
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una disminución de la práctica. Podemos comenzar a comprender porque es que el
Secreto no fue revelado.
El Mensaje de Fátima nos dice que nuestros fundamentos mismos están siendo
minados, y que Nuestra Señora no puede mantener el silencio, porque la Fe católica está
en peligro; por lo tanto, nuestra salvación está en peligro. Es por eso que Ella nos dio el
Tercer Secreto, y es por eso que continuamos a publicar y a hablar sobre él, porque es
importante para nuestra salvación.
Comprendo que hay personas que a veces les resulta difícil escuchar esto. A
veces, hay personas que piensan que la ignorancia da la felicidad, pero aquí no se pasa
tal cosa. Quien no está informado, puede ser iludido.
Los fieles mal informados
no reconocen la apostasía
Muchos de los fieles están tan mal informados que ni siquiera reconocen la
apostasía, la herejía y el cisma, y por eso son iludidos.
San Tomás de Aquino nos dice que, si fuéramos ignorantes, podríamos tener
más culpa si nuestra ignorancia sea deliberada. Tendremos más culpa de nuestros
pecados si escogimos no conocer la verdad. Si nuestra ignorancia no es deliberada,
podremos ser considerados menos culpados por esa ignorancia o por los pecados que se
siguen. Pero aun así, esto no significa necesariamente que seremos considerados sin
culpa. Por lo tanto, ser ignorante de los peligros a la Fe no es una solución para
nosotros. Por otro lado, me recuerdo de las palabras de los Salmos que dicen: “La
caridad y la verdad se abrazan, la justicia y la paz se besan”.
Hay dos cosas: hay la caridad y hay la verdad. Podemos concentrarnos en la
verdad y perder la caridad, y a veces podemos concentrarnos en la caridad pero no
fundada en la verdad. Cuando San Pablo nos dice que debemos “censurar y exhortar en
todas las doctrinas…” pone a seguir a la palabra “doctrinas” con la frase “y la
paciencia”. La caridad es paciente; es esa su primera cualidad. Y es bastante fácil para
quien pone todo su trabajo en la comprensión de la doctrina acabar por perder la
paciencia.
Así, no debemos conservarnos en la ignorancia para poder mantener nuestra
paciencia, ni debemos concentrarnos tanto en la verdad que nos olvidamos la paciencia
y la caridad. Es por eso que Nuestra Señora nos dijo nuevamente: “Sólo Ella (Nuestra
Señora del Rosario) os puede ayudar”.
Dios nos eligió
para vivir en este tiempo
Estamos en aguas muy difíciles. Nosotros no elegimos vivir en este tiempo; fue
Dios Quien nos ha elegido para vivir en este tiempo. Y él es, a pesar de todo, lo mejor
de los tiempos y el peor de los tiempos: lo mejor de los tiempos, porque hasta Santa
Teresita del Niño Jesús nos envidió. Ella quería vivir en nuestro tiempo porque, dijo
ella, en nuestro tiempo habría grandes santos.
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Enfrentamos grandes desafíos, y somos llamados a corresponder a la situación.
Agradecemos a Dios por el Mensaje de Nuestra Señora de Fátima y por Su oferta de
ayuda. Lucía nos dijo que fue dado mayor poder al Rosario hoy de que en el pasado, a
causa de las dificultades y de los peligros a la Fe. Pero no seamos ignorantes de estos
peligros.
Seamos valientes: depende
de cada uno de nosotros
Nuestro Señor dijo de nosotros: “Vosotros sois la sal de la tierra. ¿Y si la sal se
hace insípida, con qué se le volverá el sabor? Para nada sirve ya, sino para ser arrojada y
pisada de las gentes”. ¿Y cuando no hay sal para temperar el resto del mundo, por qué
es que Dios no castigará el resto del mundo? Esto nos lleva de vuelta a lo que el
Cardenal Ratzinger dijo, que el Secreto se refiere a los “peligros amenazando la fe y la
vida del cristiano, y por tanto la del mundo”.
Como los peligros a la Fe no son reconocidos ni resistidos, las personas pierden
la Fe, el sal pierde su sabor. Y entonces los católicos serán pisados bajo los pies y
muertos. Y cuando no resta nada para sustener la cólera de Dios, todo el mundo será
castigado. Y es esto que nos enfrentamos, porque los peligros a la Fe no fueron
reconocidos, y muchos ya caeron.
Continuamos rezando por nuestra salvación, pero nos recordamos de que
Nuestra Señora dijo: “Van muchas almas al infierno, por no tener quien se sacrifique y
pida por ellas”. Oremos, pues, y hagamos sacrificios por los pecadores, para que ellos
retomen su Fe. Mientras no tengan fe, no pueden rezar y sacrificarse por si mismos. Así,
el número de almas que serán salvadas depende de cada uno de nosotros. Es un gran
misterio, nos dijo el Papa Pio XII, que el número de almas salvadas depende de cómo
los católicos colaboran con la Gracia de Dios.
¡Qué Dios los bendiga!
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