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APORTES ESTUDIANTILES 323 Culto andino a los muertos en los cementerios de Lima Metropolitana Maribel Arce Saavedra Tania Julca Gamboa Leslie Limay Cuadros Introducción El presente ensayo, elaborado para el Curso de Arte Popular de la Escuela de Antropología, tiene por finalidad conocer in situ, comprender y analizar las variadas y contrastantes manifestaciones de lo popular en lo urbano, de qué manera se mantienen ciertas costumbres y cómo se va recreando la identidad del migrante al encontrar nuevos elementos, paradigmas y adaptaciones al nuevo medio. Tratamos de responder a la pregunta: ¿Cuál es la función de la tradición en estas celebraciones del «Día de los Muertos»? Para ello, vamos a contrastar el culto a los muertos de la época prehispánica con las de la actualidad, con fuentes bibliográficas y empíricas, mediante la observación participante y entrevistas realizadas en el cementerios Merino, ubicado en el Km. 18 de la Av. Túpac Amaru en Carabayllo, y Campo Fe de la Panamericana Norte, Km 24. Culto a los muertos en las sociedades humanas Desde épocas anteriores, el hombre se ha formulado preguntas como: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? La muerte es un acontecimiento complejo que sucede en cualquier momento de la vida y se da de manera fugaz. El ser humano ante este hecho ha creado una serie de ritos y costumbres que constituyen normas de comportamiento y valores que reflejan la cosmovisión de cada cultura. Los grupos humanos difieren notablemente en cuanto a lo que consideran una «buena muerte», según sus parámetros culturales. En todas las sociedades humanas la muerte es objeto de rituales; inclusive, los entierros son los primeros REVISTA DE ANTROPOLOGÍA 324 APORTES ESTUDIANTILES indicios de existencia cultural entre nuestros remotos antepasados. Los muertos son honrados en todas las sociedades con ceremonias especiales, que a la vez constituye un rito de separación del grupo social. Con el ritual se señala la incorporación de los que se han ido al grupo de los antepasados y se marca su expulsión con mayor o menor suavidad y cortesía del mundo de los vivos. En muchas sociedades se cree que los muertos que vivieron mal o que guardan algún rencor frente a los sobrevivientes pueden volver para vengarse, creando caos y peligro para los demás. El rito para Levi Strauss es un acto aceptado por todas las sociedades. Para Cazeneve es un acto individual o colectivo vinculado con creencias de lo sobrenatural. Binford afirma que el enlace sistemático entre la diferenciación mortuoria y el estatuto social se basa en el hecho de que existe una correspondencia directa entre la posición social que ocupó el muerto en vida y el tratamiento que recibe al morir. Tal tratamiento comprende el grado de participación corporal en el funeral, la preparación y la naturaleza de la tumba, y las ofrendas dejadas con el difunto que simbolizan ritualmente el estatus del individuo. En China, por ejemplo, el deseo de tener un hijo es un deseo eminentemente social de consumación, proyectado a través de una descendencia que conservará la memoria de los muertos y les rendirá el culto necesario. En México los individuos que constituían un calpulli (barrio) se reconocían en un antepasado mítico común a todos. Además, en la actualidad es tradicional que el primero y dos de noviembre se tenga un convivio con los parientes muertos. Se les coloca una ofrenda con su comida preferida y se les rinde culto. Este tipo de celebración se parece mucho a la que se reproduce en nuestro país, quizá una de sus causas sea que compartimos un pasado histórico común. Entre los mexicas, en Mesoamérica, se concebía a la muerte como la dispersión de varios elementos y mientras unas entidades anímicas viajaban al Cielo del Sol, otro componente, la sangre, líquido que contenía energía vital, iba a alimentar a la deidad de la Tierra. En los huesos quedaban partes de las fuerzas vitales del individuo, siendo que el fémur del sacrificado, recibía el nombre de maltéutl, «el dios cautivo». La vida y la muerte en el mundo prehispánico mesoamericano no deben ser consideradas como antónimos, sino más bien complementarios. Es en este mismo sentido que la dicotomía cuerpo-alma, tampoco existe, siendo que la materialidad de las entidades anímicas es manifiesta. La convivencia de ambos mundos se refleja en acciones cotidianas. El incumplimiento en el culto a los difuntos, entre los otomíes, puede ocasionar desgracias fatales. La muerte en el Perú antiguo Este principio también se cumple en el mundo andino, conocida como relacionalidad andina, la cual se da mediante nexos o vínculos de la fuerza vital de REVISTA DE ANTROPOLOGÍA APORTES ESTUDIANTILES 325 todo lo que existe, es por ello que se le denomina relacionalidad del todo, porque todo esta relacionado, no hay nada fuera de sí y si lo hubiese entonces no existiría. El principio de relacionalidad hace referencia a que todo está de una u otra manera relacionada con todo, tanto es así que los entes no son nada por sí solos si no están relacionados y sólo serán concretos en la medida que estén interrelacionados. La relacionalidad andina implica una gran variedad de formas de comportamiento como la reciprocidad, complementariedad y correspondencia en aspectos afectivos, ecológicos, éticos, etc. Dicha relacionalidad no se limita sólo a la relación hombre-hombre, va más allá existe la relación hombre y cosmos, lo humano y lo divino; y es justamente aquí donde se encuentra la idea de complementariedad entre los vivos y los muertos. Cultura Paracas. Los cementerios Paracas son uno de los fenómenos mortuorios más grandes, ricos y complejos de todo el antiguo Perú. Las tumbas demuestran que corresponden a períodos de tiempo igualmente distintos. A las más antiguas se les llamó Período Cavernas, por haber sido encontradas en cavernas funerarias incrustadas a cinco metros de profundidad en el arenal. Las cavernas tenían forma de copa invertida y profunda, algunas contenían hasta cincuenta fardos funerarios. Las tumbas más tardías (500 a. C.) eran pequeñas ciudadelas enterradas en el desierto, en las que corredores estrechos y tortuosos daban acceso a un laberinto de pequeñas cámaras mortuorias, donde se encontraban los fardos funerarios. A estas tumbas las denominó Julio C. Tello: Paracas Necrópolis. Los hombres de Paracas enterraban a sus muertos siguiendo un ceremonial riguroso y prolongado. El cuerpo del difunto empezaba por ser momificado de acuerdo a prácticas esotéricas conocidas sólo por los sacerdotes. Terminada esta ceremonia religiosa, comenzaba otra igualmente formal y estricta. La momia, envuelta en su sudario, era colocada en un cesto de mimbre, conjuntamente con todos los objetos que debían acompañarla a la eternidad (este concepto puede ayudarnos a tener una idea del concepto que tenían de la vida ultraterrena). El cesto de mimbre era envuelto cuidadosamente por un número no siempre igual de mantos de diferente calidad textil. El que se hallaba más cerca al cuerpo del difunto era de extraordinaria fineza, todo bordado con figuras que representaban simbólicamente el mundo de su mitología. Los mantos restantes eran de menor calidad textil. Algunos de los fardos funerarios que, sin lugar a dudas, correspondían a miembros de las clases dominantes, eran envueltos hasta por diez u once mantos. No olvidemos que Paracas era una sociedad de clases, y que la riqueza y variedad de los mantos estaba en estrecha relación con la riqueza y poder político y social del individuo. La ceremonia terminaba con el entierro del fardo funerario. Se puede ver objetivamente la existencia de grandes diferencias socioeconómicas en la población enterrada en los cementerios Paracas, especialmente en Necrópolis. REVISTA DE ANTROPOLOGÍA 326 APORTES ESTUDIANTILES Cultura Moche. Dentro de la sociedad Moche, el ritual y ceremonial de enterrar a los muertos formó parte del proceso de renovación, germinación y crecimiento en la cosmogonía andina. El mundo de los muertos se convirtió en un mundo de pasaje de aquél de los vivos al de los ancestros, además eran los ancestros los que controlaban la sociedad y de ellos emanaba el poder. Y para que este poder se materialice en el mundo de los vivos, era necesario que los ancestros –divinidades– tuviesen representantes que los encarnasen en los actos y rituales que permitían la reproducción social. A nivel social, este acto de renovación permitía la posibilidad permanente de mejorar o de adquirir nuevos elementos que se integren al nuevo templo. La renovación del templo permitía objetivizar los cambios sociales y estructuras operados en el seno de la sociedad. El hecho de enterrar cumplía la función de la producción social. Por los entierros registrados se demuestra que existió entre los moche una permanente atención al mundo del más allá. Se enterraba a los muertos en lugares especialmente escogidos, se les preparaba un ajuar y se realizaban diversos rituales y ceremonias. Además, existían sacerdotes y oficiantes que se encargaban de realizar la preparación de los cuerpos y el de las ofrendas para que las deidades moche se ocupasen de trasladar el alma del difunto al mundo de los ancestros, al mundo del gozo permanente. Es así cómo el hombre moche entendía a la muerte, no como el término de la vida, sino el comienzo de la vida eterna. Período Inca. Sobre este período, el cronista indio Felipe Huamán Poma de Ayala nos proporciona las descripciones siguientes. Noviembre (Aya Marcay Quilla): Aya tiene el significado de difunto, donde este mes era el mes o fiesta de los difuntos. En noviembre sacaban a los difuntos de sus bóvedas llamadas pucullo, dándoles de comer y beber, además de vestirlos con buenos trajes, con plumas en la cabeza; cantaban y danzaban en su presencia poniéndoles sobre unas andas llevándolos de casa en casa, por calles y plazas. Luego de todo este recorrido los volvían a sus pucullos dándoles sus comidas y vajillas, a los más importantes personajes de oro y plata y a los pobres de barro, además de carneros y ropas. Entierro del Inca. Cuando moría un inca, las celebraciones duraban un mes, que terminaba con el entierro. El cadáver del inca era cubierto con las mejores vestiduras y le ponían los ojos y el rostro de tal forma que aparentaba estar vivo. El difunto era llamado Yllapa a diferencia de los demás difuntos que se les llamaba Aya. El Inca era enterrado con muchas vasijas de oro y plata pero además se enterraba a los pajes, camareros y mujeres que él dispuso en vida, es así que primero se les emborrachaba, luego les abrían la boca y les soplaban coca molida de tal forma que los ahogaban. En todo el territorio del Tahuantinsuyo lloraban la muerte del inca, con canciones y música, bailando y danzando hasta el día del entierro, la gente ayunaba privándose de sal y ofreciendo oro, plata, ganado, ropa y comida. REVISTA DE ANTROPOLOGÍA APORTES ESTUDIANTILES 327 Fiesta a las almas en el Cementerio Merino de Carabayllo En noviembre, a la par que germinan los cultivos con las primeras lluvias andinas, también los muertos emergen de las entrañas de la tierra o bajan del cielo. Las ceremonias dedicadas al día de los finados o fiesta de las almas incluye el regreso de los difuntos, el reencuentro con los vivos, las ofrendas, el rol que desempeñan las velas para dar calor y claridad a las almas. Los rituales del día de los difuntos, como el de los funerales de las familias migrantes, son de una intensidad social extraordinaria. Se bebe, se come, se baila, se reza, se juega, se acompaña intensamente al difunto durante el velorio y el entierro, como también en el día de los muertos, se hace con alegría, con música, simbolizando la vida nueva que espera a la persona que muere o del que se recuerda su muerte. Cementerio Merino. El 31 de octubre fuimos al «Cementerio Merino» de Carabayllo, observamos las construcciones aledañas al cementerio, de material noble, en su mayoría, casas de un solo piso. Las casas que se encuentran más cercanas al cementerio, son de esteras y triplay. La ubicación de los nichos no guarda relación entre uno y otro; no siguen un orden establecido por la Municipalidad o Beneficencia Pública, la mayoría de ellos son construcciones simples, rústicas, con poca ornamentación o bajo tierra. Sin embargo, lo poco que se puede apreciar son construidas a base de losetas y lápidas de mármol, obviamente se encuentran enrejadas para evitar sustracciones de personas inescrupulosas. Ese mismo día, apreciamos la limpieza, el pintado, el tarrajeo de las tumbas, por parte de los familiares de los difuntos, quienes se preparan para el 1º de noviembre. Al exterior del cementerio observamos un ambiente festivo por parte de los comerciantes que ofrecen comida, flores, velas, agua, chicha de jora, wawas (panes), etc. y debido a la ubicación, una gran demanda de mototaxis. El 1º de noviembre, «día central», observamos la llegada de familiares, parientes y amistades que visitan la tumba de los muertos. El ambiente está más cargado de gente que el día anterior; es un ambiente de fiesta. Distinguimos a dos bandas de músicos; nos acercamos para preguntarles cuánto cobraban: por cada 3 piezas musicales diez soles, a pedido y al gusto de los familiares. Por la composición fundamentalmente provinciana de la gente enterrada en este cementerio, las más solicitadas eran músicas ayacuchanas, huancaínas, canteña, cajatambina; tales como: Falsía, Huarancayo, Vaso de cristal, A qué volviste, Sentimiento serreño, Río de Oyón, Totora totora, Río Santa, entre otros. También las canciones de moda de Dina Paucar, Sonia Morales, Anita Santibáñez y Gaytán Castro. En referencia a la comida, pudimos distinguir la concentración entre los familiares, degustando los platillos favoritos de sus difuntos, algunos eran preparados en casa, como: cuy chactado, pachamanca, charquicán, rana frita, cotillón de res; otros lo preparaban alrededor de la tumba, como pollada, picarones, etc. Todos tenían sus cervezas en cajas y celebraban en grandes grupos de familia. Todos coincidían en decir que venían a hacerle compañía a su difunto y eso era REVISTA DE ANTROPOLOGÍA 328 APORTES ESTUDIANTILES evidente ante nuestros ojos, pero pudimos observar que algunos llegaban a la tumba del difundo, decían unas oraciones y luego se retiraban, pero la gran mayoría pasó el día en actitud de fiesta familiar. Al entrevistar a los familiares que acudieron esa tarde del 1º de noviembre a ambos cementerios, constatamos que la gran mayoría eran migrantes de raíz andina: de Cuzco, Cerro de Pasco, Huánuco, Canta, Huaral, Ica, Cajamarca, etc. Resumimos algunas de las respuestas de los asistentes al Cementerio Merino de Carabayllo. ¿Qué significado tiene para Ud. el día de los muertos? La mayoría respondió que este día significa mucha felicidad, por ser una fecha especial, en la cual se recuerda a aquellos seres queridos que ya no se encuentran con nosotros. Este día es visto con alegría y ansiedad, ya que da oportunidad a los familiares para brindar homenaje a los difuntos. Y para la minoría significaba todavía tristeza por haber perdido un ser querido tan valioso, y que a partir de su muerte todo había cambiado para ellos. ¿Cómo se festeja este día en su pueblo? La mayoría argumentó que en cada región es distinta la celebración, empezando por la variedad de la comida y algunas creencias que conservan con respecto a los velorios y entierros, como el de vestir al muerto con su mejor vestimenta, barrer el ambiente de la celebración después de ocho días, tirarle piedras o pétalos de rosas sobre el ataúd, para que éste se vaya contento y su alma descanse en paz; debe ser bendecido por un cura, para que de alguna forma sus pecados sean perdonados; de ser posible dejar la casa unos días, refieren que ellos vienen a recoger sus pasos, etc. ¿Por qué sigue esta tradición? La mayoría concordó que sigue la tradición porque vieron a sus abuelos o de sus padres, es decir, se mantiene de generación en generación. Igualmente, también ellos enseñarán a sus hijos, porque es más que nada el sentimiento que guardan de aquel ser querido que les fue arrebatado, ya sea por algún accidente, enfermedad, o algún otro hecho en particular. ¿Qué significa la comida? Para la mayoría, significa que ellos lo recuerdan mediante la comida, que fue el plato que más le agradó, una forma de corresponderle, además, con alguna nota musical que fue su favorita. Informantes de Ayacucho, Huaral, Canta y Pasco. Por ejemplo –nos explica– en Ayacucho se festeja el día en las casas y no en la tumbas, donde se consume coca y pisco, además se prepara comida sirviéndose primero al difunto y luego a las personas que visiten la casa. A diferencia de Ayacucho, en Canta se celebra este día en la misma tumba y no en la casa. Se lleva músicos con instrumentos como el arpa y el violín, principalmente, se prepara la comida de más agrado del difunto, pero se le deja en la casa, encima de una mesa donde se sirve la comida, la coca, cigarros y ron que el difunto consumirá mientras los familiares visitan el cementerio hasta el amanecer, tomando cerveza o tragos como el calientito hecho de eucalipto y limón. En el cementerio hacen rezar y cantar con los cantores, REVISTA DE ANTROPOLOGÍA APORTES ESTUDIANTILES 329 antiguamente llamados responsos, los cuales cantan en castellano y a veces en latín. En Huaral sólo se lleva flores y velas a los cementerios; muy parecido a lo que sucede en Lima y en Ica, se llevan músicos a las tumbas, se prepara comida del agrado del difunto dejándolo en casa, es decir, muy parecido a lo que ocurre en Canta. Analizando las respuestas de nuestros entrevistados, podemos afirmar, la gran devoción, el gran cariño y el sentimiento que sienten por sus muertos. Ellos piensan que su espíritu vendrá de la otra dimensión y degustará de su platillo favorito preparado por la familia. Tratan de mantenerlo vivo trayéndole banda musical, comida, flores, pétalos de rosas que esparcen sobre la tumba y velas para que se vaya con luz y contento. Es un día festivo porque el muertito en vida fue una persona alegre, en cierta forma quieren corresponderle; en otras tumbas la alegría se alargaba con música y baile, brindando con cerveza. Esta tradición, como ellos mismos nos explicaron, se mantiene de generación en generación. Otro entrevistado de Cerro de Pasco nos cuenta de la forma particular que celebran el día del cumpleaños del almita: todos los años le preparan el platillo que fue de su agrado, le colocan sobre un mantel, al día siguiente recién lo retiran, es una forma de agradarle y compartir con el difunto como si estuviera vivo. Recuerdos de la familia en el Cementerio Campo Fe El día 1º de noviembre, fuimos al Cementerio Campo Fe. Nuestra primera impresión fue que parecía que visitábamos cualquier otro lugar menos un cementerio. Es uno de los más modernos de Lima Norte, con grandes espacios de campos verdes y floridos, con personal de seguridad dentro y fuera, tiene una enorme puerta de fierro, hacia arriba se distingue un arco de concreto armado, en el centro del arco un logotipo del camposanto, de forma redonda, donde se ve una cruz, con los colores: rojo, azul, verde y marrón. Tiene una extensión aproximada de 10 000 m2. Ese «Día de los difuntos» hubo gran concurrencia de visitantes que llegaban a pie, en autos y camionetas. El camposanto está rodeado de áreas verdes y jardines muy bien cuidados; a unos 200 m de la puerta principal se encuentra una pileta. Está distribuido por lotes o pabellones de 500 m2 cada uno, donde están las sepulturas ubicadas ordenadamente. A los alrededores se encuentran casas de material noble de uno, dos y tres pisos. Se observó que cada visitante o familiar llevaba variedad de flores de distintos colores y formas, que colocaban en macetas o hacían alfombras de corazones, colores del equipo favorito del fallecido, etc. En este proceso de modernización y nuevos paradigmas de desarrollo y urbanización de la gran ciudad se producen también las formas de reproducción de las costumbres y tradiciones de los visitantes, en este caso, con privaciones y limitaciones: no permiten el acceso de bandas de música ni orquestas, de comida preparada, bebidas alcohólicas. En lugares visibles se pueden ver REVISTA DE ANTROPOLOGÍA 330 APORTES ESTUDIANTILES avisos sobre las restricciones que impone la empresa que administra el cementerio Campo Fe: • Evite hacer ruidos molestos que perturben la tranquilidad de los visitantes. • No se debe ingerir alimentos o bebidas alcohólicas dentro del camposanto. • Está prohibido el ingreso con cualquier tipo de mascotas. • Deposite la basura sólo en los lugares indicados. • Coloque únicamente ofrendas florales tipo ramo personal, no coloque macetas ni plantas artificiales que dificulten el mantenimiento de los jardines. En las afueras del local, se encuentran muchos vendedores ambulantes, tratando de llevar un dinerito extra a sus hogares, que se congregan para satisfacer la sed y el gusto del paladar de los visitantes de ese día, con bebidas gaseosas, helados, ceviche, anticuchos, papa rellena, arroz con pollo, y cuanta comida y bebida sale de la inventiva popular. La concurrencia masiva de visitantes es por única vez en el año, por ser una fecha especial en todo el país. Aquí también hicimos algunas entrevistas a los visitantes a Campo Fe. ¿Cómo se festeja el día de los muertos en su pueblo? «Se celebra con cantos, agua bendita, se hace misa y en las ollas se bendice el agua. Dejan la comida que le gustaba al difunto, a lo cual lo llaman mesada, que consiste en una serie de alimentos como wawas, guisos, frutas. Esto –señalan– es compartido con los muertos de todo el pueblo, así mismo sus familiares se unen a la comilona». ¿Cómo lo celebran el Lima? «Aquí únicamente pudimos traer flores, debido a que en la entrada realizan una requisa, es decir, revisan las cosas que traemos. Ellos no dejan entrar comidas ni bebidas». ¿Por qué enterraron a su pariente en Campo Fe? «Porque nosotras vivimos aquí en Shangri-lá, entonces está cerca de nuestra casa para poder venir cuando podamos (Informante A). Porque aquí es más bonito, además está cerca al lugar donde vivimos (Puente Piedra) aunque las reglas de Campo Fe no nos permiten el ingreso de comida ni de música (Informante B)». ¿Cómo entiende Ud. la muerte? «Cuando te vas al cementerio, los muertos van a la casa porque se queda en silencio y tienes que dejar sus alimentos porque si no lo dejas ellos te molestarán en tus sueños diciendo que tienen hambre». ¿Cómo se festeja el día de los muertos en el Cusco? «Lo celebramos reunida toda la familia en el nicho de nuestro ser querido, llevamos todo aquello que le gustaba en vida y compartimos con todos los presentes. Sobre la sepultura colocamos pequeñas porciones de comida para que venga y deguste su comida favorita». ¿Cómo lo celebran el Lima? «Tratamos de celebrarlo igual que en mi pueblo, aunque acá todo está restringido, trajimos comida a escondidas pero los vigilantes lo requisaron». ¿Por qué enterraron a su pariente en Campo Fe? «Él lo quiso desde un primer momento, y las decisiones se respetan, está cerca donde vivimos, además, REVISTA DE ANTROPOLOGÍA APORTES ESTUDIANTILES 331 desde hace varios años estamos radicando acá en Lima y sólo esporádicamente viajamos a Cuzco». ¿Cómo entiende Ud. la muerte? «Creo que el espíritu está presente y se pone contento cuando le visitamos y no nos olvidamos de ellos, porque son seres que han formado parte de nosotros y nuestra vida y ahora forman parte de nuestro recuerdo». Encontramos las diferencias existentes entre el simbolismo local actual y el simbolismo de origen en general, como consecuencia del sincretismo entre la creencia prehispánica y la creencia actual en el país. Además, cada cementerio tiene diferente contexto, en uno prevalecen las costumbres populares, cultura y tradiciones de cada pueblo y en el otro se limitan por el proceso de urbanización y modernización. Estas diferencias pudimos distinguirlo con la práctica de la observación participante a fin de entender con mayor precisión el significado contextual del Día de los Muertos. Al observar que los familiares llevaban velas, flores, agua, fruta y comida, pudimos darnos cuenta que cada uno tiene un significado simbólico: La cera o vela: Proveen de luz para el recorrido de las almas, una cera para cada individuo significa que el muerto no ha perdido su individualidad. La familia lo siente como seres que participan y visitan la tierra, considerándoles muy importantes. Agua: Tiene la función de saciar la sed de las ánimas que visitan la tierra. Fruta y comida: Pretenden que el aroma de frutas y de los alimentos agasajen al paladar de los «visitantes» que vienen del más allá o de la otra dimensión. El ritual de la comida es de origen prehispánico fundado en la idea de que las ánimas extraen el sabor a partir del aroma. Flores: Guía a las ánimas a su respectiva ofrenda, otorga una imagen de luminosidad. También sirven para adornar el lugar donde reposan los muertos. Cada uno de las personas manifiesta un profundo sentido de respeto al mundo espiritual inherente a la vida que se hace evidente en el transcurso del culto a la muerte. Además, quizá con cierta nostalgia y alegría, es sólo una mirada, un asomarse a la ceremonia de los muertos, que conduce a una catarsis de la realidad de la muerte que en algún lugar de su camino espera nuestra llegada. Pero es en la experiencia de la Vida que aparece la convivencia como una necesidad, que se reafirma en las diferentes tradiciones. En la actualidad, se cuenta con tradiciones y forma de expresar su concepción del culto a la muerte, estas actividades varían de acuerdo con la región, las costumbres de la localidad, el nivel socioeconómico de la familia y, en general, de la cultura; sin embargo, presenta rasgos y elementos mezclados y derivados del ritual prehispánico y de la influencia de la religión cristiana traída por los españoles durante la Colonia. Arguedas muestra que a pesar de los fenómenos de la llamada transculturación que se origina del enfrentamiento entre dos culturas, la andina pudo resistir bajo REVISTA DE ANTROPOLOGÍA 332 APORTES ESTUDIANTILES nuevas formas de reconstrucción cultural. Durante un largo periodo colonial, el pueblo nativo asimiló una ingente cantidad de elementos de la cultura hispánica. Ocurrió lo que suele suceder cuando una sociedad es dominada por otra: tiene la flexibilidad y poder suficiente como para defender su integridad y, aun, desarrollarla, mediante la toma de elementos libremente elegidos e impuestos. REVISTA DE ANTROPOLOGÍA