Download arte azteca

Document related concepts

Templo Mayor wikipedia , lookup

Piedra de Tízoc wikipedia , lookup

Técpatl wikipedia , lookup

Teocalli de la Guerra Sagrada wikipedia , lookup

Religión mexica wikipedia , lookup

Transcript
1
ARTE AZTECA
Por
DR. MANUEL AGUILAR-MORENO
FOTOGRAFÍA: FERNANDO GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, Y DR. MANUEL AGUILARMORENO
DIBUJOS: LLUVIA ARRAS, FONDA PORTALES, ANNELYS PÉREZ Y RICHARD
PERRY
2
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
LOS ARTISTAS Y ARTESANOS AZTECAS
Tolteca
ESCULTURA MONUMENTAL EN PIEDRA
Ocelotl-Cuahxicalli
Cuauhtli-Cuauhxicalli
La Piedra Dedicatoria
La Piedra de los Guerreros
El Relieve de la Banqueta
Teocalli de la Guerra Sagrada (Piedra del Templo)
La Piedra del Sol
Las Piedras de Tizoc y de Motecuhzoma I
Retrato de Motecuhzoma II
La Espiral de Concha de Caracol
Tlaltecuhtli (Dios de la Tierra)
Tlaltecuhtli del Metro (Dios de la Tierra)
Coatlicue
Coatlicue de Coxcatlan
Cihuacoatl
Xiuhtecuhtli-Huitzilopochtli
El Relieve de la Coyolxauhqui
La Cabeza de Coyolxauhqui
Xochipilli (Dios de las Flores)
La Serpiente Emplumada – Xiuhcoatl (Cabeza de Serpiente de Fuego)
El Chacmool temprano en el Santuario de Tlaloc
Tlaloc-Chacmool
Chicomecoatl
Huehueteotl
Cihuateotl (Mujer Deificada)
El Altar del Planeta Venus
El Altar de Itzpaopaloti (Mariposa de Obsidiana)
La Caja de Ahuitzotl
La Tepetlacalli (Caja de Piedra) con Figura Sangrante y Zacatapayolli
La Caja de Piedra de Motecuhzoma II
Cabeza de un Guerrero Águila
Guerrero Jaguar
Guerreros Atlantes
Coyote Emplumado
La Cruz de Acolman (Período Colonial, 1550)
3
ESCULTURA EN TERRACOTA
Guerrero Águila
Mictlantecuhtli
Xipec Totec
CERÁMICA
Vasija con máscara de Tlaloc
Urna funeraria con imagen del Dios Tezcatlipoca
Flautas
ARTE EN MADERA
Huehuetl (tambor vertical) de Malinalco
Teponaztli (tambor horizontal) de felino
Teponaztli (tambor horizontal) con efigie de guerrero
Tlaloc
ARTE PLUMARIO
El tocado de Motecuhzoma II
El Abanico de Plumas
Escudo de Ahuitzotl
Cubierta de cáliz
Cristo el Salvador
LAPIDARIA
Máscara de turquesa
Pectoral de serpiente bicéfala
Cuchillo de sacrificio
Cuchillo con imagen de un rostro
ORFEBRERÍA
LISTA DE FIGURAS
REFERENCIAS CITADAS
4
INTRODUCCIÓN
Una de las funciones primordiales del arte azteca era la de expresar conceptos
religiosos y míticos a fin de legitimar el poder del Estado. Este lenguaje artístico se
expresó de manera predominante por medio de la forma de símbolos y metáforas
iconográficos. Por ejemplo, la imagen del águila simbolizaba al guerrero y al sol en su
cenit. Las imágenes de serpientes estaban relacionadas con los dioses Tlaloc y
Huitzilopochtli, y de este modo eran representadas como serpientes acuáticas o de
fuego, respectivamente. Las representaciones de ranas como seres acuáticos también
llevaban a recordar a Tlaloc. La concha de caracol estaba relacionada con la fertilidad,
con la vida, y con la creación. Según Heyden y Villaseñor (1994), la escultura servía
de comunicación a través de metáforas visuales, las que eran realizadas con una
pureza técnica que posibilitaba un gran refinamiento en los detalles.
Resulta poco prudente y engañoso que los eruditos occidentales de nuestro tiempo
califiquen a la mayoría de las formas de expresión aztecas como bellas artes. Vaillant
(1938) menciona que los aztecas, al igual que muchas antiguas civilizaciones no
occidentales, carecían de una palabra para describir a las bellas artes, y que no les
preocupaban cuestiones relacionadas con la estética, como así tampoco creaban
objetos para ser simplemente observados. Por el contrario, creaban objetos cuyo fin
consistía en cumplir una función bien definida –la de indoctrinar imperativos comunes
de tipo religioso, político y militar. Entender los principios artísticos del antiguo pasado
indígena se hace difícil, dados nuestros propios prejuicios culturales y nuestras
definiciones de un mundo artístico. Pero no es difícil darse cuenta de que los mexicas
apreciaban la belleza en términos de las normas dictadas por su propia cultura.
LOS ARTISTAS Y ARTESANOS AZTECAS
Si bien los historiadores y los cronistas europeos tuvieron razones para documentar
información que describiera la vida cotidiana de emperadores, miembros de la familia
imperial, y guerreros, no es mucha la información disponible acerca de la vida
cotidiana de los artistas y artesanos aztecas, a pesar del hecho de que los artistas de
Tenochtitlán y otras ciudades aztecas constituyeron una clase numerosa que contaba
con sus propios barrios y organizaciones; ellos conservaron la clase inmediata inferior
a la de los pochteca (mercaderes de larga distancia), aunque en algunos aspectos
estaban afiliados a las clases altas. No se sabe tanto sobre los gremios de los
canteros, que a veces aparecen mencionados en fuentes de la etnohistoria, sin
demasiado detalle. Los únicos grupos de artistas que fueron tenidos muy en cuenta
fueron aquellos asociados con las artes decorativas: los orfebres, los joyeros, y los
amanteca (los que trabajaban la pluma). Usaban numerosas herramientas de piedra,
cobre y madera, y arena húmeda para la abrasión del jade y el cristal. Soustelle (1979)
dice que el oro (teocuitlatl), la plata, el ámbar, el cristal, las perlas, y las amatistas eran
materiales populares para crear ricas joyas y plumas teñidas de brillantes colores para
5
adornar los finos atavíos. Lo que es más importante, contaban con una paciencia
infinita para cumplir con cualquier canon especial que les fuera dictado por sus
gobernantes o líderes religiosos.
Según Soustelle (1979), a estas gentes se las conocía como los toltecas, porque los
orígenes de su trabajo artístico estuvo tradicionalmente asociado con la antigua
civilización tolteca, a quienes los aztecas veneraron como sus antepasados a lo largo
de los siglos.
Tolteca
Al principio, los aztecas fueron una tribu nómada sin artesanos ni artistas, que llegaron
al Valle de México en el año 1325, subyugando a los habitantes de asentamientos
pequeños tales como Colhuacan o Xochimilco, quienes conservaban las antiguas
tradiciones artísticas de Tula (la capital tolteca) después de su caída, así como su
idioma y costumbres. Según Sahagún (1951-1969, Libro 3), los toltecas, cuyo
significado literal es el de un grupo de diestros artesanos, eran todos ellos artesanos
sumamente habilidosos. El hecho de ser llamado tolteca representaba un honor para
los artesanos aztecas; les servía como recordatorio de que en su calidad de
artesanos, eran miembros de la tradición artística de una época de oro. Los artesanos
aztecas se inspiraron en sus antepasados toltecas, quienes crearon magníficos
mosaicos de pluma, trabajaron el oro y otros metales preciosos, y labraron la piedra
para crear esculturas monumentales para sus reyes y dioses.
A medida que los gobernantes aztecas fueron ampliando las fronteras políticas bajo su
control, para llegar inclusive hasta las remotas regiones tropicales, la riqueza comenzó
a acumularse con rapidez y los artesanos crecieron en status social a medida que la
demanda por ellos aumentó. La clase tolteca proporcionó a los artesanos y a sus
familias ciertos privilegios que el común de la gente no poseía. Sin embargo, la
mayoría de los artesanos no se elevó de su propia situación a ninguna posición
considerable de poder, de manera que mantuvieron relaciones pacíficas con la clase
gobernante. Se podría suponer que los artistas, debido a sus talentos tan especiales,
prefirieron mantener su posición, en la que eran respetados y admirados por sus
habilidades.
Los artesanos que trabajaban directamente para el gobernante azteca llevaban a cabo
su tarea ya fuera dentro del palacio y/o en sus propias casas, adonde se les enviaban
las materias primas como las piedras, plumas, o los metales preciosos. Pero no
trabajaban solos. Es de interés destacar que en el taller del artista participaba la
familia completa. Cada miembro de la familia cumplía un papel especial en la
elaboración de las piezas. Por ejemplo, la esposa de un artista tejía mantas de pelo de
conejo, teñía plumas, y bordaba prendas de vestir, dependiendo de la profesión de su
esposo. Los niños de estos hogares aprendían y heredaban las tradiciones artísticas
de sus padres.
6
Son muy escasos los relatos que hablan acerca del salario de un artista. Una
narración revela que a los artesanos se les pagaba bien por su trabajo. La escultura
en piedra de Motecuhzoma II fue ejecutada por catorce escultores que recibieron
como pago prendas de vestir para sus esposas y para ellos mismos, algodón, diez
cargas de calabazas, y maíz, como pago adelantado. Cuando hubieron concluido su
trabajo, cada uno de ellos recibió dos sirvientes, cacao, vajilla, sal, y más prendas de
vestir. Si bien los artistas pudieron haber estado bien recompensados, no quedaron
exentos de pagar impuestos; sin embargo, no se les pidió que prestaran ningún
servicio personal o que realizaran tareas agrícolas. Y cuando surgía alguna disputa de
tipo legal, la clase tolteca contaba con jefes que los representaban ante la autoridad
de la ley.
ESCULTURA MONUMENTAL EN PIEDRA
La escultura azteca no fue resultado de una inspiración al azar, sino más bien una
síntesis monumental de conceptos religiosos y culturales. Una característica
importante de la escultura azteca es la abstracción de imágenes completas que
conservan detalles realistas, concretos. Las esculturas representaban sus mitos, sus
sueños, y sus ilusiones de vida y muerte [Figura 1]. La monumentalidad constituía otra
tendencia importante de la escultura azteca. Sin embargo, el arte monumental no era
simplemente la representación de algo masivo y enorme; era el símbolo visual de la
fuerza de una idea, simplemente ejecutada y manifestada en la relación entre
dimensiones. La monumentalidad azteca sobrecogía y espantaba al espectador, e
imponía una manipulada impresión de poder que el Estado invertía en la totalidad del
arte azteca.
Ocelotl-Cuauhxicalli
La Ocelotl-Cuauhxicalli, una vasija con forma de jaguar, fue usada para guardar los
corazones de las víctimas de sacrificios [Figura 2]. En el fondo interior de la
cuauhxicalli (vasija de las águilas), dos figuras con sus cuerpos rayados y mandíbulas
esqueléticas aparecen perforando sus orejas con huesos afilados. El borde de la
vasija está compuesto por círculos concéntricos que transmiten la idea de jades con
plumas de águila. En un sentido general, esta ocelotl-cuauhxicalli colosal es un
monumento dedicado al inframundo, a la tierra, y a los reyes deificados del pasado.
Según Pasztory (1983), esta vasija muestra el gran poder del jaguar pero sin su gracia
y velocidad, en una versión sombría de lo que en otro respecto es un animal vivaz.
Como vasija relacionada con el acto del sacrificio y la muerte, el jaguar representa al
dios de la tierra, donde el cadáver habría de ser enterrado, y al inframundo, adonde
habría de viajar el alma del muerto. La imagen del ocelotl o jaguar, representa a la
tierra que recibe las ofrendas de sacrificios. Los jaguares eran asimismo iconos de la
realeza y símbolos de status. Los gobernantes usaban pieles de jaguar y se los
7
asociaba con este felino. Los artistas seguramente habrían tenido oportunidad de
observar a los jaguares de primera mano en los zoológicos de Motecuhzoma II y de
otros reyes aztecas.
Las dos figuras de esqueletos dentro de la vasija probablemente indicaban la
importancia de los ancestros para el pueblo mexica. Se las muestra con el pie de
espejo humeante de Tezcatlipoca, dios de las muchas formas y protector de los
guerreros, quien posiblemente representaba a los reyes muertos de civilizaciones del
pasado, disfrazados de deidades. También están extrayendo sangre de sus orejas,
utilizando implementos para sangrías similares a los usados en los rituales de
penitencia llevados a cabo por los antiguos reyes aztecas, otra señal de que eran
símbolos de su ascendencia, como señala Esther Pasztory, y en última instancia la
vasija comisionada por Motecuhzoma II vincula a su propio reino con los dioses del
pasado.
Cuauhtli-Cuauhxicalli
La Cuauhtli-Cuauhxicalli, al igual que la Ocelotl-Cuauhxicalli, fue esculpida con la
forma de un animal –el águila. El agujero circular en el dorso de esta figura indica que
esta escultura era una cuauhxicalli, o vasija de sacrificios. De acuerdo con Matos y
Solís (2002), la Cuauhtli-Cuauhxicalli guardaba los corazones y la sangre de las
víctimas de sacrificios, de forma tal que las deidades, al descender de los cielos,
pudieran alimentarse con las ofrendas [Figura 3].
En el antiguo México, la cuauhtli (águila) simbolizaba al sol y al mismo tiempo a un
guerrero fuerte que combatía a los poderes de la noche bajo la dirección de su deidad
rectora, Huitzilopochtli, el dios de la guerra. El águila era un símbolo importante en los
tiempos antiguos, puesto que era la responsable de alimentar al sol con los corazones
y la sangre de las víctimas de sacrificios, que le daban al sol la energía que
necesitaba para su viaje cotidiano a través del cielo. Esta vasija tiene que ver con una
creencia fundamental relacionada con la visión azteca del mundo –que la vida y la
muerte están unidas. La muerte debe tener lugar para que pueda existir la vida,
haciendo así de los sacrificios humanos un componente necesario para garantizar la
supervivencia tanto del sol como del universo, y en consecuencia, de la vida humana.
Esta vasija de ofrenda es un magnífico ejemplo de la fina maestría del escultor azteca.
Esculpida como si el artista buscara realizar una imitación en piedra del ave
verdadera, el ojo del águila está rodeado de delicadas plumas, mientras que su cola
ha sido hecha con plumas más largas que caen en forma vertical. Los detalles de esta
vasija son ricos en textura y forma.
La Piedra Dedicatoria
Esta placa de piedra verde habilidosamente tallada fue hecha para conmemorar la
terminación del Templo de Huitzilopochtli en Tenochtitlán, en el año de 8 Caña o 1487
8
[Figura 4]. Todavía no se sabe dónde estuvo ubicado este panel originalmente, pero
los paneles en relieve con fechas, como el que nos ocupa, por lo general se
empotraban en la arquitectura como escaleras y plataformas de pirámides. Piedras
muy similares a ésta han sido encontradas en el Templo Mayor de Tenochtitlan, y esta
placa probablemente formara parte de aquellas.
En la mitad inferior de la piedra, el glifo 8 Caña aparece tallado con un diseño
abstracto de contornos dobles. La mitad superior de la piedra es similar al labrado del
Relieve de la Banqueta y de la Piedra de Tizoc. En la placa, los gobernantes Ahuitzotl
y Tizoc aparecen ataviados como sacerdotes, sosteniendo bolsas de incienso y
perforando sus orejas con un hueso. Tizoc gobernó entre 1481 y 1486, y su hermano
Ahuitzotl le sucedió y gobernó desde 1486 hasta 1502. La sangre fluye de sus
cabezas hacia el interior de un incensario, y está representada como una serpiente
dentro de las fauces del monstruo del borde de la tierra. Entre los dos emperadores,
hay una bola de heno de sacrificios, o zacatapayolli, con los perforadores de hueso o
espinas de maguey que se usaban para los autos-sacrificios (sangrías) clavados en
ella. Hay también chorros de sangre que fluyen de las heridas de cada una de sus
piernas. Ambos reyes aparecen identificados con sus glifos propios. Tizoc con su glifo
de “pierna sangrante”, y Ahuitzotl con el ser acuático de cola enrizada. Ambos reyes
se muestran de perfil, con sus cabezas y piernas apuntando hacia los lados, mientras
sus torsos aparecen completamente de frente. Están descalzos, lo cual es un símbolo
de divinidad. Arriba de los dos hombres se observa la fecha 7 Caña, cuyo significado
no queda claro.
Esta piedra muestra un acto de devoción. Según Matos y Solís (2002), los aztecas
creían que los seres humanos podían llegar a la inmortalidad a través de sus buenas
acciones, tales como actos de devoción llevados a cabo para los dioses. El deber de
cada gobernante o tlatoani era ampliar el Templo Mayor de Tenochtitlan, dedicado a
los dioses patronos de los mexicas, Huitzilopochtli y Tlaloc. Esta placa revela el mismo
concepto. Tizoc comenzó con las ampliaciones del Templo Mayor, y su hermano
Ahuitzotl llevó a cabo la finalización del proyecto. También ambos emperadores están
realizando su acto de sacrificio, que implica la ofrenda de espinas de maguey o
perforadores de hueso cubiertos con su propia sangre insertos en una zacatapayolli
para la madre Tierra.
La Piedra de los Guerreros
Descubierta en 1897 cerca de la plaza mayor en Ciudad de México, la Piedra de los
Guerreros está llena de relieves de guerreros en procesión, portando sus armas
[Figura 5]. De acuerdo con lo que describe Pasztory (1983), los soldados se
aproximan a un símbolo de sacrificio totalmente armados para la batalla, y luciendo
cada uno un tocado diferente; se acercan a la bola de heno, o zacatapayolli. Es
posible que en algún momento hubiera un gobernante de pie junto a la bola de heno,
pero el paso del tiempo ha desgastado la piedra y la imagen no es clara. Estos 14
9
guerreros tallados podrían representar el gran poderío y fuerza de la ciudad de
Tenochtitlan y hasta del imperio azteca.
Sobre la escultura, aparece labrada la imagen del monstruo de la tierra (ya sea
Tlaltecuhtli o Itzapapalotl) simbolizando al devorador de sangre y corazones humanos.
La tierra cubre los cuerpos físicos de los muertos y se alimenta de ellos, y necesita del
sagrado líquido de la sangre para estar en equilibrio con el universo.
La Piedra de los Guerreros probablemente en algún momento haya funcionado como
un altar o un trono, debido al hecho que la depresión en el centro fue hecha durante el
período colonial.
El Relieve de la Banqueta
Hasta que se produjo el hallazgo de una escultura de Chacmool temprana, el Relieve
de la Banqueta estaba considerado como una de las más antiguas esculturas aztecas
jamás encontradas [Figura 6].
Según Pasztory (1983), el Relieve de la Banqueta se compone de 52 paneles que
fueron retirados y vueltos a usar para reconstruir edificios en Tenochtitlan. Hay un
importante emblema representado en las piedras centrales del monumento, que
muestra la bola de heno para el sacrificio (zacatapayolli) con espinas y huesos
humanos clavados, utilizados para extraer sangre. Dos guerreros rodean a la bola de
hierba sacrificial con espinas. Estos guerreros pertenecen a los altos rangos de la
sociedad azteca a juzgar por sus vestimentas, que incluyen sus tres tipos de tocados,
uno con la diadema de turquesas de un jefe, un tocado de plumas asociado a un gran
señor, y un tocado de dos plumas, que señala una posición alta. Los guerreros
también portan armas tales como lanzadardos (atlatl), lanzas, y escudos.
Todas las imágenes representan seres humanos, con excepción de la que se
encuentra a la izquierda, una de cuyas piernas termina en una representación de
humo en lugar de una pierna humana. Según Pasztory (1983), la figura con la pierna
de humo combina elementos humanos y divinos. La persona de rasgos divinos está
disfrazada como el dios Tezcatlipoca, con el espejo humeante sobre su cabeza, y está
conduciendo a los demás guerreros-nobles aztecas a la batalla. La barra nasal, así
como su tocado con diadema de turquesas, son símbolos de realeza. La figura de la
izquierda podría representar a un rey de Tenochtitlan, posiblemente a Motecuhzoma I,
quien estaría orando, según lo sugiere el diseño de flor en rizo frente a su rostro. De
ser esto así, la fecha de este monumento oscilaría entre los años 1440 y 1469.
Sólo han quedado unos pocos rastros de la pintura de estuco usada para decorar el
Relieve de la Banqueta. Los aztecas pueden haber hecho una imitación, en este
relieve, del relieve de una banqueta tolteca, puesto que se asemeja muy de cerca a
los prototipos toltecas. El relieve de la banqueta de Tula en el Palacio Quemado
también muestra una procesión de guerreros, con bordes en forma de serpiente
10
emplumada. Una tendencia azteca en este relieve es la bola sacrificial de hierba en el
centro, que funciona como símbolo penitencial y destaca la imagen del gobernante
azteca.
El Teocalli de la Guerra Sagrada (Piedra del Templo)
La Piedra del Templo, que Alfonso Caso denominó teocalli (templo) de la Guerra
Sagrada, es una conmemoración de la Ceremonia del Fuego Nuevo de 1507, la
guerra sagrada, y del poder imperial de los mexicas [Figura 7].
La Piedra del Templo está compuesta por dieciséis imágenes y seis glifos en sus dos
lados, que toman la forma de un templo azteca. Una escena de un mundo natural con
un águila y un cactus en la parte de atrás de la escultura alude a la fundación de
Tenochtitlan [Figura 8]. De acuerdo con la leyenda de la migración, el dios patrono
Huitzilopochtli les dijo que construyeran un asentamiento en el lugar donde vieran un
águila posándose sobre un cactus que creciera en un lago [Figura 9]. Cuando los
mexicas vieron esta imagen, fundaron Tenochtitlan sobre el lago Tetzcoco.
Arriba de este monumento colosal aparece la fecha 2 Casa (1325), indicando que ésta
fue la fecha de la fundación tradicional de la capital azteca. La totalidad del
monumento simboliza la capital azteca de Tenochtitlan elevándose sobre el lago
Tetzcoco. El monumento mismo combina elementos de un trono real, de un templo, y
un haz de año. Para los aztecas, el templo mayor en una ciudad representaba el
símbolo de esa ciudad, y en los manuscritos, un templo ardiendo mostraba que la
ciudad había sido conquistada. En Mesoamérica los templos tenían forma de pirámide
para simbolizar a las montañas, lugares de la fertilidad y de la creación donde se
guardaban las matrices de la creación, que eran las cuevas mismas. La palabra
ciudad en Nahuatl es altepetl, que quiere decir “montaña-agua”.
Algunos eruditos sugieren que la Piedra del Templo era en realidad un trono real con
significado iconográfico. Este monumento fue hallado en el palacio de Moctezuma II
en 1831, y puede haber funcionado como su trono simbólico o verdadero. La escultura
también está relacionada con haces de año que representan los 52 años de un siglo
azteca. Los años 2 Caña (glifo de la Ceremonia del Fuego Nuevo), 1 Cuchillo de
pedernal, y 1 Muerte aparecen representados en la escultura de piedra. En opinión de
Pasztory (1983), durante los festejos importantes los haces de año se usaban como
asientos para la nobleza, haciendo así de la Piedra del Templo un trono real, un
símbolo de la capital azteca de Tenochtitlan como pirámide montaña, y del ciclo de 52
años. En la parte superior de la piedra hay un disco solar que muestra el glifo 4
Movimiento. El disco está flanqueado por un dios, o un sacerdote vestido como el dios
Huitzilopochtli a la izquierda, y por Moctezuma II a la derecha [Figura 7]. El disco solar
simboliza la dedicación azteca a un culto solar y una nueva era de gobierno. Tanto el
dios como el rey humano portan cuchillos de sacrificio y huesos para extraer sangre.
Arriba del disco solar aparece una bola de heno de sacrificios llena de espinas para
extraer sangre. En cierto sentido, la Piedra del Templo está siendo en sí misma
11
coronada por un emperador azteca y una deidad patrona, quienes están extrayéndose
sangre de sacrificio como símbolo solar de la luz, la vida, y el tiempo.
En contraposición con esta imagen de vida está la representación de la muerte,
debajo del disco solar y sobre el asiento. Debajo del disco solar se encuentra el
Monstruo de la Tierra (Tlaltecuhtli) con un cinturón de calaveras que simboliza el
poder voraz de la tierra. Más aún, el Monstruo de la Tierra aparece flanqueado en
ambos lados por armamento, como escudos, lanzas, y estandartes de guerra, todos
ellos representando emblemas de guerra. Las vasijas de cuauhxicalli, representadas
por primera vez en un monumento de la realeza, están ornamentadas con plumas de
águila y manchas de jaguar, por lo que son símbolos de las órdenes aztecas guerreras
del águila y el jaguar. Así, la escultura es un monumento a la guerra sagrada con la
que los mexicas están conquistando la Tierra.
A ambos lados de la escultura de piedra hay un par de imágenes sedentes con
mandíbulas esqueléticas que lucen taparrabos triangulares y tocados de plumas,
galas típicas del guerrero azteca [Figura 10]. Podrían representar a los antepasados
de los aztecas, a los antiguos gobernantes que precedieron a la conquista mexica, o a
las deidades aztecas, puesto que la imagen de la izquierda tiene el bigote y las
antiparras que se le atribuyen a Tlaloc, el dios de la lluvia. Otra figura luce una
diadema real, y podría tratarse ya sea de un gobernante o de Xiuhtecuhtli, el dios del
fuego. Los aztecas asociaban a Tlaloc y a Xiuhtecuhtli con civilizaciones más
antiguas, especialmente con los toltecas; ellos creían que Tlaloc era el dios patrono de
los toltecas. Los aztecas comprendían la importancia de honrar a los antepasados, y
buscaban ganar el apoyo espiritual de ellos para el Imperio. Según Pasztory (1983),
cuando alguien como Moctezuma II se sentaba en este trono real, de manera
simbólica bien podría estar descansando sobre la cima de la tierra, del inframundo,
cargando sobre sus espaldas al sol y al antiguo pasado de los ancestros. También, el
glifo que representa a 1 Cuchillo de pedernal, junto a Huitzilopochtli, es la fecha mítica
de cuando los aztecas iniciaron su migración desde Aztlán. Motecuhzoma II glorifica
su herencia y sus antepasados luciendo un tocado de plumas sujetas con palitos. Así
era el tocado que usaban los chichimecas, antepasados nómades de los mexicas. La
Piedra del Templo da forma al concepto de la continuidad inquebrantable de la
dominación azteca y tolteca, y el derecho de los aztecas a reemplazar a la civilización
tolteca por medio de la conquista, la muerte por sacrificio, y la guía divina de
Huitzilopochtli.
La Piedra del Sol
Labrada a fines del período Posclásico, en 1479 o año de 13 acatl durante el reinado
del sexto emperador Axayacatl, este muy elaborado monumento al sol en sus muchas
manifestaciones es también conocido como el Calendario de Piedra y como el
Calendario Azteca, aunque en realidad no fue usado nunca como calendario [Figura
11]. La piedra también representa los sacrificios humanos relacionados con el culto de
Tonatiuh, dios del sol.
12
En el centro de la Piedra del Sol, el rostro arrugado de un Tonatiuh de cabellos rubios
aparece representado con la lengua colgando vorazmente de su boca con la forma de
un cuchillo de sacrificios de obsidiana. (Algunos eruditos creen que en realidad la
deidad sería Tlaltecuhtli, el sol nocturno del inframundo). Las arrugas indican su
avanzada edad, y sus cabellos rubios lo asocian con el sol dorado. Pero es la lengua
lo que lo conecta de manera tan gráfica con los sacrificios humanos, tan hambrienta
está de sangre humana [Figura 12].
Tonatiuh se encuentra rodeado por el símbolo Nahui Ollín, fecha en la cual el actual
sol del movimiento (el Quinto Sol) fue creado en Teotihuacan. En los cuatro rebordes
del signo Ollin aparecen los nombres de las cuatro creaciones anteriores, que son
Cuatro Jaguar, Cuatro Viento, Cuatro Lluvia, y Cuatro Agua. Junto a estos rebordes y
representadas como un mapa cosmológico, están las cuatro direcciones o puntos
cardinales del Universo. El Norte es el tocado de un guerrero, que simboliza el poder
militar de los mexicas y su creciente imperio. El Sur es un mono y representa una
parte de uno de los soles o edades anteriores en el mito de la creación. El este es una
daga de obsidiana o tecpatl que representa los sacrificios humanos. El Oeste es el
Tlalocan, la casa de Tlaloc, dios de la lluvia, y simboliza al agua, esencial para la
supervivencia del hombre.
En el siguiente círculo exterior aparecen los 20 días del mes. El Calendario Solar
estaba compuesto por 18 períodos de 20 días más cinco días llamados nemontemi
(días inútiles y sin nombre). Comenzando desde la posición del símbolo del Norte y
siguiendo en dirección de las agujas del reloj, los nombres en náhuatl de los meses
corresponden con la figura tallada en cada caja que forma el círculo. En este orden,
son: Cipactli (Cocodrilo), Ehecatl (Viento), Calli (Casa), Cuetzpallin (Lagarto), Coatl
(Serpiente), Miquiztli (Muerte), Mazatl (Venado), Tochtli (Conejo), Atl (Agua), Itzcuitli
(Perro), Ozomatli (Mono), Malinalli (Planta, Hierba), Acatl (Caña), Ocelotl (Jaguar),
Cuauhtli (Águila), Cozcacuauhtli (Buitre), Ollin (Movimiento), Tecpatl (Pedernal u
Obsidiana), Quiahuitl (Lluvia), y Xochitl (Flor). Fuera de este círculo, hay ocho puntas
de flecha que simbolizan a los rayos del sol desparramándose por todo el Universo y
apuntando hacia todas las direcciones.
El círculo de más afuera muestra los cuerpos de dos serpientes de fuego que
circundan a la Piedra del Sol [Figura 11]. Estas serpientes simbolizan la conexión
entre el mundo superior y el mundo inferior, y sirven como el axis mundi (eje) que une
los dos mundos opuestos. Sus bocas abiertas en la parte inferior representan al
inframundo. Dos cabezas emergen de estas bocas abiertas: Quetzalcoatl, en su
personificación de Tonatiuh (el sol) a la derecha, y Tezcatlipoca en su personificación
de Xiuhtecuhtli (el dios de la noche) a la izquierda. Estos dos dioses tienen sus
lenguas afuera y en contacto una con la otra, representando así la continuidad del
tiempo. Esta interacción simboliza la lucha cotidiana de los dioses por su supremacía
en la Tierra y en los cielos. En otras palabras, las lenguas que se tocan una a la otra
significan la salida y la puesta del sol, que están siempre en contacto.
13
La Piedra del Sol simboliza la destrucción del Quinto Sol y actúa como una
celebración de la creación del mundo donde las fuerzas de la creación y de la
destrucción realizan papeles iguales. La iconografía también indica que la Piedra del
Sol es un testamento a la victoria azteca. El glifo encima de I Cuchillo de Pedernal
marca el día en que los aztecas iniciaron la migración desde Aztlán, su patria original.
De acuerdo con Pasztory (1983), esta fecha era importante desde el punto de vista
histórico; ese año, 1428, los aztecas vencieron a los tepanecas y se convirtieron en
los nuevos gobernantes del Valle de México. En ese contexto, la Piedra del Sol
refuerza la creencia según la cual el reinado del imperio azteca estaba destinado a
constituir una nueva era en Mesoamérica.
Las Piedras de Tizoc y de Motecuhzoma I
La Piedra de Tizoc muestra las victorias de Tizoc, quien fuera emperador de 1481 a
1486, y es una obra maestra de un intrincado labrado en piedra [Figura 13]. Pasztory
(1983) dice que la monumental Piedra de Tizoc es la primera de su clase que pudo ser
fechada y asociada a un rey conocido. En 1988 se descubrió una piedra similar
dedicada al rey Motecuhzoma I [Figura 14]. Estas piedras, llamadas temalacatl, muy
probablemente fueron usadas para el sacrificio gladiatorio de importantes guerreros
capturados. Las cavidades que cada una de ellas presentan en el medio de un disco
solar sugieren que también fueron usadas como cuauhxicallis, vasijas donde se
depositaban los corazones de las víctimas sacrificadas.
En la Piedra de Tizoc, el rey, retratado aquí bajo la apariencia del dios Tezcatlipoca, y
sus conquistas, quedaron glorificados en la piedra. Se la identifica por su glifo, el
símbolo de pierna. En la parte superior del cilindro hay un disco solar con ocho rayos.
Junto al cilindro, un borde de cielo decora la parte superior y un registro que expresa
las fauces del monstruo de la tierra bordea la parte inferior. El friso entre ambos
extremos muestra a quince guerreros aztecas sujetando a sus víctimas cautivas por
los cabellos. Cada uno de los quince guerreros conquistadores luce un espejo
humeante en su tocado, símbolo de Tezcatlipoca, el dios de las formas cambiantes y
protector de los guerreros. Tizoc es el único guerrero que luce el casco de colibrí del
dios Huitzilopochtli.
Solamente uno de los quince guerreros fue identificado como Tizoc; el resto
posiblemente fueran capitanes bajo su mando [Figura 15]. Pasztory (1983) dice que
los aztecas tenían quince señores, o quince distritos en la ciudad a los que se referían
como calpulli, y el número quince tal vez fuera el símbolo de las divisiones políticas y
militares de los mexicas, que lideraba Tizoc. Los cautivos representan a sus
gobernantes, puesto que al vestirse como las deidades principales de sus ciudades,
combinan atributos humanos y divinos. Dos figuras femeninas presentes están
asociadas con las deidades femeninas patronas de Culhuacan y Xochimilco. Era una
tradición entre los aztecas apoderarse de algunos ídolos locales de una ciudad
conquistada para llevarlos a un templo especial en Tenochtitlan. La piedra sugiere
que estos eventos tienen lugar tanto en el terreno humano como en el divino, donde
14
los emperadores históricos conquistan pueblos específicos mientras que las deidades
aseguran el triunfo o el fracaso.
Según Pasztory (1983), algunas de las conquistas que aparecen en la escultura no
están atribuidas a Tizoc sino a sus antepasados. Los glifos asociados con los pueblos
capturados sugieren que representan las grandes conquistas aztecas hasta los
tiempos de Tizoc, o podrían corresponder a ciertos grupos étnicos más que a
ciudades. El Códice Mendocino le atribuye 14 conquistas a Tizoc, pero el monumento
probablemente esté conmemorando las conquistas de la expansión azteca
encarnadas en el emperador Tizoc.
La Piedra de Tizoc se inspiró en la pintura de los manuscritos Mixteca -Puebla, lo cual
se hace evidente por la similitud del borde del disco solar y el borde del monstruo de la
tierra con las imágenes de los documentos Mixteca-Puebla. Asimismo, cada uno de
los cautivos aparece identificado con su propio glifo, lo cual indica que están
identificados según la tradición de los códices históricos Mixteca-Puebla. La piedra
muestra también que los aztecas estaban imitando deliberadamente a los modelos
toltecas, al elaborar su propio arte imperial. La referencia a los modelos toltecas se
limita únicamente a detalles en las vestimentas de los guerreros, que lucen el
ornamento de mariposas en el pecho como los que usaban los Atlantes de Tula
[Figura 16]. Sin embargo, el uso de una imagen histórica en un entorno cósmico para
decorar un objeto ritual es especialmente azteca en su origen, y los dioses patronos
de los aztecas aparecen más enfatizados en la piedra.
La piedra como un todo representa al imperio azteca, originado a través de la
conquista, y a la conmemoración del reinado de Tizoc. Resulta de interés notar que el
glifo que se encuentra junto al prisionero de Tizoc es el de su primera campaña,
Matlatlan. Es irónico que Tizoc fue el líder militar mexica con menos victorias en su
haber, y su primera campaña en Matlatlan resultó un desastre total; el monumento
equivale a propaganda política para glorificar el poder azteca. Tizoc es mejor conocido
por sus importantes contribuciones en el campo de la arquitectura, no de la guerra.
Probablemente la piedra estaba destinada a formar parte de su nuevo proyecto de
arquitectura monumental, que llevaba implícita la reedificación de muchos de los
templos del recinto sagrado de Tenochtitlan (véase la Sección de Arquitectura).
El Retrato de Motecuhzoma II
Encargado en el año 1519 cuando el emperador contaba 52 años de edad, este
retrato monumental de Motecuhzoma II fue tallado en el acantilado de un cerro de
Chapultepec (Cerro del Chapulín o saltamontes), un santuario sagrado de montaña
valorado por sus muchas vertientes de agua dulce [Figura 17]. Chapultepec era
importante para los aztecas porque fue el lugar donde inicialmente tuvieron su
asentamiento, eligieron a su primer rey, e hicieron el primer sacrificio humano para
llevar sangre y corazones a los dioses. Los emperadores aztecas utilizaron este cerro
para tallar los retratos de ellos mismos en la roca viva.
15
De acuerdo con Pasztory (1983), los gobernantes aztecas querían erigir retratos que
duraran más que las imágenes creadas para los emperadores toltecas. Tal vez en
observancia de las profecías referidas a su caída, Motecuhzoma II deseaba una
imagen permanente de sí mismo en un momento muy cercano a las primeras noticias
sobre el arribo de los exploradores españoles. Chapultepec también era un lugar que
representaba a los antepasados de la realeza azteca, y se dice que el último
gobernante tolteca, Huemac, desapareció con todos sus tesoros en el interior de una
cueva, en el cerro. Según Chimalpahin, Motecuhzoma estaba buscando el consejo de
Huemac acerca de cómo tratar con los colonizadores y la manera de escapar de ellos.
El monumento aparentemente fue terminado en 30 días por 14 escultores. Si bien la
imagen está muy deteriorada, está claro que Motecuhzoma II aparece ataviado con su
vestimenta militar en la forma de Xipe Totec, el dios de la agricultura y la fertilidad, y la
deidad patrona de quienes se dedicaban a trabajar los metales preciosos (véase el
Capítulo 6). En algún momento, la figura fue de tamaño natural y muy realista, siendo
ésta una característica en el patio de esculturas de Moctezuma II. Él aparece
identificado por su glifo, la nariguera y el tocado real, y hay varias fechas que se
refieren a su reinado: 2 Caña (1507) representa la ceremonia del Fuego Nuevo; el glifo
1 Cocodrilo probablemente indica la fecha de su coronación; y la fecha 1 Caña (1519),
señala el momento del arribo de los europeos en lo que más tarde pasaría a ser la
Nueva España.
La Espiral de Concha de Caracol
Este caracol, o concha espiral de caracol, fue hallado en el Templo Mayor de
Tenochtitlan [Figura 18]. La escultura muestra cuán habilidosos eran los artistas hacia
fines del período Posclásico (1250-1521) para crear figuras naturalistas relacionadas
con metáforas simbólicas. Probablemente fue usado como instrumento musical
(tecciztli) en las festividades y para anunciar la llegada de una guerra. El caracol
también pasó a ser un emblema del viento, cuando se cortaba transversalmente
(ehecailacacozcatl). De manera sorprendente, todavía muestra restos del estuco
original y pintura azul, que lo conectan con el adoratorio de Tlaloc.
Según Matos Moctezuma y Solís (2002), en la cosmovisión azteca el universo era una
capa de agua que existía debajo de la tierra, y el agua estaba habitada por animales
fantásticos como el cipactli o lagarto. Como un aspecto de estos dominios acuáticos,
la concha de caracol constituía un elemento importante en la iconografía azteca como
símbolo de fertilidad, vida, y creación. En Mesoamérica las conchas estaban
asociadas con el dios Tlaloc, aquel que traía el agua y la lluvia. Las conchas de
caracol se encontraron próximas a los altares, lo cual indica que éstas pudieron haber
sido importantes para los rituales religiosos como amuletos y como ofrendas a Tlaloc
para obtener su bendición.
16
Tlaltecuhtli (el Dios de la Tierra)
Esta es la cara externa de la base de una cuauhxicalli que representa a Tlaltecuhtli, el
monstruo de la tierra [Figura 19]. En este caso, el dios de la tierra está representado
como un “dios descendente”, con su boca descarnada; dos chalchihuites (piedras
preciosas) decoran sus mejillas, y una piedra de pedernal da forma a su lenguacuchillo ornamentada. En sus espaldas lleva una calavera. Este monumento
representa el poder devorador de la tierra que necesita de sacrificios humanos a fin de
mantenerse con vida y continuar otorgando fertilidad.
Tlaltecuhtli del Metro (Dios de la Tierra)
Según Matos y Solís (2002), esta escultura fue hallada durante la construcción de una
línea del metro en Ciudad de México, y debido a sus similitudes con la estatua de la
Coatlicue, se pensó que era una representación de la diosa misma; por lo tanto, se la
llamó en principio la Coatlicue del Metro [Figura 20]. Pero, recientes investigaciones
han revelado la verdadera identidad de la escultura: ésta muestra la primera
representación conocida de Tlaltecuhtli, o Señor de la Tierra, esculpida en bulto (una
escultura a la que se le dio una forma tridimensional para que el observador pudiera
verla caminando alrededor de ella).
Tlaltecuhtli posa, con las piernas cruzadas y manos con forma de garras, como un
devorador de restos humanos. Luce el collar enhebrado con corazones y manos
humanas y un adorno en la espalda con una calavera, un collar similar al de la
Coatlicue. Su rostro es parecido al que se observa en el centro de la Piedra del Sol,
que simboliza una conexión con Tlachi-Tonatiuh, o el Sol Subterráneo. Este Sol
Subterráneo constituía la parte nocturna del viaje del sol, en su viaje alrededor del
mundo.
Matos y Solís (2002) sugieren que este dios representa la encarnación de la tierra,
que es el lugar final donde descansan los restos humanos. Como tal, esta figura
también es un monumento a la muerte y los sacrificios, que son necesarios para
sustentar la vida y persuadir a los dioses para que mantengan el mundo en equilibrio.
Según Pasztory, la figura es una personificación de la fuerza voraz de la tierra que
necesita ser alimentada con víctimas de sacrificios humanos.
La figura del Dios de la Tierra evidencia la gran maestría con que se contaba para
tallar en tres dimensiones durante los reinados de Ahuitzotl y Motecuhzoma II.
Coatlicue
La obra maestra de la escultura en piedra de los aztecas y de Mesoamérica toda, es la
espectacular representación de la diosa Coatlicue [Figura 21]. La Coatlicue [La de la
Falda de Serpientes] es la diosa de la Tierra y una diosa-madre; es al mismo tiempo
una diosa de la fertilidad y la destrucción, uniendo la dualidad de la vida y la muerte en
una visión abrumadora y aplastante.
17
Su estatua es un testamento sublime del principio rector de la escultura azteca: la
abstracción del todo y el realismo del detalle. La figura en su totalidad representa la
idea de la fuerza cósmica que da vida y se renueva a sí misma en la muerte; ella es la
concepción cósmico-religiosa de la diosa de la Tierra en sus dos papeles de matriz y
tumba. En contraste con ello, los detalles de la escultura son de tipo realista: dos
cabezas de serpiente se juntan, hocico contra hocico, para crear una única e
impresionante cabeza de monstruo; las manos aparecen como serpientes que
simbolizan la renovación de la naturaleza; serpientes entrelazadas dan forma a su
falda y justifican a su nombre; luce un collar enhebrado con manos, corazones, y la
calavera de una víctima de sacrificio; dos senos de de anciana le cuelgan del pecho,
agotados por toda una eternidad de alimentar a todas las criaturas; una serpiente
gruesa le cuelga de entre sus piernas en forma de pene simbolizado; los ojos y
colmillos que aparecen en sus pies son fauces monstruosas que simbolizan el poder
devorador de la Tierra. Dos serpientes dan forma a su rostro, las cuales simbolizan
ríos de sangre que corren de su cuello decapitado, de acuerdo con lo que explica el
mito de Coatepec. Está en la postura de una víctima de sacrificio.
Según Pasztory (1983), la estatua colosal de la Coatlicue representa la mente dual de
los aztecas. En el centro de la figura se observa un gran contraste de fuerzas
opuestas, donde los senos se muestran detrás de la calavera, los dos símbolos de la
vida y la muerte. La escultura es simultáneamente pasiva y activa, monstruo y víctima.
Los brazos están alzados en un gesto de temor, y lleva un collar hecho con trofeos de
manos y corazones con calaveras que cuelgan por enfrente y por detrás.
El tallado en la parte inferior de la escultura es el del dios Tlaltecuhtli en su típica
posición acuclillada de monstruo de la tierra, y disfrazado de dios Tlaloc, el traedor de
agua [Figura 22]. Coatlicue es la madre de Huitzilopochtli, quien es decapitado por su
hija Coyolxauhqui, haciendo de ella la madre de la Tierra que dio a luz a los aztecas.
Otra identificación posible de esta magnífica obra de arte es que se trata de
Cihuacoatl, o mujer serpiente, una diosa que encarna al aspecto voraz de la Tierra.
Cihuacoatl era la diosa patrona de Culhuacan, una comunidad dinástica gobernante
relacionada con los toltecas, de donde los emperadores de Tenochtitlan decían
proceder. Por lo tanto, Coatlicue es la variante azteca de Cihuacoatl, quien
simbolizaba a la madre-Tierra tolteca de los mexica.
Esta estatua colosal, uno de los más grandes monumentos surrealistas del mundo, no
debe ser juzgada según los tradicionales cánones artísticos europeos; su monstruosa
solemnidad expresa la energía dramática y dinámica de la cosmovisión de una cultura
trágicamente destruida. Puede decirse que la estatua de Coatlicue no es ni cruel ni
buena; es sólo la manifestación artística de la realidad azteca de la vida y la muerte,
expresada de manera monumental. Una escultura casi idéntica conocida como
Yollotlicue, puesto que lleva una falda de corazones en vez de serpientes
entrecruzadas, se conserva en el Museo Nacional de Antropología, en la ciudad de
México.
18
Con el advenimiento de la conquista española, la diosa madre Coatlicue en su
carácter de madre de Huitzilopochtli, principal dios azteca, pasó a quedar identificada
como la Virgen de Guadalupe, una Virgen María indianizada, madre del dios cristiano
Jesucristo [Figura 23]. Esta imagen simboliza la identidad e integración del actual
pueblo mexicano.
La Coatlicue de Coxcatlan
Esta figura es otro monumento a la Coatlicue, madre de Huitzilopochtli [Figura 24].
Fue hallada en el pueblo de Coxcatlan, en el estado de Puebla. Según Matos y Solís
(2002), el nombre Coatlicue quiere decir “falda de serpientes”, una representación de
la superficie de la tierra, que los mexicas consideraban estaba compuesta por una red
de serpientes. Coatlicue representa el ciclo de la vida y la muerte. En esta imagen
aparece representada con manos como garras levantadas en posición agresiva y con
una cabeza en forma de calavera, reclamando cuerpos de seres humanos. Ella es la
diosa-madre de la humanidad y alimenta al sol y a la luna, y en reciprocidad, necesita
sacrificios humanos. Sus adornos e incrustaciones de turquesa todavía son visibles.
Los agujeros de su cabeza probablemente se usaron para insertar cabello humano, de
manera tal que la escultura pareciera viva.
Cihuacoatl
Esta figura es una representación de Cihuacoatl, una poderosa diosa de la Tierra
[Figura 25]. También representa a la fertilidad, al dar la vida y guardar las almas de los
muertos. Cihuacoatl quiere decir mujer serpiente, lo cual hace de ella una deidad
mitad humana, mitad serpiente. El ser divino es mostrado emergiendo de las fauces
de una serpiente, con una larga lengua bífida que le sale de la boca. Cihuacoatl
también está relacionada con Xochiquetzal, la diosa de las flores, y ambas están
asociadas con la fertilidad del aspecto femenino del cosmos.
La diosa Cihuacoatl también tenía una importancia política, indicada por el uso de su
nombre; cihuacoatl era el título del funcionario (primer ministro) que le seguía en
autoridad al gobernante, conocido como tlatoani. El trabajo del cihuacoatl tenía que
ver en principio con los asuntos domésticos, mientras que la posición de tlatoani
implicaba gobernar sobre la guerra y las relaciones exteriores. De este modo, la
acción de gobernar estaba dividida en dos cargos, con el tlatoani en el papel de
Huitzilopocthli, el dios sol mexica, y el cihuacoatl, en el papel de la madre- Tierra
tolteca. Pasztory sugiere que esta situación simboliza una relación dual que une
fuerzas opuestas, tales como lo viejo y lo nuevo, la guerra y la fertilidad, la vida y la
muerte, lo mexica y lo tolteca, y conquistadores y conquistados.
Xiuhtecuhtli-Huitzilopochtli
El dios representado en este monumento es mostrado como un hombre joven que
luce un ropaje ritual [Figura 26]. Sus manos probablemente fueron hechas para que
19
sostuvieran armas o estandartes. A esta figura también se la conoce como El Portador
del Estandarte. Según Matos y Solís (2002), la figura está luciendo las ropas usuales
de un guerrero, que se describen como un taparrabo rectangular rayado, con una tela
triangular puesta encima. También está relacionado con el sol, que está representado
por las sandalias con los talones adornados con rayos de sol y por una capa con la
forma de una cola de xiuhcoatl, o serpiente de fuego. Aparece representado como un
guerrero listo para la batalla. Su nombre calendárico, Nahui Cipactli (4 Lagarto) está
puesto en la parte posterior de su cabeza. También, la cabeza está llena de pequeños
agujeros en los que se insertaba pelo, para que la figura pareciera más realista, en
tanto que los ojos y los dientes todavía conservan las incrustaciones originales de
concha y obsidiana. Fue encontrado en Coxcatlan, en el estado de Puebla.
Relieve de la Coyolxauhqui
Esta piedra ovalada de gran tamaño, que alguna vez estuvo pintada con colores
brillantes, es un ejemplo impresionante de las cumbres artísticas a las que llegaron los
artesanos mexicas. Cuenta con una superficie superior plana con la imagen de una
diosa desmembrada labrada en bajorrelieve. Se la identificó como Coyolxauhqui, la
diosa de la luna, por los símbolos de su cabeza: cabello adornado con plumas,
orejeras con la forma del dios del fuego, y cascabeles de oro en sus mejillas [Figura
27a]. Su rostro muestra la banda y sonajas que la identifican como la Coyolxauhqui,
que quiere decir aquella que tiene cascabeles o sonajas en las mejillas. La diosa ha
sido representada desnuda, con grandes pechos que le cuelgan para la lactancia y
pliegues en el vientre. Tiene el torso rodeado por un cinturón de soga enhebrado a
través de una calavera. Es de importancia notar que el hecho de haber sido
decapitada y desmembrada confirma su papel de diosa de la luna, porque dichos
eventos están relacionados con la feminidad y las “mutilaciones” de las fases de la
luna.
Los miembros cortados dispuestos en forma de rueda giratoria indican que está
muerta. Está de perfil, con la cabeza mirando hacia el costado y el cuerpo
representado de frente. Este fue un recurso artístico diseñado para mostrar la totalidad
del cuerpo de la figura. Las articulaciones de sus rodillas y codos, así como los talones
de sus sandalias muestran monstruosas máscaras con colmillos. Dichas máscaras
habitualmente estaban relacionadas con figuras de monstruos de la tierra. Algunas
formas de la escultura se destacan por su realismo, como por ejemplo las arrugas
modeladas de las palmas de las manos. Sorprendentemente, no se hicieron glifos
para esta estatua. La Coyolxauhqui parece estar en una pose dinámica, casi como si
estuviera corriendo, como si hubiera sido esculpida en el instante preciso de caer por
el Monte de Coatepec, decapitada y desmembrada.
El lugar donde fue hallada proporciona un aspecto adicional de su significado. El
monumento fue colocado en el piso, frente al Templo de Huitzilopochtli, con la cabeza
apuntando hacia la escalinata. Se ha sugerido que la escultura podría estar señalando
el centro conceptual de Tenochtitlan, un punto marcado por los sacrificios y la
20
conquista. Esta también podría ser la primer imagen en hacer referencia a los mitos de
Huitzilopochtli como deidad principal de los aztecas y su triunfo en el Monte de
Coatepec, donde mató a su hermana Coyolxauhqui. Este monumento trabajado en
relieve debió haber sido un aterrador recordatorio para cualquiera que visitara
Tenochtitlan, de la muerte por sacrificio que le esperaba a todo aquel que fuera
considerado un enemigo de Huitzilopochtli y de su pueblo, los aztecas. Los sacrificios
humanos realizados en la cima del Templo Mayor constituían una repetición ritual de
la ejecución de Coyolxuahqui, una eterna confirmación del poder de Huitzilopochtli. De
este modo, el arte y la arquitectura proporcionaban un entorno para volver a
representar los eventos míticos e históricos.
La cabeza de la Coyolxauhqui
Esta cabeza colosal de Coyolxauhqui, diosa de la luna, fue la escultura más grande
jamás realizada utilizando diorita, otra piedra preciosa usada en Mesoamérica [Figura
28]. Muestra figuras de cascabeles talladas en cada una de sus mejillas, que la
identifican como Coyolxauhqui. La cruz con cuatro puntos indica que los cascabeles
eran de oro. De acuerdo con Pasztory (1983), los adornos de su nariz representan un
símbolo de día, típico de los dioses del fuego. Las conchas encima de su cabeza son
bolas de plumón, que simbolizan a las víctimas de sacrificios.
La cabeza de la diosa es una obra completa en sí misma; no se trata del fragmento de
otra estatua. Abajo, está tallada con un relieve de serpientes entrelazadas en un río de
agua y fuego (atl-tlachinolli, símbolo de la guerra), y una soga con plumas. Como la
diosa ha sido decapitada, de su cabeza manan ríos de sangre, representados por
dichas serpientes. Esto probablemente se refiera a la necesidad de alimentar a los
dioses con sacrificios humanos, proporcionados por la guerra.
Según la leyenda, Coyolxhauhqui fue decapitada por su hermano Huitzilopochtli por
tratar de matar a Coatlicue, la madre de ambos. La escultura representa la muerte de
la diosa y la fundación de la capital azteca de Tenochtitlán bajo la guía de
Huitzilopochtli; la fecha 1 Caña aparece representada en la figura, siendo la fecha de
la creación mítica del mundo. Esta cabeza probablemente fue hecha para la
dedicación del Templo Mayor, en 1487; en los registros consta que el rey Ahuitzotl
encargó una figura de Coyolxauhqui para el templo.
Xochipilli (Dios de las Flores)
El pintoresco pueblo de Tlalmanalco, que una vez fuera parte de la provincia de
Chalco, está situado al pie del volcán Iztaccihuatl en el Valle de México, y fue un
importante centro religioso en tiempos precolombinos además de una región famosa
por sus artistas. Según Durán (1967), esta región fue una de las réplicas de Tlalocan,
el exuberante paraíso de Tlaloc en las laderas inferiores del volcán Iztaccihuatl, que
estaba considerada como la montaña del sustento. Aquí se encontró la escultura de
Xochipilli, el dios azteca de las flores, la música, la danza y los festejos [Figura 29]. No
21
queda claro sin embargo si la estatua representa a un sacerdote que está usando la
máscara de Xochipilli o si la estatua representa al dios mismo.
Los relieves florales poco profundos e intrincados del cuerpo de Xochipilli muestran
una técnica precolombina de tallado plano y biselado. Los ornamentos florales que
decoran la totalidad del cuerpo de la figura determinan la identificación del dios. En
todos los lados del pedestal del monumento hay flores brotando, con una mariposa
que bebe el néctar en el centro representando el florecimiento del universo.
El dios está sentado y con las piernas cruzadas por los tobillos en una posición tensa,
pero la forma orgánica y cilíndrica de los músculos del dios hacen que se vea más
vivo y dinámico. La postura de Xochipilli sugiere a un chamán en medio de un trance
hipnótico de éxtasis alucinogénico. Está sentado realizando un vuelo chamánico hacia
Tlalocan, el paraíso exuberante de fertilidad y abundancia de los aztecas. Las tallas en
sus rodillas y en el pedestal son los glifos del teonancatl, los hongos alucinógenos
sagrados. En diversas partes de su cuerpo se observan representaciones de otras
plantas enteógenas como el tabaco, la ololiuhqui o maravilla, la sinicuichi, y
probablemente la datura o toloache.
Esta escultura indica que el estilo Chalco tenía una alta calidad ornamental.
La Serpiente Emplumada
Esta escultura muestra a una serpiente en posición enroscada con sus fauces
completamente abiertas para revelar lo afilado de sus dientes. La figura representa a
Quetzalcoatl (la Serpiente Emplumada), uno de los dioses más importantes del
panteón azteca [Figura 30]. Arriba de la figura aparece la fecha 1 Acatl, que es el año
en el cual Quetzalcoatl prometió regresar a la Tierra antes de desaparecer por el este.
La Serpiente Emplumada dio a los seres humanos los conocimientos relativos a la
agricultura y el arte, fundamentales para su supervivencia y para el desarrollo de sus
almas, y la pieza rinde homenaje al papel que juega en la fertilidad, la renovación, y la
transformación.
Tlaltecuhtli, el dios que devora restos humanos, aparece representado en la parte
inferior de la escultura. Su figura yuxtapuesta a la de la Serpiente Emplumada significa
la superficie verde de la tierra que cubre al inframundo voraz, lo que hacía de esta
escultura una pieza que celebraba la dualidad inherente al esfuerzo humano –la
fertilidad contrasta con la muerte por sacrificio, necesaria para sustentar la vida.
Xiuhcoatl (Cabeza de Serpiente de Fuego)
Esta colosal Xiuhcoatl con atemorizantes fauces abiertas con colmillos, fue hallada
cerca de la Ocelotl-Cuauhxicalli, o vasija de sacrificios del jaguar [Figura 31]. Su
tamaño y modelado son similares a los de la vasija de jaguar colosal, y es por ello que
ha sido atribuida al reinado de Motecuhzoma II. Esta imagen de la Serpiente de Fuego
22
le interesó al rey Motecuhzoma II debido a su ceremonia del Fuego Nuevo de 1507.
De acuerdo con el mito del nacimiento del dios patrono azteca Huitzilopochtli, la
Serpiente de Fuego Xiuhcoatl fue usada por Huitzilopochtli para decapitar a su
hermana, Coyolxauhqui. En dicha calidad de arma, la xiuhcoatl se transformó en un
emblema nacional y político.
Según Pasztory (1983), a través de los colmillos de la serpiente y su boca abierta
curvándose hacia atrás y hacia le parte superior de su cabeza, el cielo se conectaba
con la tierra, y los cuerpos celestiales viajaban a través del cuerpo de la criatura. Las
xiuhcoatls transportan al sol en su ciclo diario y representan a los rayos del sol;
comprensiblemente, están presentes en la Piedra del Calendario (la Piedra del Sol).
También simbolizan a la estación seca, en contraposición con las Serpientes
Emplumadas (Quetzalcoatl) que representan la estación fértil de las lluvias.
El Chacmool temprano en el Santuario de Tlaloc
Los chacmools, un tipo de figura escultórica, han sido hallados en distintos lugares de
Mesoamérica, especialmente en Tula, la capital tolteca, y en la ciudad maya de
Chichén Itzá. Las versiones mexicas de los chacmools reproducen rasgos toltecas,
incluyendo la postura reclinada, y un receptáculo o vasija situado sobre el estómago,
para las ofrendas. Se cree que los chacmools eran mediadores entre los seres
humanos y lo divino.
Este monumento que muestra a una figura masculina reclinada, fue descubierto
durante las excavaciones que se realizaron en 1979 en las pirámides gemelas
(Templo Mayor) de Tenochtitlán, sobre el piso del templo dedicado a Tlaloc [Figura
32]. Al igual que en Chichén Itzá, este chacmool fue colocado en el piso, a la entrada
de un templo importante. El chacmool podría representar uno de los ejemplos más
antiguos de escultura azteca. En opinión de Matos (1981), la figura podría fecharse
entre los años 1375 y 1427.
Aparte de ser de importancia para el templo de Tlaloc, esta figura es la primera
instancia de una copia azteca del arte monumental tolteca. Pasztory (1983) afirma que
el chacmool estuvo influenciado por el arte tolteca y que representaba la ascendencia
tolteca, puesto que Tlaloc también está asociado con los chacmools toltecas. En
algunas relaciones históricas, Tlaloc, el dios de la lluvia, incluso dio su aprobación a
los aztecas para que éstos se asentaran en Tenochtitlan. El Chacmool no es todavía
tan realista como posteriores tallas aztecas, es anguloso y está burdamente
terminado, como sus prototipos toltecas; evidentemente, los detalles fueron pintados y
no tallados. La estatua todavía conserva su pintura original, que incluye los colores
rojo, azul, blanco, negro, y amarillo.
El aspecto facial de esta estatua de Tenochtitlan ha sido desgastado por el tiempo,
pero no parece representar una deidad. Al igual que en al arte tolteca, el Chacmool es
un hombre vestido que sostiene un plato sobre su estómago. Está reclinado en una
23
posición poco cómoda y con las rodillas levantadas, mientras que su cabeza se ubica
a noventa grados con relación al templo, mirando sobre su hombro hacia el horizonte.
Todavía se ignora qué es lo que significaba esta postura en el arte tolteca o en el
azteca. Un abanico en la parte de atrás de su cuello simboliza a un dios de la
fertilidad. Su ubicación en el templo y la vasija que sostiene podrían indicar que el
monumento sirvió como piedra de sacrificio o como lugar para guardar ofrendas.
Tlaloc-Chacmool
Esta escultura representa a un hombre en posición reclinada que usa collares, un gran
tocado de plumas, ajorcas y brazaletes de jade con accesorios de cascabeles de oro y
cobre. Según Matos y Solís (2002), también está caracterizado por una máscara que
cubre su boca y ojos y que vincula a esta figura con Tlaloc [Figura 33]. Hay muchos
indicadores de una fecha tardía para este chacmool, como por ejemplo su compleja
iconografía, su tallado tridimensional, y las manos y brazos bien modelados.
La cuauhxicalli (vasija para los corazones) que descansa sobre el estómago de la
figura está rodeada por un relieve de corazones humanos, y el dios se muestra en la
pose del dios de la Tierra Tlaltecuhtli. Los corazones y el dios están rodeados de
caracoles, símbolos de fertilidad y vida, y de criaturas acuáticas, que asocian a esta
figura con los líquidos sagrados del Universo: sangre y agua subterránea. El agua era
muy importante para los pueblos mesoamericanos, cuya principal fuente de sustento
era la agricultura.
Esta figura probablemente estuviera asociada con los templos de Tlaloc, porque
presenta a la deidad misma. Los aztecas pasaron a ser el gran imperio que sustituyó a
los toltecas, pero al mismo tiempo continuaron adorándolos a ellos y a sus dioses
como sus ancestros. Esta es una relación dual donde una cultura es al mismo tiempo
suplantada y venerada. Pasztory (1983) dice que este chacmool es una
reinterpretación mexica de una forma de arte tolteca para honrar y venerar a la
principal deidad tolteca y a sus antepasados toltecas.
Chicomecoatl
Esta escultura representa a la diosa Chicomecoatl (nombre calendárico Siete
Serpiente). Ella era una diosa de la fertilidad, y era la responsable del crecimiento del
maíz [Figura 34]. Usa el amacalli, un tocado cuadrado adornado con dos o más
rosetas, conocido también como “el tocado del templo”. De acuerdo con lo que indican
Matos y Solís (2002), ella luce el típico traje femenino: una falda que le llega a los
tobillos (cueitl) y una capa ritual triangular que cae sobre su pecho y espalda
(quechquemitl). En cada una de sus manos sostiene un cinmaitl, o un par de
mazorcas de maíz decoradas con tiras de papel. Chicomecoatl está asociada con
Xilonen, la diosa del maíz joven quien es representada con un tocado más sencillo de
algodón y mazorcas de maíz. Xilonen representa la mazorca del maíz maduro, y al
24
comienzo de cada cosecha, el maíz se recogía y le era ofrecido para que hubiera
muchas otras cosechas prósperas [Figura 35].
Como el maíz constituía el alimento fundamental para el sustento de los aztecas,
existen fuertes conexiones conceptuales e iconográficas entre Chicomecoatl y otras
diosas de la fertilidad, tales como Xochiquetzal (la diosa del amor y las flores), Cinteotl
(joven dios masculino del maíz), Teteoinnan (anciana diosa de la tierra y diosa madre),
y Chalchiuhtlicue (diosa de las aguas terrestres).
Huehueteotl
Este monumento está dedicado a Huehueteotl, el viejo dios del fuego y una de las
más antiguas deidades de Mesoamérica [Figura 36]. Él siempre aparece
representado, como en esta imagen, como un dios sedente con las manos sobre sus
rodillas, la mano derecha abierta, y la mano izquierda cerrada en un puño. Tiene el
rostro lleno de arrugas y carece de dientes, precisamente como un anciano. El dios
del fuego está inclinado en su posición sedente, y carga un pesado brasero sobre sus
hombros. El monumento aún conserva los antiguos rasgos mesoamericanos, pero con
algunos elementos nuevos. Tiene el rostro casi escondido detrás de una máscara y su
boca tiene colmillos, luce un gran collar con un gran pendiente que adorna su pecho, y
también luce orejeras de gran tamaño.
El glifo 2 Caña aparece en la parte de atrás de la figura, y el tallado de dos conchas
rodeadas de agua y remolinos está sobre el brasero. Por este motivo, la figura
muestra una relación o asociación entre los dioses del fuego y del agua, dos opuestos.
Huehueteotl simboliza al viejo dios que gobernaba el centro del universo mientras
mantenía el equilibrio del cosmos.
Esta estatua probablemente era una síntesis de más de un dios, ya que está
sosteniendo diversos íconos que representan al fuego, al agua, y a la muerte.
Huehueteotl es otra representación de Xiuhtecuhtli, el dios del fuego del centro de
México, quien también era conocido como “el Señor de las Turquesas” o “el Señor del
Año”. La figura de piedra tiene ojos con anteojeras, un elemento parecido a un bigote,
y colmillos, rasgos característicos de las máscaras que representan a Tlaloc. También,
las máscaras con dientes afilados en codos y rodillas son similares a las que adornan
a la Coyolxauhqui y a Tlaltecuhtli, lo cual podría simbolizar un pasaje al inframundo.
Los orígenes del dios Huehueteotl pueden rastrearse hasta civilizaciones más
tempranas como las de Cuicuilco y Teotihuacan. Esta versión azteca del Dios Viejo
fue encontrada al norte del Templo Mayor, cerca del Templo Rojo, que también
presenta rasgos de Teotihuacan; como tal, el dios de piedra es una muestra de la
apropiación mexica del pasado teotihuacano.
25
Cihuateotl (Mujer Deificada)
Encontrada en un templo dedicado a las mujeres que murieron dando a luz, esta
Cihuateotl (Mujer Deificada) tiene el rostro de los muertos vivos [Figura 37]. Las
manos de esta figura macabra tienen garras de jaguar, que se alzan agresivamente
como tratando de atrapar a alguien, y tiene el cabello enmarañado de un cadáver.
Estas mujeres deificadas (cihuateteo) eran consideradas como la contraparte
femenina de los guerreros varones en la sociedad mexica [Figura 38]. Para los
aztecas, las mujeres que morían al dar a luz recibían el alto honor de acompañar al sol
desde su cenit al mediodía y hasta su puesta por el oeste, de la misma forma que los
guerreros que daban sus vidas en la batalla acompañaban al sol desde su salida
hasta el mediodía.
Se creía que las cihuateteo vivían en el horizonte del oeste, o Ciuhatlampa (el lugar de
las mujeres). Eran admiradas especialmente por los jóvenes guerreros, pero al mismo
tiempo se les temía, por considerárselas espíritus malignos. Se pensaba que
acechaban en las encrucijadas, durante las noches, y que representaban un peligro
para los niños pequeños, puesto que se les había privado de ser madres ellas
mismas. Tal vez sea éste el origen de la moderna leyenda de La Llorona, que
merodea por las noches en los poblados mexicanos buscando a su hijo perdido.
El Altar del Planeta Venus
El altar de Venus representado aquí aparece como una figura trilobulada, un símbolo
que identifica a este planeta en otros relieves y códices [Figura 39]. Los aztecas creían
que los 13 reinos celestiales que formaban el universo servían de campo de acción
para los cuerpos celestes. Según Matos y Solís (2002), los aztecas le atribuían una
especial importancia al planeta Venus por su ciclo anual de 584 días, que tiene dos
fases cuando es invisible, y otras dos fases cuando constituye la última estrella que
desaparece por la mañana, y la primera que aparece al anochecer. Este altar es como
un prisma de cuatro lados. El registro de la parte superior o franja, es una secuencia
de esferas que representan la bóveda de las estrellas. En la franja inferior, Venus
aparece con los ojos medio cerrados en su carácter nocturno con fauces monstruosas.
Cuatro cuchillos de tecpatl (pedernal) con rostros se proyectan desde la estrella
personificada. Hay otros dos cuchillos de pedernal que conmemoran el sacrificio de
Venus cuando fue atravesada por el sol, con una flecha.
El Altar de Itzpapalotl (Mariposa de Obsidiana)
En contraste con las tallas en relieve, las plataformas o altares tienen costados
también compuestos de tallas [Figura 40]. Este altar muestra a Itzapapalotl, una
mariposa de gran tamaño cuyas alas están decoradas con cuchillos de obsidiana, que
sostiene corazones humanos sangrantes en sus manos humanas. El monumento
probablemente representa la importancia de la muerte por sacrificio para mantener un
equilibrio en la vida y a las tzitzimime (monstruos femeninos de la destrucción). Estas
26
criaturas de la destrucción se encontraban entre los más temidos de todos los seres
sobrenaturales, puesto que se las consideraba estrellas que se habían transformado a
sí mismas en “demonios” (espíritus malignos) que bajaban del cielo para devorar
seres humanos durante ciertos eventos calendáricos y celestiales (eclipses de sol).
Itzpapalotl era de fundamental importancia entre estas deidades, y estaba asociada
con la primavera y los sacrificios.
La Caja de Ahuitzotl
Esta caja muestra un tallado tridimensional y decoraciones en relieve similares a las
obras que se ejecutaron durante el reinado de Motecuhzoma II. El monstruo acuático
que aparece en tres dimensiones en la parte superior, y en relieve dentro de la caja,
representa al rey Ahuitzotl, un gobernante-sacerdote de quien se esperaba que llevara
a cabo ritos penitenciales que incluían sacarse sangre. Hay una figura del dios del
agua Tlaloc, que está vertiendo este fluido sagrado y mazorcas de maíz de una vasija
de jade. Hay un río del agua fertilizadora que rodea a la imagen animal de un rey,
probablemente para representar su vinculación con la fertilidad y el sustento de su
linaje. Esta caja probablemente se usó como recipiente para guardar implementos de
sangría, ya que está llena de simbolismo de sacrificio. La caja fue un contenedor para
proteger la sangre sagrada del gobernante. Esta caja probablemente fue hecha en el
año 1499, ya que la fecha 7 Caña aparece dentro de la tapa de piedra.
Tepetlacalli (Caja de Piedra) con Figura que se Extrae Sangre y Zacatapayolli
Las tepetlacalli (cajas de piedra) pudieron haber sido inspiradas por las cajas utilitarias
de madera o esterilla, ya que este tipo de escultura sólo se ve en el arte azteca [Figura
41]. Estas cajas tienen muchas funciones: como recipientes para guardar las cenizas
de los muertos de la elite, las espinas que se usaban en los rituales de sangrías, y
para guardar ofrendas varias. El diccionario náhuatl de Molina define a las cajas de
piedra como féretros o ataúdes, y esta fuente etnohistórica sirve de evidencia
adicional de que estas cajas se usaron para guardar las cenizas de individuos que
fueron cremados. En la base de todas las cajas de piedra, incluyendo ésta, siempre
aparece una figura labrada del Monstruo de la Tierra, en su carácter del poder voraz
de la tierra siempre hambrienta de restos humanos. Esta caja en particular está llena
de imágenes asociadas con ritos penitenciales, por ejemplo un individuo que se extrae
sangre de una oreja con una espina, y una serpiente de fuego como fondo. También
está presente una zacatapayolli, la bola de hierba que se usaba para guardar los
huesos del sacrificio.
La Caja de Piedra de Motecuhzoma II
Las cajas de piedra con símbolos calendáricos se usaron en ritos especiales para
ciertas deidades y/o en las residencias del emperador y la nobleza. El nombre del
gobernante, en este caso Motecuhzoma II, aparece habitualmente en la caja junto con
fechas importantes de su reinado [Figura 42]. Esta caja tiene ocho quincunces (un
27
diagrama cósmico con 5 puntos) en su parte exterior que simbolizan el universo
azteca. Según Matos y Solís (2002), algunos eruditos creen que la caja
probablemente guardaba los restos del rey Motecuhzoma II, porque el labrado interior
de la tapa muestra el glifo de su nombre, el xihuitzolli o copilli hablante (el tocado real)
y un diseño mostrando su cabello, un ornamento nasal hecho de turquesas, y una
voluta de habla decorada, emblema de los tlatoani, cuyo significado es "el que habla".
Asimismo, la fecha 11 Pedernal (1516) que aparece en la tapa es el año en que
Netzahualpilli, el gobernante de Tetzcoco, murió. De acuerdo con Umberger, esta
fecha podría indicar que esta caja de piedra fue un regalo hecho a Motecuhzoma II
cuando murió el señor de Tetzcoco, quien era su íntimo amigo.
La Cabeza de un Guerrero Águila
En los más altos rangos del ejército azteca, existían dos órdenes: la de los guerreros
águila y jaguar [Figura 43]. Por lo general, únicamente los miembros de la nobleza
podían ser parte de estas dos órdenes. Los caballeros Cuauhtli (Águila) estaban
asociados al sol y a las batallas diurnas. Para los mexicas, el águila simbolizaba al sol
en su cenit, y también al guerrero. Su tarea consistía en alimentar al sol por medio del
sacrificio de su propia sangre, lo cual los hacía resistentes al dolor y capaces de
arriesgar sus propias vidas de manera incondicional.
Esta estatua presenta la cabeza de un joven guerrero con un casco de águila, el cual
en tiempos precolombinos seguramente estaría cubierto con plumas de águila, y
hecho de madera. La escultura muestra al ideal azteca en cuanto a rasgos faciales, ya
observados en muchas obras en piedra de cabezas y de máscaras. Los ojos pudieron
haber tenido incrustaciones de concha, y posiblemente se le hayan incrustado dientes
de perro en los agujeros de la boca. Los colmillos de perro probablemente sirvieran
para intimidar a otros y para mostrar la ferocidad y fuerza del guerrero. La escultura
también está vinculada con el dios del fuego Xiuhtecuhtli por el moño de papel en el
cuello, que también es una marca que indica el linaje apropiado que debe tener un
guerrero águila o jaguar.
El Guerrero Jaguar
Se cree que este hombre con casco de Jaguar es un guerrero de la orden azteca del
jaguar, tal como los caballeros águila de la orden del águila [Figura 44]. Este guerrero
luce un abanico de papel doblado en la parte posterior de la cabeza que lo relaciona
con las deidades de la fertilidad y de la naturaleza. También tiene un collar que imita a
las joyas de jade como aquellas del dios de la lluvia Chacmool.
Según Pasztory (1983), este casco de felino está asociado a deidades como
Tepeyollotl, que es la forma de jaguar del dios Tezcatlipoca. Tepeyollotl, que quiere
decir "corazón de la montaña", es una deidad que tiene que ver con la tierra y la
naturaleza, que lo ponen en contacto con los dioses del remoto pasado. Asimismo, el
jaguar simboliza cuevas y el interior de la tierra, lo que asocia al felino con la fertilidad
28
porque las cuevas son las matrices de las montañas donde la creación tuvo lugar. En
esta escultura se ha hecho énfasis en la joyería; las piedras verdes fueron
encontradas en cuevas y guardadas por antiguos dioses toltecas deificados, y por
dioses de la lluvia.
Los Guerreros Atlantes
Este grupo de cinco esculturas colosales de guerreros representa la visión azteca del
universo, inspirada en los famosos Atlantes toltecas de Tula [Figura 16]. Su carácter
militar está indicado por sus lanzas, sus lanzaderas, y las barras nasales de arcilla
[Figura 45]. Se trata de guerreros listos para la batalla y ansiosos por alimentar a los
dioses con sangre humana para que el universo se mantenga en constante equilibrio.
Según Matos y Solís (2002), las esculturas representan guerreros que sostienen las
creaciones de los dioses por medio de acciones de tipo militar. Cuatro de las
esculturas halladas en Tenochtitlan son de varones; la quinta es de una mujer. Uno de
los guerreros tiene barba y se supone que está custodiando el centro del cosmos. Los
otros tres varones marcan el Norte, el Este y el Sur, mientras que la mujer guerrera
está en el Oeste, es decir en el cihuatlampa (lugar de las mujeres). Juntos, dan lugar a
un quincunce, los cuatro puntos cardinales que representaban las cuatro direcciones
del universo, más su centro.
Estos posibles guerreros deificados que custodian al sol en su reino celestial hacen
pensar en modelos toltecas del tipo de los Atlantes de Tula; en el centro de sus
cuerpos, así como en sus cascos, exhiben el pectoral de mariposas de los guerreros
toltecas.
El Coyote Emplumado
Este monumento es la representación de un coyote sentado sobre su parte trasera y
cubierto con un pelaje de plumas que simbolizan movimiento. La imagen del coyote,
que habitualmente no se tallaba en la forma de en una escultura de bulto, era un
patrono de las órdenes de caballeros aztecas de elite, dado que al igual que el jaguar
y el águila, el coyote era un depredador poderoso [Figura 46]. Según la opinión de
Matos y Solís (2002), el coyote estaba vinculado con Tezcatlipoca, que era el dios de
la virilidad y la guerra, lo que hacía de este animal un símbolo de potencia sexual
masculina y de fertilidad.
La Cruz de Acolman (Período Colonial, 1550)
El monumento tequitqui más asombroso del pueblo de Acolman es la cruz atrial (una
cruz monumental de piedra situada en el centro de la plaza frente a la iglesia) [Figura
47]. La cruz de Acolman muestra en su parte superior la inscripción INRI (Jesús de
Nazaret Rey de los Judíos), debajo de la cual se encuentra el emblema de los
agustinos del corazón atravesado por una flecha, una impresionante escultura realista
de bulto de la cabeza de Cristo en la intersección de los brazos y el fuste, un cáliz,
29
tenazas, una escalera, la lanza, una hoja de palma, un hueso humano, y una calavera.
Los brazos de la cruz están decorados con motivos vegetales de flores, enredaderas y
hojas. Cada brazo termina en una fleur-de-lys estilizada. La base que sostiene la cruz
intenta acentuar el tema del Calvario, mostrando una burda imagen de La Dolorosa
rodeada de iconografía nativa que explicaremos más abajo [Figura 48].
Si bien en Europa hay antecedentes de cruces al aire libre situadas al costado de
caminos o en plazas de pueblos, las cruces mexicanas exhiben una iconografía
distinta y una estética indígena. La cruz atrial de Acolman presenta, como todas las
cruces atriales en general, un sistema dual de significados: el cristiano y el pagano. La
cruz es el símbolo central de la cristiandad y representa la muerte de Cristo, quien con
su resurrección hizo posible la redención de los seres humanos. La cruz reflejaba la
doctrina que enseñaban los frailes, pero una muy arraigada idolatría inducía a los
indígenas a enterrar las imágenes de sus dioses debajo de estas cruces atriales, para
así persistir en la práctica de sus antiguos rituales. Con el tiempo, éstos llegarían a ser
sincréticos con la nueva religión.
Al mismo tiempo, los indios consideraron a la cruz cristiana situada en el centro del
atrio como otra representación del Árbol del Mundo, o Árbol de la Vida. Se trataba del
Axis Mundi que conectaba a los dioses del Supramundo y del Inframundo con los
seres humanos sobre la superficie de la tierra. El cosmograma se completaba con las
cuatro capillas posa que representaban las cuatro esquinas del universo.
Según la visión mesoamericana del mundo, el ciclo de la siembra y cosecha del maíz
llegó a ser sagrado porque se trataba de la fuente principal de sustento para los seres
humanos. Al mismo tiempo, el ciclo del maíz constituía una metáfora de la muerte y
renacimiento de la humanidad. Cuando se plantaba una semilla de maíz en la tierra,
ésta moría, pero de ella nacía una planta viva. Esto implicaba que de la muerta
vendría la vida, un proceso que era energizado por la tierra que yace en el
inframundo. Del mismo modo, las personas habrían de morir para que luego pudieran
resurgir, exactamente como el dios del maíz, Cinteotl.
Esta creencia agrícola y cosmológica era de alguna manera compatible con la idea
cristiana según la cual Dios vino al mundo encarnado como Jesucristo, sufrió
grandemente, y murió como cualquier ser humano. Tres días después fue resucitado,
y la sangre de su sacrificio en la cruz redimió y otorgó el paraíso eterno a los seres
humanos creyentes. Para los indígenas inmersos en el proceso de conversión, Cristo
era el dios del maíz y la Cruz era la planta de maíz. Las flores de lis en los extremos
de los brazos de la cruz eran los brotes de la planta de maíz, que representaban el
renacimiento sin fin de la fertilidad y la vida. Las flores, las enredaderas y las hojas
labradas que decoran los brazos de la cruz eran las plantas de frijoles y calabazas que
los campesinos cultivaban junto con los tallos de maíz en las milpas (maizales) para
facilitar el desarrollo más saludable del hábitat de estos cultivos. La cruz elevándose
en el Calvario refleja la montaña sobre la tierra donde Cristo derrotó a la Muerte. De la
30
misma manera, la planta de maíz (la cruz foliada) se yergue desde el “monstruo de la
tierra” donde la muerte se transforma en vida.
Al pie de la cruz de Acolman hay una rudimentaria imagen de La Dolorosa que refleja
claramente elementos cristianos: manos cruzadas y cabeza cubierta. El estilo en que
fue labrada, sin embargo, claramente la asemeja a un ídolo indígena; queda
transformada en una Coatlicue o Teteoinnan cristianizada, y el disco sobre su pecho
recuerda la práctica azteca de insertar un jade o una piedra de obsidiana sobre los
corazones de sus ídolos para simbolizar su energía vital. Desde un punto de vista
cristiano, el disco podría ser una hostia, que junto con el pequeño cáliz que aparece
bajo sus manos, son símbolos de la Eucaristía. La idea de una comunión con Dios a
través de la ingesta de Su carne y sangre guardaban cierto paralelismo con la práctica
azteca del canibalismo ritual y los sacrificios humanos. En ambos casos se daba una
comunión con la divinidad, pero en el rito cristiano ésta era de carácter simbólico,
mientras que en el azteca se trataba de una representación física.
A la izquierda de la Virgen hay una calavera que hace referencia a su presencia en el
Gólgota (el Lugar de la Calavera), nombre hebreo para Calvario. A los pies de la
Virgen hay un globo terráqueo y una serpiente, dos símbolos vinculados con la
Inmaculada Concepción (La Purísima). En la mentalidad escatológica de los
agustinos, esta asociación apocalíptica probablemente apuntaba a recordar a los
indígenas que la nueva religión había destruido a la antigua de Quetzalcoatl (la
serpiente) y que habría de reinar sobre la tierra. Este es el mismo significado de la
aparición de la Virgen de Guadalupe [Figura 23], nombre que le fue dado a la Virgen
María debido a la posible errónea comprensión de la lengua Nahuatl por parte del
Arzobispo Zumárraga o algún otro testigo español. Según la tradición, él escuchó el
nombre “María de Guadalupe”, nombre de una Virgen María que ya era venerada en
España. Parece que las palabras originales fueron “María tecoatlaxopeuh”, que quería
decir María, la que destruirá a la serpiente de piedra (Altamirano 1884). Esta acción de
aplastar a la serpiente con los pies es una imagen común de la Inmaculada
Concepción en las imágenes europeas; en el mundo indígena se refiere a la
destrucción de Quetzalcóatl (la serpiente de piedra), y al triunfo de la religión cristiana
sobre la idolatría.
LAS ESCULTURAS DE TERRACOTA
Para la gran mayoría de las culturas mesoamericanas, la escultura en terracota fue
una de las principales formas de arte durante los períodos Preclásico y Clásico. Sin
embargo, los aztecas estaban completamente seducidos por la permanencia de la
piedra, y por ello trabajaban la arcilla con menos frecuencia que todos sus demás
vecinos. Excepto por unas pocas figurillas grandes y huecas, casi todas las esculturas
de terracota aztecas son figurillas pequeñas, sólidas, y hechas con molde. Según
Pasztory (1983), las esculturas de terracota son fundamentales para identificar la
prácticas de culto y los dioses de los aztecas de la clase baja tanto en las ciudades
31
como en las áreas más distantes. Sus temas principales son las deidades de la
naturaleza y la fertilidad, y madres con niños; con menos frecuencia, la muerte
también puede ser el tema de una pieza. La muerte y el sacrificio parecen ser el
centro de las obras en terracota de los nobles.
El Guerrero Águila
Esta figura de cerámica fue encontrada dentro de la Casa de las Águilas, un edificio
construido según el estilo Neo-tolteca y situado al norte del Templo Mayor en la ciudad
de México [Figura 49]. Luce un casco de águila, tiene los brazos cubiertos con alas, y
sus piernas están adornadas con garras. Algunos restos de estuco pintado revelan
que las plumas de sus vestidos estuvieron pintadas de blanco.
Además de representar a los poderosos guerreros águila, se cree que esta figura,
junto con otra figurilla encontrada en el mismo lugar, simboliza al sol durante el
amanecer. La escultura se hallaba sobre una banqueta multicolor con figuras de
guerreros que marchaban hacia la zacatapayolli (una bola de hierba en la que se
insertaban los instrumentos usados para las sangrías). La Casa de las Águilas
funcionaba como un lugar dedicado a las ceremonias de oración, al auto-sacrificio, y a
los rituales espirituales (véase la Sección de Arquitectura).
Mictlantecuhtli
Esta figura también fue encontrada en la Casa de las Águilas, encima de banquetas, y
representa a Mictlantecuhtli, el dios de los muertos [Figura 50]. Mictlantecuhtli vivía en
un lugar húmedo y frío conocido como Mictlan, que era el inframundo o parte inferior
del cosmos –una matriz universal en la que se guardaban los restos humanos.
El dios se muestra luciendo un taparrabo, y algunos agujeros en el cuero cabelludo
indican que en algún momento su cabeza estuvo adornada con cabello humano
enrizado, un rasgo típico en las figurillas del dios de la tierra y la muerte. Sus manos
en forma de garras aparecen como si estuvieran listas para atacar a alguien. Muy
dramáticamente, está representado con la carne abierta de par en par bajo su pecho.
Según Matos y Solís (2002), por la carne abierta de su estómago aparece un hígado
de gran tamaño, órgano en el que habita el ihiyotl (alma). El hígado estaba
relacionado con Mictlan, el Inframundo. El ihiyotl es uno de los tres elementos místicos
que habitan el cuerpo humano; el tonalli, determinante del destino de cada uno, está
ubicado en la cabeza y la teyolia, o casa de la conciencia, reside en el corazón. En
esta escultura, la deidad está mostrando el lugar donde descansa uno de esos tres
elementos místicos en el cuerpo humano hasta el momento de la muerte.
Xipec Totec
Xipe Totec había sido venerado por el pueblo mesoamericano desde el período
Clásico. Xipe Totec era el dios de la vegetación y la renovación de la agricultura, y fue
32
uno de los dioses patronos asociados con los períodos de 13 días del calendario
adivinatorio [Figura 51]. También era el patrono del festival de Tlacaxipehualiztli que
tenía lugar antes de la llegada de las lluvias, en el que se sacrificaba a los cautivos.
Una vez que los cuerpos sacrificados eran desollados, los sacerdotes se vestían con
sus pieles durante 20 días.
Xipe Totec aparece representado en la escultura como un hombre con una piel
desollada. Una cuerda, esculpida con todo detalle, sujeta la piel en su espalda,
cabeza, y pecho. Esta pieza forma parte de una serie de grandes imágenes creadas
por artistas precolombinos, quienes expresaron su creencia firmemente enraizada de
que sólo después de la muerte puede existir la vida. La diferencia entre la capa de piel
ajustada y la forma animada de adentro ha sido representada de forma simple, sin la
horrible dramatización típica de las imágenes de dioses y diosas de la muerte. Es de
notar que la escultura todavía conserva su pintura original; la piel desollada es
amarilla, mientras que la piel de Xipe Totec es roja.
LAS CERÁMICAS
Los aztecas hicieron varios objetos funcionales y ceremoniales de arcilla: incensarios,
platos, vasijas rituales, urnas funerarias, sellos, y malacates. A veces, ciertos
incensarios de gran tamaño en forma de vasos tenían más de tres pies de altura, con
una figura en altorrelieve en un costado, o algún ornamento con proyecciones o
rebordes. A menudo se hacían copas de cerámica roja para beber pulque en los
festines. Muchos de estos objetos de arcilla estaban decorados, pero por lo general no
mostraban el elaborado significado iconográfico que caracterizó a la escultura
monumental y a los manuscritos pintados.
Una de las obras más extraordinarias del arte azteca es una urna de barro que
descansa sobre tres patas cilíndricas inclinadas, y que fue hallada en Tlatelolco.
Las cerámicas del Valle de México fueron divididas en nueve tipos diferentes de vajilla
en base a la arcilla usada, al tipo, forma de la vasija, superficie y decoración. Las
vajillas anaranjadas y rojas son las más comunes. La loza roja, asociada por lo
general con Tetzcoco, está por lo general marcadamente bruñida y pintada con un
engobe rojo; sus diseños pintados fueron hechos en negro, negro y blanco, o negro,
blanco y amarillo, y consisten en simples líneas y ondas que a menudo aparecen
atrevidamente aplicadas. Estas vasijas varían notablemente en cuanto a calidad. La
vajilla roja a veces aparecía completamente cubierta con un engobe blanco, y luego
pintada con diseños negros de calaveras y huesos cruzados. En su calidad
controlada, la línea y el diseño apuntarían a vasijas del estilo Mixteca-Puebla.
33
Vasija con Máscara de Tlaloc
Según Matos y Solís (2002), esta vasija formaba parte de la ofrenda 56 del Templo
Mayor de Tenochtitlan, que miraba hacia el norte en la dirección del Templo de Tlaloc.
Como parte de una ofrenda, la olla fue puesta dentro de una caja hecha de roca
volcánica y que contenía restos de criaturas acuáticas y conchas, símbolos del agua y
la fertilidad. La caja también contenía un cuchillo de sacrificios (tecpatl) y dos cuencos
de copal (incienso).
Esta vasija representa a Tlaloc, dios de la lluvia [Figura 52]. En la parte exterior de la
vasija, Taloc aparece con ojos tipo anteojeras y dos colmillos; una serpiente rodea su
boca formando lo que parecería ser un bigote. El dios usa un tocado blanco, una
referencia a las montañas donde se creía que la deidad guardaba sus aguas, lugar
donde florece la fertilidad y el agua fluye montaña abajo para nutrir el suelo. En
conjunto, la vasija simboliza el útero y los poderes femeninos de creación.
Urna Funeraria con Imagen del dios Tezcatlipoca
Esta urna fue encontrada en el Templo Mayor, cerca del monolito de la gran diosa
Coyolxauhqui [Figura 53]. En su interior, se hallaron huesos cremados de guerreros
aztecas que probablemente murieron combatiendo contra los tarascos de Michoacán
durante el reinado del rey Axayacatl. La urna también contenía un collar de cuentas,
una punta de lanza, y un perforador de hueso.
Dentro de un rectángulo labrado en la pared exterior de la urna está la imagen de
Tezcatlipoca rodeado por una serpiente emplumada de lengua bífida. Luciendo un
tocado lleno de plumas de águila, símbolos relacionados con el sol, la deidad parece
estar armada y lista para la batalla. Sostiene una lanzadera en una mano y dos lanzas
en la otra. En la mano con la que sostiene las dos lanzas tiene un protector similar a
los usados en la imaginería tolteca. En uno de los pies muestra un espejo humeante,
su símbolo característico.
De acuerdo con Matos y Solís (2002), esta urna representa uno de aquellos guerreros
que encarnan la imagen del dios Tezcatlipoca (espejo humeante), un dios creador que
habita las cuatro direcciones horizontales y los tres niveles verticales del cosmos.
Tezcatlipoca es también el protector de los guerreros, de los reyes y de los
hechiceros, y es el dios del frío que simboliza el oscuro cielo nocturno. Se le
consideraba invisible y misterioso.
Flautas
Durante las festividades aztecas, era habitual que se tocaran las flautas de arcilla. La
forma y decoración de estos instrumentos variaba de acuerdo con los dioses que eran
venerados en cada ocasión [Figura 54]. Según Matos y Solís (2002), en la fiesta de
Toxcatl, la persona elegida para personificar al dios Tezcatlipoca tocaba una melodía
triste con una flauta delgada que tenía en su extremo la forma de una flor, mientras iba
34
caminando hacia el templo para ser sacrificada. Dependiendo de la ocasión, los
aztecas hacían flautas de diferentes formas, por ejemplo con la imagen del dios
Huehueteotl-Xiuhtecuhtli. El dios es mostrado como un anciano barbado, como
símbolo de sabiduría. Otra flauta termina en forma de águila, un símbolo del fuego
divino, el sol, y los guerreros. El águila parece estar luciendo un tocado. Algunas
flautas presentan ornamentos elegantes, como el diseño de la greca escalonada
usado en los anillos de oro de los aztecas y mixtecas. Esta flauta muestra la
combinación de las culturas azteca y mixteca, e indica que además de guerras, había
entre ellos comercio e intercambio de tradiciones culturales.
ARTE EN MADERA
La madera no era simplemente un sustituto de la piedra. Muchos de los íconos, o de
los ídolos, en los más importantes templos aztecas, estaban hechos de madera y
vestidos con hermosas ropas y joyería. Sin embargo, la importancia simbólica de la
madera para los aztecas todavía no está del todo clara. Muchos textos aztecas se
refieren a la superioridad de las figuras de piedra sobre las de madera, debido a su
durabilidad y resistencia. Pero, en cuanto a peso, flexibilidad y resonancia, la madera
constituía el material perfecto para objetos tales como los tambores, las lanzaderas,
los escudos y las máscaras. Algunos objetos también fueron hechos de madera para
que pudieran ser quemados simbólicamente como ofrendas.
El Huehuetl (Tambor Vertical) de Malinalco
En el pueblo de Malinalco se encontró un tlalpanhuehuetl o tambor de guerra de
madera, que hasta 1894 todavía era usado en algunas ceremonias, hasta que fue
trasladado al lugar donde actualmente se encuentra, en el Museo de la Ciudad de
Toluca [Figura 55]. El Huehuetl contiene la fecha Nahui-Ollin (4 Movimiento). El
símbolo Ollin se usaba para representar el movimiento del sol y la vida dinámica del
mundo. De la palabra ollin derivan las palabras yollotl (corazón) y yoliztli (vida). Dentro
de este ollin en particular, encontramos un rayo que emana de un ojo solar y una
chalchihuitl (piedra preciosa). El Sol estaba considerado como “El que Brilla”, el “Niño
Precioso”, el “Jade”, y “Xiuhpiltontli” (El Niño de las Turquesas). La fecha nahui-ollin
hace alusión a Ollin-Tonatiuh, el Sol en Movimiento, el mundo actual que ha de ser
destruido por terremotos, y al festival de Nahui-Ollin descrito por Durán (1967),
durante el cual el mensajero del Sol era sacrificado.
A la derecha de la fecha Nahui-Ollin, el artista grabó la sobresaliente figura de un
ocelotl (jaguar), y a la izquierda, la de una cuauhtli (águila), ambas danzando. Estas
imágenes representan guerreros cuauhtli y ocelotl, órdenes distinguidas del ejército
azteca. Estos guerreros portan la bandera del sacrificio (pámitl) y lucen un tocado con
plumas de garza (aztaxelli), un símbolo de jerarquía.
35
En las secciones inferiores que sostienen al Huehuetl, aparecen otros dos guerreros
ocelotl y un guerrero cuauhtli. De las bocas y picos de los guerreros, así como
alrededor de sus zarpas y garras, aparece el glifo Atl-Tlachinolli, o Teuatl-Tlachinolli,
que quiere decir “agua divina (sangre)-fuego”; señala el llamado a la guerra y a veces
está representado como una canción y danza de guerra. Esta metáfora Atl-Tlachinolli
está expresada en la escultura, en las tallas y en los códices como dos ríos
entrelazados, uno de agua y el otro de fuego. La corriente de agua termina con perlas
y caracoles, mientras que la corriente de fuego termina con el cuerpo de una xiuhcoatl
(serpiente de fuego) que emite una llama.
Todos los guerreros representados en el Huehuetl tienen el signo atl (agua) en uno de
sus ojos, lo que indica que están llorando mientras cantan. Este signo revela la
dualidad de los sentimientos antes del sacrificio. Uno de los guerreros ocelotl tiene,
detrás de una de sus garras, el signo atl combinado con una aztamecatl (cuerda),
indicando que es un Uauantin (cautivo marcado con rayas rojas) que será sacrificado
en el temalácatl. Esto recuerda a la imagen del guerrero que carga una cuerda, en el
mural del Templo III de este sitio. Los guerreros cuauhtli muestran, colgando entre sus
plumas, cuchillos de obsidiana (tecpatl), símbolos de los sacrificios humanos.
Una banda divide las dos partes del Huehuetl y muestra chimallis (escudos) con
fardos de algodón y flechas (tlacochtli), banderas de sacrificio (pamitl) y un fluir
continuo del glifo Atl-Tlachinolli. Todo lo anterior son metáforas de la guerra. Es
interesante notar que el Huehuetl representa un evento real en Malinalco: la escena
de guerreros cuauhtli-ocelotl cantando, danzando y llorando en el festival del NahuiOllin, que finalizaba con la danza del mensajero del Sol, quien subiendo la escalinata
que lo llevaría a la entrada del Cuauhcalli, sería sacrificado y su corazón y su sangre
serían colocados en la cuauhxicalli que se encontraba detrás de la imagen con figura
de águila del Sol (véase Los Templos de Malinalco en la Sección de Arquitectura). El
Sol, cuando está ascendiendo, es llamado Cuauhtehuanitl (Sol Naciente), y por la
tarde cuando desciende, es llamado Cuauhtemoc (Sol Poniente).
El sol era considerado el joven guerrero que cada día, al amanecer, combatía en los
cielos para derrotar a la oscuridad, las estrellas y la luna (metztli) usando como armas
a las xiuhcoatls (serpientes de fuego, rayos solares). De este modo asciende al cenit,
precedido por Tlahuizcalpantecuhtli, la estrella matutina (Venus).
Al anochecer el Sol, precedido por Xolotl, la estrella vespertina (Venus) se pone en
Tlillan Tlapallan, la Tierra del negro y el rojo, y desciende al mundo subterráneo
transformado en un jaguar para iluminar al mundo de los muertos. Al siguiente
amanecer, en un ciclo sin fin, él repetirá su combate cósmico para traerle un nuevo día
a la humanidad.
El Huehuetl de Malinalco presenta la imagen de Cuauhtehuanitl, Tonatiuh en su
personificación de águila (Huitzilopochtli), ascendiendo al cenit en el cielo [Figura 56].
El rostro del dios está emergiendo del pico del águila y luce una turquesa (yacaxihuitl)
36
en su nariz. Debajo de su mentón aparece el signo de canto, cuicatl, que indica que la
deidad canta mientras asciende. Las plumas del águila están estilizadas de una forma
que las asemeja a las preciosas plumas del quetzal.
El Sol ascendente (Cuauhtehuanitl) es acompañado por las xiuhcoatls (serpientes de
fuego), que lo transportan durante su ciclo diario. También son encarnaciones de los
rayos del sol. Podemos ver la representación de las cabezas de las xiuhcoatls con la
boca abierta con colmillos, el ojo solar y un cuerno. Una de ellas presenta una forma
realista, en tanto que la otra ha sido retratada con una mayor abstracción, aunque
muestra los mismos elementos característicos.
La calidad de la escultura y el tallado azteca aplicados en este Huehuetl son tan
precisos y refinados que son comparables a la sorprendente y poderosa expresión de
los códices. Las imágenes que muestra esta obra maestra musical confirman y
complementan nuestra hipótesis sobre la función y usos del “Cuauhtinchan” (Templo I)
de Malinalco.
Teponaztli (Tambor Horizontal) de un Felino
El teponaztli, un tambor de tipo horizontal que todavía se sigue usando en nuestros
días, era otro instrumento popular que usaban los aztecas [Figura 57]. El tambor es un
xilófono de doble lengua. Las lenguas consisten en hendeduras colocadas en una
pieza ahuecada de madera que funciona como caja de resonancia. Se usaban
martillos en forma de palillos con puntas de goma para golpear las lenguas,
produciendo así los tonos y melodías del tambor. Un teponaztli de Malinalco se
encuentra hoy en el Museo Nacional de Antropología, en la ciudad de México.
Después de la conquista española, los misioneros prohibieron las prácticas rituales
tradicionales de los mexicas, y con frecuencia destruyeron los artefactos que se
usaban en dichos rituales; es una verdadera suerte que este teponaztli haya
sobrevivido.
El animal tallado en este tambor horizontal puede ser un coyote en cuclillas o algún
tipo de jaguar con su cola junto a su lado izquierdo. Podría representar al nahual (alma
o doble) de un coyote o de un guerrero jaguar. Sin embargo, los rizos sobre la cabeza
del animal han llevado a que algunos eruditos lo identifiquen como un ahuitzotl, o
algún animal acuático con espinas, posiblemente una zarigüeya de agua.
Sorprendentemente, el tambor horizontal todavía conserva los dientes caninos y
molares originales que se colocaron dentro de la boca para hacer que el animal se
viera más realista y feroz.
Teponaztli (Tambor Horizontal) con Efigie de Guerrero
La efigie humana representada en este teponaztli es una representación de un
guerrero tlaxcalteca reclinado [Figura 58]. Matos y Solís (2002) señalan que la
representación de este guerrero está decorada con los particulares emblemas
37
militares de esta cultura tlaxcalteca. Sus armas incluyen la quijada de un pez sierra y
un hacha con hoja de cobre. Los ojos del guerrero todavía conservan sus
incrustaciones de concha y obsidiana.
Tlaloc
Esta escultura de madera es ejemplo de una obra realizada para ser quemada en
honor a Tlaloc. Este tipo de figuras se hacían con resina y copal que se aplicaban a
palos y que se quemaban después de haberle ofrecido una oración a Tlaloc. Los
aztecas creían que el humo que se elevaba de la resina y del copal ardientes
obscurecerían las nubes y harían que éstas liberaran una lluvia fertilizadora sobre la
tierra. Esta imagen fue encontrada dentro de una cueva del volcán Iztacciuhuatl.
Esta escultura presenta las características atribuidas en forma consistente al dios de
la lluvia Tlaloc: ornamentos para las orejas, ojos estilo anteojeras, colmillos
protuberantes, y un tocado que simboliza a las montañas donde éste guardaba el
agua. Esta escultura también presenta, detrás del cuello de Tlaloc, un moño de papel
plegado que según Matos y Solís (2002), representa al tlaquechpanyotl, el signo de
los nobles ancestros de la deidad.
PLUMARIA
Entre la amplia variedad de medios que utilizaron los artesanos y artistas aztecas, sus
trabajos con plumas tal vez sean los que menos se conocen hoy en día. Los aztecas
llegaron a ser maestros en el arte del trabajo con plumas antes de la llegada de los
españoles, y habían desarrollado métodos altamente sofisticados para recolectar
plumas a lo largo y ancho de su territorio, incorporándolas a objetos de un
impresionante impacto visual y una durabilidad sorprendente. Los artistas de la aldea
de Amatlan (un distrito de Tenochtitlan), eran excepcionalmente conocidos por sus
trabajos con plumas.
Los amanteca (aquellos que trabajaban con plumas) fijaban sus valiosas plumas
tropicales sobre armazones livianos de caña atando cada una de ellas con algodón
sobre este soporte, o las ajustaban sobre tela o papel para formar mosaicos en los
que lograban ciertos efectos de color por medio del aprovechamiento de sus
cualidades de transparencia. Siendo privativa de los aztecas, esta forma de arte
persistió después de la Conquista en la forma de pequeños íconos de plumas, y
posteriormente desapareció casi por completo.
Sólo unas pocas de estas obras maestras han sobrevivido, y hoy en día únicamente
queda un puñado de artistas distribuidos en distintas ciudades de México, que
mantienen vivo el arte plumario. Si bien los españoles no consideraron que el arte
plumario fuera tan valioso como el oro o las piedras preciosas, ni que fuera un tesoro
digno de ser preservado, enviaron barcos cargados de estas piezas a España en
38
calidad de curiosidades del Nuevo Mundo. Las muchas iglesias, monasterios, y
personas que recibieron estos regalos preciosos no los protegieron del proceso de
deterioro natural, y de los cientos de trajes, mantos, estandartes y escudos que fueron
enviados a Europa, hoy sólo se sabe de la existencia de unas pocas piezas. Algunos
ejemplos han sobrevivido, tales como símbolos cristianos hechos en tiempos
coloniales en un estilo similar al renacentista, y que constituyen lo mejor del arte
plumario.
Pasztory (1983) afirma que las coloridas aves tropicales como la guacamaya
escarlata, las distintas especies de loros, la cuchareta roja, la cotinga azul y el quetzal,
proporcionaron la mayor parte de las plumas de vibrantes colores que se usaron en
los mosaicos de plumas. Los colores más usuales que se emplearon fueron el rojo y el
amarillo. Los colores más preciosos usados fueron el azul y el verde, los colores del
agua y la agricultura, de la fertilidad y de la creación. Las plumas verdes del quetzal
estaban entre las más raras y las más buscadas; en náhuatl, quetzal quería decir
precioso. Las dos largas plumas verdes de la cola del quetzal macho eran
recolectadas para los grandes tocados y estandartes. Por desgracia, el valioso quetzal
actualmente es una especie en peligro de extinción. Casi tan preciosas como las del
quetzal eran las plumas de los colibríes; a menudo de un color verdoso, las plumas de
colibrí se tornan iridiscentes cuando son iluminadas desde ciertos ángulos.
Como lo señalara Castelló Iturbide (1993), junto con las piedras de jade y turquesa,
las plumas estaban consideradas uno de los objetos más valiosos de Mesoamérica.
Se las veneraba de manera tal, que las estatuas de las deidades aztecas eran
vestidas con capas repletas de plumas brillantes y piedras preciosas. Vistas en
términos mágicos, las plumas eran consideradas íconos de fertilidad, abundancia, de
riqueza y poder, y conectaban al individuo o estatua que las lucía con lo divino. Según
Fray Diego Durán (1967), los aztecas creían que las plumas eran las sombras de las
deidades.
El Tocado de Motecuzhoma II
Armado con quinientas plumas de quetzal tomadas de 250 aves, este tocado de
plumas es uno de los mejores ejemplos que han perdurado a lo largo del tiempo
[Figura 59]. A pesar de su nombre, todavía no queda claro si de hecho fue usado o
perteneció a este emperador. Según Pasztory (1983), el Códice Mendoza mostraba el
modelo de una corona que usó Motecuhzoma, y estaba hecha de turquesas, no de
plumas. El tocado probablemente deriva su nombre de esta narración tradicional:
cuando Motecuhzoma se encontró con Cortés, le ofreció al Conquistador artículos
lujosos entre los que se contaban tocados, objetos de oro y plata, y ropajes, entre
muchas otras cosas, en un gesto diplomático para agradar y saludar al Emperador
Carlos V. Cuando Fernando, el hermano de Carlos V se casó, recibió el Tocado de
Motecuzohma II que había estado guardado en el Castillo de Ambras en el Tirol,
Austria. Con el tiempo, las colecciones de arte de la monarquía de los Habsburgo
terminaron en los museos del Estado, y ahora el famoso tocado se encuentra en el
39
Museo de Etnología de Viena, junto con un abanico de plumas y el Escudo de
Ahuitzotl. Hay una réplica de este tocado en el Museo Nacional de Antropología, en la
ciudad de México [Figura 60].
Esta clase de tocado de plumas probablemente fue usada como una insignia militar en
lugar de una corona. El tocado de plumas probablemente estuviera colocado en una
vara de bambú y puesto sobre las espaldas de algún soldado distinguido. Pasztory
(1983) ha sugerido que hay evidencia de que los tocados, como esta pieza en
particular, formaban parte de la realeza azteca para propósitos rituales, especialmente
para ser usados durante las personificaciones del dios Quetzalcoatl.
El Abanico de Plumas
En los períodos anteriores a la Conquista, los abanicos eran un símbolo de las clases
nobles y de los pochteca (mercaderes profesionales). En opinión de Matos y Solís
(2002), los abanicos daban un toque de elegancia a los guardarropas del tlatoani (el
emperador) y de la familia real, quienes siempre lucían elegantes y distinguidos. Los
abanicos eran piezas que llamaban la atención, y estaban hechos de madera y
adornados con plumas coloridas.
Un abanico encontrado al norte del Templo de Tlaloc, en un lugar que se consideraba
parte del recinto sagrado de la capital azteca, fue restaurado por un profesional del
arte plumario y hoy se encuentra en el Museo Nacional de Antropología, en la ciudad
de México. La punta del abanico muestra la cabeza de un guerrero que está
debidamente ataviado para la guerra. Otro hermoso ejemplo de un abanico
conservado puede verse en el Museo de Etnología de Viena [Figura 62].
El Escudo de Ahuitzotl
El Chimalli (escudo) de Ahuitzotl fue un regalo que Hernán Cortés le hizo a Don Pedro
de la Gasca, Obispo de Palencia, España. Se trata de un conjunto de diferentes tipos
de plumas, que incluyen plumas de guacamayas escarlatas, cotingas azules,
cucharetas rosadas, y orioles amarillos; borlas de plumas cuelgan del borde inferior
[Figura 63]. Unas fibras vegetales mantienen unidas la base del entramado de cañas
que sostiene el plumaje coloridamente dispuesto. La parte posterior cuenta con dos
cuerdas que permiten cargar el escudo.
El Escudo de Ahuitzotl retrata la figura de un guerrero Coyotl en oro y plumas. El
símbolo de la guerra sagrada atl-tlachinolli (el agua, el fuego), sale de su boca,
indicando que está lanzando un grito o cantando una canción de guerra. La figura
representada en el escudo no es un ahuitzotl (criatura acuática fantástica), según se
ha identificado tradicionalmente. Las criaturas acuáticas están vinculadas al dios de la
lluvia Tlaloc. En todo caso, el animal representado podría ser un coyote asociado con
la guerra y con una orden militar azteca.
40
El Escudo de Ahuitzotl se encuentra en el Museo de Etnología de Viena, junto con el
Tocado de Motecuhzoma II y un abanico de plumas.
Cubierta de Cáliz
Este objeto, encontrado por Rafael García Granados, proviene de los primeros
tiempos de transición de la campaña para convertir a todas las poblaciones indígenas
mesoamericanas al catolicismo [Figura 64]. La criatura azul que adorna la tapa puede
guardar alguna relación con el dios Tlaloc, puesto que tiene ojos tipo anteojeras y un
bigote. De ser esto así, la cubierta podría estar asociada con uno de los líquidos más
sagrados del universo –el agua. Según Matos y Solís (2002), el panel circular que
rodea a la criatura, en el centro, representa al agua en movimiento, y en términos de la
doctrina cristiana, simboliza al agua sagrada que comunica el mensaje de Dios. Dios
aparece en la forma de una máscara azteca estilizada de Tlaloc con colmillos, que
arroja fuego por su boca. En el contexto del cristianismo, el fuego representa la sangre
del Cristo sacrificado que limpia al mundo de los pecados humanos; al mismo tiempo,
el fuego es un símbolo indígena de las aguas primordiales de las viejas deidades
aztecas. Esta pieza expresa el complejo proceso de transculturación que tuvo lugar
durante el siglo XVI en México, cuando dos culturas diferentes intentaban establecer
un diálogo religioso.
Cristo el Salvador
Después de la conquista española, el arte plumario fue aplicado a objetos rituales con
las formas e iconografía de la nueva religión. Un ejemplo de ello es la personificación
de Cristo el Salvador, quien bendice al mundo con su mano derecha. El orbe que
sostiene en su mano izquierda es un icono de soberanía, que en la Edad Media era
considerado como un emblema del poder divino. Una inscripción rodea la imagen de
Cristo, pero hasta el momento no ha podido ser traducida con propiedad.
LAPIDARIA
Los aztecas tenían un interés muy especial por las piedras preciosas de todo tipo.
Dado que su cultura era fundamentalmente neolítica (de la Nueva Edad de Piedra), las
herramientas estaban predominantemente hechas de piedra, aunque también
utilizaron herramientas de cobre. La obsidiana y el pedernal se usaron para fabricar
cuchillos de sacrificio, tan valiosos para los rituales; la obsidiana también fue usada
como raspador y para fabricar otros implementos más domésticos para cortar.
Los mexicas fueron particularmente habilidosos en el tallado de piedras duras de
diferentes colores y superficies brillantes, tales como la piedra verde, el pórfido, la
obsidiana, el cristal de roca, la turquesa y el ónix. Con estas piedras crearon toda una
variedad de esculturas, vasijas, y piezas de joyería. En el arte lapidario, los aztecas
realizaron elaboradas piezas artísticas de cristal de roca, amatista, jade, turquesa y
41
obsidiana, entre otras importantes piedras, como así también de madreperla. Usando
instrumentos de caña, arena, y esmeril, organizaban pequeñas piezas de piedra con
las que formaban brillantes mosaicos sobre un fondo de hueso, estuco, y madera.
Para los hombres de la clase más alta, aprender las artes lapidarias era un signo de
status. Su técnica se llamaba toltecayotl (la materia de los toltecas, o la cosa tolteca),
y estaba basada en las tradiciones artísticas toltecas que tanta admiración despertaba
en los aztecas.
Las piedras verdes, tales como la jadeíta, la diorita y la serpentina, eran las piedras
preciosas más importantes de Mesoamérica. Dentro de la boca de los cadáveres se
introducían cuentas de jade como pago por el viaje del alma de la persona muerta a
través del inframundo, tradición que también vemos en la antigua China. La piedra
verde actuaba como ofrenda para proteger el alma en su viaje al más allá. Las piedras
verdes también se enterraban en el piso de los templos. El verde era un símbolo del
agua y de las plantas, de la vida y la fertilidad. La palabra chalchihuitl (símbolo del
jade) era la personificación de lo precioso.
La piedra verde, como por ejemplo el jade, provenía de la provincia de Guerrero y era
ofrecida en calidad de tributo por las provincias del sur. Los artistas lapidarios más
famosos del Valle de México fueron los artesanos de Chalco y Xochimilco; se decía
que el arte lapidario había tenido su origen en los artesanos de Xochimilco.
Máscara de Turquesas
Se cree que esta hermosa máscara azul representa a Xiuhtecuhtli, el dios del fuego
[Figura 66]. Matos y Solís (2002) dicen que el nombre de la deidad, Xiuhtecuhtli
(Señor de las Turquesas) es un derivado de la palabra náhuatl para año (xihuitl), lo
que hace de él una deidad del tiempo. Las piezas de turquesa están fijadas a una
base de madera de cedro con algún tipo de sustancia resinosa. Los ojos, hechos de
madre perla, muestran un agujero en el centro que estaría sugiriendo que los
personificadores de seres divinos, usaron la máscara durante rituales religiosos. Sus
dientes también están hechos de concha. Esta máscara es uno de los mejores
ejemplos de su tipo, del período Posclásico, que han llegado a nuestros días.
Pectoral de Serpiente Bicéfala
Este pectoral muestra serpientes bicéfalas y entrelazadas asociadas con el dios de la
serpiente emplumada Quetzalcoatl. Sus fauces están abiertas, simbolizando las
cuevas de Mictlan o las puertas de entrada al inframundo. La pieza consiste en una
base de madera cubierta con un mosaico de incrustaciones de turquesa, que la hacen
ver tan azul como el cielo. Las narices, encías y dientes de los reptiles tienen
incrustaciones de conchas blancas y rojas.
42
Las serpientes bicéfalas y entrelazadas eran íconos del arte mesoamericano que
representaban al cielo [Figura 67]. Las serpientes eran un símbolo de renovación,
puesto que cambiaban su piel. También son la metáfora de ríos de sangre. En este
contexto, el pectoral es una obra dedicada a la vida, que depende de la muerte y del
inframundo para renovarse.
Se cree este pectoral era usado por algún sacerdote o miembro de la nobleza en
rituales relacionados con el nacimiento del dios Huitzilopochtli, el dios patrono azteca
que nació en Coatepec, la “Montaña de la Serpiente”.
Cuchillo de Sacrificios
El tecpatl, o cuchillo de sacrificios, era un elemento importante en los rituales aztecas.
Con el cuchillo, los sacerdotes abrían el pecho de las víctimas de sacrificios para
extraer el corazón que habría de alimentar a los dioses, con la esperanza de que
dicho presente trajera bendiciones para la humanidad. En los pocos tecpatls que han
sobrevivido, hay algunas representaciones de deidades en sus mangos. Un famoso
ejemplo prehispánico es la imagen labrada de una figura que usa un ornamento
circular en las orejas y un gran lazo de plumas, lo cual asocia a esta figura con
Tonatiuh, el dios del sol. Los brazos de Tonatiuh parecen estar sosteniendo la hoja del
cuchillo. Matos y Solís (2002) establecen que el arma de Huitzilopochtli, deidad
patrona de la guerra y del sol, está referenciada en el mango por la presencia de la
xiuhcoatl (la serpiente de fuego). Este cuchillo en particular acentúa la importancia de
los sacrificios humanos para alimentar a los dioses, en especial al dios del sol, quien
ilumina la tierra y sustenta la vida.
Este mango, separado de su hoja, fue descubierto en la ciudad de México; la hoja le
fue agregada más tarde.
Cuchillo con la Imagen de un Rostro
Encontrado en el Templo Mayor de Tenochtitlan, este cuchillo muestra un rostro de
perfil que presumiblemente representaría al portador de año tecpatl, una deidad menor
[Figura 68]. Sus dientes y ojos han sido acentuados con incrustaciones de pedernal
blanco y de obsidiana, una roca volcánica. Como se trata de un cuchillo sagrado de
sacrificios, está simbólicamente relacionado con Mictlan, la parte inferior del universo
donde viven los seres descarnados. Mictlan estaba asociado con el color negro y con
el tecpatl (cuchillo de sacrificios). Según Matos y Solís (2002), este cuchillo está
asociado con el dios negro Tezcatlipoca, quien encarna a un cuchillo de obsidiana que
representa al viento negro. Como cuchillo de sacrificios, también está asociado con el
Norte (la dirección de la muerte) y con el dios desollado Xipe Totec.
43
ORFEBRERÍA
Con el paso del tiempo, los aztecas nómadas pasaron a ser una sociedad dividida en
distintas clases sociales. La riqueza y el poder eran privativos de los pipiltin (la
nobleza). Para los pipiltin, los metalurgistas aztecas creaban objetos de oro, costosos
y muy bellos. Si bien el oro no era tan valorado como la piedra verde o la turquesa, sí
era un símbolo de status. Tenochtitlan era el centro cosmopolita del arte azteca, y se
alentaba a las gentes de origen mixteca a que se establecieran allí porque eran
renombrados por sus trabajos en oro, que se distribuían a lo largo y ancho de la
ciudad y del imperio.
De acuerdo con Matos y Solís (2002), el oro, junto con los textiles y otras piedras
preciosas, se usaba para adornar las prendas de vestir tanto de los dioses como de
los seres humanos, según lo que se observa en diversos manuscritos. Los nobles de
la sociedad azteca usaban cascabeles de oro en sus trajes. Este estilo de vestimenta
también fue representado en la escultura monumental. Después de la conquista
española, muchas figuras de oro y otras piedras preciosas fueron llevadas a los
países europeos para ser exhibidas como artículos exóticos. Hernán Cortés hizo
descripciones de dichas figuras; por ejemplo, él vio una pieza en forma de pájaro con
plumas verdes y con ojos, patas y un pico hechos de oro.
Un aura de misterio rodeaba a los teocuitlahuaque (orfebres). Si bien gozaban del
título de toltecas, tenido en alta estima, se creía que los orfebres eran originarios de
una nación lejana, muy distante y exótica. Xipe Totec era el dios patrono de los
teocuitlahuaque, y ellos le rendían culto en un templo llamado Yopico (el suelo Yopi).
La palabra Yopi era el nombre de la gente que vivía en las partes occidentales de las
montañas que llegaban al océano Pacífico. No hablaban náhuatl, eran independientes
de los aztecas, y subsistían en condiciones de pobreza, de acuerdo con lo indicado
por Sahagún (1951-1969). Si bien tenían sus propias costumbres y tradiciones
culturales, se encontraban inmersos en el mundo azteca, y se les consideraba ricos
debido a su habilidad para manipular y trabajar el oro.
44
ARQUITECTURA AZTECA
Por
DR. MANUEL AGUILAR-MORENO
FOTOGRAFÍA: FERNANDO GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, Y DR. MANUEL AGUILARMORENO
DIBUJOS: LLUVIA ARRAS, FONDA PORTALES, ANNELYS PÉREZ Y RICHARD
PERRY, Y MARÍA RAMOS
45
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
Simbolismo
TIPOS DE ARQUITECTURA
Construcción general de templos piramidales
Templos
Tipos de pirámides
Pirámides redondas
Pirámides con escalinatas gemelas
Adoratorios
Ciudades capitales tempranas
Capitales de ciudades-estado
Canchas de juego de pelota
Acueductos y presas
Mercados
Jardines
MATERIALES Y TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN
EL RECINTO DE TENOCHTITLAN
Introducción
Urbanismo
Plaza ceremonial (interior del Recinto Sagrado)
El Templo Mayor
Mitos simbolizados en el Templo Mayor
Etapas de construcción halladas en las excavaciones arqueológicas del Templo
Mayor
Fase constructiva I
Fase constructiva II
Fase constructiva III
Fase constructiva IV
Fase constructiva V
Fase constructiva VI
Fase constructiva VII
Los palacios de los emperadores
Casas de los habitantes
Chinampas
Canchas de Juego de Pelota
Templo situado afuera del Recinto Sagrado
OTRAS CIUDADES
46
Tenayuca
La pirámide
El muro de serpientes
El altar-tumba
Santa Cecilia Acatitlan
La pirámide
Teopanzolco
Tlatelolco
El Templo del Calendario
El Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl
El Pozo Sagrado
Las residencias de los sacerdotes
El mercado
Tetzcotzinco
Monumentos cívicos
Adoratorios
Huexotla
El muro
La Comunidad
La Estancia
Grupo Santa María
San Marcos
Santiago
El edificio de Ehecatl-Quetzalcoatl
Tepoztlan
El templo piramidal de Tepoztlan
Calixtlahuaca
Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl
El Conjunto de Tlaloc
El Grupo del Calmecac
Cancha de Juego de Pelota
Coatetelco
Malinalco
Templo I (Cuauhcalli) – Templo de los Caballeros Águila y Jaguar
Templo II
Templo III
Templo IV
Templo V
Templo VI
LISTA DE FIGURAS
REFERENCIAS CITADAS
47
INTRODUCCIÓN
La arquitectura azteca refleja los valores y la civilización de un imperio, y el estudio de
su arquitectura es decisivo para llegar a entender la historia de los aztecas, incluyendo
su migración a través de México y su representación de los rituales religiosos. La
mejor manera de describir la arquitectura azteca es diciendo que es monumental. Su
propósito radicaba en manifestar poder, al tiempo que se apegaba a fuertes creencias
religiosas. Esto se pone en evidencia en el diseño de los templos, los adoratorios, los
palacios, y las casas de la gente común.
La ciudad capital del imperio azteca era Tenochtitlan, situada donde hoy se encuentra
la moderna ciudad de México. Tenochtitlan era una ciudad abrumadora y monumental,
que fue construida sobre pequeñas islas y tierras pantanosas. Era la tercera ciudad
más grande del mundo, después de Constantinopla y París, y en su época de mayor
esplendor albergó a 200,000 habitantes. Tenochtitlán era la ciudad en la que se
encontraba la arquitectura azteca más impresionante y monumental. Después de la
conquista española la ciudad fue saqueada, destrozada, y sus materiales usados para
construir la moderna ciudad de México. A partir de distintos documentos arqueológicos
e históricos, tales como las crónicas españolas y los códices escritos por los frailes,
los indígenas y otros historiadores, es posible desentrañar el alcance y la importancia
de la arquitectura azteca.
Si bien Tenochtitlán fue la más impresionante de las ciudades aztecas, hubo otras
ciudades y sitios arqueológicos que representaron a la arquitectura, a la vida cotidiana
y a los rituales aztecas. Los aztecas tuvieron una larga historia de migraciones, en el
transcurso de las cuales se separaron varias veces. Las gentes que fundaron
Tenochtitlan, sin embargo, permanecieron unidas y se dedicaron a la veneración de
Huitzilopochtli, el dios del sol y de la guerra. Debido a que los aztecas migraron
durante varios cientos de años y se separaron varias veces, adoptaron distintos
dioses, costumbres, estilos arquitectónicos, y técnicas. La separación migratoria final
tuvo lugar en Coatepec (en las proximidades de Tula), donde nació Huitzilopochtli, una
de las deidades aztecas más importantes. La mitad del Templo Mayor de Tenochtitlan
fue construida en su honor.
El Templo Mayor de Tenochtitlan contiene toda la historia de Huitzilopochtli narrada en
esculturas (para mayores detalles, véase la sección de más abajo: El Templo Mayor).
El Templo Mayor era el lugar sagrado donde los aztecas adoraban a Huitzilopochtli y
sacrificaban seres humanos a fin de aplacarlo. Para poder comprender cabalmente la
arquitectura azteca, hace falta realizar un examen amplio de la cosmología, la
mitología y la cultura aztecas, puesto que la mayoría de las estructuras aztecas
conllevaban una carga religiosa. Ello se hace evidente en los distintos templos y
adoratorios que se construyeron para adorar a las deidades aztecas y para ofrecerles
sacrificios humanos. (Para más detalles, véase el Capítulo 6: Religión, Cosmología y
Mitología).
48
La arquitectura azteca estaba fuertemente influenciada por los toltecas de Colhuacan,
los tepanecas de Atzcapotzalco, y los acolhuas de Tetzcoco. Debido a que el imperio
azteca fue construido a través de la conquista, los aztecas debían encontrar la manera
de integrar los diversos grupos étnicos bajo su dominio. De este modo, recurrieron a
su arquitectura y a los materiales gráficos para promover su visión del mundo. Las
estructuras gigantescas reflejaban el poderío militar del imperio.
Los aztecas estaban bien organizados y contaban con fuertes infraestructuras y
sistemas que movilizaban personas y recursos materiales a fin de construir grandes
edificios que satisficieran las necesidades de la población. Tenochtitlan, la ciudad
capital, simbolizaba el poderío azteca. La arquitectura azteca, que era similar a la de
otras culturas mesoamericanas, poseía un innato sentido del orden y la simetría. Los
diseños geométricos y las líneas amplias eran representaciones del dogma religioso y
del poder del Estado. Además, los aztecas utilizaron bajorrelieves, muros, plazas, y
plataformas, como medios para representar a sus dioses e ideales. Durante las
distintas épocas de su imperio, los aztecas fueron agregando nuevas técnicas y
materiales a sus estructuras. Ejemplos de la monumentalidad y la grandiosidad
aztecas se hacen evidentes en el Templo Mayor, cuya plaza podía albergar a 8.000
personas, y en el mercado de Tlatelolco, con una capacidad para 20.000 personas
durante los días de mercado. La adaptabilidad y el ingenio arquitectónico de los
aztecas pueden observarse en Malinalco (véase la sección de más abajo), donde se
esculpió un templo en la roca, el cual quedó integrado a la montaña.
Simbolismo
La arquitectura azteca está profundamente marcada por el simbolismo. Los puntos
cardinales constituyen símbolos religiosos de las cuatro direcciones y esquinas de la
tierra. Son entidades religiosas que tienen patronos divinos, colores, días, y signos del
año que varían según las distintas versiones históricas. Para los aztecas, el Norte era
representado con el color negro y estaba gobernado por Tezcatlipoca, dios de la
suerte, el destino, y la noche; era la región que ellos llamaban Mictlampa, que quiere
decir el lugar de la muerte, y su símbolo asociado era un cuchillo de pedernal. El Sur
estaba caracterizado por el color azul, y era gobernado por Huitzilopochtli, el dios solar
y deidad de la guerra; a esta región se le llamaba Huitztlampa, la región de las
espinas, y su símbolo era el conejo. El Este estaba asociado con el color rojo, y era
gobernado por Tonatiuh, el dios del sol, por Xipe Totec, el dios de la fertilidad y la
vegetación, y por Camaxtli-Mixcoatl, el dios de la caza; era la región conocida como
Tlapallan, que quiere decir el lugar del color rojo, y también Tlapcopa, el lugar de la
luz; su símbolo era una caña. El Oeste estaba representado por el color blanco, y era
gobernado por Quetzalcoatl, el dios del viento, de Venus, y de la sabiduría. El Oeste,
donde se pone el sol en el territorio de la noche y de los muertos, era la región
llamada Cihuatlampa, que quiere decir el lugar de las mujeres, donde las Cihuateteo
(mujeres deificadas que han muerto durante el parto) escoltaban al sol cada atardecer
después de su viaje a través del cielo; su símbolo era una casa. Estos dioses de las
49
cuatro direcciones tienen a su cargo al fuego, al sol, a las aguas, a la tierra, al hombre,
al lugar de los muertos, y al tiempo. Mantienen el equilibrio en la Tierra. Los aztecas
eran conscientes de la importancia de todo lo anterior, y por esa razón, su ciudad de
Tenochtitlan y sus estructuras, específicamente el Templo Mayor, seguían estos
patrones cosmológicos [Figura 69]. En el Códice Mendoza se puede ver con toda
claridad, con el Recinto Ceremonial de Tenochtitlan en el centro y cuatro sectores que
parten de éste orientados hacia los cuatro puntos cardinales. Los aztecas buscaban
mantener el equilibrio y aplacar a sus dioses por temor a que la Tierra se colapsara,
tal y como había ocurrido durante los períodos comprendidos entre el Primero y el
Cuarto Sol (creaciones anteriores del mundo). De esta forma, la orientación de la
ciudad es resultado de la creencia que cuando el Quinto Sol fue creado en
Teotihuacan, los diversos dioses miraban hacia las diferentes direcciones para ver
desde cuál de ellas saldría el nuevo sol. Según la Leyenda de los Soles, el Templo
Mayor mira hacia el oeste porque el primer dios que vio al sol fue Quetzalcoalt, cuyo
templo mira hacia el este, siguiendo el camino del sol.
Otros símbolos que se pueden observar en la arquitectura azteca son: el águila que
representa al sol en su cenit así como a los guerreros, las serpientes que simbolizan el
agua o las serpientes de fuego, cada una relacionada con Tlaloc y Huitzilopochtli,
respectivamente, y la concha de caracol relacionada con la fertilidad, la vida y la
creación. Las representaciones de ranas como criaturas acuáticas hacen recordar a
los símbolos de Tlaloc.
TIPOS DE ARQUITECTURA
Construcción general de templos piramidales
Los templos piramidales fueron construidos para facilitar la religión azteca y la visión
del mundo. Construir templos piramidales era uno de los deberes arquitectónicos más
importantes para los aztecas, debido a la importancia religiosa que éstos revestían. Se
trataba de obras públicas patrocinadas por el gobierno y pensadas para crear un
sentimiento de piedad religiosa y de poder imperial. Se creía que representaban a las
montañas, que eran la fuente del agua y la fertilidad, y hogar de los espíritus de los
antepasados aztecas. Los templos piramidales, como las montañas, también
simbolizaban el concepto de altepetl, que quiere decir el corazón de la ciudad repleto
de aguas fertilizadoras. También funcionaban como importantes santuarios en los que
se celebraban rituales, y a veces en ellos se enterraba a personas importantes. Lo que
es más, representaban al orden celestial donde el cosmos estaba dividido en 13
secciones, cada una de ellas asociada con un fenómeno sobrehumano diferente. Por
esa razón, según Van Zantwijk, muchas de las pirámides que siguieron el
anteproyecto del Templo Mayor consistieron en cuatro plataformas construidas en
forma escalonada una sobre la otra, relacionadas con las cuatro direcciones
cardinales. Las tres plataformas inferiores multiplicadas por los cuatro lados,
50
constaban de 12 secciones (3 x 4); la 13ª sección era la pequeña plataforma superior
donde se erigían los templos duales de Huitzilopochtli y Tlaloc [véase la Figura 70].
La mayoría de los templos piramidales seguían un patrón general que constaba de
una plataforma, una doble escalinata larga, amplia y empinada que se elevaba en el
centro, con balaustradas a los lados de los escalones. Se usaban bloques de piedra
esculpida y calaveras para decorar la plataforma y el extremo de las balaustradas.
Construidos teniendo en mente la cosmología, los templos piramidales siempre
miraban hacia el oeste y estaban cardinalmente situados en el lado este del extremo
del centro/plaza de la ciudad. La doble escalinata también miraba hacia el oeste, lugar
por donde el sol descendía al inframundo.
Las partes superiores de las pirámides contaban con pequeñas mesetas sobre las que
se construía un templo o la piedra de sacrificios de un templo. Había un cuarto
posterior contiguo que albergaba al ídolo al cual estaba dedicado el templo, así como
una antecámara para un sacerdote. La mayoría de los muros interiores de los templos
estaban ornamentados con esculturas o pinturas. A los templos también se les
decoraba con bloques de piedra tallados en forma geométrica. Los aztecas tempranos
construyeron pirámides en un estilo similar al de los anteriores pueblos
mesoamericanos del Clásico y del Posclásico. Sin embargo, es importante destacar
que existían ciertas diferencias. Algunos de los rasgos más comunes que están
presentes en los templos piramidales aztecas son: 13 escalones a lo largo de la
escalinata, escaleras con dos balaustradas cuya inclinación cambia en la cima hasta
quedar casi vertical, y representaciones de un águila que es el nahual (disfraz o forma)
de Huitzilopochtli-Tonatiuh. Estos elementos pueden verse en templos situados en
Tepoztlan, en el Templo de la Serpiente Emplumada en Xochicalco, en el templo
redondo de Cempoala, y en el templo de Ehecatl en Calixtlahuaca.
Templos
Arriba de una pirámide situada en el centro de la ciudad era habitual encontrar un
templo, si bien había excepciones. Como muchas ceremonias relacionadas con el
Estado tenían lugar en el interior de los templos, la política y la religión no se podían
separar. Esta unión de política y religión aumentaba la autoridad del emperador y
legitimaba el poder de los dioses respectivos. Los templos contaban con sacerdotes,
residencias contiguas, escuelas, y tierras (según ya se ha visto en el Templo Mayor).
Los ideales cosmológicos y religiosos del imperio se manifestaban en los templos.
Eran el punto central de las cuatro direcciones cardinales, el lugar donde el canal
vertical o eje conducía al cielo y al inframundo y donde el gobernante supremo
interactuaba con los dioses [Figura 70]. Muchas de las ceremonias realizadas en los
templos seguían los calendarios de las estaciones y de los festivales. De acuerdo con
las creencias aztecas, era fundamental proveer a los dioses de alimentos, a fin de
evitar el fin del mundo. El alimento de los dioses era la sangre que se derramaba
durante los sacrificios humanos. No todos los templos se construían para llevar a cabo
51
sacrificios humanos. Los aztecas fueron un pueblo politeísta, y construyeron templos
para honrar a distintos dioses. Por esa razón, las ofrendas u honores presentados a
las distintas deidades variaban. Además, los templos eran lugares para la renovación
del imperio, eran altares de renacimiento y esperanza.
Los templos se construían de acuerdo con las cuatro direcciones cardinales.
Habitualmente, los templos eran erigidos sobre el extremo oriental del centro de la
ciudad o plaza, mirando hacia el oeste. Si un nuevo templo había de reemplazar a otro
que ya existía, el templo más antiguo no era destruido. En cambio, los constructores
agregaban una nueva estructura sobre el edificio ya existente. El resultado era un
nuevo templo más grande, más extravagante, y más detallado. Ampliar las estructuras
preexistentes significaba agregar más escaleras y hacer más espaciosa el área de los
sacrificios. Según el emperador, dividir en capas un templo preexistente era algo
aceptable porque los dioses ya habían bendecido el templo original. Construir un
templo más magnífico era pagar un tributo adicional a los dioses.
El aspecto de la mayoría de los templos era similar. Se asemejaban a pirámides
truncadas. La parte exterior de los templos tenía terrazas y escalones. Algunas de las
partes más detalladas y decoradas del templo eran las escalinatas que apuntaban
hacia los cielos. En los extremos de las escalinatas con frecuencia se colocaban
cabezas de serpientes hechas de piedra. Las cabezas de serpientes significaban la
representación de Coatepec (Montaña de la Serpiente), como el lugar de nacimiento
de Huitzilopochtli, principal dios de los aztecas. Del mismo modo, se cree que al usar
animales venenosos o peligrosos en la decoración, se podría evitar que los espíritus
malignos se acercaran.
Tipos de pirámides
Pirámides redondas
Las pirámides redondas se encuentran principalmente en Calixtlahuaca, en el Valle de
Toluca. Están dedicadas a Ehecatl, el dios del viento, una de las formas del dios
Quetzalcoatl. Las estructuras se construyeron en forma circular para facilitar el flujo
del viento, evitando así que la estructura funcionara como una barrera que pudiera
entorpecer la entrada del dios del viento. Según las creencias de los aztecas y de
otros pueblos precolombinos, Ehecatl hacía soplar el viento para los cuatro puntos
cardinales de modo que la tierra se mantuviera limpia, permitiendo así que Tlaloc
enviara lluvia. Un viento suave era enviado hacia el este, donde Tlalocan (el paraíso
del dios Tlaloc) tenía su lugar. Un viento en forma de vendaval era soplado en la
dirección de Mictlan (el inframundo). Un viento suave y frío era enviado hacia el oeste
donde se encontraban las Cihuapipiltin (mujeres de la nobleza muertas al dar a luz), y
hacia el sur, donde residían los dioses Huitznahua (las estrellas del sur), se lanzaban
fuertes rachas de viento [Figura 160].
52
Pirámides con escalinatas gemelas
Un ejemplo de pirámide con escalinatas gemelas es el Templo Mayor de Tenochtitlan.
En su cima, contaba con dos templos y una escalinata doble. Los templos estaban
dedicados a Tlaloc y a Huitzilopochtli. El templo del lado izquierdo honraba a Tlaloc.
Tlaloc era el responsable de proporcionar una buena temporada de lluvias y una
cosecha abundante. Si no llegaban lluvias suficientes, el resultado sería la hambruna.
Por esta razón, Tlaloc era altamente reverenciado. Su templo estaba decorado en azul
y blanco, colores que simbolizaban el agua y la humedad. El templo del lado derecho
estaba dedicado a Huitzilopochtli. Estaba pintado de rojo y blanco, en honor a la
guerra y a los sacrificios. El Templo Mayor era muy empinado y tenía una gran altura.
Los templos situados encima de la pirámide no podían ser vistos a menos que una
persona los observara desde la plataforma. Otros templos similares al Templo Mayor
eran de una altura importante porque los dioses vivían en el cielo y por encima de la
gente. Estar en la cima de una pirámide era lo más cerca que una persona podía estar
de los dioses [Figura 76]. Otros ejemplos de pirámides con escalinatas dobles se
encuentran en Tenayuca y en Tlatelolco.
Adoratorios
Los adoratorios aztecas constituían importantes estructuras religiosas. Dado que los
aztecas eran politeístas, cada adoratorio que se construía tenía el propósito de honrar
a un dios en particular. Puesto que diferentes adoratorios rendían culto a un dios
específico, sus respectivas apariencias eran relativamente distintas. Aunque el exterior
de los adoratorios variaba, su estructura interior era más uniforme. El interior por lo
general era de forma circular con una mesa redonda en medio del cuarto, que se
usaba para contener las ofrendas del culto del dios para quien el adoratorio se había
construido. Como los aztecas eran extremadamente devotos y tenían muchas
ofrendas, solía ocurrir que no tenían espacio suficiente para todas ellas en el
adoratorio. No era raro que se agregara un edificio adicional. La estructura contigua
consistía de un edificio rectangular que conducía hacia un cuarto redondo y más
pequeño donde había un fuego encendido en su centro para quemar las ofrendas.
Sucedía a menudo que el segundo edificio se incendiaba, al estar el techo construido
de pasto y paja. Se cree que lo que acabamos de decir es la razón por la cual se
construyeron grandes cantidades de adoratorios, y por qué se encontraban en
abundancia a lo largo y ancho del imperio azteca. Estos adoratorios eran parte integral
de la vida religiosa de los aztecas, quienes creían firmemente que las ofrendas eran
esenciales para complacer a los dioses. Hay ejemplos de adoratorios de este tipo en
el Monte Tlaloc y en el Huixachtepetl (actualmente conocido como Cerro de la
Estrella) [Figura 71].
Ciudades capitales tempranas
El trazado general y la arquitectura de las ciudades-capitales de los aztecas estaban
planificados formalmente alrededor de un centro, con viviendas dispersas al azar en
53
las afueras de la ciudad. Los edificios estaban orientados cosmológicamente. En el
corazón de la ciudad había una plaza pública rectangular con edificios cívicos y
religiosos en sus extremos. La mayoría de los templos, adoratorios y templos
piramidales se encontraban en esta área. Más allá de la zona central, había
mercados, viviendas, escuelas, y otros edificios dispersos al azar.
Capitales de ciudades-estado
Las capitales de las ciudades-estado eran ciudades que ejercían el control de las
provincias, y que por lo general habían sido planificadas en forma similar a la de las
ciudades capitales más locales. Como las ciudades capitales, las capitales de las
ciudades-estado también estaban orientadas cosmológicamente. Tenían una plaza
central con estructuras contiguas de tipo cívico y religioso. Había templos piramidales
sobre el lado oriental de la plaza, que miraban hacia el oeste. Otros importantes
edificios cívicos o religiosos tenían una ubicación designada de acuerdo con los cuatro
puntos cardinales. Como el imperio azteca era grande y dominaba a muchas culturas,
la mayoría de las ciudades-estado tenían muy poco o ningún contacto con la
metrópolis imperial. Como resultado, las capitales de ciudades-estado jugaron un
papel más importante en las vidas cotidianas de las personas que Tenochtitlan. Las
capitales de las ciudades-estado eran utilizadas por los campesinos para atender
obligaciones de tipo personal, religiosas y administrativas, como podrían ser los días
de mercado y otras actividades.
Canchas de Juego de Pelota
Las canchas de juego de pelota fueron utilizadas para jugar el famoso juego de pelota
mesoamericano, y por lo general estaban construidas siguiendo la tradicional forma de
I [Figura 72], si bien se daban algunas variaciones. La cancha de juego de pelota se
llamaba tlachco, y el juego que se jugaba en la tlachco era el tlachtli o ullamaliztli. El
tlachtli formaba parte de una antigua tradición global mesoamericana, y todavía se
juega en algunas partes de México. Para los aztecas, el juego de pelota era el deporte
más importante que encarnaba la recreación y el ritual religioso, y cada vez que los
aztecas instalaban un asentamiento, su primer acto consistía en construir un
adoratorio para Huitzilopochtli y contiguo a éste, una cancha de juego de pelota. Las
canchas de juego de pelota estaban asociadas con el mito de Huitzilopochtli en
Coatepec, donde combatió con la Coyolxauhqui (la diosa de la Luna) y con las
Centzohuiznahua (las 400 estrellas), las decapitó, y devoró sus corazones en el centro
de la cancha de juego de pelota llamado itzompan (lugar de la calavera). El mito de
Coatepec refleja el cotidiano combate cósmico entre el sol (la luz y la vida) y los
cuerpos celestes de la noche (la muerte y la oscuridad) y la permanente victoria del
sol que posibilita la continuidad de la vida en el universo. El movimiento de la pelota
era una metáfora del drama del culto del sol en movimiento a través del cielo, y tenía
la intención de reflejar los eventos celestiales sobre la Tierra.
54
Acueductos y represas
Las importantes ciudades de Tenochtitlan y Tlatelolco fueron erigidas sobre pequeñas
islas pantanosas a lo largo del Lago Tetzcoco. Dichas islas cenagosas contaban con
una cantidad limitada de agua potable, de manera que hubo que construir un
acueducto para transportar agua dulce sobre el lago, desde los manantiales que se
encontraban en tierra firme, en Chapultepec [Figura 73]. Los aztecas también crearon
extensos canales para irrigar los campos, y en la época del rey Motecuzoma I, el rey
Netzahualcoyotl de Texcoco construyó un dique o represa que protegía a Tenochtitlan
de las inundaciones que resultaban muy destructivas durante las temporadas de
fuertes lluvias. Estas sofisticadas obras hidráulicas constituyeron algunos de los logros
más impresionantes de la tecnología azteca.
Mercados
Todas las ciudades importantes tenían prósperos mercados cerca de, o junto al
templo principal situado en el centro de la comunidad [Figura 74]. Según los cronistas
españoles, la ley azteca exigía que uno fuera al mercado y que llevara provisiones a la
ciudad. Nada podía venderse camino al mercado por temor a que el dios del mercado
castigara al infractor; esto era puesto en práctica por medio de severos castigos por
parte de la ley. Los mercados eran importantes no sólo para la prosperidad económica
de la ciudad, sino que funcionaban también como lugares de encuentro para reunir
información, por ejemplo acerca de rumores de rebelión o ataques por parte de
pueblos vecinos, como ocurría durante los primeros años del imperio. Si bien los
mercados y sus respectivas plazas no incluían edificios inmensos como el Templo
Mayor o los palacios, son importantes para la arquitectura de los aztecas en términos
de su ubicación, trazado, e implicaciones cosmológicas.
Jardines
Muchos jardines aztecas fueron diseñados a partir de un antiguo jardín que descubrió
Motecuhzoma I en Huaxtepec, y que alguna vez perteneció a “los ancestros”. El
emperador decidió restaurar y reconstruir el jardín, y se llevó al lugar y se plantó toda
una variedad de plantas, así como fauna proveniente de otras regiones. Más tarde
florecieron otros jardines en las ciudades, como los que fundó Netzahualcoyotl en
Tetzcotzingo, varios otros en Iztapalapa, Tetzcoco, Tlatelolco, y en los palacios de
futuros emperadores (véase los jardines de Tetcotzingo más adelante en esta misma
sección). Estaban bien organizados e incorporados en el plano arquitectónico de los
palacios. Los jardines eran mantenidos fundamentalmente para recreación, pero
también incluían plantas medicinales. La mayor parte de los jardines eran muy
similares entre sí y pueden ser comparados con el del palacio de Iztapalapa que fue
descrito por Hernán Cortés (1986) como espacios con muchos árboles y flores con
dulce perfume. Los espacios para baños con agua dulce y con escalones bien
construidos que bajaban hasta el fondo, proporcionaban a los gobernantes un
tranquilo lugar de descanso. También había una gran huerta de árboles cerca de la
55
casa, que podía observarse desde una terraza alta con muchos bellos corredores y
cuartos. Dentro de la huerta había una gran alberca cuadrada de agua dulce, muy
bien construida y con sus lados hechos de fina mampostería, alrededor de la cual se
extendía una senda cubierta por un pavimento de baldosas bien dispuestas, tan ancha
que podían caminar cuatro personas a la par, y de 400 pasos, haciendo que el
conjunto fuera de 600 pasos. En el otro lado del paseo hacia el muro del jardín había
setos de enrejados hechos de caña, detrás de los cuales se extendían todo tipo de
plantaciones de árboles y hierbas aromáticas. La alberca contenía muchos peces y
diferentes especies de aves acuáticas.
MATERIALES Y TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN
Los aztecas eran diestros constructores y artesanos que usaron cinceles, piedras
duras, y navajas de obsidiana a modo de herramientas. Muchos de los materiales
usados eran los mismos que se usaron durante alrededor de dos mil años en el valle
central de México. Sin embargo, en las construcciones más recientes de Tenochtitlan,
los aztecas comenzaron a concentrarse en la solidez de sus edificios, debido al
subsuelo que paulatinamente se iba hundiendo. Como resultado, se usó ampliamente
el tezontle, una piedra volcánica fuerte y liviana. El tezontle era muy popular porque
resultaba fácil de tallar y su textura y color eran atractivos. Se usó en la construcción
de edificios monumentales, como relleno de muros, y para hacer techos. Los aztecas
atribuyeron la gran cantidad de piedra de tezontle a la destrucción del mundo, según
la Leyenda de los Soles, la cual explica que durante la era del tercer sol (tletonatiuh)
hubo una lluvia de fuego que destruyó el mundo, dejando el tezontle en la superficie.
Otra técnica popular que se empleó para evitar el hundimiento de la ciudad fue el uso
de plataformas como cimientos, o encajar pilotes de madera en la tierra, en apretada
formación. Esto quedó a la vista durante las excavaciones.
El metal (con la excepción del cobre) era desconocido para los aztecas. Se usaron
cuerdas, cuñas, u otros medios para cortar la piedra, en tanto que la arena y el agua
se utilizaban comúnmente como abrasivos. La mayoría de los materiales de
construcción usados por los aztecas eran de la región o los adquirían por medio del
comercio. En Tenochtitlan, los manjares de las ciénagas tales como las ranas, los
peces, y las algas, se trocaban por materiales de construcción como las rocas y el
relleno. Las rocas y los rellenos se usaban para ampliar y estabilizar las pantanosas
chinampas (parcelas de tierra que se usaban para la agricultura) [Figura 75]. El
escombro, el mortero, el adobe, y la cal para hacer estuco también se usaban en
forma habitual. La piedra suelta y el escombro se importaban de las regiones costeras.
Fuera de Tenochtitlan, las gentes usaban madera de los bosques deshabitados. El
pino y el roble se usaban comúnmente para hacer vigas de soporte y jambas de
puertas.
Los aztecas eran tan adeptos a trabajar y tallar la piedra que los españoles, en una
época posterior, utilizaron y combinaron los artistas indígenas con sus propios artistas,
56
que usaban herramientas de metal en la construcción de edificios coloniales, lo que
dio como resultado el tequitqui o arte mestizo de México [Figura 47 y Figura 48].
EL RECINTO DE TENOCHTITLAN
Introducción
Tenochtitlan fue una ciudad monumental que representó poder y resistencia, así como
una metáfora viviente de la historia migratoria de los aztecas y de la supremacía de su
dios del sol Huitzilopochtli. Fue un asentamiento urbano isleño que en el momento de
la conquista española, albergaba aproximadamente a 200,000 habitantes. Su nombre
proviene de tetl, roca; nochtli, cactus; y tlan, un sufijo de ubicación. También se cree
que la ciudad recibió su nombre por Tenoch, un rey-sacerdote que gobernó a los
mexicas cuando la ciudad fue fundada en el año 1325 de nuestra era. Tenoch había
conducido a su gente a lo largo de años de privaciones en el valle central de México, y
durante todo ese tiempo siguió devotamente las señales de Huitzilopochtli que
llevaron a la fundación de Tenochtitlan. Tenoch predijo que la tierra donde los mexicas
habrían de asentarse se encontraría vis-à-vis con un águila posada sobre un nopal
devorando a una serpiente, un campo blanco, una rana blanca, y un sauce blanco
(algunos de los mismos elementos fundacionales que aparecieron en anteriores
narraciones culturales, como las de Tula y Cholula). El corazón de Copil, sobrino de
Huitzilopochtli, determinaría el lugar exacto en que habría de fundarse la ciudad. Copil
era el hijo de Malinalxochitl, la diosa hermana de Huitzilopochtli. Malinalxochitl era una
hechicera malévola que los mexicas abandonaron en Malinalco debido a sus malignas
actividades de brujería. Malinalxochitl alentó la animosidad entre su hijo y su hermano.
Cuando Copil y Huitzilopocthli combatieron, Copil fue derrotado y su corazón arrojado
sobre el lago Tetzcoco. Éste fue a caer en la isla que llegaría a transformarse en
Tenochtitlan.
Cuando la ciudad sagrada fue fundada, de inmediato se erigió un templo para honrar a
Huitzilipochtli. El templo se construyó con cañas y paja, con una base de pastos del
pantano. Según la historia azteca, esa noche Huitzilopochtli le habló a un sacerdote y
le aconsejó dividir la ciudad en cuatro campan (grandes barrios o distritos) con un
templo dedicado a él en el centro [Figura 76b]). Este núcleo llegó a ser el recinto
ceremonial de Tenochtitlan, con el Templo Mayor en el centro rodeado de otros
templos y adoratorios que se fueron construyendo posteriormente. El complejo estaba
rodeado por un muro y sólo se podía entrar al mismo a través de cuatro puertas
orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, como las calzadas que conducían hacia
afuera de la ciudad [Figura 76a].
Al principio, Tenochtitlan estaba estructurada de la misma manera que otras capitales
de ciudades-estado, con un área central planificada y una región no organizada en las
afueras del recinto. El trazado al que hicimos referencia cambió cuando la población
de Tenochtitlan comenzó a crecer en forma exponencial. Cuando quedó determinado
57
que Tenochtitlan se transformaría en la capital de la civilización azteca, la ciudad fue
renovada. Los arquitectos de Tenochtitlan tomaron prestados muchos atributos
estilísticos (como la cuadrícula urbana) de Teotihuacan y Tula. Cuando la ciudad fue
reconstruida, la ciudad tolteca de Tula fue saqueada. Muchos monumentos toltecas
fueron incorporados a Tenochtitlan. Uno de los rasgos definitorios de la arquitectura
azteca en Tenochtitlan fueron los enormes edificios. Debido a que las estructuras eran
enormes y estaban asentadas sobre una isla pantanosa y barrosa, continuamente se
hundían. Como resultado, se agregaban nuevas capas a las estructuras preexistentes.
Esto se aplica de manera particular al Templo Mayor situado en la plaza central. Los
primeros edificios españoles sufrieron el mismo problema. Para afirmar su
dominación, los españoles construyeron la actual ciudad de México encima de
Tenochtitlan. En algunas partes de la ciudad de México, las estructuras aztecas se
encuentran literalmente ocho metros por debajo de las calles de la ciudad.
Se dice que Tenochtitlan fue una ciudad magnífica, la Venecia del Nuevo Mundo. De
acuerdo con los cronistas españoles, era la ciudad más impresionante y bella que
ellos hubieran visto. Poco después de la conquista se dibujaron los planos de la
ciudad que mostraban el recinto de Tenochtitlan. Uno de ellos se conoce como Mapa
de Mexico-Tenochtitlan de 1550 (Mapa de Uppsala), y el otro fue dibujado por Hernán
Cortés en su segunda carta al Emperador Carlos V, y publicado en Nüremberg en
1524 [Figura 77]. Estos planos, al igual que las crónicas españolas y la información
arqueológica, han sido fundamentales para documentar la arquitectura y urbanización
aztecas. Debido a la destrucción sistemática por parte de los conquistadores, y al celo
religioso de los misioneros, el recinto de Tenochtitlan ya no existe. Sin embargo, su
gloria puede ser rescatada a través de los datos que los arqueólogos han ido
reuniendo, y de las descripciones de los cronistas españoles. Los unos por lo general
condicen con las otras, aunque hay algunas discrepancias. Bernal Díaz del Castillo
(1963), un testigo ocular español, escribió que los españoles quedaron atónitos ante la
visión de aldeas construidas sobre el agua, una visión encantada como la de Amadís
de Gaula, un romance español de caballería publicado en 1508 de una ciudad que se
levantaba sobre las aguas. Creyendo que se trataba de un sueño, se sorprendieron
cuando fueron amistosamente alojados en el palacio de Iztapalapa. Los palacios eran
muy espaciosos y estaban muy bien construidos, de piedras magníficas, madera de
cedro y otras maderas de árboles perfumados, con grandes cuartos y patios, y todo
cubierto con toldos de algodón tejido. Al describir los jardines, Díaz del Castillo
continúa relatando acerca de un lugar maravilloso tanto para mirarlo como para
caminar por él. Nunca se cansaba de notar la diversidad de árboles y el perfume que
cada uno de ellos despedía, los senderos que estaban repletos de rosas y otras flores,
y los muchos árboles frutales y rosales del lugar, y el estanque de agua dulce.
También había distintas variedades de pájaros que llegaban al estanque. Otro hecho
notable sobre el cual escribió, era que grandes canoas entraban al jardín desde el
lago, utilizando un canal que habían abierto, y que las tripulaciones no tenían que
desembarcar.
58
Al describir el Templo Mayor, Díaz del Castillo agregó que para llegar a él uno debía
pasar por toda una serie de amplios patios. Estos patios estaban rodeados por un
doble muro de mampostería, y pavimentados, como la totalidad del templo, con un
gran piso alisado de losas. Allí donde no habían colocado estas piedras, todo había
sido blanqueado y pulido. El templo estaba tan limpio que no había ni una brizna de
paja o una mota de polvo que pudiera encontrarse allí. Cuando Díaz del Castillo llegó
al Templo Mayor, observó que seis sacerdotes y dos caciques bajaban desde lo alto
del templo, donde se encontraban haciendo sacrificios; subieron los ciento catorce
escalones hasta la cima del templo, que formaba una plaza abierta sobre la que se
levantaba una plataforma en la que descansaban las grandes piedras sobre las que
colocaban a los pobres indígenas que iban a ser sacrificados. Sobre esa plataforma,
Díaz del Castillo también observó una imagen inmensa, como la de un dragón, y otras
horrendas figuras, y gran cantidad de sangre que había sido derramada ese día.
Desde lo alto del templo, uno podía ver gran número de canoas, algunas que llegaban
con provisiones y otras que regresaban con carga y mercaderías. Díaz del Castillo
observó que nadie podía pasar de una casa a la otra en esa gran ciudad y en otras
construidas sobre el agua, como no fuera a través de puentes levadizos de madera o
con canoas. Todas las casas tenían techos planos, y en las calzadas había otras
pequeñas torres y adoratorios construidos como fortalezas. El mercado parecía un
enjambre de personas que compraban y vendían; algunos de los soldados españoles
habían estado en muchas partes del mundo, en Constantinopla, Roma, y por toda
Italia, y declararon que nunca habían visto un mercado tan bien dispuesto, tan grande,
tan ordenado, y tan repleto de gente.
Urbanismo
Los aztecas construyeron su capital en una pequeña isla en el lago Tetzcoco, que fue
ampliada rellenando las áreas cenagosas de su alrededor [Figura 76a]. Estaba
dividida en cuatro grandes barrios (campan) que simbolizaban los cuatro puntos
cardinales y un centro ceremonial que era considerado el corazón de la quinta
dirección (los mesoamericanos pensaban que el centro, la quinta dirección, mantenía
al cielo y a la tierra juntos). Estos distritos se dividían entonces en barrios más
pequeños o vecindarios llamados calpultin (calpulli, en singular). Cada calpulli contaba
con su propia plaza central, adoratorios, deidades patronas, y edificios administrativos,
pero los templos más importantes se encontraban en el recinto ceremonial de
Tenochtitlan.
La ciudad se unía por medio de tres calzadas principales y un acueducto doble que
llevaba agua dulce de Chapultepec, porque el lago era salado. Hacia el norte se
encontraba el camino a Tepeyacac (Tepeyac); hacia el sur se encontraban Iztapalapa
y Coyoacán, y hacia el oeste estaba el camino a Tlacopan (Tacuba) y Chapultepec
[Figura 76b y Figura 77). Además, había una red de canales que se cruzaban entre sí
en ángulos rectos dividiendo la ciudad en cuatro cuadrantes, aparte del centro, que
era el recinto sagrado (simbolizando el cosmograma mesoamericano de los cuatro
59
puntos cardinales y el centro). Cada cuadrante estaba a su vez subdividido en cuatro
direcciones, con un centro y su propio recinto ceremonial. La ciudad seguía el trazado
de cuadrícula urbana de la antigua ciudad de Teotihuacan. Las pirámides y plazas
eran una metáfora de las formas de las montañas volcánicas de su alrededor, y de la
meseta del lago.
Tenochtitlan tenía tres tipos de calles: caminos de tierra para caminar, canales de
agua que requerían del uso de canoas, y canales de agua terrosa en los que se
caminaba o se navegaba en canoa. Debido a que la ciudad se encontraba encima de
un lago, muchas calles se cruzaban con canales de aguas profundas flanqueados por
puentes hechos con vigas de madera.
Los aztecas buscaban hacerse de prestigio incorporando rasgos estilísticos de
antiguas altas culturas, como puede observarse en los Templos Rojos y en las
banquetas ceremoniales. Los Templos Rojos estaban situados en los lados norte y sur
del Templo Mayor propiamente dicho. Los templos recibían su nombre según el color
de su decoración, y tenían murales pintados, dentro y fuera de los mismos, de un color
rojo apagado. Se elevaban sobre bases bajas y sus estilos recordaban a Teotihuacan.
Las banquetas ceremoniales eran idénticas a las construidas en el Palacio Quemado
de Tula, poniendo así en evidencia la influencia tolteca.
Había muchas esculturas, como la Coatlicue, distribuidas sistemáticamente en patios
y templos. Muchas fueron destruidas durante la conquista. Las que sobrevivieron se
encuentran en el Museo Nacional de Antropología (para mayor información sobre las
esculturas de piedra, véase la sección de Arte Azteca).
Plaza ceremonial (interior del Recinto Sagrado)
La plaza ceremonial central era el centro religioso y administrativo de Tenochtitlan. El
corazón de la ciudad era el Templo Mayor, que se elevaba en la intersección de las
tres calzadas. Estaba rodeado por un centro ceremonial que formaba una plaza
cuadrangular de 400 metros, y cuya planta era simétrica. Constaba de 78 estructuras
de tipo religioso, todas pintadas en brillantes colores simbólicos, y rodeadas por
complejos secundarios e hileras de residencias [Figuras 78a, b, c]. Esta área sagrada
estaba rodeada por el coatepantli (muro de serpientes) y estaba dedicada a las
ceremonias religiosas que se celebraban a lo largo del año. El centro ceremonial
estaba situado sobre una plataforma cuadrangular elevada que formaba una plaza en
la que se dispusieron edificios rituales en forma simétrica. El área constaba de
recurrentes escalinatas, plataformas, y templos en forma de casas trazados con una
jerarquía que miraba hacia las cuatro direcciones en un eje que iba
prevalecientemente de este a oeste. El recinto ceremonial incluía diversos santuariospirámides como el Templo Mayor, que estaba dedicado a los dioses Huitzilopochtli y
Tlaloc, el Templo de Quetzalcoatl que era circular, el Templo de Tonatiuh, los templospalacios de los guerreros águila y jaguar, así como la cancha de juego de pelota, un
temalacatl (piedra gladiatoria), el calmecac (escuela), bibliotecas, el tzompantli (altar
60
de las calaveras), estanques para abluciones rituales, y residencias para los
sacerdotes. En el patio del templo de Xipe Totec o Yopico había una plataforma basal
elevada que contaba con un temalacatl, una piedra redonda a la que se ataban los
prisioneros durante los sacrificios gladiatorios.
La plaza ceremonial estaba rodeada por el palacio real y las residencias de los nobles,
situadas inmediatamente afuera del coatepantli. Las casas de la clase baja se
hallaban en la periferia del recinto. El mercado principal de Tenochtitlan se encontraba
contiguo al lado sur de la plaza central. También había pequeños mercados que
abastecían a los barrios más pequeños, alejados del recinto. Algunas secciones de las
afueras de Tenochtitlan consistían en parcelas de chinampas cultivadas que se
extendían sobre el lago. Sobre estas pequeñas y cenagosas islas flotantes se
plantaban cultivos. Su trazado ha sido ilustrado en el Plano en Papel Maguey, un
temprano documento colonial [Figura 75]. La arquitectura de Tenochtitlan no debe ser
entendida en términos del diseño o del estilo de los edificios. Más bien, sus planos,
monumentos y entornos naturales son expresiones de la vida cotidiana y de las
creencias religiosas de la gente.
Tenochtitlan era una ciudad grande con múltiples estructuras. Debido al hecho que la
ciudad de México está literalmente encima de los edificios aztecas y que el subsuelo
es frágil, las excavaciones han sido limitadas. Además, muchas estructuras de la
ciudad de México son de carácter colonial, y por lo tanto se consideran históricas. Por
esas razones, se han limitado las áreas designadas para investigación arqueológica.
Por ejemplo, se cree que algunas estructuras importantes han quedado debajo de la
catedral histórica y colonial de la ciudad de México. Debido a su carácter histórico y
religioso, la catedral no puede ser destruida, si bien se están practicando algunas
excavaciones limitadas que permiten rescatar materiales interesantes. No obstante,
estos edificios fueron parte integral de la arquitectura y urbanización de Tenochtitlan.
Por ejemplo, el templo de Tezcatlipoca yace debajo de la actual sede del arzobispado.
Se cree que pudo haber sido importante porque tenía 20 metros de altura y contaba
con una escalinata de 80 escalones.
En el lado oeste del recinto estaba el tozpalatl, una estructura que rodeaba al
manantial sagrado que se usaba para los baños rituales. Esta área también albergaba
al teutlalpan, un área arbolada simbólica para rituales de caza, rodeada por cuatro
muros. También estaba el poste alto que se adornaba durante los festivales de Xocotl
Huetzi (Caída de la Fruta), cuando se realizaba el sacrificio por fuego para honrar al
dios del fuego Xiutecuhtli, y se arrojaban prisioneros vivos a las llamas de una
hoguera ceremonial.
El coateocalli, un templo donde se mantenía a los dioses capturados y a la
parafernalia religiosa de las comunidades conquistadas, estaba situado directamente
debajo de la esquina de las calles de Donceles y Argentina, en la parte noroeste del
recinto. Cerca de dicha área había otros edificios que funcionaban como alojamiento
para los sacerdotes, casas de penitencia, y casas de preparación para los jóvenes que
61
servían al templo. El templo circular de Quetzalcoatl se encontraba directamente
frente al Templo Mayor. Detrás del Templo de Quetzalcoatl, en el extremo occidental
del centro ceremonial, se hallaba la cancha de juego de pelota para el juego de pelota
ritual. El Templo del Sol parece haber estado ubicado en la esquina sudoeste del
recinto, frente a la piedra de los sacrificios gladiatorios. Los que siguen son otros
templos que se encontraban dentro del centro ceremonial: el templo de la diosa
Cihuacoatl, la Casa de los Guerreros Águila, que formaban una de las órdenes
militares más importantes (ésta se encontró durante las excavaciones del Proyecto
Templo Mayor), el Templo de Chicomecoatl, la diosa de la vegetación y el maíz, y el
Templo de Xochiquetzal, la diosa de la belleza y el amor asociada con los artesanos y
los artistas.
El Templo Mayor
El Templo Mayor fue uno de los mejores testamentos de la arquitectura monumental y
el poderío de los aztecas. El trazado arquitectónico de este templo, su organización,
ubicación y sus obras de arte representaban el centro social, religioso y geográfico del
universo azteca. Según el pensamiento azteca, el punto central donde se levantaba el
templo era aquel donde los niveles celestiales y subterrenales (dimensiones
verticales) hacían intersección con el reino terrenal (dimensión horizontal). El reino
celestial constaba de 13 cielos (donde están los cuerpos celestiales y donde viven los
dioses), el terrenal consistía en las cuatro direcciones del mundo, y los reinos
subterrenales incluían nueve niveles que el difunto debía atravesar para llegar al
inframundo [Figura 70]. El templo estaba construido en el lugar conceptual donde el
canal vertical se encontraba con el canal horizontal. Además, el Templo Mayor había
sido construido en una ciudad rodeada de agua. Aztlan, tierra originaria de los
aztecas, llamada Cemanahuac, que quiere decir “el lugar en un círculo de agua”,
también estaba en el medio de un lago. Metafóricamente, todas las costas y mares
pueden ser llamados Cemanahuac. De esta forma, Cemanahuac o Anahuac era, por
extensión, el nombre que los aztecas usaron para referirse al Valle de México y en
general, al mundo. Además, ya había sido profetizado que el dios Huitzilopochtli
habría de conducir a los aztecas a un lugar en el que tendrían poder y grandeza. De
este modo, los aztecas decían estar en el centro del universo, como el pueblo elegido.
El centro ceremonial de Tenochtitlan se desarrolló alrededor del Templo de
Huitzilopochtli. Con el tiempo, el templo siguió la tradición de otras pirámides
mesoamericanas, a medida que fue siendo reconstruido con nuevas capas
envolventes. Así, el templo original con sus ofrendas, esculturas y otros artefactos
relacionados, quedó completamente envuelto por una nueva estructura superpuesta,
que evolucionó de una modesta vivienda hasta que llegó a ser el centro del universo
azteca.
Durante las excavaciones del Templo Mayor, su arquitectura puso al descubierto
algunos hechos interesantes. El primero es que el crecimiento del templo durante los
consecutivos reinados imperiales fue resultado del patrocinio del Estado, en particular
62
por parte de Motecuhzoma Ihuilcamina y de su hijo Axayacatl [Figuras 79a, b, c]. El
segundo, es que la pirámide estaba organizada como una montaña simbólica hecha
por el hombre. El tercero es que el templo piramidal estaba organizado como un
escenario dual, donde los ritos religiosos y mitológicos relacionados con el
Tonacatepetl (la Montaña del Sustento asociada con el dios Tlaloc y con su adoratorio
en el Monte Tlaloc), y con la Montaña de Coatepec (la Montaña de la Serpiente, lugar
de nacimiento de Huitzilopochtli) eran representados una y otra vez [Figura 80b].
El Templo Mayor es un microcosmos de la visión azteca del mundo. Según Eduardo
Matos Moctezuma, la plataforma que sostiene al templo corresponde al nivel terrenal
debido al hecho que las esculturas de serpientes, símbolos de la tierra, están situadas
allí. Hay dos grandes braseros a cada lado de las esculturas de cabezas de serpientes
en el centro de las fachadas norte y sur, y en el lado este sobre el eje con la línea
central de los adoratorios de Tlaloc y Huitzilopochtli. Los braseros indican que se
hacían ofrendas perecederas, como una evidencia adicional de que la plataforma era
el nivel terrestre. Cuatro niveles de esta pirámide que se estrechaban ligeramente
hasta alcanzar la cima de los dos adoratorios de los dioses principales, representaban
el nivel celestial. El reino subterrenal (el inframundo) yace debajo de la plataforma
terrenal. Muchas ofrendas fueron encontradas debajo de este piso. Por último, las
palabras que Nezahualpilli dirigió a Ahuitzotl, un emperador azteca, durante la
conmemoración de la finalización de una de las fases de construcción del templo,
daban fe de su carácter sagrado. Él dijo que Tenochtitlan era un reino poderoso, y que
era la raíz, el ombligo y el corazón del mundo entero.
Mitos Simbolizados en el Templo Mayor
El Templo Mayor es una pirámide dual con templos gemelos sobre su plataforma
superior que representan a dos montañas sagradas: Coatepec, sobre el lado sur y
dedicada a Huitzilopochtli, y Tonacatepetl, sobre el lado norte, y dedicada a Tlaloc
[Figura 80a]. El lado sur del templo es una representación arquitectónica del mito del
nacimiento de Huitzilopochtli en el Cerro de Coatepec (o Cerro de las Serpientes), que
simboliza el ascenso de los aztecas al poder. Coatepec es un sitio tolteca que está
cerca de Tula y que fue visitado por los aztecas en 1163 de nuestra era, durante su
larga migración. Fue en Coatepec que Huitzilopochtli, el hijo de una concepción
virginal, nació del vientre de la Coatlicue y donde combatió y mató a su hermana
celosa, Coyolxauhqui (la diosa de la luna) y a sus hermanos, los Centzohuiznahua (las
400 estrellas del sur) [Figura 81]. El templo esté lleno de esculturas de serpientes,
representaciones que concuerdan con el nombre de Coatepec, que quiere decir
Montaña de la Serpiente. El mito de Coatepec probablemente tuvo una base histórica
relacionada con el conflicto entre dos facciones aztecas que trataban de tomar el
control de todo el grupo e imponer su liderazgo durante la migración. Es evidente que
un grupo deseaba quedarse en Coatepec mientras que el otro deseaba continuar en la
búsqueda de la tierra prometida que Huitzilopochtli les había ofrecido. El mito era
importante porque representaba la diaria batalla cósmica entre el sol (Huitzilopochtli) y
63
las deidades de la noche (la luna y las estrellas) y su triunfo al amanecer, en el Este.
También era una justificación teológica para que los aztecas terminaran asentándose
en el Lago Tetzcoco, y para sus prácticas guerreras y de sacrificios humanos.
De acuerdo con el mito, después de su victoria contra Coyolxauhqui, Huitzilopochtli
permaneció en el Cerro de Coatepec. Su adoratorio en la cima del Templo Mayor es
un símbolo de su reinado. Según el mismo mito, Coyolxauhqui fue decapitada por su
hermano, y su cuerpo desmembrado fue arrojado rodando al fondo del cerro. Sobre la
plataforma de la base del templo, se descubrió una gran escultura en bajorrelieve que
representaba a la diosa decapitada [Figuras 27a, b]. La escultura de la Coyolxauhqui
fue hallada en varias de las etapas/capas de construcción, ilustrando la continuidad de
este mito. Algunos eruditos creen que la piedra de sacrificios que se encuentra a la
entrada del adoratorio de Huitzilopochtli indica la inmolación de su hermana, y que fue
utilizada en ritos de revalidación de los sacrificios humanos. Había ritos de
decapitación que involucraban víctimas del sexo femenino durante el festival de
Ochpaniztli, y los arqueólogos han encontrado calaveras de mujeres puestas como
ofrendas, en asociación con la escultura de la Coyolxauhqui. Además de los
resultados de las excavaciones, los cronistas españoles, a través de las descripciones
de los ritos que se realizaban durante los festivales, aportan datos que indican que el
templo era usado para recrear el mito del nacimiento de Huitzilopochtli. Durante los
festivales, se ofrecían tributos y se sacrificaba a personas en la parte superior de un
andamio, se arrojaban al suelo decapitados, y se lanzaban rodando escaleras abajo
donde iban a dar al pie de la pirámide. Este ritual constituía una nueva representación
de los sucesos míticos ocurridos en el Cerro de Coatepec.
El lado norte del Templo Mayor simboliza a la montaña Tonacatepetl (Montaña del
Sustento) y está dedicado a Tlaloc, el dios de la fertilidad que proporcionaba alimento
a través de sus aguas benéficas que formaban nubes de lluvia en la cima de las
montañas. Esta montaña también está relacionada con el mito de la creación del
hombre azteca y con el descubrimiento del maíz. Existen dos creencias en cuanto a la
asociación de esta estructura con Tlaloc. La primera es que el templo representa al
Monte Tlaloc, un cerro cercano situado entre las ciudades de Tetzcoco y Cholula,
donde los nobles y gobernantes del centro de México hacían ofrendas de joyas,
objetos valiosos, y alimentos al dios, para que éste proporcionara la lluvia necesaria
para una buena temporada de cosechas [Figura 132a]. La segunda creencia según
otro mito, es que fue en la Montaña del Sustento donde Quetzalcoatl descubrió el
maíz y se lo llevó a los dioses, para que éstos pudieran dárselo a los seres humanos
como alimento primordial. Pero entonces los Tlaloques, deidades de la lluvia y
asistentes del dios Tlaloc, se apoderaron del maíz. Sin embargo, Tlaloc y los
Tlaloques proporcionaron el maíz y otros alimentos, fertilizando la tierra y haciendo
que crecieran las plantas. Este mito muestra de qué manera la fertilidad de la tierra es
controlada por el poder del agua. Varias crónicas españolas describen las elaboradas
ceremonias que se llevaban a cabo en el templo de Tlaloc.
64
La arqueología y los relatos históricos muestran cómo el templo era el axis mundi de
los aztecas, el lugar donde algunos de sus mitos principales cobraron vida al ser
revalidados a través del ritual. Según Eduardo Matos Moctezuma (1988), Tlaloc y
Huitzilopochtli han sido unidos en la arquitectura, el mito y los rituales, y estos dos
dioses representan el agua y la guerra, la vida y la muerte, el alimento y el tributo,
todos elementos fundamentales para la existencia misma del pueblo azteca. Y es por
esto que resulta apropiado que estén conectados con el Templo Mayor.
Etapas de Construcción Encontradas en las Excavaciones Arqueológicas del
Templo Mayor
El Templo Mayor fue ampliado entre períodos relativamente cortos, siete veces en
forma completa y cuatro veces en forma parcial [Figuras 79a, b, c]. Cada
superposición subsiguiente era más grandiosa debido a la necesidad de mejorar y
superar la construcción precedente, así como de proyectar el prestigio y sensación de
poder del gobernante a cargo. Éstas reflejan la ambición y personalidad del
emperador, que están plasmadas en la abrumadora monumentalidad del arte azteca
para crear una sensación de dominación imperial y de trascendencia religiosa [Figura
82].
Fase constructiva I
La fase I está relacionada con el primer templo modesto erigido por los aztecas
cuando arribaron a Tenochtitlan en el año 1325 de nuestra era. Este templo sólo se
conoce a través de las narraciones históricas, porque no es posible excavar por
debajo de la Fase II debido a la fragilidad del acuoso subsuelo.
Fase constructiva II
Esta fase coincide con los relatos históricos de la Fase VII, de la que los españoles
fueron testigos [Figura 83]. En la cima, frente a la entrada del adoratorio de
Huitzilopochtli, hay una piedra de sacrificio (techcatl) similar a la descrita por los
cronistas [Figura 84]. El material con que fue construida era el tezontle (piedra
volcánica). La entrada al adoratorio de Tlaloc tiene un colorido chacmool que se usaba
como el mensajero divino que tomaba los sacrificios de niños que allí se realizaban y
las ofrendas de los sacerdotes a los dioses [Figura 85 y Figura 32]. Algunos murales
interiores de los dos adoratorios han sobrevivido. Las representaciones y colores
correspondían a la deidad específica. También se encontraron pino y madera, que se
usaron para los pilares y jambas de las puertas.
Los arqueólogos consideran que la Fase II corresponde al período comprendido entre
los años 1325 y 1428 de nuestra era, cuando reinaron los primeros emperadores,
Acamapichtli, Huitzilihuitl, y Chimalpopoca.
65
Fase constructiva III
No es mucho lo que ha sobrevivido de la Fase III, excepto por su base piramidal
simple con las escalinatas dobles. Ocho esculturas de tezontle de portadores de
estandartes a tamaño natural fueron encontradas inclinadas cerca de la base de las
escaleras que conducían al adoratorio de Huitzilopochtli. Tal vez representan a los
Centzohuitznahua (los 400 hermanos de Huitzilopochtli) [Figura 86]. Esta fase, de
acuerdo con una fecha labrada en la base del templo, podría corresponder al año
1431 de nuestra era, durante el reinado de Itzcoatl.
Fase constructiva IV
La Fase constructiva IV está considerada como una de las más espectaculares debido
a la considerable cantidad de material y datos que se han encontrado. Durante esta
fase, la base de la pirámide fue ampliada y adornada con braseros y cabezas de
serpientes en sus cuatro lados [Figura 87]. Los braseros de gran tamaño presentes en
la parte posterior del lado de Tlaloc muestran su rostro, y los braseros del lado de
Huitzilopochtli tienen un gran moño, símbolo de la deidad solar. Se han hallado rastros
de ofrendas. La Fase IV también incluyó una ampliación parcial adicional. El lado
oeste de la fachada principal fue agrandado y ornamentado. El templo descansaba
sobre una vasta plataforma con una sola escalinata. Alrededor de las esquinas, había
cuerpos de serpientes, grandes y ondulados [Figura 88]. Cada serpiente tenía un
rostro individualizado y rastros de pintura. La escalinata estaba interrumpida por un
pequeño altar cerca de la base del adoratorio de Tlaloc, que tiene dos ranas (símbolos
del agua). Además, el medio de la escalinata del lado de la plataforma del adoratorio
de Huitzilopochtli tiene un tablero de dos metros de largo que es parte de la cuarta
escalera, y que tiene una serpiente tallada en el escalón. La base de la plataforma
formaba las escaleras. Cuatro cabezas de serpiente marcan el lugar donde se unen
las dos estructuras dedicadas a Tlaloc y a Huitzilopochtli. Al pie de la escalinata, en el
medio del lado de Huitzilopochtli, se encontró la Piedra de la Coyolxauhqui, mostrando
el cuerpo desmembrado de la diosa de la luna; se trata de una talla magnífica en
bajorrelieve [Figura 87 y Figura 27a]. Debajo de esta plataforma se hallaron
numerosas ofrendas [Figura 89]. Aparentemente, esta fase corresponde al año 1454
de nuestra era, y al año 1469 también de nuestra era, durante los reinados de
Motecuhzoma I y de Axayacatl.
Fase constructiva V
Es poco lo que ha sobrevivido de la Fase V. Sin embargo, se halló aplanado de estuco
en la plataforma del templo y en parte del piso del recinto ceremonial [Figura 90]. Esta
fase está asociada con el reinado de Tizoc (1481-1486 de nuestra era).
66
Fase constructiva VI
Lo poco que queda de la Fase VI incluye la gran plataforma que subyace a la entera
estructura del templo [Figura 90]. Todavía está a la vista parte de la escalinata. La
fachada principal estaba adornada por tres cabezas de serpientes y una balaustrada.
Tres pequeños templos designados con las letras A [Figura 91), B (tzompantli o altar
de calaveras) [Figura 92], y C (El Templo Rojo, de influencia teotihuacana) [Figura 93],
así como el recinto de los guerreros Águila, pertenecen a esta fase [Figura 94]. En
este último edificio que alguna vez ocuparan estos bravos guerreros de elite, se
encuentra el Patio de las Águilas [Figura 95], flanqueado por banquetas de piedra
decoradas que recuerdan a Tula [Figura 96 y Figura 97]. Esta fase corresponde al
reinado de Ahuitzotl (1486-1502 de nuestra era).
Fase constructiva VII
La Fase VII constituye la última etapa del edificio, y fue la fase de construcción que
vieron los españoles en el siglo XVI. El pavimento de piedra del recinto ceremonial y
rastros del lugar en el que se levantaba el Templo Mayor es todo lo que ha quedado
[Figura 90]. Esta fase fue emprendida durante el reinado de Motecuhzoma II (15021520 de nuestra era).
Los palacios de los emperadores
El Palacio de Motecuhzoma II fue uno de los edificios más elaborados y grandiosos
del imperio azteca [Figura 98]. Estaba situado sobre el lado sur del Templo Mayor,
donde actualmente se erige el Palacio Presidencial de México. Tenía dos pisos de
altura y un gran patio. El palacio del emperador ocupaba aproximadamente 2.4
hectáreas (poco más de 5 acres). El palacio real era un gran complejo que albergaba
1000 guardias, sirvientes, nobles, cocineros, cortesanos y miembros del harén del rey.
Se informó que aproximadamente 600 nobles estaban presentes en todo momento en
el palacio del rey. Las residencias de la aristocracia se encontraban contiguas al
palacio, o en sus proximidades. El palacio estaba rodeado por un jardín, otros palacios
menores, residencias, casas militares, y otras estructuras para las órdenes militares y
los grupos de guerreros. Los templos del recinto estaban rodeados por edificios
similares, como lo estaba el palacio del emperador. Este palacio tenía muchas
habitaciones, estando la más grande de ellas en el primer piso. El primer piso contaba
con columnas que soportaban el peso del segundo piso. La escalera que conectaba la
planta baja con el segundo nivel estaba hecha de mármol puro, y estaba situada
directamente en el centro del palacio. El mármol era un lujo en el imperio azteca; sólo
las personas más ricas del imperio tenían acceso a este fino material. La riqueza del
emperador era puesta de manifiesto por medio de sus numerosas pinturas, paneles de
oro, tallas, y mosaicos, encontrados por todo el palacio. Según Bernal Díaz del Castillo
(1963), el comedor de Motecuhzoma tenía un trono bajo de madera (icpalli) y una
mesa baja cubierta por finos manteles. Cuando el emperador comía, se ocultaba por
medio de un biombo de color dorado, de modo que no fuera visto por las demás
67
personas presentes. El emperador era servido por numerosas mujeres y le entretenían
bailarines, cantantes y músicos.
En el primer piso había varios cuartos principales. El cuarto donde el emperador
recibía a los nobles, viajeros y otros funcionarios, se llamaba la Cámara de Recepción.
El segundo y más grande cuarto (tres veces el tamaño de la Cámara de Recepción)
del palacio era la Cámara Principal de Reuniones. Estaba diseñada para que el
emperador apareciera como omnipotente y poderoso. Por ejemplo, el emperador
quedaba en una posición elevada por sobre las personas que lo visitaban, por medio
de una plataforma alta con escalones que conducían al trono del emperador. De este
modo, su presencia se hacía notoria. Este era el salón donde los mensajeros le
relataban al emperador las novedades del imperio. El último cuarto principal del primer
piso era el Cuarto o Almacén de los Tributos, que se usaba para albergar los regalos
que recibía el emperador de sus leales ciudadanos. El emperador recibía una cantidad
tan enorme de presentes que por lo general el Almacén de Tributos no tenía lugar
suficiente para todos los regalos y bienes. Otra sección importante del palacio eran los
apartamentos personales del emperador.
El palacio no sólo era extremadamente grande, sino también altamente complejo. La
estructura albergaba múltiples habitaciones que servían a funciones específicas.
Había una armería, un salón de tributos, cuartos especiales para las mujeres que
tejían los textiles para la casa real, talleres de artesanos, una pajarera, un zoológico, y
un estanque. La pajarera albergaba numerosas especies de pájaros de las regiones
cercanas y de las tropicales. El zoológico contenía animales tales como serpientes,
zorros, y jaguares. El estanque especial contenía aves acuáticas.
Los jardines y baños de Motecuhzoma II formaban parte integral del trazado general y
de la arquitectura de su palacio. Fueron diseñados a partir de los jardines de
Tetzcoco. Debido a que los jardines y baños ya no existen, la narración de Bernal Díaz
del Castillo es muy importante. Él hizo una descripción de los jardines diciendo que
estaban llenos de flores y árboles perfumados, paseos, estanques de agua dulce, y
canales por los que fluía el agua. También escribió que los árboles estaban llenos de
pájaros pequeños que se criaban en el lugar, y que en los jardines abundaban las
plantas medicinales.
Los palacios de los emperadores anteriores también fueron magníficos. Se cree que el
palacio de Axayacatl se encuentra debajo de las actuales calles de Tacuba y Monte de
Piedad (inicialmente se creyó que estaba debajo de las calles de Guatemala y Correo
Mayor). Se cree que el palacio de Motecuzohma II está debajo del actual Palacio
Nacional. Sobre el lado oeste de la plaza principal del Palacio Nacional, o zócalo
(donde se encontraba la plaza/mercado azteca) estaba el petlacalco (gran depósito de
almacenaje), el calpixcalli (casa de los mayordomos), el pilcalli (casa de los nobles), y
el cuicacalli (casa del canto).
68
Se considera que la residencia de Cuauhtemoc, construida por su padre Ahuitzotl, se
encuentra al oeste de la plaza de Santo Domingo [Figura 78a].
Casas de los habitantes
Los palacios reales y las casas de la nobleza fueron construidos cerca de la plaza
principal del Templo Mayor, mientras que las casas de los macehualtin (alfareros,
canteros, tejedoras, joyeros, agricultores y pescadores) rodeaban los centros de la
ciudad. Para los aztecas, el tipo de vivienda en el que vivía una persona era una
indicación de status. Los hogares de los campesinos y de los nobles eran similares en
trazado y patrón, pero diferentes en cuanto a tamaño, decoración, y materiales de
construcción. Las casas de los nobles estaban hechas de piedra y enlucido blanco.
Los muros interiores eran de estuco y estaban pintados con coloridos murales. Las
viviendas de los macehualtin eran más modestas. Ellos vivían en calpultin diferentes, y
sus casas estaban hechas con ladrillos de adobe (barro mezclado con paja o juncos).
La madera y la paja también se usaron en la construcción de casas y en los techos
inclinados a dos aguas.
Las residencias aztecas eran típicamente de un solo piso (con excepción de los
palacios), consistían de dos estructuras, y albergaban hasta doce personas. La primer
estructura comprendía una sola habitación con un piso perfectamente nivelado, y
dividida en cuatro áreas. El área de dormitorio era donde dormía la familia completa.
El área de la cocina era donde se preparaban las comidas. En la mayoría de las
cocinas había un metlatl (metate), una piedra plana para moler maíz, y un comal, un
plato de barro para cocer las tortillas [Figura 99]. Había un área separada diseñada
para comer. Allí la familia se reunía, comía, y comentaba los sucesos del día. La
última área es donde se encontraba el adoratorio de la familia.
El área del adoratorio contenía figurillas de dioses. Los hogares de los aztecas no
tenían puertas, porque no había problemas de robos. La segunda estructura contigua
era un Temazcal (baño de vapor) [Figura 100]. Según los médicos aztecas, los baños
de vapor eran terapéuticos, y se aconsejaba que todas las familias tuvieran uno. Junto
al área del baño, había una chimenea y una cocina. Los muros calientes de la cocina
mantenían el calor del cuarto. Cuando un azteca quería llenar el cuarto de vapor,
vertía agua sobre la pared de la cocina. Para mantener el calor en las paredes de la
cocina, el horno debía estar constantemente encendido. Si bien la gran mayoría de las
casas aztecas contaban con un baño de vapor, eran los nobles quienes los usaban en
forma predominante, porque disponían de más tiempo de ocio que los campesinos.
Chinampas
Los pantanos y jardines se encontraban en las afueras de la ciudad. Las chinampas,
conocidas también como “jardines flotantes”, eran parcelas rectangulares de tierra en
el pantano que se usaban para cultivar alimentos y construir casas [Figura 101]. Se
construían sobre el lecho pantanoso del lago, estaqueando largos cercados
69
rectangulares de alrededor de 2.5 m de ancho por 30 m de largo. Las estacas se
entretejían para formar cercos que más tarde se cubrían con vegetación en
descomposición y barro. Paralela a ésta primera, se construía otra parcela. El agua
entre cada parcela formaba un canal. Esto formaba largos patrones rectangulares de
chinampas. Las chinampas se estabilizaban plantando esbeltos sauces todo alrededor
de su perímetro. Las densas raíces de los sauces funcionaban como ancla para los
muros de retención. A fin de irrigar las chinampas, se instalaba un sofisticado sistema
de drenaje compuesto por presas, compuertas, y canales. Las chinampas permitían a
los aztecas contar con áreas de plantación productivas.
Canchas de juego de pelota
La cancha principal para el juego de pelota (tlachtli) de Tenochtitlan estaba ubicada
sobre el eje este-oeste del extremo oeste del recinto ceremonial, en alineación con el
Templo Mayor y con el Templo de Quetzalcoatl [Figura 102]. El eje este-oeste de la
cancha de juego de pelota es significativo en el contexto de la geografía sagrada,
porque el juego de pelota representa la cotidiana batalla cósmica entre el día y la
noche, entre Quetzalcoatl y Tezcatlipoca, y finalmente, entre Huitzilopochtli y
Coyolxauhqui. Es en la arquitectura de la cancha de juego de pelota donde se reviven
los mitos ancestrales.
La cancha de juego de pelota estaba formada por un área en forma de I con dos
grandes muros inclinados, gradas, pórticos para los dignatarios, y palcos para los
jueces. La estructura estaba adornada con altares de calaveras, los tzompantli, que
contenían las cabezas de los cautivos decapitados en distintos rituales. En muchos
casos, las calaveras eran cabezas-trofeo de rituales de decapitación relacionados con
el juego de pelota. Los altares de calaveras consistían en una base con postes de
madera verticales. Las calaveras de los sacrificados eran ensartadas encima de
barras que estaban situadas entre los postes. Se cree que el principal altar de
calaveras estaba ubicado en el área que ha quedado enterrada bajo la Catedral de la
ciudad de México.
Templo situado fuera del Recinto Sagrado
Este pequeño templo circular fue encontrado durante la construcción de la estación
Pino Suárez del metro, en el centro de la ciudad de México, pero en la parte exterior
de lo que era el recinto ceremonial de la capital azteca de Tenochtitlan [Figura 103]. El
diseño circular de sus dos cuerpos superiores sugiere que posiblemente estuviera
dedicado a Ehecatl-Quetzalcoatl, el dios del viento. En la arquitectura azteca, era
habitual construir este tipo de templos en distintas ciudades, y su forma simbolizaba
los remolinos y la libre circulación del viento.
70
OTRAS CIUDADES
El imperio azteca era un gran dominio que se extendía desde el Valle de México hasta
el Istmo de Tehuantepec [Figura 104 y Figura 105]. Grandes porciones del imperio no
estaban ocupadas, pero sí gobernadas. Otras ciudades del imperio estaban ocupadas
y eran importantes para propósitos militares, religiosos, o de pago de tributos. Muchos
sitios como Malinalco y el Cerro de Coatepec fueron significativos porque las rupturas
finales entre los aztecas tuvieron lugar allí durante su historia de migraciones. Además
de Tenochtitlan, las ciudades más importantes del mundo azteca donde hay restos
arqueológicos que pueden ser visitados son: Tenayuca, Sta. Cecilia Acatitlan,
Teopanzolco, Tlatelolco, Tetzcotzinco, Tepoztlan, Huexotla, Calixtlahuaca, Coatetelco,
y Malinalco. Todas ellas serán comentadas a continuación.
Tenayuca
Tenayuca, que quiere decir “lugar donde se hacen los muros”, era una ciudad
chichimeca fundada en el año 1224 de nuestra era, y situada al noroeste de la ciudad
de México. Tenayuca fue una ciudad cerrada y fortificada fundada por el rey Xolotl, y
fue la capital de los chichimecas hasta que un rey posterior, Quinatzin, la trasladó a
Tetzcoco. Tuvo seis fases de construcción principales, entre los años 1224 y 1507 de
nuestra era. La influencia azteca se hizo evidente hacia el 1325 de nuestra era. Si bien
su templo fue construido durante el período Posclásico, los materiales arqueológicos
encontrados dentro del templo indican que Tenayuca ya estaba habitada desde
mucho antes. Las fases tempranas de la construcción de la pirámide de Tenayuca se
iniciaron después de la caída de Tula (1200 de nuestra era), y antes de la fundación
de Tenochtitlan. Algunos eruditos creen que el Templo Mayor de Tenochtitlan fue
diseñado a partir del templo mayor de Tenayuca. La pirámide doble tenía cuatro
niveles, miraba hacia la plaza, y estaba ornamentada con hileras de serpientes que
rodeaban los tres lados de la base, formando un coatepantli (muro de serpientes)
inspirado en el de Tula. Como las serpientes del coatepantli tienen una cresta en
forma de espiral en sus cabezas, se han identificado como xiuhcoatls, o serpientes de
fuego, el arma de Huitzilopochtli. Este símbolo representa una asociación de
Tenayuca con el culto del dios solar y la renovación del fuego. Aquí se rendía culto a
los dioses Huitzilopochtli, Tlaloc, Mixcoatl, Itzpapalotl, Chicomecoatl y Coatlicue.
La pirámide
La pirámide de Tenayuca está compuesta por varias capas superpuestas [Figura 106].
Todas las capas siguen el mismo sistema de construcción, patrones de decoración, y
trazado. La estructura más antigua tiene losas de piedra tallada que cubren a un
núcleo de rocas. Posteriormente, la actual pirámide sería usada como núcleo para las
siguientes y sucesivas fases de agregar capas y de construcción [Figura 107]. Estas
losas estaban recubiertas con un cemento hecho de arena, cal y tezontle triturado. A
continuación se aplicaba el color. A modo de decoración, se usaron cabezas de
serpientes de piedra labrada, glifos de año, escudos, cuchillos, y otros símbolos. La
71
plataforma inferior que se proyectaba desde la pirámide estaba ornamentada con
huesos y calaveras cruzadas esculpidas.
El muro de las serpientes
Conocido como el coatepantli, el Muro de las Serpientes cubre los tres lados de la
plataforma de la pirámide [Figura 108]. Se encontró que hay 43, 50, y 45 cabezas de
serpientes en los muros norte, este y sur, respectivamente [Figura 109]. Se observa
una pintura de color azul verdoso en el cuerpo de las serpientes del lado sur, y en la
mitad de los cuerpos del lado este. Las escamas de sus cuerpos estaban acentuadas
en negro. Las serpientes del muro norte estaban engalanadas con negro y con óvalos
blancos. Los cascabeles de las serpientes estaban detallados por medio del tallado de
tres planos escalonados en los extremos de sus colas. Se cree que el esquema de los
colores usados en los cuerpos tiene que ver con el simbolismo de la veneración del
sol.
En el norte y sur del primer nivel de la pirámide había serpientes enroscadas. Las
cabezas de piedra están ornamentadas con una cresta en espiral que identifica a la
serpiente de fuego como una xiuhcoatl, que está asociada con la renovación del
fuego, la veneración del sol, y el calendario de 52 años [Figura 110]. Las cabezas de
piedra estaban decoradas con puntos protuberantes que se cree simbolizan estrellas.
La escalinata rocosa tiene tallas visibles del último agregado estructural. Todavía
puede observarse un glifo de año, un rectángulo y un triángulo conectados entre sí,
estandartes, círculos concéntricos, un cuchillo, turquesas, chimallis o escudos, y
piedras preciosas. Estas tallas no parecieran seguir un orden sistemático.
Altar-tumba
Situado enfrente de la pirámide, hay un altar-tumba combinados con pinturas coloridas
de huesos cruzados y calaveras en su interior. El exterior presenta relieves de piedra
tallados que representan calaveras [Figura 111].
Santa Cecilia Acatitlan
Santa Cecilia Acatitlan, que quiere decir “entre las cañas”, está situada al norte de la
actual ciudad de México. Esta ciudad chichimeca fue posteriormente ocupada por los
mexica-aztecas y fue transformada en uno de los numerosos enclaves religiosos que
rodeaban a la región del lago Tetzcoco. Santa Cecilia Acatitlan tiene un doble templo
piramidal que mira hacia una plaza adoquinada que tal vez fue usada como espacio
público durante las ceremonias [Figura 112]. En esa plaza y enfrente de la pirámide,
hay una pequeña iglesia construida hacia fines del siglo XVI con piedras tomadas del
sitio precolombino.
72
La pirámide
La plataforma piramidal está compuesta por una doble escalinata que mira hacia el
oeste y que está separada por una balaustrada (o alfarda) que tiene el doble de ancho
que las otras dos balaustradas que forman los extremos de la plataforma [Figura 113].
En la parte de arriba hay dos templos. El Templo Norte estaba dedicado a Tlaloc
[Figura 114]. Una escultura de Chac Mool (el mensajero de los dioses que les lleva las
ofrendas de sacrificios humanos) solía acompañar a Tlaloc dentro de su templo, pero
debido al deterioro de este Templo Norte, el Chac Mool ha sido colocado en el templo
contiguo. El Templo Sur estaba dedicado a Huitzilopochtli. El techo de este templo
estaba hecho con tableros (o paneles inclinados) decorados con piedras tipo clavos
[Figura 115]. La entrada del adoratorio tiene un dintel de madera. Junto a la figura del
Chac Mool, puede verse una techcatl (piedra de sacrificios) y un brasero [Figura 116].
El templo-pirámide dual de Santa Cecilia Acatitlan, con algunas variantes, sigue el
patrón tradicional azteca de las pirámides gemelas dedicadas a Tlaloc y a
Huitzilopochtli.
Teopanzolco
Teopanzolco se encuentra en la parte noreste de la ciudad de Cuernavaca, en un
principio estuvo bajo el control de los tlahuicas y más tarde fue tomado por las fuerzas
imperiales aztecas. Este sitio con arquitectura azteca temprana tiene una pirámide
principal, que se cree sirvió como modelo para el Templo Mayor de Tenochtitlan,
situada sobre uno de los lados de una gran plaza [Figura 117]. La pirámide tenía
adoratorios dobles: uno dedicado a Huitzilopochtli y el otro a Tlaloc. La pirámide
muestra atributos similares a la que se encuentra en Tenayuca. Tiene varias
superposiciones, dos de las cuales han sido encontradas. Los únicos restos de la
última capa de los muros exteriores son el talud (o muro inclinado) y una escalera
flanqueada por alfardas (balaustradas) que está dividida en dos partes por una doble
alfarda central que forma el frente de la pirámide que mira hacia el oeste, y que tiene
una base rectangular de 50 x 32 metros [Figura 118]. La subestructura está mejor
preservada que la capa más reciente. También está orientada hacia el oeste y mide
32 x 18 metros. Su escalinata está limitada por alfardas, y al igual que en Tenayuca,
se elevan verticalmente en la sección superior. Esta característica también se da a
medio camino de las escaleras, formando una especie de pedestal [Figura 119].
El Templo Sur dedicado a Huitzilopochtli en lo alto de la pirámide es de forma
rectangular, mide 10 x 7 metros, y tiene una entrada ancha que está dividida por un
muro transversal con una apertura que conduce a un cuarto en el que hay una
banqueta. El Templo Norte dedicado a Tlaloc tiene un pequeño cuarto rectangular que
mide 7 x 4 metros, con un amplio claro y una banqueta al final. También hay pilares,
en los que presumiblemente se apoyaron las maderas que sostuvieron el techo.
Detrás de la pirámide principal, a la derecha de un templo atribuido al dios
Tezcatlipoca [Figura 120], hay un pequeño altar de piedra posiblemente utilizado en
73
rituales de sacrificios humanos, según lo indica el masivo entierro de sacrificios
hallado en el sitio [Figura 121].
En el lado opuesto de la gran plaza hay un templo dedicado a Quetzalcoatl que
presenta un diseño circular, rindiendo homenaje de este modo a la deidad en su forma
de Ehecatl, que representa al viento [Figura 122].
Tlatelolco
Tlatelolco fue fundada doce años después de Tenochtitlan, cuando un grupo de
disidentes aztecas decidieron trasladarse hacia el noreste a Xaltelolco, que quiere
decir “en el cerro de arena”. Xaltelolco era una de las islas pantanosas situadas en el
lago Tetzcoco. Previamente había estado habitada por grupos relacionados con
Teotihuacan y con los tepanecas. Con el tiempo, el sitio llegó a ser conocido como
Tlatelolco. Según otros eruditos, se cree que el nombre pudo haber derivado de la
palabra tlatelli, que quiere decir “un montículo hecho de tierra”.
Tlatelolco y Tenochtitlan fueron ciudades contemporáneas que vivieron desarrollos
paralelos y que fueron rivales, hasta que Tenochtitlan atacó y derrotó a Tlatelolco
durante el reinado de Axayacatl en el año 1473 de nuestra era. Tlatelolco quedó
entonces incorporada a Tenochtitlan.
La ciudad originalmente cubría un área de alrededor de 20 millas cuadradas.
Tlatelolco es hoy un barrio de la ciudad de México, y su núcleo forma la así llamada
Plaza de las Tres Culturas. La razón detrás de este nombre es que Tlatelolco es el
testimonio viviente del proceso de transculturación que creó el mestizaje en México.
Allí coexisten restos de templos aztecas, la iglesia colonial, y el Convento de Santiago
construido por Fran Juan de Torquemada, todo esto en medio de modernas
construcciones mexicanas [Figura 123]. Tlatelolco tenía un complejo ceremonial que
estaba dominado por una típica doble pirámide azteca, similar a la del Templo Mayor
de Tenochtitlan y un mercado muy grande, de hecho, el más grande de Mesoamérica
[Figura 124]. Había también pirámides más pequeñas, templos, y mercados, dispersos
a lo largo y ancho de los distintos distritos.
Una de las anomalías de Tlatelolco es que no parecía tener el tipo de arquitectura
monumental encontrado en otros sitios aztecas. Una de las razones para esto es que
se cree que se encontraba lejos de Coyoacan, el lugar donde se construyó la mayoría
de los monolitos aztecas. La otra razón es la cantidad de tiempo durante el cual fue
una ciudad independiente. Tlatelolco quedó incorporada a Tenochtitlan durante el
reinado de Axayacatl, el emperador responsable de haber iniciado la construcción de
proyectos a gran escala. Antes de Axayacatl, la arquitectura azteca no era de tan gran
tamaño. Otro factor a tener en cuenta es que en Tlatelolco, el principal material usado
pudo haber sido la madera. Por ejemplo, es un hecho establecido que había miles de
canoas, pero sólo una de ellas fue arqueológicamente encontrada. Las otras, sin
duda, se desintegraron. También pudieron utilizarse otros materiales perecederos,
74
haciendo que resulte difícil discernir la arquitectura de la ciudad antes de su
incorporación a Tenochtitlan. No obstante, Tlatelolco formó parte integral de la
metrópolis azteca, y continuó floreciendo después de su anexión.
Al igual que otras ciudades del imperio, Tlatelolco tenía sus propios adoratorios,
templos, palacios, jardines, mercados, y canales. Hay un adoratorio, situado cerca de
la puerta norte de la iglesia colonial de Santiago, que fue construido con mandíbulas
humanas dispuestas como si fueran joyas. Otros altares similares a éste fueron
descubiertos en el complejo ceremonial. Además, algunas otras estructuras recuerdan
a Chichén Itzá y a Teotihuacan. Uno de los edificios que exhiben las cualidades de
Chichén Itzá tiene cuatro escaleras orientadas hacia los puntos cardinales. Se cree
que estuvo situado en el medio de una plaza y que fue usado para ceremonias
religiosas, durante las cuales el sacerdote dirigiría el humo de su incienso hacia los
cuatro puntos cardinales. Por tal motivo, esta estructura en particular no tenía un altar.
Una influencia de este tipo no es de sorprender, puesto que Tlatelolco ya había estado
habitada y había tomado prestados estilos de otros grupos.
El Templo del Calendario
El Templo del Calendario es una de las estructuras más significativas de Tlatelolco. Es
un edificio único cuya decoración se desvía de lo habitual, al haber sido ornamentado
con elementos del calendario Tonalpohualli [Figura 125]. Durante los tiempos aztecas
se usaron dos calendarios: el Tonalpohualli y el Xiuhpohualli. El Xiuhpohualli era el
calendario civil, y se utilizaba para determinar festividades, registrar la historia, y para
fechar el cobro de impuestos. El Tonalpohualli funcionaba como calendario ritual.
Constaba de 260 días, mientras que el Xiuhpohualli constaba de 360, más los cinco
días malos. El Templo del Calendario es un edificio cuadrangular con
representaciones de 39 días; trece en cada muro, pintadas en azules, rojos, y blancos
[Figura 126]. La base del templo también tiene pinturas policromas con figuras
dibujadas en forma similar a las halladas en los códices. Estos dibujos corresponden a
los inicios de Tlatelolco, y están intactos en el lado frontal del templo, como resultado
de una superposición posterior. El templo era una estructura religiosa muy importante,
porque el cómputo del tiempo constituía uno de los deberes más importantes que los
sacerdotes debían cumplir: determinar los solsticios, los bautismos, los rituales, los
festivales, el comercio, los tributos, etc. Esta es la única estructura calendárica que ha
sido encontrada.
El Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl
Este templo circular estaba dedicado a Ehecatl-Quetzalcoatl, el dios del viento.
Consistía en una base semicircular que se envolvía en forma de un cono circular como
un techo de teocalli, una escalera y una plataforma cuadrangular [Figura 127]. En
general, los templos dedicados a Ehecatl, la deidad del viento, son de forma circular a
fin de no obstaculizar la trayectoria del viento que podía arremolinarse alrededor de la
estructura. Su entrada se caracteriza por la boca de una serpiente que simboliza a
75
Quetzalcoatl. Este templo es similar al de Calixtlahuaca, y pasó por dos fases de
construcción. Su construcción se remonta a los primeros tiempos de Tlatelolco. En
época posterior, se le construyeron encima otros edificios. Junto al templo, se
descubrió un vallado rectangular decorado con pinturas policromas. Es más antiguo
que el templo mismo.
El Pozo Sagrado
El pozo de agua sagrado se encuentra junto a las residencias de los sacerdotes. Se
trata de un pequeño monumento que se asemeja a una alberca de natación con
escalones, que conduce al pozo sagrado. El pozo tiene aproximadamente tres metros
de ancho en cada lado. Los eruditos creen que pudo haber sido utilizado para
prácticas de ablución por parte de los sacerdotes, o como un manantial sagrado.
La Residencia de los Sacerdotes
La residencia de los sacerdotes estaba ubicada dentro del recinto ceremonial, debido
a que ellos tenían a su cargo el mantenimiento de los templos y adoratorios asociados
con el culto de la deidad a la que cada uno pertenecía. Su residencia estaba
construida de tezontle y madera. La estructura consistía en un altar y dos secciones
que se juntaban por medio de un corredor central con una chimenea como área para
quemar madera. La estructura también tenía cuñas de madera para sostener los
dinteles.
El Mercado
Tlatelolco era mejor conocida por su inmenso y altamente lucrativo mercado. Una vez
que Tlatelolco quedó incorporada a Tenochtitlan, su mercado pasó a ser el mercado
principal del imperio azteca [Figura 128]. Según los cronistas españoles, el mercado
podía albergar aproximadamente 25,000 personas, todos los días, y entre 40,000 y
50,000 personas en los días especiales de mercado que tenían lugar cada cinco días.
El mercado estaba dirigido, administrado, y organizado por mercaderes principales
llamados pochtecas. Los pochtecas eran los responsables de asignar cada tipo de
mercadería a una sección particular de la plaza, y de fijar los precios. El mercado
funcionaba muy ordenadamente, estaba bien manejado y era muy limpio. Los
españoles quedaron muy asombrados por su organización y la variedad de
mercaderías disponibles. Bernal Díaz del Castillo (1963) describió al mercado como
un espacio organizado y bien manejado, donde las mercaderías y la calidad de las
personas que las vendían estaban bien administradas [Figura 129]. Cada tipo de
mercadería se mantenía por separado, y tenía un lugar fijo designado. El mercado
rebosaba de objetos de lujo como oro, plata y piedras preciosas, plumas, mantas y
objetos bordados, pero también había abundancia de todo aquello que era de
necesidad cotidiana, por ejemplo esclavos, telas y algodón, y cacao. Cada tipo de
mercadería que era posible encontrar en el territorio completo de la Nueva España se
vendía en este mercado, incluyendo las pieles de tigre y leones, de nutrias y chacales,
76
de venados y otros animales, y tejones y gatos monteses, algunas curtidas y otras sin
curtir.
También había edificios donde tres magistrados se ocupaban de emitir su juicio, y
había funcionarios ejecutivos similares a los alguaciles que inspeccionaban la
mercadería [Figura 130]. El gran mercado y las galerías que lo rodeaban estaban tan
repletos de gente que a uno le hubiera sido imposible recorrerlo u obtener información
sobre el mismo en dos días.
Tlatelolco fue el último bastión de la resistencia azteca contra los españoles en la
guerra de la conquista. Aquí llegó a su fin el imperio mexica con la captura del rey
Cuauhtemoc, según lo expresa un dramático letrero que fue colocado en la plaza
cerca de las ruinas [Figura 131].
Tetzcotzinco
El Cerro de Tetzocotzinco es un importante sitio azteca que está rodeado por terrazas
de cultivo y situado al este de Tetzcoco, en la base de las estribaciones del Monte
Tlaloc. Está asociado con ritos de la lluvia dadora de vida, y con la agricultura. Si bien
se han hecho pocas excavaciones arqueológicas en este sitio, los planos topográficos,
las exploraciones de superficie y las vistas aéreas demuestran su trazado. La
arquitectura de este sitio combina paisajes, esculturas, y rituales. Tetzcotzinco es una
representación del paisaje simbólico del Monte Tlaloc, y ha sido lugar de devoción
desde los tiempos de los chichimecas [Figura 132a].
Después de la hambruna del año 1454 de nuestra era, el tlatoani de Tetzcoco,
Netzahualcoyotl, decidió construir un nuevo centro ceremonial, remozar y reconstruir
el Cerro de Tetzcotzinco. Este pasó a ser el sitio donde Netzahualcoyotl erigió sus
palacios personales. Contaba con baños esculpidos en la roca que son popularmente
conocidos como “los baños de Netzahualcoyotl”, y canales, acueductos, jardines, y
más de 300 habitaciones. Tetzcotzinco tenía un sistema de terrazas de cultivo que se
extendían hacia el norte desde el cerro, formando un inmenso anfiteatro natural, y los
cerros y pueblos vecinos que todavía hoy existen, eran abastecidos de agua por
medio de acueductos que llegaban desde manantiales en lo alto del Monte Tlaloc. Las
obras hidráulicas de Tetzcotzinco están consideradas como uno de los logros de
ingeniería más notables de los tiempos prehispánicos [Figura 132b]. El acueducto
transportaba agua a una distancia de ocho kilómetros desde los manantiales en las
laderas del Monte Tlaloc atravesando el Cerro Metecatl, para irrigar un área extensa
de jardines, fuentes, y baños labrados en la roca del Cerro Tetzcotzinco, bajo los
auspicios del gran poeta, ingeniero y rey que fue Netzahualcoyotl [Figura 133].
La mayor parte de los monumentos de Tetzcotzinco fueron destruidos por los
españoles en el año 1539 de nuestra era; no obstante, muchos manuscritos pictóricos,
textos, y la escultura y arquitectura relacionadas, proporcionaron información útil para
reconstruir lo que queda del sitio. El arqueólogo Richard Townsend mapeó el área en
77
1979, y reveló que el cerro superior fue cosmológicamente diseñado. Unos 55 metros
por debajo de la cima, la zona ritual aparece demarcada por un pasaje peatonal
abierto alrededor del cerro. En este sendero hay cuatro baños o estanques poco
profundos orientados según los cuatro puntos cardinales. Sus receptáculos eran
manifestaciones de los dominios acuáticos de Chalchiuhtlicue, y eran usados para la
purificación ritual. El abastecimiento de agua provenía de un acueducto construido en
un sendero circular que funcionaba para procesiones en circunvalación, y dividían la
zona sagrada de arriba, del espacio profano de abajo [Figuras 134a, b].
Monumentos Cívicos
Entre los rasgos de arquitectura civil que todavía pueden verse en Tetzcotzinco se
cuentan: el Sistema de Reservorio H [Figura 135] y el Sistema de Fuentes A [Figura
132b], un grupo de depósitos de agua construidos en el faldeo norte del Cerro
Metecatl hechos con la intención de controlar la velocidad y el flujo del agua que
descendía a Tetzcotzinco; el Cuarto Monolítico, una alberca a la entrada del sistema
hidráulico que tenía un templo encima, dedicado al dios del viento Ehecatl, o al Sol
(Tonatiuh) [Figura 136 y Figura 137]; el circuito del subsistema del acueducto con una
serie de canales cada 50 metros para irrigar los jardines, las terrazas de cultivo, y para
dar servicio a los recintos de la realeza [Figura 138]; los llamados Baños del Rey
[Figura 139] y de la Reina [Figura 140 y Figura 141], una colección de depósitos
monolíticos de agua labrados en la roca, con una vista magnífica de los antiguos
jardines en las laderas del cerro y del Valle de México; y finalmente, el palacio que se
le atribuye a Netzahualcoyotl, que todavía no ha sido excavado.
Adoratorios
El Cerro del Tetzcotzinco tiene una secuencia de estaciones de adoratorios a lo largo
de un eje este-oeste que sigue la cresta natural del cerro. La alineación indica el
sendero del sol, lo que lleva a que los eruditos consideren que Tetzcotzingo cumplía
funciones calendáricas y astronómicas determinadas por el solsticio y el equinoccio
[Figura 134]. En lo alto del Tetzcotzingo hay restos de un templo construido sobre una
cueva [Figura 142]. También hay una máscara de Tlaloc con anteojeras, labrada en un
canto rodado del lecho rocoso [Figura 143 y Figura 144].
Hay un importante adoratorio que es una cueva y que se encuentra debajo del
sendero circundante junto al baño del rey y próximo a un sistema de terrazas más
bajas, donde se encontraban el palacio de Netzahualcoyotl y los jardines botánicos
[Figura 145 y Figura 146]. Las cuevas están asociadas con el corazón de la tierra, las
montañas, y con las matrices relacionadas con la fertilidad. La cueva de arriba está
relacionada con los ancestros y el linaje de Netzahualcoyotl, recordando el tema del
génesis según el cual los humanos inicialmente emergieron de la matriz de la tierra a
través las cuevas (Chicomoztoc). Al ubicar sus recintos junto a la cueva,
Netzahualcoyotl se legitimaba a sí mismo y a su legado.
78
Hay otro adoratorio situado en lo alto del eje occidental que tiene dos efigies labradas
en la roca viva, en avanzado estado de deterioro; son de divinidades femeninas
relacionadas con el ciclo del maíz. Las divinidades están asociadas con los festivales
de Huey Tozoztli, Huey Tecuihuitl, y Ochpaniztli. Huey Tozoztli estaba dedicado a
Chicomecoatl, la diosa de la semilla seca del maíz, y a Cinteotl, la fusionada deidad
masculina y femenina del maíz joven, y se celebraba durante el apogeo de la estación
seca, cuando el maíz era consagrado para su futura plantación. Huey Tecuihuitl
estaba dedicado a Xilonen, la diosa del maíz maduro, y tenía lugar a mediados de la
estación de lluvias. Ochpaniztli estaba dedicado a las deidades masculinas y
femeninas de la tierra y del maíz, y se celebraba durante la cosecha, para marcar el
inicio de la estación seca.
Los últimos adoratorios son los monumentos conmemorativos personales de
Netzahualcoyotl, ubicados en la ladera este del cerro, debajo de la cima. Había una
amplia plaza para reuniones que se construyó enfrentando una cara rocosa expuesta,
donde se tallaron las esculturas. Los monumentos han sido destruidos, pero a partir
de los escritos del cronista Fernando de Alva Ixtlixochitl, se sabe que el primer
monumento registraba las hazañas de Netzahualcoyotl como héroe y fundador de la
nación tetzcocana. Junto a esta escultura había un coyote de piedra sentado, con el
nombre jeroglífico de Netzahualcoyotl, que quiere decir “coyote que ayuna”. Los
monumentos miraban al este, hacia el sol naciente, asociando a Netzahualcoyotl con
la diaria aparición de la luz, el calor, y la renovación de las estaciones.
Huexotla
Huexotla quiere decir “lugar de los sauces”, y se encuentra a 5 km (3 millas) al sur de
la ciudad de Tetzcoco. Era una ciudad importante del reino de Acolhuacan, cuya
capital era la ciudad de Tetzcoco. Constaba de un centro urbano rodeado por
suburbios y aldeas dispersas. Las cualidades formales de Huexotla eran aquellas de
una ciudad militarizada bien preparada para la defensa y los ataques; estaba
protegida por un muro sobre su lado oeste. Los eruditos consideran que el edificio
principal de Huexotla está ubicado justo debajo del convento franciscano y de la
iglesia de San Luís, que se construyó en el siglo XVI. El gran atrio exhibe la
característica excepcional de estar formado por dos niveles conectados por una
escalera, debido a la presencia de una pirámide precolombina subyacente. Muestra la
intención deliberada de los misioneros de imponer la religión católica tanto física como
conceptualmente en los pueblos indígenas [Figura 147].
El sitio consta de las siguientes partes:
El Muro
El gran muro erigido por el pueblo de Huexotla tenía 650 metros (2.130 pies) de largo
y 6 metros (21 pies) de ancho. Hoy en día, solo queda una parte del inmenso muro
original [Figura 148]. Este mecanismo de defensa abarcaba el espacio entre dos
79
desfiladeros, y cerraba el sitio por completo. La evidencia sugiere que la que parece
haber sido el área principal del pueblo, tenía su acceso a través de varias puertas.
Actualmente quedan dos entradas: una frente a la calle de San Francisco que lleva a
los edificios de La Estancia y La Comunidad, y una frente a la iglesia de San Luís.
El muro estaba hecho de tezontle volcánico. En la primera hilera se hallaron picos
(piedras talladas en forma de conos). Hoy en día sólo ha quedado a la vista la parte
redonda; el resto está empotrado en el núcleo del muro. La construcción del muro fue
necesaria porque los grupos guerreros vecinos buscaban extender sus territorios.
Otros pueblos de la región, como Tenayuca por ejemplo, también fueron construidos
con baluartes como mecanismos de defensa.
La Comunidad
La Comunidad es una estructura con escaleras, superpuesta a un edificio anterior que
mira hacia una dirección diferente, y cuya función no queda clara. Consta de dos
niveles y se cree que fue un palacio con varios cuartos y un pórtico con cuatro
columnas encima [Figura 149]. En algunos de los cuartos hay Tlecuiles (fogones). El
piso tiene rastros de pintura roja y está recubierto con enlucido.
La Estancia
La Estancia cubre un edificio más antiguo. Consta de dos niveles con una escalera en
el frente que lleva del primer al segundo nivel [Figura 150]. La fachada del frente es
una moldura recubierta de enlucido. Todavía puede verse parte de la pintura roja
original.
Grupo Santa María
El Grupo Santa María consta de dos estructuras. Se encuentra pasando la quebrada
de San Bernardino sobre el puente colonial. La primer estructura tuvo dos fases de
construcción. La primera tuvo lugar entre los años 1150 y 1350 de nuestra era.
Consistía en una plataforma con una escalera en su lado oeste [Figura 151]. La
segunda fase de construcción (1350-1515 de nuestra era) fue muy burda, lo cual
sugiere que el sitio perdió importancia durante esta época. La segunda estructura se
encuentra en el lado este de la primera. Desde este edificio puede verse una sección
del muro occidental.
San Marcos
Las gentes del lugar llaman a este edificio “el observatorio”, aunque su función original
se desconoce. Este montículo es una serie de cuartos con una pequeña escalera que
lleva a un cuarto revocado con un adobe de forma irregular. En su parte superior
descansa una estructura de piedra.
80
Santiago
Durante la época precolombina, Santiago fue una plataforma ceremonial. Debido a
que en el siglo XVI los frailes evangelizadores españoles le construyeron una capilla
encima, lo único que queda de la plataforma son las columnas que sostenían el techo
de la capilla.
El Edificio de Ehecatl-Quetzalcoatl
Se encuentra situado al este de las otras estructuras precolombinas de Huexotla, con
una hermosa vista del Monte Tlaloc como telón de fondo. La estructura fue construida
sobre una plataforma circular de 19 metros (62 pies) de diámetro. El edificio fue
diseñado con la tradicional forma circular, para que no actuara como una barrera que
obstaculizara le entrada del dios del viento [Figura 152]. El frente de la estructura
indica que hay dos imposiciones. El primer edificio fue erigido con piedras pequeñas
cortadas del mismo modo que las del edificio Santa María. El nivel más nuevo es el
que hoy en día está a la vista [Figura 153].
Tepoztlan
Tepoztlan, cuyo nombre quiere decir “lugar del cobre” es un pueblo que se encuentra
al sur de la ciudad de México, cerca de la ciudad de Cuernavaca. Hay otros
significados o nombres asociados con el sitio, tales como “lugar de las piedras
partidas”, o “lugar de las hachas”. En algunos registros, el pueblo aparece con el
nombre de Tepozteco debido a la espectacular y bellísima sierra de ese nombre que
lo rodea [Figura 154 y Figura 155]. La ciudad fue fundada en el período Posclásico
Tardío por los tlahuicas. Su complejo piramidal estaba dedicado a Tepoztecatl,
conocido también como Ome Tochtli, el dios del pulque (una bebida alcohólica hecha
con la planta del maguey). Éste era un héroe cultura legendario que después de haber
sido un sacerdote para los dioses del pulque, fue deificado. La intoxicación con pulque
era una importante práctica religiosa para alterar la conciencia a fin de poder
comunicarse con los dioses. Según el Códice Mendocino, Tepoztlan fue conquistado
por Motecuhzoma I Ilhuicamina, pasando a ser tributario de Tenochtitlan.
El Templo Piramidal de Tepoztlan
La pirámide fue construida en lo alto de una montaña, en la espectacular sierra de
Tepoztlan. El área en la que se construyó la pirámide es rocosa por naturaleza, y fue
artificialmente modelada y cortada [Figura 156]. Allí se construyó una plataforma de
9.50 metros de altura. A la plataforma se accede por el lado este por medio de
escaleras situadas en la parte posterior del templo; hay otras escaleras en la sección
sudeste del edificio. En la sección de atrás de la plataforma, hay una base elevada
compuesta por dos secciones inclinadas separadas por un pasadizo que tiene
escaleras en su lado oeste que llevan al templo [Figura 157].
81
El templo consta de dos cuartos limitados por muros de dos metros de ancho. El
primer cuarto o vestíbulo está formado por la extensión de dos muros laterales y dos
pilares [Figura 158]. El cuarto mide 6 x 5.20 metros, tiene banquetas laterales y una
depresión en el centro similar a las de algunos templos de Malinalco. Los restos
arqueológicos indican que el techo estaba hecho de tezontle; las jambas de las
puertas y las banquetas estaban hechas de piedra. Las banquetas cuentan con
pequeñas cornisas cuya ornamentación se cree que representa los veinte signos de
días. En la parte inferior de la pirámide hay dos placas: una tiene el jeroglífico del rey
Ahuitzotl, marcando el año 1500 de nuestra era, y la otra muestra la fecha 10 Tochtli
(conejo) que corresponde a los últimos años (los finales) del reinado de Ahuitzotl.
Estas placas indican que el monumento fue construido en algún momento entre los
años 1502 y 1520 de nuestra era. La pirámide también constaba de 13 escalones que
simbolizaban los 13 niveles del cielo.
Ome Tochtli, el dios del pulque y deidad patrona de Tepoztlan, está relacionado con la
diosa de la tierra. Después de la temporada de cosecha, se llevaban a cabo festivales
en el templo. Además, cuando una persona moría por intoxicación alcohólica, los
miembros del pueblo organizaban una celebración para honrar a la persona fallecida.
Hoy en día, el 8 de diciembre de cada año y coincidiendo con la festividad cristiana de
la Natividad, se realiza un festival dedicado al héroe cultural Tepoztecatl, y la gente
todavía trepa a la montaña para depositarle ofrendas. Tepoztlan es un lugar cargado
de antiguas tradiciones, leyendas, y prácticas mágicas de afiliación precolombina.
Calixtlahuaca
Calixtlahuaca data del período Posclásico Temprano (900-1250 de nuestra era), y
estaba situada en el Valle de Toluca, al sudoeste de la actual ciudad de México.
Calixtlahuaca, que quiere decir “lugar de casas en la llanura”, recibió su nombre de los
mexica-aztecas, quienes se mostraron impresionados por la gran cantidad de pueblos
que salpicaban el área del asentamiento matlatzinca. El estilo arquitectónico general
de la ciudad es una combinación de motivos toltecas y aztecas. Sin embargo, cuando
los matlatzincas detentaron el poder, desarrollaron un estilo con reminiscencias del
teotihuacano, y construyeron losas de piedra unidas cubiertas con barro. La ciudad fue
fundada a lo largo del río Tejalpa, bordeando el emergente imperio azteca del Valle de
México y los dominios tarascos hacia el oeste. Esta era una posición altamente
vulnerable. Por esa razón, los matlatzincas tenían fortificaciones y graneros
dispuestos en áreas protegidas, a fin de estar preparados para soportar un asedio.
De acuerdo con los escritos de Fray Bernardino de Sahagún, (1951-1969), en el siglo
XVI a los matlatzincas se les llamaba “las gentes de la red”, por el innovador uso que
hacían de las redes. Debido a que Calixtlahuaca se encontraba en una región rodeada
de lagos, el uso de redes era cosa común, y con las redes pescaban, desbrozaban el
maíz, cargaban a sus niños, atrapaban pájaros, y hacían sacrificios. A los matlatzincas
también les llamaban quaquatl, una palabra náhuatl que hacía alusión al uso de
82
hondas para cazar animales pequeños. Ellos llevaban las hondas atadas a sus
cabezas.
Calixtlahuaca fue conquistada por los aztecas durante el reinado de Axayacatl (14691481 de nuestra era). Se cree que aproximadamente 11,000 prisioneros
calixtlahuacas fueron sacrificados en rituales, en los templos de Tenochtitlan. Familias
aztecas se trasladaron a Calixtlahuaca para consolidar la autoridad azteca y para
actuar como topes contra los tarascos. A la ciudad se le agregaron importantes
templos. Hay 17 montículos a la vista, varios de los cuales descansan sobre un cerro
artificialmente terraceado. Con la excepción de las estructuras que se detallan más
abajo, la mayor parte de los monumentos no han sido excavados. Se debe mencionar
que una estatua de la Coatlicue fue hallada en lo alto del cerro, y que ésta se
encuentra ahora en el Museo de Antropología de la ciudad de México.
El Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl
El templo fue construido en cuatro etapas distintas. En cada etapa se le agregaba una
nueva capa, si bien la estructura siempre mantuvo su forma circular, indicando el culto
que allí se practicaba al dios del viento Ehecatl [Figura 159]. El templo original era
sencillo, sin mucha decoración. La segunda capa le fue agregada durante la
dominación tolteca (900-1200 de nuestra era). La tercera capa se erigió en la época
en que los matlatzincas controlaban el área (1200-1474 de nuestra era). La capa final
se le agregó después de la conquista mexica [Figura 160]. El templo también tiene
una escalinata simple que mira hacia el este y que cuenta con 13 escalones, un
símbolo de los trece cielos del reino sobrenatural [Figura 161]. Hay piedras talladas
empotradas en la estructura.
Junto al templo se halló una imagen de piedra de Ehecatl, el dios del viento, luciendo
un maxtlatl (taparrabos), sandalias, y una máscara con una boca similar a un pico,
indicando que es la encarnación de Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada [Figura
162].
El Conjunto de Tlaloc
Hay un conjunto de tres estructuras agrupadas en torno a una pequeña plaza en la
mitad del cerro. Los hallazgos arqueológicos las asocian con Tlaloc [Figura 163]. El
Altar de las Calaveras (tzompantli) fue erigido de forma cruciforme y sobre el lado
oeste. La parte transversal hacia el oeste es semicircular. Los muros exteriores están
cubiertos con tallas en forma de calaveras que se proyectan hacia fuera [Figura 164 y
Figura 165]. En el edificio se hallaron hileras de calaveras, que posiblemente fueran
cabezas de prisioneros de guerra.
Las otras dos estructuras de esta plaza son plataformas rectangulares con una sola
escalera y que miran hacia la plaza [Figura 166].
83
El Grupo del Calmecac
El grupo del calmecac es una serie de edificios agrupados alrededor de un patio en la
parte inferior del cerro, cerca del río Tejalpa. La palabra calmecac proviene de la
palabra náhuatl calli, casa, y mecatl, cuerda. El nombre es una referencia a un edificio
con largos y angostos corredores [Figura 167].
Según las crónicas españolas, los sacerdotes a cargo de la educación de los hijos de
los nobles vivían en el calmecac. Los calmecacs eran las escuelas de la elite, donde
Quetzalcoatl era un dios patrono. En el día de Ce Acatl, “uno caña” de su calendario,
se le ofrendaban al dios flores, caña de azúcar, bebidas, y alimentos. Durante la
exploración de los cuartos de estos edificios, se encontraron conchas de caracol
cortadas, símbolos de Quetzalcoatl.
Cancha de Juego de Pelota
El sitio de Calixtlahuaca tiene una cancha de juego de pelota tradicional que se usaba
para el juego de pelota mesoamericano. Esta cancha de juego de pelota todavía no ha
sido excavada.
Coatetelco
Coatetelco es un sitio urbano de tamaño mediano que se construyó en el período
azteca tardío [Figura 168]. El centro ceremonial fue excavado por el arqueólogo Raúl
Arana en la década de 1970. Incluye una cancha de juego de pelota [Figura 169], un
pequeño templo piramidal [Figura 170], un edificio que parece ser un palacio [Figura
171], y unos pocos otros edificios, todos agrupados alrededor de una plaza pública
[Figura 172]. La cancha de juego de pelota es una de las escasas canchas aztecas
que han sido excavadas [Figura 173]. Debajo de la escalera de la plataforma oeste de
la cancha de juego de pelota, se hallaron entierros de elite con gran cantidad de
artefactos de tumbas, tales como vasijas de cerámica, obsidiana, jade, objetos de
cobre-bronce, y una pila de manos (instrumentos de piedra para moler el maíz sobre
una piedra plana, llamada metate). Según Michael Smith (2003), las áreas
residenciales del sitio se encuentran hoy en día enterradas bajo el actual pueblo de
Coatetelco.
Coatetelco es importante porque es uno de los pocos sitios aztecas que han
sobrevivido, ya que no fue destruido deliberadamente por la conquista española. Así,
su recinto sagrado ha sido ampliamente excavado y estudiado. Hay un grupo de
pequeñas plataformas alineadas en la plaza adyacente a la cancha de juego de pelota
[Figura 174]. Una de las plataformas es circular, lo cual podría indicar que fue usada
para adorar al dios del viento Ehecatl, pero en este caso también es posible que fuera
usada para sacrificios gladiatorios [Figura 175]. Esta idea se ve reforzada por el hecho
de que en el sitio se encontró un temalacatl, una piedra redonda utilizada para atar a
los guerreros cautivos en dichas prácticas [Figura 176]. Los temalacatl también se
usaban como aros para el juego de pelota, pero en este caso su tamaño es
84
demasiado grande, y el agujero es demasiado pequeño como para permitir que una
pelota pasara por él. Esas plataformas, además de ser un rasgo único del
planeamiento urbano azteca, contenían ofrendas enterradas que incluían
sahumadores de asas largas similares a los que muestran los códices y que eran
utilizados por los sacerdotes para diversos rituales [Figura 177]. El pueblo provincial
de Coatetelco tiene un rasgo arquitectónico interesante. Su templo-pirámide principal
es relativamente modesto, lo que indica que no todas las ciudades aztecas seguían el
patrón de construir importantes e inmensas pirámides gemelas como las de
Tenochtitlan, Teopanzolco, o Tenayuca. No se han llevado a cabo excavaciones en
las áreas residenciales.
Malinalco
Malinalco es una ciudad situada en la parte centro-este del estado de México, al sur
de la actual ciudad de Toluca. Se cree que el sitio fue fundado por los matlanzincas y
que fue tomado por los aztecas en 1469-1476 de nuestra era, durante el reinado del
rey Axayacatl. A Malinalco se la conoce por sus templos esculpidos en la roca
(similares a los de Ajanta y Elora en India, a las cuevas de Longmen en China, a la
ciudad de Petra en Jordania, y al templo de Abu Simbel, en Egipto), y por ser una
ciudad fortificada de los aztecas. Llamada por éstos el Nido del Águila (Cuauhtinchan),
cumplía propósitos de una sociedad militar y religiosa, y era el cuartel general de los
Caballeros Águila y Jaguar, las castas militares aztecas de prestigiosos guerreros.
El centro ceremonial de Malinalco está ubicado en un acantilado montañoso llamado
Cerro de los Ídolos, y se asemeja a un nido de águila en medio de una región
montañosa [Figura 178a]. Malinalco tenía una ubicación estratégica que permitía a los
aztecas controlar el Valle de Toluca (región matlatzinca), el norte de Guerrero y la
región tlahuica. Su nombre quiere decir “lugar donde la Malinalxochitl (flor de pasto) es
adorada”, o más simplemente, “el lugar de la flor de pasto” [Figura 178b].
Los templos de Malinalco habitualmente se describen como templos-esculturas, o
arquitectura escultórica. Fueron esculpidos en la ladera de un cerro y orientados hacia
el sudeste con propósitos rituales [Figura 179a]. Según los aztecas, Malinalco era uno
de los sitios arquitectónicos más importantes por su asociación con la historia religiosa
de los aztecas y por su carácter militar. Malinalco es el lugar donde se unen los tres
niveles del cosmos: el cielo, la tierra, y el infraumundo [Figura 179b]. Es muy conocido
por su chamanismo y por ser el lugar donde Copil, sobrino de Huitzilopochtli e hijo de
Malinalxochitl, luchó contra Huitzilopochtli. Copil fue derrotado, y su corazón arrojado
al lago Tetzcoco, donde fue a dar a la isla que más tarde llegaría a ser Tenochtitlan.
El Templo I (Cuauhcalli) – Templo de los Caballeros Águila y Jaguar
La estructura principal de Malinalco es un templo llamado cuauhcalli, que significa
casa de águilas, según el arqueólogo José García Payón (1974). La base piramidal
circular y la escalera con balaustradas del cuauhcalli es una estructura tallada en la
85
roca, en uno de los lados de la montaña, y está orientada hacia el sur. Presenta dos
cuerpos en talud, uno superpuesto al otro, con una altura de cuatro metros [Figura
180].
La escalera, ubicada en la fachada frontal del edificio tiene dos metros de ancho y
cuenta con 13 escalones. La escalera tiene dos balaustradas con inclinaciones
cambiantes en su parte superior, cada una de las cuales se hace casi vertical. A la
izquierda y derecha de las escaleras hay dos jaguares en cuclillas. En el cuarto y
séptimo escalones hay restos de la escultura deteriorada de un portador de estandarte
(pantli) sentado, similar a los que alguna vez estuvieron presentes en la parte superior
de las balaustradas del Templo Mayor de Tenochtitlan [Figura 181].
En lo alto de las escaleras hay una plataforma baja que funcionaba como antecámara
para el adoratorio del templo. El piso de la plataforma muestra una perforación
rectangular que se cree en algún momento tuvo una Techcatl (piedra de sacrificios)
empotrada. La entrada [Figura 182] está flanqueada por figuras tridimensionales de
una cabeza de serpiente con un Caballero Águila sentado encima (lado este), y un
huehuetl (tambor vertical) cubierto por una piel de ocelotl (jaguar) y rematado con
restos de un Caballero Jaguar en el lado oeste. El portal de este adoratorio es una
boca abierta de serpiente, con colmillos a cada lado y una lengua bífida esculpida
sobre el piso [Figura 183]. García Payón consideraba que esta escultura
arquitectónica representaba a Tlaltecuhtli, el monstruo de la tierra, pero hoy en día
está más aceptado que se trata de Coatlicue, la diosa madre de la tierra. Esta
característica hace del Cuauhcalli un templo-cueva, la entrada al útero de la tierra.
La estructura interior tiene una saliente pintada y elevada cortada en la roca misma,
que sigue el contorno circular del muro y es de casi seis metros (19 pies) de diámetro.
Los lados este y oeste tienen esculturas de águilas planas y el lado norte muestra un
jaguar extendido. Las esculturas eran tronos zoomorfos. El jaguar extendido era usado
por el rey, y las águilas por sus funcionarios imperiales. En el centro del adoratorio hay
una escultura de un águila que mira hacia la entrada [Figura 184]. Detrás del águila
hay un agujero circular, de aproximadamente 30 cm (12 pulgadas) de ancho y 33 cm
(13 pulgadas) de profundidad. Se cree que se trataba de un cuauhxicalli (un
repositorio para los corazones de las víctimas de sacrificios) que se usaba para las
ofrendas necesarias para mantener al sol en movimiento y preservar la existencia de
los seres humanos. El águila es el nahual (disfraz) del Sol, y es la forma terrestre
tomada por el dios Huitzilopochtli-Tonatiuh. La pared circular tallada se completaba
con una extensión de tezontle para sostener el techo de paja.
Como la mayor parte de la arquitectura azteca, el cuauhcalli es una re-actuación de
las creencias históricas y religiosas. Como ya se ha dicho, según algunos eruditos
simplemente honra a Tlaltecuhtli o a la Coatlicue, los monstruos de la tierra, a través
de su función de santuario que representa a la tierra misma donde los guerreros
aztecas lucharon en la guerra y perecieron en combate, ofreciendo sus vidas al Sol.
Para otros (entre ellos el autor del presente trabajo) el templo representa, como el
86
Templo Mayor de Tenochtitlan, el Cerro de Coatepec (la Montaña de la Serpiente),
que es un sitio de transición sobre la superficie de la tierra (tlalticpac) que conecta al
mundo del medio con los cielos y con el inframundo. Es la casa mítica de la Coatlicue,
representada por la puerta en forma de boca de serpiente. Cuando se ingresa a la
cámara interior, ésta conduce a una cueva, el útero de la tierra. Se trata de una
metáfora para los lugares míticos de creación y origen Tamoanchan-AztlanChicomoztoc. Coatepec, como ya hemos visto, es el lugar donde nació Huitzilopochtli
de la matriz de Coatlicue. Hay elementos físicos que se refieren al mito de Coatepec
en el cuauhcalli. El cuauhtehuanitl (águila ascendente) o sol naciente, está
representado por el águila tallada en el centro del adoratorio que mira hacia el portal
de la cueva de la tierra (Coatlicue) [Figura 185]. Simbolizaba la victoria de
Huitzilopochtli sobre sus hermanos. La batalla era vuelta a representar cada día, para
simbolizar un nuevo día para los seres humanos. Éste es exactamente el mismo
significado que aparece en el huehuetl de Malinalco que comentamos en la sección de
Arte. Cuando el sol se elevaba por el este, era transportado desde el cenit por
guerreros que morían en combate o en las piedras de sacrificios. Cuando se ponía por
el oeste, era llevado por las Cihuateteo, las mujeres deificadas que morían dando a
luz. Los guerreros creían que los corazones colocados en el agujero circular situado
en el piso del adoratorio ayudaban a Huitzilopochtli en sus empresas nocturnas. En el
exterior, cerca del portal y sobre el lado sudeste, hay una xiuhcoatl, el arma que usaba
Huitzilopochtli cuando hacía su viaje diario de este a oeste [Figura 186]. Las
mediciones arqueoastronómicas de Javier Romero-Quiroz (1980) y de Jesús GalindoTrejo (1989) confirman que el día del solsticio invernal (el 21 de diciembre) al
mediodía, la luz del sol que aparece por una hendidura en la montaña situada enfrente
del cuauhcalli entra por la puerta, e ilumina exactamente la cabeza del águila que es la
personificación de Huitzilopochtli, el Sol mismo [Figura 187]. Sabemos a través de
Sahagún, que el día del solsticio se celebraba el Panquetzaliztli, un festival dedicado a
honrar las banderas del sacrificio porque era éste el día del descenso de
Huitzilopochtli a la tierra. Quiere decir que la orientación de este templo fue construida
teniendo en mente el efecto del solsticio (véase la sección sobre el Templo Mayor en
este artículo, para mayor información).
Flanqueando la puerta hay imágenes de los guerreros Cuauhtli y Ocelotl que eran los
guardianes del templo y los adoradores del sol [Figura 182]. El arqueólogo Richard
Townsend (1982, 2000) señala que las prácticas rituales de los guerreros Cuauhtli y
Ocelotl así como las ceremonias de iniciación y graduación eran celebradas en este
templo.
Si bien el Templo I es circular, no está asociado con el culto a Quetzalcoatl (muchas
estructuras circulares de Mesoamérica rinden culto a esta deidad). Este templo fue
erigido en honor al dios del sol Huitzilopochtli, y esto está probado a través de todos
los motivos iconográficos que ya hemos comentado.
87
Templo II
El Templo II es una pirámide truncada que está ubicada unos pocos metros al sudeste
del Templo I. Es de planta cuadrangular y tiene una escalera sobre el lado oeste de la
fachada. Las balaustradas fueron construidas con piedras talladas con revoque de
estuco [Figura 188]. Se incorporaron al edificio tallas en el altar y una plataforma. El
edificio está consolidado, pero muestra un estado de deterioro.
Templo III
El Templo III fue usado para celebrar los funerales de los guerreros que morían en la
guerra o en cautiverio, y que eran dignos de ir al Tonatiuh Ilhuicac (el Paraíso del Sol)
[Figura 189]. La estructura esculpida en la roca presenta dos cámaras, una circular y
una rectangular. La porción oriental del edificio mira hacia el sur y es parte de un talud
(pendiente) natural de la montaña. Está construida de piedra unida con tierra y
mortero de cal. La entrada del templo consta de tres puertas que están separadas por
dos columnas [Figura 190].
La cámara rectangular cuenta con un fogón en el medio del cuarto. El cuarto contiene
una banqueta que se extiende a lo largo de los lados este, oeste, y norte. Se
interrumpe en el centro del lado norte y da acceso a la cámara circular. La cámara
rectangular originalmente tenía un mural que representaba a los mimixcoua, los
guerreros águila y jaguar deificados que habitaban en el Paraíso del Sol [Figura 191].
Por desgracia, este mural ya no existe.
Templo IV
El Templo IV está parcialmente tallado en la roca viva, mira hacia el este, y se
considera que es un Tonatiuhcalli, un Templo del Sol. La mitad del edificio está tallada
en la roca, mientras que la otra mitad, la fachada del frente, está hecha con piedras
labradas. El edificio se eleva sobre una plataforma y cuenta con una escalera central
[Figura 192]. El interior consta de dos pedestales rectangulares que sirvieron como
base para las columnas que sostenían el techo. Hay un altar tallado en la roca que se
extiende a lo largo de la pared principal [Figura 193]. Algunos eruditos consideran que
una imagen del sol, similar a la del Calendario Azteca de Tenochtitlan, estaba
empotrada en la pared principal, debido al hecho que la pared del Templo estaba
diseñada para recibir los rayos de luz del sol naciente (Cuauhtehuanitl) que iluminaban
cada mañana el rostro del dios.
Templo V
Este monumento presenta una planta circular de 2 m de diámetro y está construido
con piedras labradas sobre una plataforma [Figura 194]. Aunque está en muy mal
estado, su espacio limitado y su forma redonda son similares a los de las kivas del
Sudoeste de los Estados Unidos, un área ubicada más allá de la frontera norte de
88
Mesoamérica. El agujero que tiene esta estructura en su centro pudo haber sido
usado para sostener las banderas o los estandartes de guerra y sacrificios.
Templo VI
El Templo VI estaba en construcción para la época de la conquista española, de modo
que nunca se terminó. Su plataforma fue identificada como un temalacatl (rueda de
piedra) [Figura 195]. Los cronistas y los códices muestran que en ese tipo especial de
piedra, los bravos enemigos cautivos eran sometidos al sacrificio gladiatorio
(tlauauanaliztli) [Figura 175]. También se consideraba que algunas temalacatl eran
cuauhxicallis (vasijas que contenían los corazones de las víctimas de sacrificios).
LISTA DE FIGURAS
Figura 1.
Calavera de piedra de Santa Cecilia Acatitlán (foto de Fernando
González y González).
Figura 2.
Ocelotl-Cuauhxicalli (foto de Fernando González y González).
Figura 3.
Cuauhtli-Cuauhxicalli (foto de Fernando González y González).
Figura 4.
Piedra de dedicación de Tizoc y Ahuitzotl (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 5.
Piedra de los Guerreros (foto de Fernando González y González).
Figura 6.
Relieve de la Banqueta (foto de Fernando González y González).
Figura 7.
Piedra del Templo (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 8.
Parte posterior de la Piedra del Templo (foto de Manuel AguilarMoreno).
Figura 9.
La Fundación de Tenochtitlan tomada del Códice Mendoza (foto de
Fernando Gonzalez y González).
Figura 10.
Parte lateral de la Piedra del Templo (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 11.
La Piedra del Sol (foto de Fernando González y González).
Figura 12.
Detalle de la Piedra del Sol (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 13.
La Piedra de Tizoc (foto de Fernando González y González).
Figura 14.
La Piedra de Motecuhzoma I (foto de Fernando González y González).
89
Figura 15.
Detalle de la Piedra de Tizoc (foto de Fernando González y González).
Figura 16.
Los Atlantes de Tula (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 17.
Retrato de Motecuhzoma II en el Parque Chapultepec (foto de
Fernando González y González).
Figura 18.
El Caracol (foto de Fernando González y González).
Figura 19.
Tlaltecuhtli (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 20.
El Tlaltecuhtli del Metro (foto de David Grove).
Figura 21.
Coatlicue (foto de Fernando González y González).
Figura 22.
Ilustración de la Coatlicue por Antonio de León y Gama (dibujo de
Lluvia Arras).
Figura 23.
Retrato de la Virgen de Guadalupe (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 24.
La Coatlicue de Coxcatlan (foto de Fernando González y González).
Figura 25.
Ciuhuacoatl (foto de Fernando González y González).
Figura 26.
Estatua compuesta de Xiuhtecuhtli-Huitzilopochtli (foto de Fernando
González y González).
Figura 27a.
Coyolxauhqui (foto de Fernando González y González).
Figura 27b.
Relieve más antiguo de la Coyolxauhqui (foto de Fernando González y
González).
Figura 28.
Cabeza de la Coyolxauhqui (foto de Fernando González y González).
Figura 29.
Xochipilli (foto de Fernando González y González).
Figura 30.
Serpiente Emplumada (foto de Fernando González y González).
Figura 31.
Xiuhcoatl (foto de Fernando González y González).
Figura 32.
El Chacmool del adoratorio de Tlaloc (foto de Fernando González y
González).
Figura 33.
Tlaloc-Chacmool (foto de Fernando González y González).
Figura 34.
Chicomecoatl (foto de Fernando González y González).
90
Figura 35.
Altar con mazorcas de maíz (foto de Fernando González y González).
Figura 36.
Huehueteotl (foto de Fernando González y González).
Figura 37.
Cihuateotl (foto de Fernando González y González).
Figura 38.
Cihuateotl (foto de Fernando González y González).
Figura 39.
Altar del planeta Venus (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 40.
Altar de Itzpapalotl (foto de Fernando González y González).
Figura 41.
Tepetlacalli con figura que se extrae sangre y Zacatapayolli (foto de
Fernando González y González).
Figura 42.
La Caja de Piedra de Motecuhzoma II (foto de Fernando González y
González).
Figura 43.
Cabeza de Guerrero Águila (foto de Fernando González y González).
Figura 44.
Guerrero Jaguar (foto de Fernando González y González).
Figura 45.
Guerrero Atlante azteca (foto de David Grove).
Figura 46.
Coyote Emplumado (foto de Fernando González y González).
Figura 47.
La Cruz de Acolman (Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 48.
La Cruz de Acolman (dibujo de Richard Perry).
Figura 49.
Guerrero Águila (foto de Fernando González y González).
Figura 50.
Mictlantecuhtli (foto de Fernando González y González).
Figura 51.
Xipe Totec (foto de Fernando González y González).
Figura 52.
Vasija con máscara de Tlaloc (foto de Fernando González y
González).
Figura 53.
Urna funeraria con imagen de Tezcatlipoca (foto de Fernando
González y González).
Figura 54.
Flauta (foto de Fernando González y González).
Figura 55.
Huehuetl de Malinalco (foto de Fernando González y González).
Figura 56.
Desarrollo del Huehuetl de Malinalco (dibujo de Lluvia Arras).
91
Figura 57.
Teponaztli de un felino (foto de Fernando González y González).
Figura 58.
Teponaztli con efigie de guerrero.
Figura 59.
Tocado de Motecuhzoma II (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 60.
Tocado de Motecuhzoma II.
Figura 62.
Abanico de Plumas, de Viena (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 63.
Escudo de Ahuitzotl (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 64.
Cubierta de Cáliz (foto de Manuel Aguilar-Moreno).
Figura 66.
Máscara de turquesas y conchas (dibujo de Annelys Pérez).
Figure 67.
Pectoral de Serpiente Bicéfala (dibujo de Annelys Pérez y Lluvia
Arras).
Figura 68.
Hoja de cuchillo con la imagen de un rostro (foto de Fernando
González y González).
Figura 69.
Diagrama de la orientación de un templo piramidal (dibujo de Lluvia
Arras).
Figura 70.
Cosmograma azteca (dibujo de Fonda Portales).
Figura 71.
Adoratorio en el Cerro de la Estrella (foto de Fernando González y
González).
Figura 72.
Cancha de juego de pelota de Coatetelco (foto de Fernando González
y González).
Figura 73.
Acueducto Chapultepec-Tenochtitlan (foto de Fernando González y
González).
Figura 74.
Mercado de Tlatelolco (foto de Fernando González y González).
Figura 75.
Chinampas (foto de Fernando González y González).
Figura 76a.
Retrato de Tenochtitlan por Miguel Covarrubias (foto de Fernando
González y González.
Figura 76b.
Mapa de Tenochtitlán (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 77.
Mapa de Tenochtitlán por Hernán Cortés (dibujo de Lluvia Arras).
92
Figura 78a.
Plano del Recinto Sagrado de Tenochtitlan (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 78b.
Maqueta de Tenochtitlán por Ignacio Marquina (foto de Fernando
González y González).
Figura 78c.
Maqueta de Tenochtitlan en el Museo del Templo Mayor (foto de
Fernando González y González).
Figura 79a.
Maqueta del Templo Mayor (foto de Fernando González y González).
Figura 79b.
Superposiciones del Templo Mayor (foto de Fernando González y
González).
Figura 79c.
Superposiciones del Templo Mayor (foto de Fernando González y
González).
Figura 80a.
El Templo Mayor (foto de Fernando González y González).
Figura 80b.
El Templo Mayor como aparece en el Códice Ixtlilxochitl (dibujo de
Fonda Portales).
Figura 81.
Nacimiento de Huitzilopochtli en Coatepec, como aparece en el Códice
Azcatitlan (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 82.
Plano de las siete superposiciones del Templo Mayor (foto de
Fernando González y González).
Figura 83.
Fase II del Templo Mayor con los adoratorios de Tlaloc y Huitzilopochtli
(foto de Fernando González y González).
Figura 84.
Piedra de sacrificios en el adoratorio de Huitzilopochtli (foto de
Fernando González y González).
Figura 85.
Chacmool en el adoratorio de Tlaloc (foto de Fernando González y
González).
Figura 86.
Fase III del Templo Mayor con estatuas de los Centzon Huiznahua
(foto de Fernando González y González).
Figura 87.
Fase IV y ubicación de la piedra de la Coyolxauhqui (foto de Fernando
González y González).
Figura 88.
Cabeza de serpiente de la Fase IV (foto de Fernando González y
González).
93
Figura 89.
Escondite con ofrenda hallado en la Fase IV (foto de Fernando
González y González).
Figura 90.
Fase V (foto de Fernando González y González).
Figura 91.
Casa de los Guerreros Águila y Templo A de la Fase VI (foto de
Fernando González y González).
Figura 92.
Templo B (Tzompantli o Altar de Calaveras) de la Fase VI (foto de
Fernando González y González).
Figura 93.
Templo C (el Templo Rojo) de la Fase VI (foto de Fernando González y
González).
Figura 94.
Casa de los Guerreros Águila en la Fase VI (foto de Fernando
González y González).
Figura 95.
Interior de la Casa de los Guerreros Águila (foto de Fernando González
y González).
Figura 96.
Relieve de la banqueta en la Casa de los Guerreros Águila (foto de
Fernando González y González).
Figura 97.
Relieve de la banqueta en la Casa de los Guerreros Águila (foto de
Fernando González y González.
Figura 98.
Palacio de Motecuhzoma II según el Códice Mendocino (dibujo de
María Ramos).
Figura 99.
Metlatl y Comalli (foto de Fernando González y González).
Figura 100.
Temazcalli (dibujo de Fonda Portales).
Figura 101.
Chinampas (foto de Fernando González y González).
Figura 102.
Plano del Recinto Sagrado de Tenochtitlan de Primeros (dibujo de
Fonda Portales).
Figura 103.
Templo de la Estación Pino Suárez del Metro (foto de Fernando
González y González).
Figura 104.
Mapa del Imperio Azteca (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 105.
Mapa del Valle de México (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 106.
Pirámide de Tenayuca (foto de Fernando González y González).
94
Figura 107.
Superposiciones de la pirámide de Tenayuca (foto de Fernando
González y González).
Figura 108.
Coatepantli de la pirámide de Tenayuca (foto de Fernando González y
González).
Figura 109.
Coatepantli de la pirámide de Tenayuca (foto de Fernando González y
González).
Figura 110.
Xiuhcoatl de Tenayuca (foto de Fernando González y González).
Figura 111.
Altar-Tumba con calaveras (foto de Fernando González y González).
Figura 112.
Pirámide de Santa Cecilia Acatitlan (foto de Fernando González y
González).
Figura 113.
Pirámide de Santa Cecilia Acatitlan (foto de Fernando González y
González).
Figura 114.
Pirámide de Santa Cecilia Acatitlan (foto de Fernando González y
González).
Figura 115.
Templo de Huitzilopochtli en Santa Cecilia Acatitlan (foto de Fernando
González y González).
Figura 116.
Chacmool, piedra de sacrificios, brasero, en Santa Cecilia Acatitlan
(foto de Fernando González y González).
Figura 117.
Plaza de Teopanzolco (foto de Fernando González y González).
Figura 118.
Pirámide de Teopanzolco (foto de Fernando González y González).
Figura 119.
Templos duales en la Pirámide Principal de Teopanzolco (foto de
Fernando González y González).
Figura 120.
Templo de Tezcatlipoca en Teopanzolco (foto de Fernando González y
González).
Figura 121.
Altar #14 de Teopanzolco (foto de Fernando González y González).
Figura 122.
Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl en Teopanzolco (foto de Fernando
González y González).
Figura 123.
Tlatelolco (foto de Fernando González y González).
95
Figura 124.
Pirámide Principal con Templos Duales en Tlatelolco (foto de Fernando
González y González).
Figura 125.
Templo del Calendario (foto de Fernando González y González).
Figura 126.
Detalle del Templo del Calendario (foto de Fernando González y
González).
Figura 127.
Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl en Tlatelolco (foto de Fernando
González y González).
Figura 128.
El mercado de Tlatelolco (foto de Fernando González y González).
Figura 129.
El mercado de Tlatelolco (foto de Fernando González y González).
Figura 130.
El mercado de Tlatelolco (foto de Fernando González y González).
Figura 131.
Letrero en Tlatelolco que anuncia el nacimiento de México (foto de
Fernando González y González).
Figura 132a.
El Monte Tlaloc (foto de Fernando González y González).
Figura 132b.
Tetzcotzinco (foto de Fernando González y González).
Figura 133.
Nezahualcoyotl, por Jesús Contreras (siglo XIX) (foto de Fernando
González y González).
Figura 134.
Mapa de Tetzcotzinco (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 134b.
Acueducto y sendero de circunvalación en Tetzcotzinco (foto de
Fernando González y González.
Figura 135.
Sistema H de Reservorio y Cerro del Tetzcotzinco (foto de Fernando
González y González).
Figura 136.
Acueducto y Cuarto Monolítico de Tetzcotzinco (foto de Fernando
González y González).
Figura 137.
Cuarto Monolítico (foto de Fernando González y González).
Figura 138.
Sendero de circunvalación y subsistema de canales de irrigación (foto
de Fernando González y González).
Figura 139.
El Baño del Rey (foto de Fernando González y González).
Figura 140.
El Baño de la Reina (foto de Fernando González y González).
96
Figura 141.
El Baño de la Reina con vista panorámica de la ciudad de Tetzcoco
(foto de Fernando González y González).
Figura 142.
Templo-Cueva en la plaza de reuniones en la cima del Cerro
Tetcotzinco (foto de Fernando González y González).
Figura 143.
Mascarón de Tlaloc (foto de Fernando González y González).
Figura 144.
Mascarón de Tlaloc (foto de Fernando González y González).
Figura 145.
El Baño del Rey y la cueva (foto de Fernando González y González).
Figura 146.
La cueva (foto de Fernando González y González).
Figura 147.
Atrio de Huexotla (foto de Fernando González y González).
Figura 148.
La muralla de Huexotla (foto de Fernando González y González).
Figura 149.
Edificio La Comunidad en Huexotla (foto de Fernando González y
González).
Figura 150.
Edificio La Estancia en Huexotla (foto de Fernando González y
González).
Figura 151.
Grupo Santa María en Huexotla (foto de Fernando González y
González).
Figura 152.
Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl y el Monte Tlaloc (foto de Fernando
González y González.
Figura 153.
Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl en Huexotla (foto de Fernando
González y González).
Figura 154.
Sierra de Tepoztlan (foto de Fernando González y González).
Figura 155.
Tepoztlan y los Cerros del Tepozteco (foto de Fernando González y
González).
Figura 156.
Templo-Pirámide de Tepoztlan en el Cerro del Tepozteco (foto de
Fernando González y González).
Figura 157.
Templo-Pirámide de Tepoztlan (foto de Fernando González y
González).
Figura 158.
Interior del Templo-Pirámide de Tepoztlan (foto de Fernando González
y González).
97
Figura 159.
Superposiciones del Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl en Calixtlahuaca
(foto de Fernando González y González).
Figura 160.
Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl en Calixtlahuaca (foto de Fernando
González y González).
Figura 161.
Templo de Ehecatl-Quetzalcoatl (foto de Fernando González y
González).
Figura 162.
Estatua de Ehecatl (foto de Fernando González y González).
Figura 163.
Grupo de Tlaloc en Calixtlahuaca (foto de Fernando González y
González).
Figura 164.
Tzompantli en el Grupo de Tlaloc (foto de Fernando González y
González).
Figura 165.
Detalle del Tzompantli en el Grupo de Tlaloc (foto de Fernando
González y González).
Figura 166.
Edificio rectangular del Grupo de Tlaloc (foto de Fernando González y
González).
Figura 167.
Grupo del Calmecac de Calixtlahuaca (foto de Fernando González y
González).
Figura 168.
Plano de Coatetelco (Lluvia Arras, tomado de Smith 2003).
Figura 169.
Cancha de juego de pelota de Coatetelco (foto de Fernando González
y González).
Figura 170.
Templo-Pirámide principal de Coatetelco (foto de Fernando González y
González).
Figura 171.
Plaza de Coatetelco, con su Plaza y Templo-Pirámide principal (foto de
Fernando González y González).
Figura 172.
Plaza con la Plataforma Sur de Coatetelco (foto de Fernando González
y González).
Figura 173.
Cancha de juego de pelota de Coatetelco (foto de Fernando González
y González).
Figura 174.
Cancha de juego de pelota y alineamiento de pequeñas plataformas en
la Plaza Central de Coatetelco (foto de Fernando González y
González).
98
Figura 175.
Imagen de sacrificio gladiatorio del Atlas de Durán (foto de Fernando
González y González).
Figura 176.
Temalacatl para sacrificio gladiatorio (foto de Fernando González y
González).
Figura 177.
Sahumador de asa larga (foto de Fernando González y González).
Figura 178a.
Cerro de los Ídolos y el sitio de Malinalco (foto de Fernando González y
González).
Figura 178b.
Pasto de Malinalli (foto de Fernando González y González).
Figura 179a.
Cuauhcalli (Templo I) (foto de Fernando González y González).
Figura 179b.
Plano de Malinalco según Marquina (dibujo de Lluvia Arras).
Figura 180.
Templo I (Cuauhcalli) (foto de Fernando González y González).
Figura 181.
Templo I (Cuauhcalli) (foto de Fernando González y González).
Figura 182.
Xiuhcoatl, huehuetl, y cavidad de la piedra de sacrificios (foto de
Fernando González y González).
Figura 183.
Mascarón de una serpiente a la entrada del Templo I (foto de Fernando
González y González).
Figura 184.
Tronos zoomorfos sobre la banqueta y Águila Solar a la entrada del
Templo I (foto de Fernando González y González).
Figura 185.
Trono de Jaguar y Águila Solar (foto de Fernando González y
González).
Figura 186.
Xiuhcoatl y Guerrero Águila (foto de Fernando González y González).
Figura 187.
Hendidura en la montaña frente a los templos de Malinalco (foto de
Fernando González y González).
Figura 188.
Templo II (foto de Fernando González y González).
Figura 189.
Templos III, IV y VI de Malinalco (foto de Fernando González y
González).
Figura 190.
Templo III (foto de Fernando González y González).
99
Figura 191.
Pintura mural de los Mimixcoua (foto de Fernando González y
González).
Figura 192.
Templo IV (foto de Fernando González y González).
Figura 193.
Templo IV (foto de Fernando González y González).
Figura 194.
Templo V (foto de Fernando González y González).
Figura 195.
Templo VI (Temalacatl) (foto de Fernando González y González).
REFERENCIAS CITADAS
Abadiano, Dionisio, Calendario o Gran Libro Astronómico: Historia y Cronología de los
Antiguos Indios. México, Imprenta de la Secretaría de Fomento, 1889.
Adams, Richard E.W., Prehistoric Mesoamerica. Norman: University of Oklahoma
Press, 1991.
Aguilar-Moreno, Manuel. “The Death in the Aztec Cosmovision”, ponencia preparada
para un Seminario de Historia del Arte con la Dra. Linda Schele en la
Universidad de Texas, Austin, 1996.
---
The Tequitqui Art of Sixteenth-Century Mexico: An Expression of
Transculturation. Tesis Inédita. Universidad de Texas, Austin, 1999.
---
“Semblanza del Ejército Azteca”. En Proceedings of the First International
Symposium of Military History of Mexico (2001). Editado por Gral. Clever A.
Chávez Marín, Guadalajara: Asociación Internacional de Historia Militar, 2002.
---
“Cultural Encounters in Mexico, Identity and Religion”. Praesidium,
Interdisciplinary Journal of the University of San Diego. Introductory Vol., Nov.
2002.
---
“The Mesoamerican Ballgame as a Portal to the Underworld”. Pre-Columbian
Art Research Institute (PARI) Journal, Vol. III, Nos. 2 y 3, 2002-2003.
---
La Perfección del Silencio – El Panteón de Belén – El Culto a la Muerte en
México (The Perfection of Silence), Bilingual Edition. Guadalajara: Secretaría de
Cultura, Jalisco, 2003.
Aguilar, Manuel, y James Brady (eds). Ulama. Estudios Jaliscienses No. 56.
Guadalajara: Colegio de Jalisco, Mayo 2004.
100
Aguilar, Manuel, Miguel Medina Jaen, Tim Tucker y James Brady. “Origin Caves and
Cosmology: A Man-Made Chicomoztoc Complex at Acatzingo Viejo”. En In the
Maw of the Earth Monster: Studies in Mesoamerican Ritual Cave Use, editado
por Keith Prufer y James Brady. Austin: University of Texas Press, 2005.
Alcina Franch, José. Pre-Columbian Art. New Cork: Harry M. Abrams Inc., 1983.
Alcina Franch, José, Miguel León-Portilla, y Eduardo Matos Moctezuma. AztecaMexica. Barcelona: INAH-Lunwerg Editores, 1992.
Altamirano, Ignacio Manuel. Paisajes y leyendas: tradiciones y costumbres de México.
México: Editorial Porrúa, 1974.
Alva Ixtlilxochitl, Fernando de. Obras Históricas. Traducido por Edmundo O’Gorman. 2
Vols. México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1975-1977.
---
Historia de la nación Chichimeca. Madrid: Historia 16, 1985.
Alvarado Tezozomoc, Hernando. Crónica Mexicana (Mexicayotl-1598). México:
Editorial Porrúa, 1975.
Anawalt, Patricia Rieff. Indian Clothing Before Cortés: Mesoamerican Costumes from
the Codices. Norman: University of Oklahoma Press, 1981.
---
Understanding Aztec Human Sacrifice. Archaeology. Vol. 35 (5), (1980): 38-45.
Anders, Ferdinand. “Las Artes Menores; Minor Arts”. Artes de México, no. 137, págs.
4-66, 1971.
Anderson, Arthur J.O. “Old World-New World: Huehuetlatolli in Sahagún’s Sermons”.
Current Topics in Aztec Studies. San Diego Museum of Man Papers 30, (1993):
85-92.
Angulo Villaseñor, Jorge. “Teopanzolco y Cuauhnahuac, Morelos”. En Los señoríos y
estados militaristas. Editado por Román Piña Chan, págs. 183-208. México:
INAH.
Arana Alvarez, Raúl. “El juego de pelota en Coatetelco, Morelos”. En Investigaciones
recientes en el área maya, XVII Mesa Redonda, Sociedad Mexicana de
Antropología, vol. 9: 191-204. México: Sociedad Mexicana de Antropología,
1984.
101
Arroyo Gaytán, Rubén. “El Origen de los Aztecas”. Ponencia presentada en el
encuentro de LASA en Guadalajara, México, 1997.
Aveni, Anthony. Skywatchers of Ancient Mexico. Austin: University of Texas Press,
2001.
Aveni, Anthony, Edward Calnek, y Horst Hartung. “Myth, Environment and the
Orientation of the Templo Mayor of Tenochtitlan”. American Antiquity 53, 1988.
Barlow, Robert y Byron MacAfee. Diccionario de elementos fonéticos en escritura
jeroglífica (Códice Mendocino). México: Universidad Nacional Autónoma de
México, 1949.
Baquedano, Elizabeth. Aztec Sculpture. London: British Museum Publications, 1984.
Baskes, Jeremy. Indians, merchants and markets. Stanford: Standford University
Press, 2000.
Benítez, Fernando. Los indios de México. Los hongos alucinantes. México: Ediciones
Era, 1964.
Berdan, Frances. The Aztecs of Central Mexico: An Imperial Society. New York: The
Dryden Press Saunders College Publishing, 1982.
---
The Aztecs. New York, Philadelphia: Chelsea House Publishers, 1989.
Berdan, Frances and Patricia Rieff Anawait. Codex Mendoza. Cuatro volúmenes.
Berkeley: University of California Press, 1993.
---
The Essential Codex Mendoza. Berkeley: University of California Press, 1997.
Bernal, Ignacio. Tenochtitlan en una isla. México: INAH, 1980.
Biart, Lucien. The Aztecs: their history, manners and customs. Chicago: McClury and
Co., 1887.
Bierhorst, John. Cantares Mexicanos: Songs of the Aztecs. Stanford: Standford
University Press, 1985.
Blythin, Evan. Huei Tlatoani: The Mexican Speaker. Lanham, MD: The University
Press of America, 1990.
Boas, Franz. “El Dialecto Mexicano de Pochutla, Oaxaca”. Internacional Journal of
American Linquistics Vol. 1 No. 1 (1917): 9-44.
102
Bonfil Batalla, Guillermo. Mexico Profundo: Reclaiming a Civilization. Traducido por
Philip A. Dennos. Austin: University of Texas Press, 1996.
Boone, Elizabeth Hill. (Ed.) The Aztec Templo Mayor. Washington, DC: Dumbarton
Oaks, 1987.
---
The Aztec World. Washington D.C.: Smithsonian Books, 1994.
---
Stories in Red and Black. Austin: University of Texas Press, 2000.
Borah, Woodrow, y Sherburne Cook. The Aboriginal Population of Central Mexico on
the Eve of the Spanish Conquest. Berkeley: University of California Press, 1963.
Braunfels, Wolfgang. Urban Design in Western Europe: Regime and Architecture, 9001900, traducido por Kenneth J. Northcott. Chicago y Londres: The University of
Chicago Press, 1988.
Bray, Warwick. Everyday Life of the Aztecs. New York: Peter Bedrick Books, 1991.
Broda, Johanna. “El tributo en trajes guerreros y la estructura del sistema tributario
Mexica”. En Economía Política e Ideología en el México Prehispánico. Editado
por Pedro Carrasco y Johanna Broda, págs. 115-74. México: Instituto Nacional
de Antropología e Historia, 1970.
Broda, Johanna, David Carrasco, y Eduardo Matos Moxtezuma. The Great Temple of
Tenochtitlan: Center and Periphery in the Aztec World. Berkeley: University of
California Press, 1987.
Broda, Johanna, Stanislav Iwaniszewski, y Lucrecia Maupome (Eds).
Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica. México: Universidad
Nacional Autónoma de México, 1991.
Brotherston, Gordon. Painted Books from Mexico. Codices in UK Collections and the
World they Represent. London: British Museum Press, 1995.
Brundage, Burr Cartwright. Fifth Sun, Aztec Gods, Aztec World. Austin, Londres:
University of Texas Press, 1979.
---
The Jade Steps: A Ritual Life of the Aztecs. Salt Lake City: University of Utah,
1985.
Bunson, Margaret y Stephen Bunson. Encyclopedia of Ancient Mesoamerica. New
York: Facts on File, Inc., 1996.
103
Burkhart, Louise. The Slippery Earth: Nahua-Christian Moral Dialogue in Sixteenth
Century Mexico. Tucson: University of Arizona Press, 1989.
Buckholder, A. Mark, y Lyman L. Johnson. Colonial Latin America. New York: Oxford
University Press, 2001.
Burland, Cottie, y Werner Forman. The Aztecs. Gods and Fate in Ancient Mexico. New
York: Galahad Books, 1967.
Cainek, Edward. “The Internal Structure of Tenochtitlan”. En The Valley of Mexico:
Studies of Pre-Hispanic Ecology and Society. Editado por Eric Wolf.
Albuquerque: University of New Mexico Press, 1976.
Canger, Una. “Nahuatl Dialectology: A survey and Some Suggestions”. Journal of
American Linguistics 54: 28-72, 1988.
Campbell, Lyle. American Indian Languages: The Historical Linguistics of Native
America. New York: Oxford University Press, 1997.
---
Historical Linguistics: An Introduction. Cambridge, Mass.: The MIT Press, 2001.
---
The Pipil Language of El Salvador. Berlin: Mouton de Gruyter, 1985.
Campbell, Lyle, y Ronald W. Langacker. “Proto-Aztecan Vowels: Part III”. International
Journal of American Linguistics Vol. 44 No. 4 (October 1978): 262-279.
Cantares Mexicanos: Songs of the Aztecs. Traducción y estudio analítico a cargo de
John Bierhorst. Stanford: Stanford University Press, 1985.
Carmack, Robert M., Janine Gasco, y Gary H. Gossen (eds). The Legacy of
Mesoamerica: History and Culture of a Native American Civilization. New
Jersey: Prentice Hall, 1996.
Carrasco, David. Daily Life of the Aztecs: People of the Sun and Earth. Wesport:
Greenwood Press, 1998.
---
City of Sacrifice: The Aztec Empire and the Role of Violence in Civilization.
Boston: Beacon Press, 1999.
Carrasco, David, y Eduardo Matos Moctezuma. Moctezuma’s Mexico: Visions of the
Aztec World. Niwot: University of Colorado Press, 1992.
104
Caso, Alfonso. Pre-Spanish Art. En Twenty Centuries of Mexican Art. New York:
Museum of Modern Art y el Gobierno de México, 1940.
---
El Pueblo del Sol. México: Fondo de Cultura Económica, 1981.
---
The Aztecs, People of the Sun. Norman: University of Oklahoma Press, 1982.
Castelló Yturbide, Teresa (ed). El Arte Plumaria en México. México: Fomento Cultural
Banamex, 1993.
Cervantes de Salazar, Francisco. Crónica de la Nueva España (1558). Madrid:
Ediciones Atlas, 1983.
Chavero, Alfredo. México a través de los siglos. Tomo I. México: T.I. Ballescá y Cía.,
1887.
---
Calendario o Rueda del Año de los Antiguos Indios. México: Imprenta del
Museo Nacional, 1901.
Childe, Gordon. The bronze age. New York: Biblo and Tannen, 1963.
Chimalpahin Quauhtlehuanitzin, Domingo Francisco de San Antón Muñón. Codex
Chimalpahín: Annals of the history of Central Mexico (1285-1612). Editado por
Arthur J.O. Anderson y Susan Schroeder. 2 Volúmenes, Norman: University of
Oklahoma Press, 1997.
Clavijero, S.J., Francisco Xavier. Historia Antigua de México. México: Editorial del
Valle de México, 1978.
Clendinnen, Inga. Aztecs, an Interpretation. Cambridge: Cambridge University Press,
1991.
Cline, S.L. The Book of Tributes: Early Sixteenth-Century Nahuatl Censuses from
Morelos. Los Angeles: UCLA Latin American Center Publications University of
California, Los Angeles, 1993.
---
Colonial Culhuacan, 1580-1600. A Social History of an Aztec Town.
Albuquerque: University of New Mexico Press, 1986.
Codex Azcatitlan. Edición a cargo de la Société des Americanistes, Paris, 1949.
Codex Borbonicus. Códice Borbónico: manuscrito mexicano de la Biblioteca del Palais
de Bourbon: libro adivinatorio y ritual ilustrado, publicado en facsimil. Edición de
Francisco del Paso y Troncoso. México: Siglo Veintiuno, 1985.
105
Codex Boturini: Tira de la Peregrinación Mexica. Librería Anticuaria, México, 1944.
Codex Chimalpopoca: Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los Soles. Traducción de
Primo Feliciano Velásquez. México: UNAM, 1986.
Codex Ixtlilxochitl. Edición de Geert Bustiaan Van Doesburg. Graz, Austria:
Akademische Druck und Verlangstalt 1996.
Codex Magliabecchi. Edición y Estudio Analítico de Ferdinand Anders. Graz, Austria:
Akademische Druck und Verlangsastalt, 1970.
Codex Matrícula de Tributos (Codex Moctezuma). Edición y Estudio Analítico de
Ferdinand Anders, Maarten Cansen y Luis Reyes García. Graz, Austria:
Akademische Druck und Verlangsastalt, y México: Fondo de Cultura
Económica, 1997.
Codex Mendoza. Edición de Francisco del Paso y Troncoso. México: Editorial
Cosmos, 1987.
---
Edición de Frances Berdan y Patricia Rieff Anawalt. Cuatro Volúmenes.
Berkeley: University of California Press, 1988.
Codex Telleriano-Remensis. Edición de Eloise Quiñones Keber. Austin: University of
Texas Press, 1995.
Codex Vaticanus A (Codex Ríos). Edición de Akademische Druck. Graz, Austria:
Akademische Druck und Verlangsastalt, 1979.
Códice de Santa María Asunción: Households and Lands in 16th Century
Tepetlaoztoc. Estudio Analítico a cargo de Barbara J. Williams y H.R. Harvey.
Salt Lake City: University of Utah Press, 1997.
Coe, Michael, y Rex Koontz. Mexico: de los Olmecas a los Aztecas. New York:
Thames and Hudson, 2002.
Coe, Sophie, y Michael Coe. The True History of Chocolate. New York: Thames and
Hudson, 1996.
Colston, Stephen A. “People, Places, and Pictures: Name Signs from a Corpus of
Early Colonial Acolhua Cadastral Manuscripts”. Current Topics in Aztec Studies.
San Diego Museum of Man Papers 30, (1993): 85-92.
106
Conquistador Anónimo (¿Alonso de Ulloa?). Relación de algunas cosas de la Nueva
España y de la gran Ciudad de Temestitlán México, escrita por un compañero
de Hernán Cortés. México: Editorial América, 1941.
Cortés, Hernán. Letters from México (1521-1526). Traducido y editado por Anthony
Pagden. New Haven: Yale University Press, 1986.
Cowgill, George L. “State and Society at Teotihuacan, Mexico”. Annual Review of
Anthropology 26 (1997): 129-161.
Crosby, Alfred. The Columbian Exchange: Biological and Cultural Consequences of
1492. Wesport: Greenwood Press, 1972.
Cruz, Martín de la. Libellus de medicinalibus indorum herbis (Códice De la CruzBadiano) (1552). Traducción de Angel María Garibay. México: Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS), 1990.
Cyphers, Ann. “Olmec Architecture in San Lorenzo”. En Olmec to Aztec: Settlement
Patterns in the Ancient Gulf Lowlands, editado por B.L. Stark y P.J. Arnold, III.
Tucson: University of Arizona Press, 1997.
Davies, Nigel. The Toltec Heritage: From the Fall of Tula to the Rise of Tenochtitlan.
Norman: University of Oklahoma Press, 1980.
---
The Aztecs: A History. Norman: University of Oklahoma Press, 1982.
---
The Ancient Kingdoms of Mexico. New York: Pelican Books, 1985.
Dávila, Mario, y James Brady. “La producción del hule en el juego de pelota” En
Ulama. Editado por Manuel Aguilar y James Brady. Estudios Jaliscienses No.
56. Guadalajara: Colegio de Jalisco, Mayo 2004.
Day, Jane. Aztec: The World of Moctezuma. Niwot: Denver Museum of Natural History
y Roberts Rinehart Publishers, 1992.
Díaz del Castillo, Bernal. The Conquest of New Spain. Traducción de J.M. Cohen.
Londres: Penguin Books, 1963.
---
La Verdadera Historia de la Conquista de México (1568). México, Editorial
Porrúa, 1993.
Durán, Fray Diego. Historia de las Indias de Nueva España e islas de tierra firme
(1579-1581). México: Editorial Porrúa, 1967.
107
---
Book of the Gods and Rites and the Ancient Calendar. Traducción de D.
Heyden y F. Horcaditas. Norman: University of Oklahoma Press, 1971.
---
The History of the Indies of New Spain. Traducida, anotada, y con una
introducción de Doris Heyden. Norman: University of Oklahoma Press, 1994.
Edmonson, Munro S. Sixteenth-Century Mexico: The Work of Sahagún. Albuquerque:
University of New Mexico Press, 1974.
Escalante, Pablo. “Las obras hidráulicas en tiempos mexicas”. En Atlas Histórico de
Mesoamérica. Editado por Linda Manzanilla y Leonardo López Luján, 163-167.
México: Larousse, 2002.
Esparza Hidalgo, David. Cómputo Azteca. México: Editorial Diana, 1975.
Fagan, Brian. The Adventure of Archaeology. Washington, D.C.: The National
Geographic Society, 1985.
---
The Aztecs. New York: W.H. Freeman and Co., 1997.
Florescano, Enrique. Memory, Myth, and Time in Mexico: From the Aztecs to the
Independence. Austin: University of Texas Press, 1994.
---
“Sobre la Naturaleza de los Dioses de Mesoamérica”. Estudios de Cultura
Nahuatl, Vol. XXVII. México: Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), 1997.
Fowler, Catherine. “Some Lexical Clues to Aztec Prehistory”. International Journal of
American Linguistics Vol. 49 No. 3 (Julio, 1983): 224-57.
Fuentes, Patricia de. The Conquistadors. New York: The Orion Press, 1963.
Furst, Peter. “Spirulina”. Human Nature 1: 60-65, 1978.
Galarza, Joaquín. Lectura de los Códices Aztecas. México: Editorial Amatl, 1995.
---
“Los Códices Mexicanos”. Arqueología Mexicana, Vol. 4, No. 23 (1997): 6.15.
Galindo Trejo, Jesús. “Cuando Huitzilopochtli descendió en Malinalco”. México
Desconocido 152 (Octubre de 1989): 17-22.
García, Fray Gregorio. Origen de los Indios del Nuevo Mundo (1607). México: Fondo
de Cultura Económica, 1998.
108
García Chávez, Raúl. “Tetzcotzinco y Alrededores, Estado de México”. Arqueología
Mexicana. Vol. 10, No. 58, Noviembre-Diciembre 2002.
García G., María Teresa. Tetzcotzinco, Estado de México. Mini-guía. México: Instituto
de Antropología e Historia, 2001.
García Moll, Roberto. Santa Cecilia Acatitlan, Estado de México. Mini-guía. México:
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993.
García Payón, José. Los Monumentos Arqueológicos de Malinalco. Mexico: Biblioteca
Enciclopédica del Estado de México, 1974.
García Quintana, Josefina, y José Rubén Romero Galván. México-Tenochtitlan y su
problemática lacustre. México: UNAM, 1978.
Garibay, Ángel María. Teogonía e historia de los Mexicanos. Tres opúsculos del siglo
XVI. México: Editorial Porrúa, 1965.
---
Historia de la Literatura Náhuatl. México: Porrúa, 1971.
Gates, William. An Aztec Herbal – The Classic Codex of 1552. Mineola: Dover
Publications, 2000.
Gendrop, Paul. Historia del Arte en Mesoamérica. México: Trillas, 1988.
Gendrop, Paul, e Iñaki Díaz Balerdi. Escultura Azteca. Una aproximación a su estética.
México: Trillas, 1994.
Gibson, Charles. The Aztecs Under Spanish Rule: A History of the Indians of the
Valley of Mexico, 1519-1810. Stanford: Stanford University Press, 1964.
Gibson, Charles, y John B. Glass. “A Census of Middle American Prose Manuscripts in
the Native Historical Tradition”. Handbook of Middle American Indians, Volume
15, Guide to Ethnohistorical Sources Part Four, editado por H.F. Cline. Londres:
University of Texas Press, Ltd., 1975.
Gillespie, Susan. Aztec Kings: The Construction of Rulership in Mexica History.
Tucson: University of Arizona Press, 1989.
Glass, John B. “A Census of Native Middle American Pictorial Manuscripts”. Handbook
of Middle American Indians, Volume 14, Guide to Ethnohistorical Sources Part
Three, editado por H.F. Cline. Londres: University of Texas Press, Ltd., 1975.
109
Godoy, Ricardo. “Franz Boas and His Plans for an International School of American
Archaeology and Ethnography in Mexico”. Journal of the History of the
Behavioral Sciences, 13 (1977): 228-242.
González Rul, Francisco. Urbanismo y Arquitectura en Tlatelolco. México: Instituto
Nacional de Antropología e Historia, 1982.
González Torres, Yolotl. El Culto de los Astros entre los Mexicas. México: Secretaría
de Educación Pública, 1979.
---
El Sacrificio Humano entre los Mexicas. Sep-Setentas: 217. México: Secretaría
de Educación Pública, 1985.
---
Diccionario de mitología y religión de Mesoamérica, México: Larousse, 1991.
---
“Human Sacrifice”. Arqueología Mexicana. Vol. 11, No. 63. Septiembre /Octubre
de 2003.
Graulich, Michel. “La Piedra del Sol”. En Azteca-Mexica. Editado por José Alcina
Franch, Miguel León Portilla, y Eduardo Matos Moctezuma, pp. 291-295.
Madrid: INAH-Lunwerg Editores, 1992.
---
“Human Sacrifice in Mesoamerica”. Arqueología Mexicana. Vol. 11, No. 63.
Septiembre/Octubre 2003.
Grove, David C. “The Formative Period and the Evolution of Complex Culture”.
Supplement to the Handbook of Middle American Indians, Volume 1,
Archaeology, editado por V.R. Bricker. Austin: University of Texas Press, 1981.
Gruzinski, Serge. The Aztecs: Rise and Fall of an Empire. New York: Abrams, 1992.
Gutiérrez Solana, Nelly. Códices de México: historia e interpretación de los grandes
libros pintados prehispánicos. México: Panorama Editorial, 1985.
Hammer, Olga, y Jeanne D’Andrea (eds). Treasures of Mexico from the Mexican
National Museums. Los Angeles: The Armand Hammer Foundation, 1978.
Harvey, Herbert, y Hanns Prem. Exploitations in Ethnohistory: Indians of Central
Mexico in the sixteenth century. Albuquerque: University of New Mexico Press,
1984.
Hassig, Ross. Trade, Tribute and Transportation: The Sixteenth Century Political
Economy of the Valley of Mexico. Norman: University of Oklahoma Press, 1985.
110
---
Aztec Warfare, Imperial Expansion and Political Control. Norman: University of
Oklahoma Press, 1988.
---
War and Society in Ancient Mesoamerica. Berkeley: University of California
Press, 1992.
---
Time, History, and belief in Aztec and Colonial Mexico. Austin: University of
Texas Press, 2001.
Hays, Wilma, y Vernon Hays. Foods the Indians gave us. New York: Ives Washburn,
1973.
Hernández, Francisco. Historia Natural de la Nueva España. 4 vols. México: UNAM,
1959.
Hernández Rivero, José. Ideología y práctica militar mexica. El Cuauhcalli de
Malinalco. Toluca: Ayuntamiento de Malinalco, Estado de México, 1984.
Heyden, Doris, y Paul Gendrop. Pre-Columbian Architecture of Mesoamerica. New
York: Harry N. Abrams Inc., 1975.
Heyden, Doris, y Luis Francisco Villaseñor. The Great Temple and the Aztec Gods.
México: Minutiae Mexicana, 1992.
Hinton, Thomas B. Coras, Huicholes y Tepehuanes. México: Secretaría de Educación
Pública – Instituto Nacional Indigenista, 1972.
Historia de los Mexicanos por sus Pinturas. En Teogonía e historia de los Mexicanos.
Tres opúsculos del siglo XVI, editado por Ángel Ma. Garibay. México: Editorial
Porrúa, 1965.
Historia Tolteca-Chichimeca. Estudio Analítico a cargo de Paul Kirchhoff, Lina Odena
Güemes y Luis Reyes García. México: Fondo de Cultura Económica, CIESAS,
Estado de Puebla, 1976.
Histoyre du Mechique. En Teogonía e historia de los Mexicanos. Tres opúsculos del
siglo XVI, editado por Ángel Ma. Garibay. México: Editorial Porrúa, 1965.
Horcasitas, Fernando. The Aztecs Then and Now. México: Editorial Minutiae
Mexicana, 1979.
Huehuetlatolli: testimonios de la antigua palabra. Atribuido a Fray Andrés de Olmos.
Estudio introductorio de Miguel León-Portilla. México: Fondo de Cultura
Económica, 1991.
111
Ibarra García, Laura. La visión del mundo de los antiguos mexicanos: Origen de sus
conceptos de causalidad, tiempo y espacio. Guadalajara: Universidad de
Guadalajara, 1995.
Jackson, Robert. Race, Caste, and Status: Indians in Colonial Spanish America.
Albuquerque: University of New Mexico, 1999.
Johansson, Patrick. La Palabra de los Aztecas. México: Trillas, 1993.
---
“Death in Mesoamerica”. Arqueología Mexicana. Vol. 10, No. 60. Marzo/Abril,
2003.
Joseph, Gilbert M., Timothy J. Henderson, eds. The Mexico Reader: History, Culture,
Politics. Durham: Duke University Press, 2002.
Kampen, M.E. “Classic Veracruz Grotesques and Sacrificial Iconography”. Man, New
Series, 13 (1978): 116-126.
Karttunen, Frances. Analytical Dictionary of Nahuatl. Norman: University of Oklahoma
Press, 1983.
Keyhoe, Alice B. North American Indians: A Comprehensive Account, 2a. edición.
Upper Saddle River, N.J.: Prentice Hall, 1992.
Kelly, Joyce. The Complete Visitor’s Guide to Mesoamerican Ruins. Norman:
University of Oklahoma Press, 1982.
Kirchhoff, Paul. “Mesoamérica: sus límites geográficos, composición étnica, y
caracteres culturales”. Acta Americana 1: 92-107, 1943.
Klein, Cecilia. “The Identity of the Central Deity on the Aztec Calendar Stone”. En PreColumbian Art History: Selected Readings. Editado por Alana Cordy-Collins y
Jean Stern, págs. 167-189. Palo Alto: Peek Publications.
Klor de Alva, Jorge, Henry B. Nicholson y Eloise Quiñones-Kebber (eds). The Work of
Bernardino de Sahagún: Pioneer Ethnographer of Sixteenth-Century Mexico.
Albany: Institute of Mesoamerican Studies, 1988.
Konieczna, Bárbara. Coatetelco, Morelos. Mini-guía. México: INAH, 1992.
---
Teopanzolco, Morelos. Mini-guía. México: INAH, 2003.
112
Kubler, George. The Art and Architecture of Ancient Mesoamerica. New Haven y
Londres: Yale University Press, 1990.
Langley, James. Symbolic Notation of Teotihuacan: elements of writing in a
Mesoamerican culture of the classic period. Oxford: B.A.R., 1986.
León-Portilla, Miguel. La Filosofía Náhuatl estudiada en sus fuentes. México: UNAM,
1959.
---
Aztec Thought and Culture. Norman: University of Oklahoma Press, 1963.
---
Pre-Columbian Literatures of Mexico. Norman: University of Oklahoma Press,
1969.
---
Los Antiguos Mexicanos, a través de sus crónicas y cantares. México: Fondo
de Cultura Económica, 1970.
---
De Teotihuacan a los Aztecas. México: UNAM, 1971.
---
Testimonios nahuas sobre la conquista espiritual. Estudios de Cultura Nahuatl
11:11-36. México: UNAM, 1974.
---
Trece poetas del mundo Azteca. México: UNAM, 1975.
---
La visión de los vencidos. Madrid: Historia 16, 1985.
---
The Broken Spears: The Aztec account of the Conquest of Mexico. Boston,
Beacon Press, 1992a.
---
Fifteen Poets of the Aztec World. Norman OK: University of Oklahoma Press,
1992b.
---
Grandes Momentos en la Historia de los Códices. Arqueología Mexicana. Vol.
4, No. 23, (1997): 16-23.
---
León y Gama, Antonio de. Descripción Histórica y Cronológica de las dos
Piedras. México: Imprenta del Ciudadano Alejandro Valdés, 1833.
Limón Olvera, Silvia. Las Cuevas y el Mito de Origen. Los casos inca y mexica.
México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), 1990.
Lockhart, James. The Nahuas Alter the Conquest: A social and Cultural History of the
Indians of Central Mexico, Sixteenth through Eighteenth Centuries. Stanford:
Stanford University Press, 1992.
113
Lopez Austin, Alfredo. Cuerpo Humano e Ideología. México: UNAM, dos volúmenes,
1980.
---
The Human Body and Ideology. 2 volúmenes. Salt Lake City: University of Utah
Press, 1988.
---
Tamonchan, Tlalocan: Places of Mist. Niwot: University Press of Colorado,
1997.
Lopez Luján, Leonardo. The Offerings of the Templo Mayor of Tenochtitlan. Niwot:
University Press of Colorado, 1994.
---
“La cuenca de México durante la época mexica”. En Atlas histórico de
Mesoamérica. Editado por Linda Manzanilla y Leonardo López Luján. México:
Larousse, 2002.
Lorenzo, José Luis. Archaeology South of the Rio Grande. World Archaeology, Vol. 13
(2). Regional Traditions of Archaeological Research 1, Octubre, 1981: 190-208.
Ludden, Andrea. “Aztec Garments from Birth to Fullfilment”. Ponencia presentada en el
Encuentro de LASA en Guadalajara, México, 1997.
MacNeish, Richard S. “Mesoamerican Archaeology”. Biennial Review of Anthropology
5 (1967): 306:331.
Mangelsdorf, P.C., Richard S. MacNeish, y Gordon R. Willey. “Origins of Agriculture in
Middle America”. Handbook of Middle American Indians, Volume 1, Natural
Environment and Early Cultures, editado por R. Wauchope. Austin: University of
Texas Press, 1964.
Manzanilla, Linda, y Leonardo Lopez Luján. Atlas Histórico de Mesoamérica. México:
Larousse, 2002.
Marcus, Joyce. Mesoamerican Writing Systems: Propaganda, Myth, and History in
Four Ancient Civilizations. Princeton: Princeton University Press, 1992.
Markman, Roberta, y Peter Markman. Masks of the Spirit: Images and Metaphor in
Mesoamerica. Berkeley, Los Angeles, Oxford: University of California Press,
1989.
Marquina, Ignacio. Arquitectura Prehispánica. México: Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 1964.
114
Matos Moctezuma, Eduardo. “The Great Temple”. National Geographic, Vol. 58, No. 6,
Diciembre 1980, 766-775.
---
Vida y Muerte en el Templo Mayor. México: Océano, 1986.
---
The Great Temple of the Aztecs. New York: Thames and Hudson, 1988.
---
La Piedra del sol: Calendario Azteca. México: Grupo Impresa, 1992.
---
Life and Death in the Templo Mayor. Niwot: University Press of Colorado, 1995.
Matos Moctezuma, Eduardo, y Felipe Solís Olguín (eds). Aztecs. Londres: Royal
Academy of Arts, 2002.
McDowell, Bart. “The Aztecs”. National Geographic, Vol. 58, No. 6, Diciembre 1980,
714-751.
Méndez Martínez, Enrique. Cerro de la Estrella, Ciudad de México. Mini-guía. México:
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993.
Mendieta, Fray Jerónimo. Historia Eclesiástica Indiana (1547-96). Estudio analítico de
Joaquín García Icazbalceta. México: Editorial Porrúa, 1971.
Merrell, Floyd. The Mexicans: A Sense of Culture. Cambridge: Westview Press, 2003.
Miller, Mary Ellen, y Karl Taube. An Illustrated Dictionary of the Gods and Symbols of
Ancient Mexico and the Maya. New York: Thames and Hudson, 1993.
Miller, Robert Ryal. Mexico: A History. Oklahoma: University of Oklahoma, 1985.
Millon, René. “Teotihuacan: City, State and Civilization”. Supplement to the Handbook
of Middle American Indians, Volume 1, Archaeology, editado por V.R. Bricker.
Austin: University of Texas Press, 1981.
Molina, Alonso de. Vocabulario en lengua mexicana y castellana (1571). México:
Porrúa, 1970.
Mohar-Betancourt, Luz María. “Tres Códices Nahuas del México Antiguo”. Arqueología
Mexicana. Vol. 4, No. 23, (1997): 16-23.
Molina Montes, Augusto F. “The Building of Tenochtitlan”. National Geographic, Vol.
58, No. 6, Diciembre 1980, 752-765.
115
Montgomery, Tommie Sue. Mexico Today. Philadelphia: Institute for the Study of
Human Issues, 1982.
Moreno Villa, José. La escultura colonial mexicana. México: El Colegio de México,
1942.
Motolinia (Fray Toribio de Benavente). Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva
España y de los Naturales de ella. Notas y estudio analítico de Edmundo
O’Gorman. México: UNAM, 1971.
---
History of the Indians of New Spain. Traducido por Elizabeth Andros Foster.
Wesport: Greenwood Press, 1977.
Mullen, Robert J. Architecture and Its Sculpture in Viceregal Mexico. Austin: University
of Texas Press, 1997.
Muñoz Camargo, Diego. Historia de Tlaxcala (fin del siglo XVI). Alfredo Chavero (ed.).
México: Ediorial Innovación, 1979.
---
Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala de las Indias y del Mar Océano
para el buen gobierno y ennoblecimiento dellas. Estudio analítico de René
Acuña. México: UNAM, 1981.
Nelson, Ben E. “Chronology and Stratigraphy at La Quemada, Zacatecas, Mexico”.
Journal of Field Archaeology 24 (1997): 85-109.
Nicholson, H.B. “Religion in Pre-Hispanic Central Mexico”. Handbook of Middle
American Indians, Volume 10. Archaeology of Northern Mesoamerica, Part
One, editado por Gordon Eckholm e Ignacio Bernal, págs. 395-446. Londres:
University of Texas Press, Ltd., 1971.
---
Topiltzin Quetzalcoatl: The Once and Future Lord of the Toltecs. Boulder, CO:
University Press of Colorado, 2001.
Nicholson, Irene. Fireflies in the Night: A Study of Ancient Mexican Poetry and
Symbolism. Londres: Faber and Faber, 1959.
Noll, Arthur H. “Tenochtitlan: Its Site Identified”. American Journal of Archaeology 1 (6)
(1897): 515-524.
Odijik, Pamela. The Ancient World: The Aztec. Danglewood Cliffs: Silver Burdett, 1989.
Offner, Jerome. Law and Politics in Aztec Texcoco. Cambridge: Cambridge Univesity
Press, 1983.
116
Orozco y Berra, Manuel. Historia Antigua y de la conquista de México. Vol. 1-4.
México: Porrúa, 1960.
Palerm, Ángel. Agricultura y sociedad en Mesoamérica. México: Secretaría de
Educación Pública (SEP), 1972.
---
Obras Hidráulicas prehispánicas en el sistema lacustre del Valle de México.
México: SEP-INAH, 1973.
Parsons, Jeffrey R. “The Development of a Prehistoric Complex Society: A Regional
Perspective from the Valley of Mexico”. Journal of Field Archaeology 1 (1/2)
(1974): 81-108.
Pasztory, Esther. Aztec Art. New York: Abrams, 1983.
Payne, Stanley, y Michael Closs. “A Survey of Aztec Numbers and their Uses”. En
Native American Mathematics. Editado por Michael Closs, págs. 213-35. Austin:
University of Texas Press, 1986.
Paz, Octavio. The Labyrinth of Solitude. New York: Grove Press, 1985.
Paz, Octavio et al. Mexico: Splendors of Thirty Centuries. New York: The Metropolitan
Museum of Art – Little, Brown and Company, Inc. Bulfinch Press, 1990.
Peñafiel, Antonio. Nombres Geográficos de México en Náhuatl. México: Secretaría de
Fomento, 1885.
Perry, Richard. Mexico’s Fortress Monasteries. Santa Barbara: Espadaña Press, 1992.
Peterson, Frederick. Ancient Mexico: An Introduction to the Pre-Hispanic Cultures.
New York: G.P. Putman’s Sons, 1959.
Pohl, John M.D. Aztec, Mixtec and Zapotec Armies. Oxford: Osprey Publishing, 1991.
---
Exploring Mesoamerica. Oxford: Oxford University Press, 1999.
---
Aztec Warrior AD 1325-1521. Oxford: Osprey Publishing, 2001.
Pomar, Juan Bautista de. Relación de Texcoco, Instrucción y Memoria, Romances de
los señores de la Nueva España, 1577-1582. Manuscritos G57 (Español), G58
(Español), y G59 (Náhuatl) de la Colección Genaro García. Benson Library
Manuscripts Collection, University of Texas at Austin.
117
---
Poesía Nahuatl. Traducción de los Romances de los señores de la Nueva
España por Juan de Pomar, y Estudio Analítico por Ángel María Garibay.
México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1964.
Prescott, William. The World of the Aztec. Ginebra: Editions Minerva, 1970.
---
History of the Conquest of Mexico and History of the Conquest of Perú. New
York: Cooper Square Press, 2000.
Quiñones-Keber, Eloise (Ed.). Representing Aztec Ritual: Performance, Text and
Image in the Work of Sahagún. Boulder: University Press of Colorado, 2002.
Raat, W. Dirk, William H. Beezley, ed. Twentieth-Century Mexico. Lincoln: University of
Nebraska Press, 1986.
Read, Kay A. “Death and the Tlatoani”. En Representing Aztec Ritual. Editado por
Eloise Quiñones-Keeber. Boulder: University Press of Colorado, 2002.
Relaciones Geográficas del Siglo XVI. Edición y Estudio Analítico a cargo de René
Acuña. 10 Vols. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 19841987.
Reyes-García, Luis. “Dioses y Escritura Pictográfica”. Arqueología Mexicana. Vol. 4,
No. 23, (1997): 24-33.
Robelo, Cecilio. Nombres geográficos indígenas del Estado de México. Toluca:
Gobierno del Estado de México, 1974.
Robertson, Donald. Mexican Manuscripts Painting of the Early Colonial Period, the
Metropolitan Schools. New Haven: Yale University Press, 1959.
---
“The Pinturas (Maps) of the Relaciones Geográficas, with a Catalog”. Handbook
of Middle American Indians, Volume 12, Guide to Ethnohistorical Sources Part
One, Editado por H.F. Cline. Londres: University of Texas Press Ltd., 1972.
Romero Quiroz, Javier. El Huéhuetl de Malinalco. Toluca: UAEM, 1958.
---
El Teponaztli de Malinalco. Toluca: UAEM, 1964.
---
Historia de Malinalco. Toluca: Gobierno del Estado de México, 1980.
Sahagún, Fray Bernardino. Florentine Codex: General History of the Things of New
Spain. 12 Volúmenes, Traducido del náhuatl al inglés por Arthur J.O. Anderson
118
y Charles E. Dibble. Santa Fe: The School for American Research y University
of Utah, 1951-69.
---
Historia General de las cosas de la Nueva España (1540-1577). Edición
preparada por Ángel María Garibay. México: Editorial Porrúa, 1975.
---
Primeros Memoriales. Dos volúmenes. Paleografía de un texto náhuatl y
traducción al inglés por Thelma Sullivan, 1993-98.
---
Historia General de las cosas de la Nueva España (1540-1577). Edición
preparada por Alfredo López Austin y Josefina García Quintana. México:
CONACULTA, 2000.
Sanders, William T., y Deborah L. Nichols. “Ecological Theory and Cultural Evolution in
the Valley of Oaxaca”. Current Anthropology 29 (1) (1988): 33-80.
Sanders, William, Jeffrey Parsons, y Robert Santley. The Basin of Mexico: Ecological
Processes in the Evolution of a Civilization. New York: Academic Press, 1979.
Scarborough, Vernon, y David Wilcox (eds.). The Mesoamerican Ballgame. Tucson:
The University of Arizona Press, 1991.
School of Mathematics and Statistics, University of St. Andrews, Scotland.
http://www-history-mcs-st-andrews.ac.uk/Mathematicians/Siguenza.html
Schroeder Cordero, Francisco. “La arquitectura monolítica en Tezcotzinco y Malinalco,
Edo. De México”. En Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana 4 (1985): 6590. México: UNAM.
Seler, Eduard. “Die holgeschnitzte Pauke von Malinalco und das Zeichen AtlTlachinolli” (Timbal de Madera de Malinalco y signo Atl-Tlachinolli), version en
español en “Colección de Disertaciones” de Eduard Seler, tomo 3. México:
Museo Nacional de Antropología e Historia, 1960.
Silver, Shirley, y Wick R. Miller. American Indian Languages: Cultural and Social
Contexts. Tucson, AZ: The University of Arizona Pres, 1997.
Simpson, Lesley Byrd. Many Mexicos. Berkeley: University of California Press, 1971.
Smith, Michael E. “The Aztlan Migrations of the Nahuatl Chronicles: Myth or History?”
Ethnohistory 31 (1984): 153-186.
---
The Aztecs. Malden, Mass.: Blackwell Publishers, Ltd., 2003.
119
Solanes, María del Carmen, y Enrique Vela. El Tepozteco, Morelos. Mini-guía. México:
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991.
Soustelle, Jacques. The Daily Life of the Aztecs on the Eve of the Spanish Conquest.
New York: The Macmillan Company, 1979.
---
El Universo de los Aztecas. México: Fondo de Cultura Económica, 1982.
---
La Vida Cotidiana de los Aztecas en Vísperas de la Conquista. México: Fondo
de Cultura Económica, 1992.
Spence, Lewis. México y Perú. Madrid: Ibérica Gráfica, 1995.
Stark, Barbara L., y Philip J. Arnold III. Olmec to Aztec. Tucson: The University of
Arizona Press, 1997.
Stierlin, Henri. Art of the Aztecs and its Origins. New York: Rizzoli, 1982.
Suchlicki, Jaime. Mexico: From Montezuma to NAFTA, Chiapas, and Beyond.
Washington: Brassey’s Inc., 1996.
Sullivan, Thelma. “Hiring of the Midwife”. Arqueología Mexicana. Vol. 5, No. 29, (1998):
44.
Taladoire, Eric. “El Juego de Pelota” Arqueología Mexicana. Vol. 8, No. 44, JulioAgosto 2000.
Taube, Karl. Aztec and Maya Myths. Austin: University of Texas Press, 1994.
Tena, Rafael. La religion mexica. México: INAH (Instituto Nacional de Antropología e
Historia), 1993.
Terrés, Elodia. La Ciudad de México: sus orígenes y desarrollo. México: Editorial
Porrúa, 1977.
Thomas, Hugh. Conquest: Montezuma, Cortés and the Fall of Old Mexico. New York:
Simon and Schuster, 1993.
Thompson, Eric. Mexico before Cortez. New York, Londres: Charles Scribner’s Sons,
1933.
Torquemada, Fray Juan de. Monarquía Indiana. Estudio analítico y anotaciones de
Miguel León Portilla. México: UNAM, 1980.
120
Townsend, Richard. “Malinalco and the Lords of Tenochtitlan”. En The Art and
Iconography of Late Post-Classic Mexico. Washington D.C.: Dumbarton Oaks,
1982: 111-140.
---
The Aztecs. New York: Thames and Hudson, 2000.
Tsouras, Peter. Warlords of the Ancient Americas: Central America. Londres: Arms &
Armour, 1996.
Umberger, Emily, y Cecilia Klein. “Aztec Art and Imperial Expansion”. En Latin
American Horizons. Editado por Don Rice, págs. 295-336. Washington, DC:
Dumbarton Oaks, 1993.
Vaillant, George C. “A Correlation of Archaeological and Historical Sequences in the
Valley of Mexico”. American Anthropologist, New Series, 40 (1), parte 1 (1938):
535-573.
---
Aztecs of Mexico. New York: Penguin Books, 1962.
Valle, Perla. “Códices Coloniales: Testimonios de una Sociedad en Conflicto”.
Arqueología Mexicana. Vol. 4, No. 23, (1997): 64-69.
Vander-Meeren, Marie. “El Papel Amate, Origen y Supervivencia”. Arqueología
Mexicana. Vol. 4, No. 23, (1997): 70-73.
Velasco Lozano, Ana María L. “El Jardín de Itztapalapa”. Arqueología Mexicana. Vol.
10, No. 57, Septiembre-Octubre 2002.
Velasco Piña, Antonio. Tlacaelel. México: JUS, 2001.
Vento, Arnoldo Carlos. Mestizo: The History, Culture and Politics of the Mexican and
the Chicano. Maryland: University Press of America, 1998.
Vivo Escoto, José Antonio. “Weather and Climate of Mexico and Central America”.
Handbook of Middle American Indians, Volume 1, Natural Environment and
Early Cultures, editado por R. Wauchope. Austin: University of Texas Press,
1964.
Von Clausewitz, Karl. On War. Londres: Penguin, 1982.
Von Hagen, Victor. Los Aztecas. México: Editorial Diana, 1978.
Wasson, Gordon. Teonanacatl, el hongo maravilloso. México: Fondo de Cultura
Económica, 1983.
121
Waters, Frank. Book of the Hopi con dibujos y materiales de las fuentes registrados
por Oswald White Bear Fredericks. New York: Penguin Books, 1973.
Weaver, Muriel Porter. The Aztecs, Maya, and Their Predecessors: Archaeology of
Mesoamerica. 3a. edición. San Diego: Academic Press, 1993.
West, Roberto, y Pedro Armillas. “Las chinampas de México. Poesía y realidad de los
‘jardines flotantes’ “. Cuadernos Americanos v. L, no. 2, marzo-abril, México,
(1950): 165-182.
Willey, Gordon R. “Developments in the Archaeology of Nuclear America, 1935-60”.
American Antiquity 27 (1) (1961): 46-55.
---
An Introduction to American Archaeology, Volume 1 North and Middle America.
Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall, Inc., 1966.
Wood, Tim. See Through History: The Aztecs. New York: Viking, 1992.
Zantwijk, Rudolf van. The Aztec Arrangement: The Social History of Pre-Spanish
Mexico. Oklahoma: Oklahoma City Press, 1985.
Zorita, Alonso de. Relación de los Señores de la Nueva España. Prólogo y
anotaciones de Joaquín García Icazbalceta. México: Salvador Chávez Hayhoe,
1941.
Zúñiga Bárcena, Beatriz. Tenayuca, Estado de México. Mini-guía. Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 1991.
---
Calixtlahuaca, Estado de México. Mini-guía. México: Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 1991.
---
Huexotla, Estado de México. Mini-guía. México: Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 1992.