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Psicofisiología - UNR
Huella Sináptica, Arco Reflejo. Plasticidad Neuronal
ISSN 2422 7358
Clase Teórica / 02 - 2015Profesor Doctor Roberto C. Frenquelli
Neuropsicología y Psicología del Desarrollo Huella Sináptica, Arco Reflejo. Plasticidad Neuronal. Devenir Sujeto /
Sujeto del devenir Profesor Roberto C. Frenquelli Clase Teórica del 24 de abril del 2015 En la clase pasada hemos
hablado algo sobre Neurona y Sinapsis. A partir de allí hemos establecido algunos puntos fundamentales para la
comprensión del Sistema Nervioso Central. Las neuronas son la unidad elemental del Sistema Nervioso. Su morfología,
su fisiología reiteran esto que venimos viendo acerca de la Sensomotricidad. Pues las Neuronas tienen un polo receptor,
las dendritas, que reciben la información, para después proyectarlas sobre el polo efector, el axón, que emite la
información. De algún modo podemos hablar de un sistema de entradas y salidas, respectivamente. Sabemos en el
núcleo, allí donde residen los ácidos nucleicos, lo mismo que en ciertos organoides intracitoplasmáticos, se producen
modificaciones que harán que ese pasaje de entrada – salida, sufra alguna marca, alguna transformación. Las
Neuronas no son indolentes al pasaje de esa información, no resultan inmodificadas. En ellas, en el conjunto
“galáctico” que conforman, en la magnitud fantástica de conexiones entre ellas, se producen verdaderos
caminos facilitados, uniones y barreras preferenciales que imponen un cierto decurso. Decurso como sucesión espacio
temporal en las redes neuronales. Es cuando nos acercamos a verdaderos entramados, verdaderos esculpidos en la
materialidad nervioso, de cierta tramitación que va a intermediar entre sensación y motricidad. La Plasticidad Neuronal es
aquella propiedad del tejido nervioso de fijar cierto tipo de cambios. El Sistema Nervioso Humano es modificable por la
experiencia. En todo momento estamos recibiendo variaciones energéticas desde el ambiente que al ser procesadas en
esos núcleos neuronales, se van fijando nuevas huellas que son la base de la memoria y el aprendizaje. Resulta una
vulgaridad extrema pensar la actividad del genoma como estable, inmodificable. El genoma tiene una porción variable
que está continuamente modificándose en la experiencia. La idea vulgar, extremadamente vulgar y casi vergonzosa
para un universitario idealmente planteado como alguien relativamente culto, no se compadece con la expresión que
supone a lo genético como lo inmodificable, con lo “fijo”. Nuestros genomas se “mueven”,
tanto como las revoluciones de los astros alrededor del Sol. Aquellos que piensan a lo genético como lo inmutable son
como los partidarios del Sistema Ptolomeico, son “pre – copernicanos”[1]. El procesamiento de la
información, el establecimiento de huellas sinápticas que suponen pasajes frutos de la experiencia, modificando la
experiencia inicial, es lo que da lugar al devenir. Devenir es sucesión, es cambio emparentado, en suma transformación.
Hay una identidad entre huella sináptica y huella psíquica. El Aparato Psíquico es el Sistema Nervioso. Este presupuesto
bio lógico infiltra toda la obra de Freud. Lo psíquico no es una compleja “emanación misteriosa” de una cierta
“masa babosa” llamada cerebro. Para nosotros, negar este asunto solo puede justificarse por la adscripción
a cierto oscurantismo[2]. La relación entre la excitación somática y el fenómeno psíquico se produce a través de una
relación concomitante dependiente, no deja de funcionar el fenómeno psicológico y no deja de funcionar el fenómeno
fisiológico. Hay una intersección entre ambos niveles, no es que uno le deja el lugar al otro. No hay un “final”
del orden fisiológico y un “comienzo” del orden psicológico”. La complejidad fisiológica es compatible
con la complejidad del sentido. Es cuando podemos hablar de lo psíquico en su mayor nivel expresivo. Suelo decir de lo
psíquico como lo adscrito a la diferencia. Diferencia como distinto, como cualidad. Nos acercamos a la idea de lo in
– formado, de las formas diferentes. De la heterogéneo propio de lo subjetivo. Lo psíquico, en su más alto nivel
de complejidad, es lo subjetivo. En estos últimos párrafos debo hacer justicia a varios autores que sigo lo mejor que
puedo: Ricardo Avenburg, un gran psicoanalista de Buenos Aires; a Francois Ansermet y Pierre Magistretti, esa fructífera
reunión de un psicoanalista y un neurociencientista plasmada en el ineludible “A cada cual su cerebro”; a
ese otro coloso que se llama Gregory Bateson. Las primeras huellas, que como quedó dicho antes no son la mera copia
de lo percibido, fijan una primera experiencia que luego se reordena, se recodifican en nuevos conjuntos que establecen
una discontinuidad. La huellas primarias se reasocian, se recomponen, se establecen nuevos conjuntos. Las nuevas
huellas no están en relación directa con la primera inscripción, con la primera experiencia idealmente concebida. Ha
surgido de las inscripciones iniciales, pero ya no son más esta misma. Es cuando surge la singularidad. Es lo que
Ansermet y Magistretti llaman con justeza “la biología de la discontinuidad”. No tenemos un determinismo
fatal, lineal y directo. Es cuando podemos entender que la noción de Devenir se impone a la Desarrollo. Siempre y
cuando se conciba al Desarrollo como ligado a un determinismo rígido, con secuencias pautadas de antemano. Para
nosotros no habría inconvenientes en pensar Desarrollo Humano como Devenir Humano. Devenir Sujeto. Nosotros
usamos la palabra Desarrollo. Desarrollo psíquico, humano, supone discontinuidad, predominio de la contingencia. Es
cuando el sujeto es autor y actor de su devenir. No es meramente preso de una fatal determinación. Hay un juego entre
sincronía y diacronía. Entre lo estático y lo evolutivo. Antes hablaba de la concepción Ptolomeica de algunos de nuestros
colegas docentes, era cuando aludía al “fijismo” asociado a lo genético; ahora hablaría de la concepción
Dinasáurica, pero ligada a la idea de que Desarrollo supone algo estático por lo pre determinado. Tal vez sea un tanto
injusto con los Dinosaurios de tiempos remotos, no con los “dinosaurios” de nuestro tiempo. Los
Dinosaurios, según tenemos noticias, supieron cambiar bastante. Y hoy vuelan, por ejemplo. Pero nuestros
“dinosaurios” actuales, cuando escuchan “Psicología del Desarrollo” se hacen cruces igualito
que los peores monjes medievales. Tratan de alejar así al “diablo positivista”. Los reflejos serían la forma
más elemental de coordinación neural. Se los puede definir como una respuesta relativamente estereotipada y
automática a un estímulo específico. El arco reflejo simple supone una estructura simple conformada por una neurona
sensorial asociada a una motora, con una sola sinapsis. Es el arco reflejo monosináptico, que encontramos en la
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Médula Espinal. Claro que allí mismo, en ese nivel medular, encontramos muchos otras uniones sensomotoras que
incluyen muchas otras sinapsis, configurando arcos reflejos multinápticos. El sistema sensomotor medular no es algo
para nada básico, elemental. Es muy complejo en si mismo. Reconocemos en el Sistema Nervioso Humano tres
niveles. El espinal, medular, llamado “bajo”; el “intermedio”, conformado por el Tronco
Encefálico, el Cerebelo y los Núcleos de la Base; el “superior”, donde encontramos la Corteza Cerebral.
Todos estos segmentos están recorridos por estructuras sensomotrices, en un vaivén permanente. Es cuando
podemos decir que el “arco reflejo”, ya no en su forma elemental, es el elemento de coordinación neural
que alcanza la totalidad de los rendimientos del Sistema Nervioso Humano. El arco reflejo, ahora como expresión
funcional de la tramitación sensomotriz, ya no el simple, sino el polisináptico, uniendo los diferentes niveles que antes
describía, ya no representa lo estereotipado y automático. Representa lo novedoso, lo cambiante. Nada escapa a la
tramitación sensomotriz, al funcionamiento reflejo entendido como un eterno, incesante, bucle recursivo. Hemos hablado
de representaciones. Las asociamos a las huellas sinápticas, a las sucesivas inscripciones. Hay una identidad entre
inscripción y representación. El Sistema Nervioso tiene dos caras; una abierta hacia fuera, con magnitudes importantes,
que pueden ser discontinuas, pues para anularlas bastaría, idealmente, con cerrar los ojos; la otra, abierta hacia dentro,
recibiendo constantemente lo que “pulsa” desde la intimidad tisular, con magnitudes energéticas
menores, pero continuas y omnipresentes. Para estas últimas no está dada la posibilidad de “cerrar los ojos
para anularlas”, están allí siempre…, cómo hacer para que cese el hambre? La experiencia de la necesidad,
que en el plano psicológico puede alcanzar el nivel del deseo, es menester lograr lo que Freud ha llamado con gran
acierto “la acción específica”. Al infante humano, antes de esa consumación en acto, le queda la posibilidad
de alucinar. Momento donde se dispondrá del alimento sin disponerlo, paradoja que fatalmente llevará a la frustración,
no sin cierta perspectiva de horror. Estamos a un paso de la noción de Afecto, que podemos de alguna manera igualar
con la noción de Sentimiento. Y de Emoción. Esa que discurre entre los polos del Placer y el Displacer, del Dolor. Son las
estructuras de aquel sector intermedio las que permiten la perfomance de los Emoción[3]. Son los territorios del llamado
“segundo cerebro”, “cerebro mamífero” que implica al Sistema Límbico, el Circuito de las
Amígdalas. Asiento de la Memoria Nerviosa, la clasificación de eventos en la serie placer – displacer abre camino a
los Aprendizajes. A la modificación del automatismo elemental, a la vida mecánica, incapacidad de registrar el error
como acicate del cambio. Es la superación de los modos de tramitación del “primer cerebro”, cerebro
reptiliano”. Los afectos, dicho de otra manera las Emociones, son descargas. Se tramitan en el bucle
sensomotor que incluye los segmentos nombrados, donde no puede faltar la estrategia del “tercer
cerebro”, el “cortical”, que impone la espera para el buen logro, esquivando la tentación alucinatoria.
Estoy hablando muy cerca de las ideas que Freud desarrolla en su “Proyecto…” de 1895. Es una
obra inesquivable a la hora de tratar de entender el funcionamiento del Sistema Nervioso Humano. Cuando el bebé
sale de la tensión de necesidad, de ese apremio por la vida, donde el llanto, su retorcerse de dolor, con cierta palidez y
su agitación motora se trocan en la sonrisa, en la relajación muscular, cediendo la taquicardia y polipnea propia de la
desesperación anterior, no son otra cosa que la manifestación de ese afecto. De esa emoción. La Emoción es una primera
forma de comunicación. Como pasa con nuestros parientes cercanos, los animales como el perro, que mueve su cola al
compás de sus encuentros o desencuentros. La emoción tiene un gran valor intersubjetivo. Para eso está allí, como
dotación al servicio de sobrevivir, también de vivir. La emoción es también una primera forma de lenguaje. Estamos
acostumbrados a suponer a la representación como algo distinto al afecto. Algo posiblemente útil en las distinciones
conceptuales. Pero en los hechos no hay tal diferencia; debemos pensar en cierta identidad, mejor dicho cierta unidad,
entre representación y afecto. Sólo que el afecto siempre es notable. El afecto implica descarga, notable, tanto en lo
somático como en lo neurovegetativo.
[1] Esto alude a la teoría geocéntrica como una antigua teoría que pone a la Tierra en el centro del universo, y los
astros, incluido el Sol, girando alrededor de la Tierra.
[2] Se dice del oscurantismo medieval, propio de la
“santa iglesia”, negando el acceso al conocimiento a sus súbditos, sometidos a las “sagradas
escrituras” como tapaderas del brutal poder terrenal ejercido por los “hombres elegidos por los
dioses”.
[3] En adelante usaré preferentemente el término Emoción, sin hacer mucha diferencia con Afecto,
incluso con Sentimiento. Hay autores que establecen otras preferencias, usando más Afecto. También diferenciando,
en mayor o menor medida, estos tres términos.
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