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Los antidiabéticos orales Poco antes del descubrimiento de la insulina se intentó tratar a los diabéticos con unos comprimidos que tomados por vía oral bajaban la glucosa de la sangre. Este preparado se llamaba Sintalina pero su acción era tan tóxica para el aparato digestivo que se suprimió definitivamente. Unos veinte años más tarde, el clínico francés Profesor Janbon comunicó a un compañero farmacólogo, Augusto Luis Loubatiêres, de la Universidad de Montpellier, que los sujetos con enfermedades infecciosas que estaba tratando con sulfonilureas presentaban con frecuencia fenómenos de hipoglucemia. Loubatières confirmó experimentalmente en animales las propiedades hipoglucémicas de este compuesto de sulfonilureas y demostró además que era necesaria la presencia del páncreas para que aparecieran esta hipoglucemias, que naturalmente estaban producidas por una secreción aumentada de insulina. Sin páncreas no se producía este efecto. En 1955, dos alemanes, Franke y Fuchs publicaron el primer trabajo clínico demostrando la eficacia de las sulfonilureas en el tratamiento de muchos diabéticos adultos. Emplearon la carbutamida con éxito evidente en diabéticos leves y obesos. En un principio, este descubrimiento fue atribuido a los alemanes ya citados, y esto le llenó de indignación a Loubatières, que fue realmente el descubridor de la acción hipoglucemiante de las sulfonilureas. Janbon que trabajó en contribución con Loubatières, puso las cosas en claro aunque le costó cierto trabajo y el mundo científico terminó reconociendo la primacía de Loubatières en este descubrimiento. Incluso los médicos parisinos que, con todas excepciones que se quiera, suelen mirar por encima del hombro a sus colegas de provincias, reconocieron que en una ciudad de la Provenza se había realizado un descubrimiento importante y llenaron de elogios y condecoraciones a su colega Loubatières. Yo llegué a tener una buena amistad con este insigne farmacólogo, que bien dotado del sentido del humor decía que para él la Provenza empezaba en Montpellier y terminaba en Cádiz. Aquí, en Madrid , le hicimos un pequeño homenaje en un famoso restaurante madrileño. Resulta curiosa la coincidencia con lo sucedido en el descubrimiento de la insulina que aunque la gloria en este caso fue para Bantig y Best se olvidaron del rumano Paulesco que la descubrió ocho meses antes. En el caso del tratamiento oral de la diabetes se ha evidenciado la justicia de atribuirle la gloria a Loubatières, olvidando a Franke y Funchs. Los primeros comprimidos que se emplearon en España para el tratamiento de la diabetes fueron lanzado por los laboratorios de las casas comerciales Hoechst y Boehringer que obtienen un preparado químico que administrado por la boca desciende la glucemia de los diabéticos, que es la sulfonilurea. El Nadisan, Invenol, Rastinón y Diabenese son nombres que recordaréis muchos diabéticos. El Nadisan era muy activo pero, con cierta frecuencia no se toleraba bien. El Rastinón se toleraba perfectamente pero era de acción débil. El Diabenese, que fue uno de los más utilizados en los años 60, tenía la ventaja de una acción muy eficaz y prolongada, pero que a veces, producía reacciones desagradables si el diabético tomaba un poco de alcohol. A principios de los años 70 los americanos(USA) hicieron unas publicaciones alarmistas en el sentido de que esta medicación oral facilitaba el infarto de miocardio. En España nos encogimos de hombros y en otros países hicieron lo mismo, porque los americanos que, son sin duda los que van a la cabeza en la investigación científica médica, cuando dicen “chorradas” van también en cabeza. No hace muchos años que atribuyeron a la sacarina una posible acción cancerígena, y efectivamente parece ser que es necesario tomar 500 comprimidos diarios de sacarina para correr el riesgo de adquirir un cáncer, pero en estas dosis son también tóxicos, y no se si cancerígenos, las almendras garrapiñadas de Alcalá de Henares. Más tardes surgen los primeros nuevos comprimidos llamados de la segunda generación entre los que se destacan la glibenclamida con el nombre comercial de Daonil o Euglucón. Estos siguen empleándose en la actualidad(1989) pero a ellos se han añadido dos muy dignos de mención como son la glicazida y la gliquidona, cuyos nombres comerciales son respectivamente Diamicron y Glurenor. El mecanismo de acción de todos estos comprimidos a los que hemos hecho referencia consiste en estimular las células beta del páncreas que son las que segregan insulina para verterla en la sangre y por lo tanto son útiles en los casos de diabetes leve que no responden a la dieta y, entonces, la ingestión de estos comprimidos es equivalente a una inyección de insulina, con la diferencia que esta insulina es la que tiene el propio diabético todavía en su páncreas, y no la insulina que ponemos en inyección, que fue siempre insulina de cerdo o de vaca hasta que se ha conseguido sintetizar una insulina igual que la humana. Por esta razón se explica que en la diabetes infantil, donde no hay insulina en el páncreas, los comprimidos no sirven para nada. Por la misma razón, tampoco sirven en la mayoría de las diabetes juveniles y en bastantes casos de diabetes del adulto y de la vejez. Muchas veces los médicos nos vemos obligados a un tratamiento de la diabetes con comprimidos para satisafacer el deseo del paciente e intentamos el tratamiento de esta forma, pero si al mes de estar tomando tres comprimidos de los que se utilizan ahora, la diabetes sigue descompensada, podemos hablar de un fallo primario. Hay otro tipo de fallo que llamamos secundario, es decir, cuando el paciente se encuentra con buenos análisis después de varios meses de tratamiento nos encontramos con análisis francamente malos. Este fallo secundario es debido muchas veces al abandono de la dieta y otras a que el páncreas ha agotado su posibilidad de formar insulina. El mecanismo de acción de estos fármacos es múltiple: por una parte estimulan la secreción de insulina producida por las células beta del páncreas, pero también reducen la formación de glucógeno en el hígado y en el músculo, disminuyendo el paso de glucógeno a glucosa en el hígado. Disminuyen los ácidos grasos en el plasma, favorecen la captación de glucosa a nivel celular, porque aumentan el número de receptores celulares para la insulina. La administración prolongada de sulfonilureas se acompaña de un aumento de estos receptores. Otras acciones de estos fármacos son las de inhibir la formación de acetona y estimular la captación de triglicéridos por el tejido adiposo. Como puede verse, la acción hipoglucemiante de los comprimidos antidiabéticos se realiza a través de muchos mecanismos que convergen en reducir la glucosa elevada de estos pacientes. Los diabéticos adultos y con discreto sobrepeso que se están inyectando menos de 30 U de insulina pueden responder favorablemente a este tratamiento oral o, por lo menos, vale la pena intentarlo. Todos estos comprimidos de los que hemos hablado están contraindicados en la diabetes juvenil, embarazo, insuficiencia renal o hepática y operaciones quirúrgicas. Biguanidas En 1957, Ungar, entre otros, empezaron a utilizar otro tipo de comprimidos totalmente distintos de los anteriores llamados biguanidas que son la metformina, fenformina y butformina, que no actúan sobre el páncreas. Se han descrito con el uso de estos comprimidos algunos casos de acidosis láctica que describen algunos autores. Yo no la he visto nunca, quizás porque las he utilizado poco. En cualquier caso, estas drogas no deben utilizarse en los enfermos de hígado y donde más indicados están es en la diabetes de los obesos. La guanidina reduce considerablemente la glucemia de los conejos, pero tiene efectos tóxicos sobre el sistema nervioso. Al principio de los años 60, algunos autores utilizaron la combinación de insulina con biguanidas en las diabetes inestables y en aquéllas que necesitaban más de 60 U de insulina. El más aconsejable es la metformina con el nombre comercial de Glucophage-850, que baja la glucemia del diabético como consecuencia de aumentar la utilización de glucosa por el músculo en presencia de insulina y disminuir la absorción de glucosa en el intestino. No produce hipoglucemia porque no actúa sobre la secreción de insulina. Disminuye en el obeso la formación de grasa y la sensación de hambre. Su principal indicación es en la diabetes del obeso que no tenga acetona en la orina. No se debe emplear este medicamento, ni ninguna clase de biguanidas cuando haya insuficiencia hepática, renal o respiratoria. Tomado de: La Diabetes, tres mil quinientos años de historia. Dr. José Luis Rodríguez Miñón Ed. NovoNordisk, 1989