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Transcript
Teodoro martín martín
El movimiento iberista
Aproximación a la historia de una idea
AS.P.U.R.
Asociación de Profesores Universitarios Jubilados
Teodoro Martín Martín
El movimiento iberista
Aproximación a la Historia de una idea
Subvencionado por:
Madrid, 2009
© Asociación de Profesores Universitarios Jubilados
Sede Social: Escuela de Estadística. Universidad Complutense
28040 Madrid
Depósito Legal: M-7766-2009
Maquetación: A.D.I. C/ Martín de los Heros, 66. 28008 Madrid. Telf.: 91542 82 82
Al Profesor Dr. Joāo Palma Ferreira,
lector de portugués en la Universidad de
Salamanca, que me enseñó Lisboa y amar a Portugal.
EL MOVIMIENTO IBERISTA
Aproximación a la Historia de una Idea
I. Introducción
Replantear de nuevo hoy el tema del Iberismo no deja de suscitar susceptibilidades, añoranzas, desencantos y toda una serie de melancólicas y agudas
situaciones ya definitivamente pasadas para muchos. Sin embargo, de nuevo es
importante la reflexión sobre el tema en cuestión, incluso aunque ésta sea de tipo
histórico exclusivamente.
Y digo que es importante, porque el Iberismo, querámoslo o no, representa
una alternativa posible y viable para la estructuración futura de la Península.
Cosa compleja y difícil será vaticinar qué modelo de proyecto es el más adecuado,
pero moviéndonos en el plano teórico y general creo que el asunto de que nos
ocupamos tiene interés.
Tanto para portugueses como para españoles el acercamiento entre ambos
pueblos, el mutuo conocimiento y convivencia a nivel económico y cultural son
aspectos de esa realidad futura y deseable que conocemos como Movimiento
Iberista. Porque eso era en un principio lo que pretendían los prohombres de
aquella idea, un paulatino acercamiento que condujera, con el tiempo, a la síntesis creativa ibérica.
Pero algún empedernido enemigo de este ideal podrá preguntarse, ¿por qué
esta persistente y machacona constante de fundir dos pueblos separados por la
Historia?, ¿qué bases reales y objetivas existen para coaligar dos naciones con caracteres bien definidos?
A estas y otra interrogantes podría responderse de muy diversa manera.
Simplemente desearía contestar diciendo que el concepto y la estructuración del
término nación, estado o pueblo, no son entes permanentes e inmutables, sino
realidades vivas, sometidas a tensiones internas y externas, y sujetas al paso implacable de la Historia y la evolución humana. Y diría más, los pueblos hispánicos no están separados por la Historia sino enfrentados en la Historia, que es algo
cualitativamente muy diferente. O es que acaso podemos decir que las guerras
entre las dinastías de Trastámara y de Avis o de los Austrias y los Braganzas fueron conflagraciones entre los pueblos peninsulares. Bien es cierto que aquellas
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Teodoro Martín Martín
dinastías defendían los intereses de sus respectivos súbditos, pero no es menos
cierto que las comunicaciones a nivel de pueblos, no a escala oficial, han sido una
constante más asidua y repetida a lo largo del pasado. Y quien no crea en esto que
se lo pregunte a los vecinos de la “raya”.
Pero no son sólo estas situaciones las que unen a todos los habitantes de la
Península. Son también unos condicionamientos geográficos, ecológicos, raciales
y etnológicos, de organización social, religión, paralelismo lingüístico-cultural,
instituciones políticas, etc., lo que les une más que les diferencia. Todas estas notas de similitud acercan a ambos pueblos más de lo que les diferencia.
En este caso argumentarán algunos, ¿por qué no se han fusionado los dos
Estados peninsulares?, ¿qué causas les han hecho vivir separadamente e ignorándose? Sería difícil responder brevemente a estas cuestiones. Creo que este trabajo
alude en parte a lo anterior. Yo diría sintéticamente que más que lo que les separa,
lo que les ha hecho enfrentarse y olvidarse han sido la carencia de gobiernos y
regímenes competentes, y el sometimiento de ambos pueblos a los postulados e
intereses de potencias externas a las reales necesidades peninsulares.
Por todo ello, creo firmemente en las posibilidades reales y objetivas, no voluntaristas o sentimentales, de acercamiento entre los diferentes pueblos de la
antigua Hispania. Y no sólo creo en ello, sino que sostengo, como uno de los
periódicos de Lisboa en 1853, que la “Unión peninsular es un hecho inevitable
en los destinos de la civilización ibérica”1. Y porque tengo fe en este ideal es por
lo que he realizado esta aproximación al tema en debate.
Pero estamos hablando de Iberismo y aún no hemos precisado claramente
qué entendemos por tal. Ello no se debe a que sea difícil el realizarlo, sino a que
es complejo y rico en matices. La idea iberista ha tenido tantas calificaciones
como proyectos concretos de realización han surgido. No significaba lo mismo
el término para federales que para progresistas en el siglo XIX. Sin embargo, es
precisa una definición que nos sirva como base previa de centralización temática.
Precisamente por ello, y considerándola como sometida a discusión y revisión,
me ha parecido útil insertar la que da una publicación lusitana.
“Es el sistema que propugna la unión de todos los territorios de la
Península Ibérica. Se ha presentado bajo diversas modalidades, desde las
políticas a las simplemente económico-sociales, culturales y hasta religiosas (Primado de Toledo), etc. Bajo el punto de vista político, en forma
1
A revoluçâo de Setembro. 14 Diciembre – 1853. Recogido por A. Fernández de los Ríos: “Mi misión en
Portugal”. Anales de ayer para enseñanza de mañana. Lisboa 1877. Pág. 688.
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estrictamente unitaria o federativa, correspondería a preocupaciones de
defensa de los intereses comunes peninsulares, frente a las condiciones
intrínsecas de los elementos autónomos, y sobre todo frente al egoísmo
imperialista de las grandes potencias” 2.
Esta definición, no del todo clara y sistemática, me parece que sirve para entendernos como punto de partida.
Mi hipótesis de trabajo al enfrentarme con el tema del Iberismo ha sido, en
cierto modo, demostrar este carácter de viabilidad y posibilidad del ideal peninsular unitario. Y no sólo esto sino también su carácter de constante histórica,
que se manifiesta a lo largo de la Edad Media, Moderna y Contemporánea, bajo
distintas formas de articulación. Ahora bien, el Iberismo se ha manifestado como
una idea, con diferentes proyectos de realización, pero nunca logrados aplicar de
acuerdo con los intereses de ambas comunidades. Podríamos decir del mismo
que se trata de una idea en busca de autor.
El trabajo lo he estructurado en tres partes. En la primera, hago un análisis
de lo que denomino la prehistoria del movimiento, es decir, las fases en que las
tendencias unionistas están sometidas a los intereses de las monarquías reinantes más que a los deseos de los dos pueblos. Comprendería este período la Edad
Media y Moderna. En la segunda parte, que comprende el s. XIX preferentemente, se analizan los proyectos de unión que tienen lugar en la citada centuria. En
la tercera parte, estudiamos la que denominamos etapa de “dispersión de la idea”
y sus diferentes formas de concretizarse este ideal de unidad.
Para la realización de este estudio he manejado una amplia y completa gama de
fuentes documentales, con las cuales he podido reconstruir el pasado histórico de
esta idea3. Repito, por ello, que nuestra reflexión tiene un carácter de aproximación histórica. Elude los condicionamientos y realidades actuales que están en la
base de una presente o futura alternativa iberista. Sólo intento demostrar, insisto,
que ha sido una constante histórica y los modelos concretos de plasmación de
aquel proyecto.
2
“Enciclopedia Luso-brasileira”. Ed. Verbo. Lisboa 1970. Vol. X. Voz Iberismo.
3
Me ha sido de especial utilidad la consulta a los fondos existentes en la Biblioteca Nacional de Lisboa
y la correspondiente de Madrid; la Bibl. de Cataluña en Barcelona, la Hemeroteca Municipal de Madrid y
otros centros de interés. Puestos a señalar fuentes subrayaría la Prensa de Madrid, Lisboa y Barcelona, así
como el diario de Sesiones del Congreso y del Senado y sus homónimos de Portugal. En cuanto a la bibliografía general remito al estudio que bajo el título “El Iberismo: una herencia de la izquierda decimonónica”
publiqué en el libro conjunto de Cuadernos para el Diálogo titulado, “Cuatro ensayos de Historia de España”.
Madrid 1975, págs. 45-73.
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Teodoro Martín Martín
Creo sinceramente que la base documental, el esquema de trabajo, hipótesis a
comprobar y metodología empleada posibilitan un estudio científico, serio, objetivo y desapasionado sobre las relaciones entre España y Portugal a lo largo de la
Historia, meta que ha sido la que me he trazado al iniciar este trabajo.
Ilustración 1: Mapa de la Península Ibérica (Calzadas Romanas).
II. Prehistoria del movimiento iberista
El espacio cronológico que abarca esta fase del citado movimiento se extiende
desde la Edad Media hasta las Cortes de Cádiz. Es un período amplio y dilatado,
a lo largo del cual se producen una serie de manifestaciones “unitarias”, que nos
han hecho pensar en la existencia, a nivel de estructura latente, de una constante
iberista.
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El movimiento iberista
¿Cuáles son las razones y hechos significativos que avalan este postulado?
Vamos a tratar de responder en este apartado a esta cuestión. Parto de un presupuesto básico que a la vez es un hecho histórico. Desde los más remotos albores
de la Historia peninsular, Iberia fue un mosaico de pueblos, culturas y civilizaciones, que aunque diferenciadas no se correspondieron con las medievales formaciones políticas. Es decir, las culturas tartesas, lusitanas, celtas, en modo alguno
se corresponden mecánicamente con lo que son hoy día Andalucía, Portugal o
Galicia, por citar sólo tres ejemplos. Pienso que recurrir a ellos para buscar una
diferenciación regional o nacional es forzar la Historia o lo que es peor construir
“su” propia Historia.
Entiendo que es más objetiva y científica una concepción de la Historia
Peninsular basada en un territorio frontera, el cual fue presa de distintas invasiones, todas las cuales ayudaron al enriquecimiento etnológico, artístico y cultural
de ese todo peninsular.
Por todo ello, el período de las invasiones que se prolonga desde los remotos
tiempos prehistóricos hasta la aportación musulmana del 711 supone la etapa del
enriquecimiento poblacional del conjunto ibérico, el cual se mostrará de alguna
manera estabilizado, a pesar de las tensiones de grupos étnico-socio-religiosos,
que se dan en la Edad Moderna.
Ahora bien, a lo largo de este extenso período de aporte demográfico, los pueblos peninsulares, movidos no por un destino común sino por intereses propios,
conocen un paulatino progreso de unificación que tiene sus etapas más significativas en el período de dominio romano y bajo la Monarquía Visigoda.
En estas dos etapas, que abarcan unos ocho siglos, el concepto de similitud y
semejanza que manifiestan las distintas comunidades hispánicas es manifiesto.
Los ingredientes de unificación aportados por la romanización creo que son evidentes: la lengua, la religión y las costumbres de Roma, diluidas dentro del componente indigenista, generan lo que con el tiempo será la personalidad ibérica.
La Monarquía Visigoda hemos de entenderla, en el nivel en que nos manifestamos, como una continuación de estos dos vectores o ideas fuerzas el aporte
demográfico procedente de Europa y, por otro lado, un apéndice de la unidad
creada por Roma.
Pues bien, esta situación de unidad peninsular fue rota en la Alta Edad Media
por dos fenómenos: por una parte la invasión árabe de principios del siglo VIII;
por otra, la estructuración progresiva y constante de la sociedad y la economía
ibérica según los moldes del sistema feudal. Estos dos factores, creo yo, operan sobre el tablero hispánico una dispersión de los elementos integradores. Se
produce a lo largo del Medievo una atomización de las regiones y comarcas, las
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cuales crean unas formas típicas y específicas de vida colectiva que se irán desarrollando con el tiempo.
En ellas surge un derecho, lengua, instituciones, etc. propias de cada zona
diferenciada. Pero todas estas manifestaciones son variantes de una misma estructura global que es la cultura o civilización ibérica. Las Cortes, instituciones
jurídicas, lenguas y culturas de cada región muestran una serie de similitudes que
trasciende la simple igualdad terminológica para expresar a la vez unos contenidos parejos. ¿No son mayores las semejanzas entre el castellano, el catalán o el
galaico-portugués, o las cortes castellanas, catalano-aragonesas o portuguesas, o
los Usatges y las Partidas, no son, repito, mayores las semejanzas que las diferencias? Yo personalmente entiendo que sí. Y digo que sí, porque en el fondo estas
concepciones culturales citadas son la expresión en cada zona geográfica de la
fusión de lo prerromano, lo romano y lo visigodo.
Insisto, pues, en el hecho, para mí previo a toda consideración, de que existe
una estructura unitaria condicionante en la Historia de esta parte de Europa. Y
esta estructura condicionante no está impuesta exclusivamente por un determinante geográfico, sino también por un sustrato socio-cultural que el pasado se ha
encargado de poner de manifiesto.
El sentimiento y la tendencia iberista es, pues, un elemento constante en la
Historia Peninsular. Y lo demuestran no sólo los partidarios de la idea en sus diferentes proyectos de realización, sino los mismos detractores de aquella. Estos,
a mi modo de ver, no son anti iberistas, sino opuestos a un modelo concreto de
realización, cual es el centralista aniquilador de la diversidad peninsular.
Por todo ello, si asumimos conscientemente el papel histórico que en esta era
en que vivimos tenemos que desempeñar en el seno de la comunidad humana,
no podemos negarnos a recoger esta tradición y constante histórica, acogiéndola
de acuerdo con los postulados teórico-prácticos que el mundo de hoy nos impone. Lo que no podemos seguir haciendo es ignorarnos mutuamente en aras de la
defensa de unos presupuestos ultra centralistas o hipernacionalistas en fragrante
contradicción con los tiempos que vivimos.
Pero volviendo al hilo de nuestra reflexión sobre la época medieval, hay que
recordar de nuevo, la existencia de aquellos dos fenómenos de desintegración de
la monarquía goda: el feudalismo y la invasión agarena.
El primero, bajo fórmulas o modelos más o menos clásicos y homologables al
resto del Continente, subsiste a lo ancho de la piel de toro. En cuanto al segundo,
va a originar efectivamente la desaparición de la contradictoria superestructura
germánica pero no el sustrato o estructura cultural que convenimos en denominar ibérica.
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Y es precisamente el mantenimiento de esta constante la que va a generar un
proceso reunificador cual es la reconquista. Ésta entendida no en el sentido de
conquista militar o territorial, sino en el de la recuperación de la personalidad
perdida en Guadalete, se va a manifestar en una amplia, heterogénea y rica gama
de aspectos, producto de los cuales son las diferentes culturas peninsulares.
A lo largo de la Edad Media, pues, se intenta la resurrección de aquello que se
había perdido; pero se manifiesta y ello es síntoma de vitalidad y espíritu creativo,
a través de una compleja estructuración de culturas, que han ido evolucionando
con el paso del tiempo a pesar de las torpes e ineficaces políticas de persecuciones
a que algunas de ellas fueron sometidas. Producto de esta creatividad medieval y
del proceso evolutivo de los tiempos modernos y actuales es este mosaico pluricultural que es hoy el territorio hispánico.
Estos dos términos, feudalismo y reconquista, entendidos en el sentido cultural antes apuntado, están enfrentados dialécticamente a lo largo de los años
medievales. El primero se muestra como un vector centrífugo, dispersante; el
segundo como un elemento de agrupación, de reasunción de una cultura igual
y común.
Pues bien, este factor centrípeto, que en un principio se manifestó como un
elemento cultural, adopta, ya desaparecido el peligro musulmán, una forma política o un proyecto político de objetivación. Quiero decir con esto que las fuerzas
políticas surgidas del hecho de la reconquista, planean un proyecto de integración político a escala peninsular. Y este movimiento centrífugo que en un primer
momento tuvo una justificación de tipo cultural, pasa a ser un proyecto de unidad territorial y después un tipo de organización política concreta.
Aparece así un modelo de organización territorial y política a escala peninsular,
que en cierto modo trata de repetir la experiencia visigoda. Esto es lo que, a mi
modo de ver, trata de llevar a cabo la dinastía Trastámara.
A lo largo del s. XIV y XV, la mencionada dinastía castellana, olvidándose de
que las realidades son diferentes y que a tiempos nuevos se precisan soluciones
nuevas, resucita el ideal peninsular. Y va a iniciar el proceso de conquista de
Portugal en 1385 aprovechando una crisis dinástica en aquel reino. Aljubarrota
supone el fracaso de la expansión hacia el Oeste, pero no tendrá las mismas características el acercamiento a los Estados del Este. El Compromiso de Caspe en
1412 y la unión dinástica entre Aragón y Castilla firman el éxito de este proyecto
de la casa Real de Trastámara.
El proyecto unitario con base en la iniciativa de Castilla parece que pudo colmatarse en la efímera política matrimonial de los Reyes Católicos, de la cual el
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Príncipe Miguel de la Paz era más que un símbolo. Su muerte en 1500 rompió
las posibles vías de unión.
Este modelo de unión peninsular, fruto de una estructura centrípeta, latente
e histórica, y de una iniciativa de los Reyes de la Meseta en la Baja Edad Media
se basaba en una idea de unión dinástico-patrimonial. Partiría ésta de una conjunción de las coronas regias y la posterior prosecución de una política de acercamiento y consecuente intercomunicación entre los diferentes reinos.
La más exacta realización en el tiempo de este proyecto de integración ibérica, aún en su etapa dinástica, fue la que se desarrolló bajo las Monarquías de los
Reyes Católicos y de Carlos I en los Estados que gobernaron. Ella creo que es la
mejor expresión de lo que el intento Trastámara tuvo en mente.
En este proceso de convergencia aparece un elemento histórico de la máxima
importancia para el futuro de los pueblos Ibéricos. Me refiero a los descubrimientos ultramarinos y de América, obra de portugueses y súbditos de la Corona
de Castilla. Este es un factor externo de la máxima incidencia e importancia en
este aspecto que analizamos. Y lo es porque sirve para disgregar las energías peninsulares hacia territorios nuevos, en los cuales la creatividad, ingenio y también
la debilidad del hombre ibérico se manifiesta.
¿Quiere ello decir que sin la expansión ultramarina y el colonialismo americano, la unificación se hubiera realizado? En absoluto quiero decir esto. Sostengo,
solamente, que ello influyó en la disgregación de las energías internas a favor de
una experiencia nueva, que a no dudarlo es la gran aportación del espíritu hispánico a la Historia del mundo.
Y sostengo que el descubrimiento no impidió el acercamiento peninsular porque va a ser precisamente en la segunda mitad del XVI y primera del XVII,
cuando se va a realizar esa unión político-dinástica de toda Iberia. Ahora bien,
tengamos en cuenta que la monarquía plural de los Felipes se lleva a cabo no
como la culminación de un proceso hacia el que tendían las fuerzas y energías
peninsulares, sino como consecuencia de un vacío dinástico en Portugal, y lo que
fue peor, en función del valor estratégico de Portugal y sus posesiones en pro del
ideal expansionista que tenía la Casa de Austria.
Esta dinastía, en el hecho de la unificación de Hispania, no vio el logro de algo
lógico y normal en la evolución de aquellos pueblos, sino un hito en ese proceso
de hegemonía europea y mundial, que fue la nota que le caracterizó. Esto hizo
que no sólo no se laborara en pro de la mayor comunicación y entendimiento
entre los diferentes pueblos de la Península, sino que se limitó a respetar sus
instituciones y costumbres (Felipe II y Felipe III) y después (bajo Felipe IV) a
centralizar recursos y costumbres, que eran propias de la forma de ser y pensar
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del pueblo portugués. Ello condujo, sin duda, a los movimientos secesionistas
de 1640, que no sólo afectaron al reino occidental, sino que, en mayor o menor
grado, se dieron en otras zonas peninsulares. Esto que decimos es prueba de que
la política de los Felipes obedecía a intereses externos a la península, más que a
los reales objetivos de la misma.
Fracasada la experiencia y el modelo establecido por la Casa de Austria, por
los motivos que antes apuntamos, el empuje o movimiento iberista vuelve a manifestarse exclusivamente a nivel latente. Las guerras y rivalidades de los años
centrales del XVII abrieron heridas difíciles de cicatrizar. Sobre todo a nivel de
susceptibilidades y temores, que persisten en nuestros días. Aún así, con motivo
de la crisis sucesoria de Carlos II, “Portugal viose tentado, de nuevo, por la unificación ibérica, con la candidatura de Pedro II al trono de España” 4.
El siglo XVIII es un período gris y sin personalidad en esta cuestión que debatimos. A lo largo de la Centuria, y a pesar de proyectos matrimoniales como el
de Fernando VI y Bárbara de Braganza, las relaciones hispano-lusitanas adolecen
de atonía, desinterés y falta de horizontes de cooperación y ayuda. Los dos países
viven una existencia más o menos aletargada, aún contando con el resurgir económico y la reforma política, que llevan a cabo los adalides de la Ilustración en
cada reino.
Será precisamente a finales de la centuria cuando el problema vuelva a replantearse. El hecho coyuntural que lo origina es la política expansiva de Napoleón
y sus enfrentamientos con Inglaterra. En este conflicto España va a jugar, bajo la
dirección de Godoy, la carta francesa, frente a Portugal que sigue las directrices
de la política exterior británica.
En el marco descrito tiene lugar la política de Godoy con respecto al tema lusitano, la cual no tiene otro alcance que la escalonada incorporación de aquella
Nación a España. Por supuesto a través de una confusa fase de etapas en las que
el favorito de Carlos IV jugaba un papel destacado.
¿Qué pretendía el Príncipe de la Paz con respecto a Portugal?, ¿Qué proyecto de integración ibérica guiaba sus pasos? Creo que el modelo de unidad peninsular pretendido no era otro que el que se había seguido hasta entonces, es
decir la fusión dinástico-patrimonial. Pero con una particularidad. Aquel no se
llevaría a cabo apoyándose en unos pretendidos derechos sucesorios, sino por
4
Domingos Maurício Gomes do Santos. En Enciclopedia Luso-Brasileira. Ed. Verbo. Pág. 725. Vol. X.
Voz Iberismo. Es patente el ideal iberista del conde de Oropesa en los últimos decenios del siglo XVII.
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la fuerza de las armas y en justificación de la defensa de los intereses externos
de España.
Estas motivaciones “iluminaron” la cuestión portuguesa a Godoy. Y la Guerra
de las Naranjas, la Paz de Amiens y la obtención de Olivenza, y el Tratado de
Fontainebleau de 1807, creo que no son más que escaños en esa política prevista
y dibujada por el político mencionado. El proyecto de unión forzada a que nos
estamos refiriendo adolece, pues, de estos inconvenientes anteriormente apuntados. Se lleva a cabo mediante la violencia, no existe justificación legal alguna, y
sólo se basa en razones de político externa y de ambiciones personales. Fue, sin
duda, uno de los intentos de acercamiento hispano-portugueses de peor trascendencia para el diálogo y entendimiento peninsular.
La Guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz abren para España, y
también para Portugal indirectamente, un marco distinto para su evolución histórica. Es un período nuevo, diferente cualitativamente, donde las fuerzas populares aparecen en la escena pública y muestran, aunque tímidamente, su deseo de
participar en la vida colectiva. Se inicia la Edad Contemporánea peninsular en
la que el Iberismo adquiere unos matices, planteamientos y objetivos totalmente
distintos y que trataremos de estudiar en el siguiente capítulo.
¿Qué característica más importante se observa en el “coloquio” ibérico de esta
etapa que hemos convenido en llamar prehistórica? Yo diría que el seguimiento,
para el acercamiento y la colaboración peninsular, de un modelo de unión único,
al que denominamos dinástico-patrimonial, es decir, el que partiría de una integración de las diferentes coronas regias de la Iberia. Ya vimos cuál fue el éxito que
tuvo en sus intentos de realización.
Aparte de la existencia de ese sustrato socio-cultural ibérico de aproximación
mutua, a lo largo de la Edad Media y Moderna existieron otras causas generadoras de ese impulso de unión peninsular. Me refiero a la actitud expansionista
y hegemónica de la Monarquía. Pero aquella, no como plasmación única de la
ambición de determinados monarcas, sino como cauce político por donde se
centraban las aspiraciones expansionistas de la nobleza, la burocracia real o los
intereses económicos de capitalistas y comerciantes de la época.
Por todo ello, tendríamos que interrelacionar, a lo largo de este extenso período de tiempo, el factor estructural (sustrato socio-cultural latente), el factor
coyuntural medio (los intereses económicos de diferentes estamentos o subestamentos sociales) y el factor coyuntural precipitante o realizador (ambición regia
o política exterior concreta). Estos tres niveles íntimamente coaligados generan
una serie de momentos diversos, a lo largo de los cuales hubo posibilidades de
llevar a cabo el modelo de unión dinástica peninsular.
14
El movimiento iberista
Pero a pesar de todo lo hasta aquí expuesto, las manifestaciones iberistas en
este período se mueven a un nivel muy poco consciente o externo, fluyen a escala
de latencia o movimiento interno, que sólo algunos perciben como tal. Éste, a lo
largo de las dos centurias de la Edad Contemporánea, reaparece con fuerza y coherencia, tanto teórica como realizativa, sobre el tablero peninsular. De ello nos
ocupamos seguidamente.
Ilustración 2: Escudo Real.
III. Teorías y proyectos iberistas del s. XIX
Esta centuria es la que aporta una mayor claridad temática y conceptual al
fenómeno iberista que estamos analizando. Al ser éste el siglo del liberalismo, y
al hacer éste suyo el tema en cuestión, se va a producir una interconexión entre
ambos proyectos de difícil separación. Por ello hemos de tener siempre presente
esa vinculación iberismo-liberalismo, sin la cual difícilmente podríamos entender nuestra problemática.
15
Teodoro Martín Martín
Dos proyectos de unión peninsular se van a dar en el período comprendido
en este capítulo. Uno denominado Unión Ibérica, a realizar bajo la fórmula monárquica, otro llamado o entendido como Federación Ibérica de base eminentemente republicana. Pues bien éstas son las dos fórmulas que se barajan a lo largo
del XIX. Ambas se encuentran dialécticamente enfrentadas y son mantenidas por
sectores ideológicos y sociales diferenciados claramente.
La formulación clara y sistemática de estas dos alternativas no surge a principios de siglo. Desde 1808, época que hemos considerado como inicial de los
tiempos contemporáneos, hasta 1850 discurre un período de tiempo en el que
aún no han madurado aquellos proyectos. Se encuentran en una fase de gestación
perfilándose sus límites, métodos y objetivos. Por todo ello consideramos estos
decenios anteriores al centro de la centuria como una fase de balbuceos iberistas
a un nivel latente y consciente, pero sin precisar. Hitos de ellos son las siguientes
muestras.
Durante la Guerra de la Independencia y la obra de las Cortes de Cádiz (18081814) se inician estos brotes de iberismo fruto, más que de una reflexión profunda y consciente, de la necesidad real y próxima de una salida política al vacío
de poder creado con la invasión francesa. Prueba de esto es que las gestiones van
a ser movidas por las ambiciones de la Infanta Carlota Joaquina, la cual reclama
la sucesión a la Corona de España por derechos dinásticos. Su pretensión era ser
nombrada regente de los dos países, los cuales se unirían, por ser hija de Carlos
IV y esposa del rey portugués Juan VI. En las sesiones de Cortes habidas el 15
de diciembre de 1810, el 27 de Enero, 10 y 15 de Febrero de 1811 se trató de
las indicaciones hechas por el Embajador de Portugal acerca de los derechos que
corresponden a la Corona de España, a favor de la Infanta Carlota Joaquina, tras
ser abolida la Ley Sálica por las Cortes de 1789 5.
Pero, ¿en Cádiz se pensó seriamente en la Unión Ibérica? “Tal vez sí”, responde
al diario “La Corona de Aragón” de Barcelona un comunicante, que firmaba J. A.
“Pero el mal éxito, prosigue, que alcanzara el pensamiento de nombrar regente del reino a la Infanta de España Doña Carlota Joaquina,
reina entonces de Portugal y emigrada en el Brasil, hizo sin duda temer
que había de fracasar el proyecto de presentarse con toda claridad” 6.
5
Véase Acta de las sesiones secretas de las Cortes Generales y Extraordinarias de la Nación española que
se instalaron el día 24 de Septiembre de 1810 y cerraron sus sesiones el 14 de Septiembre de 1813. Volumen
1. Madrid, 1874. Pág. 102, 161, 178, 184.
6
La Corona de Aragón. Barcelona, 21 Mayo 1856.
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Entiendo que el problema efectivamente se dio, pero los diputados de Cádiz,
temerosos de las ideas proabsolutistas de la candidata al trono, rechazaron el
proyecto posponiéndolo para mejores fechas. Creo que aunque se manejó como
una posibilidad la Unión Peninsular, aún no la consideraron lo suficientemente
madura para insistir en ella y menos apoyar aquel proyecto concreto.
Con el triunfo en Cabezas de San Juan, Enero de 1820, las posibilidades de conexión entre los liberales de ambos países pareció tener posibilidades renovadas.
Incluso la Unión Ibérica aparecía como el instrumento salvador de las instituciones burguesas, amenazadas por la Europa de la Santa Alianza. De los proyectos
y fórmulas que se dieron en el trienio 1820-23, la Enciclopedia Luso-Brasileira
Verbo decía:
“Madrid, por medio de su gran Logia Masónica, se puso en comunicación permanente con Lisboa. Los constitucionalistas españoles propugnaban dos formas de unión ibérica política: una, monárquica; otra,
republicana. En la primera Portugal y España formaban un solo reino
con la capital en Lisboa. En la segunda se repartirían la península en
siete repúblicas, estando dos de ellas constituidas en territorio portugués:
La Lusitania Ulterior y la Lusitania Citerior” 7.
Estos dos proyectos, ninguno de los cuales se plasmó en la realidad, nos hablan
bien a las claras de este proceso de paulatina delimitación del tema iberista a lo
largo de estos años. Vemos anteriormente reflejados los dos modelos que en la
segunda mitad de la centuria se van a perfilar clara y nítidamente.
En la crisis dinástica acaecida en Portugal en 1826 al morir el rey Juan VI, las
principales facciones políticas, miguelistas y liberales, buscaron el apoyo de sus
correligionarios españoles, asumiendo compromisos iberistas. Por el lado liberal
arraigó más la idea de unión. Saldaña se mostró ferviente paladín de aquella,
Palmela, después de la Independencia del Brasil, afirmaba que Portugal en el futuro no tenía más remedio que unirse a España. Passos Manuel confesaba que el
porvenir nacional estaba en la unión.
El mismo año de la crisis portuguesa A. Flores Estrada, F. Díaz Morales, J.
Rumí y Andrés Borrego, exiliados españoles en Londres, entraron en contacto
con Pedro IV, candidato liberal al trono portugués, para tratar de la cuestión de
la Unión Peninsular bajo su égida y frente al absolutismo de Fernando VII8.
7
Enciclopedia Luso-Brasileira. Verbo. Vol. X. Lisboa 1970. Pág. 727.
8
T. Martín Martín. Ob. cit. Pág. 59.
17
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Los intentos y conversaciones continuaron en 1831, después de la revolución de Julio en París. Mendizábal, en representación española, y Mousinho da
Silveira, por parte portuguesa, presionaban al rey liberal lusitano para que apoyara y defendiera la Unión Ibérica. No obstante, el giro hacia el liberalismo templado acontecido en España bajo María Cristina de Borbón hizo que la cuestión
peninsular pasara a segundo plano en las inquietudes del liberalismo.
Pero las polémicas iberistas continuaron a lo largo de los años treinta y cuarenta. En 1840, por ejemplo, el diario republicano de Madrid “El Huracán”
presentaba la Unión Ibérica como un hecho necesario. Al año siguiente en “El
Nacional” de Barcelona de los días 14, 18, 25 y 28 de septiembre un firmante bajo las siglas A.P.L., escribía cuatro artículos sobre la unidad peninsular
comentando el opúsculo de Joaquín Francisco Campuzano titulado “Unión
Peninsular” y que apareció por aquellas fechas en Madrid. En ellos el autor
era favorable a la “Unión Ibérica” y propugnaba que se llevasen a cabo trabajos
conjuntos.
El tema estaba a flor de piel entre los sectores liberales y demócratas de los dos
países. En 1846 la cuestión volvió a replantearse con motivo del matrimonio de
Isabel II. El progresismo español defendía la unión de ambos países con el matrimonio de la reina con Pedro V, o caso de que esto no se pudiera de la Infanta
Luisa Fernanda con el Infante Don Luis (futuro Luis I). Pero todos estos proyectos fracasaron, en parte por la oposición que a ellos manifestaron los partidos
moderados y cartistas de ambos estados.
En 1848, esta vez fuera de la península, y a consecuencia de la Revolución de
Febrero en París, grupos de demócratas y republicanos, formados por unos cuatrocientos españoles y portugueses recorren las calles de la capital gala y llegan
al Ayuntamiento de París con emblemas y banderas de la Iberia. Pretendían éstos la aglutinación peninsular bajo la forma republicana y federalista, cuyo precedente era el Club Democrático Ibérico fundado por ellos mismos en aquella
urbe francesa 9.
Con esto llegamos a la mitad de la centuria. A partir de aquí vemos ya cimentados y perfilados dos modelos de concepción teórico-práctica del iberismo. Uno el proyecto que convenimos en denominar de Unión Ibérica, otro
que llamaremos Federación Ibérica. Vamos a tratar, a partir de aquí de un estudio concreto de cada una de estas dos formulaciones y los intentos de ponerlos
en práctica.
9
Víctor de Sá: “A crise do liberalisme e as primeiras manifestações das ideias socialistas em Portugal (18201852)”. Seara Nova. Lisboa. 1969. Pág. 363 y 364.
18
El movimiento iberista
III.I. La unión ibérica
Pretendía una fusión de tipo dinástica, bajo la fórmula de una monarquía liberal que respetara la integridad de ambos Estados y desarrollara económica y
políticamente la península. Socialmente esta posición es defendida por los componentes más significativos de la burguesía media y profesiones liberales peninsulares. Y políticamente está en los manifiestos y proclamas de los partidos progresistas y liberales de ambas monarquías.
Este proyecto de unión se realizaría desde arriba, es decir, en el vértice de la
pirámide política, y obtendría sus logros con el paso del tiempo y la comunicación entre ambas comunidades nacionales. Pretende llegar a la auténtica unión
después de una serie de años de interrelación, comunicación e interdependencia
económica y política. En un primer momento sólo se unificarían la defensa, la
política exterior y la contribución fiscal, en lo demás cada Estado poseería sus
instituciones propias.
Fechas y fenómenos destacados dentro de esta corriente serían:
En 1850, en el Palacio episcopal de Macao, residencia del Obispo J.J. de Motta,
Carlos J. Caldeira, el canonista Fray J. Foixá, el dominico J. Fernándo y el diplomático español Sinibaldo de Más y Sanz, trazaron un borrador del que surgió la
memoria titulada “La Iberia”, que salió a la luz pública en Lisboa en Diciembre
de 1851. En ella se defendía la Unión Monárquica de ambos países.
El título completo de la obra era “Memoria en la que se prueban las ventajas políticas, económicas y sociales de la unión de las dos monarquías peninsulares en una sola
nación”. El ejemplar que he consultado es de la 2ª edición portuguesa en Lisboa,
1853, y la estructura de la misma es: Prólogo del editor portugués; una introducción con el resumen de la historia de la península después de la conquista árabe; el
cuerpo del trabajo bajo el título “Fraternidad, Igualdad, Unión entre portugueses y
españoles”, con notas a pie de página; un Apéndice a esta segunda edición y algunas
observaciones y respuestas a artículos publicados en diarios y revistas sobre la citada
memoria. A su vez inserta una nota sobre la conveniencia de que Santarém fuera
la capital de la Nación Ibérica. El escudo de la misma era el de España y Portugal
unidos, y la bandera constaba de cuatro colores, blanco, azul, rojo y amarillo 10.
También en 1850 empezó a publicarse en Lisboa un semanario en castellano y
portugués con el título de “Revista del Mediodía” pionero de las publicaciones bi10
Las ideas generales y el esbozo de reglamento de la Sociedad Ibérica que propugnaba la citada memoria
las inserto en el Apéndice nº 1.
19
Teodoro Martín Martín
lingües. Dos años después aparece en Porto el semanario “A Península” con ideas
iberistas; era un periódico literario e instructivo del cual sólo he podido consultar
los números comprendidos entre Enero de 1852 y Junio del año siguiente 11.
En 1853 y en Madrid, aparece un semanario denominado “La Iberia Militar”,
cuya periodicidad es de cuatro veces al mes. He visto los doce primeros números,
Septiembre-Noviembre, hasta que se suspende la publicación. Con fecha 23 de
Octubre aparece en él un artículo de Ubaldo Pasarón y Lastra en el que, bajo el
título de Portugal y España, defiende la Unión Ibérica.
Pero es la prensa periódica de ambos países la que se hace eco sistemáticamente
del tema iberista. “La Revoluçāo de Septembro” o el diario lisboeta “O progresso”,
así como la “Iberia” de Madrid y “La Corona de Aragón” de Barcelona, sostienen
constantemente temas sobre las conveniencias de la unión. Veamos, como muestra, lo que apunta el citado periódico catalán desde su fundación en Noviembre
de 1854 hasta Septiembre de 1856, que fue el último mes que he cotejado. Estas
son las referencias acerca del tema iberista:
• Se reúnen a petición de Sinibaldo Mas varias personas en Madrid a fin de
obsequiar al Senador portugués Sr. Guedes. En la reunión se hicieron votos
para que el pueblo español y el portugués estrechasen sus relaciones y sus
intereses generales. Se nombró una comisión encargada de formar las bases
del pensamiento, recayendo la elección en los Sres. Infante, Mas, Borrego,
Heceta, Lorenzana, Rua Figueroa y Fernández de los Ríos. (C. de A. 17 de
Noviembre de 1854).
• El Gobernador de Badajoz ha pedido al Gobierno que suprimiera los ocho
reales que por derechos de pases se exigen desde 1824 a todo portugués que
atraviesa nuestra frontera. Creemos, dice el periódico, muy digna de ser
atendida esta petición, pues que de este modo se fomentarán el comercio y
el trato entre dos pueblos a quienes la naturaleza ha hecho hermanos. (C. de
A. 8 Enero 1855).
• Somos partidarios como los que más, de que dos pueblos, hoy separados
pero que Dios hizo uno, constituyan la Unión Ibérica… Grande es el objeto que se propone, cualquier sacrificio sería soportable para alcanzarlo, pero
lo decimos francamente, no concebimos la Unión Ibérica, si no se operan
antes la unión de intereses, la unión de la enseñanza, la unión de aduanas, la
unión de aspiraciones… lejos de nosotros la idea de conquista, toda idea de
11
En el nº 40 del mismo, de fecha 31 de Octubre de 1852, una breve recensión de C.J. Vieira sobre la
Memoria “La Iberia” la valora positivamente.
20
El movimiento iberista
fuerza, toda idea de imponer la unión, con cualquiera de estas circunstancias la creemos más perjudicial a los pueblos, y desde ahora nos declaramos
contra ella. (C. de A. 28 de Febrero de 1855).
• Publica un artículo de Sinibaldo de Mas en el que trata de demostrar la
conveniencia para Cataluña de llegar a la Unión entre España y Portugal. El
artículo se titula “Conveniencias de la Unión Ibérica para Cataluña”. Ella evitaría el contrabando de algodones en la frontera luso-española y la apertura
del mercado portugués a los textiles catalanes. (C. de A. 24 Enero 1856).
• El acuerdo que se dice muy adelantado entre España y Portugal para el arreglo universitario, no puede menos de producir los mejores efectos. Llegado
el caso de que los cursos hechos en Coimbra valgan en España lo mismo
que en Portugal los ganados en Santiago y Salamanca, por ejemplo, y siendo
reconocidos en ambos países los grados académicos conferidos en cualquier
Universidad de la Península, se habrá dado un gran paso hacia la unión de
ambos pueblos. (C. de A. 24 Abril de 1856).
• La Unión Ibérica es una idea que viene desde muchos años ocupando las cabezas pensadoras de España y Portugal, pero sin tomar forma, sin entregarse
a su examen, sin analizar sus inconvenientes y sus ventajas; se sentía pero no
se demostraba; se anunciaba en una u otra conversación privada, se dejaba
entrever muy incidentalmente en uno que otro libro, pero no se abordaba
la cuestión de lleno; pero tampoco aquellas leves indicaciones encontraban
seria oposición. (C. de A. 21 Mayo 1856).
• Entre todos los partidos de los dos reinos que hay hoy en la Península
Ibérica, si se exceptúa el absolutista, todos los demás, progresistas, moderados, demócratas, todos están conformes en las ventajas de la unión voluntaria de ambos países, todos están unánimemente en el deseo de que llegue
el día que no haya diferencias entre españoles y portugueses. Nosotros, más
de una vez, hemos probado las ventajas recíprocas que para los dos pueblos
ibéricos resultaría de la unidad nacional de ambos países, haciéndose esta
unión por mutuo convencimiento y sin haber conquistadores ni conquistados. (C. de A. 27 Septiembre de 1856)12.
El pensamiento que reflejan estos apartados, expuestos en uno de los más significativos periódicos del progresismo burgués en España, creo que es un fiel
reflejo de las ideas e intereses que le animan con respecto al tema iberista. Para
12
No solamente es la Corona de Aragón el partidario en Barcelona de la Unión Ibérica, también el “Diario
de Barcelona” apoyaba la idea. Véase la Corona de Aragón de 5 junio 1856.
21
Teodoro Martín Martín
mí es la expresión más fiel de las aspiraciones de la mediana burguesía y las clases
medias peninsulares.
Otro hito destacado en esta línea es la fundación en 1855 de “La Revista
Peninsular”, dirigida por Carlos José Caldeira y que con carácter bilingüe aparecía en Lisboa. Su objeto era la colaboración y conocimiento intelectual y cultural
entre ambos países. Colaboraron en ella, a lo largo de 1855 y 1856, intelectuales
de ambas naciones. En 1861 se funda en Madrid otra publicación que bajo el
título “Revista Ibérica de Ciencias, Política, Literatura, Arte e Instrucción Pública”
editó la Sociedad Ibérica, de Octubre de 1861 a Junio de 1863. Es un ejemplo
más de las muchas revistas y periódicos sensibilizados hacia el tema que tratamos,
desde la óptica monárquica liberal.
Las medidas para lograr este iberismo práctico y regenerador debían ser de dos
categorías, para Sixto Cámara en 1859 13.
1)Oficiales: Construcción del ferrocarril de Madrid a Lisboa, la comunicación general telegráfica, la mutua concesión de derechos civiles y políticos
a portugueses y españoles, la unidad científica y literaria de la península, la
unión de pesas, medidas y monedas, la supresión de aduanas en las fronteras, crear una posible armonía en las reformas económicas generales de
ambos pueblos, promover fiestas a uno y otro lado de la raya hasta hacerles
ser naturales, hacer obligatoria en las escuelas de Portugal un breve curso de
lengua española y viceversa.
2)Extraoficiales: Formación de una Sociedad Propagandística compuesta por
miembros influyentes de ambos reinos, la amistad y trato frecuente de diputados y periodistas liberales de Madrid y Lisboa, la publicación en portugués
y castellano de obras, periódicos y folletos, la creación de un buen teatro
español y de un Ateneo Peninsular en Lisboa, Porto, Coimbra y Braga, el
establecimiento en todo Portugal de gabinetes de lectura muy baratos, la
fundación de grandes asociaciones peninsulares agrícolas, industriales, de
seguros, socorros mutuos cuyo objeto inmediato sea interesar en ellas al
pueblo portugués, por las ventajas que le ofrecen y familiarizarlos con los
españoles.
Las objeciones que se hacían en 1859 a la Unión Ibérica eran:
a)Que Portugal perdería su independencia pasando a ser como una provincia
conquistada.
13
Six Cámara. “A uniāo ibérica”. Prólogo Coelho. Lisboa 1859. Pág: 40-43.
22
El movimiento iberista
b)Que gozando este reino de una paz y una libertad tradicional, no era bueno
que se asociase a las discordias civiles, que de continuo ensangrentaban el
suelo de España.
c)Que Francia e Inglaterra se opondrían a la Unión Ibérica.
Las anteriores frases y comentarios de Sixto Cámara me parecen del mayor interés, a la hora de iluminar cuáles debían ser los métodos a seguir en el ideal unionista y qué inconvenientes se presentaban al caminar hacia la deseada meta.
Podríamos reseñar otras muchas fechas a lo largo del siglo, en las cuales aparecen manifestaciones de evidente sentido iberista. Para no hacer excesivamente
pesada esta relación mencionaré solamente el bienio 1869-70.
El triunfo de la Revolución de Septiembre reavivó las esperanzas de una solución monárquica a las tendencias paniberistas. En efecto, el período previo a la
llegada de Amadeo I fue la fase más claramente propensa a esta unión de Portugal
y España.
La etapa de búsqueda de un rey pasó, naturalmente, por el ofrecimiento del
trono español para los representantes de la dinastía lusitana. Prim deseaba para
rey a Fernando de Portugal. Caso de no aceptar el anterior, se patrocinaría a su
hijo, el propio rey Luis I.
Para desarrollar las conversaciones se entregó a A. Fernández de los Ríos el siguiente poder, a fin de que evacuara consultas en Lisboa:
“Los que suscriben autorizan a su dignísimo amigo y compañero D.
Ángel Fernández de los Ríos para que someta a S.M. el Rey D. Fernando
de Portugal una cuestión diplomática de alta trascendencia. Suplican
también a S.M. que, una vez leído este documento, vuelva a poder de los
firmantes. Madrid 14 de Enero de 1869. Firmado Juan Prim, Práxedes
Mateo Sagasta, Laureano Figuerola y Manuel Ruiz Zorrilla” 14.
Los recelos y temores portugueses hicieron que las conversaciones fracasaran,
sobre todo después del rechazo de Don Fernando de Coburgo al trono de España
en Abril de aquel mismo año. Ello hizo que los progresistas fijaran su mirada en la
candidatura de Amadeo de Saboya, el cual aceptó los ofrecimientos españoles.
14
A. Fernández de los Ríos: “Mi misión en Portugal”. Anales de ayer para enseñanza de mañana. Lisboa
1877. Pág. 242. Los cuatro firmantes eran los miembros progresistas del Gobierno provisional.
23
Teodoro Martín Martín
No obstante y hasta que el candidato italiano no se encontró en España, los liberales progresistas no abandonaron la opción portuguesa. De tal manera que el pronunciamiento de Saldanha en Mayo de 1870 contó, probablemente, con la participación española, dada la inclinación proiberista del citado militar portugués15.
Estas muestras que he citado me parecen ilustrativas de los presupuestos y características de este proyecto de unión peninsular conocido como Unión Ibérica. Su
objetivo no era otro que modernizar la península en un sentido burgués, logrando
a la vez la integración en base a una monarquía liberal. Este modelo no tuvo realización práctica, pero sí posibilidades históricas para poderse realizar. Y por supuesto,
contó con un esquema preciso y concreto a nivel teórico y conceptual.
III.II. La federación Ibérica
Frente a esta unión de tipo monárquico aparece la segunda alternativa, federalista y republicana que defienden entre otros, J.M. Orense, Pí y Margall,
Casal Ribeiro y Henriques Nogueira. Esta opción tenía su precedente en el Club
Ibérico creado en París en 1848; este estaba formado por 400 españoles y portugueses, entre los que se encontraba el socialista Sousa Brandāo, querían en general una federación de preferencia republicana.
La doctrina política del federalismo partía de la afirmación de la soberanía individual. Entre el centralismo y la anarquía observa como punto intermedio la
federación. El pacto, base de la estructura federal, está presente en todos los niveles: pueblo, región, estado. Estas doctrinas fueron difundidas en España por Pí
y Margall y en Portugal por H. Nogueira. En ellos es clara su influencia proudhoniana.
Aparte de la mayor o menor viabilidad de las anteriores doctrinas en España,
se las consideró un medio para el acercamiento y coalición con Portugal. A este
respecto decía Pí:
“Bajo el principio unitario, no vacilo en asegurarlo no llegará a ser
nuestro Portugal sino por la fuerza; aún bajo el de la federación, tengo para mí que había de hacerse difícil persuadirle a ser provincia de
España. Tal ha sido la influencia de nuestra política, tal la obra del
unitarismo” 16.
15
Oliveira Marques sostiene esta tesis en su magnífica “Historia de Portugal”. Palas Editorial. Lisboa 1973.
Vol. II, pág. 106-107.
16
Pí y Margall. “Las Nacionalidades”. Madrid 1876. Pág. 258.
24
El movimiento iberista
En el mismo sentido apunta el padre del federalismo hispano.
“La federación hoy no trae sólo consigo la mayor espontaneidad de la
vida en la provincia, y el municipio… trae además consigo la sólida e
indestructible alianza de España y sus colonias vacilantes, la unión sincera y voluntaria de Portugal, que tanto podría mejorar nuestros intereses comerciales y nuestro poder marítimo, darnos un puesto más elevado
en la categoría de las naciones europeas…” 17.
Este proyecto de iberismo está patrocinado por sectores urbanos fundamentalmente, con participación de pequeños burgueses, sectores artesanales y sus representantes ideológicos. Es más populista y radical, y parte de un acuerdo entre
iguales que partiendo de un pacto desde abajo llegara con el tiempo a la fusión
de las Jefaturas de los respectivos estados. Como elemento base para esta fusión
peninsular se debería dividir España en pequeños estados o regiones federadas,
realizado lo cual sería posible la integración portuguesa sin reticencias ni suspicacias de anulación de su personalidad. Otra figura representativa de las tesis
federalistas es F. Garrido:
“Todos los partidos republicanos españoles comprenden, como los portugueses, que la Federación Ibérica es la solución de los problemas políticos,
económicos y ultramarinos, que hoy pesan y se imponen sobre ambos pueblos. Sólo los ignorantes fanáticos embrutecidos por el ultra montanismo católico y sus hipócritas explotadores, son opuestos a la Federación Ibérica” 18.
En 1851 Nogueira escribe “Estudos sobre a reforma em Portugal”. En 1852
Carlos de Casal Ribeiro, publicaba un artículo en “La Revista Lusitana” en el que
defendía la Unión Ibérica a condición de que fuera bajo una república federal,
en la que se lograra, un solo sistema de aduanas, una representación diplomática,
un solo poder central liberal; España había de dividirse en estados federales. El
artículo se titulaba “Cartas sobra la Iberia”.
En 1854 aparece en Oporto un libro anónimo en el que aparte de defender la
Unión Ibérica bajo la forma de República Federal, inserta un proyecto de bases
para la constitución federal de los Estados Unidos de la Iberia. El texto creo que
propone ya una alternativa concreta a estos intentos de acercamiento político que
estamos tratando. El citado proyecto, que constaba de treinta bases articuladas,
puede verse en mi trabajo sobre el tema, citado en notas precedentes.
17
I. Molas: “Ideario de Pí y Margall”. Península. Madrid 1966. Pág. 152.
18
F. Garrido: “Los Estados Unidos de Iberia”. Barcelona 1881. Pág. 24.
25
Teodoro Martín Martín
El sexenio 1868-74 fue un período de gran importancia en el que se desarrolló
de gran manera el movimiento iberista. Tanto en su opción monárquica como
en la republicana, diputados, periodistas, políticos o intelectuales mostraron cuál
era su orientación. Se constituyen asociaciones específicamente orientadas hacia
tal fin como fue la presidida por Francisco Salmerón y Alonso que pretendía incrementar las relaciones entre los hombres ilustrados de ambos países19. Pero fue
el período concreto de la Primera República el que abrió de una manera más clara
y precisa el tema en función de los presupuestos federalistas. Pero la nunca olvidada reticencia y desconfianza portuguesa junto a la descomposición del régimen
republicano, hicieron que poco a poco se fueran enfriando los ánimos20.
El golpe de Estado de Pavía y la implantación del régimen de la Restauración
anulan de raíz las tesis iberistas y más las de orden o matiz republicano.
Ello no impidió que se reunieran y celebraran entrevistas y contactos los defensores de los postulados y tesis que estamos viendo. Igualmente figuras más o
menos destacadas de ambos países predican el federalismo peninsular, bien en
sus obras o en sus instrucciones parlamentarias. Veamos a continuación algunos
ejemplos de esto que digo.
El republicano español R. Labra se expresaba así en el Congreso de Diputados
el 27 de Enero de 1890:
“En este sentido soy partidario de la Unión Ibérica de los tiempos
modernos. ¿Qué he de decir de ella? La idea de la Unión Ibérica en todas
sus determinaciones es una idea que resulta de la labor del siglo XIX”.
Más adelante decía: “Entiéndase, por tanto, que ninguno de los iberistas
españoles, ni monárquicos ni republicanos, ha pensado menoscabar la
independencia portuguesa. Para todos la idea de la soberanía política
es indiscutible. Es el punto de partida de todos nuestros deseos, de todas
nuestras declaraciones, de todas nuestras apreciaciones”.
Los medios de aproximación entre ambos países comportarían:
19
La Revolución española de 1868 influyó decisivamente en la trayectoria cultural portuguesa a lo largo
de todo el sexenio. Ejemplo de ello es la obra de Antero de Quental, Oliveira Martins, Eça de Querós, Las
Conferencias del Casino de Lisboa en 1871, o la fundación de periódicos bilingües como “O Peninsular” de
1872. El programa de este diario se fundamentaba únicamente en la lucha por la más estrecha amistad literaria, comercial, industrial y artística entre España y Portugal, propagando al mismo tiempo la instrucción
entre ambos pueblos.
20
Véanse los capítulos 4º y 5º “El Iberismo”. Mª Victoria López Cordón en su obra “El pensamiento político
internacional del federalismo español (1864-74)”. Planeta. Barcelona 1975.
26
El movimiento iberista
• Reconocimiento de los títulos profesionales de ambos países.
• Modificación del Código Civil en el sentido en que lo está el Código portugués respecto de los brasileños.
• La unión consular.
• Creación de factorías hispano-portuguesas.
• Resolución de las dificultades en la navegación por el Duero y el Tajo.
• Un nuevo tratado de navegación y comercio que sería el prólogo para el
Zollverein hispano-portugués.
• Una política de alianza en la diplomacia exterior, etc.…21.
Otro hito destacado dentro de este modelo de Federación Ibérica fue el Congreso
Republicano celebrado en Badajoz el 24 de Junio de 1893. A él asistieron poetas,
hombres de letras, periodistas, etc. Se encontraban allí entre otros, Gomes Leal,
Reis Dámaso, Silva Graça, Santos Viegas, Cupertino Ribeiro, Andrade Neves,
Xavier de Carvalho y Melho Freitas, todos ellos republicanos federalistas. La
delegación lusitana en el Congreso estaba compuesta por tres diputados, ocho
directores de periódicos, tres profesores de la Universidad de Coimbra, dos médicos, financieros, comerciantes e industriales. Del lado de los españoles destacaban entre otros: Nicolás y Pablo Salmerón, Manuel Pedregal, Rafael Cervera y
representantes de los Comités republicanos de las provincias de Alicante, Orense,
Barcelona, Bilbao, Segovia, Almería, Badajoz, Granada, Pontevedra, etc. El 24 de
junio por la tarde tuvo lugar un mitin en el teatro Ayala de la capital extremeña.
El 25 se celebró un banquete en el Casino. El Comité de organización recibió
más de 400 telegramas de España y Portugal, enviando su adhesión por no haber
podido asistir. Entre ellos figuraban Teófilo Braga, Manuel de Arriaga, Guerra
Junqueiro, etc. La reunión en el teatro Ayala tuvo el carácter de un verdadero
congreso. Este estuvo presidido por Rubén Landa, iniciador del movimiento de
Badajoz en 1883. Luis de Montalbán, director de la “Región Extremeña”, era
el anfitrión del banquete. La presidencia del Congreso fue conferida a Nicolás
Salmerón y a Magalhāes Lima22.
En 1895 aparece una obra que recoge, a mi modo de ver, todo el ideario y
la historia de este proyecto de federalismo peninsular; me refiero al estudio “La
21
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Madrid, 27 de Enero 1890. Pág. 2218 y 2220.
22
Una amplia narración de la reunión de Badajoz puede verse en Sebastián Magalhāes Lima. “La Federación
Ibérica”. París-Lisboa 1895. Pág. 261-279.
27
Teodoro Martín Martín
Federación Ibérica” de S. Magalhāes Lima, director del diario lisboeta “O Século”.
En él se expresan las pautas y presupuestos de la línea republicana que se mostraba partidaria de una federación ibérica, luego latina y después mundial. Pues
bien, un texto del anterior trabajo nos sirve para matizar claramente entre las dos
tendencias iberistas del XIX.
“En Portugal se llama Iberismo la unificación monárquica de los
estados peninsulares, que puede interesar solamente a un rey o a una
dinastía. El pensamiento de unir Portugal y España, haciendo de los dos
países una sola nacionalidad, es lo que se llama iberismo, es la política
de los monárquicos peninsulares. La federación hispánica es el ideal generoso e inmortal de todos los espíritus fuertes e independientes que no se
dejan corromper por intereses mezquinos ni por las pequeñas ambiciones
de la política despreciable de cortesanos y aduladores. La Unión Ibérica
es, en todos los aspectos, ilógica, irracional, anticientífica, contraria a la
evolución, es una traición a la patria” 23.
Las muestras que hasta aquí he citado, que abarcan desde los primeros inicios
del federalismo en la Península, hasta la década de los años noventa, me parecen
representativos de lo que pensaban y querían los federalistas. Su idea era más
democrática y más generosa, con la participación popular en el logro del citado
proyecto de unión. Pero era también de más difícil logro, por cuanto planteaba
la reordenación político-administrativa del Estado español. Y esto ocasionaba
serias y encendidas polémicas en el seno de la sociedad española, susceptible de
una vuelta al cantonalismo de 1873. A pesar de esta reticencia, de lo que no cabe
duda es que el modelo republicano contaba con lógica interna y estaba a la altura
del pensamiento de la época.
III.III. Parlamento, masonería, intelectuales y economía ante el iberismo
decimonónico
Los dos modelos anteriormente explicitados creo que encierran todo el contenido teórico y práctico de lo que se pensaba y proyectaba sobre el tema. Sobre
23
S. Magalhāes Lima. ob. cit. Pág 23 y ss. Con respecto a la nota anterior me parece interesante añadir que
el último brote iberista surgido en Portugal tuvo lugar en 1890 como consecuencia de la llamada crisis del
Ultimátum. Frente a la Alianza inglesa, los medios republicanos portugueses propugnan una federación con
España. J.M. Jover Zamora “Caracteres de la política exterior de España en el s. XIX”. Homenaje a J. Vincke.
Vol. II. Madrid. 1962-63. Pág. 784. Un estudio acerca de las repercusiones de la crisis de 1890 en España
puede verse en el capítulo “A Espanha e o ultimátum” págs. 123 a 214 de la obra de Pilar Vázquez Cuesta “A
Espanha ante o ultimátum”; Livros Horizonte. Lisboa 1975.
28
El movimiento iberista
ellos se manifestaron las fuerzas más destacadas y representativas de las dos naciones. Y aunque no optaran por ninguno de los proyectos de fusión se manifestaron sobre el tema de una manera más o menos explícita. En este tercer apartado
voy a tratar de elegir unos ejemplos representativos que ilustran cuál fue la actitud, pro o antiiberista, de destacados elementos de la vida peninsular de la época.
Veamos algunos de ellos.
1. El parlamento.
Las Cortes de ambos países de alguna manera estaban sensibilizados ante el
tema iberista. El Senado y el Congreso de los Diputados en España y la Cámara
de los Pares y la de los Diputados en Portugal expresaron en un sentido u otro su
opinión acerca de la cuestión.
En el caso de España hubo dos etapas especialmente destacadas, la del bienio
1854-56 y el interregno 1869-70. Las intervenciones de los diputados en relación con el tema de Portugal fue bastante frecuente; y siempre en su pensamiento
fluía un propósito iberista más o menos soterrado. Veamos algunas muestras significativas, a través de intervenciones parlamentarias en el bienio progresista.
“La realización de este pensamiento (Unión Ibérica) es en gran parte
obra del tiempo. Empecemos por destruir hoy cuantos obstáculos puedan oponerse a ello; estrechemos desde luego los lazos comerciales… La
unión aduanera hará indudablemente con el tiempo, de los dos países
un solo país comercial, sin que sea necesario tratar hoy, porque no lo veo
conveniente ni político el alterar en nada la esencia política de las dos
monarquías. Consigamos primero la Unión Aduanera, que el tiempo y
los acontecimientos nos concederán lo demás” 24.
Pero no es sólo la intervención de un diputado progresista el que justifica esta
sensibilización del legislativo español, es también la realización de medidas concretas en pro del acercamiento peninsular. Así por ejemplo las Cortes de aquellos
años aprueban una ley que abole el derecho de ocho reales que se cobraba a los
portugueses al pasar la frontera española. (D.S.C.C. 4 de Junio de 1855). O el
proyecto de ley que se presenta a aquel mismo parlamento para que no se exija
a los portugueses que entren, permanezcan o viajen por España, ningún tipo de
pasaporte o visado. (D.S.C.C. 13 Febrero 1856).
24
Discurso de Francisco de Paula Montemar. Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes. 6 de Marzo
de 1855. Pág. 2701.
29
Teodoro Martín Martín
Son las Cortes Constituyentes de 1869-70 las que de una manera más clara y
decidida se plantean el tema iberista; sobre todo a partir del proceso de búsqueda
de un rey para el trono vacante, tras la destitución de Isabel II. De nuevo, pues,
en esta ocasión, el tema se replantea bajo coordenadas unionistas. En esta línea
hay que situar la siguiente intervención de Laureano Figuerola.
“El ministro de Hacienda está dispuesto a estrechar las relaciones
con Portugal, hasta el punto de confundir en un solo sistema aduanero
peninsular a los dos, como sucede en Alemania con el Zollverein; esto lo
demuestran las bases arancelarias del presupuesto de ingresos” 25.
Pero me parecen más significativas las discusiones que se plantean en la
Cámara Legislativa española al conocerse el golpe de Estado dado por el mariscal
Saldanha en Mayo de 1870. Desde la sesión del 19 hasta la del 24 de aquel mismo mes hay un clima de evidente expectación en las Cortes, que se desprende
de la lectura del Diario de aquellas fechas. Los ministros leen continuadamente
los partes telegráficos que se reciben desde la capital portuguesa. Surgen a su vez
vivos debates sobre el enfoque de la cuestión ibérica y sobre la política exterior
del gobierno. En aquellos intervienen Prim, Castelar, Figueras, Sagasta, Ribero,
etc. Frente a la Unión Ibérica que era el ideal del gobierno provisional, Castelar
propone la federación de los Estados Unidos de la Iberia libre. Para concluir los
debates y suspicacias que rodeaban aquel momento, Prim se ve obligado a intervenir diciendo entre otras cosas:26
“La Nación española no entiende ciertamente que la Unión Ibérica
hubiera de realizarse por medio de la fuerza, por medio de la violencia
y de la conquista… Lo que desean los españoles es que las relaciones
que haya entre los dos pueblos sean, no solamente amistosas, sino hasta
fraternales; que deseábamos todos que llegase un día en que no hubiese
fronteras entre España y Portugal…, que si la unión debe realizarse algún día, si esto estaba escrito en el libro del destino de las dos naciones,
debía ser conservando cada una su autonomía guardando en el santuario de la conciencia individual sus tradiciones y la gloriosa enseña de su
nacionalidad, …, lejos de nosotros el pretender que se borrara del libro
de las naciones la noble nación portuguesa”.
25
Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes 8 Mayo 1869, pág. 1712.
26
Para todo lo relacionado con este punto remito al Diario de sesiones de las Cortes Constituyentes del
19 al 28 de Mayo de 1870. En especial las páginas 8103-8116, 8144-8200 y 8316-8321.
30
El movimiento iberista
Por lo que respecta al parlamento lusitano, aunque más reticente y opuesto a
la cuestión ibérica que los diputados hispanos, también se vio motivado por la
cuestión. Sobre todo en el período 1869-1870. Me parece ilustrativo de esto que
digo las discusiones habidas en torno a la Unión Ibérica y a la candidatura de
Don Fernando al trono de España en aquellas fechas. Especialmente los debates
de la Cámara de los Pares de los días 7,12, 17, 19, 21 y 24 de Mayo, 28 de Julio y
6 de Agosto de 1869. En ellos intervinieron entre otros el vizconde Fonte Arcada,
Casal Ribeiro, Marqués de Vallada, Rebello da Silva, etc. Por su parte la Cámara
de los Diputados del 21 y 26 de Mayo de 1870 también conoció de discursos y
réplicas respecto al tema en cuestión. Las principales intervenciones corrieron a
cargo de Pereira Dias, Barros e Cunha, Santos e Silva y otros27.
Estas muestras aquí relacionadas son ejemplos significativos de cómo el
Parlamento de ambas naciones se mostró de alguna manera sensibilizado o preocupado por la cuestión peninsular. Y con una postura proiberista o reticente
hacia la misma es un ejemplo de cómo la cuestión ibérica era un tema candente
en la vida real de aquellos años.
2. La Masonería
En modo alguno pretendo reflejar aquí cuál era la política adoptada por la
Masonería respecto a la cuestión que abordamos. Esta sería una tarea impropia
de este trabajo y por ello imposible de reflejar aquí. Nuestro propósito es, continuando con este método muestral de exposición del tema iberista, dejar constancia de cómo también las logias masónicas adoptaron una determinada actitud
ante el problema. Para ello he recogido, a título de ejemplo, la opción planteada
por el Grande Oriente Lusitano Unido. La base documental ha sido el Boletín
Oficial de aquella corporación.
El Gran Oriente Lusitano no solamente fundó logias en su país, también en
España se desarrollaron y proliferaron aquellas bajo las directrices de su representante en España Toribio Noriega y Lama, fundador de la primera logia en Cádiz
bajo la obediencia del Gran Oriente Lisboeta. Este había fundado su primer centro en Lisboa en 1855 bajo el título de “Unión”. Pues bien hasta 1868 no surgen
en España centros adscritos al grupo masónico portugués. Esta es la relación de
los que había ya organizados en 1871 bajo las órdenes del G.O.L.U.28.
27
Remito al Diario de Sesiones de las dos Cámaras en que se estructuraban las Cortes portuguesas en las
fechas arriba indicadas. Una síntesis de los debates de estos años en L. A. Palmeirim: “Portugal e os seus detractores”. Lisboa 1877.
28
Boletim Official do Grande Oriente Lusitano. Publicaçāo mensual. 1º Serie. Lisboa Agosto 1869. Oct.
1871 nº 22. Abril 1871.
31
Teodoro Martín Martín
Título distintivo
Valle
Año de
inscripción
cuadro gen.
1
Unión
Lisboa
1855
25
Tolerancia y Fraternidad
Cádiz
1868
29
Fraternidad Ibérica
Sevilla
1868
33
Caridad e igualdad
Cádiz
1869
34
Fraternidad
Madrid
1869
36
Afortunada
Las Palmas
1869
37
Constancia
Madrid
1869
38
Igualdad
Madrid
1869
39
Justicia
Madrid
1869
40
Libertad
Madrid
1869
41
Luz
Madrid
1869
42
Razón
Madrid
1869
43
Amor
Madrid
1869
44
Patricia
Córdoba
1870
45
Libertad
Sevilla
1870
46
Cosmopolita y justicia
Sevilla
1870
47
Razón
Sevilla
1870
48
Caballeros Cruzados
Madrid
1870
49
Discusión
Madrid
1870
50
Hermanos de la Humanidad
Mahón
1870
51
Hiram
Vigo
1870
52
Armonía
Madrid
1870
53
Teide
Tenerife
1870
54
Fe y Abnegación
Cádiz
1870
56
Triángulo
Huelva
1870
Nº de
Orden
32
El movimiento iberista
La postura del Grande Oriente Lusitano con respecto a sus seguidores españoles se expresaba así:
“Con nuestras logias de España tenemos que cimentar la fraternidad
de los dos pueblos de la península, estrechar las relaciones entre ellos,
favorecer mutuamente el progreso de la instrucción, del comercio, de
las industrias, únicos lazos que nos deben unir muy íntimamente con
nuestros vecinos. La independencia de la patria no peligrará ciertamente
con nuestras relaciones, puesto que los masones portugueses alimentan y
proclaman bien alto los sentimientos de amor y dedicación que les
animan para su patria” 29.
Como algunos periódicos les acusaron de promover el movimiento iberista, el
mismo Boletín bajo el título de “Recelos infundados”, publica un artículo replicando al diario “O Conimbricense”, que acusaba a los masones de ser los Inspiradores
de la Unión. Rechazan el ataque, manifestándose de nuevo partidarios de la independencia nacional. La U.I. es una creación de políticos torpes y ambiciosos,
termina diciendo el artículo30.
En los sucesivos años se siguen creando y aprobando los cuadros de nuevas
logias hispánicas dependientes del G.O.L.U. Así entre 1871 y 1874 se crean las
siguientes, según relaciona el Boletín que nos sirve de fuente informativa31.
Alianza Sagrada de Santander, Hijos de la Patria de Ciudadela, Hijos de
Hiram de Cádiz, El Porvenir de la Humanidad de Barcelona, Numantina de
Sevilla, Caballeros de la Noche de Zaragoza, Moralidad de Barcelona, Verdad
de Barcelona, Hijos de Hiram de Barcelona, Hijos del Triángulo de Valverde
del Camino (Huelva), Hijos de Ormaz de Valladolid, Lealtad de Barcelona,
Asilo de la Virtud del Ferrol, La Verdad de Cádiz, y Pirámides de Cádiz también.
Ya en la década de los ochenta se siguen creando dependencias de la Masonería
lusitana en España. Ejemplo de ello son las denominadas, Unidad de Barcelona
y Estrella del Noroeste en Betanzos (La Coruña) que son reglamentadas y admitidas en el seno del Oriente lisboeta en Mayo de 1880 32.
¿Qué representan estas vinculaciones masónicas en el tema iberista? A mi
modo de ver la demostración de las constantes de acercamiento que existen
29
Boletim Official do Grande Oriente Lusitano nº 3, Sep. 1869.
30
Boletim Official do Grande Oriente Lusitano 2ª Série, nº 3 Jun. 1870.
31
Boletim Official do Grande Oriente. Lisboa. 2ª Série Jun. 1873-Marzo 1874.
32
Boletim Official do Grande Oriente. Lisboa. 3ª Série Abril-Jul. 1880.
33
Teodoro Martín Martín
a nivel latente y consciente entre sectores concretos de las dos naciones. No
diré, como solían manifestar los autores conservadores o ultramontanos, que
los masones fueron los inspiradores del ideal iberista, y prueba de ello es la cita
que inserté con anterioridad. Más bien sostengo que la masonería sirvió, como
una pieza más, al progresivo acercamiento entre los hombres de la península y
ejemplo de ello es la vida y obra de S. Magalhāes Lima. Que fuera o no posible el ideal iberista es una convicción que estaba más en la mente de hombres
concretos, fueran o no masones, que en las directrices del G.O.L.U. o de otra
cualquiera secta masónica.
3. Los Intelectuales
La labor de acercamiento entre intelectuales y hombres de letras de ambas
naciones es una constante a lo largo del s. XIX. Incluso entre aquellos que no
aceptan los presupuestos iberistas. Ya hemos hablado de algunos de ellos al
aludir a los diversos tipos de unión que eran posibles. En este apartado, sólo
quiero expresar algunas muestras de destacadas figuras de la cultura hispanolusitana.
Ya en 1855 se produjo una primera plasmación de este acercamiento, que dio
origen a reuniones conjuntas, discusiones públicas, banquetes, diarios y revistas
bilingües, etc… E incluso llegaron a regularse los estatutos de una Liga Hispanolusitana que pretendía institucionalizar este progresivo acercamiento entre destacadas personalidades de los dos Estados33.
Por lo que respecta a individualidades que de una manera más o menos clara
se definieron sobre la cuestión he elegido tres muestras. Dos portuguesas y una
española.
Antero de Quental es el autor de una aguda y polémica obra titulada “Causas
da decadencia dos povos peninsulares”. Fue su discurso pronunciado el 27 de Mayo
de 1871 en el Casino Lisboeta. En aquel trabajo considera que las causas principales de la decadencia de los pueblos ibéricos fueron: el catolicismo intransigente, el absolutismo y las conquistas ultramarinas. Este y otros trabajos le llevan a
Antero a sentirse inclinado hacia el federalismo peninsular e incluso a renunciar
a la nacionalidad portuguesa con tal de lograr la reorganización y la modernización ibérica. Fue la misma ilusión que tuvieron Teófilo Braga y Felipe Nogueira
por citar otros autores.
33
Dado el interés de estos estatutos de la Liga los inserto en el apéndice nº 2 de este estudio.
34
El movimiento iberista
Pero no todos los intelectuales vieron con buenos ojos los presupuestos iberistas, yo diría que en el caso portugués fueron más los anti que los proiberistas. Un
ejemplo de aquellos es Eça de Queirós.
“Este, dice Joāo Medina, recusa absolutamente la hipótesis de una
Unión Ibérica, federal o dinástica, dado que el nuevo proyecto de ver
aliados a las dos naciones peninsulares no cabe en su mentalidad e ideario…, por otro lado no hay en la obra queirosiana anticastellanismo
visceral o siquiera subconsciente” 34.
Estas dos opciones, a favor y en contra del iberismo, por lo que respecta a los
hombres de letras de España está menos marcada. En nuestro caso o bien no se
definen ante la cuestión o bien lo hacen a favor. Un ejemplo de estos últimos
datos es Joaquín Costa. Sus ideas iberistas datan de 1883 cuando militaba en el
campo monárquico al lado de Figuerola, Pedregal y Moret. Costa se declaró republicano después de la Guerra de Cuba, en 1899.
La primera manifestación de iberismo expresada por J. Costa tuvo lugar en un
discurso que pronunció el 8 de Enero de 1882 en una comisión promovida por
la Asociación para la reforma liberal de las aduanas. Son de este discurso estas
palabras:
“Si deseo una Unión Aduanera con la América Española… ¿Qué
os diré de Portugal, no ya pedazo filial como ellas, más pedazo de la
metrópolis?... España parece un Cristo que va descendiendo lentamente
de su cruz, donde la pusieron los pecados y torpezas de nuestros gobernantes, y a la cual le sujetaran dos clavos todavía: la mano izquierda en
Gibraltar, los pies en Lisboa” 35.
El 4 de Noviembre de 1883 en un discurso inaugural del Congreso Español de
Geografía Colonial y Mercantil pronunció estas palabras:
“De Portugal no hay para que hablar: su sangre, su lengua, su historia y su geografía, la ligan a nosotros con lazos harto más fuertes que
su quebradiza voluntad y sus inocentes protestas; hagan lo que quieran,
extremen hoy la resistencia hasta el límite de lo absurdo, una fatalidad
invencible los arrastra hacia nosotros, por encima de esa frontera que
34
Joāo Medina. “Eça de Queirós e o Iberismo” (Reflexos da questāo Ibérica na obra de Eça de Queirós de
1867 a 1888). Revista “Sillages”. Universidad de Poitiers, 1973/3. Pág. 30.
35
J. Costa y Martínez: “Estudios Jurídico-políticos”. Madrid. 1884 pág. 358 y 359. Dado el interés de los
párrafos dedicados a Portugal por J. Costa, los inserto en el apéndice nº 3.
35
Teodoro Martín Martín
Dios no ha levantado, que contra los designios de Dios han levantado
las pasiones de los Reyes, que sólo mantienen los recelos y la ignorancia
de los pueblos. Una ley superior coloca en el horizonte de nuestros ideales
a Portugal como el mayor pedazo de la España irredenta, y la unión de
entrambos pueblos, como el único medio de integrarse mutuamente y
renacer a la vida activa de la Historia y labrarse la inmortalidad en la
sucesión de los siglos” 36.
Los presupuestos de Costa, Antero y Eça me parecen representativos de lo que
pensaba la clase intelectual de ambos reinos. En el caso de España, los presupuestos unitarios del gran pensador aragonés, con matizaciones más o menos variadas
podrían ser suscritos por Pí, Unamuno, Salmeron, Giner de los Ríos, Valera, etc.
Las aptitudes de los dos grandes autores lusitanos son también compartidas por
otras figuras de la intelectualidad lusitana, más o menos suspicaces hacia la pérdida de la nacionalidad portuguesa.
4. La Economía
¿Qué papel desempeñarían las relaciones económicas entre ambos países?,
¿Podría producirse una complementación entre las producciones de ambos estados?, ¿Qué proceso de interrelación económica exigiría la futura unión? Estas y
otras preguntas de alguna manera fueron pronunciadas por las mentes más lúcidas de España y Portugal. Se partía de una hándicap, el carácter no complementario sino competitivo de las producciones de cada país. Pero aún no se consideró
como grave obstáculo, quizás porque nunca hubo un plan coherente y decidido
de llevar a cabo la integración peninsular.
Por esa y otras cosas la actuación se va encaminando hacia una política de
acercamiento comercial entre ambas economías. Se pensó que a través de los
tratados de libertad de comercio podría producirse una progresiva articulación
de ambas naciones. Ello quiere decir que, en los casos en que se manifestó, la
articulación de la economía peninsular no se supeditó a un plan elaborado,
ilógico en esta época de liberalismo clásico, sino a la libertad de comercio. Esta
sería la llave de relación, regulación, reordenación y posterior estructuración de
los sistemas productivos de ambos países. El libre comercio era y tenía para los
hombres del ochocientos una fuerza y coherencia integradora de las economías
de los pueblos.
La política de tratados de alianza y comercio, fase preliminar de la futura integración, se remonta a los años cincuenta del mencionado siglo. En 1859 se
36
J. Costa y Martínez: Ob. Cit. Pág. 280.
36
El movimiento iberista
elabora un proyecto de tratado entre España y Portugal, que constaba de veinte
artículos en los que se establecía cómo debían estructurarse las relaciones peninsulares37. En los años 1869-70 también estuvo en la mente la idea de tratados
comerciales que condujeran a Uniones Aduaneras tipo Zollverein alemán. Por las
vicisitudes de la época los proyectos no triunfaron, pero subsisten como muestra
de los deseos y aspiraciones de los iberistas de aquel tiempo.
Con el régimen de la Restauración aparecen aprobadas por las Cortes y sancionadas por el Rey, proyectos de ley, autorizaciones al Gobierno o leyes en las que
se postulan tratados de comercio y navegación entre España y Portugal. Pero los
principios que inspiran estos pactos son más bien de índole puramente económica. Se trata de llegar a un acuerdo sobre intercambios económicos o navegación
fluvial entre los dos países. En modo alguno se pretende una libertad de comercio
que tuviera como meta la futura unión Ibérica. Prueba de esto que señalo son
los diversos proyectos de ley que se debaten en el Congreso o Senado español, en
torno a estos tratados que estoy haciendo referencia38.
Hay que dejar bien claro a este respecto que el iberismo a nivel de integración
económica apenas se estructuró o reguló su forma de articularse. Al ser el ideal
más bien político-filosófico, los niveles económicos y sociales quedaron en una
zona de penumbra y no sabemos cómo podía darse una Iberia Unida sin un sustrato económico coherente y articulado.
Por todo lo que hasta aquí hemos apuntado creo que queda demostrada la amplitud y coherencia del iberismo decimonónico. Bien bajo su fórmula dinástica
o la federal tuvo una evidente proyección en la vida y sectores peninsulares de
aquella época. La etapa de desarrollo de la idea tuvo su inicio en 1812 y se extendió hasta 1890, con fases de gran fuerza como son los años 1850-70.
Pero a fines del siglo XIX, apunta Joāo Medina,
“el ideal iberista desemboca en una simple apología de la alianza
necesaria con España para contraponer la alianza inglesa o francesa;
así lo piensan Oliveira Martins, Moniz Barreto y, más tarde en su libro
La Alianza Peninsular, uno de los corifeos de la reacción portuguesa,
Antonio Sardinha” 39.
37
Dado el interés de este proyecto de tratado, de procedencia particular, lo transcribo íntegro en el apéndice nº 4.
38
D. S. Cong. 21 Dic. 1876, 12 Ene. 1884, 27 Dic. 1884.
39
Joāo Medina: Ob. Cit. Pág. 15.
37
Teodoro Martín Martín
Y podíamos preguntarnos, ¿A qué se debe que un proyecto de unión, que estaba dentro de las tendencias unitarias de la época, recordemos la unidad alemana
e italiana, no llegase a su realización práctica? Porque posibilidades de realización existían tanto a nivel teórico como práctico. Y aquí es donde llegamos a lo
que para mi representa un obstáculo perenne y permanente a la posible Unión
Peninsular. Me refiero a la persistente susceptibilidad y reticencia portuguesa a
verse integrado en un todo que anularía su personalidad. Este temor es constante, pero no es la única razón; existen dos aprensiones de los portugueses respecto
de los españoles, decía R. Labra en 1890. Una, la aversión profunda a la centralización castellana, otra, la creencia de que los españoles son gente dura, de
mano fuerte, de espíritu levantisco, aficionados a la pelea, dispuestos siempre a
aventuras y correrías 40.
Aludimos así a una de las cuestiones más importantes en el espectro de las
relaciones intrapeninsulares; los recelos y temores entre españoles y portugueses, más en concreto de los portugueses respecto de los españoles. Esta es una
cuestión que no vamos a tratar aquí, por cuanto abarca otro nivel de planteamientos del puramente iberista. Condicionamientos históricos, políticos, psicológicos, etc., están en la base de aquellas reticencias. Una posible labor de
acercamiento comercial, cultural y político podría ir limando asperezas en este
campo.
La filosofía iberista influyó también en la sugerencia de estas aprensiones lusitanas. Pero ello se debió más a incomprensiones y deformaciones del ideal de
unidad que a lo que este significaba. Porque el iberismo, bien el monárquico o el
republicano, reunía en sí un sentido de modernidad y respeto a cada uno de los
dos pueblos que trascendía los odios e ignorancias históricamente acumulados.
Por tanto, la no consecución de aquel noble objetivo no supuso, en modo alguno, un fracaso; dado que no se logró por la incomprensión de amplios sectores,
más que por la incoherencia teórica o la inviabilidad práctica. El iberismo decimonónico se nos presenta como un acertado modelo de organización de la superestructura peninsular. Y bien bajo la forma monárquica como la republicana el
intento no dejó de tener su importancia y expresarnos una concepción moderna
y progresista de la vida peninsular.
40
D.S. Congreso de Dip. 27 Ene. 1890, pág. 2217. Un estudio interesante de esta cuestión puede verse
en la tesis doctoral de Pilar Vázquez “El concepto de España y los españoles en la literatura portuguesa”.
38
El movimiento iberista
Ilustración 3: Mapa de Portugal.
IV. La dispersión de la idea iberista
La situación descrita en el capítulo anterior, podríamos decir que se mantiene a lo largo del primer decenio del s. XX. Los planteamientos iberistas, en sus
opciones dinástica o federalista, prosiguen hasta 1910. Esta fecha, a mi modo de
ver, tiene una importancia esencial. No sólo porque suponga el fin de la monarquía portuguesa, sino porque plantea la problemática iberista desde otras coordenadas y perspectivas.
En efecto, la subida al poder de los republicanos portugueses, algunos de ellos
partidarios de la idea iberista, hace que las dos tesis hasta entonces existentes experimenten una dispersión en fórmulas y concepciones nuevas, acerca de la reestructuración global de la Península. Los movimientos regionalistas en España, la introducción de la ideología integrista y reaccionaria y los postulados del internacionalismo obrerista influyen, sin duda, en esta ramificación de los postulados iberistas.
39
Teodoro Martín Martín
Nos encontramos, así, con un amplio y variado abanico de teorías de Unión
Peninsular que se desarrollan, generalmente, a nivel teórico y de programas de
partidos a lo largo del siglo. La Monarquía de Alfonso XIII, la II República y el
Régimen de Franco en España, así como la I República y el Régimen de Salazar
en Portugal conocen del desarrollo de postulados y teorías nuevas, acerca de la
posible colaboración o integración de las dos naciones.
A lo largo de las próximas páginas vamos a ir esbozando las principales líneas
maestras que, en torno a la cuestión ibérica, postulan las diversas fuerzas sociales
o políticas del amplio espectro peninsular. Todas ellas las clasificaremos según su
forma de entender y plantear el tema de que nos ocupamos.
IV.I. La tesis funcionista
Esta postura que propone la pura y simple conquista de Portugal por España
no es nueva en el tiempo. Tenía ya antecedentes en Pío Gullón y su obra: “La
Fusión Ibérica”, Madrid. 1861. Postulaba este la anexión pura y simple, por medio de las armas si fuera necesario.
A fines del XIX y primeros del XX se desarrolla esta corriente que se basa en
un hecho, cual es el antiiberismo de los portugueses. Parten los defensores de
esta postura de una hipótesis y es que ni el pueblo español ni el portugués es
iberista.
“El Iberismo es un producto de laboratorio cocido en el horno progresista y recalentado por unos cuantos señores catedráticos dados a cultivar
la política recreativa. En Portugal ni aún en casa de los corresponsales de
dichos señores se puede introducir el producto si no es clandestinamente.
Si el público se entera protesta, y córrese el riesgo de que patriotas lastimados en la cuerda más sensible vayan a dejar coronas al pie del obelisco
de los Restauradores. Tal ocurrió el 91, cuando Labra, Salmerón y otros
ofrecieron a los portugueses afligidos por la agresión inglesa, los brazos
amorosos de una república ibérica non nata. Portugal replicó unánimemente que prefería las garras del leopardo británico” 41.
Ante esta actitud, dicen los partidarios de la tesis anexionista, el problema de
Portugal debe comprenderse en función de los intereses de España y su defensa
nacional. Por ello la unión de la Península no debe esperarse de un convenci41
J. González de Reparaz en “Diario de Barcelona” 28 Ene. 1908. Recogido por J. Cases Carbó: “El
Problema Peninsular”, Barcelona 1933. Pág. 601 y ss.
40
El movimiento iberista
miento de su utilidad por parte del pueblo portugués, según ellos antiiberista,
sino por una necesidad por parte de España para defender sus intereses y mantener su seguridad internacional. Hecho éste que está amenazado por la presencia
británica en Portugal.
Entre los partidarios de la conquista y fusión de España con Portugal podrían
citarse, a lo largo de un amplio período de tiempo, las siguientes figuras y obras,
en las cuales explicitan sus tesis:
• Modesto Navarro (Coronel): “Estudio sobre el frente estratégico hispano-portugués”. Artículo en “Revista Técnica de Infantería y Caballería”. Año 1, 2ª
época. Tomo II, nº 1 Julio 1901.
• Manuel Castaños y Montejano (Comandante): “Estudio geoestratégico de
Portugal en el supuesto de una agresión por la costa”. Toledo 1890.
• Francisco Roldán y Vizcaíno (General): “Estudio estratégico de la Península
Ibérica desde el punto de vista del Ingeniero”. Madrid 1905. 2ª edición.
• Vicente Gay (Catedrático): “El imperialismo y la guerra europea. Los principios nacionalistas y el iberismo”. Ed. por F. Beltrán. Madrid 1915.
Estas cuatro obras, junto a otras que también podrían citarse, me parecen
representativas de la forma de entender el problema peninsular por parte de un
sector determinado de la sociedad española. Para ellos el problema portugués era
una cuestión a debatir en función de los intereses de la política exterior y defensiva de España.
IV.II. La tesis de Unión Dinástica
Esta se nos presenta como una continuación pura y simple de la mantenida
por los liberales y progresistas del siglo anterior. Pretendía la unión de ambos
estados en uno solo, a través de un monarca que respetara la autonomía de cada
nación. Esta postura fue fomentada directa o indirectamente por Alfonso XIII a
partir de 1910. Sus planteamientos estaban prefigurados a largo plazo, siendo la
postura inicial el fomento del acercamiento de ambos pueblos y el apoyo y sostén
de los monárquicos lusitanos.
Me parecen prototipos de esta corriente iberista las siguientes obras y autores:
• J. Nido y Segalerva: “La Unión Ibérica. Estudio crítico e histórico de este problema”. Madrid 1914.
41
Teodoro Martín Martín
• Eloy Bullón y Fernández: “Las relaciones de España con Portugal. Enseñanzas
del pasado y orientaciones para el porvenir”. Conferencia pronunciada el 21
de Febrero de 1916, en la Academia de Jurisprudencia y Legislación. Madrid
1916. En esta obra dice entre otras cosas:
“Para mí la política que debe seguirse en nuestras relaciones con
Portugal no está en proyectos más o menos fantásticos de unión política,
sino en que, sin merma alguna de la soberanía de Portugal como nación
independiente, se llegue por medio de convenios a establecer entre ambos
pueblos una estrecha inteligencia política y cooperación económica basados en un íntimo contacto intelectual y en una recíproca cordialidad.
Celebro coincidir en esto con una ilustre personalidad, que recientemente ha dirigido con gran acierto las relaciones internacionales de
España desde el Ministerio de Estado. Lo que debe existir entre Portugal
y España –ha dicho el Marqués de Lerma- es el perfecto convencimiento
de que cuanto más estrecha sea relación de ambos países, sin menoscabo
de la independencia y soberanía de cada uno, tantos mayores beneficios y
tanta mayor fuerza se derivarían para las dos naciones ibéricas” 42.
• Félix de Llanos y Torriglia: “Mirando a Portugal. El interés de España”.
Madrid 1917. En ella dice el autor entre otras cosas:
“Yo sigo creyendo que –salvo las grietas acaso insalvables para siempre, que el terremoto actual obra entre una y otra región de la península- todo el problema de la reconciliación ibérica estriba en la necesidad
de la recíproca estimación; del convencimiento mutuo de las ventajas de
formar una sola unidad en la relación con el mundo, respetadas las interiores autonomías. El ensayo bien valdría la pena”. (Pág. 100).
Esta tesis dinástica, más pragmática y realista que otras que se elaboran a lo largo de la mencionada centuria, creo que está representada fielmente por las obras
antes citadas. Preocupó grandemente a los portugueses, prueba de ello es que en
1915 con motivo de la reunión en Madrid el 2 de Marzo de la Junta de Defensa
Nacional, el cierre del Parlamento español y la publicación del libro: “La Unión
Ibérica”, se inicia una campaña de prensa en Portugal frente al llamado peligro
español. La inicia el 3 de Marzo del mismo año el periódico “O Dia”, diario liberal, y le siguió el periódico tradicionalista “A Naçāo”. Para entender el clímax de
la época no hay que olvidar que a lo largo de estos años se desarrollaba la primera
42
Eloy Bullón y Fernández: “Las relaciones de España con Portugal”. Madrid 1916. Págs. 17 y 18.
42
El movimiento iberista
guerra mundial y que Inglaterra, participante en ella, no podía auxiliar a los portugueses caso de que España les invadiera.
IV.III. El integralismo lusitano y el grupo de Acción Española
A lo largo del segundo decenio de la centuria y en años posteriores se desarrolla
en España y Portugal una corriente de pensamiento y acción de gran trascendencia teórica y práctica para ambos países. Se trata del integralismo luso y el ultraconservadorismo español, tremendamente influenciados por Maurras y la escuela
de la Acción Francesa, propulsores de la teoría del “nacionalismo integral”.
Los representantes lusitanos de esta escuela salieron de las aulas de la Universidad
de Coimbra en 1910. Su principal teórico fue Antonio Sardinha. Logró persuadir a los intelectuales portugueses de su generación que la mayor necesidad de
Portugal es “reaportuguesarse”. Escribió “La Alianza Peninsular” en la que propone la “rehispanización” de los pueblos peninsulares. La palabra iberismo le inspira
repulsión, porque, dice, es caótica y confusa, es de factura masónica y revolucionaria. Frente a ella propone el dualismo peninsular que es un hecho legítimo
y naturalísimo, dice. La unidad hispánica, señala, exige que los dos pueblos se
mantengan libres en su gobierno interno, aunque unidos militar y diplomáticamente para la defensa común. Su meta es la “amistad medieval, que él ve posible
hoy día, a fin de defender el mundo occidental de sus enemigos”.
A. Sardinha, junto con otros integrantes de la escuela integralista portuguesa
como Hipólito Raposo, Luis de Freitas Branco, José Pequito Rebelo, Rui Enes
Ulrich, A. Xavier Cordeiro, Vasco de Carvalho y Luis de Almeida Braga, escribió
en 1916 la obra “A Questāo Ibérica”. En la que plasmaba su tesis sobre el iberismo
y su alternativa de “amistad ibérica”.
Las tesis del integralismo de Sardinha no sólo fueron una alternativa al iberismo de otros grupos, sino que se planteó como una forma de entender la organización interna del mismo Portugal. No es una novedad el hecho de ser este grupo
el inspirador teórico del régimen corporativista existente en Portugal hasta 1974.
En 1937 una nueva obra de José Pequito Rebelo, capitán de aviación, titulada
“España y Portugal. Unidad y dualismo peninsular”, viene a reincidir en las tesis
antes apuntadas, en medio de la guerra civil española.
De parte española los representantes de la escuela integralista francesa se agruparían en “Acción Española”. Este lo integraban entre otros, Ramiro de Maeztu,
43
Teodoro Martín Martín
J.A. Primo de Rivera, el Marqués de Quintanar y otros43. Sus críticas al iberismo
tradicional son patentes. Le acusan de revolucionario y masónico, e incluso contrario a la amistad entre ambas naciones. Dice de él el Marqués de Quintanar:
“La reacción (frente al movimiento iberista) no se hizo esperar contra
este acento revolucionario, que hizo a Borbones y Braganzas ponerse en
guardia y a los conservadores de ambos países esgrimir el iberismo como
un arma contra sus contrarios políticos. Y así nació en Portugal el “odio
a Castilla”, tan absurdo como intenso, fomentado en la fácil masa popular con habilidades de encrucijada, y que llegó a su paroxismo en la
muerte de Don Pedro V, cuya muerte –que el pueblo supuso había sido
por envenenamiento en el almuerzo de Santarem- fue atribuida a los
traidores que vendían a España su propia patria… Fue la locura, se
pedía la cabeza de Loulé, de Salamanca y de sus cómplices, y el odio,
el terrible odio al español, echó entonces unas raíces tan profundas, que
Dios sabe con cuánta fe y con cuánta constancia las tendremos que extirpar” 44.
Por ello, frente al iberismo, separador de ambos estados peninsulares, defiende
el integralismo. Esta es
“una ideología moderna, aunque vaya a sacar de la tradición los
principios de que se nutre. No está atado por una obsesionante idea dinástica y tiene el espíritu y el cerebro amablemente agresivos. Como el
grupo gemelo que parece desarrollarse en Italia, fue sin duda inspirado y
se desenvolvió con la mirada fija en “L´Actión Française”, cuyo paladín
es Charles Maurrās” 45.
El grupo de Acción española, sostiene por tanto, las tesis del dualismo y la
amistad peninsular. Se debe buscar una política de fraternidad, alianza y entendimiento bilateral, pero ahí parará todo. La Historia y las tradiciones han hecho de
43
Una relación más amplia de este grupo puede verse en A. Sardinha: “A lareira de Castela”. Ed. Gama.
Lisboa 1943.
44
Marqués de Quintanar: “Portugal y el hispanismo”. Madrid 1920. Pág. 11 y 12. También es de interés, del mismo autor, su libro de notas de viaje titulado “Por tierras de Portugal”. Madrid 1930. Sobre este
grupo es interesante el libro de Raúl Morado: “Acción española. Orígenes ideológicos del franquismo”. Tucar
Ediciones. Madrid 1980. Existe nueva reedición en Alianza. Madrid 1985.
45
Marqués de Quintanar: “Portugal y el Hispanismo”. Pág. 24. Un estudio interesante de carácter comparativo entre los dos líderes del integralismo peninsular puede verse en el artículo del Marqués de Quintanar
“Maeztu y Sardinha” Índice de Artes y Letras nº 62. 4 hojas.
44
El movimiento iberista
cada Estado algo con una personalidad diferenciada, que no puede abolir el ideal
iberista. De ahí que se opongan al mismo por cuanto va contra la Historia y las
peculiaridades características de cada pueblo.
Las tesis del ultraconservadorismo español son más tardías que las del integralismo lusitano, aparecen en los años veinte y treinta de la mano de los ideólogos
y políticos antes citados. Ellos son los que inspiran en parte la política ibérica del
régimen de Franco a partir de la guerra civil. En este sentido se pueden interpretar el Tratado de Amistad y no agresión conocido también como Pacto Ibérico
(1939, renovado en 1948), y el Bloque Peninsular (Sevilla-Lisboa 1942). Estos
serían los resultados prácticos a que, como máximo, podrían llegar las tesis del
dualismo peninsular 46.
IV.IV. El caso específico de Juan Vázquez de Mella
Surgido de las filas del tradicionalismo histórico español, la figura de Vázquez
de Mella adquiere una relevancia especial en el tema de que nos ocupamos. Sus
presupuestos, de origen carlista, configuran una imagen nueva en la concepción
de la cuestión peninsular. Su pensamiento lo desarrolló en una conferencia pronunciada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 31 de Mayo de 1915. Llevaba
aquella por título “El ideal de España. Los tres dogmas nacionales”. En ella señalaba
que los tres objetivos de nuestra política internacional son: el dominio del estrecho, la federación con Portugal y la confederación tácita con los estados americanos. Pero estos objetivos, dice, han sido impedidos histórica y actualmente por
un único enemigo: Inglaterra. Y sigue diciendo:
“¿En qué forma y de qué manera? (Se ha de producir la Unión con
Portugal). La conquista jamás. La absorción nunca: la federación…
Sería necesario un órgano, y ese órgano sería una federación, o bien
en forma de monarquía dual o bien en forma de Imperio, con una
Monarquía en lo internacional subordinada. Se dice; ¿es que entonces
estableceríamos una dominación indirecta sobre Portugal? No; estableceríamos una federación. ¿Cómo? Apoyándonos sobre un partido español. Existe en Portugal una parte de la clase media que no responde a
la pureza de la raza portuguesa, porque la raza portuguesa, en la mayor
parte de su aristocracia y en el pueblo bajo, se conserva pura; pero por
una influencia detestable de las colonias sobre la metrópoli, no sucede así
46
Para un análisis de la vida y gobierno de Salazar en Portugal del siglo XX, véase la obra de Hugh Kay:
“Salazar and Modern Portugal”. Eyre and Spottswoode. Londres 1970.
45
Teodoro Martín Martín
en parte de la clase media, que es la que produce esas revoluciones cinematográficas que tienen algo de motines zoológicos” 47.
Y más adelante prosigue diciendo
“Étnica, geográfica e históricamente Portugal es un miembro de la
nacionalidad española. Aún separados el estado español y el lusitano, la
historia interna y externa de los dos pueblos, en lo que no es obra accidental de influencia extraña, resulta paralela y homogénea. La separación de Portugal ha sido realizada y sostenida por la acción de Inglaterra
en el siglo XIV, y en el XVII, y continuada en las revoluciones del XIX y
XX. Portugal, bajo la tutela de Inglaterra, es una frontera interior británica en la Península. Portugal tiene derecho a su completa independencia; pero España, en virtud de la autonomía y de la unidad geográfica,
posee la imprescriptible prerrogativa de exigir que haya en la península
una sola política internacional y no dos, antagónicas y opuestas, fundadas sobre la separación y la mutilación” 48.
Las directrices y pautas de Vázquez de Mella de alguna manera son peculiares
de él y su grupo tradicionalista. Tienen algunos puntos concordantes con los postulados de otras tesis peninsulares, pero en sí plantean el problema ibérico desde
una atalaya diferenciada, razón por la cual la hemos deslindado de las otras.
IV.V. La visión del problema iberista por parte del catalanismo
Con la aparición y desarrollo de los movimientos regionalistas surgió una nueva forma de entender la problemática peninsular. Sobre todo con el catalanismo,
que fue el que mostró a lo largo del siglo XX una mayor consistencia ideológica y
social. Veremos a continuación como enfocan el tema iberista algunos de los más
expresivos representantes de la lucha catalana contra el centralismo de Madrid.
Prat de la Riba propugna en 1906, al publicar su “La Nacionalitat Catalana”, la
constitución de un Imperio Ibérico que fuera desde Lisboa al Ródano, siguiendo
la tesis de que toda esa zona constituyó en tiempos históricos un mismo territorio.
Pero después en 1916, en un manifiesto de los diputados y senadores de la LLiga
47
Juan Vázquez de Mella: “El ideal de España”. Madrid 1915. Pág. 64 y 65.
48
Juan Vázquez de Mella: Ob. Cit. Pág. 87.
46
El movimiento iberista
Regionalista, propone un iberismo sólo peninsular o hispánico que fuera de Lisboa
a Barcelona pasando por Madrid49. En este mismo año decía textualmente:
“La unión entre España y Portugal, a través de la reconstrucción
federal de la península, tendría la ventaja de dar a ambos pueblos un
ideal… (Ella) sería el primer paso de una expansión hacia América
Latina… Así se ayudaría a estos pueblos a salvarse del peligro de absorción por el imperialismo norteamericano 50.
Otro destacado iberista es Ignacio de la Ribera y Rovira, autor de la obra
“Iberisme” publicada por la Biblioteca Popular de L´Avenç, en Barcelona en
1907. A él también se debe el estudio “O Génio Peninsular” publicado en Oporto
en 1914. En él se muestra como el más entusiasta de los iberistas surgidos en
Cataluña, y expresa cuáles son, a su modo de ver, los caracteres de los distintos
pueblos peninsulares.
En 1908 vio la luz un nuevo estudio bajo el título de “Catalunha e as nacionalidades ibéricas”. En él se analizan cada uno de los diversos movimientos nacionalistas existentes en la Península en su enfrentamiento contra el Gobierno Central
de Madrid. Su autor era Julio Navarro y Monzó.
El Conde de la Penella en su trabajo “Inglaterra y las naciones ibéricas” Barcelona,
1916, llega a proponer como solución una confederación ibérica sobre la base de
cuatro estados independientes: El castellano, el vasco, el portugués y el catalán.
Estas y otras tesis más o menos radicalizadas, son una constante en los escritos
y programas de los políticos catalanistas de principios del XX. En 1924 escribía
Cases-Carbó:
“La solución (al problema peninsular) puede venir de la Cataluña
moderna que representa un ideal político de variedad dentro de la unidad. Una de las misiones políticas de Cataluña, la más grande quizás es
preparar a España para su unión con Portugal. Y esta preparación debe
consistir simplemente en una reconstrucción del Estado español, en el
sentido del reconocimiento de las diversas personalidades nacionales que
él contiene. El día, no lejano, en que la fuerza expansiva de Cataluña,
con su nueva fórmula de asociación libre de pueblos, haya contrarrestado
completamente el viejo espíritu castellano, que pugna aún, teniendo por
49
J. Cases-Carbó: Ob. Cit. Pág. 366 y siguientes.
50
J. Solé-Tura: “Catalanismo y Revolución burguesa”. Edicusa. Madrid 1974. Pág. 204.
47
Teodoro Martín Martín
bandera la fórmula de supeditación, el problema ibérico se resuelve por
sí solo” 51.
Cases-Carbó propugnaba un solo estado confederal ibérico.
La figura de Cambó también se muestra sensible al tema. En 1930 y en su
Obra “Por la Concordia”, se expresaba así:
“El ideal, el único ideal que puede servir para forjar una gran
España, es el ideal ibérico, y el ideal ibérico, no puede siquiera mencionarse, mientras España, con relación a Cataluña, mantenga una política de coacción asimilista. Solamente con la garantía de una organización federativa, podría Portugal sentirse tentada a ingresar en una gran
comunidad de pueblos peninsulares” 52.
Pero no son sólo declaraciones o programas iberistas los que desarrollan los
diferentes sectores del movimiento autonomista catalán. El 14 de Abril de 1931
Francisco Maciá se expresaba claramente desde el palacio de la Generalidad,
cuando decía:
“En nombre del pueblo de Cataluña proclamo el Estado catalán,
que con toda cordialidad procuraremos integrar a la Federación de
Repúblicas Ibéricas”.
Bien es cierto que no tuvo confirmación lo anterior, al llegar a Barcelona
miembros del Gobierno Provisional de la República y acordar una fórmula de
transacción, pero es expresiva de los anhelos que guiaban a los hombres de la
Esquerra de Cataluña.
Las anteriores muestras me parecen suficientemente representativas de aquella
visión que del tema ibérico mantenían las fuerzas más significativas de la periferia
peninsular, en este caso los diversos sectores burgueses de Cataluña. Para ellos la
solución al problema de las regiones estaba en una solución federal o confederal,
que a la postre serviría para realizar la Unidad Ibérica. En este aspecto la influencia del federalismo peninsular del pasado siglo es evidente.
51
J. Cases Carbó: Ob. Cit. Pág. 9.
52
J. Cases-Carbó: Ob. Cit. Pág. 383-384. Recogido de la Obra de F. Cambó “Por la Concordia” Barcelona,
1930. Pág. 196 y ss.
48
El movimiento iberista
IV.VI. Republicanos, socialistas y anarquistas ante el movimiento iberista
No pretendo aquí hacer un análisis pormenorizado acerca de la actitud de estos grupos ante el problema que nos ocupa. Ni siquiera pretendo hacer un esbozo
del mismo. Esta es una labor que estoy iniciando y que en estos momentos tengo
escasamente definida. De lo que no me cabe duda es que la izquierda española,
desde republicanos hasta anarquistas, pasando por los socialistas, de alguna manera contemplan el tema peninsular.
Los primeros, como un paso en el logro de una mayor armonía entre los dos
Estados. Sin duda estaban influidos por los Federalistas del siglo anterior y contemplaban la posible unidad peninsular desde una alternativa federalista. Este es
el objetivo que animaba a Lerroux cuando hablaba de abolir la frontera, a Azaña
con su idea de iberismo humanista y pacífico, a Marcelino Domingo y sus sueños de un imperio geográfico que impusiera temor en Europa, o a Unamuno o al
estudiante Sbert por citar otros ejemplos.
Por el contrario el P.S.O.E.-U.G.T. y la C.N.T.-F.A.I. entendían la temática
ibérica desde la perspectiva del internacionalismo obrerista, según el cual podría
llegarse algún día a una República ibérica de Trabajadores, en la cual hubiera desaparecido la explotación del hombre en el campo o en la ciudad. Que yo sepa no
existió un proyecto concreto de enfoque de la cuestión peninsular por parte de
las organizaciones obreras.
Dicho esto me ratifico en mi postulado anterior acerca de la concepción iberista de estos grupos aquí señalados. Hubo una forma de concebir y entender
el problema de Portugal en su relación con España, pero él se hizo desde unas
posiciones excesivamente generales y globales. Faltaron aquellas declaraciones,
programas y razonamientos de tipo concreto e inmediato, que dieron luz a su
concepción del problema peninsular. No obstante, esto lo apunto con todo tipo
de reservas, en espera de que la investigación que prosigo en esta línea me proporcione más claridad.
Con estas líneas ponemos punto final a las consideraciones y alternativas que
surgen en el siglo XX acerca del tema iberista. A lo largo de la centuria los modelos y fórmulas de concepción de la problemática se multiplican en función de
las diversas teorías e intereses de cada grupo político o clase social. Pero todos
mantienen la preocupación por una cuestión aún hoy día pendiente, la de una
península en la que existen dos pueblos que se ignoran, que es lo peor que puede
pasar a dos naciones vecinas.
49
Teodoro Martín Martín
Ilustración 4: Manifiesto de la Liga Iberista Portuguesa.
V. A modo de conclusión provisional
No se puede hablar de concluir o dar por finalizado algo que no ha tenido su
desarrollo lógico y normal. Por ello la razón de ser de este apartado es más de
análisis de perspectiva que de cierre de algo colmatado o ya hecho.
El ideal ibérico, lo hemos visto en páginas anteriores, se muestra a lo largo del
tiempo histórico a nivel latente o consciente, en función de las expectativas y
posibilidades que se presentan en cada momento. No podemos decir que el período: 1926-1974 en Portugal, y la etapa 1936-1975 en España hayan sido de lo
más esclarecedoras al respecto. Pero ¿quién puede asegurar que a partir del decenio de los años setenta y cara al año dos mil, no se plantea el problema peninsular
de otra forma? Hechos indicadores de que ello es posible existen. La mayor parte
de las fuerzas sociales y políticas de España y Portugal ven su futuro en el nuevo
horizonte de Europa. Por otro lado, la opción ultramarina lusitana ha desaparecido con la independencia de las colonias africanas.
Todo lo expuesto habla de “una nueva frontera” en la política exterior lusitana,
que ha de mirar a Europa y para ello tiene que pensar, por necesidad, en España.
Este y otros planteamientos parece que han iluminado, muy acertadamente, a
50
El movimiento iberista
ese pionero y desinteresado grupo que se agrupó bajo la Liga Iberista Portuguesa
(L.I.P.) en Lisboa y otras ciudades del vecino país. Su constitución es reciente,
Abril 1976, pero su “Manifesto ao País”, los estatutos de la misma y el boletín
informativo “Iberismo hoje”, nos hablan de la búsqueda de unos planteamientos
teóricos y prácticos que a la larga, personalmente soy optimista, han de ofrecer
resultados más que positivos.
En España la cuestión se plantea a un nivel más rudimentario, quizás porque
los momentos que vivimos exigen del encauzamiento de las energías personales y
colectivas hacia el logro de la normalidad democrática. Pero se observa la existencia de una progresiva sensibilización hacia estas cuestiones. La prensa periódica,
de vez en cuando, en forma de crónicas o de artículos de colaboradores, plantea a
nivel de divulgación la problemática peninsular y lo a ella referida. Sea un ejemplo “El Noticiero Universal” de Barcelona o el diario en catalán “Avui”, también
de la ciudad condal; en éste las colaboraciones de Felix Cucurull en torno al tema
me parecen del mayor interés. Otros ejemplos de la prensa de Madrid o de provincias podrían dar testimonio de este proceso de divulgación y concienciación
iberista53.
El problema de la diversidad regional española es otra cuestión hoy día planteada
y que pudiera de alguna manera solucionarse bajo la perspectiva de una integración
peninsular. La solución (?) no es nada fácil, sobre todo visto desde la perspectiva
histórica de una dialéctica centro-periferia enormemente cargada de fuerza. Pero la
alternativa que se ha dado a las reivindicaciones catalana, vasca y gallega, podrían
tener un mejor planteamiento desde la óptica iberista, no sólo a nivel táctico sino a
nivel de justicia y de satisfacción de aquellas aspiraciones legítimas.
Por todo lo aquí expuesto, y con ello concluyo, creo que el problema peninsular será un tema novedoso en la perspectiva de los próximos años. Y lo será porque las necesidades reales y auténticas de españoles y portugueses pasan, necesariamente, por un acercamiento y colaboración, etapa previa de una más profunda
y leal convivencia en una posible y deseable estructura común. Con la esperanza
en ella he confeccionado estas páginas que no tienen otro fin que la progresiva y
paulatina comprensión de los pueblos peninsulares.
53
El matutino barcelonés “La Vanguardia” publicaba un artículo de Pablo Martí Zaro sobre este mismo
asunto. El aludido trabajo llevaba fecha de 18 de Enero de 1977, y aludía a la constitución de la L.I.P. en
Lisboa.
51
Teodoro Martín Martín
Ilustración 5: Estatutos de la Liga Iberista Portuguesa.
VI. Fuentes y Bibliografía
VI.I. Fuentes documentales
• Actas de las Sesiones secretas de las Cortes Generales de Cádiz. 1810-1814.
• Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de 1810-13, 1836-37,
1854-56 y 1869-71.
• Diario de Sesiones de las Cortes de 1820-1823.
• Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. 1841, 1876-77, 1883-85
y 1889-90.
• Diario de Sesiones del Senado 1893-1894.
• Periódicos diversos de Madrid, Lisboa y Barcelona como fueron: “La
Iberia” y la “Discusión” de la capital de España, “La Corona de Aragón” y “El
Nacional” de la ciudad condal. “O Peninsular”, “O Progresso”, “A Revoluçāo
de Setembro” de la capital lusitana.
52
El movimiento iberista
• Revistas de ambos países como: La Iberia Militar y la Revista Ibérica de
Ciencia, Política, Literatura, Arte e Instrucción Pública de Madrid y la
Revista Peninsular, de Lisboa, y A Peninsula, de Oporto.
• El Boletim Official do Grande Oriente Lusitano Unido. Publicación mensual que salió en tres épocas diferentes en Lisboa.
VI.II. Bibliografía general y particular
Una amplia y extensa bibliografía puede verse en el Diccionario Bibliográfico
Portugués de Innocêncio Francisco de Silva. Vol. X. Lisboa 1883. Voz Iberia.
Contiene una relación exhaustiva acerca de las 161 publicaciones que referentes, directa o indirectamente, al tema se publicaron entre 1852 y 1881. Una
más reciente catalogación de las publicaciones portuguesas, españolas y francesas,
aunque no completa, puede verse en la Enciclopedia Luso-Brasileira. Editorial
Verbo. Vol. X. Voz Iberismo. Las que me han sido, de una u otra forma, más útiles para el trabajo realizado, han sido las siguientes.
• Joāo Andrade Corvo: “Perigos”. Lisboa 1870.
• Jerónimo Bécker: “Portugal en el primer tercio del siglo XIX”. Boletín de la
Real Academia de la Historia. Cuaderno V. Noviembre de 1914.
• Eloy Bullón y Fernández: “Las relaciones de España con Portugal. Enseñanzas
del pasado y orientaciones para el porvenir”. Madrid 1916.
• J.M. de Casal Ribeiro: “Cartas sobre a Iberia”. Lisboa 1852.
• Joaquín Cases Carbó: “El problema peninsular (1924-1932)”. Barcelona
1933.
• Antonio Cánovas del Castillo: “El recuerdo”. Madrid 1854.
• Manuel Castaños y Montejano: “Estudio geoestratégico de Portugal en el supuesto de una agresión por la costa”. Toledo 1890.
• “Coleçāo de artigos sobre a Uniāo Ibérica” Contiene 19 artículos van desde
1853 a 1869. Los principales son los siguientes:
- “Federaçāo ibérica ou ideias gerāes sobre o que convem ao futuro da Península
por um portugués”. Porto 1854.
-Sixto Cámara. “A uniāo ibérica”. Lisboa 1859.
53
Teodoro Martín Martín
- J.A.C. de vasconcelhos: “Os portugueses e a Iberia, refutaçāo dos argumentos do partido ibérico”. Elvas 1861.
- “A política de Napoleón III, Inglaterra e a Uniāo Ibérica”. Lisboa 1861.
-L. Pires Monteiro Bandeira: “Duas palavras sobre a uniāo ibérica”. Lisboa
1866.
- “A Revoluçāo de Hespanha e a Iberia por um portugués”. Lisboa 1866.
-A. Ribeiro Gonçalves: “A independencia nacional e a Iberia”. Lisboa
1868.
- J. G. de Barros e Cunha: “Hoje”. Lisboa 1868.
- J. G. de Barros e Cunha: “Pontos Negros”. Lisboa 1868.
- F. Guarddon Gallardo: “Cuestión de Actualidad”. Lisboa 1868.
-Antero de Quental: “Portugal perante a Revoluçāo da Hespanha”. Lisboa
1868.
- T. Van Veerssen: “Dom Luiz, roi d’Espagne et de Portugal”. Paris 1868.
-Eugenio de Castilho: “Pátria contra a Ibéria”. Lisboa 1868.
-Albano Countinho: “Iberismo ou o paiz e a situaçāo deante dos últimos
acontecimentos de Espanha”. Lisboa 1868.
- Costa Gooddophim: “Portugal e Hespanha: duas palabras enérgicas”.
Lisboa 1869.
- J. Dubraz: “A República e a Ibéria”. Palavras Francas. Lisboa 1869.
• Teófilo Braga: “As modernas ideias na literatura portuguesa”. 2 Vols. Porto
1892.
• Teófilo Braga: “Historia das ideias republicanas em Portugal”. Lisboa 1870.
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“Hispania”, XCI Madrid 1963.
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misión en Portugal”. Lisboa 1877.
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• Antonio Ferro: “Prefacio da República Hespanhola”. Lisboa 1933.
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• F. Garrido: “Los estados unidos de Iberia”. Barcelona 1881.
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57
Teodoro Martín Martín
• J. Valera: Artículo “España y Portugal”. Inserto en la obra Historia y Política
(1859-1884). Madrid 1913.
• Rafael Valladares: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”. Madrid
2000.
• Pilar Vázquez Cuesta: “El Concepto de España y los españoles en la literatura
portuguesa”. Tesis doctoral. F. de Filosofía y Letras. Madrid 1961.
• J. Vázquez de Mella: “El ideal de España. Los tres dogmas nacionales”. Madrid
1915.
Ilustración 6: Biblioteca de la Universidad de Salamanca.
58
El movimiento iberista
VII. Apéndices
VII.I. Apéndice nº 1
Proyecto de Sociedad Ibérica
Preámbulo
La sociedad no debería rechazar a ningún partido. La sociedad ibérica ha de
ser como una compañía de un ferrocarril en que se trata de intereses materiales
y no de formas de gobierno, cuyo fin es obtener interés, y cuyo resultado es un
beneficio público que indiscutiblemente llevan a cabo individuos de todas las
opiniones políticas.
La única opinión que la sociedad debería apartar de sí sería la que recomendase
el sistema de la violencia, porque la fusión para que sea realmente provechosa y
sólida, ha de llevarse a efecto por medio del convencimiento general, por medio
de la opinión pública y sólo exclusivamente por ella. Lejos, muy lejos, toda idea
de conquista, de dominación, de coacción, de superioridad. Unión voluntaria,
igualdad, fraternidad, patria colectiva, prosperidad e independencia nacional común, emancipación de toda la influencia extranjera; he aquí los principios de los
que no debemos apartarnos ni un ápice.
Tan convencidos estamos de ellos, que no quisiéramos la fusión por medio de
un convenio entre los gobiernos de Lisboa y Madrid e impuesta a los pueblos:
quisiéramos al contrario, que el movimiento, si alguna vez tuviera que venir, naciera de los pueblos y obligase a los gobiernos.
Esbozo de reglamento de la sociedad “La Iberia”
Todo aquel que se inscriba en esta Sociedad se llamará ibérico, y contribuirá
anualmente por lo menos con un cruzado.
El que reclute nueve ibéricos se llamará decibérico. Este será el encargado de
remitir a quien corresponda el impuesto de suscripción, y la de los nueve ibéricos
que ha presentado.
El que reclute 100 ibéricos o 10 decibéricos se llamará centibérico.
El que reclutase 1000 ibéricos, 100 decibéricos o 10 centibéricos se llamará
milibérico.
59
Teodoro Martín Martín
Cuando una deciberia, por motivo de la muerte de alguno de sus miembros
o por otra razón, quedará incompleta, los individuos que permanecieran serán
agregados a otra conforme lo disponga la dirección de que dependiere.
Habrá en Lisboa una dirección compuesta de diez personas y otra igual en
Madrid. Cada una de éstas nombrará tres individuos de entre sí para formar una
comisión permanente de gobierno, y dirigir todos los negocios de la sociedad en
nombre de la dirección. Esta se reunirá una vez cada mes y tendrá sesión extraordinaria siempre que el presidente de la comisión lo convoque.
La Dirección será de elección anual. Sólo los que tengan el grado de decibéricos para arriba podrán tener voto en las elecciones.
Habrá alternativamente en el mes de Mayo, Junta General en Madrid y en
Lisboa, esto es un año en una de estas dos capitales y en el siguiente año en la
otra, en la cual se tratarán y decidirán las cuestiones relativas a los intereses de la
sociedad.
Como no será fácil que todos los miembros de la Dirección de Lisboa se trasladen a Madrid y viceversa, a fin de celebrar la Junta General Anual, podrá la
dirección nombrar a algunos individuos de entre sí u otros de la sociedad que
tengan residencia habitual o temporal en la capital donde haya de celebrarse la
Junta. Todos, sean el número que sean los que asistan, tendrán igualdad de votos
en las citadas juntas.
En cualquier ciudad o población en que llegara a haber 100 ibéricos se formará
una dirección subalterna, compuesta de tres individuos. Para su elección podrán
votar los que tengan el grado de decibéricos.
Las direcciones de segunda clase no harán más que recoger y remitir los productos de las suscripciones a las direcciones de Madrid y Lisboa. A éstas toca
solamente darles destino. Además de esto las direcciones subalternas para bien de
la sociedad harán todo aquello que las superiores les indicasen.
Los tesoreros de las direcciones no abonarán cambios de moneda por sumas
menores que las del importe de las suscripciones de una centiberia.
Se publicará el día primero de cada mes en Lisboa un periódico titulado “La
Iberia”, y el quince del mismo mes otro en Madrid con el mismo título y dimensiones. Este periódico será enviado a todos los que tengan, por lo menos, el grado
de decibérico.
Apenas salga a la luz el periódico portugués se enviará un ejemplar a Madrid,
donde inmediatamente será traducido, impreso y distribuido y lo mismo se hará
60
El movimiento iberista
en Lisboa con el periódico español. El resultado de esto será que tanto en España
como en Portugal “La Iberia” saldrá a la luz dos veces por mes.
Además de distribuir ejemplares de “La Iberia” a los milibéricos, centibéricos,
y decibéricos de ambos países, se enviarán muchos ejemplares gratis por correo a
las personas que se considere de interés. El objeto del periódico indicado es el de
difundir las ideas de unión que la sociedad tiene por fin propagar.
Además del periódico mencionado, la sociedad imprimirá folletos, memorias y
cualquiera otras publicaciones que considere útiles a los fines de la sociedad.
La bandera ibérica se compondrá de los colores azul, blanco, encarnado y
amarillo, y tendrá en el medio las armas nacionales compuestas por las de ambos
países.
El escudo de armas ibérico deberá contener los de Portugal y España. El escudo y armas ibérico serán el de la Sociedad.
Se hará una cinta con los mismos colores de la bandera, con seis líneas de largo,
otra de doce, otra de veinticuatro y otra de cuarenta y ocho, las cuales usarán en
días de reuniones ibéricas, o siempre que quieran los ibéricos, decibéricos, centibéricos y milibéricos, llevándolo en el sombrero, ojal de la casaca, en el cuello o
en cualquier otra parte.
Si las señoras ibéricas, por motivo de moda, quisieran llevar alguna vez fajas
largas ibéricas, podrán usarlas según modelos especiales.
Los individuos que se suscriban con 10 hasta 100 cruzados nuevos anuales
tendrán el grado de decibéricos, aunque no hayan presentado ningún ibérico en
la sociedad.
El que se suscribiese con 100 a 1000 cruzados tendrá el grado de centibérico.
El que se suscribiese con 1000 o más cruzados tendrá el grado de milibérico.
Estos puestos se perderán cuando se dejen de pagar las cuotas anuales respectivas.
Todo milibérico tendrá derecho a asistir a las Juntas de direcciones subalternas
y superiores, aunque no sea miembro de las mismas por elección especial, y votará con los demás individuos de ella.
Cuando las direcciones, después de haber sufragado los gastos del periódico y
memorias, tuviesen fondos de sobra, los aplicarán de la manera más conveniente
a los intereses de la sociedad. Tal sería por ejemplo, conceder dotes de 1000 a
2000 cruzados a las mujeres portuguesas que se casasen con españoles o a espa-
61
Teodoro Martín Martín
ñolas que se casasen con portugueses; promover el cambio de oficiales del ejército
portugués por otros de la misma clase del ejército español, etc.
Al final de cada año se publicará un resumen de gastos generales detallado de
ingresos y gastos de la sociedad para satisfacción de todos los suscriptores y se distribuirá a todos los milibéricos, centibéricos y decibéricos. Los nombres de estos
socios se insertarán en el acta.
En esta sociedad serán iguales en derechos y prerrogativas las señoras y los
hombres54.
VII.II. Apéndice nº 2
Estatutos de la liga hispano-portuguesa
Título I: Del objeto, formación y medios de la sociedad.
Art. 1º. La Liga hispano-portuguesa tiene por objeto hermanar los intereses de
España y Portugal y facilitar todos los medios legítimos que tiendan a
conseguir la unión de ambos países.
Art. 2º. La Liga hispano-lusitana es una formación peninsular compuesta de
un número ilimitado de miembros para propagar el pensamiento de la
Unión Ibérica y gestionar cerca de los poderes públicos los medios de
realizarla.
Art. 3º. Los principales medios adoptados por la Liga para cumplir sus propósitos son:
1) Difundir por la imprenta la utilidad de la Unión Ibérica.
2) Indagar los medios más propios para fomentar las relaciones interiores de
la península.
3) Gestionar cerca de los poderes públicos a fin de remover todas las trabas
que contrarían el desarrollo de aquellas relaciones, activando desde luego:
la unión postal y telegráfica, la unión escolar y universitaria, la libre y expédita comunicación internacional, la construcción de vías de comunicación
de ambos países bajo un sistema general y común, extensión del derecho
de propiedad literaria e industrial, la unión aduanera, la alianza ofensiva y
54
A Ibéria: Memoria… Lisboa 1853. Págs. 54 a 55 y 103 a 106.
62
El movimiento iberista
defensiva, la asimilación administrativa y legislativa, la asimilación de los
derechos individuales.
4)Proteger la publicación de documentos históricos o de cualquier otra clase
de conocimientos útiles siempre que lo conceptúe necesario la liga.
5)Premiar a los autores de estos trabajos cuando los creyese dignos.
6)Socorrer con la enseñanza a los portugueses residentes en España que lo solicitasen.
7)Excitar a la Prensa, a las Juntas de Agricultura y de comercio, a las sociedades de amigos del país, a todas las corporaciones y personas que pueden
ilustrar las cuestiones de interés para la Liga, a la dilucidación de estas cuestiones.
8)Contestar a las interrogaciones que se les hagan por el Gobierno, corporaciones o particulares en los objetos de su instituto.
Título II: De la Organización
Art. 1º. P
ara llevar a cabo la organización de la Liga se establecen dos centros
directivos, uno en Lisboa y otro en Madrid, que se denominarán Juntas
Centrales directivas y estarán en comunicación entre sí.
Art. 2º. En correspondencia con éstos se crea una Junta Auxiliar en cada provincia, que procurará extender su influencia orgánica en los partidos judiciales, dependiendo inmediatamente los portugueses y españoles de su
central respectiva, sin perjuicio de las mutuas relaciones que todas pueden sostener.
Título III: De la Dirección
Art. 1º. La dirección gubernativa y económica de la Liga estará a cargo de la
Junta Central directiva, que se dividirá y se subdividirá en las siguientes
secciones y comisiones:
1)Sección de Propaganda
2)Sección de relaciones sociales (Comisión postal y telegráfica y comisión de
obras públicas).
3)Sección de relaciones intelectuales (Comisión científica literaria y artística).
63
Teodoro Martín Martín
4)Sección de relaciones comerciales e industriales (Comisión de navegación,
aduanas, de exposiciones industriales peninsulares, de informaciones comerciales).
5)Sección legislativa y administrativa.
Art. 2º. La Junta Central directiva nombrará además las comisiones permanentes
o temporales, ordinarias o extraordinarias que tuviera por convenientes.
Título IV: De las Sesiones.
Art. 1º. La Liga tratará de celebrar cada dos años un congreso de españoles y portugueses en Lisboa o Madrid alternativamente, que será convocado con
tres meses de anticipación para ocuparse de la dilucidación de cuestiones
que afecten al objeto de la sociedad.
Art. 2º. Todos los años tendrá lugar una Junta Directiva Ordinaria en Madrid,
que se anunciará con un mes de antelación.
Art. 3º. Las sesiones de la Junta Central se acordarán en el Reglamento interior.
Título V: Deberes y obligaciones recíprocas de la Liga y de sus socios.
Art. 1º. Todo socio estará obligado a pagar una cuota mensual voluntaria, cuyo
mínimum será dos reales de vellón, para la Junta Central directiva, y la
contribución que acuerde la auxiliar de la provincia en que resida para
los gastos de esta.
Art. 2º. Todo socio tendrá derecho a presentar las proposiciones que creyese de
interés para la Liga.
Art. 3º. Cada trimestre se dará cuenta a todos los socios, por conducto de las
Juntas de sus respectivas provincias, de la inversión de los fondos55.
VII.III. Apéndice nº 3
“Si, como antes os he dicho, deseo la Unión aduanera con la América
Española, si yo aspiro a que se declare comercio interior todo el que
aquellas repúblicas hacen con nosotros, ¿qué os diré de Portugal, no ya
nación filial como ellas, sino pedazo de la metrópoli, que la ambición de
55
La Corona de Aragón. Barcelona. 28 Febrero de 1855.
64
El movimiento iberista
los Reyes feudales en el siglo XI, y el despotismo de los reyes absolutos en el
siglo XVII, y la torpeza de los reyes constitucionales en el siglo XIX, empujaron en mal hora a una emancipación que debía tener como natural
salida la servidumbre y la vergüenza de un protectorado? Parece España
un Cristo que va descendiendo lentamente de su cruz, donde la pusieron
pecados y torpezas de nuestros gobernantes, y a la cual la sujetan dos
clavos todavía: la mano izquierda en Gibraltar, los pies en Lisboa. No
son, no, extranjeros para nosotros los portugueses: Portugal es nuestra
patria con igual derecho que Aragón, que Cataluña o que Andalucía;
cuando hace poco tiempo la opinión irritada de nuestros vecinos obligó
al Gobierno de Lisboa a dejar sin efecto el tratado relativo a Lourenço
Marques, sentí la misma alegría que cuando se pactó la Paz del Zanjón,
porque veía salvado aquel rico territorio que Inglaterra había logrado
arrancar por sorpresa a Portugal y que yo consideraba como colonia de mi
patria. ¡Si estoy por decir que los portugueses, a pesar de ellos mismos, y
de todas sus alharacas y protestas, son más españoles que los vascongados,
más aún que los catalanes, y que si ha de haber aduanas entre España
y Portugal, la lógica las pide entre Castilla y Vizcaya, entre Aragón y
Cataluña! (Aplausos). La historia de Portugal es nuestra misma historia: su raza es nuestra misma raza: son gallegos, extremeños, leoneses; su
lengua es nuestra misma lengua: el catalán y el portugués son el Oriente
y el Occidente de nuestra filología lingüística, influida de griegos y de
suevos; sus glorias son nuestras glorias: Alburquerque y Camoens son tan
nuestros como son suyos Hernán Cortés y Cervantes: somos hijos de un
mismo pasado, vivimos de un mismo espíritu, caminamos a un mismo
ideal. En la fortuna como en la desgracia, caminaron siempre juntas
las dos naciones: corrieron en común más de la mitad de su existencia,
hasta el siglo XI. Con su Viriato peleamos contra Roma, y con nuestro
Pelayo combatieron contra el Islam: la sangre de los castellanos corrió a
las puertas de Viseo, y la sangre de los portugueses a las puertas de Tarifa:
al compás de nuestros municipios desarrollaron los suyos y atajaron los
vuelos del feudalismo: su gran legislador Dionis se formó en la escuela de
nuestro Alfonso el Sabio: con ellos fuimos a dominar en Asia, y con nosotros vinieron a colonizar en América: juntos en una misma nave el español Elcano y el portugués Magallanes, dieron por vez primera la vuelta
al mundo, partiendo por ocaso y volviendo por Oriente, bellísimo símbolo de los destinos que nos tiene reservados el porvenir para el día que
otra vez se junten esas dos mitades de nuestra nacionalidad: los vencimos
en Toro y en Alcántara, y nos vencieron en Aljubarrota y Villaviciosa:
juntos caímos bajo el yugo de los Felipes: juntos abrimos de par en par
las puertas de la Península a los vientos del espíritu moderno, ellos con
Pombal, nosotros con Aranda; juntos defendimos la independencia de la
65
Teodoro Martín Martín
península en los llanos de Bailén y en los desfiladeros de Torres Vedras,
y sus huesos se mezclaron con nuestros huesos en Arapiles, como en otro
tiempo en el Salado: juntos alzamos el pendón de la libertad en 1820 y
unánimes proclamamos la Constitución del año 12 en Lisboa y en San
Fernando, y a un mismo tiempo nos declaró la guerra el absolutismo, y
lo vencimos, ellos en D. Miguel, nosotros en D. Carlos; hasta que persistiendo en su ciego amor a la autonomía siquiera nominal e imaginaria, y conculcando con satánico orgullo esa ley de Dios que quiere que
seamos una sola familia y que nos cobijemos bajo una misma bandera,
han venido a ser, en justo castigo el Canadá de Europa, una provincia
autónoma de Inglaterra, y se dirá que Jesús había querido anunciarles
este desenlace con la parábola del Hijo Pródigo, que, por huir la dulce
tiranía del hogar paterno, cayó bajo la dura servidumbre de un porquero. (Grandes aplausos).
Por fortuna el tratado con Inglaterra acerca de la bahía de Lourenço
Marques les ha hecho abrir los ojos, y han principiado a comparar la nobleza y el desinterés de España con la codicia y el egoísmo de Inglaterra.
Hace pocos meses, un diario importante de Oporto decía que la nación
británica es siempre la terrible ave agorera de los destinos lusitanos, que
se acerca a las naciones para hacer presa en ellas cuando una enfermedad
grave las aflige. La docta y sesuda sociedad de Geografía de Lisboa escribía en un informe reciente, aludiendo a Inglaterra, que la solución del
problema colonial obliga a la nación portuguesa a adoptar una actitud
defensiva en vista de los acontecimientos que ha presenciado recientemente, y de las tendencias de absorción que por parte de los extranjeros se
han manifestado con respecto a su territorio. Sus revistas dramáticas no
provocan ya el odio solamente contra nuestro país: envuelven en la misma condenación al Reino Unido. Así, señores, los portugueses, cansados
y desengañados de Inglaterra, no tardarán en volver los ojos a España,
y a pesar los inconvenientes del protectorado inglés y las ventajas de la
Unión Ibérica. No abogan por ella tan sólo partidarios del régimen republicano: hay ya bastantes monárquicos que entrevén solución por aquí
a los más graves problemas de la política lusitana. Hace pocos meses, un
publicista portugués el Doctor Barbosa Leāo, abogaba públicamente en
un folleto por la unión de España y Portugal bajo una cualquiera de
las dos dinastías de Borbón o de Braganza, y casualmente anteayer ha
vuelto a insistir en su doctrina en “O Commercio de Portugal”, entendiendo que semejante confederación haría de nuestra península una de
las primeras naciones del globo y que de ella sacarían los portugueses,
entre otras ventajas, la de asegurar sus posesiones ultramarinas contra la
ambición y la codicia de Inglaterra.
66
El movimiento iberista
Ahora bien: ¿saben los señores proteccionistas, acaparadores de patriotismo con privilegio exclusivo, cuál es el primer paso para esa confederación política, según los iberistas de Portugal y según los librecambistas
españoles? Pues es la unión económica de los dos países, con liga aduanera, unidad de legislación fiscal, comercial y marítima, representación
consular común, libertad de navegación fluvial, y supresión de todas las
aduanas en la raya. Con efecto, el obstáculo más poderoso entre cuantas
se oponen a la unidad ibérica, es el proteccionismo. Así como para soldar los dos extremos de una plancha de metal, principia el estañador por
limpiar de toda suciedad muy cuidadosamente la juntura, para soldar
a Portugal y España, hay que principiar por limpiar la frontera imaginaria que los divide, de esos cuerpos extraños que se llaman aduanas
y carabineros. (Aplausos). Poner aduanas entre España y Francia, entre
España e Inglaterra, es un error económico que cuesta la vida a muchos
españoles, pero poner aduanas entre España y Portugal, es más que eso,
es un error político que cuesta la vida a España misma. Porque mientras
no sea un hecho la unidad ibérica, ni Portugal saldrá de su insignificancia, ni España saldrá de su postración, ni se redimirá de su caída, ni
realizará ninguno de esos grandes ideales que le imponen su situación
en el planeta y su pasado en la historia. ¡Es mucho patriotismo ese de
nuestros proteccionistas, que consiste en obligar a los portugueses a entrar
de contrabando, o facturados como género francés, los tejidos de algodón
de Cataluña, y en buques ingleses el azúcar de Andalucía! Después de
todo, yo no comprendo su ilogismo, al verles contribuir con sus capitales
a la apertura de líneas férreas entre Portugal y España. Destruir aduanas
equivale a construir ferrocarriles, porque tanto lo uno como lo otro dan
por resultado estrechar las distancias que separan a los pueblos. Dentro de
poco se contarán nada menos que seis líneas para acercar a los portugueses
a los españoles y multiplicar sus relaciones mercantiles. Pues bien fundar
el Zollverein ibérico, retirar los carabineros de la raya de Portugal, equivale a construir otros seis ferrocarriles gratuitos que borrarán distancias y
abrirán nuevos mercados a nuestros tejidos, cuya fabricación es casi desconocida en Portugal, así como también a nuestras harinas, arroces, lanas,
ganados, aceites, aguardientes, azúcares y cafés, a cambio de lo cual nos
darán los portugueses los ricos productos de sus vastísimas colonias.
Tan claras son estas verdades, que se imponen aún a los mismos interesados en oscurecerlas o en negarlas. Los ingleses, que naturalmente han
de desear que siga imperando la política de aislamiento y de divorcio
que seguimos con Portugal, nos decían hace tres meses, por órgano del
Times, a propósito de la entrevista de Cáceres, cuán grandes ventajas nos
reportaría la reducción de tarifas en las aduanas de Portugal, mientras
67
Teodoro Martín Martín
no se realice la unidad ibérica. Pero ¡qué digo el Times! El mismo D.
Luis de Portugal, que, a pesar, de ser Rey, se ocupa alguna vez de cosas
útiles al pueblo (aplausos), dijo en Cáceres, en aquella misma ocasión,
que encuentra grande la idea de una federación entre dos países. Sin entrar a discutir el grado de sinceridad que haya en los temores expuestos,
ya me daría yo por muy contento con que se mejorasen y armonizasen
los intereses mercantiles de los dos países, y más aún, como anunciaron
los periódicos franceses, esa unión toma la forma de una liga aduanera
semejante a la alemana. La unidad económica lleva en germen y trae
fatalmente en pos de sí la unidad política. Dadme una liga aduanera,
y antes de medio siglo os devolveré una confederación política: cuarenta
años han bastado para pasar desde Federico List hasta Bismarck, para
convertir el Zollverein en un imperio germánico. Hagámonos cuenta
de que la unión ibérica es como un haz de uniones parciales, la unión
aduanera, la unión marítima y consular, la unión postal y monetaria, la
unión literaria y profesional, la unión colonial, la alianza defensiva, la
alianza ofensiva, etc., procurémoslas una tras otra, y así lentamente, por
asimilaciones parciales y contando con la virtud creadora del tiempo volveremos a la vida esa España de nuestros ensueños que por la fuerza no
lograríamos jamás, a la manera como cede el débil esfuerzo de un niño,
que las va quebrando una a una, el haz de flechas que había resistido los
robustos esfuerzos de un atleta”.
Joaquín Costa56, 1883
VII.IV. Apéndice nº 4
Proyecto de tratado de alianza y de libertad de comercio
Art. 1º. Se establece desde la fecha de ratificación una alianza ofensiva y defensiva y de completa solidaridad en todas las cuestiones internacionales para
con las otras naciones del globo.
Art. 2º. Ninguna de las partes contratantes podrá declarar la guerra o hacer paces
sin el acuerdo común de ambas.
Art. 3º. Todos los conflictos diplomáticos o internacionales serán discutidos por
ambos gobiernos.
56
Joaquín Costa y Martínez: “Estudios jurídico-políticos”. Madrid 1884. Págs. 358-363.
68
El movimiento iberista
Art. 4º. Ambos gobiernos están obligados a comunicarse cualquier asunto o
cuestiones internacionales y no podrá uno de ellos entablar relaciones
internacionales sin previo acuerdo.
Art. 5º. Ninguna de las dos potencias podrá hacer tratados con otras naciones sin
común acuerdo.
Art. 6º. Cuando los gobiernos de las dos naciones confederadas no se pusieran
de acuerdo podrán recurrir al juicio imparcial de otra nación o potencia
aliada.
Art. 7º. Las dos partes se comprometen a defender como propio el territorio de
cualquiera de ellas, tanto en el continente como en ultramar.
Art. 8º. Las dos naciones se complementarán recíprocamente sobre sus armamentos de tierra y mar.
Art. 9º. Quedan libres las dos naciones para gobernarse por las fórmulas constitucionales que mejor les convengan, sin que ninguno se interfiera en las
del otro.
Art. 10º. No podrán tampoco interferirse en las luchas civiles respectivas empleando la fuerza armada, pudiendo sí tratar como pacificadora.
Art. 11º. Ninguna fuerza armada podrá entrar en el territorio de la otra sin ser
reclamado como auxiliar en guerra extraña.
Art. 12º. Acuerdan en la extradición de los criminales, negándose el privilegio de
asilo, a los criminales políticos sólo se les exigirá salir del territorio en el
plazo de treinta días, bajo pena de ser entregados.
Art. 13º. Las dos partes acuerdan la extinción inmediata y completa de todas las
aduanas de los puestos secos de las fronteras, estando libres todos los
géneros y productos.
Art. 14º. Se establecen en las ciudades de Coruña, Lisboa, Cádiz y Barcelona,
comisiones mixtas para las pautas de los derechos de importación y extinción de las aduanas marítimas.
Art. 15º. Los navíos de las dos naciones serán considerados para todos los efectos
como navíos nacionales en la península y provincias coloniales.
Art. 16º. Las dos partes se comprometen a sacar a concurso, o a construir por
cuenta nacional, a comenzar dentro del plazo de dos años, una gran
línea férrea que ligue Lisboa y Madrid, la cual deberá quedar abierta al
tránsito en cuatro años.
69
Teodoro Martín Martín
Art. 17º. Para regular y providenciar sobre el desarrollo de las disposiciones de
este tratado se celebrarán conferencias entre los dos gobiernos en distintas épocas del año.
Art. 18º. Las dos potencias aprovechan para declarar ante el mundo que profesan
y respetan los principios del derecho internacional.
Art. 19º. El presente tratado de alianza y confederación sólo podrá ser anulado,
quedando de nulo efecto en los siguientes casos:
1)Cuando cualquiera de las dos potencias invadiera el territorio de la otra con
fuerzas armadas excedentes de 500 hombres de tropas regulares o irregulares.
2)Seis meses después de que cualquiera de las partes contratantes haya comunicado a la otra solemnemente, por medio de un memorándum o ultimátum explícito, en el que declarase que quiere romper el presente tratado de
alianza y confederación.
Art. 20º. Ninguna de las dos potencias podrá ser obligada a seguir y respetar las
prescripciones del presente tratado cuando pública y solemnemente lo
tenga anulado57.
Ilustración 7: Mapa fisico de la Península Ibérica.
57
F.A. Marques Pereira: “A Confederaçāo ibérica”. Lisboa 1859. Págs. 6 a 12.
70
Catálogo de Monografías
Años 1985-2006: Sin catalogar.
segunda época
Año 2007, nº 1: “Persona y sistema en la teoría de Niklas Luhmann”. Isidro Gómez Romero.
Año 2007, nº 2: “Bartolomé de las Casas y su visión de America”. Mercedes Junquera Gómez.
Año 2008, nº 3: “La deuda del Caudillo con el Duce”. José Miguel Campo Rizo.
Año 2008, nº 4: “Relaciones Humanas”. Gonzalo Algora García.
Año 2008, nº 5: “El pensamiento político de José María Calatrava”. Teodoro Martín Martín.
Año 2008, nº 6: “Las pensiones y su tope”. Agustín Miguélez Posada.
Año 2008, nº 7: “Goya. La Guerra de la Independencia a través de su obra”. María José Calleja Folguera.
Año 2008, nº 8: “Sonidos para el bienestar”. Carmen Díaz Baruque.
Año 2008, nº 9: “La otra escuadra de Franco”. José Miguel Campo Rizo.
Año 2009, nº 10: “El movimiento iberista”. Teodoro Martín Martín.
Colección “Monografías ASPUR” Año 2009 nº 13
Subvencionado por: