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C.F.G.S. Animación de Actividades Físicas y Deportivas
Asignatura: PRIMEROS AUXILIOS
I.E.S. Seritium
Jerez de la Frontera
TEMA 5
HERIDAS Y CONTUSIONES
1. HERIDAS.
1.1. CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN.
1.2. PRIMEROS AUXILIOS ANTE UNA HERIDA SIMPLE O SUPERFICIAL.
1.2.1. Actuación ante erosiones o abrasiones.
1.2.2. Actuación ante ampollas
1.3. PRIMEROS AUXILIOS ANTE HERIDAS GRAVES.
1.4. CASOS ESPECIALES: HERIDAS EN CRÁNEO.
2. CONTUSIONES.
2.1. CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN
2.2. PRIMEROS AUXILIOS.
2.3. SÍNDROME DE APLASTAMIENTO.
En este tema vamos a tratar aquellas lesiones que afectan a la piel; en ellas lo importante
será valorar la gravedad de las lesiones, a fin de poder aplicar los primeros auxilios
oportunos en cada caso.
LA PIEL.
La piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Recubre todo el cuerpo y nos separa del ambiente externo. En personas adultas tiene una extensión superior a los dos
metros cuadrados, con un peso de entre 5 y 7 kilos. Aunque a simple vista parece sin
vida, en la piel de una persona habitan multitud de seres vivos (bacterias y otros microorganismos). Es un órgano tan vital que la pérdida de una superficie elevada de la
misma, por ejemplo debido a quemaduras, puede conducir a la muerte. Técnicamente se
llama tegumento. En ocasiones se utiliza la palabra griega dermis para designar a la totalidad de la piel, sin embargo a nivel anatómico su estructura está formada por tres capas:
- Epidermis: es la capa más superficial de la piel, está en contacto con el exterior
y carece de riego sanguíneo. En su parte más interna se forman diariamente millones de células (muy cerca del aporte nutritivo de la sangre) que poco a poco
van ascendiendo hacia las capas superiores. A medida que se acercan pierden su
núcleo y se cargan de queratina. Al llegar forman una rígida capa córnea que
está continuamente renovándose. Las células más exteriores se van desprendiendo para dejar su lugar a las recién llegadas. La epidermis se sustituye completamente cada dos o tres semanas. A lo largo de la vida nos desprendemos de
aproximadamente 20 kilogramos de células muertas a través de nuestra piel. Es
la capa más delgada, aunque su grosor varía en las distintas partes del cuerpo.
La más delgada es la de los párpados, con apenas 1mm, y la más gruesa suele
ser la de la planta de los pies. Evita que salgan al exterior los fluidos corporales
y que penetren en el cuerpo los fluidos del entorno.
- Dermis: está por debajo de la anterior y está formada por una red de fibras de
proteínas, la mayoría de colágeno, una de las más fuertes que se encuentran en
la naturaleza. Es gruesa y fuerte, pero también flexible, debido a una proteína
llamada elastina. La superficie de la piel está marcada por finos surcos. Con el
paso de los años la dermis se deshidrata, pierde flexibilidad y estos surcos se
acentúan; son las arrugas. En ella se encuentran vasos sanguíneos, vasos linfátiTEMA 5: Heridas y Contusiones. (24/11/13)
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cos, glándulas sudoríparas, glándulas sebáceas, folículos pilosos, músculos de
la raíz del pelo y nervios.
- Hipodermis: Se encuentra entre la dermis y el músculo. Contiene células grasas que sirven de almacén de energía y de capa aislante. Es más gruesa en las
mujeres que en los hombres. Protege los músculos y los nervios y da la forma al
cuerpo. En ella se encuentran también los vasos sanguíneos que nutren toda la
piel.
La función principal de la piel es la de ejercer de barrera protectora impidiendo la entada de gérmenes desde el exterior.
La epidermis es impermeable al agua; pero no a algunas sustancias químicas que la
pueden atravesar para posteriormente ser absorbidas por el organismo. Constituye la
primera barrera inmunológica no sólo a los virus y bacterias, sino también a las toxinas o determinados venenos de animales o plantas. También nos protege de los efectos
nocivos de las radiaciones ultravioletas gracias a la producción de un pigmento de color oscuro que se llama melanina.
No sólo nos protege del medio ambiental, sino que además nos relaciona con el gracias
a diversos tipos de receptores localizados por toda su superficie que son capaces de
percibir sensaciones de tacto, frío, calor, vibración, presión y dolor. Todos estos estímulos ambientales son captados por los receptores cutáneos, los cuales transmiten impulsos nerviosos que llegan al cerebro y nos informan del estado del ambiente que nos rodea. Esta información nos es muy útil a la hora de tomar decisiones tales como apartarnos del fuego o de un objeto punzante.
La piel también juega un papel importante en el control de la temperatura corporal.
Por ejemplo, tras un ejercicio intenso el sudor refrigera la superficie de la piel de forma
que el calor pasa de las regiones más internas del cuerpo al exterior. Las mismas órdenes nerviosas que activan las glándulas sudoríparas de la piel favorecen un aumento
del flujo sanguíneo que se refleja por su enrojecimiento y que favorece la pérdida de calor de la sangre a la atmósfera. También posee mecanismos que evitan la pérdida de calor al disminuir la circulación cutánea volviéndose más pálida. Otros mecanismos para
evitar la pérdida del calor corporal son secundarios en el hombre pero muy importantes
en otros mamíferos que viven en zonas polares. Una gruesa capa de grasa y pelo
abundante son imprescindibles en estos animales para soportar las bajas temperaturas
ambientales.
1. HERIDAS.
1.1. CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN.
Una herida es toda pérdida de continuidad de la piel o de las mucosas que produce la
interrupción en la estructura del tejido y una comunicación entre el interior de la herida
(estéril hasta ese momento) y el exterior.
Aunque las heridas pueden tener inicialmente un aspecto dramático, como por ejemplo
una cara ensangrentada, la mayoría de las veces no ponen en peligro la vida del accidentado. No obstante, la valoración inicial debe dirigirse a descartar cualquier lesión grave, y sólo después, prestaremos atención a la cura de éstas.
Una de las consecuencias más graves de una herida es la pérdida de sangre (hemorragia). Ya hemos visto en el tema anterior las hemorragias externas e internas. En este tema nos vamos a centrar en aquellas heridas menores que no implican una hemorragia
excesiva; pero que no por ello necesitan una menor atención.
Una de las primeras consecuencias de estas heridas menores es el riesgo de infección,
que consiste en la posibilidad de entrada de gérmenes en el foco de la herida, al desaparecer la función de barrera protectora de la piel.
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Pero no sólo se lesiona la piel, en función de cuál sea el agente traumático que provocó
la herida, pueden verse afectados otros tejidos y estructuras como músculos, nervios,
vasos sanguíneos, etc.
En función del agente que origina la herida, podemos distinguir: incisiones, contusiones, laceraciones, abrasiones y punciones.
Desde un punto de vista práctico es más importante clasificarlas según el riesgo de infección. Así podemos distinguir:
- Heridas no infectadas (contaminadas). Aún siendo no infectadas, siempre deberemos considerarlas contaminadas y por tanto, con riesgo de producirse la infección
ante una mala actuación. Debemos considerar que no hay heridas estériles, pues
en la piel intacta existen habitualmente microorganismos. Suelen ser heridas limpias, incisas, de bordes nítidos y simples. Suelen tener afectado únicamente el tejido
subcutáneo, sin llegar a las partes blandas. En general el tiempo transcurrido desde
que se produjo la herida es inferior a seis horas, aunque puede ampliarse a diez si la
herida se localiza en zonas ampliamente vascularizadas (cuello y cara).
- Heridas infectadas. Son aquellas en que se ha producido invasión de tejido por un
elevado número de patógenos. Su riesgo es mayor en heridas muy evolucionadas
(más de 6 horas); heridas simples, complicadas en su evolución; heridas con bordes
irregulares; heridas muy contaminadas y complejas (afectación de vasos, nervios,
músculos, etc.); heridas por arma de fuego o asta de toro; heridas por mordedura;
heridas por picadura de insecto o espina de una planta.
Los factores a tener en cuenta para determinar la gravedad de una herida son: la profundidad de ésta, la extensión, la localización, la suciedad, la presencia de cuerpos
extraños y los signos evidentes de infección (calor, enrojecimiento, dolor, inflamación,
pus)
Los síntomas de una herida son muy variables y estarán directamente relacionados con
su localización, complejidad, afectación de estructuras profundas, etc. No obstante, hay
una serie de síntomas locales que se presentan de modo constante; entre ellos destacamos:
- Dolor: será variable en función de la sensibilidad del individuo y de la zona afectada. El mecanismo de producción pude determinar la intensidad del dolor. Un
corte limpio, originado por un objeto muy afilado, es menos doloroso que si el
corte está producido por otro objeto de superficie más ancha e irregular.
- Hemorragia: es la consecuencia de la sección o corte de los vasos sanguíneos.
Debe ser atendida con prontitud para evitar la excesiva pérdida de sangre y una
posible infección.
- Separación de los bordes: la elasticidad y posibilidad de retracción de los tejidos
hace que los bordes de la herida se separen. Para que la herida no muestre una cicatriz desproporcionada es importante atender la herida lo antes posible.
Las heridas importantes pueden presentar síntomas generales derivados del shock, que
precisarán del tratamiento adecuado.
1.2. PRIMEROS AUXILIOS ANTE UNA HERIDA.
Para “curar” una herida, un corte o un pequeño rasguño, hemos de seguir ordenadamente una serie de pasos:
1. En primer lugar, hemos de preparar y tener a mano el material de curas que
vamos a utilizar: guantes, gasas, agua oxigenada, un antiséptico, tiritas, pinzas,
tijeras, alcohol, tul graso, esparadrapo, vendas, suero fisiológico, etc.
2. Antes de limpiar la herida, tenemos que lavarnos las manos con agua y jabón
y frotarlas después con alcohol. De esta forma, evitaremos contaminar la herida
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nosotros mismos, al tocarla. Debemos utilizar guantes y esterilizar el material
de curas; para ello utilizaremos el alcohol.
3. Si la herida sangra un poco, dejaremos que la sangre rezume durante unos instantes; si sangra considerablemente, presionaremos directamente sobre la herida
para ayudar a detener la hemorragia.
4. Limpiaremos las heridas sucias preferiblemente con agua oxigenada o suero fisiológico “a chorro”, generosamente, para que penetre en su interior. Debemos
recordar que el agua oxigenada lava pero no desinfecta. También podemos utilizar agua y jabón (un jabón dermatológico irá bien).
5. Retirar pequeños cuerpos extraños (tierra, arena, piedras, cristalillos, etc) con
ayuda de gasas estériles y unas pinzas. Si nos encontramos con algún objeto
más grande incrustado no lo quitaremos.
6. Secar la herida del centro hacia fuera con gasas estériles.
7. Pincelaremos con un antiséptico la herida. Podremos utilizar clorhexidina (no
coloreada) o bien povidina yodada (“betadine”). Nunca utilizaremos algodón,
papel, alcohol, yodo, lejía, pomadas o polvos antibióticos.
8. Dejar la herida al aire libre si no hay peligro de que la herida roce con nada. En
niños usaremos tiritas o vendajes realizados con gasas estériles y esparadrapo.
9. Si ponemos un vendaje o una tirita sobre la herida, debemos revisarla y hacer
una cura cada 24 horas para evitar que se infecte. Si la venda se pega sobre la
herida debemos empaparla con agua oxigenada o agua tibia antes de retirarla con
mucho cuidado. Para evitar esta circunstancia utilizaremos tul graso cuando las
características de la herida lo requieran.
10. Para asegurar que no haya peligro de tétanos acudiremos al médico por si fuera
necesaria una vacunación preventiva. Por regla general hasta los 6 años se recomienda una vacunación escolar con un recuerdo de la vacuna cada 10 años.
11. Si los bordes de la herida quedan separados serán necesarios puntos de sutura.
Para ello debemos acudir a un centro sanitario cuanto antes. Procederemos de
la misma forma ante heridas con una apariencia complicada.
1.2.1. Actuación ante erosiones o abrasiones.
Una abrasión, también llamada raspón o erosión, es una herida de la capa superficial de
la piel. Son causadas por traumas, como una caída, que desgarra o rasga la superficie de
la piel. Dado que la piel es una barrera protectora contra bacterias y otros gérmenes, una
abrasión expone las estructuras profundas de la piel a posibles infecciones.
La zona de la herida por abrasión suele sentirse caliente y a veces hinchada, acompañada por una sensación de ardor y comezón.
Es necesario evaluar la herida para comprobar que no es profunda y pueda necesitar un
cierre con puntos para una curación adecuada. En aquellos casos en que la herida es
grave debe ser curada por personal sanitario.
El sangrado asociado a las abrasiones es normalmente menor y fácil de controlar.
Limpiaremos la herida con agua tibia abundante. Podemos usar jabón y una gasa estéril
para limpiar el área de la herida, pero no la herida misma, ya que el jabón puede irritarla
(salvo que sea una abrasión superficial). Si hay partículas de suciedad en la herida que
no logramos sacar con agua, usaremos una pinza limpia para eliminarlas. Si la herida es
muy superficial y la hemos limpiado bien bastaría con aplicar algún antiséptico de uso
tópico. Sin embargo, si la herida es más grave y tiene posibilidades de infectarse sería
recomendable aplicar una delgada capa de crema antibiótica (bajo prescripción médica)
de uso tópico antes de cubrirla con un vendaje limpio y estéril. Nunca aplicar cremas,
pomadas, polvos, o similares sobre la herida que no haya recomendado un médico.
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La curación de la herida comienza cuando los coágulos sanguíneos eventualmente forman una costra. Debajo de la costra, las células y los vasos de la piel comienzan a reconstruir el tejido dañado. Es importante no alterar este proceso para conseguir que la
curación sea adecuada.
Mantener las heridas cubiertas es importante por lo siguiente:
- Evita la sequedad de la piel manteniendo la humedad de la piel
- Favorece la formación de piel nueva.
- Acelera el proceso de curación.
- Reduce el dolor.
- Forma una cicatriz más uniforme.
- Evita que se ensucie, disminuyendo las posibilidades de infección.
Debemos evitar que la herida se infecte. Si esto ocurre lo sabremos por los siguientes
signos: enrojecimiento, inflamación, sangrado continuo o sin control, aumento del drenaje y dolor que no cesa.
Una vez que la herida está cerrada y sin signos de sangrado o infección podemos dejarla
más expuesta al aire con ayuda de cremas hidratantes para evitar que se seque demasiado y pueda romperse la cicatriz.
Cuando la abrasión se encuentra en una articulación, es recomendable no mover demasiado la misma y guardar reposo para evitar que se abra la herida. Es aconsejable también no practicar deportes náuticos para no mojar la zona afectada durante la curación
de la herida.
Una abrasión pequeña suele evolucionar sin problemas y se cura en unos pocos días, sin
dejar una cicatriz permanente. Sin embargo, si la abrasión es grande puede dejar cicatrices profundas en la dermis.
Para evitar una abrasión lo más recomendable es tener prudencia y utilizar siempre una
ropa de protección adecuada para evitar lesiones importantes (por ejemplo, protectores
de brazo en el patinaje en línea). Especialmente, los niños están muy expuestos a sufrir
este tipo de lesiones, inevitables en los juegos.
1.2.2. Actuación ante ampollas.
Una ampolla es una protuberancia en la piel que contiene líquido. Suelen tener forma
circular. El líquido que se forma debajo de la piel puede ser transparente o sanguinolento. Pueden ser producidas por lesiones, reacciones alérgicas o infecciones, que pueden
incluir las siguientes:
- Quemaduras o escaldaduras.
- Quemaduras por exposición al sol.
- Fricción (de un zapato, por ejemplo).
- Dermatitis de contacto (puede ser de contacto o alérgica).
- Impétigo (enfermedad infecciosa de la piel producida por bacterias).
- Infecciones virales (incluidas la varicela y el herpes zoster)
Las más habituales son las que se producen por la fricción que se ejerce de forma repetida sobre la piel. Es una lesión típica por el roce de los zapatos, especialmente si están
mal ajustados, llevamos el calcetín arrugado, o hemos caminado más de lo que lo hacemos normalmente. Suele ocurrir también cuando el calzado es nuevo. También pueden
ocurrir en las manos por el uso continuado de alguna herramienta o utensilio (por ejemplo, un pico, una pala, una azada, etc.)
El tratamiento es distinto para cada una de las fases por las que pasan:
- Fase 1. Comienzan por sentirse las molestias características del rozamiento. Al
quitar el zapato vemos que la piel está enrojecida. Este es sin duda el mejor
momento para tratar la lesión, bastaría con proteger la piel con esparadrapo o tirita ancha para evitar el roce. Si es producida en invierno por llevar botas, debeTEMA 5: Heridas y Contusiones. (24/11/13)
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remos poner, además de lo anterior, por debajo del calcetín grueso, otro más fino. Aplicar frío puede ayudar a reducir la inflamación y la molestia.
- Fase 2. Nos encontramos que la ampolla ya se ha formado, aunque permanece
intacta. En este momento está indicada su protección mientras cura sola. Es importante mantener la zona seca y limpia. Pero si se debe seguir andando y ocasiona molestias al caminar, tendremos que vaciarla con el riesgo de infección
que ello conlleva al romper la barrera protectora que ejerce la piel. Para vaciar la
ampolla desinfectaremos en un primer momento la piel de la ampolla con povidina yodada y luego la pincharemos con una aguja que habremos tomado la precaución previamente de esterilizar aplicándole una llama (con un mechero, por
ejemplo) y limpiándola con alcohol después. Es preferible no quitar la piel de
la ampolla, ya que esta sirve de protección natural. La utilización de pomadas
antisépticas y posterior vendaje están también indicados.
- Fase 3. La ampolla, además de romperse ha perdido la piel que la cubre. El tratamiento en este caso sería el mismo que se ha explicado para las abrasiones o
erosiones.
Debemos evitar el uso de calzados demasiado pequeños, que producen roces sobre todo
en los laterales del pie; así como demasiado grandes, que hacen que el pie deslice dentro
del zapato y también producen roces en la planta del pie.
Es importante también mantener el pie lo más seco posible, ya que los pies húmedos están más expuestos a sufrir amollas con el roce.
1.3. PRIMEROS AUXILIOS ANTE HERIDAS GRAVES.
Las características de una herida grave son:
- No son estrictamente superficiales.
- Los bordes están separados o miden más de 2-3 cm.
- Existe una hemorragia que no se detiene.
- Dejan ver músculo, hueso u otros tejidos.
- Se trata de una herida punzante.
- Existen cuerpos extraños incrustados.
- Se debe a la mordedura de algún animal.
- Puede dejar una cicatriz antiestética.
Los primeros auxilios a aplicar en estos casos son:
- No quitar los cuerpos extraños incrustados.
- No explorar dentro de la herida.
- Detener la hemorragia mediante presión con una gasa estéril (mejor si la humedecemos ligeramente con suero fisiológico). Cubrir la herida con vendas.
- Sospechar de la posibilidad de una hemorragia interna.
- No retirar el apósito o vendaje que hayamos puesto.
- Acudir a un centro médico para que realicen una cura apropiada.
1.4. CASOS ESPECIALES.
- Heridas en cráneo.
Las más típicas son las heridas con arrancamiento de cuero cabelludo (“scalp”) y las
heridas con fractura de hueso del cráneo. Ambas son heridas muy escandalosas debido
al abundante sangrado que se provoca.
En el caso del “scalp” actuaremos volviendo a colocar el trozo de piel con cabello en su
sitio para posteriormente vendarlo sin oprimir demasiado.
En el caso de una herida con fractura de hueso debemos intentar no mover con brusquedad y realizar un vendaje compresivo.
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- Heridas perforantes de tórax.
Una herida perforante de tórax puede causar un daño grave en el interior de la caja torácica y parte alta del abdomen. Los pulmones son unos órganos particularmente vulnerables ante una herida, sobre todo si se perforan las membranas (pleuras) que cubren cada
uno de los pulmones. Cuando esto sucede el aire puede entrar entre las membranas,
ejerciendo una presión sobre el pulmón que puede provocar que se colapse, lo que se
conoce como “neumotórax”. En ocasiones este aumento de presión dentro de la pleura
puede llegar a afectar al pulmón que no ha sido perforado.
Esta situación suele reconocerse por una dificultad y dolor al respirar, así como por una
respiración rápida, superficial e ineficaz. El accidentado presenta un acusado estado de
alarma. Pueden aparecer también signos de shock, tos con sangre, cianosis en boca,
uñas y piel. Podemos llegar incluso a oír como el aire entra en el pecho a través de la
herida cuando el sujeto inspira.
Debemos tratar la herida y mantener la respiración, evitar y/o tratar el shock y preparar
el traslado urgente al hospital.
Los primeros auxilios a aplicar son los siguientes:
- Con nuestra palma de la mano o la del accidentado si está consciente taparemos la
herida inmediatamente.
- Colocaremos una gasa estéril sobre la herida y alrededores cubierta con una bolsa
de plástico, o film transparente. Pegaremos con esparadrapo el vendaje sobre tres de
sus cuatro lados. Es lo que se llama un “vendaje oclusivo parcial o vendaje valvular”, que permite que el aire que hay dentro de la pleura salga de la caja torácica y
disminuya el colapso pulmonar. Durante la inspiración, cuando el aire intenta penetrar en la herida, el apósito se pega a ella impidiéndole el paso; durante la espiración, el aire que hay en la cavidad pleural puede salir libremente por el lado no sellado.
- No extraer cuerpos extraños enclavados (inmovilizarlos)
- Traslado urgente en posición semisentado, si la víctima está consciente.
- No dar nada de comer o beber.
- Vigilar las constantes vitales con frecuencia.
- Heridas perforantes en abdomen.
Suelen provocar hemorragia interna y/o externa. Debemos actuar para evitar que se infecte y para prevenir o tratar un posible estado de shock hipovolémico. Tumbaremos al
accidentado boca arriba y con las piernas flexionadas. Cubriremos la herida con un apósito estéril y húmedo. Permaneceremos con el accidentado comprobando su estado de
consciencia y constantes vitales. Realizaremos un traslado urgente a un centro sanitario
en posición de decúbito supino con piernas flexionadas. Es muy importante no dar de
comer ni beber al accidentado.
- Amputaciones traumáticas.
Se trata de una herida que nos puede dejar paralizados por su espectacularidad; pero debemos mantener la calma y actuar con rapidez y precisión. En ocasiones es posible gracias a la microcirugía volver a implantar la parte amputada, de ahí la importancia de localizarla y preservarla. Lo importante en estos casos es la rapidez con la que se llega al
hospital.
Con respecto a la herida, básicamente lo que debemos hacer es controlar la hemorragia (presión directa, elevación o presión indirecta), limpiar la herida y protegerla. No
utilizar un torniquete. Con respecto a la zona amputada deberemos cubrirla con apósitos, meterla en una bolsa de plástico y meter todo esto en otra bolsa con hielo. No debemos lavar la zona amputada, ni dejar que entre en contacto directo con el hielo.
- Cuerpos extraños en nariz, ojos y oídos.
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Ante esta circunstancia no debemos intentar sacar el cuerpo extraño a no ser que salga
por si mismo. Inmovilizaremos la zona y realizaremos el traslado a un centro sanitario.
Si se trata de un objeto incrustado en un ojo debemos tapar los dos. Así evitaremos que
el accidentado mueva los ojos y empeore la herida producida.
2. CONTUSIONES
2.1. CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN.
Se trata de una lesión física no penetrante producida por un golpe directo contra alguna
parte del cuerpo. Puede tener variadas consecuencias en función de la zona del cuerpo
golpeada, el mecanismo de producción y la intensidad de éste. En ocasiones puede ocultar lesiones internas. Como resultado de un golpe directo, el tejido y los capilares quedan dañados y pierden líquidos y sangre. Esto causa dolores, hinchazón y decoloración.
Las contusiones en la piel son menores, pero las contusiones en huesos y músculos pueden producir una pérdida de función. Las contusiones en el corazón, los pulmones, el
cerebro, los riñones u otros órganos pueden poner en peligro la vida del sujeto.
En función de la intensidad del traumatismo se pueden distinguir varios tipos de contusiones:
- Contusiones Mínimas o Simples.
Debidas a pequeños golpes que producen en la zona afectada un pequeño enrojecimiento por parálisis momentánea de las terminaciones nerviosas que cierran los vasos sanguíneos, por lo que se produce vasodilatación con pequeña exudación. Todo esto produce un enrojecimiento de la piel que no requiere un tratamiento específico.
- Contusiones de Primer Grado (equimosis).
Se produce rotura de pequeños capilares superficiales, dando lugar a una microhemorragia llamada equimosis o cardenal, el cual se aprecia a través de la piel con color
azulado o negro-azulado. Desaparece en pocos días, variando su color a verdoso y después amarillento.
- Contusiones de Segundo Grado (hematoma).
Al ser mayor la intensidad del traumatismo se produce la rotura de vasos de mayor calibre, dando lugar a una acumulación de sangre y/o líquido en el tejido subcutáneo. Es lo
que se conoce como hematoma, que cuando va acompañado de un abultamiento evidente lo denominamos “chichón”.
- Contusiones de Tercer Grado.
Son aquellas en que la piel, en un primer momento, puede tener aspecto normal, pero
poco después se torna de color grisáceo a causa del intenso aplastamiento de partes
blandas (grasa, músculo) pudiendo existir a la vez afectación de otras estructuras: nervios e incluso hueso. Puede implicar la muerte de los tejidos profundos de la piel por
falta de aporte nutritivo. Otra característica puede ser la falta de sensibilidad superficial,
pero con dolor intenso cuando se hace una palpación más profunda.
2.2. PRIMEROS AUXILIOS.
El tratamiento de una contusión va a variar en función de la gravedad de ésta. La primera medida de seguridad siempre será la de inmovilizar la zona contusionada, elevarla para evitar los acúmulos de sangre y la aplicación de frío local para conseguir el cierre de
los vasos sanguíneos y la anestesia local por congelación de las terminaciones nerviosas
que transmiten la sensación de dolor.
- Contusiones Mínimas. No requiere un tratamiento específico. El enrojecimiento desaparece espontáneamente, aunque no obstante la zona queda muy aliviada
si se aplica fío local.
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Contusiones de Primer Grado. No requiere tratamiento específico, pero los
síntomas mejoran dejando la zona en reposo, elevación y aplicando frío local.
Contusiones de Segundo Grado. Los hematomas no deben ni abrirse ni pincharse en ningún caso. El tratamiento consiste en la aplicación de frío local y un
vendaje compresivo para evitar una inflamación excesiva. Los hematomas se reabsorben espontáneamente en el lapso de una semana aproximadamente. En caso de tomar algún medicamento analgésico o antiinflamatorio, debe evitarse la
aspirina, ya que este medicamento facilita la circulación sanguínea y puede
hacer aumentar la hemorragia interna que origina el hematoma. Si el hematoma
no desaparece, produce dolor continuado o se debe a un impacto muy fuerte, deberá ser valorado por personal sanitario ya que puede ocultar lesiones internas
más importantes.
Contusiones de Tercer Grado. El tratamiento consiste en aplicar frío local,
pincelar la piel con sustancias antisépticas (povidina yodada por ejemplo), inmovilizar completamente la zona afectada, elevar el miembro afectado y trasladar a un centro sanitario.
2.3. SÍNDROME DE APLASTAMIENTO.
Se produce cuando se producen aplastamientos prolongados de grandes masas musculares en los miembros. Está relacionado con la descomposición de las zonas musculares
afectadas cuando se procede a liberarlas de modo precipitado, puesto que por efecto de
una descompresión brusca se puede originar:
- insuficiencia de circulación y shock.
- Insuficiencia renal aguda, al pasar al torrente circulatorio una serie de productos
tóxicos liberados en los miembros comprimidos.
Los signos y síntomas que nos vamos a encontrar al retirar la causa del aplastamiento de
una extremidad son los siguientes:
- piel fría, inflamada y dura.
- Piel con vesículas o ampollas.
- Piel sin sensibilidad superficial, pero a la palpación profunda se origina dolor.
- Pueden encontrarse muchas otras alteraciones debidas no a la compresión, sino
al momento del impacto.
Ante una situación de aplastamiento es normal que el sujeto a las pocas horas del rescate entre en shock, luego debemos estar preparados para tratarlo.
Suele ser normal también que a los 2-4 días se produzca una alteración de la función renal: insuficiencia renal aguda, coma y muerte.
El tratamiento consistirá en lo siguiente:
- Antes de proceder a la liberación del miembro aplastado se debe realizar un torniquete.
- A continuación colocaremos bolsas de plástico con hielo sobre el miembro afectado.
- Si el traslado se va a demorar 1 o 2 horas, dar de beber al sujeto agua bicarbonatada con el fin de que los productos tóxicos originados en los músculos precipiten.
- Realizar el traslado de forma urgente a un centro hospitalario.
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BIBLIOGRAFÍA.
- Martínez Varela, Pedro (1998). Anatomía, Fisiología y Primeros Auxilios. A
Coruña. Xaniño S.L.
- Varios (1997). Manual de Socorros y Emergencias. Madrid. Cruz Roja Española.
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TEMA 5: Heridas y Contusiones. (24/11/13)
Alejandro Jiménez Camacho.
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