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Centro de Investigaciones Navales y Marítimas
BOLETÍN DE ACTUALIDAD 10/2015
MÁS ALLÁ DEL ATOLLADERO GRIEGO
George Friedman
La situación de Grecia – habiendo, quizás, sobrevivido al término “crisis”, ahora que ha
tomado tanto tiempo en exponerse – parece finalmente haber alcanzado su punto final. Esto,
por supuesto, es una ilusión, ya que ha estado en su punto final por largo tiempo.
El punto final es la coyuntura donde ni los griegos ni los alemanes pueden hacer más
concesiones. En la misma Grecia, el punto final está sobrepasado. El desempleo está en el 26%
y más del 50% de los jóvenes menores de 25 años están en esa situación. Los salarios reducidos
radicalmente, en particular el sector estatal, que afectan a profesionales como médicos e
ingenieros, han conducido a un subempleo masivo. Entretanto, la mayor parte de la actividad
económica nueva se está dando en los mercados ilegales que no tributan. Los griegos le deben
dinero a las instituciones de la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional, todos los
cuales adquirieron las deudas bancarias incobrables de Grecia, entidades que inicialmente
prestaron fondos a Grecia para estabilizar su sector bancario. Nadie nunca, en realidad, pensó
que los griegos pudieran pagar estos préstamos.
Los acreedores europeos – en especial, los alemanes, que han sido realmente los que
controlan las negociaciones europeas con los griegos – llegaron a su propio punto final ahora
último. Los alemanes son poderosos pero frágiles. Ellos exportan alrededor de la cuarta parte de
su producto interno bruto a la zona franca europea, y cualquier cosa que amenace este comercio
amenaza la economía y estabilidad social de Alemania. Su objetivo ha sido mantener intacto no
solo el euro, sino también, la zona franca y el poder de Bruselas sobre la economía europea.
Alemania ha evitado, hasta ahora, un punto de crisis extrema, negociando una serie
interminable de acuerdos con Grecia, que los griegos no pudieron mantener y que nadie
esperaba que lo hicieran, pero que permitió que Berlín sostuviera que estos estaban capitulando
ante las demandas alemanas de austeridad. Esta supuesta capitulación ayudó a Alemania a
mantener a otros países europeos deudores en línea, a medida que naciones financieramente
vulnerables eran testigos de la aparente insensatez de contemplar el incumplimiento, exigiendo
la reestructuración de la deuda y confrontando en lugar de acomodar a la Unión Europea.
Grecia y la Situación Chipriota
Para los alemanes, Grecia representó un dique. Lo que estaba detrás de él era desconocido
y los alemanes no podían tolerar el arriesgarse a que se rompiera. Un incumplimiento griego
vendría con controles de capital tales como los vistos en Chipre, probablemente barreras
comerciales diseñadas para proteger a la economía griega y una reorientación radical de Grecia
en una nueva dirección estratégica. Si eso no lleva a una catástrofe económica y social, entonces
otros países europeos podrían también elegir ejercitar la opción griega. La primera elección
alemana para evitar el incumplimiento fue crear la ilusión de cumplimiento de Grecia. Su segunda
opción fue demostrar las consecuencias dolorosas de la renuencia griega de mantenerse en las
primeras ligas.
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Este fue el punto al que llegó la situación chipriota. Chipre había llegado a un punto
en que simplemente no pudo responder a los términos de los contratos de amortización de su
deuda. El gobierno pro-Unión Europea acordó bajo presión retener dinero en cuentas bancarias,
manteniendo más de 100.000 euros (alrededor de 112.000 dólares) y utilizar ese dinero para
compensar al menos algunos de los pagos vencidos. Pero asignar un balance de cuenta mínimo
difícilmente sirvió para aminorar el desastre o segregar a los chipriotas comunes y corrientes.
Un jubilado, después de todo, puede fácilmente tener más de 100.000 euros en ahorros. Y los
hoteles o las compañías de servicio de energía (que son cruciales para la economía chipriota)
ciertamente tienen esas cantidades en sus cuentas. Los alemanes pueden haber sostenido
que el sistema de bancos chipriotas contenían principalmente dinero ruso, pero – aunque
indudablemente contenían muchos fondos rusos – la mayor parte del dinero en el sistema, en
realidad, representaba riquezas ahorrada y utilizada por los chipriotas en el curso de sus vidas
y negociosos. El resultado de manipular esas cuentas fue un caos. Las compañías chipriotas no
pudieron pagar sueldos o rentas, y la economía básicamente se congeló hasta que finalmente se
aliviaron las regulaciones – aunque nunca se han revocado completamente.
Los alemanes se mantuvieron en la línea de defender esta solución. En lugar de jugar
el juego simulado que habían jugado en Grecia, eligieron demostrarle a la audiencia europea
las consecuencias de un incumplimiento de pagos genuino. Pero aquellas consecuencias
descansaban en un fundamento político dudoso. Obviamente, el público chipriota se mostró
devastado y pasmado por la decisión de sus líderes políticos de cumplir con las demandas
alemanas. Pero lo que es, incluso, más importante, el mensaje recibido por el resto de Europa
fue que las consecuencias de resistencia sería catastrófico solo si el liderazgo político de
un país capitulaba ante las exigencias de la Unión Europea. Retener una gran porción de los
activos privados de los chipriotas para pagar las deudas públicas fijó un ejemplo, pero no el
que los alemanes querían. Demostró que cumplir con las amortizaciones de la deuda podía ser
desastroso en el corto plazo, pero solo si los políticos de una nación deudora lo permitían. Y con
eso vino otra lección inequívoca: El castigo para los que no cumplen, aunque doloroso, también
se puede superar – y muy preferible a las alternativas.
El Surgimiento de Syriza
Entra a la Coalición del partido de la Izquierda Radical, conocido como Syriza uno de los
numerosos partidos euro-escépticos que han surgido en los últimos años. Muchas fuerzas se
combinaron para sacar del poder a las facciones pro-Unión Europea, pero ciertamente una de
ellas fue la memoria del comportamiento de los políticos pro-Unión Europea en Chipre. El público
griego estaba bien consciente que Atenas no sería capaz de amortizar la asombrosa deuda en
nada que se le pareciera ni remotamente a las condiciones establecidas por los políticos proUnión Europea. Conocedores del ejemplo chipriota, ellos sacaron a sus propios líderes amigos
de la Unión Europea, abriéndole espacio a una administración euro-escéptica.
Syriza tenía un programa de gobierno que básicamente se comprometió a aliviar la
austeridad en Grecia, mantener los programas sociales cruciales y reestructurar radicalmente
las obligaciones de la deuda del país, insistiendo en que los acreedores comparten parte de la
carga de la deuda. Los partidos e individuos amigos de la Unión Europea– y los alemanes en
particular – tendieron a ignorar a Syriza. Estaban habituados a tratar con los partidos pro-Unión
Europea de los países deudores que adoptaban una postura resistente ante su audiencia pública
mientras aceptaban la premisa básica presentada por Alemania y la Unión Europea – lo que,
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en definitiva, llevaba a que la responsabilidad de pagar las deudas era del que había pedido
préstamo. Independiente de sus programas de gobierno, estos partidos aceptaban, por lo tanto,
la austeridad y los costos sociales asociados.
Syriza, sin embargo, no lo hizo. Lo que surgía era un argumento moral, y los alemanes
hicieron oídos sordos a ello. La posición alemana respecto a la deuda era que el que pedía
prestado era moralmente responsable de eso. Syriza respondía que, en realidad, tanto el que
presta como el que pide prestado comparten una responsabilidad moral. El que pide prestado
puede estar obligado a evitar incurrir en deudas que no pueda pagar, pero el que presta,
ellos sostienen, esta también obligado a practicar debidas diligencias para no prestar dinero a
aquellos que son incapaces de pagarlo. Por lo tanto, aunque los griegos han sido irresponsables
por el dinero pedido prestado en forma descuidada, los bancos europeos que originalmente
financiaron la jarana de empréstitos de Grecia, también, han sido irresponsables en permitir que
su codicia abrume su debida diligencia. Y si, como los alemanes han sostenido apaciblemente,
los prestatarios griegos se descarriaron, los alemanes aún merecían lo que les ocurrió, porque
no practicaron una vigilancia más rigurosa – solo vieron el ‘signo peso’, igual que los banqueros
cuando firmaron los préstamos a Grecia en lugar de restringirlos.
La historia de Grecia es un cuento de pedir préstamos irresponsables y de empréstitos
irresponsables. La ley de quiebras en la cultura europea y estadounidense es un sistema de
dualidades, donde las expectativas por un comportamiento prudente se colocan tanto en el
deudor como en el acreedor. Se espera que el deudor pague todo lo que pueda de acuerdo a la
ley, y cuando esa capacidad se agota, el acreedor se hace efectivamente responsable moralmente
por su decisión de prestar. En otras palabras, cuando el deudor se declara en quiebra, el acreedor
pierde su apuesta en el deudor y el préstamo se extingue.
Pero no existen leyes de quiebra para las naciones-estados, porque no hay poder
soberano que las administre. Por lo tanto, no hay una tercera parte desinteresada que declare
la quiebra nacional. No existen leyes soberanas que dicten el punto donde una nación sea
incapaz de pagar su deuda, como tampoco poder supremo que pueda otorgarles la libertad
de reestructurar las deudas de acuerdo a la ley. Y tampoco existe alguna circunstancia donde el
acreedor simplemente se considere desafortunado.
Sin estos factores, surge lo que le ocurre a Grecia. Los acreedores persiguen
despiadadamente al deudor, exigiéndole el pago como primera prioridad. Cualquier
restructuración de la deuda está en manos de un acuerdo entre el acreedor y el deudor. En el
caso de Chipre, el gobierno estaba preparado para proteger los intereses de los acreedores. Pero
en el caso de Grecia, Syriza no está preparado para hacerlo. Tampoco está preparado, si creemos
en lo que dice el partido, para continuar simplemente maquinando mentiras provisorias con los
acreedores del país. Grecia necesita salir de esta situación, y otra postergación sin sentido solo
aplaza el día del arreglo de cuentas – y pospone la recuperación.
La Lógica y Repercusiones de un Retiro de Grecia
El retiro de Grecia de la eurozona tendría sentido. Provocaría estragos en ese país por
un tiempo, pero permitiría que los griegos negocien con Europa en igualdad de condiciones.
Le pagarían a Europea en dracmas a un precio determinado por el Banco Central de Grecia y
ellos podrían unilateralmente determinar los pagos. Los mercados financieros estarían cercanos
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para ellos, pero los griegos tendrían el poder de promulgar controles de divisas, como también,
regulaciones comerciales, cambiando su atención de vender a Europa, por ejemplo, a comprar
y vender a Rusia o al Medio Oriente. Esto no es un futuro prometedor, pero tampoco es al que
Grecia se dirige hoy.
Muchos han sostenido que la salida de Grecia podría llevar al colapso del euro. Este
postulado parece desconcertante a primera vista. Después de todo, Grecia es un país pequeño,
y no hay razón para pensar que sus acciones fueran a tener efectos de gran alcance en la
divisa común. Pero, entonces, recordamos el temor primordial de Alemania: que Grecia podría
establecer un precedente para el resto de Europa. Esto sería imposible si el resto de Europa lo
estuviera haciendo bien, pero no es así. España, por ejemplo, tiene cifras de desempleo casi tan
terribles como las de Grecia. Algunos han señalado que España es ahora uno de los países de
crecimiento más rápido en Europa, lo que sería impresionante si las tasas de crecimiento en el
resto de Europa no estuvieran paralizadas. De forma similar, la tasa de desempleo de España ha
disminuido – a solo un 23%. Aquellos que aún están entusiasmados con la Unión Europea toman
dichas mejoras triviales como prueba de un cambio radical. Yo lo veo como el ruido previo a un
descarrilamiento de trenes.
El dolor del incumplimiento griego y retiro de la eurozona sería severo. Pero si otros ven
a Grecia como un precursor de acontecimientos, en lugar de una excepción, pueden calcular
que el dolor de la reestructuración unilateral de la deuda tiene sentido y le dará a los griegos
una divisa que puedan finalmente manejar por sí mismos. El temor es que Grecia pueda salir
del euro, no debido a algún colapso institucional, sino debido a un conocimiento claro de que
las divisas soberanas pueden beneficiar a las naciones en aflicción – situación en la que muchas
naciones de Europa están.
Reconozco, verdaderamente, que la Unión Europea tenía la intención de ser más que
una arena de deudores y acreedores. Iba a ser una arena moral en la cual la agonía histórica del
bienestar europeo se aboliera. Pero, si bien puede ser cierto que la idea de que la paz de Europa
depende de la prosperidad, esa prosperidad se ha perdido. Las economías suben y bajan, y las
de Europa no lo han hecho al mismo tiempo. Algunas son grandes ganadoras, como Alemania,
y muchas son perdedoras, en mayor o menor grado. Si la creación de una civilización europea
en paz descansa en la prosperidad, como el documento de la fundación de la Unión Europea lo
sostiene, Europa está en problemas.
El problema es simple. Las instituciones claves de la Unión Europea han funcionado
no como jueces sino como agentes recaudadores, y los griegos han aprendido cuán rudos
pueden ser esos agentes cuando son ayudados por gobiernos colaboradores como Chipre. El
resto de los europeos también se han dado cuenta y es la razón de por qué los partidos euroescépticos están en aumento en toda la unión. Alemania, el país más amenazado por el creciente
sentimiento anti-Unión Europea, quiere dejar en claro que los deudores enfrentan un alto precio
por la obstinación. Y si la resistencia se suscribe a Grecia, los alemanes habrán ganado. Pero si
la resistencia se disemina a otros países, como pienso que ocurrirá, la rebelión de los estados
deudores en contra de la unión causará mayores problemas para Alemania, amenazando la
relación del poder económico con el resto de Europa.
Traducción extraída del texto: “Beyond the Greek Impasse”,
Geopolitical Weekly, 30 de junio, 2015, George Friedman
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