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HIDROVÍA URUGUAY – BRASIL; ANTECEDENTES, ACTUALIDAD Y PROSPECTIVA Alocución del Señor Socio CC(R) Juan José Mazzeo 20 de Mayo de 2015 Antecedentes Al referirnos a la Hidrovía Uruguay - Brasil tenemos que definirla diciendo que es la vía navegable formada por las lagunas Merín y De los Patos, así como los tramos navegables de sus respectivos afluentes, que de sur a norte son los ríos Cebollatí, Tacuarí y Yaguarón, tributarios de la Merín, y Yacuy y Tacuary (del mismo nombre que el oriental, pero brasileño, aguas arriba de Porto Alegre), afluentes de la laguna De los Patos. Del mismo modo, al mencionar esa región, no puede desconocerse su importancia en el conflicto limítrofe multisecular entre España y Portugal por sus posesiones de ultramar, tal vez la más larga disputa fronteriza no metropolitana entre dos estados en toda la historia. Hay que recordar que cuando comenzaron los descubrimientos ultramarinos españoles y portugueses, en un mundo prácticamente desconocido, hubo que trazar una línea divisoria para lo que serían las posesiones de esas coronas. Cuando a los interesados no les conformó la línea definida por el papa Alejandro VI, acabaron por acordar en Tordesillas, entre ellos, una raya fronteriza que en esta parte del mundo pasaba aproximadamente entre los puntos que hoy conocemos como Florianópolis y Santos, en Brasil por. Aún durante los cerca de 80 años en que las coronas portuguesa y española estuvieron unidas, esto es desde Felipe II hasta Felipe IV, Portugal siempre tuvo interés de correr su frontera sudamericana hacia el oeste, y al terminar ese período llamado de la Unidad Ibérica, ya había un poblado portugués de nombre San Vicente pegado a la raya fronteriza, mientras que hacia el otro lado la población española más próxima era Buenos Aires, a unos 1.800 kilómetros de esa línea. La divisoria tendida de polo a polo era algo eminentemente teórico, que con el paso del tiempo y las situaciones de hecho perdería vigor. El acto de mayor osadía geopolítica de desconocimiento del tratado de Tordesillas, casi 200 años después de ese acuerdo, fue el salto que dieron los portugueses desde San Vicente al extremo suroeste del Uruguay actual, fundando en 1680 la Colonia del Sacramento. Inmediatamente después se dedicaron a formar una línea continua de respaldo al puerto y ciudad fortificada de Colonia del Sacramento, avanzando con fundaciones hacia el suroeste desde las poblaciones de Brasil, y hacia el este y noroeste desde Colonia. Así fueron sucesivamente poblados Laguna, Río Grande, Porto dos Casais (Porto Alegre)y el fuerte de Jesus, María, José do Río Pardo, en el avance hacia el Río de la Plata, mientras que en el otro sentido, a partir de Colonia, fue ocupada la península de Montevideo y, tomando la guardia española de San Miguel, los portugueses comenzaron la construcción de las fortificaciones de San Miguel y Santa Teresa, ya en plena cuenca de la laguna Merín, que es el área que los intereses. El diferendo fronterizo tuvo dos instancias importantes, una en el tratado de Madrid (1750) también llamado "de permuta" porque se canjeaba la Colonia del Sacramento por el territorio misionero, y otra en 1777 el tratado de San Ildefonso. El primer instrumento tuvo como corolario tristísimo la traición española a los guaraníes misioneros, súbditos fidelísimo de España entregados a los portugueses, que para no dejar de ser españoles, en una paradoja de locos, terminaron enfrentando a los ejércitos de España y Portugal. El jefe del alzamiento misionero, corregidor y alférez real de la misión de San Miguel y cacique general Sepé (José) Tiarayú murió en la cuenca de la Hidrovía Uruguay - Brasil, ultimado de un pistoletazo por el gobernador de Montevideo José Joaquín de Viana. El segundo de esos tratados tuvo la particularidad, respecto de la región, de crear una zona desmilitarizada (y de hecho despoblada) que era prácticamente toda la cuenca de la laguna Merín, un espacio conocido como "campos neutrales" que se debió a la intervención de la reina doña María de Portugal, española de nacimiento, hija de Carlos III, que deploraba dolorosamente los enfrentamientos luso-españoles. La cuenca de la laguna Merín, un verdadero desierto en ese entonces, apenas recorrida por algunas patrullas, fue el lugar de nacimiento un núcleo de bandidaje que acabaría diseminándose por el sur de Brasil y la cuenca del Plata, al que se conoce como gauchos, gauderios o changadores; llegando a decirse que en algún punto de esa región matriz del mundo gaucho hubo hasta un fortín rudimentario y artillado, verdadera "isla Tortuga" varada en el desierto pampeano. Cuando tuvieron existencia independiente los estados de esta región, o sea Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, su nacimiento es contemporáneo con la doctrina de los estados nacionales, esas entidades que por su propia naturaleza se reconocen más que nada por las diferencias con el vecino, de modo que los nuevos estados se dedicaron a trabajar en la delimitación fronteriza. Sin embargo, dado que en la gestación de todos ellos fueron más importantes las dificultades internas que el establecimiento de los límites, se llegó a la mitad del siglo XIX con definiciones territoriales relativamente vagas. De ese modo, en el caso uruguayo -brasileño, cuando Andrés Lamas fue a pagar el apoyo del imperio de Brasil al gobierno de la defensa de Montevideo, lo hizo mediante la firma de unos acuerdos bastante infames, que en el área que nos interesa reconocían la soberanía brasileña sobre todo el espejo de agua de la laguna Merín y las porciones navegables de sus afluentes. Así va a llegar el inicio del siglo XX, con una Argentina muy rica que, preparándose la guerra nunca peleada contra Chile declaró, como previsión ante la incapacidad oriental para defender el Río de la Plata, que la jurisdicción argentina abarcaba todo el espacio de las aguas platenses, hasta la línea de costa de Uruguay. Esa teoría peregrina, porque en caso de guerrano son los enunciados jurisdiccionales los que obtienen los territorios sino la fuerza de los estados que logran o no imponerse y dominar el espacio, tuvo una reacción de parte brasileña que fue sutil: Brasil cedió a Uruguay la mitad de la laguna Merín (en el área donde es fronteriza), así como el curso de los ríos tributarios de la misma que corren por territorio uruguayo. Esto se produjo mediante el tratado de límites de 1909, que ya incluía la libertad de los buques de bandera oriental para acceder a la laguna Merín atravesando la barra de Río Grande, una derrota muy breve en la laguna De los Patos, y luego el canal San Gonzalo. Actualidad El estatus de la laguna Merín tuvo un giro cualitativo de la mayor importancia en 1977, con la firma de un tratado de nombre larguísimo que a su vez recogía una ambición también muy amplia de Uruguay y Brasil: Tratado sobre Cooperación para el Aprovechamiento de los Recursos Naturales y Desarrollo de la Cuenca de la Laguna Merín. Hace ya más de 40 años los dos estados introducían el concepto moderno de la administración de los espacios acuáticos por cuencas, un criterio lógico y natural que suaviza la idea tan rígida de las soberanías sucesivas que es propia de los estados nacionales y esa necesidad paralizante de diferenciarse "del otro". La cuenca de la Laguna Merín es importantísima; en cuanto a Uruguay ocupa una sexta parte del territorio nacional, pero además (y el acuerdo lo incorpora en sus aspectos esenciales) es la única vía navegable transversal que conecta los territorios uruguayo y brasileño. 100 años después de aquellos episodios ríspidos entre Uruguay y Argentina que están en la base del tratado uruguayo -brasileño de límites en la laguna Merín, volvió a producirse un diferendo grave y prolongado con Argentina como consecuencia de la instalación de usinas productoras de pulpa de celulosa sobre la margen oriental del río Uruguay. En el punto más agudo del conflicto, el gobierno de Uruguay pretendió que Brasil interviniese en favor de la posición oriental, lógicamente sin resultado positivo desde que a lo largo de toda la historia el estado oriental había sido contrario a la presencia brasileña en las aguas del Plata y el río Uruguay pero, por sobre todas las cosas, porque pesa la compleja pero incambiada relación de necesidad que tienen entre sí Argentina y Brasil, siempre amagando a enfrentamientos que nunca se producen. Desde las guerras del Plata, que concluyeron con el parto del Uruguay independiente, argentinos y brasileños nunca volvieron a irse a las manos, algo que siempre se imaginó inevitable debido a la contraposición de intereses que la realidad muestra que no es tal o al menos tan profunda. Eso no supuso que Brasil quedara cruzado de brazos, sino que usó la situación para captar la simpatía (y la consiguiente obligación) de Uruguay, actuando de modo de marcar una diferencia con la actitud argentina. La gestión brasileña fue muy similar a la de 1909: hacer concesiones a Uruguay en un área parecida a aquélla donde se desarrollaba el conflicto, o sea una vía navegable. En este caso de 2009 la actitud de Brasil se materializó nuevamente en la laguna Merín, en esta ocasión ampliando el ámbito de las concesiones a toda esa hidrovía que, denominada Uruguay - Brasil, abre para la bandera uruguaya la navegación de cerca de 800 km de aguas interiores brasileñas, mucho más que la concesión de Uruguay para la bandera brasileña a los escasos kilómetros navegables de los ríos uruguayos que desaguan en la laguna Merín. El Acuerdo de la Hidrovía Uruguay - Brasil fue firmado en el 2011 por los presidentes Mujica y Lula da Silva y, en un acto casi sin precedentes, cuando ese instrumento jurídico aún no contaba con la aprobación parlamentaria en ambos países, ya estaban sin embargo funcionando las comisiones técnicas encargadas de estudiar y crear la normativa en los diversos terrenos. Dado que el órgano jurisdiccional que atiende todo lo relativo a esa hidrovía es la comisión binacional de la laguna Merín creada por el tratado de 1977, también importa tener presente que Uruguay prácticamente tuvo que recrear su representación en ese órgano, después que esas actividades prácticamente se habían abandonado, como casi todo lo relativo a la integración regional, en beneficio de otros vínculos. Me llena de satisfacción haber colaborado desde la esfera privada en el afianzamiento de los lazos políticos, sociales, económicos, culturales y técnicos en esa frontera, porque me opongo a quienes prefieren contar con amigos poderosos y distantes, desde que prefiero tener vecinos poderosos y trabajar para que sus intereses se han confluyentes con los del país. Prospectiva En lo más directo y visible de la puesta en actividad de la Hidrovía Uruguay -Brasil, hay intereses tanto orientales como brasileños que se preparan para la instalación de terminales portuarias y colocar buques en los futuros tráficos que se formen así. De parte brasileña, esas actividades son prácticamente una extensión de las que ya existen en la laguna De los Patos, mientras que en Uruguay se empieza prácticamente de cero pese a los antecedentes de operaciones menores y hace mucho tiempo en parajes como La Charqueada, sobre el río Cebollatí, en el departamento de Treinta y Tres. En Uruguay existen tres proyectos portuarios, localizados en los afluentes mayores de la laguna, o sea en los ríos Cebollatí, Tacuarí y Yaguarón; los dos primeros ya poseen las autorizaciones técnica y ambiental y podrían comenzar las obras, mientras que el tercer proyecto inició hace más de un año el proceso para la obtención de los permisos. Las tres terminales coinciden en un área relativamente reducida, pero dado el bajo valor específico de las cargas regionales puede suponerse que cada uno de los puertos responderá a su hinterland inmediato. En La Charqueada hay cantidades interesantes de arroz y madera, siendo su vez la terminal más próxima a los yacimientos de roca calcárea y las usinas de producción de clinker o cemento. En Rio Branco, sobre el río Yaguarón, la terminal proyectada cuenta con la ventaja de estar sobre la confluencia de la vía férrea del ramal Montevideo - Río Branco y las rutas 26 y 18, los que daría a ese puerto una gran penetración del territorio. El proyecto del río Tacuarí es llevado adelante por intereses relacionados con la comercialización de granos y en consecuencia también apunta al uso de las vías terrestres mencionadas para el puertote Río Branco, aunque se localiza en un punto algo excéntrico de ese nudo de comunicaciones. La activación de esta hidrovía tiene un profundo peso en materia de integración de ambas sociedades fronterizas, es también parte de los corredores bioceánicos sudamericanos y permite que una buena porción de las producciones nacionales puedan tener una salida económicamente viable, sea al mercado del sur brasileño, sea a ultramar a través del puerto de Río Grande. Naturalmente también hay cargas de bajada no necesariamente sólo de importación sino también de tránsito que pueden utilizar esta misma vía. Pero la gran proyección de habilitar para la navegación comercial este u otros cursos de agua trasciende el valor innegable de los tráficos que puedan crearse, para tener un efecto mucho más abarcativo y profundo. El uso de la navegación acuática apunta a obtener un rédito cultural, que es la racionalización del transporte y el empleo de los modales más adecuados a los volúmenes y el valor de las cargas. En ese sentido, la puesta en funcionamiento de la Hidrovía Uruguay – Brasil significa una prueba para encarar proyectos más grandes y que abarcan toda la cuenca del Plata, pero muy particularmente la región sureste de la misma, proyectos que a su vez se centran en el territorio oriental, con consecuencias favorables de toda índole. Es necesario pensar que si se logra la transposición de la represa de Salto Grande y en consecuencia resulta posible la navegación continua del río Uruguay, incluyendo su porción superior, se abre también la vinculación con su afluente, el río Ibicuy. A partir de este último curso de agua y una porción de vía férrea ya existente, puede obtenerse de la conexión con el río Yacuy, y a través de él con la Laguna de los Patos, formándose así un anillo colector y distribuidor de cargas que va desde los puertos uruguayos y argentinos del Océano Atlántico y el Río de la Plata, hasta alcanzar el puerto oceánico brasileño de Río Grande después de formar un arco que rodea la totalidad del territorio de Uruguay y medio estado de Río Grande do Sul. La Hidrovía Uruguay - Brasil forma parte de ese circuito, al cual conecta de manera directa al menos un cuarto del territorio nacional, de modo que la trascendencia de esta hidrovía me parece entonces manifiesta, en sí misma y como parte de los mayores proyectos regionales.