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Transcript
FACULTAD DE EDUCACIÓN
Programa de Maestría Educación para
Docentes de la Región Callao
ESTILOS DE RELACIÓN MADRE - HIJO Y CONDUCTA
AGRESIVA EN NIÑOS DE 2 AÑOS DEL DISTRITO DEL
CALLAO
Tesis para optar el Grado Académico de Maestro en Educación
Mención en Psicopedagogía de la Infancia
BACHILLER MILAGROS BETSABE GUTIERREZ
RODRIGUEZ
LIMA – PERU
2012
ESTILOS DE RELACIÓN MADRE - HIJO Y
CONDUCTA AGRESIVA EN NIÑOS DE 2 AÑOS DEL
DISTRITO DEL CALLAO
JURADO DE TESIS
Presidente: Dr. Gilberto Bustamante Guerrero
Vocal: Dr. Aníbal Meza Borja
Secretario: Mg. Leni Alvarez Taco
ANIBAL MEZA BORJA
ASESOR
Dedicatoria:
A mis abuelos, padres, hermana, amigas y amigos que con
su apoyo me han permitido concluir este trabajo.
Índice
INTRODUCCION
1
Problema de investigación
2
Planteamiento
2
Formulación
4
Justificación
5
Marco referencial
6
Antecedentes.
6
La relación madre – hijo.
13
Importancia de la relación madre – hijo.
14
Definición de actitudes.
15
Componentes de las actitudes.
16
Actitud materna.
17
Clases de actitudes maternas.
18
Influencia de las actitudes de los padres sobre las
20
relaciones familiares.
Dificultades en la definición de conducta agresiva.
21
Definición de conducta agresiva.
23
Evolución de la conducta agresiva en la primera infancia.
24
Clasificación de la conducta agresiva.
25
Causas de la conducta agresiva.
27
Objetivos e hipótesis
29
Objetivos.
29
Hipótesis.
30
I
MÉTODO
31
Tipo y diseño de investigación
31
Variables
32
Participantes
33
Instrumentos
34
Procedimientos de la recolección de datos
39
RESULTADOS
40
DISCUSIÓN, CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS
44
Discusión
44
Conclusiones
48
Sugerencias
49
REFERENCIAS
51
ANEXOS
II
Índice de tablas
Tabla 01. Definición de la variable estilos de relación madre – hijo.
32
Tabla 02. Definición de la variable conducta agresiva.
33
Tabla 03. Prueba T para muestras independientes.
38
Tabla 04. Frecuencia de conducta agresiva de los niños de 2 años.
40
Tabla 05. Nivel de aceptación de las madres hacia los niños de 2
años.
Tabla 06. Nivel de sobreprotección de las madres hacia los niños de
2 años.
Tabla 07. Nivel de sobre indulgencia de las madres hacia los niños
de 2 años.
Tabla 08.Nivel de rechazo de las madres hacia los niños de 2 años.
41
Tabla 09.Correlación entre actitudes maternas y conducta agresiva
de los niños de 2 años.
43
III
41
42
42
Resumen
Es un estudio no experimental de tipo descriptivo correlacional, cuyo objetivo fue analizar
la relación que existe entre los estilos de relación madre niño y la conducta agresiva de
los niños de 2 años del distrito del Callao. La muestra estuvo constituida por 30 madres y
sus hijos de 2 años; como instrumentos se utilizaron la escala de la relación madre – niño
de Roth y el registro de conductas agresivas de Masías adaptada a la edad de los niños
de la muestra. Los resultados más importantes señalan que la mayoría de las madres
alcanzaron niveles altos en aceptación y sobreprotección y niveles más bajos en
sobreindulgencia y rechazo; también, que la tercera parte de los niños de la muestra
manifestó nivel alto de conductas agresivas. El estudio concluyó que no existe relación
entre las actitudes maternas y la conducta agresiva de los niños.
Abstract
It is a non-experimental, descriptive and correlational study, which analyzed the
relationship between styles mother and son and aggressive behavior in 2 years old
children of the district of Callao.
The sample consisted of 30 mothers and their children from 2 years old, as instruments
were used scale Roth the relationship between styles mother and son and Masías
aggressive behaviors log, adapted to the age of the children in the sample. The most
important results indicate that the majority of mothers have high levels in acceptance and
overprotection and lower levels of indulgence and denial, also a third part of children in the
sample reported high levels of aggressive behavior. The study found no association
between maternal attitudes and aggressive behavior of children.
IV
1
Introducción
En la actualidad, es común encontrar sociedades con altos índices de violencia que se
aprecia en diferentes ámbitos de la vida del hombre, por ello, la Organización Mundial
de la Salud (OMS), elaboró el primer informe sobre el estado de la violencia y salud
(2002), donde señala que la violencia se percibe como un problema de salud pública
en todo el mundo.
La violencia puede verse en diversos contextos sociales, en las calles, en el
hogar y también en la escuela. Es precisamente en este último escenario en el que
maestros encuentran alumnos que presentan conductas problemáticas, entre ellas las
conductas agresivas, que no solo son manifestadas por los adolescentes, sino también
por los niños más pequeños.
En los últimos años, la aparición de alteraciones en los patrones de conducta
en el niño desde edad temprana, es tema de interés de diversos estudiosos que
buscan dar a conocer, explicar o intentan dar solución a este problema. Es por ello,
que investigadores como Oliva, Ojeda y Guadalupe en el 2003, señalan que los niños
pequeños entre 4 y 5 años despliegan conductas agresivas en las aulas de clase, por
lo general orientadas a lo físico (un empujón o manotazo) y muy poco a través de la
expresión verbal.
La manifestación de este tipo de conductas no queda circunscrito solo a niños
de estas edades, sino que también incluye a los niños más pequeños entre 1 y 3 años,
dado que, en un estudio sobre comunicación no verbal en niños pequeños, realizado
por Rodríguez, Montagner, Restoin, Schaal y Ullmann (1984), reportaron conductas
agresivas en niños desde los 18 meses, que incluían golpes, patadas, arañazos,
pellizcos, mordidas, entre otros. Es por esta razón que autores, como Trembley en el
2000, destacan la importancia del estudio de la agresividad en estas edades porque
considera que es la única manera de prevenir y conocer el origen de las conductas
agresivas.
Esto último se corrobora con la experiencia de los profesores en las aulas
quienes informan que hay un aumento de niños con este tipo de conducta a los que es
2
bastante difícil manejar y que por lo general presentan padres que no les prestan
atención o ejercen control sobre ellos con mucha violencia.
Estas actitudes de los padres, sobre todo de la madre, que muestra desinterés,
falta de atención, una disciplina rígida, severidad en el trato con el niño, pueden
deberse a una inadecuada relación madre – hijo, dicha relación está basada en la
teoría del vínculo de apego, que según Bowlby (1999), es el primer vinculo afectivo al
que es expuesto el ser humano, que se construye en la infancia y que le servirá de
modelo base para sus posteriores relaciones afectivas y sociales en la edad adulta. De
la misma forma, en cuanto a la conducta agresiva Martínez, Tovar y Rojas en el 2008,
señalaron que “La agresividad crónica de los niños después que inicia su estancia en
la escuela es la condición que más se relaciona con la delincuencia en la
adolescencia, la juventud y la vida adulta” (p.98)
Es por todo lo expuesto, que es relevante el estudio del tema en mención,
porque puede dar una idea del estado de la relación madre – hijo y una dirección en la
reducción de los problemas de conducta, que tienen alto correlato con la conducta
delincuencial en la adolescencia y adultez, que tienen su origen a edades tempranas.
Y de esta forma, servir como base para futuras investigaciones que puedan ampliar
más el tema.
Problema de investigación
Planteamiento.
La agresión es una de las alteraciones de la conducta que causa mayor
preocupación en la sociedad actual, para su control y manejo, sobre todo porque son
los jóvenes y niños quienes reportan altos índices de agresividad. Las investigaciones
en torno a este tema, hasta hace poco, se centraban en el estudio de adultos y
adolescentes; sin embargo, una minoría de estudios longitudinales realizados en
países como Estados Unidos, Canadá y Nueva Zelanda en las décadas del ochenta y
noventa, que usaron muestras de niños en edad escolar, demostraron que en la
mayoría de los casos la frecuencia de agresión física disminuye con el ingreso a la
escuela y hasta concluir la educación secundaria (Tremblay, 2009).
3
En la actualidad, son frecuentes los actos de violencia en la sociedad mundial, que
pueden ser apreciados en diversos escenarios en los que se desenvuelven los seres
humanos. En ese sentido, según el informe sobre el estado de la infancia en el mundo
de la United Nations International Children’s Emergency Fund (UNICEF), señala que la
violencia está presente sobretodo en los países en vías de desarrollo, quienes
alcanzan índices de hasta 62%, frente a países industrializados quienes presentan
menores porcentajes de violencia llegando a un 52%. (UNICEF, 2010, p. 40)
De la misma forma, la OMS en el 2002 elaboró el primer informe sobre el
estado de la violencia y la salud a nivel mundial, en la que, la violencia se percibe
como un problema de salud pública en todo el mundo. En dicho informe, se señala que
“cada año más de 1.6 millones de personas en todo el mundo pierden la vida
violentamente… que las muertes y discapacidades causadas por la violencia
convierten a ésta en uno de los principales problemas de salud pública de nuestro
tiempo” (OMS, 2002, p. 13).
Esto también se ve reflejado en la familia, según el informe sobre el estado de
la infancia en el mundo (UNICEF, 2010, pp. 40 - 43), reporta que la violencia en el
hogar tiene mayor porcentaje en África con el 63%, seguido muy de cerca por Asia con
el
48%, siendo los países integrantes de la comunidad europea y países
industrializados quienes presentan menor incidencia de violencia en el hogar con el
32%. (UNICEF, 2010, pp. 40 - 43)
Sin embargo, la violencia no queda limitada a estos dos escenarios, en dicho
informe, se hace evidente que los niños entre 2 y 14 años son sujetos de violencia en
la escuela, señala que esta práctica se enfoca en el castigo físico y psicológico,
revelando que la tendencia predominante es la combinación entre estos dos tipos de
castigo, que alcanzan una incidencia mayor del 50%.
El Perú no se encuentra exento de esta realidad, en la actualidad el estado de
violencia alcanza niveles preocupantes, focalizándose en zonas urbanas más que en
áreas rurales. Actualmente, el informe elaborado por Castillo y Medina (2008), sobre la
situación de conflicto y violencia en el Perú, encontró que la tasa de homicidios
dolosos representa el 10.4% respecto de cada 100,000 habitantes; por otro lado, la
4
violencia familiar reportó el 89% de casos por violencia física y/o psicológica. En
cuanto a la violencia juvenil, en Lima existen más de 400 pandillas que se encuentran
integradas por más de 13,000 adolescentes y jóvenes de 12 a 23 años, quienes son
responsables directos de al menos 15 muertes y 24 heridos cada año.
De la misma forma, como en otras partes del mundo, otro escenario en el que
se presentan este tipo de conductas en nuestro contexto es la escuela, donde
maestros señalan que cada año aumentan los niños con este tipo de conducta, que
presentan un comportamiento difícil de manejar, y que por lo general, provienen de
familias que no les prestan atención o ejercen control sobre ellos con mucha violencia.
La familia es otro escenario en el que las actitudes de los padres influirán en el
comportamiento de sus hijos, por tanto, la falta de atención, disciplina rígida, severidad
en el trato con el niño, el maltrato infantil, prácticas educativas inadecuadas, historia
familiar de delincuencia, problemas familiares, problemas en las relaciones afectivas e
interacción entre padres e hijos, en donde también entran a tallar los dificultades en la
relación madre – hijo; que según Peña (2010), se convierten en factores de riesgo
para el desarrollo de conductas agresivas en los niños.
En ese sentido, la relación madre hijo es señalada por Spitz (1985) como la
primera relación a la que es expuesta el ser humano, de vital importancia porque
permite la supervivencia del nuevo ser y que es posible gracias al vinculo de apego
que como afirma Bowlby (1999), es el primer vinculo afectivo, que se construye en la
infancia y que sirve de modelo base para las posteriores relaciones afectivas y
sociales en la vida adulta.
Por lo tanto, el tema de la relación madre – hijo y las conductas agresivas
manifestada por los niños, es un tema que merece ser estudiado para dar a conocer si
es posible determinar una relación entre ambas.
Formulación.
Es por todo lo descrito que surge el interés por estudiar la relación entre las
actitudes maternas y la conducta agresiva, puesto que investigaciones realizadas en
5
los últimos años ponen a la relación madre – hijo como factor de riesgo de la conducta
agresiva en los niños, por tanto, es importante su estudio para esclarecer el alcance
de esta posible relación: Por tal motivo, se formula el siguiente problema de
investigación:
¿Existe relación entre las actitudes maternas y la conducta agresiva de los niños de 2
años de las salas de educación temprana del distrito del Callao?
Justificación.
La presente investigación se interesa por el estudio de los estilos de relación
madre hijo y la conducta agresiva, porque autores como Trembley (2003), destacan la
importancia del estudio de la agresión a edad temprana porque considera que es la
única manera de prevenir y conocer el origen de las conductas agresivas. Porque
estos hallazgos llevaron a pensar que el desarrollo de la agresión no se iniciaba
cuando el niño estaba en la escuela primaria sino antes, en la etapa preescolar; a
pesar de ello, ha sido poca la atención que ha recibido el estudio del tema en los niños
de estas edades, puesto que, aún siguen siendo escasas las investigaciones que se
han preocupado por el conocimiento de la conducta agresiva en este periodo.
Además, porque se percibe desinterés por el estudio del tema, según Tremblay
(2009), debido a que las consecuencias de la agresión física infligida por un preescolar
generalmente produce menor daño que la realizada por un adolescente; por otro lado,
la teoría del aprendizaje social de la agresión lleva a pensar que los niños en edad
escolar aprenden a ser más agresivos porque están más expuestos a esta clase de
estímulos que los más pequeños, y de la misma forma, porque resulta más sencillo
para los investigadores observar y entrevistar a los niños en edad escolar.
De la misma forma, uno de los factores de riesgo relacionado con el desarrollo
de conductas agresivas son los problemas de interacción entre padres e hijos, dentro
de estos se encuentra incluidas las dificultades en la relación madre – hijo, en ese
sentido, Guevara (2004), señala que las actitudes de los padres influyen en el trato
que estos dan a sus hijos, por tanto, este trato tiene repercusiones sobre el
comportamiento de los hijos hacia los padres. Lo mismo señala Spitz (1985), quien
6
afirma que las madres que no pueden controlar sus actitudes inconscientes las
transmitirán a sus hijos, produciendo en ellos comportamientos desadaptados.
Por todo lo expuesto, es que se considera importante el estudio del tema en
mención, porque puede dar una idea sobre los estilos de relación madre – hijo y una
dirección en la reducción de los problemas de conducta de los niños pequeños, que
tienen alto correlato con la conducta delincuencial en la adolescencia y adultez, y que
tienen su origen a edades tempranas; además, de servir como base para futuras
investigaciones que puedan ampliar el tema.
Marco referencial
Antecedentes.
Nacionales.
Aliaga, Cáceres y Gonzales (2010),
realizaron una investigación que buscó
determinar las características socioculturales, ingreso económico y las actitudes de las
madres de niños de 1 a 4 años con retraso de lenguaje en la ciudad de Lima. En el
estudio participaron 74 madres; la técnica utilizada fue la entrevista y se uso como
instrumento de recolección el cuestionario para determinar la actitud materna de la
madre elaborado por los autores del estudio. Los resultados obtenidos en la
investigación mostraron que la mayor parte de las madres tienen una estructura
familiar mono parental, grado de instrucción es secundaria, solteras, adultas jóvenes,
provienen de la costa y con ingreso económico bajo – medio, además se encontró que
demostraban una actitud de sobreprotección; por lo que, el estudio concluyó que la
sobreprotección genera que el niño sea dependiente y no alcance el desarrollo del
lenguaje correspondiente a su edad.
Suxe (2004), realizó un estudio que buscó determinar el grado de relación entre
las actitudes maternas de aceptación, sobreprotección, sobreindulgencia y rechazo
con el autoconcepto de los niños, y a su vez identificar si variables demográficas como
el sexo del niño, edad, orden de nacimiento, número de hijos, ocupación entre otros,
7
podían predecir un auto concepto negativo. En el estudio participaron 113 niños y
niñas de 6 y 7 años y sus madres del distrito de San Martín de Porres; se aplicaron
como instrumentos de evaluación la Escala de Autoconcepto de McDaniel Piers y la
Escala Adaptada de la Relación Madre-Niño de Roth. En cuanto a los resultados
obtenidos, se encontró que cuando las madres presentan una actitud de rechazo y
aceptación se predice un autoconcepto general positivo o negativo, que el
autoconcepto social negativo disminuye cuando las madres tienen una actitud de
aceptación hacia sus hijos; en cuanto al auto concepto de rendimiento se observó que
a mayor edad del niño el auto concepto negativo es menor y este se incrementa con
las conductas de rechazo de la madre.
Guevara (2004), realizó una investigación que buscó relacionar las actitudes
maternas de aceptación, sobreprotección, sobre indulgencia y rechazo con los
problemas conductuales. El estudio se llevó a cabo en un colegio primario del distrito
de Breña, y contó con una muestra de 166 escolares de 6 a 11 años y sus madres.
Los instrumentos utilizados fueron el inventario de problemas conductuales de T.
Achenbach – versión padres adaptada por Ortiz y la escala de la relación madre – hijo
de Roth adaptada por Estrella. Obtuvo como resultado que no existe relación
significativa entre los problemas de conducta y las actitudes maternas de aceptación; y
que solo el 4.2% de los niños presentó problemas conductuales. El estudio concluyó
que las actitudes maternas de sobreprotección, sobre indulgencia y rechazo están
relacionadas con un nivel de significación moderada con los problemas de conducta.
Vásquez (2002), realizó una investigación que buscaba determinar la validez y
confiabilidad de las cuatro sub escalas de la escala de la relación madre - hijo de Roth
adaptada por Estrella (1985, citado por Vásquez, 2002, pp. 43), en una muestra de
100 madres de niños que presentaban trastorno de conducta y bajo rendimiento
escolar. El estudio encontró como resultado más importante que las actitudes
maternas de sobreprotección y sobre
indulgencia fueron las sub escalas que
presentaron validez y consistencia interna en la población estudiada. El estudio
concluyó que las actitudes de sobreprotección y sobre indulgencia presentan relación
significativa con los problemas de conducta y bajo rendimiento escolar.
Saire (2000), realizó un estudio con la finalidad de conocer si existen diferencias
en las actitudes madres cuyos hijos presentan problemas de aprendizaje con factores
8
psicosociales. Dicha investigación, contó con la participación de 80 alumnos de cuarto
y quinto grado de primaria de la ciudad de Huaraz y su madres; como instrumento se
utilizó la escala de la relación madre – hijo de Roth adaptada por Estrella. El estudio
obtuvo como resultados más importantes que la actitud de sobreprotección alcanzó un
nivel alto de incidencia, seguido de sobre indulgencia que se situó a nivel moderado,
en cuanto a las actitudes de aceptación y rechazo, la primera alcanzó nivel pobre y la
segunda nivel deficiente. La investigación concluyó que no existen diferencias
significativas entre las actitudes maternas y la edad, estado civil, grado de instrucción
y zona de residencia; en función de estas, solo en la actitud de sobreprotección existe
mayor relación.
Internacionales.
Jackson (2000, citado en Guevara, 2004, p. 14), llevó a cabo una investigación
que tenía como objetivo encontrar la relación entre la auto eficiencia, soporte social,
comportamiento de los niños y las relaciones maternas. Utilizó una muestra de 188
madres solteras con niños en edad preescolar, empleadas y no empleadas. El estudio
demostró que existe una relación positiva entre los problemas de conducta y el stress
de las madres no empleadas, con baja auto eficiencia y con menor soporte social de
amigos. Se concluyó que el ser madres empleadas, con baja auto eficiencia y con
menor soporte social de amigos fueron predictores significativos para los problemas de
conducta.
Nix (1999, citado en Saire, 2000, p. 16), realizó un estudio de investigación en
los Estado Unidos de América, sobre las relaciones entre la hostilidad de las madres y
la tendencia hacia los problemas conductuales de sus hijos, la disciplina ejercida por
ellas y los problemas de conducta externalizada por los niños; para ello, contó con una
muestra de 277 familias, a las que se les hizo seguimiento durante 4 años. De esta
forma, el estudio demostró que las tendencias atribuidas a la hostilidad de las madres
predicen en un futuro problemas de conducta en los niños en etapa escolar.
Hiratoshi (1997, citado en Guevara 2004, p. 12), investigó los efectos del
ambiente de crianza del niño, las actitudes parentales y los horarios de trabajo de las
madres en el comportamiento adaptativo del niño y los sistemas psicosomáticos; para
ello, utilizó una muestra de 211 madres cuyos hijos tenían entre 3 y 5 años de edad y
9
los puntajes obtenidos de los profesores del colegio con respecto al comportamiento
adaptativo de los niños y cualquier sistema psicosomático observado en el colegio.
Los resultados mostraron que las actitudes parentales están estrechamente
relacionadas con el autocontrol de los niños, que las madres con actitudes negativas
hacia la crianza de los niños tienden a tener niños rebeldes, poco temperamentales y
asertivos en clase; que el periodo largo de trabajo de las madres está relacionado
positivamente al comportamiento adaptativo de los niños y negativamente a los
síntomas psicosomáticos mostrados. El estudio concluyó que los niños cuyas madres
tienen largas horas de trabajo se adaptan mejor a la escuela pero presentan mayor
incidencia de síntomas psicosomáticos.
Cournoyer y Rohner (1996, citado en Poma, 1999, p18) estudiaron los factores
maternales relacionados a las prácticas de ser padres, expectativas de desarrollo y
percepciones de los problemas de conducta de los niños. Para ello, utilizó una muestra
de 1056 madres con niños pequeños, y como instrumentos usó una lista de chequeos
de padres (Cox, 1994) y el cuestionario de prueba de conducta (Richmon y Graham,
1971). Asimismo, en el estudio se incluyó determinantes potenciales de las prácticas
paternales como edad de la madre, estado civil, nivel de educación, número de hijos
que viven en casa y estatus socioeconómico de la familia. Como resultado más
importante se obtuvo que las practicas parentales y disciplina menos positivas, se
encontraron en madres jóvenes, con más de un niño viviendo en casa, con nivel de
ingresos y educación más bajos; ellas percibían que sus niños tenían mayor dificultad
en problemas de conducta. El estudio concluyó que son múltiples los determinantes
que influyen en las prácticas paternales de padres con hijos pequeños.
Lyns (1993, citado en Guevara, 2004, p. 15), realizó una investigación con el
objetivo de explorar la relación madre hijo y los problemas conductuales en niños de 5
años de edad reportados por profesores de colegio. La muestra estuvo conformada
por 62 familias de bajos recursos económicos de la ciudad de Boston. Obtuvo como
resultados más importantes que el predictor de mayor incidencia se deriva de los
niveles de comportamiento hostil hacia otros; que el 71% de los niños presenta
hostilidad preescolar y fueron clasificados como desorganizados en su relación con la
madre. El estudio concluyó que los problemas psicosociales maternos predijeron
agresividad - hostilidad en los preescolares.
10
Nacionales.
Carazas y Castro (2003), realizaron una investigación en un hospital psiquiátrico
de la ciudad de Lima, cuya finalidad fue determinar cuáles son los trastornos
psiquiátricos en niños y adolescentes que acuden por agresividad como motivo
principal de atención. La muestra de estudio estuvo conformada por 330 niños y
adolescentes entre 18 meses y 17 años que reportaban agresividad como motivo de
consulta. Los instrumentos utilizados fueron las historias clínicas y ficha de recolección
de datos, ambos elaborados por Carazas y Castro (2003). Encontraron como
hallazgos más importantes que la edad de identificación de conducta agresiva fue de
22 meses en promedio, asimismo, el 10% de la muestra estaba compuesta por los
menores de 3 años, grupo mayoritariamente conformado por niños entre 2 y 3 años;
por otro lado, los trastornos asociados con la agresividad a esta edad son el
hipercinético, de adaptación, disociación y mixto de conducta y emociones. El estudio
concluyó que la agresividad es un síntoma importante en la presentación de diferentes
entidades nosológicas, con particularidades de acuerdo a la edad y vinculados a
factores de riesgo que muchas veces conlleva a déficit psicosocial.
Castro, Córdova, y Hurtado, (1996), llevaron a cabo un estudio para establecer la
relación entre la conducta agresiva de los niños y las características familiares y
psicosociales que influyen en ella; para ello, utilizó una muestra de 30 casos de niños
entre 3 y 6 años con diagnóstico de conducta agresiva del departamento de niños y
adolescentes del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado Hideyo Noguchi y 82
adultos familiares de los niños del estudio. A la muestra se le aplicó tres instrumentos
una ficha de recolección de datos sobre la estructura, dinámica familiar y nivel
socioeconómico; un cuestionario de agresividad del niño y su uso, frecuencia y
exposición a programas de televisión y un cuestionario de agresividad del adulto para
los familiares que viven con el niño. Los resultados permitieron demostrar que los
niños que presentan altas conductas agresivas usan frecuentemente la televisión y
observan con preferencia programas infantiles agresivos, asimismo, se encontró que
la conducta agresiva – autoritaria caracteriza a los familiares de niños con altos
puntajes de agresividad, cuando presenta indiferencia, ausencia o sobreprotección se
ubica en el nivel medio de agresión; de la misma forma, se encontró que a menor
grado de instrucción del adulto, mayor es su agresividad, la misma que se manifiesta
con mayor intensidad a menor edad del niño. El estudio concluyó que existe relación
11
entre los modelos de conducta de los padres, familiares, televisión y la conducta
agresiva del niño.
Masías (1988), efectuó una investigación sobre la manifestación de conducta
agresiva y su relación con el conocimiento, uso y frecuencia de programas de
televisión en niños de una zona urbano marginal. La muestra de estudio estuvo
conformada por 30 niños entre 6 y 7 años de una institución educativa del distrito de
Pachacamac; utilizó como instrumentos, un registro de observación de conductas
agresivas para niños y un cuestionario informativo sobre conducta agresiva y
conocimiento, uso y frecuencia de programas televisivos para niños de 6 y 7 años. El
estudio concluyó que los niños que presentaron nivel alto de conducta agresiva tenían
preferencia y alta frecuencia por programas agresivos.
Internacionales.
Zambrano (2008), elaboró un programa de intervención que tuvo como propósito
reeducar la conducta disocial en niños del nivel preescolar de la ciudad de México. En
el estudio participaron 10 educadoras que atendían a niños entre 2 y 6 años. Utilizó
como instrumentos de medición el Cuestionario sobre Técnicas de Análisis Conductual
Aplicado, un Registro Planchek para identificar conductas agresivas en el aula y un
cuestionario para identificar niños con problemas de conducta, los tres instrumentos
fueron elaborados por Zambrano (2008). El estudio obtuvo como resultado más
relevante que el conocimiento, aplicación y retroalimentación sobre técnicas de
análisis conductual aplicado dirigido a educadoras resulta eficaz, puesto que, permite
incrementar la atención de sus alumnos hacia respuestas deseables; además,
concluyó que los resultados del programa son favorables para reeducar la conducta
disocial en los niños de preescolar, siendo necesario el apoyo a los padres de familia
en el entendimiento y pautas para trabajar con sus hijos afectados por este trastorno.
Oliva, Ojeda y Guadalupe (2003), realizaron un estudio con la finalidad de
elaborar una metodología para identificar conductas agresivas atípicas en niños en
edad preescolar de la ciudad de Veracruz. La muestra estuvo conformada por 61 niños
y niñas entre 4 y 6 años que conformaron 5 grupos de estudio. Obtuvieron como
principal resultado que el instrumento fue eficaz para identificar a los individuos
agresivos; sin embargo, concluyeron que para una mayor confiabilidad la evaluación
12
debe ser aplicada a por lo menos 40 grupos, que permita contar con una escala capaz
de abarcar una población de niños preescolares más amplia y diversa.
Leadbeater (1996, citado en Guevara, 2004, p.18), llevo a cabo una
investigación cuya finalidad fue encontrar la relación entre el nivel de síntomas
depresivos en el primer año de post parto y los 28 a 36 meses del post parto y los
reportes maternales de los niños con problemas de conducta entre los 28 y 36 meses.
En la muestra de estudio participaron 63 madres adolescentes y sus primeros hijos
recién nacidos de la ciudad de Puerto Rico. La investigación demostró que existe una
carencia de respuestas contingentes frecuentemente en la interacción de madres
sintomáticas con sus hijos, aunque no estuvo asociada con subsecuentes niveles de
problemas de conducta en los niños. El estudio concluyó que los síntomas depresivos
maternales contribuyen al conflicto en la relación madre – hijo.
Goldberg (1995, citado en Castro, et al., 1996, p. 17), efectuó un estudio
longitudinal que buscaba dar a conocer si los problemas conductuales en el niño con
compromiso médico deberían ser reportados tempranamente entre las edades de 2 y
3 años. La muestra estuvo conformada por un total de 145 niños, de los cuales 51
eran niños sanos, 40 eran niños fibrosísticos y 54 con enfermedad cardiovasculares
congénita. Concluyó que los niños con enfermedades congénitas al corazón
reportaron más problemas de conducta que los niños sanos, y que es importante
reportar los problemas conductuales tempranamente.
Ruiz (1980), dictó una conferencia en la ciudad de Granada, cuyo propósito fue
dar a conocer los aspectos psicodinámicos de la agresividad; el expositor señaló que
las reacciones agresivas iniciales se establecen en las primeras relaciones madre –
niño, que dan origen al primer esquema denominado carencia – agresividad, culpa –
punición; de la misma forma, afirmó que existirían dos periodos configuradores de las
conductas agresivas, el primero ligado al mundo familiar, sus frustraciones y
características y el segundo extra familiar, de modelado social. Por otro lado, aseguró
que en esta relación que se establece en el primer año de vida entre madre y niño, se
organiza una primera estructura y fijación de unas tendencias de la personalidad al
relacionarse con otros, basados en tres tipos básicos de relación: incorporativa,
destructiva y regresiva, que están estrechamente relacionadas con las conductas
delictivas.
13
Marco teórico.
Estilos de relación madre – hijo.
La relación madre – hijo.
La relación madre hijo según Bowlby (1999) puede entenderse como aquel
vínculo que une a la madre y a su hijo de manera satisfactoria a través del apego,
siendo esta una relación activa, cariñosa y reciproca entre ellos, que es muy distinta
de las relaciones con otras personas, y que se encuentra fortalecida y reforzada por la
interacción entre ambos.
De la misma forma, dicha relación es denominada por Spitz (1985) como una
“diada”, dado que la interacción entre esta pareja es simbiótica y fusionante, porque
hasta cierto punto se encuentra aislada de los que la rodean, y a la vez, unida entre sí
por lazos muy poderosos. A esos lazos afectivos o amor, se le denominó “egoísmo de
dos” que es lo que caracteriza a esta diada, sin embargo, esta interacción cumple una
función importante: la de mantener la sobrevivencia del nuevo ser.
En dicha interacción, según el autor, el sistema de comunicación de la diada
madre – hijo, se distingue de las comunicaciones verbales por la desigualdad entre los
participantes; puesto que, mientras la madre maneja una comunicación alocéntrica, el
bebe en los primeros meses se comunica de manera egocéntrica; por ello, la diada se
caracteriza por una comunicación no verbal. Sin embargo, durante este periodo tanto
la madre como el niño ajustan sus percepciones para entender al otro, siendo la madre
quien poco a poco lleva al niño hacia una comunicación reciproca.
En ese sentido, a través de la interacción entre ambos, el bebe recibe mensajes
de la madre sobre lo que le agrada y desagrada, que se ve reforzado por las
conductas que provocan placer en el niño y que repetirá, eliminando aquellas que
produzcan desazón en él. Spitz (1985), destaca la influencia de la madre sobre las
acciones del niño y señala que mas importante que las acciones conscientes de la
madre son las actitudes inconscientes que desenvuelve ante él.
14
De esta forma, se puede concluir que el establecimiento de esta relación se da a
través de la presencia física de la madre y de su asistencia hacia el niño en la
satisfacción de sus necesidades físicas y psicológicas, y es en esta continua
interacción que se da inicio a la formación del primer vínculo afectivo, el apego, el cual
permite a la diada madre – hijo establecer una relación.
Importancia de la relación madre – hijo.
Como se había señalado al principio, la relación madre hijo es de vital
importancia, puesto que, autores como Bowlby (1999), la señalan como base de las
futuras relaciones del niño, porque toma a ésta como modelo de sus posteriores
relaciones afectivas, en ese sentido, Spitz (1985), afirma que “Es de suprema
importancia que la primera relación del infante sea con un congénere humano, pues
todas las relaciones sociales posteriores se basarán en esa relación” (p.111)
Dicha relación se desarrolla dentro de un contexto social que es el ambiente
familiar. Aquí la madre cumple el rol materno, que es definido como “un conjunto de
conductas que asume la mujer al tener el hijo” (Arévalo, 2005, p. 13), estas conductas
van dirigidas a proveer protección, seguridad y la satisfacción de necesidades básicas,
a través de un trato sensible.
En ese sentido, las acciones de la madre adquieren un valor muy importante en
los primeros años de vida del niño, puesto que, se constituyen en estímulos
necesarios para su desarrollo; y que a partir de la identificación de la figura materna de
las demás, capacidad que facilita la evolución afectiva, es que dicha relación pasa a
un periodo afectivo – objetivo, donde la madre representa el universo del niño. (Spitz,
1996 citado en Arévalo, 2005)
De esta forma es la madre quien a través de sus gestos y actitudes, inicia una
intima relación con su hijo, con el que adquiere cierta unidad con signos de
dependencia del niño respecto a la madre (Brazelton y Cramer, 2001). Sin embargo,
esta situación no permanecerá inalterable, puesto que, con la adquisición de la
madurez psicomotora del niño, se debe dar paso a una relación más independiente,
que se alcanza cuando éste encuentra oportunidades de interacción con otras
15
personas y objetos. Por ello, en esta tarea es preciso que la madre sepa guiar la
formación psíquica de su hijo, llevándolo progresivamente hacia la madurez y
realización como ser humano.
En ese sentido, una de las formas de estudiar la relación madre – hijo es a
través de las actitudes maternas que como señala Roth (1965, citado por Arévalo,
2005), “la actitud de la madre se relaciona con su hijo en la medida que se presenta
una psicodinámica en la que intervienen la actitud materna, personalidad de la madre
y crea un resultado en el comportamiento del hijo”
Es por ello, que para entender mejor las actitudes maternas se va a tocar
primero el tema de la actitud en general para luego llegar a la comprensión de lo que
es actitud materna.
Definición de actitud.
Respecto a las actitudes aún no se ha llegado a un acuerdo sobre la definición,
sigue siendo un tema de discusión entre los psicólogos sociales encargados de su
estudio.
En este sentido, varios estudiosos del tema han intentado definirla, como Alport
(1935), quien señala que “Una actitud es un estado mental y neural de disposición,
organizada a través de la experiencia, que ejerce una influencia directiva o dinámica
sobre la respuesta del individuo a todos los objetos o situaciones con los que se
relaciona” (Alport, 1935 citado por Gross, 2004, p. 456)
Rosenberg y Hovland (1960, citado por citado por Gross, 2004, p. 456), señalan
que las actitudes son “predisposiciones a responder ante cierta clase de estímulos con
cierta clase de respuesta”.
Años más tarde, Petty y Cacioppo (1981), afirman que “El termino actitud debe
utilizarse en referencia a un sentimiento general, duradero, positivo o negativo, acerca
16
de alguna persona objeto o cuestión” (Petty y Cacioppo, 1981 citado por Gross, 2004,
p. 456)
De la misma forma, Zimbardo y Leippe (1991 citado por Gross, 2004, p. 456),
señalan que “Una actitud es una disposición evaluativa hacia algún objeto. Es una
evaluación de algo o alguien a lo largo de un continuo de agrado – desagrado o
favorable – desfavorable…”
En el presente estudio a partir de las definiciones expuestas, se puede entender
como actitud a aquella predisposición del ser humano al evaluar a una persona, cosa o
situación, en la que se tiende a responder de una u otra manera, dependiendo de si
esto es agradable o desagradable para el sujeto expuesto a dicho estímulo.
Componentes de las actitudes.
Las actitudes según Rosenberg y Hovland (1960 citado por Gross, 2004), están
constituidas por tres componentes:
El componente afectivo, que hace referencia a lo que una persona siente acerca del
objeto de la actitud, es decir, la evaluación favorable o desfavorable que hace del
objeto.
El componente cognitivo, se refiere a la creencia que tiene la persona acerca del
objeto que genera la actitud; es el cómo es ese objeto, y proviene de información
tangible que se recibe del objeto.
El componente conductual, se refiere a la forma de respuesta que da una
persona ante el objeto de actitud, es decir la acción.
En este sentido, se puede concluir que al formarnos una actitud sobre algo,
vamos a basarnos en las creencias o conocimiento que tengamos de dicho objeto, así
como, de los sentimientos que éste evoque en nosotros, y si estas son recientes o
débiles, se recurre a las conductas pasadas, que contribuyen a deducir nuestras
actitudes hacia el objeto de la actitud.
17
Actitud materna.
En el presente estudio se ha venido describiendo la trascendencia de la relación
madre – hijo, y al respecto también es importante considerar la forma como ésta se
relaciona con el niño, específicamente, centrarse en las actitudes que manifiesta hacia
él, es decir, las actitudes maternas.
En ese sentido, en el primer año de vida el niño estimulado por el afecto materno
adquiere un desarrollo rápido y sorprendente, porque “la madre es calor, es alimento,
es estado eufórico de satisfacción y seguridad” (Saire, 2000, p. 15). Sin embargo,
cuando ella no ha desarrollado una madurez suficiente para asumir su rol, puede ser
fuente de rechazo, ansiedad y depresión.
La comunicación madre – niño según Spitz (1985), se realiza tempranamente, a
través de señales no verbales, que ambos son capaces de descifrar. Una de ellas es
el llanto, primera forma que el bebé usa para llamar la atención de la madre y
manifestar sus sentimientos de desagrado, y que progresivamente gracias a la
sensibilidad materna ella aprende a interpretar, llegando a diferenciar las causas que
lo producen.
Sin embargo, más influyente que las actos conscientes de la madre serán las
actitudes inconscientes de esta, que según Spitz (1985), son las que van a influir en el
comportamiento del niño, por ello, una madre que sepa contener su ansiedad, estará
más preparada para enseñar al niño a esperar y a contener sus deseos en
comparación con las madres ansiosas que terminan transmitiendo su estado al niño.
Por tanto, las actitudes maternas también van a ejercer un papel importante en las
respuestas del niño.
La actitud materna es un término complejo de definir pero autores como Paucar
(1990), la definen como “…un sistema organizado y duradero de percepciones,
conocimiento y sentimientos adquiridos a través de la experiencia que conducen a la
madre a reaccionar afectivamente, a favor o en contra y de manera relativamente
estable ante el hijo y que a medida que se convierten en extremos son sostenidas con
mayor intensidad” (Paucar, 1990 citado en Suxe, 2004, p. 22)
18
Guevara (2004), define actitud materna como “una organización durable de patrones
psicológicos que implica un universo con una consistencia de patrones y respuestas
de la madre hacia el hijo”. Otra definición, es la dada por Castañeda (2005, citado en
Aliaga et. al, 2010) quien señala que se denomina actitud materna “al conjunto de
pautas, creencias y comportamientos que la madre tiene hacia los hijos”.
En otras palabras, las actitudes maternas son todos aquellos comportamientos o
respuestas favorables o desfavorables que la madre dirige hacia el hijo.
Clases de actitudes maternas.
Las conductas y actitudes maternas influyen sobre el niño, algunas contribuyen a
aumentar o mantener la proximidad de ambos y otras expresan todo lo contrario. Por
lo que Roth (1965 citado por Arévalo, 2005), señala que estas actitudes pueden ser de
dos clases, positivas y negativas. En la clasificación hecha por el autor, estableció
cuatro tipos una positiva y tres negativas, que se describen a continuación:
Actitud de aceptación.
Es la expresión de una adecuada relación madre – hijo, en términos de
sinceridad en la expresión de afecto, interés en los gustos, actividades y desarrollo del
niño. Es una madre que manifiesta firmeza y control no destructivo, orden en la rutina
diaria y una disciplina consistente. Esto quiere decir, que este tipo de actitud permite a
la madre percibir e interpretar apropiadamente las señales y comunicaciones del niño
con mucha empatía. Para Velásquez y González (2009) esta actitud facilitaría a los
niños su adaptación al medio social donde se desenvuelven.
Frente a estas actitudes el niño respondería en forma positiva a la socialización,
desarrollando sentimientos consistentes de amistad, interés, entusiasmo por lo nuevo
y una clara auto percepción.
19
Actitud de sobreprotección.
Se caracteriza por la excesiva preocupación de la madre por la vida del niño, su salud,
relaciones con compañeros, rendimiento escolar y logros que considera debe obtener.
Para Roth (1965, citado por Arévalo, 2005, p. 25) es considerado como “una expresión
de ansiedad pre natal, en términos de cuidados infantiles”, lo que representa un
impedimento para el desarrollo del comportamiento independiente, por el excesivo
control.
Es una actitud que implica exceso, y se caracteriza por ser exagerada, no
adecuada a la persona sobre la cual se ejerce, porque tiende a infantilizarla, limitando
su desarrollo normal, puesto que se le facilita todo, impidiéndole tener iniciativa para
solucionar sus problemas, lo que genera niños inseguros, tímidos, aprensivos y
dependientes. Además, se le percibe como una actitud posesiva que siempre va en
beneficio de la persona que la proporciona, con el fin de satisfacer sus propias
necesidades. (Velásquez y González, 2009)
Actitud de sobre indulgencia.
Es una actitud materna negativa, que se caracteriza por la gratificación excesiva,
donde se cede constantemente ante las demandas o caprichos del niño, así como,
defendiéndolos de los ataques de otros; junto con la falta de control parental que no
permite establecer límites en la conducta del niño; que se manifiesta según Velásquez
y González (2009) en exceso de atención y de contacto, asimismo, señalan que esto
reflejaría una pobreza emocional de los padres quienes adoptan una postura de
desinterés por su hijo, descuido, demostrando indiferencia por el desarrollo personal y
social del niño.
A esto, el niño respondería con comportamientos rudos y agresivos, con baja
tolerancia a la frustración, sentimiento de culpa y demostrando dificultades para
adecuarse a la rutina.
20
Actitud de rechazo.
Actitud materna negativa que se caracteriza por la negación del amor y expresión de
odio hacia el niño, que se manifiesta en negligencia, tosquedad y severidad de la
madre hacia su hijo. Concuerdan con ello, Velásquez y González (2009) quienes
señalan que la madre manifiesta actitud de perfeccionismo excesivo y hostilidad.
Ante estas actitudes el niño intentaría ganar el afecto, con intentos directos o
indirectos, como, llorar, entre otros o por medio de robos y buscando elogios o
castigos. Mostrando también, una desatención de las reglas y normas, con ausencia
de sentimientos de culpa.
Influencia de las actitudes de los padres sobre las relaciones familiares.
El lugar donde el niño aprende sobre la disciplina, amor y respeto es en el hogar,
donde los padres son el espejo donde se miran los hijos, por ello, la madre que
representa un modelo a seguir, debe reforzar las acciones que el niño debe aprender,
a través del amor y la aceptación que transmite a su hijo, dándole libertad para ser él
mismo, para desarrollarse a su propio ritmo, hasta ser capaz de valerse por sus
propios medios. (Roth, 1965 citado por Arévalo, 2005)
Según Guevara (2004), señala que las relaciones entre padres e hijos dependen
de las actitudes de los progenitores, esto puede ser, porque las actitudes de los
padres influyen en el modo en que tratan a sus hijos, y esto a su vez, afecta las
actitudes de los pequeños hacia ellos y el modo en que se comportan. En ese sentido,
Bowlby (1999), deja ver que las actitudes de los padres hacia sus hijos son producto
del aprendizaje, de sus vivencias cuando niños, y señala que en la mayoría de los
casos se tenderá a repetir con los hijos el modelo aprendido de los progenitores.
Saire (2004), afirma que existen factores que contribuyen a determinar que
actitudes son las que se aprenderán, pueden ser:
21
El concepto de niño ideal, que se basa en lo que los padres desearían que fueran sus
hijos, por tanto, cuando el niño no responde a las expectativas de los padres, estos
últimos se sienten decepcionados lo que suscita una actitud de rechazo.
De la misma forma, los valores culturales influyen sobre el modo en que los
padres tratan a sus hijos, sea autoritario, democrático ó indulgente; es por ello, que los
padres que gozan de su papel, se sienten felices en su matrimonio o se encuentran
satisfechos con el sexo de sus hijos, tendrán actitudes más favorables que los que
están insatisfechos.
En ese sentido, los problemas que aquejen a la madre o a la relación de ambos
padres, también afectará al niño, porque es capaz de advertir la perturbación de sus
progenitores, lo que le genera incomodidad, confusión e inestabilidad, por la falta de
unidad de afecto que le proporciona seguridad para actuar.
La vida social del niño, también recibe influencia de estas actitudes, puesto
que, el afecto que le brindan en casa tiene un gran predominio en el desarrollo del
afecto por los demás. Y es que, a medida que crece el niño, va adquiriendo nuevos
lazos fuera del hogar y cuando más sincera y espontanea sea la relación afectiva entre
el niño y la madre, éste estará más capacitado para sentir afecto por otras personas y
establecer lazos sociales duraderos.
A partir de lo expuesto, se puede concluir que cualquier desajuste en la vida de
los padres ejerce una influencia sobre el niño, así como, el modo en que estos tratan a
sus hijos, afectará las actitudes hacia ellos y el tipo de relaciones que se desarrollen
entre ambas partes.
Conducta agresiva.
Dificultades en la definición de conducta agresiva.
El termino agresión que alude a la conducta agresiva, sigue siendo un tema en
discusión porque todavía no existe un consenso sobre su definición. Por ello, antes de
llegar a definirla, primero debe hacerse una distinción entre términos como agresión,
22
agresividad y violencia, que son usados con el mismo significado, sin embargo,
poseen un sentido diferente.
La agresión o conducta agresiva es definida como una acción externa, abierta,
objetiva y observable que inflige daño a otra persona o cosa. Este término ha ido
tomando forma a lo largo de los años; por ello, es posible encontrar definiciones desde
posturas conductuales como la que mantuvo Buss en la década de los 60 que
señalaba que la agresión es “la respuesta que proporciona estímulos dañinos a otro
organismo” (Buss, 1961 citado en Castrillón y Vieco, 2002, p. 171); a definiciones que
intentaron caracterizarla principalmente por su componente intencional cuyo objetivo
primario es la ofensa o el daño de la persona a quien se dirige (Berkowitz, 1965;
Dollard et al., 1939 citados en Campojó, 1997, p. 71).
Otras, sin embargo, intentaron reflejar que en la agresión el efecto nocivo no era
el único factor calificador, porque también, se veían involucrados juicios sociales que
etiquetan dicha conducta precisamente como agresión (Bandura y Walters, 2002).
También, Zillman en 1979, dio una definición que excluía a aquellas personas que no
están activamente motivadas a evitar el efecto nocivo, por tanto, para él la agresión es
aquella actividad a través de la cual una persona busca lesionar o causar dolor físico
sobre otra que luchara por evitarlo. (Zillman, 1979 citado en Peña, 2010, p. 24)
Por otro lado, se tiene a la agresividad, que suele ser concebida como una
respuesta adaptativa que forma parte de las estrategias de afrontamiento de los seres
humanos a las amenazas externas. Sin embargo, también es definida como una
disposición relativamente persistente a ser agresivo en diversas situaciones, es decir,
la inclinación que siente una persona o grupo humano a realizar un acto agresivo, por
lo
que
clínicamente
está conceptualizada
como
un estado
permanente o
predisposición constitucional a cometer agresiones o a atacar sin que medie
provocación alguna. (Castrillón y Vieco, 2002)
En el caso de la violencia, esta es definida como la utilización excesiva de la
fuerza física, junto con una reacción que no guarda aparentemente relación con los
estímulos que desencadenaron tal acción. Por ello, Flores (1991), señala que la
violencia constituye un tipo de agresión desadaptada, que no guarda relación con la
situación social en la que se desarrolla o que se da en una dirección espacial
23
inadecuada, además, que requiere de la ejecución de conductas que demuestran un
uso excesivo o exclusivo de la fuerza física dentro de un contexto sociocultural
determinante; y que estaría sustentada biológicamente en un mecanismo incorrecto
que regula la función adaptativa de la agresión, destacándose su carácter
eminentemente destructivo sobre las personas y las cosas. Todo esto sería definitorio
para hablar de un acto agresivo como violento. (Flores, 1991 citado en Castrillón y
Vieco, 2002, p. 30)
A partir de estas definiciones, queda claro que el término que es más pertinente
para la presente investigación es el de conducta agresiva, puesto que, es la que mejor
se acerca a las características de los niños sujetos de estudio.
Definición de conducta agresiva.
La Real Academia de la Lengua Española establece que el termino agresión
proviene etimológicamente del latín aggredior que significa ir o acometer contra otro, y
lo define como el comportamiento humano propenso a faltar el respeto, a ofender o a
provocar a los demás.
De la misma forma, es definida como “la actividad a través de la cual una
persona busca infligir daño o dolor físico sobre otra que está motivada a evitarlo”.
(Zillman, 1979 citado en Peña, 2010, p. 24) También, Dollard y Miller (1939), señalan
que “agresión es cualquier secuencia conductual cuya respuesta de meta, sea herir a
la persona contra quien va dirigida” (Dollard y Miller, 1939, citado en Masías, 1996, p.
32)
Otra definición, es la de Lorenz (1971), quien señala que la conducta agresiva es
una condición indispensable para el propio progreso, porque permite la lucha por algo
que se desea conquistar y permite la protección de sí mismo, como la defensa del
territorio. Más adelante, Ruiz en 1980, establece que la agresión es la tendencia a
dañar o destruir a los demás que se manifiesta a través de la conducta.
Más tarde, Masías (1996) define la agresión infantil como un comportamiento
negativo, antisocial que está condicionado por diferentes factores de manera
24
consciente o inconsciente y que el niño manifiesta a través de rabietas golpes,
patadas, gritos, insultos desobediencia a la maestra o padres, entre otros.
Estas definiciones dejan claro que la agresión implica provocación o ataque, que
este ataque puede tener diferentes objetivos, desde alejar a un supuesto invasor del
territorio propio a defender algo o descargar hostilidad contra alguien, entre otros; sin
embargo,
el
ataque
siempre
permanece
como
elemento
constante
independientemente de sus alcances destructivos, y que esto último, dependería de
las circunstancias y de la intensidad de la conducta agresiva. (Castrillón y Vieco, 2002)
A partir de estas afirmaciones respecto a la agresión, que la señalan como una
conducta que se manifiesta en el individuo buscando ocasionar daño a otro, sea por
arrebatarle algo o por descargar cierta hostilidad sobre este, todas estas definiciones
coinciden en un elemento común que es el ataque al otro, que es independiente de la
causa que llevo a cometer dicha agresión. Por todo ello, es posible ver con claridad
que toda conducta que implique el ataque hacia otro es una conducta agresiva.
Evolución de la conducta agresiva.
Autores como Serrano (2000) y Sadurní, M., Rostán, C. & Serrat, E. (2008),
señalan que las conductas agresivas son más frecuentes en los primeros años de vida
y que posteriormente decrecen. En un estudio realizado por Leremise y Dodge, (1993,
citado por Sadurní, M., Rostán, C. & Serrat, E., 2008), encontraron que los niños
desde los 4 meses de edad manifestaban claras y frecuentes manifestaciones de ira
cuando no podían consumar una acción u obtener un deseo.
En ese sentido, Parke y Slaby (1983, citado en Sadurní, M., Rostán, C. & Serrat,
E., 2008) observaron que hacia el año de edad, que las relaciones de los niños que
asistían a escuelas infantiles, con sus compañeros eran conflictivas; Caplan y cols.
(1991), a partir de un estudios con niños de un año de edad, en la que colocaron dos
muñecos idénticos para que cada niño tuviera uno, observaron que los niños
presentaban la tendencia a obtener el muñeco que poseía el compañero.
25
Esto permitió evidenciar que los niños a partir del año de edad sienten preferencia por
quitar los juguetes que tienen otros compañeros y presentan claras intenciones de
arrebatárselos, por lo que Caplan y cols. (1991, citado en Sadurní, M., Rostán, C. &
Serrat, E, 2008), sostienen que a esta edad ya existe intencionalidad primigenia de
obtener un objeto con significado social.
De la misma forma, Serrano (2000), señala que el nivel máximo de conducta
agresiva, los niños lo alcanzan hacia aproximadamente los dos años de edad, luego
de esta edad disminuye, hacia los 4 años empieza a reducirse la destrucción e
intentos de humillar a otros; asimismo, destaca que hacia los 5 años los niños usan
menos el negativismo, rebelión o acciones físicas de rechazo.
A partir de lo observado por Olweus (1979, citado en Serrano, 2000), sugiere
que en los primeros años de vida se tiene una propensión por patrones de agresión
física y una propensión de los niños de mayor edad para usar otras formas de
agresión, como la verbal. Asimismo, la autora señala que recién en la etapa escolar es
cuando la agresión alcanza niveles moderados.
Esto permite darnos cuenta que la agresión no es una conducta solo desplegada
por los niños de mayor edad, sino que las diversas investigaciones dan cuenta que la
agresión inicia a edades muy tempranas y que se va a desarrollando a medida que el
niño se desarrolla, yendo de lo netamente físico en los inicios hacia formas más
sofisticadas de agresión.
Clasificación de la conducta agresiva.
Cuando un niño nace solo está preocupado por sus propias necesidades. Lo
único que es real para él es su persona. Tiene necesidades corporales, sensaciones
físicas y pensamientos. Todavía no se relaciona con las personas de un modo
afectivo, sino que las ve como parte del sistema que él necesita para sobrevivir. Esta
preocupación del niño por la satisfacción de sus necesidades es aceptada por los
padres; es la aceptación total de un acto egoísta y no reciproco, que solo se produce
en este momento del desarrollo. (Papalia y Wendkos, 1997)
26
Train (2001), señala que si este proceso de vinculación no se produjese, se vería
afectado el proceso de desarrollo del bebé, porque crecer supone cierto grado de
agresividad, puesto que, si hubiéramos nacido sin ella el ser humano sería incapaz de
sobrevivir a las fases iniciales de la vida y no podría avanzar en su desarrollo, esto es
postulado en la teoría etológica de Lorenz (1971), quien señala que la agresión es un
instinto en los animales y el ser humano, que es útil para la sobrevivencia y que debe
ser descargado, pero ello, debería ser canalizado de maneras positivas. Por tanto, la
agresividad procede de una tendencia innata a crecer y dominar el mundo circundante,
ésta puede considerarse como una característica de todas las especies. Lo que no
quiere decir, que a causa de ello el niño será excesivamente agresivo, puesto que,
dependerá de si es frágil o resistente en lo emocional.
La agresión también puede tomar diversas formas, es por ello, que diversos
investigadores en el tema han buscado clasificarla para su mejor entendimiento, por
ello, Train (2001) elabora una clasificación a partir de las observaciones realizadas en
escuelas infantiles.
El primer tipo, son los niños que expresan su agresividad solo en los juegos, los
describe físicamente salvajes y fuera de control al jugar; muy toscos e intimidatorios;
pero este comportamiento se limita solo al momento de juego, para el autor, esto
implica fantasía. Estos niños se caracterizan porque hablan poco y tienen poco éxito
en las disputas.
Después encontramos a los niños que son físicamente agresivos y dominantes
en las peleas, son aquellos que se especializan en hostigar a los demás y sin ser
provocados dirigen repetidamente la agresión contra la misma persona, molestando y
amenazando de modo continuo; se caracterizan por ser poco habladores, cuando lo
hacen susurran y suelen estar entre los niños más violentos y agresivos del grupo.
En el último tipo, están los niños agresivos y dominantes al hablar, pero que no
son físicamente violentos. Se caracterizan porque su agresión se produce fuera de las
situaciones de juego y son percibidos por otros niños como aburridos debido a su
preocupación por sí mismos; son considerados por los adultos como mejor adaptados
en lo social, porque presentan un nivel bajo de agresividad y muestran escasa
violencia en todas las situaciones, son más habladores y tienden a no preocuparse por
27
sus relaciones con los demás. Estos tres modelos de conducta se mantienen durante
toda la infancia hasta los siete u ocho años de edad. (Train, 2001)
De la misma forma, Bus (1961, citado en Serrano, 2000), la clasifica por su
modalidad de dos formas:
Agresión física, o todo ataque a un organismo mediante armas o elementos
corporales.
Agresión verbal, o toda respuesta vocal que resulta nocivo para otro organismo,
como amenazar o rechazar.
Esto también es confirmado por Serrano (2000), quien señala que se considera
actos de agresión a las patadas, golpes, arañazos, pellizcos, empujones entre otros; y
los actos de agresión verbal pueden ser amenazas, chismes, insultos, gritos, chillidos,
resoplidos, entre otros.
Causas de la conducta agresiva.
La conducta agresiva según distintas investigaciones que explican dicho
fenómeno, señalan que su origen es multicausal, es decir, que este tipo de conducta
puede verse desencadenada por multitud de factores. Por ello, los factores de riesgo
implicados en el tema en mención, no son entidades que actúen aisladamente
determinando unívocamente unas conductas sino que al interrelacionarse predicen
tendencias generales de actuación.
Los factores de riesgo provienen de diversa índole, y se reúnen en dos grandes
grupos, los factores ambientales y/o contextuales y los factores individuales, estos
últimos se subdividen en factores biológicos, factores psicológicos y factores de
socialización.
Los factores ambientales y/o contextuales, provienen de la sociedad, como la
influencia de los medios de comunicación, el desempleo, la pobreza y otros;
28
configurándose como los factores de riesgo que pueden originar comportamientos
desadaptados.
Los factores individuales, según Peña (2010), en el pasado se consideraba que
los modelos psicosociales y biológicos eran mutuamente excluyente y que entraban en
competencia. Sin embargo, hoy en día se sabe que todo comportamiento humano es,
en mayor o menor medida, producto de la interacción entre determinadas variables
psicosociales y un conglomerado de factores biológico-genéticos, por ende, la
aparición de la conducta desadaptada entre ellas la agresión, estará modulada por
dicha interacción.
Dentro de estos factores encontramos desde los factores biológicos y genéticos,
como los problemas hormonales o falla cromosómicas, dificultades en el embarazo y/o
parto de la madre; pasando por los factores psicológicos como la hiperactividad,
autoestima, agresividad, entre otros; hasta los factores de índole psicosocial en la que
se encuentran presente problemas familiares, maltrato infantil, historia familiar de
delincuencia, practicas educativas inadecuadas, las relaciones afectivas e interacción
entre padres e hijos y otros.
Este último punto, Serrano (2000), señaló que “La familia es durante la infancia,
uno de los elementos más importantes del ámbito sociocultural del niño. Las
interacciones entre padres e hijos van moldeando las conductas agresivas” (Serrano,
2000, p.45), esto pone en relieve el papel de los vínculos afectivos dentro del
desarrollo de conductas agresivas, como señala Peña (2010), la presencia de vínculos
afectivos débiles, la falta de confianza en los padres, patrones de comunicación poco
fluidos o relaciones tensas y conflictivas entre padres e hijos, son también un claro
factor de riesgo para el desarrollo de comportamientos problemáticos o antisociales.
En esa línea, las investigaciones de Loeber y Dishion (1983, citado por Peña
2010), determinaron que la calidad de las relaciones entre padres e hijos es
fundamental, y que si esta relación es cálida y afectuosa, el desenvolvimiento de
conductas agresivas disminuye, por lo tanto, también se reduce el índice de
delincuencia juvenil.
29
De aquí la importancia de establecer vínculos afectivos adecuados entre madres e
hijos, puesto que, como lo evidencian las investigaciones sobre el tema, el buen
establecimiento de estas, predice el desenvolvimiento de conductas de relación con
los demás más adecuadas y menos agresivas.
Objetivos e hipótesis
Objetivos.
Objetivo general.
Determinar si existe relación entre los estilos de relación madre - hijo y la conducta
agresiva de los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del
Callao.
Objetivos específicos.
Establecer si existe relación entre la actitud materna de sobreprotección y la
conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del
distrito del Callao.
Establecer si existe relación entre la actitud materna de sobre-indulgencia y la
conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del
distrito del Callao.
Establecer si existe relación entre la actitud materna de rechazo y la conducta
agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del
Callao.
Establecer si existe relación entre la actitud materna de aceptación y la conducta
agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del
Callao.
30
Hipótesis.
Hipótesis general.
Existe relación entre los estilos de relación madre hijo y la conducta agresiva
en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao
Hipótesis especificas.
Existe relación entre la actitud materna de sobreprotección y la conducta
agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del
Callao.
Existe relación entre la actitud materna de sobre- indulgencia y la conducta
agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del
Callao
Existe relación entre la actitud materna de rechazo y la conducta agresiva en
los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao.
Existe relación entre la actitud materna de aceptación y la conducta agresiva en
los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao.
31
Método
Tipo y diseño de investigación
Tipo de investigación.
El tipo de investigación del estudio en mención es descriptivo – correlacional,
porque está interesada en la determinación del grado de relación existente entre dos o
más variables de interés de una misma muestra de sujetos con respecto a un
fenómeno dentro de un contexto. (Sánchez, 2005, p. 63)
Diseño de investigación.
El diseño del presente estudio se encuentra dentro de los estudios del diseño no
experimental, puesto que, en este tipo de estudios no se realiza la manipulación de las
variables y donde se observa el objeto de estudio en su forma natural para luego
analizarlos; es decir, que no se construyen situaciones que alteren la realidad sino que
simplemente se recoge los datos de ésta tal y como se presentan. (Hernández,
Fernández y Baptista, 2006)
Ox
M
r
Oy
Donde:
M
= Muestra de investigación
Ox
= Observaciones de la variable estilos de relación madre – hijo.
Oy
= Observaciones de la variable conducta agresiva.
r
= Índice de relación entre ambas variables.
32
Variables
Definición conceptual.
Estilos de relación madre - hijo.
En el presente estudio de investigación, se puede definir como estilos de relación
madre hijo, a las diferentes formas de relación establecida entre la madre y el niño,
basada en las actitudes o aquellos comportamientos o respuestas favorables o
desfavorables que la madre dirige hacia el hijo.
Conducta agresiva.
En cuanto al termino conducta agresiva, este puede ser definido como toda
acción externa, objetiva y observable que ejecuta el sujeto causando daño a otros
sujetos, con o sin motivo que justifique tal acción.
Definición operacional.
Tabla 01.
Definición operacional de la variable estilos de relación madre - hijo.
ESTILOS DE RELACIÓN MADRE –
HIJO
VARIABLE
DEFINICIÓN
OPERACIONAL
Puntaje de La
Escala
de
Evaluación de la
Relación Madre Niño de Roth, R.
(1965), adaptado
en el Perú por
Arévalo, E (2005
DIMENSIONES
Aceptación
Sobreprotección
Sobre
indulgencia
INDICADORES
Expresión de afecto, interés
en actividades, desarrollo y
percepción del niño, firmeza
y
consistencia
en
la
disciplina
Excesiva preocupación de la
madre por la vida del niño,
que es impedimento para el
desarrollo
de
un
comportamiento
independiente,
por
el
excesivo control.
Gratificación excesiva junto
con la falta de control
parental que no permite
establecer límites en la
conducta del niño.
ITEMS
1,5,9,13,17,2125,
29,33,37,41,45
2,6,10,14,18,22,2
6,30,34,38,42,46
3,7,11,15,19,23,2
7,31,35,39,43,47
33
Tabla 02.
Definición operacional de la variable conducta agresiva.
CONDUCTA
AGRESIVA
VARIABLE
DEFINICIÓN
OPERACIONAL
Puntaje obtenido
en el registro de
conductas
agresivas
para
niños de 2 y 3
años de Masías,
Y.
(1988),
adaptado
por
Gutierrez,
M.
(2011)
DIMENSIONES
Rechazo
Agresión física
Agresión Verbal
Agresión en la
Interacción con
la maestra.
INDICADORES
Negación
de
amor
y
expresión de odio de la
madre hacia el niño en
términos de negligencia,
tosquedad y severidad.
Toda agresión corporal hacia otro
que engloba acciones físicas de
ataque como patadas,, romper o
maltratar objetos, entre otros.
Afirmaciones verbales tales
como sonidos amenazantes,
gritos o insultos.
Conducta de desobediencia
reiterada y/o agresión física
o verbal a la autoridad.
ITEMS
4,8,12,16,20,24,2
8,32,36,40,44,48
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7,
8, 9, 10, 11, 12,
13.
14, 15.
16, 17.
Variables de inclusión.
Edad: 2 años.
Sexo: Masculino y Femenino.
Nivel socioeconómico: Bajo.
Área Geográfica: Distrito del Callao.
Dependencia: Salas de educación temprana.
Participantes
La población del presente estudio se encuentra ubicada en el distrito del Callao
en dos áreas urbano marginales en las que intervienen los programas SET ó Salas de
Educación Temprana que pertenecen al Ministerio de Educación, estuvo representada
por 80 niños de 2 años que asistían a dichos programas.
La muestra de estudio ha resultado no probabilística, puesto que, los sujetos
participantes son parte de grupos formados previamente al estudio; asimismo, el tipo
de muestra es disponible, |puesto que los sujetos son accesibles o adecuados para el
estudio.
En este caso, la muestra estuvo conformada por un total de 30 niños de 2 años y sus
madres.
34
Instrumentos de la investigación
Para el desarrollo del presente estudio fue necesario la utilización de instrumentos que
ayudarán a obtener la información requerida de la muestra; por ello, se usaron dos
instrumentos para este fin, el primero de ellos, la escala de evaluación de la relación
madre hijo y el registro de observación de conductas agresivas para niños de 2 años.
A continuación se presenta cada uno de los instrumentos.
Ficha técnica: de la escala de evaluación de la relación madre – hijo de Roth
Nombre
: Escala de evaluación de la relación madre hijo.
Autor
: Robert Roth
Procedencia
: USA
Año
:1965
Adaptación
: Edmundo Arévalo Luna
Año
: 2005
Objetivo
: Conocer el tipo de relación que tiene la madre con su niño.
Rango
de : Madres con hijos hasta los 7 años.
aplicación
Administración
: Individual o colectiva
Descripción del instrumento.
La ERMN es un cuestionario que está compuesto por cuatro escalas principales
denominadas aceptación (A), sobreprotección (SP), sobre indulgencia (SI), rechazo
(R). (Anexo 1)
Consta de 48 preguntas o ítems, correspondiendo 12 ítems para cada una de las
4 primeras escalas; mientras que para la escala de confusión – dominancia se obtiene
entre todos los puntajes que se ubican en el cuartíl más alto. El puntaje directo
máximo que se puede alcanzar es de 60 puntos para cada escala y un mínimo de 12.
35
Administración del instrumento.
La escala está dirigida a las madres de niños cuyas edades sean igual o menor a 7
años, de diversos estratos socioculturales y educativos. La aplicación de la escala
puede ser de manera individual o colectiva; su duración en promedio es de 25 minutos
aproximadamente.
Calificación e interpretación.
En cuanto a la calificación, las afirmaciones tienen cinco alternativas de
respuesta, a cada una de ellas se le ha asignado un valor o puntaje que varía de 1 a 5;
sin embargo, para la escala que evalúa aceptación existen dos plantillas de corrección
una es directa y la otra es inversa, es decir, que la puntuación se invierte de 5 a 1.
Validez.
La validez del instrumento realizada por Arévalo (2005), la obtuvo de dos formas,
la primera de ellas, fue la validez de contenido, como señalan Hernández, Fernández y
Baptista (2006), se refiere a si el instrumento mide adecuadamente los componentes
de la variable a estudiar. Esto se realizó a través de la técnica del criterio de jueces, en
la que participaron 8 jueces quienes aprobaron unánimemente los 48 ítems de la
escala. Luego, se aplicó la validez de criterio a través de los datos recogidos de la
prueba piloto, utilizando el método ítem test, a través de la fórmula producto momento
de Pearson, corregida de acuerdo a la prueba de Mc Nemar, que “se utiliza para dar a
conocer si determinado “tratamiento” induce a un cambio en los elementos sometidos
a prueba” Guzmán (s.f.). En este caso se obtuvo una correlación real entre el ítem y el
total del test (r Mc N) r >0.35 mayor a r>0.21, por tanto se acepta como válido.
Confiabilidad.
Para establecer los coeficientes de confiabilidad del instrumento, Arévalo (2005),
señala que realizó una prueba piloto en la que participaron 120 sujetos para la
recolección de datos; luego, se utilizaron los estadísticos de correlación de productomomento de Pearson, siendo aplicado el método de las mitades y corregido con la
36
fórmula de Spearman Brown, dando como índice de confiabilidad en cada área de la
escala 0.89 para aceptación, 0.91 para sobreprotección, 0.81 para sobre indulgencia
y 0.85 para rechazo, lo que indica que las escalas son bastante confiables. De la
misma forma, se llevó a cabo el análisis de la fiabilidad de la escala general a través
del coeficiente de Alfa de Crombach cuyo índice fue de 0,8976 siendo mayor que
0.70 por tanto, se le considera como confiable. (Arévalo, 2005: 34)
Registro de observación de conductas agresivas para niños de 2 años:
Nombre
: Registro de observación de conductas agresivas
Autor
: Ysabel Masías Ynocencio
Procedencia
: Lima
Año
:1988
Adaptación
: Milagros Gutierrez Rodríguez
Año
: 2011
Objetivo
:Detectar
frecuencia
de
manifestación
de
conductas
agresivas
Rango de aplicación
: Niños de 2 años.
Administración
: Colectiva.
Descripción del instrumento.
El registro de conductas agresivas es un instrumento de observación que se
aplica para detectar las conductas agresivas en los niños de 2 años. Está compuesto
por tres dimensiones denominadas agresión física (AF), agresión verbal (AV), agresión
en la interacción con la maestra (AIM).
El instrumento consta de 17 ítems, correspondiendo 13 ítems para la dimensión
de agresión física, 2 ítems para agresión verbal y 2 ítems para agresión en interacción
con la maestra. (Anexo 2)
37
Administración del instrumento.
El registro de observación está dirigido a los niños de 2 años de edad, provenientes
del estrato socioeconómico y cultural bajo. La aplicación del registro puede hacerse de
manera individual o colectiva, su duración en promedio es de 1 hora dividida en dos
intervalos de 30 minutos cada uno, durante 4 días consecutivos.
Calificación e interpretación.
En cuanto a la calificación, se coloca un punto por cada conducta emitida, es
decir, que se coloca tantos puntos como veces manifieste la cada conducta
observada; luego, se suman los puntajes de cada ítem de ambos observadores por
cada intervalo de observación y después, se suma el total por cada ítem de ambos
intervalos. Finalmente, se saca el promedio de cada ítem dividiendo el resultado entre
el número de observadores.
Validez.
La validez del registro de observación se obtuvo a través de la técnica del criterio
de jueces, en la que participaron 7 jueces quienes aprobaron mayoritariamente los 28
ítems del instrumento en mención; para ello, se hizo uso del índice de validez de
Aiken, que dio como resultado 0.98, lo que indica que el registro posee un alto índice
validez. (Anexo 3)
Confiabilidad.
En cuanto a la confiabilidad del instrumento, esta se obtuvo a través de una
prueba piloto en la que participaron 50 niños y niñas de 2 años; de los cuales se
extrajeron los datos para obtener el nivel de confiabilidad, a través del método de
concordancia entre expertos, y para ello se utilizó la prueba T para muestras
independientes en la que por sus características se halló el nivel de confiabilidad de
cada ítem, en la que se obtuvo la diferencia de medias, que en este caso particular
debían elegirse aquellos que no mostrarán diferencias significativas en sus medias;
puesto que, para hallarlas se compararon los resultados de la conducta manifestada
por los niños durante dos días de aplicación, de esta forma, lo que se esperaba era
38
que no existieran diferencias entre los resultados de un día y otro, lo que demostraría
la estabilidad de las conductas manifestadas por los niños en ambos días. De la
misma forma, al ser procesados los 28 ítems estadísticamente solo fueron aceptados
17, que fueron los que presentaron valores que permitían el cálculo de la medias. A
partir de ello, se llegó a concluir que el registro de observación es una herramienta
confiable. Se describe en la tabla 01.
Tabla 01.
Pruebas T para muestras independientes.
Prueba T para igualdad de medias
t
Significación
1.376
.176
-.197
.845
-.163
.871
.071
.944
-.826
.414
.384
.703
1.016
.316
.826
.414
1.000
.326
1.000
.326
1.513
.138
.000
1.000
1.000
.326
-.385
.701
Grita al otro
-.089
.929
Desobedece a la maestra
.772
.444
-.1000
.326
Quita objetos
Golpea con la mano
Jalonea el cuerpo o
ropa del compañero
Empuja a un compañero.
Aprieta el
compañero
cuerpo
de
un
Jala el cabello
Se echa
compañero
encima
de
Forcejea
Aprieta el cuello
Patea
Lanza objetos
Golpea objetos
Maltrata o rompe material
Emite sonidos amenazadores
Grita a la maestra
un
39
Procedimientos de la recolección de datos
En el proceso de investigación se llevaron a cabo una serie de procedimientos que se
ejecutaron para poder extraer de la muestra de estudio aquellos resultados que dieran
a conocer la relación entre las variables puestas a prueba.
En primer lugar, se coordino con las profesoras coordinadoras de las zonas de
Sarita Colonia y San Judas Tadeo, para realizar el estudio en las salas de educación
temprana que tienen a su cargo. Se informó a las madres de familia sobre el estudio a
realizar con los niños y ellas, y sobre la importancia de su participación, por lo que la
mayor parte de ellas, estuvieron dispuestas a participar.
Luego de tener el consentimiento de las madres, se procedió a evaluarlas a
través del cuestionario de la escala de relación madre – hijo de Roth adaptada por
Arévalo (2005), que da cuenta de las actitudes maternas hacia sus hijos. Ellas fueron
evaluadas en un ambiente exclusivo y en pequeños grupos, puesto que, el instrumento
puede ser tomado de manera individual o grupal.
Terminada la evaluación a todas las madres que conformaron la muestra, se
procedió a evaluar a los niños con el registro de evaluación de conducta agresiva, para
el cual, se realizó la observación de ellos durante dos días seguidos, en dos intervalos
de 30 minutos cada uno, correspondiente a la sesión de estimulación y hora de recreo.
Para ello, intervinieron dos observadores quienes registraron las conductas que
manifestaban los niños en cada momento de observación, y que al finalizar cada día,
hacían la sumatoria de las conductas registradas por cada ítem y por cada momento
de evaluación, para finalmente realizar la sumatoria de ambos intervalos también por
cada ítem.
Finalizada, la evaluación a los niños, se procedió al análisis de los datos
recogidos en el programa SPSS 15, para hallar la relación entre las variables de
estudio.
40
Resultados
Con los datos obtenidos después de la administración de los instrumentos a la
muestra de estudio, se procedió a efectuar el análisis correspondiente, para ello se
trabajaron estadísticos descriptivos de frecuencia y para observar la relación existente
entre las variables se usó el coeficiente de correlación de pearson, dado que los datos
procesados a través de la prueba Kolmogorov Smirnov mostró que los resultados
cumplían con los requisitos de una distribución normal. (Anexo 4)
Los resultados obtenidos se presentan en un conjunto de tablas que permiten
describir el desenvolvimiento de la muestra, en cuanto a la relación entre la conducta
agresiva de los niños y las actitudes de sus madres, permitiendo, posteriormente,
inferir si existe o no relación entre ambas variables.
Análisis de resultados.
Tabla 02.
Resultado del nivel de aceptación de las madres hacia los niños de 2 años.
Nivel de aceptación
Pobre
Moderado
Alto
N
%
5
5
20
16.7
16.7
67
N= 30
En la tabla 2, se presenta el nivel de la actitud de aceptación que presentan las
madres de los niños de la muestra de estudio; se puede apreciar que el 67% de las
madres poseen un nivel de aceptación alto, y el resto de la muestra se encuentra
dividida en partes iguales en los niveles moderado y pobre con 16.7%
respectivamente.
41
Tabla 03.
Resultado del nivel de sobreprotección de las madres hacia los niños de 2 años.
Nivel de sobreprotección
Pobre
Moderado
Alto
N
%
1
3
26
3
10
87
N=30
En la tabla 3, se presenta el nivel de actitud materna de sobreprotección, que
presentan las madres de los niños participantes del estudio; se puede apreciar que el
87 % de las madres poseen alto nivel de sobreprotección en lo que respecta a las
actitudes hacia sus hijos, solo el 10% de las madres poseen un nivel moderado y el
3% nivel pobre de la actitud en mención.
Tabla 04.
Resultado del nivel de sobreindulgencia de las madres hacia los niños de 2 años.
Nivel de sobre indulgencia
N
%
Deficiente
Pobre
3
6
10
20
Moderado
11
37
Alto
10
33
N= 30
En la tabla 4, se presenta el nivel de actitud materna de sobreindulgencia, en la
que se puede observar que el 33% de las madres muestran un nivel de sobre
indulgencia alto, el 37% muestra un nivel moderado, el 20% nivel pobre y el 10% nivel
deficiente en dicha actitud.
42
Tabla 05.
Resultado del nivel de rechazo de las madres hacia los niños de 2 años.
Nivel de rechazo
Deficiente
Pobre
Moderado
Alto
N
%
9
4
9
8
30
13
30
27
N=30
En la tabla 5, se presenta el nivel de actitud materna de rechazo que presentan
las madres de los niños participantes del estudio. Se puede observar que el 27% de
las madres muestran un nivel de rechazo alto en las actitudes que manifiestan hacia
sus hijos, el 30% muestra un nivel moderado, el 13% nivel pobre y otro 30% del total
de la muestra de estudio se ubica en el nivel deficiente.
Tabla 06.
Resultado del nivel de conducta agresiva de los niños de 2 años
Nivel de conducta agresiva
Bajo
Medio
Alto
N
%
08
12
10
27
40
33
N= 30
En la tabla 6, se presenta los niveles de conducta agresiva manifestados por los
niños de 2 años; de esta manera, se puede observar que el nivel de conducta agresiva
predominante es el nivel medio, que alcanzó la mayor frecuencia de presentación con
el 40%, seguido del nivel alto con el 33% y finalmente, el nivel bajo con el 27%.
43
Tabla 07.
Coeficiente de Pearson para la medida de correlación entre actitudes maternas y
conducta agresiva de los niños de 2 años.
Conducta
agresiva
1
Conducta agresiva
2.
Aceptación
3.
Aceptación
Sobreprotección
Sobre indulgencia
Rechazo
-.001
--
Sobreprotección
.184
.036
- -.
4.
Sobre
Indulgencia
.183
.167
-.167
- -.
5.
Rechazo
-.027
-.423*
.227
.043
* p<.05
La prueba estadística r de Pearson fue utilizada para las pruebas de hipótesis,
donde se observó distribución normal de datos. Se han considerado las dimensiones
de la variable estilos de relación madre hijo y conducta agresiva. Para la actitud
materna de aceptación y conducta agresiva, la prueba estadística arrojó un valor r
igual a .001 y un nivel de significación p de .996, para dicho nivel de significación, p
mayor que .05, por lo tanto, se rechaza la hipótesis alterna de relación de las
variables. En cuanto a la actitud materna de sobreprotección y conducta agresiva, la
prueba estadística arrojó un valor r igual a .184 y un nivel de significación p de .331,
para dicho nivel de significación, p mayor que .05, se rechaza la hipótesis alterna de
relación de las variables. Para la actitud materna de sobre indulgencia y conducta
agresiva, la prueba estadística arrojó un valor r igual a .183 y un nivel de significación
p de .332, para dicho nivel de significación, p mayor que .05, se rechaza la hipótesis
alterna de relación de las variables. Por último, para la actitud materna de rechazo y
conducta agresiva, la prueba estadística arrojó un valor r igual a -.027 y un nivel de
significación p de .820, para dicho nivel de significación, p mayor que .05, lo cual
evidencia que no existe relación significativa entre ambas variables.
- -.
44
Discusión, conclusiones y sugerencias
Discusión.
El propósito de la presente investigación fue estudiar los estilos de relación madre –
hijo y la conducta agresiva en niños de dos años. Estos estilos de relación madre –
hijo hacen referencia a las actitudes de la madre hacia su hijo, que según Roth (1965
citado por Arévalo, 2005) son cuatro: aceptación, sobreprotección, sobreindulgencia y
rechazo.
En cuanto a la relación entre la actitud materna de aceptación y conducta
agresiva se encontró que no existe relación entre ambas; estos resultados coinciden
con los encontrados por Guevara (2004), quien en su estudio tampoco halló relación
entre la conducta de aceptación de la madre y los problemas de conducta de los niños
de 6 a 11 años de la muestra de estudio. Esto puede deberse según Roth (1965,
citado en Arévalo, 2005), debido a que las actitudes de aceptación expresada por la
madre hace que el niño responda de manera positiva a la socialización, desarrollando
sentimientos consistentes de amistad, interés por el mundo y una clara auto
percepción; asimismo, esto es corroborado por Velásquez y González (2009), quienes
señalan que dicha actitud es facilitadora de la adaptación del niño al medio social en
el que se desenvuelve. http://biblioteca.usac.edu.gt/tesis/13/13_2747.pdf.
De la misma forma, en la actitud materna de sobreprotección tampoco se
encontró relación con la conducta agresiva de los niños, este resultado coincide con la
investigación realizada por Guevara (2004), quien en su estudio sobre las actitudes
maternas y los problemas de conducta en niños de 6 a 11 años, encontró que la
sobreprotección no se relacionaba significativamente con los problemas de conducta,
pero sí de manera moderada. Esto puede deberse como señala Roth (1965, citado por
Arévalo, 2005), a que dicha actitud caracterizada por el exceso de preocupación
expresado por la madre en términos de cuidados infantiles prolongados, prevención de
conducta independiente y exceso de control, impide el desarrollo de comportamientos
independientes por parte del niño a causa del excesivo control ejercido por la madre.
Esto también es corroborado por Velásquez y González (2009), quienes
advierten que ocasiona que el niño presente un comportamiento infantilizado, falta de
45
iniciativa, sentimiento de responsabilidad limitado, sumiso y dócil, inseguro, tímido y
dependiente, donde no se encuentran presentes comportamientos agresivos. Por otro
lado, una pequeña parte de la muestra de estudio presentó nivel alto de conducta
agresiva, esto puede deberse como señala Nix (1999), por el trato hostil de la madre
hacia el niño, puesto que en su estudio encontró que la disciplina ejercida por ellas
predecían en un futuro problemas de conducta en la etapa escolar.
Asimismo, Lyns (1993) quien estudio la relación madre hijo y los problemas
conductuales, reportó que el predictor de mayor incidencia provenía de los
comportamientos hostiles de la madre. Sin embargo, en el estudio realizado por
Vásquez (2002), revela todo lo contrario, puesto que encontró que los problemas de
conducta tenían relación significativa con la actitud de sobreprotección y sobre
indulgencia.
En cuanto a la actitud de sobre indulgencia no se halló relación con la conducta
agresiva presentada por los niños, por lo que, este resultado difiere de lo encontrado
por Vásquez (2002), quien en su estudio sobre las sub escalas de actitudes maternas
en una muestra de niños con trastorno de conducta, encontró que la actitud de sobre
indulgencia se encontraba relacionada con este trastorno. Esto último puede
presentarse debido a que esta actitud produce en el niño confusión sobre la confianza
en los padres, a causa de una falta de control para establecer límites a la conducta del
hijo, desinterés y descuido, entre otros; por lo que los niños suelen presentar
comportamientos agresivos. (Velásquez y González, 2009)
De la misma forma, que con las actitudes anteriores, la conducta agresiva
tampoco presentó relación con la actitud materna de rechazo. Que a pesar de ser una
actitud negativa, tal como Roth (1965 citado por Arévalo, 2005); (Velásquez y
Gonzales, 2009), señalan que trae como consecuencia que el niño busque ganar el
afecto de alguna manera, y lo hace transgrediendo las reglas y normas establecidas;
todo esto como respuesta ante la actitud de perfeccionismo y hostilidad manifestada
por la madre.
Finalmente, se llegó a determinar que no existe relación entre los estilos de
relación madre - hijo y la conducta agresiva de sus hijos de 2 años de edad. Por tanto,
esto indicaría que dicha variable sea un elemento suficiente para determinarlo como
46
único condicionante de la conducta agresiva de los niños, sino que sugiere que otros
factores estarían implicados en ello.
Esto último, puede explicarse a través de diversas investigaciones sobre conducta
agresiva realizadas por Lodeiro (2001); Trembley (2003); Martínez et. al. (2008) y
Peña (2010), quienes consideran que la conducta agresiva no puede desarrollarse a
partir de un solo factor, sino que su origen es multicausal puesto que pueden verse
involucrados una serie de factores, por tanto, un solo factor en este caso las actitudes
maternas en la relación madre hijo, no explicaría en sí misma la manifestación de este
tipo de conducta.
En ese sentido Catalano y Hawkins (1995), Thornberry (2004) y Jessor y Jessor
(1980), señalan que en la actualidad se conoce que todo comportamiento humano es
producto de la interacción entre algunas variables psicosociales y factores bilógicos y
genéticos, por lo tanto, la agresión se encontraría modulada por dicha interacción.
(Citados en Peña, 2010 pp.70)
Aunque no se halló en la muestra de estudio un porcentaje significativo de niños
que manifestaron conductas agresivas, es necesario aclarar que podría haber pasado
con estos últimos. Este resultado podría explicarse por lo encontrado en el estudio
realizado por Carazas y Castro (2003), quienes informaron que este tipo de conducta
puede presentarse debido a algunos trastornos que están asociados con la agresión a
edad temprana como la hiperkinesia, adaptación y disociación mixta de conductas y
emociones.
Por otro lado, Peña (2010), señala que la presencia de vínculos afectivos
débiles, la falta de confianza en los padres, patrones de comunicación poco fluidos,
relaciones tensas y conflictivas entre padres e hijos, se convierten en factores de
riesgo para el desarrollo de comportamientos problemáticos o antisociales. En esa
misma dirección, Loeber y Dishion (1983, citados en Peña, 2010) y Serrano (2000),
coinciden con este hecho, confirmando a través de sus investigaciones que la calidad
de las relaciones entre los padres e hijos es fundamental, y que la agresión tiende a
disminuir si la relación entre estos es cálida y afectuosa.
47
Estos hallazgos permiten dilucidar que el establecer vínculos afectivos adecuados en
la relación madre – hijo, permite el desenvolvimiento de conductas de relación con los
demás menos agresivas. Esto puede confirmarse a través de lo señalado por Bowlby
(1999), en su teoría de la formación de los vínculos afectivos, en ella explica que
sucede así, debido a que la base de las relaciones futuras del niño se establece en
dicha relación; lo que también es confirmado por Spitz (1985), quien señala que en
esta relación el niño fundamenta todas las relaciones que establecerá a lo largo de su
vida.
En ese sentido, Ruiz (1980), concuerda con dicha apreciación, porque el indica
que las reacciones agresivas iniciales se establecen en las primeras relaciones madre
– hijo, y estarían reunidos en dos periodos configuradores de la conducta agresiva, el
mundo familiar y el modelado social. Además señala que en esta relación se fijan
tendencias de la personalidad al relacionarse con otros basados en los tipos básicos
de relación, el incorporativo, destructivo y regresivo, que tienen alta correlación con las
conductas delictivas.
Por otro lado, producto de la aplicación del registro de observación de conductas
agresivas a los niños que conformaron la muestra de estudio, se evidenció que para
contar con un registro más exacto de las conductas manifestadas por ellos, la
administración del instrumento con niños pequeños debe realizarse de manera
individual, en cada momento de evaluación; en ese sentido, el presente estudio se vio
limitado por el escaso tiempo que se tuvo para ejecutar la recolección de datos de la
muestra, por ello se opto por levantar la información en grupo total, puesto que, si se
observaba a cada niño de manera individual se corría el riesgo de no completar la
evaluación a todos los niños, ya que se les observó durante dos días seguidos y en
dos momentos recreo y en momento de las actividades de estimulación, y porque
además estaban próximos a finalizar las labores escolares.
Asimismo, otra limitación que afectó la aplicación es que la muestra de estudio
se encontraba reunida en pequeños grupos, puesto que por la naturaleza de la
atención al menor de tres años, las salas de educación temprana están conformadas
por un número reducido de niños, entre 8 y 12 niños, por lo que la observación
individual hubiera tomado más tiempo del disponible para terminar con la recogida de
datos, que se realizó en el mes de noviembre, fecha límite para realizar el estudio
48
puesto que, los niños entraban a evaluación final la primera semana de diciembre y no
se iba a poder realizar la observación por motivo que estos solo asisten en parejas a
horas determinadas a dicha evaluación.
Sin embargo, la limitación principal para el desarrollo de la investigación fue el no
encontrar una prueba para evaluar la conducta agresiva en niños de dos años, ya que
solo existen escalas que evalúan a niños de mayor edad, por ello, se tuvo que recurrir
a la adaptación de un registro de observación para poder evaluar a los niños de la
edad en referencia, ello representó una gran demanda de tiempo, puesto que se pasó
primero por el proceso de validación de los ítems y después por el estudio piloto para
establecer la confiabilidad en la que se realizó la observación de 50 niños repartidos
en 6 salas de educación temprana, durante 4 días seguidos para cada grupo de
observación, lo que dejó el tiempo limitado para la evaluación de la muestra.
Finalmente, se puede contemplar que en las madres participantes del estudio a
pesar de presentar la gran mayoría actitudes de aceptación hacia sus hijos, dicha
condición no sería impedimento para la manifestación de conductas agresivas por
parte de sus hijos, lo que podría explicarse por el stress de las madres por el que se
ven afectadas a causa de factores de orden psicosocial como situación económica
deficiente, baja autoestima, menor soporte social de amigos; que Jackson (2000,
citado en Guevara, 2004, p. 14) lo señala como predictores muy importantes para los
problemas de conducta.
Conclusiones.
Los estilos de relación madre - hijo no guardan relación con la conducta agresiva
de los niños de 2 años del distrito del Callao.
La actitud materna de aceptación no se encuentra relacionada con la conducta
agresiva de los niños de 2 años.
La conducta agresiva de los niños participantes del estudio no se encuentra
relacionada con la actitud de sobreprotección.
49
La actitud de sobreindulgencia y la conducta agresiva no se encuentran relacionadas
entre sí.
La conducta agresiva no presenta relación con la actitud materna de rechazo en
las madres participantes del estudio.
Sugerencias.
Para futuros estudios se sugiere en cuanto a las madres, realizar la toma del
cuestionario de manera individual o en grupos más reducidos, para evitar que por
timidez o vergüenza no se atrevan a preguntar sobre aquellos ítems que no eran
claros para ellas.
En cuanto al cuestionario sobre la relación madre – hijo, es necesario previo a la
administración de dicho instrumento, revisar los ítems que lo componen y tener clara
la idea que estos comunican a quien debe responder, y de esta forma, absolver las
inquietudes o dudas que presentan las madres al resolver el cuestionario, puesto que
varias preguntas no muestra una idea clara de lo que requiere.
Al realizar estudios sobre conducta agresiva en niños pequeños, se sugiere
antes de iniciar la investigación formal, probar el registro en una pequeña muestra de
niños, para verificar si estas conductas que componen el registro se encuentran
presentes en los niños de esta edad y obtener otras que no hayan sido contempladas
en el presente estudio.
En cuanto a la evaluación de los niños, producto de la aplicación del registro de
observación de conductas agresivas a los niños, se evidenció que para contar con un
registro más exacto de las conductas manifestadas por ellos, la administración del
instrumento con niños pequeños debe ser de manera individual, en cada momento de
evaluación.
A pesar que no se encontró relación entre las variables, el estudio de la agresión
en niños pequeños es un tema poco estudiado, pero relevante, por el incremento de la
50
violencia en la sociedad que diversos autores han señalado que tiene su origen en la
infancia temprana. En ese sentido, también debe ser un tema a considerar en futuras
investigaciones que contribuyan a la comprensión de la agresión en niños pequeños,
que permitan generar modelos de intervención efectivos con niños de estas edades.
51
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ANEXOS
Anexo1
ESCALA DE ACTITUDES DE LA RELACION MADRE –
NIÑO
(R. Roth)
INSTRUCCIONES:
Lea cuidadosamente, luego marque con un aspa (X) en el recuadro que considere
correcta en su opinión o sentimiento, en la hoja de respuestas, utilizando los siguientes
criterios (alternativas):
Marque debajo de CA, cuando usted esté completamente de acuerdo con la afirmación
Marque debajo de A, cuando usted esté de acuerdo con la afirmación
Marque debajo de I, cuando usted este indecisa con la afirmación.
Marque debajo de D, cuando usted esté en desacuerdo con la afirmación
Marque debajo de CD, cuando usted esté completamente en desacuerdo con la
afirmación.
Conteste a todas las afirmaciones, pero marcando solo una de las alternativas, que
considere adecuada. Debe cuidar que su respuesta coincida con la afirmación, para ello
se encuentran enumerados de forma horizontal, siga el orden de la numeración.
NO ESCRIBA NI REALICE MARCA ALGUNA EN ESTE CUESTIONARIO,
SUS RESPUESTAS LO HARÁ EN LA HOJA DE RESPUESTAS
1. Una madre debería aceptar las posibilidades que su niño tiene.
2. Una madre debería proporcionarle a su hijo (a) todas las cosas que ella no tuvo cuando
niña.
3. Considero que un niño no está en falta cuando hace algo malo.
4. La disciplina estricta es muy importante en la crianza de los niños
5. Cuando la madre tiene problemas con su hijo, al cual no sabe cómo tratar, ella debe
buscar la ayuda apropiada.
6. Una madre debe estar permanentemente al cuidado de los alimentos que ingiere su
niño
7. La obligación de una madre es preocuparse porque su niño(a), tenga todo lo que
desea.
8. Es bueno para el niño (a) ser separado de sus padres por breves temporadas (1 ó 2
meses)
9. Los niños(as) tienen sus propios derechos.
10. Un niño(a), hasta los 7 años no debe jugar solito por tanto la madre debe
acompañarlo.
11. Pienso que no es necesario que una madre discipline a su niño (a).
12. Cuando una madre desaprueba una conducta de su niño, ella debe señalarle
repetidas veces las consecuencias de esa conducta.
13. Es posible que un niño (a) a veces se moleste con su madre
14. Una madre debe defender a su hijo de las críticas de los demás
15. No tiene nada de malo que los padres dejen que el niño(a) jueguen en el nintendo o
vea TV el tiempo que desee.
16. Mi niño no tiene la gracia ni es tan sociable como la mayoría de los otros niños de su
edad.
17. Los niños(as) pequeños(as) son como los juguetes que sirven para entretener a sus
padres.
18. Una madre debería averiguar sobre el desenvolvimiento de su niño (a) en la escuela
(relaciones con profesores y compañeros, sobre sus tareas) como mínimo tres veces
por semana.
19. Yo muchas veces amenazo castigar a mi niño, pero nunca lo hago
20. Para criar a un niño (a), no importa el método que utilice la madre, lo importante es
criarlo como ella piensa.
21. Traer un bebé al mundo no implica para los padres modificar su forma de vida.
22. Una madre debe ayudar a su hijo (a) y hacerle la tarea cuando él no puede.
23. Si al niño no le gusta los alimentos que le sirven, no está mal que proteste hasta que
se los cambien por algo que le agrade.
24. Con un entrenamiento estricto un niño puede llegar a hacer prácticamente todo.
25. Disciplinar a un niño significa ponerle límites.
26. Una madre nunca debería dejar a su hijo solo, expuesto a sus propios medios
(capacidades, habilidades).
27. Los padres responsables deben preocuparse porque su niño tenga una propina fija.
28. Una madre debe dejar que la profesora utilice los métodos disciplinarios que
considere cuando su hijo o hija no cumple las normas.
29. Los niños(as) deben ser vistos pero no oídos.
30. Es responsabilidad de la madre cuidar que su niño (a) no este triste.
31. La madre debe recostarse todas las noches con su niño (a) hasta que éste(a) logre
dormirse, como parte de su rutina diaria.
32. Muchas cosas que mi niño hace me fastidia.
33. No me gusta cuando mi niño(a) manifiesta abiertamente sus emociones (tristeza,
cólera, alegría, miedo, amor)
34. Un niño(a) necesita mas de cuatro controles médicos al año.
35. A un niño no se le debe resondrar, por arrancharle cosas a un adulto
36. El niño es como un adulto en miniatura.
37. Como chuparse el dedo no es hábito higiénico, considero que es necesario que una
madre tome medidas para que no lo siga haciendo.
38. Una madre no debe confiar en su niño (a) para que haga cosas él solo
39. Cuando el niño llora debe tener inmediatamente la atención de la madre.
40. La madre debe dejar la alimentación de pecho lo antes posible.
41. A una madre no le ayuda mucho hablar con su niño (a) de sus proyectos personales.
42. Prefiero mantener a mi niño (a) cerca de mi por los peligros a los que se expone
cuando juega lejos
43. Por alguna razón, yo nunca puedo negarme a cualquier pedido que mi niño(a) me
hace.
44. A menudo le juego bromas a mi hijo sabiendo que a él le disgustan
45. Un niño(a) debe complacer en todo a sus padres
46. Creo que, aún cuando mi niño (a) tuviera mas de 6 años, es mejor que yo lo (a) bañe
porque no pueden hacerlo solo.
47. Una madre debe ver siempre que las demandas de su niño sean atendidas.
48. A menudo los niños actúan como si estuvieran enfermos cuando en realidad no lo
están.
Anexo 2
Protocolo de la escala de relación madre - niño
INDICADORES
N°
NOMBRES
Fecha:
Hora de Inicio:
INTERACCIÓN
VERBAL
MAESTRA
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
TOTAL
Hora de termino:
No lo hace
AGRESIÓN
Si lo hace
Grita a la maestra
Desobedece órdenes continuamente
Grita al otro
AGRESIÓN FÍSICA
Emite sonidos amenazadores
Maltrata o rompe objetos o trabajos.
Golpea con objetos
Lanza objetos
Patea
Aprieta el cuello
Forcejea
Se echa encima
CATEGORIA
Jala el cabello
Aprieta el cuerpo de un compañero
Empuja
Jalonea
Golpea con la mano
Quita objetos
Anexo 3
FICHA DE REGISTRO DE CONDUCTAS AGRESIVAS PARA NIÑOS DE 2 AÑOS
TOTAL
Anexo 4
Validación del registro de conductas agresivas para niños de 2 años
Índice V de Aiken
N°
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
Ítem
Arrima o aparta con las manos a sus compañeros.
Quita objetos
Golpea con la mano.
Jalonea el cuerpo o ropa de sus compañero
Empuja a su compañero.
Hacer caer al suelo a su compañero.
Aprieta el cuerpo de su compañero.
Pellizca.
Jala el cabello.
Se echa encima de su compañero.
Forcejea con un compañero.
Rasguña.
Aprieta del cuello a su compañero.
Pisotea a un compañero.
Patea.
Lanza objetos a un compañero.
Golpea con objetos.
Muerde a un compañero.
Rompe o maltrata objetos o trabajos.
Emite sonidos amenazantes.
Grita al otro.
Insulta.
Desobedece órdenes dadas reiteradas veces.
Grita a la maestra.
Insulta a la maestra.
Golpea con la mano a la maestra.
Patea a la maestra.
Muerde a la maestra.
N= 28
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
Jueces
2 3 4 5 6
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 0 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 0 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
VALOR TOTAL
Valoración
7
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
0.8
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
0.8
1
1
1
1
1
1
1
0.98
Ítems aceptados por el SPSS 15
N°
2
3
4
5
7
9
10
11
13
15
16
17
19
20
21
23
24
Ítem
Quita objetos
Golpea con la mano.
Jalonea el cuerpo o ropa de sus compañero
Empuja a su compañero.
Aprieta el cuerpo de su compañero.
Jala el cabello.
Se echa encima de su compañero.
Forcejea con un compañero.
Aprieta del cuello a su compañero.
Patea.
Lanza objetos a un compañero.
Golpea con objetos.
Rompe o maltrata objetos o trabajos.
Emite sonidos amenazantes.
Grita al otro.
Desobedece órdenes dadas reiteradas veces.
Grita a la maestra.
N= 17
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
Jueces
2 3 4 5 6
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
1 1 0 1 1
1 1 1 1 1
1 1 1 1 1
VALOR TOTAL
Valoración
7
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
0.8
1
1
0.98
Anexo 5
Prueba de normalidad de datos Kolmogorov - Smirnov
Tabla 01.
Prueba de normalidad Kolmogorov-Smirnov para conducta agresiva y las dimensiones de crianza materna
Conducta agresiva
Aceptación
Sobreprotección
Sobre indulgencia
Rechazo
.526
.971
.398
.691
.303
.997
.726
Z de Kolmogorov-Smirnov
1.409
Sig. asintót. (bilateral)
.038
.945
n = 30
Como podemos observar el nivel de significancia es p>.005 por lo tanto, la distribución
de los datos
es normal.
El estadístico a usar para la prueba de hipótesis será el
coeficiente de correlación Pearson.