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Título: EL INSTITUCIONALISMO
CONFLICTOS
EN
SU
APROXIMACIÓN
A
LOS
Esta comunicación presenta una aproximación al institucionalismo y su enfoque
respecto a la guerra, que se limitará al estudio de dos autores que han aportado
reflexiones esenciales para la forja del pensamiento institucionalista: Thorstein Veblen y
John Kenneth Galbraith. Ambos serán tratados mostrando algunas de sus principales
contribuciones respecto al estudio de la guerra y los conflictos armados bajo el enfoque
de su pensamiento económico.
Thorstein Veblen y John Kenneth Galbraith analizaron los vínculos entre el poder
militar, el poder político y el poder económico, y cómo la frontera entre dichos poderes
se tornaba difusa y de difícil concreción. Centrando el análisis, sobre todo, en la
realidad norteamericana, ambos autores han analizado dicha realidad, no sólo desde el
punto de vista económico, sino haciendo hincapié en la necesidad de abrirse a otras
disciplinas como la sociología, la política o la psicología. Por ello, se ha considerado
muy interesante su punto de vista respecto a los conflictos armados y al estudio de «lo
económico».
PALABRAS CLAVE: Economía política, Institucionalismo, Seguridad nacional y
guerra,
KEY WORDS: Realism, Economic nationalism, Historical School, Mercantilism, War
Códigos JEL/ JEL Codes: B11 B15 B25 N4
1. Introducción
La aproximación al institucionalismo, y su enfoque respecto a la guerra, se limitará al
estudio de dos autores que han aportado reflexiones esenciales para la elaboración del
pensamiento institucionalista. Tanto Thorstein Veblen como John Kenneth Galbraith,
serán tratados en este epígrafes, mostrando algunas de sus principales contribuciones
respecto al estudio de la guerra y los conflictos armados bajo el foco de su escuela.
Ambos autores mostraron su interés por las relaciones entre el poder militar, el poder
político y el poder económico y cómo la frontera entre dichos poderes se tornaba difusa
y de difícil concreción. Centrando el análisis, sobre todo, en la realidad norteamericana,
ambos autores han analizado dicha realidad, no sólo desde el punto de vista económico,
sino haciendo hincapié en la necesidad de abrirse a otras disciplinas como la sociología,
la política o la psicología. Por ello, se ha considerado muy interesante su punto de vista
respecto a los conflictos armados y el estudio de lo económico.
2. La economía y las instituciones
El denominado institucionalismo norteamericano hace referencia a la línea de
pensamiento iniciada por Thorstein Veblen en la década de los 90 del siglo XIX en
1
Estados Unidos, y que fue seguida por varias generaciones de economistas en las
décadas siguientes. Para el institucionalista Warren J. Samuels (1998), el
institucionalismo ha tenido tres significados históricos. Por un lado, el mencionado de
crítica al sistema de mercado y a la escuela neoclásica imperante. Por otro lado, también
institucionalismo tendría una definición práctica en cuanto a su enfoque de resolución
de los problemas de la sociedad. Por ello, gran parte de su análisis se ha centrado en
aspectos del llamado Estado del Bienestar. Por último, institucionalismo hacer
referencia al cuerpo de teorías que conforma su escuela de pensamiento.
Generalmente se identifican como pioneros del institucionalismo, además de al
mencionado Veblen, a John R. Commons y a Wesley C. Mitchell, aunque autores como
Mark Blaug (1997) destacaban que los tres tenían poco en común, aunque compartían
ciertas características de tipo metodológico:
-
-
-
-
En primer lugar, su insatisfacción con el alto grado de abstracción de la
economía neoclásica imperante y su visión newtoniana de lo económico. En
contraste, plantearon una visión evolucionista y darwiniana de la economía.
En segundo lugar, la necesidad de integrar a la ciencia económica con otras
ciencias sociales como la sociología o la psicología, lo cual podría enriquecer el
análisis mediante el enfoque interdisciplinar y multidisciplinar.
En tercer lugar, su disconformidad con el empirismo causal de la economía
clásica y neoclásica, así como por la excesiva y detallada investigación basada
en modelos cuantitativos.
Por último, la necesidad compartida en que la intervención del Estado podría ser
necesaria de cara a lo que J. M. Clark denominó social control of business.
Estas características, aunque comunes a los tres pilares del institucionalismo americano,
no se dieron con la misma intensidad y profundidad en sus trabajos. Commons se centró
en el análisis de la economía del trabajo y de los fundamentos legales del sistema
económico, hablando de la necesidad de constituir la economía institucional como
fusión de diversas disciplinas sociales. Mitchell, sin embargo, dedicó sus esfuerzos al
análisis estadístico y de los ciclos económicos, y criticó la economía ortodoxa, sobre
todo, por su concepción estática de la noción del equilibrio (Screpanti y Zamagni,
2005).
Veblen, por su parte, se centró más en el estudio del sistema capitalista y de los
empresarios o businessmen, desde un enfoque sociológico. No sólo criticó las teorías
clásicas y neoclásicas1, sino que elaboró un feroz análisis crítico del sistema económico
real de su tiempo, y por tanto, del capitalismo norteamericano de su época (Screpanti y
Zamagni, 2005). La sociedad capitalista existe, en su opinión, la distinción entre
industria y negocio2. La primera es la que produce los bienes, la que los fabrica, por
ello podríamos relacionar industria y fábrica; la segunda produce dinero. Mientras que
la industria hace referencia a la economía productiva, el negocio o business hace
Criticó la ciencia económica desde su aproximación metodológica. Un ejemplo de ello son sus escritos
sobre las limitaciones de la utilidad marginal y su crítica a la escuela marginalista (Veblen, 1909).
2
Veblen hizo la distinción entre los términos ingleses de industry y business.
1
2
referencia a la economía financiera. Al mismo tiempo, mientras que los agentes de la
industria son ingenieros y trabajadores de manufacturas, el mundo de los negocios está
formado por mercaderes, rentistas y especuladores. El primer grupo está motivado por
el trabajo y la “curiosidad ociosa”, el segundo por el instinto de depredación y la
necesidad de satisfacer el consumo ostentoso, que no trata de satisfacer necesidades
reales, sino el deseo de adquirir un estatus determinado a los ojos del grupo social de
referencia.
Para Veblen, la tecnología es el factor dominante en el crecimiento económico y estaba
convencido de que el progreso técnico, si estaba dominado por los instintos
depredadores de los especuladores, vendría acompañado por una serie de cambios
institucionales que llevarían a la economía a un estado de depresión crónica y
concentración monopolística. Es lógico pensar, que la influencia de Schumpeter en
Veblen y otros autores institucionalistas, como Galbraith, se tornó importante para
entender temas como el cambio económico (Screpanti y Zamagni, 2005).
Kasper y Streit (1998) definen instituciones como las normas o reglas hechas por el
hombre que restringen el comportamiento arbitrario, errático y oportunista dentro de las
interacciones humanas. Las instituciones son compartidas por una comunidad y están
siempre reforzadas por una serie se sanciones. Sin dichas sanciones, las instituciones se
consideran inútiles. Sólo si dichas sanciones se aplican el comportamiento de los
individuos se puede hacer más predecible. Las normas junto a las sanciones hacen que
las acciones de los individuos sean más previsibles, y por lo tanto, se conforma cierto
grado de orden. Por tanto, las instituciones no son sólo organismos o grupos sociales,
sino que son también, como se ha visto, reglas, normas, usos sociales, costumbres o
hábitos. La principal función de las instituciones es por tanto facilitar el orden,
entendido éste como un patrón de acciones y hechos sistemático, no aleatorio y
comprensible. De esta manera las instituciones tratan de reconducir el caos y llevarlo al
orden. Las instituciones económicas facilitarán la división del trabajo y la creación de
riqueza.
En este sentido, el uso del término institución ha sido ampliamente utilizado por
diversas disciplinas, desde la filosofía y la política a la sociología y la geografía, al
menos desde que Giambattista Vico la mencionó en su obra Scienza Nuova en 1725
(Hodgson, 2006). Tal y como John R. Commos aseveró “La dificultad para definir el
campo de la economía institucional es la ambigüedad del significado de institución. A
veces, institución significa el marco de leyes o derechos naturales dentro de los cuales
los individuos actúan como reclusos. A veces significa el comportamiento de los
reclusos. Otras veces se considera institucional a todo lo que se añade o critica a la
economía clásica o hedonista. También se considera que es institucional todo lo que sea
“comportamiento económico”. Igualmente, en ocasiones, parece ser economía
institucional todo lo que sea “dinámico” en vez de “estático”, o “proceso” en vez de
mercancías, o actividad en vez de sentimientos, o acción de masas en vez de acción
individual, o administración en vez de equilibrio, o control en vez de laissez-faire.
Commons (1931, p. 191) continúa: “Todas estas nociones se incluyen en la economía
institucional, pero son metáforas o descripciones, mientras que una ciencia del
comportamiento económico requiere un análisis de las similitudes de causa, efecto o
3
propósito, y una síntesis en un sistema unificado de principios. Además, la economía
institucional no se puede disociar de los maravillosos descubrimientos e intuiciones de
los economistas clásicos y psicológicos. Y también debe incorporar la visión igualmente
importante de los economistas comunistas, anarquistas, sindicalistas, fascistas,
cooperativistas y asociativos. Es indudable que el esfuerzo por cubrir mediante la
enumeración todas estas actividades no coordinadas de las diversas escuelas es lo que
da a la economía institucional esa reputación de carácter misceláneo, indefinido y
meramente descriptivo del llamado «comportamiento económico», que desde hace
mucho tiempo relegó a la escuela histórica”.
Algunas instituciones han nacido de la experiencia humana, de manera espontánea, que
cuando se han considerado útiles se han convertido en costumbre, por ejemplo, algo tan
común como el saludo. Otras, sin embargo, han surgido de una manera consciente y
explícita a través de la legislación y reforzada por una autoridad. En definitiva, tal y
como Geoffrey M. Hodgson (2006) afirma, las instituciones son la suerte de estructuras
que más influyen en la esfera social, ya que son las que componen el “relleno”3 de la
vida social.
Tras estos conceptos de institución, se estaría en condiciones de definir la economía
institucional que practicaban los institucionalistas, que sería la disciplina que estudia las
relaciones entre la economía y las instituciones. Los efectos de las instituciones en la
economía, así como el desarrollo de las instituciones en respuesta a las experiencias
económicas. Allan Grunchy describió a los institucionalistas como aquellos autores que
analizaron problemas tales como el impacto del cambio tecnológico sobre la estructura
y el funcionamiento del sistema económico, las relaciones de poder entre los grupos de
interés económico, la lógica del proceso de industrialización, así como la determinación
de los objetivos y prioridades nacionales (Screpanti y Zamagni, 2005).
La escuela institucionalista tuvo transcendencia durante algunas décadas de inicios del
siglo XX, sobre todo con la figura de Veblen, aunque, posteriormente, el pensamiento
keynesiano y la asimilación de éste por parte de los neoclásicos dieron pie a cierto
aislamiento de las tesis institucionalistas hasta final de los años 70 (Screpanti y
Zamagni, 2005).
El moderno institucionalismo entró con fuerza en el panorama de las teorías económicas
en los años 70 precedido de la publicación, en los 60 algunas de las obras de sus
máximos exponentes. Con obras como El Capitalismo Americano, John Kenneth
Galbraith destaca como el principal representante de la nueva “herejía” institucionalista,
junto a Warren Samuels, Allan G. Gruchy, Kenneth Boulding, Marc Tool o Dudley
Dillard (Screpanti y Zamagni, 2005).
En El Capitalismo Americano, Galbraith expone su teoría del counter-vailing power,
que sostiene que la vía para mantener el equilibrio del sistema, mientras se reduce la
desigualdad, las injusticias y la explotación, no es otra que compensar el exceso de
poder de algunos grupos socioeconómicos, permitiendo la formación de otros grupos
3
Hodgson utiliza el término stuff.
4
con intereses contrapuestos. Asimismo, también sostuvo en sus obras que la “mano
invisible” estaba muy lejos de procurar los beneficios que sus defensores argüían, y que
más bien ésta provocaba situaciones de inequidad en la distribución de los ingresos, ya
que éstos se concentraban, primordialmente, en manos privadas, dejando al margen los
intereses públicos. Para la consecución de una mejor distribución de la riqueza, él abogó
por la utilización de la planificación estratégica en la esfera económica, y planteó la
necesidad de la intervención sistemática del Estado en la economía para lograr dicha
redistribución de los recursos (Screpanti y Zamagni, 2005).
Otra aproximación substancial, fue la de Allan G. Gruchy, que expuso su enfoque de la
“economía holística”, que cuestionaba las prácticas y métodos de la ciencia económica
ortodoxa que la aislaban de otras disciplinas sociales. Así, para él, la disciplina
económica debía de ser una ciencia en simbiosis con la sociología, la antropología, la
política y la historiografía. Para Gruchy, el enfoque darwiniano fue fundamental
denominándose, a sí mismo, más evolucionarista que institucionalista. Dicho
evolucionarismo se desarrollaría en autores que formarían una corriente dentro del
institucionalismo y que influiría en los autores pioneros de la economía ecológica, que
se tratará en el siguiente epígrafe.
Por otro lado, es importante matizar que por modernos institucionalistas o
neoinstitucionalistas, no se hace referencia, en este apartado, a los autores de la
denominada Nueva Economía Institucional, como por Ronald Coase, Douglass North y
Oliver Williamson, ya que ésta se sitúo en el marco de la economía ortodoxa neoclásica,
compartiendo “el discurso de la eficiencia” (Gandlgruber y Lara, 1997). En este
apartado nos interesa mencionar la contribución de autores como Geoffrey Hodgson o el
mencionado Gruchy, que combinaron la Economía Institucional “clásica” con la
denominada economía evolutiva. Hodgson criticó a esta Nueva Economía Institucional
de corte neoclásico con argumentos institucionalistas “antiguos” al hilo del pensamiento
de Galbraith y Veblen. Para Hodgson (2003), el mecanismo de asignación de recursos
por excelencia de la economía ortodoxa, el mercado supone, en sí, una institución,
porque, según él, el mercado se ha conformado por reglas y costumbres, relaciones
institucionales de intercambio y redes de información, que muchas veces han sido
conscientemente organizadas.
Por último, es destacable la aportación de Gunnar Myrdal, que, tras abandonar el
enfoque neoclásico, emprendió una línea de investigación de corte institucionalista,
donde se centró en el análisis de los múltiples aspectos del crecimiento económico.
Especialmente se interesó por las relaciones entre países con diferente nivel de
desarrollo y se enfocó hacia los problemas de los países en vías de desarrollo, sobre
todo de Asia, criticando los métodos y las teorías predominantes en las instituciones
económicas y financieras internacionales.
3. Thorstein Veblen y la guerra
Veblen dedicó varias obras al estudio de la guerra y la paz desde una perspectiva que
hoy consideraríamos multidisciplinar, porque su análisis de los conflictos, sus causas y
sus consecuencias, se hicieron desde el prisma, no sólo de la ciencia económica, sino
5
también de la sociología, la historia o la política. Para Fanny Coulomb (2004), el trabajo
de Veblen respecto a la guerra y a la paz es, a la vez, complejo y simple. Por un lado, se
antoja simple, porque su teoría se basa en la evolución del Estado, desde los
denominados dinásticos, que son de índole belicista, hasta los llamados modernos, de
esencia pacífica. Por otro lado, la complejidad de su análisis reside en que Veblen no
presenta pautas o leyes sociales que expliquen la evolución de la sociedad ni el devenir
de la misma o las previsiones sobre el futuro. Por lo tanto, su aproximación no se
advierte determinista.
En su obra An Inquiry into the Nature of Peace and Terms of its Perpetuation, Veblen
(1917) desarrolla su teoría sobre los tipos de Estado y califica a Prusia, España y
Austria como dinásticos, y a Francia o a los países anglosajones, como modernos. La
diferencia entre ellos radica en el desarrollo de la democracia y las libertades,
fundamentalmente, que es propio de los modernos y no de los dinásticos, aunque en
ambos modelos de Estados existen intereses de ambos tipos: dinásticos y modernos. La
superioridad de unos sobre otros definiría el tipo de modelo en un país determinado.
Además, en los dinásticos se ejerce un control coercitivo sobre los ciudadanos, de
manera autoritaria, que en los modernos no se da. Los Estado modernos respetan la
libertad económica individual y esto promueve los intereses comerciales, sobre los
intereses autoritarios y militares. Estas, y otras muchas características, hacen, para
Veblen, que la tendencia hacia la guerra de los países dinásticos sea mucho mayor, por
cuanto a que conservan, aún a principios del siglo XX, la herencia feudal. Esto no
significa que los Estados modernos no mantengan cierta propensión a la guerra, la cual
podría aflorar en función de los escenarios.
Respecto al aspecto de la evolución social, Veblen considera que las instituciones son
las que guían el comportamiento humano y de la sociedad. Pero no sólo ellas, sino
también los cambios en los hábitos mentales producto de las nuevas ideas que se
extienden, influyen decisivamente en la transformación de dichas instituciones, y por
ende, de la sociedad. Además, dicha evolución estaría influida, de manera importante,
por la fuerza y el “instinto predatorio” que caracteriza las relaciones humanas
(Coulomb, 2004).
Veblen piensa que las guerras han favorecido el proceso de selección natural,
eliminando, de esta forma, las instituciones débiles, así como influyendo decisivamente
en los procesos de desarrollo socioeconómico. Sin embargo, dicho desarrollo
económico es criticado por él, por cuanto a la importancia que ha adquirido la
denominada clase ociosa o especuladora, así como por las condiciones de pobreza en la
que viven muchos trabajadores (Coulomb, 2004). Paradójicamente, señala el apoyo de
la sociedad en general a las políticas nacionales que, según él, es fruto de una institución
herencia de Feudalismo: el patriotismo. Lo define como el sentido de “solidaridad
partisana4 respecto al prestigio” (Veblen, 1917, p. 31) y lo considera “útil para romper
la paz pero no para mantenerla” (Veblen, 1917, p. 78).
Veblen utiliza en inglés la palabra partisan que se ha querido mantener de manera literal por lo rico del
término.
4
6
Las únicas naciones civilizadas que se pueden considerar como pacíficas son aquellas
que han renunciado a la esperanza de ganar a través del enfrentamiento. El nacionalismo
y la guerra económica jugaron un importante papel en la preservación del sistema
capitalista, pero dichos elementos en manos de “instintos dinásticos” podrían volverse
en contra.
Por último, Veblen trató la amenaza creciente de Alemania y Japón en su obra, cuya
única solución estribaba, según él, en eliminarlas. Como Estados dinásticos, lo que
habría que eliminar de dicha amenaza sería su militarismo y su “espíritu dinástico”.
Dicho espíritu sería eliminado cuando las condiciones económicas modernas fueran las
adecuadas (Coulomb, 2004). En este sentido Veblen (1917, p. 117) expuso: “Si la
obsolescencia gradual del espíritu de lealtad militante en el pueblo alemán, a través de
un régimen pacífico, de la industria, del autogobierno y del libre comercio, como
factores que fuercen a los imperialismo dinásticos a cesar, la oportunidad de una paz
neutral dependerá de la rigurosidad con la que el régimen de autogobierno pueda ser
establecido (…)”.
En definitiva, para Veblen, la paz y la guerra dependerán en el futuro de las relaciones
entre las propensiones dinásticas y las modernas, tendiendo las primeras a la guerra y
las segundas a la paz, aunque la modernidad prevalecerá y, con ella, la paz internacional
(Coulomb, 2004).
4. Galbraith y su aproximación al estudio de los conflictos
John Kenneth Galbraith, que coincidió en muchas de sus aproximaciones con Veblen,
expresó en diversas ocasiones su preocupación por la falta de control democrático del
sector militar y de su complejo industrial adjunto. Él vinculo su concepto de
tecnoestructura5 con la importancia del sector militar en la economía de los Estados
Unidos, y consideró, que gran parte de los problemas de la sociedad norteamericana
venían dados por su excesivo militarismo. Dicho militarismo caracteriza al propio
sistema capitalista norteamericano, que según Galbraith, tendía a la autodestrucción
(Coulomb, 2004).
En Estados Unidos las decisiones sobre el gasto público se deciden mediante una
combinación de medidas legislativas y ejecutivas que, en cierta manera, dependen del
voto de los electores respecto al poder legislativo y al ejecutivo, respectivamente. Por
tanto, el gasto público dependerá de la conformación del parlamento y del gobierno.
Este procedimiento, sin embargo, critica Galbraith (1996), no es igual para los gastos
militares adolecen de un déficit democrático en su toma de decisiones, por cuanto a que
en Estados Unidos, al igual que en muchos países en desarrollo, el sector militar y, por
tanto, el poder militar, es autónomo, decide su propio presupuesto, cuánto recibe y
cómo lo gasta.
5
La tecnoestructura se define en la obra El Nuevo Estado Industrial de Galbraith, a la que dedica un
capítulo.
7
Para él, en una “buena sociedad”, título de una de sus obras, ésta “no concede autoridad
al poder militar. Esto no es por el peligro, temido en los países menos afortunados, de
que reemplacen al poder civil, sino porque el moderno poder militar no mira por el
interés público de la mayoría (…) está gobernado por su propio interés, el cual, puede
ser intensamente nocivo para los intereses y objetivos públicos de la gran mayoría”
(Galbraith, 1996, pp. 100-101). Esta intrusión del sector militar en la política y la
economía actual y su creciente poder, no viene, según expone Galbraith (1996), del
poder de ciertos militares carismáticos, sino de la propia organización, que en su caso
extremo, se denomina burocracia. Dicha burocracia, o “síndrome burocrático”, aplicado
al terreno militar, y sus efectos sobre los conflictos, son de gran importancia para
entender el porqué de muchos de ellos, tanto enfocándonos a Estados Unidos como a
otros países. Galbraith analizó el papel de la burocracia y el poder militar en el caso de
la Guerra del Vietnam y criticó la connivencia entre la industria y los militares para
conseguir un objetivo común: el enriquecimiento mutuo. Este enriquecimiento, además,
podría provenir de pagos más o menos lícitos hacia los militares. De esta manera, “si el
dinero era demasiado peligroso, entonces alcohol, mujeres compatibles, más prosaicas
formas de entretenimiento o la promesa de empleos futuros a generales y almirantes
servirán” (Galbraith, 1969, p. 19). Al respecto, Galbraith (1969) muestra seis razones
por las cuales la burocracia militar-industrial se ha hecho con una fuerte posición de
poder:
-
La creciente burocratización de la vida, en general.
La importancia que la política exterior ha tenido en los años 40, 50 y 60 debido
al advenimiento de la Guerra Fría.
El secreto en torno a las armas soviéticas y al peligro real que éstas significaban.
El temor generalizado al poder soviético y el efecto del miedo sobre gran parte
de la población.
La pérdida de peso de las políticas domésticas respecto a la política exterior.
El silencio, que tanto liberales como conservadores, han extendido sobre la
oposición al poder industrial-militar.
Al igual que otros economistas, como John K. Arrow, Galbraith se mostró
especialmente interesado por la influencia que el sector militar tendría en la
desestabilización de países en desarrollo (Coulomb, 2004). En este sentido, Galbraith
(1963), defiende la existencia de un sector público responsable y competente que
compense el poder del sector militar. Según él, la visión clásica de un mundo dividido
entre países desarrollados y subdesarrollados, donde los subdesarrollados necesitan sólo
de capital, recursos humanos e innovación para alcanzar a los desarrollados, se antoja
insuficiente. No sólo con técnica y capital humano se conseguirán, los países
subdesarrollados, alcanzar a los desarrollados, sino que la construcción de órganos
eficientes en la administración pública será fundamental. Para Galbraith (1963), el
desarrollo es un proceso que en sus etapas iniciales, necesita construir dichos órganos y
contar con una minoría cualificada de población que construya dicho sector público. Por
tanto el capital, la tecnología y la organización serían factores fundamentales para el
desarrollo, además de una mínima planificación económica. Dicha organización
competente sería la que, en su caso, podría controlar y supervisar el funcionamiento del
sector militar para evitar su excesiva influencia en la economía y la sociedad civil.
8
Por último es interesante mencionar el estudio que Galbraith (1979) hace de la pobreza
y cómo parece haber una relación entre ésta y los conflictos. Sin embargo, si para él está
claro que la pobreza estimula los conflictos, no encuentra un explicación clara ha dicha
relación.
9