Download RPSM OFC 4(1).indd - Sociedad Española de Psiquiatría
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
ISSN: 1888-9891 REVISTA DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL Eficacia en cada fase del1 tratamiento antidepresivo Revista de Psiquiatría y Salud Mental Órgano Oficial de la Sociedad Española de Psiquiatría y de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica Volumen 4, Número 1. Enero-Marzo 2011 EDITORIALES Terciarismo en psiquiatría: el Programa de Trastornos Bipolares del Clínic de Barcelona Comentario: el estado actual de la psicofarmacología y la psiquiatría ORIGINALES Validación de la versión española de la escala de Funcionamiento Personal y Social en pacientes ambulatorios con esquizofrenia estable o inestable Síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos. Concordancia entre la percepción de médicos y pacientes sobre prevalencia, impacto clínico y su respuesta a los fármacos antidepresivos actuales REVISIONES Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia ψ Oxitocina y autismo: una hipótesis para investigar. ¿La alteración de la producción de oxitocina endógena en torno al parto puede estar involucrada en la etiología del autismo? Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo ARTÍCULO ESPECIAL Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación CARTA CIENTÍFICA Venlafaxina y secreción inadecuada de hormona antidiurética - VOLUMEN 4 - NUMERO 1 THY-02-10/009 ENERO-MARZO 2011 RPSM OFC 4(1).indd 1 AGRADECIMIENTOS Agradecimientos a los revisores de Revista de Psiquiatría y Salud Mental 2010 www.elsevier.es/saludmental Indexada en SSCI/JCR (Social Science Citation Index / Journal of Citation Reports) 3/25/11 2:48:21 PM Sumario Volumen 4, Número 1/2011 EDITORIALES 1 Terciarismo en psiquiatría: el Programa de Trastornos Bipolares del Clínic de Barcelona E. Vieta 5 Comentario: el estado actual de la psicofarmacología y la psiquiatría R.J. Baldessarini ORIGINALES 9 Validación de la versión española de la escala de Funcionamiento Personal y Social en pacientes ambulatorios con esquizofrenia estable o inestable M.P. Garcia-Portilla, P.A. Saiz, M. Bousoño, M.T. Bascaran, C. Guzmán-Quilo y J. Bobes, en nombre del grupo de validación de la versión española de la escala de Funcionamiento Personal y Social (PSP) 19 Síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos. Concordancia entre la percepción de médicos y pacientes sobre prevalencia, impacto clínico y su respuesta a los fármacos antidepresivos actuales L. San Molina, J.M. Montes-Rodríguez, F. Caballero-Martínez, F. Álvarez Lozano y M. García Manrique REVISIONES 28 Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia J.T. Rodríguez Sosa, M. Acosta Ojeda y L. Rodríguez Del Rosario 38 Oxitocina y autismo: una hipótesis para investigar. ¿La alteración de la producción de oxitocina endógena en torno al parto puede estar involucrada en la etiología del autismo? I. Olza Fernández, M.Á. Marín Gabriel, F. López Sánchez y A.M. Malalana Martínez 42 Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo F.J. Sanz-Fuentenebro, I. Vidal Navarro, D. Ballesteros Sanz y E. Verdura Vizcaíno ARTÍCULO ESPECIAL 53 Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación A. Ciudad, J. Bobes, E. Álvarez, L. San e I. Gilaberte CARTA CIENTÍFICA 66 Venlafaxina y secreción inadecuada de hormona antidiurética J.M. Prieto de Paula y S. Franco Hidalgo AGRADECIMIENTOS 68 Agradecimientos a los revisores de Revista de Psiquiatría y Salud Mental 2010 Contents Volume 4, Number 1/2011 EDITORIALS 1 Tertiarism in Psychiatry: The Barcelona Clínic Bipolar Disorders Programme E. Vieta 5 Commentary: The Current State of Psychopharmacology and Psychiatry R.J. Baldessarini ORIGINAL ARTICLES 9 Validation of the Spanish Personal and Social Performance scale (PSP) in outpatients with stable and unstable schizophrenia M.P. Garcia-Portilla, P.A. Saiz, M. Bousoño, M.T. Bascaran, C. Guzmán-Quilo and J. Bobes, on behalf of Spanish PSP Scale Validation Group 19 Depressive symptoms associated with changes in circadian rhythms. Concordance in perception between doctor and patient, clinical impact and its response to current antidepressant drugs L. San Molina, J.M. Montes-Rodríguez, F. Caballero-Martínez, F. Álvarez Lozano and M. García Manrique REVIEW ARTICLES 28 Theory of mind, facial recognition and emotional processing in schizophrenia J.T. Rodríguez Sosa, M. Acosta Ojeda and L. Rodríguez Del Rosario 38 Oxytocin and autism: a hypothesis to research. Can perinatal oxitocinergic manipulation facilitate autism? I. Olza Fernández, M.Á. Marín Gabriel, F. López Sánchez and A.M. Malalana Martínez 42 Effectiveness and risks of combining antipsychotic drugs with electroconvulsive treatment F.J. Sanz-Fuentenebro, I. Vidal Navarro, D. Ballesteros Sanz and E. Verdura Vizcaíno SPECIAL ARTICLE 53 Clinical meaningful outcomes in schizophrenia: remission and recovery A. Ciudad, J. Bobes, E. Álvarez, L. San and I. Gilaberte SCIENTIFIC LETTER 66 Venlafaxine and inappropriate antidiuretic hormone excretion J.M. Prieto de Paula and S. Franco Hidalgo ACKNOWLEDGEMENTS 68 Acknowledgements to reviewers Revista de Psiquiatría y Salud Mental 2010 Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):1—4 www.elsevier.es/saludmental EDITORIAL Terciarismo en psiquiatría: el Programa de Trastornos Bipolares del Clínic de Barcelona Tertiarism in Psychiatry: The Barcelona Clínic Bipolar Disorders Programme Eduard Vieta Programa de Trastornos Bipolares, Hospital Clínic, Universidad de Barcelona, IDIBAPS, CIBERSAM, ENBREC, Barcelona, Cataluña, España Por terciarismo se entiende un conjunto de prestaciones altamente especializadas o con un elevado requerimiento tecnológico o de experiencia profesional que, por su baja prevalencia, riesgo, interrelación con otros procesos y/o elevados costes, aconsejan su concentración en un reducido número de centros dentro del sistema público de salud1 . La definición de terciarismo en Psiquiatría es algo más ambigua, dado que la mayor parte de trastornos psiquiátricos son altamente prevalentes y el uso de la tecnología, más limitado que en otras especialidades médicas, pero indudablemente existen formas de trastornos mentales de altísima complejidad clínica (por su gravedad transversal o longitudinal, comorbilidad, y complicaciones asociadas), que son menos prevalentes que las formas leves o moderadas de la propia enfermedad, y los avances tecnológicos empiezan a introducirse no sólo en el ámbito de la investigación, sino también en la práctica clínica. Aunque desde algunos sectores se tiende a ver la práctica de la psiquiatría como algo más artesanal, subjetivo y poco tecnificado, la realidad es que tanto el examen neuropsicopatológico, como las exploraciones complementarias y las intervenciones farmacológicas y psicoterapéuticas han alcanzado un grado de sofisticación que, en pacientes de alta complejidad, se ajustan claramente a la definición de terciarismo. Si a ello añadimos innovaciones terapéuticas como la estimulación cerebral profunda, la Correo electrónico: [email protected] estimulación del nervio vago, o la estimulación magnética transcraneal, por no mencionar los progresos técnicos en terapia electroconvulsiva, resulta evidente que existe una psiquiatría de alta tecnología y complejidad, obviamente reservada a una minoría significativa de los casos. El terciarismo va de la mano de la especialización, o de lo que podríamos llamar ‘‘superespecialización’’. La psiquiatría actual está en pleno proceso de definición de subespecialidades, algunas de ellas plenamente asentadas, como la psiquiatría infantil o las adicciones, otras recién nacidas en las últimas décadas, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el autismo, los trastornos de la conducta alimentaria, y otros más. El progreso del conocimiento ha provocado, como ocurrió con la medicina interna primero, y con muchas especialidades médicas después, la aparición de unidades especializadas en patologías específicas: ejemplos son las unidades de epilepsia, las de infección por VIH, o las de trastorno bipolar, por poner un ejemplo de nuestra especialidad. Las unidades especializadas van de la mano del terciarismo y ofrecen intervenciones diagnósticas y terapéuticas a los pacientes de alta complejidad que no pueden ser atendidos adecuadamente en los servicios de atención primaria o especializada convencional. Una de las primeras unidades especializadas desarrolladas en España en el ámbito de la psiquiatría es la unidad o programa de trastornos bipolares del Hospital Clínic de Barcelona (PBC)2 . El PBC nació en 1995 en el Hospital Clínic de Barcelona, un hospital general universitario bien conocido por su 1888-9891/$ – see front matter © 2011 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2011.01.002 2 tradición de aunar de forma excelente la asistencia, la docencia y la investigación. El Clínic y la Universidad de Barcelona comparten un Instituto de investigación llamado Institut d’Investigació Biomèdica August Pi i Sunyer, que canaliza sus recursos a través de la Fundació Clínic. El PBC no fue reconocido oficialmente hasta 2001, pero por entonces ya contaba con una velocidad de crucero razonable en cuánto a productividad asistencial, docente, e investigadora. En el apartado investigador, los primeros trabajos eran muy clínicos, entre los cuales destacaba el desarrollo de un programa de psicoeducación que fue financiado por un proyecto de los Fondos de Investigación Sanitaria (FIS) del Instituto de Salud Carlos III y el Stanley Medical Research Institute de Maryland (Bethesda, Estados Unidos), que también apoyó la investigación neurocognitiva (un área inexplorada entonces en esta enfermedad), epidemiológica, y algunos ensayos clínicos que nos permitieron adquirir experiencia para ampliar nuestra capacidad de analizar nuevos fármacos y técnicas para el tratamiento del trastorno bipolar. Paralelamente, el PBC comenzó a ser conocido dentro y fuera de nuestras fronteras, lo que atrajo a jóvenes clínicos e investigadores de diversos países a formarse con el equipo. La auténtica especialidad del PBC en la vertiente asistencial es el tratamiento de pacientes de alta complejidad (por ejemplo, cicladores rápidos); en la vertiente docente, la formación de clínicos e investigadores jóvenes en el manejo de estos pacientes y en su formación en psicofarmacología, neuropsicología, y psicoterapias específicas; y en la vertiente investigadora, en dar respuesta a preguntas surgidas desde la cabecera del enfermo y llenar el hueco entre la investigación de carácter más experimental y sus aplicaciones a la práctica clínica. El PBC cuenta hoy día con 23 miembros estables, y los recursos en personal y dispositivos del Hospital Clínic y sus instituciones asociadas. Además de proveer asistencia especializada de calidad con una continuidad asistencial imposible de lograr sin una organización por programas, en lugar de dispositivos, el PBC ha conseguido, a lo largo de su existencia, generar conocimiento en áreas como la neurobiología, la epidemiología, la metodología y el tratamiento del trastorno bipolar. El PBC atiende a casi 800 pacientes, la mitad de los cuales acuden a él como centro de referencia para casos de alta complejidad, y el resto por pertenecer al área geográfica asignada al hospital y su centro de salud mental. En los últimos 15 años ha aportado casi 400 artículos publicados en revistas científicas de primer nivel, más de 1300 puntos de factor de impacto y unas 8.000 citas. El foco clínico permanece pero se ha ampliado a aspectos claramente traslacionales, incluyendo aportaciones relevantes en genética3 , biomarcadores4,5 , neuroimagen6,7 , neuropsicología8—11 , metodología12,13 , psicopatología14—18 , epidemiología19—21 , psicofarmacología22—32 , y psicoterapia, en forma de psicoeducación33—37 . El PBC ha contribuido también de forma notable en el desarrollo y validación de instrumentos psicométricos específicos38,39 , el funcionamiento psicosocial de los pacientes40—43 , la evaluación de la adherencia terapéutica44 , y la preparación de guías para la práctica clínica de ámbito local e internacional45—51 . En los últimos años el PBC ha sido reconocido como grupo consolidado de investigación por la Generalitat de Catalunya, y ha aumentado sus recursos y colaboraciones a través de su participación en redes de centros de exce- E. Vieta lencia europeas y nacionales, como ENBREC (European Network of Bipolar Research Expert Centers)52 y el Centro de Investigación Biomédica En Red de Salud Mental (CIBERSAM)53 . Las sinergias creadas en investigación colaborativa con otros centros españoles54—58 , europeos59—64 , e intercontinentales65—71 han sido cruciales para el desarrollo de grandes proyectos multidisciplinares. Es importante destacar también la cooperación con la industria farmacéutica, llevada a cabo siempre con la máxima transparencia72—73 , que ha permitido poner a la disposición de los clínicos y sus pacientes un buen número de nuevos tratamientos para el trastorno bipolar22—32 . Quizás algunos no estén todavía convencidos de la existencia del terciarismo en psiquiatría, o lo vean como algo innecesariamente sofisticado y caro. Nuestra experiencia indica que las unidades especializadas son una necesidad y, en algunos casos, una realidad, que contribuyen a la equidad del sistema sanitario y que son eficientes cuando se delimita claramente su ámbito de actuación, que debe ser sobre todo el apoyo a los centros de salud mental y a la red de especialistas en psiquiatría comunitaria, y que permiten promover con éxito la docencia y la investigación. Confiamos en que, en una época de restricción de gastos y prestaciones, las instituciones sanitarias y sus gestores comprendan la importancia de apoyar este enfoque de la moderna psiquiatría, la que aúna los máximos estándares éticos, con la excelencia y el acceso a la tecnología, que es un derecho de todos. Bibliografía 1. Guarga A, Pla R, Benet J, Pozuelo A. Planificación de los servicios de alta especialización en Cataluña. Med Clin (Barc). 2008;131 Suppl 4:55—9. 2. Vieta E. Bipolar Units and Programmes: Are they really needed? World Psychiatry. En prensa 2011. 3. Tabarés-Seisdedos R, Mata I, Escámez T, Vieta E, López-Ilundain JM, Salazar J, et al. Evidence for association between structural variants in lissencephaly-related genes and executive deficits in schizophrenia or bipolar patients from a Spanish isolate population. Psychiatr Genet. 2008;18:313—7. 4. Vieta E, Martínez-De-Osaba MJ, Colom F, Martínez-Arán A, Benabarre A, Gastó C. Enhanced corticotropin response to corticotropin-releasing hormone as a predictor of mania in euthymic bipolar patients. Psychol Med. 1999;29:971—8. 5. Rosa AR, Frey BN, Andreazza AC, Ceresér KM, Cunha AB, Quevedo J, et al. Increased serum glial cell line-derived neurotrophic factor immunocontent during manic and depressive episodes in individuals with bipolar disorder. Neurosci Lett. 2006;407:146—50. 6. Benabarre A, Vieta E, Martín F, Lomeña F, Martínez-Aràn A, Colom F, et al. Clinical value of 99mTc-HMPAO SPECT in depressed bipolar I patients. Psychiatry Res. 2004;132:285—9. 7. Phillips ML, Vieta E. Identifying functional neuroimaging biomarkers of bipolar disorder: toward DSM-V. Schizophr Bull. 2007;33:893—904. 8. Martínez-Arán A, Vieta E, Reinares M, Colom F, Torrent C, Sánchez-Moreno J, et al. Cognitive function across manic or hypomanic, depressed, and euthymic states in bipolar disorder. Am J Psychiatry. 2004;161:262—70. 9. Torrent C, Martínez-Arán A, Daban C, Sánchez-Moreno J, Comes M, Goikolea JM, et al. Cognitive impairment in bipolar II disorder. Br J Psychiatry. 2006;189:254—9. 10. Sanchez-Moreno J, Martinez-Aran A, Colom F, Scott J, TabaresSeisdedos R, Sugranyes G, et al. Neurocognitive dysfunctions Terciarismo en psiquiatría: el Programa de Trastornos Bipolares del Clínic de Barcelona 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. in euthymic bipolar patients with and without prior history of alcohol use. J Clin Psychiatry. 2009;70:1120—7. Bonnín CM, Martínez-Arán A, Torrent C, Pacchiarotti I, Rosa AR, Franco C, et al. Clinical and neurocognitive predictors of functional outcome in bipolar euthymic patients: a long-term, follow-up study. J Affect Disord. 2010;121:156—60. Vieta E, Carné X. The use of placebo in clinical trials on bipolar disorder: a new approach for an old debate. Psychother Psychosom. 2005;74:10—6. Martinez-Arán A, Vieta E, Chengappa KN, Gershon S, Mullen J, Paulsson B. Reporting outcomes in clinical trials for bipolar disorder: a commentary and suggestions for change. Bipolar Disord. 2008;10:566—79. Vieta E, Gastó C, Otero A, Nieto E, Vallejo J. Differential features between bipolar I and bipolar II disorder. Compr Psychiatry. 1997;38:98—101. Colom F, Vieta E, Daban C, Pacchiarotti I, Sánchez-Moreno J. Clinical and therapeutic implications of predominant polarity in bipolar disorder. J Affect Disord. 2006;93:13—7. Vieta E, Phillips ML. Deconstructing bipolar disorder: a critical review of its diagnostic validity and a proposal for DSM-V and ICD-11. Schizophr Bull. 2007;33:886—92. Vieta E, Suppes T. Bipolar II disorder: arguments for and against a distinct diagnostic entity. Bipolar Disord. 2008;10:163—78. Colom F, Vieta E. The road to DSM-V. Bipolar disorder episode and course specifiers. Psychopathology. 2009;42:209—18. Vieta E, Colom F, Corbella B, Martínez-Arán A, Reinares M, Benabarre A, et al. Clinical correlates of psychiatric comorbidity in bipolar I patients. Bipolar Disord. 2001;3:253—8. Tohen M, Vieta E, Gonzalez-Pinto A, Reed C, Lin D, European Mania in Bipolar Longitudinal Evaluation of Medication (EMBLEM) Advisory Board. Baseline characteristics and outcomes in patients with first episode or multiple episodes of acute mania. J Clin Psychiatry. 2010;7:255—61. Angst J, Meyer TD, Adolfsson R, Skeppar P, Carta M, Benazzi F, et al. Hypomania: a transcultural perspective. World Psychiatry. 2010;9:41—9. Vieta E, Goikolea JM, Corbella B, Benabarre A, Reinares M, Martínez G, et al., Group for the Study of Risperidone in Affective Disorders (GSRAD). Risperidone safety and efficacy in the treatment of bipolar and schizoaffective disorders: results from a 6-month, multicenter, open study. J Clin Psychiatry. 2001;62:818—25. Vieta E, Martinez-Arán A, Goikolea JM, Torrent C, Colom F, Benabarre A, et al. A randomized trial comparing paroxetine and venlafaxine in the treatment of bipolar depressed patients taking mood stabilizers. J Clin Psychiatry. 2002 Jun;63:508—12. Tohen M, Vieta E, Calabrese J, Ketter TA, Sachs G, Bowden C, et al. Efficacy of olanzapine and olanzapine-fluoxetine combination in the treatment of bipolar I depression. Arch Gen Psychiatry. 2003;60:1079—88. Vieta E, Cruz N, García-Campayo J, de Arce R, Manuel Crespo J, Vallès V, et al. A double-blind, randomized, placebo-controlled prophylaxis trial of oxcarbazepine as adjunctive treatment to lithium in the long-term treatment of bipolar I and II disorder. Int J Neuropsychopharmacol. 2008;11:445—52. Vieta E, T’joen C, McQuade RD, Carson Jr WH, Marcus RN, Sanchez R, et al. Efficacy of adjunctive aripiprazole to either valproate or lithium in bipolar mania patients partially nonresponsive to valproate/lithium monotherapy: a placebocontrolled study. Am J Psychiatry. 2008;165:1316—25. Vieta E, Suppes T, Eggens I, Persson I, Paulsson B, Brecher M. Efficacy and safety of quetiapine in combination with lithium or divalproex for maintenance of patients with bipolar I disorder (international trial 126). J Affect Disord. 2008;109:251—63. Van der Loos ML, Mulder PG, Hartong EG, Blom MB, Vergouwen AC, De Keyzer HJ, et al., LamLit Study Group. Efficacy and safety of lamotrigine as add-on treatment to lithium in 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 3 bipolar depression: a multicenter, double-blind, placebocontrolled trial. J Clin Psychiatry. 2009;70:223—31. Vieta E, Ramey T, Keller D, English PA, Loebel AD, Miceli J. Ziprasidone in the treatment of acute mania: a 12-week, placebo-controlled, haloperidol-referenced study. J Psychopharmacol. 2010;24:547—58. El Mallakh RS, Vieta E, Rollin L, Marcus R, Carson WH, McQuade R. A comparison of two fixed doses of aripiprazole with placebo in acutely relapsed, hospitalized patients with bipolar disorder I (manic or mixed) in subpopulations (CN138-007). Eur Neuropsychopharmacol. 2010 Nov;20:776—83. Vieta E, Nuamah IF, Lim P, Yuen EC, Palumbo JM, Hough DW, et al. A randomized, placebo- and active-controlled study of paliperidone extended release for the treatment of acute manic and mixed episodes of bipolar I disorder. Bipolar Disord. 2010 May;12:230—43. Vieta E, Locklear J, Günther O, Ekman M, Miltenburger C, Chatterton ML, et al. Treatment options for bipolar depression: a systematic review of randomized, controlled trials. J Clin Psychopharmacol. 2010 Oct;30:579—90. Colom F, Vieta E, Martinez-Aran A, Reinares M, Goikolea JM, Benabarre A, et al. A randomized trial on the efficacy of group psychoeducation in the prophylaxis of recurrences in bipolar patients whose disease is in remission. Arch Gen Psychiatry. 2003;60:402—7. Scott J, Colom F, Vieta E. A meta-analysis of relapse rates with adjunctive psychological therapies compared to usual psychiatric treatment for bipolar disorders. Int J Neuropsychopharmacol. 2007;10:123—9. Reinares M, Colom F, Sánchez-Moreno J, Torrent C, MartínezArán A, Comes M, et al. Impact of caregiver group psychoeducation on the course and outcome of bipolar patients in remission: a randomized controlled trial. Bipolar Disord. 2008;10:511—9. Scott J, Colom F, Popova E, Benabarre A, Cruz N, Valenti M, et al. Long-term mental health resource utilization and cost of care following group psychoeducation or unstructured group support for bipolar disorders: a cost-benefit analysis. J Clin Psychiatry. 2009;70:378—86. Colom F, Vieta E, Sánchez-Moreno J, Palomino-Otiniano R, Reinares M, Goikolea JM, et al. Group psychoeducation for stabilised bipolar disorders: 5-year outcome of a randomised clinical trial. Br J Psychiatry. 2009;194:260—5. Torrent C, Vieta E, Crespo JA, Gonzalez-Pinto A, del Valle J, Olivares JM, et al. [Barcelona Bipolar Eating Disorder Scale (BEDS): a self-administered scale for eating disturbances in bipolar patients]. Actas Esp Psiquiatr. 2004;32: 127—31. Vieta E, Sánchez-Moreno J, Bulbena A, Chamorro L, Ramos JL, Artal J, et al., EDHIPO (Hypomania Detection Study) Group. Cross validation with the mood disorder questionnaire (MDQ) of an instrument for the detection of hypomania in Spanish: the 32 item hypomania symptom check list (HCL-32). J Affect Disord. 2007;101:43—55. Vieta E, Cieza A, Stucki G, Chatterji S, Nieto M, SánchezMoreno J, et al. Developing core sets for persons with bipolar disorder based on the International Classification of Functioning, Disability and Health. Bipolar Disord. 2007;9:16—24. Martinez-Aran A, Vieta E, Torrent C, Sanchez-Moreno J, Goikolea JM, SalameroM, et al. Functional outcome in bipolar disorder: the role of clinical and cognitive factors. Bipolar Disord. 2007;9:103—13. Rosa AR, Sánchez-Moreno J, Martínez-Aran A, Salamero M, Torrent C, Reinares M, et al. Validity and reliability of the Functioning Assessment Short Test (FAST) in bipolar disorder. Clin Pract Epidemiol Ment Health. 2007;3:5. Rosa AR, Bonnin CM, Mazzarini L, Amann B, Kapczinski F, Vieta E. Predictores clínicos del funcionamiento interpersonal 4 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. E. Vieta en pacientes bipolares. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc). 2009;2:83—8. Colom F, Vieta E, Martínez-Arán A, Reinares M, Benabarre A, Gastó C. Clinical factors associated with treatment noncompliance in euthymic bipolar patients. J Clin Psychiatry. 2000;61:549—55. Vieta E. New guidelines for bipolar disorders. World J Biol Psychiatry. 2009;10:82—4. Grunze H, Vieta E, Goodwin GM, Bowden C, Licht RW, Moller HJ, et al. The World Federation of Societies of Biological Psychiatry (WFSBP) guidelines for the biological treatment of bipolar disorders: update 2009 on the treatment of acute mania. World J Biol Psychiatry. 2009;10:85—116. Goodwin G, Fleischhacker W, Arango C, Baumann P, Davidson M, De Hert M, et al. Advantages and disadvantages of combination treatment with antipsychotics ECNP Consensus Meeting, March 2008. Nice Eur Neuropsychopharmacol. 2009;19:520—32. Yatham LN, Kennedy SH, Schaffer A, Parikh SV, Beaulieu S, O’Donovan C, et al. Canadian Network for Mood and Anxiety Treatments (CANMAT) and International Society for Bipolar Disorders (ISBD) collaborative update of CANMAT guidelines for the management of patients with bipolar disorder: update 2009. Bipolar Disord. 2009;11:225—55. Grunze H, Vieta E, Goodwin GM, Bowden C, Licht RW, Möller HJ, et al., WFSBP Task Force On Treatment Guidelines For Bipolar Disorders. The World Federation of Societies of Biological Psychiatry (WFSBP) Guidelines for the Biological Treatment of Bipolar Disorders: Update 2010 on the treatment of acute bipolar depression. World J Biol Psychiatry. 2010;11:81—109. Vieta E, Murru A, Pueyo MJ. Guia sobre el maneig del trastorn bipolar a Catalunya. Barcelona: Agència d’Informació, Avaluació i Qualitat en Salut. Servei Català de la Salut. Departament de Salut. Generalitat de Catalunya; 2010. Nivoli AM, Colom F, Murru A, Pacchiarotti I, Castro-Loli P, González-Pinto A, et al. New treatment guidelines for acute bipolar depression: A systematic review. J Affect Disord. 2010 Jun 8. [Epub ahead of print]. Vieta E. The European Network for Bipolar Disorder. ECNP matters, 2008;14. Disponible en: http://matters.ecnp.nl/number14/network.shtml. Vieta E. Progress in research at the CIBERSAM’s affective disorders programme of the University of Barcelona Hospital Clinic. Eur J Psychiat. 2009;23 Suppl 1:174—80. Tabarés-Seisdedos R, Escámez T, Martínez-Giménez JA, Balanzá V, Salazar J, Selva G, et al. Variations in genes regulating neuronal migration predict reduced prefrontal cognition in schizophrenia and bipolar subjects from mediterranean Spain: a preliminary study. Neuroscience. 2006;139:1289—300. Mur M, Portella MJ, Martínez-Arán A, Pifarré J, Vieta E. Persistent neuropsychological deficit in euthymic bipolar patients: executive function as a core deficit. J Clin Psychiatry. 2007;68:1078—86. González-Pinto A, Vega P, Ibáñez B, Mosquera F, Barbeito S, Gutiérrez M, et al. Impact of cannabis and other drugs on age at onset of psychosis. J Clin Psychiatry. 2008;69:1210—6. De Dios C, Ezquiaga E, Garcia A, Soler B, Vieta E. Time spent with symptoms in a cohort of bipolar disorder outpatients in Spain: A prospective, 18-month follow-up study. J Affect Disord. 2009 Dec 23. [Epub ahead of print]. Avila CC, Cabello M, Cieza A, Vieta E, Ayuso-Mateos JL. Functioning and disability in bipolar disorders: a systematic review 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. of literature using the ICF as a reference. Bipolar Disord. 2010 Aug;12:473—82. Fountoulakis KN, Vieta E, Sanchez-Moreno J, Kaprinis SG, Goikolea JM, Kaprinis GS. Treatment guidelines for bipolar disorder: a critical review. J Affect Disord. 2005;86: 1—10. Angst J, Adolfsson R, Benazzi F, Gamma A, Hantouche E, Meyer TD, et al. The HCL-32: towards a self-assessment tool for hypomanic symptoms in outpatients. J Affect Disord. 2005;88:217—33. Henry C, M’Baïlara K, Poinsot R, Casteret AA, Sorbara F, Leboyer M, et al. Evidence for two types of bipolar depression using a dimensional approach. Psychother Psychosom. 2007;76:325—31. Martinez-Aran A, Scott J, Colom F, Torrent C, Tabares-Seisdedos R, Daban C, et al. Treatment nonadherence and neurocognitive impairment in bipolar disorder. J Clin Psychiatry. 2009;70:1017—23. Rosa AR, Cruz N, Franco C, Haro JM, Bertsch J, Reed C, et al. Why do clinicians maintain antidepressants in some patients with acute mania? Hints from the European Mania in Bipolar Longitudinal Evaluation of Medication (EMBLEM), a large naturalistic study. J Clin Psychiatry. 2010 Mar 23. [Epub ahead of print]. Forcada I, Papachristou E, Mur M, Christodoulou T, Jogia J, Reichenberg A, et al. The impact of general intellectual ability and white matter volume on the functional outcome of patients with Bipolar Disorder and their relatives. J Affect Disord. 2010 Nov 26.[Epub ahead of print]. Calabrese JR, Vieta E, El-Mallakh R, Findling RL, Youngstrom EA, Elhaj O, et al. Mood state at study entry as predictor of the polarity of relapse in bipolar disorder. Biol Psychiatry. 2004;56:957—63. Kapczinski F, Vieta E, Andreazza AC, Frey BN, Gomes FA, Tramontina J, et al. Allostatic load in bipolar disorder: implications for pathophysiology and treatment. Neurosci Biobehav Rev. 2008;32:675—92. Salvatore P, Baldessarini RJ, Tohen M, Khalsa HM, SanchezToledo JP, Zarate Jr CA, et al. McLean-Harvard International First-Episode Project: two-year stability of DSM-IV diagnoses in 500 first-episode psychotic disorder patients. J Clin Psychiatry. 2009;70:458—66. Mazzarini L, Pacchiarotti I, Colom F, Sani G, Kotzalidis GD, Rosa AR, et al. Predominant polarity and temperament in bipolar and unipolar affective disorders. J Affect Disord. 2009 Dec;119:28—33. Berk M, Hallam K, Malhi GS, Henry L, Hasty M, Macneil C, et al. Evidence and implications for early intervention in bipolar disorder. J Ment Health. 2010;19:113—26. López-Jaramillo C, Lopera-Vásquez J, Ospina-Duque J, García J, Gallo A,Cortez V, et al. Lithium treatment effects on the neuropsychological functioning of patients with bipolar I disorder. J Clin Psychiatry. 2010 Mar 23. [Epub ahead of print]. Yildiz A, Vieta E, Leucht S, Baldessarini RJ. Efficacy of antimanic treatments: meta-analysis of randomized, controlled trials. Neuropsychopharmacology. 2011 Jan;36:375—89. Vieta E. Psychiatry: from interest in conflicts to conflicts of interest. World Psychiatry. 2007;6:27—9. Colom F, Vieta E. The need for publishing the silent evidence from negative trials. Acta Psychiatr Scand. 2011 Feb;123: 91—4. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):5—8 www.elsevier.es/saludmental EDITORIAL Comentario: el estado actual de la psicofarmacología y la psiquiatría Commentary: The Current State of Psychopharmacology and Psychiatry Ross J. Baldessarini a,b a b Professor of Psychiatry and in Neuroscience, Harvard Medical School, Boston Director, Psychopharmacology Program, McLean Hospital Belmont, Massachusetts, Estados Unidos La psiquiatría clínica moderna ha pasado a estar dominada por la psicofarmacología a múltiples niveles a lo largo de las últimas décadas, tras una época de hegemonía psicodinámica en muchos países. La inauguración de una importante revista de psiquiatría internacional, la Revista de Psiquiatría y Salud Mental española, nos brinda la oportunidad de analizar el estado actual de la psiquiatría en relación con la psicofarmacología. El inicio de la psicofarmacología moderna puede fecharse en el momento de la reintroducción del carbonato de litio (utilizado anteriormente para tratar la gota) en la medicina clínica para el tratamiento y la prevención de la manía por parte de John Cade en Melbourne en 1949, o en los descubrimientos iniciales de los efectos antimaníacos y antipsicóticos de clorpromazina en París por Pierre Deniker et al1 en 1952. El fármaco neuroléptico-antipsicótico clorpromazina y sus múltiples análogos químicos aparecidos en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo procedían de agentes antihistamínicos-sedantes conocidos desde finales de la primera década del siglo xix. Esto constituyó una importante contribución de la tecnología química y farmacéutica, pero también intervino en ello la observación clínica casual. Su descubrimiento condujo finalmente al desarrollo de los antidepresivos, empezando con la imipramina a finales de los años cincuenta, y de los fármacos antipsicóticos de segunda generación («atípicos»), el primero de los cuales fue la clozapina, en 1960. Ambos fármacos diferían de los neurolépticos tricíclicos por tener un anillo central Correo electrónico: [email protected] de siete carbonos que modificaba radicalmente las características estereoquímicas y las acciones de estos fármacos respecto a los agentes antagonistas de los receptores principalmente de dopamina D2 que tenían abundantes efectos adversos neurológicos, para pasar a ser un agente antagonista débil de la dopamina y antiserotoninérgico potente (clozapina) o un inhibidor del transporte neuronal de noradrenalina o serotonina (antidepresivos tricíclicos)1,2 . Estos descubrimientos clínicos, en gran parte accidentales, aunque recogidos con gran perspicacia, estimularon fuertemente toda una generación de investigaciones básicas y aplicadas destinadas a aclarar las acciones de los nuevos fármacos y a orientar el desarrollo de nuevos tratamientos que se esperaba que fueran mejores. Además, un concepto central asociado a esta investigación biológica fue que lo contrario a las acciones farmacodinámicas de los fármacos antipsicóticos, antimaníacos o antidepresivos podría aportar una pista respecto a la fisiopatología, si no la etiología, de los trastornos psiquiátricos importantes que todavía eran idiopáticos. Esta estrategia cuestionable concuerda con lo que se ha realizado a lo largo de la historia de la investigación biomédica en psiquiatría a lo largo de los dos últimos siglos, que han estado marcados por oleadas de intentos de aplicar desarrollos técnicos en ese momento innovadores de la biología y la medicina general a la psiquiatría3 . En el caso de la psicofarmacología, surgió la esperanza de que una gama limitada de acciones farmacológicas identificadas fuera necesaria y a la vez suficiente para explicar sus efectos y para introducir innovaciones adicionales. Este planteamiento condujo a avances extraordinarios en el conocimiento de la neurobiología básica de la 1888-9891/$ – see front matter © 2011 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2011.03.001 6 neurotransmisión de las sinapsis químicas cerebrales4 , además de respaldar una eficiencia cada vez mayor en la identificación precisa de nuevos compuestos con acciones similares a las de los más antiguos1,2 . Este proceso, aparentemente plausible, muy atractivo e incluso convincente, se desarrolló a lo largo de varias décadas, impulsado por un círculo de pensamiento cerrado, cuyos orígenes quedaban a menudo olvidados. Este proceso se ha caracterizado, por ejemplo, por considerar prácticamente de forma exclusiva los fármacos antidopaminérgicos como posibles tratamientos para los trastornos psicóticos o la manía, y los fármacos potenciadores de aminas como posibles antidepresivos. Aunque las características químicas involucradas en ello han sido cada vez más diversas, las acciones farmacológicas básicas han continuado siendo similares a las de los fármacos que se conocían en 1960. Cabe argumentar que la innovación real se ha visto dificultada por este pensamiento circular y cerrado, ciertamente en cuanto al desarrollo de fármacos, pero también en cuanto al planteamiento de hipótesis biológicas, puesto que las dos líneas de investigación han estado cada vez más entrelazadas. El resultado ha sido una notable disminución de la innovación real durante la pasada década, a pesar de las inversiones masivas en investigación y desarrollo y de la introducción de nuevas tecnologías muy potentes de investigación y de búsqueda sistemática5 . Es decir, son muy pocos los nuevos fármacos psicotropos que constituyen mecanismos de acción novedosos, y los candidatos que ha habido han fracasado a menudo en el ámbito clínico. Además, los costes del desarrollo han pasado a ser enormes, sobre todo para los ensayos clínicos, que cada vez más son incapaces de mostrar una eficacia clara de nuevos agentes1,2,5 . Además, existe un paralelismo en los avances manifiestamente desalentadores en el conocimiento biológico de la posible fisiopatología, y no digamos ya de la etiología, de los principales trastornos psiquiátricos, o en la aplicación de nuevos principios biológicos al desarrollo directo de tratamientos mejores o con un mayor fundamento racional6—9 . Este proceso científico se ve gravemente limitado por la falta de pistas plausibles respecto al fundamento biológico coherente de los síndromes psiquiátricos principales idiopáticos. A pesar de su aparente plausibilidad y productividad en tantos aspectos de la medicina moderna, la confianza en la posibilidad de que los enfoques biológicos contribuyan a aumentar el conocimiento básico de los principales trastornos psiquiátricos parece requerir un verdadero acto de fe. Sin una patología tisular o una fisiopatología coherente que permitan orientar tanto la investigación básica, orientada a la etiología, como la terapéutica experimental racional, la psiquiatría continúa a la espera de descubrimientos imprevistos y de las consecuencias del tipo de observaciones casuales que llevaron al descubrimiento de la práctica totalidad de las clases de fármacos psicotropos modernos hasta 19601,2 . El conocimiento cada vez más sofisticado de las acciones farmacológicas parece ser la luz con la cual se intenta encontrar las llaves perdidas, aun cuando haya pocas razones para pensar que este enfoque (por muy atractivo y plausible que sea) vaya a resultar superior a ningún otro. Por expresarlo de manera concisa, la psicofarmacología puede haber estado y continuar estando sobrevalorada, no sólo como vía para la obtención de un conocimiento bio- R.J. Baldessarini lógico sobre trastornos todavía idiopáticos, sino también incluso como fundamento satisfactorio para avanzar en el tratamiento clínico. La fácil disponibilidad en todo el mundo de una gama creciente de tratamientos farmacológicos para la mayor parte de los trastornos psiquiátricos ha tenido enormes repercusiones en la conceptualización y la práctica de la psiquiatría clínica, gran parte de ellas favorables o incluso revolucionarias, pero también algunas cuestionables o incluso contraproducentes. Plantear las teorías biológicas basándose en las acciones de los fármacos psicotropos ejerce unos efectos estimulantes y, a la vez, limitadores sobre la investigación biomédica en psiquiatría, y además tiene repercusiones importantes en la terapéutica y en la práctica clínica psiquiátricas. Durante varias décadas hemos dispuesto de fármacos para tratar una amplia gama de enfermedades mentales graves, incluidas las psicosis, los trastornos bipolares y depresivos, y los diversos síndromes de ansiedad y adicción. Los fármacos aprobados para el uso clínico y la comercialización han cumplido generalmente los criterios de eficacia convencionalmente aceptados. Esos criterios incluyen de forma característica el hecho de ser estadísticamente superior a un placebo inactivo en al menos algunos ensayos clínicos controlados y aleatorizados, y el de ser aparentemente similares en sus efectos beneficiosos a los fármacos ya aceptados para un uso clínico amplio. Sin embargo, este tipo de evidencia tiene importantes limitaciones. Muchos productos candidatos a un empleo como medicación superan al placebo de manera poco uniforme, y pueden producir unos efectos paliativos marginales sobre algunos síntomas. Estos efectos favorables pueden ser estadísticamente aceptables, pero pueden tener una magnitud del efecto bastante limitada o pasar por alto aspectos clínicamente importantes de la enfermedad, como la capacidad cognitiva, la función o la mayor mortalidad. Obtener una evidencia adecuada sobre la efectividad profiláctica a largo plazo resulta aún más difícil que demostrar la eficacia a corto plazo en las fases agudas de unas enfermedades que se reconocen cada vez más como recurrentes o crónicas. Ha habido una tendencia a aceptar como evidencia a este respecto los resultados de ensayos clínicos en los que se suspenden los tratamientos que se están empleando y ello va seguido de una recaída clínica. Estos ensayos se realizan a menudo en pacientes cuidadosamente seleccionados que apenas se recuperan de la enfermedad aguda y no son necesariamente representativos. Además, muchos ensayos no parecen tener en cuenta la demostración repetida de que, con prácticamente todos los tipos de fármacos psicotropos, al suspender la administración, sobre todo si se hace rápidamente, se produce de forma temprana un riesgo excesivo de recurrencia o recaída10—12 , lo cual plantea cuestiones tanto clínicas-científicas como éticas1 . El establecimiento de una terapéutica racional y basada en la evidencia13 , cuando menos en psiquiatría, continúa siendo una esperanza lejana, puesto que resulta difícil ordenar según su eficacia los fármacos disponibles de una misma clase. Es decir, los intervalos de confianza de las valoraciones de la mejoría o de las tasas de «respondedores» (porcentajes de pacientes que muestran una mejoría sintomática parcial en ensayos de una duración limitada) suelen solaparse, incluso en muchas de las poco frecuentes comparaciones directas de fármacos antidepresivos14—16 , Comentario: el estado actual de la psicofarmacología y la psiquiatría antipsicóticos17 y antimaníacos18 . Este punto muerto en el que nos encontramos puede reflejar las considerables limitaciones que tienen los métodos de ensayos clínicos cuando se aplican a los trastornos psiquiátricos, basándose de manera casi exclusiva en las valoraciones de los síntomas altamente subjetivas (que son, a su vez, una imagen bastante limitada de las repercusiones clínicas que tienen los trastornos psiquiátricos). Además, hay una gran heterogeneidad incluso en los diagnósticos asignados de manera muy cuidadosa sobre la base de los sistemas nosológicos modernos, que continúan siendo descriptivos y fenomenológicos, y tienen un valor predictivo variable19,20 . Cabe esperar una heterogeneidad adicional de los diagnósticos como consecuencia de la tendencia recientemente popularizada de hacer participar a múltiples centros internacionales en los ensayos de medicamentos21 . Esta tendencia aparentemente eficiente ha sido potenciada al hacer participar en los estudios a centros de menor coste, aunque de áreas remotas y menos desarrolladas, con lo que es incierta la posibilidad de generalización de los resultados a los mercados clínicos principales. En los países desarrollados, cada vez se recurre más a las organizaciones de investigación bajo contrato (CRO) para gestionar los ensayos clínicos dentro de las consultas clínicas, habitualmente con pocos pacientes por centro y con una afectación relativamente leve por la enfermedad. Otra posibilidad es que muchos centros académicos o especializados tiendan a incluir a pacientes cada vez más complejos y atípicos en los que han fracasado los tratamientos previos22 . Todas estas tendencias pueden aumentar la heterogeneidad y la inconsistencia en los resultados de los ensayos clínicos, con un descenso de las comparaciones del fármaco con placebo y una menor posibilidad de generalización. A su vez, estos resultados tienen probablemente su origen en la tendencia de las observaciones heterogéneas a presentar una regresión a la media del resultado23,24 . Es de destacar que el problema del diagnóstico y la clasificación psiquiátricos no es sólo un problema importante para la terapéutica experimental, sino también para la mayor parte de formas de investigación psiquiátrica, incluida la dificultad para encontrar formas de identificar «fenotipos» relativamente homogéneos para los estudios genéticos y de otro tipo. La falta de una separación clara, según su eficacia, de los diversos fármacos para la mayoría de tipos de psicotropos comporta la necesidad de realizar más ensayos de comparación directa en vez de comparaciones de los resultados de distintos ensayos, y tal vez la conveniencia de considerar características de subgrupos que representen a los pacientes con mayor o menor capacidad de respuesta o tolerancia del tratamiento. Ambas sugerencias han encontrado una fuerte reticencia por parte de la industria. Es improbable que un fabricante tenga interés en someter a su producto a ensayos comparativos destinados a identificar cuál es el mejor medicamento. De igual modo, muchos directivos de corporaciones parecen preferir las posibilidades de comercialización amplia de fármacos que pueden aportar un beneficio mensurable, aunque no necesariamente óptimo, en categorías amplias de pacientes con trastornos heterogéneos. Sin embargo, un número cada vez mayor de expertos en marketing perciben el valor de diferenciar sus productos de otros fármacos muy similares mediante la demostración de una eficacia o tolerabilidad superiores en subgrupos clínicos específicos. 7 Por último, aunque sea doloroso tener que considerarlo, la aparición de los tratamientos farmacológicos modernos para la mayoría de las enfermedades mentales graves ha interaccionado de maneras complejas con la práctica clínica y con la economía de los sistemas actuales de asistencia clínica. La clasificación rápida, aunque sea de forma superficial en grupos diagnósticos poco seguros, seguida de una prescripción, evitando tener que ocuparse de una asistencia global, y con un cuidado posterior muy limitado, puede ser atractiva desde el punto de vista económico, pero comporta el riesgo de fomentar una práctica clínica minimalista y relativamente irreflexiva1,25 . Aunque se han señalado las graves limitaciones del movimiento «biopsicosocial» como base para una mejora del diagnóstico o como método de investigación26 , existen abundantes razones clínicas para adoptar un enfoque más global frente a los pacientes con trastornos psiquiátricos importantes de causa desconocida, que es característico que sean complejos y que comporten una alteración de la vida del paciente. En pocas palabras, sería una tragedia que la simplicidad, la eficiencia y el ahorro de costes continuaran dando una influencia indebida a la psicofarmacología clínica, incluso si se olvidaran los avances que se han producido en los dos últimos siglos en la psicopatología y los enfoques psicosociales. Financiación Financiado en parte por una subvención de la Bruce J. Anderson Foundation y por el McLean Private Donors Psychopharmacology Research Fund. Conflicto de intereses El autor declara no tener ningún conflicto de intereses. Bibliografía 1. Baldessarini RJ. Chemotherapy in Psychiatry. 3rd ed. New York: Springer Verlag; 2012. En prensa. 2. Baldessarini RJ, Tarazi FI. Drug therapy of depression and anxiety disorders and drugs for psychosis and mania. En: Brunton LL, Lazo JS, Parker KL, editores. Goodman and Gilman’s the pharmacological basis of therapeutics. 11th ed. New York: McGraw-Hill; 2005. p. 429-500. 3. Baldessarini RJ. American biological psychiatry and psychopharmacology 1944-1994. En Menninger RW, Nemiah JC, editores. American Psychiatry after World War II (1944-1994), a volume celebrating the 150th anniversary of the founding of the American Psychiatric Association. Washington DC: APA Press; 2000. p. 371-412. 4. Iversen LL, Iversen SD, Bloom FE, Roth RH. Introduction to neuropsychopharmacology.. 9th ed. New York: Oxford University Press; 2009. 5. Harris G. Federal research center will help develop medicines. New York Times, January 23, 2011, p. 1 y 21. 6. Agarwal N, Port JD, Bazzocchi M, Renshaw PF. Update on the use of MR for assessment and diagnosis of psychiatric diseases. Radiology. 2010;255:23—41. 7. Dick DM, Riley B, Kendler KS. Nature and nurture in neuropsychiatric genetics: where do we stand? Dialogues Clin Neurosci. 2010;12:7—23. 8 8. Kirchheiner J, Seeringer A, Viviani R. Pharmacogenetics in psychiatry —–a useful clinical tool or wishful thinking for the future? Curr Pharm Des. 2010;16:136—44. 9. Shenton ME, Whitford TJ, Kubicki M. Structural neuroimaging in schizophrenia: from methods to insights to treatments. Dialogues Clin Neurosci. 2010;12:317—32. 10. Viguera AC, Baldessarini RJ, Hegarty JM, Van Kammen D, Tohen M. Clinical risk following abrupt and gradual withdrawal of maintnenance neuroleptic treatment. Arch Gen Psychiatry. 1997;54:49—55. 11. Baldessarini RJ, Tondo L, Faedda GL, et al. Latency, discontinuation, and re-use of lithium treatment. En: Bauer M, Grof P, Müller-Oerlinghausen B, editores. Lithium in neuropsychiatry: the comprehensive guide. London: Taylor & Francis; 2006. p. 465-481. 12. Baldessarini RJ, Tondo L, Ghiani C, Lepri B. Illness risk following rapid versus gradual discontinuation of antidepressants. Am J Psychiatry. 2010;167:934—41. 13. Sackett DL, Rosenberg WM, Gray JA, Haynes RB, Richardson WS. Evidence based medicine: what it is and what it isn’t. BMJ. 1996;312:71—2. 14. Fawcett J, Barkin RL. Efficacy issues with antidepressants. J Clin Psychiatry. 1997;58Suppl6:32—9. 15. Cipriani A, Furukawa TA, Salanti G, Geddes JR, Higgins JP, Churchill R, et al. Comparative efficacy and acceptability of 12 new-generation antidepressants: a multiple-treatments metaanalysis. Lancet. 2009;373:746—58. 16. Bech P. Is the antidepressive effect of second-generation antidepressants a myth? Psychol Med. 2010;40:181—6. 17. Leucht S, Arbter D, Engel RR, Kissling W, Davis JM. How effective are second-generation antipsychotic drugs? A metaanalysis of placebo-controlled trials. Molecular Psychiatry. 2009;14:429—47. R.J. Baldessarini 18. Yildiz A, Vieta E, Leucht S, Baldessarini RJ. Efficacy of antimanic treatments: meta-analysis of randomized, controlled trials. Neuropsychopharmacology. 2011;36:375—89. 19. Salvatore P, Baldessarini RJ, Tohen M, Khalsa HM, SanchezToledo JP, Zarate Jr CA, et al. McLean-Harvard International First-Episode Project: two-year stability of DSM-IV diagnoses in 500 first-episode psychotic disorder patients. J Clin Psychiatry. 2009;70:458—66. 20. Salvatore P, Baldessarini RJ, Tohen M, Khalsa HM, Perez Sanchez-Toledo J, et al. McLean-Harvard International firstepisode project: Two-year Stability of ICD-10 diagnoses in 500 first-episode psychotic disorder patients. J Clin Psychiatry. 2010;.[July 13, Epubl ahead of print]. 21. Vázquez G, Baldessarini RJ, Yildiz A, Tamayo J, Tondo L, Salvatore P. Multi-site international collaborative clinical trials in mania: commentary. Int J Neuropsychopharmacol. 2011. En prensa. 22. Vieta E. Terciarismo en psiquiatría: el Programa de Trastornos Bipolares del «Clínic» de Barcelona. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc). 2011:1-4. 23. Kemp AS, Schooler NE, Kalali AH, Alphs L, Anand R, Awad G, et al. What is causing the reduced drug-placebo difference in recent schizophrenia clinical trials and what can be done about it? Schizophrenia Bull. 2010;36:504—9. 24. Yildiz A, Vieta E, Tohen M, Baldessarini RJ. Placebo effects in treatment trials for acute mania. Int J Neuropsychopharmacol. 2011. En prensa. 25. Eisenberg L. Mindlessness and brainlessness in psychiatry. Br J Psychiatry. 1986;148:497—508. 26. Ghaemi SN. The rise and fall of the biopsychosocial model: reconciling art and science in psychiatry. Baltimore: Johns Hopkins University Press; 2010. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):9—18 www.elsevier.es/saludmental ORIGINAL Validación de la versión española de la escala de Funcionamiento Personal y Social en pacientes ambulatorios con esquizofrenia estable o inestable María Paz Garcia-Portilla a,∗ , Pilar Alejandra Saiz a , Manuel Bousoño a , María Teresa Bascaran a , Carlos Guzmán-Quilo b y Julio Bobes a , en nombre del grupo de validación de la versión española de la escala de Funcionamiento Personal y Social (PSP) a Departamento de Psiquiatría, Universidad de Oviedo, Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental, CIBERSAM, Oviedo-Asturias, España b Departamento Médico, Janssen-Cilag SA, Madrid, España Recibido el 3 de noviembre de 2010; aceptado el 8 de noviembre de 2010 PALABRAS CLAVE PSP; Funcionamiento social; Funcionamiento personal; Esquizofrenia; Propiedades psicométricas ∗ Resumen Introducción: Uno de los objetivos terapéuticos principales a largo plazo en la esquizofrenia incluye la mejoría en el funcionamiento psicosocial y la calidad de vida del paciente. El objetivo de este estudio fue validar la versión española de la escala de Funcionamiento Personal y Social (PSP, del inglés Personal and Social Performance) en pacientes ambulatorios con esquizofrenia. Material y métodos: Estudio naturalístico, de 6 meses de seguimiento, multicéntrico, en el que se evaluó a 244 pacientes ambulatorios y 76 controles con la PSP, la Escala de Evaluación del Funcionamiento Social y Ocupacional (SOFAS, del inglés Social and Occupational Functioning Assessment Scale) y la Escala de Evaluación de Gravedad de la Enfermedad (ICG-G, en sus siglas en inglés)/Impresión Clínica Global del Cambio (ICG-C). Resultados: La consistencia interna fue de 0,87, la fiabilidad test-retest, de 0,98, y la validez de constructo, 1, componente que explicaba el 73,2% de la varianza. Validez convergente: coeficiente de correlación entre las puntuaciones PSP y SOFAS = 0,95 (p < 0,0001), y entre PSP e ICG-G = —0,88 (p < 0,0001). Validez discriminante: la PSP diferenció entre pacientes y controles (50,3 frente a 91,9; p < 0,0001), y entre pacientes con esquizofrenia leve, moderada y grave en función de la puntuación en la ICG-G (73 frente a 56,6 frente a 37,5; p < 0,0001). El área bajo la curva fue de 0,986. Para un punto de corte de 79, la PSP identificó a pacientes y controles según su nivel de funcionamiento con una sensibilidad del 94,3% y una especificidad del 96,1% En el sexto mes se observaron mejorías significativas (p < 0,0001) en las puntuaciones PSP, SOFAS e ICG-C. La PSP demostró ser sensible a los cambios; una puntuación de mucha mejoría en la ICG-C correspondía a una mejoría de 34 puntos en la PSP. Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (M.P. Garcia-Portilla). 1888-9891/$ – see front matter © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2010.11.003 10 M.P. Garcia-Portilla et al Conclusión: La versión española de la PSP es un instrumento fiable, válido y sensible para medir el funcionamiento de los pacientes ambulatorios con esquizofrenia. Dada su brevedad, es un instrumento apropiado para ser utilizado en la práctica clínica cotidiana para cuantificar y controlar el funcionamiento de los pacientes. © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. KEYWORDS PSP; Social functioning; Personal functioning; Schizophrenia; Psychometric properties Validation of the Spanish Personal and Social Performance scale (PSP) in outpatients with stable and unstable schizophrenia Abstract Introduction: The main long-term therapeutic goals of schizophrenia should go beyond the symptoms and include the improvement of patients’ psychosocial functioning and quality of life. The aim of this study was to validate the Personal and Social Performance (PSP) scale in Spanish outpatients with schizophrenia. Materials and methods: Naturalistic, 6-month follow-up, multicentre study. 244 patients and 76 controls were evaluated using the PSP, the Social and Occupational Functioning Assessment Scale (SOFAS), and the Clinical Global Impression — Severity (CGI-S) and Change (CGI-C) scales. Results: Internal reliability = 0.87. Test-retest reliability = 0.98. Construct validity = 1 component that explained 73.2% of the variance. Convergent validity: Pearson correlation coefficient between PSP and SOFAS = 0.95 (p < 0.0001), between PSP and CGI-S = -0.88 (p < 0.0001). Discriminant validity: the PSP discriminates between patients and controls [50.3 versus 91.9, p < 0.0001] and among patients with mild, moderate, and severe schizophrenia according to CGI-S scores [73 versus 56.6 versus 37.5, p < 0.0001]. Area under the curve = 0.986. A cut-off point of 79 on the PSP scale provided good sensitivity (94.3%) and specificity (96.1%) for identifying patients and controls according to their level of functioning. At month 6 significant improvements (p < 0.0001) were seen in PSP, SOFAS, and CGI-C scores. The PSP was sensitive to improvement; a score of very much improved in the CGI-C corresponds to a improvement of 34 points in the PSP. Conclusion: The Spanish PSP is a reliable, valid and sensitive instrument for measuring functioning in outpatients with schizophrenia. As a brief, clinician-rated instrument, the PSP scale seems to be appropriate for use in everyday clinical practice as a mean of identifying and monitoring changes in patient’s functioning. © 2010 SEP y SEPB. Published by Elsevier España, S.L. All rights reserved. Introducción La esquizofrenia es un trastorno mental crónico e invalidante que conduce con frecuencia a deficiencias importantes en el funcionamiento personal, social y ocupacional. De hecho, el deterioro del funcionamiento psicosocial es una de las características nucleares del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) desde el DSM-III1 y ha sido bien descrito en pacientes con trastornos mentales, en especial la esquizofrenia2,3 . Así pues, los principales objetivos terapéuticos a largo plazo en la esquizofrenia deben ir más allá de los síntomas y deben incluir la mejora del funcionamiento psicosocial y la calidad de vida de los pacientes4—8 . Los tratamientos psicosociales, ocupacionales y farmacológicos de la esquizofrenia están en continua evolución en un intento de actuar comprensivamente para modificar las expectativas de resultados entre los clínicos, los pacientes y sus familias, y de atenerse a la definición de la Food and Drug Administration (FDA)9 de «beneficio del tratamiento», es decir, el efecto del tratamiento sobre la supervivencia, los sentimientos o las funciones del paciente. Para poder detectar los cambios en los resultados, Van Os et al10 propusieron un conjunto de criterios operativos para identificar la remisión sintomática en pacientes con esquizofrenia. Sin embargo, la mejora de los síntomas no implica directamente una mejora del funcionamiento3,11,12 y, por consiguiente, la remisión funcional continúa siendo un objetivo de resultado difícil de medir y que queda fuera del alcance de la práctica clínica cotidiana. Desde 1980 han habido diversos intentos de desarrollar instrumentos más exactos y sofisticados para medir el nivel de funcionamiento (o deterioro) en los pacientes con trastornos mentales graves. Los primeros y más sencillos instrumentos de medición, como la Evaluación Global del Funcionamiento (GAF, del inglés Global Assessment of Functioning)13 y la Escala de Evaluación del Funcionamiento Social y Ocupacional (SOFAS, del inglés Social and Occupational Functioning Assessment Scale)14 , han sido superados por la nueva generación de instrumentos, como la escala de Funcionamiento Personal y Social (PSP, del inglés Personal and Social Performance15 ), la Entrevista de Funcionamiento y Resultados de la Esquizofrenia (SOFI, del inglés Schizophrenia Outcomes Functioning Interview16 ) y la escala de Remisión Funcional de la Esquizofrenia General (FROGS, Functional Remission of General Schizophrenia17 ). Estos instrumentos se caracterizan por no depender de los síntomas (es decir, no incluyen ítems que reflejen síntomas clínicos) y por ser multidimensionales y sólidos desde el punto de vista psicométrico. Validación de la versión española de la escala PSP Utilizando la escala SOFAS como modelo, Morosini et al15 desarrollaron la PSP con las siguientes ventajas sobre su predecesora: una definición más clara de las áreas funcionales a medir y de las preguntas a realizar, e inclusión de grados de discapacidad con criterios operativos a utilizar en el proceso de evaluación, lo cual proporciona una excelente fiabilidad interevaluadores, sin perder la brevedad de aplicación (5-10 minutos). La escala ha sido validada en pacientes ambulatorios y en pacientes hospitalizados con una enfermedad aguda18—20 , así como en pacientes estables en la comunidad18,21,22 . Se utilizó también en ensayos clínicos en los que se indicó que paliperidona de liberación prolongada aportaba un efecto beneficioso en cuanto a mejora del funcionamiento personal y social en pacientes con esquizofrenia23,24 . La escala SOFI16 mostró una validez de constructo y una fiabilidad interevaluadores aceptables y una buena fiabilidad test-retest. Sin embargo, para administrarla hace falta bastante tiempo (30-45 minutos con un entrevistador adecuadamente entrenado) lo que constituye un obstáculo importante para su uso en la práctica clínica diaria en los servicios de psiquiatría públicos. Por otra parte, la escala FROGS original17 necesitará nuevos estudios que demuestren su aceptabilidad, valor predictivo y sensibilidad al cambio. A la vista de esta situación, decidimos llevar a cabo el presente estudio con el objetivo de traducir al español y validar la escala PSP en pacientes ambulatorios españoles con esquizofrenia, estables e inestables, bajo tratamiento estándar. Pacientes y métodos Diseño del estudio Se trata de un estudio de validación de tipo naturalístico y con un seguimiento de 6 meses, llevado a cabo en 13 centros de España. Fue aprobado por el Comité Ético de Investigación Clínica de uno de los centros, el Hospital Clínico San Carlos de Madrid (España), y se llevó a cabo cumpliendo lo establecido en la Declaración de Helsinki de 1975, modificada en 1983. Se obtuvo el consentimiento informado por escrito de todos los participantes antes de su inclusión en el estudio. Sujetos Los participantes fueron 320 sujetos (244 pacientes ambulatorios con esquizofrenia [145 inestables y 99 estables] y 76 controles sanos). Se definieron como inestables los pacientes que iniciaban un tratamiento antipsicótico o que cambiaban su tratamiento antipsicótico actual a causa de una falta de eficacia en los 3 meses previos. Se consideraron estables los pacientes que estaban clínicamente estables y no habían necesitado ningún cambio de su tratamiento antipsicótico actual durante los 3 meses previos. La inclusión de los pacientes en el estudio se realizó entre julio y diciembre de 2008. Los criterios de inclusión fueron los siguientes: a) edad ≥ 18 años; b) diagnóstico CIE-10 de trastorno esquizofrénico; c) en tratamiento ambulatorio actual por esta enfermedad, y d) consentimiento informado por escrito para participar en el estudio. Los criterios de 11 inclusión para los individuos control fueron los siguientes: a) edad ≥ 18 años; b) ausencia de trastornos mentales y de trastornos somáticos relevantes; c) puntuación en la escala Impresión Clínica Global, gravedad de la enfermedad (ICG-G) = 1, y d) consentimiento informado por escrito para participar en el estudio. Los criterios de exclusión se diseñaron para que fueran mínimos, dada la naturaleza del estudio, y solamente incluyeron la negativa a participar en el estudio por parte de los sujetos. Parámetros de valoración clínicos Para todos los pacientes y los controles, se obtuvieron los datos demográficos y clínicos y se completaron los instrumentos siguientes en la situación basal. Los pacientes inestables fueron evaluados de nuevo a los 3 y 6 meses, y los pacientes estables lo fueron en la semana 1. Todos los evaluadores estaban adecuadamente formados para aplicar la PSP. La PSP15 es un instrumento puntuado por el clínico que evalúa el funcionamiento del paciente en las siguientes 4 áreas: a) autocuidado; b) actividades sociales habituales, incluidos trabajo y estudio; c) relaciones personales y sociales, y d) comportamientos perturbadores y agresivos. Junto con la PSP, los autores desarrollaron una entrevista semiestructurada que ayuda a los clínicos a obtener la información pertinente en cada área. Teniendo en cuenta la información obtenida, los clínicos puntúan las 4 áreas según los criterios operativos establecidos, utilizando una escala Likert de gravedad de 6 puntos, que va del 1 (ausente) al 6 (muy grave). Las áreas 1-3 tienen los mismos criterios operativos, mientras el área 4 tiene sus propios criterios operativos para facilitar a los clínicos la evaluación de la gravedad de las dificultades que presenta el paciente. La puntuación de la PSP es un proceso en tres etapas: a) en primer lugar, utilizando los criterios operativos, los clínicos puntúan la gravedad de las dificultades existentes en las 4 áreas; b) en segundo lugar, usando un algoritmo de puntuación estas 4 puntuaciones se transforman en una puntuación con un intervalo de 10 puntos, que va de 1-10 (falta de autonomía para el funcionamiento básico) a 91-100 (funcionamiento excelente en las 4 áreas principales), y c) en tercer lugar, teniendo en cuenta el funcionamiento en una relación de otras 9 áreas de la vida, se elige una puntuación específica del intervalo de 10 puntos. La PSP proporciona puntuaciones para cada una de las 4 áreas, de tal manera que las puntuaciones más altas indican un funcionamiento peor, y una puntuación global en la que los valores más elevados reflejan un mejor funcionamiento personal y social. En el Apéndice se adjuntan la escala PSP en español y las instrucciones para la asignación de la puntuación. Puede solicitarse al autor señalado para la correspondencia la entrevista semiestructurada de la PSP. La escala SOFAS14 es una versión modificada de la GAF13 que se incorporó al Eje V del DSM-IV25 . Con la escala SOFAS se evalúa el nivel de funcionamiento social y ocupacional de un individuo, sin tener en cuenta los síntomas del paciente, ni su funcionamiento psicológico26 . Proporciona una única 12 puntuación global que va de 1 a 100; cuanto mayor es la puntuación, mejor es el funcionamiento. La ICG27 es uno de los instrumentos de evaluación breves más ampliamente utilizados en psiquiatría. Nosotros utilizamos la ICG-G, que mide la gravedad de la enfermedad, y la ICG-C, que mide el cambio. Ambas las puntúa el clínico con el empleo de una escala Likert de 7 puntos de intensidad (en el caso de la ICG-G, 1 = normal y 7 = entre los pacientes más graves; y en el caso de la ICG-C, 1 = muchísimo mejor y 7 = muchísimo peor). Análisis estadístico El análisis estadístico se llevó a cabo con el programa SPSS 15. El nivel de significación estadística bilateral utilizado fue de 0,05. Se utilizó la prueba de 2 , la prueba de t para muestras independientes y apareadas, y el ANOVA para determinar las diferencias estadísticamente significativas según el estado clínico del paciente. Se calculó la consistencia interna para la PSP total con el empleo del coeficiente alfa de Cronbach. La fiabilidad test-retest se calculó mediante el coeficiente de correlación intraclase, utilizando los datos de los pacientes estables (n = 99). El período de intervalo entre el test y el retest fue de 1 semana. Para el análisis de la estructura dimensional de la PSP, utilizamos el análisis de componentes principales (PCA) con rotación Varimax. La validez convergente se calculó con el empleo del coeficiente de correlación de Pearson entre la puntuación total de la PSP y las puntuaciones de las escalas SOFAS y ICG-G. Para el análisis de la validez discriminante, se clasificó a los pacientes en tres grupos en función de sus puntuaciones en la ICG-G: a) leve (puntuaciones ICG-G 2-3); b) moderada (puntuación ICG-G 4), o c) grave (puntuación ICG-G 5-7). Se utilizó el ANOVA para identificar las diferencias estadísticamente significativas de las puntuaciones de la PSP entre los distintos grupos de gravedad. Se aplicó la prueba de t para muestras independientes para determinar las diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones de la PSP entre los pacientes y los controles. El rendimiento diagnóstico de la PSP para distinguir entre pacientes y controles se analizó con el empleo de la curva de características operativas del receptor (ROC). Por último, se evaluó la sensibilidad al cambio en función de una mejora de 1 categoría en la puntuación de la ICG-C. Se utilizó la prueba de t para muestras apareadas para determinar la media de cambio de la puntuación de la PSP por cada categoría de la ICG-C. Para este análisis, se utilizaron solamente los datos de los pacientes inestables (n = 126, se perdió el seguimiento de 19 pacientes). Resultados Muestra En la tabla 1 se indican las características demográficas y clínicas de la muestra total y de los pacientes y los controles por separado. M.P. Garcia-Portilla et al Propiedades psicométricas Estadística descriptiva En la tabla 2 se presentan las medias y las desviaciones estándar (DE) de las 4 áreas principales de la PSP, tanto para la muestra total como para los pacientes y los controles por separado. La media de la puntuación total de la PSP fue de 60,2 (DE 24,3). En los pacientes inestables la puntuación fue significativamente inferior a la de los pacientes estables y los controles; y los pacientes estables obtuvieron también unas puntuaciones significativamente inferiores a las de los controles (43,4 frente a 60,3 frente a 91,9; F = 259,34; p < 0,0001). Fiabilidad La escala PSP tuvo una buena consistencia interna, con un valor de la alfa de Cronbach de 0,874. La fiabilidad test-retest fue también excelente, con un coeficiente de correlación intraclase de 0,979 (intervalo de confianza [IC] del 95%, 0,969-0,986). Validez de constructo El análisis de componentes principales identificó un único componente, el «nivel de funcionamiento» que incluía los 4 ítems de la PSP. Este componente explicaba el 73,2% de la varianza. Se realizó un segundo análisis en el que se encontraron 2 componentes forzados: «actividades personales y relaciones» (componente 1) y «comportamiento agresivo» (componente 2). Estos dos componentes explicaban el 58,5 y el 30,2% de la varianza, respectivamente. Los pesos se indican en la tabla 3. Validez convergente El coeficiente de correlación de Pearson entre la puntuación de la PSP y la de la escala SOFAS fue de 0,954 (p < 0,0001). En el caso de la ICG-G, el coeficiente fue de —0,878 (p < 0,0001). Validez discriminante La PSP diferenciaba a los pacientes respecto a los controles (p < 0,0001). Además, permitía diferenciar entre los pacientes con un trastorno esquizofrénico leve, moderado y grave, según las puntuaciones de la ICG-G (p < 0,0001). En la tabla 4 se muestran las puntuaciones medias de la PSP en los pacientes y los controles y para cada grupo de gravedad de los pacientes. Por último, examinamos la exactitud de la PSP para diferenciar a los controles de los pacientes. El área bajo la curva era de 0,986 (IC del 95%, 0,9772-0,9959), lo cual indicaba una buena exactitud de la prueba. Un valor de corte de 79 en la escala PSP aportaba una buena sensibilidad (94,3%) y especificidad (96,1%) (fig. 1). Los valores predictivos eran los siguientes: positivo del 98,7% y negativo del 83,9%. Sensibilidad al cambio A los 6 meses de seguimiento, la puntuación total de la PSP y las puntuaciones de cada área de esta escala habían presentado una mejoría significativa (p < 0,0001), al igual que ocurría con las puntuaciones de la ICG-G (p < 0,0001) y de la SOFAS (p < 0,0001). Validación de la versión española de la escala PSP Tabla 1 13 Características demográficas y clínicas de la muestra total y de los pacientes y los controles por separado. Media de edad (DE) Sexo, varones (n [%]) Raza, caucásicos (n [%]) Muestra total (n = 320) Pacientes inestables (n = 145) Pacientes estables (n = 99) Controles (n = 76) Prueba estadística 37,7 (11,8) 209 (65,3) 282 (88,1) 38,9 (12,1) 101 (69,6) 132 (91,0) 37,2 (10,4) 75 (75,7) 86 (86,9) 35,9 (12,8) 33 (43,4) 64 (84,2) 1,74a 20,388b 7,587b 0,176 < 0,0001 0,022 58,983b < 0,0001 160,717b < 0,0001 3,913b 1,78c 526,20a,d 287,25a,d 0,271 0,076 < 0,0001 < 0,0001 Nivel de estudios (n [%]) Sin estudios formales Enseñanza primaria Enseñanza secundaria Universidad 15 142 92 66 Situación laboral (n [%]) Trabaja No trabajae Ama de casa Estudiantef (4,7) (44,4) (28,7) (20,6) 10 79 41 12 (6,9) (54,9) (28,3) (8,3) 4 45 33 16 (4,0) (45,4) (33,3) (16,2) 90 203 8 32 (28,3) (63,8) (2,5) (10,1) 11 126 4 9 (7,6) (87,5) (2,8) (6,2) 19 75 2 4 (19,2) (75,7) (2,0) (4,0) Subtipo de esquizofrenia, paranoide (n [%]) 201 Número medio de episodios previos (DE) 5,6 Media de puntuación de ICG-G (DE)g 3,7 59,9 Media de puntuación de SOFAS (DE)g (82,3) (5,9) (1,7) (23,5) 121 6,6 4,9 43,6 (83,4) (6,2) (1,0) (15,7) 80 5,0 3,8 59,8 (80,8) (5,3) (0,9) (15,7) 1 18 18 38 60 2 2 19 p (1,3) (23,7) (23,7) (50,0) (80,0) (2,7) (2,7) (25,3) N/D N/D 1.0 (0,0) 91,7 (5,9) DE: desviación estándar. a Valor F de ANOVA. b Prueba de 2 . c Prueba de la t de Student. d Prueba de Duncan. e Incluye discapacidad permanente o transitoria, jubilación y desempleo. f Nueve pacientes inestables, 1 paciente estable y 8 controles trabajan y estudian. g La prueba de Duncan indicó que los 3 grupos eran diferentes entre sí. Tabla 2 Media y desviación estándar de la puntuación de las áreas principales y la puntuación total de la escala PSP para la muestra global y para los pacientes y los controles por separado. Muestra total (n = 320) Pacientes inestables (n = 145) Pacientes estables (n = 99) Controles (n = 76) Media DE Media DE Media DE Media DE Autocuidado 2,1 Actividades sociales habituales 2,9 Relaciones personales y sociales 2,9 Comportamientos perturbadores y agresivos 1,9 Puntuación total de la PSP 60,2 1,2 1,5 1,4 1,3 24,3 2,8 3,9 3,8 2,5 43,4 1,6 2,0 1,1 2,9 1,1 2,9 1,4 1,6 17,4 60,3 0,9 1,0 1,2 1,0 1,0 1,1 1,0 1,1 15,6 91,9 0,2 0,2 1,0 0,3 7,0 ANOVA, valor de F 90,00 203,51 218,87 43,33 259,34 p < < < < < 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 DE: desviación estándar; PSP: escala de Funcionamiento Personal y Social. La prueba de Duncan indicó que en todas las áreas y en la puntuación global, los 3 grupos eran diferentes entre sí. Tabla 3 Análisis de componentes principales de los ítems de la escala de PSP. Pesos de los factores. Análisis factorial 1 Análisis factorial 2 Componente I PSP Ítem 1. Autocuidado Ítem 2. Actividades sociales habituales Ítem 3. Relaciones personales y sociales Ítem 4. Comportamientos perturbadores y agresivos Eigenvalue Porcentaje de varianza explicado PSP: escala de Funcionamiento Personal y Social. 0,8756 0,9177 0,9027 0,7099 2,9278 73,19 Componente I II 0,7578 0,9230 0,9189 2,3405 58,51 0,9546 1,2080 30,19 14 M.P. Garcia-Portilla et al Tabla 4 Puntuación total media de la escala PSP según el estado clínico (paciente o control) y según la gravedad evaluada con las puntuaciones de la escala de Impresión Clínica Global, gravedad de la enfermedad (ICG-G). Pacientes (n = 244) Media de la puntuación total de la PSP (DE) 50,3 (18,6) Controles (n = 76) 91,9 (6,7) Prueba estadística 28,91 p < 0,0001 a Pacientes (n = 244) Media de la puntuación total de la PSP (DE) Enfermedad leve (n = 41) Enfermedad moderada (n = 87) Enfermedad grave (n = 116) Prueba estadística p 73,0 (8,4) 56,6 (14,5) 37,5 (13,2) 128,18b,c < 0,0001 DE: desviación estándar; PSP: escala de Funcionamiento Personal y Social. La prueba de Duncan indicó que en todas las áreas y en la puntuación global, los 3 grupos eran diferentes entre sí. a Prueba de t para muestras independientes. b Valor de F de ANOVA. c Prueba de Duncan. La mejoría en la puntuación de la ICG-G fue de 0,945 puntos (IC del 95%, 0,708-1,181) y de la SOFAS —10,25 puntos (IC del 95%, —13,17 a —7,340). La media de la puntuación de la ICG-C en el sexto mes fue de 2,8 (DE = 1,3). Un total de 86 pacientes (68,2%) experimentaron una mejoría de algún grado, 29 pacientes (23%) no presentaron ningún cambio en absoluto y 11 pacientes (9,7%) experimentaron algún grado de empeoramiento. En la tabla 5 mostramos el cambio de la puntuación total de la PSP para cada categoría de la ICG-C. Curva ROC 1 Sensibilidad 0,8 0,6 0,4 0,2 Discusión Área estimada C = 0,98639 0 0 0,2 0,4 0,6 0,8 1 1-especificidad Figura 1 Curva de características operativas del receptor (ROC) de la puntuación total de la Escala de Funcionamiento Personal y Social (PSP). La mejoría en las puntuaciones de la PSP fue la siguiente: autocuidado 0,433 puntos (IC del 95%, 0,279-0,587), actividades sociales habituales 0,551 puntos (IC del 95%, 0,360-0,742), relaciones personales y sociales 0,583 puntos (IC del 95%, 0,391-0,775), comportamientos perturbadores y agresivos 0,646 puntos (IC del 95%, 0,409-0,882), y puntuación total —11,39 puntos (IC del 95%, —14,44 a —8,327). Tabla 5 Dado que tanto las sociedades científicas5 como los organismos reguladores de los medicamentos (EMA28 y FDA9 ) resaltan la importancia de proporcionar a los clínicos instrumentos adecuadamente desarrollados, válidos y fiables para medir otros resultados aparte de los síntomas, como el funcionamiento y la calidad de vida, decidimos llevar a cabo este estudio con el objetivo de validar la versión española de la escala PSP en una muestra de pacientes ambulatorios con esquizofrenia, estables o inestables, que recibían un tratamiento estándar. Observamos unas propiedades psicométricas adecuadas, que hacen que la PSP se presente como un instrumento fiable, válido y sensible para la evaluación del funcionamiento personal y social en los pacientes con esquizofrenia en la práctica clínica diaria. Cambio de la puntuación total de la escala PSP para cada categoría de la Impresión Clínica Global del Cambio (ICG-C). Categoría de la ICG-C Pacientes (n = 126) 1. 2. 3. 4. 5. 6. 23 32 31 29 8 3 Muchísimo mejor Mucho mejor Levemente mejor Sin cambios Levemente peor Mucho peor Mejoría de puntuación total de la PSP Media de diferencia basal - seguimiento (IC del 95%) —34,0 —15,7 —8,4 0,4 3,7 19,0 (—43,0 a —24,9) (—18,6 a —12,7) (—11,6 a —5,2) (—1,6 a 2,4) (—7,7 a 15,2) (—30,9 a 68,9) IC: intervalo de confianza; PSP: escala de Funcionamiento Personal y Social. a Prueba de t para muestras apareadas. Valor de ta —7,79 —10,88 —5,41 0,39 0,77 1,64 p < 0,0001 < 0,0001 < 0,0001 0,6993 0,4657 0,2428 Validación de la versión española de la escala PSP La puntuación total de la PSP en los pacientes estables (60,3) fue muy similar a las puntuaciones descritas por Apiquian et al18 y por Kawata y Revicki21 en los pacientes ambulatorios estables (64,5 y 64,9, respectivamente). En el caso de los pacientes inestables, obtuvimos una puntuación total ligeramente inferior (43,4) en comparación con lo descrito por Apiquian et al18 y por Patrick et al20 en pacientes con una enfermedad aguda (52,7 y 49,6, respectivamente). La consistencia interna para la puntuación total de la PSP supera ampliamente el valor de 0,70 (0,87), que es el límite inferior ampliamente utilizado para indicar una fiabilidad adecuada. Este resultado confirma los resultados previos de otros estudios de validación6,18,21 , y refuerza el argumento de utilizar la PSP en pacientes con esquizofrenia. La fiabilidad test-retest fue excelente (0,97) y superior a la descrita en estudios previos (de 0,7922 a 0,9120 ). El coeficiente intraclase muy alto obtenido en este estudio puede deberse al hecho de que los evaluadores dispusieran de información respecto a las puntuaciones basales. Sin embargo, también es necesario considerar el hecho de que el intervalo entre las dos evaluaciones fue de 1 semana; se trata de un período muy corto en el que era muy improbable que se produjeran cambios en el funcionamiento personal y social en pacientes estables. Nasrallah et al22 obtuvieron un coeficiente inferior. Es importante resaltar que, en ese estudio, el intervalo entre las dos evaluaciones fue de 150 días. El estudio de Patrick et al20 mostró un coeficiente muy próximo al nuestro, a pesar de que se realizó en pacientes con exacerbación aguda de la sintomatología en los que era muy probable que se produjeran cambios significativos en las áreas de la PSP de actividades sociales habituales y de comportamientos perturbadores y agresivos, incluso en el intervalo de tiempo corto (48-72 horas) utilizado en el estudio. El análisis de componentes principales realizado confirma la existencia de un solo componente. Tal como había ocurrido en el caso de Kawata y Revicki21 , los comportamientos perturbadores y agresivos tenían un peso inferior al de los otros tres ítems, lo cual indica que esta área evalúa un tipo de funcionamiento diferente. Así pues, realizamos un segundo análisis forzado, con objeto de obtener 2 componentes, las actividades personales y relaciones, y el comportamiento agresivo. Con este modelo de dos componentes, el porcentaje de varianza explicado aumentó del 73,2 al 88,7%. El coeficiente de correlación entre la puntuación total de la escala PSP y la puntuación de la escala SOFAS, tal como se preveía, fue positivo y de una magnitud elevada, y casi idéntico al descrito por Juckel et al6 . En cambio, el coeficiente de correlación con la ICG-G fue superior al esperado, y mayor que los coeficientes descritos en otros estudios de validación (DE —0,44 a —0,60)18,20—22 . Esto puede explicarse por el hecho de que ambos instrumentos fueron aplicados por los mismos evaluadores, como en el estudio de Patrick et al20 , por lo que se produjo un efecto de halo. De ser así, el efecto de halo afectaría también a la excelente validez convergente observada con la escala SOFAS (0,954). Observamos que la PSP es capaz de diferenciar entre pacientes y controles, así como entre los distintos niveles de gravedad de la enfermedad en el sentido esperado. Los pacientes obtuvieron una puntuación total de la PSP significativamente inferior a la de los controles. Además, los 15 pacientes con una enfermedad grave obtuvieron una puntuación significativamente inferior a la de los pacientes con una enfermedad moderada o leve, y a su vez los pacientes con una gravedad moderada obtuvieron una puntuación significativamente inferior a la de los que tenían una enfermedad leve. Este gradiente de puntuaciones fue observado también por Nasrallah et al22 y por Patrick et al20 en pacientes con una enfermedad estable y con una enfermedad aguda, respectivamente. La sensibilidad y la especificidad de la PSP en la identificación de los pacientes y los controles en función de su nivel de funcionamiento fueron muy buenas. Una puntuación total de la PSP de 80 o superior era indicativa de un nivel de funcionamiento compatible con una persona española de más de 17 años y sin ningún trastorno mental ni trastorno físico relevante. Por último, demostramos que la PSP es sensible al cambio en la intensidad de los síntomas, según las evaluaciones efectuadas con la ICG-G y la ICG-C. Por cada punto de mejora en la ICG-G, la puntuación total de la PSP aumenta en 11 puntos. En el caso de la ICG-C, la presencia de «muchísimo» mejor correspondía a un aumento de la puntuación total de la PSP de 35 puntos; «mucho» mejor correspondía a un aumento de 15 puntos; «mínimamente» mejor correspondía a un aumento de 8 puntos, y la «sin cambios» correspondía a un aumento de 0,4 puntos en la puntuación total de la PSP. Sin embargo, su capacidad de identificar el empeoramiento no se puso de manifiesto en este estudio. Posiblemente esto se debió al número muy bajo de pacientes que presentaron un empeoramiento en la ICG-C; solamente se clasificó a 8 pacientes en la categoría de mínimamente peor y 3 en la de mucho peor. La versión española de la PSP tiene varias ventajas respecto a otros instrumentos para la evaluación del funcionamiento en los pacientes con esquizofrenia. Además de ser un instrumento multidimensional, breve, puntuado por el clínico, con una entrevista semiestructurada para facilitar a los clínicos el proceso de evaluación, y de utilizar unos criterios operativos claramente definidos para facilitarles la tarea de la puntuación, tiene unas propiedades psicométricas adecuadas, como se muestra en este artículo. La validez externa de este estudio puede considerarse buena puesto que los pacientes incluidos son similares a los pacientes ambulatorios estables e inestables, tratados por una esquizofrenia, que se encuentran en la práctica clínica diaria en toda España. Por un lado, los criterios de inclusión y exclusión en el estudio fueron muy poco restrictivos. Por otro lado, se trató de un estudio multicéntrico que incluyó a pacientes de 9 ciudades distintas de España. Además, el diseño del seguimiento y la inclusión de un grupo control son otros dos puntos fuertes del estudio. Sin embargo, el hecho de que la escala PSP no fuera puntuada por un evaluador con un diseño ciego puede ser una debilidad de nuestro estudio. En resumen, pudimos demostrar que la versión española de la PSP es un instrumento fiable, válido y sensible para medir la función personal y social en pacientes con trastornos esquizofrénicos. Al tratarse de un instrumento breve, que se basa en una valoración realizada por el clínico, la escala PSP parece apropiada para el uso en la práctica clínica cotidiana como medio para identificar y seguir los cambios en el funcionamiento en esta población. 16 M.P. Garcia-Portilla et al Conflicto de intereses Janssen-Cilag financió esta investigación. El personal de investigación de Janssen-Cilag participó en el análisis, así como en la revisión del manuscrito. Agradecimientos Deseamos expresar nuestro agradecimiento a todos los investigadores que participaron en este estudio, el cual incluye los siguientes centros e investigadores principales como parte de la validación de la escala PSP en español: José Manuel Olivares (Hospital Meixoeiro [Vigo]), Vicente Balanzá (Unidad de Salud Mental de Catarroja [Valencia]), Alfonso Rodríguez (Centro Forum [Barcelona]), Julio SanJuan (Hospital Clínico Universitario [Valencia]), Juan de Dios (Hospital Rodríguez Lafora [Madrid]), Silvia González (Hospital Rodríguez Lafora [Madrid]), Jesús de la Gándara (Complejo Hospitalario de Burgos), Bradislao García (Complejo Hospitalario de Burgos), Olga Sanz (Complejo Hospitalario de Burgos), Rocío Pérez (Hospital Marqués de Valdecilla [Santander]), Emilio Sánchez (Hospital Gregorio Marañón [Madrid]), Eloy Rodríguez (Centro de Salud Mental Limonar [Málaga]), Marina Díaz (Hospital Clínico San Carlos [Madrid]), Rosario de Arce (Hospital Puerta de Hierro [Madrid]), Miguel Ruiz (Unidad de Agudos, Hospital Princesa de España [Jaén]). Apéndice 1. Escala de Funcionamiento Personal y Social (PSP) y algoritmo de puntuación. 1. Puntúe el grado de disfunción del paciente durante el último mes en las siguientes 4 áreas principales. Para determinar el grado de disfunción ha de utilizar los criterios operativos que se facilitan a continuación. Observe que hay unos criterios comunes para las áreas a-c y otros criterios específicos para el área d. a. b. c. d. Autocuidado Relaciones personales y sociales Actividades sociales habituales, incluidos trabajo y estudio Comportamientos perturbadores y agresivos Ausente Leve Manifiesta Marcada Grave Muy grave Niveles de gravedad áreas a-c (i) Ausente (ii) Leve: solamente conocido por alguien muy cercano a la persona (iii) Manifiesto: dificultades claramente perceptibles por cualquiera, aunque no interfieren sustancialmente con la capacidad de la persona para realizar su actividad en dicha área, teniendo en cuenta el contexto sociocultural, edad, sexo y nivel de educación de la persona (iv) Marcado: las dificultades interfieren considerablemente con el desempeño de la actividad en esa área; sin embargo, la persona todavía es capaz de realizar algunas cosas sin ayuda profesional o social, si bien inadecuada u ocasionalmente; si es ayudada por alguien es capaz de alcanzar el nivel de funcionamiento anterior (v) Grave: dificultades que hacen que la persona sea incapaz de realizar cualquier actividad en esa área, si no es ayudada profesionalmente, o lleva a la persona a una actividad destructiva; sin embargo, no hay riesgos de supervivencia (vi) Muy grave: deterioros y dificultades de tal intensidad como para poner en peligro la supervivencia de la persona Niveles de gravedad área d (i) Ausente (ii) Leve: grosería, insociabilidad o quejas leves (iii) Manifiesto: hablar demasiado alto o hablar con otros de una forma demasiado familiar o comer de una forma socialmente inaceptable (iv) Marcado: insulta a otros en público, rompe o tira objetos, actúa frecuentemente de una forma socialmente inapropiada, pero no peligrosa (p. ej., desnudarse u orinar en público) (v) Grave: amenazas verbales o agresiones físicas frecuentes, sin intención ni posibilidad de lesiones graves (vi) Muy grave: actos agresivos frecuentes, dirigidos a causar lesiones graves 2. Seleccione un intervalo de 10 puntos. La selección del intervalo de 10 puntos se basa en los grados de disfunción que ha determinado para las 4 áreas principales: a) autocuidado; b) relaciones personales y sociales; c) actividades sociales habituales, incluidos trabajo y estudio; y d) comportamientos perturbadores y agresivos. 100-91 90-81 80-71 70-61 Funcionamiento excelente en las 4 áreas principales. Se le tiene en elevada consideración por sus buenas cualidades, afronta adecuadamente los problemas de la vida, está involucrado en un amplio rango de intereses y actividades Funcionamiento bueno en las 4 áreas principales, presencia tan sólo de problemas o dificultades comunes Dificultades leves en una o más áreas a-c Dificultades manifiestas, pero no marcadas en una o más áreas a-c o dificultades leves en d Validación de la versión española de la escala PSP 60-51 50-41 40-31 30-21 20-11 10-1 17 Dificultades marcadas en una de las áreas a-c, o dificultades manifiestas en d Dificultades marcadas en 2 o más áreas, o dificultades graves en una de las áreas a-c, con o sin dificultades manifiestas en d Dificultades graves en una área y dificultades marcadas en al menos una de las áreas a-c, o dificultades marcadas en d Dificultades graves en 2 áreas a-c, o dificultades graves en d, con o sin deterioro en las áreas a-c Dificultades graves en todas las áreas a-d o muy graves en d con o sin deterioro en las áreas a-c. Si la persona reacciona a provocaciones externas las puntuaciones sugeridas son 20-16; si no, las puntuaciones sugeridas son 15-11 Falta de autonomía en el funcionamiento básico con comportamientos extremos, pero sin riesgos de supervivencia (puntuaciones 6-10) o con riesgo de supervivencia, p. ej. riesgo de muerte por malnutrición, deshidratación, infecciones, incapacidad para reconocer situaciones de peligro manifiesto (puntuaciones 1-5) 3. Ajuste dentro del intervalo de 10 puntos • El nivel de disfunción en otras áreas deberá tenerse en cuenta para ajustar la puntuación dentro del intervalo decimal (p. ej., de 31 a 40), como: ◦ Cuidados de salud física y psicológica ◦ Alojamiento, área de residencia, cuidado de la vivienda ◦ Contribución a las actividades del hogar, participación en la vida familiar o en la vida del centro de día/residencial ◦ Relaciones íntimas y sexuales ◦ Cuidado de los niños ◦ Red social, amigos y colaboradores ◦ Ajuste a las normas sociales ◦ Intereses generales ◦ Uso del transporte, teléfono ◦ Estrategias de afrontamiento en situaciones de crisis • El riesgo y el comportamiento suicida no se tienen en cuenta en esta escala. 4. Registre, entre 0-100, la puntuación final: Bibliografía 1. Lindenmayer JP. Increasing awareness of patient functional impairment in schizophrenia and its measurement. Primary Psychiatry. 2008;15:89—93. 2. Rymaszewska J, Jarosz-Nowak J, Kiejna A, Lallert T, Schützwohl M, Priebe S, et al. Social disability in different mental disorders. Eur Psychiat. 2007;22:160—6. 3. San L, Ciudad A, Álvarez E, Bobes J, Gilaberte I. Symptomatic remission and social/vocational functioning in outpatients with schizophrenia: prevalence and associations in a cross-sectional study. Eur Psychiat. 2007;22:490—8. 4. Bobes J, Garcia-Portilla MP, Bascaran MT, Saiz PA, Bousoño M. Quality of life in schizophrenic patients. Dialogues Clin Neurosci. 2007;9:215—26. 5. Falkai P, Wobrock T, Lieberman J, Glenthoj B, Gattaz WF, Möller H-J, WFSBP Task Force on Treatment Guidelines for Schizophrenia. World Federation of Societies of Biological Psychiatry (WFSBP) Guidelines for Biological Treatment of Schizophrenia, Part 1: Acute treatment of schizophrenia. The World J Biol Psychiatry. 2005;6:132—91. 6. Juckel G, Schaub D, Fuchs N, Naumann U, Uhl I, Witthaus H, et al. Validation of the Personal and Social Performance (PSP) Scale in a German sample of acutely ill patients with schizophrenia. Schizophr Res. 2008;104:287—93. 7. McEvoy JP. Functional outcomes in schizophrenia. J Clin Psychiatry. 2008;69 Suppl 3:20—4. 8. Nasrallah HA, Lasser R. Improving patient outcomes in schizophrenia: Achieving remission. J Psychopharmacol. 2006;20: 57—61. 9. Food and Drug Administration (FDA). Guidance for Industry: Patient Reported Outcome Measures: Use in Medical Product Development to Support Labeling Claims. Disponible en: http://www.fda.gov/downloads/Drugs/GuidanceCompliance RegulatoryInformation/Guidances/UCM193282.pdf. 10. Van Os J, Burns T, Cavallaro R, Leucht S, Peuskens J, Helldin L, et al. Standardized remission criteria in schizophrenia. Acta Psychiatr Scand. 2006;113:91—5. 11. Burns T. Evolution of outcome measures in schizophrenia. Br J Psychiatry. 2007;191 Suppl 50:s1—6. 12. Mueser KT. Cognitive functioning, social adjustment and long term outcome in schizophrenia. En: Sharma T, Harvey P, editores. Cognition in Schizophrenia: Impairments, Importance and Treatment Strategies. New York: Oxford University Press; 2000. p. 157—77. 13. American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, third ed. text rev. Washington, DC: American Psychiatric Association; 1987. 14. Goldman HH, Skodol AE, Lave TR. Revising axis V for DSM-IV: A review of measures of social functioning. Am J Psychiatry. 1992;149:1148—56. 15. Morosini PL, Magliano L, Brambilla L, Ugolini S, Pioli R. Development, reliability and acceptability of a new version of the DSM-IV Social and Occupational Functioning Assessment Scale (SOFAS) to assess routine social functioning. Acta Psychiatr Scand. 2000;101:323—9. 16. Kleinman L, Lieberman J, Dube S, Mohs R, Zhao Y, Kinon B, et al. Development and psychometric performance of the schizophrenia objective functioning instrument: An interviewer administered measure of function. Schizophr Res. 2009;107:275—85. 17. Llorca PM, Lancon C, Lancrenon S, Bayle FJ, Caci H, Rouillon F, et al. The «Functional Remission of General Schizophrenia» (FROGS) scale: Development and validation of a new questionnaire. Schizophr Res. 2009;113:218—25. 18. Apiquian R, Ulloa RE, Herrera-Estrella M, Moreno-Gomez A, Erosa S, Contreras V, et al. Validity of the Spanish version of the Personal and Social Performance scale in schizophrenia. Schizophr Res. 2009;112:181—6. 19. Juckel G, Morosini PL. The new approach: psychosocial functioning as a necessary outcome criterion for therapeutic success in schizophrenia. Curr Opin Psychiatry. 2008;21:630—9. 20. Patrick DL, Burns T, Morosini PL, Rothman M, Gagnon DD, Wild D, et al. Reliability, validity and ability to detect change of the clinician-rated Personal and Social Performance scale in patients with acute symptoms of schizophrenia. Curr Med Res Opi. 2009;25:325—38. 21. Kawata AK, Revicki DA. Psychometric properties of the Personal and Social Performance scale (PSP) among individuals with schizophrenia living in the community. Qual Life Res. 2008;17:1247—56. 22. Nasrallah H, Morosini PL, Gagnon DD. Reliability, validity and ability to detect change of the Personal and Social Performance scale in patients with stable schizophrenia. Psychiatr Res. 2008;161:213—24. 18 23. Emsley R, Berwaerts J, Eerdekens M, Kramer M, Lane R, Lim P, et al. Efficacy and safety of oral paliperidone extended-release tablets in the treatment of acute schizophrenia: pooled data from three 52-week open-label studies. Int Clin Psychopharmacol. 2008;23: 343—56. 24. Patrick DL, Burns T, Morosini PL, Gagnon DD, Rothman M, Adriaenssen I. Measuring social functioning with the Personal and Social Performance scale in patients with acute symptoms of schizophrenia: Interpretation of results of a pooled analysis of three phase iii trials of Paliperidone Extended-Release tablets. Clin Therapeut. 2010;32: 275—92. M.P. Garcia-Portilla et al 25. American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, fourth ed. Washington, DC: American Psychiatric Association; 1994. 26. Hilsenroth MJ, Ackerman SJ, Blagys MD, Baumann BD, Baity MR, Smith SR, et al. Reliability and validity of DSM-IV Axis V. Am J Psychiatry. 2000;157:1858—63. 27. Guy W. Early Clinical Drug Evaluation (ECDEU) Assessment Manual. Rockville: National Institute of Mental Health; 1976. 28. European Medicines Agency. Reflection paper on the regulatory guidance for the use of health-related quality of life (HRQL) measures in the evaluation of medicinal products. 2004. Disponible en: http://www.ema.europa.eu/pdfs/human/ ewp/13939104en.pdf. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):19—27 www.elsevier.es/saludmental ORIGINAL Síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos. Concordancia entre la percepción de médicos y pacientes sobre prevalencia, impacto clínico y su respuesta a los fármacos antidepresivos actuales Luis San Molina a,∗ , José Manuel Montes-Rodríguez b,∗ , Fernando Caballero-Martínez c , Fernando Álvarez Lozano d y Marta García Manrique d a Servicio de Psiquiatría y Psicología, Hospital Sant Joan de Déu, CIBERSAM, Barcelona, España Servicio de Psiquiatría, Hospital del Sureste, Madrid, España c Unidad de Investigación Clínica, Facultad de Medicina, Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España d Departamento Médico, Laboratorios Servier, España b Recibido el 5 de mayo de 2010; aceptado el 3 de enero de 2011 PALABRAS CLAVE Depresión; Ritmos circadianos ∗ Resumen Se trata de un estudio descriptivo, transversal y multicéntrico realizado mediante encuestas autoadministradas para recoger de forma concurrente las opiniones de dos grupos de estudio (psiquiatras y pacientes) y analizar sus discordancias. El ámbito de estudio lo constituyen servicios hospitalarios, centros ambulatorios, consultas profesionales individuales y cualquier otro dispositivo asistencial, público o privado, donde se presta atención psiquiátrica en España. En el presente estudio participaron 319 psiquiatras y 957 pacientes diagnosticados de depresión, de procedencia estratificada por comunidades autónomas. Las poblaciones a las que se pretenden inferir los resultados de este estudio son el conjunto de pacientes diagnosticados de depresión y en tratamiento antidepresivo, y el colectivo de especialistas en psiquiatría responsables de su seguimiento clínico, a nivel estatal. En la muestra de estudio, los síntomas depresivos relacionados con los ritmos circadianos resultan muy comunes: son percibidos por más del 65% de los pacientes encuestados, excepto el «insomnio de despertar precoz» (54%) y la «fatiga, anergia y apatía» (37%). En general, y refrendando la hipótesis de estudio, la prevalencia de la práctica totalidad de los síntomas depresivos analizados es significativamente infravalorada por los psiquiatras, respecto a la percepción de los propios pacientes. Sólo la presencia de «fatiga, anergia y apatía» es más frecuentemente considerada por los profesionales que por los pacientes, quizá por resultar síntomas de especial carácter somático que pueden indicar al clínico la necesidad de descartar la presencia de una afección orgánica subyacente. Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (L. San Molina), j m [email protected] (J.M. Montes-Rodríguez). 1888-9891/$ – see front matter © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2011.01.001 20 L. San Molina et al A la luz de los resultados presentados, cabe concluir que los trastornos de los ritmos circadianos son aspectos nucleares de la depresión y causa frecuente de síntomas clave y síntomas residuales de los pacientes en tratamiento. Estos trastornos parecen insuficientemente considerados por los profesionales y sólo parcialmente resueltos con los fármacos antidepresivos actuales. © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. KEYWORDS Depression; Circadian rhythms Depressive symptoms associated with changes in circadian rhythms. Concordance in perception between doctor and patient, clinical impact and its response to current antidepressant drugs Abstract This is a descriptive, transversal and multicenter study using self-administered surveys concurrently to collect the opinions of two groups (psychiatrists and patients) and discuss their disagreements. The scope of study are hospital services, outpatient centers, individual professional consultation and other assistance system, public or private, which provides psychiatric care in Spain. Participated in this study 319 psychiatrists and 957 patients with the diagnosis of depression, stratified by autonomous communities. The populations they are intended to infer the results of this study were all patients diagnosed with depression and antidepressant treatment, and the group of specialists in psychiatry responsible for clinical monitoring at the national level. In the study sample, depressive symptoms related to circadian rhythms are very common: they are perceived by more than 65% of patients surveyed, except the «early morning awakening insomnia» (54%) and «fatigue, anergy and unresponsiveness» (37%). In general, and endorsing the study hypothesis, the prevalence of almost all analyzed depressive symptoms is significantly underestimated by psychiatrists about the perception of the patients themselves. Only the presence of «fatigue, anergy and unresponsiveness» is more often observed by professionals than by patients, perhaps by nature be of particular somatic symptoms that may suggest to the clinician to rule out underlying organic pathology. In light of the results presented it is concluded that disturbances in circadian rhythms are core aspects of depression and frequent cause of key symptoms and residual symptoms of patients in treatment. These disorders appear to be underestimated by professionals and only partially solved with existing antidepressant drugs. © 2010 SEP y SEPB. Published by Elsevier España, S.L. All rights reserved. Introducción La enfermedad depresiva es considerada hoy como una enfermedad crónica con tendencia a recidivas frecuentes, lo que para muchos pacientes supone la necesidad de mantener el tratamiento antidepresivo activo durante largos períodos1 . Por ello, una línea fundamental de la investigación psicofarmacológica ha sido la destinada al análisis del beneficio-riesgo de los fármacos antidepresivos, que deben conjugar efectividad, ausencia de efectos adversos que afecten a la funcionalidad de los pacientes y riesgo bajo de interacciones medicamentosas, de iatrogenia en afecciones concomitantes y de síndrome de discontinuación en caso de abandono o retirada del tratamiento. En muchos de estos aspectos, los antidepresivos actualmente disponibles representan un avance respecto a los agentes antidepresivos clásicos (tricíclicos y tetracíclicos). Sin embargo, pese a ello, muchos pacientes no logran la plena remisión de su cuadro clínico y mantienen a largo plazo la presencia de síntomas depresivos residuales y subclínicos, un factor asociado a la probabilidad de presentar una recidiva posterior del cuadro depresivo2 . Entre las manifestaciones nucleares del cortejo sintomático depresivo se encuentran las relacionadas con los trastornos de los ritmos circadianos, como son las variaciones marcadas del estado de ánimo y de la energía a lo largo del día, lo que produce una discapacidad manifiesta de predominio matutino para las actividades cotidianas. Estos síntomas se suelen acompañar de alteraciones del sueño3 . Otras alteraciones habituales de los ritmos biológicos son los cambios en el apetito (con modificación subsiguiente del peso) y la alteración del deseo sexual. Muchos de estos síntomas derivados de la alteración de los ritmos circadianos no son totalmente controlados con los tratamientos antidepresivos habituales y se mantienen durante largo tiempo como síntomas residuales del cuadro depresivo. En ocasiones, el propio empleo de ciertos antidepresivos resulta determinante en la evolución negativa de algunos de estos síntomas, como las alteraciones del sueño o los problemas sexuales, síntomas residuales frecuentes de estos pacientes4,5 . La hipótesis subyacente en el presente estudio es que los pacientes depresivos presentan una percepción de síntomas relacionados con la alteración de los ritmos circadianos más frecuente que la sospechada por los psiquiatras clínicos en condiciones de práctica habitual. Es posible que, por varias causas, los profesionales valoren de distinta forma la presencia y el impacto de estos síntomas en la vida diaria del paciente, y su potencial influencia en la satisfacción y en la adherencia al tratamiento6—13 . Síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos. Concordancia entre la percepción En este contexto, resulta especialmente oportuno realizar estudios que pongan de manifiesto la necesidad de explorar la opinión del paciente depresivo acerca de su vivencia de enfermedad y sobre las decisiones terapéuticas que les afecten, sobre todo considerando que la depresión es uno de los paradigmas de afección crónica que genera discapacidad, deterioro de la calidad de vida, dependencia y riesgo iatrogénico. Con esta intención, se está impulsando una creciente iniciativa destinada a reorientar la práctica médica hacia la consideración activa de las necesidades sentidas por los pacientes en la toma de decisiones clínicas, conocida como patient centred medicine, de amplio arraigo en el ámbito clínico anglosajón14—20 . Por todo ello, el objetivo principal del presente estudio se dirige a la identificación de las posibles diferencias de percepción subjetiva existentes entre los pacientes en tratamiento antidepresivo en condiciones naturalísticas y los psiquiatras que efectúan su seguimiento clínico, sobre la percepción e impacto en la vida diaria de síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos, así como del grado de satisfacción de ambos grupos encuestados con el tratamiento antidepresivo actual, usado en condiciones de práctica clínica habitual. Material y métodos Se trata de un estudio descriptivo, transversal y multicéntrico realizado mediante encuestas autoadministradas para recoger de forma concurrente, como variables centrales de estudio, las opiniones de ambos grupos de informadores (psiquiatras y pacientes) sobre los mismos aspectos, y analizar sus posibles discordancias. El ámbito de estudio lo constituyen servicios hospitalarios, centros ambulatorios, consultas profesionales individuales y cualquier otro dispositivo asistencial, público o privado, donde se presta atención psiquiátrica en España. Las poblaciones a las que se pretenden inferir los resultados de este estudio son el conjunto de pacientes diagnosticados de depresión y en tratamiento antidepresivo, y el colectivo de especialistas en psiquiatría responsables de su seguimiento clínico, a nivel estatal. Para ello se solicitó la participación voluntaria de una muestra de 320 médicos psiquiatras, estratificada por comunidades autónomas en proporción a la población de cada territorio, mediante la distribución de solicitudes de participación a un grupo de profesionales seleccionados de forma sistemática a partir del listado cronológico de especialistas visitados por la red comercial del promotor durante el período de estudio. Aunque el grupo profesional resultante de este proceso no está exento de un posible sesgo de autoselección, por tamaño y distribución geográfica se considera que se trata de una muestra suficientemente representativa de los psiquiatras españoles. A su vez, cada investigador incluyó en el estudio a los primeros tres pacientes elegibles que aceptaron colaborar, de entre los atendidos de modo habitual en su consulta, a partir de una fecha determinada de forma aleatoria (7 de septiembre de 2008). Los criterios de elegibilidad establecidos fueron: varón o mujer de edad mínima de 18 años, con diagnóstico de trastorno depresivo mayor, en tratamiento activo con cualquier fármaco antidepresivo al menos en las 6 21 semanas anteriores, con capacidad para entender y cumplimentar el cuestionario de estudio. Se excluyó a los pacientes con episodio depresivo en el contexto de un trastorno bipolar y los que estaban incluidos en un ensayo clínico en el momento de la consulta. El paciente pudo recibir, bajo criterio de su médico, otros tratamientos concomitantes relacionados o no con la enfermedad de estudio, que se mantuvieron bajo las condiciones de uso habitual, previas a su inclusión en el estudio. Mediante una encuesta escrita, el estudio recogió estrictamente información y opiniones anónimas suministradas por psiquiatras y pacientes que voluntariamente aceptaron participar, previa obtención de un consentimiento informado reglado. No se recogieron datos de identificación personal, ni se efectuó ninguna otra intervención en los pacientes, o modificación de prácticas clínicas habituales de los profesionales. La recogida de información se efectuó mediante sendos cuestionarios estructurados, cumplimentados en una única ocasión por cada médico y paciente participantes. El psiquiatra realizó su encuesta profesional antes de seleccionar a los pacientes, para preservar su criterio profesional libre de la influencia que pudiera suponer el conocimiento expreso de la opinión de los usuarios en sus encuestas. Tras ello, se inició la selección de los tres pacientes previstos, que realizaron su encuesta durante la misma consulta de inclusión como caso de estudio, sin efectuarse ningún tipo de seguimiento ni intervención posterior. Se recogieron y analizaron cuestionarios válidos de 319 especialistas en psiquiatría y de 957 pacientes depresivos, muestras que permiten una alta precisión en la estimación de resultados (con un error aleatorio de ± 5,5% en la encuesta a psiquiatras, y de ± 3,2% en la encuesta a pacientes, para un intervalo de confianza (IC) del 95%, supuesta una selección aleatoria de los encuestados y la condición matemática más desfavorable en los resultados esperados: p = q = 0,5). Ambas encuestas incluyeron una descripción inicial de las características básicas de los colectivos cuyas opiniones se comparan. La encuesta al psiquiatra comenzó con una descripción inicial del perfil profesional, de la actividad asistencial y de la experiencia clínica en depresión del participante, incluidos edad y sexo, tipo de centro sanitario, ámbito asistencial, años de ejercicio, presión asistencial, y opiniones del encuestado sobre su experiencia personal en el tratamiento de pacientes depresivos. La encuesta al paciente se inició con variables descriptivas de su perfil demográfico y clínico-terapéutico, como edad y sexo, estado civil, descendencia, nivel educativo, historia natural del trastorno (primer episodio/episodios previos), tiempo de evolución del episodio depresivo actual y tiempo en tratamiento antidepresivo, y fármaco actual (antidepresivo tricíclico, tetracíclico, inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina [ISRS], Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Noradrenalina y Serotonina [ISRNS], atípicos y otros), así como otros tratamientos concomitantes (benzodiacepinas, agonistas selectivos de ácido gammaaminobutírico [GABA] u otros). Tras ello, ambas encuestas evaluaron como variables independientes de estudio la opinión de cada colectivo sobre la prevalencia de síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos 22 (variable lógica —–si/no—– para percepción individual de cada síntoma en el caso del paciente, estimación de proporción para la impresión clínica de prevalencia global en el caso del profesional). Se valoraron específicamente cada uno de los síntomas siguientes: variación diurna del humor, alteraciones del ritmo sueño-vigilia (insomnio de conciliación, insomnio de mantenimiento, despertar precoz), cambios en el apetito, desorganización en los ritmos sociales (familiares, laborales, etc.) y percepción de síntomas constitucionales (fatiga, anergia o apatía). Para enjuiciar la repercusión en la vida diaria de los síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos, médicos y pacientes emplearon una idéntica escala ordinal de intensidad de 7 puntos con cuantificadores lingüísticos de anclaje en sus puntos extremos (1 = ninguna, 7 = muy alta), como herramienta probadamente consistente para el buen uso de técnicas paramétricas21 . Además, los pacientes enjuiciaron la respuesta de estos síntomas al tratamiento antidepresivo prescrito en condiciones de práctica habitual, y los profesionales valoraron la necesidad de indicar tratamientos adicionales para su alivio. Finalmente, cada encuesta incluyó una valoración de la satisfacción del psiquiatra con los antidepresivos disponibles en la fecha de estudio y con los resultados obtenidos en su utilización en condiciones de práctica habitual, así como una valoración personal de la satisfacción global del paciente (considerando el beneficio/riesgo percibido) con su tratamiento antidepresivo vigente. En ambos casos se usaron las mismas escalas ordinales de 7 puntos descritas anteriormente. Una versión preliminar de los cuestionarios del estudio fueron evaluados en sendas pruebas piloto (pretest cognitivo) efectuadas en 20 pacientes y 10 psiquiatras, respectivamente. Se efectuó una valoración expresa del cuestionario tras la experiencia de uso, respecto a la adecuación del tipo de preguntas para los fines de estudio, la comprensión y la extensión de los enunciados, la correcta categorización de las respuestas, la lógica de su ordenamiento interno y la duración de administración. Tras dicho proceso se introdujeron cambios para mejorar la aplicabilidad del cuestionario. En lo referente a la escala de repercusión de los síntomas depresivos en la vida diaria de los pacientes y en la satisfacción con el tratamiento actual, se efectuó un test-retest mediante la aplicación repetida de la escala en ambos grupos con al menos 15 días de intervalo, con lo que se demostró una alta repetibilidad de resultados (coeficientes de correlación intraclase, en cada grupo y ambas variables, superiores a 0,85). Para el análisis estadístico se empleó la versión 13.0 de paquete integrado SPSS-W. Se describen las variables cualitativas mediante el cálculo de distribución de frecuencias relativas (porcentaje). La descripción de variables cuantitativas se efectúa mediante las medidas de centralización y dispersión al uso. Para cada estimador estadístico descriptivo se construye su IC del 95%. Se valora la significación de las diferencias de prevalencia estimada por el profesional y la prevalencia percibida por el paciente (de los síntomas relacionados con alteraciones de los ritmos circadianos) mediante la comparación de los recorridos de los IC del 95% de los porcentajes correspondientes (considerándose el solapamiento de estos intervalos indicativo de no significación de la diferencia apreciada). L. San Molina et al La significación de las diferencias en la opinión de médicos y pacientes sobre el impacto en la vida diaria de los síntomas relacionados con la alteración de los ritmos circadianos se efectúa mediante un test U de Mann-Whitney (cuya hipótesis nula plantea la igualdad de distribución de opiniones de ambos colectivos, recogidas mediante la escala ordinal de 7 puntos empleada en los cuestionarios). Resultados En el presente estudio han participado 319 especialistas en psiquiatría y 957 pacientes diagnosticados de depresión, de procedencia estratificada por comunidades autónomas. Perfil profesional y asistencial de los psiquiatras encuestados La edad media de los psiquiatras encuestados fue de 47 años (IC del 95%, 46,1-47,9), con una mediana de 48 años y un amplio intervalo comprendido entre los 30 y los 73 años. La mayor parte del grupo fueron varones (en proporción cercana a 3:1 respecto a las mujeres), con dedicación profesional mayoritaria pública (59,7%), aunque el 34,9% de los individuos compaginaba este trabajo con el sector privado y un 5,3% restante declararon tener práctica privada exclusiva. El ámbito asistencial más frecuente de los encuestados fueron centros de salud mental ambulatorios (57,5%), seguido de servicios de psiquiatría hospitalarios (27%) y consultas privadas (15,4%). La experiencia profesional previa de los encuestados osciló entre 1 y 42 años, con una media de 17,4 años (IC del 95%, 16,5-18,4) y una mediana de 17 años. En promedio, la submuestra de varones resultó significativamente más experimentada (18,9 años) que la de mujeres (14,3 años) (U de Mann-Whitney, p < 0,001). En la tabla 1 se describen algunos indicadores de actividad asistencial estimados por los propios encuestados. Perfil demográfico y clínico-terapéutico de los pacientes encuestados La edad media de los pacientes encuestados fue de 47,9 años (IC del 95%, 47,1-48,7), con una mediana de 47 años y un amplio intervalo comprendido entre los 19 y los 82 años. Por sexos, la muestra se compuso de una proporción superior de varones (68,1%). La mayoría de los encuestados estaban casados (61,8 frente a un 18,5% de solteros, un 12,7% de divorciados/separados y un 7% de viudos) y tenían un nivel educativo autodeclarado que se detalla en la figura 1. El 66,6% de los encuestados estaba en seguimiento por una recurrencia de una enfermedad depresiva previa. El promedio del número de episodios previos fue de 3,6 (IC del 95%, 3,3-3,8), con una mediana de 3 episodios y un intervalo comprendido entre 1 y 20 episodios. El promedio del tiempo de evolución del episodio depresivo actual fue de 8,1 meses (IC del 95%, 7,5-8,7), con una mediana de 6 meses. El promedio del tiempo de duración del tratamiento antidepresivo actual fue de 7,5 meses (IC del 95%, 6,8-8,2) con una mediana de 4 meses. Síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos. Concordancia entre la percepción 23 Tabla 1 Descripción de la actividad asistencial y de la experiencia clínica de los profesionales participantes con sus pacientes depresivos. Indicadores Promedio Total de pacientes atendidos/día Porcentaje de pacientes atendidos con depresión Tratamientos antidepresivos prescritos a la semana Duración media objetivo de un tratamiento antidepresivo (meses)a Permanencia real en tratamiento antidepresivo de los pacientes Porcentaje de pacientes depresivos tratados con fármacos Porcentaje de pacientes depresivos tratados con psicoterapia Porcentaje de pacientes depresivos tratados con otras alternativas Retiradas de tratamientos antidepresivos antes del tiempo deseado (%)b Porcentaje de pacientes depresivos que presentan disfunción sexual Porcentaje de pacientes depresivos que presentan aumento de peso Porcentaje de pacientes depresivos que presentan insomnio 16,2 47,7 35,6 13,1 8,4 92,3 34,2 6,8 28,4 57,8 37,2 50,6 IC del 95% Mediana 15,3-17,1 45,7-49,7 32,8-38,4 12,2-14,0 7,5-9,3 91-93,5 31,4-37,0 5,6-8,0 26,9-30 54,7-60,9 34,1-40,3 47,4-57,3 15 50 30 12 6 95 30 1 30 60 30 60 IC: intervalo de confianza. a Se entiende por duración media objetivo la que se pretendía al inicio del proceso de tratamiento. b Los profesionales identifican como motivos de retirada del tratamiento, en orden de prevalencia decreciente (según sus puntuaciones promedio en la escala de Likert de 7 puntos: 1 = muy poco frecuente; 7 = muy frecuente) los siguientes: mejoría insuficiente, efectos secundarios, recaída o recurrencia y mal cumplimiento. Tabla 2 Valoración de las diferencias entre el criterio profesional del médico y la percepción del paciente sobre la prevalencia de los síntomas depresivos relacionados con alteraciones de los ritmos circadianos. Prevalencia del síntoma Psiquiatras Porcentaje medio Variación diurna del humor Insomnio de conciliación Insomnio de mantenimiento Despertar precoz Cambio de apetito Desorganización de los ritmos sociales Fatiga, anergia y apatía 49,8 49,9 44,3 39,3 51,1 55,8 67,3 Pacientes IC del 95% Porcentaje 47,2-52,4 47,3-52,5 41,7-47,0 36,9-41,8 48,6-53,6 53,0-58,7 64,8-69,8 79,1 79,1 64,3 54,0 68,8 83,7 37,1 IC: intervalo de confianza. 25% 20% 15% 24% 23% 10% 18% 13% 5% 12% 9% 0% Lee/escribe Educación primaria Figura 1 Educación secundaria Bachillerato Estudios Estudios universitarios universitarios de grado superiores medio Nivel de estudios de los pacientes encuestados. IC del 95% 76,5-81,7 76,4-81,7 61,2-67,3 50,8-57,2 65,8-71,7 81,3-86,1 32,2-42,0 24 L. San Molina et al 30% 40% 50% 60% 70% 80% 90% Variación Insomnio Insomnio diurna humor conciliación mantenimien Paciente 49.8% 79.1% 49.9% 79.1% Psiquiatra Paciente Psiquiatra Paciente 64.3% 44.3% Psiquiatra Despertar precoz Paciente 54.0% 39.3% Psiquiatra Cambios en Desorganiza ritmos apetito sociales Paciente 68.8% 51.1% Psiquiatra Paciente 83.7% 55.8% Psiquiatra Fatiga, anergia y apatía Paciente 37.1% Psiquiatra 67.3% Nota explicativa: Se indica, para cada síntoma, la media de la prevalencia estimada (por psiquiatras) y el porcentaje real percibido (por pacientes), con sus correspondientes IC 95%. Figura 2 Comparación del criterio profesional del médico y la percepción del paciente sobre la prevalencia de síntomas depresivos relacionados con alteraciones de los ritmos circadianos. El fármaco antidepresivo que los pacientes estaban recibiendo en el momento del estudio era el primer tratamiento para ese episodio en un 49,5% de los casos, un tratamiento distinto de otro fármaco anterior en el 40% y un tratamiento adicional de un nuevo fármaco antidepresivo (por insuficiente respuesta al primero) en el 10,5% restante. Los grupos terapéuticos más prescritos a los pacientes del estudio fueron los ISRS (44,6%) y los IRSN (36%), seguidos por los antidepresivos tricíclicos (6,6%), mirtazapina (5,2%), tetracíclicos (4,8%), reboxetina (0,7%) y otros. El 92% de los pacientes encuestados recibía, además, otros tratamientos concomitantes. De ellos, el grupo farmacológico más frecuente fue el de las benzodiacepinas, en un 73% de los casos. Comparación de las opiniones de médicos y pacientes sobre los síntomas depresivos asociados a trastornos de los ritmos circadianos En la figura 2 se compara la estimación previa que los psiquiatras encuestados (basada en su experiencia clínica) efectúan del porcentaje de sus pacientes depresivos que presentan cada uno de los síntomas asociados a trastornos de los ritmos circadianos, con el porcentaje real de pacientes encuestados que declararon haber percibido esos síntomas. Los síntomas analizados en esta comparativa son: variación diurna del humor, insomnio de conciliación, insomnio de mantenimiento, insomnio de despertar precoz, cambios en el apetito, desorganización social (familiar, laboral, etc.) relacionada con el desequilibrio de los ritmos biológicos, y síntomas constitucionales (fatiga, anergia o apatía). En la tabla 2 se comparan las diferencias entre el criterio profesional del médico y la percepción del paciente sobre la prevalencia de los síntomas depresivos relacionados con alteraciones de los ritmos circadianos. En la figura 3 se compara la estimación por el médico psiquiatra del grado de afectación que produce cada uno de esos síntomas por alteración de los ritmos circadianos en el funcionamiento cotidiano (actividades de la vida diaria) de los pacientes depresivos, respecto a la percepción realmente sentida por los propios pacientes de estudio, empleando ambos evaluadores una idéntica escala de calificación ordinal tipo Likert de 7 puntos, entre 1 (nada) y 7 (mucho). Síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos. Concordancia entre la percepción Muy poco importante 1 25 Muy importante 2 3 4 5 6 7 Insomnio Insomnio Variación diurna humor conciliación mantenimien Paciente 5.08 Psiquiatra 4.93 Paciente 5.44 Psiquiatra 5.40 Paciente 5.03 Psiquiatra 5.50 Despertar precoz Paciente 4.87 Psiquiatra 5.52 Cambios en Desorganiza ritmos apetito sociales Paciente 4.45 Psiquiatra 4.33 Paciente 5.67 Psiquiatra 5.25 Fatiga, anergia y apatía Paciente 6.10 Psiquiatra 5.92 Nota explicativa: Se indica, para cada síntoma, el promedio de las puntuaciones otorgadas por los médicos y los pacientes, en la escala valorativa ordinal 1(nada)-7(mucho), con sus correspondientes IC 95% de la media. Figura 3 Comparación del criterio profesional del médico y la percepción del paciente sobre la repercusión que los síntomas depresivos relacionados con alteraciones de los ritmos circadianos tienen en el funcionamiento diario del paciente. Tabla 3 Valoración de las diferencias entre el criterio profesional del médico y la percepción del paciente sobre la repercusión que los síntomas depresivos tienen en el funcionamiento cotidiano del paciente (en sus actividades de la vida diaria). Impacto de los síntomas en la actividad diaria del paciente Variación diurna del humor Insomnio de conciliación Insomnio de mantenimiento Despertar precoz Cambio de apetito Desorganización de los ritmos sociales Fatiga, anergia y apatía a Psiquiatras Pacientes Mediaa Medianaa Mediaa Medianaa 5,08 5,44 5,03 5,52 4,33 5,25 5,92 5 6 6 6 4 5 6 4,98 5,40 5,50 4,87 4,45 5,67 6,10 5 6 6 5 4 6 6 pb 0,057 0,232 0,125 0,010 0,248 < 0,001 0,061 Media y mediana calculadas sobre las puntuaciones de ambos grupos encuestados (psiquiatras y pacientes) en una escala de calificación ordinal tipo Likert de 7 puntos, entre 0 (nada) y 7 (mucho). b Significación estadística de las posibles diferencias en la distribución de respuestas de ambos grupos mediante una prueba U de Mann-Whitney para escala ordinales de datos). Se considera significativo el nivel p < 0,05. 26 L. San Molina et al Tabla 4 Porcentaje de psiquiatras que consideran que los síntomas depresivos relacionados con trastornos de los ritmos circadianos suelen requerir un tratamiento adicional al antidepresivo convencional. Síntoma Porcentaje de psiquiatras Insomnio de conciliación Insomnio de mantenimiento Insomnio de despertar precoz Fatiga, anergia y apatía Variación diurna del humor Desorganización de los ritmos sociales Cambios en el apetito 99 93 51 43,6 43 28,3 25,6 IC del 95% 97,9-100 90,2-95,8 45,5-56,5 38,2-49,0 37,6-48,4 23,4-33,2 20,8-30,4 IC: intervalo de confianza. En la tabla 3 se identifican los síntomas en los que dichas diferencias resultan estadísticamente significativas (p < 0,05) mediante un test de hipótesis apropiado para el contraste de las distribuciones de una variable de carácter ordinal entre dos grupos de comparación (U de MannWhitney). En la tabla 4 se resume el criterio profesional de los psiquiatras encuestados sobre la necesidad de efectuar tratamientos adicionales para el control de los síntomas depresivos residuales relacionados con los ritmos circadianos, persistentes a pesar de un tratamiento antidepresivo efectivo. Por último, se solicitó la opinión a ambos grupos encuestados sobre el grado de satisfacción global con el tratamiento antidepresivo actual (integrando los resultados terapéuticos logrados, el posible mantenimiento de síntomas residuales y los efectos adversos ocurridos), mediante una escala ordinal de tipo Likert de 7 puntos, entre 1 (totalmente insatisfecho) y 7 (totalmente satisfecho), en el que la puntuación grupal de los profesionales resultó más alta (promedio = 5,1; mediana = 5) que la de los pacientes (media = 4,6; mediana = 4), p = 0,01 (prueba U de Mann-Whitney). Discusión En el presente estudio se analiza y se compara la opinión de dos grandes muestras multicéntricas paralelas de ámbito estatal: un grupo de pacientes con una enfermedad depresiva personal de larga evolución (promedio de 3 episodios anteriores de depresión por sujeto) y un grupo de especialistas en psiquiatría, responsables de sus tratamientos, con una prolongada trayectoria profesional previa (en promedio 17 años). Por todo ello, con independencia del carácter intencional del procedimiento de selección de los participantes en el estudio, se considera que ambos grupos garantizan un criterio experimentado suficiente sobre la depresión y su tratamiento como para representar adecuadamente a sus respectivas poblaciones de origen y permitir el análisis de los objetivos planteados en el estudio. La desincronización de los ritmos sociales, el insomnio, las variaciones del estado de ánimo, los problemas sexuales, los cambios en el apetito, la anergia y la apatía, son algunos de los síntomas frecuentes de la depresión, generalmente asociados con la alteración de los ritmos circadianos propia de la enfermedad, aunque, en ocasiones, también relacionados con el propio fármaco antidepresivo utilizado. En muchos pacientes, estos problemas persisten como síntomas residuales pese a recibir tratamientos adecuados. El estudio compara la impresión profesional de los psiquiatras (basada en su experiencia clínica) sobre la importancia de estos síntomas depresivos asociados a la alteración de los ritmos circadianos y la información obtenida por los propios pacientes cuando se les pregunta específicamente al respecto, bajo la hipótesis de que existen diferencias relevantes de percepción entre ambos agentes de la relación terapéutica. La identificación de las posibles discordancias de criterio entre ambos puede ayudar a los clínicos a identificar mejor las necesidades reales de los pacientes depresivos y a reorientar la práctica asistencial psiquiátrica, tomando en consideración las opiniones de los pacientes. En la muestra de estudio, los síntomas depresivos relacionados con los ritmos circadianos resultan muy comunes: son percibidos por más del 65% de los pacientes encuestados, excepto el «insomnio de despertar precoz» (54%) y la «fatiga, anergia y apatía» (37%). En general, y refrendando la hipótesis de estudio, la prevalencia de la práctica totalidad de los síntomas depresivos analizados es significativamente infravalorada por los psiquiatras, respecto a la percepción de los propios pacientes. Sólo la presencia de «fatiga, anergia y apatía» es más frecuentemente considerada por los profesionales que por los pacientes, quizá por resultar síntomas de marcado carácter somático que pueden indicar al clínico la necesidad de descartar la presencia de una afección comórbida subyacente. Respecto a la repercusión negativa de los síntomas depresivos circadianos en la funcionalidad de los pacientes y en su actividad diaria, salvo en lo referente a los trastornos del sueño (tanto el «insomnio de mantenimiento» como el «insomnio de despertar precoz»), los psiquiatras tienden también a infravalorar el impacto de estos síntomas respecto a la percepción de sus pacientes. No obstante, no todas las diferencias de opinión apreciadas en este punto resultan significativas: en sentido estricto, sólo el «insomnio de despertar precoz» (sobrevalorado por los psiquiatras) y la «desorganización de ritmos sociales» (infravalorado por los psiquiatras) alcanzan el nivel de significación convencional en una prueba de contraste cuya hipótesis nula presupone la no existencia de diferencias en la opinión de ambos colectivos (valorada a través de la distribución de puntuaciones de cada grupo en una idéntica escala ordinal 1-7). Estos resultados pueden considerarse un correlato de una actitud clínica bien descrita en la mayoría de las especialidades: los clínicos tienden a focalizar preferentemente su atención e intervenciones en las quejas de los pacientes para las que disponen de alternativas terapéuticas eficaces (como los hipnóticos, en el caso que se comenta). Síntomas depresivos relacionados con la alteración de los ritmos circadianos. Concordancia entre la percepción En lógica consonancia con su criterio profesional, casi la totalidad de los pacientes de estudio (92%) son tratados con fármacos antidepresivos. En general, la satisfacción personal con los resultados logrados con su tratamiento concreto, declarada por los pacientes del estudio, resulta discretamente inferior a la satisfacción global que manifiestan los psiquiatras con los recursos terapéuticos de que disponen y con los resultados logrados con ellos en su práctica clínica. En cualquier caso, alrededor de un 40% de los tratamientos farmacológicos pautados son retirados antes de tiempo por mejoría insuficiente de los síntomas, o por la aparición de efectos secundarios. Por tanto, la persistencia de síntomas residuales en pacientes que responden insuficientemente a un fármaco parcialmente efectivo resulta un escenario clínico común en la práctica habitual de los profesionales encuestados. La satisfacción de psiquiatras y pacientes con los resultados de los tratamientos antidepresivos presentados en este estudio debe entenderse de aplicación a los fármacos actualmente disponibles o habitualmente utilizados en España en la fecha de desarrollo de las encuestas (2008), fundamentalmente ISRS (en especial, escitalopram) e IRSN (en especial, venlafaxina). A la luz de los resultados presentados, parece legítimo sospechar que los trastornos de los ritmos circadianos pueden ser un aspecto relevante de la depresión, así como la causa de una parte significativa de los síntomas residuales de los pacientes en tratamiento. Estos trastornos parecen insuficientemente considerados por los profesionales y sólo parcialmente resueltos con los fármacos antidepresivos actuales. En este sentido, resultaría de utilidad incluir en la práctica psiquiátrica habitual la valoración activa y permanente de la presencia de estos síntomas en las visitas de seguimiento y control del tratamiento antidepresivo, y, en caso necesario, considerar con el paciente la oportunidad de completar el tratamiento con fármacos específicos que los mejoren. La práctica totalidad de los psiquiatras encuestados reconocen que la presencia de síntomas residuales en sus pacientes depresivos y, en concreto, los relacionados con el sueño, suelen requerir un tratamiento específico adicional al antidepresivo. Una práctica psiquiátrica centrada en las necesidades percibidas por el paciente podría indicar la necesidad de reorientar el tratamiento de muchos pacientes depresivos para intentar alcanzar la remisión más completa y rápida posible del cuadro, especialmente dirigido a controlar los síntomas más resistentes a los fármacos convencionales. Nuevos desarrollos farmacológicos de reciente introducción, con una acción específica en la alteración de los ritmos circadianos descritos (como agomelatina), pueden tener un claro protagonismo cierto en la necesaria optimización terapéutica de la enfermedad depresiva. La efectividad clínica mostrada hasta la fecha en condiciones de práctica naturalística parece confirmar las buenas expectativas creadas en torno a este nuevo agente en los recursos terapéuticos antidepresivos. Conflicto de intereses Los laboratorios Servier han prestado soporte logístico y económico para el desarrollo de este estudio, y han participado en la distribución y la recogida de materiales de campo. 27 Bibliografía 1. Serna MC, Galván L, Gascó E, Santafé P, Martín E, Vila T. Evolución en el consumo de antidepresivos durante los años 2002 a 2004. Aten Primaria. 2006;38:456—60. 2. Kennedy N, Paykel ES. Residual symptoms at remission from depression: impact on long-term outcome. J Affect Disorders. 2004;80:135—44. 3. Thase ME. Depression and sleep: pathophysiology and treatment. Dialogues Clin Neurosci. 2006;8:217—26. 4. Montejo AL. Más allá de la eficacia en lo síntomas de la depresión: beneficios en la disfunción sexual y en las alteraciones del sueño. Psiq Biol. 2007;14 Suppl 2:12—5. 5. Wernwke U, Northey S, Bhugra D. Antidepressants and sexual dysfunction. Acta Psychiatr Scand. 2006;114: 384—97. 6. Coulter A. Patient’s views of the good doctor. Doctors have to earn patient’s trust. BMJ. 2002;325:668—9. 7. Ford S, Schofield T, Hope T. Barriers to the evidence-based patient choice (EBPC) consultation. Patient Educ Couns. 2002;47:179—85. 8. Harrington J, Noble LM, Newman SP. Improving patients communication with doctors: a systematic review of intervention studies. Patient Educ Couns. 2004;52:7—16. 9. Haynes RB, Devereaux PJ, Guyatt GH. Physicians and patients choices in evidence based practice. BMJ. 2002;324: 1350. 10. Holmes-Rovner M, Valade D, Orlowski C, Draus C, Nabozny-Valerio B, Keiser S. Implementing shared decisionmaking in routine practice: barriers and opportunities. Health Expect. 2000;3:182—91. 11. Stevenson FA, Cox K, Britten N, Dundar Y. A systematic review of the research on communication between patients and health care professionals about medicines: the consequences for concordance. Health Expect. 2004;7:235—45. 12. Krupat E, Rosenkranz SL, Yeager CM, Barnard K, Putnam SM, Inui TS. The practice orientations of physicians and patients: the effect of doctor-patient congruence on satisfaction. Patient Educ Couns. 2000;39:49—59. 13. Bowling A, Ebrahim S. Measuring patients preferences for treatment and perceptions of risk. Qual Health Care. 2001;10: 12—8. 14. Stewart M, Brown JB, Weston WW, McWhinney IR, McWilliam CL, Freeman TR. Patient-centred medicine. London: Sage Publications; 1995. 15. Coulter A, Fitzpatrick R. The patient’s perspective regarding appropriate health care. En: Albrecht GL, Fitzpatrick R, Scrimshaw RC, editors. The hand-book of social studies in health and medicine. London: Sage; 2000. p. 454—64. 16. Arora NK, Ayanian JZ, Guadagnol E. Examining the Relationship of Patient’s Attitudes and Beliefs With Their Self-Reported Level of Participation in Medical Decision-Making. Med Care. 2005;43:865—72. 17. NHS Department of Health. Better information, better choices, better health. Putting information at the centre of health. London: Department of Health; 2004. 18. Coulter A, Ellins J. Patient-focused Interventions. A review of the evidence. London: The Health Foundation and Picker Institute Europe; 2006. 19. McNutt RA. Shared medical decision making: problems, process, progress. JAMA. 2004;292:2516—8. 20. Delbanco TL. Enriching the doctor-patient relationship by inviting the patient’s perspective. Ann Intern Med. 1992;116:414—8. 21. Cañadas Osinski I, Sánche Bruno A. Categorías de respuesta en escalas tipo Likert. Psicothema. 1998;10:623—31. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):28—37 www.elsevier.es/saludmental REVISIÓN Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia Juana Teresa Rodríguez Sosa ∗ , Miguel Acosta Ojeda y Luciano Rodríguez Del Rosario Servicio de Psiquiatría, Equipo de Interconsulta y Enlace, Hospital Universitario Dr. Negrín, Las Palmas de Gran Canaria, España Recibido el 11 de junio de 2010; aceptado el 21 de noviembre de 2010 PALABRAS CLAVE Cognición social; Esquizofrenia; Teoría de la mente KEYWORDS Social cognition; Schizophrenia; Theory of mind ∗ Resumen La cognición social se refiere a los procesos que subyacen en las interacciones sociales, en las que se incluye la habilidad humana de percibir las intenciones y estados mentales de los otros (Brothers 2000). La cognición social incluye otras áreas como la Teoría de la mente, el procesamiento emocional, reconocimiento de caras, estilo atribucional y la percepción social. Es un hecho conocido que la cognición social está deteriorada en los individuos con esquizofrenia. Recientes investigaciones sobre cognición social en esquizofrenia han mostrado una relación entre la cognición social, la neurocognición y el funcionamiento psicosocial. El propósito de este estudio es ofrecer una revisión de la cognición social en la esquizofrenia, prestando mayor atención al déficit de la Teoría de la Mente propuesto por Frith así como en los recientes estudios de neuroimagen. De hecho investigaciones en neuroimagen han demostrado de forma consistente la relación entre regiones específicas cerebrales mientras se realizan tareas ToM. También presentamos algunos de los instrumentos válidos para evaluar la cognición social y revisar y mejorar los principales programas de intervención. La cognición social podría ser un importante objetivo en el tratamiento farmacológico y psicosocial en el futuro. © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. Theory of mind, facial recognition and emotional processing in schizophrenia Abstract Social cognition can be understood as ‘‘the mental operations underlying social interactions, which include the human ability to perceive the intentions and dispositions of others’’ (Brothers, 1990). Theory of mind, atributtional style, social perception are involved in social cognition. It is wellknown that social cognition is impaired in individuals with schizophrenia. Recent investigations for social cognition in schizophrenia has showed that there is a relationship among social cognition, neurocognition and psychosocial functioning. The purpose of this article is to provide a review of social cognition in schizophrenia focusing on the deficit in Theory of mind described by Frith and recent neuroimaging studies. In fact neuroimaging research has Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (J.T. Rodríguez Sosa). 1888-9891/$ – see front matter © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2010.11.005 Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia 29 demonstrated specific brain regions consistently engaged during theory of mind tasks.We also present some of the instruments avalaible to evaluate social cognition and to review and improve the main intervention programs. Social cognition may be an important target for pharmacological and psychosocial treatments in the future. © 2010 SEP y SEPB. Published by Elsevier España, S.L. All rights reserved. Introducción El estudio de la cognición social se desarrolla de forma más extensa en la década de 1990, cuando Frith en su libro Cognitive Neurophychology of Schizophrenia recoge un modelo explicativo en el que señala que los pacientes esquizofrénicos presentan dificultades en la interpretación de su conducta, como resultado de sus propias intenciones y pueden interpretar sus actos bajo control ajeno. Paralelamente a este trabajo surgen otros nuevos estudios que, de forma empírica, demuestran la relevancia funcional de la cognición social y la erigen como variable mediadora entre la neurocognición y el nivel de funcionamiento social. Asimismo se desarrollan nuevas intervenciones centradas en los diferentes componentes que conforman la cognición social (procesamiento emocional, percepción social, teoría de la mente, conocimiento social y estilo atribucional), así como diferentes proyectos de rehabilitación. La cognición social empieza a tener una relevancia cuando, desde el proyecto MATRICS1 (Investigación en la medición y tratamiento para mejorar la cognición en esquizofrenia), en su reunión de abril de 2003, identifica siete ámbitos cognitivos críticos en los que los pacientes con esquizofrenia presentan déficit: velocidad de procesamiento, atención/vigilancia, memoria de trabajo, aprendizaje y memoria verbal, aprendizaje y memoria visual, razonamiento y solución de problemas, y cognición social. El término cognición social no se ha encontrado exento de discusión en su definición; no obstante, ya Wyer y Skrull2 señalaban que había numerosas definiciones de cognición social. Una de ellas sería la habilidad que tiene el ser humano para percibir las emociones de los demás, inferir que es lo que están pensando, comprender e interpretar las intenciones del otro y las normas que gobiernan las interacciones sociales3,4 . Hay numerosos estudios que recogen la presencia de alteraciones en la cognición social en la esquizofrenia. Respecto a la percepción social, Penn et al5 refieren que los pacientes desestiman el contexto social cuando procesan los estímulos sociales. Asimismo, Nuechterlein y Dawson6 comentan que presentarían problemas para captar la información que requiere un razonamiento abstracto. En este sentido, Ziv et al7 señalan que el deterioro de la cognición social en la esquizofrenia se debe a deficiencias en varios mecanismos, incluida la capacidad para pensar analíticamente, y para procesar la información relativa a emociones y señales. Acerca del estilo atribucional, Fenigstein8 demuestra la distorsión selectiva que presentan los esquizofrénicos sobre los aspectos hostiles de los demás. Leonhard y Corrigan9 señalan las dificultades que los pacientes con esquizofrenia presentan en relación con el procesamiento emocional y con cuatro factores fundamentales: la abstracción, la familiaridad, la complejidad de la situación, así como el procesamiento semántico. Por otro lado, hay estudios que señalan la cognición social como variable mediadora entre la neurocognición y el funcionamiento social (Brekke et al10 ), la existencia de un sustrato neuronal específico de la cognición social (Adolphs11 ) y la relación entre el déficit en la percepción del afecto y la solución de problemas cognitivosociales (Spaulding et al12 ). Según esto, se puede concluir que el déficit en la cognición social podría estar en el origen de las dificultades interpersonales y en el deterioro del funcionamiento psicosocial que se observa en la esquizofrenia. El aislamiento y el aplanamiento afectivo podrían estar relacionadas con este déficit. Asimismo, el aislamiento que precede con gran frecuencia al inicio de la enfermedad podría ser una variable influyente en la evolución de ésta. De hecho, algunos estudios sostienen que las alteraciones en el comportamiento social empeoran durante la evolución de la enfermedad y contribuyen a aumentar el número de recaídas (Pinkham et al13 ). Por todo ello, la cognición social se presenta como un nuevo y prometedor campo de estudio que ofrece una posible explicación teórica del origen de la psicopatología en la esquizofrenia y que aporta novedosas posibilidades de rehabilitación. El concepto de teoría de la mente El término «teoría de la mente» (ToM en sus siglas en inglés) lo utilizaron por primera vez Premack y Woodruff, y posteriormente dio lugar a la «hipótesis del cerebro social» de Brothers14 , como una respuesta evolucionista a los cambios que presenta el cerebro frente a un entorno social cada vez más complejo. Los estudios iniciales y más importantes sobre la ontogenia de la ToM se han llevado a cabo en el trastorno del espectro autista (Baron-Cohen et al15 ), aunque también hay estudios recientes en pacientes con demencia frontotemporal y trastorno bipolar, entre otros. Según este modelo, los niños alrededor de los 18 meses utilizan gestos protodeclarativos y juegos simulados. A los 3-4 años distinguen entre las propias creencias y la de los demás (creencia falsa de primer orden). A partir de los 6-7 años se aprende a comprender progresivamente representaciones de orden superior, como la ironía, la metáfora (creencia falsa de segundo orden). Este modelo continuista explicaría los síntomas del espectro autista que son visibles desde los primeros años del desarrollo; sin embargo, resultaría deficiente para la explicación de la esquizofrenia, ya que sería controvertido admitir como explicación única un modelo continuista, si bien es verdad que podría encontrar sustento en las diversas teorías del neurodesarrollo. Por otra 30 parte, este modelo resulta incompleto, ya que desdeña el impacto social en el desarrollo de la ToM. Frith16 (1992) hace una interesante analogía entre autismo y la esquizofrenia para explicar los síntomas ante una lesión de la ToM; el esquizofrénico sabe que existen los estados mentales del otro, pero pierde la capacidad de deducirlos; sin embargo, el niño autista no sabe que existen dichos estados mentales, porque el déficit está presente desde su nacimiento. Aparece entonces una disfunción en la metarepresentación, o lo que es lo mismo, un déficit cognitivo en el reconocimiento de los contenidos de su propia mente y la de los demás, que se traduce en la dificultad para describir las propias experiencias internas y la falta de control del proceso atencional. Diferentes modelos explicativos de la teoría de la mente Respecto a la ToM han surgido numerosos constructos teóricos que han tratado de conceptualizar las diferentes hipótesis existentes. Las dificultades en este aspecto se hacen evidentes. Los modelos más conocidos se enumeran a continuación. 1. La perspectiva modular: desarrollada por Fodor17 , propone la existencia de una ToM independiente. Al igual que determinadas capacidades cognitivas se encuentran asociadas a funciones específicas del cerebro, se presupone que la ToM se limita al procesamiento únicamente de la información con contenido social. Desde esta perspectiva surge el llamado «procesador de selección» que separa la información contextual relevante de la irrelevante. La falta de este procesador en la esquizofrenia podría explicar la dificultad de filtrado que se observa en estos pacientes. Esta concepción funcional-computacional de la mente se baraja como deficiente para explicar la organización cerebral. 2. La perspectiva teoría-teoría o «metarepresentacional»: Perner18 describe un modelo no modular que sugiere que durante la infancia se adquieren distintos niveles de habilidades representacionales. El hecho de tener auténticas metarepresentaciones permite teorizar acerca de las representaciones de los otros. 3. El modelo de Hardy-Baylé19 : este modelo hipotetiza sobre una ToM deficitaria que estaría en relación con un déficit ejecutivo. Según esta hipótesis, los pacientes con desorganización del pensamiento, el lenguaje y las habilidades sociales son los que peor realizarían las tareas ToM, ya que son incapaces de controlar sus propias acciones. Siguiendo este modelo el déficit en ToM, se presentaría únicamente en los pacientes con predominio de la desorganización de pensamiento y de lenguaje; sin embargo, hay estudios controvertidos al respecto. 4. Teoría de la simulación: este modelo se respalda en la observación mediante resonancia magnética funcional de la existencia de neuronas espejos encargadas de la empatía, localizadas predominantemente en la corteza frontal inferior izquierda, que se activan cuando se observan en los demás determinados movimientos de las manos o la boca (Gallese y Goldman20 ). J.T. Rodríguez Sosa et al Otras propuestas alternativas se encuentran en Bailey y Abu-akel21 , que proponen un modelo de continuidad en el déficit de la ToM y hacen una clasificación que comprende desde la ToM verdaderamente deteriorada, a la hiper-ToM asociada con la sobreatribución de estados mentales que se plantea como factor causal de estados paranoides. Teoría de la mente y esquizofrenia Frith desarrolla un modelo basado la existencia de posibles alteraciones en la capacidad de metarepresentar y, consecuentemente, la producción de una ToM deficitaria y la correlación de este hecho con la sintomatología de la esquizofrenia. Señala que los pacientes esquizofrénicos presentan dificultades en la interpretación de su conducta como resultado de sus propias intenciones y pueden interpretar sus actos bajo control ajeno. Frith22 hace una clasificación entre los trastornos de la «acción deseada» (síntomas negativos y desorganización), las alteraciones de la automonitorización (delirios de control externo y alucinaciones de voces que comentan, así como otros síntomas de pasividad) y trastorno de la monitorización de los pensamientos. Frith expresa que hay un fallo en el seguimiento tanto de la acción, como de la intención de la acción. Según este modelo, Frith pronosticó que los pacientes con predominio de síntomas negativos o de desorganización serían los más deficitarios en la ejecución de la ToM. Algunos de los síntomas psicóticos, como los delirios de control y persecución, la desorganización del pensamiento y el lenguaje, se podrían entender desde la existencia de una incapacidad para explicar las intenciones de los demás y de uno mismo, o sea desde una alteración de la ToM. Hay estudios de la ToM en los que se muestran que los déficits en esta capacidad están asociados a la tipología sintomática de la enfermedad. Basado en esta hipótesis, los pacientes con síntomas negativos nunca llegaron a desarrollar una ToM. Sin embargo, otros autores indican que es necesario tener una ToM sin deterioro para posteriormente poder desarrollar ideas delirantes de persecución (Walston et al23 ). Esta hipótesis se basa en algunos estudios que corroboran que los pacientes con esquizofrenia paranoide no muestran síntomas deficitarios en la capacidad ToM. Se ha indicado que estos pacientes pudieran compensar su déficit ToM mediante la utilización de la inteligencia general. Por otro lado, Brüne24 señala que el hecho de tener una ToM sumamente desarrollada puede suponer una inferencia excesiva en las presuntas intenciones de los demás, y desencadenar interpretaciones erróneas del entorno. Por su parte, Langdon et al25 llegan a la conclusión de que la alteración de la ToM podría proceder de una incapacidad para inhibir cognitivamente la información principal o de un déficit en la capacidad para razonar sobre estados hipotéticos. Otro de los debates actuales es la consideración del déficit ToM como rasgo o estado. Según Frith, los pacientes psicóticos en remisión y los pacientes que únicamente presentan síntomas de pasividad pueden mostrar rendimientos normales en las tareas ToM. Del mismo modo, Hardy-Baylé postula que los pacientes sin síntomas de desorganización realizarían las tareas ToM de forma adecuada. Esto indica que una ToM deficitaria representaría una variable de estado, más que de rasgo. Sin embargo, el hecho de que no sólo los pacientes con exacerbaciones agudas realicen mal Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia las tareas ToM, sino también los pacientes con un cuadro crónico de larga evolución, sugiere la hipótesis de la ToM como estado (Drury et al26 ). Neuroimagen funcional cerebral de la teoría de la mente A la luz de los diversos estudios basados en neuroimagen, hay tres regiones clave involucradas en los déficits cognitivos sociales mostrados por los pacientes esquizofrénicos: la corteza prefrontal medial (CPFM), la amígdala y el lóbulo parietal inferior (LPI). Aunque existen experimentos que han probado que muchas otras regiones están altamente involucradas en la cognición social (surco temporal superior, polos temporales, LPI, etc.), la importancia de las tres regiones citadas se basa en sus altamente documentadas contribuciones a los tres aspectos fundamentales de los déficit sociales que aparecen en la esquizofrenia: deterioro en la ToM, percepción de emociones y seguimiento de acciones (Brunet-Gouet27 ). La importancia de la CPFM radica en que se trata de uno de los hallazgos más frecuentemente encontrados en los estudios de neuroimagen sobre la ToM. Ocupa una gran sección del lóbulo frontal y engloba muchas áreas corticales diferentes (corteza cingulada anterior, gyrus paracingulado, CPFM dorsal, corteza ventromedial), también involucradas en muchos casos en la cognición social. La porción «emocional» en la región prefrontal medial se activa en casi el 90% de los estudios sobre ToM (Steele y Lawrie28 ). Gallagher y Frith29 establecen que la CPFM, en concreto la corteza paracingular anterior, es la región clave para la ToM, y proponen el «mecanismo de separación», ya postulado inicialmente por Leslie30 , encargado de distinguir el propio estado mental de la realidad. Brunet-Gouet27 establece que las tareas de la teoría de la mente a menudo involucran coactivaciones en la CPFM y estructuras temporales, como el polo temporal y circunvolución temporal superior. Esto indica que la CPFM no sólo media el razonamiento sobre los estados mentales, sino que además su función debería comprenderse en términos de interacción entre la cognición de alto nivel y el procesamiento social y emocional. Cada subregión de la CPFM seleccionada por la ToM puede también involucrarse en mantener una representación contextual global de las representaciones mentales propias y de los otros. Algunos autores proponen que la ToM es el resultado de una interacción entre capacidades de dominio general y mecanismos de nivel más básico representando información social (Stone y Gerrans31 ). Por otro lado, se han mostrado anormalidades en la activación hemodinámica en la CPFM durante tareas involucradas en procesos de la ToM en pacientes esquizofrénicos (Brunet-Gouet27 ; Hempel et al32 ). Estos resultados indican que los pacientes esquizofrénicos fallan al procesar la información social cuando se requieren proceso contextual, mecanismo de separación o inhibición de respuestas. Respecto a la amígdala, actualmente no hay dudas de que la amígdala está involucrada en la experiencia emocional y percepción emocional. Se ha indicado que podría desempeñar un papel en el desarrollo y la función de la ToM (Baron-Cohen33 ; Fine et al34 ). Por un lado, la amígdala es un componente clave en el proceso emocional y de la 31 percepción «en línea» (durante la realización de tareas de contenido social y de mentalización) de las emociones básicas de otras personas (Blair y Cipolotti35 ), especialmente cuando estas emociones son negativas en el caso de miedo, tristeza, asco o rabia (Adolphs36 ; Calder et al37 ). Más controvertido es su papel en estados mentales epistémicos (sin contenido afectivo). Los focos de activación de la amígdala durante tareas ToM y reconocimiento de emociones se encuentran dispersos y algunos de ellos se extienden a la región hipocampal y el polo temporal. De este modo, la percepción de información explícita sobre los estados emocionales de otras personas también involucra a la amígdala. En numerosos estudios se describe la importancia de la modulación prefrontal en la actividad de la amígdala, mostrando una fuerte influencia «de arriba a abajo» (Ochsner et al38,39 ). Se sugiere que aunque la amígdala podría tener un papel en el desarrollo apropiado de la ToM, tal vez no se involucre en la mentalización per se (Gallagher y Fritz40 ). Sin embargo, otros autores indican que los pacientes esquizofrénicos presentan déficits en atribuir tanto estados mentales epistémicos, como estados mentales afectivos, y que esto se refleja por actividad anormal prefrontal y amigdalar (Brunet-Gouet27 ). De modo que la actividad prefrontal anormal que se describe en pacientes esquizofrénicos durante la cognición social resultaría por una disfunción en el papel modulador de la corteza prefrontal anterior sobre la amígdala. Uno de los primeros hallazgos en neuroimagen respecto a la función de la amígdala en el reconocimiento facial fue el encontrado por Schneider et al41 , que demostraron una hipoactivación amigdalina durante la evaluación de la emoción de tristeza con el visionado de fotografías que expresaban esta emoción. Esos hallazgos fueron confirmados por Gur et al42 , los cuales profundizaron en este modelo y demostraron que la hipoactivación amigdalar izquierda era específica en las tareas de discriminación emocional. Takahashi et al43 y Paradiso et al44 replicaron esta hipoactivación relativa. Sin embargo, Kosaka et al45 y Taylor et al46 obtuvieron resultados diferentes. Los hallazgos, por tanto, son dispares e incluyen hipoactivación, hiperactivación o normoactivación, lo que podría indicar una disfunción aún por determinar. Por otro lado, el miedo es la expresión que produce mayor activación en la amígdala. Los estudios realizados del reconocimiento facial de las emociones en pacientes con lesiones de la amígdala mostraron un déficit específico para la identificación del miedo. Sin embargo, en trabajos posteriores se comprobó que el déficit se extendía a todas las emociones negativas. Algunos estudios a su vez han teorizado acerca de que el grado de activación amigdalar podría estar en relación con el alelo del gen transportador de serotonina y se han relacionado portadores del alelo corto del gen con una hiperactivación amigdalar durante estas tareas47 . Otros estudios asocian la activación amigdalar a determinados neurotransmisores cerebrales, como Salgado-Pineda et al48 , los cuales indican un papel clave de la dopamina en la función de la amígdala. Otros autores han sugerido el ácido gammaminobutírico (GABA) como neurotransmisor que disminuye la actividad amígdalar49 . Asimismo, es interesante señalar la existencia de conexiones entre las proyecciones GABA de la amígdala basolateral sobre el cingulado y su regulación con las proyecciones dopaminérgicas procedentes de la cor- 32 teza prefrontal. Se ha indicado que un mal equilibrio en esta red de conexión podría conducir a una hiperactivación del cingulado anterior. Sobre el LPI hay estudios que han demostrado la involucración, entre otras regiones, del LPI derecho, el cíngulo posterior y la corteza frontopolar derecha, en las representaciones compartidas y sistemas específicos para distinguir entre el yo y los otros. Este tipo de sistema de seguimiento nos previene de ser contaminados por los pensamientos o sentimientos de otros (Decety y Jackson50 ). Del mismo modo, otras investigaciones han mostrado que la conciencia de ejecución de una determinada acción por parte del individuo involucra al LPI derecho. Los pacientes esquizofrénicos fallan a la hora de activar ciertos componentes de sistemas motores implicados en dichos actos voluntarios. Asimismo, tienen alterado el control de sus propias acciones y de la capacidad de realizar distinciones yo/otro. Se hipotetiza que los delirios esquizofrénicos de control se muestran cuando los déficit en el seguimiento de acciones se combinan con representaciones anormales del estado mental propio y de las otras personas (Brunet-Gouet27 ). Reconocimiento y procesamiento de las emociones Entre las estructuras cerebrales implicadas en el reconocimiento de las emociones destacan, principalmente, la corteza temporo-occipital, en especial el giro fusiforme, las zonas órbito-frontal y parietal derecha, la amígdala y los ganglios basales, entre otras. Según Adolphs51 , el reconocimiento de las emociones faciales se consigue por medio de tres estrategias complementarias: la percepción, el análisis y la identificación, que consisten en la activación de zonas de la corteza motora y visual que tendrían el efecto de representar interiormente las posturas observadas y generar el estado emocional correspondiente al observado. Diversas investigaciones han encontrado rendimientos inferiores a la población general en la capacidad de reconocer las expresiones de las caras, si bien el defecto también se ha encontrado en otras enfermedades. A su vez, se ha postulado una relación entre el estado clínico y la capacidad de reconocer las emociones faciales. Los pacientes estabilizados tendrían un desempeño mejor respecto a las fases agudas. Sin embargo, la dificultad para reconocer las emociones faciales sería a su vez una característica permanente de la esquizofrenia, presente desde el inicio clínico de la enfermedad y observable en los familiares de primer grado. Se ha indicado que las personas enfermas de esquizofrenia no percibirían los rostros de manera integradora, sino como una suma de partes y que el déficit radicaría en este análisis configuracional. Sin embargo, respecto al examen fragmentado de los rostros, los pacientes tendrían un desempeño similar al de la población general. Estos datos indican que la dificultad se encontraría en niveles superiores de procesamiento e integración, en áreas de asociación. Otra explicación se podría encontrar en la presencia de errores iniciales en la fase de análisis de los rasgos faciales. En numerosos estudios se ha demostrado que los pacientes tienen mayor dificultad para reconocer las emociones negativas, como ira o miedo, e interpretarían de forma errónea las expresiones neutrales. En cuanto a la relación del reconocimiento facial con las fun- J.T. Rodríguez Sosa et al ciones cognitivas, se aprecia una asociación positiva con el coeficiente intelectual, atención y resistencia a la interferencia con independencia de la memoria de trabajo, fluencia o aprendizaje verbal52 . Estos datos apoyarían los resultados de Langdon et al52 que mediante historias en fotografías encontraron un subgrupo de pacientes que presentaban un deterioro específico en tareas ToM de forma independiente del déficit de planificación ejecutiva y confirman el reconocimiento facial como un parámetro diferenciado respecto algunas áreas de la cognición. Por otro lado, los pacientes que han sido sometidos a la identificación de números proyectados no cometieron error, lo que mantiene la hipótesis de la existencia de un deterioro específico en las áreas de cognición social. Respecto a hallazgos significativos en la cognición social entre sexos, Weiss et al53 encontraron una diferencia significativa respecto al sexo en el reconocimiento de expresiones neutrales. Las mujeres interpretaban erróneamente los rostros neutrales como tristes con mayor frecuencia que los varones. Los varones, en comparación con las mujeres, señalaban erróneamente como enfadados los rostros neutrales. Respecto a la asociación de reconocimiento de emociones y la psicopatología, los resultados son contradictorios. Respecto a los síntomas negativos, Green y Nuechterlein54 sostienen que hay una fuerte correlación entre éstos, el déficit neurocognitivo y el procesamiento visual. Sobre el procesamiento de las emociones, se vislumbra una complejidad mayor, dentro de la cual los circuitos amigdalino y de la CPFM desempeñan un papel principal en el procesamiento de la emoción del miedo, pero a su vez este circuito está modulado por el sistema de activación autonómica que crea una retroalimentación entre la representación interna del estímulo emocional y el estado somático. De hecho, el aumento de la reactividad cutánea como marcador de la actividad autonómica se correlacionó con mayor nivel de persecución y suspicacia ante el miedo y el enfado. En la esquizofrenia, la disminución de la respuesta del circuito amígdala-CPFM al miedo se asocia con una activación excesiva autonómica, en especial en los pacientes con sintomatología paranoide. A su vez, se ha determinado la presencia de desconexiones entre la activación autonómica y el circuito ínsula/ganglios basales-CPFM para la emoción del desagrado y la corteza cingulada anterior-CPFM para la emoción del miedo. Relación entre cognición social y neurocognición básica Una de las cuestiones principales y más controvertidas es la posibilidad de la existencia de una diferenciación entre la cognición social y la cognición básica como parámetros independientes. Varios estudios se muestran favorables a esta distinción55—59 . Haciendo más consistente esta separación, se ha visto distinción en el dominio cognición social entre pacientes esquizoafectivos y esquizofrénicos sin modificaciones en el ámbito de cognición básica60 . Mientras, en otros estudios se encuentra como factor limitante de la cognición social los déficits en la atención continuada y de la ToM que repercutirían en el funcionamiento a nivel social (Bae et al60 ). En este sentido, una mejora neurocognitiva y de la cognición social implicaría una mejoría a Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia nivel de funcionamiento psicosocial en la esquizofrenia y tendría implicaciones a nivel del tratamiento rehabilitador (Brekke et al61 ). Por otra parte, hay estudios que relacionan la cognición social con alteraciones en la atención y en el procesamiento de la información. Algunos autores sostienen que la atención no se deber considerar en esencia una función cognitiva, sino una «actividad direccional» que facilitaría el desarrollo de los procesos cognitivos. Cornblatt y Keilp62 proponen como modelo etiopatogénico y evolutivo de la esquizofrenia la existencia de un déficit atencional que comenzaría en la infancia que condicionaría el procesamiento de la información vinculada a la comunicación interpersonal. Este modelo explicaría la presencia de rasgos de evitación existentes en algunos pacientes. Asimismo, postulan que los trastornos atencionales constituirían un rasgo de enfermedad heredable, específico y estable en el tiempo, independientemente de las fluctuaciones de la clínica. Por otro lado, Calev63 enfatiza sobre la dificultad de los pacientes con esquizofrenia para seleccionar los estímulos importantes, filtrar los irrelevantes y el procesamiento posterior para categorizar la información. Asimismo, los trastornos de la memoria y del aprendizaje estarían relacionados con trastornos en la codificación y la recuperación de los recuerdos. Retomando esta idea propuesta inicialmente por Berze, Hemsley64 plantea que el trastorno básico de la esquizofrenia radicaría en una disrupción en la integración de la percepción actual con el material mnésico almacenado. Respecto a la percepción visual, ésta se inicia en parte con la atención. Posteriormente, será necesario la memoria visual para evaluar los contenidos afectivos de las facies, representando un punto común entre el vínculo afectivo primario y el desarrollo cognitivo del proceso visual. Esta conexión entre la cognición social y no social se encontraría ubicada en la memoria de trabajo localizada en el lóbulo prefrontal, entre otras áreas65 . La falta de atención visual o las limitaciones en la ejecución motora podrían ser la razón del funcionamiento deficiente en la lectura correcta de expresiones faciales. Shimizu et al66 estudiaron los movimientos oculares durante la exposición de diferentes facies. Según sus resultados, los pacientes con esquizofrenia realizaban el análisis de las facies en intervalos más cortos que los grupos control. Asimismo, observaron que los movimientos antisacádicos presentaban un mayor tiempo de latencia. Schawrtz y Evans67 comprobaron que los pacientes con esquizofrenia requerían un mayor nivel de control voluntario para filtrar los estímulos distractores que los controles, y mostraban una disminuida capacidad de filtrado de la información irrelevante. La dirección de focalización también estaría alterada en estos pacientes. Adolphs et al68 han observado que los pacientes con lesiones bilaterales en la amígdala no reconocen el miedo, porque no miran a los ojos durante las pruebas de reconocimiento facial, lo que ocasiona una disfunción en el sistema de recogida de información. Sugieren que la amígdala no reconoce, porque no busca de forma primaria. Estos resultados estarían en relación con el patrón alterado de escaneado de la cara que presentan los esquizofrénicos. Por otro lado, respecto a la localización de las regiones de asociación visual encargadas del reconocimiento de las facies, estudios de la prosopagnosia la ubican en la corteza occipitoparietal. En esta línea de investigación, Lee et al69 identificaron una disminución 33 del volumen en el giro temporal fusiforme izquierdo (región relacionada con el reconocimiento de caras) en pacientes en su primer episodio psicótico. Por otro lado, Corcoran et al70 proponen un modelo explicativo para incluir la capacidad de los pacientes para recordar acontecimientos autobiográficos, y afirman que la interferencia de los estados mentales de los demás suele implicar la utilización de experiencias previas en interacciones sociales. En este contexto, han aparecido diversos modelos que tratan de explicar la interrelación entre neurocognición, cognición social y funcionamiento social. Por un lado, el modelo de Vatu, Rüsch, Wirtz y Corrigan (2004) muestra resultados a favor de que la cognición social puede ser un mediador entre neurocognición básica y funcionamiento social. Por otro lado, el modelo de Brekke, Kay, Lee y Green (2005) utiliza como predictores en la evolución de la enfermedad tanto el funcionamiento social global, como el de alguno de sus aspectos específicos, la neurocognición, la cognición social, la competencia social y el soporte social. Por último, el modelo de Green y Nuechterlein (1999) es un modelo complejo que presenta por separado los subcomponentes de la neurocognición básica, la cognición social y el funcionamiento social. Lateralizacion cerebral La lateralización cerebral se ha presupuesto como otras de las explicaciones de la dificultad que presentan los esquizofrénicos en el reconocimiento facial. Los estudios realizados en pacientes con daño hemisférico cerebral unilateral mostraron un predominio del hemisferio no dominante en el reconocimiento de estímulos visuales faciales. Los pacientes diestros, con lesión cerebral derecha unilateral, presentan una incapacidad notable para evaluar expresiones faciales conservando la capacidad para evaluar las emociones expresadas a través de pautas no faciales (corporales) y no visuales (auditivas). La hipótesis predominante sostiene que el hemisferio no dominante es primariamente el encargado del reconocimiento de los aspectos emocionales del estímulo. Sin embargo, ambos hemisferios procesan estímulos relacionados con la emoción: el derecho en diestros, con predominio en la percepción de afectos negativos y el izquierdo, en la percepción de los positivos. Consecuentemente, los errores en la decodificación de las expresiones emocionales faciales en los pacientes con esquizofrenia se deberían a una lesión unilateral hemisférica derecha en los pacientes diestros. La lateralización del cerebro también explicaría las dificultades en el lenguaje. Evaluación de la cognición social En el momento actual no hay instrumentos elaborados para evaluar globalmente la cognición social; en cambio, hay una gran diversidad de instrumentos focalizados en aspectos concretos de este constructo. Entre los instrumentos de evaluación se encuentran numerosos tests, que en la mayoría de ocasiones resultan difícilmente utilizables en la práctica clínica por la duración que supone su utilización. Asimismo, la mayoría de ellos carecen de validación y resultan insuficientes por la evaluación de mecanismos que aún están por determinar y por la dificultad evidente de representar las situaciones reales. Se pueden clasificar según el área 34 Tabla 1 J.T. Rodríguez Sosa et al Instrumentos de evaluación 1. Instrumentos que evalúan el reconocimiento facial Pictures of facial affect (FEDT) (Ekman, 1976) Face Emotion Discrimination Test (FEDT) (Kerr and Neale, 1993). Test diseñado por Baron-Cohen Face Emotion Identification Test (FEIT) (Kerr y Neale, 1993) 2. La cognición social Interpersonal perception task (IPT) creado por Archer y Constanzo en 1998 Mayer-Salovery-Caruso Emocional Intelligence Test (MSCEIT) (Mayer, Salovey y Caruso,2002) Geopte 3. La percepción social The Schema compression sequencing test-revised (SCRT-R) (Corrigan y Addis, 1995) Situational feature recognition test (SFRT) (Corrigan y Green, 1993) Videotape affect percepción test (Bellack, Blanchard y Mueser, 1996) 4. La teoría de la mente La historia de Sally y Anne (Wimmer y Perner, 1983) y la historia de Cigarettes (Happé,1994), la historia del Ice-Cream Van store (Baron-Cohen, 1989) y del Burglar Store (Happé y Frith, 1994) The Hinting Task (Corcoran, Mercer y Frith, 1995) Tabla 2 Estudios empíricos más significativos, metodología y resultados Corcoran et al, 199571 . Pruebas de insinuación, deducción de las intenciones utilizando el estilo indirecto. No se controla CI. Encuentran déficit en ToM en pacientes con síntomas negativos, trastornos del pensamiento o ideas delirantes de persecución Frith et al, 199672 . Viñetas de primer y segundo orden. Se controla CI y tratamiento con psicofármacos. Alteración más grave de ToM en pacientes con síntomas negativos o trastornos del pensamiento. Déficit en ToM: variable de estado Corcoran et al, 199773 . Viñetas humorísticas. Alteración mayor en pacientes con síntomas negativos o trastornos del pensamiento. Sin alteración en individuos asintomáticos Drury et al, 199826 . Pruebas de falsa creencia de segundo orden y prueba de metáforas para evaluar creencias de primer orden. Se controla el CI. Alteración en la ejecución de las pruebas en pacientes de mayor gravedad y con mayor intensidad sintomática. Variable de estado Pickup et al, 200174 . Tareas de falsa creencia de primer y segundo orden. Se controla el CI. Esquizofrénicos con delirios tienen alteración en ToM pero menor CI. Esquizofrénicos con alteraciones del comportamiento tienen mayor dificultad en la realización de las tareas de ToM, pero menos que en autismo Pollice et al75 , 2002. Tareas de falsa creencia de primer y segundo orden. Medición de función social mediante AD y DAS. Se controla CI. Las tareas de ToM pueden ser útiles para desarrollar programas para reducir el deterioro social ToM: teoría de la mente. que evalúen. A continuación, enumeramos los instrumentos de evaluación, así como algunos estudios empíricos que pretenden medir ToM (tablas 1 y 2). Programas de rehabilitación cognitiva Debido al aumento en la relevancia de la cognición social en el ámbito de la investigación, se han desarrollado programas de rehabilitación que se centran en la recuperación de estos aspectos cognitivos. Estos programas se pueden clasificar en dos tipos: a) el primero incluiría intervenciones focalizadas en mejorar el reconocimiento de emociones, como el Training of Affect Recognition, en el que los pacientes aprenden a identificar y diferenciar los principales signos faciales de las seis emociones básicas, y b) el segundo grupo correspondería a programas de intervención más complejos, como el Emotion Management Training. Entre los objetivos de este programa se encuentra la recuperación de los déficits en percepción de emociones y el pobre ajuste social del paciente, así como enseñar estrategias de afrontamiento eficaces. Por otra parte, el Integrated Psicological Therapy es un programa integral para la mejora tanto del funcionamiento cognitivo, como del funcionamiento social. Comprende cinco programas: diferenciación cognitiva, percepción social, comunicación verbal, habilidades sociales y resolución de problemas interpersonales. El último de los programas aparecidos en este ámbito es el Social Cognition and Interaction Training. Este programa también diferencia la intervención en dos fases: la primera, comprensión de emociones, y la segunda, estilo de cognición social. Por último, la integración tiene como objetivo la consolidación de las habilidades y su generalización a la vida diaria. Conclusiones Ya desde la década de 1990 se apuntaba la necesidad de elaborar un modelo cognitivo que aportara una teoría general sobre la esquizofrenia, que fuera consistente con la Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia diversidad de síntomas y que permitiera su evaluación en seres humanos con una serie de técnicas convergentes. En 2003 es cuando se acepta la cognición social como uno de los siete ámbitos cognitivos determinantes para mejorar la cognición en la esquizofrenia. Se entiende como cognición social, en suma, la «habilidad para percibir las emociones de los demás, inferir lo que están pensando, comprender e interpretar sus intenciones, y las normas que gobiernan las interacciones sociales», si bien todavía sigue siendo necesaria una definición precisa y operativa del término. La cognición social es un ámbito cognitivo a tener en cuenta en la esquizofrenia, con implicaciones importantes a nivel pronóstico y de tratamiento rehabilitador. Hay diversas controversias a la hora de considerar las alteraciones en la cognición social en la esquizofrenia. Está aún sujeto a discusión si se trata de un proceso de alteración en el neurodesarrollo (como se propone en el autismo) o un proceso neurodegenerativo. Por otro lado, si las alteraciones de la ToM observadas son rasgos dados en la enfermedad, aún presentes en remisión de los síntomas psicóticos, o se trata de un factor de estado, dependiente del curso de la enfermedad obtiene resultados contradictorios en los estudios revisados. Además, no se ha conseguido definir si la cognición social es un ámbito independiente de la cognición básica o está influida por ella. Estas controversias servirían de sustrato para futuras investigaciones. Hay áreas neuroanatómicas clave implicadas en los procesos cognitivos sociales: la CPFM, la amígdala y el LPI, como relevantes. El concepto hipotético previo de la existencia de un módulo específico encargado de la cognición social daría paso a otras perspectivas, en las que se involucran diversas áreas cerebrales para llevar a cabo el proceso de la información social. Además, se propone que las alteraciones en las distintas funciones de la cognición social y áreas cerebrales implicadas pueden tener importantes repercusiones no sólo en el funcionamiento social del individuo, sino también en el desarrollo de algunos de los síntomas psicóticos, como delirios, alteraciones conductuales y del lenguaje o experiencias anómalas presentes en la esquizofrenia. Asimismo, sería interesante dilucidar si hay diferencias desde el punto de vista neurocognitivo en relación con los diferentes subtipos de esquizofrenia. Dada la complejidad del campo de estudio, actualmente no hay instrumentos de evaluación debidamente validados que integren todos los aspectos, o al menos los más relevantes, para valorar la cognición social desde un punto de vista global en sus procesos básicos. Los modelos hipotéticos de la ToM son constructos teóricos pendientes de validación científica. De cara a la investigación, sería importante desarrollar herramientas validadas en este sentido. Las investigaciones futuras podrían encaminarse hacia el reconocimiento de la importancia de la cognición social como factor pronóstico en la esquizofrenia y la búsqueda de la relación existente entre aquélla, la neurocognición básica y el desarrollo psicosocial del paciente durante la evolución de la enfermedad. El criterio kraepeliniano, que consideraba el deterioro cognitivo como síntoma nuclear de la esquizofrenia, y la visión de Bleuler, en la que daba especial énfasis a las alteraciones en la esfera afectiva, se renuevan en los últimos años y se plantean interesantes aproximaciones a la etiología y conocimiento de la esquizofrenia. 35 Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés. Bibliografía 1. Green MF, Penn DL, Bentall R, Carpenter WT, Gaebel W, Gur RC, et al. Social Cognition in schizophrenia: an NIMH workshop on definitions, assessment, and research opportunities. Schizophr Bull. 2008;34:1211—20. 2. Wyer RS, Skrull TK.Handbook of social cognition. Basic Processes, 1. Hillsdale, NJ: Lawrence Earlbaum Associated Publishers; 1994. 3. Adolphs R. The neurobiology of social cognition. Curr Opin Neurobiol. 2001;11:231—9. 4. Brothers L. The neural basis of primate social communication. Motivation and Emotion. 1990;14:81—91. 5. Penn DL, Ritchie M, Francis J, Combs D, Martin J. Social percepction in schizophrenia:the role of context. Psychiatry y Research. 2002;109:149—59. 6. Nuechterlein KH, Dawson ME. Information processing and attentional functioning in the developmental course of schizophrenic disorders. Schizophrenia Bulletin. 1984;10: 160—203. 7. Ziv I, Leiser D, Levine J. Social cognition in schizophrenia: Cognitive and affective factors. Cogn Neuropsychiatry. 2010:1—21. 8. Fenigstein A. Paranoid thought and schematic processing. J Social Clinical Psychology. 1997;16:77—94. 9. Leonhard C, Corrigan PW. Social Perception in schizophrenia. En: Corrigan PW, Penn DL, editors. Social Cognition and schizophrenia. Washington, DC: American Psychological Association; 2001. p. 73—96. 10. Brekke JS, Kay D, Lee K, Green MF. Biosocial pathways to functional outcome in schizophrenia: a path analytic model. International Congress on schizophrenia Research, Colorado Springs; 2005. 11. Adolphs R. The neurobiology of social cognition. Current Opinion in Neurobiology. 2001;11:231—9. 12. Spaulding WD, Weiler M, Penn D. Symptomatology, neuropsychological impairment, social cognition, and performance in chronic schizophrenia. Reunión annual de la American Psychopathological Association; 1990. 13. Pinkham AE, Penn DL, Perkins DO, Lierbeman JA. Implications of a neuronal basis for social cognition for the study of schizophrenia. Am J Psychiatry. 2003;160:815—24. 14. Brothers L. The social brain: A Project for integrating primate behavior and neurophysiology in new domain. Concepts in Neuroscience. 1990;1:27—61. 15. Baron-Cohen S. The autistic child’s theory of mind: a case of specific developmental delay. J Child Psychol Psychiatry. 1989;30:285—97. 16. Frith CD. The Cognitive Neuropsychology of Schizophrenia. Hove: Lawrence Erlbaum Associates; 1992. 17. Fodor J. The modularity of mind. Cambrigde, MA: MIT Press; 1983. 18. Perner J. Understanding the representational Mind. Cambridge; 1991. 19. Hardy-Baylé MC. Organisation de l’action, phénomenes de conscience et representation mentale de láction chez des schizophrenes. Actualités psychiatriques. 1994;20:393—400. 20. Gallese P, Goldman A. Mirror neurons and the simulation theory of mind-reading. Trends in cognitive Sciencie. 1998;2:493—501. 21. Abu-akel A. Impaired theory of mind in schizophrenia. Pragmatics and cognition. 1999;7:247—82. 22. Frith CD. The cognitive Neuropsychology of schizophrenia. Hove. UK: Lawrence Erlbaum associates; 1992. 36 23. Walston F, Blennerhassett RC, Charlton BG. «Theory of mind» persecutory delusion and the somatic marker mechanism. Cognitive neuropsychatry. 2000;5:161—74. 24. Brüne M. Social cognition and psichopatology in an evolutionary perspectiva. Psychopatology. 2001;34:85—94. 25. Langdon R, Coltheart M, Ward PB, Catts SV. Mentalising, executive planning and disengagement in schizophrenia. Cognitive Neuropsychiatry. 2001;6:81—108. 26. Drury VM, Robinson EJ, Birchwood M. «Theory of mind» skills during an acute episode of pychosis and following recovery. Psychological Medicine. 1998;28:1101—12. 27. Brunet-Gouet J. Decety, Psychiatry Research. Neuroimaging. 2006;148:75—92. 28. Steele JD, Lawrie SM. Segregation of cognitive and emotional function in the prefrontal cortex: a stereotactic metaanalysis. NeuroImage. 2004;21:868—75. 29. Gallagher HL, Frith CD. Functional imaging of ‘theory of mind’. Trends in Cognitive Sciences. 2003;7:77—83. 30. Leslie AM. Pretending and believing: issues in the theory of mind TOM. Cognition. 1994;50:211—38. 31. Stone VE, Gerrans P. Does the normal brain have a theory of mind? Trends in Cognitive Sciences. 2006;10:3—4. 32. Hempel A, Hempel E, Schonknecht P, Stippich C, Schroder J. Impairment in basal limbic function in schizophrenia during affect recognition. Psychiatry Research. 2003;122:115—24. 33. Baron-Cohen S, Ring HA, Wheelwright S, Brammer MJ, Simmons A. Social intelligence in the normal and autistic brain: an fMRI study. Eur J Neuroscience. 1999;11:1891—8. 34. Fine C, Lumsden J, Blair RJ. Dissociation between ‘theory of mind’ and executive functions in a patient with early left amygdala damage. Brain. 2001;124:287—98. 35. Blair RJ, Cipolotti L. Impaired social response reversal. A case of ‘acquired sociopathy’. Brain. 2000;123(Pt 6):1122—41. 36. Adolphs R. Neural systems for recognizing emotion. Current Opinion Neurobiology. 2002;12:169—77. 37. Calder AJ, Lawrence AD, Young AW. Neuropsychology of fear and loathing. Nature Reviews Neuroscience. 2001;2:352—63. 38. Ochsner KN, Bunge SA, Gross JJ, Gabrieli JD. Rethinking feelings: an FMRI study of the cognitive regulation of emotion. J Cognitive Neuroscience. 2002;14:1215—29. 39. Ochsner KN, Ray RD, Cooper JC, Robertson ER, Chopra S, Gabrieli JDE, et al. For better or for worse: neural systems supporting the cognitive down- and up-regulation of negative emotion. NeuroImage. 2004;23:483—99. 40. Gallagher HL, Frith CD. Functional imaging of ‘theory of mind’. Trends in Cognitive Sciences. 2003;7:77—83. 41. Schneider F, Weiss U, Kessler C, Salloum JB, Posse S, Grodd W, et al. Differential amygdala activation in schizophrenia during sandez. Schizophrenia. Am J Psychiatry. 2002;159: 1992—9. 42. Gur RC, Schroeder L, Turner T, McGrath C, Chan RM, Turetsky BI, et al. Brain activation during facial emotion processing. Neuroimage. 2002;16(3 Pt 1):651—62. 43. Takahashi H, Koeda M, Oda K, Matsuda T, Matsushima E, Matsuura M, et al. An fMRI study of diferencial neural response to affective pictures in schizophrenia. Neuroimage. 2004;22:1247—54. 44. Paradiso S, Andreasen NC, Crespo-Facorro B, O’Leary DS, Watkins GL, Boles Ponto LL, et al. Emotions in umnedicated patients with schizophrenia during evaluation with positron emision tomography. Am J Psychiatry. 2003;160:1775—83. 45. Kosaka H, Omori M, Murata T, Iidaka T, Yamada H, Okada T, et al. Differential amygdala response during facial recognition in patients with schizophrenia: an fMRI study. Schizophrenia Research. 2002;57:87—95. 46. Taylor S, Liberzon I, Decker LR, Koeppe RA. A functional anatomic study of emotion in schizophrenia. Schizophrenia Research. 2002;58:159—72. J.T. Rodríguez Sosa et al 47. Hairi AR, Mattay VS, Tessitore A, Kolachana B, Fera F, Goldman D, et al. Serotonin transporter genetic variation and the response of the human amygdale. Science. 2002;297:400—3. 48. Salgado-Pineda P, Delaveau P, Blin O, Nicoullon A. Dopaminergic contribution to the regulation of emocional perception. Clin Neurophermacology. 2005;28:228—37. 49. Davis M, Myers KM. The role of glutamate and gammaaminobutyric acid in fear extinction: clinical implications for exposure therapy. Biological Psychiatry. 2002;52:998—1007. 50. Decety J, Jackson PL. The functional architecture of human empathy. Behavioral and Cognitive Neuroscience Reviews. 2004;3:71—100. 51. Adolphs R. Neural Systems for Recognizing Emotion. Current Opinion Neurobiological. 2002;12:1—9. 52. Landon R, Coltheart M, Ward PB, Catts SV. Mentalising, executive planning and disengagement in schizophrenia. Cognitive Neuropsychiatry. 2001;6:81—108. 53. Weiss EM, Kohler C, Brensinger C, Bilker W, Loughead J, Delazer M, et al. Diferencias de género en el reconocimiento de la emoción facial en personas con esquizofrenia crónica. European Psychiatry. 2007;14:335—42. 54. Green MF, Nuechterlein KH. Should schizophrenia be treated as a neurocognitive disorder). Schizophrenia Bulletin. 1999;25:309—18. 55. Addington J, Saeedi H, Addington D. Facial affect recognition: a mediator between cognitive and social functioning in psychosis? Schizophr Res. 2006;85:142—50. 56. Brekke JS, Kay DD, Kee KS, Green MF. Biosocial pathways to functional outcome in schizophrenia. Schizophr Res. 2005;80:213—25. 57. Sergi MJ, Rassovsky Y, Nuechterlein KH, Green MF. Social perception as a mediator of the influence of early visual processing on functional status in schizophrenia. Am J Psychiatry. 2006;163:448—54. 58. Vauth R, Rusch N, Wirtz M, Corrigan PW. Does social cognition influence the relation between neurocognitive deficits and vocational functioning in schizophrenia? Psychiatry Res. 2004;128:155—65. 59. Fiszdon JM, Richardson R, Greig T, Bell MD. A comparison of basic and social cognition between schizophrenia and schizoaffective disorder. Schizophr Res. 2007;91:117—21. 60. Bae SM, Lee SH, Park YM, Hyun MH, Yoon H. Predictive factors of social functioning in patients with schizophrenia: exploration for the best combination of variables using data mining. Psychiatry Investig. 2010;7:93—101. 61. Brekke JS, Hoe M, Long J, Green MF. How neurocognition and social cognition influence functional change during community-based psychosocial rehabilitation for individuals with schizophrenia. Schizophr Bull. 2007;33:1247—56. 62. Cornblatt BA, Keilp JG. Impaired attention, genetics, and the pathophysiology of schizophrenia. Schizoprenia Bulletin. 1994;20:31—46. 63. Calev A. Neuropsychology of schizophrenia and related disorders. En: Calev A, editor. Assesment of Neuropsychological Functions in Psychiatric Disorders. Washington (DC): American Psychiatric Press; 1999. p. 33—66. 64. Hemsley DR. A cognitive model for schizophrenia and its posible neural basis. Psychiatry Scandinavia. 1994;90 Suppl 384:80—6. 65. Frith CD. The positive and negative symptoms of schizophrenia reflect impairments in the perception and initiation of action. Psychol Med. 1987;17:631—48. 66. Shimizu T, Shimizu A, Yamashita K, Iwase M, Kajimoto O, Kawasaki T. Comparison of eye-movement patterns in schizophrenic and normal adults during examination of facial affect displays. Percept mot skills. 2000;91(3Pt 2):1045—56. 67. Schwartz BD, Evans WJ. Neurophysiologic mechanisms of attention deficits in schizophrenia. Neuropsychiatry Neuropsychol Behav Neurol. 1999;12:207—20. Teoría de la mente, reconocimiento facial y procesamiento emocional en la esquizofrenia 68. Adolphs R, Tranel D, Damasio H, Damasio A. Impaired recognition of emotion in facial expressions following bilateral damage to the human amygdala. Nature. 1994;372:669—72. 69. Lee TM, Liu HL, Chan CC, Fang SY, Gao JH. Neural activities associated with emotion recognition observed in men and woman. Mol Psychiatry. 2005;57:1011—9. 70. Corcoran R, Frith CD. Autobiographical memory and theory of mind:Evidence of a relationship in schizophrenia. Psychological Medicine. 2003;33:897—905. 71. Corcoran R, Mercer G, Frith CD. Schizophrenia, syntomatology and social inference: investigating «theory of mind» in people with schizophrenia. Schizophrenia Research. 1995;17:5—13. 37 72. Frith CD, Corcoran R. Exploring «theory of mind» in people with schizophrenia. Psychol Med. 1996;26:521—30. 73. Corcoran R, Cahill C, Frith CD. The appreciation of visual jokes in people with schizophrenia: a study of «mentalizing» ability. Schizophrenia Research. 1997;17:5—13. 74. Pickup GJ, Frith CD. Theory of mind impairements in schizophrenia: symptomatology, severity and specificity. Psychol Med. 2001;31:207—20. 75. Pollice R, Roncote R, Falloon IR, Mazza M, De Risio A, Necozione S, et al. Is theory of mind in schizophrenia strongly with clinical and social functioning than with neurocognitive deficit? Psychopatology. 2002;35:280—8. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):38—41 www.elsevier.es/saludmental REVISIÓN Oxitocina y autismo: una hipótesis para investigar. ¿La alteración de la producción de oxitocina endógena en torno al parto puede estar involucrada en la etiología del autismo? Ibone Olza Fernández a,∗ , Miguel Ángel Marín Gabriel b , Francisco López Sánchez c y Ana María Malalana Martínez b a Psiquiatra infantil, Servicio de Psiquiatría, Hospital Universitario Puerta de Hierro, Majadahonda, Madrid, España Neonatólogo, Servicio de Pediatría, Hospital Universitario Puerta de Hierro, Majadahonda, Madrid, España c Obstetra, Servicio de Obstetricia y Ginecología, Hospital Universitario Puerta de Hierro, Majadahonda, Madrid, España b Recibido el 2 de junio de 2010; aceptado el 27 de octubre de 2010 PALABRAS CLAVE Oxitocina; Autismo; Neurobiología; Apego; Vínculo KEYWORDS Oxytocin; Austism; Neurobiology; Attachment; Bonding ∗ Resumen La neurobiología del apego investiga la comprensión de los procesos conductuales y los mecanismos neurales afectados en el origen y el mantenimiento del apego entre el lactante y su madre, padre y hermanos. La oxitocina desempeña un papel central en la regulación de las conductas sociales, incluidas la conducta sexual, el apego materno infantil y la memoria social y el reconocimiento. Los valores máximos de oxitocina endógena en las horas siguientes al parto fisiológico en el cerebro del recién nacido se han relacionado con el período sensitivo y el inicio del vínculo materno filial. La manipulación del sistema oxitocinérgico en el período perinatal puede alterar de por vida las respuestas sociales y sexuales en los modelos animales. En el presente artículo se revisan los efectos de la oxitocina endógena y exógena en el período perinatal. Se plantea la hipótesis de que la alteración del sistema oxitocinérgico podría ser uno de los posibles múltiples factores perinatales involucrados en la etiopatogenia del autismo. La alteración del sistema oxitocinérgico se puede producir mediante la administración de oxitocina sintética intraparto o la cesárea programada sin trabajo de parto previo. Se apuntan líneas futuras de investigación en esta área. © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. Oxytocin and autism: a hypothesis to research. Can perinatal oxitocinergic manipulation facilitate autism? Abstract The study of the neurohormonal and behavioral processes and neural mechanisms involved in the development of attachment between the infant and the mother has received increased attention over the last years. Oxytocin has been shown to play a central role in the regulation of affiliate social behavior, including sexual behavior, mother infant bonding and Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (I. Olza Fernández). 1888-9891/$ – see front matter © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2010.10.004 Oxitocina y autismo: una hipótesis a investigar. 39 social memory and recognition. Following normal physiological vaginal birth highest levels plasmatic endogenous oxytocin are achieved, which has been related to the presence of a sensitive period which seems to facilitate bonding and initial mother and newborn attachment. Perinatal manipulation of peptidic hormones like oxytocin can have life long lasting effects on social and sexual behaviors in animal models. Disregulation of oxytocinergic system has been observed in individuals with autistic disorders. A review of the possible effects of oxytocinergic perinatal manipulation in human newborns is discussed in the present review article. The hypothesis of the possible effect of perinatal oxytocin manipulation on the ethiology of autism is discussed. © 2010 SEP y SEPB. Published by Elsevier España, S.L. All rights reserved. La neurobiología del apego investiga la comprensión de los procesos conductuales y los mecanismos neurales afectados en el origen y el mantenimiento del apego entre el lactante y su madre, padre y hermanos. La oxitocina (OT) es un péptido formado por nueve aminoácidos que se sintetiza en los núcleos paraventricular y supraóptico del hipotálamo y que se segrega a la sangre desde las terminaciones axonales de la hipófisis posterior. Tradicionalmente se conocían sus efectos en las contracciones uterinas y en la eyección de leche. Ahora sabemos que la OT y la vasopresina desempeñan un papel central en la regulación de las conductas sociales, incluidas la conducta sexual, el apego materno infantil y la memoria social y el reconocimiento1,2 . En los mamíferos la interacción madreinfante y otros aspectos del período posnatal pueden afectar profundamente a la conducta, y estos efectos pueden a su vez producir cambios persistentes en los sistemas neuroanatómicos y neuroendocrinos3 . La OT, la vasopresina y sus receptores parecen ser el sustrato de la transducción de experiencias tempranas en cambios conductuales a corto y largo plazo mediante mecanismos de epigenética en el período sensitivo temprano4 . El inicio de la lactancia, la eyección de leche y el inicio del vínculo dependen, entre otras cosas, de la secreción pulsátil de OT desde la hipófisis posterior5,6 , junto con la síntesis de OT por parte de las células mioepiteliales mediante un mecanismo local de retroalimentación positivo7 . En situaciones de estrés, como la pérdida de sangre abundante, el parto prolongado o la cesárea, la secreción pulsátil de OT se sustituye por una secreción continua que reduce la estimulación de las células mioepiteliales8,9 . La OT parece ser la hormona mediadora de la conducta maternal en los mamíferos. El aumento fisiológico de OT en el cerebro materno tras el parto produce en la madre una sensación de euforia, sueño más ligero y aumento del umbral del dolor, así como un incremento de la sensación de cariño hacia su hijo y disminución de la sensación de estrés mediante reducción, entre otros, de los valores de cortisol. Los niveles de esta hormona se encuentran más aumentados en las mujeres que mantienen a sus hijos en contacto piel con piel y, asimismo, presentan nuevas elevaciones de los valores de OT en relación con los períodos de amamantamiento10 . Por tanto, estos procesos (contacto piel con piel precoz y succión) pueden facilitar el apego de las madres por sus hijos por elevación de la OT, además de mejorar el tono uterino tras el parto y disminuir la posibilidad de hemorragia puerperal. La OT endógena se libera de forma pulsátil y creciente durante el parto fisiológico, y alcanza los valores máximos en cerebro materno en la hora que sigue al parto8 . Este fenómeno se ha asociado con la existencia de un período sensitivo temprano durante el cual se produce un escenario neurohormonal específico, tanto en el cerebro materno, como en el del recién nacido, destinado a facilitar el inicio del vínculo materno filial, con algunas características similares a la impronta observada en otras especies11,12 . En los nacimientos por cesárea programada sin trabajo de parto previo, no se produce este pico de OT endógena. En trabajos experimentales con mamíferos se ha observado que las hembras que dan a luz por cesárea programada pueden mostrarse indiferentes hacia la cría recién nacida, lo que se ha relacionado con la ausencia de OT endógena3 . Se ha especulado que las mujeres que no presentan este aumento de OT endógena podrían igualmente mostrarse indiferentes hacia el cuidado de los hijos o tener más dificultades en la interacción temprana con el lactante3 . Diversas manipulaciones en el período perinatal pueden alterar el escenario neurohormonal fisiológico, tanto de la madre, como del bebé, sin que sean bien conocidas las implicaciones de estas manipulaciones. La cesárea programada, el parto inducido con OT sintética o el parto detenido por antagonistas oxitocinérgicos, como el atosibán, alteran el equilibrio de OT y vasopresina en el recién nacido. Igualmente la separación madre-infante, la lactancia artificial o la ausencia de contacto piel con piel inmediato conllevan disrupción de la liberación endógena de OT, sin que se conozcan en profundidad los efectos a medio y largo plazo de estas manipulaciones en humanos3,13 . En otros mamíferos se han estudiado en profundidad los efectos de la manipulación peptídica perinatal en las crías, e incluyen cambios a largo plazo en la conducta social y sexual14 . Además se ha comprobado que los efectos son diferentes en las crías hembras de los varones13 . La OT sintética se utiliza en un elevado porcentaje de partos, especialmente en nulíparas15 . El uso de la OT sintética está tan extendido y generalizado que hay una tendencia a asumir que sus efectos son bien conocidos y benignos, e incluso se ha recomendado el uso en dosis mayores para evitar las cesáreas. Sin embargo, se considera que es la droga que con más frecuencia se asocia con efectos adversos prevenibles o evitables en el parto16 . El impacto de la OT exógena en la conducta y en la lactancia no se ha estudiado en profundidad3 . La OT exógena puede: aumentar o imitar la respuesta de estrés; interrumpir la secreción pulsátil de OT y la actividad subsiguiente de las células mioepiteliales necesaria para el inicio de la lactancia8,17 ; alterar las señales en el receptor de OT de 40 las células mioepiteliales y endoteliales18 ; estimular y luego vaciar las neuronas que segregan oxitocina19,20 ; alterar el equilibrio de OT y los cambios en la arquitectura neuronal en el período sensitivo del nacimiento, afectando a la adaptación maternal21,22 . En síntesis, la OT exógena puede alterar el inicio de la lactancia mediante: alteración de la secreción pulsátil de OT y de las oscilaciones de la concentración, desensibilización de los receptores y, de manera más especulativa, alterando la conducta infantil o maternal. La administración de OT intraparto produce una disminución de los valores de OT en el segundo día del parto y un aumento de la prolactina23 . A nivel de la conducta del lactante, asumir que la manipulación perinatal con OT no tiene efectos es algo por demostrar y los pocos estudios en animales señalan que esta afirmación probablemente sea inválida3 . Los experimentos con perritos de las praderas han mostrado que la manipulación del sistema oxitocinérgico en el período perinatal puede producir cambios de por vida en las conductas de apego y en las conductas sociales, incluidos el emparejamiento de los adultos y las conductas parentales, así como la reactividad del eje HPA, hallazgos que se han repetido en otros mamíferos14 . Se suele considerar que hay dos barreras que evitan el paso potencial de la OT al cerebro del bebé: la barrera materno-placentaria y la barrera hematoencefálica (BHE) del feto. Por una parte, la barrera placentaria tiene oxitocinasas que parecen efectivas en degradar la OT. Malek et al24 estudiaron la difusión madre-feto y feto-materna de OT y encontraron que el transporte es mayor en dirección madre feto, es decir, que la OT sintética administrada a la madre puede llegar a la circulación fetal. Por otra parte, durante tiempo se pensaba que la OT no podría pasar la BHE, pero se han encontrado importantes excepciones25 . La más importante es que, durante el parto, hay una situación de estrés para madre e hijo que puede producir un aumento de la liberación de citocinas, o lo que es lo mismo, producir un estrés oxidativo que ha demostrado que hace que la BHE sea más permeable de lo habitual. Además, la BHE del lactante no está tan desarrollada como la de los adultos y puede ser que sea más permeable para pequeñas moléculas lipídicas insolubles. En síntesis, es posible que durante el parto la OT sintética administrada a la madre pueda pasar las barreras y llegar al cerebro del bebé26 . A su vez, diversos estudios han demostrado que el exceso de OT circulante puede desensibilizar los receptores de OT por diversos mecanismos y, por tanto, disminuir los efectos beneficiosos derivados de su actuación. En el recién nacido humano, las conductas de apego más tempranas son las destinadas a mantener la proximidad de la madre e iniciar la lactancia materna (reflejos neonatales primitivos)27 , así como las conductas de interacción social con la madre (descritas por Brazelton, NBAS). Los recién nacidos sanos tienen la capacidad de reptar sobre el abdomen materno para encontrar por sí solos el pecho materno en las primeras dos horas de vida y establecer contacto visual directo con la madre, conductas que parecen estar mediadas por la OT junto con un aprendizaje olfatorio. El autismo es un trastorno generalizado del desarrollo que se caracteriza por tres síntomas centrales: alteración del lenguaje y de la capacidad de comunicación, alteración de la interacción social y conductas repetitivas e intere- I. Olza Fernández et al ses restringidos. El número de individuos diagnosticados de autismo se ha incrementado en los últimos años28 , y la distribución entre sexos es de cuatro varones por cada cinco afectados. En estudios poblacionales se ha observado que, por ejemplo, el aumento de la incidencia acumulada de autismo en la población danesa y californiana se inició entre 1988 y 1989 y ha seguido aumentando28 . Hay una importante controversia científica sobre el aumento del diagnóstico de trastornos del espectro autismo. El potencial de los posibles agentes exógenos tóxicos ambientales en la génesis del autismo está recibiendo gran atención. Se ha observado una posible relación entre alteraciones ambientales en el período perinatal y autismo, sin que esté clara la interpretación de esta asociación29—31 . Así la presentación de nalgas y la prematuridad, la cesárea y la edad materna se han asociado con un incremento del riesgo de trastornos del espectro autista (TEA). La asociación entre la presentación de nalgas y los TEA se cree que se debe a un factor etiológico común y no a una asociación causal30 . En el debate actual sobre la etiología y la patogénesis del autismo, se discuten dos aspectos importantes: el papel de la OT y la posible implicación de mecanismos epigenéticos. Algunos autores han planteado la hipótesis de que la manipulación de OT perinatal pueda desempeñar un papel en la génesis del autismo32 . La naturaleza de la desregulación epigenética es hasta la fecha desconocida, pero si se describe podría explicar por qué hasta ahora no se han podido identificar alteraciones secuenciales en un huésped con genes candidatos4,33 . La utilización de la OT sintética intraparto, junto con el uso de la anestesia epidural, se generalizó en la mayoría de los países en la década de 1990, sin que hasta la fecha se haya estudiado la posibilidad de que ambos factores combinados desempeñen algún papel en la génesis del autismo. El efecto de la OT sintética en experimentos animales es sexualmente dismórfico, y se desconoce si hay diferencias en el efecto según el sexo en humanos. Merece ser investigada la posibilidad de que la administración de OT intraparto en combinación con fármacos anestésicos pueda estar involucrada en la patogénesis de los trastornos del espectro autista, dado que cada vez es mayor la evidencia de que la OT desempeña un papel crucial en la interacción social de los humanos. Por otra parte, la posible utilidad de la OT en el tratamiento de los síntomas nucleares del autismo también ha comenzado a investigarse. Se está utilizando experimentalmente OT sintética intranasal como posible tratamiento sintomático en adultos con autismo con resultados prometedores34,35 . Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés. Bibliografía 1. Carter CS, Williams JR, Witt DM, Insel TR. Oxytocin and social bonding. Ann N Y Acad Sci. 1992;652:204—11. 2. Insel TR, Young LJ. The neurobiology of attachment. Nat Rev Neurosci. 2001;2:129—36. 3. Carter CS. Developmental consequences of oxytocin. Physiol Behav. 2003;79:383—97. Oxitocina y autismo: una hipótesis a investigar. 4. Gurrieri F, Neri G. Defective oxytocin function: a clue to understanding the cause of autism? BMC Med. 2009;7:63. 5. Nissen E, Lilja G, Widstrom AM, Uvnas-Moberg K. Elevation of oxytocin levels early post partum in women. Acta Obstet Gynecol Scand. 1995;74:530—3. 6. Winberg J. Mother and newborn baby: mutual regulation of physiology and behavior–a selective review. Dev Psychobiol. 2005;47:217—29. 7. Cassoni P, Marrocco T, Sapino A, Allia E, Bussolati G. Oxytocin synthesis within the normal and neoplastic breast: first evidence of a local peptide source. Int J Oncol. 2006;28:1263—8. 8. Russell JA, Douglas AJ, Ingram CD. Brain preparations for maternity–adaptive changes in behavioral and neuroendocrine systems during pregnancy and lactation. An overview Prog Brain Res. 2001;133:1—38. 9. Dewey KG. Maternal and fetal stress are associated with impaired lactogenesis in humans. J Nutr. 2001;131:3012S—5S. 10. Matthiesen AS, Ransjo-Arvidson AB, Nissen E, Uvnas-Moberg K. Postpartum maternal oxytocin release by newborns: effects of infant hand massage and sucking. Birth. 2001;28:13—9. 11. Klaus M, Kennell J. Parent to infant bonding: setting the record straight. J Pediatr. 1983;102:575—6. 12. Bystrova K, Ivanova V, Edhborg M, Matthiesen AS, RansjoArvidson AB, Mukhamedrakhimov R, et al. Early contact versus separation: effects on mother-infant interaction one year later. Birth. 2009;36:97—109. 13. Carter CS, Boone EM, Pournajafi-Nazarloo H, Bales KL. Consequences of early experiences and exposure to oxytocin and vasopressin are sexually dimorphic. Dev Neurosci. 2009;31:332—41. 14. Henry S, Richard-Yris MA, Tordjman S, Hausberger M. Neonatal handling affects durably bonding and social development. PLoS One. 2009;4:e5216. 15. Freeman RK, Nageotte M. A protocol for use of oxytocin. Am J Obstet Gynecol. 2007;197:445—6. 16. Clark SL, Simpson KR, Knox GE, Garite TJ. Oxytocin: new perspectives on an old drug. Am J Obstet Gynecol. 2009;200:35.e1—6. 17. Nissen E, Uvnas-Moberg K, Svensson K, Stock S, Widstrom AM, Winberg J. Different patterns of oxytocin, prolactin but not cortisol release during breastfeeding in women delivered by caesarean section or by the vaginal route. Early Hum Dev. 1996;45:103—18. 18. Reversi A, Cassoni P, Chini B. Oxytocin receptor signaling in myoepithelial and cancer cells. J Mammary Gland Biol Neoplasia. 2005;10:221—9. 19. Rossoni E, Feng J, Tirozzi B, Brown D, Leng G, Moos F. Emergent synchronous bursting of oxytocin neuronal network. PLoS Comput Biol. 2008;4:e1000123. 41 20. Febo M, Numan M, Ferris CF. Functional magnetic resonance imaging shows oxytocin activates brain regions associated with mother-pup bonding during suckling. J Neurosci. 2005;25:11637—44. 21. Jonas W, Nissen E, Ransjo-Arvidson AB, Matthiesen AS, UvnasMoberg K. Influence of oxytocin or epidural analgesia on personality profile in breastfeeding women: a comparative study. Arch Womens Ment Health. 2008;11:335—45. 22. Leng G, Meddle SL, Douglas AJ. Oxytocin and the maternal brain. Curr Opin Pharmacol. 2008;8:731—4. 23. Jonas K, Johansson LM, Nissen E, Ejdeback M, Ransjo-Arvidson AB, Uvnas-Moberg K. Effects of intrapartum oxytocin administration and epidural analgesia on the concentration of plasma oxytocin and prolactin, in response to suckling during the second day postpartum. Breastfeed Med. 2009;4:71—82. 24. Malek A, Blann E, Mattison DR. Human placental transport of oxytocin. J Matern Fetal Med. 1996;5:245—55. 25. Banks WA, Kastin AJ. Bidirectional passage of peptides across the blood-brain barrier. Prog Brain Res. 1992;91:139—48. 26. Wahl RU. Could oxytocin administration during labor contribute to autism and related behavioral disorders? − A look at the literature. Med Hypotheses. 2004;63:456—60. 27. Colson SD, Meek JH, Hawdon JM. Optimal positions for the release of primitive neonatal reflexes stimulating breastfeeding. Early Hum Dev. 2008;84:441—9. 28. McDonald ME, Paul JF. Timing of increased autistic disorder cumulative incidence. Environ Sci Technol. 2010;44:2112—8. 29. Glasson EJ, Bower C, Petterson B, De Klerk N, Chaney G, Hallmayer JF. Perinatal factors and the development of autism: a population study. Arch Gen Psychiatry. 2004;61:618—27. 30. Bilder D, Pinborough-Zimmerman J, Miller J, McMahon W. Prenatal, perinatal, and neonatal factors associated with autism spectrum disorders. Pediatrics. 2009;123:1293—300. 31. Kolevzon A, Gross R, Reichenberg A. Prenatal and perinatal risk factors for autism: a review and integration of findings. Arch Pediatr Adolesc Med. 2007;161:326—33. 32. Ebstein RP, Israel S, Lerer E, Uzefovsky F, Shalev I, Gritsenko I, et al. Arginine vasopressin and oxytocin modulate human social behavior. Ann N Y Acad Sci. 2009;1167:87—102. 33. Gregory SG, Connelly JJ, Towers AJ, Johnson J, Biscocho D, Markunas CA, et al. Genomic and epigenetic evidence for oxytocin receptor deficiency in autism. BMC Med. 2009;7:62. 34. Bartz JA, Hollander E. Oxytocin and experimental therapeutics in autism spectrum disorders. Prog Brain Res. 2008;170:451—62. 35. Guastella AJ, Einfeld SL, Gray KM, Rinehart NJ, Tonge BJ, Lambert TJ, et al. Intranasal Oxytocin Improves Emotion Recognition for Youth with Autism Spectrum Disorders. Biol Psychiatry. 2010;67:692—4. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):42—52 www.elsevier.es/saludmental REVISIÓN Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo Francisco Javier Sanz-Fuentenebro a,∗ , Ignacio Vidal Navarro b , Daniel Ballesteros Sanz a y Ernesto Verdura Vizcaíno a a b Servicio de Psiquiatría, Hospital 12 de Octubre, Madrid, España Servicio de Psiquiatría, Hospital de Getafe, Madrid, España Recibido el 23 de septiembre de 2010; aceptado el 13 de diciembre de 2010 PALABRAS CLAVE Tratamiento electroconvulsivo; Psicofármacos ∗ Resumen Introducción: La aplicación simultánea de tratamiento electroconvulsivo (TEC) y psicofármacos se sustenta en datos escasos. A pesar de ello, y de la actitud restrictiva de las guías y consensos, es de un uso generalizado en la práctica clínica. Método: Se revisan los resultados de búsqueda sobre el tema en MEDLINE, PsychINFO, EMBASE y Cochrane, así como las principales guías sobre el tema y se analizan por grupos farmacológicos. Resultados: Salvo cierta reserva respecto a los inhibidores de la monoamino oxidasa clásicos, los antidepresivos resultan seguros y eficaces potenciadores del TEC. Resulta deseable la retirada de las benzodiacepinas siempre que sea clínicamente viable antes del curso de TEC, por riesgo de interferencia en la estimulación; si no es posible, habrá que emplear la técnica apropiada que asegure estímulos eficaces. Es recomendable interrumpir o reducir la dosis de litio previo al TEC a partir de un análisis coste-beneficio del riesgo de recaída; en caso de mantenerse, se ajustarán valores menores y técnica minimizadora de efectos cognitivos. La combinación con antipsicóticos «clásicos» y «atípicos» potencia los efectos clínicos positivos y el riesgo de uso combinado es bajo. Los datos más positivos se recogen con clozapina y TEC en psicosis resistente, con escasa presencia de efectos derivados del descenso del umbral de convulsión por clozapina, e importante efecto de potenciación, aunque de duración limitada. Conclusiones: Aunque es preciso individualizar rigurosamente las situaciones en función de fármacos, paciente y técnica de TEC, y necesario desarrollar ensayos metodológicamente cuidados que ofrezcan datos firmes, el uso conjunto de TEC y psicofármacos presenta en general un nivel de riesgo asumible y datos de eficacia por potenciación esperanzadores. © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (F.J. Sanz-Fuentenebro). 1888-9891/$ – see front matter © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2010.12.001 Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo KEYWORDS Electroconvulsive therapy; Psychotropic drugs 43 Effectiveness and risks of combining antipsychotic drugs with electroconvulsive treatment Abstract Introduction: The simultaneous application of electroconvulsive therapy (ECT) and psychotropic drugs is based on sparse data. Despite this, and the restrictive approach of the Guidelines and Consensus is widespread in the usual care, it is widely practiced in routine clinical. Method: We reviewed the results of search on the topic in MEDLINE, PsychINFO, EMBASE and Cochrane, and the main guidelines on the subject and analyzed for drug groups. Results: Except some reservation with regard to classical MAOIs, antidepressants are safe and effective enhancers of the TEC. It is desirable to discontinuation of BZD whenever clinically possible before the course of ECT for risk of interference, if not possible will have to use proper technique to ensure effective incentives. It is advisable to stop or reduce the dose of lithium prior to ECT based on a cost-benefit analysis of the risk of relapse, if maintained will be adjusted lower levels and cognitive effects minimizing techniques. The combination with ‘‘classic’’ and ‘‘atypical’’ antipsychotics power positive clinical effects and the risk of combined use is low. The positive data are collected with clozapine and ECT-resistant psychosis, with little presence of effects of the decrease of seizure threshold by clozapine, and important effect of empowerment, but of limited duration. Conclusions: Although it is strictly necessary to identify situations in terms of drugs, patient and ECT technique, and care necessary to develop tests that provide methodologically sound data, the combined use of ECT and psychotropic drugs in general presents an acceptable risk level and efficacy data by encouraging empowerment. © 2010 SEP y SEPB. Published by Elsevier España, S.L. All rights reserved. Introducción Resultados En un contexto como el actual, en que el interés por el tratamiento electroconvulsivo (TEC) parece renovarse, resulta llamativo que fuera de los circuitos más específicamente dedicados al tema se aborde tan poco una situación frecuente en la clínica: el empleo simultáneo o próximo en el tiempo de TEC y psicofármacos. Los criterios publicados por las sociedades científicas, basados esencialmente en consensos de expertos, series de casos, y sólo excepcionalmente en ensayos controlados1 , suelen ser conservadores. Sin embargo, la experiencia de los clínicos interesados apunta más en la línea de las escasas y generalmente poco actualizadas revisiones del tema: hay un riesgo bajo e incluso frecuente potenciación con el empleo simultáneo de ambos recursos, tanto en situaciones urgentes por inevitable solapamiento, como en tratamiento agudo de casos resistentes a monoterapia o durante el TEC de mantenimiento. Nos proponemos una revisión actualizada —–incluidos los escasos datos disponibles sobre las últimas generaciones de antidepresivos y antipsicóticos—–, de un tema que consideramos de utilidad en la actividad clínica habitual. Antidepresivos Metodología Se han revisado de modo exhaustivo los resultados de búsqueda sobre el tema en MEDLINE, PsychINFO, EMBASE y Cochrane así como las principales guías sobre el tema1—5 . La actitud respecto a la combinación de TEC y antidepresivos es un buen ejemplo de esa quizá excesiva cautela a la que aludíamos. Numerosos autores presentan datos de riesgo bajo y posible potenciación del efecto antidepresivo con la suma de tratamientos, que estaría justificada, al menos en situaciones de resistencia y en solapamiento al final de una tanda de TEC6 . Welch7 mantiene que resulta adecuado tanto el descenso paulatino de dosis de antidepresivo, como la combinación buscando potenciación, y sólo habría que evitar la supresión brusca del fármaco. Sin embargo, encontramos que, en general, sigue primando el criterio contrario al uso conjunto de ambos tratamientos, tanto en prudentes revisiones como la de Pritchett et al8 de 1993 y Klapheke9 en 1997, como en referentes básicos como el propio Abrams en su texto de 200210 . Respecto a las guías y consensos, el Consenso Español sobre TEC de 1999 recomienda no suspender tratamientos con tricíclicos o inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) ya instaurados, e individualizar la decisión en el caso de los inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO) clásicos5 . La guía NICE de abril 20032 recoge que la combinación de TEC con farmacoterapia no demostró ser superior al TEC solo, aunque la duración de los ensayos utilizados fue insuficiente. Comparado con el placebo, la continuación con tricíclicos y/o litio reduce la tasa de recaídas en personas que habían respondido al TEC. 44 La Guía de 2005 del Royal College británico1 concluye que la falta de grandes ensayos o medidas de resultado comunes entre los estudios limita la interpretación de la disposición pruebas. Los datos disponibles indican que la respuesta terapéutica al TEC puede ser ampliada por los antidepresivos, el litio y pindolol sin grandes riesgos para los pacientes, y que hay una clara necesidad de ensayos clínicos aleatorizados sobre intervenciones farmacológicas administradas durante un ciclo de TEC. Al revisar el tema por grupos farmacológicos, la bibliografía de la década de 1960 sobre tricíclicos suele ser metodológicamente discutible. Por lo general se trata de casos aislados con datos contradictorios sobre el probable beneficio del uso conjunto, que refieren escasas interacciones problemáticas11 . De esos primeros trabajos, cabe destacar el de Seager y Bird12 en 1962 que, en un trabajo aleatorizado, doble ciego, con una muestra de 43 pacientes, no encuentran respuesta diferente en la fase aguda con la suma de imipramina y TEC frente a TEC más placebo. Ya en 1989, Nelson y Benjamín13 comparan TEC sólo frente a TEC con dosis bajas o altas de tricíclicos y encuentran una mejoría mayor y un número menor de sesiones precisas en los casos de tratamiento combinado, además de observar escasos efectos secundarios. Sin embargo, más recientemente Mayur et al14 no encontraron diferencias significativas en términos de velocidad de respuesta al TEC en pacientes con o sin discontinuación de antidepresivos tricíclicos, aunque el grupo tratado con antidepresivos tuvieron mayores efectos secundarios anticolinérgicos. Respecto a las posibles interacciones de los tricíclicos y los tetracíclicos con la situación anestésica, hemos encontrado un goteo de casos que refieren variadas alteraciones del ritmo cardíaco —–aunque hay que recordar el empleo frecuente de medicación concomitante y edad avanzada de los pacientes—–, así como posibles alteraciones debidas al cese brusco del psicofármaco, etc.15 . Por el contrario, Glassman16 describe en 1987 cierto efecto antiarrítmico protector durante el TEC tras el uso mantenido de ADTicíclicos. Globalmente, los posibles riesgos cardiovasculares de anestesiar a pacientes en tratamiento con tricíclicos son considerados por Selvin17 en 1987 como bajos cuando se trata de tratamientos crónicos, y como moderados cuando los antidepresivos se instauraron en el mes previo al TEC, en concreto respecto a aparición de arritmias. La posible prolongación del tiempo de convulsión por el uso simultáneo de TEC y antidepresivos es otro tema particularmente polémico. No se describe con tricíclicos, a pesar del conocido efecto de disminución del umbral que tienen en general. Con trazodona es una interacción que se encuentra a menudo, aunque en casos con medicación concomitante confusa o compleja18—20 . También se ha referido este efecto con bupropión21,22 . Respecto a los IMAO clásicos, ha existido un consenso generalizado de no uso junto al TEC por los riesgos de interacción con la anestesia10 , y tradicionalmente se han descrito casos de hipertensión e hipotensión, fiebre, hiperreflexia, convulsiones y hepatotoxicidad. Sin embargo, El-Ganzouri et al23 en 1985 con un estudio prospectivo amplio de anestesia con IMAO es menos pesimista, de hecho encuentra que, salvo un cierto aumento de presión arterial y frecuencia cardíaca, no hay serios problemas, y concluye que no es imprescindible F.J. Sanz-Fuentenebro et al suspenderlos. A considerar que se trata de pacientes en tratamiento crónico con IMAO, y en tratamiento recientes la respuesta podría diferir. Tampoco Monaco y Delaplaine24 en 1964 encuentran complicaciones en un ensayo doble ciego con 26 pacientes en tratamiento con 10 mg de tranilcipromina, y las revisiones de Freese25 en 1985, Welch7 en 1995 y Remick et al26 en 1987 apoyan también esta opinión de riesgo bajo. La American Psychological Association (APA)4 , aunque mantiene a los IMAO en el apartado de «medicaciones que suelen reducirse o suprimirse», considera la combinación segura observando ciertas precauciones. No obstante, globalmente se sigue propugnando prudencia9,15 . Desde luego muy pocos datos apoyan la aislada opinión de Muller y Nardil27 en 1961 respecto a que la suma de IMAO con TEC pueda resultar en una potenciación de eficacia tal, que permita asumir el riesgo de la anestesia. No obstante, en situaciones de necesidad es posible saltarse las dos rigurosas semanas de lavado con ciertas precauciones9 . Pero va a ser con los ISRS donde la polémica resulta más enconada. Los primeros datos sobre convulsiones prolongadas con ISRS se refieren lógicamente a fluoxetina. En 1991 se habían descrito 3 casos15 , ninguno de ellos grave, y pocos proporcionalmente, dado el uso masivo de este fármaco, pero que provocan numerosas réplicas y trabajos prospectivos buscando aclarar la seguridad del empleo combinado. En conjunto, los trabajos que confirman algún nivel de riesgo con la combinación ISRS y TEC resultan minoritarios. Con fluoxetina tan sólo en situaciones de mantenimiento con TEC, se propugna evitar la suma, aunque más por el posible riesgo de interacción con los niveles de anestésicos que por acción en los parámetros de la convulsión32 . Respecto a paroxetina, Curran33 en 1995 comunica un ensayo que compara a 7 pacientes que reciben paroxetina entre 20 y 50 mg más TEC bilateral, con 7 controles en tratamiento con tricíclicos y TEC. Las convulsiones del primer grupo duraron una media de 38,4 segundos, frente a los 23,4 segundos del segundo grupo. No refieren otros efectos de interés. Folkerts34 en 1995 comunica un caso de convulsiones espontáneas al inducir anestesia con metohexital antes del estímulo, en una paciente en tratamiento con 40 mg de paroxetina y, aunque no encuentra datos para asociarlo y existen precedentes de crisis espontáneas con metohexital, propone prudencia en general con la asociación de ISRS y TEC. En 1996, la revisión de Serfaty et al35 presenta que los ISRS (en concreto estudia 30 casos con fluoxetina, 12 paroxetina, 1 sertralina) prolongan claramente las convulsiones (dentro de límites normales), en comparación con otros psicofármacos aplicados a su muestra. Los resultados que descartan riesgo en la suma de TEC e ISRS son numerosos. Así, Kellner y Bruno28 comunican en 1989 dos casos de pacientes que presentan valores plasmáticos de fluoxetina en rango terapéutico, y no presentan efectos adversos al recibir TEC. También Harsch y Haddox29 en 1990 refieren un caso sin modificación de los parámetros de la convulsión. Gutierrez-Esteinor y Pope30 en 1989 publican un sólido trabajo en el que 12 pacientes reciben TEC y fluoxetina a dosis entre 20 y 140 mg, y 25 controles sólo el TEC, sin encontrar en los tiempos de convulsión diferencias significativas. Describe de hecho cierta tendencia a menores Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo tiempos de convulsión en el grupo de altas dosis de fluoxetina. Zis31 en 1992 también publica un estudio prospectivo de 7 pacientes con depresión que reciben placebo o fluoxetina antes del tercer o cuarto TEC, sin diferencias en la duración de las convulsiones. En un trabajo metodológicamente complejo de 1996, Lauritzen et al36 comparan respuesta precoz y recaídas en 87 pacientes con depresión tras TEC con 30 mg de paroxetina, 150 de imipramina o placebo. La respuesta precoz es mejor con imipramina, pero las recaídas son mucho menores si el mantenimiento es con paroxetina. No se presentaron efectos problemáticos en ningún caso. En conjunto, podemos resumir que, aunque hay datos que orientan a cierta prolongación del tiempo de convulsión con la suma de TEC e ISRS, se describen incrementos no problemáticos, por lo que, en general, se propugna mantener los ISRS durante el TEC si son clínicamente precisos por el bajo riesgo clínico existente7 . Hay que considerar además el posible empeoramiento depresivo al suprimir de forma precipitada los antidepresivos previamente al TEC37 . Finalmente, y respecto a los últimos en nuestro mercado, Farah38 comunica en 1997 combinación de TEC con mirtazapina. Aunque se trata de únicamente dos casos, tan sólo un total de 7 tratamientos y uno de los pacientes está seriamente polimedicado, el resultado fue satisfactorio, sin complicaciones atribuibles a la interacción. Con escitalopram, Masdrakis39 en 2008 comunica tres casos a dosis de 20 mg sin complicaciones. Los datos sobre venlafaxina son interesantes. Por un lado, respecto a los riesgos de la suma, se recogen datos consistentes de alteraciones cardíacas en pacientes con dosis variables de venlafaxina, especialmente en rango elevado40—44 . Sin embargo Farah y Colenda40 en 1995 refieren la aplicación de la combinación en dos casos de depresión resistente a tricíclicos, fluoxetina y litio, dos ancianos de 67 y 72 años. La respuesta clínica fue parcial, pero la tolerancia fue excelente. Bernardo et al41 no encontraron diferencias en cuanto al número de sesiones de TEC, la duración de la convulsión media y el aumento promedio de la presión arterial después del TEC, en estudio con venlafaxina comparada con imipramina y clorimipramina, y concluyeron que es seguro el uso concomitante de venlafaxina con el TEC. Sobre eficacia con la potenciación, en un muy interesante, reciente y bien estructurado trabajo, Sackeim et al45 en 2009 encontraron que la combinación de TEC más nortriptilina es más eficaz que la combinación con placebo. El trabajo recoge un efecto similar con la combinación de venlafaxina y TEC, aunque de una magnitud algo inferior que con nortriptilina. No encontró un aumento importante de efectos adversos, aunque para venlafaxina se describe un posible empeoramiento de la amnesia retrógrada, que sin embargo mejora con nortriptilina. Finalmente, respecto a TEC con bupropión, Conway y Nelson22 en 2001 comunican un caso de convulsiones prolongadas, si bien se trataba de un paciente medicado además con litio y venlafaxina. En conjunto, salvo con los IMAO clásicos, de uso escaso en nuestro medio, y que resultan mayoritariamente cuestionados, la respuesta al TEC puede potenciarse con los antidepresivos, especialmente con tricíclicos. Respecto a interacción en técnica o efectos secundarios aumentados, se encuentra un bajo nivel de riesgo cardiovascular y cognitivo 45 al usar tricíclicos, y escaso de prolongación de convulsiones con ISRS. También venlafaxina (a dosis no elevadas) y mirtazapina parecen resultar eficaces y razonablemente potenciadores seguros. Como siempre, la decisión de combinar TEC con antidepresivos, y el momento de iniciarlo, deberá individualizarse en función de la clínica y situación médica del paciente, e incluso de la capacidad técnica del medio en que se administra. Benzodiacepinas Las benzodiacepinas tienen un efecto anticonvulsivante, por lo que tradicionalmente se ha planteado que pueden interferir en la duración de las convulsiones provocadas por el TEC, e incluso en la eficacia misma de la técnica15 . En esta línea, el Consenso Español sobre TEC de 1999 recomienda evitar su uso durante el TEC, salvo si se toman de forma crónica5 . Los criterios de la APA indican que sólo deberían emplearse conjuntamente si resulta imprescindible3,4 , en cuyo caso se indica que son preferibles como ansiolíticos las de vida media corta sin metabolitos tipo loracepam46 , y como hipnóticos los ultracortos en la línea del triazolam47 . Las recomendaciones de la APA 2001 indican una disminución o interrupción de benzodiacepinas siempre que sea clínicamente posible, antes del curso de TEC4 . La mayor parte de los estudios que hemos revisado apoyan esta práctica. Así, Stromgren48 compara a 23 pacientes que reciben benzodiacepinas como hipnóticos o como ansiolíticos con 20 controles, empleando TEC unilateral, y encuentra en aquellos una clara diferencia con menor duración de las convulsiones, mayor número de sesiones necesarias para obtener mejoría y más sesiones ineficaces, recomendando que se evite el uso conjunto. Los resultados de D’Elia et al49 en 1983, y Ottosson50 o Standish-Barry et al51 en 1985 son muy parecidos. Pettinati et al52 en 1990 comparan a 34 pacientes en tratamiento con benzodiacepinas más TEC y 14 controles sin fármacos. Se observa una clara relación de convulsiones ineficaces y menor mejoría depresiva con el uso de benzodiacepinas en los casos en que se aplicó TEC unilateral, aunque no cuando se utilizaba localización bilateral. El trabajo ha tenido una repercusión notable a pesar de ciertas limitaciones metodológicas, como el escaso número de TEC bilaterales o la no determinación del umbral11 . Klapheke9 en 1997 concluye que las benzodiacepinas elevan el umbral, disminuyen la duración de las convulsiones y la eficacia del TEC unilateral, aunque indica que hay que ser conservadores al suprimirlas, empleando quizá como alternativas neurolépticos sedantes si es preciso. El único caso que hemos encontrado en el que se indique un efecto clínico potenciado del TEC con las benzodiacepinas es el de Petrides et al53 de 1997, pero se refiere a 5 casos de catatonía tratada con TEC y loracepam, no a cuadros afectivos como la mayor parte de los trabajos. A pesar de todo lo referido, el uso combinado sigue siendo práctica común en la clínica diaria, pues resulta arriesgado suspender de forma brusca las benzodiacepinas por el riesgo de rebotes ansiosos e incluso abstinencia, y es problemático posponer el TEC hasta al menos descender dosis de ellas11 . En esta situación, ante el riesgo de que las benzodiacepinas 46 supongan menor eficacia del TEC, se plantea que es preferible suprimirlas, y si no es posible se recomienda emplear estimulación bilateral y cargas claramente supraumbral46 . En conjunto, parece preferible una disminución o cese de benzodiacepinas, siempre que sea clínicamente posible antes del curso de TEC. Si no es posible habrá que ajustar la técnica para asegurar convulsiones eficaces minimizando efectos secundarios. F.J. Sanz-Fuentenebro et al recurrente, la discontinuación de litio puede ser desaconsejable, así que la decisión de continuar con el litio debe hacerse caso a caso, valorando los riesgos de neurotoxicidad contra los riesgos de recaída afectiva si la medicación se suspende. En caso de necesidad, podría aplicarse suspendiendo las últimas tomas para disminuir niveles, y empleando técnica de TEC que minimice el riesgo de efectos cognitivos63 . Anticomiciales Litio La bibliografía en torno al uso de litio durante el TEC sigue siendo contradictoria. La mayor parte de los casos de interacción comunicados alude a situaciones de delirio o al riesgo de prolongación del efecto de los bloqueadores neuromusculares durante la anestesia. Se recogen desde informes de neurotoxicidad franca, como los asociados a una prolongada actividad convulsiva54 , a autores que han documentado la seguridad y los efectos beneficiosos de continuar el litio durante el TEC55—57 . En 1980 Small et al58 presentan 25 casos de TEC simultáneo al empleo de litio, frente a 25 TEC controles. Con la suma de tratamientos encuentra peores medidas de memoria, más confusión y alteraciones neurológicas atípicas. En 1990 vuelve a revisar el tema y a concluir que hay que evitarlo en lo posible, aunque en situaciones de emergencia puede aplicarse con un seguimiento riguroso de efectos59 . En 1990 Penney et al60 estudian 27 casos de uso concomitante de litio y TEC, 49 casos que lo suspenden 24 horas antes del TEC o que lo reinician 48 horas tras las sesiones, y 100 TEC sin litio. Tan sólo encuentran mayor confusión, sin otros riesgos mayores, y proponen precaución, aunque no lo consideran completamente contraindicado. Sin embargo, más recientemente, Dolenc y Rasmussen61 en 2005 describen a 12 pacientes en los que la combinación de litio y TEC fue segura. El mecanismo de la interacción no está claro. Se propone que el riesgo de delirio se debe al paso masivo de litio al espacio intracelular por la apertura de los canales de sodio por la convulsión62 . Asimismo, se han implicado mecanismos colinérgicos, descenso del umbral con aumento de las convulsiones, y especialmente aumento de la permeabilidad de la BHE al paso de litio, aunque los trabajos muestran que los valores intracerebrales no aumentan realmente, ni los plasmáticos descienden14 . En conjunto, a pesar de que revisiones optimistas, como la de Rudofer et al63 en 1987, que analiza especialmente las interacciones farmacocinéticas del litio con el TEC, sólo encuentran casos puntuales de potenciación de anestesia y bloqueadores neuromusculares, la Conferencia de Consenso sobre TEC de 198571 recomienda también que se evite, al igual que Abrams en su texto de 2002, aunque admite que no hay pruebas firmes que contraindiquen esta combinación10 . En conjunto, podemos destacar que el Consenso Español sobre TEC de 1999 no considera contraindicado su uso concomitante con TEC, con ciertas precauciones respecto al estímulo y el seguimiento de la función cognitiva5 . La APA en 20014 advierte del riesgo de delirio con la combinación e indica interrumpir o reducir la dosis de litio previo al TEC basado en análisis coste-beneficio del riesgo de recaída afectiva. Para los pacientes con un trastorno afectivo grave y Por definición los anticomiciales disminuyen el inicio, la proliferación y la duración de las crisis epilépticas7 . Se ha establecido cierto consenso sobre la interferencia de los anticomiciales en la duración de las convulsiones del TEC64 , o el aumento de efectos cognitivos, que en su conjunto afectan a la respuesta clínica65 . Algunos autores (entre ellos la propia APA en 2001)4 propugnan disminuir dosis; otros sólo si se observa que hay interferencia para obtener convulsiones suficientes7 . Para mantener adecuadas convulsiones, además de ajustar dosis de anticomicial, se puede aumentar la energía administrada10 o disminuir el umbral de convulsión con hiperventilación66 . Sin embargo, hay controversia al respecto. La APA en 20014 plantea que la «convulsión adecuada» no está bien definida, y recomienda evitar los efectos negativos de los anticonvulsivantes en el umbral (siempre que éstos estén pautados con una indicación psiquiátrica, por ejemplo, como estabilizadores de ánimo) y Abrams10 alerta de un aumento del riesgo de estado epiléptico tras una abrupta discontinuación de antiepilépticos. Sin embargo, no disponemos de datos obtenidos de ensayos prospectivos, tan sólo revisiones de series de casos. Así, ya desde 1997, con Zárate et al67 , en su modesta serie de TEC aplicado junto con valproico y con carbamacepina, se acepta que, en caso de necesidad, la combinación no resulta especialmente tóxica ni interfiere significativamente en la técnica, salvo la conocida prolongación del efecto de succinilcolina con carbamacepina64 . También la revisión de Sienaert y Peuskens68 de 2007 sobre carbamacepina, gabapentina, lamotrigina, topiramato y valproico descarta riesgos con la combinación, aunque tampoco se encuentra potenciación, esperanza que aún se mantiene abierta recientemente69 . No disponemos de datos claramente diferenciados con distintas sustancias, a señalar lamotrigina, con dos series que indican buena tolerancia clínica y baja interferencia en la técnica65,70 . Así, en conjunto, encontramos que los anticomiciales no parecen interferir significativamente en la técnica, ni provocar efectos secundarios importantes, aunque tampoco se demuestra que haya potenciación de efecto. Antipsicóticos La aplicación de TEC en esquizofrenia sigue siendo un tema discutido. Se asume una eficacia global baja, aunque autores significativos72,73 cuestionan esta impresión por basarse en trabajos antiguos, con muestras heterogéneas de pacientes deteriorados. En general se acepta que los plazos de respuesta son cortos, pero el efecto, efímero74 . En los últimos años se retoma el TEC como opción en pacientes con Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo síntomas graves o refractarios, e incluso en primeros episodios psicóticos con resultados prometedores75,76 . Los criterios de la APA en 20014 indican el TEC en esquizofrenia, si hay catatonía, clínica afectiva, antecedente de buena respuesta y cuando los síntomas psicóticos tienen un comienzo abrupto y/o reciente en el episodio presente. Conclusiones similares se encuentran en una revisión Cochrane de 200577 . Las restrictivas guías NICE no consideran el TEC como opción en el manejo de la esquizofrenia2 ; no obstante, la Guía del Royal College de 20041 lo acepta como posibilidad en esquizofrenia resistente, y como primera línea en catatonía. A diferencia de los demás grupos de psicofármacos revisados, con los antipsicóticos encontramos un generalizado consenso de que el riesgo de uso combinado con el TEC es bajo, e incluso la combinación potencia los efectos clínicos positivos7 ; revisaremos ambos aspectos sobre antipsicóticos «clásicos» y los denominados «atípicos» (mantenemos una diferenciación ya insostenible78—80 para clarificar la revisión). Respecto a posibles riesgos de la combinación con antipsicóticos clásicos, la precaución más general deriva del efecto de descenso del umbral de convulsión. Nobler y Sackeim46 en 1993 plantean la necesidad de disminuir las dosis de antipsicóticos durante el TEC para prevenir posibles convulsiones prolongadas, pues parece ser un riesgo que aumenta con dosis altas. El riesgo parece mayor con fenotiacinas y reserpina7 , aunque se trata de estudios antiguos y contradictorios. Aunque se recogen algunos datos sobre aumento de mortalidad y morbilidad con la mezcla de clorpromacina y TEC, Janakiramaiah et al81 en 1982 comparan TEC y clorpromacina a varias dosis o CPZ sola en 60 pacientes, y encuentran mayor eficacia con dosis suficientes de CPS sola, salvo en rapidez de respuesta, pero sin datos sobre riesgo. En su revisión de 1973 sobre fenotiacinas, Turek82 indica que, aunque en trabajos metodológicamente cuestionables, suele encontrarse riesgo bajo y mayor eficacia clínica con la combinación. En cuanto a potenciación del efecto clínico con la suma de antipsicóticos típicos y TEC, sólo Sarkar et al83 en 1994 presentan datos negativos tras un cuidadoso ensayo doble ciego y prospectivo con pacientes esquizofrénicos empleando haloperidol a dosis de 15 mg solo o combinado con 6 sesiones de TEC bilateral sinusoidal, sin encontrar diferencias a corto ni medio plazo en la respuesta clínica. Considerando sólo los artículos más significativos, Kong y Glatter-Gotz84 en 1990 encuentran buena respuesta con bajo nivel de riesgo en 13 psicóticos resistentes a haloperidol, zuclopentisol, flufenacina y droperidol solos, a los que se añade TEC. Chanpattana et al85 en 1999 encuentran que la combinación de TEC con flupentixol es eficaz en el tratamiento de la esquizofrenia resistente. Estos resultados se siguen confirmando en otros ensayos del grupo85—88 . Aunque con un trabajo que sugiere ciertos sesgos metodológicos, Ravanić et al89 en 2009 concluyen que la combinación de antipsicóticos y ECT puede utilizarse con seguridad y eficacia en el tratamiento de casos resistentes de esquizofrenia, e indican que los nuevos fármacos atípicos pueden ser más convenientes que los antiguos. Por lo general, hemos estado hablando de esquizofrenia resistente, y resulta preciso extendernos al hablar de clozapina. Desde la polémica inicial entre nada menos que 47 Meltzer90 y Fink en 1990 —–cuando el segundo plantea al primero si no resultaría más eficaz y menos arriesgado emplear TEC en esquizofrenia resistente que clozapina, y a pesar de los temores que podrían suscitar los datos de anormalidades electroencefalográficas y convulsiones espontáneas dependientes de la dosis en pacientes tratados con clozapina—–, los estudios sobre combinación de TEC con esta sustancia son proporcionalmente numerosos y en general, positivos. Masiar y Johns91 comunicaron en 1991 un caso de convulsiones tardías tras aplicar TEC a un paciente psicótico que había recibido 800 mg de clozapina hasta 14 días antes del TEC. Los propios autores son cautos al atribuir las crisis a la suma de tratamientos, sobre todo teniendo en cuenta que el paciente también recibía altas dosis de diacepam, y éste se suspendió de forma inmediata antes del TEC. Frankenburg et al92 en 1993 revisan 12 casos de uso combinado en psicosis resistentes, con dosis de clozapina medias de 550 mg; la respuesta clínica es variable, sin efectos secundarios reseñables. También los 14 casos similares de Kales et al93 , 2 de Factor et al94 , 7 de Cardwell y Nakai95 , 4 de Benatov et al96 , 1 de Bathia97 , y 10 de Kho98 en un correcto ensayo abierto prospectivo de 2004, presentan un buen porcentaje de respuestas favorables y un solo caso de taquicardia que persiste tras la TEC. Kupchik99 en 2000 comunica 36 casos de clozapina combinada con TEC, de los cuales en 5 aparecen arritmias cardíacas (4 taquicardias sinusales y una taquicardia supraventricular, en un paciente tratado a su vez con cafeína), por lo que propone que las arritmias cardíacas pueden ser una contraindicación relativa para la administración del tratamiento combinado. En 2006, Havaki-Kontaxaki100 revisa los datos más significativos descritos hasta el momento sobre la suma de clozapina con TEC y encuentra potenciación en el 67-72% de casos, aunque el efecto positivo sólo se mantuvo a los 4 meses en el 22%; se recogen efectos adversos en el 16% de casos. Aunque se trata de una técnica poco utilizada, cuando se suma cafeína a clozapina con TEC por duración insuficiente de las convulsiones, los datos son contradictorios: Lurie101 comunica un caso de uso combinado con buena respuesta sin complicaciones, pero Klapheke9 apunta a potenciación de complicaciones en el ritmo cardíaco, y Bloch et al102 comunican un caso aislado de prolongación de convulsiones con la asociación. Respecto al resto de los denominados antipsicóticos atípicos, al emplear risperidona, los datos experimentales con ratas (comunicados por el laboratorio investigador de la sustancia) plantean a priori una elevación del umbral de convulsión103 . En la práctica clínica, Farah et al104 en 1995 comunican 10 casos de TEC bilateral junto con risperidona, de los que describe a 4 pacientes con cuadros afectivos o esquizoafectivos que reciben dosis moderadas de risperidona (una media de 6 mg) y TEC de pulso breve unilateral o bilateral. No encuentran complicaciones y la respuesta, en casos que eran previamente resistentes a la monoterapia, fue favorable. Muy someramente, Madhusoodanan et al105 aluden en 1995 a un caso de trastorno bipolar de 79 años, que recibe 2 mg de risperidona junto a TEC, sin efectos problemáticos, aunque tampoco beneficio clínico. En nuestro medio, Alcántara et al106 han comunicado un caso de clínica psicótica en un paciente con Parkinson tratado con L-dopa que recibió 8 sesiones de TEC junto a 1 mg de 48 risperidona, con buena respuesta de la sintomatología y sin complicaciones. Más recientemente, algunos autores107 indican que el aumento de la eficacia de la risperidona y la olanzapina en combinación con TEC es menor que con otras estrategias de potenciación farmacológicas. Respecto a aripiprazol, Masdrakis108 informa en 2008 de 4 casos que avalan la seguridad de su tratamiento concomitante con TEC. Todos los pacientes se beneficiaron del tratamiento y sólo presentaron los efectos cognitivos usuales asociados a la TEC, mínimos y transitorios. Finalmente, al comparar en esquizofrenia resistente potenciación con TEC unilateral de olanzapina, risperidona y sulpiride, Ravanić et al89 recogen un efecto mayor según el orden indicado. En conjunto, encontramos que con antipsicóticos «clásicos» hay un consenso generalizado que la combinación potencia los efectos clínicos positivos y que el riesgo de uso combinado es bajo, esencialmente relacionado con el descenso del umbral de convulsión. Los datos más positivos se recogen con clozapina y TEC en psicosis resistente, con escasa presencia de efectos derivados del descenso del umbral de convulsión por clozapina, e importante efecto de potenciación, aunque de duración limitada. Con otros atípicos los datos disponibles son menores, en general no se describe toxicidad por la suma y sí diversos grados de potenciación. Algunos fármacos utilizados en la técnica de TEC Cafeína Como sabemos, la cafeína se emplea como potenciador de las convulsiones por el efecto competidor de la adenosina que tienen las metilxantinas7 . Buscamos disminuir umbrales excesivos, o prolongar las crisis en los casos en que resultan cortas, aunque ambos efectos resultan a veces independientes109 . Desde el artículo pionero de Shapira et al110 de 1987, se han publicado muchos más. En la práctica se utiliza generalmente sal sódica de cafeína intravenosa a dosis entre 500 y 2.000 mg inmediatamente previo al estímulo, con buena tolerancia cardiovascular y clínica en general, incluso en poblaciones de riesgo111 . Sin embargo, en los últimos tiempos, la técnica se cuestiona por varios motivos. Por una parte, se han descrito en ratas lesiones en hipocampo y estriado112 , quizás atribuibles a la combinación; por otra, se recoge cierta anulación del efecto buscado en sucesivas sesiones113 ; pero sobre todo se critica la utilidad clínica real de su efecto114 y su necesidad con la nueva generación de estimuladores de TEC. Así, en 1990 Coffey et al115 comparan a doble ciego la potenciación de TEC con cafeína frente al mantenimiento del tiempo de convulsión a base de ajustar el estímulo, y no encuentra diferencias en evolución ni en efectos cognitivo o secundarios, en general. En 2002, en una revisión sobre agentes proconvulsivantes, Datto et al116 concluyen que la estrategia de modificar los agentes anestésicos (el uso de fármacos como etomidato y ketamina, y el uso de hiperventilación) es más favorable que la del uso de cafeína. Estos resultados son F.J. Sanz-Fuentenebro et al también reportados por un ensayo reciente de Bundy117 en 2010. Teofilina La teofilina prolonga también las convulsiones inducidas por TEC, hecho que va a suponer cierto riesgo clínico asumible118 en caso de combinar ambos tratamientos119,120 ; pero también una alternativa a la cafeína aún poco explorada cuando buscamos ese efecto de forma deliberada121 . En 2008 Schak122 concluye que con una adecuada evaluación pretratamiento y ciertas precauciones durante el procedimiento, puede darse con seguridad TEC a los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Flumazenilo Una alternativa propuesta cuando es preciso aplicar TEC en pacientes que están utilizando benzodiacepinas es el «lavado» de benzodiacepinas inmediatamente previo al TEC con flumazenilo123—125 , si bien aún falta por determinar la dosis, el momento de aplicación idóneo, e incluso el equilibrio de riesgo de abstinencia11,126 . Cuando se usa flumazenilo para el lavado de benzodiacepinas, las recomendaciones de la APA de 2001 son administrar una benzodiazepina de acción corta (p. ej., midazolam) inmediatamente después de la inducción de la convulsión, para prevenir efectos de abstinencia postictales4 . Fármacos potenciadores en psicofarmacología y TEC L-triptófano Se ha planteado como posible potenciador del efecto antidepresivo del TEC. D’Elia et al127 en 1977 comunican un resultado positivo, aunque poco significativo clínicamente. Se ha indicado el riesgo de aumentar las alteraciones mnésicas128 , por lo que la mayor parte de los autores lo contraindican7 . Triiodotironina T3 y TRH También como potenciador de efecto antidepresivo del TEC se comunicaron buenos resultados con T3. En concreto, se describen mejores parámetros de la convulsión, mejoría cognitiva post-TEC y mejoría clínica subjetiva, aunque quizá no hay datos suficientes para emplearlo de forma habitual7,129 . Khan et al130 refieren el empleo de TRH en dosis bajas (0,5 mg) en pacientes con depresión en tratamiento con TEC, administrado 5 minutos después de la sesión. En un ensayo doble ciego se encuentra mejor rendimiento en baterías neuropsicológicas, lo cual plantea la posibilidad de cierto efecto de disminución del daño cognitivo, sin modificación del tiempo de convulsión131 . En una extensión y reanálisis del estudio de Papakostas et al132 , se indica que los pacientes con respuesta de TSH bloqueada con administración de TRH pueden tener una susceptibilidad mayor a las crisis (medida Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo por duración de la convulsión), pero los resultados de un ensayo posterior133 no apoyan el papel de la TRH en la modulación de las crisis, al menos cuando la TRH se administra de modo exógeno. Conclusiones El nivel de riesgo de la suma de psicofármacos al TEC resulta en general bajo, por lo que la presencia de aquellos no debe resultar, en general, un nuevo factor que retrase o impida la práctica de esta técnica. Además, en ocasiones se observa cierta potenciación del efecto con el uso simultáneo. Este es el caso de los antidepresivos. Salvo con los IMAO clásicos, que resultan cuestionados de forma mayoritaria —–y teniendo en cuenta que los datos disponibles sólo en parte derivan de trabajos metodológicamente cuidados6 —–, en general se recoge que la respuesta terapéutica a la TEC puede ser potenciada por los antidepresivos, especialmente con tricíclicos. Respecto a interacción en técnica o efectos secundarios aumentados, se encuentra un nivel bajo de riesgo cardiovascular y cognitivo al usar tricíclicos, y escaso de prolongación de convulsiones con ISRS. También los más recientes, como venlafaxina (a dosis no elevadas) y mirtazapina, parecen resultar eficaces y razonablemente seguros potenciadores. Parece deseable una disminución o discontinuación de benzodiacepinas, siempre que sea clínicamente posible antes del curso de TEC, por riesgo de menor duración de las convulsiones, mayor número de sesiones necesarias para obtener mejoría y más sesiones ineficaces. Si no es posible, habrá que ajustar la técnica para asegurar convulsiones eficaces y disminuir los efectos secundarios. En conjunto, parece desaconsejable mantener un tratamiento con litio en niveles terapéuticos durante la TEC por riesgo de neurotoxicidad. Será preciso interrumpir o reducir la dosis de litio previo a la TEC, a partir de un análisis costebeneficio del riesgo de recaída psicopatológica. En caso de mantenerse, se ajustarán niveles menores, especialmente en ancianos, y se empleará técnica de TEC que disminuya el riesgo de efectos cognitivos. La indicación de TEC en esquizofrenia es secundaria; en general, se acepta que los plazos de respuesta son cortos, pero el efecto, efímero. En los últimos años se retoma el TEC como opción en pacientes con síntomas graves o refractarios, siempre conjuntamente con antipsicóticos. Con antipsicóticos clásicos hay un consenso generalizado que la combinación potencia los efectos clínicos positivos y que el riesgo de uso combinado es bajo, esencialmente relacionado con el descenso del umbral de convulsión. Los datos más numerosos y positivos se recogen con clozapina y TEC en psicosis resistente, con escasa presencia de efectos derivados del descenso del umbral de convulsión por clozapina, e importante efecto de potenciación, aunque de duración limitada. Con otros atípicos los datos disponibles son menores, en general no se describe toxicidad por la suma y sí diversos grados de potenciación. Respecto a otras sustancias, destacaremos el escaso soporte que mantiene el uso de cafeína en TEC con las técnicas más actualizadas; la probable necesidad de considerar más a menudo el empleo de bloqueadores beta, y, tal vez de forma menos sistemática, el de atropina. 49 Potenciaciones como TRH, L-triptófano y T3 están en franco desuso; los anticomiciales no parecen interferir significativamente la técnica, ni provocar efectos secundarios importantes, aunque tampoco se demuestra que haya potenciación de efecto. En conjunto, aunque es preciso desarrollar ensayos metodológicamente cuidados que aseguren esta práctica, y la decisión de combinar TEC con psicofármacos y el momento de iniciarlo deberá individualizarse en función de la clínica y la situación médica del paciente —–e incluso de la capacidad técnica del medio en que se administra—–, consideramos que el uso conjunto de TEC y psicofármacos presenta en general un nivel de riesgo asumible y datos de eficacia esperanzadores. Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés. Bibliografía 1. Scott A (editor). The ECT Handbook. Second Edition. The Third Report of the Royal College of Psychiatrists’ Special Committee on ECT. 2005. Available in: http://www.rcpsych.ac.uk. 2. National Institute for Clinical Excellence. Guidance on the use of electroconvulsive therapy. Technology Appraisal Guidance 59. London: April 2003. 3. American Psychyatric Association. The practice of electroconvulsive therapy: Recommendations for treatment, treaning and privileging. Washintong DC: American Psychiatric Press; 1990. 4. American Psychyatric Association. The practice of electroconvulsive therapy: Recommendations for treatment, treaning and privileging. Washintong DC: American Psychiatric Press; 2001. 5. Consenso español sobre la TEC Sociedad Española de Psiquiatría. Bernardo M, coordinador. Documento de trabajo REVISADO el 02.07.99. 6. Loo CK, Kaill A, Paton P, Simpson B. The difficult-to-treat electroconvulsive therapy patient - Strategies for augmenting outcomes. J Affect Disord. 2010;124:219—27. 7. Welch CA. Electroconvulsive Therapy. En: Ciraulo DA, Shader RI, Greenblatt DJ, Creelman W, editors. «Drug interaction in Psychiatry». Baltimore, USA: Sec EdWilliams & Wilkins; 1995. 8. Pritchett JT, Berstein HG, Kellner CH. Combined ECT and antidepressant drug therapy. Convulsive Ther. 1993;9:256—61. 9. Klapheke MM. Electroconvulsive therapy consultation: an update. Convulsive Therapy. 1997;13:227—41. 10. Abrams R.Electroconvulsive Therapy. 2nd ed New York: Oxford University Press; 1992. p. 2002. 11. Kellner CH. Seizure interference by medications: How a big problem? (editorial). Convulsive Therapy. 1997;13:1—3. 12. Seager CP, Bird RL. Imipramine with electrical treatment in depression-a controlled trial. J Ment Sci. 1962;108:704. 13. Nelson JP, Benjamin L. Efficacy and safety of combined ECT and tricyclic antidepressant drugs in the treatment of depressed geriatric patients. Convuls Ther. 1989;5:321—9. 14. Mayur PM, Gangadhar BN, Subbakrishna DK. Discontinuation ofantidepressant drugs during electroconvulsive therapy: a controlled study. J Affective Disorders. 2000;58:37—41. 15. Kellner CH, Nixon DW, Bernstein HJ. ECT–drug interactions: a review. Psychopharmacol Bull. 1991;27:595—609. 16. Glassman AH. Cardiovascular effects of tricyclic antidepressants. En: Meltzer HY, editor. Psychopharmacology: the third 50 generation of progress. New York: Raven Press; 1987. p. 1437. 17. Selvin BL. Electroconvulsive therapy–1987. Anesthesiology. 1987;67:367—85. 18. Hohly EK, Martin RL. Increased seizure duration during ECT with trazodone administration. Am J Psychiatry. 1986;143:1362. 19. Kaufman K, Finstead B, Kaufman E. Status epilepticus following electroconvulsive therapy. Mt Sinai J Med. 1986;53:119—22. 20. Lanes T, Ravaris C. Prolonged ECT seizure duration in a patient taking trazodone. Am J Psychiatry. 1993;150:525. 21. Figiel GS, Jarvis MR. Electroconvulsive therapy in a depressed patient receiving bupropion (letter). J Clin Psychopharmacol. 1990;10:376. 22. Conway CR, Nelson LA. The Combined Use of Bupropion, Lithium, and Venlafaxine During ECT: A Case of Prolonged Seizure Activity. J ECT. 2001:17. 23. El-Ganzouri A, Ivankovich AD, Braverman B, Land PC. Should MAOI be discontinued preoperatively? Anestesiology. 1985;58A:384. 24. Monaco J, Delaplaine R. Tranylcypromine with ECT. Am J Psychiatry. 1964;120:1003. 25. Freese K. Can patients safely undergo electroconvulsive therapy while receiving monoamine oxidasa inhibitors? Convulsive Ther. 1985;1:190—4. 26. Remick R, Jewesson P, Ford R. Monoamine oxidasa inhibitors in general anesthesia: A reevaluation. Convul Ther. 1987;3:196—203. 27. Muller D. Nardil (phenelzine) as a potentiator of electroconvulsive therapy. J Ment Sci (Br J Psychiatry). 1961;107:994—6. 28. Kellner CH, Bruno RM. Fluoxetine and ECT. Convuls Ther. 1989;5:367—8. 29. Harsch HH, Haddox JD. Electroconvulsive Therapy and fluoxetine. Convul Ther. 1990;6:250—1. 30. Gutierrez-Esteinor R, Pope HG. Does Fluoxetine prolong electrical induced seizures? Convul Ther. 1989;5:344—8. 31. Zis A. Acute adminstration of fluoxetine and the duration of electrically induced seizures. Convulsive Ther. 1992;8:38—9. 32. Jarvis MR, Goewert AJ, Zorumski CF. Novel antidepressants and maintenance electroconvulsive therapy, a review. Annal Clin Psychiatry. 1992;4:275—84. 33. Curran S. Effect of Paroxetine on seizure lenght during electroconvulsive therapy. Acta Psychiatrica Scand. 1995;92:239—40. 34. Folkerts H. Spontaneous seizure after concurrent use of Metohexital anesthesia for Electroconvulsive Therapy and Paroxetine: a case report. J Nerv Ment Disease. 1995;183:115—6. 35. Serfaty MA, Martin LM, Lingham R, Ferrier IN. The effect of psychotropic medication on seizure duration during bilateral electroconvulsive therapy: a retrospective study. J Psychopharmacology. 1996;10:303—8. 36. Lauritzen L, Odgaard K, Clemmensen L, Lunde M, Ohrstrom J, Black C, et al. Relapse prevention by means of paroxetine in ECT-treated patients with major depression: a comparison with imipramine and placebo in medium-term continuation therapy. Acta Psychiatrica Scand. 1996;94:241—51. 37. Hammer M, Huber M. Discontituation of antidepressant medication before ECT. Convulsive Ther. 1996;12:125—6. 38. Farah A. Mirtazapine and ECT combination therapy. Convulsive Ther. 1997;13:116—7. 39. Masdrakis M. The Safety of the Electroconvulsive Therapy and Escitalopram Combination. J ECT. 2008:24. 40. Farah A, Colenda C. Combination ECT and antidepressant therapy. Am J Geriatric Psychiatry. 1995;3:356—7. 41. Bernardo M, Navarro V, Salva J. Seizure activity and safety in combined treatment with venlafaxine and ECT: a pilot study. J ECT. 2000;16:38—42. F.J. Sanz-Fuentenebro et al 42. Agelink M, Zeit T, Klieser E. Prolonged bradycardia complicates antidepressant treatment with Venlafaxine and ECT. Br J Psychiatry. 1998;173:441. 43. Gonzalez Pinto A, Gutierrez M, Gonzalez M. Efficacy and safety of venlafaxine-ECT combination in treatment-resistant depression. J Neuropsychiatry Clin Neurosci. 2002;14:206—9. 44. Lyons JE, Simon J. Asystole during electroconvulsive therapy in an elderly woman treated concomitantly with venlafaxine. Aunt N Z J Psychiatry. 2008;3:255. 45. Sackeim, Dillingham EM, Prudic J, Cooper T, McCall WV, Rosenquist P, et al. Effect of Concomitant Pharmacotherapy on Electroconvulsive Therapy Outcomes. Arch Gen Psychiatry. 2009;66:729—37. 46. Nobler MS, Sackeim HA. ECT stimulus dosing: relatios to efficacy and adverse effects. En: Coffey CE, editor. The clinical science of electroconvulsive therapy. Washington: American Psychiatric Press; 1993. p. 38. 47. Guthrie SK. Triazolam and Diphenhydramine effects on seizure duration in depressed patients receiving ECT. Convulsive Ther. 1996;12:261—5. 48. Stromgren LS, Dahl J, Fjeldborg N, Thomsen A. Factors influencing seizure duration and number of seizuresapplied in unilateral electroconvulsive therapy. Acta Psychiatr Scand. 1980;62:158—65. 49. D’Elia G, Ottosson JO, Stromgren LS. Present practice of electroconvulsive practice in Scandinavia. Arch Gen Psychiatry. 1983;40:577—81. 50. Ottosson JO. Use and misuse of electroconvulsive thetapy treatment. Biol Psychiatry. 1985;20:933—46. 51. Standish-Barry HM, Deacon V, Snaith RP. The relationship of concurrent benzodiazepine administration to seizure duration in ECT. Acta Psychiatr Scand. 1985;71:269—71. 52. Pettinati HM, Stephens SM, Willie KM, Robin SE. Evidence of less improvement in depression in patients taking benzodiacepines during unilateral ECT. Am J Psychiatry. 1990;147:1029—36. 53. Petrides G, Divadeenam KM, Bush G, Francis A. Synergism of lorazepam and electroconvulsive therapy in the treatment of catatonia. Biol Psychiatry. 1997;42:375—81. 54. Weiner RD, Whanger AD, Erwin CW. Prolonged confusional state and EEG seizure activity following concurrent ECT and lithium use. Am J Psychiatry. 1980;137:1452—3. 55. Coppen A, Abou-Saleh MT, Milln P. Lithium continuation therapy following electroconvulsive therapy. Br J Psychiatry. 1981;139:284—7. 56. Gupta S, Austin R, Devanand DP. Lithium and maintenance electroconvulsive therapy. J ECT. 1998;14:241—4. 57. Jha AK, Stein GS, Fenwick P. Negative interaction between lithium and electroconvulsive therapy—–a case-control study. Br J Psychiatry. 1996;168:241—3. 58. Small JG, Kellams JJ, Milstein V, Small IF. Complications with electroconvulsive treatment combined with lithium. Biol Psychiatry. 1980;15:103—12. 59. Small JG, Milstein V. Lithium and electroconvulsive therapy. J Clin Psychopharmacol. 1990;10:346—50. 60. Penney JF, Dinwiddie SH, Zorumski CF, Wetzel RD. Concurrent and close temporal administration of lithium and ECT. Convul Ther. 1990;6:139—45. 61. Dolenc TJ, Rasmussen KG. The safety of electroconvulsive therapy and lithium in combination: a case series and review of the literature. J ECT. 2005;21:165—70. 62. El-Mallakh RS. Complications of concurrent lithium and electroconvulsive therapy: A review of clinical material and theoretical considerations. Biol Psychiatry. 1988;23:595— 601. 63. Rudorfer MV, Linnoila M, Potter WZ. Combined lithium and electroconvulsive therapy: pharmacokinetic pharmacodynamic interaction. Convul Ther. 1987;3:40—5. Eficacia y riesgos de la combinación de psicofármacos con el tratamiento electroconvulsivo 64. Naguib M, Koorn R. Interactions between psychotropics, anaesthetics and electroconvulsive therapy: implications for drug choice and patient management. CNS Drugs. 2002;16:229—47. 65. Penland HR, Ostroff RB. Combined use of lamotrigine and electroconvulsive therapy in bipolar depression: a case series. J ECT. 2007; 23:38; author reply 38-9. 66. Hsiao J, Evans D. ECT in a depressed patient after craniotomy. Am J Psychiatry. 1984;141:442—4. 67. Zarate-CA Jr, Tohen M, Baraibar G. Combined valproate or carbamazepine and electroconvulsive therapy. Ann Clin Psychiatry. 1997;9:19—25. 68. Sienaert P, Peuskens J. Anticonvulsants during electroconvulsive therapy: review and recommendations. J ECT. 2007;23:120—3. 69. Rubner P, Koppi S, Conca A. Frequency of and rationales for the combined use of electroconvulsive therapy and antiepileptic drugs in Austria and the literature. World J Biol Psychiatry. 2010;11:919—20. 70. Sienaert P, Roelens Y, Demunter H, Vansteelandt K, Peuskens J, Van Heeringen C. Concurrent Use of Lamotrigine and Electroconvulsive Therapy. J ECT. 2010 [En prensa]. 71. Consensus Developement Conference. Electroconvulsive Therapy. JAMA. 1985;254:2103—8. 72. Fink M, Sackeim H. Convulsive therapy in Schizophrenia? Schizophrenia Bulletin. 1996;22:27—39. 73. Krueger RB, Sackeim HA. Electroconvulsive Therapy ans Schizophrenia. En: Weinberger HS, editor. Schizophrenia. Oxford England: Blackwell; 1995. 74. Greenhalgh J. Clinical and cost-effectiveness of electroconvulsive therapy for depressive illness, schizophrenia, catatonia and mania: systematic reviews and economic modelling studies. Health Technol Assess. 2005;9:1—156, iii—iv. 75. Suzuki K, Awata S, Takano T, Ebina Y, Takamatsu K, Kajiwara T, et al. Improvement of psychiatric symptoms after electroconvulsive therapy in young adults with intractable first-episode schizophrenia and schizophreniform disorder. Tohoku J Exp Med. 2006;210:213—20. 76. Ucok A, Cakr S. Electroconvulsive therapy in first-episode schizophrenia. J ECT. 2006;22:38—42. 77. Tharyan P, Adams CE. Electroconvulsive therapy for schizophrenia. Cochrane Database Syst Rev. 2005:CD000076. 78. Leucht S, Kissling W, Davis JM. Second-generation antipsychotics for schizophrenia: can we resolve the conflict? Psychol Med. 2009;39:1591—602. 79. Naber D, Lambert M. The CATIE and CUtLASS studies in schizophrenia: results and implications for clinicians. CNS Drugs. 2009;23:649—59. 80. Leucht S, Corves C, Arbter D, Engel RR, Li C, Davis JM. Second-generation versus first-generation antipsychotic drugs for schizophrenia: a meta-analysis. Lancet. 2009;373:31—41. 81. Janakiramaiah N, Channavasavanna SM, Warasimha Murty WS. ECT/Chlorpromazine combitation versus chlorpromazine alone in acutely schizophrenic patients. Acta Psychiatrica Scand. 1982;66:464—70. 82. Turek IS. Combined use of ECT and psychotropic drugs: Antidepressives and antipsychotics. Compr Psychiatry. 1973;14:495—502. 83. Sarkar P, Andrade P, Kapur B, Das P, Sivaramakrishna Y, Harinar C. An exploratory evaluation of ECT in haloperidoltreated DSM-III schizophreniform disorder. Convulsive Ther. 1994;10:271—8. 84. Kong P, Glatter-Gotz U. Combined electroconvulsive and neuroleptic therapy in schizophrenia refractory to neuroleptics. Schizophrenia Research. 1990:351—4. 85. Chanpattana W, Chakrabhand ML, Kongsakon R, Techakasem P, Buppanharun W. Short-term effect of combined ECT and Neuroleptic therapy in Treatment-Resistant Schizophrenia. 51 J ECT. 1999;15:129—39. 86. Chanpattana W, Andrade C. ECT for treatment-resistant schizophrenia: a response from the Far East to the UK. NICE Report. J ECT. 2006;22:4—12. 87. Chanpattana W, Chakrabhand ML. Combined ECT and neuroleptic therapy in treatment-refractory schizophrenia. Psychiatry Research. 2001;105:107. 88. Chanpattana W, Kramer BA. Acute and maintenance ECT with flupenthixol in refractory schizophrenia: sustained improvements in psychopathology, quality of life, and social outcomes. Schizophrenia Research. 2003;63:189—93. 89. Ravanić DB, Pantović MM, Milovanović DR, Dukić-Dejanović S, Janjić V, Ignjatović DR, et al. Long-term efficacy of electroconvulsive therapy combined with different antipsychotic drugs in previously resistant schizophrenia. Psychiatr Danub. 2009;21:179—86. 90. Meltzer HY. Clozapine and Electroconvulsive Therapy. (Réplica). Arch Gen Psychiatry. 1990;47:291. 91. Masiar SJ, Johns CA. ECT following clozapine. Br J Psychiatry. 1991;158:135—6. 92. Frankenburg FR, Suppes T, McLean P. Combined clozapine and electroconvulsive therapy. Convulsive Therapy. 1993;9:176—80. 93. Kales H, Tandon R, Dequardo JR, Maixner D, Jibson M, Becks L. Combined electroconvulsive therapy and clozapine in schizophrenia. Biological Psychiatry. 1995;37:678. 94. Factor SA, Molha ES, Brown DL. Combined clozapine and electroconvulsive therapy for the treatment of drug-induced psychosis in Parkinson disease. J Neuropsychi Clin Neurosciences. 1995;7:304—7. 95. Cardwell B, Nakai B. Seizure activity in combined Clozapine and ECT: a retrospective view. Convulsive Ther. 1995;11:110—3. 96. Benatov R, Sirota P, Megges S. Neuroleptic-resistant schizophrenia treated whit clozapine and ECT. Convulsive Ther. 1996;12:117—21. 97. Bathia SC, Bhatia SK, Gupta S. Concurrent administration of clozapine and ECT: a successful therapeutic strategy for a patient with treatment-resistant schizophrenia. J ECT. 1998;14:280—3. 98. Kho KH. Electroconvulsive therapy for the treatment of clozapine nonresponders suffering from schizophrenia– an open label study. Eur Arch Psychiatry Clin Neurosci. 2004;254:372—9. 99. Kupchik L. Combined Electroconvulsive-Clozapine Therapy. Clin Neuropharmacol. 2000;23:1. 100. Havaki-Kontaxaki BJ. Concurrent administration of clozapine and electroconvulsive therapy in clozapine-resistant schizophrenia. Clin Neuropharmacol. 2006;29:52—6. 101. Lurie SN. Combined use of ECT and Clozapine (Carta). J Clin Psychiatry. 1996;57:94. 102. Bloch Y, Pollack M, Mor I. Should the administration of ECT during clozapine therapy be contraindicated? [letter]. Br J Psychiatry. 1996;169:253—4. 103. Ashton D, Frasen J. Preclinical Research Report, R64766. Janssen Research Products Information Service. April 1993. 104. Farah A, Beale M, Kellner C. Risperidone and ECT combination therapy: a case series. Convulsive Ther. 1995;11: 280—2. 105. Madhusoodanan S, Brenner R, Araujo L, Abaza A. Efficacy of Risperidone treatment for psychosis associated with schizophrenia, schizoaffective disorder, bipolar disorder, or senile dementia in 11 geriatric patients: a case series. J Clin Psychiatry. 1995;56:514—8. 106. Alcántara AG, Díaz A, Barcia D. Terapia electroconvulsiva y Risperidona combinadas en el tratamiento de la psicosis asociada a la Enfermedad de Parkinson. A propósito de un caso. Anales de Psiquiatría. 1997;13:165—7. 52 107. Tang WK, Ungvari GS. Efficacy of electroconvulsive therapy in treatment-resistant schizophrenia: a prospective open trial. Progress in Neuro-Psychopharmacology & Biological Psychiatry. 2003;27:373—9. 108. Masdrakis VG, Oulis P, Zervas IM, Karakatsanis NA, Kouzoupis AV, Karapoulios E, et al. The Safety of the Electroconvulsive Therapy-Aripiprazole Combination: Four Case Reports. J ECT. 2008;24:236—8. 109. McCall WV, Shelp FE, Weiner RD, Austin S, Harrill A. Effects of labetalol on hemodynamics and seizure duration during ECT. Convul Ther. 1991;7:5—14. 110. Shapira B, Lererb, Gilboa D, Drexler H, Kugelmass S, Calev A. Facilitation of ECT by caffeine pretreatmen. Am J Psychiatry. 1987;144:1199—202. 111. Kelsey MC, Grossberg GT. Safety and efficacy of caffeineaugmented ECT in elderly depressives: a retrospective study. J Geriatr Psychiatry Neurol. 1995;8:168—72. 112. Enns M, Peeling J, Sutherland GR. Hippocampal neurons are damaged by caffeine-augmented electroshock seizures. Biol Psychiatry. 1996;40:642—7. 113. Francis A, Fochtmann L. Reduced proconvulsant activity of caffeine in rats after a series of electroconvulsive seizures. Psychopharmacology Berl. 1995;119:99—104. 114. Petrides G, Fochtmann L, Calev A, Francis A. The efficacy of caffeine-modified seizures [letter; comment]. Convuls Ther. 1995;11:144—6. 115. Coffey CE, Figiel GS, Weiner RD, Saunders WB. Caffeine augmentation of ECT. Am J Psychiatry. 1990;147:579—85. 116. Datto C, Rai AK, Ilivicky HJ, Caroff SN. Augmentation of seizure induction in Electroconvulsive Therapy: A clinical Reappraisal. J ECT. 2002;18:118—25. 117. Bundy L. Influence of aenesthetic drugs and concurrent psychiatric medication of seizure adequacy during electroconvulsive therapy. J Clinical Psychiatry. 2010. 118. Rasmussen KG, Zorumski CF. Electroconvulsive therapy in patients taking theophylline. J Clin Psychiatry. 1993;54:427—31. 119. Peters SG, Wochos ND, Peterson GL. Status epilepticus as a complication of concurrent electroconvulsive and theophyline therapy. Mayo Clin Proc. 1984;59:568—70. 120. Devanand DP, Decina P, Sackeim HA, Prudic J. Status epilepticus followinc ECT in a patient receiving theophyline. J Clin Psychopharmacology (Berlin). 1988;8:153. F.J. Sanz-Fuentenebro et al 121. Vedak CG, Swartz CM, Lewis RK. Overcoming high ECT thereshods in the elderly. In: Paper presented at the 143rd annual Meeting of the American Psychiatric Association. May 1990. 122. Schak L. The Safety of ECT in Patients With Chronic Obstructive Pulmonary Disease. Psychosomatics. 2008: 49—53. 123. Bailine SH, Saffermen A, Vital-Herne J, Berstein S. Flumazenil reversal of benzodiazepine-induced sedation for a patient with severe pre-ECT anxiety. Convulsive Ther. 1994;10: 65—8. 124. Doering EB, Ball WA. Flumazenil before ECT: outstanding issues (letter). Anesthesiology. 1995;83:62. 125. Hanania MM. Flumazenil reversal of benzodiacepin sedation before electroconvulsive therapy (Letter). Anesthesiology. 1995;82:321. 126. Krystal AD, Watts BV, Weiner RD, Moore S, Steffens DC, Lindahl V. The use of Flumazenil in the anxious and Benzodiazepinedependent ECT patient. J ECT. 1998;14:5—14. 127. D’Elia G, Lehmman J, Raotma H. Evaluation of the combination of tryptophan and ECT in the treatment of depression. Acta Psychiatr Sacnd. 1977;56:303—18. 128. Bezchlibnyk KZ, Jeffries JJ, Martin BA. Clinical handbook of psychotropic drugs. Seattle: Hogrefe & Huber; 1997. 129. Stern RA, Nevels CT, Shelhorse ME, Prohaska ML, Pralnge AJ. «Combined thyroid hormone and ECT treatment». In: Poster presented at the 143rd annual Meeting of the American Psychiatric Association. May 1990. 130. Khan A, Mirolo MH, Claypoole K, Bhang J, Cox G, Horita A, et al. Effects of low-dose TRH on cognitive deficits in the ECT postictal state. Am J Psychiatry. 1994;151:1694—6. 131. Papakostas YG, Markianos M, Pehlivanidis A, Zervas IM, Papadimitriou GN, Stefanis C. Blunted TSH response to TRH and seizure duration in ECT. Acta Psychiatrika Scandinavica. 1999;99:68—72. 132. Papakostas Y, Markianos M, Pehlivanidis A, Papadimitriou GN, Zervas IM, Daras M, et al. Effects of thyrotropin-releasing hormone administration on the electroconvulsive therapy induced prolactin responses and seizure time. Biol-Psychiatry. 1996;39:444—7. 133. Zervas IM, Papakostas YG, Theodoropoulou MA, Dimitrakopoulos C, Vaidakis N, Daras M. Thyrotropin-Releasing Hormone Administration Does Not Affect Seizure Threshold During Electroconvulsive Therapy. J ECT. 2003;19:136—8. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):53—65 www.elsevier.es/saludmental ARTÍCULO ESPECIAL Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación Antonio Ciudad a,∗ , Julio Bobes b , Enric Álvarez c , Luis San d , Diego Novick e e Inmaculada Gilaberte a a Departamento de Investigación Clínica, Lilly S.A., Madrid, España Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Oviedo, Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CiberSam), Oviedo, Asturias, España c Servicio de Psiquiatría, Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, Universidad Autónoma de Barcelona, Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CiberSam), Barcelona, España d Servicio de Psiquiatría, Hospital San Joan de Déu, Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CiberSam), Barcelona, España e Lilly Research Centre, Erl Wood Manor, Sunninghill Road, Windlesham, Surrey GU20 6PH, Reino Unido b Recibido el 28 de junio de 2010; aceptado el 30 de diciembre de 2010 PALABRAS CLAVE Esquizofrenia; Recuperación funcional; Revisión; Investigación empírica ∗ Resumen La concepción de la esquizofrenia como una enfermedad incapacitante e indefectiblemente progresiva está en proceso de revisión gracias a las evidencias acumuladas en estudios de seguimiento a largo plazo. Los avances en el tratamiento, por otro lado, permiten mejorías funcionales contrastadas en algunos pacientes. Todo ello está provocando un aumento de las expectativas terapéuticas, orientadas hacia la recuperación funcional. Aunque la formulación de unos criterios de remisión consensuados y válidos ha sido un paso importante en la definición de los objetivos del tratamiento y en la conceptualización de la recuperación, los conceptos de remisión y recuperación aún se utilizan poco en el contexto de la práctica clínica habitual. En el presente artículo se incluye una revisión breve de estos conceptos, y se presentan los resultados de dos estudios observacionales europeos que aportan datos empíricos que permiten conocer cuál es la situación real de los pacientes ambulatorios con esquizofrenia en términos de remisión sintomática y, adicionalmente, avanzar en la conceptualización de la recuperación, lo que contribuye al desarrollo de unos criterios de definición clínicos y de investigación. Según estos resultados, la remisión de síntomas es un objetivo terapéutico realista en un número significativo de pacientes y presenta una estabilidad considerable en el tiempo; por su parte, las definiciones de recuperación deben incluir aspectos funcionales y subjetivos. En conclusión, la remisión es un concepto viable y clínicamente válido, y que favorece notablemente la mejoría funcional; mientras, el concepto de recuperación aún está en proceso de definición. © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. Autor para correspondencia. Correo electrónico: ciudad [email protected] (A. Ciudad). 1888-9891/$ – see front matter © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2010.12.002 54 A. Ciudad et al KEYWORDS Schizophrenia; Functional recovery; Review; Empirical research Clinical meaningful outcomes in schizophrenia: remission and recovery Abstract The traditional view of schizophrenia as a disabling and irremediably progressive disease is being reconsidered because of the evidences arising from long-term follow-up studies. On the other hand, recent advances of therapies have yielded significant functional improvements for some patients. Together, these facts are serving to raise treatment prospects, placing the focus on functional recovery. Although the availability of a valid set of consensus remission criteria has been an important step toward the definition of therapeutic objectives and the conceptualization of recovery, remission and recovery still are rare concepts in the setting of routine clinical practice. The present article includes a brief review of these concepts, and presents the results from two observational European studies that provide empirical data about the actual situation of ambulatory patients with schizophrenia in terms of symptomatic remission, and that help in advancing the conceptualization of recovery, contributing to the development of clinical and research definitional criteria. Such results indicate that remission of symptoms constitutes a realistic therapeutic goal in a number of patients, with a considerable temporal stability; on the other hand, recovery definitions should include functional and subjective dimensions. In conclusion, remission is a tenable and clinically valid concept, with a significant contribution to functional improvement. Meanwhile, the recovery construct still requires substantial development. © 2010 SEP y SEPB. Published by Elsevier España, S.L. All rights reserved. Introducción Tradicionalmente, los conceptos de remisión y recuperación, entendidos como la desaparición de las manifestaciones de la enfermedad y la rehabilitación sociolaboral de los pacientes, se han empleado en afecciones crónicas no psiquiátricas para definir los objetivos del tratamiento. En el ámbito de la psiquiatría, la aplicación exitosa de estos conceptos al tratamiento de los trastornos afectivos y de ansiedad ha representado un salto cualitativo en su manejo clínico, y ha estimulado también su aplicación en el área de los trastornos psicóticos. Aunque el carácter y el curso de los trastornos psicóticos, en general, y de la esquizofrenia, en particular, difieren de los de los trastornos afectivos, en la última década se han logrado avances sustanciales, tanto en el establecimiento de la validez del concepto de remisión sintomática, como en la elaboración de un marco conceptual sobre la recuperación funcional de los pacientes con esquizofrenia. Si a esto añadimos el desarrollo de nuevos fármacos y modalidades de servicios psicosociales, podemos entender el optimismo terapéutico y la actitud más ambiciosa en cuanto a los objetivos del tratamiento de los últimos años. Como es natural, esto ha concitado sumo interés, no sólo en ámbitos clínicos y de investigación, sino también ha trascendido al conjunto de los pacientes y sus familiares, y más allá, al de la administración sanitaria que regula y planifica la asistencia, lo cual ha propiciado la aparición de intervenciones y modelos orientados a la rehabilitación y la reintegración social y laboral de estos pacientes. En este marco se inscriben los estudios Estudio epidemiológico para evaluar la remisión de los síntomas y el funcionamiento social y laboral en pacientes ambulatorios con esquizofrenia (ESFERA) y Schizophrenia Outpatients Health Outcomes (SOHO), realizados en el ámbito europeo, en los que se investigaron los resultados clínicos de estos pacientes durante 1 y 3 años, respectivamente. Con este artículo pretendemos realizar una reflexión sobre el empleo de los conceptos de remisión y recuperación en la definición de los objetivos terapéuticos de la esquizofrenia, e ilustrarla con las adaptaciones que se hicieron de éstos y los resultados obtenidos en los dos estudios recientes que acabamos de mencionar1—4 , en cuya concepción contribuyeron los autores. Puesto que cada uno de estos dos estudios aporta información complementaria, en este artículo hemos querido comentar las consecuencias de sus resultados en conjunto, lo cual no resultó posible en las publicaciones separadas que se hicieron de cada uno de ellos. Perspectiva histórica Aunque ya el propio Kraepelin observó remisiones espontáneas en algunos pacientes, en su descripción inicial de la esquizofrenia presentó una enfermedad crónica e indefectiblemente progresiva en la mayoría de los casos5 . Si bien la definición posterior del constructo de esquizofrenia preconizado por Bleuler6,7 se hizo desde una perspectiva dinámica y, ya antes de la aparición de los fármacos antipsicóticos, se defendía la hipótesis de la heterogeneidad del curso de esta enfermedad, aquella concepción inicial dominó la nosología de la esquizofrenia durante los primeros dos tercios del siglo xx8 . Ello tuvo importantes consecuencias prácticas, que incluyeron la resignación de los clínicos, los pacientes y las familias ante un deterioro mental y social inevitable, la estigmatización grave, y la falta de ambición en la definición de los objetivos terapéuticos. Varios estudios epidemiológicos prospectivos de larga duración realizados durante las pasadas décadas mostraron, por el contrario, que el restablecimiento sintomático y social es posible en una proporción considerable de pacientes, transcurridas varias décadas desde su hospitalización inicial9—15 ; si bien estos resultados deben interpretarse teniendo en cuenta sus limitaciones, debidas a la Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación heterogeneidad de estas investigaciones en cuanto a las poblaciones estudiadas y los criterios de definición de resultados empleados. Más recientemente, la maleabilidad del curso de la esquizofrenia quedó reflejada en el modelo de tres fases recogido en las directrices terapéuticas de la American Psychiatric Association, que contempla la transición de los pacientes entre las fases agudas y estables, con períodos de remisión completa o parcial16 . Las expectativas terapéuticas se han visto reforzadas con la llegada de los antipsicóticos de segunda generación y la implantación generalizada de intervenciones psicosociales. Por todo ello, la remisión mantenida de los síntomas constituye el punto de partida para lograr mejorías funcionales17 . De este modo, nos encontramos ante un paradigma de tres resultados terapéuticos jerarquizados18 : a) la respuesta, entendida como el control de los síntomas y la prevención de recaídas; b) la remisión, caracterizada por la desaparición palmaria y mantenida de los signos y síntomas, y c) la recuperación, objetivo que pretende el logro de la autonomía funcional y social de los pacientes. Los conceptos de remisión y recuperación en la esquizofrenia Antecedentes: criterios de remisión en los trastornos afectivos y de ansiedad A imagen de las definiciones empleadas en enfermedades no psiquiátricas, en las que un estado residual «no mensurable» de la enfermedad puede permitir la recuperación funcional del paciente, la remisión en los trastornos afectivos se conceptualizó no como la ausencia total de síntomas depresivos, sino como la presencia de síntomas de intensidad mínima capaces, a lo sumo, de producir una interferencia funcional leve19 . El empleo de estos criterios de remisión resultó ser válido en posteriores estudios prospectivos, demostrando su relevancia de criterio frente a los conceptos clásicos de respuesta clínica y estabilidad, y su valor para establecer un pronóstico20—22 . Este éxito llevó a la realización de aproximaciones similares para los trastornos de angustia, el trastorno de ansiedad generalizada y los trastornos de la conducta alimentaria. Desarrollo de los criterios de remisión en la esquizofrenia El aumento de las expectativas terapéuticas, unido al papel relevante concedido a la remisión para la definición de los resultados terapéuticos en psiquiatría, plantearon la necesidad de disponer de una definición estandarizada de ésta para la esquizofrenia. Con este objetivo, en 2003 se estableció el Grupo de Trabajo para la Remisión en Esquizofrenia, liderado por Andreasen, que culminó sus actividades con la publicación en 2005 de unos criterios operativos basados en la consecución de unos niveles mínimos de intensidad de síntomas mantenidos en el tiempo23 . Además, esta definición incorpora un postulado novedoso que permite la aproximación dimensional a la evaluación clínica de la enfermedad, proponiendo agrupaciones de los síntomas, en contraste con la aproximación categórica aún 55 vigente en la clasificación del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM), que implica la agrupación de los pacientes. Las tres dimensiones consideradas —–negativa, desorganizada-ejecutiva y psicótica—– representan componentes relacionados, aunque diferenciables, en la presentación clínica de la esquizofrenia; abarcan los criterios diagnósticos, y subrayan el papel central de los síntomas negativos, afectivos y cognitivos. En la actualidad, esta última cuestión es una de las novedades en el campo de la esquizofrenia, debido a la preponderancia que tradicionalmente se concedió a los síntomas psicóticos desde el constructo de demencia precoz kraepeliniano24 . Al situar a estos últimos como una dimensión más, resulta posible esperar buenos resultados terapéuticos sin necesidad de lograr saltos cualitativos en el estado de los pacientes25 , con lo que así se establece un paralelismo con el concepto de remisión en los trastornos afectivos en cuanto al continuo de síntomas con la experiencia vital normal. Los criterios propuestos de remisión permiten el uso de cualquiera de las escalas frecuentemente empleadas para la evaluación de los síntomas de la esquizofrenia: las escalas para la valoración de los síntomas positivos (SAPS) y negativos (SANS), la escala para la evaluación del síndrome positivo y negativo (PANSS), o la escala para la valoración psiquiátrica breve (BPRS). Una selección de ítems en cualquiera de las tres opciones refleja las tres dimensiones mencionadas, así como los cinco criterios diagnósticos incluidos en el DSM-IV (tabla 1). Como la remisión implica una contribución independiente de las tres dimensiones, los criterios requieren que la puntuación sea leve o inferior (≤ 3 en el caso de la PANSS o la BPRS o ≤ 2 en el caso de la SAPS-SANS) en todos los ítems seleccionados simultáneamente. Además, se exige que este nivel mínimo de síntomas se mantenga al menos durante 6 meses para la consecución de la remisión23 . La formulación de los criterios de remisión ha constituido un hecho de suma importancia, puesto que es en realidad la primera definición formal y normalizada de un objetivo terapéutico en la esquizofrenia. Su publicación supuso un revulsivo para la investigación clínica, de tal manera que estudios muy recientes han revelado que esta definición operativa de remisión es una medida más rigurosa que la estabilidad clínica26—30 , que se asocia con mejoras significativas funcionales31—33 y cognitivas34 , y que goza de buena validez predictiva sobre la psicopatología35 . La validación exitosa de estos criterios de remisión ha estimulado la incorporación de este concepto a los objetivos terapéuticos a largo plazo de la esquizofrenia. La remisión es una meta ambiciosa, pero realista, y puede ayudar a controlar el progreso del proceso terapéutico, lo que a su vez tiene repercusiones positivas para los pacientes, sus familias y los clínicos36 . Sin embargo, estos criterios se circunscriben a tres dimensiones de la psicopatología (negativa, desorganización y positiva), y no contemplan otros componentes de la enfermedad que son determinantes para un funcionamiento psicosocial adecuado18 . Desarrollo conceptual de los criterios de recuperación en esquizofrenia También en analogía con el modelo de resultados en dos fases empleado en los trastornos afectivos y de ansiedad, 56 Tabla 1 Criterios operativos de remisión en esquizofrenia propuestos por el Grupo de Trabajo para la Remisión en Esquizofrenia con su correspondencia y relación con los constructos previos de las dimensiones fisiopatológicas y los criterios DSM-IV de esquizofrenia Criterios operativos de remisión SAPS-SANS PANSS BPRS Dimensión psicopatológica Criterio DSM-IV Criterio Ítem Criterio Ítem Criterio Ítem Psicótica (distorsión de la realidad) Ideas delirantes Ideas delirantes 20 (SAPS) Delirios P1 G9 8 11 15 G5 Desorganizativa Negativa (pobreza psicomotriz) Alucinaciones Alucinaciones 7 (SAPS) Lenguaje desorganizado Trastorno formal del pensamiento Comportamiento extravagante Aplanamiento afectivo 34 (SAPS) 25 (SAPS) Contenido inusual del pensamiento Comportamiento alucinatorio Desorganización conceptual Manierismos y posturas 7 (SANS) Embotamiento afectivo N1 Abulia-apatía Anhedonia/insociabilidad Alogia 17 (SANS) 22 (SANS) 13 (SANS) Retraimiento social N4 Grandiosidad Suspicacia Contenido anormal del pensamiento Comportamiento alucinatorio Desorganización conceptual Manierismos y adopción de posturas Embotamiento afectivo Sin correspondencia Falta de espontaneidad N6 Sin correspondencia Comportamiento catatónico o gravemente desorganizado Síntomas negativos P3 P2 12 4 7 16 Adaptado de Andreasen NC y col.23 , empleando los términos adoptados en la edición española de la cuarta edición revisada del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-IV-TR) y en las versiones validadas de las escalas para su uso en España. SAPS: escala para la evaluación de los síntomas positivos, SANS: escala para la evaluación de los síntomas negativos, PANSS: escala para la evaluación de los síntomas positivos y negativos, BPRS: escala para la valoración psiquiátrica breve. A. Ciudad et al Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación 57 Figura 1 Complejo de relaciones entre los síntomas, cognición y funcionalidad en la esquizofrenia. El desarrollo del concepto de recuperación será posible con la ampliación de los conocimientos sobre la disfunción cognitiva y psicosocial de los pacientes en relación con los síntomas nucleares de la enfermedad. El conocimiento de los resultados a largo plazo de las intervenciones terapéuticas sobre estas disfunciones y su relación con los cambios en los patrones y la gravedad de los síntomas es aún escaso. La relación entre los síntomas psicóticos y negativos, de naturaleza episódica y continua, respectivamente, con los síntomas cognitivos, también de naturaleza continua, y la repercusión de todos ellos sobre la funcionalidad está aún por discernir. En estas relaciones son muy importantes, asimismo, los elementos personales subjetivos de los pacientes, que se refieren a estados mentales mal definidos, como la esperanza, el crecimiento personal o el ánimo, que plantean, por su parte, cuestiones relevantes que deben ser atendidas, como el grado en que son precedentes o consecuencias de la recuperación, y la mejor manera de alcanzarlos en cada individuo. la definición de remisión excluye los resultados funcionales y cognitivos, y considera que la primera es la base para la consecución de los segundos. Este principio está guiando actualmente el desarrollo del concepto de recuperación. Los estudios disponibles en la bibliografía aportan datos sobre el aún escaso conocimiento del curso a largo plazo de los resultados funcionales y psicosociales en pacientes con esquizofrenia, y de su relación con los cambios en los patrones y la gravedad de los síntomas17,37 (ver la figura 1 y el texto explicativo acompañante). Los estudios epidemiológicos ya mencionados emplearon definiciones de recuperación convergentes en un nivel funcional adecuado o normativo, junto con otros aspectos más variables, como las relaciones sociales o la independencia38 . Sin embargo, todos ellos adolecieron de una escasa atención a la capacidad de los pacientes para enfrentar los desafíos de la vida diaria18,39 . Hoy sabemos que esta capacidad tiene condicionantes internos (síntomas afectivos, déficits cognitivos) y externos (recursos de reinserción sociolaboral, etc.) que han de ser tenidos en cuenta e incorporados en las definiciones de recuperación40 . Aún carecemos de una traducción adecuada del constructo de recuperación en un concepto mensurable apto para la investigación clínica37,39 . Las medidas sobre los resultados funcionales disponibles en la actualidad no abarcan todos los dominios relevantes y sus propiedades psicométricas no están demostradas41 , por lo que es necesario el desarrollo de nuevas medidas centradas en conductas fácilmente observables, con adecuada validez psicométrica, que cubran todo el espectro de dominios relevantes, y que sean sensibles al deterioro funcional de los pacientes con esquizofrenia (y a sus condicionantes antes mencionados)41 . Por otra parte, debido al impacto biográfico y subjetivo de la esquizofrenia, y a la influencia que los cambios cognitivos pueden tener en la experiencia subjetiva de los pacientes, es asimismo necesario que estas medidas puedan capturar la influencia de elementos fenomenológicos subjetivos sobre los resultados funcionales42 . Remisión y recuperación en los estudios SOHO y ESFERA Diseño y definiciones Los estudios SOHO y ESFERA, financiados por Lilly Clinical Research Laboratories, se concibieron para evaluar de forma observacional los resultados clínicos obtenidos en pacientes ambulatorios con esquizofrenia y relacionarlos con variables sociodemográficas y clínicas. A diferencia del estudio ESFERA, el protocolo original del estudio SOHO no preveía la evaluación de la remisión y la recuperación; sin embargo, debido a la complementariedad de sus diseños (tabla 2), y a la oportunidad que brindaron para evaluar el desempeño de los pacientes tratados en la práctica clínica, se propusieron y aplicaron, a posteriori, definiciones operativas a los datos, con el fin de obtener resultados empíricos para la evaluación de estos conceptos. La aplicación de los criterios de remisión consensuados y las definiciones de recuperación empleadas se adaptaron a las características de diseño y a los instrumentos empleados en cada estudio (tabla 2). Así, la escala de impresión clínica global para la esquizofrenia (CGI-SCH), satisfactoriamente validada frente a la formulación de los criterios de remisión basados en la PANSS43 , se empleó en lugar de esta última en el SOHO; y en el estudio ESFERA, dado el carácter transversal de la primera parte, no se consideró el período mínimo de 6 meses (componente temporal) de los criterios de remisión. Por otra parte, gracias al largo seguimiento del estudio SOHO (3 años), se confeccionó una definición exhaustiva y estricta de recuperación en la que se procuró reflejar los ingredientes mencionados en el apartado anterior (remisión y funcionamiento adecuado, junto con el ambicioso requisito de una buena calidad de vida18 ) (tabla 2). En el estudio ESFERA se siguió una aproximación holística para definir la recuperación como un nivel óptimo de funcionamiento psicosocial a partir de la remisión de los síntomas. Se empleó un punto de corte de > 80 puntos en la 58 Tabla 2 Estudio SOHO 51 Diseño, objetivos y resultados de interés de los estudios SOHO y ESFERA Diseño Objetivos Concepto y criterios operativos Frecuencia de remisión/recuperación • Observacional, prospectivo, de tres años de seguimiento • Pacientes ambulatorios con esquizofrenia en visita de rutina en la que se modifica o inicia medicación antipsicótica • Sobre-muestreo para incluir la mitad de la muestra en la cohorte de olanzapina Principal: Efectividad relativa de olanzapina frente a otros antipsicóticos Secundarios: Relacionar los patrones de uso de antipsicóticos con resultados de salud Subanálisis: Frecuencia y factores asociados a la remisión Frecuencia y factores asociados a la recuperación Remisión: Puntuación ≤3 mantenida al menos durante 6 meses en las siguientes subescalas de la escala CGI-SCH43 : CGI-SCH de gravedad global CGI-SCH de síntomas positivos CGI-SCH de síntomas negativos CGI-SCH de función cognitiva Recuperación: Mantenimiento de los tres criterios siguientes durante un periodo mínimo de 24 meses y hasta la visita final del estudio: Criterios de remisión (los mencionados arriba) Funcionamiento adecuado (empleo remunerado, estudiante o amo de casa en activo, vida independiente y mantener al menos un contacto social en el último mes o vivir con una pareja) Calidad de vida adecuada (puntuación en la escala visual del EuroQoL-5 Dimensiones ≥70) Remisión: N = 6516 38,2% durante el primer año 64,6% durante los tres años de seguimiento Recuperación: N = 6642 32,5% criterios de remisión 12,8% funcionamiento adecuado 26,8% calidad de vida adecuada 4,0% recuperación (9,6% entre los que iniciaron el tratamiento antipsicótico) A. Ciudad et al • Corte transversal seguido de seguimiento prospectivo de un año de duración • Pacientes ambulatorios con esquizofrenia clínicamente estables en visita de rutina. Seguimiento sólo de los pacientes que cumplieron criterios de remisión en el corte transversal Principal: Frecuencia de remisión Frecuencia de funcionamiento adecuado Secundarios: Factores asociados a remisión Validez del constructo de remisión Subanálisis: Frecuencia y factores asociados a recuperación Remisión: Criterios del Grupo de Trabajo para la Remisión en Esquizofrenia23 , sin incluir el componente temporal: puntuación ≤2 en los siguientes ítems de las escalas: 7, 20, 25 y 34 de la escala SAPS53 (véase Tabla 1) 7, 13, 17 y 22 de la escala SANS54 (véase Tabla 1) Remisión: Recuperación: Cumplimiento de los dos criterios siguientes en la evaluación final del estudio: Criterios de remisión (los mencionados arriba) Puntuación total de la escala de Evaluación Global del Funcionamiento >80 Recuperación: Momento basal (N = 1010) 10,2% en recuperación (22,8% dentro del subgrupo en remisión) Momento final (N = 376a ; 76 se perdieron) 27,1% dentro del subgrupo en remisión en el momento basal Momento basal (N = 1010) 44,8% en remisión Momento final (N = 376a ; 76 se perdieron) 89,9% de los que estaban en remisión en el momento basal Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación ESFERA52 CGI-SCH: escala de impresión clínica global para la esquizofrenia, ESFERA: Estudio epidemiológico para evaluar la remisión de los síntomas y el funcionamiento social y laboral en pacientes ambulatorios con esquizofrenia, SANS: escala para la evaluación de los síntomas negativos, SAPS: escala para la evaluación de los síntomas positivos, SOHO: Schizophrenia Outpatients Health Outcomes. a En el estudio ESFERA sólo se siguió a los pacientes que cumplieron los criterios de remisión en la evaluación transversal basal, por lo que las proporciones al final del estudio se han calculado solo dentro de este subgrupo. 59 60 escala de Evaluación Global del Funcionamiento (EGF, tabla 2), siguiendo la noción recientemente propuesta de remisión funcional basada en el logro de valores mínimos en una combinación de varios dominios funcionales44 . Resultados de remisión En el estudio SOHO3 , de los 6.516 pacientes evaluados, más de un tercio cumplió los criterios de remisión durante el primer año, cifra que se duplicó durante los 3 años de seguimiento (tabla 2). En la tabla 3 se muestran los factores asociados a la remisión en análisis de regresión, entre los que destaca una mayor probabilidad entre los pacientes que no habían recibido antipsicóticos con anterioridad, los que presentaban mejor funcionamiento social (pareja estable, empleo remunerado y contactos sociales), y en aquellos a los que se prescribió olanzapina al inicio o durante el seguimiento del estudio (tabla 5). En la evaluación basal del estudio ESFERA2 , 452 de 1.010 pacientes (44,8%) cumplieron el componente de gravedad de los criterios de remisión en el momento basal. Al cabo de un año, prácticamente el 90% de estos pacientes seguían cumpliendo los criterios de remisión (tabla 2). Entre los factores asociados, además de los ya conocidos como el mejor ajuste premórbido y la buena actitud hacia la medicación, destaca la influencia positiva de la mejoría de los síntomas depresivos y de la cognición social durante el año de seguimiento (tabla 3). Resultados de recuperación En el estudio SOHO4 , el 4,0% de 6.642 pacientes evaluados cumplió los criterios de recuperación previamente definidos, siendo esta proporción más del doble en un pequeño grupo de pacientes (10%) que iniciaron el tratamiento antipsicótico en el momento de su inclusión en el estudio (tabla 2). Según el análisis de regresión, los pacientes con buen estado funcional inicial (buen nivel sociolaboral, residencia independiente) tuvieron mayor probabilidad de cumplir los criterios de recuperación durante el estudio. Asimismo, la probabilidad de recuperación fue mayor en los pacientes con buena adherencia al tratamiento (tabla 4), y en los que se prescribió olanzapina, clozapina o amisulpiride (tabla 5). En el estudio ESFERA1 , de los 1.010 pacientes evaluados en el estudio transversal, el 10,2% cumplió los criterios de recuperación (22,8% dentro del subgrupo en remisión), proporción que aumentó al final del estudio a un 27,1% (tabla 2). Además de otros factores de buen pronóstico ya conocidos como el ajuste premórbido, la menor duración de la psicosis no tratada o la buena actitud hacia la medicación (tabla 4), la mejoría de los síntomas depresivos y de la cognición social durante el seguimiento, se asociaron a una probabilidad mayor de recuperación al final del estudio. Discusión De los resultados obtenidos en estos estudios, es de gran interés que en el estudio ESFERA casi la mitad de una muestra no seleccionada de pacientes con esquizofrenia ambulatorios cumplían los criterios de remisión. Por su parte, en el estudio SOHO, durante el primer año la pro- A. Ciudad et al porción fue menor (posiblemente por la incorporación del componente temporal en los criterios); sin embargo, al final de los 3 años de seguimiento, 2 de cada 3 pacientes habían alcanzado los criterios de remisión. En su conjunto, estos resultados muestran que la remisión es un resultado realista en el entorno de la práctica clínica habitual en Europa. Asimismo, el mantenimiento de los criterios de remisión en el estudio ESFERA en 9 de cada 10 pacientes al cabo de un año indica que la remisión es un resultado clínico con una considerable estabilidad, aspecto de suma importancia para apoyar la mejoría funcional de los pacientes. De forma coherente con las investigaciones recientes, los datos presentados apoyan que la operacionalización de la remisión realizada para los criterios consensuados constituye un constructo clínicamente válido y de mayor relevancia que las evaluaciones subjetivas y heterogéneas sobre la estabilidad clínica26—35 . De hecho, la remisión se asoció a menores síntomas psicóticos y afectivos, y a un menor número de factores de mal pronóstico. El apoyo a estos dos postulados (viabilidad y validez clínicas) es de gran interés, ya que fueron propuestos en el momento de la formulación de los criterios de remisión23 . Asimismo, y de acuerdo con estos autores, nuestros datos refuerzan el valor de la idea del modelo, no exclusivo, de dos fases sobre los resultados terapéuticos en esquizofrenia (remisión seguida de recuperación), por el cual la ganancia funcional puede obtenerse sobre la remisión mantenida de los síntomas, y que inspiró las definiciones empleadas en los estudios SOHO y ESFERA. Por otro lado, la proporción de pacientes que cumplieron los criterios de recuperación fue sensiblemente menor en los dos estudios, especialmente en el SOHO. En este trabajo se incorporó una definición muy estricta de recuperación por requerir simultáneamente el cumplimiento de los requisitos de funcionalidad, sociabilidad y de impacto subjetivo positivo medido en forma de calidad de vida durante un período mantenido de 2 años. Además, la mayoría de los pacientes se incluyeron en este estudio a propósito de una modificación del tratamiento antipsicótico, mientras que en el ESFERA se incluyó a pacientes clínicamente estables. No obstante, una vertiente positiva es que, según los datos del ESFERA, la proporción de recuperación fue más del doble entre los pacientes que estaban en remisión con respecto al total de la muestra, y aún aumentó más entre los que mantuvieron la remisión al final del seguimiento de un año. La remisión de los síntomas por sí sola no es una garantía de un buen funcionamiento psicosocial ni de la mejora de la calidad de vida de los pacientes con esquizofrenia45 , pero la remisión mantenida puede permitir que la mejora clínica se traduzca en cambios significativos del funcionamiento psicosocial y de la calidad de vida46 . La asociación observada entre el buen cumplimiento del tratamiento y los resultados terapéuticos favorables es ya ampliamente conocida. Adicionalmente, en el estudio SOHO, la elección del tratamiento antipsicótico ha mostrado tener un papel relevante e independiente en la consecución de la recuperación. Además, las diferencias observadas entre los tratamientos indican que la individualización y el ajuste adecuados de los fármacos utilizados, con la perspectiva de obtener resultados favorables a largo plazo, es un aspecto importante, más allá de asegurar la estabilidad clínica. Factores asociados a la remisión en los estudios SOHO y ESFERA Estudio Variable dependiente Factor RO (IC 95%)a SOHO Remisión durante 3 años de seguimiento ESFERA Remisión en el momento basal Menor tiempo desde el diagnóstico (cambio por cada año) Menor edad en el momento del primer tratamiento (cambio por cada año) Sexo femenino (frente a masculino) Inicio del tratamiento antipsicótico en la inclusión en el estudio Menor índice de masa corporal (cambio por cada unidad) Pareja estable (frente a no tenerla) Empleo remunerado (frente a no tenerlo) Más de un contacto social durante las cuatro semanas previas (frente a no tenerlo) Sin tratamiento con estabilizadores del humor (frente a tenerlo) Sin tratamiento con ansiolíticos o hipnóticos (frente a tenerlo) Menor puntuación en la escala CGI-SCH de gravedad global (cambio por cada punto) Menor puntuación en la escala CGI-SCH de síntomas positivos (cambio por cada punto) Menor puntuación en la escala CGI-SCH de síntomas negativos (cambio por cada punto) Menor puntuación en la escala CGI-SCH de función cognitiva (cambio por cada punto) Menor edad (cambio por cada cinco años) Sin abuso de sustancias o alcohol (frente a tenerlo) Participación actual en psicoterapia (frente a no haber participado nunca) Participación en psicoterapia en el pasado (frente a no haber participado nunca) Sin programas de rehabilitación (frente a participación en la actualidad) Sin programas de rehabilitación (frente a participación en el pasado) Mejor cognición social (cambio por cada 5 puntos en la escala GEOPTE) Mejor ajuste premórbido (cambio por cada 0,1 puntos en la escala PAS) Sin modificaciones del tratamiento antipsicótico durante el seguimiento (frente a sí tenerlas) Mejor ajuste premórbido (cambio por cada 0,1 puntos en la escala PAS en el momento basal) Mejor actitud hacia la medicación (cambio por cada 5 puntos en la escala DAI-10) Mejora de los síntomas depresivos durante el seguimiento (cambio por cada 5 puntos en la escala MADRS) Mejora de la cognición social durante el seguimiento (cambio por cada 5 puntos en la escala GEOPTE) 1,01 (1,01 — 1,02)b 1,01 (1,00 — 1,01)b 1,26 (1,14 — 1,40)b 1,60 (1,33 — 1,93)b 1,02 (1,01 — 1,03)b 1,24 (1,11 — 1,38)b 1,49 (1,32 — 1,69)b 1,26 (1,13 — 1,40)b 1,39 (1,17 — 1,64)b 1,29 (1,16 — 1,43)b 1,32 (1,21 — 1,43)b 1,10 (1,05 — 1,15)b 1,29 (1,23 — 1,36)b 1,12 (1,07 — 1,17)b 1,10 (1,01 — 1,20)b 1,49 (1,01 — 2,21)b 1,68 (1,05 — 2,69)b 1,60 (1,02 — 2,52)b 1,47 (0,98 — 2,22) 1,89 (1,20 — 2,94)b 1,57 (1,44 — 1,71)b 1,39 (1,27 — 1,54)b 2,16 (0,96 — 4,87) 1,41 (1,09 — 1,86)b 1,63 (1,00 — 2,65) 1,62 (1,19 — 2,36)b 1,75 (1,04 — 2,94)b Remisión al final de 1 año de seguimiento Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación Tabla 3 CGI-SCH: escala de impresión clínica global para la esquizofrenia, DAI-10: inventario de actitudes hacia la medicación de 10 ítems, ESFERA: Estudio epidemiológico para evaluar la remisión de los síntomas y el funcionamiento social y laboral en pacientes ambulatorios con esquizofrenia, GEOPTE: Grupo Español para la Optimización del Tratamiento de la Esquizofrenia, IC: intervalo de confianza, MADRS: escala para la valoración de la depresión de Montgomery-Asberg, PAS: escala de ajuste premórbido de Canon-Spoor, RO: razón de odds, SOHO: Schizophrenia Outpatients Health Outcomes. a Las medidas de asociación (razones de odds) se obtuvieron mediante regresión logística binaria. Los factores se expresan en el sentido asociado a la mayor probabilidad de remisión. Los factores que recogían el fármaco antipsicótico en el modelo del estudio SOHO se presentan en la Tabla 5. b Asociación significativa. 61 62 Tabla 4 Factores asociados a la recuperación en los estudios SOHO y ESFERA Estudio Variable dependiente Factor RO (IC 95%)a SOHO Recuperación durante 3 años de seguimiento ESFERA Recuperación en el momento basal Menor tiempo desde el diagnóstico (cambio por cada año) Sexo femenino (frente a masculino) Empleo remunerado o desempeño diligente de las tareas del hogar (frente a no tenerlo) Residencia independiente (frente a no tenerla) Más de un contacto social durante las cuatro semanas previas (frente a no tenerlo) Modificación inicial de la medicación antipsicótica por causas diferentes a falta de eficacia Buena adherencia al tratamiento Menor índice de masa corporal (cambio por cada unidad) Menor puntuación en la escala CGI-SCH de síntomas negativos (cambio por cada punto) Mejor actitud hacia la medicación (cambio por cada punto en la escala DAI-10) Participación actual en psicoterapia (frente a no haber participado nunca) Participación en psicoterapia en el pasado (frente a no haber participado nunca) Mejor cognición social (cambio por cada punto en la escala GEOPTE) Mejor ajuste premórbido (cambio por cada 0,1 puntos en la escala PAS) Menor severidad de los síntomas depresivos (cambio por cada punto en la escala MADRS) Mejor actitud hacia la medicación (cambio por cada punto en la escala DAI-10 en la evaluación final) Duración de la psicosis no tratada (≤3 frente a >12 meses) Duración de la psicosis no tratada (3-12 frente a >12 meses) Monoterapia con ASG frente a monoterapia con APG Monoterapia frente a politerapia antipsicótica Mejor ajuste premórbido (cambio por cada 0,1 puntos en la escala PAS en el momento basal) Mejora de los síntomas depresivos durante el seguimiento (cambio por cada punto en la escala MADRS) Mejora de la cognición social durante el seguimiento (cambio por cada punto en la escala GEOPTE) 1,02 (1,00 — 1,03) 1,14 (0,86 — 1,53) 8,72 (5,78 — 13,14)b 7,14 (4,76 — 10,71)b 1,51 (1,11 — 2,07)b 1,44 (1,06 — 1,96)b 2,25 (1,45 — 3,51)b 1,05 (1,02 — 1,09)b 1,23 (1,10 — 1,38)b 1,04 (1,01 — 1,08)b 1,35 (0,89 — 2,03) 1,61 (1,11 — 2,33)b 1,07 (1,04 — 1,11)b 1,41 (1,29 — 1,54)b 1,10 (1,08 — 1,13)b 1,09 (1,01 — 1,16)b 2,28 (1,20 — 4,34)b 1,63 (0,85 — 3,12) 1,47 (0,66 — 3,30) 4,72 (1,42 — 15,63)b 1,39 (1,18 — 1,64)b 1,06 (1,01 — 1,10)b 1,09 (1,02 — 1,17)b Recuperación al final de 1 año de seguimiento APG: antipsicóticos de primera generación, ASG: antipsicóticos de segunda generación, CGI-SCH: escala de impresión clínica global para la esquizofrenia, DAI-10: inventario de actitudes hacia la medicación de 10 ítems, ESFERA: Estudio epidemiológico para evaluar la remisión de los síntomas y el funcionamiento social y laboral en pacientes ambulatorios con esquizofrenia, GEOPTE: Grupo Español para la Optimización del Tratamiento de la Esquizofrenia, IC: intervalo de confianza, MADRS: escala para la valoración de la depresión de Montgomery-Asberg, PAS: escala de ajuste premórbido de Canon-Spoor, RO: razón de odds, SOHO: Schizophrenia Outpatients Health Outcomes. a Asociación significativa. b Las medidas de asociación (razones de odds) se obtuvieron mediante regresión logística binaria. Los factores se expresan en el sentido asociado a la mayor probabilidad de recuperación. Los factores que recogían el fármaco antipsicótico en el modelo del estudio SOHO se presentan en la Tabla 5. A. Ciudad et al Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación Tabla 5 63 Factores correspondientes a la medicación antipsicótica asociados a la remisión y la recuperación en el estudio SOHO Variable dependiente Factor (fármaco/grupos de fármacos) RO (IC 95%)a Remisión durante 3 años de seguimiento Olanzapina Amisulpiride Clozapina Quetiapina Risperidona Politerapia Cualquier APG Cualquier APG Olanzapina Amisulpiride Clozapina Quetiapina Risperidona Politerapia Cualquier APG Cualquier APG 1,00 0,73 0,78 0,66 0,74 0,64 0,59 0,64 1,00 1,16 0,43 0,20 0,56 0,56 0,30 0,44 Recuperación durante 3 años de seguimiento depot oral depot oral (0,56 (0,65 (0,56 (0,66 (0,58 (0,51 (0,55 — — — — — — — 0,94)b 0,95)b 0,77)b 0,83)b 0,70)b 0,69)b 0,74)b (0,51 (0,13 (0,07 (0,37 (0,36 (0,10 (0,21 — — — — — — — 2,65) 1,45) 0,57)b 0,85)b 0,88)b 0,85)b 0,94)b APG: antipsicóticos de primera generación, IC: intervalo de confianza, RO: razón de odds, SOHO: Schizophrenia Outpatients Health Outcomes. a Las medidas de asociación (razones de odds, RO) se calcularon mediante regresión logística binaria tomando olanzapina como referencia. Una razón de odds <1 indica menor probabilidad de remisión o recuperación con el fármaco correspondiente que con olanzapina. b Asociación significativa. La relación significativa entre los síntomas depresivos y el funcionamiento observada en el estudio ESFERA es una cuestión relevante, aunque nuestro conocimiento actual sobre las relaciones entre los síntomas depresivos, la remisión de los síntomas nucleares de la esquizofrenia y el funcionamiento de los pacientes es aún insuficiente. Sin embargo, resulta relevante la constatación de la existencia de una influencia independiente de los aspectos afectivos de la recuperación (como proceso) sobre los buenos resultados a largo plazo. El reconocimiento de la importancia de los síntomas depresivos sobre la remisión es muy reciente47 . En este sentido, debe considerarse que la mejora de la autonomía de estos pacientes podría chocar con una realidad compleja que los supera. La ganancia adicional de competencia personal podría evitar la desesperanza y la frustración que podría producir un proceso mal ordenado1 . También resulta de interés la relación observada en el ESFERA entre los déficits en la cognición social y el funcionamiento de los pacientes. La disponibilidad de habilidades sociales afecta directamente a la implicación activa de los pacientes en su propio proceso de tratamiento, y al esfuerzo por mantener estilos de vida saludables y por fomentar las relaciones sociales1 . Precisamente en el estudio SOHO, los pacientes que presentaban un mejor funcionamiento social previo presentaron mayor probabilidad de remisión durante el seguimiento; la constatación de una asociación en este sentido abunda en la conveniencia de incluir en la conceptualización de la recuperación la idea del proceso, en el que la interacción de los aspectos objetivos y subjetivos es relevante para determinar el resultado46 . Esta asociación es coherente con el principio de protección de las redes sociales48 , por el que la integración no sólo es un buen resultado, sino también una garantía del logro de la autonomía como objetivo final, así como el cre- ciente reconocimiento del impacto que los déficits de la cognición social tienen en el funcionamiento de los pacientes con esquizofrenia49 . Con independencia de la remisión sintomática, la psiquiatría comunitaria puede propiciar las condiciones externas requeridas para la recuperación. Como se ha señalado anteriormente, el modelo de dos fases sobre los resultados terapéuticos no es exclusivo, y algunos modelos considerados en los servicios de rehabilitación contemplan la viabilidad de la recuperación sin la premisa de la remisión sintomática50 . Estos últimos modelos están fuera del alcance de esta revisión breve. A modo de resumen de la contribución de estos dos estudios, podemos decir que la recuperación en la esquizofrenia debe incluir al menos tres áreas diferentes: la remisión de los síntomas, la mejoría funcional y la respuesta subjetiva de los pacientes. La remisión es viable y clínicamente relevante. Por su parte, los logros funcionales requieren adicionalmente el desarrollo de ciertas competencias, aunque sobre el resultado final influyen otros factores tanto internos (presencia de síntomas depresivos) como externos (entorno sociolaboral propicio), que deben tenerse en cuenta en la conceptualización de la recuperación y en el tratamiento de los pacientes. Conclusión La remisión de los síntomas en la esquizofrenia está bien conceptualizada en la actualidad, puede lograrse en una proporción importante de pacientes, presenta una considerable estabilidad y tiene un gran valor clínico. Por otra parte, la remisión parece un hito relevante para alcanzar una mejor funcionalidad. La remisión mantenida puede, por sí sola, aumentar la proporción de pacientes que pueden alcanzar la recuperación. 64 La existencia de evidencias clínicas y en la bibliografía especializada sobre la viabilidad de la recuperación en una proporción relevante de pacientes contrasta con el precario desarrollo del concepto mismo de recuperación. La inclusión del concepto de recuperación en investigaciones, como los estudios SOHO y ESFERA, y en otras publicaciones recientes, indica que sólo una proporción pequeña de pacientes pueden llegar a cumplir las definiciones propuestas en la actualidad. La remisión de síntomas, la mejora funcional y la respuesta subjetiva de los pacientes son categorías que deberían incluirse en las definiciones de recuperación, tanto como resultados, como indicadores del proceso hacia la consecución de la autonomía de los pacientes. Conflicto de intereses Antonio Ciudad e Inmaculada Gilaberte son empleados a tiempo completo de Lilly, S.A. Julio Bobes ha recibido pagos y honorarios como consultor de AstraZeneca, Bristol-Myers-Otsuka, GlaxoSmithKline, Janssen-Cilag, Eli Lilly, Pfizer, Sanofi-Aventis y ScheringPlough. Enric Álvarez ha recibido pagos y honorarios como consultor de Eli Lilly, Bristol-Myers-Otsuka, Lündbeck, Pfizer, Sanofi-Aventis, Almirall y GlaxoSmithKline. Luis San ha recibido becas de investigación, pagos y ha participado como conferenciante y en consejos asesores de/para AstraZeneca, Bristol-Myers-Squib, Eli Lilly, Pfizer, Janssen y Wyeth. Agradecimientos Los autores agradecen la contribución de Jesús Villoria (redactor médico, Medicxact, SL) para la preparación del presente manuscrito. Bibliografía 1. Bobes J, Ciudad A, Alvarez E, San L, Polavieja P, Gilaberte I. Recovery from schizophrenia: results from a 1year follow-up observational study of patients in symptomatic remission. Schizophr Res. 2009;115:58—66. 2. Ciudad A, Alvarez E, Bobes J, San L, Polavieja P, Gilaberte I. Remission in schizophrenia: results from a 1-year follow-up observational study. Schizophr Res. 2009;108:214—22. 3. Haro JM, Novick D, Suarez D, Alonso J, Lépine JP, Ratcliffe M. Remission and relapse in the outpatient care of schizophrenia: three-year results from the Schizophrenia Outpatient Health Outcomes study. J Clin Psychopharmacol. 2006;26:571—8. 4. Novick D, Haro JM, Suarez D, Vieta E, Naber D. Recovery in the outpatient setting: 36-month results from the Schizophrenia Outpatients Health Outcomes (SOHO) study. Schizophr Res. 2009;108:223—30. 5. Barclay RM. Dementia praecox and paraphrenia. Edinburgh: Livingston; 1919. 6. Bellack L. Schizophrenia: a review of the syndrome. New York: Logos; 1958. 7. Kline NS. Synopsis of Eugen Bleuler’s Dementia praecox, or the group of schizophrenias. New York: International Universities Press; 1952. 8. DSM-III: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Washington, DC: American Psychiatric Association; 1980. A. Ciudad et al 9. Ciompi L. Catamnestic long-term study on the course of life and aging of schizophrenics. Schizophr Bull. 1980;6:606—18. 10. Harding CM, Brooks GW, Ashikaga T, Strauss JS, Breier A. The Vermont longitudinal study of persons with severe mental illness, II: Long-term outcome of subjects who retrospectively met DSM-III criteria for schizophrenia. Am J Psychiatry. 1987;144:727—35. 11. Harrison G, Hopper K, Craig T, Laska E, Siegel C, Wanderling J, et al. Recovery from psychotic illness: a 15- and 25-year international follow-up study. Br J Psychiatry. 2001;178:506—17. 12. Harrow M, Grossman LS, Jobe TH, Herbener ES. Do patients with schizophrenia ever show periods of recovery? A 15-year multi-follow-up study. Schizophr Bull. 2005;31:723—34. 13. Huber G, Gross G, Schüttler R, Linz M. Longitudinal studies of schizophrenic patients. Schizophr Bull. 1980;6:592—605. 14. Ogawa K, Miya M, Watarai A, Nakazawa M, Yuasa S, Utena H. A long-term follow-up study of schizophrenia in Japan–with special reference to the course of social adjustment. Br J Psychiatry. 1987;151:758—65. 15. Robinson DG, Woerner MG, McMeniman M, Mendelowitz A, Bilder RM. Symptomatic and functional recovery from a first episode of schizophrenia or schizoaffective disorder. Am J Psychiatry. 2004;161:473—9. 16. Practice guideline for the treatment of patients with schizophrenia. American Psychiatric Association. Am J Psychiatry. 1997;154:1-63. 17. Remington G, Foussias G, Agid O. Progress in defining optimal treatment outcome in schizophrenia. CNS Drugs. 2010;24:9—20. 18. Leucht S, Lasser R. The concepts of remission and recovery in schizophrenia. Pharmacopsychiatry. 2006;39:161—70. 19. Frank E, Prien RF, Jarrett RB, Keller MB, Kupfer DJ, Lavori PW, et al. Conceptualization and rationale for consensus definitions of terms in major depressive disorder. Remission, recovery, relapse, and recurrence. Arch Gen Psychiatry. 1991;48:851—5. 20. Ferrier IN. Characterizing the ideal antidepressant therapy to achieve remission. J Clin Psychiatry. 2001;62:10—5. 21. Nierenberg AA, Wright EC. Evolution of remission as the new standard in the treatment of depression. J Clin Psychiatry. 1999;60:7—11. 22. Thase ME. Redefining antidepressant efficacy toward long-term recovery. J Clin Psychiatry. 1999;60:15—9. 23. Andreasen NC, Carpenter WT, Kane JM, Lasser RA, Marder SR, Weinberger DR. Remission in schizophrenia: proposed criteria and rationale for consensus. Am J Psychiatry. 2005;162:441—9. 24. Bousoño M, Grupo GEOPTE (Grupo Español para la Optimización del Tratamiento en la Esquizofrena). La funcionalidad como objetivo en el tratamiento de la esquizofrenia. Actas Esp Psiquiatr. 2002;30:312—25. 25. Van Os J. Is there a continuum of psychotic experiences in the general population? Epidemiol Psichiatr Soc. 2003;12:242—52. 26. Docherty JP, Bossie CA, Lachaux B, Bouhours P, Zhu Y, Lasser R, et al. Patient-based and clinician-based support for the remission criteria in schizophrenia. Int Clin Psychopharmacol. 2007;22:51—5. 27. Lasser RA, Bossie CA, Gharabawi GM, Kane JM. Remission in schizophrenia: Results from a 1-year study of long-acting risperidone injection. Schizophr Res. 2005;77:215—27. 28. Leucht S, Beitinger R, Kissling W. On the concept of remission in schizophrenia. Psychopharmacology (Berl). 2007;194:453—61. 29. Malla A, Norman R, Schmitz N, Manchanda R, Bechard-Evans L, Takhar J, et al. Predictors of rate and time to remission in first-episode psychosis: a two-year outcome study. Psychol Med. 2006;36:649—58. 30. Wunderink L, Nienhuis FJ, Sytema S, Wiersma D. Predictive validity of proposed remission criteria in first-episode schizophrenic patients responding to antipsychotics. Schizophr Bull. 2007;33:792—6. Resultados clínicos relevantes en esquizofrenia: remisión y recuperación 31. De Hert M, Van Winkel R, Wampers M, Kane J, Van Os J, Peuskens J. Remission criteria for schizophrenia: Evaluation in a large naturalistic cohort. Schizophr Res. 2007;92:68—73. 32. Helldin L, Kane JM, Karilampi U, Norlander T, Archer T. Remission in prognosis of functional outcome: a new dimension in the treatment of patients with psychotic disorders. Schizophr Res. 2007;93:160—8. 33. Van Os J, Drukker M, Campo J, Meijer J, Bak M, Delespaul P. Validation of remission criteria for schizophrenia. Am J Psychiatry. 2006;163:2000—2. 34. Helldin L, Kane JM, Karilampi U, Norlander T, Archer T. Remission and cognitive ability in a cohort of patients with schizophrenia. J Psychiatr Res. 2006;40:738—45. 35. Opler MC, Yang LH, Caleo S, Alberti P. Statistical validation of the criteria for symptom remission in schizophrenia: preliminary findings. BMC Psychiatry. 2007;7:35. 36. Van Os J, Burns T, Cavallaro R, Leucht S, Peuskens J, Helldin L, et al. Standardized remission criteria in schizophrenia. Acta Psychiatr Scand. 2006;113:91—5. 37. Silverstein SM, Bellack AS. A scientific agenda for the concept of recovery as it applies to schizophrenia. Clin Psychol Rev. 2008;28:1108—24. 38. Liberman RP, Kopelowicz A, Ventura J, Gutkind D. Operational criteria and factors related to recovery from schizophrenia. Int Rev Psychiatry. 2002;14:256—72. 39. Bellack AS. Scientific and consumer models of recovery in schizophrenia: concordance, contrasts, and implications. Schizophr Bull. 2006;32:432—42. 40. Jacobson N, Greenley D. What is recovery? A conceptual model and explication. Psychiatr Serv. 2001;52:482—5. 41. Kleinman L, Lieberman J, Dube S, Mohs R, Zhao Y, Kinon B, et al. Development and psychometric performance of the schizophrenia objective functioning instrument: an interviewer administered measure of function. Schizophr Res. 2009;107:275—85. 42. Bowie CR, Reichenberg A, Patterson TL, Heaton RK, Harvey PD. Determinants of real-world functional performance in schizophrenia subjects: correlations with cognition, functional capacity, and symptoms. Am J Psychiatry. 2006;163:418—25. 43. Haro JM, Ochoa S, Gervin M, Mavreas V, Jones P. Assessment of remission in schizophrenia with the CGI and 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 65 CGI-SCH scales. Acta Psychiatr Scand. 2007;115:163—4, author reply 4. Harvey PD, Bellack AS. Toward a terminology for functional recovery in schizophrenia: is functional remission a viable concept? Schizophr Bull. 2009;35:300—6. Bystritsky A, Liberman RP, Hwang S, Wallace CJ, Vapnik T, Maindment K, et al. Social functioning and quality of life comparisons between obsessive-compulsive and schizophrenic disorders. Depress Anxiety. 2001;14:214—8. Liberman RP, Kopelowicz A. Recovery from schizophrenia: a concept in search of research. Psychiatr Serv. 2005;56:735—42. Perkins DO, Gu H, Weiden PJ, McEvoy JP, Hamer RM, Lieberman JA. Predictors of treatment discontinuation and medication nonadherence in patients recovering from a first episode of schizophrenia, schizophreniform disorder, or schizoaffective disorder: a randomized, double-blind, flexible-dose, multicenter study. J Clin Psychiatry. 2008;69:106—13. Auslander LA, Jeste DV. Sustained remission of schizophrenia among community-dwelling older outpatients. Am J Psychiatry. 2004;161:1490—3. Pijnenborg GH, Withaar FK, Evans JJ, Van den Bosch RJ, Timmerman ME, Brouwer WH. The predictive value of measures of social cognition for community functioning in schizophrenia: implications for neuropsychological assessment. J Int Neuropsychol Soc. 2009;15:239—47. Frese 3rd FJ, Knight EL, Saks E. Recovery from schizophrenia: with views of psychiatrists, psychologists, and others diagnosed with this disorder. Schizophr Bull. 2009;35:370—80. Haro JM, Edgell ET, Jones PB, Alonso J, Gavart S, Gregor KJ, et al. The European Schizophrenia Outpatient Health Outcomes (SOHO) study: rationale, methods and recruitment. Acta Psychiatr Scand. 2003;107:222—32. San L, Ciudad A, Alvarez E, Bobes J, Gilaberte I. Symptomatic remission and social/vocational functioning in outpatients with schizophrenia: prevalence and associations in a cross-sectional study. Eur Psychiatry. 2007;22:490—8. Andreasen NC, Olsen S. Negative v positive schizophrenia. Definition and validation. Arch Gen Psychiatry. 1982;39: 789—94. Andreasen NC. Negative symptoms in schizophrenia. Definition and reliability. Arch Gen Psychiatry. 1982;39:784—8. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):65—66 www.elsevier.es/saludmental CARTA CIENTÍFICA Venlafaxina y secreción inadecuada de hormona antidiurética Venlafaxine and inappropriate antidiuretic hormone excretion Sr. Editor Venlafaxina es un inhibidor potente de la recaptación de serotonina y noradrenalina, e inhibidor débil de la recaptación de dopamina. Su indicación principal es el tratamiento y la prevención de los estados depresivos1 . El síndrome de secreción inadecuada de hormona antidiurética (SIADH) viene definido por la liberación mantenida de arginina-vasopresina (ADH) en ausencia de sus estímulos habituales, especialmente hiperosmolaridad e hipovolemia. Dado que se trata de un diagnóstico por exclusión, para llegar a él deben descartarse previamente situaciones que cursan con disminución de la volemia eficaz (insuficiencia cardíaca, cirrosis con ascitis, hipovolemia, etc.), y demostrar la normalidad de la función renal, suprarrenal y tiroidea2 . Se caracteriza por hiponatremia, hipoosmolalidad plasmática, osmolalidad urinaria inadecuadamente elevada y natriuresis generalmente superior a 40 mmol/l. Los tumores —–especialmente el cáncer de pulmón de células pequeñas—– y los fármacos3 son causas habituales. Dentro de este grupo, destacan los inhibidores de la recaptación de serotonina. Su mecanismo de producción es diverso4,5 . Así, se ha descrito el efecto directo en las células tubulares renales, el papel de la serotonina en la síntesis de vasopresina, el aumento de la producción hipotalámica de ADH o el incremento del efecto de la vasopresina. Presentamos el caso de una mujer que desarrolló hiponatremia grave durante el tratamiento con venlafaxina. Mujer de 70 años de edad, con antecedentes de hipertensión arterial y síndrome depresivo. Llevaba tratamiento desde 2 meses antes con 75 mg/día de venlafaxina y 20 mg/día de enalapril. Consulta por proceso de varios días de evolución consistente en molestias epigástricas, sensación nauseosa, somnolencia y mareo. La exploración física demostró únicamente obesidad (índice de masa corporal 32 kg/m2 ) y bradipsiquia. No había edema ni signos de deshidratación. Los parámetros analíticos básicos fueron todos normales, salvo: sodio (Na) plasmático de 111 mmol/l, osmolalidad plasmática de 231 mOsm/kg, Na urinario de 38 mmol/l y osmolalidad urinaria de 330 mOsm/kg (valor normal: 300-900 mOsm/kg). El cortisol basal y la tirotropina fueron normales. Dada la sospecha inicial de un SIADH provocado por el uso de venlafaxina, ésta se suspendió y se indicó restricción hídrica y aporte de suero salino isotónico. La evolución fue favorable, y en el momento del alta (5 días después) se mostraba asintomática, con un Na plasmático de 136 mmol/l. Treinta días más tarde, con tratamiento con enalapril, el Na plasmático seguía normal. La ficha técnica de venlafaxina recoge, entre sus efectos adversos, la posibilidad poco frecuente (> 0,1% y < 1%) de hiponatremia1 . Roxanas et al6 encontraron, en un trabajo con diseño prospectivo, que 10 de 58 pacientes mayores de 65 años (17,2%) desarrollaron hiponatremia a los pocos días de iniciar el tratamiento con venlafaxina. Como ocurría en nuestro caso, la incidencia del síndrome es mayor en personas de edad avanzada y sexo femenino. De igual modo, la ingesta concomitante de diuréticos supone un factor de riesgo añadido7 . Se estima que la hiponatremia aparece alrededor de 1-2 semanas, aunque se han descrito casos desde 1 a 360 días8 . Nuestra paciente tomaba simultáneamente enalapril que, aunque muy raramente, se ha visto involucrado en esta reacción adversa9 . Sin embargo, al mes del alta (con venlafaxina suspendida y tomando enalapril), la natremia fue normal. Nos parece importante finalizar insistiendo en que el SIADH asociado a antidepresivos con acción serotoninérgica es frecuente y potencialmente grave10 . Por ello, y porque lo inespecífico de sus síntomas puede confundir al médico y hacer que se interprete como otro síntoma más de la depresión, creemos que debe vigilarse atentamente el estado neurológico del paciente y los valores de sodio, especialmente en los primeros 15-30 días de tratamiento. Muy especialmente si se trata de mujeres de edad avanzada o con otros factores de riesgo, como ingesta simultánea de diuréticos, bajo peso o hipotiroidismo. Bibliografía 1. Ficha técnica. Venlafaxina. Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Ministerio de Santidad y Consumo. Abril 2005. 2. Ybarra Muñoz J, De Leiva Hidalgo A. Enfermedades de la neurohipófisis y la epífisis. En: Rodés Teixidor J, Guardia Massó J, editors. Medicina Interna. 2.a ed. Barcelona: Ed. Masson; 2004. p. 2447—8. 1888-9891/$ – see front matter © 2010 SEP y SEPB. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.rpsm.2010.11.004 66 3. Adrogué HJ, Madias NE. Hyponatremia. N Engl J Med. 2000;342:1581—9. 4. Romero S, Pintor L, Serra M, Plana T, Navarro V, Gastó C, et al. Syndrome of inappropriate secretion of antidiuretic hormone due to citalopram and venlafaxine. Gen Hosp Psychiatry. 2007;29:1—4. 5. Egger C, Muehlbacher M, Nickel M, Geretsegger C, Stuppaeck C. A case of recurrent hyponatremia induced by venlafaxine. J Clin Psychopharmacol. 2006;26:439. 6. Roxanas M, Hibbert E, Field M. Venlafaxine hyponatraemia: incidence, mechanism and management. Aust N Z J Psychiatry. 2007;41:411—8. 7. Mulsant BH. Onset of confusion in the context of late-life depression. Rev Psychiatr Neurosci. 2007;32:152. 8. Liu B, Mittmann N, Knowles SR, Sear NH. Hiponatremia and the síndrome of inappropriate secretion of antidiuretic hormona associated with the use of selective serotonin reuptake inhibitors: a review of spontaneous reports. Can Med Assoc J. 1996;155:519—27. CARTA CIENTÍFICA 9. Fernández Fernández FJ, De la Fuente Aguado J, Vázquez Tuñas L, Pérez Fernández S. Síndrome de secreción inadecuada de hormona antidiurética causado por enalapril. Med Clin (Barc). 2004;123:159. 10. Bourgeois JA. Reversible hyponatremia and venlafaxine. Psychosomatics. 2005;46:495—6. José María Prieto de Paula a,∗ y Silvia Franco Hidalgo b a Servicio de Medicina Interna, Hospital Clínico Universitario de Valladolid, España b Servicio de Medicina Interna, Complejo Hospitalario de Palencia, Palencia, España ∗ Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (J.M. Prieto de Paula). Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.) 2011;4(1):66 Agradecimientos REVISTA DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010 El editor y coeditores de REVISTA DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL agradecen a los profesionales que a continuación se mencionan haber colaborado como expertos en la evaluación de los manuscritos recibidos, durante el periodo del 1 de enero de 2010 a 31 de diciembre de 2010: Agüera, Luis Aguilar, Eduardo J. Alamo Gonzalez, Cecilio Álvarez, Enrique Amann, Benedikt Bioque Alcázar, Miquel Bulbena, Antonio Calvo, Rosa Cardoner, Narcis Castro-Fornieles, Josefina Crespo-Facorro, Benedicto Eguiluz, José Ignacio Fernández-Egea, Emilio Ferrin, Maite García Campayo, Javier García Rizo, Clemente García Toro, Mauro García-Portilla, Mª Paz Giner Jiménez, Lucas Goikolea, Jose Manuel González-Pinto, Ana Mª Gutiérrez, Blanca Lahera, Guillermo Meana, Javier Montes, José Manuel Moreno, María José Parellada, Mara Pifarré, Josep Ramos Brieva, Jesús Roca, Miquel Romero, Soledad Ruiz Veguilla, Miguel Salvador, Luis San Molina, Luis Sarramea, Fernando Soutullo, César Trujols, Joan Urretavizcaya, Mikel Vaz Leal, Francisco Veciana, Misericordia Revista de Psiquiatría y Salud Mental INFORMACIÓN PARA LOS AUTORES NORMAS DE PUBLICACIÓN SECCIONES DE LA REVISTA R EVISTA DE PSIQUIATRÍA Y SALUD M ENTAL (RPSM), órgano de expresión de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) y de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), es una publicación orientada al estudio de las enfermedades mentales, sus procesos patológicos y sus consecuencias psicosociales, y tiene como finalidad difundir los avances científicos en todos los campos relacio nados con la enfermedad y la salud mental. Se publicarán trabajos inéditos sobre la psiquiatría y salud mental y su repercusión médica, social y de comportamiento. Por tal motivo, se da cabida en la Revista a trabajos procedentes del ámbito biológico, clínico y psicosocial. La Revista se adhiere a las normas del Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (http://www.icmje.org), por lo que los manuscritos deben elaborarse siguiendo sus recomendaciones. Todas las contribuciones originales, además de las que considere el Comité Editorial, serán evaluadas antes de ser aceptadas por revisión externa y anónima por pares (peer review). El envío de un artículo a R EVISTA DE PSIQUIATRÍA Y SALUD M ENTAL implica que es original y que no ha sido previamente publicado ni está siendo evaluado para su publicación en otra revista. No se aceptará material previamente publicado. Los autores son responsables de obtener los oportunos permisos para reproducir parcialmente material (texto, tablas o figuras). Originales. Trabajos de investigación que aportan nuevos resultados en las áreas de interés de la Revista. Los manuscritos deberán estructurarse en los apartados: Introducción, Material y métodos, Resultados, Discusión y Bibliografía. La extensión recomendada es de 3.000-3.500 palabras (sin incluir resumen, tablas, figuras y bibliografía), que equivale a unas 12 páginas DIN A4 a doble espacio, con tipo de letra Arial de tamaño 12. Se incluirá un máximo de 6 tablas y figuras (esquemas, gráficos o imágenes). También se recomienda limitar el número de referencias bibliográficas (en lo posible, a un máximo de 40 citas). Los originales deberán acompañarse de un resumen de un máximo de 250 palabras estructurado en los apartados: Introducción, Material y métodos, Resultados y Conclusiones. Para la publicación de ensayos clínicos controlados se recomienda seguir los criterios CONSORT, disponibles en: http://www.consort-state-ment.org Autoría. En la lista de autores deben figurar únicamente aquellas personas que cumplan cada uno de los siguientes requisitos: Revisiones. Puestas al día de un problema de relevancia biológica, clínica o psicosocial mediante la aportación de la necesaria bibliografía para este cometido. Si bien los trabajos de revisión serán preferiblemente encomendados por los Editores de la Revista, cabe la posibilidad de su espontánea aportación. La extensión recomendada es la misma que para los artículos originales. El resumen no estructurado de los trabajos de esta sección deberá ser lo más escueto posible (de unas 150 palabras), pero fluido en su lectura y concluyente del tema en cuestión. No obstante, con el fin de evitar esfuerzos innecesarios, conviene llegar a un acuerdo previamente sobre el tema y la extensión del manuscrito con los Editores. 1. Haber participado en la concepción y realización del trabajo que ha dado como resultado el artículo en cuestión. 2. Haber participado en la redacción del texto y en sus posibles revisiones. 3. Haber aprobado la versión que finalmente será publicada. Conflicto de intereses. Los autores deben describir cualquier relación financiera o personal que pudiera dar lugar a un conflicto de intereses en relación con el artículo publicado. Incluso si los autores consideran que no los hay, deberán indicarlo. Responsabilidades éticas. Cuando se describen experimentos que se han realizado en seres humanos se debe indicar si los procedimientos seguidos se conformaban con las normas éticas del comité de experimentación humana responsable (institucional o regional) y con la Asociación Médica Mundial y la Declaración de Helsinki (http://www. wma.net/s/ethicsunit/helsinki.htm). No se deben utilizar nombres, iniciales o números de hospital, sobre todo en las figuras. Cuando se describen experimentos en animales, se debe indicar si se han seguido las pautas de una institución o consejo de investigación internacional, o una ley nacional reguladora del cuidado y la utilización de animales de laboratorio. Consentimiento informado. Los autores deben mencionar en la sección de métodos que los procedimientos utilizados en los pacientes y controles se han realizado tras la obtención del consentimiento informado. Si se reproducen fotografías o datos de pacientes, los autores son responsables de la obtención del consentimiento por escrito, autorizando su publicación, reproducción y divulgación en soporte papel e Internet. ENVÍO DE MANUSCRITOS Los manuscritos deben remitirse a través de la siguiente dirección web: http://ees.elsevier.com/rpsm. Los autores pueden ponerse en contacto con la secretaría técnica de la Revista a través de correo electrónico: [email protected] Originales breves. Trabajos de investigación que por sus características especiales (series con número reducido de casos, estudios epidemiológicos descriptivos, trabajos con objetivos y resultados muy concretos) pueden publicarse de forma abreviada. Su extensión no superará las 1.500 palabras, más 2 figuras y/o tablas y un máximo de 15 referencias bibliográficas. Se aportará un resumen estructurado (máximo de 250 palabras). Cartas. La sección se divide en “Cartas científicas”, trabajos que contienen nuevos estudios que pueden exponerse de forma abreviada, y “Cartas al Editor”, donde los lectores pueden expresar su opinión argumentada, conforme o disconforme, de una publicación reciente, así como sobre un tema que consideren importante comentar por su actualidad. Con esta sección se pretende fomentar y estimular el coloquio y la discusión entre los profesionales lectores de la Revista. Las aportaciones deben ser precisas y convenientemente argumentadas, preferentemente con citas bibliográficas en un número no superior a 10. La extensión de la carta no sobrepasará las 750 palabras, y se dará preferencia para la publicación a las más concisas y de mayor brevedad y claridad. La Revista se reserva el derecho de acortar el texto de la carta, ya sea por haber sobrepasado la extensión establecida o por reiteraciones que afectan a la fluidez de su lectura. Editoriales. Esta sección es habitualmente por encargo. Sin embargo, el comité editorial puede considerar para publicación y someter al proceso de revisión trabajos no solicitados, para lo que conviene establecer un previo acuerdo. PREPARACIÓN DE LOS MANUSCRITOS Todos los manuscritos se adecuarán a las normas de publicación. El manuscrito se escribirá en castellano y/o inglés, y se presentará a doble espacio, con márgenes de 2,5 cm y páginas numeradas, de acuerdo con el siguiente orden: Primera página. Contiene el título del trabajo, nombre completo y uno o los dos apellidos de los autores, así como el centro de trabajo de cada Normas de publicación. / Revista de Psiquiatría y Salud Mental uno y la población en que se halla cada centro. También corresponde aquí escribir la dirección completa del autor al que se dirigirá la correspondencia, incluyendo teléfono, fax y correo electrónico. Esta página se adjuntará separada del resto del artículo en la web (http://ees.elsevier.com/rpsm). Resumen. Se elaborará según la sección a la que pertenece el trabajo (léase secciones de la revista). Al final de éste se escribirán no más de 5 palabras clave (utilizando los términos del Medical Subject Headings (MeSH) de Index Medicus). Se añadirá la versión en lengua inglesa del resumen, así como del título del trabajo y las palabras clave. Debido a su importancia para alcanzar la mayor difusión de las publicaciones, conviene que la versión inglesa del resumen presente la mayor claridad y calidad posible, por lo que se recomienda una revisión de estilo por parte de un nativo, preferentemente un profesional del campo del artículo. Texto. De estructura y extensión según la sección del trabajo. Las citas bibliográficas se señalarán numéricamente, en superíndice, en el orden de su aparición en el texto. Bibliografía. Las referencias bibliográficas se citan en secuencia numérica, en formato superíndice, de acuerdo con su orden de aparición en el texto. La bibliografía se remitirá como texto estándar, nunca como notas al pie. No se deben incluir citas difícilmente asequibles o verificables, como resúmenes de congresos o comunicaciones personales. Los autores son responsables de la exactitud y adecuada presentación de las referencias bibliográficas, que seguirán el estilo recomendado por el Comité Internacional de Editores de Revistas Biomédicas, que se puede consultar en: http://www.nlm.nih.gov/bsd/uniform_requirements.html Lista de todos los autores. Si el número de autores es superior a seis, se incluirán los seis primeros, añadiendo la partícula latina “et al”. Por ejemplo: 7. Galache Osuna JG, Moreno Ambroj C, Sánchez-Rubio Lezcano J, Calvo Cebollero I, Portolés Ocampo A, Aured Guayar C, et al. Evolución a corto y medio plazo del infarto agudo de miocardio transmural en mujeres ancianas. ¿Son tratadas correctamente? Rev Esp Geriatr Gerontol. 2007;42:142-8. Capítulo en libro. Autores, título del capítulo, editores, título del libro, ciudad, editorial, año y páginas. Por ejemplo: 32. Martínez-Murillo R, Rodrigo J. The localization of cholinergenic neurons and markers in the CNS. En: Stone TW, editor. CNS neurotransmitters and neuromodulators: Acetylcholine. Londres: CRC Press; 1995. p. 1-37. Libro. Autores, título del libro, ciudad, editorial y año. Por ejemplo: 5. Gálvez Vargas R, Delgado Rodríguez M, Guillén Solvas JF. Concepto, importancia y futuro de la infección hospitalaria. Granada: Universidad de Granada; 1993. Material electrónico. Artículo de revista en formato electrónico. Por ejemplo: 3. Morse SS. Factors in the emergence of infectious diseases. Emerg Infect Dis. [revista electrónica] 1995 Jan-Mar [accedido 05 Jun 1996]. Disponible en: www.cdc.gov/nci-dod/EID/eid.htm Agradecimientos. Podrán ser expresados a personas o entidades que hayan ayudado a la realización del trabajo. En su caso, de acuerdo con los criterios del Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas, se mencionarán las personas y el tipo de ayuda aportada, así como las entidades o instituciones que hayan financiado o suministrado materiales. En caso de proyectos de investigación financiados es suficiente mencionar el código de registro y la entidad, institución o fundación que lo apoya económicamente. Tablas. Se numerarán con números arábigos, de acuerdo con su orden de aparición en el texto. Cada tabla se escribirá en una hoja aparte, al final del texto. Incluyen un título en la parte superior y en la parte inferior se describen las abreviaturas empleadas por orden alfabético. El contenido es autoexplicativo y l os datos que incluyen no figuran en el texto ni en las figuras. Figuras (gráficos, esquemas o imágenes). No se aceptarán las imágenes fotográficas o microscópicas de calidad insatisfactoria o de insuficiente valor demostrativo. Es recomendable utilizar los formatos jpg o tiff, de resolución no inferior a 300 puntos por pulgada (dpi). El tamaño ha de ser también de 9 × 12 cm. No se aceptará cualquier tipo de material iconográfico presentado en color. Las figuras se numerarán con números arábigos, de acuerdo con su orden de aparición en el texto. Las leyendas de las figuras se incluirán en hoja aparte al final del manuscrito, identificadas con números arábigos. Deben identificarse las abreviaturas empleadas por orden alfabético. Las fotografías de personas deben realizarse de manera que no sean identificables o se adjuntará el consentimiento de su uso por parte de la persona fotografiada. PROCESO EDITORIAL La recepción del manuscrito será inmediatamente confirmada por la Revista. Tras su valoración por parte de los Editores, el trabajo será evaluado por expertos independientes. El resultado final conducirá a la aceptación del manuscrito, a la devolución para introducir correcciones para la reelaboración del trabajo o al rechazo de su publicación en la Revista. Excepto en el primer caso, las otras decisiones serán comunicadas al autor convenientemente argumentadas. Antes de la publicación del artículo, el autor indicado para la correspondencia en la primera página del manuscrito recibirá una prueba de composición del artículo. El autor deberá responder en 48 horas dando su visto bueno para la impresión o indicando las correcciones necesarias, si fuera preciso. Las correcciones deben limitarse a los errores de imprenta, nunca serán adiciones o cambios del original. Acerca del manuscrito titulado _____________________________ _____________________________________________________ Remitido para su publicación a la revista arriba menciona da, sus autores, abajo firmantes, DECLARAN: — Que es un trabajo original. — Que no ha sido previamente publicado. — Que no ha sido remitido simultáneamente a otra publicación. — Que todos ellos han contribuido intelectualmente en su elaboración. — Que todos ellos han leído y aprobado el manuscrito remitido. — Que, en caso de ser publicado, transfieren todos los derechos de autor al editor, sin cuyo permiso expreso no podrá reproducirse ninguno de los materiales publicados en la Revista. — Que la editorial no comparte necesariamente las afirmaciones que los autores manifiestan en el artículo. A través de este documento ELSEVIER ESPAÑA, S.L. asume los derechos para editar, publicar, reproducir, distribuir copias, preparar trabajos derivados en papel, electrónicos o multimedia e incluir el artículo en índices nacionales e internacionales o bases de datos. Firma Nombre Fecha Firma Nombre Fecha Firma Nombre Fecha Firma Nombre Fecha Firma Nombre Fecha Firma Nombre Fecha