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Unidad 2: Los inicios del arte 1. El legado de la Prehistoria. 2. Arte mobiliar. Arte rupestre. La pintura. La arquitectura megalítica. 3. El arte mesopotámico // Aportaciones artísticas de las primeras civilizaciones urbanas. Egipto y Mesopotamia. Sistemas constructivos y tipologías arquitectónicas. 4. El arte egipcio // Caracterización de las artes figurativas. El desarrollo artístico en Egipto: La arquitectura (El templo y la tumba) y las artes figurativas El legado de la prehistoria. El período artístico más largo de la historia del hombre es el Paleolítico, aunque también el más desconocido. Las manifestaciones plásticas prehistóricas fueron realizadas por el Homo Sapiens hace unos 32000 años. Poseía las mismas capacidades que el hombre actual, aunque su entorno y los medios con que contaba eran bien diferentes. Europa se hallaba bajo un clima muy duro, el hombre se enfrentaba a animales como los mamuts y los bisontes y su preocupación fundamental era garantizar alimentos a su grupo. Por eso, los primeros restos que dejó son útiles de caza: hachas, buriles, raspadores..... El hombre se sentía indefenso ante los fenómenos de la naturaleza: rayo, tempestades, riadas. A medida que su habilidad fue creciendo, también evolucionó su pensamiento. Ya no sólo eran prácticos, sino que mostraban una preocupación estética, al comenzar a embellecer con grabados sus útiles. Las primeras manifestaciones artísticas habían aparecido. Los restos artísticos conocidos se agrupan en dos campos diferentes: Arte mobiliar: aquel que el hombre podía llevar consigo al cambiar de lugar de asentamiento. Arte parietal: aquel que quedaba impreso en las paredes de las cuevas utilizadas para cobijarse, cuyas muestras más reconocidas fueron las pinturas rupestres Arte mobiliar. Arte rupestre. La pintura. La arquitectura megalítica El arte prehistórico comprende las manifestaciones plásticas realizadas por el Homo Sapiens u hombre moderno desde el final de la Edad de Piedra y durante la primera Edad de los Metales El periodo final de la Edad de la Piedra se divide tradicionalmente en las siguientes fases: Paleolítico Superior (32000-9000 a. C.) Mesolítico (9000-6000 a. C.) Neolítico (6000-3000 a. C.) En el primer periodo (Paleolítico Superior) el hombre es cazador-recolector (economía depredadora) y vive en un entorno glaciar. Durante el Mesolítico las comunidades de cazadores-recolectores se van aclimatando a un clima post-glaciar, menos extremo. En el Neolítico, finalmente, aparecen la agricultura y la ganadería (economía productora) con la Revolución neolítica y el hombre se transforma en sedentario. En los dos primeros periodos se talla la piedra, mientras que en el neolítico aparece la pulimentación. Respecto a la Edad de los Metales, el arte se desarrolla en dos periodos: Cobre (3000-2000 a. C.) Bronce (2000-725 a. C.) En estos periodos se descubre la metalurgia y se produce la “revolución urbana”, desapareciendo poco a poco la organización tribal y apareciendo una sociedad jerarquizada. Además, en este periodo nace la escritura en Mesopotamia y Egipto, con lo que termina la prehistoria. Las principales manifestaciones de este arte son la pintura rupestre y el arte mobiliar (figuras y objetos decorativos tallados en hueso, cuernos de animales o piedra, o bien modelados en arcilla), así como la arquitectura megalítica. Arte rupestre: Las pinturas paleolíticas de la zona franco-cantábrica En el Paleolítico Superior, las comunidades de cazadores-recolectores de la zona franco-cantábrica (N. De España y SO. De Francia), pintaron animales en las paredes y bóvedas de las cavernas. Este homo sapiens paleolítico no sólo es el primero que dejó manifestaciones artísticas, también fue el primero que enterró a sus muertos acompañándolos de herramientas de piedra, huesos de animales e incluso flores, y el primero que desarrolló, hace 100000 años, el lenguaje. El descubrimiento de la cueva de Altamira, en Santillana del Mar (Cantabria) en 1879 por el naturalista Marcelo de Sautuola con un maravilloso techo pintado, fue considerado por la ciencia del momento una falsificación. Sin embargo, posteriores hallazgos en Francia confirmaron la cronología paleolítica de estas pinturas. Más adelante, la prueba del Carbono 14 permitió establecer que habían sido pintadas hacía aproximadamente 15000 años. Las características de esta pintura son las siguientes: Se encuentran en el interior de cuevas, en lugares oscuros y de difícil acceso. Representa animales de gran tamaño, pintados en las paredes y la bóveda natural de las cuevas. Generalmente están en posición estática y sin componer grupos. No aparece el hombre. Los animales representados están en consonancia con los más abundantes según épocas o regiones. Predominan el bisonte y el caballo, siguen bóvidos y ciervos, jabalíes, alces...incluso aparecen algunos que se extinguieron con el fin de la era glaciar, como el mamut. A veces están preñados (idea de fecundidad). Naturalismo, consecuencia de la profunda observación de los animales, de cuya caza depende la supervivencia de la comunidad. Los animales aparecen en distintas fases de acabado: algunos sólo sugeridos, otros descritos con gran detalle y asombrosa precisión. A menudo se aprovechan los relieves naturales de la roca para aumentar el efecto de volumen. Técnica polícroma. Los colores básicos son el negro, el rojo y el ocre, obtenidos de pigmentos y tierras naturales aglutinados con grasa. Los contornos se definen con líneas negras. Los colores a veces se colocan uno junto a otro, potenciando el contraste, y otras veces se mezclan para conseguir una transición delicada. Una vez silueteado el contorno, se rellena mediante el procedimiento del tamponado, es decir, cubriendo los dedos con piel, untándolos en pintura y golpeando la superficie. También se usaba como colorante el carbón y, en algún caso, la sangre. Los instrumentos empleados eran los propios dedos o rudimentarios pinceles elaborados con cerdas. A veces se servían de un buril o punzón de sílex para contornear las figuras. El aglutinante graso resultó ideal para conseguir una adherencia perfecta sobre las porosas rocas de las cuevas, de forma que, al ser absorbidas y mantenidas en unas constantes condiciones de humedad y ausencia de luz, han permanecido miles de años prácticamente inalteradas A menudo las figuras fueron pintadas unas sobre otras, de forma superpuesta, y se desconoce cuánto tiempo pasó entre las distintas ejecuciones. Respecto a su interpretación o significado, permanece en la oscuridad. No puede olvidarse que el mundo animal debía ser uno de los temas omnipresentes en el pensamiento del hombre paleolítico. Sin embargo, existen dos importantes teorías sobre su significado, defendidas por distintos investigadores franceses y teniendo como más plausibles las siguientes. Son formas de magia simpática, relacionada con la caza o la fertilidad Se utilizaban en ritos iniciáticos a la vida adulta donde lo representado tendría relación con lo masculino y lo femenino y la sexualidad en genera. Sin embargo, el debate sigue abierto, aunque la teoría de la magia simpática es la que tiene más seguidores. Las principales muestras de esta pintura son: La cueva de Altamira, cuyas pinturas se datan entre 16000 y 13000 a.C. en la gran bóveda del Salón de Pinturas de esta cueva hay más de 30 bisontes y en el punto más alejado hay una gran cierva (unos 2,25 m.) que vuelve la cabeza hacia la entrada. En esta cueva se han identificado más de 300 animales, que se complementan con un segundo grupo de imágenes formadas por signos. Se usa la perspectiva de perfil absoluto y no existe profundidad. La cueva de Lascaux, en Francia, fechada hace unos 13000 años y descubierta en 1940. Las figuras están yuxtapuestas, no hay composición ni carácter narrativo. La cueva de Chauvet de Ardeche , entre 32000 y 30000 a. C., la más antigua. Hechas por antepasados del hombre moderno, pero sorprendentemente con un hábil uso de la perspectiva, con escenas naturalistas, llenas de dinamismo y de elevada complejidad (ej. Embestida de rinocerontes) La pintura mesolítica de la zona levantina Hacia 9000 a. C. El deshielo de los glaciares por el calentamiento del clima hizo que el artista rupestre dejara de utilizar los corredores de las cavernas y saliera al exterior, donde también dejará sus pinturas. Han aparecido alrededor de 900 muestras de estas pinturas, lo que da idea de la importancia de la zona levantina como asentamiento humano privilegiado desde el Mesolítico. Su denominación se debe a la ubicación de sus obras, repartidas por diferentes zonas del Levante español, entre Andalucía y Cataluña. Mantienen características similares. Su datación cronológica ha dado pie a encendidos debates. Breuil las atribuyó al paleolítico Superior, teoría hoy desechada porque la fauna que aparece (ciervos, vacas y cabras) corresponde a un periodo postglaciar. Para otros autores son del Mesolítico, por el utillaje encontrado junto a ellas. Finalmente, otros expertos las sitúan en el Neolítico por los tipos de puntas de flechas o incluso ciertos indicios en las pinturas que interpretan como escenas de domesticación. Hoy se piensa que son mesolíticas, pero se adentran en el Neolítico e incluso en los metales; es entonces cuando aparece la temática de la guerra. Su ubicación, apariencia formal y finalidad las hace muy distintas de las del Paleolítico. Ya no se pinta en el interior de las cuevas, sino en abrigos rocosos abiertos al exterior, pues la vida en el periodo postglaciar se hacía ya en poblados al aire libre. La temática tiene un carácter narrativo: cuenta la vida de la tribu, con grupos humanos solos o de hombres con animales, componiendo escenas: cacerías, luchas, desfiles, danzas o rituales. El aspecto formal olvida el naturalismo y se hace un desarrollo esquemático de las figuras, representado mediante formas geométricas que reduce su anatomía a los rasgos esenciales para su identificación. Animales y seres humanos son representados a escala reducida, en actitudes y composiciones dinámicas que ilustran todo el proceso de la caza: el acecho, el ataque y la persecución de los animales, especialmente ciervos, cabras monteses y jabalíes, que, junto con el complemento de moluscos y frutos eran la base de la alimentación. Son monocromas y tienen una gama de colores muy reducida, especialmente el negro, a veces silueteando la figura en blanco, negro o rojo. Hay estudios del movimiento, dinamismo, y se utiliza el recurso de colocar unas figuras encima de otras: los que están alejados están por encima de los demás (superposición). La identificación hombre-mujer es posible por el tipo de ropaje o por los atributos sexuales. Incluso es posible observar la jerarquización: el jefe aparece de mayor tamaño que los demás. Las luchas entre ellos indican una sociedad cada vez más compleja. Las obras más importantes se encuentran en: Cogull (Lérida). La Valltorta (Castellón), donde aparece una Cacería de ciervos, en la que una manada de ciervos, acosada previamente, se precipita al llano, donde los esperan cuatro arqueros apostados. La recolección de miel, en el abrigo valenciano de La Araña, donde se ha aprovechado un hueco en la roca para situar el panal, al que trepa un hombre por una escala entre un zumbido de abejas Arte mobiliar Es la primera forma de escultura conocida y consiste en figuras u objetos (collares, pendientes, arpones, cuchillos, punzones...) tallados en marfil, asta, hueso, piedra o modelados toscamente en arcilla. Tienen entre 32000 y 27000 años de antigüedad. Uno de los primeros ejemplos de este arte es la famosísima Venus de Willendorf, hallada en Austria. Esculpida en caliza y pintada de color rojo (11,5 cm.), es un símbolo de fertilidad caracterizado por la esquematización y las formas exageradas. Es la más antigua del medio centenar de figuritas descubiertas en diferentes zonas, que han sido llamadas “venus” por el evidente interés en destacar sus atributos sexuales (genitales, pechos, vientre y nalgas). La similitud entre estas figuritas hace pensar en la existencia de un lenguaje convencional en su representación y, por tanto, de una cierta estructura social. En ellas se ha eliminado cualquier rasgo facial, por lo que parecen tener un significado mágico o ritual : serían exvotos para propiciar la fecundidad de la tribu, es decir, son estatuas-símbolo que representan el concepto abstracto de fecundidad-fertilidad Arquitectura megalítica Hacia 6000 a. C. tuvo lugar un cambio trascendental en la vida del hombre, la llamada “Revolución Neolítica”, término creado por el historiador Gordon Childe para referirse a una serie de cambios socioeconómicos y culturales que consistió en la aparición de la economía productora, gracias a la aparición de la agricultura y la ganadería y al paso de la vida nómada a la sedentaria. Nacen, pues, las primeras sociedades de campesinos y pastores en las que se producirán también otros avances importantes, como la aparición de la cerámica, el telar y la arquitectura. Este cambio se produjo en el llamado Creciente Fértil, una franja de tierras en el Próximo Oriente que, aproximadamente, corresponde a los territorios de Siria y Palestina y desde allí se extendió, a través de un proceso lento y desigual, al resto de Oriente y Occidente. Hacia el IV Milenio a.C., el Neolítico se había extendido por Europa y hacia el III Milenio se inicia el conocimiento de la metalurgia del cobre. Es en este momento cuando aparece el megalitismo, que se prolongará hasta el II Milenio a. C. La arquitectura megalítica (mega, litos) se caracteriza por el entierro colectivo en tumbas formadas por gigantescos bloques de piedra (monolitos), que se localizan en las costas del litoral atlántico europeo, desde Escandinavia hasta el S. de la Península Ibérica, pasando también al N. de África y a las islas occidentales del Mediterráneo). Los principales monumentos se encuentran en las Islas Británicas, Francia y España. Su procedimiento constructivo obligaba a la movilización de numerosos hombres que sumaban sus fuerzas para la ejecución de la obra. Además, utilizaron algunas técnicas que facilitaban el traslado y levantamiento de las enormes piedras, como rodillos para mover sobre ellos las piedras o rampas de tierra apisonada para subir las piedras de la cubierta. Estas edificaciones no fueron nunca concebidas como viviendas, sino con un sentido religioso (como el culto al sol) o funerario. Su estructura arquitectónica abarca desde las sencillas formas monolíticas hasta las construcciones de gran complejidad. Se distinguen dos manifestaciones, diferenciadas por la época en que se construyen y por el tipo de monumentos: Arquitectura megalítica de la fachada atlántica. Las principales construcciones son: El menhir, palabra bretona que significa “piedra larga”. Es el elemento fundamental del megalitismo y el tipo más sencillo. Consiste en una sola piedra (monolito) alargada y clavada verticalmente en el suelo. Parece que estaba dedicado a fijar un alma errante o a delimitar un campo sepulcral. Algunos superaban los 20 m. de altura y los más significativos están en Bretaña e Inglaterra. Agrupando menhires se obtuvieron varios tipos de formaciones monumentales. Alineamiento: formación de menhires en hilera, orientados de E. a O. Y que se han relacionado con el culto al sol. El alineamiento más largo conservado es el de Carnac, en Francia, formada por una impresionante avenida en línea recta formada por once filas de piedras paralelas de 1 Km. de longitud (1100 menhires en total). Cromlech: formación de menhires en círculo. Puede tener uno o varios anillos y tiene un sentido religioso. El mayor cromlech es el inglés de Avebury, que fue inicialmente un anillo de 100 piedras, muchas de las cuales tienen casi 40 toneladas de peso. Dolmen: es una forma más elaborada, pues se trata de un monumento cubierto, con función funeraria y donde se han encontrado sepulturas colectivas acompañadas de restos de ajuar. Es una construcción integrada por dos o más menhires cubiertos por una losa. En la Península Ibérica hay varias muestras en Galicia (Dombate), País Vasco (Aguilar), La Rioja (Laguardia), Cataluña (Pedra Gentil) o Extremadura (Tapias). Galería dolménica: es el siguiente paso en la evolución de la arquitectura megalítica y no sólo requiere avances técnicos para extraer, acarrear y colocar las gigantescas piedras, sino que precisa recursos humanos más importantes y una autoridad que aunara esfuerzos. La metalurgia, el aumento demográfico y la jerarquización social hicieron posible su aparición La galería dolménica consta de un corredor o largo pasillo adintelado, es decir, con una cubierta de losas horizontales. El sepulcro de corredor es una galería dolménica que se prolonga en una cámara funeraria cerrada con falsa cúpula, formada por hiladas de piedras superpuestas en círculos concéntricos cuyos diámetros se reducen en altura. Suponen el mayor alarde técnico del megalitismo. Tanto la galería como el sepulcro de corredor se cubren posteriormente con un amontonamiento de tierra hasta formar un montículo artificial, para proteger las tumbas de las inclemencias del tiempo. En Andalucía hay muestras espectaculares. Entre las galerías destacan la cueva de Menga (Antequera, Málaga) y el dolmen de Soto (Trigueros, Huelva). Los sepulcros de corredor más importantes son los de los Millares (Almería), La Pastora y Matarrubillas (Sevilla) y la cueva del Romeral (Antequera, Málaga) que tiene dos cámaras funerarias. El Henge o círculo ritual es un cromlech dolménico La construcción más interesante es la de Stonehenge (en Salisbury, Inglaterra), donde los círculos de menhires se complementan con otros compuestos por estructuras adinteladas de tipo dolmen. Requirió un enorme esfuerzo humano, pues las piedras fueron transportadas desde más de 200 Km. de distancia. Stonehenge es un ejemplo de la evolución de un espacio sagrado durante milenios, pues es el resultado de varias fases constructivas. En el centro se halla la piedra del altar. Se desconoce su significado, pero se relaciona con el culto al sol, pues el ángulo noreste presenta una abertura que coincide con el punto exacto donde sale el sol el primer día del solsticio de verano. También pudo ser un lugar de reunión tribal o un centro de observación astronómica, o simplemente una muestra de la creencia en la vida de ultratumba. Arquitectura ciclópea de las islas baleares Ya en plena edad del bronce, hacia 1700 a. C., se dieron también formas megalíticas en las dos islas mayores de Baleares, Mallorca y Menorca, levantadas con grandes bloques de piedra. Presenta tres construcciones principales: Los Talayots. Eran torres de vigilancia aisladas o integradas en el circuito amurallado de los poblados y su interior se aprovechaba como depósito para almacenar y redistribuir la carne. Las Taulas, formadas por un soporte vertical y una losa horizontal. Tienen unos 5 m. de altura y se levantan en la zona principal de los poblados. Debían relacionarse con prácticas ceremoniales, por las ofrendas de animales sacrificados que se han encontrado a su alrededor y la hoguera que ardía delante de ellos. Las Navetas, hechas con grandes piedras trabajadas para conseguir un mejor ajuste. Su nombre se debe a su forma de nave invertida. Tienen fachada de acceso plana y ábside semicircular. Unas servían como viviendas de uso familiar, con un espacio interior habitable de unos 70 m cuadrados, con un hogar y un molino de piedra. Otras se usaban de enterramiento colectivo y constan de un pasillo que finaliza en una o dos cámaras sepulcrales superpuestas. El arte mesopotámico El arte mesopotámico se inserta como ningún otro en las características geográficas del territorio. El país entre los ríos Tigris y Éufrates es una llanura aluvial de gran riqueza que pronto conoció el desarrollo de importantes culturas desde el Neolítico que generaron el bullir de las primeras ciudades del mundo en tiempos muy remotos. Las posibilidades económicas de la zona y su carácter de encrucijada en el Próximo Oriente provocaron que se sucedieran a lo largo del tiempo las invasiones y colonizaciones de diferentes pueblos que dieron como resultado una cultura tan heterogénea como compleja. Además, la religión animista, más cercana al pueblo que los complicados dioses egipcios, contribuyó a la creación de un poso cultural mucho más pragmático y cercano a la realidad, en cuanto que los dioses podían garantizar la benignidad o no de las cosechas, pero en ningún caso la vida de ultratumba de los individuos. Por eso, el arte se convirtió en el medio empleado para transmitir ideas de poder y autoridad, para consolidar normas de convivencia o para subrayar roles sociales, en el marco de la primera civilización urbana y verdaderamente compleja de la historia. La arquitectura. Al igual que el resto del arte mesopotámico se encuentra condicionada por el marco geográfico en que se desarrolla, quizás con mayor motivo en cuanto que afecta a los propios materiales con los que se construye. Como dijimos, Mesopotamia es un territorio de depósitos aluviales (sedimentarios), es decir, no existen canteras de las que poder extraer piedra, así como tampoco grandes bosques cuya madera sirva para construir soportes o cubiertas. En estas circunstancias, el arquitecto mesopotámico no podía realizar edificaciones arquitrabadas al uso, puesto que el único material abundante, el barro (utilizado formando bloques cúbicos), presentaba una débil consistencia dispuesto en línea recta. Como solución se experimentará una disposición radial; había nacido el arco y la bóveda, y con ellos la arquitectura abovedada. Como soporte se utilizarán simples muros de carga fabricados también de ladrillo. El tipo de ladrillo más utilizado era el adobe (ladrillo secado al sol); en menor medida se utiliza el ladrillo cocido sólo para el revestimiento de los edificios, siempre trabados con betún. La cultura mesopotámica combinaba el fervor religioso con la exaltación real. Por eso, sus construcciones más significativas son los templos y los palacios. Los primeros se desarrollarán con carácter individual hasta el II milenio a.C., hasta la aparición de los grandes imperios con sus monarcas, que primarán la arquitectura palaciega sobre la religiosa y que, incluso, terminarán por incluir a los templos dentro del recinto de palacio, subrayando con esto su poder político y demostrando su dominio sobre el poder sagrado. Los templos. La llegada a Mesopotamia de los sumerios coincide con el desarrollo definitivo de las actividades agrarias y con la prosperidad de las ciudades. Las necesidades de organización social y económica recaen en la casta sacerdotal y derivan en el templo como centro de culto, pero también de todo tipo de actividades sociales. Se convierte así en el primer gran edificio de la civilización mesopotámica como demuestran los restos del templo de Eridú (considerada como la primera ciudad de la humanidad) construido en el IV milenio a.C., que ofrecía ya algunos aspectos de interés: el edificio se sobreelevaba por encima de la ciudad y presentaba un carácter solemne –de fortaleza constituido como una estructura rectangular (paralelepídica) cuyos muros exteriores se articulaban en grandes entrantes y salientes, a modo de torrecillas. Sin embargo no será hasta finales del citado milenio cuando se sistematice una forma de templo destinada a perdurar durante casi mil años. Fue en El Eanna o “Casa del Cielo” consagrado a la diosa Inanna en la ciudad de Uruk (denominado también templo de caliza por estar construido con este material): configurado por una planta rectangular muy alargada con muros articulados por un típico contorno dentado y una nave en forma de T inscrita. Este modelo templario se repetirá a lo largo del Primer Periodo Sumerio, siendo complementado o modificado por arquitecturas puntuales que tienden a encerrar el templo dentro de un recinto amurallado, coincidiendo con el aumento del prestigio y poder de los templos. Buen ejemplo de ello es el templo oval de Kafadje (2900). En este momento y durante el dominio acadio aparecen también los primeros palacios, sin que constituyan todavía edificaciones significativas. Pero, sin duda, el edificio religioso por antonomasia surgirá durante el periodo Neosumerio: el zigurat o torre escalonada, cuyo origen hay que buscarlo en la tradicional sobreelevación de los templos sumerios y en el hecho de que sea frecuente la renovación de dichos templos sobre las ruinas de los anteriores, generando una sucesión de escalones en altura. En este tipo de construcciones se percibe la voluntad de acercamiento del templo, sede terrenal de la divinidad, al cielo, donde se encontraba su auténtica morada, y a la vez, la intención de marcar la jerarquía existente entre Dios y los hombres. Por eso, es frecuente la existencia de enormes escalinatas o rampas que potencian dicha jerarquía, y el templo, propiamente dicho, se sitúa en la parte más alta, desde donde es posible observar mejor las divinidades celestes. El más significativo es el construido en la ciudad de Ur, llamado a convertirse en prototipo de todos ellos hasta la invasión de los persas. Los palacios. La entrada del segundo milenio supone un cambio radical en la forma de entender el estado mesopotámico. La realidad sumeria, basada en un conjunto de ciudades independientes más o menos unificadas por reyezuelos que se suplantan unos a otros, deja paso a los grandes estados con la llegada de los amorritas (babilonios), dominadores de un amplio territorio sustentado en un poderoso ejército y una férrea autoridad real. Este cambio político tiene su correspondencia en la arquitectura, donde el templo deja paso al palacio como principal edificación mesopotámica, tal y como testimonian las ruinas de Mari y las reconstrucciones hipotéticas del palacio del rey Hammurabi en Babilonia. Sin embargo, la preeminencia de la arquitectura palacial se constata definitivamente bajo la dominación de los asirios (s. XIV-VII a.C.), pueblo guerrero por excelencia y sometido al poder absoluto del soberano. El arte se convierte en una manifestación puramente áulica (cortesana) y el palacio en el símbolo definitivo de la preeminencia del rey, incluso sobre el orden religioso. Quizá el ejemplo más interesante en este sentido sea el palacio de Sargón II, construido en su nueva capital Dur Sharrukín (Korsabad) a finales del s. VIII a.C. “La Ciudad de Sargón” (Dur Sharrukín) se concibe como la más rotunda expresión del poder de Asiria y de su monarca. Se configura como un gigantesco castillo, delimitado por una poderosa muralla con torres cuadrangulares muy próximas entre sí. El centro de atención de la misma es la ciudadela, un segundo castillo en un extremo de la ciudad amurallada donde se sitúa el palacio real, elevado sobre la ciudad para constituirse en mensaje de la permanente superioridad del soberano y del ceremonioso distanciamiento respecto a la ciudadanía. En el palacio, articulado alrededor de patios irregulares, las dependencias públicas desde donde se dirige el estado, la residencia del soberano y los templos. El rey y los dioses comparten el mismo espacio distante y sagrado; a los ojos de los demás el soberano se convierte en mediador entre la sociedad y los dioses. El resurgir de Babilonia tras la caída de los asirios a fines del s. VII a.C. no comporta un cambio significativo en lo arquitectónico: la ciudad y sus murallas, y el palacio y su templo, siguen siendo las construcciones más significativas. Bien es cierto que durante el periodo Neobabilonio la ciudad sufrió una compleja remodelación, siendo embellecida con edificaciones emblemáticas como los Jardines Colgantes y el nuevo zigurat (la torre de Babel bíblica). Algunas reconstrucciones de este momento han llegado hasta nosotros, la más significativa: la puerta de Ishtar, realizada en ladrillo vidriado y decorada con animales mitológicos que aluden a una simbología protectora o divina, según los casos. La arquitectura persa. La conquista de Mesopotamia por los persas aqueménidas supone un cambio radical en las estructuras políticas y organizativas del territorio que se traducen, obviamente, en una importante modificación cultural. El pueblo persa, sin bagaje cultural anterior, domina en muy poco tiempo un vasto territorio desde el Indo al Mediterráneo que condicionará la existencia de un arte ecléctico, influido por culturas sometidas, como la mesopotámica, o fronterizas, como la egipcia y la griega. La arquitectura persa vuelve a la tradición adintelada (de líneas rectas), condicionada por la existencia de importantes canteras de piedra en la llanura irania. La piedra de sillería se convierte en el material más empleado en las construcciones persas y la columna en el elemento arquitectónico más representativo. Una columna muy singular, de gran esbeltez y con un capitel muy complejo, síntesis de lo egipcio, lo griego y lo mesopotámico. Los edificios más representativos, al igual que en la Mesopotamia conquistada seguirán siendo los palacios. Además, y condicionada por la nueva religión zoroastrista1, la arquitectura de templos se reduce a simples patios abiertos al exterior para el culto a AuraMazda, resurgiendo las construcciones funerarias, hasta entonces de escasa relevancia en la región. 1 El zoroastrismo o mazdeísmo es el nombre de la religión y filosofía basada en las enseñanzas del profeta y reformador iraní Zoroastro (Zarathustra), que reconocen como divinidad a Ahura Mazda, considerado por Zoroastro como el único creador increado de todo Ciro el Grande (fundador de la dinastía) construyó un primer palacio en su capital Pasargada, a base de distintos edificios independientes de gran singularidad. Sin embargo, el palacio más emblemático corresponde al erigido por Dario I a fines del s. VI a.C. en la nueva capital: Persépolis. Se levantaba sobre una terraza preparada al efecto, al modo asirio y volvía a la disposición de edificios aglutinados en torno a patios, siguiendo los modelos mesopotámicos. Especial relevancia adquirían las estancias públicas donde se levantaban dos salas majestuosas: la sala apadana, para las audiencias reales, y la sala hipóstila, concebida como salón del trono. A la espalda de estos grandes edificios, las estancias privadas, el tesoro y el almacén de palacio. Y todo ello, enfatizado gracias al papel de la columna y la decoración de los muros, con relieves de tradición asiria, con representaciones de la fiesta del Nauroz o del Año Nuevo, presidida por el rey. Especial atención merecen también las tumbas persas. Primero la de Ciro, un sobrio y original mausoleo construido en Pasargada. Sobre un alto basamento a modo de escalinata se construye la tumba, en forma de casa cuadrangular con techo a doble vertiente, recuerdo evidente de lo griego. Sus sucesores – desde Darío prefirieron una vieja fórmula importada de Egipto, la del hipogeo, en el paredón rocoso de Naqsh e Rostam, en las cercanías de Persépolis. Se trata de tumbas excavadas en la roca, que adoptan al exterior forma de cruz, con un pórtico tallado en la zona central y relieves relativos al poder del rey.. La escultura. Conoce en Mesopotamia un gran desarrollo derivado, en primer lugar, de su carácter votivo inicial, pero sobre todo del papel doctrinario que irá adquiriendo el arte progresivamente, como transmisor de los esquemas que rigen la sociedad mesopotámica. Se cultiva tanto el bulto redondo como el relieve, en todo tipo de materiales aunque preferentemente piedra, e incluso la metalistería, que convierte a los sumerios en los primeros grandes orfebres de la Historia del Arte. Las esculturas iniciales del Primer Periodo Sumerio estarán todavía al servicio de ideas religiosas sencillas: las divinidades entendidas como fuentes de vida, o del papel del monarca como administrador de los bienes que proporcionan los dioses de la naturaleza. Sirven como ejemplo de ello el gran vaso de alabastro de Uruk, la dama de Warka o la escultura del EbihIl de Mari. La evolución hacia temas más profanos, que tienden a ensalzar la figura de los monarcas, se produce ya con el asentamiento de las primeras dinastías sumerias, donde es frecuente el tratamiento de aspectos de tipo cotidiano: simposios, batallas, con un carácter profundamente narrativo. Los artesanos sumerios dieron también muestra de su pericia para la creación de artes suntuarias, en objetos como el casco de oro de Meskalandug, el Estandarte de Ur, o el ajuar –tocados, instrumentos musicales...- de la reina Puabi. El ejercicio de poder absoluto que supuso el encumbramiento de Sargón de Akad y sus sucesores trajo consigo una abierta instrumentalización del arte, convertido en principal expresión del poder político y militar del soberano, quien suplanta el papel reservado antes a los dioses y se convierte en el protagonista casi exclusivo de la escultura. Ejemplos claros de esta glorificación del soberano son la estela de Naram Sin y la cabeza de bronce atribuida a Sargón o al mismo NaramSin, que evidencia un profundo dominio de la técnica del vaciado. La restauración de las ciudades sumerias y el Imperio Paleobabilonio de Hammurabi, representan una síntesis entre los logros creativos acadios y la recuperación de las tendencias sumerias precedentes. La representación escultórica más destacable de este primer momento la constituye un nutrido grupo de esculturas de Gudea, patesi o gobernador de la ciudad de Lagash. El arte paleobabilonio, mal conocido, presenta una obra maestra de la estatuaria mesopotámica: el monolito con el Código de Hammurabi. Aparte de la importancia textual de la obra –principal referente del derecho de las civilizaciones antiguas, desde el punto de vista artístico estamos ante un verdadero manifiesto de un arte que ha sabido explotar y renovar las pautas del sólido lenguaje heredado por akadios y sumerios. La estatuaria asiria culmina el proceso de suplantación de la figura del dios por la del soberano. Los relieves que adornan los muros de sus palacios con escenas de guerra o de caza simbolizan el poder del rey sobre la naturaleza indómita, como si se tratase de la reencarnación de Dumuzi (el dios que combate a quienes ponen en peligro las cosechas y a los hombre; una suerte de Sansón o Hércules mesopotámico). Así podemos verlo en los relieves de Asurnasirpal II en Kalach o de Asurbanipal en Nínive, que tendrán también su traslación a la pintura en una de las escasas manifestaciones de este arte en Mesopotamia. El arte egipcio La civilización egipcia se desarrolla en torno al río Nilo. Pueblo pacífico, aislado y muy conservador en todas sus tradiciones, con una organización política, social y cultural fuerte. Se trata de una civilización fluvial, de base agraria, con una vida regulada por las crecidas periódicas del Nilo, que es la fuente de fertilidad. El proceso de inundación obliga a que todo esté perfectamente medido para aprovechar al máximo la crecida del Nilo. Desarrollan así un gran sentido de la medida, de lo regularizado, que les convierte en muy buenos geómetras. Por otro lado, este carácter agrícola se ve claramente reflejado en el arte, especialmente en los elementos decorativos y en la utilización de columnas con formas vegetales. Su concepción religiosa es muy compleja y es la que determina todo el arte; las únicas motivaciones artísticas son los dioses y la idea de la vida de ultratumba. Son obras realizadas para la eternidad, que glorifican el poder del faraón, al que consideran un hijo encarnado de Dios en la tierra. Los cuerpos eran embalsamados (al principio sólo el del faraón, aunque luego se extendió la costumbre al resto de la población) por su creencia de que el espíritu (BA) de una persona moría si el cuerpo (KA) era destruido. Por esta razón había que intentar preservar el cuerpo el máximo tiempo posible para que el Ba o alma pudiera ser juzgado por Osiris. No existe una ruptura con la mitología de tiempos pasados, pues se siguen divinizando las fuerzas del río Nilo y los animales en una concepción animista del mundo. Creen que el universo es plano y Egipto es el centro de todo. Las divinidades tienen cuerpo de hombre y cabeza de animal, son antropomorfas. El dios principal es el sol, que recibe varios nombres en función de la posición que ocupa en el cielo. Amón (dios de Tebas) se identifica con el sol naciente y da vida a todas las cosas. Ra representa el sol en su momento culminante y Osiris en el ocaso. Éste último es el encargado de juzgar el corazón del muerto en su balanza de la verdad. Frente a él está el dios Seth, dios guerrero que encarna el espíritu del mal. Horus, representado como la cabeza de halcón, es el dios que ayuda en el paso de la vida a la muerte. Isis, madre de Horus y esposa de Osiris, es la diosa de la agricultura, de la maternidad y de la belleza; sus lágrimas inundan el río Nilo. Hathor es la diosa del cielo, de la ganadería y del amor. Se la representa como una vaca o una mujer con cuernos y la luna. Son importantes también Anubis, dios antropomorfo con cabeza de chacal, patrono del embalsamamiento, y Thot, dios del orden y de la regularidad. La historia de Egipto comienza hacia el año 3300 a. C., bajo el dominio tinita, identificado con las dos primeras dinastías. Durante este tiempo, en que el objetivo es lograr la unidad del país, la capital se establece en la ciudad de Tinis, situada en la zona media. En el tercer milenio -entre el año 2800 y 2300 a. C- se desarrolla el Imperio Antiguo, que coincide con las dinastías III, IV, V y VI. La capital se traslada a Menfis. Tras un periodo crítico, Tebas se convierte en capital y nace el Imperio Medio, que abarca desde el año 2100 hasta 1800 a. C. Las dinastías XI y XII son las que mayor poder detentarán en esta época. De nuevo los conflictos internos y la invasión de los hicsos propician el fin de este periodo, al que sucederá el Imperio Nuevo, que sobrevive hasta mediados del primer milenio. El reinado de Tutmosis III y la revolución religiosa de Amenofis IV (Akhenatón) son algunos de los momentos históricos más importantes. El Imperio Nuevo toca su fin con las dinastías XIX y XX, dando paso a una larga sucesión de reyes. Este tiempo se identifica con la Baja Epoca, que concluye en el siglo II a. C. con el dominio persa. Desde entonces, y hasta el siglo IX d. C, el país del Nilo atravesará por varios periodos de dominación, bajo los ptolomeos, los romanos y finalmente los musulmanes. Arquitectura: La función primordial de la arquitectura en Egipto es la glorificación de los dioses y del faraón difunto. Las construcciones que nos vamos a encontrar son, por tanto, templos y edificaciones funerarias. Utilizan el material que encuentran en su medio geográfico, la piedra, que abunda en los acantilados de la zona alta del río Nilo para las construcciones religiosas. Para las construcciones palaciegas utilizan, sin embargo, el barro, el adobe y materiales perecederos, como cañas y juncos, por lo que no se conservan restos. La población está acostumbrada a vivir pobremente; ni siquiera el faraón tiene, en vida, una casa importante. Sólo importa que sean perdurables los templos y las tumbas. Existe un dominio de los volúmenes horizontales. Es importante recordar que se trata de un pueblo que vive en el desierto y que posee una concepción horizontal del paisaje. Las masas arquitectónicas se prolongan en horizontal de forma racional, matemática y geométrica. Colosalismo: la arquitectura egipcia es monumental. El hombre no es la medida de todas las cosas, como ocurre en Grecia, sino los dioses Es una arquitectura adintelada. Aunque conocen el arco y la bóveda sólo los utilizan raramente en construcciones subterráneas Inspiración directa en las formas de la naturaleza. Las columnas están inspiradas en formas vegetales: papiriforme o flor de papiro, lotiforme o flor de loto, palmiforme o flor de palmera. Los fustes pueden ser lisos o fasciculados, de sección festoneada. Otros son completamente lisos, pero decorados con bajorrelieve rehundido. Encima de los capiteles se coloca un cimacio, o especie de dado decorado, en ocasiones, con la cabeza de vaca de la diosa Hathor. Urbanismo Carecemos de restos suficientes, dado el carácter perecedero de los materiales. Las casas del pueblo estaban construidas con cañas y barro. Las ciudades solían ser pequeñas, exceptuando las capitales importantes como Tebas y Memphis. Estaban situadas cerca del río y con una orientación cardinal de norte a sur. Destacan las ciudades construidas para albergar a los constructores de pirámides. Las más importantes son: Deir el-Medineh: ciudad fortificada para la gente que trabajaba en la construcción de las pirámides cercanas. Está formada por una serie de casas en hileras, sin ventanas para evitar la acción directa del sol. Las calles eran estrechas. Kahur: es menos homogénea, menos regular. Fue construida también para los constructores de pirámides. Posee zonas diferenciadas: el templo, el barrio de la aristocracia, la clase media, el mercado. Las casas de los funcionarios tenían patios internos semejantes a los de las casas romanas. Tell el-Amarna: ciudad construida por el faraón Amenofis IV (Akhenatón) al lado del río Nilo y abandonada tras su muerte. Las casas están dispuestas en hileras de forma paralela. La ciudad poseía muchos servicios públicos. El palacio real del faraón constituye uno de los ejemplos más grandiosos e importantes de arquitectura civil. Tebas: fue, sin duda, una inmensa ciudad, rodeada artificialmente por el río Nilo, como medio de defensa. Poseía grandes avenidas que desembocaban en un conjunto central donde estaban situados los santuarios y palacios. Era conocida como la ciudad de las 100 puertas. El agua jugaba un papel muy importante, formando parte de la escena urbana con canales, lagunas, estanques que creaban humedad y dulcificaban el clima. Arquitectura funeraria El tipo de sepulcro más primitivo que encontramos son los enterramientos debajo de la tierra y sin forma exterior evidente. En el Impero Antiguo los enterramientos adquieren verdadera importancia y aparecen las mastabas y las pirámides. Las mastabas son construcciones de poca altura y planta rectangular, con las paredes en forma de talud. El interior estaba divido en diferentes cámaras, decoradas con relieves policromados o pinturas murales y con esculturas de bulto redondo. Las mastabas solían estar agrupadas, formando un conjunto. Poco a poco van creciendo de tamaño. Son el origen de las primeras pirámides, que en un principio son escalonadas, como la del faraón Zoser, construida por el arquitecto Imhotep en Saqqara. Otro tipo de pirámide que surge en esta época es la pirámide truncada o de doble vertiente, en la que las aristas, a mitad de altura, cambian de inclinación. Las más importantes son las de Snefru o la de Darfur. Finalmente se consigue el modelo perfecto de pirámide con la pendiente recta y la base cuadrada. El conjunto más destacado es el de Gizeh, formado por tres grandes pirámides: Keops, Kefren y Micerinos. Construidas en torno al 2500 a. C. reflejan un estudio profundo y riguroso de la geometría. El ángulo de inclinación de las cuatro esquinas es de 51º 52´, que es el grado exacto para que el alma del faraón pueda ascender al cielo. Cada uno de los sillares pesaba 2.500 kg. Se cree que estaban recubiertas de granito, con láminas de oro en la cúspide. Numerosos pasadizos y puertas falsas, que protegían la tumba de saqueos y profanaciones, conducen finalmente a la cámara mortuoria. En estas cámaras se intenta reproducir la vida de ultratumba del fallecido y proveerle de toda clase de bienes y comodidades, con cantidades ingentes de comida, bebida e incluso barcas para servirle en el más allá. En total existen 140 pirámides. Una pirámide no es un edificio aislado: del Nilo sale una vía procesional que conduce hasta el monumento (la ceremonia de la muerte está en relación con un barco que atraviesa el Nilo), todo flanqueado por estatuas y con templos situados delante de las pirámides. Las pirámides se sitúan en el Oeste, donde se pone el sol, como símbolo de la muerte, con las cuatro esquinas orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. Poco a poco las pirámides pierden dimensiones porque los faraones van perdiendo poder e importancia. Los nobles y los personajes relevantes se construyen mastabas y distintos monumentos funerarios. Durante el Imperio Medio y el Imperio Nuevo los enterramientos se realizan en los hipogeos excavados en la roca de la montaña. Hay que destacar el conjunto de Beni Hassan, los del Valle de los Reyes, el de Tutankamon (1350 a. C.) muy interesante por la abundancia de restos encontrados en el interior: ajuar, joyas, mobiliario, momia... Otra modalidad de enterramiento de esta época son los templos funerarios formados por grandes terrazas que suben por la montaña a partir de rampas y pórticos columnados, decorados con pilones y estatuas, a modo de vía procesional, hasta la enorme fachada con estatuas colosales del faraón y con distintas salas y cámaras funerarias en el interior de la montaña. Destacan los templo funerarios de Mentuhotep (2130 a. C.) y el de la reina Hatshepsut (1500 a. C.), ambos en el valle de Deir el-Bahari. Templos El templo es la manifestación arquitectónica más importante del Imperio Medio y Nuevo. Tienen una estructura fija dividida en las siguientes partes: Vía procesional: gran avenida flanqueada por esculturas de esfinges. Entrada: formada por dos muros llamados pilonos de forma trapezoidal, rematados con una moldura curva llamada gola, que crea una serie de línea de sombras. Se decoran con mástiles con banderas y grandes obeliscos. Sala Hipetra: patio descubierto rodeado por columnas. A esta sala tenía acceso el pueblo. Sala Hipóstila: es la sala que aparece a continuación, más baja de altura y llena de columnas. En ella, la penetración de la luz se hace de forma decreciente, con un progresivo oscurecimiento del interior. Por último, encontramos la última sala, llamada Santurario, donde se encuentra la estatua del dios tutelar. Es una sala más baja y más pequeña a la que sólo tenía acceso el faraón y los sacerdotes del templo. El paso de una sala a otra está marcado por unos pilonos. Toda la estructura se cubre de forma plana, a base de terrazas que van disminuyendo de altura a medida que avanzamos hacia el santuario. La luz llega desde arriba, pero los espacios son cada vez más cerrados y oscuros, lo que produce una transición de la luminosidad a la oscuridad, como del día a la noche. Estaban completamente policromados. Los templos no estaban pensados para el culto de masas, tal y como se conciben hoy en día; no eran lugares para la explicación de doctrinas, sino que se trataba de recintos cerrados para los sacerdotes y el faraón. Los templos más importantes son los de Luxor, Karnak y Edfú. Es muy importante también el Gran Templo rupestre de Abu Simbel, construido por Ramsés II. Escultura y pintura Al igual que la arquitectura, el desarrollo de la plástica egipcia está siempre asociado a las ideas religiosas y a la supremacía del faraón. La creencia en el más allá y en la inmortalidad del difunto obliga a la representación precisa del muerto para que, en caso de la destrucción del cuerpo, las pinturas o esculturas sirvan de soporte del alma. Siempre nos vamos a encontrar con los mismos convencionalismos y con los mismos modelos de representación que se repiten a lo largo del tiempo. Se evita lo narrativo, ya que se trata de un arte para la eternidad, lo que obliga a representar sólo lo realmente necesario. La ley de la frontalidad aparece tanto en la escultura como en la pintura: se intenta llevar los máximos rasgos de la figura al perfil, que es lo que define claramente al personaje. Los brazos, las piernas y el rostro aparecen de perfil, mientras que el ojo y los hombros aparecen de frente, bien visibles. Las escenas se organizan mediante una marcada simetría. La proporción de las figuras está determinada por la importancia de cada personaje: más grande cuanto más importante (perspectiva jerárquica). No tratan de conseguir la fidelidad a la naturaleza, es un arte conceptual, no realista. En la representación de temas populares encontramos, por el contrario, un mayor realismo. Los relieves y la pintura no tratan de plantear la tercera dimensión, sino que son bidimensionales. Tanto el relieve como la pintura se realizaban a partir de un sistema de cuadrículas. La evolución de la escultura Son frecuentes los relieves rehundidos, que destacan por la captación de la luz y de la sombra a partir del distinto grosor del hueco o vaciado. Solían decorar los fustes de las columnas en los templos y las paredes de las tumbas. Las esculturas de bulto redondo pueden ser hieráticas (de pie con los brazos pegados al cuerpo y la pierna izquierda adelantada) o sedentes (la figura aparece sentada en un trono). Destacan también las estatuas cubo, en las que el cuerpo aparece completamente plegado formando una figura cúbica; son esculturas funerarias que quieren mantenerse íntegras, sin roturas, para actuar como soporte del alma del difunto. La evolución de la escultura egipcia es la siguiente: Periodo predinástico: encontramos pequeñas obras realizadas en marfil y piedra, entre las que destaca la Paleta del rey Narmer. Imperio Antiguo: en las mastabas y en las pirámides se empieza a dar el relieve y la gran estatuaria (2850-2052 a. C.). Destacan las imágenes de los faraones Micerinos con su esposa, Micerinos con la diosa Hathor y un "nomos" o provincia, y las esculturas de Rahotep y su esposa Nofrit realizadas en piedra calcárea policromada. De este periodo son también muy importantes las representaciones de los escribas, mucho más naturalistas, entre las que hay que destacar la del escriba sentado del Museo del Louvre y la de Cheik-el-Beled (llamada también el alcalde del pueblo) tallada en madera. Imperio medio: se pierde la grandeza del periodo anterior; el faraón pierde fuerza y aparece más pequeño y más humano. Son importantes las pequeñas esculturas en madera o barro llamadas Ushebtis (servidores que acompañaban al faraón en su tumba para que no tuviese que hacer las tareas "pesadas" en el más allá). Son muy frecuentes en este periodo las estatuas cubo, como la del faraón Sesostris II. Imperio Nuevo: a lo largo de este periodo se va a desarrollar una importante producción de esculturas. En ellas encontramos cierta renovación estilística. Se individualiza más el rostro y las obras son menos estereotipadas. Dentro del Imperio Nuevo se produce una enorme revolución estética coincidiendo con el reinado de Amenofis IV (Akhenatón), faraón que rompe con los sacerdotes de Tebas (Amón) y funda una nueva ciudad llamada Tell el-Amarna, donde está el taller del escultor Tutmosis. Durante este periodo se cambia el canon, aparecen figuras más estilizadas, lánguidas, y se representan los defectos físicos así como escenas cotidianas de la vida del faraón. En definitiva, se trata de un periodo naturalista. Las principales obras son: el busto de Nefertiti, el relieve de Akhenatón y el sarcófago de Tutankhamón. Con Ramsés II y los ramésidas, grandes militares, las obras adquieren medidas colosales, como lo reflejan las esculturas del templo de Abusimbel. La evolución de la pintura Las pinturas de las tumbas tenían la función de abastecer al muerto, de proporcionar bienestar a los difuntos y servirles en el más allá. Técnicamente poseen las mismas características que el relieve: función religiosa, mantenimiento de un canon, perspectiva jerárquica, sistema de cuadrículas, etc. Los jeroglíficos y las pinturas adornaban los muros, las columnas en los templos y las tumbas. Existe una preponderancia de la línea sobre el color; los colores son planos y no crean volumen. La pintura es bidimensional, sin perspectivas ni escorzos, no hay un interés por crear espacios ni por lograr la sensación de tres dimensiones. La mujer se representa en tonos claros (marfil) mientras que el hombre se representa de color ocrerojizo. Se evita la representación de temas secundarios: lo narrativo no aparece, sólo lo esencial. Se evita que queden zonas vacías (horror vacui o necesidad de no dejar ningún espacio sin figuras). Técnicamente se utilizan pigmentos diluidos con agua y clara de huevo. También se usan barnices y ceras para lograr una mayor intensidad. Durante el Imperio Antiguo, se realizan importantes pinturas en la mastaba de Atjet, destacando especialmente la representación de un grupo de ocas. En este periodo se busca la individualización de los rasgos y el realismo en lo popular. Durante el Imperio Nuevo, son importantes Las tres músicas y La danzarina acróbata, entre otras obras. Hay que destacar las pinturas realizadas durante el periodo de Tell-el-Amarna, en el que se buscan nuevos modos de representación más innovadores. Destaca la pintura de Las hijas de Amenofis IV.