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Transcript
La Segunda Carta de Cortés
por Veronica Short
La Segunda Carta de
Hernán Cortés, enviada a
Carlos V, nos presenta
un retrato del Nuevo mundo,
con una imagen de los
indígenas y sus costumbres
antes de la colonización, que
ocurrió durante los primeros
encuentros en México. La
carta cubre un año, desde
1519 hasta 1520, antes de la
caída de la gran ciudad de
Tenochtitlán, que Cortés
describe en la carta siguiente. Esta “Segunda relación” narra el viaje de Cortés y los exploradores
a la capital mexica para conocer al poderoso Montezuma, y describe los pueblos que encuentra
en el periplo. La carta llega a un clímax dramático cuando a través de unos eventos lamentables,
los españoles salen huyendo en plena guerra contra los indígenas. Aunque se nota la maravilla de
las ciudades, Cortés no enfoca su carta en la hermosura de la tierra y la vegetación ni en la
inocente disposición de la gente para convertirse al evangelio como hizo Colón, sino se
concentra en informar al rey de España de la presencia del oro, su derecho sobre la tierra que
encontró y justifica la gran batalla que resultó con los indígenas. Al momento de escribirla,
Cortés está sumido en una guerra de armas contra los indígenas y también una batalla de palabras
contra los europeos.
Es genial como Cortés maneja la carta para defenderse ante sus lectores y los acusadores
potenciales. Con la rebelión contra Velázquez, Cortés tendría que explicar sus acciones. Sin
embargo, uno de los temas principales que destaca aun más es su defensa ante el rey en como
trató a los indígenas. Como para este tiempo Bartolomé de las Casas ya está actuando como
defensor de los indios, es posible que Cortés pudiera estar acusado de trato injusto. Cortés, en su
astucia establece la necesidad de conquistar y matar a los idólatras como una manera de
justificación ante su audiencia europea cristiana.
La apertura de esta carta ya señala el conflicto de las religiones: de “Mutezuma, y de sus
ritos y ceremonias” y el “muy alto y poderoso y muy católico principe (sic)” (37). En solamente
una línea Cortés establece un poder contra el otro y una religión contra la otra. Por ello, explica
que está “ocupado en la conquista y pacificación de esta tierra” (37). No señala de inmediato qué
es la religión contra la cual pelea, pero implica que no es una religión ordenada. Sin él y la
influencia española, no habría paz, la cual es un concepto interesante según Cortés. Para los
españoles la paz significa una batalla en que ellos ganan.
Para que los lectores puedan tener algún entendimiento de esta tierra extraña, Cortés
utiliza conceptos occidentales para describir las ciudades y la gente. Las imágenes que escoge
dirigirían a su audiencia. La primera comparación que hace es con la ciudad de Granada (49), la
cual fue la última fortaleza de los moros. De inmediato hay una conexión de los indígenas del
Nuevo Mundo y los herejes contra los que España luchó por 700 años para retomar el país.
Mientras que Cortés está asombrado de la calidad del mercado que encuentra en el Nuevo
Mundo, desprecia otros elementos. Dice que el mercado es “como la mejor de España” y que hay
“buena orden y policía y es gente de toda razón y concierto, tal que lo mejor de Africa (sic) se
iguala” (49). Mientras que no equivale lo de España, es mejor que lo de África. Parece cosa
insignificante, pero puede servir en llamar a la atención del origen de los moros. Continua con
esta correlación con la ropa indígena: “traen albornoces encima de la otra ropa, aunque son
diferenciados de los de Africa porque tienen maneras: pero en la hechura, tela y los rapacejos son
muy semejantes” (54). No solamente implanta una imagen de las ciudades como los moros, sino
una de la gente, que también representaría enemistad y guerra.
Como he dicho anteriormente, el centro del choque cultural es, por supuesto, lo de la
religión. Cortés hace su comparación y argumento final y más fuerte contra los indígenas en su
descripción de sus templos. Llama a todos los santuarios aztecas “mezquitas,” que son los
centros de alabanza para los moros. Además, en estos templos hacen sacrificios humanos. Esto
traería una imagen de idólatras, y, también justifica la apropiación de la tierra de los bárbaros,
como una continuación de la reconquista. Cortés declara al rey que “estábamos en disposición de
ganar para vuestra majestad los mayores reinos y señoríos que había en el mundo y que demás de
hacer lo que como cristianos éramos obligados, en pugnar contra los enemigos de nuestra fe”
(48). Como buen soldado sirviente del rey, continuara en el mismo estilo de los Reyes Católicos.
Sin embargo, si Cortés estaba tan dispuesto a ganar las almas para la fe, ¿por qué se deleita tanto
en la matanza? Dice que “Dios nos dio tanta victoria que les matamos mucha gente” (46). Es
curioso su uso de la “victoria.” Si su misión era hacer conversos, su definición de victoria sería
eso, y lamentaría la pérdida de la oportunidad.
En fin, la carta de Cortés demuestra un deseo de justificarse ante un lector occidental y
exponer la necesidad de matarles. En su intento hablar con Montezuma, pretende disipar su
miedo, y, como un hombre queriendo seducir a una doncella, le promete que solamente quiere
“tener mucha conversación” (55). Cortés no solo seduce a los “herejes”, sino les viola,
apropiándose de su tierra y su oro.