Download ¡CUIDADO CON EL SÍNDROME DE ATENAS! Por

Document related concepts

Cristo wikipedia , lookup

Dios desconocido wikipedia , lookup

Icario de Atenas wikipedia , lookup

Transcript
¡CUIDADO CON EL SÍNDROME DE ATENAS!
Por Eduardo Coria
El panorama teológico/práctico de la cristiandad actual no deja de sorprendernos. Desconozco cuál será la
situación en otros contextos, pero en América Latina –y en Argentina – veo indicios de que LA PLAGA
DE ATENAS se está extendiendo velozmente.
¿La plaga de Atenas? ¿De qué se trata? Es un virus tan complejo, es tan sutil el contagio y tan dañinas las
consecuencias, que si la iglesia de Cristo ha de sobrevivir a esta plaga y vencerla es imprescindible que
ahora mismo adopte severas medidas preventivas y curativas. Históricamente, esta epidemia registra su
primer brote alrededor del año 51, cuando el apóstol Pablo visitó Atenas (lea ahora Hechos 17:16 a 34
para ver la gravedad de aquel brote). En aquella ocasión el virus afectó solamente a los paganos, pero
ahora está invadiendo y afligiendo a muchas congregaciones cristianas y se ha manifestado con especial
virulencia en parte del liderazgo cristiano. El análisis del caso de Atenas nos permitirá hacer un
diagnóstico correcto y encontrar un tratamiento adecuado para la situación actual.
PRIMER SÍNTOMA: HAMBRE DE NOVEDAD
Como se puede leer en Hechos 17, el corazón de Pablo se consumía con el fuego de aquella ciudad
entregada a la idolatría. Por el otro lado, la cabeza de los atenienses estaba fría como un hielo, ocupada
únicamente en decir o en oír algo nuevo. A tal punto habían llegado en esta búsqueda que en el camino al
Areópago habían erigido un altar dedicado AL DIOS NO CONOCIDO.
¿Identifica el síntoma en nuestro tiempo? Sí, hay cristianos que se entretienen buscando lo novedoso, lo
que atrae, lo que impresiona a los pobres incautos. Parte del liderazgo está empeñado en “descubrir”
verdades nuevas, en generar experiencias nuevas, en inventar explicaciones nuevas para las Escrituras. El
hambre de novedad, está causando estragos en la cristiandad, debido a que lo único que genera es más
hambre, pero de lo sólido, lo genuino, aquello que estos atenienses modernos no pueden dar porque no lo
poseen. Son los “descubridores de la pólvora” espiritual, pólvora que de hecho no alcanza a producir ni
una leve chispita en las almas, cuando en realidad la dinamita de Dios es la fe (Romanos 1:16: “poder” =
dínamis). A veces estos fabricantes de pólvora mojada llegan a tal extremo que uno siente que no están
predicando al Cristo de la Biblia sino a un invento de su propia mente.
Gálatas 1:6–12 nos sugiere que los gálatas estaban siendo afectados por la plaga de Atenas:
“Me asombra que tan pronto estén dejando ustedes a quien los llamó por la gracia de Cristo, para pasarse
a otro evangelio. No es que haya otro evangelio, sino que ciertos individuos están sembrando confusión
entre ustedes y quieren tergiversar el evangelio de Cristo. Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del
cielo les predicaran un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición! Como
ya lo hemos dicho, ahora lo repito: si alguien les anda predicando un evangelio distinto del que
recibieron, ¡que caiga bajo maldición!
¿Qué busco con esto: ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los
demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo. Quiero que sepan, hermanos, que el
evangelio que yo predico no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de ningún ser humano, sino
que me llegó por revelación de Jesucristo”. (NVI)
No existen “otros evangelios”, pero sí existen teorías pervertidas, torcidas, que han desplazado al Señor
del centro mismo de su mensaje y en algunos casos ponen en ese centro a algún “súper siervo” (¿¡súper
siervo!?), a alguna idea extraña, a alguna experiencia más o menos sobrenatural…
Para superar el síntoma del hambre de novedad debemos acudir a las viejas pero siempre vigentes y
frescas verdades bíblicas. Cuando alguien se presente con alguna de estas “novedades”, seamos tan nobles
como los cristianos de Berea, que examinaban todos los días las Escrituras para ver si era verdad lo que
Pablo y Silas les predicaban (Hechos 17:10–11). ¡No nos traguemos las píldoras doradas de las
novedades! Pueden estar contaminadas.
SEGUNDO SÍNTOMA: CEGUERA
La plaga de Atenas produce ceguera. Esa ceguera puede ser temporaria, pero a veces tiene efectos
irreversibles. Noten el caso de los atenienses: Adoraban a un Dios desconocido. Evidentemente estaban
ciegos, porque no es posible inclinarse y reverenciar a un mero signo de pregunta… Dios busca
adoradores que le adoren en espíritu y en verdad (Juan 4:24). La adoración es un estilo de vida que se
establece entre dos personas: Dios y el adorador, y ¡jamás es posible adorar a algo impersonal como es un
signo de pregunta! La adoración verdadera exige que por lo menos hayan dos personas en el pleno
disfrute de sus facultades: El Adorado y el adorador. Los atenienses estaban ciegos, adoraban lo que no
existía para ellos, adoraban “por las dudas”, adoraban a ciegas. En su búsqueda de novedades filosóficas o
religiosas llegaron al punto ridículo de hacer un altar “por las dudas”… En su búsqueda incansable de lo
nuevo, habían agotado sus recursos, y en su ceguera apostaban a la posibilidad de adorar a un Dios
desconocido… ¡Estaban ciegos!
Nuestros tiempos también son de ceguera espiritual, y esa sinrazón se manifiesta especialmente en el
sagrado terreno de la adoración. Porque se está reemplazando adoración por alabanza. Son más
importantes los músicos y los “líderes de adoración” que el Señor mismo. Se memorizan la letra y la
música de ciertos coros o “himnos” (¿himnos?) mientras los versículos de la Biblia se olvidan. El así
llamado “ministerio de alabanza” ha llegado a superar el ministerio de la palabra de Dios. Si recuerdo
bien, la salvación viene por la locura de la predicación (1 Corintios 1:18–31), sin embargo, la locura de la
música ha suplantado a aquella, y el “sentirse bien” está reemplazando a la sana incomodidad que
produce la palabra de Dios cuando penetra hasta el fondo del corazón. Tan ciegos están algunos que van a
iglesia para sentirse bien, centrando todo en ellos mismos, en vez de enfocar su mente y su corazón en
Dios, quien es el único que merece ser adorado y quien debería sentirse agradado por nuestra adoración.
Sí, también veo síntomas de ceguera espiritual en el brote moderno de la plaga de Atenas. Y estoy
convencido de que una buena parte de la responsabilidad de tal ceguera la tienen aquellos líderes que son
“tan importantes” que han opacado la figura del Dios conocido. Porque además de la desproporción en la
que ha caído el “ministerio de alabanza”, muchos líderes han perdido una de las condiciones esenciales
del pastor, que es el contacto con la gente. Son inalcanzables. Si alguien logra hablar con su secretaria, o
con el pastor asociado tiene que darse por satisfecho, porque el pastor está tan ocupado que no tiene
tiempo para compartir con las ovejas. Algunos “líderes” han llegado a ser ciegos guías de ciegos,
semejantes a los que Jesús denunció en su tiempo.
Usted, hermano, tiene el derecho de reclamar atención de aquellos que han sido puestos como pastores en
su rebaño. Pero no se deje convencer por los argumentos de quienes dicen tener una revelación especial
de Dios, de quienes hasta ponen a un lado la palabra de Dios porque pretenden que “Dios habla
directamente” a través de ellos. Si usted todavía conserva algo de su vista espiritual, ¡está a tiempo para
sanarse completamente! Permita que la Palabra, las Escrituras, que son luz de Dios para usted, le iluminen
y le ayuden a discernir todo: la adoración, la santidad, el servicio. Sobre todo, sea sensible al hecho
glorioso de que en la Biblia Dios se revela a usted. ¡Allí está el DIOS CONOCIDO!, ese Dios único a
quien puede y debe adorar en espíritu y en verdad. Y no permita que nadie se interponga entre usted y su
Padre Celestial, porque “hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre” (1 Timoteo 2:5, NVI).
TERCER SÍNTOMA: MENOSPRECIO DE LA VERDAD
Cuando el apóstol fue al corazón de su mensaje, es decir, a la persona y la obra de Cristo, parece ser que
muchos de aquellos que siempre estaban queriendo saber algo nuevo, rechazaron de plano lo referente a
la resurrección de Jesucristo. Y este síntoma muestra perfectamente la gravedad de los enfermos
atenienses. Porque la Biblia señala claramente que el que rechaza al Cristo encarnado está poseído por el
espíritu del Anticristo (1 Juan 4:1–6).
¿Nos resulta chocante este párrafo del Nuevo Testamento? ¿Pensamos que no tiene nada que ver con
nosotros? ¿O tal vez nos parece que estamos del lado de los “buenos”? A ver, pensemos un poco. ¿Cuál
es nuestro concepto del Señor? ¿El que nos presenta las Escrituras o el que algunos hombres nos han
transmitido? ¿En cuál Cristo creemos, en el de nuestras tradiciones o en el de la Biblia? ¿En cuál
Jesucristo creemos, en el que ha sido distorsionado por las religiones (aún las evangélicas) o el que
aparece en toda su integridad y su pureza en el libro de Dios?
Los atenienses se burlaron del Cristo resucitado pero nosotros ¡jamás haríamos eso! Sin embargo, ¿no es
una burla decirle “Señor, Señor” y no hacer lo que él demanda? ¿No estamos menospreciando su persona
(que es la verdad encarnada, Juan 1:1–18) cuando actuamos en contra de la verdad? ¿No despreciamos a
Jesucristo cuando pecamos? ¿No estamos en contra de él cuando lo sustituimos por otra persona, aunque
sea el pastor de mayor “poder” que conocemos? El menosprecio de la persona y la palabra de Cristo es
una de las evidencias más claras de que la plaga de Atenas ha atacado a la iglesia de Cristo.
TRATAMIENTO PREVENTIVO Y CURATIVO
Frente a los síntomas del hambre de lo nuevo, la ceguera y el menosprecio de la verdad, les propongo el
siguiente tratamiento:
1. Volvámonos consciente y dedicadamente a lo viejo. No me refiero a las viejas formas o tradiciones,
sino a la vieja pero siempre viva y vigente palabra de Dios. Muchos (si no todos) de los
“descubrimientos” que se están predicando y usando como carnadas para atraernos no son reales. Es
veneno en forma de remedio. “¡Aténganse a la ley y al testimonio!”, clama el Antiguo Testamento en
Isaías 8:20 (NVI); “Para quienes no se atengan a esto, no habrá un amanecer”. No tengamos temor de
enfrentar a cualquier persona (cristiano, líder, pastor, misionero, etc.) con la palabra de Dios. Porque lo
viejo del bendito libro es la verdad absoluta contra la cual chocan y se destrozan muchas de las ideas que
se están predicando como verdades. Si una persona, una experiencia, no coincide con la eterna e
inmutable palabra de Dios, NO ES DE DIOS.
2. En cuanto a la dieta a seguir, estemos seguros de que es totalmente bíblica. Rechacemos aquellos
alimentos que tiendan a exacerbar los síntomas Atenienses, aunque vengan recomendados por el “pastor
FULANO” (por supuesto, con mayúscula). No se deje intimidar por los que dicen que nadie puede
cuestionarlos porque son los “ungidos del Señor”. A Dios no podemos cuestionarle nada, pero a los
hombres podemos cuestionarles todo. Los pastores, los líderes, los misioneros, NOSOTROS, todos
podemos equivocarnos. Y todos los cristianos tenemos el derecho y el deber de luchar “vigorosamente
por la fe encomendada una vez por todas a los santos” (Judas 3, NVI). Entonces, si alguno persiste en su
error y rechaza la luz de la Palabra, no aceptemos su comida, porque esa dieta inadecuada agravará los
síntomas de la plaga de Atenas.
3. Finalmente, ¿a quién tenemos que creerle? Porque unos “médicos” dicen esto, otros dicen lo otro, yo
dije lo que dije en este artículo, y todos creemos ser los dueños de la verdad. Para curarnos de la plaga de
Atenas, o para estar, tengamos en claro que:
Me estoy refiriendo a la verdad absoluta, que, según nos muestran las Escrituras, tiene dos expresiones:
La verdad escrita, la infalible palabra de Dios, la Biblia, y la verdad encarnada, que es Jesucristo nuestro
Señor (Juan 14:6). La palabra de Dios debe adueñarse de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones,
y el Señor Jesucristo tiene que ser verdaderamente el Señor de nuestra vida. Si seguimos esta verdad (¡la
única verdad!), no nos enfermaremos.
Permitamos al Espíritu Santo (autor de las escrituras, 2 Pedro 1:16–21) que tome su espada (Efesios
6:17), y a modo de bisturí divino y sanador (Hebreos 4:12–13), penetre hasta lo más hondo de nuestra
personalidad, extirpe el mal si lo hubiera, y nos “vacune” contra la plaga de Atenas.
¿Nos sumamos a esta campaña en pro de la salud espiritual de la iglesia de Jesucristo?
Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar
Usado con permiso
ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.