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Gandhi: la semblanza de un modo de actuar
por: Julio López Saco
Este acercamiento al pensamiento de Gandhi debe tener presente la configuración
de algunos conceptos vinculados entre sí: amor / verdad / no violencia / nocooperación / religiosidad. El amor, entendido en su vertiente universal, que
implica la unión de todos, debe ser la antesala de la verdad. Es un mecanismo
necesario para obtener lo verdadero; es un fin correcto, justificado sólo a través de
medios adecuados. Tal amor “perfecto” supone: desapego a lo material y no
acumulación. Lo único poseíble es el cuerpo. Dice nuestro protagonista:
“La regla que debe aplicarse es negarse a tener aquello que millones no pueden. Lo
primero que debe hacerse es cultivar la actividad mental de no tener posesiones que
sean negadas a millones, y luego reorganizar nuestras vidas de acuerdo a esa
mentalidad”
La verdad (búsqueda de la verdad, satyagraha, o fuerza de la misma, como base de
la no violencia), es individual, en función del conocimiento e inteligencia, y debe
aplicarse a toas las acciones: religiosas, sociales, personales. Su búsqueda, es decir,
la búsqueda de la certeza, de lo real, de lo existente, debe implicar como resultado
la absoluta bondad, la justicia social, la belleza, la armonía en el ser humano y, en
el fondo, el encuentro con la divinidad. Por todo ello, la verdad sólo se conoce
experimentándola
de
forma
vívida.
“Dios se revela a diario a todo ser humano, pero cerramos nuestros oídos a la voz,
apacible y pequeña… Dios no se nos aparece como persona, sino en la acción”.
Se evitan, según estas palabras, dogmatismos, idolatrías, y se aboga por lo
significativo de los detalles y acciones cotidianas, así como por las acciones divinas
en todo lo que hacemos, una clara influencia del hinduismo. La no violencia,
entendida como un elemento de ética personal, implica compasión hacia los demás,
autocontrol y servicio. Como resistencia pasiva, si se une al amor universal, es un
acto valeroso, pues es un modo de llegar a la verdad. Esta “pasividad” es, no
obstante, activa: a través del diálogo, las movilizaciones y la desobediencia civil
frente a lo inhumano e inmoral. La desobediencia supone que lo legítimo es más
valioso que lo legal, que, en ocasiones, es corrupto, inmoral. Es así que la ley
fundamental de la vida humana es, en el fondo, la conciencia. Sólo de este modo,
con este método de acción, se puede lograr la swaraj-autonomía, que requiere una
doble transformación:
-interna-individual, con rechazo del modelo capitalista occidental incluido, y
-externa, que implique la autosuficiencia-descentralización de los medios
productivos, y el auto-gobierno, auto-limitando el consumo y los bienes poseídos.
Para ello deben crearse cooperativas, una vida comunitaria personal y espiritual
que contemple interdependencia y reciprocidad, factores que incidirán en la
consolidación de una identidad nacional. La tendencia general, por consiguiente, es
hacia la anarquía ilustrada, en la que cada persona sería su propio “dueño” y se
auto-dirigiría, si bien en el seno de un conjunto social armónico. La suprema
autoridad sería, así, la moral, la conciencia, con lo que Gandhi parece acercarse a
la
idea
de
socialismo:
“En asuntos de conciencia la ley de la mayoría no tiene cabida”.
En la óptica religiosa, Gandhi defiende la univocidad religiosa; identifica religión y
verdad, entendiendo la experiencia religiosa de modo individual-íntimo, no
colectiva (de ahí que el estado deba ser laico). El hombre verdadero es religioso,
pero también político, entendiendo la política como un medio dignificante y
vinculante de igualdad. Su extrema tolerancia religiosa permite, o es consecuencia,
de su defensa de un diálogo interreligioso y de un posicionamiento liberal, quizá
debido a sus lecturas de textos religiosos de varias corrientes. Su casi nulo
fanatismo ayuda también a ejercer un papel crítico al respecto de ciertas
costumbres fundamentadas en preceptos religiosos, en especial, aquellas que
afectan y denigran a los harijans (hijos de Dios).
Así pues, Gandhi busca moksa, liberación para todos, sean amigos o no, aunque
con especial énfasis en los mencionados hijos de Dios. Pero esto no significa que
Gandhi haya sido un místico o un religioso, sino, más bien, una persona de gran
espiritualidad, una práctica que entiende como de dignificación vital. La lucha
interior de cada quien (contra sus pasiones, debilidades), es una guía de las
continuas experiencias que cada persona asume, y que le llevarán al conocimiento
profundo, lo cual “mejora” al individuo, que debe ser, en consecuencia,
esencialmente activo, no pasivo-meditativo. En este aspecto se denota la influencia
del yoga y de las lecturas de Bhagavad Gita, que ofrecen a Gandhi la lectura
“correcta” de los hechos; es decir, no se aparta de la tradición pero tampoco la
venera idolatrándola.
En definitiva, según el modo de ver la vida de nuestro personaje, el amor, la
verdad y la espiritualidad sirven para transitar, con dignidad, por la vida. No
estaría de más seguir ese ejemplo.