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LA MUJER EN EL ISLAM
«El paraíso está a los pies de las madres».
El Profeta Muhammad (PyB)
LA MUJER
Al momento de escribir este folleto en particular, sobre la mujer en el
ámbito islámico, se cruzaron dos realidades: por un lado el requerimiento
del público y el interés sobre el tema desde una perspectiva crítica y a
veces prejuiciosa: la mujer musulmana de Hollywood, la mujer de las
novelas, la de los talibanes, y enfrentar los interrogantes de que si tal cosa
existía o no existía en el Islam. Por el otro lado llevaba conmigo toda una
vida de experiencias, producto de haber nacido en un hogar donde lo
islámico era el día a día, un tema del cual no se hablaba tanto desde lo
doctrinal pero se experimentaba cotidianamente desde el valor.
Al contraponer las dos realidades rápidamente surgió una dicotomía,
las preguntas que se planteaban de parte de la gente, no tenían
demasiado sentido para la realidad que habíamos practicado toda la vida:
Las películas hollywoodenses eran sólo eso, películas, las novelas,
entretenimiento y los talibanes una gente que, al entender el Islam desde
la idea de lo prohibido, lo vaciaba de su idea central que es la misericordia
y el amor por todas las criaturas, y básicamente por la gran criatura, que
es la mujer, a quien Dios otorgó la fuente de la vida.
De pequeños los musulmanes aprendemos que existe un solo Dios,
que Muhammad es su mensajero, que el Corán es un libro sagrado y
también una oración que se llama La Apertura, que es la primera página
del Libro. Allí le pedimos al Creador, entre otras cosas, que nos guíe por
el sendero recto. Posteriormente nos enseñan acerca del Paraíso y la
primera imagen que tenemos del mismo es la mención Profética, «el
paraíso está a los pies de tu madre». En este camino, nos es difícil
comprender de donde surgen las ideas misóginas atribuidas a los
musulmanes. Para presentar este trabajo no sólo recurrimos a las fuentes
válidas y veraces, sino también a nuestra propia experiencia de creyentes,
que es en definitiva por aquello que seremos juzgados.
Introducción
El tema del ámbito de la mujer en el Islam es uno de los puntos más
interesantes y complejos por los múltiples matices que posee el mismo. A
la vez, y en virtud del estereotipo que se ha creado acerca de la mujer
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islámica, cualquier ensayo al respecto provoca reacciones tanto dentro
como fuera del Islam, a favor o en contra, corroborando los postulados o
mostrando realidades alternativas. El tema que tratamos es pasible de ser
analizado desde diferentes aspectos: el contexto histórico del
advenimiento del Islam, las referencias teológicas, la jurisprudencia, la
organización de las sociedades y las costumbres anteriores de las
sociedades islamizadas. Por otra parte, también debemos señalar que no
existe uniformidad de criterio en cuanto a la interpretación de cada
escuela jurídica del Islam en referencia a este tema.
Los estereotipos son creados por una inercia mental, cuando se
aprecia lo diferente, a la vez cumplen una función de autodefensa, basada
en el temor a lo desconocido. Todas las actitudes prejuiciosas que aun se
conservan dan pie a legitimar falsas verdades de la historia. La acción
colonial de Europa en los países del Islam durante los dos pasados siglos
tuvo su fundamentación teórica en argumentaciones cuya filosofía tenía
como eje una visión negativa del otro. Aunque los verdaderos móviles
estuviesen alejados de problemas filosóficos, éticos o morales, la difusión
de estas ideas generó confusión en el imaginario popular.
En la mayor parte de la bibliografía de reciente aparición, así como
también desde los medios masivos se presenta a las mujeres
musulmanas como víctimas y oprimidas. Esta victimización no tiene como
objeto poner en tela de juicio la actitud del hipotético opresor masculino
sino más bien tiende a acusar directamente a la doctrina, ya que de esta
manera se fijan dos posiciones: menoscabar a puntos críticos el espacio
de la mujer en el contexto islámico y a la vez relacionar al practicante
musulmán con una actitud de sometimiento intransigente a las prácticas
religiosas, y por lo tanto pasible de ser definido como fundamentalista. Por
el otro lado, en algunas voces del mundo islámico, la respuesta que
encontramos es del tipo analógico, a la búsqueda de situaciones similares
en los países no musulmanes. A la vez contestatarias, donde se buscan
las falencias del tema mujer en las otras sociedades. Entre estos dos
polos, no se ha generado aun una auténtica y razonada visión del otro
desde la perspectiva cultural y religiosa. No sirve la apreciación de una
cultura o de una forma de ver la vida si no se la conoce con relativa
profundidad.
No es menos importante señalar la metodología de acercamiento en
referencia al tema. Por más que un estudioso trate de alcanzar un grado
de objetividad, es casi imposible desprenderse completamente del ámbito
cultural en que se vive y la idea de valores que se manejan: esta cultura y
estos valores están estrechamente relacionados a la hora de emitir una
opinión o un juicio. Esto último provoca apreciaciones alejadas de la
realidad en muchos casos. Un ejemplo común es el del atuendo,
específicamente el pañuelo que utilizan las mujeres musulmanas para
cubrirse el cabello. Se presenta al mismo como un símbolo de opresión.
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Aparecen de tanto en tanto mujeres musulmanas que emigran a Europa u
otro sitio y se ponen a disertar acerca del "hiÿab" como elemento de
sometimiento y de retraso entre otros calificativos. El problema de tomar
estas voces como única realidad y darle todo el crédito, no es ni más ni
menos que subestimar a las millones de musulmanas que utilizan la
prenda por propia voluntad, cayendo en la generalización, un concepto
peligroso y discriminador.
Con la temprana expansión del Islam, éste se incorpora a la vida
cultural de los pueblos que lo comienzan a practicar, generando una
interacción en la que el factor islámico convierte la cultura local en
algunos aspectos, y en otros esa cultura local se vive como islámica,
aunque determinadas pautas de la misma sean de origen puramente
local.
En las sociedades donde el Islam es mayoría, el hecho religioso posee
un rol determinante. A pesar de ello, no es posible ignorar la
diferenciación en cuanto a regiones, culturas y factores externos. El hecho
cultural es un matiz que lógicamente varía sustancialmente en tiempo y
espacio. A pesar que la doctrina islámica otorga un grado de uniformidad
en la vida de las creyentes, los contrastes son enormes entre los
centenares de millones de ellas, teniendo especial gravitación el lugar del
mundo en donde residan y el hábitat, una orbe o el campo, etc. Es por
esto que cada estudio de características antropológicas sobre las mujeres
en el Islam, no reviste uniformidad en cuanto a criterios y resultados
obtenidos, que generalmente son los que generan controversias. Si nos
ponemos a pensar detenidamente, esta conclusión en cuanto a diversidad
de matices en el contexto de un hecho religioso, producto de un estudio
antropológico, daría resultados parecidos en otros credos distintos del
Islam. Es muy difícil separar la creencia, generalmente privada y conocida
en su grado real sólo por el propio practicante, del hecho de raigambre
cultural pura.
Un caso típico fue Afganistán: Observábamos con estupor a mujeres
tapadas de pies a cabeza, que veían a través de un tejido de tela, en
condiciones de vida infrahumanas y con bajo nivel de derechos. Pero
¿Conocemos la historia de Afganistán, sus padecimientos y el porqué de
su pobre nivel de desarrollo? Si sumamos a los años de ocupación por
parte de potencias extranjeras con la reacción fundamentalista en parte
de su población, tendremos una aproximación a una respuesta. Ante la
pregunta del que desconoce estos hechos y a priori se cuestiona si ¿eso
es el Islam? No, la respuesta es no, o por lo menos no es el Islam de la
gran mayoría, ya que excederse en el culto e interpretar las normas en
forma capciosa está alejado de la actitud del verdadero creyente. Dice
Muhammad (PyB) en una sabia tradición: «Los preceptos de la religión
son flexibles. Aquel que impone severidad en ellos, es vencido por ellos».
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Por otra parte las circunstancias políticas y culturales del país facilitaron el
caos.
No debemos perder de vista que el desarrollo histórico no es unilateral,
y el pensamiento del modelo occidental como el fin de la historia resulta
un fanatismo, que se corresponde por el otro lado, con el cinismo de
algunos gobiernos de ampararse en el derecho a la diferencia para no
respetarlos derechos humanos.
Si se realiza una lectura literal del Corán, o de la Biblia, en la búsqueda
de argumentos que ratifiquen le supuesta inferioridad de la mujer, sólo
encontraremos indicios si se descontextualiza la lectura, si la misma es
estática, y si no se posee una perspectiva clara de la historia.
El pecado original y la mujer
Sin duda el surgimiento del Islam trajo un avance en cuanto a los
derechos de las mujeres. Si hacemos un análisis de la situación de las
mujeres, en cuanto a posición social, derechos civiles comunes y
concepción de las mismas en el esquema religioso de la Europa del Siglo
VII o en la Arabia preislámica, y lo comparamos con la situación
inmediatamente posterior al advenimiento del Islam, podemos notar a
simple vista que el avance en cuanto a legislación que traía consigo la
religión revelada al Profeta Muhammad era realmente revolucionario. En
la temprana edad media europea la mujer era relacionada rápidamente
con el mal. El simbolismo de Eva y su tentación era una figura presente
en el inconsciente colectivo. Al no existir nada parecido al pecado original
dentro de la doctrina islámica, el cargo de desobediencia a Dios, no recaía
en la mujer sino también en el hombre, es decir Adán era tan culpable
como Eva. Para una mejor ilustración nos remitiremos a las fuentes
primigenias de la doctrina islámica, a saber: El Sagrado Corán, libro
sagrado de los musulmanes revelado e inalterable desde hace 1400 años,
así como también la tradición profética, segunda fuente de legislación
islámica, que comprende las máximas, explicaciones y actitudes ante
determinadas circunstancias del Profeta Muhammad (PyB). Veamos
algunas de las pautas que trajo consigo el advenimiento del Islam:
El Creador y la mujer
No existe diferencia alguna en cuanto a la división por sexos en la
relación con Dios. El mensaje revelado se dirige al conjunto de la especie,
hombres y mujeres. Los pilares del Islam tanto prácticos como teológicos
abarcan a todos los creyentes. Así la profesión de fe, la oración, el tributo
anual, el ayuno en el mes de Ramadán y la peregrinación son
obligaciones morales de hombres y mujeres. Comprende esto último
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también la creencia en los ángeles, el Ultimo día, la misión de los Profetas
y el Decreto Divino. La palabra coránica es esclarecedora al respecto:
«A quien practique el bien, sea hombre o mujer, y es creyente, le
concederemos una vida placentera y le remuneraremos con un
galardón superiora lo que haya hecho» (Corán, 16:97).
«Jamás desmereceré la obra de cualquiera de vosotros, sea
hombre o mujer, porque descendéis unos de otros» (Corán, 3:195).
El beneficio otorgado por seguir el camino de las buenas obras desde
la perspectiva islámica, devuelve al creyente sin distinción de sexos el
bienestar que Dios da en esta vida y en la postrera por hacer el bien. El
acceso a una vida posterior y su estado en la misma, esta directamente
relacionada con el tipo de obras que haya realizado el creyente. La
valoración de las mismas esta siempre relacionada por el bien que
generan y con absoluta independencia del sexo de quien las practique:
«Por cierto que los musulmanes y las musulmanas creyentes,
consagrados y consagradas, timoratos y timoratas, caritativos y
caritativas, ayunadores y ayunadoras, pudorosos y pudorosas,
recordadores de Dios frecuentemente y recordadoras, Dios les tiene
destinado la indulgencia y una magnífica recompensa» (Corán,
33:35)
Como podemos ver desde el punto de vista de la teología islámica, no
existe diferenciación alguna entre hombres y mujeres. Su condición ante
el Creador, el punto central de la idea religiosa, es de total igualdad.
El derecho a la herencia y la mujer
Desde sus albores el derecho islámico contempló una serie de
normativas relacionadas específicamente con el ambiente femenino,
algunas sin antecedentes previos en otras legislaciones:
El derecho de herencia:
«A los hijos varones les corresponde una parte legítima de lo que
hayan dejado los padres y parientes. Las mujeres tendrán también
una parte legítima de lo que hayan dejado los padres y parientes; ya
sea exigua o grande estas partes están determinadas» (Corán, 4:7).
El derecho de herencia no era una ley estipulada ni una costumbre, ya
que heredaban únicamente los hombres. A partir de esta normativa
coránica, las mujeres son tenidas en cuenta en el reparto de bienes.
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Aunque la parte que correspondía al hombre era mayor, se legislaron
otros derechos especiales que implicaban solamente a las mujeres, como
la dote. La dote matrimonial es un patrimonio de exclusiva disposición de
las esposas:
"Dotad de buen grado a las mujeres" (Corán, 4:4)
Desde sus inicios y por la legislación islámica, las mujeres dispusieron
absolutamente de su patrimonio, en la plena libertad de realizar todo tipo
de transacciones que le parecieran convenientes. El ejemplo histórico lo
tenemos en la esposa del Profeta, Jadiÿa, quien era una mujer rica.
Podemos también destacar un hecho único en la historia sagrada y es
que esta virtuosa mujer fue la primera persona en creer sinceramente en
la misión de Muhammad como mensajero de Dios. La religión revelada al
Profeta tiene su primer fiel representado en una mujer, a la cabeza de los
hoy 1400 millones de musulmanes en el mundo.
La infibulación
No encontramos en el Sagrado Corán ninguna mención acerca de este
tema. En el cuanto a las costumbres, la infibulación no es una práctica
que esté difundida ni recomendada a los musulmanes. Su uso existía ya
en la era preislámica. La ablación se practica en algunos países africanos
donde viven también musulmanes, Sudán, Somalia, Senegal, Gambia,
Malí, etc. Sin embargo, en la gran mayoría de pueblos musulmanes del
mundo esta práctica es desconocida, y en los países en que se realiza
también la practican minorías no musulmanas, monoteístas o animistas.
Vemos aquí un ejemplo de la incidencia cultural no relacionada y previa a
la llegada del credo.
La poligamia
La poligamia está legislada en los anales del derecho islámico. En el
mundo preislámico era cosa frecuente y practicada desde tiempos
remotos. Así en el estudio de las escrituras anteriores al Corán, vemos
que algunos de los profetas y sus contemporáneos eran polígamos. Al
principio la legislación islámica redujo el número a cuatro ya que
anteriormente era ilimitado. Pero junto con la reducción en el número se
estipuló una condición definitoria para el hecho, y que sería la que marcó
el uso y la costumbre del mundo islámico hasta hoy: "...más si teméis no
ser equitativo con ellas, casaos con una sola". También se estipuló que
para producir el hecho poligámico, y esto existe en la constitución de
algunos países, tendría que haber un acuerdo por parte de la primera
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esposa. De hecho los matrimonios musulmanes son básicamente
monógamos, y la práctica poligámica está en desuso.
El Hiÿab
Velo, Chador, Hi[yab, Niqab, Hayek, diferentes formas de indumentaria
que se conocen como islámicas. ¿Pero, hay realmente una vestimenta
islámica? Decididamente no, no hay ropa para musulmanes y ropa para
no musulmanes, hombres y mujeres. Ni siquiera lo que denominaríamos
"religiosos", aunque no existe tal condición como rango en el Islam,
deberían distinguirse por su ropaje. En el ejemplo del Profeta está la
respuesta. Si Dios nos hubiese honrado con la posibilidad de entrar a un
recinto donde se encontrase el Profeta, bendígale Dios y le salve, jamás
lo hubiésemos distinguido por el uso de un ropaje en particular (según sus
contemporáneos, tal vez sí lo identificaríamos por la luz y la misericordia
que irradiaba su rostro).
Las diferentes expresiones de las mujeres musulmanas, de acuerdo a
la región y a las propias necesidades, generaron tipologías en la moda,
relacionadas con los elementos que poseían para confeccionar
indumentaria, el clima y otros factores. Si hay un denominador común
centrado en la idea de recato, tanto para hombres como para mujeres. En
el caso de las mujeres en particular, y ya haciendo referencia al h¡yab,
hay que buscar antecedentes, en los fundamentos de la legislación
islámica.
En el texto del Corán dice: «¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus
hijas y a las mujeres de los creyentes que cuando salgan se cubran.
Esto es más conveniente para que se las distinga y no sean
molestadas, porque Dios es Indulgentísimo, Misericordiosísimo»
(Corán, 33:59).
Por otra parte, también en el Corán se recomienda el recato a hombres
y mujeres. En 24:30 el consejo se dirige a los hombres diciendo "Di a los
creyentes que recaten sus miradas y conserven su pudor" y en 24:31 "Di a
las creyentes que recaten sus miradas y no muestren sus encantos más
allá de lo imprescindible... ", el versículo sigue con otras recomendaciones
en cuanto a parientes. En este asunto en particular, como en otros, se
entrelazan los aspectos religiosos, culturales, de identidad, de lugar de
residencia y situación.
El Islam como sistema de vida recomienda, y no coacciona o impone.
Esto se desprende del texto Coránico: En 2:256 dice: «Nada de
imposición en cuanto a religión, porque ya se ha dilucidado la verdad
del error». Dilucidar la verdad del error se relaciona con que todo el
conjunto de normas en el Islam ofrece como salvación a los humanos, un
camino que mediante su tránsito y cumplimientos de esas normas, se
definirá nuestra situación en la vida postrera. Vestirse en forma recatada
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es una recomendación para los creyentes, a la vez un derecho que
poseen. Pero en ningún caso se debe obligar a nadie. Hay muchas
mujeres musulmanas que no cubren su cabello, otras que lo hacen por
condicionamiento del medio en que viven. También hay millones de
mujeres que lo usan por propia voluntad, como su propia elección de vida.
El Profeta y las mujeres
Lamentablemente algunos legos en temas islámicos como así también
algunos musulmanes, ponen más énfasis en destacar, aspectos
relacionados con la legislación establecida en las tradiciones proféticas,
que practicar la misericordia y la piedad que residían en el Profeta de
Dios. Así Muhammad habló en muchas oportunidades acerca de las
mujeres. Sólo elegiremos una frase que de alguna manera sintetiza el
espíritu profético: «Los mejores de entre vosotros son aquellos que mejor
tratan a su esposa».
Grandes mujeres del Islam
En el espacio de la historia sagrada del Islam, hay lugares de privilegio
para las mujeres, que ocupan el recuerdo y el pensamiento de los
creyentes. Asia, la esposa del faraón que salva a Moisés; María, la madre
de Jesús, elegida como lo mejor de la creación; Jadiya la esposa del
Profeta y su hija Fátima, modelo universal madre e hija, que Dios esté
complacido con todas ellas.
Musulmanas al poder
En la historia de la civilización islámica existieron ejemplos de mujeres
a la cabeza del gobierno. Las Sultanas manejaban realmente estados
islámicos.
La primera dinastía islámica que tuvo dominio sobre India fue la de los
gaznavíes, originada en la ciudad de Gazna, hoy Afganistán. A los turcos
gaznavíes les sucedieron los afganos guríes. El Sultán Shamsuddín
Iltutmish, antes de morir designó a su hija Radiyya como su sucesor
convirtiéndose ésta en sultana y en la primera mujer en dirigir un estado
islámico en la historia.
La cita de la doctora marroquí Fátima Mernissi dice que «En todo caso.
Radiyya cumplió con sus deberes con gran competencia y todos los
historiadores la consideraron muy buena administradora. El primer acto de
soberanía de Radiyya fue acuñar monedas en su nombre con la siguiente
inscripción, muy ostensible en miles de ellas: "Pilar de las mujeres, Reina
de los tiempos, Sultana Radiyya Bint Shams al-Din Iltutmish"
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Una sola cosa se le reprochó: haberse enamorado de alguien que en
contexto hindú se consideraba inferior. A pesar que en el Islam no existe
diferenciación alguna por linaje o razas, la sociedad en la que gobernaba
tenía consigo incorporado el sistema de castas de La India, que termino
influyendo en el tema. Las autoridades religiosas y los príncipes se
unieron contra ella y se levantó un ejército con el gobernador, Injúyar alDin Altuniyya, a su cabeza. Radiyya, temiendo el asedio, abandonó Delhi
con su ejército para dar batalla a Altuniyya. Pero fue vencida y se convirtió
en su prisionera. Entonces se produjo el giro inesperado de los
acontecimientos. Altuniyya se enamoró de su prisionera. La liberó, se
casó con ella y partieron juntos al frente de un gran ejército para
reconquistar Delhi y recuperar el trono de la amada. Pero Radiyya ya
estaba marcada como víctima del destino. Ella y su marido perdieron la
batalla.
Otra gobernante islámica fue Shaÿar ad-Durr, su nombre significa
“árbol de perlas” y era la esposa del Sultán Salih Ayyub. A poco de
producirse la invasión franca a Damietta, ocurrió la muerte de su esposo
el sultán. Por esa época Shaÿar ad-Durr contaba con treinta y dos años y
era una mujer inteligente y hermosa. Dándose cuenta que la noticia podría
desmoralizar a los musulmanes, ocultó la muerte de su esposo de común
acuerdo con el comandante del ejército, el experimentado Faÿr al-Din Ibn
Shaij al-Shuiuj, ex embajador ante la corte del emperador Federico II de
Sicilia, luego de la victoria sobre los francos, los comandantes mamelucos
proclamaron sultana a Shaÿar ad-Durr el 5 de agosto de 1250. El
historiador sirio Ibm Uasil (12071298) fue testigo de ese singular
acontecimiento: «Tras el asesinato de Turán Shah (un posible sucesor
acusado de corrupción), los emires y los mamelucos se reunieron cerca
del pabellón del sultán y decidieron llevar al poder a Shayar ad-Durr, una
esposa del sultán Ayyubí que se convirtió en reina y sultana. Se hizo
cargo de los negocios de Estado, estableció un sello real con su nombre
bajo la fórmula "Umm Jalil", la madre de Jalil, un hijo que había tenido y
que había muerto muy joven. Se pronunció en todas las mezquitas el
sermón (jutba) del viernes bajo el patrocinio de Umm Jalil, sultana de El
Cairo y de todo Egipto.
La actual República de Maldivas constituía antiguamente un sultanato
independiente localizado en el océano índico, a unos 650 km al sudoeste
de Sri Lanka (Ceylán). El nombre Maldivas deriva probablemente del
sánscrito, "guirnalda de islas". De acuerdo a una crónica tradicional, el
último monarca budista de las Maldivas se convirtió al Islam bajo las
influencias de un marino musulmán en 1153. A partir de entonces se
produjo una progresiva islamización entre los isleños. El célebre viajero
Ibn Battuta que vivió en las islas una larga temporada, nos dice: «Los
maldiveños son gente religiosa de buenas costumbres, fe sincera y recta
intención; comen alimentos lícitos y sus plegarias son atendidas. Al
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encontrarse, se saludan de esta manera: Dios es mi señor, Muhammad mi
profeta. Y yo soy un pobre ignorante. En todas las islas hay hermosas
mezquitas y casi todas las viviendas son de madera. Estos isleños son
gente limpia, que no aguanta la suciedad. Usan abundantes ungüentos
aromáticos, como el aceite de sándalo y otros, y se untan con algalia, que
traen de Mogadiscio». La primera sultana de las islas fue Jadiya, que
gobernó durante 33 años. Dice también Ibn Batutta «Otra de las
maravillas de estas islas es que tienen por sultán a una mujer, Jadiya...
Los decretos se promulgan siempre en nombre de Jadiya, y se escriben
en hojas de palma con un hierro curvo, parecido a un cuchillo, pues no
emplean el papel más que para los ejemplares del Corán y los libros de
ciencias. El Iman menciona a la sultana en el sermón de viernes, diciendo:
"Dios mío, asiste a tu comunidad, a la que has elegido, en tu sabiduría,
entre los demás pueblos, y a cuya cabeza has puesto, como prueba de
misericordia para con todos los musulmanes, a la sultana Jadiya, hija del
sultán Ÿalal ad-Din, hijo del sultán Salah ad-Din". Jadiya fue sucedida por
su hermana Mariam y ésta por su hija Fátima.
Desde fines del siglo XIII el archipiélago indonesio también conocido
como Insulindia fue islamizado, no por las armas, sino por el atractivo de
una fe igualitaria, simple y adaptable a las condiciones de la región,
introducida por comerciantes musulmanes llegados desde lugares tan
lejanos como Egipto. La islamización fue acompañada por una
fragmentación política del archipiélago que con el tiempo favoreció la
penetración del colonialismo europeo, que se lanzó ferozmente para
apoderarse de las especias sobre las bellas y pacíficas islas, buscando
los preciados condimentos que los propios mercaderes islámicos se
habían encargado de llevara Europa.
En el siglo XVII durante cincuenta años, el sultanato de Acheh, al
noroeste de la isla de Sumatra, el trono fue ocupado sucesivamente por
cuatro mujeres. En la misma época al menos en otros cuatro sultanatos,
entre ellos el de Pattani (sur de Tailandia) y el de Kelantan, que es uno de
los Estados federados de Malasia, hubo mujeres en el trono. La primera
de estas sultanas de Acheh fue Tay al-Alam Safiyyat al-Din (Corona del
mundo, pureza de fe), muy bien recordada como gobernante sabia y justa.
Su período de gobierno se ubica entre 16411675. La segunda llamada
Nur al-alam nakiyyat al-Din Shah gobernó entre 1675-1688; la tercera,
Inayat Shah zakiyyat al-Din, entre entre 1688-1699 y la cuarta, Kamalat
Shah, durante la primera década del siglo XVIll.
Mujeres modernas y mujeres en la prensa
Llama la atención a veces cuando circulan noticias, principalmente en
diarios de Europa, que cuando un musulmán ejerce algún grado de
violencia sobre una mujer, enseguida se asocia este comportamiento a su
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fe, como si esta fuese condicionante de su actitud. En otro caso, en
similares circunstancias, estaremos hablando de violencia familiar o
patologías de naturaleza múltiple, pero rara vez se relacionará este hecho
con el credo del agresor. ¿No es más honesto y certero afirmar que
existen sinvergüenzas, delincuentes y violentos, más allá de su religión?
¿Estos patrones de conducta, no se repiten con mayor o menor grado en
todas las sociedades? ¿Por qué se hace esta rápida asociación en el
caso del Islam? No está demás recordar que los actos,
independientemente de su naturaleza, los cometen las personas.
En el tema que tratamos acerca de la relación y lugar de la mujer y el
Islam, intervienen también otros factores, que sin estar relacionados
específicamente con el Islam también son importantes en la situación de
las mujeres y los hombres: las posibilidades de educación, capacitación y
ocupación; intercambio con otros países producto de las corrientes
inmigratorias o los medios de comunicación; también influye el grado de
ingreso del país en la modernidad con sus respectivas pautas económicas
y políticas. Con seguridad estos factores hacen que haya más similitudes
entre la vida de una profesora universitaria de Siria y una profesora de
Francia que entre la misma profesora y una campesina de Sudán aunque
compartan la misma fe y las mismas prácticas de culto.
Ver, conocer, ubicar la situación del otro, nos da siempre una visión
más amplia de la humanidad. El tema de la mujer en el contexto islámico
seguirá estando en observación, tanto en los países musulmanes con en
aquellos donde los musulmanes son minoría. Asistiremos, seguramente, a
diferentes tipos de manifestaciones a favor y en contra del hiÿab, u otros
temas. Pero el fondo de la cuestión seguirá siendo el mismo ¿Cómo
vemos al otro?, ¿Qué pasaría si un día el otro esta representado en
nosotros? Siempre es mejor una segunda mirada antes de emitir un juicio
o una apreciación.
Por último, aquellas sociedades que no utilicen todo su potencial,
quedarán anquilosadas y con un mal pronóstico a futuro para sus
habitantes. Pretender excluir a sectores por sexo, raza o religión, será la
causal principal de su fracaso.
El mundo moderno, a través de su avance científico y tecnológico va
estrechando las distancias como nunca. No seamos nosotros los
humanos quienes volvamos a ponerlas.
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