Download Historia de Roma
Document related concepts
Transcript
Historia de Roma (segunda parte) Universidad de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras Departamento de Lenguas y Literaturas Clásicas LENGUA Y CULTURA LATINAS I Cátedra Prof. Alicia Schniebs 1r. cuatrimestre 2003 HISTORIA DE ROMA de la fundación al asesinato de César Segunda parte: Del s. II a.C. a la muerte de Sila Síntesis elaborada por la Prof. Marcela Nasta sobre la base de: Fraschini, A. Historia de Roma. Bs. As., Ediciones Jano, s/f. Siglo II a.C. FINAL DEL PERÍODO DE EXPANSIÓN Segunda Guerra Macedónica: 200 – 197 a.C. y Guerra contra Antíoco de Siria: 191 – 189 a.C. Tras el desmoronamiento de la monarquía de Alejandro Magno, Egipto, Siria y Macedonia se transformaron en los estados más importantes. Cuando, en el 205 a.C. el trono de Egipto es ocupado por un niño, Antíoco de Siria y Filipo de Macedonia quisieron repartirse entre sí las posesiones egipcias fuera de África. Ante ello, el gobierno egipcio concedió al Senado romano la tutela del niño y, como los romanos estaban enemistados con Filipo, intentaron frenar su avance y terminaron declarándole la guerra en el 200 a.C., cuando el macedonio estaba a punto de apoderarse de Atenas. La guerra culmina en el 197 a.C., con la victoria romana en la batalla de Cinocéfalos, en Tesalia. Filipo fue obligado a reducir sus posesiones exclusivamente a Macedonia, entregar su flota a los romanos y renunciar a iniciar nuevas acciones bélicas sin la autorización de Roma. En el 196 a.C., Flaminio prometió la libertad a las ciudades griegas enfrentadas desde hacía tiempo por discordias internas. Cuando en el 194 a.C. los romanos vencedores finalmente abandonaron Grecia, se perfilaba la soberanía de la Liga Etolia y el surgimiento de otro dominador, Antíoco de Siria. El enfrentamiento entre Antíoco y los romanos se inició en el 191 a.C. Lucio Escipión y Publio Cornelio Escipión el Africano vencieron a Antíoco y le otorgaron la paz por él solicitada a cambio de su renuncia a todas sus conquistas en Asia Menor, el pago de una fuerte indemnización de guerra y la reducción de su escuadra a diez naves. De esta manera, en 189 a.C. Siria pierde su condición de gran potencia. 1 Historia de Roma (segunda parte) Tercera Guerra Macedónica: 172 – 168 a.C. Filipo y su hijo Perseo, quien lo sucedió en el trono en el 179 a.C., ante los desafíos y las molestias ocasionadas por Eumenes de Pérgamo (seguramente inspirado por los romanos), se prepararon para emprender una nueva guerra. En 172 a.C. Eumenes incitó a los romanos a iniciar las hostilidades con los macedonios. Las tropas romanas triunfaron en Pidna, al mando de Lucio Emilio Paulo. Como consecuencia de esta victoria, el territorio macedonio fue dividido en cuatro confederaciones que debían entregar parte de sus ingresos a Roma en calidad de tributos. Estos ingresos (y otros obtenidos con estas conquistas) fueron tan cuantiosos que en el 167 a.C. los ciudadanos romanos se vieron libres de pagar impuestos. Finalmente, en el 146 a.C., Macedonia fue anexada como provincia romana. La supremacía romana, pues, se extendió sobre todos estos Estados, con lo cual Roma asumió en la región la herencia de Alejandro Magno. Tercera Guerra Púnica: 149 – 133 a.C. Después de la Segunda Guerra Púnica, Cartago fue recobrando su antiguo esplendor. Envidiosa de esta prosperidad, Roma decidió terminar definitivamente con su rival y buscó un pretexto para declarar la guerra. Este pretexto surgió cuando el rey Masinisa privó a los cartagineses del fertilísimo territorio de Emporia. Los cartagineses, entonces, tras presentar inútilmente sus quejas ante Roma, amenazaron a Masinisa con las armas. Esta amenaza violaba la paz del 201 a.C., de acuerdo con la cual los cartagineses no podían participar de ninguna guerra contra los estados confederados de Roma. Así, Roma se sintió agredida. Cartago intentó evitar la guerra, pero la exigencia romana fue la completa destrucción de la ciudad –concediendo su refundación lejos del mar. Cartago se negó a tal exigencia y la guerra estalló en el 149 a.C. Tras dos años de lucha, en el 147 a.C., Escipión Emiliano logró cortar la salida del puerto a los cartagineses sitiados, a quienes el hambre obligó a rendirse. Cartago fue completamente destruida y los sobrevivientes debieron establecerse en un lugar alejado de la costa. El territorio cartaginés se transformó en la provincia de África, con capital en Útica. Los romanos se apoderaron de sus enormes riquezas y el comercio cartaginés quedó en manos de los vencedores. Simultáneamente al desarrollo de esta guerra, los romanos debieron enfrentarse con los españoles, quienes se oponían al dominio extranjero. La guerra en Hispania fue dura hasta que desembarcó en esas tierras el cónsul Escipión Africano el Menor (nieto adoptivo de Publio Cornelio Escipión el Africano), que sitió la ciudad de Numancia, en el curso superior del Duero. El sitio se prolongó durante 15 meses, al cabo de los cuales los numantinos se rindieron, en el 133 a.C. POLÍTICA INTERNA Al finalizar las luchas sociales, la división entre patricios y plebeyos llegó a una situación de relativo equilibrio, formándose una nueva organización de los partidos. Surgió una nueva nobleza de funcionarios, procedentes de familias ricas e influyentes de ambos estamentos y que alcanzan los más altos cargos incluyendo el senatorial. Al mismo tiempo y a medida que se extendía el Estado, se fue incrementando la importancia de las magistraturas públicas. La administración de las nuevas provincias modificó las costumbres políticas y la codicia, la corrupción administrativa, el ansia del enriquecimiento fácil dominaron las altas magistraturas y el Senado. Así, sólo una clase gozaba de las ventajas acarreadas por la expansión romana, mientras que el pueblo sostenía las cargas de las guerras. Esta situación provocó el descontento de la plebe y el deseo de una reforma democrática de la Constitución. La expansión también tuvo consecuencias a nivel económico. La entrada de Roma en la política internacional produce un cambio en su situación económica, y la agricultura llega a arruinarse completamente. Las nuevas provincias, y en particular Sicilia, “el granero de Roma”, 2 Historia de Roma (segunda parte) proveían enormes cantidades de trigo, que se vendían en el mercado a precios mínimos o eran demagógicamente obsequiadas a la plebe por ciudadanos ricos. Esta situación impedía, lógicamente, cualquier competencia de la agricultura nacional con la de las provincias recientemente incorporadas al Estado romano. En consecuencia, el cultivo del trigo fue disminuyendo y la situación de los labradores se hizo crítica. Esta situación se vio agravada por el hecho de que las pequeñas posesiones, poco productivas en razón de los escasos medios técnicos disponibles, pasaron a manos de grandes propietarios, en particular de los senadores –quienes, como les estaba prohibido comerciar y participar en los arriendos públicos, invertían su capital en tierras–. Estos propietarios, nuevos dueños de grandes latifundios, abandonaron el cultivo de los cereales limitándose a la viticultura y la producción de aceite. Así, las tierras se transformaron en pastizales, el campo se despobló y los agricultores fueron reemplazados por pastores sin ocupación. Los labradores expulsados de sus tierras terminaron como jornaleros en Roma, con lo cual el proletariado urbano se incrementó notablemente y sus permanentes reclamos comenzaron a inquietar a la población de la ciudad. Por otro lado, la participación de Roma en el comercio internacional, posibilitada por el dominio en el Mediterráneo, dio lugar al surgimiento de un nuevo estamento social formado por comerciantes y banqueros, que tenían su sede en Roma pero abarcaban todas las provincias, donde comerciaban a gran escala. Estos individuos, con su falta de escrúpulos y su ambición de riqueza y poder, acentuaron las diferencias entre ricos y pobres. Finalmente, como consecuencia de las victorias romanas, millares de cautivos inundaron el mercado de esclavos suministrando a precios irrisorios el material humano que los comerciantes y terratenientes necesitaban para explotar sus riquezas. Al mismo tiempo, sin embargo, la aglomeración de grandes masas de esclavos constituía un grave peligro para los romanos. De hecho, los esclavos de la isla de Sicilia se levantaron contra sus amos y resistieron durante varios años a las tropas romanas, pero fueron derrotados en el 132 a.C. Otras sublevaciones se produjeron más o menos al mismo tiempo en Roma, en Ática y en la isla de Delos, centro del comercio de esclavos en el Mediterráneo. La legislación de los Gracos y el comienzo de la revolución: 132 – 122 a.C. En este contexto, los optimates (denominación del partido aristocrático) advirtieron la necesidad de atender a los reclamos populares. En el 140 a.C., el cónsul Cayo Lelio, amigo de Escipión, solicitó inútilmente el reparto de los territorios ocupados y todavía no cedidos legalmente. A esta causa se sumó también Tito Sempronio, joven entusiasta del liberalismo aristocrático. Al ser elegido tribuno, Tito Sempronio Graco (nieto de Escipión el Africano) presentó una propuesta de ley según la cual: - nadie podría poseer más de 500 yugadas de tierras públicas; - en las familias numerosas, sólo los dos hijos mayores podrían poseer cada uno 250 yugadas más, con lo cual ninguna familia tendría más de 1000 yugadas; - las tierras expropiadas deberían repartirse en parcelas de 30 yugadas y concederse en arriendo hereditario a los ciudadanos y federados. Esta ley fue vetada por el tribuno Cneo Octavio, que había sido ganado a su favor por los optimates. Graco, entonces, dio el primer paso hacia la revolución, solicitando la separación de su cargo de todos los tribunos que obrasen contra los intereses populares. Esta propuesta fue aceptada. Cneo Octavio fue destituido de su cargo y se aprobó la ley de Graco. Su cumplimiento fue encargado a una comisión de tres ciudadanos, dotados de los poderes supremos para entender en todos los asuntos jurídicos relacionados con la ley en cuestión. Los primeros tres integrantes de dicha comisión fueron Tiberio Graco, su suegro Appio Claudio, y su hermano menor, Cayo Sempronio Graco. Ahora bien, para continuar con sus reformas, Tiberio Graco debía seguir en el cargo de tribuno los años siguientes. Sin embargo, su intento de reelección (hecho inusual pero no ilegal) 3 Historia de Roma (segunda parte) generó violentas protestas por parte de los optimates, las cuales a su vez dieron lugar a un grave tumulto en el cual murieron el propio Tiberio Gracio y 300 de sus partidarios. Con este hecho comenzó la revolución. Sin embargo, el partido triunfante no anuló las reformas anteriores. Pero cuando los mismos federados se quejaron de las injusticias cometidas con las expropiaciones forzosas, Escipión Emiliano, aunque era partidario de la reforma, solicitó la anulación de los poderes de la comisión y la transferencia de los mismos a los cónsules. Ante esto, los partidarios de Graco intentaron imponer las reformas por otras vías, solicitando la concesión del derecho de ciudadanía romana a los federados –cosa que éstos venían pidiendo desde hacía tiempo. El rechazo de esta solicitud incrementó el malestar de los federados y dio lugar a una rebelión en Fregellae, capital de las colonias latinas. La ciudad terminó rindiéndose y perdió su autonomía municipal. En este contexto, Cayo Sempronio Graco dejó el cargo de cuestor que ocupaba en Cerdeña y regresó a Roma donde había sido elegido tribuno (año 123 a.C.). Cayo Graco se propuso democratizar radicalmente la Constitución romana. En primer lugar, preparó su reelección como tribuno, cosa que le había costado la vida a su hermano Tiberio. Seguidamente extendió la ley agraria a los territorios de Tarento, Capua y Cartago. Se dispuso que todos los habitantes de Roma podrían adquirir trigo a muy bajo precio y se introdujeron reformas que anularon la influencia de la nobleza y de los comicios centuriados sobre la plebe. Finalmente, la lex iudiciaria disponía que los senadores perdían la mayor parte de la jurisdicción, la cual se atribuía ahora a los caballeros. El estamento de los caballeros (ordo equester), que procedía de las antiguas 18 centurias de caballeros, estaba integrado por individuos pertenecientes a las clases acomodadas de la República. Cuando los senadores fueron privados de participar en las grandes empresas comerciales de ultramar y en el arriendo de impuestos, los caballeros pasaron a formar un estamento particular. Además, como los federados formaban parte de este estamento, las obligaciones militares del mismo pasaron a un segundo plano y así los caballeros devinieron representantes de una suerte de clase comercial. La orden de Cayo Graco de que abandonaran el orden ecuestre quienes ingresaran en el orden senatorial provocó la rivalidad entre unos y otros. Graco intentó equilibrar el poder entre ambos estamentos. Para ello, otorgó a los caballeros los privilegios y distinciones del orden senatorial y les confirió poderes en la administración provincial (tarea antes realizada por los senadores). Asimismo, la reforma tributaria en la provincia de Asia favoreció a los caballeros. Esta reforma se aplicó paulatinamente a todas las provincias romanas, con lo cual aumentaron también los ingresos del fisco. Esta reforma fue ampliada por otras medidas tales como la repartición de las provincias consulares antes de las elecciones, la concesión del derecho de ciudadanía a los federados y el alivio de las cargas militares. Todo esto provocó la violenta protesta de los nobles, a tal punto que, mientras Graco organizaba la nueva colonia de Iunonia (Cartago), buscaron y lograron desprestigiarlo ante el pueblo –ya descontento por la obra colonizadora que estaba realizando–. Esta circunstancia fue aprovechada por el colega de Graco, el tribuno Marco Livio Druso, quien engañó al pueblo presentando un petitorio aparentemente más radical que el de los Gracos y de acuerdo con el cual debían establecerse en Italia 12 colonias romanas de unos 3000 lotes de tierra cada una. Esta petición era imposible, toda vez que en Italia ya no había terrenos disponibles para una colonización tan importante. El pueblo, sin embargo, se dejó engañar y Graco fue derrotado cuando, al regresar de África, solicitó su tercera reelección como tribuno. Al año siguiente (121 a.C.), la situación se agravó cuando se propuso la supresión de la colonia de Iunonia. Partidarios y adversarios de Graco se enfrentaron violentamente. La lucha dejó miles de muertos, entre los cuales el propio Graco. No obstante esta victoria de la nobleza, las reformas de Graco siguieron vigentes, en particular la reforma tribunicia y las concesiones de tierras. 4 Historia de Roma (segunda parte) Cayo Mario La figura de Cayo Mario surge en el contexto de las guerras de Roma contra Yugurta y contra los cimbros y teutones. Guerra de Yugurta: 112 – 104 a.C. Macipsa, hijo del rey Masinisa de Numidia, murió en el 118 a.C. dejando su reino fue a sus dos hijos y a Yugurta, su sobrino ilegítimo. Al morir Macipsa, Yugurta hizo matar a uno de sus primos y se propuso acabar pronto con el otro, llamado Adérbal. Éste acudió al Senado en calidad de príncipe protegido de Roma. Frente a esta situación, Yugurta sobornó al Senado y consiguió la división del reino entre él y Adérbal. Poco después conquistó Cirta, capital del reino de Adérbal, a quien hizo asesinar. Ante estos sucesos, el Senado declaró al guerra a Yugurta en el 112 a.C. Sin embargo, el general al mando de las tropas romanas, sin iniciar siquiera la batalla, firmó un pacto con Yugurta quien así logró salvar su reino. El Senado, sin embargo, no reconoció este pacto y obligó a Yugurta a presentarse en Roma para justificarse personalmente ante él. Yugurta estuvo a punto de salir nuevamente airoso de la situación, pero estando en Roma se atrevió a asesinar a un descendiente de Masinisa, que había acudido a Roma a disputarle el trono exponiendo sus justas pretensiones ante el Senado. Como consecuencia de estos hechos, el Senado declaró nuevamente la guerra a Yugurta. En el 109 a.C. el cónsul Quinto Cecilio Metelo derrotó a Yugurta en la batalla librada a orillas del río Muthul. Yugurta, entonces, buscó refugio y apoyo junto a su suegro, el rey Boco de Mauritania (Marruecos). La conformación del suelo de África hizo que la guerra se desplazara hacia el desierto, razón por la cual se desgastaron durante mucho tiempo los esfuerzos de los romanos al mando de Metelo. Esta situación fue aprovechada por Cayo Mario, uno de los generales de Metelo y perteneciente al orden ecuestre, que se había destacado en la batalla del Muthul y luego se había enemistado con su jefe. Mario logró suplantar a Metelo, obteniendo el consulado y el mando del ejército para el año siguiente. A Mario no le fue mucho mejor en el desierto, donde se vio forzado a una guerra de guerrillas y llegó a situaciones críticas. De hecho, los romanos hubieran fracasado sin el auxilio de Lucio Cornelio Sila, cuestor de Mario, que salvó al ejército en el 105 a.C. Al año siguiente, Sila negoció con Boco y consiguió la entrega de Yugurta. Así, pues, en el 104 a.C., Mario presentó ante los romanos al príncipe cautivo, a quien hizo matar poco después en la prisión de Tulliano, junto al Capitolio. De acuerdo con el pacto que puso fin a la guerra africana, una parte de Numidia pasó a la provincia romana de África, otra se atribuyó a Baco y el resto quedó en manos del último descendiente de Masinisa. Guerra contra los cimbros y teutones: 105 – 102 a.C. Los romanos tuvieron que sostener sucesivas guerras contra los pueblos ubicados en los Alpes, para defender sus fronteras al norte y al este de Italia. En el 113 a.C. los cimbros, avanzaron desde su Germania natal hacia el sur, venciendo a los volscos (pueblo celta) y a los romanos cerca de Noreja, en el territorio de los tauriscos (pueblo fiel a Roma). A pesar de estos logros, los cimbros no invadieron Italia, sino que se dirigieron hacia el oeste, donde se unieron a los teutones (pueblo de origen helvético), y desde allí penetraron con ellos en la parte romana de la Galia meridional. En el 105 a.C. los romanos fueron derrotados en una terrible batalla librada cerca de Aurasio, en Galia. Mario, que acababa de finalizar la guerra contra Yugurta, pareció el indicado para defender a Roma de los cimbros. El pueblo, aun en contra de la ley, lo eligió cónsul por segunda vez y le dio en el 104 a.C. el mando de la guerra. Entretanto, por razones que se ignoran, cimbros y teutones se dividieron en dos cuerpos: los primeros, se dirigieron a los Alpes septentrionales, mientras que los segundos siguió el curso del Ródano hasta la Galia transalpina. 5 Historia de Roma (segunda parte) Mario, que fue elegido ilegalmente cónsul cinco veces, venció a los teutones en el 102 a.C., tras un primer combate que no resultó decisivo. El rey teutón fue hecho prisionero y su ejército fue destruido. Mientras tanto, los cimbros habían bajado al valle del Adigio, rechazado a los romanos y penetrado en la llanura del Po. Luego fueron avanzando siguiendo el curso del río hasta que finalmente se encontraron con Mario, que regresaba de la Galia. Los romanos vencieron ampliamente a los cimbros. Los sobrevivientes de la batalla fueron vendidos en Roma como esclavos. Cayo Mario y el partido revolucionario Como quedó dicho, Cayo Mario pertenecía al orden ecuestre. Esta pertenencia incrementaba la envidia que su talento militar generaba en sus compañeros de armas quienes, procedentes de la más alta alcurnia, sostenían que la carrera militar y política eran patrimonio exclusivo de la nobleza y, en consecuencia, intentaban cerrarle el camino a quien consideraban un advenedizo (homo novus) favorecido por la fortuna. En este contexto, Mario se integró al partido democrático, gracias al cual fue nombrado cónsul con el mando del ejército contra Yugurta y luego reelegido cuatro veces (del 104 al 100 a.C.), aun cuando la constitución romana prohibía tales reelecciones. Mario se destacó notablemente en el terreno militar, donde introdujo importantes reformas. En primer lugar, acogió en las filas del ejército a todas las clases sociales, incluyendo a los libertos y proletarios. Asimismo, abolió todas las diferencias que hasta entonces separaban a los soldados según su fortuna, introdujo un armamento uniforme (pilum), reorganizó la estructura del ejército y lo adiestró mediante maniobras continuadas. En el terreno político, Mario se inserta en el contexto de la situación en que había quedado el partido revolucionario tras la desgracia del menor de los Gracos. Desde entonces, este partido había sido relegado a un segundo plano, pero la corrupción de la nobleza romana, puesta en evidencia por sus manejos políticos con Yugurta, provocó tal indignación que todas las esperanzas se cifraron en Mario, considerado el líder más adecuado de las aspiraciones democráticas. Mario su unió con Lucio Apuleyo Saturnino y Cayo Servilio Glaucia. Él fue elegido cónsul; Saturnino, tribuno por segunda vez, y Glaucia, pretor. Estos nuevos gobernantes solicitaron suministros de trigo casi gratuitos para el pueblo y la entrega de tierras provinciales a los veteranos de Mario. Esta atención a los intereses de la plebe provocó la unión de la nobleza con el orden ecuestre, y esta unión, a su vez, puso fin al régimen popular. En efecto, Mario tuvo que defender el orden público contra sus colegas, quienes al preparar las elecciones para el año siguiente echaron mano de cualquier recurso, incluyendo la violencia. Saturnino y Glaucia terminaron muertos en una sangrienta lucha en las calles de Roma. Las leyes presentadas fueron revocadas y los vencedores tomaron represalias contra los demócratas. Mario debió retirarse a la vida privada al término de su consulado, en el 100 a.C. S. I a.C. POLÍTICA INTERNA Marco Livio Druso Marco Livio Druso, tribuno de la plebe en el 91 a.C., aunque noble de origen, consideró que los caballeros no merecían la confianza que las leyes de los Gracos les habían concedido al atribuirles la función judicial. Druso entonces buscó y consiguió el apoyo de la nobleza a sus proyectos democratizantes, logrando con ello disminuir la influencia de los caballeros. La aristocracia aceptó las propuestas de Druso de restituir el poder judicial al Senado –integrado por otros 300 nuevos miembros–, aumentar las distribuciones de trigo y convertir en colonias las tierras que todavía pertenecían al fisco. Estas propuestas se transformaron en leyes, pero 6 Historia de Roma (segunda parte) nunca se pusieron en práctica, en parte debido a la resistencia de los caballeros y en parte porque se supo que Druso mantenía estrechos vínculos con los federados a efectos de facilitarles el logro del derecho civil. Esta circunstancia generó una situación crítica, ya que tanto la aristocracia como el pueblo se oponían a esta aspiración de los federados. Ambos estamentos se enemistaron con Druso, sus leyes fueron revocadas y finalmente él fue asesinado. La Guerra Mársica: 90 – 88 a.C. El asesinato de Druso, lejos de poner fin al conflicto entre romanos y federados, no hizo más que desencadenar la guerra entre ambos bandos. Los primeros en separarse de Roma fueron los marsos, pueblo montañés del centro de Italia y que le dio su nombre a esta guerra. Los federados, apoyados por la mayoría de los habitantes de Italia central y meridional, solicitaron a Roma la concesión del derecho civil. Frente a la negativa de Roma, fundaron una república independiente, llamada Itálica, con capital en Corfinium. Esta nueva rival de Roma otorgó a todos sus ciudadanos los derechos civiles, instituyó una Constitución análoga a la romana, creó un Senado de 500 miembros, nombró pretores y cónsules, y acuñó moneda propia. Esto provocó una encarnizada lucha. Al cabo del primer año de guerra, Roma concedió los derechos civiles que no habían participado en el levantamiento (Lex Iulia). Posteriormente, la Lex Plauta Papiria extendió esta concesión a todos los itálicos que habitaran al sur del Po, aunque estos nuevos ciudadanos sólo podrían ser incluidos en 8 ó 10 tribus (sobre 35 existentes). Esta solución (temporaria) dada al conflicto con los federados fue un paso importante en la unidad administrativa, judicial y lingüística de italia. Los federados fueron retirándose de la guerra. Lucio Cornelio Sila (cuestor de Mario en la guerra de Yugurta) conquistó Corfinium en el 88 a.C. y tras vencer en reiteradas oportunidades a los samnitas y campaños, puso fin a la guerra. Mientras sitiaba Nola, último bastión de los federados, debió regresar urgentemente a Roma, donde la situación era cada vez más crítica. La situación en Roma En Roma, el conflicto social ya no se limita al enfrentamiento entre aristocracia y democracia, sino que a esto se suma el hartazgo de los estamentos medios y bajos que habían soportado la carga más pesada de todas las guerras ocurridas en los siglos III y II a.C. y que terminaron completamente arruinados por el aumento de la explotación agraria e industrial por medio de la esclavitud y el triunfo del capitalismo. Esta situación se agudizó con la guerra contra los federados, que devastó las tierras italianas y desplazó a gentes hasta entonces acomodadas a los estamentos inferiores. Así fue surgiendo en Roma un nuevo proletariado dispuesto en todo momento a la revolución. En este contexto, la crisis se precipitó cuando Mitrídates, rey del Ponto (cf. infra), ocupó la provincia de Asia y dio muerte a todos los romanos que habitaban en ella. Muchas familias romanas que habían invertido allí sus riquezas perdieron toda su fortuna y la economía romana fue camino de la quiebra. Esta situación dio lugar para que se retomara la obra reformista iniciada por Marco Livio Druso. Lucio Cornelio Sila La obra reformista de Druso fue retomada por Publio Sulpicio Rufo, elegido tribuno en el 88 a.C. Su primer petitorio fue el de abrir todas las tribus existentes a los nuevos ciudadanos y también a los libertos, que hasta entonces habían ocupado sólo 4. Con este última iniciativa, Rufo otorgaba el derecho debido a los libertos, a los que Mario ya había dado entrada al servicio militar. Rufo pudo llevar a cabo sus proyectos, pero se mantuvo poco tiempo en el poder. Uno de sus adversarios más peligrosos fue Lucio Cornelio Sila que, elegido cónsul en el 88 a.C. y 7 Historia de Roma (segunda parte) abandonando el sitio de Nola (cf. supra), llegó a Roma en el momento de votarse sus peticiones. Rufo, entonces, intentando frenar los movimientos de Sila, logró que se aprobara su propuesta de que Sila, aunque ya había sido elegido general, cediese a Mario la dirección de la guerra contra Mitrídates (que había comenzado el año anterior, en el 89 a.C.). Frente a esto, Sila hizo que sus tropas ocuparan toda la carretera de Nola a Roma y en un sangriento enfrentamiento en las calles de la capital derrotó a los revolucionarios, cuyo destierro decretó una vez obtenido el poder. Rufo murió en el enfrentamiento y Mario se refugió en África. De esta manera Sila, el primer romano que utilizó su ejército para enfrentarse con sus propios conciudadanos, se adueñó del poder. Mediante algunos decretos Sila imprimió el sello de su intransigencia aristocrática a la Constitución romana. Sin embargo, no llegó a consolidar del todo su poder ya que en el 87 a.C., poco después de que marchara a Asia conduciendo el ejército contra Mitrídates, fue elegido cónsul Lucio Cornelio Cinna, perteneciente al partido popular. Primera Guerra contra Mitrídates: 89 – 85 a.C. Mitrídates, rey del Ponto, junto con su yerno Tigranes de Armenia, aprovechando los conflictos internos de los romanos, ocupó en el 89 a.C. la provincia romana de Asia. Sus habitantes, agobiados tanto por la violencia tributaria como por las cazas de esclavos, no se contentaron con la separación de Roma sino que ejecutaron la matanza proyectada por Mitrídates. Entre 80.000 y 150.000 romanos de ambos sexos y de todas las edades fueron asesinados y sus riquezas pasaron a manos del rey. Esta fue la señal para el enfrentamiento general de Oriente contra Occidente, a la que se unieron los griegos y en la cual Mitrídates apareció como el libertador del yugo romano. En este contexto, aparece en Grecia, en el 87 a.C., el ejército de Sila. Atenas asumió el mando de la sublevación pero debió rendirse por hambre en el 86 a.C. Sólo el puerto del Pireo siguió la lucha. Sila no logró la conquista de la fortaleza sitiada ni su aprovisionamiento por mar, ya que le faltaba una escuadra para ata atacar a Mitrídates en Asia. Mientras tanto, en Roma triunfa el partido democrático, Cinna es elegido cónsul y en consecuencia Sila es destituido del mando del ejército. En esta coyuntura Mitrídates ordenó que se retiraran a pelear a Beocia las tropas que habían guarnecido el Pireo. Esta orden favoreció a Sila, quien devastó el puerto de Atenas y venció a Mitrídates en la batalla de Queronea. A pesar de su destitución, pues, Sila no sólo siguió al mando del ejército, sino que triunfó en todos los enfrentamientos que siguieron a Queronea. La guerra se prolongó durante dos años. En el 85 a.C. Sila se trasladó a Asia para pactar con Mitrídates. Éste pagó la indemnización correspondiente, cedió las tierras conquistadas en el transcurso de la guerra, y la devastada provincia de Asia, obligada al pago de una elevadísima indemnización, volvió al poder romano. La situación en Roma durante la guerra contra Mitrídates Como quedó dicho, en el 87 a.C. fue elegido cónsul Lucio Cornelio Cinna, perteneciente al partido popular. Cinna intentó restablecer las leyes de Rufo, lo cual produjo un nuevo enfrentamiento entre el partido aristocrático y el democrático. Este enfrentamiento terminó con el triunfo de los aristócratas, quienes desterraron a Cinna y sus partidarios. Frente a esto, los demócratas pidieron ayuda a los federados, justo en el momento en que el viejo Mario desembarcaba en Etruria. Allí concurrieron, pues, procedentes de todos los puntos de Italia, esclavos y libertos descontentos, y finalmente Roma tuvo que ceder ante el cónsul que acababa de desterrar. Mario, entonces, marchó sobre Roma y secundado por Cinna organizó su venganza contra la nobleza que tanto lo había despreciado y organizó una matanza para terminar con sus enemigos. Mario fue elegido cónsul por séptima vez, pero murió a los pocos días de iniciado su mandato, en el 86 a.C. 8 Historia de Roma (segunda parte) Este último período de Mario, marcado por la violencia, causó aversión entre los mismos revolucionarios. Tras la muerte de Mario, Sertorio, uno de los nuevos y destacados líderes del partido popular, hizo aniquilar a 4.000 seguidores de Mario que habían participado en la matanza. Por su parte, Cinna inauguró su régimen con la suspensión se las leyes de Sila, y la restauración y ampliación de la legislación de Rufo. Es entonces cuando destituye a Sila del mando del ejército contra Mitrídates, y marcha a Grecia con la intención de librarse definitivamente de él. Sin embargo, Cinna muere en el 84 a.C., asesinado por sus propios soldados. En Roma se aguarda con enorme intranquilidad el regreso de Sila desde Oriente. Se produce una nueva revuelta y el terrorismo se instala una vez más. El estado de conmoción interna es tal que en el 83 a.C. los cónsules convocan a 100.000 soldados para impedir la entrada de Sila en Roma. El regreso de Sila, sus reformas constitucionales y su muerte: 83 – 78 a.C. El regreso de Sila De regreso de Oriente, Sila penetró en Italia por Campania, donde obtuvo una importante victoria sobre los ejércitos consulares. A Sila se unieron muchos miembros del partido aristocrático, entre ellos el joven Pompeyo, quien hasta entonces había figurado en el partido de Cinna, y que suministró a Sila los importantes recursos de que disponía. Sila fue avanzando por Italia, enfrentando y venciendo la resistencia de los demócratas y finalmente entró en Roma el 1ro. de noviembre del 82 a.C. A los pocos días ordenó el descuartizamiento de 600 prisioneros en presencia del Senado, con lo cual dio a entender claramente que la base del nuevo régimen era el aniquilamiento de los adversarios. No obstante ello, la resistencia al régimen de Sila perduró mucho tiempo, ya que los gobernadores de los provincias de España (Sertorio), Sicilia y África pertenecían al partido revolucionario. Sin embargo, en todas partes triunfó la causa de este último. En estas contiendas, su yerno Pompeyo logró sus primeros lauros bélicos, que le valieron el sobrenombre de “el Grande”. Reformas constitucionales durante la dictadura de Sila Tras adueñarse de Roma, Sila adoptó el antiguo título republicano de dictator, que simbolizaba su poder ilimitado y su ejercicio de todas las funciones públicas de importancia. A pesar de sus promesas, Sila no restituyó el orden interno sino que, por el contrario, en primer lugar disminuyó las filas de sus adversarios mediante proscripciones que costaron la vida a 4.000 habitantes de Roma y de fuera de la ciudad, entre los cuales 90 senadores. A continuación, mediante las llamadas Leges Corneliae, Sila impuso una legislación de corte aristocrático que: - humilló y perjudicó al orden ecuestre, restituyendo al Senado la jurisdicción en materia judicial; ésta le fue arrebatada al pueblo por medio de la implantación de tribunales permanentes; - reformó completamente el Senado aumentando a 600 el número de sus integrantes, pero limitando la posibilidad de ocupar este cargo a los magistrados curules jubilados y los cuestores, cuyo número se elevó a 20; - relegó el oficio de la censura, toda vez que, dado lo expuesto en el punto anterior, los censores ya no reemplazarían a los senadores fallecidos, como ocurría hasta entonces; - convirtió las aduanas en contribuciones fijas, con lo cual privó a los grandes comerciantes de sus principales ingresos; - prohibió a los tribunos jubilados abrazar la carrera pública, para apartar de esta magistratura a todas las personas capaces y con ambición de poder (cabe señalar que ya anteriormente había restringido el poder de los tribunos de la plebe, disponiendo que tan sólo podrían presentar peticiones previamente aprobadas por el Senado); 9 Historia de Roma (segunda parte) limitó el derecho de intercesión de los tribunos decretando que se procediera a examen judicial en cada caso particular. El único aspecto en que Sila tuvo que hacer alguna concesión, respetando en parte las conquistas revolucionarios, fue la extensión más amplia del derecho de ciudadanía. Sila fue lo suficientemente astuto como para no violar el derecho ciudadano obtenido por los federados, pero revocó las concesiones hechas a los libertos. - Renuncia al poder y muerte de Sila Sila se mantuvo en el poder supremo hasta terminar sus reformas legislativas, pero dejó funcionar la maquinaria constitucional. Así, en el 80 a.C. se hizo elegir cónsul, pero al año siguiente no quiso ser reelegido y se retiró de los asuntos políticos. Murió tras una rápida enfermedad en el 78 a.C. CONTINÚA EN LA TERCERA PARTE 10