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LA ARQUITECTURA DE BIBLIOTECAS
Alfonso Muñoz Cosme
Las bibliotecas existen desde hace al menos cinco mil años, pero no siempre han
necesitado habitar en espacios arquitectónicos. De hecho tan sólo en dos relativamente
cortos periodos de esa amplia historia se han construido edificios para albergar
bibliotecas: la primera época es la que transcurre desde la época helenística hasta el
final del Imperio Romano, y la segunda comienza en el siglo XVIII y llega hasta
nuestros días. El resto del tiempo la biblioteca ha sido una estancia en un edificio más
amplio, un armario en un claustro, o simplemente un conjunto de recuerdos en la
mente: "La primera biblioteca no ocupaba lugar. Existió antes que la escritura, antes que
los libros. Residía en la memoria del hombre que en ella atesoraba leyendas, tradiciones,
canciones, plegarias. La invención de la escritura dotó a esa biblioteca de materialidad. Al
principio eran conjuntos de tablillas de barro en el mundo mesopotámico o colecciones de
papiros en el país del Nilo. Una biblioteca podía estar en un libro, como la Biblia, en las
inscripciones de una ciudad, en las cuerdas anudadas de las alturas incaicas. Luego
aparecieron el pergamino, el papel, la imprenta, la industria editorial, los soportes
informáticos y las comunicaciones telemáticas. Cada uno de estos hallazgos cambió la
relación entre la escritura y el hombre, y con ello el contenido y la forma de las
bibliotecas"1.
En este amplio proceso cada civilización ha construido sus bibliotecas de
acuerdo con su visión del universo, intentando superponer al aparente desorden de los
conocimientos una arquitectura que reflejara el cosmos: “La arquitectura de las
bibliotecas no se adapta en absoluto a la forma irregular de las colecciones que
encierran, sino a la bien ordenada de su catálogo. Como su clasificación, el edificio de
la biblioteca es un camuflaje. Cuanto más heteróclito es su contenido más homogéneo
es el contenedor: las grandes bibliotecas siempre han sido sueños geométricos. Del
túnel de Boullée a las torres de Perrault, una sola pauta de orden parece haber guiado
a los arquitectos: disimular el inquietante desorden de nuestros conocimientos bajo
una bóveda ideal"2.
LAS BIBLIOTECAS DE MANUSCRITOS
La mayor parte de esta historia de los espacios bibliotecarios corresponde a las
bibliotecas de manuscritos, que comienzan como archivos de tablillas cerámicas con
escritura cuneiforme en Mesopotamia o pequeños depósitos de papiros con jeroglíficos en
los templos egipcios. Los restos arqueológicos de las bibliotecas de Ebla, Nínive o Sippar
nos muestran depósitos con estanterías para apilar las tablillas. En el Ramesseum o en el
Templo de Edfú quedan indicios de los espacios que albergaban las bibliotecas, que los
egipcios denominaban "casas del alma".
En el mundo helenístico comenzó la construcción de una auténtica arquitectura de
bibliotecas. De la Biblioteca de Alejandría sólo se conserva una vaga descripción de
Estrabón en el 24 a. C.: “En el recinto del Palacio está el Museo. Éste tiene un pórtico,
una exedra y una amplia estancia donde los hombres de letras que frecuentan el Museo
toman sus comidas juntos”3. La biblioteca de Pérgamo, sin embargo, ha sido identificada
y documentada en las excavaciones, como un conjunto de cuatro salas junto al templo de
Atenea.
En el Imperio Romano se crearon muchas bibliotecas con carácter público. Vitruvio
en su tratado habla de las bibliotecas, indicando que "los dormitorios y las bibliotecas
1
Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber. Historia de la arquitectura de bibliotecas. Trea, Gijón, 2004.
2
Michel Melot. Nouvelles Alexandries. Les grandes chantiers de bibliothèques dans le monde. 1996.
Estrabón. Libro XVII, capítulo 1, 8.
3
1
deben estar orientados a levante, porque el uso de ellos requiere luz matinal, y además
porque en las bibliotecas los libros no se echan a perder tan fácilmente, pues todo lo que
mira a mediodía o al poniente se estropea por la polilla y la humedad, ya que los vientos
que llegan húmedos hacen nacer y propagarse la polilla e infunden en los volúmenes
aires húmedos que los deterioran y enmohecen"4.
La mayoría de las bibliotecas públicas romanas estaba dividida en secciones latina
y griega, y decorada con bustos de los autores más renombrados. En los muros se abrían
los nichos para contener los rollos de pergamino y frecuentemente contaban con una
galería en altura sobre columnas. Una cámara de aire en el doble muro perimetral las
preservaba de la humedad. Entre las bibliotecas públicas de Roma destacan las que fundó
el emperador Augusto en el Palatino y en el Pórtico de Octavia, así como las construidas
por Tiberio, Vespasiano, Trajano o Adriano. Otras bibliotecas romanas que han llegado
hasta nuestros días son la biblioteca de Celso en Éfeso y la de la ciudad norteafricana de
Timgad, en la actual Argelia.
Con la llegada de la Edad Media desaparecieron los edificios de bibliotecas. Si
durante el Imperio Romano habían adquirido la consideración de edificios públicos y
habían sido alojadas en arquitecturas expresamente proyectadas para ese fin, las
bibliotecas medievales formaron parte de otros edificios, como monasterios,
universidades o catedrales, sin desarrollar una arquitectura propia. En muchos casos la
biblioteca se reducía a un armario y la lectura se realizaba en los claustros o en las celdas
de los monasterios. Pasaron más de doce siglos antes de que se volviera a construir
edificios de bibliotecas.
Conforme se iba extendiendo la utilización del códice en lugar del antiguo rollo de
papiro o pergamino, se tendió a la utilización de armarios para guardarlos, lo que
sería luego regla común en la Edad Media. San Isidoro, en su obra titulada Las
Etimologías se refiere a las bibliotecas diciendo: “los arquitectos opinan que no hay
que colocar artesonados dorados en las bibliotecas, ni tampoco pavimentos que no
sean de mármol de Caristo, porque el fulgor del oro embota los ojos, mientras que el
color verde del mármol de Caristo los hace descansar”5.
El libro tuvo una gran importancia en los monasterios medievales, ya que la
lectura formaba parte de la regla monástica y el trabajo de copia de los libros se realizó
en muchos de ellos. En los monasterios, los libros se guardaban en cofres o armarios,
situados en una capilla, en la sacristía, en el refectorio o en el claustro. El lugar de la
lectura, y de la copia de libros, era muy variado. En muchos de ellos se leía y se copiaban
los libros en el claustro, como natural evolución de la lectura en pórticos de las bibliotecas
de la Antigüedad.
Conforme el número de códices creció, se destinó una pequeña estancia para su
conservación. En un principio pudo coincidir con el ábside septentrional en las iglesias de
tres ábsides, o con la cámara que existía en algunos monasterios para guardar el tesoro y
los objetos litúrgicos. En el plano de Saint Gall, de hacia 820, encontramos una estancia
al norte del presbiterio delineada con la inscripción: “Abajo los puestos para los copistas,
arriba la biblioteca”6.
A partir del siglo XII la biblioteca dejó de ser un mero depósito de libros y
comienza a ser un lugar para la lectura. La nueva condición urbana de los conventos,
el aumento del número de monjes, la afluencia de nuevos tipos de lectores y el
desarrollo de las universidades, hacen que las bibliotecas dejen de ser un lugar de
depósito de libros para la congregación religiosa y comiencen a ser un lugar no sólo de
conservación, sino también de estudio y de lectura, por lo que tenía que disponer de
suficiente espacio y buena iluminación.
4
5
6
Vitruvio, Los diez libros de Arquitectura. Libro sexto, capítulo VII.
San Isidoro. Etimologías, VI, 11, 2.
"Infra sedes scribentium supra bibliotheca"
2
El acondicionamiento de una sala para la lectura y el aumento del número de
lectores originó en el siglo XIII la costumbre de encadenar los libros al pupitre o a una
barra de hierro a él fijada. Este método obligaba a disponer un mobiliario adecuado
para consultar los libros y unas condiciones espaciales en las bibliotecas que
permitieran la suficiente luz natural. Así las bibliotecas de la Baja Edad Media suelen
tener una forma alargada con numerosas ventanas a ambos lados, que iluminan los
pupitres. En éstos están dispuestos los atriles en los que descansan los libros
encadenados ante los bancos. El sistema de la biblioteca encadenada fue el más
frecuente hasta el siglo XVI, pero continuó utilizándose en algunas bibliotecas,
especialmente en Inglaterra, hasta el XVIII.
El aumento del número de libros y de lectores obligó al desarrollo de espacios más
amplios. En los conventos italianos se dispusieron tres naves separadas por columnas con
ventanas y pupitres a ambos lados del corredor central, sobre los que se situaban los
libros, frecuentemente encadenados para evitar sustracciones. La más antigua biblioteca
de tipo basilical que conocemos es la que Michelozzo construyó para Cosme de Médicis en
el convento de San Marco de Florencia entre 1438 y 1443, constituida por una sala
hipóstila con tres naves separadas por dos filas de once columnas jónicas. La iluminación
se recibe por las doce ventanas que hay en cada paramento lateral. La innovación de
Michelozzo consistió en la creación de un espacio totalmente abovedado, tanto en su
cobertura como en su sustentación, evitando de esta forma el peligro de incendio.
El sistema ideado por Michelozzo para el convento de San Marco de Florencia fue
utilizado de nuevo en la biblioteca fundada en el monasterio de San Francisco de Cesena
por Domenico Malatesta Novello entre 1447 y 1452 y construida por Matteo Nuti. El
interior consiste en un espacio alargado orientado de este a oeste, de forma que las
ventanas que tiene en los dos muros longitudinales reciben luz del norte y mediodía.
Este modelo de sala hipóstila o basilical iluminada por ventanas laterales se
extendió en el siglo XIV por el norte y centro de Italia, donde surgieron numerosos
ejemplos, como la Biblioteca de los Dominicos en Santa Maria delle Grazie7, en Milán
(1464-69); la de San Domenico de Bolonia (1466-69); San Domenico en Perugia (147180); la del Santo Sepulcro en Piacenza (1508-09); la de San Vittore en Milán (primera
mitad del siglo XVI); la del Convento Benidictino de Monteoliveto, en Siena (1513-16) y
la de San Giovanni Evangelista en Parma (1523).
LA BIBLIOTECA TRAS LA INVENCIÓN DE LA IMPRENTA
Después de que Gutenberg realizara entre 1450 y 1455 el primer libro impreso con tipos
movibles y reutilizables, surgieron imprentas por toda Europa, y el libro se difundió con
rapidez. A ello también contribuyó la fabricación masiva de papel y el nuevo impulso
humanístico que se produjo en las ciudades italianas coincidiendo con la emigración de la
cultura bizantina tras la toma de Constantinopla en 1453. Los modelos arquitectónicos y
los sistemas de lectura medievales ya no eran válidos para las bibliotecas de libros
impresos, destinadas a albergar un número creciente de volúmenes. Si durante el siglo
XV y parte del XVI todavía se usó el sistema de pupitres con libros encadenados,
pronto hubo que renunciar a él para encontrar sistemas más eficaces de
almacenamiento y consulta.
Las columnas del modelo de biblioteca basilical, típico de las bibliotecas
monásticas italianas del primer renacimiento, desaparecieron en el siglo XVI, dando
mayor protagonismo al espacio, y configurando la biblioteca salón, especialmente
indicada para albergar las colecciones de nobles o príncipes que las crean y mantienen
como elemento de prestigio y manifestación del poder.
Una biblioteca que fue decisiva en la evolución hacia la biblioteca salón fue la
Biblioteca Medicea Laurenziana de Florencia. La estructura creada por Miguel Ángel es
7
Totalmente destruida en un bombardeo en 1943.
3
una gran sala sin columnas dividida en quince tramos marcados en la fenestración de los
muros, en el artesonado del techo y en el pavimento. El diseño aún guarda muchos
elementos comunes con las bibliotecas de planta basilical, como la disposición tripartita
de los testeros y la división funcional de los puestos de lectura en los lados con un
corredor central, pero el espacio es ya unitario. Posiblemente Miguel Ángel renunció al
sistema basilical para no sobrecargar la estructura y en su lugar dispuso una construcción
de vigas que descansan en los numerosos machones laterales8.
Este modelo de gran sala sin columnas, inspirado en los preceptos de Vitruvio, fue
utilizado en Venecia por Jacopo Sansovino para la Biblioteca de San Marcos en 1537, un
edificio clásico enfrentado al Palacio Ducal de Venecia. También en la Biblioteca de El
Escorial, Juan de Herrera creó una gran sala sobre el acceso principal al monasterio,
revestida de estanterías de madera. Otras bibliotecas salón son la Biblioteca Ambrosiana
de Milán, creada por el cardenal Federico Borromeo, y construida entre 1603 y 1609,
como una institución que además de la biblioteca incluía academias de medicina y de
artes, museo y jardín botánico, y la Bodleian Library de Oxford, en concreto sus dos
ampliaciones el Arts End, y el Selden End.
El modelo de biblioteca salón perduró hasta finales del siglo XVII. Entre las más
notables se encuentran las realizadas en Roma por Francesco Borromini, como la
Biblioteca Vallicelliana, que forma parte del Oratorio dei Filippini, la Biblioteca
Alessandrina, fundada por el papa Alejandro VII en el Palazzo di la Sapienza, o la
desaparecida Biblioteca Angelica.
A finales del siglo XVII el modelo de biblioteca salón entró en crisis,
coincidiendo con el desarrollo de la cultura y la ciencia barroca, y con una nueva idea
de extensión de la educación, que prefigura la Ilustración. La arquitectura barroca
propuso un modelo alternativo, el modelo centralizado, que diseñó por primera vez
Christopher Wren hacia 1675 en su proyecto para la Biblioteca del Trinity College de
Cambridge, para la que propuso una sala circular rodeada de estanterías. Aunque este
proyecto no se construyó y en su lugar se realizó un edificio rectangular con altas
ventanas y fachada ingeniosamente trucada, había aparecido un nuevo modelo.
Las visitas que Gottfried Wilhelm Leibniz, bibliotecario de la Herzog-AugustBibliothek de Wolfenbüttel, hizo a Londres en 1673 y 1676, probablemente fueron
decisivas para que el arquitecto Hermannn Korb adoptara el modelo de planta central en
la construcción entre 1706 y 1710 del edificio de esa biblioteca. Este esquema de edificio
aislado con planta central también fue utilizado por James Gibbs en la Radcliffe
Camera de Oxford (1737-1749), una ampliación de la Bodleian Library en un edificio
exento.
Por otro lado, la evolución de la biblioteca salón en la época barroca condujo en
las bibliotecas de monasterios católicos a una interpretración del espacio bibliotecario
como un lugar de iluminación y revelación divinas. El espíritu de la Contrarreforma
otorgaba especial relevancia al libro como elemento de formación religiosa y a la vez
como vehículo de penetración de ideas heréticas. Por ello la biblioteca asumió un papel
primordial en los monasterios y fue especialmente distinguida con una arquitectura
litúrgica, similar en forma y disposición a la del templo9.
En las bibliotecas monásticas de Austria, Suiza y el sur de Alemania se crearon en
los siglos XVII y XVIII magníficos espacios barrocos como desarrollo de la biblioteca salón
con un carácter religioso. Edgar Lehmann, que estudió las bibliotecas monásticas de los
países de lengua alemana describe un período de formación, entre 1650 y 1710, otro de
esplendor, entre 1710 y 1760, y finalmente uno tardío hasta 180010.
8
James S. Ackerman. L'architettura de Michelangelo. Giulio Enaudi, Turín, 1988. Páginas 42-43.
La formulación teórica de la nueva visión de la biblioteca como lugar sacro es realizada por el jesuita francés
Claude Clément en su tratado Musei sive Bibliothecae tam privatae quam publicae extructio, instructio, cura,
usus. Lyon, 1635.
9
4
En el sur de Alemania se desarrolló el tipo de biblioteca con columnas, como en la
Abadía de Ottobeuren, la del Monasterio Benedictino de Wiblingen, o la del monasterio
premonstratense de Schussenried. Por otro lado, las bibliotecas de los monasterios suizos
y zonas limítrofes del sur de Alemania adoptaron un tipo con grandes pilares
perpendiculares al eje principal de la biblioteca, que sirven de contrafuertes de las
bóvedas y soporte de la galería. Así la biblioteca del monasterio cisterciense de Salem, la
del monasterio benedictino de Rheinau, la biblioteca de Einsiedeln y la del monasterio
benedictino de St. Blasien, la del monasterio benedictino de St. Peter en la Selva Negra y
la del monasterio benedictino de Saint Gall.
El espacio de las bibliotecas monásticas austriacas suele ser más alargado y
estrecho que el de las alemanas, dando la impresión de una galería en lugar de un salón.
El corredor superior suele estar soportado por ménsulas en lugar de las columnas o
pilares de las bibliotecas alemanas y suizas. El tipo clásico de la biblioteca monástica
austriaca se desarrolló a partir de la del monasterio benedictino de Göttweig, y continuó
con ejemplos como la biblioteca del monasterio benedictino de Melk, la del convento
benedictino de Altenberg, la del monasterio agustino de St. Florian, la biblioteca del
monasterio benedictino de Admont y la biblioteca del Colegio Jesuita de Viena.
Entre los dos tipos a los que condujo en el siglo XVIII el desarrollo de la biblioteca
salón, la biblioteca de planta central, resultado de las investigaciones de Wren y Leibniz,
de un lado, y la biblioteca templo, siguiendo las directrices de Claude Clèment, de otro,
apareció una tercera vía, que reúne elementos de ambas. Se trata de la biblioteca de
planta en cruz, que se desarrolla en la primera mitad del siglo XVIII. Este modelo permite
tener una visión del conjunto de los saberes, pero mantiene muchas de las condiciones
de iluminación y funcionalidad de la biblioteca salón.
Posiblemente la primera biblioteca con planta de cruz fue la que se dispuso en el
Collegio Romano, la sede de la Compañía de Jesús en Roma, una biblioteca de dos naves
en cruz, tradicionalmente denominada Crociera, destinada al albergar la Bibliotheca
major de los jesuitas. Otras bibliotecas ordenadas mediante dos ejes intersectados son la
Biblioteca Codrington (1715-1740) del All Souls College en Oxford, obra de Nicholas
Hawksmoor; la del Monasterio de Mafra, en Portugal, construida por el arquitecto Manoel
Caetano de Souza; el edificio conocido como Kunstkamera en San Petersburgo,
proyectado inicialmente por el arquitecto G. J. Mattarnowy en 1718, y posteriormente
modificado por otros arquitectos como Gerbel, Quarengi o Zermstov hasta su conclusión
en 1734; y la Hofbibliothek de Viena, proyectada por Johann Bernhard Fischer von
Erlach, que comenzó las obras en 1722 y terminada por su hijo Joseph Emmanuel en
1726, quedando totalmente instalada en el 173411.
Pero la biblioteca en cruz más característica es la desaparecida biblioteca de
Sainte-Geneviève en París, construida en una primera fase entre 1672 y 1675, como
una amplia galería flanqueada por estanterías entre pilastras con bustos de personajes
célebres y con una sucesión rítmica de ventanales. Una primera extensión tuvo lugar
en 1698-1700, duplicando la longitud de la galería, pero la más decisiva fue la
ampliación que recibió en 1726-1730, creando una segunda galería que cortaba
perpendicularmente a la primera y que formaba un crucero, que se cubrió con una
cúpula. En este crucero se encontraban el control y las mesas de lectura.
El crecimiento de las colecciones hizo entrar en crisis el modelo de la biblioteca
barroca y comenzó a pensarse en la imposibilidad del espacio único en el que la colección
pudiera estar dispuesta de acuerdo con el orden de la naturaleza o del saber humano. Así
desde el modelo de planta en cruz se comenzaron a propugnar propuestas donde las
10
Edgar Lehmann. Die Bibliotheksräume der deutschen Klöster in der Zeit des Barock. Deutscher Verlag für
Kunstwissenschaft, Berlín, 1996. Página 13.
11
Joseph Stummvoll, (ed.). Geschichte der Österreichischen Nationalbibliothek. Georg Prachner Verlag,
Viena, 1968. Páginas 196-197.
5
galerías en cruz se desarrollaban hasta constituir un edificio exento con patios, con una
gran sala central.
Este modelo aparece por primera vez en la obra del fraile benedictino español
Martín Sarmiento que, preocupado por la situación de la Biblioteca Real y previendo que
era necesaria la construcción de un nuevo edificio para albergar las colecciones, redactó
en 1743 un escrito titulado Reflexiones literarias para una Biblioteca Real y para otras
bibliotecas públicas, en el que propuso la construcción de un edificio capaz de albergar
280.000 libros.12. El plano que se adjunta es el de un edificio cuadrado con cuatro
bloques resaltados en las esquinas y cuatro patios interiores. En el crucero de los dos
brazos interiores se dispone una sala central, iluminada a través de una cúpula o linterna.
El desarrollo de las bibliotecas en la Edad Moderna culminó con el proyecto de
Étienne-Louis Boullée para la Biblioteca Real en 1785. Se trata de un proyecto utópico
que cierra una época de bibliotecas y que ha marcado la evolución posterior. Boullée se
propuso realizar la Escuela de Atenas que había pintado Rafael. Para ello utilizaría los
edificios de la biblioteca existente, ampliándola mediante la cobertura del patio de
trescientos pies de largo por ochenta de ancho, que quedaría así transformado en una
inmensa basílica iluminada desde lo alto, con una enorme capacidad. Bajo la bóveda
de madera dispuso un vasto anfiteatro de libros, coronado por una columnata.
LAS BIBLIOTECAS TRAS LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Las profundas transformaciones sufridas por los países europeos a finales del siglo XVIII
y comienzos del XIX se manifestaron en el tipo y funciones de las bibliotecas. La
revolución industrial multiplicó la capacidad de producción editorial, mientras que la
difusión de los principios de la Ilustración produjo la extensión de la enseñanza pública y
la aparición de un público lector. Por otro lado la supresión de órdenes religiosas, la
desamortización de sus bienes y la incautación de sus bibliotecas, así como las de la
aristocracia en los procesos revolucionarios, hizo que el Estado se convirtiera en
depositario de un enorme patrimonio bibliográfico.
Los cambios arquitectónicos a los que esta nueva situación condujo fueron
trascendentales. La biblioteca dejó de ser una parte de una entidad mayor, como un
monasterio, o una universidad, para constituirse en una institución autónoma, con
personal y presupuestos propios. También dejó de ser una parte de las colecciones de un
monarca o un noble y de coexistir en el mismo edificio con colecciones de antigüedades,
arte, numismática u otros objetos, para requerir un edificio propio, especialmente
concebido para su función.
Ante esta situación se desarrollaron dos procesos de especialización espacial: o
bien se disponían diversas estancias especializadas temáticamente, o bien se convertían
las salas de lectura, los depósitos y la administración en espacios autónomos
interconectados. La primera solución tenía más continuidad con el pasado, pero requería
más personal para vigilancia y servicio. La segunda era más difícil de poner en práctica
en edificios ya existentes, pero más económica. El modelo que se impuso
mayoritariamente a lo largo del siglo XIX fue el de especialización de los espacios,
separando la sala de lectura de los almacenes y de los espacios de gestión y
administración de la biblioteca, y creando circulaciones diferentes para los lectores, los
libros y los bibliotecarios.
En este cambio podemos apreciar una nueva función social de la biblioteca,
abierta al público lector y pieza clave en la instrucción pública, pero en él también se
manifiesta una visión del universo y de sus leyes intrínsecas. La biblioteca pasa del
espacio único a la yuxtaposición de espacios especializados interconectados porque
también la imagen del saber y del orden del cosmos pasa de la posibilidad de visión
12
Martín Sarmiento. Reflexiones literarias para una Biblioteca Real y para otras bibliotecas públicas.1743.
Publicado por Antonio Valladares en Semanario Erudito, Tomo XXI. Blas Román, Madrid, 1789.
6
global descriptiva a la necesidad del análisis, a las relaciones ocultas y múltiples y se
produce la destrucción del sueño del saber univalente y universal.
Michel Foucault en su obra Las palabras y las cosas describió así este momento:
"El espacio del orden que servía de lugar común a la representación y a las cosas, a la
visibilidad empírica y a las reglas esenciales, que unía las regularidades de la naturaleza y
las semejanzas de la imaginación en el cuadriculado de las identidades y las diferencias,
que exponía la sucesión empírica de las representaciones en un cuadro simultáneo y
permitía recorrer, paso a paso, de acuerdo con una sucesión lógica, el conjunto de los
elementos de la naturaleza hechos contemporáneos de sí mismos... este espacio del
orden va a quedar roto desde ahora: habrá cosas, con su organización propia, sus
nervaduras secretas, el espacio que las articula, el tiempo que las produce; y después la
representación, pura sucesión temporal, en la que ellas se anuncian siempre
parcialmente a una subjetividad, a una conciencia, al esfuerzo singular de un
conocimiento, al individuo "psicológico" que, desde el fondo de su propia historia, o a
partir de la tradición que se ha transmitido, trata de saber"13.
La Biblioteca Real de Boullée fue el último ejemplo de una era de bibliotecas. La
biblioteca que aparece en el tratado de su discípulo Jean-Nicolas-Louis Durand14, aún
se encuentra inscrito en la tradición arquitectónica, pero ya apunta hacia unos cambios
esenciales. Durand propone un gran recinto en cuyas esquinas estarían las viviendas
de los bibliotecarios, los cuerpos de guardia y demás dependencias en las que se
maneje fuego. La biblioteca, construida en piedra, tendría un esquema panóptico, con
las salas de lectura convergiendo en un centro donde estarían los bibliotecarios. La
iluminación se haría por ventanas altas que no interrumpieran las estanterías. Durand
combina de esta forma el esquema de Boullée, con la tradición de planta centralizada.
Aunque aún no se plantea una división entre salas y depósitos, ya hay una tendencia
hacia la diversificación de los espacios.
La necesidad de un cambio profundo en la forma de concebir las bibliotecas había
sido anunciado ya por Francesco Milizia en 1781 en su obra Principi di Architettura Civile,
pero fue desarrollado detalladamente como un proyecto en una obra aparecida en
Florencia en 1816 bajo el título Della construzione e del regolamento di una pubblica
universale biblioteca, firmada por Leopoldo della Santa. En ella se adelanta el tipo de
biblioteca de la modernidad, con espacios separados para depósitos y salas de consulta,
así como con lugares específicos para el trabajo interno de bibliotecarios y para la
administración. Aunque la excesiva fragmentación de los espacios, resultado de una
orientación exageradamente funcionalista, y la falta de una visión arquitectónica harán
inviable su proyecto, una nueva concepción del edificio de bibliotecas había nacido.
Por otro lado se demandaba a la biblioteca en el siglo XIX una nueva imagen
pública y una presencia urbana que hasta entonces no había tenido. Si en el siglo XVIII la
biblioteca alcanzó por primera vez el rango de edificio exento y aislado, en el diecinueve
pasó a ser uno de los hitos importantes en la escena urbana, con el desarrollo de las
grandes bibliotecas públicas y las bibliotecas nacionales. La construcción de la Bayerische
Hof und Staatsbibliothek entre 1832 y 1843 por Friedrich von Gärtner, el proyecto no
construido de Karl Friedrich Schinkel para biblioteca en Berlín o la Biblioteca de la
Universidad de Helsinki, del arquitecto Carl Ludwig Engel (1836-1845) son ejemplos de
esta tendencia.
La biblioteca dividida en partes autónomas correspondientes a las salas de lectura,
los depósitos de libros y el lugar de trabajo interno de bibliotecarios y administrativos,
que había sido proyectada en el tratado de Leopoldo della Santa, no se verá construido
hasta mediados del siglo XIX. Henri Labrouste será el primero que claramente ponga en
13
Michel Foucault. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Planeta, Madrid,
1984, pg. 235.
14
Jean-Nicolas-Louis Durand, profesor de la Ecole Polytechnique, publicó Compendio de lecciones de
arquitectura en París entre 1802 y 1805.
7
práctica en una gran biblioteca estos principios modernos y a la vez, utilice los nuevos
materiales, con la incorporación de la estructura de acero. La nueva Biblioteca de SainteGeneviève en París, proyectada entre 1839 y 1842 y construida entre 1843 y 1850,
cuenta con un gran espacio de dos naves cubiertas por bóvedas de cañón de diecinueve
tramos, sustentadas por pilares y arcos de fundición en la planta alta e iluminadas por
grandes ventanales altos, mientras en la planta baja, además del vestíbulo de entrada se
disponen a ambos lados del eje central locales para el depósito y el trabajo interno.
La nueva distribución funcional y la utilización de los materiales modernos son
características que marcaron la construcción de las grandes bibliotecas nacionales. Para
la Biblioteca del British Museum se habilitaron espacios en el edificio construido por
Robert Smirke, pero las salas de lectura eran inadecuadas por falta de espacio, mala
ventilación e iluminación deficiente. El bibliotecario principal del museo, Antonio Panizzi,
elaboró una propuesta para ocupar el gran patio interior del museo con los depósitos de
la biblioteca y una sala central de lectura. El arquitecto Sydney Smirke, hermano del
autor del proyecto del museo, fue el encargado de construirla, con una gran bóveda para
cubrir la sala de lectura. El proyecto fue aprobado en 1854 y la obra se acabó en 1857.
Este proyecto fue muy admirado por Henri Labrouste, que aprovechó algunas
ideas para incorporarlas a su proyecto de Biblioteca Nacional de París, creando la gran
sala de lectura inaugurada en 1868, un espacio cuadrangular terminado en un ábside,
con dieciséis columnas de hierro fundido, cuatro de ellas en el centro de la sala, que
sustentan nueve cúpulas con óculos centrales de iluminación. En el ábside se abre un
gran arco flanqueado por cariátides que comunica con los depósitos de libros, de cinco
pisos e iluminados cenitalmente por claraboyas, con capacidad para casi un millón de
volúmenes. Las cúpulas con lucernarios de Labrouste cubren el mismo espacio en el que
Boullée soñó desplegar su gran bóveda.
La Biblioteca Nacional de Madrid se instaló en el Palacio de Archivos, Bibliotecas y
Museos, un edificio proyectado por Francisco Jareño con cuatro patios y una sala de
lectura central y con dos grandes fachadas contrapuestas, un modelo posiblemente
inspirado en el plan trazado por Martín Sarmiento más de un siglo antes.
La Biblioteca del Congreso de Washington se estructura en torno a una gran sala
central de planta octogonal, cubierta por una cúpula e iluminada por los lunetos
perimetrales y una linterna. Esta sala está rodeada por el doble orden de pilastras y
columnas que delimitan nichos en los que están alojadas las estanterías con los libros.
Las cuatro alas perimetrales están destinadas a administración, trabajo interno y salas
especiales. La innovación más importante de la Biblioteca del Congreso es el sistema de
estanterías para depósitos, en el que la estantería constituye a la vez el sistema
estructural que soporta los libros, los suelos y las personas, sin necesidad de una
estructura arquitectónica que la sustente.
Al margen de la construcción de las grandes bibliotecas nacionales, el modelo más
frecuente en el siglo XIX fue el de biblioteca palacio, un gran edificio exento desarrollado
en torno a patios. Aunque ninguna de las bibliotecas palacio de esta época destaca por su
adecuación funcional, fueron grandes bibliotecas y en algún caso, como Berlín o
Estrasburgo, tuvieron mucha influencia en proyectos posteriores. La vigencia del tipo se
prolongará aún durante las primeras décadas del siglo XX con relevantes ejemplos como
la Biblioteca Nacional de Gales, la Biblioteca de la Universidad de Cambridge o la
Biblioteca de Ljubljana.
LA BIBLIOTECA DEL MOVIMIENTO MODERNO
Si en el siglo XIX la biblioteca se abrió a un público lector y adquirió un papel
protagonista en la instrucción pública, llegando a ser un elemento representativo en el
urbanismo de las ciudades, en el siglo veinte la biblioteca se diversificó y llegó a las
escuelas, los barrios y los puntos más alejados. La nueva concepción de la biblioteca es la
8
de un instrumento del saber y de la información, abierto, rápido y eficaz. El número de
publicaciones y de lectores se había multiplicado exponencialmente y es necesario
desarrollar una nueva arquitectura que funcione como una máquina, para que los
flujos continuos de libros y personas puedan mantenerse sin interrupción. Las
bibliotecas de la arquitectura moderna se construirán, pues, como máquinas de cuidado
dimensionamiento y funcionamiento perfecto. Su característica más relevante será su
composición como articulación de volúmenes diferenciados para funciones diversas,
creando espacios especializados y circulaciones distintas para los diversos tipos de
lectores, los libros y el personal de administración.
La consideración de la biblioteca como una máquina tiene su expresión más
clara a comienzos del siglo XX en el proyecto de una Ciudad Industrial, realizado por el
arquitecto francés Tony Garnier para el Prix de Rome en 1901 y publicado en 1917. La
biblioteca de la ciudad industrial es concebida por Garnier como la suma de dos partes
claramente diferenciadas, una correspondiente a las salas de lectura y trabajo, que
forma el cuerpo central, y otra formada por los siete bloques de depósitos.
Por su parte, Gunnar Asplund escogió el cilindro y el prisma para albergar la
Biblioteca Municipal de Estocolmo (1923-1925), en un ejercicio de múltiples resonancias
históricas. La gran sala de préstamo, de planta circular, se levanta sobre el depósito y
está rodeada en tres de sus lados por alas para administración y salas de lectura. Este
tipo de espacio circular, de fuerte contenido simbólico, fue utilizado en otras bibliotecas,
como la Biblioteca Central de Mánchester construida por E. Vincent Harris entre 1930 y
1934, o la Biblioteca Brotherton de la Universidad de Leeds, construida entre 1930 y
1936 por los arquitectos Lanchester y Lodge.
El desarrollo de ascensores y montacargas, la extensión de la edificación en
altura y la presión económica del precio del suelo en las grandes ciudades impulsaron
el desarrollo de depósitos verticales. El primer proyecto de esta nueva época de
edificios con comunicación vertical es la Biblioteca Pública de Nueva York, resultado de
un concurso celebrado en 1897, que fue ganado por los arquitectos John Carrère y
Thomas Hastings, que construyeron el edificio entre 1906 y 1912 en lenguaje de la
Ecole de Beaux Arts. Se trata de un edificio rectangular con una gran sala de lectura
en el tercer piso, sobre el gran volumen de los depósitos, de ocho niveles. En los
proyectos no construidos del arquitecto austríaco Otto Wagner para la Biblioteca
Universitaria de Viena, de 1910 y 1914 también se desarrolla la biblioteca de
comunicación vertical, aunque en este caso con la sala de lectura bajo los depósitos.
En las bibliotecas construidas a partir de los años veinte el cuerpo vertical de los
depósitos ya está separado de la sala de lectura. Así lo encontramos en la Biblioteca
Nacional Suiza, construida en Berna entre 1928 y 1931 por los arquitectos Oeschger,
Kaufman y Hostettler, o en la Biblioteca Municipal de Toulouse, construida entre 1932 y
1935 por el arquitecto Jean Montariol. Pero la primera biblioteca que apuesta
decididamente por el depósito de libros en torre es la Biblioteca Universitaria de Gante,
construida por el conocido arquitecto Henry Van de Velde al final de su carrera, entre
1935 y 1940. El edificio se articula en dos alas, en una de las cuales se encuentran la
zona de catalogación y la administración y en la otra, las salas de lectura iluminadas
cenitalmente, así como despachos y estudios. En el vértice de encuentro de ambas alas
se levanta la esbelta torre de los depósitos15.
El paradigma de la biblioteca moderna surgirá con la Biblioteca de Viipuri, del
arquitecto finlandés Alvar Aalto, resultado de un concurso celebrado en 1927 y construida
entre 1933 y 1935. El edificio acusa al exterior la diferenciación funcional, mostrando una
yuxtaposición de dos prismas desplazados, el mayor de los cuales alberga las salas de
lectura, sin ventanas, iluminadas por lucernarios, mientras el menor contiene la sala de
conferencias y los locales de trabajo interno.
15
Klaus-Jürgen Sembach. Henry van de Velde. Thames and Hudson, Londres, 1989. Página 180.
9
En las bibliotecas que Alvar Aalto realizó con posterioridad a la guerra pervive
mucho del experimento de Viipuri. Son edificios compuestos por un bloque lineal de
administración y servicios, y un volumen de planta poligonal y forma de abanico donde se
ubican las salas de lectura. Éstas tienen generalmente varios niveles y están inundadas
por una luz cenital cuidadosamente conducida desde el exterior a través de lucernarios o
de ventanas altas. Así lo encontramos en la biblioteca del centro cívico de Seinäjoki,
(1963-1965), la de Rovaniemi, (1964-1969), la de la Universidad Politécnica de Otaniemi
(1965-1969) y la del Colegio Benedictino de Mount Angel, en Oregón (1967-1970).
Después de la segunda guerra mundial, el sistema de biblioteca con depósito en
torre se difundió ampliamente. Así, en la Biblioteca de la Universidad de Saarbrücken
(Alemania), el depósito es una torre rectangular que se levanta en una de las alas de
la edificación, mientras el otro cuerpo, de dos plantas, se desarrolla perpendicular a
éste, albergando las salas de catálogos y lectura y las áreas de trabajo interno. Los
tres bloques funcionales tienen formas y materiales distintos.
La Biblioteca de la Universidad Autónoma de México, realizada por Juan
O'Gorman en 1953, se conforma como la articulación de un cuerpo bajo, en el que se
sitúan las salas de lectura, la hemeroteca, la sala de exposiciones y espacios para
seminarios y un bloque en altura de depósito de libros con estudios para
investigadores. En la unión de ambos volúmenes hay un piso abierto con sala de
mapas y de audiovisuales. Todo el volumen vertical de los depósitos sirve de soporte
para enormes murales de piedra policromada.
Otro edificio con depósitos en altura es la Biblioteca Nacional José Martí de La
Habana, construido por los arquitectos Govantes y Cabarrosas e inaugurado en 1958. Se
trata de una edificación con tres partes bien diferenciadas. La delantera está dedicada a
exposiciones, sala de conferencias y administración, la trasera a salas de lecturas,
catálogos y una gran sala de exposiciones. Entre ambas se encuentra el gran depósito de
libros, un gran bloque de diecisiete pisos.
La crisis de la modernidad llega al mundo de la bibliotecas a finales de los años
cincuenta y comienzos de los sesenta. La biblioteca moderna, con sus funciones
disgregadas y sus espacios dimensionados ya no será utilizable por el crecimiento de
usuarios y colecciones y las nuevas necesidades. Por un lado se plantea la necesidad del
acceso directo a los fondos por parte de los lectores en un momento en que la producción
editorial había crecido, por otro lado el sistema anterior requería una gran cantidad de
personal, lo que lo hacía económicamente poco rentable. Comienza así a generalizarse el
sistema de bibliotecas en libre acceso, lo que llevará a eliminar la drástica división entre
depósitos y sala de lectura y a una integración de ambos elementos en unos
contenedores más regulares geométricamente.
En el marco de esta nueva tendencia el arquitecto Gordon Bunshaft realizó, con la
firma Skidmore, Owings y Merrill, la biblioteca de libros raros y manuscritos Beinecke, en
la Universidad de Yale, entre 1960 y 1963, como un enorme contenedor sin ventanas, un
paralelepípedo de muros opacos que flota sobre el suelo. En el interior iluminado por la
luz que se filtra a través de las láminas de mármol, una torre de vidrio alberga el depósito
de libros de seis pisos, sobre un gran vestíbulo. Las funciones de lectura y de trabajo
interno se desarrollan en una planta subterránea iluminada por un patio.
Si la Biblioteca de Yale está oculta tras el volumen de mármol, la Biblioteca de
Rodovre, construida entre 1961 y 1969 por Arne Jacobsen, se esconde detrás de un muro
continuo que la cierra sin vanos en todo su perímetro, con dos únicas aberturas, que
marcan un eje transversal. La biblioteca se ilumina a través de seis patios internos y las
ventanas altas del salón de actos.
Un caso muy singular de biblioteca lo constituye la Biblioteca Nacional de
Buenos Aires, obra de Clorindo Testa con Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga, que
ganaron el concurso celebrado en 1961. La obra no comenzó hasta 1972 y se inauguró
parcialmente en 1992. Este dilatado proceso de construcción ha restado actualidad a
10
una obra de gran interés, que pretende respetar la vegetación existente y dejar el
máximo de espacio libre del jardín sobre el que se asienta. El edificio se alza sobre
cuatro grandes patas, ocupando en planta baja sólo la superficie del vestíbulo y de las
comunicaciones verticales. Los enormes depósitos de libros se colocaron bajo tierra, y
se elevó la sala de lectura al último piso, con una atractiva vista.
Otras experiencias de los años sesenta retoman el camino trazado por Aalto para
diseñar unas arquitecturas de los libros compuestas de volúmenes en yuxtaposición,
operando desde la definición singular de los espacios. Así, James Stirling se inspira en las
obras del arquitecto finlandés para realizar la biblioteca de la Facultad de Historia de
Cambridge entre 1964 y 1967. La tensión entre una geometría ortogonal de los locales
administrativos y de servicios y la gran sala de lectura panóptica en abanico recuerda
claramente los experimentos de Aalto.
Otro experimento en esta línea es la Biblioteca Estatal de Berlín, de Hans
Scharoun, resultado de un concurso convocado en 1963 y construida entre 1967 y 1978.
La biblioteca se desarrolla con un bloque en altura de depósitos y unas salas de lectura
escalonadas en una sucesión de terrazas conformando un gran espacio común. Los
espacios de administración se encuentran en planta baja.
Si las bibliotecas de Stirling y Scharoun suponen un puente entre los
experimentos de Aalto y las posteriores aventuras deconstructivistas de los ochenta, la
tendencia predominante en los años 60 y 70 será la vuelta a una regularidad geométrica
ejemplificada en dos bibliotecas muy distintas: la de la Academia Exeter y el Centro
Pompidou.
La Biblioteca de la Academia Philip Exeter (New Hampshire), fue realizada por
Louis I. Kahn entre 1967 y 1972. La búsqueda de la esencialidad y la abstracción
geométrica le hizo concebir la biblioteca como un gran prisma en el que los espacios
externos están reservados para la lectura, mientras que el interior está ocupado por el
depósito de libros. Un patio central tenuemente iluminado desciende sobre el vestíbulo de
acceso, conformando el corazón vacío del edificio.
Las bibliotecas de la época moderna se cierran con el Centro Pompidou, a la vez
biblioteca, museo, sala de exposiciones y centro de información, construido por Renzo
Piano y Richard Rogers entre 1969 y 1977, que supuso una gran renovación
arquitectónica y la experimentación de nuevas formas de entender el funcionamiento y el
servicio de la biblioteca. El edificio lleva hasta sus últimas consecuencias algunos de los
presupuestos de la modernidad, como la planta libre, la fachada transparente o la
sinceridad estructural. El resultado es un edificio en el que está ya el germen de muchas
de las ideas que van a inspirar las bibliotecas de las siguientes décadas.
LA BIBLIOTECA HACIA LA ERA DIGITAL
A partir de mediados de los años setenta la aparición y el desarrollo de nuevas
tecnologías en el campo de recogida, almacenaje, recuperación y transmisión de
información y documentación provoca una sucesión de cambios acelerados tanto en el
funcionamiento de las bibliotecas como en su cometido social, incidiendo ambos en los
nuevos proyectos de bibliotecas.
El esquema moderno de biblioteca con rígida separación funcional, que ya había
entrado en crisis en los años cincuenta se disuelve definitivamente. Con el creciente
número de publicaciones y el aumento del público, es imposible contar con personal
suficiente para suministrar los libros, mientras que los métodos modernos de
investigación precisan la consulta rápida y directa de muchas obras. El resultado es que
la mayoría de los fondos tienden a estar en consulta abierta, lo que elimina la separación
de espacios para depósito y sala de consulta.
La organización en salas especializadas también se revela obsoleta, ante la rápida
transformación de las disciplinas y el desarrollo de los métodos interdisciplinares y de la
11
investigación transversal. Los rápidos cambios tecnológicos, con la introducción primero
de las microformas, luego de los materiales audiovisuales, posteriormente de los
materiales sobre soporte digital y finalmente de Internet, hace que las instalaciones, el
mobiliario y la distribución hayan cambiado varias veces en las últimas décadas, por lo
que sólo una gran flexibilidad asegura la permanente utilidad de los espacios.
El arquitecto británico Henry Faulkner-Brown propuso un decálogo para la
construcción de bibliotecas basado en la planta libre y en la flexibilidad, para hacer
frente a los rápidos cambios que a partir de los años ochenta se producen en el mundo
de las bibliotecas. Estas condiciones eran:
“Flexibilidad, con estructura, acabados e instalaciones de fácil adaptación a los
cambios.
“Compacidad, para facilitar el desplazamiento de usuarios, bibliotecarios y
fondos.
“Accesibilidad, tanto del exterior como entre las diversas partes del edificio, con
un plan fácilmente comprensible que necesite el mínimo de comunicaciones.
“Extensibilidad, para permitir fácilmente ampliaciones
“Variedad para ofrecer distintos tipos de material y servicios
“Organización, para permitir una relación adecuada entre el lector y los fondos
“Confort para permitir un uso eficaz
“Constancia climática para la conservación de los materiales
“Seguridad para garantizar la conservación de los fondos
“Economía para ser construida y mantenida con mínimos recursos económicos y
humanos”16.
La construcción de bibliotecas en los últimos veinte años se ha ajustado en gran
medida a esas directrices de Faulkner-Brown, pero las soluciones concretas han
variado mucho, dependiendo de las necesidades funcionales, el papel social de cada
biblioteca y las tendencias arquitectónicas de cada momento.
En primer lugar podemos contemplar una serie de bibliotecas que mantiene cierta
continuidad con la biblioteca de la modernidad, ya que sus edificios se componen como
una suma de alas, partes o incluso edificaciones autónomas, que se especializan
funcionalmente, normalmente manteniendo la división tripartita clásica desde el tratado
de Della Santa: salas de lectura, depósitos y administración. La evidente falta de
flexibilidad y la dificultad de ampliación de estas opciones no ha impedido que
mantuvieran cierto atractivo para los arquitectos, tanto por su fidelidad a los
presupuestos funcionalistas de la modernidad, como por sumarse a estrategias
compositivas basadas en la fragmentación, propias de las tendencias postmodernistas y
deconstructivistas.
Así la Biblioteca de la Universidad Católica de Eichstätt, construida por Günther
Behnisch en 1987, es un edificio en forma de estrella, donde los almacenes, las salas de
lectura y las oficinas se extienden de forma orgánica en diversas direcciones, abriéndose
a la contemplación del paisaje. con una especial atención a la luz que penetra por los
muros de vidrio y los lucernarios y a la transparencia que le hace fundirse con la
naturaleza.
La estrategia proyectual de componer la biblioteca como adición de volúmenes
intersectados es especialmente marcada en las obras del arquitecto suizo Mario Botta.
Así en la Mediateca de Villeurbanne, construida entre 1984 y 1988, la regularidad de
los volúmenes del prisma y del medio cilindro contrasta con la complejidad geométrica
del conjunto resultante de su intersección. También en la Biblioteca Estatal de
Dortmund, resultado de un concurso celebrado en 1995 y realizada entre 1997 y 1999,
Mario Botta utiliza la yuxtaposición del rectángulo y el semicírculo en planta, aunque
16
Henry Faulkner-Brown. “Planning and designing library buildings – the tuition of architects”, en Michael
Dewe (ed.) Library Buildings: Preparations for Planning. K. G. Saur, Múnich, 1989. Página 51.
12
aquí ambos volúmenes están unidos sólo por un pasaje en dos de las plantas y las
salas de lectura están iluminadas con un gran muro vítreo de tres plantas de altura.
En la Biblioteca del Condado de Clayton, situada en Jonesboro, Georgia, los
arquitectos Scogin, Elam y Bray realizaron entre 1985 y 1988 un complejo formado por
dos edificaciones, una más pequeña destinada a la administración y otra más extensa,
con imagen de nave industrial, dedicada a la sala de lectura. Entre ambos cuerpos
existe una zona de entrada, control e información, que funciona como la articulación
entre ambos volúmenes y está marcada al exterior por una torre.
Otra biblioteca claramente escindida en dos edificaciones es la que construyeron
entre 1987 y 1993 Peter Wilson y Julia Bolles-Wilson para la ciudad alemana de Münster.
Los autores plantean un edificio dividido por un camino peatonal que tenía como fondo de
perspectiva la torre de la cercana iglesia. La biblioteca es una yuxtaposición de tres
partes: un edificio abierto a todo el público ofrece información, otro más recogido es el de
la lectura, y finalmente el tercer cuerpo escondido del basamento es el gran almacén de
libros.
La tendencia hacia la descomposición de la biblioteca llega a su culminación con la
Biblioteca Central de Denver, construida por Michael Graves entre 1990 y 1995, que se
configura como un bodegón de objetos yuxtapuestos en medio del paisaje urbano, una
suma de edificios diversos marcados por las diferentes coloraciones de la piedra que
reviste los volúmenes.
La forma de componer el edificio en partes yuxtapuestas ha sido especialmente
utilizada en el caso de programas complejos como los de las mediatecas francesas. La de
la ciudad de Evreux, en Normandía, realizada por Paul Chemetov y Borja Huidobro en
1995, resulta de la unión de dos edificios, uno cuadrangular de ladrillo y vidrio y otro
curvo de madera, como el casco de un barco, que se unen en el amplio vestíbulo de
entrada, con una gran escalera lineal que une las distintas salas de lectura y el auditorio.
Estos mismos arquitectos realizaron en la Biblioteca de Montpellier entre 1997 y 1999 un
complejo compuesto por biblioteca, archivo y mediateca, como dos bloques separados
por una plaza cubierta, en donde se encuentran las comunicaciones verticales y las
pasarelas que unen ambos volúmenes.
Una segunda forma de construir la biblioteca postmoderna ha sido la
reinterpretación de la biblioteca de planta central, que aunque contaba con ilustres
antecedentes, no había sido muy utilizada por el movimiento moderno por su marcada
simetría, sus dificultades de zonificación y su inadecuación para ser ampliada. Tuvo que
ser en los años sesenta y tras la revisión de la modernidad, cuando Kahn lo volviera a
poner de actualidad en la Biblioteca de la Academia Exeter, coincidiendo con la tendencia
bibliotecaria de la libre consulta.
Desde entonces se han construido numerosas bibliotecas centralizadas, siendo un
tipo que aparece con frecuencia en la arquitectura bibliotecaria reciente. En la biblioteca
que construyó José Ignacio Linazasoro en Madrid para la Universidad Nacional de
Educación a Distancia entre 1989 y 1994 se invierte el modelo de la biblioteca de Kahn,
situando a los lectores en el centro, en tono al gran hueco central, iluminado
cenitalmente, y cerrando el volumen de ladrillo a los ruidos de las cercanas vías de
tráfico.
Otro proyecto de marcada centralidad en la organización de planta es la Biblioteca
Pública de Granada, realizada por los arquitectos Andrés Perea, Carmen
Mostaza y Cristóbal Vallhonrat y terminada en 1994. Se trata de un gran
bloque con fachadas de hormigón blanco y pocas aberturas, donde los niveles
se escalonan de forma concéntrica entre una malla de pilares, de forma que
existe siempre una tensión entre la visión de la globalidad del espacio y los
recintos más pequeños.
Realizada por Juan Navarro Baldeweg entre 1990 y 1995, la Biblioteca Pedro
Salinas se desarrolla con una forma cilíndrica, con diversos niveles interconectados que
13
sin embargo siempre tienen relación con ese centro geométrico que forma un esquema
panóptico, aunque ya sin función de vigilancia, sino más bien de orientación geométrica.
En la Biblioteca de Eltham, Victoria, Australia, realizada por Gregory Burgess, se
acude a los antiguos modelos panópticos para resolver una biblioteca de pequeña escala.
La necesidad de conservar el arbolado en torno determinó la forma de la planta, mientras
que el mantenimiento de la evacuación natural del terreno ante posibles crecidas hizo
que el edificio se alzara sobre pilares dos metros sobre la rasante.
En algunos casos la planta central se desarrolla en torno a un patio, como en la
Biblioteca Pública de Sevilla, edificada por Antonio Cruz y Antonio Ortiz entre 1995 y
1998. una biblioteca que responde a un esquema longitudinal que se cierra sobre sí
mismo para generar un patio interior que se convierte en un privilegiado lugar de lectura,
utilizable la mayor parte del año.
Finalmente incluiríamos entre las bibliotecas de planta central a una biblioteca
muy especial, el pequeño edificio construido en la Universidad de Lancaster para contener
la mayor parte de los libros, escritos y dibujos conservados de John Ruskin. Los
arquitectos Richard MacCormac y Peter Jamieson realizaron un edificio de planta casi
oval, formada por dos muros curvos ciegos que dejan entre ellos dos aberturas, una para
la entrada y otra formando el gran ventanal que domina la sala de lectura. La biblioteca
centralizada termina así su periplo llegando a su más pura esencia: una biblioteca que se
cierra al exterior para contemplarse a sí misma.
Ante el fracaso de la biblioteca moderna, de funciones y recorridos rígidamente
establecidos y espacios exactamente dimensionados, se volvió la vista a otro de los
conceptos de la modernidad, el del edificio industrial o contenedor, compuesto por una
serie de bandejas moduladas e intercambiables, tan sólo limitadas por el perímetro del
solar. Las ventajas en cuanto a flexibilidad en un mundo en acelerado cambio eran
evidentes, las posibilidades de extensión frecuentemente sencillas y la rapidez y
economía de la construcción notables. El éxito que este tipo arquitectónico ha tenido
en el momento de recuperación de la biblioteca de libre consulta es lógico. La planta
libre es la que mejor se adaptaba a una biblioteca abierta y en continua
transformación.
La Biblioteca de la Universidad de Estocolmo fue proyectada por el arquitecto
Ralph Erskine, en diálogo constante con los estudiantes, cuya participación fue decisiva
para el resultado final, que se construyó entre 1980 y 1982. La biblioteca es un edificio
seriado, basado en una malla estructural. Su funcionamiento se desarrolla en torno a una
calle interior, en doble altura, que el arquitecto llama "la calle de los libros" y que asoma
al exterior por los lucernarios y la gran instalación de aire acondicionado.
Otra biblioteca basada en la planta libre es la Biblioteca de la Región de Murcia,
realizada por el arquitecto José María Torres Nadal entre 1988 y 1993. El edificio está
constituido por tres grandes plantas comunicadas mediante rampas y escaleras por la
fachada norte. La última planta se encuentra atravesada por lucernarios que, como
cámaras de luz, llevan la iluminación cenital hasta la planta inferior.
La Biblioteca de la Universidad de Aveiro fue realizada entre 1988 y 1994 por
Alvaro Siza, como parte del nuevo campus de la Universidad. Está compuesta por una
planta modulada, dividida transversalmente en tres partes, una dedicada al ingreso y
estudios individuales, otro central, donde se ubican la sala de lectura y los depósitos y
otro final con la parte administrativa, salas de reuniones y escaleras.
La Biblioteca Central de Phoenix, construida entre 1988 y 1995 por Will Bruder, se
alza en medio de la llanura, como una de las formaciones rocosas que caracterizan el
paisaje de este estado. El proyecto se desarrolla en cinco plantas de gran flexibilidad,
jalonadas por la malla estructural, y limitadas al este y oeste por dos bloques de
circulaciones, instalaciones y servicios opacos, que ofrecen al exterior una fachada
ligeramente curva chapada en cobre. La superficie libre de las plantas se divisa desde el
exterior a través de los dos testeros transparentes.
14
Para la Biblioteca Central de la ciudad catalana de Terrassa el arquitecto Josep
Llinás realizó entre 1991 y 1998 un edificio de dos plantas y gran superficie libre y
flexible, en la que la forma de conducir la luz hacia el interior es fundamental. El proyecto
se define desde la sección, en la que se puede leer cómo la luz es la que moldea la
arquitectura.
La biblioteca de la Universidad de Sunshine Coast, en Queensland, Australia, fue
creada por el arquitecto Lawrence Nield disponiendo tres niveles sobre una malla de
pilares, con una especial atención a la luz, que se manifiesta en una nueva interpretación
de alguno de los elementos tradicionales de la arquitectural colonial, como la veranda o
terraza cubierta. El conjunto es una biblioteca columnada, modulada e iluminada
cenitalmente, que en su perímetro se fractura y se dota de artilugios para captar, dirigir o
rechazar, según la orientación, la luz solar.
Una tendencia frecuente en las últimas décadas ha sido la de reutilizar edificios
históricos para bibliotecas, que siempre se han encontrado bien en los antiguos
contenedores. El arquitecto Karljosef Schattner reutilizó un antiguo edificio barroco para
crear hacia 1980 la biblioteca de la Universidad Católica de Eichstätt. Para ello alojó las
oficinas, los estudios y los seminarios en la antigua edificación en forma de C, y le adosó
en la parte trasera un bloque de depósitos en cinco pisos. El patio de esta forma
configurado entre la antigua arquitectura y la nueva construcción se convierte en la sala
de lectura resguardada por una ligera cubierta metálica que deja pasar la luz en los
encuentros con el antiguo edificio.
La Casa de las Conchas es uno de los más representativos edificios civiles del siglo
XV en España. En él los arquitectos Víctor López Cotelo y Carlos Puente instalaron entre
1988 y 1993 la Biblioteca Pública de Salamanca, mediante la reutilización de sus espacios
y con pequeñas adiciones en lenguaje actual en aquellos puntos en que era necesario,
especialmente para mejorar el sistema de comunicaciones del edificio. La fuerte
reestructuración de un ala para conseguir una mayor capacidad, cambia el sistema
estructural y los niveles de forjado, e interrumpe la seriación de huecos de la fachada
reconstruida en el siglo XVIII, creando un conflicto que se resuelve mediante el diseño de
las carpinterías.
La biblioteca Arenberg de la Universidad Católica de Lovaina se asienta sobre un
antiguo convento que fue reutilizado por el arquitecto Rafael Moneo. Manteniendo los
cuerpos de edificación que permanecían en pie y recuperándolos para el uso, se
introdujo una nueva ala que cierra el antiguo claustro y crea un segundo patio por el que
se realiza la entrada. La nueva edificación no es en absoluto mimética ni en forma ni
materiales y contrapone al ladrillo de las antiguas fábricas y los tejados de pizarra, el
revoco blanco y la cubierta plana. La sala de consulta se sitúa en el nivel sótano del
antiguo refectorio y en una zona bajo rasante iluminada por claraboyas.
En un antiguo depósito de agua, construido por José Fontseré en 1874, se instaló
entre 1992 y 1999 la Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra, por los arquitectos Lluís
Clotet e Ignacio Paricio. Se trata de un edificio difícil en su adaptación al uso bibliotecario,
tanto por la marcada seriación estructural de arcos de ladrillo de cuatro metros de luz,
como por la escasez de luz natural. Ello fue solucionado por los arquitectos intentando
una utilización máxima del perímetro, con el aprovechamiento de entreplantas junto a los
vanos perimetrales y la apertura de cinco grandes lucernarios en el centro de la planta,
que emergen sobre una lámina de agua que corona el edificio, como recuerdo de su
antigua función.
La antigua fábrica de cervezas El Águila, en el sureste de Madrid, fue reconvertida
en archivo y biblioteca por los arquitectos Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón. Una serie
de edificios heterogéneos construidos entre 1912 y 1932 contenían las oficinas, la
maltería, las cocheras, el edificio de cocción, las bodegas, la heladería y los silos. Mientras
el archivo ocupa la mitad oriental de la parcela, la biblioteca cuenta con las salas de
15
lectura en la antigua maltería y la zona de trabajo interno en una nueva edificación,
mientras que los depósitos de libros ocupan los silos.
La biblioteca en las últimas décadas del siglo veinte ha adoptado muchos papeles
y muchas funciones sociales. Ha sido lugar de formación, de encuentro, de ocio, de
integración. Pero también a veces se ha convertido en un instrumento de manifestación
del poder y de propaganda política. Para ello ha intentado saltar de escala, con la
justificación de querer crecer al mismo ritmo que las colecciones, como si el modelo
tradicional de biblioteca acumulativa no hubiera entrado en crisis hace muchos años.
Tres grandes proyectos han escrito sustancialmente este capítulo de las
bibliotecas: la Biblioteca Británica de Colin St. John Wilson & Partners (1982-1996), la
Biblioteca Nacional de París, de Dominique Perrault (1989-1995) y la Biblioteca de
Alejandría, de Snøhetta (1989-2002). Han sido proyectos de larga duración y de enorme
envergadura, cuya vigencia para el futuro es dudosa por sus altos costes, su capacidad
limitada y su difícil adaptación a los cambios tecnológicos.
La Biblioteca Británica ha tenido la desgracia de sufrir un proceso de gestación
excesivamente largo y accidentado. El proyecto inicial era de los años setenta,
pero tardó alrededor de veinte años en construirse y entrar en funcionamiento.
Muchas cosas cambiaron en el mundo y en la arquitectura en el transcurso de
esas dos décadas, y la biblioteca de St. John Wilson lo atestigua. Dos alas
asimétricas albergan, respectivamente, las salas de lectura de humanidades y
de ciencias, una separación sorprendente en la era del trabajo interdisciplinar y
del saber transversal.
Con un desarrollo más corto en el tiempo, pero con una concepción similar, la
Biblioteca Nacional de Francia ha creado un monumental edificio que aun cuando partió
de atrayentes ideas en el anteproyecto que venció en el concurso internacional, en su
realización se ha encontrado con evidentes contradicciones. La idea con la que Dominique
Perrault se impuso en el concurso convocado a este fin resume las intenciones de su
proyecto: "Una plaza para París, una biblioteca para Francia". El arquitecto planteó un
edificio monumental junto al Sena, que se desarrolla bajo una plaza concebida como un
podio y enmarcada por cuatro grandes torres angulares de vidrio de ochenta metros de
altura para almacenar los volúmenes. Cada torre tiene siete pisos de oficinas, once de
depósito y dos de maquinaria. En estas torres vidriadas los libros sufren por la radiación
solar, mientras los lectores en los sótanos bajo la plaza necesitan la luz eléctrica.
Una biblioteca concebida como parte del nuevo centro simbólico de una ciudad es
la Biblioteca Municipal Central de La Haya (1986-1995), del norteamericano Richard
Meier. Aquí la biblioteca es una pieza más del enorme conjunto levantado en el centro de
la ciudad para instalar las oficinas del ayuntamiento, la biblioteca municipal, otras oficinas
administrativas y locales comerciales. La idea central del proyecto es la de levantar una
enorme plaza cubierta que se convierta en el centro de la actividad comercial y
administrativa de la ciudad, además de su corazón emblemático. A esta atractiva idea la
biblioteca aporta su movimiento de lectores y su prestigio intelectual.
Un caso parecido al de La Haya lo constituye la Biblioteca Pública de Vancouver,
construida por el arquitecto Moshe Safdie entre 1991 y 1995, como una parte de una
gran operación en una manzana al este del centro de la ciudad para construir las oficinas
municipales, biblioteca, auditorio, locales comerciales y un gran aparcamiento
subterráneo. La biblioteca ocupa el centro de la manzana, mientras que las oficinas se
disponen en un ángulo de la misma y entre ambas se desarrolla una gran calle peatonal
cubierta, con cafeterías y locales comerciales, iluminada cenitalmente.
La nueva biblioteca de la ciudad de Alejandría es un gran proyecto internacional
que intenta retomar la gran tradición de la desaparecida biblioteca alejandrina. El
concurso internacional celebrado en 1989 fue ganado por un equipo de jóvenes
arquitectos de diversas nacionalidades radicados en Oslo que responden al nombre de
Snøhetta. La construcción se realizó entre 1996 y 2002 como un gran círculo inclinado
16
que mira hacia el mar, situado al norte, para así introducir la luz en la sala a través de los
lucernarios. La biblioteca tiene dos caras, ya que mientras a través de los lucernarios
plateados de aluminio se asoma al Mediterráneo, su espalda es un muro de granito,
decorado con signos de muchas escrituras del mundo, que se levanta para protegerse del
sol y de la arena del desierto. La gran sala, sostenida por un bosque de grandes
columnas, está escalonada en catorce terrazas, bajo las cuales se encuentran los
depósitos.
La Biblioteca de Seattle, construida por el arquitecto holandés Rem Koolhaas y
terminada en el año 2004, es un gran volumen irregular envuelto en una malla metálica
que reproduce en sus cinco grandes plataformas el esquema básico de funcionamiento. El
edificio se convierte en una gran escultura urbana, en cuyo interior dos grandes rampas
recorren los distintos niveles, ofreciendo diversas vistas de la realidad urbana
circundante.
El capítulo de bibliotecas con una gran presencia urbana se cerraría con la reciente
Biblioteca de la Universidad de Deusto, en Bilbao, obra del arquitecto Rafael Moneo. El
edificio se levanta en la cercanía del Museo Guggenheim como un bloque de grandes
dimensiones, roto en una esquina, por donde se establece la única comunicación visual
con el exterior. Pero la iluminación natural penetra a través de los muros de cerramiento,
construidos con un bloque de vidrio especialmente diseñado para esta obra. Por la noche
el edificio brilla en todos sus paramentos como un enorme fanal.
La biblioteca se ha convertido en el mundo actual más en un nodo en el seno de
una red, que en un edificio destinado a albergar una colección. Su objetivo es aportar y
recoger información más que conservar documentos. De esta forma, la biblioteca se aleja
de la materialidad de los libros y manuscritos y se acerca al flujo energético de las
comunicaciones. En consonancia con esta tendencia, el edificio de la biblioteca deja de
ser un gran contenedor, y de tener una imagen representativa, para convertirse en algo
casi desmaterializado, una arquitectura que no interrumpe el paisaje y se funde con él.
Dos direcciones lleva esta tendencia. Por un lado en bibliotecas como las de Foster
en Nimes o en Cambridge o la de Toyo Ito en Sendai, la biblioteca se hace transparente,
como una llamada a una accesibilidad absoluta. En otros casos como en la Biblioteca de
la Universidad de Delft, del equipo Mecanoo, o en la de Dresde, de Ortner y Ortner, la
biblioteca se esconde bajo tierra, haciendo que su techo sea una continuación natural de
la hierba del campus. Dos caminos para una única dirección: que la biblioteca deje de ser
una arquitectura masiva y opaca y se funda con la naturaleza y con el paisaje que rodea
nuestras vidas.
En las bibliotecas realizadas por Norman Foster advertimos un intento por hacer
transparente el contenedor del saber, creando una máxima accesibilidad y una fusión
con el paisaje urbano circundante. En la Mediateca de Nîmes, realizada entre 1987 y
1993, la biblioteca se convierte en un gran contenedor de vidrio y metal que imita el
volumen y la serena clasicidad de la cercana Maison Carrée, el gran monumento
romano excelentemente conservado. En el edificio de la Facultad de Derecho de
Cambridge, Norman Foster opone a la Biblioteca de la Facultad de Historia, de Stirling, un
nuevo organismo arquitectónico que entra en diálogo con él. El nuevo edificio tiene las
tres plantas superiores dedicadas a biblioteca, mientras la planta baja y la sótano
albergan aulas y seminarios. La parte administrativa se concentra en la cerrada y
silenciosa fachada meridional, en tanto que los espacios públicos se vierten hacia el gran
hueco ante la vítrea curva de la fachada norte.
En algún caso la biblioteca puede volverse invisible al camuflarse detrás de
imágenes que la ocultan. Es el caso de la Biblioteca Eberswalde, construida por Herzog y
de Meuron en 1994 en una pequeña localidad alemana, cuyas fachadas, completamente
moduladas, reciben unas repetitivas imágenes, mediante el esgrafiado aplicado sobre el
vidrio en forma de esmerilado y sobre el hormigón mediante retardantes del fraguado y
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lavado del mismo. En la biblioteca de Cottbus, de los mismos arquitectos, el gran
volumen de fachadas curvas tiende a fundirse con el cielo que en ellas se refleja.
La Biblioteca de la Universidad de Delft, realizada por el grupo Mecanoo según un
proyecto que data de 1993-1995, casi desaparece bajo una cubierta verde que continúa
el plano del terreno circundante, prologando el campus universitario sobre la cubierta
practicable del edificio. El interior presenta un gran espacio de amplia flexibilidad. La
horizontalidad de la gran sala contrasta con la verticalidad del lucernario cónico, por
cuyas paredes resbala la luz y que contiene en su interior cuatro niveles de salas de
lectura en torno a un luminoso vacío central.
El edificio construido para albergar la Biblioteca del Land de Sajonia y la de la
Universidad Técnica de Dresde muestra al exterior tan sólo la punta del iceberg, dos
bloques pétreos de travertino, que se alzan sobre una pradera rodeados por una corona
de tilos, con unas fachadas de travertino con aparejo vertical en hiladas horizontales que
simbolizan los libros en los estantes, en las que se abren huecos también verticales
distribuidos aleatoriamente sobre los paramentos. Los depósitos se encuentran bajo la
rasante, como la sala de lectura de tres plantas de altura iluminada desde lo alto por un
gran lucernario.
El edificio de la mediateca de Sendai, construida por Toyo Ito entre 1994 y 2001,
y que ha resistido los recientes terremotos, contiene además de la biblioteca, una galería
de arte, una sala de proyecciones y un centro de información. El proyecto tiende a la
desmaterialización de la arquitectura y se compone de tres elementos simples: las siete
losas que definen los niveles, los trece cilindros que atraviesan el edificio en su totalidad
para facilitar la comunicación vertical, y la piel transparente que recubre la edificación. El
resultado es un edificio abierto en el que han desaparecido los muros de fachada y en el
que los pilares se han convertido en una malla de delgados tubos de acero que rodean el
lugar por donde se desplazan en vertical las personas, la energía y la información.
En la biblioteca de la Tama Art University, terminada en el año 2007, el arquitecto
japonés optó por crear una estructura irregular de arcos de acero recubiertos de
hormigón, que sostienen la biblioteca en la planta superior, mientras que en el nivel
inferior se respeta el relieve original del terreno y los recorridos que atraviesan la
estructura.
Finalmente, la Biblioteca José Vasconcelos, de Alberto Kalach, fue resultado de un
concurso celebrado en el año 2003, y su inauguración se produjo en 2006, aunque
problemas constructivos retrasaron su funcionamiento hasta 2008. Se trata de un bloque
escondido entre la vegetación, que filtra la luz que ilumina las salas laterales, mientras el
centro de la edificación está formado por un vacío entre los depósitos colgantes de libros.
CONCLUSIÓN
Hemos contemplado en este rápido itinerario los esfuerzos del ser humano durante cinco
milenios por crear bibliotecas que conservaran y transmitieran el saber y a la vez
simbolizaran y resumieran el universo. Tras estos cinco milenios de bibliotecas el ser
humano sigue buscando la forma del espacio para leer, aprender, investigar. Cada
modelo desarrollado, cada tipo construido, ha quedado obsoleto por los avances
tecnológicos y los cambios sociales. Pero, ¿hasta cuándo seguiremos construyendo
bibliotecas? ¿Llegará un día en que no las necesitemos?
Hoy nos encontramos en una extraña coyuntura histórica. Por un lado la
transmisión de datos por sistemas electrónicos pone en cuestión el libro y la biblioteca.
Por otro lado nunca en la historia se ha publicado tanto ni se han construido tantas
bibliotecas. Está claro que nos encontramos en un momento de crisis de la institución
bibliotecaria, pero también de auge de su función cultural y de su papel social.
La aparición de la informática y el desarrollo de la telemática han llevado a pensar
en un mundo en el que toda la información estaría digitalizada y ya no serían necesarios
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ni el libro ni las bibliotecas. Si las posibilidades de transmisión electrónica de la
información evitan la necesidad de grandes depósitos materiales, también pueden obviar
la necesidad de salas de lectura y mostradores de préstamo.
Posiblemente la biblioteca como lugar en el que debe estar físicamente todo lo
publicado sobre una materia o en un país es algo del pasado, pero la biblioteca no es
sólo la custodia de colecciones, ni siquiera el lugar de lectura. También tiene un valor
como lugar de encuentro, de discusión y de debate.
Esto era expresado muy gráficamente por una amiga bibliotecaria diciendo que
las bibliotecas antes eran colecciones y ahora son conexiones. La biblioteca no sólo
permite acceder a los fondos que guarda, sino que pone en conexión con todo un
mundo de documentación e información e incluso con personas que investigan en el
mismo campo o tienen similares intereses. Así en algunas bibliotecas se ha establecido
un registro en el que los usuarios se inscriben con su tema de investigación, para
poder conectar con otros usuarios que trabajan sobre el mismo tema.
Las bibliotecas seguramente no van a desaparecer en un futuro próximo,
aunque es evidente que ha cambiado su función intelectual y social. Una biblioteca es,
además de un lugar de formación y de investigación, un lugar de información, de
encuentro, de integración, de diversión, de conexión y de intercambio. Para todas
estas funciones la biblioteca será un lugar privilegiado en nuestra metrópoli
contemporánea. Hacer una arquitectura que sea capaz de acoger todas esas funciones
y que se pueda transformar al ritmo que cambian las demandas sociales y los
instrumentos tecnológicos es el reto que tiene hoy la arquitectura bibliotecaria.
Cuando ya no se construyan bibliotecas será porque la biblioteca, extendida como
una red de araña sobre todo el universo, se habrá convertido en una biblioteca global, a
la que podremos acceder desde cualquier punto para consultar cualquier información.
Entonces la biblioteca no necesitará espacio porque estará en todos sitios. La biblioteca
global coincidirá con el universo.
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