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“Tres pasiones simples pero extremadamente poderosas han gobernado mi vida: el
anhelo de amor, el deseo de saber y una compasión abrumadora ante el sufrimiento
humano. Estas pasiones, como alas enormes, me han empujado de acá para allá en
un caminar errante sobre un profundo océano de angustia hasta llegar al borde
mismo de la desesperación”
EPÍGRAFES DE SELECTIVIDAD
1) La filosofía analítica: temas y representantes principales.
2) Bertrand Russell: el rechazo del idealismo.
3) El atomismo lógico y la teoría de las descripciones.
1. CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO
En el siglo XX van a continuar su desarrollo algunas de las tendencias que se habían
iniciado siglos atrás: el liberalismo político y el proceso de democratización que
habían sido las banderas que habían enarbolado los revolucionarios del siglo XIX
continúan su lenta pero imparable expansión; la reivindicación de los derechos
sociales que habían defendido los trabajadores durante el siglo anterior y que era
una seña de identidad de socialistas y anarquistas, se va materializando a lo largo
del siglo XX: pensiones, prestaciones sociales ante la enfermedad o el paro… En
este camino hubo que superar dificultades enormes: la instauración de sistemas
totalitarios (comunismo y fascismo), dos guerras mundiales, la descolonización del
tercer mundo… Por otra parte, la ciencia avanza a pasos agigantados y se está
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desarrollando la segunda revolución industrial.
En el ámbito filosófico nos encontramos ante una gran variedad de tendencias
filosóficas. Ferrater Mora distingue en la filosofía del siglo XX tres grandes
“movimientos” filosóficos, que denomina los tres grandes imperios filosóficos:
a) El primero, representado por los “europeos”, en el que se incluirían
corrientes como la fenomenología, el existencialismo, el personalismo… y en
el que destacarían filósofos como Husserl, Heidegger, Sartre, Marcel…
b) El segundo, representado por los “angloamericanos”, girará en torno a la
filosofía analítica en sus diversas variantes, y en él situaríamos a Russell,
Wittgenstein, Popper…
c) El tercero, representado por los “rusos”, en el que situaríamos a todos los
filósofos de orientación marxista.
Ferrater utiliza las denominaciones “europeos”, “angloamericanos” y “rusos”
porque los principales promotores de los tipos de tendencias filosóficas señaladas
se encuentran, o se han encontrado hasta hace poco, principalmente en Europa,
en Inglaterra y Estados Unidos, y en la Unión Soviética. En este tema abordaremos
el estudio del segundo imperio mencionado: el “angloamericano”, y analizaremos
las características y principales representantes de la filosofía analítica,
centrándonos posteriormente en el estudio de uno de sus primeros representantes:
Bertrand Russell.
2. LA FILOSOFÍA ANALÍTICA: TEMAS Y REPRESENTANTES PRINCIPALES.
ü El giro lingüístico de la filosofía
El paso del siglo XIX al XX representó una auténtica convulsión en el ámbito de las
ciencias, y de modo especial en las ciencias físicas y matemáticas: la teoría
cuántica, la teoría relativista, las geometrías no euclidianas… Por esta razón
renace el interés por comprender y analizar las teorías científicas. Analizar las
teorías científicas exige analizar los enunciados por medio de los cuales se expresan. En consecuencia, el propio lenguaje pasa a ser tema central en la
reflexión sobre la ciencia.
A pesar de las diferencias teóricas, los avances prácticos de la ciencia son
espectaculares. Por eso la ciencia se constituirá una vez más, tal como ya ocurrió
a lo largo de los siglos XVII y XVIII, tanto en objeto de la crítica y los análisis como
en referencia y modelo del saber.
KANT nos hizo tomar conciencia en el siglo XVIII de que aquello que llamamos
conocimiento del mundo es el conocimiento del mundo que se manifiesta a los
humanos. El siglo XX se abre con la conciencia de que este mundo humano se
manifiesta necesariamente de manera lingüística. En consecuencia, del mismo
modo que KANT propugnaba la crítica de la razón humana, ahora se impondrá la
necesidad de realizar una crítica del lenguaje. Para bien y para mal, sólo en el
lenguaje se nos manifiesta el mundo como mundo humano. La discusión sobre sus
posibilidades, sus límites y sus excesos centrará buena parte de la filosofía del
siglo XX. Si en la modernidad es procedente hablar de un giro antropológico, lo
que ahora se produce es el llamado giro lingüístico de la filosofía.
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ü Temas y representantes principales
La filosofía analítica constituye un amplio movimiento filosófico, originado en Inglaterra a
partir de la obra de G. E. Moore y Bertrand Russell (este último influido por los
matemáticos, y a la vez lógicos Boole y Frege), que adquiere, además, un enorme auge en
EE.UU. y Austria. Aunque dentro de este movimiento se pueden distinguir varias corrientes
todas ellas tienen en común los siguientes rasgos:
1. Mantienen una actitud empirista: la experiencia ha de ser la fuente de todo nuestro
conocimiento, por lo que dan una gran importancia a los criterios para poder determinar
la verdad o falsedad de los enunciados científicos, por ejemplo a través del criterio de
verificación. En consonancia con esta concepción empirista muchos filósofos analíticos,
aunque no todos, rechazaron la metafísica porque consideraban que sus afirmaciones son
carentes de sentido.
2. La función principal de la filosofía, y según algunos la única, se centrará en el análisis
filosófico, consistente en descomponer los problemas filosóficos en elementos más
simples, operación que nos permitirá comprender mejor su sentido, o descubrir que en
realidad no había problema. En esta tarea tendrá especial relevancia el análisis del
lenguaje, ya que algunos problemas y dificultades tienen su origen en el mal uso del
lenguaje o en su carácter equívoco y ambiguo. Por eso debemos a los filósofos analíticos
un espíritu de cautela y claridad al hacer filosofía, espíritu que echamos en falta en
otros muchos filósofos.
3. Los filósofos analíticos consideran que la filosofía no es un saber con contenido propio
sino que es una actividad de segundo grado (no estudia la realidad, sino que analiza los
saberes que sí que la estudian, por ejemplo, las ciencias) centrada casi exclusivamente
en el análisis de problemas de tipo lógico o lingüístico. Trataron con especial
profundidad los problemas de la Filosofía de la Ciencia, centrando su atención en el
análisis de cuestiones metodológicas y en la fijación del criterio de significado que nos
permite determinar si un enunciado teórico se refiere o no a hechos, y por lo tanto lo
podemos catalogar como científico o no. También hicieron sutiles análisis metaéticos
sobre el significado y uso de los términos morales: bueno, justo, intencionado,
involuntario…, sobre las peculiaridades del lenguaje religioso, etc.
Precisamente este tercer punto es el que permite distinguir, ya desde los inicios del
movimiento analítico, dos corrientes diferenciadas: (1) Los que, a partir de Russell, tratan
de encontrar las expresiones lingüísticas mínimas (algo así como átomos lingüísticos) para,
a partir de ellas, construir un lenguaje perfecto que, al margen de las ambigüedades del
lenguaje común, pueda ser usado con absoluta precisión en el tratamiento de problemas
científicos. A esta filosofía se la ha denominado a veces filosofía del lenguaje ideal. (2) Los
que se dedican a descomponer el lenguaje común para eliminar las incorrecciones de su
funcionamiento sin recurrir a su conversión en lenguaje lógico (supuestamente perfecto). A
esta postura se la ha denominado filosofía del lenguaje corriente.
La filosofía del lenguaje ideal
Para esta corriente, originada en Russell, el análisis tiene como misión llevamos a
distinguir los problemas reales de la ciencia de aquellos problemas (pseudoproblemas) que
surgen debido al mal empleo del lenguaje (casi todos los problemas de tipo filosófico). El
lenguaje común incurre inevitablemente en este tipo de pseudoproblemas, de ahí la
necesidad de construir un lenguaje perfecto. Este lenguaje perfecto tiene que ser
desarrollado por los procedimientos de la lógica, por lo que van a subordinar sus estudios a
esta disciplina. Para la constitución de tal lenguaje perfecto será necesario descomponer el
lenguaje en sus elementos mínimos o simples (dando origen con ello al «atomismo lógico»)
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que se han de corresponder con los hechos simples de la realidad. Dentro de esta corriente
analítica que hemos denominado «filosofía de lenguaje ideal» pueden distinguirse, a su
vez, dos subcorrientes:
a) El atomismo lógico: desarrollado
fundamentalmente por Russell y el
primer Wittgenstein.
b) El positivismo lógico (también llamado «neopositivismo», «neoempirismo» o
«empirismo lógico»): centra su preocupación en despojar a la ciencia de todo
vestigio metafísico y en analizar el tipo de relaciones que se establecen entre el
«lenguaje» y los «hechos». Los representantes más destacados del positivismo
lógico, Otto Neurath, Hans Hahn, Moritz Schlick, Carnap, pertenecen al grupo
conocido como Círculo de Viena. También siguieron en gran medida las tesis del
círculo Hempel y Quine.
La filosofía del lenguaje ordinario
Esta corriente, originada a partir de la obra de Moore, parte del lenguaje corriente. Éste ha
de ser sometido a análisis pero no para sustituirlo por un lenguaje lógico perfecto, sino
para ver dónde se hace un mal uso de las reglas del lenguaje. Algunos autores desarrollan
la teoría de los juegos del lenguaje; esto es, dentro de una misma lengua se pueden dar
diversos usos del lenguaje, con unas reglas propias cada uno. Y cada uno de estos usos sería
un juego. La filosofía tendrá por misión desentrañar (a través de un análisis) dónde se
producen estos malos usos del lenguaje. Además de Moore pueden ser encuadrados en esta
corriente el segundo Wittgenstein, Ryle, Strawson, Austin, etc.
3. RUSSELL: VIDA Y OBRAS.
Bertrand Russell nació en Trelleck el 18 de mayo de 1872 en el
seno de una familia noble, de conocida trayectoria liberal (su
abuelo, Lord John Russell, destacó como un político activo en la
época victoriana, llegando a ser primer ministro). Ingresó en el
Trinity College de Cambridge en 1890, doctorándose en 1896. En
este mismo centro enseñó desde 1910 hasta 1916. En 1916 fue
destituido de su cátedra por haber tomado parte en la campaña
contra el servicio militar obligatorio y a favor de la objeción de
conciencia. Por causa de un artículo en el que acusaba al
ejército norteamericano de ser un instrumento de la represión
del movimiento obrero de la época, en 1918 fue condenado a seis meses de cárcel,
periodo que aprovechó para escribir su Introducción a la filosofía matemática. En 1931
asumió el título de Lord, vacante tras la muerte de su hermano. A partir de 1938 se
estableció en Estados Unidos, donde también se le plantearían numerosos
problemas. En 1940 fue cesado en el City College de Nueva York, debido al
escándalo que suscitaron sus teorías éticas y políticas. Por idéntico motivo, la
Fundación Barnes de Marion en Pensilvania canceló un contrato de cinco años que le
había ofrecido. Regresó en 1944 a la cátedra del Trinity College, donde acabó una
de sus obras fundamentales, El conocimiento humano, su ámbito y sus límites. Fue
Fellow de la Royal Society y recibió la Orden del Mérito. En los últimos años de su
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vida se dedicó muy activamente a la defensa de sus ideales ético-políticos,
realizando campañas en pro del desarme nuclear y de la paz (en 1967, y como
respuesta a la guerra librada por Estados Unidos contra el Vietnam, creó el llamado
Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra, más conocido como Tribunal Russell).
Sus posiciones filosóficas fueron cambiando a lo largo de su vida, por lo que el
profesor Broad escribió la siguiente nota humorística: “como todos sabemos, Mr.
Russell produce un sistema distinto de filosofía cada pocos años”. Murió e13 de
febrero de 1970.
Entre su enorme obra escrita podemos mencionar Principia Mathematica, Nuestro
conocimiento del mundo externo, Por qué no soy cristiano, y la obra a la que
pertenecen los dos capítulos que vamos a leer Los problemas de la filosofía.
4. RECHAZO DEL IDEALISMO
Durante su formación en Cambridge Russell aceptó el idealismo hegeliano durante un breve
periodo de tiempo, pero ya en el año 1898, con la ayuda de Moore se liberó y se alejó del
mismo.
¿En qué consiste el idealismo? En sentido general se califica de idealista a aquella
filosofía que considera que la Conciencia, Razón, Espíritu… y sus Ideas son el elemento
fundamental de la realidad, que el sujeto tiene un papel activo y primordial en la
constitución del conocimiento y que lo que conocemos directa o inmediatamente son
nuestras ideas, no las cosas. En este sentido, el idealismo tendría en Descartes su primer
gran representante, y destacarían posteriormente el idealismo trascendental kantiano y el
idealismo absoluto hegeliano.
En el caso de Descartes, recordemos que el punto de partida de su filosofía, su primera
verdad es el “cogito ergo sum”, pienso luego existo. La primera realidad de la que tiene
absoluta certeza es el yo, la res cogitans. En este primer momento Descartes duda de la
existencia de la realidad exterior, y sólo gracias a la demostración de la existencia de Dios
el yo podrá tener la certeza de su existencia y de la posibilidad de conocerla. Por lo tanto,
su punto de partida es el alma o res cogitans y sus ideas (idealismo).
Con Kant el idealismo gnoseológico alcanzará su máximo esplendor. Kant realizará una
revolución copernicana en el ámbito del conocimiento estableciendo que el sujeto es el
elemento principal en el proceso de construcción del saber. El yo elabora los datos
provenientes de la experiencia aplicando las formas a priori de la sensibilidad (espacio y
tiempo) y las formas a priori del entendimiento (los conceptos a priori). Frente a la
realidad exterior, el noumeno o cosa en sí, que es incognoscible, sobresale el yo, el sujeto,
como actor principal del proceso cognoscitivo.
Sin embargo, nos interesa destacar el idealismo absoluto de Hegel, que constituye la
cumbre del idealismo filosófico. Hegel se convirtió en el pensador más influyente en la
primera mitad del siglo XIX, y su influencia se dejará notar a lo largo de todo el siglo XIX y
principios del siglo XX, momento en el que prevalecía en las universidades inglesas. Russell
se educará en esta tradición, pero pronto se apartó de ella, según su testimonio, por
influencia de Moore. Algunas de las tesis básicas del idealismo metafísico hegeliano son las
siguientes:
• La Razón infinita, Idea o Espíritu absoluto dirige y determina toda la realidad hacia
su fin que no es otro que la consecución del saber absoluto (la autoconciencia de sí
mismo) y la plena realización de la libertad.
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• Los cambios que se producen en la realidad, desde el principio de los tiempos hasta
el final de los mismos, siguen un proceso dialéctico, en el que el momento principal
es la lucha de contrarios (la antítesis).
• La realidad constituye un todo, una unidad inseparable, y para definir cualquier cosa
además de sus propiedades hay que señalar las relaciones que mantiene con el resto
de las cosas. Como, al fin y al cabo, una cosa cualquiera está relacionada de alguna
forma con todas las demás, se concluye por vía estrictamente lógica que ella es
todas las demás, y siendo así que lo mismo ocurre con el resto de las cosas, resulta
que, en realidad, sólo hay una cosa: el absoluto. Lo verdadero es el todo.
Como hemos dicho, Russell apoyándose en Moore, se aleja de estas tesis idealistas y
defenderá los siguientes principios:
• Frente al idealismo Russell se identificará con el realismo y defenderá la existencia
de una pluralidad de cosas independientes entre sí que podemos conocer tal y como
son.
• Frente a la tesis idealista de que conocemos directamente nuestras ideas o
representaciones y que por lo tanto podemos dudar de la existencia de un mundo
exterior, Russell dirá que no necesitamos de argumentos especiales para defender la
existencia del mundo externo, ya que es algo que ya conocemos y forma parte de la
visión del mundo que nos ofrece el sentido común. Así, en ausencia de
demostraciones en contra, nos podemos fiar de las creencias que nos ofrece nuestro
sentido común.
• Frente a la tesis idealista de que lo verdadero es el todo y que es necesario para
definir una cosa conocer las relaciones que mantiene con otras, Russell defenderá la
existencia de una pluralidad de realidades independientes, que se pueden conocer
por sí mismas, sin tener en cuenta las relaciones que mantienen con otras cosas.
Esta concepción la analizaremos en el siguiente apartado: el atomismo lógico.
5. EL ATOMISMO LÓGICO Y LA TEORÍA DE LAS DESCRIPCIONES
La teoría de Russell es denominada por él atomismo lógico, y alcanza su madurez hacia
1918, año en que pronuncia las conferencias tituladas “La filosofía del atomismo
lógico”. Fue Wittgenstein quién le dio ciertas notas que le llevaron a desarrollar esta
teoría. Según Russell muchos problemas filosóficos provienen de las imperfecciones del
lenguaje ordinario que utilizamos, ya que es un lenguaje ambiguo, equívoco y confuso.
Y si la ambigüedad es ventajosa a la hora de comunicarnos, es una desgracia para el
desarrollo de la filosofía. Según Russell, el lenguaje ordinario alberga “las salvajes
supersticiones de los caníbales”. Por eso Russell desarrollará un análisis del lenguaje
que aspira a poner de manifiesto sus imperfecciones lógicas, contrastándolas con un
lenguaje lógicamente perfecto, que tiene que tener las siguientes características:
•
•
Principio de isomorfía semántica. La primera condición para que un lenguaje sea
lógicamente perfecto es una condición semántica: que las palabras de cada
proposición correspondan una por una a los componentes del hecho correspondiente.
Se exceptúan palabras tales como: o, no, si…entonces,… las cuales sirven para
componer oraciones. En este principio está presente la teoría referencialista del
significado: los significados de las palabras son los objetos de los que tenemos
conocimiento directo.
Extensionalidad. Esto es, que todas las oraciones complejas, “proposiciones
moleculares”, puedan descomponerse en oraciones simples, “proposiciones
atómicas”, de tal modo que la verdad o falsedad de aquellas sea una función de la
verdad o falsedad de las últimas, como ocurre en cualquier cálculo lógico estándar.
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•
•
•
Por ello un lenguaje perfecto solo está formado de proposiciones, es decir, oraciones
declarativas que pueden ser consideradas verdaderas o falsas. Y las oraciones
complejas estarán unidas entre sí por palabras como: y, o, no, si… entonces…
Las oraciones simples son denominadas por Russell “proposiciones atómicas” y
describirán el tipo más simple de hecho, lo que, siguiendo la misma analogía, llamará
“hechos atómicos”. De aquí el nombre de “atomismo lógico” para su teoría: se trata
de llegar a los últimos elementos que el análisis lógico del lenguaje pueda encontrar
en éste, y puesto que el lenguaje corresponde estructuralmente a los hechos,
llegaremos a los últimos elementos de la realidad. En este sentido el análisis de
Russell va de la lógica a la metafísica a través de la filosofía del lenguaje.
Para Russell, los hechos atómicos, son los que consisten en la posesión de una
cualidad por una cosa particular, por ejemplo, el hecho descrito por la proposición
Eso es blanco. Aquí tenemos algo, aquello a lo que se refiere el término eso, y el
color que le atribuimos. Una proposición tal es, desde luego, muy diferente a la
proposición Esa tiza es blanca, pues al considerar algo como tiza, le estamos
atribuyendo ciertas propiedades más allá de los datos sensibles que ahora percibimos.
Hechos levemente más complejos son los que consisten en relaciones diádicas, como
el descrito por la proposición Eso está junto a aquello, o triádicas como Esto está
entre aquello y aquello otro. Y así sucesivamente. Todos estos hechos son atómicos y
constituyen una jerarquía de complejidad. En todo hecho atómico hay, por lo tanto,
una propiedad o relación, más una o varias entidades que son respectivamente,
sujeto de aquélla o ésta. A estas entidades les llama Russell particulares, los cuales
son autosubsistentes y lógicamente independientes entre sí.
Como hemos mencionado anteriormente la verdad de una proposición atómica
depende del hecho atómico al que hace referencia. Sin embargo la verdad de una
proposición molecular no depende de hechos moleculares, que no existen, sino que
depende de la verdad o falsedad de las proposiciones atómicas que la forman. Así, si
tomamos el ejemplo de la siguiente proposición molecular: Eso es blanco y aquello
negro, nuestra afirmación será verdadera de acuerdo con la interpretación que hace
de la conjunción cualquier cálculo lógico estándar, solamente cuando ambas
proposiciones atómicas lo sean. Y para esto basta con sus respectivos hechos
atómicos: que lo designado por eso sea efectivamente blanco, y que lo que llamamos
aquello sea negro.
REALIDAD
Particulares
Propiedades y Relaciones
Hechos atómicos
LENGUAJE
Nombres propios
Adjetivos, verbos y adverbios
Proposiciones atómicas
--------------
Proposiciones moleculares
El atomismo lógico de Russell tiene un representante especialmente relevante en
Wittgenstein, el cual presentó su versión del atomismo lógico en un escrito muy
condensado, de párrafos cortos, extrañamente numerados, y de estilo críptico
publicado en 1922 con el título Tractatus Logico-Pholosophicus.
ü Teoría de las descripciones
Lo que en una proposición corresponde a una propiedad es el predicado. Lo que expresa
una relación suele ser un verbo. Y lo que corresponde a un particular es el sujeto, y tiene
que ser un nombre propio. ¿Por qué? Porque la única manera de hablar de un particular es
nombrarlo. Para describirlo, ya mencionaremos sus propiedades y sus relaciones
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utilizando los términos correspondientes; ahora bien, para referirnos a él como sujeto de
aquellas, lo único que podemos hacer es nombrarlo. Y puesto que las palabras obtienen
su significado de los objetos con los que estamos familiarizados, quiérese decir que
tan solo podemos nombrar lo que es objeto de conocimiento directo y mientras lo es.
La primera consecuencia de tan extraña doctrina es que los nombres propios de
particulares, tal y como aparecen en una proposición atómica, serán muy distintos de lo
que, en el discurso ordinario, llamamos «nombres propios». Palabras como
«Sócrates», «Venus», «Madrid», las usamos para referirnos a sus correspondientes
objetos aun cuando éstos no estén presentes; de hecho, parece que su utilidad
estriba precisamente en ello, pues quien estuviera ante Sócrates o quien se hallara en
Madrid probablemente no necesitaría recurrir a esos nombres. Ahora bien, de acuerdo
con la doctrina de Russell, no tenemos conocimiento directo de Sócrates, y por
consiguiente, no podemos nombrarlo. Por lo mismo, quien nunca haya estado en
Madrid, tampoco podrá dar significado a este término, y tampoco podrá dárselo al
término «Venus» quien no haya contemplado este planeta. Ello muestra que tales
palabras no son en realidad nombres propios, esto es, que no son nombres propios
en sentido lógico. ¿Qué son, entonces? Según Russell, se trata de descripciones
encubiertas y abreviadas.
«Sócrates» es una abreviatura para cualquier descripción correcta que podamos dar
de su correspondiente objeto, por ejemplo: «El filósofo griego que fue condenado a
beber la cicuta», o «El maestro de Platón», o cualquier otra. Como «Madrid»
abreviará, entre otras muchas, la descripción «La capital de España», o «Venus»
equivaldrá, entre otras, a «El lucero matutino». En la medida en que estas
descripciones se refieren a sus objetos describiendo ciertas propiedades suyas,
resulta patente que esos objetos no pueden ser particulares, pues no son simples.
Tenemos, pues, que ni los nombres propios del lenguaje ordinario son nombres
propios en sentido lógico ni aquello a lo que se refieren son particulares. Por ello
puede afirmar Russell: «Hablando estrictamente, sólo los particulares pueden ser
nombrados.»
¿En qué consiste un nombre propio en sentido lógico? Según Russell, las únicas
palabras que usamos de esta manera son palabras como esto, eso o aquello. Así, si
decimos Esto es blanco, llamando esto a lo que vemos, empleamos el demostrativo
como nombre propio, en sentido lógico, de un supuesto particular que tiene como
propiedad la blancura. Pues, en efecto, los demostrativos no nos dicen nada sobre los
objetos a los que, por medio de ellos nos referimos; se limitan a señalarlos, a
denotarlos, y eso prueba que son verdaderos nombres propios y que los objetos que
denotan son simples, particulares.
6. RELACIONES
•
EMPIRISMO BRITÁNICO. HUME. Como hemos mencionado más arriba Russell intenta encontrar
los últimos elementos que constituyen el lenguaje, que se corresponden a su vez con los
últimos elementos que constituyen la realidad. En este último aspecto, en los años que
escribió la obra que vamos a leer (ya que su posición fue cambiando con el tiempo), continuó la
tradición empirista británica. A tal respecto dice que a pesar de sus limitaciones, el empirismo
es la mejor teoría de la que disponemos. Russell señala que los elementos últimos de la
realidad, de los cuales tenemos un conocimiento directo, inmediato y certero son los datos
sensibles que percibimos, los cuales no son meras sensaciones ni simples contenidos de mi
conciencia, sino datos reales independientes del sujeto. A partir de estos datos sensibles
construimos los objetos físicos de nuestra experiencia, que tradicionalmente se han
denominado las sustancias, y que son construcciones lógicas. Por lo tanto, en esta época
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Russell se aleja del fenomenismo característico de Hume, según el cual el conocimiento
directo, inmediato y seguro que yo poseo es de mis impresiones.
En cuanto al otro polo del conocimiento, el sujeto (sustancia espiritual en Hume), Russell
señala que tenemos un conocimiento natural del yo que conoce, quiere o desea, pero que ese
yo o persona está constituido por una serie determinada de experiencias, acercándose a la
posición que mantuvo Hume acerca de la sustancia espiritual.
•
KANT. Russell señala que los elementos que Kant consideraba a priori y que constituían las
leyes del pensamiento, son en verdad leyes de la realidad. Si fueran leyes del pensamiento
podría ocurrir que cambiara la naturaleza humana (por un proceso evolutivo) y tuviera como
consecuencia que también cambiaran los principios más básicos de la lógica y de las
matemáticas, es decir, que pudiera darse que 2 + 2 no fuera 4, lo cual parece inadmisible.
Russell se centra sobre todo en destacar que el principio de contradicción es un principio de la
realidad más que del pensamiento.
•
IDEALISMO. Durante su formación en Cambridge Russell aceptó el idealismo hegeliano durante
un breve periodo de tiempo, pero ya en el año 1898, con la ayuda de Moore se liberó y se alejó
del mismo, por las razones que hemos comentado más arriba (tenedlas en cuenta). Russell
adoptó una posición realista en cuanto que consideraba que la realidad estaba formada por una
miríada de cosas independientes entre sí.
•
WITTGENSTEIN. En la elaboración del atomismo lógico la influencia es recíproca. Wittgenstein
le dio a Russell antes de la Primera Guerra Mundial algunas notas sobre varios puntos lógicos. Y
esas notas, junto con las conversaciones que ambos tuvieron en Cambridge influyeron en el
pensamiento de Russell. De hecho, en el prefacio a las conferencias de 1918 sobre la filosofía
del atomismo lógico, anota que tratan en gran parte de ideas aprendidas de Wittgenstein. Pero
también es cierto que la exposición del atomismo lógico de Wittgenstein refleja una importante
deuda para con Russell.
En la segunda etapa del pensamiento de Wittgenstein, éste se dedicó al análisis del lenguaje
ordinario y aceptó la existencia de distintos juegos del lenguaje, distintos y tan válidos como el
lenguaje científico, posición que no fue compartida por Russell.
•
POSITIVISMO LÓGICO. Moore y Russell fueron los iniciadores de la filosofía analítica y junto a
Wittgenstein ejercieron una enorme influencia en el positivismo lógico. Como hemos señalado
más arriba, van a concebir la filosofía como una actividad cuya función principal es analizar el
lenguaje para buscar la mayor claridad posible y para eliminar las dificultades, perplejidades y
problemas de un mal uso del lenguaje. Así, para Wittgenstein la función básica de la filosofía es
aclarar la función lógica del lenguaje y para los positivistas la filosofía es un saber auxiliar de la
ciencia. Russell, como hemos leído en el texto, dio un gran valor a la filosofía en la formación
espiritual del ser humano.
Los positivistas se caracterizan por un rechazo tajante a la metafísica, en cuanto que
consideran que es un saber que no nos puede aportar informaciones sobre el mundo, sobre la
realidad. Según Wittgenstein solo las proposiciones científicas nos aportan información sobre la
realidad, y según los positivistas solo tienen sentido las proposiciones que se pueden verificar, y
éste no es el caso de la metafísica. En Russell no encontramos esta oposición a la metafísica e
incluso algunas de sus teorías las podemos encuadrar en este saber. En la actualidad existen
distintas corrientes filosóficas que consideran que los sistemas metafísicos expresan visiones del
mundo que son estimulantes e iluminadoras, y realizan una gran labor de síntesis para
ofrecernos una interpretación unificada de la realidad.
7. TEXTOS DE RUSSELL
En Los problemas de la filosofía (1912), Russell expone en términos populares, como él mismo
dice, una síntesis esquemática de su pensamiento filosófico. Estructura la obra en torno a los
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problemas claves de la filosofía y a las respuestas de los grandes filósofos y finaliza con la
cuestión de la utilidad de la filosofía.
ü Capítulo 15
En éste capítulo que lleva por título El valor de la filosofía Russell expone que el valor de ésta
radica en el efecto que tiene sobre las personas que la cultivan, lo que no ocurre con otros
saberes (ciencias físicas, tecnología…) de los cuales nos beneficiamos aunque no los conozcamos.
Según Russell el hombre práctico no concede importancia a la filosofía porque solo piensa en las
necesidades materiales, pero también existen necesidades espirituales que se satisfacen con bienes
espirituales, entre los que se encuentra la filosofía. Ésta se caracteriza por la búsqueda de la
unidad del conjunto de los conocimientos y tiene un carácter totalizador frente a la
especialización de las ciencias. Si en éstas se han ido produciendo importantes avances y cuentan
con un cuerpo de conocimientos seguro y estable, no podemos decir lo mismo de la filosofía, en la
cual está presente la duda e incertidumbre, y ello se debe a dos razones:
•
Al principio todo el saber formaba parte de la filosofía (la filosofía es la madre de todas las
ciencias), pero según se han ido resolviendo los problemas, se han ido constituyendo las distintas
ciencias, primero las ciencias naturales (a partir de la Revolución científica del siglo XVII), y
posteriormente las ciencias sociales (a partir del siglo XIX), quedando como cuestiones
propiamente filosóficas las todavía no resueltas.
•
Además existen cuestiones que constituirán siempre un misterio, una incógnita, un enigma,
y que sin embargo es importante pensarlas y analizarlas.
Russell aporta muchas razones en la defensa de la filosofía: nos libera de nuestros prejuicios,
rechaza los dogmas, esclarece nuestras creencias, aviva nuestra admiración, nos permite analizar
los objetos ordinarios bajo otras perspectivas y nos permite pensar en posibilidades insospechadas.
Gracias a ella ampliamos nuestro horizonte vital, nuestra vida se hace más grande y libre y hacemos
del mundo entero objeto de nuestra reflexión. La filosofía se caracteriza más por la toma de
conciencia y análisis de problemas que por las posibles soluciones a las que pueda arribar. Son más
importantes las preguntas que las respuestas.
El ser humano que lleva el barniz de la filosofía, contrapuesto al hombre práctico mencionado más
arriba, aprecia sobremanera su libertad, porque es la condición indispensable para realizar esta
actividad. Además su reflexión está marcada por la imparcialidad y objetividad, dejando de lado
nuestros intereses personales, nuestros deseos, nuestras costumbres y creencias, para alcanzar una
contemplación tan pura e impersonal como fuera posible.
8. SELECTIVIDAD
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B. Russell: el rechazo del idealismo.
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