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DEPRESIÓN:
Modelos
Conductuales.
Ps Jaime E Vargas M
A515TE
Los recientes avances en el tratamiento conductual de la depresión
y la creciente insatisfacción ante las intervenciones médicas y cognitivas,
han provocado un renovado interés en los tratamientos derivados del
análisis conductual.
Al revisar los modelos conductuales para la depresión, de reciente
surgimiento, notamos como estos enfatizan diversos factores.
Primero, los modelos iniciales incorporan el planteamiento de Skinner
(1953; 1974) de que sentimientos como la depresión son subproductos
respondientes, fruto de las interacciones conducta-ambiente.
Por ejemplo, el no poder conciliar el sueño (que sería un reforzador para
el insomne), podría producirle síntomas depresivos.
Los modelos subsecuentes se centran en los aspectos directamente
funcionales de la depresión.
En particular, estos modelos consideran a la depresión como una
consecuencia de la falta de reforzamiento, ya sea en términos de una
baja densidad de reforzamiento positivo (Ferster, 1973) o de tasas bajas
de reforzamiento positivo contingente a las respuestas (Hoberson&
Lewinsohn, 1974, 1975).
También se ha conceptualizado la depresión en términos del control
aversivo (Ferster, 1973; Grosscup & Lewinshon, 1980) o en términos de
pérdida de contingencias debido al castigo (Seligman, 1975).
En estos modelos, los déficits conductuales son producto de la privación
de reforzamiento o del castigo, a la conducta emocional se le considera
como respondiente y otros comportamientos adicionales, como los
pensamientos y los sentimientos, se les describe como conductas
adjuntivas (inducidas por programa).
Modelos propuestos más tarde, ven a la depresión como un fenómeno
operante y como tal, la conducta depresiva es afectada directamente
y mantenida por reforzamiento positivo o negativo (Hops, Sherman &
Biglan, 1990).
En seguida revisaremos la teoría y la investigación sobre conducta
gobernada por reglas, que se ha utilizado como modelo para la
depresión, ya sea como deficiencias en conducta gobernada por reglas
(Kanfer, 1970, 1971; Rehm, 1977, 1988) o como conducta gobernada
por reglas excesiva (Hayes, Strosahl & Wilson, 1999).
Finalmente, exploraremos la posibilidad de mejorar la depresión, desde
cada uno de estos factores.
El Modelo de Privación de
Reforzamiento.
La simple idea de que la falta o reducción del reforzamiento positivo
produce depresión ha servido como fundamento para la mayoría de
las teorías conductuales sobre este fenómeno. Estas teorías han
interpretado la depresión literalmente, enfatizando la reducción en la
frecuencia total del comportamiento y en su variabilidad.
De acuerdo con el pensamiento de Skinner (1974), tanto Ferster
(1973) como Lewinsohn (1974, 1975) consideran que la depresión es
función de tal privación de reforzamiento.
PERDIDA DE REFORZAMIENTO.
El modelo de privación del reforzamiento para la depresión propone que
la reducción en las tasas de reforzamiento producirá una reducción en
las tasas de respuesta. Esto es ciertamente el caso cuando los
reforzadores se pierden por completo.
Tasas muy bajas o comportamiento totalmente extinguido puede ser el
resultado de la falta o perdida del reforzamiento.
Probablemente el ejemplo más común, es la muerte o el divorcio de la
esposa, aunque los ejemplos también pueden incluir la perdida del
trabajo, la reubicación en un ambiente nuevo, o la perdida de actividad
cognitiva o física, debida al envejecimiento o a la enfermedad.
No obstante, muchos individuos deprimidos no reportan que una
perdida tal haya precipitado su depresión; en lugar de ello, la
acumulación de pequeños y diversos estresores, en el tiempo, resulta
un buen predictor de depresión en una gran cantidad de individuos
(Coyne, Schaefer & Lazarus, 1981; Paykel, 1982).
Muchas veces no hay una perdida total de reforzadores. Mas bien, las
tasas de reforzamiento se reducen, pero no al punto de la extinción.
Es bien sabido que esta situaciones producen conducta resistente a la
extinción (Ferster & Skinner, 1957). Esto podría cuestionar al modelo de
privación del reforzamiento. Pero la conducta resistente a la extinción
resulta de decrementar las tasas de reforzamiento en los programas de
intervalo variable y no en los programas de razón variable.
De hecho, conforme disminuye la probabilidad de reforzamiento en un
programa de razón, se alcanza una tasa máxima de respuestas, luego de
la cual, se observan disrrupciones que suspenden la respuesta y que no
son pausas post-reforzamiento. Esto sucede sobretodo si el requisito de
razón se incrementa súbitamente. Esta clase de suspensión en la
conducta es semejante a la que caracteriza a la extinción y si el requisito
de razón se aumenta mucho o el incremento se da muy rápido, para todo
propósito práctico, el resultado es el mismo, se suspende la respuesta
(Stafford & Branch,1998).
EROSIÓN DEL REFORZAMIENTO.
La erosión del reforzamiento es un término acuñado por quienes
desarrollaron la Terapia Marital Conductual (Jacobson & Margolin, 1979),
para referirse a procesos tales como la saciedad y la habituación, los que
hacen que estímulos previamente reforzantes, con el tiempo pierdan su
capacidad reforzante. Además de la saciedad y la habituación, también
pueden jugar algún papel otros factores como la edad y la historia
personal.
Por ejemplo, las bromas de un amigo, tan simpáticas cuando se
conocieron, empiezan a sonar aburridas después de oírlas tantas veces.
Igualmente, el atractivo sexual desaparece con la familiaridad y la vida
sexual de la pareja se vuelve aburrida y rutinaria, conforme pasa el
tiempo.
En estas situaciones, aunque están presentes los eventos que una vez
fueron reforzantes,, han cambiado sus propiedades reforzantes y el
reforzamiento efectivamente se ha perdido.
DÉFICIT DE HABILIDADES.
El papel de los déficits en habilidades sociales sobre la depresión se han
investigado durante muchos años por investigadores conductuales y no
conductuales. El punto de vista original era que un individuo debería
tener en su repertorio las habilidades necesarias para obtener
reforzamiento social; si estas habilidades eran deficientes, las tasas de
reforzamiento social serían reducidas y surgiría la depresión (Lewinsohn,
1974, 1975). Desafortunadamente, mucha de la investigación que
sustenta este modelo se basa en correlaciones y solo muestra que los
individuos deprimidos también ostentan deficiencias en habilidades
sociales (Youngren & Lewinsohn, 1980). De hecho, algunos
investigadores han encontrado que los déficits en habilidades sociales
son consecuencias y no causas, de la depresión (Cole & Milstead, 1989).
Por otro lado, también se ha visto que pueden ser precipitantes y
consecuencias de la depresión (Barnett & Gotlib, 1988).
Este modelo es demasiado simple para proporcionar una explicación
completa de la depresión.
Una visión más amplia de las habilidades proviene de la literatura sobre
habilidades de enfrentamiento o confrontación (Lazarus & Folkman,
1984). En este enfoque, el individuo debe tener en su repertorio las
habilidades necesarias no solo para obtener reforzamiento social, sino
para lograr exitosamente cualquier ajuste requerido ante los estresores
y los eventos adversos de la vida. El beneficio del modelo de habilidades
de confrontación para la depresión está en que permite identificar
variables ideográficas históricas y situacionales, que puedan resultar en
que un individuo en particular le falte el repertorio conductual para
obtener el reforzamiento necesario en una situación particular.
Así, las deficiencias en habilidades sociales pueden ser relevantes para
algunos, pero no para todos los individuos deprimidos.
Además de las habilidades sociales, las habilidades activas para resolver
problemas (Nezu, 2004; D’Zurilla & Goldfried, 1971) y las habilidades
para regular las emociones (Linehan, 1993), se han considerado como
importantes habilidades de afrontamiento, relevantes para la depresión.
CONDUCTA ADJUNTIVA.
La privación de reforzamiento fácilmente da cuenta
de las pausas en la conducta y de otros déficits
conductuales mostrados por las personas deprimidas,
especialmente si los reforzadores perdidos o
reducidos eran reforzadores generalizados.
Pero esta teoría no explica directamente otros
incrementos en la conducta que también se
observan, especialmente en la conducta emocional.
Estos comportamientos adicionales frecuentemente
se han conceptualizado como ‘adjuntivos’.
Conforme las tasas de reforzamiento se reducen, se debilita el control
de la conducta no-depresiva por parte de estímulos controladores
previos y, comportamientos depresivos como el pensamiento negativo
y el “sentirse deprimido” se incrementan adjuntívamente.
Por ejemplo, Ferster (1973) señalaba que una perdida de
reforzamiento podía resultar en mutismo e inactividad, que eran
aversivos. Comportamientos depresivos tales como quejarse, hacer
anotaciones, pasearse caminando de ida y vuelta, así como el
discurso compulsivo, pueden ser evocados, funcionando para encubrir
(equilibrar) estas condiciones aversivas.
Así pues, conforme la disponibilidad de reforzamiento positivo
disminuye, los reforzadores negativos asumen el control.
Si tienen suficiente fuerza, las contingencias adjuntivas pueden
prevalecer por encima de las contingencias iniciales y hacer a la
conducta adjuntiva prepotente aún durante momentos previamente
controlados por el programa primario. En tal caso, la persona puede
volverse crónicamente deprimida.
Demasiado Castigo.
Skinner debe haber considerado la ubicuidad de la depresión cuando
enfatizaba la necesidad de contar con una estructura social que
promoviera el control positivo en lugar de un control aversivo (Skinner,
1986). De la misma manera, Ferster (1973) enfatizó el papel que
juegan las conductas de escape y evitación en la depresión.
Tradicionalmente, el punto de vista conductual considera que la
depresión está vinculada con el reforzamiento positivo, en tanto que la
ansiedad con el reforzamiento negativo, al tiempo que el fenómeno del
castigo ha recibido menos atención.
Esta distinción entre la depresión y la ansiedad resulta simplista, ya
que lo que se ve con más frecuencia es la co-morbilidad de las dos
entidades (Barlow, 2002). Al grado que Barlow, Allen & Choate (2004)
han propuesto combinar las dos categorías de depresión y ansiedad en
una más grande.
Investigadores no-conductistas claramente establecen vínculos entre las
experiencias aversivas y la depresión, aunque todavía queda por
clarificar los roles específicos del reforzamiento negativo vs. el castigo.
Por ejemplo, es bien sabido que las experiencias estresantes de la vida
producen depresión en los adultos (Kessler, 1997). Adicionalmente,
diversas líneas de investigación sugieren que el riesgo de depresión es
función de la densidad de reforzamiento negativo y castigo, en los niños
y en los adolescentes.
Los niños que muestran dificultades académicas frecuentemente
experimentan tasas altas de conducta depresiva (Cole, 1990).
Además, los adolescentes en ambientes menos tolerantes y más
aversivos, experimentan altas tasas de conducta depresiva (Sheeber &
Sorensen, 1998). Niños y adolescentes deprimidos, así como sus
padres, describen sus contextos familiares como más hostiles de lo que
lo hacen muestras de familias no clínicas (Hops et al., 1990) y los niños
frecuentemente reportan tristeza como respuesta al conflicto entre sus
padres (Cummings, Inonotti & Zahn-Waxler, 1985).
Ausencia de Comportamiento
Operante Efectivo.
Si interpretamos literalmente la palabra depresión,
como si la conducta estuviera “presionada hacia abajo”
o reducida, se vería más clara la relación entre el
castigo y la depresión, ya que por definición, el castigo
reduce la conducta.
El castigo generalizado debería ser de particular
importancia y es común que los pacientes con
depresión crónica reporten historias infantiles de
castigo prolongado e inescapable.
Los experimentos con humanos han mostrado que la ausencia de
conducta operante efectiva, con el tiempo conduce a la extinción de
clases completas de comportamiento operante.
Por ejemplo, Klein y Seligman (1976) encontraron que los participantes
inicialmente expuestos a un ruido inescapable, posteriormente fueron
muy lentos para escapar del ruido, cuando ahora ya era posible
(desamparo aprendido).
Similarmente, Hiroto y Seligman (1975) mostraron que los participantes
inicialmente sometidos a shocks inescapables, fallaban en emitir las
operantes de escape cuando ya se podía escapar del shock.
Finalmente, Roth y Kubal (1975) vieron que los participantes a quienes
se les habían presentado problemas irresolubles, posteriormente fallaban
en resolver problemas con soluciones fáciles.
Conducta Depresiva Reforzada
Positivamente.
El refuerzo positivo de la conducta depresiva es central para diversos
modelos no-conductuales de la depresión (por ejemplo, la concepto
psicoanalítico de ganancias secundarias, Shmagin & Pearlmutter, 1977:
Fenichel, 1945).
Aún si uno ve a la conducta depresiva como un subproducto adjuntivo
del castigo, los comportamientos de malestar, como el quejarse y otras
expresiones de preocupación, pueden ser vistas como una clase de
conductas históricamente reforzadas por la comunidad verbal-social.
Por ejemplo, quejarse, frecuentemente hace que se proporcionen
(al que se queja) explicaciones de los principales síntomas de la
depresión. A su vez, ofrecer explicaciones es otro comportamiento
altamente reforzado por la comunidad verbal-social (Hayes & Hayes,
1989; Baum, 1994).
Conducta Depresiva Reforzada
Negativamente.
Como mencionamos previamente, Ferster (1973) argumenta que
diversas conductas depresivas sirven a la función de evitar y escapar.
Por ejemplo, ciertas formas de retraimiento, como evitar el contacto
con la comunidad social o el dormir excesivamente, ayudan a evitar la
exposición a la estimulación del ambiente que produce pensamientos
y sentimientos aversivos, lo que mantiene a la conducta depresiva y
reduce el contacto con reforzadores potenciales (Martell, Addis &
Jacobson, 2001). Otras conductas depresivas, como el quejarse,
caminar de un lado para otro o llorar, pueden funcionar como una
menara de evitar condiciones aversivas, tales como el silencio, la
inactividad u otras conductas productoras de ansiedad.
Existe alguna evidencia que sustenta la idea de que el reforzamiento
negativo mantiene la conducta depresiva.
Por ejemplo, en un ambiente de laboratorio, al estar examinando la
respuesta condicional, Biglan y sus colaboradores (1985) encontraron
que las verbalizaciones depresivas disminuían la probabilidad de que
esposos y niños fueran agredidos.
Hops y colaboradores (1987), mostraron que las madres deprimidas
emitían afecto disfórico, lo que suprimía la hostilidad del esposo,
y esto sucedía con más frecuencia de la que mostraban madres no
depresivas.
El papel de la Conducta Gobernada
por Reglas en la Depresión.
Skinner (1953, 1957, 1966, 1974) se refirió a las reglas como
estímulos discriminativos (tactos) que especifian contingencias
conducta-consecuencia y que funcionan como antecedentes para la
conducta operante.
La habilidad de los organismos para generar reglas se aprende
mediante una historia de reforzamiento social por seguir las reglas.
Las reglas pueden disminuir el tiempo que se necesita para esclarecer
las contingencias, en comparación con las experiencias directas
basadas en el ensayo y el error (Skinner, 1974).
Así pues, es mediante las reglas que ocurre la extensión temporal, del
presenta al futuro (Skinner, 1989).
Tanto la falta de conducta gobernada por reglas, como el exceso de
esta, han sido proposiciones tendientes a explicar la depresión.
LA FALTA DE CONDUCTA GOBERNADA POR REGLAS.
Reigler & Baer (1989) nos explican el desarrollo normal que sigue la
conducta gobernada por reglas. En su manera de ver, en un principio el
niño aprende a responder ante las instrucciones de sus padres, para que
sea obediente. Estas instrucciones verbales sirven como estímulos
discriminativos que señalan consecuencias para el niño, que provienen
tanto de la situación directamente, como indirectamente mediante
contingencias colaterales implantadas por los padres (Cerutti, 1989).
Después de múltiples experiencias en el entrenamiento para ser
obediente, el niño desarrolla una obediencia generalizada. Cuando
ocurre esto, el niño empieza a generar sus propias reglas e instrucciones,
imitando las reglas que recibió modeladas por los adultos.
Adicionalmente, el niño empieza a discriminar su conducta y la de otros,
respecto a las consecuencias que reciben. Por ejemplo, el jiño puede
decir: “Si le pego a mi hermano, mi mamá me castigará”.
El uso de las auto-instrucciones ahora puede generalizarse a situaciones
nuevas.
Goldiamond (1976) parte del desarrollo de la conducta gobernada por
reglas, al considerarla como la base del auto-control. Así, una persona
que falla en su desarrollo de conducta gobernada por reglas y autoinstrucciones generalizadas, puede verse controlado por contingencias
inmediatas, a costo de visualizar las cosas a largo plazo y tomar en
cuenta recompensas demoradas.
Este modelo de conducta gobernada por reglas predice que los
individuos deprimidos, pueden tener problemas para supervisarse ellos
mismos, para formular sus propias reglas en situaciones específicas y
debilidad por las recompensas inmediatas, en detrimento de las de largo
plazo.
Por ejemplo, una persona puede deprimirse por seguir vinculándose
(repetitivamente) con parejas inapropiadas. Disfruta al principio de su
conversación, pero cuando las cosas se ponen serias, la pareja se
muestra problemática y la relación acaba por terminarse.
Así es pues, que este modelo sugiere que las
personas relativamente normales pueden volverse
depresivas, si frecuentemente se encuentran en
situaciones donde no están seguras de obtener
lo que desean y en caso de hacerlo tienen que
esperar mucho tiempo para ello.
De acuerdo con esta forma de ver, Rehm (1979,
1989) ha presentado considerable evidencia para
sustentar la noción de que los déficits en la
conducta gobernada por reglas se presenta en
muchos individuos deprimidos y ha desarrollado un
programa de auto-manejo terapéutico encaminado
a mejorar la auto-supervisión, la auto-evaluación y
la auto-recompensa (Rehm & Rokke, 1988).
LA EVITACIÓN EXPERENCIAL Y LA CONDUCTA GOBERNADA POR
REGLAS EXCESÍVAMENTE
Un enfoque alternativo propone que la depresión
(y otras psicopatologías) pueden resultar de el exceso de conducta
gobernada por reglas. Hayes et al (1999) señala que las reglas que
conducen a la evitación experencial son particularmente nocivas.
La evitación experencial se ha descrito como la indisposición para
permanecer en contacto con experiencias privadas (pensamientos,
sentimientos, recuerdos), tratando de escapar de ellas, aún cuando en
este intento se hagan daño (Blackledge, 2003; Hayes, Wilson, Gifford,
Follette y Strosahl, 1996).
Hay evidencia experimental de que la evitación experencial es un
componente importante de muchos síndromes clínicos (Hayes et al,
1996).
Hayes, Strsahl & Wilson (1999) nos dan algunas razones de porqué
ocurre la evitación experencial.
1. Si se refuerza la evitación de eventos negativos públicos, la conducta
se puede generalizar hacia los eventos privados negativos.
2. La evitación experencial, por sí misma, puede estar sujeta a un
reforzamiento negativo a corto plazo (por escaparse o evitar la
situación aversiva), no obstante, ya que muchos eventos privados
son elicitados, la evitación no sirve, a menos que se restrinja la
estimulación ambiental.
3. La evitación experencial es modelada y reforzada por los agentes
socializantes encargados de la crianza infantil (ejemplo: “los niños
grandes no lloran”).
4. La evitación experencial puede ser el resultado directo de un proceso
natural del lenguaje, como lo describe la teoría de los marcos
relacionales .
Así, el seguir reglas en exceso puede
llevarnos a repertorios conductuales
ineficientes, que sean insensibles a las
contingencias cambiantes.
En un estudio, McAuliffe, Barnes-Holmes &
Barnes-Holmes (2004), examinaron la
sensibilidad de adolescentes deprimidos ante
los cambios de contingencias que hacían
inefectiva a una regla previamente
establecida. Los resultados indicaron que
cuando la regla no era reforzada mas, los
adolescentes deprimidos seguían esta misma
regla por más tiempo que los sujetos
no-deprimidos.
Hay que notar que esta teoría da posibilidades de considerar la
privación de reforzamiento por mediación verbal. Por ejemplo, una
persona deprimida que viva su vida bajo el mantra “para tener éxito
en mi vida, debo controlar mis emociones”, estará bajo el control verbal
de una regla de evitación experencial. Esta persona podrá tener éxito a
corto plazo evitando sus emociones negativas, pero en el largo plazo
caerá en la depresión.
De acuerdo con Hayes et al (1999), muchos eventos privados
negativos están condicionados clásicamente, por lo que los intentos
por controlarlos verbalmente no tendrán éxito. Más aún, los eventos
nocivos se harán más perniciosos.
REFERENCIA :
Kanfer, J. W., Cautilli, J. D., Busch, A. M. y Baruch, D. E. (2005)
Toward a Comprehensive Functional Analysis of Depressive Behavior:
Five Enviromental Factors and a Possible Sixth and Seventh.
The Behavior Aanalyst Today, Vol. 6, Num. 1