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Siglo XIX El colonialismo imperialista del siglo XIX es en realidad la segunda fase de la dominación europea del mundo que había comenzado en el siglo XVI con la creación de los imperios coloniales españoles y portugueses, y continuado en los siglos XVII y XVIII con las colonias de holandeses, ingleses y franceses. Sin embargo, esta segunda fase es mucho más rápida, racional e intensa y se dirige fundamentalmente hacia África y Asia. Los móviles que impulsaron este proceso son una cuestión que sigue debatiéndose. Algunos escritores, por ejemplo Lenin, lo atribuyen a la dinámica del capitalismo moderno, en la que se subraya la necesidad europea de encontrar materias primas y salidas comerciales para su excedente de capital (El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916). Otros autores han destacado como objetivo los intereses estratégicos e internacionales y han hecho notar la tendencia de los dirigentes europeos a utilizar las colonias como fichas en un tablero mundial de ajedrez, y se ha hablado también de la influencia de la demografía o de motivos ideológicos como la creencia en que el destino de Europa era civilizar a los pueblos atrasados y “salvajes”. En cualquier caso, bajo todas estas opiniones subyace un concepto íntimamente relacionado con el colonialismo, el concepto de imperialismo. A principios del siglo XIX África era “el continente desconocido” del que los europeos apenas sabían de sus costas permaneciendo grandes enigmas como el de las fuentes del Nilo. A lo largo de la centuria, geógrafos y exploradores, misioneros, comerciantes y expediciones militares recorrieron de punta a punta el continente siguiendo en general como camino los valles de los grandes ríos (Nilo, Congo, Zambeze). Cada país fue creando sus colonias en los territorios que ocupaba lo que provocó numerosas fricciones entre las potencias coloniales lo que llevó al canciller alemán Bismarck a convocar en 1885 la Conferencia de Berlín en la que se decidió el reparto del continente entre las potencias europeas y se estableció el principio de libre navegación en los grandes ríos. De este modo, hasta 1914 la mayoría de los países africanos fueron colonias europeas. Sólo Etiopía (Eritrea) y Liberia eran independientes. En el primer caso porque los italianos fueron incapaces de ocuparla y en el segundo porque el presidente de los EEUU Monroe se ocupó de garantizar su independencia con el objetivo de que se instalaran el país los negros americanos que lo deseasen después de la abolición de la esclavitud. En el reparto Inglaterra fue la nación más beneficiada al conservar Egipto y Rodesia y Suráfrica (habitadas por los boers holandeses desde finales del siglo XVII y por colonos ingleses desde el siglo siguiente) y añadir a su imperio Sudán, Uganda, Kenia, Nigeria, Costa de Oro y Sierra Leona). Francia obtuvo Argelia, Túnez, parte de Marruecos, Senegal, Gambia, Madagascar y el África ecuatorial francesa (hoy República Centroafricana). Alemania consiguió el Camerún, Namibia y Ruanda-Burundi. Bélgica, el Congo Belga (hoy Zaire). Portugal mantuvo las islas de Cabo Verde y extendió su dominio a Guinea-Bissau, Angola y Mozambique cuyas costas ya había ocupado en épocas anteriores. España, tuvo que conformarse con el norte de Marruecos (zona del Rif), el Sahara occidental y la pequeña Guinea española con la isla de Fernando Poo. La colonización de Asia Desde el siglo XIII los europeos tuvieron contacto directo con Asia (viajes de Marco Polo, Ruy González de Clavijo, S. Francisco Javier, etc.) y desde el XVI se establecieron en la zona factorías comerciales y los españoles ocupamos algunos territorios (Filipinas, etc.) Pronto, sin embargo, exigieron concesiones a los gobiernos asiáticos en forma de territorios para crear bases militares que protegieran sus operaciones comerciales y, ya en el XIX, comienza la ocupación permanente en un reparto en el que intervinieron no sólo las potencias europeas tradicionales sino también Rusia, EEUU y Japón. La colonización inglesa se centró en el Asia central y meridional (Afganistán, Paquistán) y especialmente en la India, joya de la corona británica por sus riquezas que abastecían a la metrópoli de té, especias y algodón para la industria textil. Los ingleses mantuvieron allí los gobiernos indígenas pero se aseguraron el control militar y comercial y el cobro de impuestos. La ocupación francesa se centró en el Asia suroriental (Camboya, Corea, Malasia, Birmania…) en la que se creó la Unión Indochina. Holanda colonizó las Molucas e Indonesia. Japón –occidentalizado desde la Revolución Meiji-, ocupó la zona norte de China y la isla de Formosa (hoy Taiwan). China no fue ocupada completamente por nadie pero rusos y japoneses le quitaron Manchuria, alemanes e ingleses la península de Shandong, y fue obligada a abrir su comercio a las potencias occidentales y humillada en la Guerra del Opio (183942) lo que provocó años más tarde el levantamiento de los Cien Días (1898) y el de los boxers (1900-01). Guerra del opio. Batalla naval. 1841