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1º Dom. Cuaresma. Ciclo C
Volver a lo esencial
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Que tu Espíritu, Señor,
me acompañe en esta Cuaresma
y me encamine al desierto
para que me encuentre
con mi realidad más verdadera.
Que me ayude a poner nombre
a mis tentaciones e incoherencias,
los disfraces que me pongo
para disimular mis miserias,
o lo que intento ocultar
detrás de mis caretas
y las justificaciones que me hago
para que mi vida
siga como siempre y no se mueva.
Que tu Espíritu, Señor,
me ayude a discernir
entre tantas ofertas,
tantas encrucijadas
que me despistan y me desorientan
para ir por el buen camino
que me lleva hasta tu meta.
Que tu Espíritu, Señor,
me enseñe a descubrir tu presencia
en todo lo que voy viviendo,
en todas mis experiencias,
y te entregue agradecido,
mi vida como ofrenda.
Que tu Espíritu, Señor, me ayude
a expresar con los labios lo que
mi corazón cree, vive y contempla
Señor, en este tiempo de Cuaresma…
- Danos verdadera sed de tu Palabra
para que guíe nuestros pasos y nos
conduzca a nuestra realización más
lograda.
-
Danos fuerza para luchar contra toda
miseria humana, contra toda
violencia, afán de dominio e
injusticias camufladas.
-
Danos ternura y misericordia para
acoger y acompañar a toda persona
herida, vulnerable o necesitada.
-
Haznos disponibles y solidarios
compartiendo bienes, tiempo,
experiencia de fe, consuelo y
esperanza.
Danos valentía para mantener
nuestros compromisos cuando llega
la oscuridad y no encontramos la
salida adecuada.
Ayúdanos a dar apoyo, ánimos y
confianza a todos los que están
comprometidos con causas
solidarias.
-
-
Dieta de conversión
Con los demás, manos de Cuaresma,
de ésas que se abren para socorrer,
que no miran al dar,
que nunca dicen ¡stop!
¡Manos a la obra!
Con Dios, calma y silencio,
para escuchar su brisa pasar
y dejar que me abrace,
me alivie y anime.
Hasta que mis durezas se ablanden
y mi corazón consiga girar.
Conmigo, una buena dieta de ego
que me baje del andamio del ombligo
y adelgace unos kilos de soberbia.
Que me quite el caramelo del elogio.
¡Recupera, vida, tu sabor! [S.L.]
¿No lo notáis? Ruah
https://youtu.be/ZHqiASVzwpg
UNA VIDA COMO OFRENDA. El pueblo de Israel cuando habla de Dios no hace una reflexión teórica, sino que narra una historia.
Cuenta cómo ha experimentado a Dios caminando a su lado, acompañando su vida, dando luz y sentido a todo lo que ha ido
viviendo… Y de esa convicción, de esa relación profunda con Dios surge el agradecimiento y la ofrenda de los mejores frutos y de la
vida entera. Es la respuesta gozosa de quien cree que todo es puro don de Dios. Puedo yo también pararme, reflexionar y hacer el
esfuerzo de repasar y narrar cómo me ha ido acompañando Dios en mi historia personal, familiar, comunitaria, laboral… ¿He sentido
su presencia, su compañía, su luz… guiándome, caminando a mi lado, dándome fortaleza, ánimo y esperanza? ¿Es mi vida una
ofrenda agradecida a Dios por todo lo que recibo de Él? ¿En qué se nota? ¿En qué tengo mejorar y cambiar al respecto?
UN CORAZÓN QUE CREE Y UNOS LABIOS QUE PROFESAN. Para Pablo, lo más importante es que la boca transmita lo que el corazón
cree. Comunicar lo que se cree y creer lo que se experimenta (“de la abundancia del corazón, habla la boca”) ¿Hasta qué punto es así
en mi vida? ¿Lo que digo, refleja lo que creo? ¿Mis palabras van cargadas de experiencia o están vacías de contenido? ¿Qué lenguaje
utilizo para comunicar mi fe? ¿Conecta con los deseos profundos y las preocupaciones concretas de las personas con las que
convivo? ¿Qué puedo hacer para que mi lenguaje sea significativo (es decir, signifique algo importante) para quien me escucha?
UN DESIERTO DONDE ENCONTRARME CON MI VERDADERO YO. Cuaresma es tiempo de hacer “desierto”: buscar momentos y
espacios de tranquilidad y silencio. Hacer pausas en mi ajetreo diario y ser consiente de dónde me encuentro, cómo va mi vida, hacía
donde me muevo, qué me motiva, qué me está pasando por dentro… Es decir, ahondar en mí mismo para descubrir lo esencial. Ir
despojándome de máscaras y caretas, disfraces y “envoltorios” que ocultan mi verdadera realidad. Un buen ejercicio cuaresmal es
reconocer las “caretas” que me pongo para “quedar bien”, ser más simpático, tener prestigio, ser más reconocido, tener éxito,
conseguir fama y ser aplaudido… ¿Cuáles son los ruidos que me impiden hacer silencio? ¿de qué tengo “hambre y sed”? ¿Qué es lo
que más necesito? ¿qué compañía preciso para orientarme bien en mis desiertos? Y descubrir las tentaciones que me apartan de mi
verdadero camino. En el evangelio, la tentación a Jesús viene “disfrazada” de algo aparentemente bueno que en realidad no lo es
(incluso se le pretende apartar de su camino apelando a la Palabra de Dios). ¿de qué palabra debe fiarse? Se le intenta convencer de
que ponga como centro el dominio, el prestigio espectacular, la fama, el éxito fácil… y Jesús escucha “otra” Palabra: la que le lleva a
la obediencia, al servicio, al amor, a la entrega… Ha entendido que ser Hijo no es ventaja para librarse de la dureza de la vida. Ha
descubierto que en Dios se confía y no se le pone a prueba ni se le chantajea. Ha comprendido que lo más auténtico es caminar con
la gente, desde la sencillez y la pobreza, acompañando, desde abajo, desde dentro y des de cerca. Y ésta es nuestra tarea.
No nos dejes caer
en la tentación
de buscar atajos
para el amor,
de regatear
a costa de la justicia,
de dar la nota
sin crear música,
de vivir sin raíces,
de acaparar
por miedo.
No nos dejes caer
en la tentación
de hablar sin pensar,
ni de pensar sin hablar,
de revestirnos
con falsa compasión,
o hacer la guerra
a base de silencios
y veredictos. [J.M.R.O.]
Lectura del libro del Deuteronomio (26,4-10):
Dijo Moisés al pueblo:
«El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias
y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios.
Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios:
"Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí,
con unas pocas personas.
Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa.
Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron,
y nos impusieron una dura esclavitud.
Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres,
y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión,
nuestro trabajo y nuestra angustia.
El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido,
en medio de gran terror, con signos y portentos.
Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra,
una tierra que mana leche y miel.
Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo
que tú, Señor, me has dado."
Lo pondrás ante el Señor, tu Dios,
y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.»
Salmo 90,1-2.10-11.12-13.14-15
R/. Está conmigo, Señor, en la tribulación
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti.» R/.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos. R/.
Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones. R/.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré.» R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Romanos (10,8-13):
La Escritura dice:
«La palabra está cerca de ti:
la tienes en los labios y en el corazón.»
Se refiere a la palabra de la fe
que os anunciamos.
Porque, si tus labios profesan
que Jesús es el Señor,
y tu corazón cree que Dios
lo resucitó de entre los muertos,
te salvarás.
Por la fe del corazón
llegamos a la justificación,
y por la profesión de los labios, a la salvación.
Dice la Escritura:
«Nadie que cree en él quedará defraudado.»
Porque no hay distinción entre judío y griego;
ya que uno mismo es el Señor de todos,
generoso con todos los que lo invocan.
Pues «todo el que invoca
el nombre del Señor se salvará.»
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán
y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto,
mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".»
Después, llevándole a lo alto,
el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado,
y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.»
Jesús le contestó: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".»
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito:
"Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también:
"Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".»
Jesús le contestó: «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.