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Peregrinas de
misericordia
Deseo reflexionar con vosotras
sobre la riqueza del Amor que Dios
reserva a la humanidad tan
necesitada de descubrirse como
creatura buscada, perdonada,
amada con Misericordia.
Dios es el Dios de las sorpresas. Tenemos
muchos signos que nos lo confirman,
entre otros el Jubileo extraordinario de
la Misericordia de parte del Papa
Francisco que tendrá inicio el 8 de
diciembre 2015, solemnidad de la
Inmaculada, y se terminará el 20 de
noviembre 2016, solemnidad de Cristo
Rey del Universo
Una ayuda irrenunciable para
prepararnos a acoger y a
compartir entre nosotras, con
los jóvenes y con cada persona
de buena voluntad este
acontecimiento, lo encontramos
en los contenidos de la Bula
Pontificia Misericordiae Vultus.
Esos harán de fondo a mi
reflexión
Os invito a descubrir la profundidad
teológica y pastoral de la Bula y a
hacerla objeto de conversión personal
y comunitaria, de nueva vitalidad
interior, de Misericordia y de perdón,
de alegría evangélica, de servicio
incondicional a quien se encuentra en
situación de malestar y de sufrimiento.
El Jubileo quiere descubrir a la Iglesia, y por
lo tanto a cada una de nosotras, a la
Comunidad de FMA y a las Comunidades
Educativas, la actualidad y la fecundidad
del Evangelio de Jesús.
Explicitaré mis reflexiones presentando a
Jesús como el rostro de la Misericordia del
Padre, evidenciando después nuestra
llamada a anunciar la Misericordia.
A los 50 años de la conclusión del
Concilio Vaticano II la Iglesia siente la
necesidad de anunciar el Evangelio de
modo nuevo, sin dejar el pasado. Lo
hace en atención a los necesitados de la
humanidad que esperan no profetas de
desventura, sino personas capaces de
abrir caminos de esperanza, de justicia y
de verdadera fraternidad.
A este respecto son siempre actuales las
palabras de San Juan XXIII proclamadas
en la apertura del Concilio: “La Esposa de
Cristo prefiere usar la medicina de la
Misericordia más que la de la severidad”.
Tema considerado después por San Juan
Pablo II que nos regaló la bellísima
Encíclica “Dives in Misericordia”
El Papa Francisco
con
mucha insistencia, propone
una Iglesia que encuentre
en la Misericordia la clave
de
su
misión.
La
Misericordia es el corazón
de su Pontificado y se
manifiesta con sencillez
evangélica, con gestos
concretos hacia los más
olvidados, “los descartados”
de
la
sociedad,
los
indefensos.
Su magisterio nos hace
descubrir las obras de
Misericordia corporales y
espirituales para curar las
antiguas y nuevas heridas
por las cuales la humanidad
sufre hoy.
La apertura de la Puerta Santa
expresará simbólicamente el
acceso confiado a la plenitud de
la Misericordia.
En Jesús se encarna la Misericordia de
Dios, se hace cercana, alcanzable. Por
esto es indispensable mirarlo a Él para
aprender qué es la Misericordia y cómo
vivirla en nuestra realidad. Con su Vida
y su Palabra Él nos ha revelado en
plenitud el rostro misericordioso del
Padre, que manifiesta su Omnipotencia
en derramar abundantemente sobre
nosotros su Misericordia. Esa no es
debilidad, sino una cualidad de su
Omnipotencia.
Dios siempre perdona y cura. Ama
a los pobres, ama con vísceras
maternas como nos recuerda Isaías:
“¿Podrá una madre olvidarse de su
criatura, dejar de querer al hijo de
sus entrañas? Pero aunque ella se
olvide Yo no te olvidaré”.
Dios, en Jesús, ha manifestado con
muchos signos su compasión: quita
el hambre a la muchedumbre,
prueba compasión con quien lo
sigue sin detenerse, sin reposo y sin
alimento. Se conmueve de frente a
cuantos, sedientos de verdad lo
siguen, se reúnen en torno a Él con
el deseo de escucharlo, de mirarlo
a los ojos para descubrir la belleza
de un Amor compasivo que
alcanza a cada uno en su propia
situación de vida.
A la mujer adúltera, condenada por los fariseos, Jesús muestra su sorprendente
Misericordia: no la condena, no la aleja, no le reprocha, sino que le dice: “¿Ninguno te
ha condenado? Vete y de ahora en adelante no peques más”.
Esta actitud de Jesús es para nosotras una
llamada siempre nueva. Es una página del
Evangelio que ha sido definida como
“escandalosa” y en realidad también hoy
podemos afirmar que la Misericordia, como
nos enseña Jesús, es “escandalosa” porque se
encuentra a menudo con los juicios humanos,
no siempre iluminados de la presencia de Dios.
También
hacia
Mateo,
Jesús
manifiesta su bondad misericordiosa:
lo mira con ternura y Amor y lo
escoge. Jesús lo ama no porque es ya
bueno, sino que lo hace bueno porque
lo mira con Amor misericordioso.
Pienso en la llamada que todas
nosotras hemos recibido de Jesús. Su
Misericordia es un misterio para
descubrir, sobre todo cuando Él
perdona nuestras infidelidades. En su
paciencia jamás nos dice: “Basta me he
cansado de ti”; nos ha dejado siempre
una posibilidad para reemprender el
camino y ser signo de Misericordia, de
compasión y de ternura hacia los otros.
Reservémonos un momento de
silencio para reflexionar sobre
cuanto Jesús ha obrado y
continúa realizando en nuestra
vida y en nuestras Comunidades;
agradezcámosle porque nos
envuelve en su infinito Amor rico
de compasión.
En la Palabra de Dios ¡cuántas parábolas
sorprendentes de Misericordia!.
¿Estamos disponibles para dedicar un
tiempo adecuado con el fin de extraerlas,
releerlas, confrontarnos con aquella que
nos toca más profundamente?
¿Quizás no es este el camino para
encontrar la verdadera felicidad y
hacerla recaer sobre cuantos,
particularmente jóvenes, que están
en búsqueda para darle un
significado a su existencia, un
motivo para mirar el futuro con
esperanza; una fuerza para
colaborar con una sociedad
respetuosa de la dignidad humana
y promotora de valores en la óptica
del Evangelio?
Como Hijas de Dios, llevamos
impresa en nuestra humanidad la
semejanza con Él. La Misericordia
por
tanto
nos
caracteriza
íntimamente. Nuestro compromiso
está en volver a encontrar la
fisonomía más profunda que hace
que nuestro rostro se asemeje al
suyo.
La misericordia es el criterio de credibilidad
de todo cristiano y de nosotras Religiosas en
el Pueblo de Dios. Es la palabra clave para
entender el obrar de Dios. Como el Padre
nos ama así estamos llamadas a Amar
acogiendo, con plena disponibilidad, los
sacrificios que tal Amor requiere, hasta el
martirio.
El Papa Francisco, en su viaje a Cuba,
nos ha hecho entender que la
Misericordia, más que un esfuerzo, es
una necesidad porque se participa de
la Misericordia misma de Jesús. Él “ve
siempre lo que hay de más auténtico
en la persona que es precisamente la
imagen del Padre”. El Papa asegura
que la Misericordia genera la misión y
el servicio como sucedió con Mateo
que lo transformó el encuentro con
Jesús.
La mirada de Jesús nos lleva a
participar “la ternura y la
Misericordia con todos: como lo
hizo con Zaqueo, los enfermos,
los encarcelados, los ancianos y
las familias en dificultad”.
Estas expresiones han entrado
profundamente en mi corazón
y me han hecho pensar en
nuestros Fundadores que han
realizado con pasión y espíritu
evangélico, cuanto el Papa
Francisco
subraya
con
convicción.
D. Bosco y M. Mazzarello, han
sabido tejer con habilidad y
armonía misericordiosa ternuraamorevolezza. ¡Cuánta alegría
he probado metiéndome en esta
realidad! Alegría que deseo
compartir con vosotras para
agradecer juntas al Señor el
Carisma Salesiano, Don siempre
actual para todas las culturas.
Nuestros Fundadores han sido
verdaderamente una “palabra”
creíble de Misericordia, han dado
hasta la última fibra de su corazón
a los pequeños, a los últimos, a los
pobres, a los jóvenes necesitados. El
ser pobres, frágiles necesitados de
ayuda era, para ellos, motivo
suficiente para “amarlos más” y
ayudarlos a crecer en dignidad
humana y cristiana como “buenos
cristianos y honestos ciudadanos”
El proyecto carismático de D. Bosco es un
proyecto de Amor y de Misericordia
porque no solo educa a los jóvenes, sino
que los educa en la alegría, la bondad y
en la responsabilidad hacia la vida. Tal
proyecto expresa la Misericordia en su
significado etimológico: miseris-cor-dare,
“dar el corazón a los necesitados” a los
jóvenes pobres y abandonados.
Me parece eficaz la imagen de la foto
de D. Bosco rodeado de muchachos,
escuchando sus confesiones. Muchos
esperan el turno para confesarse,
mientras uno de ellos recibe la
absolución del Santo. D. Bosco es el
apóstol de la confesión para los
jóvenes, por tanto el apóstol de la
Misericordia de Dios, del perdón, de la
esperanza.
También M. Mazzarello,
desde niña desarrolló una
misión con el signo de la
Misericordia al tener el
cuidado de las muchachas.
Esta misión le fue confiada
a ella y a sus compañeras
desde los inicios del
Instituto por parte de D.
Bosco: ”Haced el bien que
más podáis”
El bien urge, la compasión y la
Misericordia tienen carácter de
urgencia, los pobres no pueden
esperar, tienen derecho de preferencia.
M. Mazzarello, tan exigente consigo
misma y atenta a la formación de las
Hermanas, les recomienda centrarse en
lo esencial: en el encuentro con Jesús. Es
Él que nos transforma interiormente y
nos hace semejantes a su corazón
manso y humilde.
La carta 26,4 de M. Mazzarello escrita a
las misioneras y que otras veces os he
citado, es casi una declaración de
intentos y puede ser un programa para
nuestras Comunidades: “Revestirnos de
los sentimientos de Cristo, querernos
bien, tener un corazón lleno de caridad
por el prójimo aunque lleve sufrimiento
y sacrificio”.
La Misericordia es inherente a nuestro
Proyecto de vida, es el rostro de nuestra
misión y se fundamenta y renueva
continuamente en la Eucaristía.
Estamos invitadas nuevamente a
ver el rostro de nuestra Comunidad,
preguntándonos: ¿Es un rostro de
Misericordia? ¿De qué modo se
expresa y dónde encuentra su
fuente?. ¿Estamos abiertas a recibir
el perdón de Dios también en la
forma sacramental?. ¿Qué perdón
nos ofrecemos recíprocamente?
(Cfr. C 40 y 41)
El Papa Francisco, en la “Misericordiae
Vultus”, hace alusión a la triste posibilidad
de cultivar rencores también al interno de
la Iglesia y en nuestras Comunidades
Religiosas. El perdón de las ofensas es la
condición para recibir el Perdón de Dios.
“Estamos llamados a vivir la Misericordia,
porque primero ha sido usada con
nosotros. El perdón de las ofensas es la
expresión más evidente del Amor
misericordioso y para nosotros cristianos es
un imperativo del cual no podemos
prescindir. ¡Cómo resulta difícil, muchas
veces, el perdonar”!
El perdón es el instrumento puesto en
nuestras frágiles manos para encontrar la
serenidad del corazón e irradiarla en
torno a nosotras casi por ósmosis.
Para dar y recibir el perdón, nuestro
corazón debe estar libre de la tentación
de los chismes, del juicio o del
preconcepto, purificado de aquellas zonas
de sombra que se insinúan en nuestro
mundo interior. Solo así podemos mirar
serenamente en los ojos de nuestras
Hermanas, los jóvenes, de las personas de
todas las edades, clase social y religión.
Tengo un sueño que pienso habite en
vuestros corazones: construir unidas,
con la gracia de Dios y la fuerza que
nos viene del Espíritu Santo,
Comunidades ricas de Misericordia,
donde vibra la alegría del perdón y la
búsqueda apasionada de caminos
para educar y vivir con los mismos
sentimientos de Jesús y con el estilo del
Sistema Preventivo.
“En la tarde de la vida seremos juzgados en
el Amor”, nos lo recuerda el Papa
Francisco. Seremos juzgados sobre las obras
de Misericordia: nos será preguntado si
hemos ayudado a otros a salir de la duda
que genera miedo y es fuente de soledad, si
hemos sido capaces de vencer la ignorancia
en la cual viven millones de personas, sobre
todo los niños privados de la ayuda
necesaria para ser rescatados de la
pobreza, si hemos sido cercanos a los que
están solos y afligidos y si hemos confiado al
Señor en la oración a nuestros hermanos.
En cada uno de estos “más pequeños” está
presente el mismo Cristo.
En este año de la Misericordia
empeñémonos en las Comunidades
Educativas a tener siempre abiertas
las puertas del corazón, sea para un
simple saludo acompañado de una
sonrisa. Cultivemos un corazón
grande para perdonar, abierto para
hospedar en el propio interior a
quien toca a la puerta de nuestra
“Casa”. Una “Casa” no debe
presentarse como una fortaleza sino
como un puente sobre el cual los
otros puedan pasar con seguridad
sintiéndose acogidos con Amor.
La Misericordia es el corazón
palpitante del Evangelio y de la
Iglesia. El Papa Francisco nos invita a
vivirlo
como
una
verdadera
peregrinación de la Misericordia
expresado con los verbos del
Evangelio: no juzgar, no condenar,
perdonar, dar. Aquí hay un camino
concreto que nos permite descubrir las
Obras de Misericordia para curar las
heridas que sufre la sociedad actual.
A este respecto es significativo el Mensaje del Papa a los jóvenes del mundo para
la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia: “Bienaventurados los
misericordiosos porque ellos alcanzarán Misericordia”. Un mensaje que abre los
corazones para vivir lo extraordinario de “ser instrumentos de la Misericordia de
Dios” porque, continúa diciendo el Papa: “Se es más feliz en dar que en recibir”.
Sabemos que Dios nos ha amado
primero. Seremos verdaderamente
bienaventurados, felices, solamente si
entramos en la lógica divina del Don,
del Amor gratuito, si descubrimos que
Dios nos ha amado infinitamente para
hacernos capaces de Amar como Él,
sin medida.
Con la fuerza de quien cree en los
jóvenes, el Papa Francisco lanza
una propuesta valerosa, un
desafío que ciertamente los
jóvenes no dejarán caer: “A
vosotros jóvenes, que sois muy
concretos, quisiera proponeros
para los primeros siete meses del
2016, escoger una Obra de
Misericordia Espiritual y una
Corporal para poner en práctica
cada mes”.
Esta propuesta no nos deja
indiferentes.
Según
nuestras
posibilidades, queremos realizar
con los jóvenes una peregrinación
de Misericordia, a partir de
nuestro corazón que tiene
necesidad de ser evangelizado
con la buena noticia de la
Misericordia y del perdón. ¿Cómo
ponerme en camino?... No le
tengamos miedo sino a un
corazón
cerrado,
frío
e
indiferente.
Peregrinación
2016
Don Bosco ha iniciado su
misión teniendo compasión
por los jóvenes, que llenaban
las cárceles de Turín porque
estaban solos y abandonados.
Había entendido que solo una
Misericordia preventiva podía
salvarlos de situaciones de
peligro, restituyéndoles la
dignidad y el futuro.
En este recorrido podremos concluir
simbólicamente con la peregrinación a
un santuario como nos ha invitado el
Papa Francisco.. Miremos a María,
Maestra de Misericordia, Ella que ha
acogido y escuchado la Palabra en su
corazón, que ha comunicado la Vida
que crecía en su seno, que ha estado
atenta a los Esposos en Caná por la
falta del vino; nos ayude a ser signos
creíbles de la Misericordia y como
Comunidades Educativas nos enseñe a
hacer gestos coherentes que la
expresen.
A María confiamos el camino de
unidad y comunión de las familias
para que se construyan como
lugares donde se aprende a
comunicar, a descubrir la belleza de
las relaciones entre hombre y mujer
y entre padres e hijos, a superar con
el Amor y el perdón, ofrecido y
recibido eventuales conflictos, hasta
llegar a ser testigos de Misericordia.
Estoy segura que sabremos encontrar
caminos eficaces para un nuevo
despertar misionero y vocacional con el
signo de la Misericordia. Ser peregrinas
de la Misericordia, sentirnos Comunidad
en camino, sea para cada una de
nosotras motivo de alegría y de
esperanza.
Os hago los mejores augurios para
la solemnidad de la Inmaculada y
para Navidad. María de Nazaret
nos ayude en el compromiso de
educarnos y educar a una cultura
de paz y reconciliación, de la cual
el mundo de hoy tiene gran
necesidad.