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Hantavirus
LOS VAGUITOS
Ayelén tenía 11 años y era la princesa del corso de su barrio. Murió víctima del virus
que transmite las ratas. Historia de una enfermedad que desnuda el abandono del
Estado y que tiene como principal responsable a la desidia y la negligencia de los
funcionarios.
Cuando Génesis Ayelén Pini falleció en el Hospital de Niños, hubo
quienes no quisieron que se supiera que el hantavirus se había
cobrado una nueva víctima. El pa rte de defunción decía “trastorno
pulmonar”. Sin embargo, al día siguiente la ciudad volvió a
conmocionarse con otra muerte causada por esa enfermedad letal
que, si se hubiese prevenido adecuadamente, no se hubiera quedado
con la vida de once personas de l a región desde que se produjo el
primer caso, en 1998.
El hanta
“El ratón encontró buen alimento y se quedó ”, dice Emilio Cecchini,
médico epidemiólogo y titular de la cátedra de su especialidad de la
Facultad de Medicina. El virus es un viejo conocido en la ciudad: hizo
su aparición en 1998 en los márgenes de la región. Desde ese
momento, nunca se detuvo. Desde el primer caso hasta la fecha,
llegan a 47 los infectados en el partido de La Plata, una cifra récord
en el país y muy llamativa si se tiene en cu enta que es una
enfermedad más propia del medio rural que del urbano. Cecchini
vislumbra dos causas centrales para explicar el fenómeno: la primera
es que “el ratón migra y la gente de la periferia va extendiendo sus
poblados a zonas semi rurales; entonces crece la probabilidad de
contagio”. La segunda, es que cuando hay un enfermo se conoce
enseguida ya que “ La Plata es un lugar donde se diagnostica bien y
rápido, cosa que no sucede en otros sitios ”.
El hantavirus es una enfermedad viral bastante normal en los países
asiáticos. Recién a mitad del siglo pasado se conoció en nuestro
continente. El virus asiático provoca una disfunción renal y es de fácil
curación, pero el tipo de virus que se propagó por América ataca el
aparato respiratorio, lo que hace más complicado su tratamiento y
provoca la altísima tasa de mortalidad. “ Como el hanta está ligada a
la población de roedores, se transmite por contacto, por aspiración de
la orina o el excremento del ratón colilargo. Es una enfermedad que
se caracteriza por e mpe zar como una gripe; puede haber diarrea y
después rápidamente comien za la insuficiencia respiratoria. Si el
paciente no tiene una buena asistencia respiratoria en un servicio
especializado, lo puede llevar a la muerte ”, explica Cecchini.
Si bien el hábitat natural del ratón colilargo es el medio rural, se ha
ido adaptando y ha aparecido en los suburbios olvidados de La Plata.
“Es que ahí tiene alimento . El Hantavirus –comenta Cecchini - es una
enfermedad emergente, lo cual significa que no existía antes y que es
de connotación netamente ecológica. La relación con la pobre za no
es el factor directo, porque antes había pobres y no había hanta. Lo
que pasa es que los ratones migraron y se dieron las condiciones
ecológicas como para ese contacto” .
Prevenir y curar
La ciencia no ha encontrado un medio eficaz de combatir el hanta. Ni
vacuna, ni suero antiviral se han hallado, por lo que lo único que
puede hacerse es detectar el caso a tiempo y, sobre todo, hacer
hincapié en la prevención. Justamente es éste asp ecto el que más
polémicas genera.
El barrio El Retiro, en Olmos, es hogar de varios carreros y
cartoneros. En una de las calles de tierra que cruzan el barrio de
casas de chapas y madera, jugaba hasta hace pocos días Ayelén
Pini, la niña de 11 años que mur ió de hantavirus.
“Me parece bárbaro que arreglen las avenidas céntricas de la ciudad,
pero estaría bueno que vengan y nos hagan una callecita acá en el
barrio”, remarca Germán Farías, docente de la escuela para adultos
que funciona en el Comedor El Charqu ito que funciona en calle 52 y
162, a sólo 300 metros de donde vivía Ayelén, y agrega: “ acá
tenemos el problema del arroyo Pérez que atraviesa todo el barrio y
los chicos juegan en él. El arroyo es un nido de ratas. Me contaron
que han estado mirando porq ue la Municipalidad puso cebos y se los
han devorado a todos. Ese arroyo se inundó hace 6 ó 7 años y
después se dragó, pero no tiene una limpie za permanente. Ahora
está lleno de pasto ”.
Unos días después de la muerte de Ayelén, los vecinos juntaron
firmas e hicieron una movilización hasta el palacio municipal para
exigir la apertura de una sala de primeros auxilios, ya que la más
cercana se encuentra a 15 cuadras de allí. Pero también “ hace falta
que pase la red de agua, ya que la prevención del hantavirus es la
higiene y sin agua no tenés higiene ”, concluye Farías.
La Municipalidad cuenta con una subsecretaría que coordina un
programa de prevención de las enfermedades y que dirige el doctor
Juan Marone. La tarea que lleva adelante consiste básicamente en l a
visita a los barrios en donde se detecta la enfermedad para informar
a los vecinos sobre la manera de prevenir el contagio, y para repartir
el veneno roenticida para colocar en el interior de las viviendas y en
los terrenos baldíos o descampados donde se haya avistado al ratón.
“Trabajar en prevención significa tener pocas alternativas en el
sostén del trabajo porque siempre apuntamos sobre el impacto y una
ve z que dejó de ser impacto, hasta la propia comunidad nos da la
espalda”, explica Marone, y enumer a algunas medidas útiles para
evitar el contagio: “ tratar de mantener todo limpio; evitar los
pastizales y la acumulación de basura. Potencialmente donde vemos
un roedor, tenemos que pensar que está infectado. Si lo tratamos
como un infectado, no lo vamos a agredir, vamos a poner raticida
donde lo vimos. Esa es la primer medida, después intentamos evitar
que el ratón entre en las casas. El roedor se va acercando donde hay
agua, comida y abrigo. Si le sacamos esas cosas, no se acerca”.
Según explica el funci onario, “el municipio viene trabajando desde el
año ‘98 con el primer caso que sucedió en Abasto. Al principio no
teníamos una organización de trabajo para la prevención; lo fuimos
haciendo con la región Sanitaria XI. Pero al mismo tiempo estaba la
otra parte que es la comunidad que desconocía la enfermedad y que
no le tenía miedo al ratón. Ahora mismo hay personas que te dicen
que un roedor no los puede matar; es más, te dice que siempre
vivieron así y que no les pasó nada. O sea hay cuestiones culturales
que tenemos que cambiar ”, enfatiza Marone.
Para Germán Farías, sin embargo, el cambio debe estar en otro lado:
“Nos ha costado muchísimo solucionar el tema de la basura. Acá no
venía la empresa 9 de julio a recolectar los residuos, había basurales
y la gente estaba acostumbrada a quemar la basura o a tirarla allí.
Nosotros laburamos todo esto con la facultad de Ciencias Naturales,
erradicando algunos basurales y logramos que la empresa pase...
Fue después de mucho esfuerzo. Acá le hemos pedido caños a la
delegación comunal de Olmos para entubar las zanjas y nunca nos
los han dado. Así es difícil. Las zanjas las hemos hecho nosotros. La
delegación mandó una sóla ve z una cuadrilla para hacer zanjas...
Estuvieron una tarde y no volvieron más. Todo esto lo hicim os
nosotros con la gente del barrio”.
La muerte de la princesa
Cuando murió Ayelén, en las tapas de los diarios locales convivía la noticia del rebrote del
virus con la escandalosa expulsión del delegado comunal de Olmos, Carlos Mársico, en el
marco de la interna del Partido Justicialista. Mársico salió favorecido por los vecinos en las
elecciones que se hicieron en el 2000, pero ahora se había distanciado de Julio Alak. Y
desde hacía años, de los vecinos que lo habían votado.
Graciela Bozzolo es la encarg ada de alimentar diariamente con una
copa de leche a 73 pibes de El Retiro. Fue la impulsora de la murga
“Los Vaguitos” y la férrea organizadora del carnaval de la calle 162.
Pero la comparsa perdió una integrante: Ayelén, la protagonista y
“futura princesa del corso ” bailó por última vez el sábado 19 de
febrero. “Acá hay un responsable de esa muerte, más allá de que
nosotros no conociéramos la presencia del ratón: es el delegado
comunal, porque el abandono del barrio es por su culpa. Después la
escalera va subiendo y encontrás al director de todas las
delegaciones y después al intendente. Pero al que nosotros
recurríamos era al delegado, porque era el responsable de la zona”,
reflexiona esta madre de 8 hijos y abuela de 14 nietos.
Graciela vive enfrente de la precaria casilla de la familia Pini. En el
momento que La Pulseada dialogaba con ella, los hermanitos de
Ayelén correteaban en el amplio patio delantero, ya que los padres
permanecían en el Hospital de Niños aguardando los resultados de
los análisis hechos al miembro más joven de la familia, de apenas 11
meses de vida.
“Ahora se vino a descubrir que jamás hubo un pedido ni de veneno, ni
de lavandina ni de nada. Nunca el delegado de Olmos pidió nada a la
Municipalidad, a pesar de los constantes reclamos que le hacíamos
los vecinos. El costo es para ellos por el resto de sus vidas ”,
prosigue Graciela.
Cuando Olga Vázquez y su hija murieron de hantavirus (ver recuadro)
en el 2002, los vecinos también acusaron al delegado comunal de
darle la espalda a los co nstantes pedidos de desratización y
desmalezamiento. “¿Cuántos chicos más tienen que morir, - pregunta
Graciela - para que alguien nos escuche? Ahora viene todo el mundo
y sobra gente porque murió una persona, pero no queremos que esto
pase de nuevo; hay qu e hacer prevenciones en otros barrios”.
“La prevención es la rama de la medicina más indigna, porque
estamos trabajando sobre algo que no apareció y para los políticos
significa poner plata para algo que no sucedió ”, reconoce Marone,
único funcionario mun icipal del área de Salud que se acercó a El
Retiro para instruir a los vecinos sobre cómo protegerse del virus
letal.
“Cuando vino el médico yo le pregunté qué posibilidades de enfermarnos hubiéramos
tenido si nosotros hubiéramos tenido el arroyo y los terrenos limpios y él me dijo que
tendríamos un 80% a favor de no tenerla. Por eso digo que hay un delegado que es
culpable. Si todo este desmalezamiento que habíamos pedido se hubiera hecho, si
tuvieramos agua potable...”, se lamenta Graciela.
El corso popular del barrio se suspendió y Los Vaguitos guardaron la ropa de la murga que
los hizo feliz por unas noches. No hacían falta las máscaras que ocultaran la identidad de
ricos y pobres en ese carnaval auténtico. La muerte se coló en el baile.
Se llena de lágrimas la mirada angustiosa de Graciela. Se llena de
penas el barrio por la pérdida de su futura princesa.
Daniel Mapelli
La presencia de Olga
En la calle 60 entre 10 y 11, un cartel amarillo marca la entrada del
Centro Social y Cultural Olga Vázquez. El edificio, una vieja escuela
ocupada por los integrantes del Movimiento de Unidad Popular (MUP)
busca rescatar del olvido a la incansable luchadora social que falleció
en 2002 junto a su hija infectadas por el hantavirus. “Olga fue una de
las iniciadoras de la gestación del MUP, a través del laburo que
hicieron con la Cooperativa El Progreso” , rememora Marcos Bralo
desde el patio del Centro Social.
Corría julio de 2002, el peor año registrado en la ciudad por la
asombrosa cantidad de casos de Ha nta, y la hija menor de la familia
Valdéz empezó a tener fiebre. Luego de internarla en el hospital, la
niña falleció y los médicos tardaron varios días en diagnosticar que
había sido contagiada por el ratón colilargo. Pocas semanas antes,
en un aras cercano a El Peligro, un veterinario que venía de Buenos
Aires a realizar curaciones en los caballos, cayó fulminado por una
insuficiencia respiratoria aguda. Los análisis del Instituto Malbrán
determinaron que el causante de su muerte y la de su hijo había si do
el mortal virus Hanta.
Olga Vázquez de Valdéz no pudo ni siquiera despedir a su hija:
murió aquejada por la misma dolencia. El caso conmocionó a la
ciudad y el barrio explotó de furia. El corte de la ruta 2 hizo que los
funcionarios municipales se acer caran a escuchar los pedidos que los
vecinos ya habían hecho al delegado comunal.
El caso se compara al de la reciente muerte de Ayelén Pini: luego del
drama de la familia de El Peligro, los vecinos se enteraron que
ninguno de los pedidos de desratización que les habían elevado a la
delegación comunal, habían sido cursados a las áreas municipales
correspondientes. “ Así como están Kosteki y Santillán o Aníbal Verón,
también está Olga Vázque z, que fue una compañera –agrega
Alejandro Bértola, del MUP - que cayó en la lucha. Aunque no se haya
tratado de un enfrentamiento policial, Olga murió por la negligencia
del Estado y por eso le pusimos el nombre a este lugar” .