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LA ALEGRÍA DE LUCHAR Soy Juan Carlos, El Rata, tengo 20 años, vivo en el Hogar del Padre Cajade hace 10 años y quiero contarles, un poco de lo que se vivió en la Marcha de los Chicos del Pueblo. Recorrimos 4.600 kilómetros; pasamos por ciudades y pueblos de distintas provincias de nuestro país. Arrancamos en Misiones –Puerto Iguazú- y fuimos pasando por Posadas, Corrientes, Resistencia, Formosa, Reconquista, Santa Fe, Rosario, Zarate, Campana, José C. Paz... y finalmente llegamos al corazón de la Plaza de Mayo, Buenos Aires. No es la primera marcha que viví; es la tercera. ¿Qué puedo rescatar de la marcha? Lo principal es que me sentí muy contento y alegre de estar todos juntos peleando por el derecho de los “pibes”. Me preocupó y lo sentimos, la ausencia del “Cura” (Carlitos Cajade). Pero sé de su presencia, sé que caminaba con nosotros defendiendo nuestros derechos, como siempre lo hizo. Había muchos periodistas que nos preguntaban ¿por qué marchamos? Nosotros, los Chicos del Pueblo, respondimos: porque el país es injusto por donde lo mires, el hambre es un crimen y lo vamos a parar. Vivimos en un país rico; lo que falta es un cambio político definitivo y que se pongan a mirar a nuestros pibes, a nuestros viejos trabajando. La marcha con chicos de distintos puntos del país la viví como una gran familia, compartiendo, jugando a la pelota. Cada vez que marchábamos los pibes reclamaban por nuestros derecho y eso era algo contagioso para la gente, se prendían a esa marcha de los corazones abiertos gritando “queremos vivir”. Mientras pasábamos por pueblos y villas, los niños de esos lugares, muy pobres, con un corazón inmenso, llenos de voces, nos recibían con un fuerte aplauso y un “Bienvenidos Chicos del Pueblo”. Eso nos daba aliento, fuerza para llegar. Todos los chicos gritábamos “vamos a salir de Iguazú a Buenos Aires, hay que llegar, marchamos por la vida, por el pan”. Nosotros cantábamos por aquel que no estaba. Decíamos “que todo el país lo sepa, esta marcha es una fiesta”. Y claro que podemos decir que es una fiesta, con pibes tocando el bombo y bailando, con pibes flameando las banderas de la alegría. Con pibes pintados sus rostros de felicidad y cariño. Y así seguimos caminando, cantando y contagiándole a la gente la alegría de luchar. El viernes 18, cuando se veían esos micros llenos de colores y pibes cantando por las avenidas de Buenos Aires, sentí que la gente nos esperaba con los brazos abiertos. En ese momento tuve alegría, más ganas de cantar, la garganta no me daba pero el corazón me sobraba para seguir gritando “queremos vivir”. Así llegamos a Plaza de Mayo, donde los pibes gritaban en el micrófono: “el hambre es un crimen y lo vamos a parar”. Mientras que yo estaba en una punta del escenario, arriba de todo con la bandera de la imagen del Cura, que prometimos llevarla hasta la Plaza. Desde esa puntita, del rincón, cantaba y hacía flamear la bandera que tenía en la otra mano, sentía fuerza y alegría. Ver desde esa puntita del escenario toda la gente apoyándonos, con un hermoso día que “El Cura” nos regalaba, y el sol que dibujaba mi cara con los colores de nuestra patria. Espero que ésta sea la última marcha y que no tengamos que salir de nuevo a reclamar por nuestros derechos, que la sociedad sea justa y miren a los pibes que son presente y futuro. El Rata, del Hogar del Padre Cajade